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El documento describe cómo una costumbre se convirtió en un ritual para un ave llamada Martina. Martina tenía la costumbre de dar la vuelta a una ventana al subir las escaleras de la casa donde vivía. Con el tiempo, este comportamiento se volvió más automático hasta que se convirtió en un ritual estricto. Una noche, cuando Martina rompió este ritual al subir directamente las escaleras, se llenó de terror y tuvo que volver a realizar su ritual habitual. Esto ilustra cómo las costumbres pueden volverse rituales y cómo los animales pueden
Descriere originală:
Aporte de Konrad Lorenz sobre el paralelismo entre la filogénesis y la pseudoespeciación en el curso de historia cultural humana, atendiendo a las leyes comunes de ambos campos.
El documento describe cómo una costumbre se convirtió en un ritual para un ave llamada Martina. Martina tenía la costumbre de dar la vuelta a una ventana al subir las escaleras de la casa donde vivía. Con el tiempo, este comportamiento se volvió más automático hasta que se convirtió en un ritual estricto. Una noche, cuando Martina rompió este ritual al subir directamente las escaleras, se llenó de terror y tuvo que volver a realizar su ritual habitual. Esto ilustra cómo las costumbres pueden volverse rituales y cómo los animales pueden
El documento describe cómo una costumbre se convirtió en un ritual para un ave llamada Martina. Martina tenía la costumbre de dar la vuelta a una ventana al subir las escaleras de la casa donde vivía. Con el tiempo, este comportamiento se volvió más automático hasta que se convirtió en un ritual estricto. Una noche, cuando Martina rompió este ritual al subir directamente las escaleras, se llenó de terror y tuvo que volver a realizar su ritual habitual. Esto ilustra cómo las costumbres pueden volverse rituales y cómo los animales pueden
"Lo que yo he dicho es que la fidelidad del hombre a todas las usanzas
tradicionales reside sencillamente en la costumbre y en el miedo animal a
quebrantarla. He subrayado el hecho de que todos los rituales de los humanos se han formado de un modo natural y muy anlogo al de la evolucin de los instintos sociales en los animales y el hombre. Tambin expliqu y puse de relieve cmo todo cuanto el hombre venera y tiene por sagrado en la tradicin no representa un valor tico absoluto, sino dentro de los lmites de una cultura determinada. Mas todo esto no implica nada contra el valor y la necesidad de la resuelta lealtad con que el hombre bueno se apega a las costumbres que su cultura le ha trasmitido. Podra parecer que su lealtad es digna de mejor causa, pero no hay muchas causas mejores. Si las buenas costumbres no se afirmaran e hicieran autnomas del modo descrito y si no se elevaran a la sagrada categora de fines en s, no habra comunicacin digna de crdito, ni entendimiento que mereciera confianza, ni ley, ni cosa en que pudiera creerse. Los juramentos no obligan y los compromisos no sirven de nada si las partes no tienen en comn una base de costumbres inquebrantables hechas ritos y cuyo incumplimiento les inspire el mismo temor mgico de aniquilamiento que se apoder de mi oca Martina en el quinto escaln de mi casa de Altenberg." A continuacin el relato del episodio que el autor cita precedentemente, sin lo cual el fragmento perdera inteligibilidad.. "En los animales no hay smbolos que se trasmitan por tradicin de una generacin a otra, y si uno se empeara absolutamente en trazar la frontera que separara el "animal" del hombre, aqu es donde podra verla. Ciertamente, en los animales tambin se trasmite por la enseanza y el aprendizaje de viejos a jvenes, un conocimiento adquirido individualmente por la experiencia. Pero esa verdadera tradicin solamente se halla en especies animales en que a una buena capacidad de aprender se une un desarrollo superior de la vida social. Se ha probado la existencia de tal proceso en los chovas, los gansos silvestres (Anser anser) y las ratas. Los conocimientos trasmitidos de este modo se limitan empero a cosas muy sencillas, como el reconocimiento de itinerarios, de algunas clases de alimentos o de enemigos peligrosos, y en las ratas, el de algunos venenos. El elemento indispensable que tienen en comn esas sencillas tradiciones de los animales con las tradiciones culturales ms elevadas del hombre es la costumbre. Su tenaz preservacin de lo ya logrado desempea un papel anlogo al del patrimonio heredado en la formacin filogentica de los ritos. Una experiencia que jams olvidar me hizo comprender cun parecida es, en sus efectos, la funcin bsica de la costumbre en el sencillo aprendizaje del itinerario de un pjaro a la compleja formacin de ritos en una cultura humana. Estaba yo entonces dedicado con toda seriedad al estudio de una joven oca silvestre, Martina, que haba yo cuidado desde el huevo y que haba transferido a mi persona todas las pautas de comportamiento que se
aplican normalmente a los padres, mediante el notable proceso que
llamamos troquelado (del cual ya he hablado en mis otros libros, as como de mi oca, con ms detalle). De muy joven haba Martina adquirido una costumbre, que tena muy arraigada. Cuando contaba una semana de edad, ms o menos, hice el experimento de hacerla venir a mi dormitorio a pie, en lugar de transportarla yo, como hasta entonces haba hecho. Las ocas silvestres no gustan de que las toquen y les da miedo, por eso es lo mejor evitarles en lo posible todo contacto. En el vestbulo de nuestra casa de Altenberg, a la derecha de la entrada, hay una escalinata que conduce al piso superior. Frente de la puerta est una ventana muy grande. Al entrar Martina obedientemente detrs de m, la inslita situacin le dio miedo y busc la luz, como hacen siempre las aves espantadas, quiero decir que corri directamente desde la puerta a la ventana dejndome atrs a m, que ya tena el pie en el primer escaln. Ya en la ventana pas un par de minutos, hasta que se calm; entonces volvi, otra vez dcil, y me sigui hasta el piso superior. A la noche siguiente se repiti todo esto, slo que ahora Martina abrevi el rodeo que diera para llegar a la ventana, as como el tiempo que tard en calmarse, que fue mucho menos esta vez. En los das siguientes la evolucin continu, la permanencia en la ventana fue suprimida por completo, y tambin desapareci la impresin que daba Martina de tener miedo. El encaminamiento hacia la ventana tomaba cada vez ms el carcter de una costumbre y era muy divertido ver cmo Martina se diriga con paso decidido a la ventana y apenas llegaba, sin pausa ninguna, daba media vuelta con paso no menos decidido, volva hacia la escalera y se pona a subirla. El obligado rodeo hasta la ventana se haca cada vez ms corto, y el ngulo de 180o cada vez ms agudo; al cabo de un ao ya slo quedaba un ngulo casi recto: en lugar de subir por el lado derecho al llegar de la puerta, la oca segua el escaln a lo largo hasta su extremo siniestro y all se volva para subir en marcado ngulo recto. Por entonces sucedi que una noche se me olvid hacer entrar a Martina a su hora en la casa y conducirla a mi recmara. Cuando al fin me acord de ella, ya estaba bien oscuro. Corr a la puerta de la casa y al abrirla, la oca se apresur a entrar toda miedosa por la puerta apenas entreabierta, me pas entre las piernas, y contra su costumbre, corri delante de m haca las escaleras. Despus hizo algo an ms contrario a su costumbre. Se apart del camino slito y eligi el ms corto, abreviando el ngulo recto que sola describir, poniendo el pie en el primer escaln por su lado derecho y empez a subir "cortando" la curva de la escalera. Sucedi entonces algo verdaderamente emocionante. Se detuvo en el quinto escaln de pronto, estir el cuello, seal de terror en una oca silvestre y tendi las alas como para volar de all, al mismo tiempo que emita su grito de advertencia y estuvo a punto de levantar el vuelo. Dud un momento, se volvi, baj otra vez los cinco escalones y ejecut rpidamente, como alguien que olvidara realizar una obligacin importante, el rodeo original hasta la ventana. Despus subi la escalera otra vez como al principio, empezando debidamente por el extremo de la izquierda. Y cuando volvi a llegar al
quinto escaln, se detuvo, mir en torno suyo, se sacudi y salud, dos
pautas de comportamiento que se observan con regularidad en los gansos silvestres cuando al miedo sucede la calma. Yo no daba crdito a mis ojos. Pero no tengo ninguna duda acerca del modo como debe interpretarse el fenmeno. La costumbre se haba hecho necesidad; y la oca no se atreva a prescindir del ceremonial sin llenarse de terror." Costumbre, ceremonia y magia (La agresin, el pretendido mal de Konrad Lorenz)