Sunteți pe pagina 1din 18

SAPIENTIA CHRISTIANA

Sobre las Universidades y Facultades Eclesiásticas


- 15/04/1979-
CONSTITUCIÓN APOSTÓLICA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II
Juan Pablo Obispo, siervo de los siervos de Dios, para perpetua memoria
Proemio
I
LA SABIDURÍA CRISTIANA, que por mandato divino enseña la Iglesia, estimula
continuamente a los fieles para que se esfuercen por lograr una síntesis vital de los problemas
y de las actividades humanas con los valores religiosos, bajo cuya ordenación todas las cosas
están unidas entre sí para la gloria de Dios y para el desarrollo integral del hombre en cuanto a
los bienes del cuerpo y del espíritu.
En efecto, la misión de evangelizar, que es propia de la Iglesia, exige no sólo que el
Evangelio se predique en ámbitos geográficos cada vez más amplios y a grupos humanos cada
vez más numerosos, sino también que sean informados por la fuerza del mismo Evangelio el
sistema de pensar, los criterios de juicio y las normas de actuación; en una palabra, es
necesario que toda la cultura humana sea henchida por el Evangelio.
Porque el medio cultural en el cual vive el hombre ejerce una gran presión sobre su
modo de pensar y consecuentemente sobre su manera de obrar; por lo cual la división entre la
fe y la cultura es un impedimento bastante grave para la evangelización, como, por el
contrario, una cultura imbuida de verdadero espíritu cristiano es un instrumento que favorece
la difusión del Evangelio.
Además, el Evangelio, en cuanto destinado a los pueblos de cualquier edad y región,
no está vinculado exclusivamente con ninguna cultura particular, sino que es capaz de
penetrar todas las culturas de tal forma que las ilumina con la luz de la divina Revelación,
purifica las costumbres de los hombres y las restaura en Cristo.
Por eso la Iglesia de Cristo se esfuerza en llevar el Evangelio a todo el género humano,
de tal forma que pueda aquél transformar la conciencia de cada uno y de todos los hombres en
general, y bañar con su luz sus obras, sus proyectos, su vida entera y todo el contexto social
en que se desenvuelven. De este modo, al promover también la cultura humana, cumple su
propia misión evangelizadora.
II
En esta acción de la Iglesia respecto a la cultura tuvieron particular importancia y
siguen teniéndola las Universidades Católicas, las cuales por su naturaleza tienden a esto: que
"se haga, por decirlo así, pública, estable y universal la presencia del pensamiento cristiano en
todo esfuerzo encaminado a promover la cultura superior".
Efectivamente, en la Iglesia -como bien recuerda mi predecesor Pío XI, de feliz
memoria, en el proemio de la Constitución Apostólica Deus scientiarum Dominus aparecieron
ya en sus primeros tiempos los didascaleia, con el fin de enseñar la sabiduría cristiana
destinada a imbuir la vida y las costumbres humanas. En estos centros de sabiduría cristiana
bebieron su ciencia los más ilustres Padres y Doctores de la Iglesia, los maestros y los
escritores eclesiásticos.
Con el correr de los tiempos, gracias al solícito empeño de los obispos y de los
monjes, se fundaron cerca de las iglesias catedrales y de los monasterios las escuelas, que
promovían tanto la doctrina eclesiástica como la cultura profana, como un todo único. De
tales escuelas surgieron las Universidades, gloriosa institución de la Edad Media que desde su
origen tuvo a la Iglesia como madre y protectora generosísima.
Cuando más adelante las autoridades civiles, solícitas del bien común, comenzaron a
crear y promover universidades propias, la Iglesia, según exigencias de su misma naturaleza,
no cesó de crear y fomentar estos centros de sabiduría cristiana e institutos de enseñanza,
como lo demuestran no pocas Universidades Católicas erigidas, incluso en época reciente, en
casi todas las partes del mundo. En efecto la Iglesia, consciente de su misión salvífica en el
mundo, desea tener particularmente vinculados a sí estos centros de instrucción superior y
quiere que sean florecientes y eficaces por doquier para que hagan presente y hagan también
progresar el auténtico mensaje de Cristo en el campo de la cultura humana.
Con el fin de que las Universidades Católicas consiguieran mejor esta finalidad, mi
predecesor Pío XII, trató de estimular su común colaboración cuando, con el Breve
Apostólico del 27 de julio de 1949, constituyó formalmente la Federación de las
Universidades Católicas, la cual "pueda abarcar todos los ateneos que o bien la misma Santa
Sede erigió o erigirá canónicamente en el mundo o bien haya reconocido explícitamente
como orientados según los principios de la educación católica y del todo conformes con ella".
De ahí que el Concilio Vaticano II no haya dudado en afirmar que "la Iglesia católica
sigue con mucha atención estas escuelas de grado superior", recomendando vivamente "que se
promuevan Universidades Católicas convenientemente distribuidas en todas las partes de la
tierra" para que en ellas "los alumnos puedan formarse como hombres de auténtico prestigio
por su doctrina, preparados para desempeñar las funciones más importantes en la sociedad y
atestiguar en el mundo su propia fe". En efecto, la Iglesia sabe muy bien que la "suerte de la
sociedad y de la misma Iglesia está íntimamente unida con el aprovechamiento de los jóvenes
dedicados a los estudios superiores".
III
Sin embargo no es de extrañar que, entre las Universidades Católicas, la Iglesia haya
promovido siempre con empeño particular las Universidades y las Facultades Eclesiásticas, es
decir, aquellas que se ocupan especialmente de la Revelación cristiana y de las cuestiones
relacionadas con la misma y que por tanto están más estrechamente unidas con la propia
misión evangelizadora.
A estas Facultades ha confiado ante todo la importantísima misión de preparar con
cuidado particular a sus propios alumnos para el ministerio sacerdotal, la enseñanza de las
ciencias sagradas y las funciones más arduas del apostolado. Concierne asimismo a estas
Facultades "el investigar más a fondo los distintos campos de las disciplinas sagradas, de
forma que se logre una inteligencia cada día más profunda de la sagrada Revelación, se abra
acceso más amplio al patrimonio de la sabiduría cristiana legado por nuestros mayores, se
promueva el diálogo con los hermanos separados y con los no cristianos y se responda a los
problemas suscitados por el progreso de las ciencias".
En efecto, las nuevas ciencias y los nuevos inventos plantean nuevos problemas, que
piden solución a las disciplinas sagradas. Consiguientemente es necesario que las personas
dedicadas a las ciencias sagradas, al mismo tiempo que cumplen el deber fundamental de
conseguir mediante la investigación teológica un conocimiento más profundo de la verdad
revelada, fomenten el intercambio con los que cultivan otras disciplinas, creyentes o no
creyentes, y traten de valorar e interpretar sus afirmaciones y juzgarlas a la luz de la verdad
revelada.
Por este contacto asiduo con la misma realidad, también los teólogos son estimulados
a buscar el método más adecuado para comunicar la doctrina a los hombres contemporáneos,
empeñados en diversos campos culturales; en efecto, "una cosa es el depósito mismo de la fe,
es decir, las verdades contenidas en nuestra venerable doctrina, y otra cosa es el modo como
son formuladas, conservando no obstante el mismo sentido y el mismo significado". Todo
esto será de gran ayuda para que en el pueblo de Dios el culto religioso y la rectitud moral
vayan al paso con el progreso de la ciencia y de la técnica y para que en la acción pastoral los
fieles sean conducidos gradualmente a una vida de fe más pura y más madura.
La posibilidad de conexión con la misión evangelizadora existe también en las
Facultades de aquellas ciencias que, aunque no tengan un nexo particular con la Revelación
cristiana, sin embargo pueden contribuir mucho a la labor de evangelización; las cuales,
consideradas por la Iglesia precisamente bajo este aspecto, son erigidas como Facultades
eclesiásticas y tienen por tanto una relación peculiar con la Jerarquía sagrada.
De ahí que la Sede Apostólica, para cumplir su misión, sienta claramente su derecho y
su deber de crear y promover Facultades eclesiásticas, que dependan de ella, bien sea como
entidades separadas, bien sea formando parte de alguna universidad, destinadas a los
eclesiásticos y a los seglares; y desea vivamente que todo el Pueblo de Dios, bajo la guía de
los Pastores, colabore a que estos centros de sabiduría contribuyan eficazmente al incremento
de la fe y de la vida cristiana.
IV
Las Facultades eclesiásticas -ordenadas al bien común de la Iglesia y que deben
considerarse como algo precioso para toda la comunidad eclesial- deben formarse una
conciencia clara de su importancia en la Iglesia y de la parte que les corresponde en el
ministerio de ésta. En particular, aquellas que tratan específicamente de la Revelación
cristiana, recuerden también el mandato que Cristo, Supremo Maestro, dio a la Iglesia acerca
de este ministerio, con estas palabras: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en
el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándolas a practicar todo cuanto os
he mandado" (Mt 28, 19-20).
Considerando todo lo cual, se sigue la intrínseca relación que une estas Facultades a la
íntegra doctrina de Cristo, cuyo auténtico intérprete y custodio ha sido siempre en el correr de
los siglos el Magisterio de la Iglesia.
Las Conferencias Episcopales, existentes en las diversas naciones y regiones, sigan
con asiduo cuidado su desarrollo, fomentando al mismo tiempo en ellas la fidelidad hacia la
doctrina de la Iglesia, para que den a toda la comunidad de los fieles el testimonio de un
espíritu completamente entregado al mencionado mandato de Cristo. Este testimonio deben
hacerlo patente constantemente ya la Facultad en cuanto tal, ya todos y cada uno de sus
miembros; porque las Universidades y las Facultades eclesiásticas están constituidas para la
edificación de la Iglesia y el bien de los fieles: lo cual han de tener siempre presente como
criterio de su importante labor.
Los profesores principalmente, sobre los que recae una gran responsabilidad, en
cuanto que desempeñan un peculiar ministerio de la Palabra de Dios y son maestros de la fe
de sus alumnos, sean para éstos y para todos los fieles de Cristo, testigos de la verdad viva del
Evangelio y modelos de fidelidad a la Iglesia. Conviene recordar a este propósito aquellas
ponderadas palabras del Papa Pablo VI: "El oficio de teólogo se ejercita para la edificación de
la comunión eclesial y a fin de que el Pueblo de Dios crezca en la práctica de la fe".
V
Para conseguir sus propios fines es necesario que las Facultades eclesiásticas se
organicen de tal modo que respondan convenientemente a las nuevas exigencias del tiempo
presente; por esto, el Concilio mismo estableció que sus leyes debían ser revisadas.
En efecto, la Constitución Apostólica Deus scientiarum Dominus, promulgada por mi
predecesor Pío XI, el 24 de mayo de 1931, contribuyó notablemente en su tiempo a la
renovación de los estudios eclesiásticos superiores; pero, a causa de las nuevas circunstancias
de vida, exige oportunas adaptaciones e innovaciones.
En realidad, en el transcurso de casi cincuenta años, se han producido grandes cambios
no sólo en la sociedad civil, sino también en la misma Iglesia. Efectivamente, se han
verificado grandes acontecimientos -como, en primer lugar, el Concilio Vaticano II- que han
influido tanto en la vida interna de la Iglesia como en sus relaciones externas, ya con los
cristianos de otras Iglesias, ya con los no cristianos y con los no creyentes, y en general con
cuantos son protagonistas de una civilización más humana.
Añádase a esto el hecho de que se vuelva cada vez más la atención a las ciencias
teológicas no sólo por parte de los eclesiásticos, sino también de los seglares, los cuales
asisten en número cada día más creciente a las escuelas de teología que, en consecuencia, se
han ido multiplicando en los últimos años.
Por último, está aflorando una nueva mentalidad que afecta a la estructura misma de la
Universidad y de la Facultad, tanto civil como eclesiástica, a causa del justo deseo de una vida
universitaria abierta a mayor participación; deseo que anima a cuantos de cualquier modo
forman parte de ella.
No hay que olvidar tampoco la gran evolución que se ha llevado a cabo en los
métodos pedagógicos y didácticos, que exigen nuevos criterios en la programación de los
estudios; como también la más estrecha conexión que se va notando cada vez más entre las
diversas ciencias y disciplinas y el deseo de una mayor colaboración en el mundo
universitario.
Con el fin de satisfacer estas nuevas exigencias, la Sagrada Congregación para la
Educación Católica, haciéndose eco del mandato recibido del Concilio, afrontó desde el año
1967 la cuestión de la renovación siguiendo la línea conciliar; el 20 de mayo de 1968
promulgó "Algunas Normas para la revisión de la Constitución Apostólica Deus scientiarum
Dominus sobre los estudios académicos eclesiásticos" que han ejercido una saludable
influencia durante estos años.
VI
Pero ahora se hace necesario completar y perfeccionar la obra con una nueva ley que
-abrogando la Constitución Apostólica Deus scientiarum Dominus, las Normas anejas y las
mencionadas Normas publicadas el 20 de mayo de 1968 por la Sagrada Congregación para la
Educación Católica- recoja los elementos que se consideran todavía válidos en tales
documentos y establezca las nuevas normas, conforme a las cuales se desarrolle y complete la
renovación ya felizmente iniciada.
A nadie ciertamente se le ocultan las dificultades que parecen oponerse a la
promulgación de una nueva Constitución Apostólica. Existe ante todo "el correr del tiempo"
que lleva consigo cambios tan rápidos que parece que no se pueda establecer nada definitivo y
permanente; existe además la "diversidad de lugares" que parece exigir tal pluralismo que
haría casi imposible emanar normas comunes válidas para todas las partes del mundo.
Sin embargo, dado que en todo el mundo existen Facultades eclesiásticas creadas o
aprobadas por la Santa Sede y que dan los mismos títulos académicos en nombre de la Sede
Apostólica, es necesario que se guarde una cierta unidad sustancial y se determinen
claramente y valgan en todas partes los mismos requisitos para conseguir dichos grados
académicos. Ciertamente, se debe procurar que se determinen por ley las cosas que se crean
necesarias y que probablemente tendrán bastante estabilidad, y, al mismo tiempo, que se deje
suficiente libertad para que en los respectivos estatutos de cada Facultad se hagan ulteriores
especificaciones, teniendo en cuenta las diversas circunstancias locales y las costumbres
universitarias vigentes en cada lugar. De este modo no se impide ni se coarta el legítimo
progreso de los estudios académicos, sino al contrario, se le orienta por el recto camino para
que pueda obtener frutos más abundantes; pero al mismo tiempo, dentro de la legítima
diversidad de las Facultades, aparecerá clara a todos la unidad de la Iglesia Católica incluso
en estos centros de instrucción superior.
Por consiguiente, la Sagrada Congregación para la Educación Católica, por mandato
de mi predecesor Pablo VI, consultó en primer lugar a las mismas Universidades y Facultades
eclesiásticas, así como a los dicasterios de la Curia Romana y otras entidades interesadas en
ello; sucesivamente constituyó una comisión de expertos, los cuales, bajo la dirección de la
misma Congregación, han revisado atentamente la legislación relativa a los estudios
académicos eclesiásticos.
Felizmente llevado a término cuanto he dicho, todo estaba a punto para la
promulgación de esta Constitución por parte de Pablo VI, como ardientemente deseaba,
cuando le sobrevino la muerte; e igualmente una muerte improvisa impidió que llevase a cabo
el mismo propósito Juan Pablo I. Por eso, Yo, después de haberlo considerado todo de nuevo
detenida y cuidadosamente, con mi Autoridad Apostólica decreto y establezco las siguientes
leyes y normas.
Primera Parte: Normas Comunes
Título I - Naturaleza y finalidad de las Universidades y Facultades
Eclesiásticas
Artículo 1.
Para cumplir el ministerio de la evangelización, confiado por Cristo a la Iglesia
católica, ésta tiene el derecho y el deber de erigir y organizar Universidades y Facultades
dependientes de ella misma.
Artículo 2.
En esta Constitución se da el nombre de Universidades y Facultades eclesiásticas a
aquellas que, canónicamente erigidas o aprobadas por la Santa Sede, se dedican al estudio y a
la enseñanza de la doctrina sagrada y de las ciencias con ella relacionadas, gozando del
derecho de conferir grados académicos con la autoridad de la Santa Sede.
Artículo 3.
Las finalidades de las Facultades eclesiásticas son:
§ 1. Cultivar y promover, mediante la investigación científica, las propias disciplinas
y, ante todo, ahondar cada vez más en el conocimiento de la Revelación cristiana y de lo
relacionado con ella, estudiar a fondo sistemáticamente las verdades que en ella se contienen,
reflexionar a la luz de la Revelación sobre las cuestiones que plantea cada época, y
presentarlas a los hombres contemporáneos de manera adecuada a las diversas culturas;
§ 2. dar una formación superior a los alumnos en las propias disciplinas según la
doctrina católica, prepararlos convenientemente para el ejercicio de los diversos cargos y
promover la formación continua o permanente de los ministros de la Iglesia;
§ 3. prestar su valiosa colaboración, según la propia índole y en estrecha comunión
con la jerarquía, a las Iglesias particulares y a la Iglesia universal en toda la labor de
evangelización.
Artículo 4.
Es un deber de las Conferencias Episcopales, dada la peculiar importancia eclesial de
las Universidades y Facultades eclesiásticas, promover con solicitud su vida y su progreso.
Artículo 5.
La erección canónica o la aprobación de las Universidades y de las Facultades
eclesiásticas está reservada a la Sagrada Congregación para la Educación Católica, que las
gobierna conforme a derecho.
Artículo 6.
Solamente las Universidades y las Facultades canónicamente erigidas o aprobadas por
la Santa Sede, y organizadas según las normas de esta Constitución, tienen derecho a conferir
grados académicos con valor canónico, quedando a salvo el derecho peculiar de la Pontificia
Comisión Bíblica.
Artículo 7.
Los estatutos de toda Universidad o Facultad, que han de redactarse en conformidad
con las normas de esta Constitución, deben ser aprobados por la Sagrada Congregación para
la Educación Católica.
Artículo 8.
Las Facultades eclesiásticas erigidas o aprobadas por la Santa Sede dentro de
Universidades no eclesiásticas, que confieren grados académicos tanto canónicos como
civiles, deben observar las prescripciones de esta Constitución, teniendo en cuenta los
acuerdos que hayan sido estipulados por la Santa Sede con las distintas Naciones o con las
mismas Universidades.
Artículo 9.
§ 1. Las Facultades, que no hayan sido canónicamente erigidas o aprobadas por la
Santa Sede, no pueden conferir grados académicos que tengan valor canónico.
§ 2. Para que los grados conferidos en estas Facultades puedan tener valor en orden a
algunos efectos canónicos, necesitan el reconocimiento de la Sagrada Congregación para la
Educación Católica.
§ 3. Para obtener este reconocimiento, además de requerirse para cada uno de los
grados alguna causa especial, deberán cumplirse las condiciones establecidas por la misma
Sagrada Congregación.
Artículo 10.
Para la recta ejecución de esta Constitución, se deben observar las Normas dadas por
la Sagrada Congregación para la Educación Católica.
Título II - La comunidad académica y su gobierno
Artículo 11.
§ 1. Dado que la Universidad o Facultad constituyen en cierto sentido una comunidad,
es necesario que todas las personas que forman parte de ella, bien sea singularmente bien
reunidas en consejos, se sientan cada uno a su modo corresponsables del bien común y
presten asiduamente su colaboración para conseguir el propio fin.
§ 2. Consiguientemente se han de determinar cuidadosamente en los estatutos cuáles
son sus derechos y deberes en el ámbito de la comunidad académica, a fin de que se ejerzan
convenientemente dentro de los límites legítimamente definidos.
Artículo 12.
El Gran Canciller representa a la Santa Sede ante la Universidad o Facultad e
igualmente a ésta ante la Santa Sede, promueve su conservación y progreso y fomenta la
comunión con la Iglesia particular y universal.
Artículo 13.
§ 1. El Gran Canciller es el Prelado Ordinario del que depende jurídicamente la
Universidad o Facultad, a no ser que la Sede Apostólica disponga otra cosa.
§ 2. Donde lo aconseje las circunstancias, se puede nombrar también un Vice-Gran
Canciller, cuya autoridad deber ser determinada en los estatutos.
Artículo 14.
Si el Gran Canciller es una persona distinta del Ordinario del lugar, se establezcan
normas para que ambos puedan cumplir concordemente la propia misión.
Artículo 15.
Las Autoridades académicas son personales y colegiales. Son autoridades personales
en primer lugar el rector o presidente y el decano. Autoridades colegiales son los distintos
organismos directivos, como los consejos de Universidad o de Facultad.
Artículo 16.
Los estatutos de la Universidad o Facultad deben determinar con toda claridad los
nombres y la competencia de las autoridades académicas, las modalidades de su designación y
el tiempo de su duración en el cargo, teniendo en cuenta tanto la naturaleza canónica de la
Universidad o Facultad, como la costumbre de las Universidades de la propia región.
Artículo 17.
Las autoridades académicas serán elegidas de entre las personas que sean
verdaderamente conocedoras de la vida universitaria y, como norma, de entre los profesores
de alguna Facultad.
Artículo 18.
El rector y el presidente serán nombrados o al menos confirmados por la Sagrada
Congregación para la Educación Católica.
Artículo 19.
§ 1. Determinen los Estatutos cómo deben cooperar entre sí las autoridades personales
y las colegiales, de manera que, observando fielmente el sistema colegial sobre todo en los
asuntos más importantes, particularmente los académicos, las autoridades personales gocen
verdaderamente de la potestad que corresponde a su oficio.
§ 2. Esto se ha de decir en primer lugar si se trata del rector, el cual tiene la misión de
gobernar toda la Universidad y de promover por los medios adecuados su unidad, cooperación
y progreso.
Artículo 20.
§ 1. Allí donde las Facultades formen parte de una Universidad eclesiástica, los
estatutos han de proveer para que su gobierno se coordine debidamente con el gobierno de
toda la Universidad, de manera que se promueva convenientemente el bien tanto de cada una
de las Facultades como de la Universidad y se fomente la cooperación de todas las Facultades
entre sí.
§ 2. Las exigencias canónicas de una Facultad eclesiástica han de salvaguardarse
incluso cuando ésta forme parte de una Universidad no eclesiástica.
Artículo 21.
Si la Facultad está unida con algún seminario o colegio, quedando a salvo la debida
cooperación en todo lo que atañe al bien de los alumnos, los estatutos tomen clara y
eficazmente precauciones para que la dirección académica y la administración de la Facultad
se distingan debidamente del gobierno y administración del seminario o colegio.
Título III - El profesorado
Artículo 22.
En toda Facultad debe existir un número de profesores, especialmente estables, que
corresponda a la importancia y al desarrollo de las disciplinas, así como a la debida asistencia
y al aprovechamiento de los alumnos.
Artículo 23.
Debe haber distintas clases de profesores, especificadas en los estatutos según el grado
de preparación, inserción, estabilidad y responsabilidad en la Facultad, teniendo
oportunamente en cuenta los usos de las Universidades de la región.
Artículo 24.
Los estatutos deben precisar a que autoridades compete la asunción, el nombramiento
y la promoción de los profesores, sobre todo cuando se trata de conferirles un oficio estable.
Artículo 25.
§ 1. Para que uno pueda ser legítimamente asumido entre los profesores estables de la
Facultad, se requiere:
1) que sea persona distinguida por su preparación doctrinal, su testimonio de vida y su
sentido de responsabilidad;
2) que tenga el doctorado congruente, un título equivalente o méritos científicos del
todo singulares;
3) que haya probado su idoneidad para la investigación científica de manera
documentalmente segura, sobre todo mediante la publicación de trabajos científicos;
4) que demuestre tener aptitud pedagógica para la enseñanza.
§ 2. Estos requisitos, que valen para la asunción de profesores estables, se han de
aplicar proporcionalmente a los profesores no estables.
§ 3. Para la asunción de los profesores se deben tener presentes los requisitos
científicos vigentes en la práctica universitaria de la región.
Artículo 26.
§ 1. Todos los profesores de cualquier grado deben distinguirse siempre por su
honestidad de vida, su integridad doctrinal y su diligencia en el cumplimiento del deber, de
manera que puedan contribuir eficazmente a conseguir los fines de la Facultad eclesiástica.
§ 2. Los que enseñan materias concernientes a la fe y costumbres, deben ser
conscientes de que tienen que cumplir esta misión en plena comunión con el Magisterio de la
Iglesia, en primer lugar con el del Romano Pontífice.
Artículo 27.
§ 1. Los que enseñan materias concernientes a la fe y costumbres, deben recibir la
misión canónica del Gran Canciller o de su delegado, después de haber hecho la profesión de
fe, ya que no enseñan con autoridad propia sino en virtud de la misión recibida de la Iglesia.
Los demás profesores deben recibir el permiso para enseñar del Gran Canciller o de su
delegado.
§ 2. Todos los profesores, antes de recibir un encargo estable o antes de ser
promovidos al supremo orden didáctico, o en ambos casos, según lo definan los estatutos,
necesitan la declaración nihil obstat de la Santa Sede.
Artículo 28.
La promoción a los grados superiores se hace, después de un oportuno intervalo de
tiempo, teniendo en cuenta la capacidad para enseñar, las investigaciones llevadas a cabo, los
trabajos científicos publicados, el espíritu de colaboración demostrado en la enseñanza y en la
investigación, el empeño puesto en la dedicación a la Facultad.
Artículo 29.
Para que puedan cumplir su oficio, los profesores estarán libres de otros cargos no
compatibles con su deber de investigar y enseñar de la manera que se exija en los estatutos a
cada una de las clases de profesores.
Artículo 30.
Se ha de determinar en los estatutos:
a) cuándo y en qué condiciones cesan los profesores en su oficio;
b) por qué razones y con qué procedimiento se les puede suspender o privar del oficio,
de manera que se tutelen adecuadamente los derechos tanto del profesor como de la Facultad
o Universidad, en primer lugar de sus alumnos, como también de la misma comunidad
eclesial.
Título IV - Los alumnos
Artículo 31.
Las Facultades eclesiásticas estén abiertas a todos aquellos, eclesiásticos o seglares,
que, presentando certificado válido de buena conducta y de haber realizado los estudios
previos, sean idóneos para inscribirse en la Facultad.
Artículo 32.
§ 1. Para que uno pueda ser inscripto en la Facultad con el fin de conseguir grados
académicos, debe presentar el título de estudio que se requiera para ser admitido en la
Universidad civil de la propia nación o de la región donde está la Facultad.
§1, para iniciar los propios estudios, incluso en lo que se refiere al conocimiento de las
lenguas tanto antiguas como modernas.
§ 2. La Facultad determinar en sus estatutos lo que eventualmente sea necesario,
además de lo establecido en el
Artículo 33.
Los alumnos deben observar fielmente las normas de la Facultad en todo lo referente
al ordenamiento general y a la disciplina -en primer lugar lo referente al propio plan de
estudios, asistencia a clase, exámenes- así como en todo lo que atañe a la vida de la Facultad.
Artículo 34.
Los estatutos deben definir el modo cómo los alumnos, tanto en particular como
asociados, tomarán parte en la vida de la comunidad universitaria, en todo aquello que pueden
aportar al bien común de la Facultad o Universidad.
Artículo 35.
Determinen igualmente los estatutos cómo, por razones graves, se puede suspender o
privar de algunos derechos a los alumnos o incluso excluirlos de la Facultad, con el fin de
proveer así a la tutela de los derechos ya del alumno, ya de la Facultad o Universidad, ya
también de la misma comunidad eclesial.
Título V - Los oficiales y el personal auxiliar
Artículo 36.
§ 1. En el gobierno y administración de la Universidad o Facultad, las autoridades
sean ayudadas por oficiales, convenientemente preparados en el propio oficio.
§ 2. Son oficiales en primer lugar el secretario, el bibliotecario y el ecónomo.
Artículo 37.
Se cuente también con personal auxiliar, encargado de la vigilancia, del orden y otras
incumbencias, según las necesidades de la Universidad o Facultad.
Título VI - El plan de estudios
Artículo 38.
§ 1. Al hacer el plan de estudios, se observen cuidadosamente los principios y las
normas que, según la diversidad de la materia, se contienen en los documentos eclesiásticos,
sobre todo en los del Concilio Vaticano II; se tengan en cuenta al mismo tiempo las
adquisiciones seguras, que provienen del progreso científico y que contribuyen en particular a
resolver las cuestiones hoy discutidas.
§ 2. En las distintas Facultades se adopte el método científico correspondiente a las
exigencias propias de las distintas ciencias. Asimismo se apliquen oportunamente los
recientes métodos didácticos y pedagógicos, aptos para promover mejor el empeño personal
de los alumnos y su participación activa en los estudios.
Artículo 39.
§ 1. Según la norma del Concilio Vaticano II y teniendo presente la índole propia de
cada Facultad:
1º se reconozca una justa libertad de investigación y de enseñanza, para que se pueda
lograr un auténtico progreso en el conocimiento y en la comprensión de la verdad divina;
2º al mismo tiempo sea claro:
a) que la verdadera libertad de enseñanza está contenida necesariamente dentro de los
confines de la Palabra de Dios, tal como es enseñada constantemente por el Magisterio vivo
de la Iglesia;
b) igualmente que la verdadera libertad de investigación se apoya necesariamente en la
firme adhesión a la Palabra de Dios y en la actitud de aceptación del Magisterio de la Iglesia,
al cual ha sido confiado el deber de interpretar auténticamente la Palabra de Dios.
§ 2. Consiguientemente, en materia tan importante y que requiere tanta prudencia, se
debe proceder con confianza y sin sospechas, pero también con juicio y sin temeridad, sobre
todo en el campo de la enseñanza; se deben armonizar además cuidadosamente las exigencias
científicas con las necesidades pastorales del Pueblo de Dios.
Artículo 40.
En toda Facultad se ordene convenientemente el plan de estudios, a través de diversos
grados o ciclos según las exigencias de la materia; de manera que generalmente:
a) se ofrezca en primer lugar una información general, mediante la exposición
coordinada de todas las disciplinas, junto con la introducción al uso del método científico;
b) sucesivamente se aborde con mayor profundidad el estudio de un sector particular
de las disciplinas y al mismo tiempo se ejercite más de lleno a los alumnos en el uso del
método de investigación científica;
c) finalmente, se vaya llegando progresivamente a la madurez científica, en particular
mediante la elaboración de un trabajo escrito, que contribuya efectivamente al adelanto de la
ciencia.
Artículo 41.
§ 1. Se determinen las disciplinas que se requieren necesariamente para lograr el fin de
la Facultad, como también aquellas que, de diverso modo, ayudan a conseguir tal finalidad, y
se indique consiguientemente cómo se distingan entre sí.
§ 2. Se ordenen las disciplinas en cada Facultad, de manera que formen un cuerpo
orgánico, sirvan para la sólida y armoniosa formación de los alumnos y hagan más fácil la
mutua colaboración de los profesores.
Artículo 42.
Las lecciones, sobre todo en el ciclo institucional, deben darse obligatoriamente,
debiendo asistir a ellas los alumnos según las normas que determinarán los estatutos.
Artículo 43.
Las ejercitaciones y los seminarios, sobre todo en el ciclo de especialización, deben
ser dirigidos asiduamente bajo la guía de los profesores e integrados continuamente mediante
el estudio privado y el coloquio frecuente con los profesores.
Artículo 44.
Definan los estatutos de la Facultad que exámenes o pruebas equivalentes, escritos u
orales, deben darse al final de cada semestre o año y sobre todo al final del ciclo, con el fin de
que sea posible verificar su aprovechamiento en orden a la continuación de los estudios de la
Facultad y a la consecución de los grados académicos.
Artículo 45.
Asimismo los estatutos determinarán en que consideración deben tomarse los estudios
hechos en otro sitio, sobre todo por lo que se refiere a la concesión de dispensas para algunas
disciplinas o también a la reducción del mismo plan de estudios, respetando por lo demás las
disposiciones de la Sagrada Congregación para la Educación Católica.
Título VII - Los grados académicos
Artículo 46.
§ 1. Al final de cada ciclo del plan de estudios, puede conferirse el conveniente grado
académico, que debe ser establecido para cada Facultad, teniendo en cuenta la duración del
ciclo y las disciplinas en él enseñadas.
§ 2. Por tanto, en los Estatutos de cada Facultad deben determinarse cuidadosamente,
según las normas comunes y particulares de la presente Constitución, todos los grados que son
conferidos y que condiciones se requieren.
Artículo 47.
§ 1. Los grados académicos, que se confieren en una Facultad eclesiástica, son: el
bachillerato, la licenciatura, el doctorado.
§ 2. A estos grados pueden añadirse calificaciones peculiares, según las distintas
Facultades y el ordenamiento de los estudios en cada Facultad.
Artículo 48.
En los Estatutos de cada Facultad, los grados académicos pueden ser expresados con
otros nombres, teniendo en cuenta la costumbre de las Universidades de la región, mientras se
indique claramente su equivalencia con los grados académicos arriba mencionados y se
salvaguarde la uniformidad entre las Facultades eclesiásticas de la misma región.
Artículo 49.
§ 1. Nadie puede conseguir un grado académico, si no se ha inscripto regularmente en
la Facultad, no ha terminado el plan de estudios prescritos por los estatutos y no ha superado
positivamente los relativos exámenes o pruebas.
§ 2. Nadie puede ser admitido al doctorado, si no ha conseguido previamente la
licenciatura.
§ 3. Para conseguir el doctorado se requiere además una disertación doctoral que
contribuya efectivamente al progreso de la ciencia, que haya sido elaborada bajo la guía de un
profesor, discutida públicamente, aprobada colegialmente y publicada al menos en su parte
principal.
Artículo 50.
§ 1. El doctorado es el grado académico que habilita, y se requiere, para enseñar en
una Facultad; la licenciatura por su parte habilita, y se requiere, para enseñar en un seminario
mayor o en una escuela equivalente.
§ 2. Los grados académicos necesarios para desempeñar los distintos oficios
eclesiásticos son establecidos por la competente autoridad eclesiástica.
Artículo 51.
Concurriendo especiales méritos científicos o culturales adquiridos en la promoción de
las ciencias eclesiásticas, se puede conceder a alguno el Doctorado ad honorem.
Título VIII - Cuestiones didácticas
Artículo 52.
Para la consecución de los propios fines específicos, y en particular para llevar a cabo
la investigación científica, en cada Universidad o Facultad habrá una biblioteca adecuada, que
responda a las necesidades de los profesores y alumnos, convenientemente ordenada y dotada
de oportunos catálogos.
Artículo 53.
Mediante la asignación anual de una congrua suma de dinero, la biblioteca se
enriquezca constantemente con libros antiguos y modernos, y también con las principales
revistas, de manera que pueda servir eficazmente tanto para investigar y enseñar las
disciplinas, como para aprenderlas, lo mismo que para las ejercitaciones y seminarios.
Artículo 54.
Al frente de la biblioteca debe ser puesto un perito en la materia, el cual ser ayudado
por un consejo adecuado y participará oportunamente en los consejos de Universidad o
Facultad.
Artículo 55.
§ 1. La Facultad debe disponer además de medios técnicos, audiovisuales, etc., que
sirvan de ayuda para la enseñanza.
§ 2. En correspondencia con la naturaleza y finalidad peculiares de la Universidad o
Facultad haya también institutos de investigación y laboratorios científicos, así como otros
medios necesarios para conseguir el fin que les es propio.
Título IX - Cuestión económica
Artículo 56.
La Universidad o Facultad debe disponer de medios económicos necesarios para la
conveniente consecución de su finalidad específica. Deberá hacerse una descripción exacta
del estado patrimonial y de los derechos de propiedad.
Artículo 57.
Los Estatutos determinen, según las normas de la recta economía, la función del
ecónomo, así como las competencias del rector o presidente y de los consejos en la gestión
económica de la Universidad o de la Facultad, con el fin de asegurar una sana administración.
Artículo 58.
A los profesores, oficiales y al personal auxiliar se les dé una congrua retribución,
teniendo en cuenta las costumbres vigentes en el territorio, incluso en lo que se refiere a la
asistencia y a la seguridad social.
Artículo 59.
Los Estatutos determinen igualmente las normas generales sobre los modos de
participación de los estudiantes en los gastos de la Universidad o Facultad, mediante el pago
de tasas para la admisión, la inscripción anual, los exámenes y diplomas.
Título X - Planificación y cooperación entre las facultades
Artículo 60.
§ 1. Debe ser cuidada diligentemente la llamada planificación, con el fin de proveer
tanto a la conservación y al progreso de las Universidades o Facultades, como a su
conveniente distribución en las diversas partes del mundo.
§ 2. Para conseguir este fin, la Sagrada Congregación para la Educación Católica será
ayudada, con sus sugerencias, por las Conferencias Episcopales y por una comisión de
expertos.
Artículo 61.
La erección o aprobación de una nueva Universidad o Facultad ser decidida por la
Sagrada Congregación para la Educación Católica, cuando se esté seguro de su necesidad o
utilidad real y se cumplan todos los requisitos, después de oír también el parecer de los
Ordinarios de la región y de los expertos, especialmente de las Facultades más próximas.
Artículo 62.
§ 1. La afiliación de un instituto a una Facultad para la consecución del bachillerato
será decretada por la Sagrada Congregación para la Educación Católica, cuando se cumplan
las condiciones establecidas por el mismo dicasterio.
§ 2. Es muy de desear que los centros teológicos, sea de las diócesis, sea de los
institutos religiosos, se afilien a alguna Facultad teológica.
Artículo 63.
La agregación y la incorporación de un instituto a una Facultad para conseguir
también grados académicos superiores serán decretadas por la Sagrada Congregación para la
Educación Católica, cuando se cumplan las condiciones establecidas por el mismo dicasterio.
Artículo 64.
La colaboración entre Facultades, bien sea de una misma Universidad, bien de una
misma región o de un territorio más amplio, deberá ser promovida diligentemente. En efecto,
ello será de gran ayuda para fomentar la investigación científica de los profesores y la mejor
formación de los alumnos, así como para conseguir la comúnmente llamada "relación
interdisciplinar", que se hace cada vez más necesaria; igualmente para desarrollar la
"complementaridad" entre las distintas Facultades; en general, para lograr la penetración de la
sabiduría cristiana en toda la cultura.
Segunda Parte: Normas especiales
Artículo 65.
Además de las normas comunes a todas las Facultades eclesiásticas, establecidas en la
primera parte de esta Constitución, se dan aquí las normas especiales para algunas Facultades,
teniendo en cuenta su peculiar naturaleza e importancia dentro de la Iglesia.
Título I - La Facultad de Sagrada Teología
Artículo 66.
La Facultad de Sagrada Teología tiene como finalidad profundizar y estudiar
sistemáticamente con su propio método la doctrina católica, sacada de la divina Revelación
con máxima diligencia; y también el de buscar diligentemente las soluciones de los problemas
humanos a la luz de la misma Revelación.
Artículo 67.
§ 1. El estudio de la Sagrada Escritura debe ser como el alma de la Sagrada Teología,
la cual se basa, como fundamento perenne, sobre la Palabra de Dios escrita junto con la
Tradición viva .
§ 2. Todas las disciplinas teológicas deben ser enseñadas de modo que, de las razones
internas del objeto propio de cada una y en conexión con las demás disciplinas de la Facultad,
incluso filosóficas y con las ciencias antropológicas, resulte bien clara la unidad de toda la
enseñanza teológica; y todas las disciplinas converjan hacia el conocimiento íntimo del
misterio de Cristo, para que así pueda ser anunciado más eficazmente al Pueblo de Dios y a
todas las gentes.
Artículo 68.
§ 1. La Verdad revelada debe ser considerada también en conexión con los adelantos
científicos del momento presente, para que se comprenda claramente "cómo la fe y la razón se
encuentran en la única verdad" y su exposición sea tal, que, sin mutación de la verdad, se
adapte a la naturaleza y a la índole de cada cultura, teniendo especialmente en cuenta la
filosofía y la sabiduría de los pueblos, excluyendo no obstante cualquier forma de sincretismo
o de falso particularismo.
§ 2. Se deben investigar, escoger y tomar con cuidado los valores positivos que se
encuentran en las distintas filosofías y culturas; pero no se deben aceptar sistemas y métodos
que no puedan conciliarse con la fe cristiana.
Artículo 69.
Las cuestiones ecuménicas deben ser tratadas cuidadosamente según las normas
emanadas de la competente autoridad eclesiástica; asimismo las relaciones con las religiones
no cristianas hay que considerarlas con atención, y serán examinados con escrupulosa
diligencia los problemas que nacen del ateísmo contemporáneo.
Artículo 70.
En el estudio y la enseñanza de la doctrina católica aparezca bien clara la fidelidad al
Magisterio de la Iglesia. En el cumplimiento de la misión de enseñar, especialmente en el
ciclo institucional, se impartan ante todo las enseñanzas que se refieren al patrimonio
adquirido de la Iglesia. Las opiniones probables y personales que derivan de las nuevas
investigaciones sean propuestas modestamente como tales.
Artículo 71.
En la enseñanza han de observarse las normas contenidas en los documentos del
Concilio Vaticano II , y también en los documentos más recientes de la Santa Sede, en cuanto
se refieren a los estudios académicos.
Artículo 72.
El plan de estudios de las Facultades de Sagrada Teología comprende:
a) el primer ciclo, institucional, que dura un quinquenio o diez semestres, o también un
trienio, si anteriormente se ha exigido un bienio de filosofía.
Además de una sólida formación en filosofía, cuyo estudio es necesariamente
propedéutico a la teología, las disciplinas teológicas deben ser enseñadas de modo que se
ofrezca una exposición orgánica de toda la doctrina católica junto con la introducción al
método de la investigación científica.
El ciclo se concluye con el grado académico del bachillerato o con otro grado similar
tal como se precisará en los estatutos de la Facultad;
b) el segundo ciclo, de especialización, dura un bienio o cuatro semestres.
En él se enseñan las disciplinas especiales según la diversa índole de la especialización
y se tienen seminarios y ejercitaciones para conseguir práctica en la investigación científica.
El ciclo se concluye con el grado académico de la licenciatura especializada;
c) el tercer ciclo, en el cual durante un determinado período de tiempo se perfecciona
la formación científica, especialmente a través de la elaboración de la tesis doctoral.
El ciclo se concluye con el grado académico del doctorado.
Artículo 73.
§ 1. Para que uno pueda inscribirse válidamente en la Facultad de Sagrada Teología es
necesario que haya terminado los estudios precedentes, exigidos a norma del art. 32 de esta
Constitución.
§ 2. Allí donde el primer ciclo de la Facultad es trienal, el alumno debe presentar el
certificado del bienio filosófico, regularmente cursado en una Facultad filosófica o instituto
aprobados.
Artículo 74.
§ 1. La Facultad de Sagrada Teología tiene la misión particular de cuidar la científica
formación teológica de aquellos que se preparan al presbiterado o a desempeñar cargos
eclesiásticos especiales .
§ 2. Con este fin, deben darse también disciplinas adaptadas a los seminaristas: es más,
puede instituirse oportunamente por la misma Facultad el "Año de pastoral", que se exige,
después de haber terminado el quinquenio institucional, para el presbiterado, y puede
concluirse con la concesión de un diploma especial.
Título II - La Facultad de Derecho Canónico
Artículo 75.
La Facultad de Derecho Canónico, latino u oriental, tiene como finalidad estudiar y
promover las disciplinas canónicas a la luz de la ley evangélica e instruir a fondo en las
mismas a los alumnos para que estén formados para la investigación y la enseñanza y estén
también preparados para desempeñar especiales cargos eclesiásticos.
Artículo 76.
El plan de estudios en la Facultad de Derecho Canónico comprende:
a) el primer ciclo, que debe durar al menos un año, o dos semestres, durante el cual se
estudian las instituciones generales del Derecho Canónico y aquellas disciplinas que se exigen
para una formación jurídica superior;
b) el segundo ciclo, que debe durar un bienio, o cuatro semestres y que se dedica a un
estudio profundo del Código de Derecho Canónico completo y al mismo tiempo de las
disciplinas afines;
c) el tercer ciclo, que debe durar al menos un año, o dos semestres, durante el cual se
perfecciona la formación jurídica y se elabora la tesis doctoral.
Artículo 77.
§ 1. Para las disciplinas prescritas en el primer ciclo, la Facultad puede servirse de
cursos tenidos en otras Facultades, reconocidos por ella como correspondientes a las propias
exigencias.
§ 2. El segundo ciclo se concluye con la licenciatura y el tercero con el doctorado.
§ 3. Los retatutos de la Facultad deben definir los requisitos particulares para la
consecución de los grados académicos, habida cuenta de las prescripciones de la Sagrada
Congregación para la Educación Católica.
Artículo 78.
Para que uno pueda inscribirse en la Facultad de Derecho Canónico es necesario que
haya terminado los estudios exigidos, a tenor del art. 32 de esta Constitución.
Título III - La Facultad de Filosofía
Artículo 79.
§ 1. La Facultad eclesiástica de Filosofía tiene como finalidad investigar con método
científico los problemas filosóficos y, basándose en el patrimonio filosófico perennemente
válido, buscar su solución a la luz natural de la razón, y demostrar su coherencia con la visión
cristiana del mundo, del hombre y de Dios, poniendo de relieve las relaciones de la filosofía
con la teología.
§ 2. Se propone asimismo instruir a los alumnos en orden a hacerlos idóneos para la
enseñanza y para desarrollar convenientemente otras actividades intelectuales, así como para
promover la cultura cristiana y entablar un fructuoso diálogo con los hombres de nuestro
tiempo.
Artículo 80.
En la enseñanza de la filosofía se deben observar las normas que le atañen y que se
contienen en los documentos del Concilio Vaticano II y en otros documentos más recientes de
la Santa Sede, en lo que hacen referencia a los estudios académicos.
Artículo 81.
El plan de estudios de la Facultad de Filosofía comprende:
a) el primer ciclo institucional, durante el cual a lo largo de un bienio o cuatro
semestres, se hace una exposición orgánica de las distintas partes de la filosofía que tratan del
mundo, del hombre y de Dios, como también de la historia de la filosofía, juntamente con la
introducción al método de investigación científica;
b) el segundo ciclo, en el cual se inicia la especialización y durante el cual, por espacio
de un bienio o cuatro semestres y mediante el estudio de disciplinas especiales y seminarios,
se abre camino a una reflexión más profunda sobre alguna parte de la filosofía;
c) el tercer ciclo, en el cual, durante un conveniente período de tiempo, se promueve la
madurez filosófica, especialmente a través de la elaboración de la tesis doctoral.
Artículo 82.
El primer ciclo se concluye con el bachillerato, el segundo con la licenciatura
especializada, el tercero con el doctorado.
Artículo 83.
Para que uno pueda inscribirse en la Facultad de Filosofía es necesario que haya
terminado antes los estudios requeridos a tenor del art. 32 de esta Constitución.
Título IV - Otras facultades
Artículo 84.
Además de las Facultades de Sagrada Teología, de Derecho Canónico y de Filosofía,
han sido erigidas o pueden ser erigidas canónicamente otras Facultades eclesiásticas, teniendo
en cuenta las necesidades de la Iglesia, con objeto de conseguir algunas finalidades
particulares, como por ejemplo:
a) un conocimiento profundo en algunas disciplinas de mayor importancia entre las
disciplinas teológicas, jurídicas, filosóficas;
b) la promoción de otras ciencias, en primer lugar las ciencias humanas, que tengan
más estrecha conexión con las disciplinas teológicas o con la labor de evangelización;
c) el estudio profundo de las letras, que ayuden de modo especial tanto a comprender
mejor la Revelación cristiana, como a desarrollar con mayor eficacia la tarea de
evangelización;
d) finalmente, una más cuidada preparación tanto de los eclesiásticos como de los
seglares para desempeñar dignamente algunas funciones apostólicas especiales.
Artículo 85.
Para conseguir los fines expuestos en el artículo precedente, han sido ya erigidas y
habilitadas para conferir grados académicos con autoridad de la Santa Sede, las siguientes
Facultades o Institutos ad instar Facultatis:
- de Arqueología cristiana,
- Bíblico y del Oriente Antiguo,
- de Ciencias de la educación o Pedagogía,
- de Ciencias religiosas,
- de Ciencias sociales,
- de Estudios árabes y de Islamología,
- de Estudios medievales,
- de Estudios eclesiásticos orientales,
- de Historia eclesiástica,
- de Literatura cristiana y clásica,
- de Liturgia,
- de Misionología,
- de Música sacra,
- de Psicología,
- de Utroque iure (Derecho Canónico y Civil).
Artículo 86.
Será incumbencia de la Sagrada Congregación para la Educación Católica emanar
oportunamente normas especiales para estas Facultades o institutos, al igual que se ha dicho
en los títulos precedentes para las Facultades de Sagrada Teología, Derecho Canónico y
Filosofía.
Artículo 87.
También las Facultades y los Institutos para los cuales no han sido dadas aún normas
especiales, deben redactar los propios estatutos en conformidad con las normas comunes
establecidas en la primera parte de esta Constitución y teniendo en cuenta la naturaleza
particular y las finalidades específicas de cada Facultad o Instituto.
Normas transitorias
Artículo 88.
La presente Constitución entrará en vigor el primer día del año académico 1980-1981
o del año académico 1981, según el calendario escolar de las distintas regiones.
Artículo 89.
Todas las Universidades o Facultades deben presentar los propios estatutos, revisados
conforme a esta Constitución, en la Sagrada Congregación para la Educación Católica antes
del día 1 de enero de 1981; en caso de no hacerlo, queda suspendido ipso facto su derecho a
conferir los grados académicos.
Artículo 90.
En todas las Facultades deben ordenarse los estudios, de manera que los alumnos
puedan conseguir los grados académicos según las normas de esta Constitución, apenas ésta
entre en vigor, quedando a salvo los derechos anteriormente adquiridos por los mismos
estudiantes.
Artículo 91.
Los estatutos deberán ser aprobados ad experimentum, de modo que, tres años después
de la aprobación, puedan ser perfeccionados para obtener la aprobación definitiva.
Artículo 92.
Las Facultades que tienen vinculación jurídica con las autoridades civiles podrán
disponer de un período más largo de tiempo para revisar los estatutos, con la aprobación de la
Sagrada Congregación para la Educación Católica.
Artículo 93.
Será incumbencia de la Sagrada Congregación para la Educación Católica, cuando
pasando el tiempo lo pidan las circunstancias, proponer los cambios que se deban introducir
en esta Constitución, a fin de que la misma se adapte continuamente a las nuevas exigencias
de las Facultades eclesiásticas.
Artículo 94.
Las leyes o las costumbres actualmente en vigor, pero que están en contraste con esta
Constitución, bien sean universales, bien sean particulares, aunque sean dignas de
especialísima y particular mención, quedan abrogadas. Asimismo los privilegios concedidos
hasta ahora por la Santa Sede a personas físicas o morales y que están en contraste con las
prescripciones de esta misma Constitución, quedan totalmente abrogados.
Quiero finalmente que esta mi Constitución sea siempre estable, válida y eficaz,
obtenga plena y enteramente sus efectos y sea observada en conciencia por todos aquellos a
quienes atañe, no obstante cualquiera disposición en contrario. Si conscientemente o sin darse
cuenta se obrase diversamente a como he decidido, declaro que lo hecho sea considerado
carente de cualquier valor.
Dado en Roma, en San Pedro, el día 15 de abril, Resurrección de Nuestro Señor
Jesucristo, año 1979, I de mi Pontificado.
Joannes Paulus pp. II

S-ar putea să vă placă și