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que
sentirse
responsable
de
la
misin
que
le
ha
sido
encomendada.
- Si no hubiese llegado a ser lo que soy, toda mi vida hubiese quedado
sin explicacin.
- No, no es el azar lo que pone a los hombres y a las mujeres al frente
de las grandes causas.
Por el contrario, parece como que las grandes causas preparasen el
alma de sus hombres y de sus mujeres. Esto en parte puede ser
vocacin, pero adems hay evidentemente otra cuya explicacin no est
en nosotros, ni est librada a la suerte del azar.
Por eso yo me permito insistir todava en este tema con dos palabras
ms, que quisieran ser de humilde consejo.
Creo
que
alguien
se
ve,
de
pronto,
llevado
un
puesto
de
esto ya
cuando Pern
era
Presidente
electo:
las
aquella
mujer
slo
sabemos
que
el
pueblo
la
llamaba,
cariosamente, Evita".
- El amor no es -segn la leccin que yo aprend- ni sentimentalera
romntica, ni pretexto literario.
El amor es darse, y "darse" es dar la propia vida.
Mientras no se da la propia vida cualquier cosa que uno d es justicia.
Cuando se empieza a dar la propia vida entonces recin se est
haciendo una obra de amor.
Yo no pretendo por eso realizar obras de amor que me parecen
demasiado cerca de Dios; y me conformo con ayudar a que se cumpla la
justicia social. Por eso a mi labor fraternal de auxilio a los pobres he
dado el nombre de ayuda social y creo que es profundamente
justicialista.
En ella no hay por eso lugar para los excesos del corazn. Por ser obra
de justicia s que debo cumplirla en la misma actitud del juez que la
administra: como quien cumple una misin que le ha sido encomendada
y nada ms.
Con amabilidad, eso s, pero no con aspavientos.
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con
criterio
de
Estado;
el
Estado
slo
construye
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