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-I-
Vamos a García Rovira, lugar de leyenda, tierra de los “colorados” y sede del
valor colombiano. Todo canta en los riscos alegres de la montaña; hay en los
caminos el peligro emboscado de la escopeta en manos del desvalijador y una
sonrisa alegre y decidora en los labios de la campesina jovial. En este suelo
arrugado como un gigante milenario, se tocan los extremos: el coraje del
bandolero perseguido por la justicia, y la nobleza de los hidalgos caballeros de
rancia estirpe castellana. El forastero, en García Rovira, se regocija y siente
que fluye de sus poros un algo más valiente que cuanto haya sentido bajo otros
soles: es que la montaña le impregna la bizarra compostura de una raza de
colosos.
-Cierto, cierto, pero cree que son mentiras; los conservadores informan a su
antojo y no puede dárseles crédito…
-Luego usté es liberal?
-Sí, mujer, soy liberal.
-Si así es, ni sueñe en pasarse por Miranda; ahí si que está la godarria
corrompida…ayer mataron a un viejo que fue a vender unas papas. El cura
ordenó que le dieran una paliza, pero esa gente es feroz y resolvió cortarle la
cabeza, después de hacerle unas cosas tan feas que da pena contarlas…
-No hables mal de los curas, mujer, así estarás siempre en pecado mortal.
-Ja, ja, ja, no hablaré de los curas, pero puede que se me salga algo de la
sobrina del padre Emilio Serrano Blanco… Ja, ja, ja.
-Calla, lengua viperina, los sacerdotes de Dios no dan esa clase de
escándalos.
-Usté es más godo que la misma godarria; viene a defender a esa gente y sepa
que la niña del cura Gómez Serrano era una bogotana que llaman Cecilia
Vargas… Ve forasterito como la defensa le sale mal?
-Ya te he dicho que soy liberal…
-Si no lo es, váyase de mi casa, replicó la muchacha llena de ira.
Llegué a Cerrito y volví los ojos hacia el “Almorzadero” para recordar el paso
por esa pampa agreste y los ojos incendiarios de la muchacha liberal.
A medida que avanzo por tierras de Rovira se complican más las cosas:
combates, asesinatos, temores al asalto nocturno, la hacienda “Tapia”
convertida en cuartel general de los conservadores; se han distribuido diez y
seis mil cartuchos entre los campesinos de San Andrés, Macaravita y
Molagavita. Los “PONGOTES” afilan sus puñales en la casa del cura y reciben
la orden de asesinar a mansalva. Por las brechas de los caminos van los
salteadores llevando por estandarte una sobrepelliz del párroco, y muchas
veces a este mismo señor, disfrazado, jadeante, empuñando en el silencio de
la noche el puñal innoble del asesino…Este cuadro se presenta a mis ojos de
una manera siniestra: Pienso cómo el salvajismo unido a la especulación
política de las sotanas, se arrastra entre las malezas de García Rovira para
asesinar a un grupo de liberales indefensos: aquí cae uno herido en el pecho;
allá otro con la cabeza desprendida; aquél se refugia entre las breñas y
veremos cómo se le ultima a culatazos…Luego, para colmo de infamias, los
diarios bogotanos comentan el asunto diciendo que el liberalismo es el
responsable de la masacre.
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Hablaba mi amigo con un aire de ira que me iba dando susto; nada sé de
guerras ni de organizaciones en un país en el cual nada ha sabido organizarse
y menos el partido liberal, siempre dispuesto, por mandato de muchos jefes a
seguir la corriente de atracción con los enemigos que continúan creyendo en
que todo le pertenece al conservatismo y, para el pueblo, no ha de haber más
que la servil dictadura de los caciques de provincia.
En García Rovira, desde ayer, estoy aprendiendo a mirar sin inmutarme tajos
profundos en las carnes de liberales acuchillados y desconozco la crueldad de
estos crímenes. Quiero contemplar de cerca, muy de cerca, la tragedia que
enluta todos los días hogares campesinos y cuya ola se va extendiendo de
norte a sur de esta provincia.
- II -
CAPITANEJO
Salgo a bañarme al río sin peligro de que acechen ojos indiscretos, porque el
calor de la siesta es bochornoso y el dentista no irá hoy a sumergir su apolínea
silueta en las aguas del “Chicamocha”. El amor se ha alejado de Capitanejo,
las mujeres no salen de sus casas y la tranquila quietud aldeana impera bajo
un cielo claro que se vacía como una concha sobre las colinas escarpadas:
cincho de casiterita que aprieta este pueblo bizarro. Hay que acostarse
temprano y levantarse muy tarde (salvo que el cura de Miranda u otro vecino
trame un ataque nocturno y se conozcan sus planes).
La lucha eleccionaria se aproxima y los caciques peroran ante las hordas, esas
“hordas bárbaras” de que tanto habla un periódico liberal bogotano en su
número 7360 en el artículo intitulado: “El desprecio de la vida humana”.
Después de la tragedia que dio al país un ejemplo de valor, viene el periódico
nutrido con los dineros del liberalismo a tratar de hordas salvajes a toda una
colectividad que no tiene culpa de ser ignorante y de obedecer ciegamente a
los caciques que sean o no tonsurados, la conducen por caminos criminosos…”
Lo que falta es cinematógrafo, corridas de toros, bataclanes, deportes y cuanto
ofrece la vida moderna para civilizar a García Rovira”.
“Desde los primeros días que inició sus labores el Jurado Electoral, el señor
Víctor Orduz, presidente de la corporación, principió a poner travas para
conculcar los derechos de los liberales, dando lugar a continuas quejas ante el
Ministerio de Gobierno. Con cualquier pretexto se ausentaba para no permitir el
funcionamiento normal del jurado; se llevaba a su casa el cuaderno de actas y
lo engalanaba con notas mordaces y agresivas contra los liberales. No permitía
la inscripción y este estado de cosas venía preparando el choque inevitable. En
el Ministerio de Gobierno existe una infinidad de telegramas que guardan la
historia de los hechos anotados”.
exasperar los ánimos. Víctor Orduz cuchicheaba con su hermano Luis Enrique
y parece que le ordenó traer el revólver que había dejado en su casa. A poco
momento, lucia el cacique su cinturón tachonado de cápsulas y el arma nueva
y brillante, con la cual debía hacer respetar sus órdenes dictatoriales.
-Soy inmune, nadie me alcanza, gritaba en medio de las sonrisas del párroco y
de los aplausos de sus secuaces. Gritos, bulla, algunos disparos y por fin, unos
cuantos hombres mirando el triunfo del partido detrás de las rejas de la cárcel.
En los solares de los León se reunían los hombres de Don Alejandrino: Tipos
toscos, mozalbetes, groseros, viejos perseguidores de la idea liberal, criminales
fugados de las cárceles y, en una palabra, gente aleccionada por el delito. (El
solar de los León queda sobre la carretera central, al Sur, y allí se congregaban
las huestes del cacique).
A las diez de la noche cayeron las primeras víctimas inmoladas por los
asesinos que disparaban por encima de las tapias del solar de los León.
Cayeron muchos heridos y al divisar Juan Wilches a un sujeto de nombre
Clemente Roncancio que aún quedaba en pie apuntó con su arma y la bala
pasó de lado a lado la cabeza del infeliz. Se oyeron las carcajadas de los
victoriosos: don Alejandrino mandaba promesas a los santos y el cura párroco,
revólver en mano, se disponía a salir de su casa para tomar parte en el
exterminio de los liberales de Capitanejo. “Lo pueden tocar, mi padre, le decía
un muchacho”, ahora viene lo bueno, los liberales están buscando la manera
de defenderse y como tienen pocas armas, parece que esperan recursos de
Málaga…” Varios muchachos liberales en vista de que estaban condenados a
morir, resolvieron salir a la plaza y defenderse peleando.
Dicen que fue el cura Gómez Serrano el autor de tal mensaje; ¿no se
restablecería poco a poco la calma matando liberales? Claro está que para los
autores intelectuales de esta masacre nada había sucedido, ya que victimar
“rojos” es una obligación impuesta por Dios…El muy reverendo padre miraba al
día siguiente los cadáveres tendidos sobre la arena y para ellos no había
oraciones, ¿acaso los liberales tienen alma? Esta fue la verdad de los sucesos
del 29 de diciembre.
- III -
Creo que es justo que depongamos a los caciques de bayetón y palo y que
entre la doctrina liberal en una etapa de regeneración absoluta, logrando
purificar a sus mismos enemigos que sufren las consecuencias lógicas de sus
torpezas y de sus fanatismos. El conservatismo ha muerto ideológicamente y
quiere levantarse por la fuerza; es incapaz de esta hazaña. Porque el clero, los
caciques y las beatas, siguen obstruyendo la conciencia de la juventud
colombiana y nada puede ofrecer al pueblo. El conservatismo actual es un
partido que, para socorrer a los necesitados que sucumben de miseria en sus
hogares, sólo cuenta con la misericordia de Dios…
- IV-
“El Diario Nacional”, único vocero del liberalismo en las horas de angustia, dio a
la publicidad varias cartas relacionadas con los sucesos de Capitanejo.
Veamos una firmada por el Presidente del Comité, Sr. Torres G.
-No veo otro motivo, para su nota, nos dice, que no ser yo liberal”…
Gracias fervientes, señor párroco, damos al cielo por haber así enervado su
inteligencia; pues el liberalismo aprendió, en la jesuística España a dudar, a
desconfiar con ojos muy abiertos de los bonetes y de las sotanas, porque
detesta por perjudicial el arma ofensiva y la divisa política en los sacerdotes.
Sólo desea ver en todos los campos y, sobre todo en los púlpitos, a verdaderos
representantes de la iglesia y oír de estos, la palabra santa de reconciliación, la
palabra evangélica de fraternidad y de perdón. Ya ve, señor cura, qué poco
pide al clero el liberalismo y qué fácil sería complacerlo, pues ningún trabajo
superior a sus fuerzas, costaría a usted prepararse en sus sermones al pie del
Crucifijo, al igual del santo levita de que enantes le habláramos. En cambio, se
nota el grande esfuerzo mental y el vano gesto que hace para herir y desfigurar
la historia del liberalismo, los párrocos que, como usted, enhiestan borlita azul
en el bonete. Ante todo nos viene diciendo en su filípica: “Tengan ustedes en
cuenta que yo vine a la parroquia nombrado por el ilustrísimo señor Obispo y
que siendo él el único superior, sólo a él daré cuenta de mis actos. A ustedes
no les reconozco ningún derecho para meterse a consejeros de quien por una
larga preparación para su ministerio, conoce muy bien sus obligaciones y
derechos; esta intromisión los coloca a ustedes en un plano de ridiculez ante
las personas sensatas”.
En segundo lugar añade usted –“han de reconocer ustedes que desde que
llegué a esta parroquia, he vivido tan sólo preocupado por el bien espiritual y
material de la feligresía, procurando mejorarles la iglesia parroquial que dista
mucho de ser hoy la que recibí de mi antecesor, y por hacerles una casa cural
que no sea una vergüenza para el vecindario”.
En cuanto a que la iglesia dista mucho de ser hoy la que recibió, es cosa que
no negamos, pero el cargo va contra sus antecesores. Nada de particular tiene
que merezcan el cargo de holgazanes y perezosos. Pero cabe aquí la
constancia de que las pocas mejoras hechas a la casa cural, se debe a los
cuatro mil pesos aproximadamente, valor de la venta de varios lotes de la
iglesia y algunas donaciones. A estas cosas agrega usted –en las que invertí
con gusto las economías que poseía al llegar, -han correspondido los liberales
con su conocida indiferencia para las cosas religiosas.
Los sacerdotes, prosigue usted, que vienen por voluntad del prelado a dirigir la
parroquia, no hacen ningún negocio, como ustedes lo saben. Esto lo digo para
quienes sin prestar jamás un servicio a la iglesia, sin pagar siquiera el diezmo y
la primicia, creen por el sólo hecho de poseer un potrero, un cañal o un
botiquín, que se pueden convertir en tutores de los párrocos”.
Según este párrafo suyo, hay sacerdotes que vienen sin voluntad del prelado y
son ellos los que hacen negocio. Aceptamos transitoriamente la especie. Pero
díganos una cosa: cobra usted algo por bautizos, matrimonios, entierros,
misas, etc.? Porque según el diccionario, NEGOCIO equivale a tráfico,
comercio, ocupación, empleo, trabajo. De manera que si usted cobra por
enterrar a los muertos, hace negocio y por lo tanto medra, a costa de una de
las obras de misericordia. Y, sepa señor, que el mejor negocio que hay sobre la
tierra, es, precisamente, ser cura en Colombia. Todo ser que llega a este “valle
de lágrimas”, paga tributo al respectivo párroco; el bautismo cuesta dinero
sonante o la criatura crece fuera de la iglesia romana. El matrimonio es otra de
las diez mil gangas eclesiásticas y se fulmina excomunión contra quienes
dejando aparte el asunto religioso, opten por el contrato civil. –En cuanto a la
especie de nosotros, por el sólo hecho de tener un potrero, un cañal o un
botiquín, pretendamos constituirnos tutores suyos, es simpleza de porte
escolar. Es usted señor cura, quien acaricia la esperanza de obtener la tutela
nuestra como tiene la de muchos campesinos, porque los potreros, cañales y
botiquín, son algo apetitoso, sobre todo en estos tiempos de pavorosa crisis.
“no se les haga extraño, señores del Comité Liberal, que ni yo, ni ninguno de
los sacerdotes de la diócesis defendamos al liberalismo. Conocemos muy a
fondo los principios liberales y sabemos que no son los católicos, porque
justamente han sido condenados por el SYLLABUS y reprobados por los
ilustrísimos obispos. Lean sinó, los escritos de Monseñor Moreno, el santo
obispo de Pasto, entre otros. Ustedes creen que pueden ser católicos,
separados del cuerpo docente de la iglesia, formados por los obispos y sus
representantes en las parroquias, los párrocos. Si así lo creen desengáñense y
recuerden lo que dice el catecismo: Que, fuera de la iglesia, no hay salvación.
También conocemos, tristemente, la vida del liberalismo en nuestra patria; y
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como por los frutos se conoce a los árboles, por los frutos conocemos las ideas
liberales”.
Ahora bien: Si por el sólo hecho de ostentar con franqueza la divisa liberal,
estamos separados de la iglesia, lo que no es cierto, como luego se lo de
mostraremos, a qué, pues, señor cura, dolerse tanto de la poca generosidad
del liberalismo en las limosnas para la casa cural? Indudablemente, lo que
sucede, es que para el hecho de consignar la limosna, el diezmo y la primicia,
no se nos ha dado la baja de la lista de sus feligreses.
León XIII, pontífice el más ilustrado y de más talento que haya tenido la iglesia
católica, dijo en su encíclica INMORTALE DEI: “Arrastrar a la iglesia a un
partido o querer tenerla como auxiliar para vencer a los adversarios, es propio
de hombres que abusan inmisericordemente de la religión”.
-Tan hermosas palabras, las conocía usted, señor cura? –Seguramente no,
porque entendemos que usted dedica sus largas horas de exotérica expansión,
a los escritos rurales del obispo de Pasto, prelado este, el más TARDO e
IGNORANTE entre esa serie de prófugos y de mulatos, que exhibe nuestra
desventurada iglesia.
-“Del origen del liberalismo entre nosotros – agrega usted –podemos decir lo
que del protestantismo: tuvo malos padres. –Quién podrá recordar sin horror la
noche del 25 de septiembre de 1828, cuando el naciente partido liberal,
encabezado por el General Santander, fraguó un atentado contra la vida del
Libertador? Para impugnar este párrafo, descúbrase religiosamente, señor
párroco, porque breves momentos va a tener Usted a la vista al pontífice laico
del liberalismo, “símbolo de nuestra estructura heroica y cincelador del alma
republicana de Colombia: SANTANDER. Sí, señor cura, quítese ya el bonete y
póngase de rodillas, que ha llegado el varón clarísimo. Dígale ahora, señor
presbítero, que usted de él no conocía sino el apellido, que ignora su brillante
historia política y que arrepentido como está, de haberle ofendido infame y
torpemente, implora su perdón. Ya que el clarísimo político y tribuno sin par
acaba de perdonar su blasfemia, póngase de pie, pero con el bonete en la
mano, porque nosotros seguimos tratando de él, en estos últimos párrafos de
réplica a la carta de usted.
para tratar en forma alguna el momento histórico que produjo esa conspiración,
que le hace tanto daño a su reverencia, y que no entenderá jamás. Carece de
alas su pensamiento parroquial para remontarse a las alturas de esa cuestión
política y porque usted, del 25 de septiembre, sólo conoce, de referencia
escolar, la existencia del acto material de esa noche siniestra, pero no la razón,
ni la causa, ni la vida espiritual del movimiento.
Por tales razones, y para echar a usted en cara su crasa ignorancia,
retrocederemos algunos años antes de la conjuración, para enseñar a usted la
historia que determinó el suceso de la noche septembrina.
“Los puñales de Armodio y Bruto fueron ensalzados en los pueblos más nobles,
mas heroicos del mundo. En Atenas y en Roma, esas espadas significaron
libertad y decoro. En Colombia los puñales de septiembre, significan República
democrática y Constitucional”.
Esto último no le consta a usted, tampoco a Herrera y Orduz, porque este par
de oscuros generales no tuvieron el valor de permanecer al frente de la indiada;
a los primeros disparos, fueron cobardemente a acurrucarse bajo las faldas de
las patronas de sus casas, permaneciendo en esa asfixiante y vergonzosa
posición, hasta el día siguiente.
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No lo hizo así, porque en todo lo ciega la pasión sectaria, pero nada importa.
Las viudas y huérfanos que lloran todavía la pérdida de los suyos en este feroz
asalto, han maldecido la conducta infame de Alejandrino Herrera y Víctor
Orduz, autores directos de la asonada. –Maldición AB IMO PECTORE que
empieza a surtir efectos sobre todo en el primero de estos sujetos. Prueba de
ello es el delirio de persecución que padece ahora y por lo cual mantiene día y
noche a su lado, a más de cincuenta campesinos armados de Grazt y
Rémington.
La sangre de las víctimas del 29, junto con el veredicto del Juez, le lanzarán al
párroco el más tremendo mentís en nombre de la justicia. La complicidad del
pastor quedará impune, porque es imposible recoger sus sermones
incendiarios y saber cuál ha sido la influencia macabra de ese confesionario,
cátedra de todas las tragedias y azuzador incansable de una multitud
conservadora y católica que obedece ciegamente y se arrastra con el puñal
entre la boca…
Capitanejo está sin cura; las conciencias se abren y entra con su séquito rojo la
diosa Libertad. Las campanas no suenan ni hay truenos en ese púlpito
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siniestro, en cuyas tablas, la oratoria del cura, enseñara con palabra torpe
cómo se aniquila a los predicadores de la libertad y del derecho. Este pueblo,
santuario hoy del liberalismo colombiano, ha dado el primer paso a una nueva
etapa juvenil y valerosa, encarándose con energía ante el demagogo que
explotando multitudes, quiere que primen las cadenas forjadas por los
pontífices romanos, en este suelo colombiano, harto de libertades materiales,
pero que no ha tenido un hijo que rompa esa esclavitud espiritual que lo
anonada y envilece.
Todos los campos, todos los lugares estratégicos, están hoy ocupados por
agentes extranjeros, y nuestro pueblo ingenuo doblega la cabeza para pagar el
tributo ante esas mitras espectaculares…
Creamos que las transformaciones de los pueblos tienen por base cierta, una
idea experimental, la misma que haya sufrido alteraciones en una u otra forma,
para cristalizarse al fin en una realidad indiscutible. El partido liberal ha de
transformarse; ya ha pasado la primera etapa de la revolución. No sigamos una
trayectoria incolora. Recordemos que Uribe Uribe lanzó su mirada de águila
hacia el socialismo y sin esa base sustantiva habremos de desaparecer como
partido. Hay que buscar el bienestar moral de nuestro pueblo, hacer hincapié
en la economía política y darle a cada obrero lo que le corresponde para que
deje de ser carne de urna y edecán de cualquier cacique atrabiliario y malvado.
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viejecito venerable y puro, que sembró, sin que sus colegas supieran recoger,
el fruto de sus corazón hecho caridad, luz y fraternidad!...
-Yo no conozco curas, dicen que hay unos muy buenos, pero eso será quién
sabe dónde; lo que son los que pastorean en García Rovira no tienen ni
conciencia, ni ley y hacen una política tan corrompida que da asco. A Guaca
llegaron la semana pasada dos capuchinos barbudos y se alzaron todo el
dinero del pueblo vendiendo medallas y agua bendita…
-Ya los conocerá… Son asesinos vulgares; pobre gente que obedece al cura;
jamás se le ve cara a cara y se arrastra por las malezas para cometer el delito.
“Pangotes” llamamos nosotros los “colorados” a todos los conservadores de
Colombia, ellos, como los asesinos de Uribe Uribe, obedecen órdenes que
desde el púlpito imparten esos señores que llaman por aquí dizque “pastores
de almas”. ¿Cuándo se ha visto que los pastores asesinen o hagan quemar
vivas sus ovejas?
-No, Mateo, los curas a nadie sacrifican por cuenta y riesgo; eso de inculcar
odios no es precisamente asesinar… El conservatismo obedece la voz de sus
jefes, pero ya verán como ahora se hacen al lado de Alfonso López y del
liberalismo. Es la eterna historia del clero el cambiar de faz con el vencido y
seguir el carro de los triunfadores. Lo hemos visto en todas las edades. Los
representantes de Dios solamente desean que se les respete, se les rinda
pleitesía, y no se estorben sus especulaciones. Para ellos, todo gobierno que
reconozca el concordato y permita que a Colombia la saquee el clero
extranjero, es bueno y merece la bendición episcopal…
-Lástima de patria! –Le apuesto, patrón a que son cien “coloradeños” me tomo
el cuartel de esas damas tan bien peinadas y que llevan espada y
charreteras…
-Calla, tienes arranques de anarquista, hay que respetar al ejército nacional.
-Tate, da lástima ese ejército; son todos conservadores. Durante los cuarenta y
cinco años que mandaron los godos no ascendieron a oficiales sino a dos o
tres liberales y los han colocado bajo las órdenes de viejos sectarios, como
Rengifo y Cortés Vargas, quienes lejos de ser prenda de garantía para la
patria, se convierten en asesinos del pueblo obrero. Dicen que van a implantar
en García Rovira el “estado de sitio” y con el padre Jordán como pacificador….
-Qué dices del padre Jordán?
-Nada, que le dieron en Bogotá el cargo de venir a pacificar a García Rovira, y
juró que con sólo levantar un dedo de sus santa mano, sumiría en las tinieblas
al liberalismo rovirense. Qué cosas las de este cura; a veces me gusta por
macho. Aquí suceden cosas muy raras: contaba mi abuelo que una vez, ya
hace muchos años, un cura extranjero le ordenó a un conservador “apagar” la
vida de un liberalote ateo, que era la peste andando. El feligrés contestó: “Hoy
no, lo puedo matar, mi padre, por ser día de San Cayetano, tengo que
comulgar y asistir a la novena, pero mañana cumplo con lo que manda su
mercé…” Efectivamente, al día siguiente ultimó a Ramón Torrijos, así se
llamaba la víctima. Esto no sucede sino en Colombia, verdad dotor?
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Pare la cosa dotorcito, no hay que hablar de esa manera… ¿Cree que aquí los
hombres somos insinceros? Si tratan de tocarle un pelo de la cabeza, verá
cuánto valen los “coloradeños”.
VII
Vamos a viajar por García Rovira. Mateo me ha dado un potro quisquilloso que
para las orejas y relincha en las lomas; el “colorado” me acompaña a todas
partes, no teme las emboscadas de los “pangotes” y sabe salir airoso de los
lances. ¡Cómo pesa en la cintura el revólver! Con razón es preferible vivir en el
gabinete, viendo retratos de próceres dudosos, o escribiendo décimas, que el
aventurarse, como quien dice: García Rovira adentro. La mañana es
espléndida; toda luz del sol se ha vaciado sobre esta campiña que tiene a ratos
la cara hosca de megalómano empachado de literatura siglo XV. El cura va
para la iglesia en medio de dos soldados que lo custodian para que no vayan a
matarlo los liberales. ¡Farsante! Esa propaganda va a causar estrépito en la
villa de los fariseos, y a muchas beatas ha de producirles ataques de
histerismo. El bendito cura no se aventura solo por parte alguna; cuando
conduce a Dios a sus enfermos, lleva una pareja de soldados.
-¡Vamos que está muy tarde y nos coge la noche antes de llegar a casa
segura. Por estas tierras no se puede posar en cualquier parte, es precio estar
siempre alerta, los salteadores godos son bellacos…Arre!
Los caminos rovirenses son largos, muy largos; el diablo se encargo de medir
las leguas, y esto sería indudablemente antes de llegar el padre Jordán. Cruces
negras, en cantidad alarmante, se levantan por todas partes; vemos junto a los
trozos de madera montoneras de piedra. Cada persona arroja un guijarro al pie
de las cruces que encuentra en su camino, y llegan a formar promontorios, ante
los cuales encienden velas los creyentes, para pedir milagros al difunto.
buena suerte, y en las oraciones le recuerda a la Madre de Dios, que él, Lupe
Solares, ha matado un liberal más…
Las vegas del “Chicamocha” son alegres y abiertas. Una montaña estéril las
enmarca, ruedan pedruscos hacia la carretera central del norte y el río sigue su
curso de viejo regañón.
-Óigame, dotor: aquí, en este campo, Reinaldo Olaya estuvo acuartelado con
Rafael Reyes, esperando, para combatirlo, al general José María Ruiz.
Recordará usted que Olaya era en ese entonces jefe de los “pozanos”. Esa
turba endemoniada desvalijó a Crescenciano Acevedo, viejo luchador liberal, y
tal orden fue dada por Reinaldo Olaya.
-Ahí te va otro cariño, gritó el jefe, dándole una bofetada que lo hizo rodar por
el suelo. Toda la turba se arrojó sobre el anciano: unos le daban puntapiés en
los testículos, otros rompieron su cabeza encanecida y a machetazos,
descuartizaron el cadáver. Ebrios de ira santa, cayeron sobre la mujer de
Cecilio, y la ultimaron a culatazos. Al fin se alejaron ebrios de sangre humana,
y un pillete que se había refugiado en la cocina, detrás del aparador, voló a dar
la noticia a la vecina Felipa Salcedo… Esa es toda la historia del anciano
Cecilio Bueno.
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Pasamos por Enciso. El pueblo es gracioso y tiene, como todas las poblaciones
de García Rovira, una quietud que lejos de revelar tristezas, puebla el ambiente
de ritmos y de caricias montañeras. Tierra abierta y amplia, acogedora y
hospitalaria. Las mujeres, deliciosamente sensuales, con sus ojeras profundas
de tropicalismo concentrado, rítmicas y graves, van cantando el poema de la
fecundidad y del trabajo.
Los hombres dialogan por las calles. Hay rostros venerables de ancianos que
conocen los secretos de García Rovira, y los jóvenes musculazos y fuertes,
discuten política para hacer progresar el pueblo que precisa de acueducto y
escuela laica.
En Enciso hay teléfono; esa cuerda ha servido muchas veces para traicionar a
los liberales, poniendo al corriente de sus asuntos a los “miranda”, tribu
asalariada por los párrocos y dispuesta al delito.
Detrás de Alfonso López se extiende la mano pordiosera de los hijos del papa.
Tres cosas llamaron mi atención en Enciso: los anteojos del cura, su estómago
prominente y la sobrina risueña y picaresca. Los lentes son báculo de la
personalidad, sostén de los doctorados difíciles y bicicletas móviles de las
lumbreras parroquiales. Un hombre sin lentes es menos sabio, más pequeño,
casi un ente ridículo. Usad lentes, cosacos de sotana, y seréis teólogos
capaces de descifrar a Dios.
Mi gira por García Rovira es monótona y triste. Nada hay que haga vibrar el
alma y solamente la sombra sangrienta de los asesinatos, se presenta por
todas partes. He tratado de hacer más ligero este relato, ponerle calor y alejarlo
de la pesadez de los delitos que empañan la siquis y son una afrenta para
Colombia, pero no se puede callar cuando la voz interior grita: ¡JUSTICIA!
Justicia que tarda y tardará en este suelo manso, en donde es preciso hacer
labor de apóstol y mostrar a la faz de la república todos los delitos clericales,
para que mañana el pueblo impreparado no acuda a las luchas partidistas, ni
derrame más sangre. Los caciques y mandarines de provincia, dejarán libre el
campo a la juventud ideológica y revolucionaria que abra el compás y redima el
espíritu de nuestra raza atormentada.
Seguimos la marcha por los caminos rojizos y serpenteantes; una marcha sin
interés, a grandes jornadas, respirando un ambiente de fuego y vamos a
Málaga. Allí tiene el padre Jordán su FORTALEZA PERIODÍSTICA; esa
fortaleza necesaria para dirigir las huestes azules que encanallecidas por el
consejo sedicioso de los curas del lugar, va sembrando la muerte…
El padre escribe en “La Hoja Parroquial”, frases tan decidoras como éstas: “Soy
el representante de Dios, de Jesucristo, el agente (viajero) de la iglesia, el
SOSTENEDOR DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA y el mejor y más decidido
amigo del progreso de Málaga” (Véase el número 230 de la hoja mencionada,
que es el que voy leyendo, a carcajadas, sobre mi caballo). El padre Jordán es
el instigador de las tragedias aunque afirmen muchos liberales lo contrario.
En el hotel, un hotel como todos los de provincia, regentado por una buena
señora que generalmente sostiene a un marido haragán, escucho el
comentario de los pasajeros. Ese mismo día se ha ultimado a Nohemías
Patiño, anciano venerable que de rodillas pedía perdón a sus verdugos… Era
liberal y debía perecer… “No te quejes, viejo maluco, solamente te cortaremos
un brazo y, listo el negocio, es bueno que la sangre te purifique”, decía el
capataz conservador y tranquilamente, cortaron un brazo a Patiño, quien murió
a causa de la hemorragia.
Ojalá que esa defensa venga señalando sin misericordia a los criminales que
han sembrado el terror en esta desventurada provincia, y ella se intensifique
enérgicamente si el caso lo impusiera; al referirse a sus colegas tonsurados,
sobre quienes desgraciadamente, pesa casi la totalidad de la opinión pública y
se inclina, sin miramientos, la Justicia. –Asunto este demasiado fuerte, mas el
dinámico levita nos ha dicho: “La paz es flor de verdad y ella no despliega sus
corolas donde la calumnia y las informaciones falsas suplen sistemáticamente”,
bello pensamiento si acaso no llegare a ser literatura y nada más.
Hasta Mateo muestra el rostro descompuesto viendo al cura Jordán con aires
de marqués, llevar el material para la imprenta, que convertida en
FORTALEZA, ha de librar a Málaga de las tentaciones del demonio, encarnado
en el cuerpo de los liberales.
La ciudad está tranquila; mi paso por ella no será señalado por el dedo invicto
del párroco irascible. –Un rábula me mira de soslayo y tres beatas se santiguan
al mirarme pasar. “Debe ser un míster masón; ¡virgen de las misericordias! –
exclama pasito la más vieja. ¿Seguiré mi gira a través de la provincia? –No voy
describiendo panoramas ni forjando poemas; mi gira, tiene una nobles
finalidad, gracias a ella, mostraré al país hasta qué punto son infames los
mercaderes de la misa diaria.
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Por todos los pueblos fuimos llevando una voz de consuelo para los afligidos:
San Miguel, Macaravita, Carcasí, Molagavita, Cerrito, San Andrés, Guaca y
Cepitá nos vieron pasar por el desfiladero de los caminos espiados por el
conservatismo que temía perder de un momento a otro sus fortalezas
inexorables.
La muerte del cura párroco de Molagavita vino a poner una nota altisonante en
el brevete de los conservadores. Es una cosa infame, ridícula hasta la
exageración, matar ellos mismos al cordero de Dios, para sindicar después al
liberalismo de la muerte del Ángel Protector. No quiero tratar este asunto tan
infame, pero mañana se hará justicia ‘¡Esperad!
Pascua florida en Guaca; bailan en una casa de los alrededores e invitan a seis
liberales a concurrir a la diversión. Engañados siguieron a los falsos amigos. Ya
en media sala, ante la estupefacción de las mujeres, asesinan a los seis
desdichados, en nombre de la religión y al grito de “Viva el Padre Miranda”
Floreció en esta tierra y era una promesa para la patria por su talento, por su
dinamismo fecundante y por las ideas nuevas, sazonadas al calor del estudio.
Luchador incansable, bebía la luz de la ciencia en las aulas universitarias,
mientras su madre anciana, esperaba anhelante al hijo que sería el único
apoyo de su ancianidad. Carlos Ordóñez Suárez era un idealista de vanguardia
reñido con los moldes obtusos y arcaicos. Iba por el camino del triunfo valeroso
y sufrido, con alma de mártir y espíritu abierto ante el horizonte de una nueva
generación capaz de luchar por la pureza ideológica de Colombia. El
liberalismo miraba a este joven como a una promesa y las manos del
proletariado se abrían afectuosas para estrechar la mano del amigo capaz de
ofrecerles redención inmediata. Carlos Ordóñez Suárez era una planta exótica,
nacida al calor de la democracia plena y empapada en la virtud y heroísmo de
los privilegiados. Era sosegado, apacible, reflexivo y juicioso, y a estas prendas
morales debió el grado universitario y un empleo de grandes
responsabilidades.
31
REUNIONES PRELIMINARES:
El padre de los Ruiz, narra con frescura los hechos de armas a sus
compañeros de mazmorra en la cárcel de Bucaramanga. El sí sabe la comedia
que se desarrollara en esa casa siniestra y el tema de las conversaciones a
orillas del río Chicamocha, punto de reuniones de emergencia.
Ese día, Ordóñez Suárez salía de Málaga con dirección a Cachipay, para tomar
ahí un automóvil que lo condujera a Capitanejo. Su salida fue anunciada, según
lo comentan personas verídicas, con este telefonema: “Van cinco novillos, un
churro, cuatro ojos, negro, que es el que deben sacrificar”. No se supo quien
dio la noticia ni menos quien la recibió.
Ordóñez Suárez iba vestido de negro; usaba anteojos y era churro (de cabello
ensortijado).
Otro: “Los conservadores atacaron ayer, entre Capitanejo y “La Playa” el carro
que conducía hacia Bogotá (Ordóñez primero debía pasar por Capitanejo) al
doctor Carlos Ordóñez Suárez, a quien acompañaban varios jóvenes
estudiantes y el excomandante de policía de esta población”. Los asaltantes
dieron muerte a Ordóñez e hirieron a los señores Horacio Espinel y Jesús
Barco, lograron salvarse milagrosamente demás acompañantes. Parece que
autoridades miraran con indiferencia los asesinatos de liberales en esta
provincia. Hace un año venimos pidiendo garantías y nuestras súplicas no han
sido atendidas”. Servidores: Pedro S. Hernández. –Clemente Ramírez. –José
33
Un crimen como todos los que ocurren en esta tierra, sin trama, sin galanura de
detalles, sombrío como el alma de los azuzadores clericales. Una vida menos y
un cadáver más que en nada pesa sobre la conciencia de los que toman
venganza de un partido porque es noble, generoso, tiende su mano a los
obreros y desfanatiza a las masas. La política de los cosacos es torpe,
ennegrecida por odios añejos y por el miedo de perder para siempre este suelo
humilde y propicio a la explotación.
Hasta la mesa en que redacto este libro ha llegado una carta de mujer. Es el
lamento doloroso de una dama santandereana que clama justicia para su
hermano asesinado. Es el grito de una mujer que siente estremecerse su alma
al pensar en el sacrificio de su hermano, inmolado por los sectarios de una
causa miserable. Hay nobleza en todas sus palabras; esa nobleza que habla
tan alto de este Santander bizarro y hospitalario.
“El Diario Nacional”, siempre alerta como fiel centinela del liberalismo, dio
cabida en sus columnas a las frases atormentadas de Margarita Ordóñez
Suárez.
Mi hermano creyó que en la trágica encrucijada de una política sin nombre, que
estigmatiza a los piratas del ideal, cumpliéndose así lo que él, ese hermano del
alma, dijera a mi madre en ocasión reciente: “Podrán vencerme en la traición
de los cobardes, pero no en la lid franca de los caballeros”.
Y si clamo justicia para este crimen y para todos los que han ensangrentado la
tierra noble y ubérrima de Santander y del país entero, no lo hago jamás por un
sentimiento de venganza. En mi alma no tiene asiento esa actitud. Es, sí,
porque al fin veamos nuevamente asegurados los derechos y la vida de las
gentes honradas y laboriosas de esta tierra llamada a mejor suerte. Si este
delito, como ha ocurrido con otros, se deja pasar inadvertido, es decir, cobijado
por la impunidad, habrá que temblar por la cabeza de los hombres honrados.
En este caso, el sentimiento de una falsa piedad para los asesinos, sería
semilla fructificadora de injusticias, de maldades y de terror.
Así, quienes no pudimos interponernos para salvar con nuestro llanto y con
nuestra misma vida al hermano; las mujeres que hoy no tenemos más amparo
que su memoria y los brazos abiertos de la Cruz que guarda su tumba solitaria
y blanca que parece estrecharnos en nuestra enorme soledad, queremos al
menos salvar el recuerdo del mártir amparado por la justicia, librándolo siquiera
de quienes, después de decapitar su cuerpo, pretenden enlodazar con falsos
comentarios su memoria”.
(Firmada) Margarita Ordóñez Suárez
A través de los tiempos se ha sostenido una lucha bravía entre los que
engañan a los ignorantes con rezos y consejas y los pocos hombres libres que
han tenido el valor de echarles al rostro sus infamias y de presentarlos ante el
mundo con todo el horror y la negra magnitud de sus maldades. ¿Qué ha sido
de esos apóstoles atormentados por combatir al clero? Casi todos han perecido
asesinados por la mano oculta que enarbola en la sombra el puñal ominoso;
inútil sería enumerar a los vencidos; en cualquier parte que oigáis predicar la
idea pura que redime y conforta, allí estará en acecho el espía clerical, quien
tiene la consigna de hacer callar al apóstol a golpes de cuchillo… Manes de
Rafael Uribe Uribe! Veneno de los Borgias, prédicas de Builes, obispo de Osos.
Las aulas clericales, son reductos en los cuales bebe la infancia el tóxico fatal
de la inconsciencia, quedando impreparados para la vida, puesto que ellos, los
directores espirituales, ofuscan el espíritu del niño y lo incapacitan para el libre
análisis… Por esto, en Colombia tenemos e esa cáfila de rufianes que asaltan
los poderes y, colocados en posiciones sistemáticas, implantan la ideología
escolástica y nos abruman con discursos a Cristo Rey, mientras perece el
pueblo dentro del analfabetismo, el hambre y la miseria… Es necesario sacudir
el árbol para que caigan los frutos sazonados. Ese árbol de vida espiritual que
nos legaron unos cuantos sembradores. Pero es triste, ver cómo los buitres de
la política revolotean sobre sus ramas y picotean inmisericordes, mientras
nosotros, en una laxitud desesperante, seguimos la ruta siniestra de las
37
En aras de una curiosidad muy propia de nuestra raza, y por un algo que me
impulsa a investigar los problemas políticos colombianos, he querido
permanecer en García Rovira hasta empaparme de los hechos delictuosos que
aquí se cometen a diario y conocer quiénes son sus autores.
¿A qué filiación pertenecen los mil quinientos hombres que huyen de la justicia
y están acampados en bosques y praderas esperando las órdenes de los curas
o del jefe Herrera, para salir a los caminos a victimar al liberal que pase, o a
incendiarle su vivienda?
¡Juro que son afiliados a la horda azul y que los frailes se sirven de ellos para
consumar los delitos!
No quiero seguir dando ideas generales; quisiera una pluma vigorosa, pintar la
tragedia del liberalismo rovirense; pero el cuadro tiene tantos coágulos de
sangre, que se hace pesada la tarea de presentarlo ante la faz de los pueblos
civilizados de la tierra y, los libros, son caballeros del mundo, representativos
de razas y de culturas.
Una lista de liberales asesinados, nada tendría de interesante, ya que los curas
han dado en el quid, negándoles a esos cadáveres hasta el supremo anhelo de
ser envueltos en el trapo rojo, emblema de sus ideologías y orgullo de su vivir
inquieto, en esta tierra de persecuciones y cuna de la delincuencia jesuítico-
conservadora.
Los que hemos visto arder la casa del campesino, quemada por la mano de un
ignaro que olvida la caridad para seguir las consejas del canónigo odioso, no
podemos menos de gritar alto, muy alto, hasta que nos oigan y griten con
nosotros:
Los que hemos visto caer inertes tantos liberales asesinados vilmente en
emboscadas siniestras, acribillados a puñaladas con cuchillos benditos, no
podemos hacer otra cosa que levantar el puño al cielo, pidiéndole venganza y
protección.
Dios está ahora sordo para el clamor de tantas viudas y para el llanto de los
huérfanos que deambulan pidiendo por caridad un pedazo de pan. No oye los
gritos de una raza perseguida por la barbarie, y que no tiene quien se duela de
ella, porque en nuestra patria, el conservatismo ha tomado todos los puntos
estratégicos y, ausculta en silencio, impunemente, con artera maña, el pomo de
la daga clerical y nefanda.
¡Piedad para García Rovira. Piedad para un grupo de liberales que sucumbe.
Piedad para la misma patria atormentada…!
Borremos la ola de sotanas que azota nuestros lares y hagamos que cese el
flagelo ignominioso de los levitas corrompidos.
VIII
MACARAVITA
No se aventure usted por esa tierra, me decía el presidente del Comité Liberal
de Capitanejo.
-Dice usted “liberales honrados”, porque cree que haya pícaros en nuestro
partido?
-Sí, hay liberales pícaros, tan pícaros como los conservadores que se refugian
en la hacienda “Tapias”. No vaya a creer usted que pienso en que todos son
unos ángeles de Dios; tenemos elementos que deberían arrastrar una cadena
en presidio, pero aquí en García Rovira, el noventa por ciento son hombres
honrados y trabajadores. A estos no lo azuzan los caciques; en cambio, los
conservadores son malos en un setenta por ciento, por la clara razón de que el
cura los instiga a la lucha fratricida.
-Mira hija mía, le decía a una campesina: esta reliquia es traída de tierra santa;
el mismo papa la bendijo y estuvo treinta días en el sepulcro de Nuestro Seño;
te la voy a colocar en el pecho para que te salves… Primero el alma, hija mía,
que todos los bienes de la tierra! La mano del clérigo descorrió el corpiño de la
campesina, colgó al cuello la cinta y su mano pesada, lasciva y tarda, demoró
acariciando los senos de la muchacha tentadora. Yo me había sentado en una
banqueta de madera a mirar este espectáculo serio-jocoso. El cura me miraba
con impaciencia. Al fin, después de muchos rodeos transó con la campesina y
recibió tres pesos nuevos, que estaban guardados en el fondo de un baúl
tachonado de estoperoles. Este dinero era el fruto del trabajo de la infeliz,
haciendo empanadas, tamales y cogiendo café seis meses consecutivos. Sus
economías las invertía en la salvación del alma, y sus pechos temblaban, bajo
la caricia santificadora del levita…
-Te daré una docena de esas mismas medallas por diez centavos; tu pagaste
tres pesos oro.
-Usted no las ha hecho bendecir del papa y así no salvan a una…
En esto llegaron dos campesinos al rancho. Eran de distinta filiación política, o
así lo parecía por este diálogo que pude escuchar:
-No sias carajo, Pedro, esa vaina del Cuencordato nua salido tuavía…
-De questás hablando, Jelipe?
-Del Cuencordato que tenemos quiarreglar los liberales con la extranjería.
-Explicáme, yo no se desas cosas; el padre nua dicho nada en la misa…
-Es que yo tampoco se explicar esas complicaciones.
-Y pa qué te metés a político, siempre que nuentendés?
-Lo mesmo te pasa a vos. –Decíme, le entendés al cura lo que reza en ese
libro que lee ahí todo enredao?
-Que le voy a entender, hombre… Es doma de fe, pero los sermones si que los
entiendo…
-Yo estoy por asegurar que tuvites, Pedro, en Capitanejo la noche del 29; no te
parece, a vos que sos cristiano, mucho pecao asaltar a esa gente sin
defensa… Arrepentite, hombre, no sias bruto, defendé lo tuyo, quesque la
godarria te va a nombrar ministerio?
-Y a vos, los liberales que mataron a Dios en el Calvario, ¿te dan alguna
chanfaina?
-No la espero, hombre Pedro, pero sabé que los curas nos explotan. Ahí ves a
Cuncia, cómo les entrega a los frailes la plata que recoge de la postura de las
gallinas. Todos los domingos piden limosna. Esa gente vive sin trabajar…
-¡A güeno un hijo cura!, hombre Jelipe, man que sia verdá lo que decís, yo voy
a meter a ese niguatero de Julián al seminario…
Bueno, te ha dao pesar los muertos de Capitanejo?
-Pesar nues la palabra, te juro puesta cruz que no le hago más caso a los curas
pa´ fregar a los liberales, ¿no son iguales a vos y a yo?. Ahí tenés que semos
amigos y vos no miasés nada, ni liasés nada a mi Dios. Harto quias rezao
rosarios…Si los liberales jueran comuesos ladrones que salen al “Almorzadero”
y comuno quescribe contra la Religión, ve, Jelipe, te vuelvo a jurar que le meto
este cuchillo hasta lalma cuando me los incuentre…
Blanco se conformó con perder su amor y dirigió sus ojos de viejo zorro a una
mujer casada. El cura intentó lo mismo, pero esta vez fue vencido en el torneo
amoroso por Bernardo, quien hacía sus visitas nocturnas a la patrona, a la que
el cura había nombrado presidenta de las Madres Católicas, así como la otra
era presidenta de las hijas de María. –Ya usted verá –decía recio el amigo
Benito –cual era la situación de este pueblo con los donjuanes. No teníamos
más tema para conversar, que los amores del cura y los celos de Bernardo o
viceversa… ¿Qué tiene de raro que un cura bien comido se enamore de una
muchacha soltera?
-“Bien míster, ya le iba diciendo –continuó don Benito –que el señor Bernardo
resolvió entablar relaciones amorosas con una mujer casada; el asunto se
comentaba así y resulta que el marido conoció el truco y quiso quitarse de
encima a Blanco, apagándole la vela. –En esos días, ya estaba el cacique
Alejandrino agitándonos para que “apagáramos” liberales, puesto que el cura
Jaimes decía que merecía la gloria eterna quien “apagara” a un liberal. Aquí
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pocas ganas le teníamos a esa cuestión; dejábamos en paz a los tres o cuatro
rojos que había en el pueblo, que a decir verdad, eran creyentes y gente
honrada. El cura nos decía que no eran liberales sino de nombre, que los
verdaderos liberales, a los que había que “apagar” estaban en otros pueblos…
Por allá en octubre de 1931 llegaron dos viajeros; el pueblo enfurecido juraba
que eran liberales y quería matarlos; fueron vanas las súplicas, pero así se
ordenaba desde los púlpitos y había necesidad de cumplir órdenes… Mañana
le acabo de contar. Este maldito catarro me tiene fregado. Venga mañana,
míster, para acabarle este relato…
El discurso era demasiado largo, sin embargo yo quería conocer todos los
detalles del crimen por boca de don Benito. Fui a mi hotel: por las calles había
tumultos de hombres que denotaban ser agricultores; charlaban animadamente
y en todas sus palabras había ese algo de tierra que fluye de la boca de los
hombres contaminados de naturaleza. Por qué hay hombres perversos que les
llevan el odio al alma y los convierten en asesinos?
Noches silenciosas de los pueblos fríos; la habitación con sus muros agrietados
dice cosas que no interpretan los viajeros; hay en el ambiente un olor indeciso,
que a veces hace la impresión de cosas muertas y de saudades lejanas y
brumosas. Ya al amanecer, se prende el farol del cielo y las sombras corren
presurosas por las paredes de la habitación. Las pisadas de la patrona, suenan
rítmicamente sobre las tablas agrietadas del piso que conduce a la calle. –En
las aldeas, nos hace la impresión de que las gentes se dan cita para levantarse
de la cama, todas a un mismo tiempo. Desde la puerta del hotel diviso la figura
abombada de don Benito y me dirijo a él con el más expresivo “buenos días
camarada”.
-Lo de los muertos, don Benito, cómo ha sucedido? –interrogo, con mi acento
de alemán criollo.
-Los asesinaron, pero con un poco de razón; el uno cayó muerto ahí, sobre esa
acera, el otro frente al cementerio. La gente de esta tierra es brava, figúrese
que despedazaron los cadáveres, y cada asesino llevaba su pedazo al hombro
como trofeo. Quien una pierna, quien un brazo y, sobre este tejado de enfrente,
quedaron partes del cuerpo de Luis Barrera. –Carlitos, el más guapo de la
plaza, cargaba ensartadas en su machete las partes nobles de uno de los
muertos y jugaba con ellas como quien tira balón… (Hurra, salvajes. Si me
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pagan los reales que me deben, me largo de aquí, por esta…) La trifulca duró
muchas horas, cuando quiso el alcalde hacer reconocer los cadáveres ya se
habían perdido muchas piezas interesantes. Piernas, brazos, ojos, dedos y
vísceras intestinales se encontraban encima de los tejados. Yo juraba –decía
Benito –no volver a hacer política de ésta, pero así lo manda el cura y ganar el
cielo es un imperativo para nosotros los cristianos.
____________
cosa es fe? –Creer lo que no se ha visto. ¿No ven estas beatas estrafalarias el
ojo bizco de la virgen de nogal, la cara flácida del mozalbete de Gonzaga, el
rostro hirsuto y macro del patriarca, y las alas doradas del Espíritu Santo?
Símbolos que representan la majestad de lo infinito, son esas imágenes
abigarradas de color, milagrosas y arcaicas…
Arde el fuego en las chozas pajizas. La abuela aviva la lumbre matinal con las
astillas de un roble amigo, bajo cuya sombra durmieran los sembradores la
hora aciaga de la siesta serrana. Niños haraposos se asoman a las puertas
rústicas. Son hijos del arroyo que tienen en las pupilas pintado el dolor de una
raza atormentada. Vencidos de la vida, a quienes la sociedad mira con menos
cariño que los perros hambrientos. Vinieron sin saber de dónde, e ignoran su
destino; la sociedad les dará el legado que les corresponde por lógica racial: el
manicomio, el presidio, la cárcel o un asilo. Con toda seguridad que un treinta
por ciento de estos parias, ha de pagar el servicio militar obligatorio… Ya esto
es alguna cosa, al menos así regresarán llenos de vicios y enfermedades
venéreas…
-La iglesia católica tiene dos cabezas: una es Dios y la otra el papa.
-Mi, cagamba, no sabeg cómo vivig un animal con dos cabezas…en alemañia
no habeg ese cuestiono…
-Extranjero corrompido, exclama el cura español, has venido e explotar a este
humilde rebaño de Nuestro Señor… ¡Guarda castidad, como la guardo yo…
(¡El cura tiene nueve hijos, y es casto!; son cosas del Espíritu Santo).
Los amigos me reciben con alegría; están satisfechos, parece que el señor
Olaya Herrera no dará nombramiento de “pacificador” al cura Gómez Serrano y
ya se puede ir de paseo hasta un kilómetro, a pie, por la carretera Central, sin
peligro a que le vuelen al paseante la cabeza de un tiro.
En Soatá las cosas marchan muy mal; recibo la comunicación de que se han
conseguido un Cristo vivo para la semana santa y este Cristo ha sido el liberal
Pepe Escobar.
Sea este el último crimen que registren las páginas de mi libro, porque siento
repugnancia en adelantar en narraciones que son afrentosas para Colombia. A
secas, sin adjetivar, porque en la hora presente hay necesidad del sustantivo
rotundo, voy a relatar en otra página histórica un jueves santo célebre. Los
católicos de Soatá o mejor dicho, no los católicos de corazón noble, sino esa
caterva odiosa de mercaderes que trafican con Cristo, quiso darnos un
espectáculo sangriento y conmemorar la fiesta luctuosa de la iglesia, con un
crimen que no tiene perdón: Cambiaron a Cristo Redentor, por el liberal Pepe
Escobar…
De casa del doctor Francisco Gallón sacó la turba enfurecida a Escobar. Las
damas y los niños gritaban, pidiendo piedad para ese hombre. Nadie oía los
gritos siniestros salidos de mil bocas; piedad, justicia, repetían las gargantas
fatigadas, pero el populacho adelantaba con Pepe Escobar atado con gruesos
cables y dándole de latigazos. Los ultrajes se sucedían sin interrupción;
arrancaron por completo los caballeros a la víctima y la cabeza le quedó en
carne viva, sangrante, a manera de un muñón que levantado en alto, sirviera
de diversión a los caníbales de Soatá. Cada vez que la turba frenética le
quitaba un pedazo de carne, la multitud aplaudía con una alharaca
enloquecedora. Escobar era lanzado de acera a acera y contra las paredes
dejaba rastro de sangre y tiras de piel. Al fin cayó desvanecido; la turba se
disputaba ese cuerpo mutilado, y ya muy tarde, saciada la sed de una
venganza feroz, el señor Alcalde hizo conducir a la cárcel a Pepe Escobar, sin
sentido y casi agonizante.
Hacer comentarios a tanta vileza es cosa que desprecio. ¿Cómo callar? Los
pueblos necesitan la pluma que corrija esos ímpetus salvajes. El clero, si, ese
clero que hace cuatrocientos años domina a Colombia, es el causante de la
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Una república que da su ejército para que luzca escapularios por las calles,
caminando indolente detrás de un muñeco de madera, es una nación que
podemos llamar envilecida. Igual que España, tendrá Colombia que sacudir la
cadena jesuítica, si quiere entrar en el rol de los pueblos civilizados. Los que
piensan y dominan a las multitudes, jamás han predicado la idea clara que
puede salvarlas; ellos creen que la guerra es un flagelo tremendo, pero se
engañan: todo parto tiene dolor y toda emancipación ha de teñirse de púrpura.
¿Creéis que los fanáticos dejarían que sancionáramos libremente a tanto
clérigo corrompido? ¡Jamás! Para ellos el pastor es inviolable; adorarían
gustosos a Torquemada y no han visto las faltas de aquel Alejandro VI,
vergüenza de un siglo y estigma de una raza. Purifiquemos el ambiente;
hagamos que nuestro pueblo tenga una personalidad definitiva y dentro de las
libertades bien entendidas; tengamos a la religión dentro de la ley, y a los
clérigos explotadores dentro de los calabozos.
Soatá es un reducto de frailes ignorantes que han entorpecido más y más las
conciencias de esos centenares de fieras que los rodean. Si estudiamos la
causa de esa falta de humanidad, de esa encanallecida manera de proceder, la
encontraremos indiscutiblemente en la influencia del clero en la conciencia de
las multitudes. Dicen que no puede subsistir un pueblo sin religión; hasta cierto
punto es aceptable la teoría, pero no aceptaremos jamás que pueda vivir un
pueblo sin honor, por haberle entregado su conciencia a los mercaderes que se
dicen apóstoles de Jesucristo. En Colombia no se adora a Dios, sino al
Primado. No se rinde pleitesía a las imágenes de los santos, sino a la casulla y
al báculo del obispo. Nadie cree en otra cosa que en la influencia del clero en la
política y en la sociedad, e hipócritamente, de una manera baja y miserable, se
arrastra nuestra juventud colombiana, educada por jesuitas y por hermanos
cristianos.
El pueblo está encanallecido por haber bebido las primeras letras al compás de
rezos confusos y de plegarias balbucientes; se le ha confundido la ciencia
humana con la majestad divina, y ya para esas masas no hay otra cosa que
misterios irresolubles.
HACIA BOGOTA
-Hace muchos días que estoy estudiando la manera de sacar a Torres Galindo
de Capitanejo; lo van a matar como mataron a Pimentel, me dice el chofer con
voz lenta y calmada.
-Y cómo puedes sacarlo?, no sabes que pasando por Soatá tendrán que
resistir un combate? –A ese sujeto no le darán libertad; su suerte está echada:
o triunfa, o muere en Capitanejo.
En una casa pajiza, funciona una escuela rural. La maestra, una mujer macra,
ojerosa y larga, hace rezar a los niños. Da clase por la mañana a los hombres y
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el medio día restante lo dedica a las mujeres. Enseña a rezar oraciones, cuenta
vidas de santos que quizás no existan sino en la mente de la buena señora, y
cantan los muchachos con voces chillonas plegarias a María santísima y al
patriarca florecido que se llama José.
Los políticos van a la capital para darse aires de doctores ilustres. Regresan a
sus pueblos remedando el caminado y el habla de los santafereños, pero en el
fondo los odian hasta más no poder. He visto a varios entrerrieños ensayando
usar guantes y bastón; y la señora de un ministro, al llegar a Bogotá, se
sentaba en el suelo, sobre uno de esos tapetes que suelen llevar a la iglesia las
beatas. Me consta que Doña Chila aún no es capaz de sentarse en una butaca:
le marea la altura. Estas gentes siempre han de hablar mal de nuestra capital y
en ciertas cosas tienen razón los provincianos.
-Quería tratar un asunto importante con el doctor... Los ojos del padre del
Proletariado colombiano me miran con lástima. Examina mi figura larga, bizca y
desgarbada y echa mano de la cartera para regalarme un billete. Interrumpo
este atentado contra mi dignidad y le suelto los originales de “Sangre y
Sotanas”. Los hojea nerviosamente y toma el “Diario Nacional” que reposa
sobre su escritorio.
Bogotá no es para vivir largos días sin tener una indumentaria teatral. Todo lo
hace la presentación y para conseguir con el gobierno lo que se desee, basta
llevar elegantemente los disfraces y ser amigo de Nieto Caballero.
Con mis originales debajo del brazo, pasé por cafetines, parques y chicherías.
La inteligencia racial de nuestra capital está radicada en la chicha. Un hombre
que toma chicha bogotana sube al pináculo de la gloria; el padre Tejada ingiere
dos litros de este líquido y hace versos maravillosos. Quitadle la bebida chibcha
a los hombres de la capital y se tornarán en ovejas. Son leones en las jornadas
de junio, en las barras del Senado o en los circos de toros; pero todo este furor
revolucionario, está dentro de los barriles, y ahí, en esa fuente clara, se
embellece espiritualmente el pueblo bogotano.
Voy a los templos y tomo apuntes para un cronicón que tendré que publicar en
mi provincia. Las iglesias de nuestra capital son estimulantes para el espíritu.
Hay un mínimum de santos bizcos y caratosos; los ángeles tienen las alas de
cartón y las enaguas de la Verónica están adornadas con letines anchos y
pulcros. Quiero meditar y pensando en la gloria prometida hacer oración. En
esto llega un viejo, compañero de Cortés Vargas y de Eladio Paz Ledezma. Se
arrodilla, abre los brazos en cruz, se santigua repetidas veces, se da golpes de
pecho y prorrumpe en plegarias pidiendo que los liberales caigan
definitivamente del poder para la salvación de su alma. El espíritu de ese señor
es hermético como la ipecacuana. Ha sufrido la amargura de ver a sus amigos
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sin empleo y le han perdido una hija. ¡Maldito régimen!, exclama con los brazos
en cruz…
Mis anteojos van por todas partes. Salieron blancos de Capitanejo y llegaron
opacos a Bogotá de tanto mirar personalidades raciales. Por Tunja se fueron
detrás de la gloria del Presidente del Directorio Liberal y enfocaron la silueta
macra del párroco agiotista, que vendió la gloria eterna, a un campesino, por
seiscientos pesos oro…
ha calado un poncho para no ensuciar la sotana. Los curas son sucios; nadie
se atreve a afirmar lo contrario. Hablamos de gentes importantes. En Colombia
la importancia estriba en ser muy seco; hablar reposadamente y tener cara
dura. Generalmente los sabios de mi tierra escriben libros de trescientas
páginas para no defraudar a los lectores. El papel vale a tres pesos la resma,
pero nadie compra una obra por el valor intelectual; generalmente cotizan la
carátula y el papel. Yo no quiero ni siquiera ser escritor. ¿Para qué? –Cualquier
hombre gordo que viaje a Buenos Aires regresa siendo ilustre; las
Enciclopedias valen de ciento a ciento ochenta pesos y en mi país venden los
libreros unas mil quinientas enciclopedias por año. Ahí está el valor de las
gentes de Colombia.
Cierro este libro (no son trescientas cincuenta páginas) y preparo otro que dirá
verdades rotundas. En qué estriba la verdad? –Los colombianos no hemos
sabido encontrarla, tanto que nos engañamos ingenuamente y protestamos de
lo que entraña nobleza y carácter. Mis afirmaciones son sustantivas y se que
tengo talento. El talento no duerme en los libros viejos, sino en esa masa
cefálica colocada en determinado lugar y que puede producir, originalmente,
algo distanciado del común.
Después de una lucha inútil por pacificar con el ejército a García Rovira, viene
diez puntos misteriosos a intrigar en la curiosidad de los políticos. Hoy sí se
pacificará esta tierra buena, los “puntos” (de fuego) son purificadores. Lo malo
estriba en que se ha perdido mucho tiempo, mucha paciencia y bastante
dinero. El ejército entregado a la molicie, solamente ha esperado que lo
ataquen los sectarios o traten de tomarse la plaza en que duermen los
soldados a pierna suelta, mientras los oficiales enamoran a las cocineras y a
las cocotas baratas.
de locos. Cómo se le ocurrió a Jorge Eliécer Gaitán transar con el hombre que
predica a sus huestes “el delito”? –Así creen en la pacificación esos señores
que no conocen estas tierras. García Rovira registra la más dolorosa
persecución conservadora. Al transar los dirigentes de ambos bandos, no
cesará por ello la lucha, puesto que aquí se ha vertido mucha sangre liberal y
esos muertos tienen parientes, hermanos, amigos a quienes doler, sin que
ninguna de las víctimas tenga parentesco con el Presidente del Directorio
Liberal… ¿Quién los ha asesinado? ¡El conservatismo! ¿Cuál fue el culpable
de la masacre? –Serrano Blanco al incitarlos a la lucha y los curas que les
entregaron los puñales benditos…
Jueces honrados tendrían que pagar quizás con la propia vida la sentencia que
dictarán, si tenemos en cuenta que los responsables intelectuales de los
sucesos de García Rovira, son clérigos y altas personalidades políticas, a
quienes alcanzaría la sanción judicial.
Bello día de justicia¡ Por primera vez veríamos a las leyes colombianas
castigando a esos santos varones que desde sus cátedras, han impulsado la
ola del exterminio. Los grilletes brillarían diáfanos al apretar la pantorrilla del
cura corrompido y del político atrabiliario. Los ojos claudicantes de tantos
jueces sin honor, alumbrarían en las celdas del presidio como ascuas rojas de
sangre.
Alejandrino Herrera y Juan J. Wilches han sido absueltos por solicitud del
mismo fiscal que vio en la causa, Dios los perdone y tenga misericordia de
ellos, pobres almas descarriadas que no han hecho más que penitencia y
caridad. Par el señor Fiscal mis felicitaciones efusivas.
FIN
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