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Edmund 2{/ _ Husserl ldgicas Biblioteca de la Revista de Oceidente Edmund Husserl (1859-1938) nacié ‘en Prossnitz (Moravia), estudié matematicas en Meierstrass y, entre 1884 y 1886, asistié a las clases de Brentano en la Universidad de Viena, clases que influyeron grandemente en su formacién filoséfica. «Privatdozent» en la Universidad de Halle de 1887 a 1907 yen la de Géttinga de 1901 a 1916, Husserl fue nombrado en 1916 profesor titular en la Universidad de Friburgo iB., donde enseiid hasta su jubilacién en 1928. Los escritos de Hlusser! publicados durante su vida, e inclusive algunos de los que aparecieron poco después de su muerte, representan tan sélo una parte de su pensamiento, pues el gran filésofo dejé gran eantidad de manuscritos, con libros terminados pero todavia no suficientemente organizados, notas procedentes de cursos y de sus meditaciones, textos de las mismas obras ya publicadas durante su vida pero con numerosos comentarios y adiciones, etc., etc Estos manuscritos rescatados, no sin dificultades, por el padre franciscano Hermann Leo van Breda, de Lovaina, se publican, bajo su, direccién, en la serie llamada Hussertiana, que lleva ya’ editados més de nueve vohimenes. Entre las aportaciones fundamentales que nuestro siglo legaré a la historia de la filosofia, puede afirmarse que una posicién relevante pertenece a 1a Fenomenologia y a su fundador, Husserl. Aparte sus contenidos particulares, hay una raz6n que hizo de la aparicién de esa corriente intelectual un acontecimiento decisive, Conforme Ortega analiza en las paginas de su «Prélogo para alemanes», los grandes sistemas del idealismo decimondnico ¢ incluso el neokantismo, eran pensamientos sin suficiente veracidad. La resolucién de reconquistarla con la posible plenitud, procede de la Fenomenologia. En las Investigaciones I6gicas, que significan su iniciacién y constitucién, Husserl escribe: «Pues si estas investigaciones son estimadas ello se debe a que no ofrecen un mero programa (y menos uno de esos programas de alto vuelo, tan frecuentes en la filosofia), sino ensayos 5 de un trabajo fundamental efectivo sobre las ‘cosas miradas y tomadas directamente; ¥ a que, incluso alli donde proceden criticamente, no se pierden en discusiones sobre los puntos de vista, sino que dejan la tltima palabra a las cosas mismas y al itabajo sobre ellas.» Esa vuelta o retorno hacia las cosas fue Ja apertura de un nuevo horizonte para la filosofta del siglo XX. Tanto los ulteriores detroteros del propio pensamiento de Husser! como las teorfas que desde la fecha de la aparicién de estas Investigaciones (1900/1913) hhan ido sucediéndose, muestran la fecundidad de ese comienzo. Pero la interferencia de preocupaciones no teoréticas en el cultivo de la filosofia, provoca de nuevo con frecuencia tuna mengua de esa veracidad irrenunciable para el verdadero filésofo. La lectura y meditacién de estas péginas no es s6lo necesidad inexcusable para quien pretende estudiar la filosofia de auestro tiempo; es, ademés, un entrenamiento insustituible en esa discipfina de respeto y anilisis de la realidad «en las cosas mismas». Estas Investigaciones se vertieron del alemén al espafiol en 1929, muy antes que a ninguna otra lengua; la segunda edicién aparecié en 1967; la necesidad de ya editarla de nuevo prueba Ia existencia de un piblico renovado* y cteciente, interesado por la filosoffa en sus ‘més valiosos testimonios. Esta editorial, que cree haber cumplido alguria misién 2 ese propésito, se complace, en esta ocasién, en manifestatlo Las palabras inéditas de Ortega que encabezan esta edicidn y que fueron escritas en 1929, tienen, entre otros, el valor de que vienen a subrayar esa prioridad espafiola en el conocimiento y la difusién del pensamiento de Husserl. INVESTIGACIONES LOGICAS BIBLIOTECA DE LA REVISTA DE OCCIDENTE, La Biblioteca de la Revista de Occidente nace de 1a limpia ambi- cin intelectual de contribuir a desentraiar los problemas, a veces gra vves, que el mundo y Ia cultura actuales tienen planteados. Problemas cuya paulatina solucién ha de llevar a la plena maduracién de una conciencia universal que se esté fraguando por encima de los limites tradicionales —geograficos, historicos, raciales y de partido— que pertenecen ya al pasado, aunque persistan en la superficie su agitacién y su violencia. Esta Biblioteca, de temética amplia y varia, absorberd en particular las tres Series de Ciencias Histéricas, Politica y Sociolo- ia y Filosofia, que se venian publicando en colecciones independien- tes. La Biblioteca de la Revista de Occidente ofrecer asi al lector aquellas publicaciones que, por el acierto de su tratamiento, puedan ayudarle a un recto planteamiento de las cuestiones del saber y el acontecer actuales, SECCION: FILOSOFIA EDMUND HUSSERL INVESTIGACIONES LOGICAS Bit fa Revista de Occidente General Mola, 11 MADRID. © Revista de Occidente, S. General Mola, 11 - Ma ISBN: 84.292°8725.6 Depésito legal: M. 23.426-1976 Printed in Spain - Impreso en Espafta por Ediciones Castilla, S. A.- Maestro Alonso, 21 - Madrid-28 A id (1) (Espanta) Indice Lo Nivo DE LA FENOMENOLOGIA, de José Ortega y Gastet Provoco PROLoce 4 LA SEGUNDA EDICION PROLEGOMENOS A LA LOGICA PURA Iwrnopuccioy 51. La discusign en torno le definicién de la légica y al contenido esencial de sus doctrinas $2. Necesidad de una nueva dilucidacin de las cocstiones de princ! § 3. Las euestiones discutidas. El camino a emprender Capiruto 1—LA LOGICA COMO DISCIPLINA NORMATIVA Y ESPECIAL MENTE COMO DISCIPLINA PRACTICA, 44. La imperfeccién reorética de las ciencias particulaces § 5. Complemento teorético de las cencias particulares por la metatisca ¥ la teoria de Je cienc $6 Posibildad y justificacidn de’ una idgica como teoria dela ciencia, #7 Conuinuatisn, Las tes pecularidades mis importantes de las for 8 8 Relacién de estas peculiaridades con la posibilidad de ia ciencia y de la teoria de la ciencia $9. Procedimientor met6dicos de las ciencias: fundamentaciones y dis ositivos auxiliares para lay fundamencaciones 5.10. La idea de tora y Ia iden de wien como problema ide i tora de Ie ciencie $11. Le iégica 0 teoria de ia ciencia’ como disciplina notmativa y como $12. Definiciones “de la “igica inspiradas’ en esta concepcién Carivie 2—DISCIPLINAS TEORETICAS COMO FUNDAMENTO DE LAS NORMATIVAS 3.13. La discusion en torno al cardcter prictico de Ia I6gies 314 El concepto de Ia ciencia normativa, El principio que le da unidad 415. Disciplina notmativa y arte 5 16. Disciplinas teoréticas como fundamentor de las’ notmaiivas Cariruio 3—EL PSICOLOGISMO, SUS ARGUMENTS Y SU POSICION FRENTE A LOS CONTRAARGUMENTOS USUALES 117. La evestién de si tos fundamentos teoréticos esencisles de Ia 16 Blea normativa residen en la psicologt : § 18. La Gemostracidn ‘de la resis psicologista 319 Los argumentas fabituales del partido contrario y su Soluciée por parte de los psicologistas § 20. Un'vecfo en la demosteacin de ia ‘esis psicologista » 2 2 3% 38 6 Indice Caviruvo 4—CONSECUENCIAS EMPIRISTAS DEL PSICOLOGISMO § 21, Delaciin de dos consecuencias empitistas de la posici6a psicalo: Bist y su refutacién B $22, Las'leyes del pensamienta como supucsias leyes naturales que ca san el pensamiento racional, en actuacisn aislada ws § 23. Una tercera consecuencia del. psicologismo y su refutacién sl $24. Continuacidn 3 Cavituio 5—LA_INTERPRETACIONES PSICOLOGICAS DE LOS PRIN: ‘CIPIOS LOGICOS $25. EI principio de contradiccién en la interpretacidn picologista. de Mill y'de Spencer 37 § 26. La interpretacién psicoidgics del principio, dada’ por Mill, no pro. pporciona ninguna autentica ley, sin ana ley empirica comple: famente vaya y no conteastada clentficamente 8 Sobre algunos errores fundamentales del empirismo o $27. Objeciones andlogas contra las restantes interpretaciones psicoléei ‘eas del principio légico. Equivoces como fuentes de error =. 93 $28. La supuesta dualidad de! principio de contradiceidn, ), 2. Si es uma ciencia independiente de las demds ciencias y en especial de la psicologia y la metafisies. 3. Si es una disciplina formal o, como suele decirse, si se refiere a la «mera forma del conocimiento» 0 debe tomar en consideracién también su «mmaterian, 4. Si tiene el cardcter de una disciplina @ priori y demostrativa o el de una disciplina empfrica einductiva, Todas estas cuestiones se relacionan tan intimamente, que la posicién adoptada en una condiciona o influye de hecho en las restantes, al menos hasta cierto grado. Propiamente sélo hay dos partidos, La Iégica es una disciplina teorética, independiente de la psicologia y a la vez formal y de- mostrativa, juzga el uno. Para el otto es una tecnologia que depende de la icologa; con lo cual queda excluido de suyo que tenga el carécter de una disciptina formal y demostrativa, en el sentido de la aritmética, que es ¢jemplar para la parte contrari. Nosotros no aspiramos propiamente a tomar parte en estas discusiones tradicionales. Nos proponemos poner en claro las diferencias de principio que actiian en ellas y iltimamente los objetivos esenciales de una légica pura, Seguiremos, pues, el camino siguiente: Tomaremos como punto de artida la definicién de la l6gica como un arte, admitida en la actualidad casi universalmente, y fijaremos su sentido y su justificacién, Con esto se relaciona naturalmente la cuestidn de las bases teoréticas de esta disciplina y, en especial, de su relacién con la psicologia. Esta cuestién coincide esen- ialmente, si no en todo, al menos en una parte capital, con la cuestién car- dinal de la teoria del conocirtiento, que concierne a la objetividad de éste. El resultedo de nuestra investigacién sobre este punto es la obtencién de tuna ciencia nueva y puramente teorética, que constituye el fundamento més importante de todo arte del conocimiento cientifico y posee el carécter de una ciencia @ priori y puramente demostrativa, Es aguélla que han buscado Kant y los restantes defensores de una Idgica «formal» o «pura»; pero cuyos contenido y extensién no han sido comprendidos ni definidos justamente, EI thimo resultado de estas consideraciones seré una idea claramente es- ‘bozada del contenido esencial de la disciplina discutida; con lo cual quedaré adoptada una posicién clara frente a Jas cuestiones planteadas. CAPITULO 1 La légica como disciplina normativa y especialmente como disciplina prattica $4. Laimperfeccién teorética de las ciencias particulares Enséfianos Ja experiencia cotidiana que Ia maestrla con que un artista ‘maneja sus matetiales y con ef juicio decidido, y con frecuencia seguro, con que aprecia las obras de su arte, sélo por excepcién se basan en un conoci- miento teorético de las leyes que prescriben al curso de las actividades préc- ticas su direcci6n y su orden ¥ determinan a fa vez {os criterios vaforativos, con arreglo a los cuales debe apreciarse la perfeccién o imperfeccién de la ‘obra realizada. El artista profesional no es por lo regular el que puede dar justa cuenta de los principios de su arte. El artiste no exes segia principios, ni valora segiin principios. Al crear, sigue el movimiento interior de sus facultades arménicamente cultivadas, y al juzgar, sigue su tacto y senti- miento artfstico, finamente desarrollado. Pero esto no sucede sélo en las belfas artes, en las que primero se habrd pensado, sino en todas las artes en general, tomada la palabra en su sentido més’ amplio. Concierne, pues, también a las actividades de la creacién cientifca y a la apreciacién teorética de sus resultados; esto es, de fas fundamentaciones cientificas de los hechos, leyes y teorlas, Ni siquiera el matemético, el fisico 0 el astrénomo necesita egar a la inteleccién de las sltimas rafces de su actividad, para levar a -tabo las producciones cientifcas mis importantes; y aunque Tos resultados ‘obtenidos poseen para él y para los demés la fuerza de una conviccién ra- ional, no puede el cientifico tener la pretensién de haber probado siempre las iltimas premisas de sus conclusiones, ai de haber investigado los prin- Prncpalment It pole a, ae la digsion de ext cueaign hay que tener en cuenta mis ain que ta ‘bea tpastta de Milly bia de polemics conta Hamilton. Migs bajo ida lis cae Decca. wSigwart, Lotit, p10, +E Bale, Pepi, (1879), § 50, pp. 34 y 5 56 Edmundo Husserl Los numerosos tratados de lgica que han aparecido en este siglo casi nunca hacen resaltar con claridad ni examinan con cvidado el punto de diferencia de que tratamos. Teniendo en cuenta que Ia exposicidn de a égica, desde el punto de vista préctico, es perfectamente compatible con ambas posiciones y que ambas partes ‘han concedido por lo regular su utilidad, la discusién sobre el cardcter (esencialmente) prictico 0 teorético de la légica ha parecido a algunos exenta de importancia, No han visto étos nunca con clatidad la diferencia entre fas_posiciones. Nuestros fines no exigen que entremos en ta critica de las disputas entre los antiguos Iégicos: si la légica es un arte, o una ciencia, o ambas cosas, o ninguna; si en el segundo caso es una ciencia especulativa, © préc- tica, © ambas cosas ala vez. Si William Hamilton juzga sobre cllas, y a la vez’ sobre el valor de estas cuestiones, como sigue: «The controversy. is perbaps one of the most futile in the history of speculation. In so far as Logic is concerned, the decision of the question is not of the very smallest import. It was not in consequence of any diversity of opinion in regard to the scope and nature of this doctrine, that philosophers disputed by whet name it should be called. The controversy was, in fact, only about what was properly an art, and what was properly a science; and ax men attached one meaning or another to these terms, so did they affirm Logic to be an art, or a science, or both, or neither». Es de advertir, empero, que Hamilton na ha indagado muy profundamente el contenido y el valor de las distinciones y controversias d¢ que se trata, Si existiese una ade- cuada unanimidad respecto al modo de tratar Ia I6gica y al comenide de las doctrinas que deben adjudicérsele, le cuestién de si y de cémo los conceptos de art y science son inherentes a’su definicién seria de menor importancia, aunque seguitia estando bien lejos de ser cuestién de mero rétulo. Peto la discusién sobre las definiciones es en verdad (como ya hemos expucsto) una discusién. sobre Ja ciencia misma y no sobre Ja ciencia hecha, sino sobre la ciencia en gestacién y por el momento s6lo presunta, en fa que Ios problemas, los métodos, las teorias, en suma, todo es ain dudeso. Ya cen los tiempos de Hamilton, y mucho antes, eran muy considerables las diferencias respecto al contenido esencial y a la extensién de la légica, ast como al modo de tratarla. Compérese tan sélo Iss obras de Hamilton, Bol- zano, Mill y Beneke. Dichas diferencias no han hecho més que aumentar desde entonces. Si comparamas a Erdmann y a Drobisch, a Wundt y a Berg- mann, a Schupe y a Brentano, 2 Sigwart y a Ueberweg, podemos pregun- tarnos: ges esto una ciencia © meramente un nombre? Casi nos inclina- Hlamos a esta tiltima decisién, si no hubiese acd y allé algunos grupos mas amplios de temas comunes, aunque ni siquiera dos de estos ldgicos se en- tiendan de un modo aceptable respecto al contenido de las doctrinas € in- cluso al planteamiento de los problemas. Si se afiade a esto lo que ya ® Sit Wiliam Hamiion, Lectures on Lage, vol. I (Lect. om Metepbysir ond Logic, 1), 1884, pp. 9-10. Investigaciones Idgicas 37 hemos subrayado en la introduccién —que las definiciones se limitan a expresar las convicciones acerce de los temas esenciales y del cardcter me- t6dico de la légica, y que los prejuicios y los errores sobre estos puntos pueden contribuir en una ciencia tan tetrasada a empujar de ancemano la investigacién por falsos derroteros—, segutamente no se podra prestar asentimiento a Hamilton cuando dice: The decision of the question ix not of the very smallest import No poco ha contribuide a ta confusién la circunstancia de que también algunos distinguidos campeones de los derechos propios de una légice ears, como Drobisch y Bergmann, han considerado el caricter normativo de esta disciplina como algo esencialmente inherente a su concepto, La parte adversa ha visto en ello una patente inconsecuencia, incluso una contradiccién. zNo ‘entra en el concepto de la normacién la referencia a un fin y a unas acti vidades subordinadas a éste? ¢No significa, pues, una ciencis normative exactariente lo mismo que un arte? La forma en que Drobisch introduce sus definiciones y las formula puede servir para confirmar esto, En su Ldgica, ain valiosa, feemos: «El Pensamiento puede ser objeto de una investigacién cientifica, en un doble especto: primero, en cuanto es una actividad del espitinu, cuyas condi- cones y leyes cabe investigar; segundo, en cuanto es un instrumento para Ja adquisicién del conocimiento mediato, el cual no slo admite un uso recto, sino también un empleo defectuosa, conduciendo en el primer caso a resultados verdaderos, en el segundo a falsos. Hay, pues, tanto Leyes natu- rales del pensamiento, como Leyes normales del mismo, Preceptos {normas) Por los cuales ha de dirigirse pata conducir a resultados verdaderos. La in- Vestigacién de las leyes naturales del pensamiento es misién de la psicologta, pero la formulacién de sus Jeyes normales es la mision de fa (6zican "Ya ‘mayor abundamiento Ieemos en la explicacién adjunta: «las leyes normales regulan una actividad, siempre conforme a cierto fin» La parte contraia did que no hay agui una palabra que Beneke o Mill no pudiesen suscribir y emplear en su favor. Pero si se concede Ia iden- tidad de los conceptos de «disciplina normativan y «arte», es claro que el azo que une las verdades légicas en una disciplina no es la congruencia material, sino el fin directivo, como en las artes en general. Y entonces es evidentemente absutdo imponer a fa Iégica tan estrechos limites como lo hhace la légica aristoxélica tradicional —pues a ésta se reduce en realidad a légica «puray—. Es un contrasentido proponer a la Kigica un fin y ex- cluir fuego de ella ciertas clases de normas ¢ investigaciones normativas inherentes a ese fin. Los defensores de la Iégica pura se hallan atin bajo e) conjuso de Ja tradicién. El sorprendente hechizo que el huero formulismo de la logica escoléstica ha ejercido durante milenios sigue siendo todopo- deroso en ellos. Esta es la cadena de inmediatas objeciones —totalmente adecuadas para ” Deobisch, Newe Darstellung der Logik, WV, 8 2, . 3 38 Edmundo Husserl desviar el interés moderno ¢ impedirle-dirigit una consideracién més exacta sobre los morivos objetivos— que han usado grandes e independientes pen- sadores en pro de una légica pura como ciencia propia, y que atin hoy po- drfan aspirar a un serio examen. El excelente Drobisch puede haberse equi- vocado en su definicién; pero esto no prueba que su posicién sea en lo esencial falsa, como tampoco la de su maestro Herbart finalmente la del primer promotor, Kant ". Ni siquiera impide que haya detrés de la imper- fecta definicién un pensamiento valioso, al que sélo ha faltado ser expre- sado en conceptos claros. Fijémonos en la comparacién de la Idgica con la matemética pura, tan en boga enité los defensores de una Iégica pura. Tam- bién las disciplinas mateméticas sirven de base a tas artes, A Ya arit- mética corresponde el arte de calcular, a Ia geometria el arte de la agri- mensura, Aunque de un modo algo distinto, también las ciencias abstractas © teoréticas de la naturaleza dan origen a tecaologias, la fisica a las tecno- logias fisicas, la quimica a las quimicas. Teniendo esto en cuenta, cabe la presuncién de que el sentido propio de la pretendida Iégica pura sea el de tuna disciplina abstracta o teorética, que sirva de base a una tecnologla, la lgica en el sentido vulgar, 1a légica préctica, de un modo anélogo a los casos indicados. ¥ asi como en las artes en genetal proporcionan la base para la deduccién de sus normas, unas veces una disciplina teorética prin- cipalmente, otras veces varias, también Ia légica, en el sentido del arte lgico, podria depender de varias de estas disciplinas, esto es, poseeria en aquella I6gica pura meramente un fundamento, aunque acaso el capital. Si resultase ademas que las formas y leyes légicas en sentido estricto perte- necen a un circulo de verdades abstractas teoréticamente cerrado, que no puede incluirse de ningtin modo en las disciplinas teoréticas delimitadas hasta el presente, y que debe tomarse por ende como la misina légica pura en cuestién, impondrfase entonces la presuncién de que la causa que ha favorecido la confusidn de esta disciplina con aquel arte y ha hecho posible la discusién sobre si la ldgica debe definirse esencialmente como una disciplina teorética © prictica, reside en las imperfectas definiciones del concepto de la misma, y en la incapacidad para exponerla en su pureza y para aclarar su relacién con la I6gica como arte, Mientras un partido dirigia su vista a aguellas proposiciones ldgicas en sentido estricto, pura- "Kant mismo, aunque opone a Sas eyes psicolégicas, que dicen «cémo es y iensa el entendimienton, les leyes Iigicas, areglas necesarias» que dicen cémo de ia proceder al pensar» (cf, las Lecciones de lépica, Obras, Ediciée Hart, VIII B. 14), no tenia en tltimo término la intencién de considerar la léica como una isciplina normativa (en el sentido de una disciplina que mide y estima la adecuacién 1 determinados fines). Asi To indica inequivocamente. su coordinacign de la légica y Ja eatética, con arreglo a las dos «fuentes fandamentales del espiritu», éta como la sciencia (se. racional) de las reglas de In sensibilidad en. generals, auélla como la Correlativa aciencia de las teglas del entendimiento en general», Ast como la ete tica en el sentido Kantiano no puede pretender pasar por una” disciplina regulativa sconforme a ciettor fines, tampoco puede pretenderlo su ldgica. (CE. Critica de la raxin pura, introduccion 4 la ldgica trascenderta, 1, Snel del segundo spare) Investigaciones Idgicas 39 mente teoréticas, el otto se atenia a Jas discutibles definiciones de la pre- tendida ciencia teorética y al modo efectivo de desarrollarla La objecién que afirma que se trata de una restauracién de 1a ligica aristotélico-escoléstica, sobre cuyo escaso valor la historia ha pronunciado su juicio, no debe inguietarnos. Acaso resulte que la disciplina en cuestién no es de tan escaso volumen y tan pobre en problemas profundos como se le reprocha. Acaso Ia antigua ldgica fuese sélo une realizaciéa. soma. ‘mente imperfecta y turbia de Ia idea de esa I6gica pura —aunque siempre Util y digna de atencién, como primer comienz0 y conato—. Es también cuestionable si el desprecio de Ia I6gica tradicional no es una injustficada epercusién de Jas emociones del Renacimiento, cuyos motivos ya no pue den tocarnos hoy. La lucha contra la ciencia escoldstica, que histéricamente esté justificada, fue irrazonable con frecuencia en el fondo; dirigiase ante zodo, como se ‘comprende, contra la Iégica, que era la metodologia corres. pondiente a aquella ciencia, Pero el hecho de que fa I6gica formal tomase el caricter de una falsa metodologia en las manos de los escolésticos (prin- | cipalmente en el periodo de la decadencia), s6lo prueba acaso que faltaba a éstos una justa comprensidn filoséfica de Ja ciencia légica (hasta donde ya se habfa desarrollado) y que por eso la utilizacién préctica de le-misma ‘seguia camincs errados, exigiéndosele funciones metédicas 4 las cuales no estaba destinada por su naturaleza, Tampoco la mistica de los ntimeros Prueba nada en contra de la aritmética. Es sabido que la polémica, lgica del Renacimiento fue objetivamente vana e infecunda; en ella se expresaba Ja pasién, no la inteleccién. ¢Cémo vamos nosotros a dejarnos guiar por sus juicios despectivos? Un espiritu teoréticamente creador, como Leibniz, en quien coreian parcjos et desbordante impulso reformador del Renaci- miento y la meticulosidad cientifica de la Edad Moderna, no quiso saber nada de la cinegética antiescoléstica, Con palabras calurosas se encargé de defender la desdefiada I6gica atistotélica, aunque por otra parte le parecta —iustamente a él— muy necesitada de ampliacién y mejora. En todo caso podemos prescindir del reproche de que la ldgica pura acaba en una reno- vacién del «huero formulismo escoléstico», hasta legar a poner en claro dl sentido y el contenido de la disciplina en cuestiGn, justificando acaso las resunciones que se nos han impuesto. Pata examinar estas presunciones no nos dedicaremos a recoger todos “los argumentos que se han expuesto histéricamente en pro de una u otra concepcién de la légica, sometiéndolos a un anilisis ctitico. No seria este el buen camino para prestar a le antigua discusién nuevo interés. Pero los antagonismos de principio, que no llegaron en ella ¢ pulcra diferenciacién tienen su propio interés por encima de las limitaciones empiricas de los contendientes; y este interés es el que perseguimos. 60 Edmundo Husserl § 14, El concepto de la ciencia normativa. El principio que le da unidad Empezamos sentando una proposicién que es de importancia decisiva para la investigacién subsiguiente: que toda disciplina normativa, e igval- ‘mente toda disciplina préctica, descansa en una o varias disciplinas teoré- ticas, en cuanto que sus reglas han de poseer un contenido teorético, sepa- rable de Ia idea de normacién (del deber ser), contenido cuya investigacién ientifica compete a esas disciplinas teoréticas Para poner esto en claro, empecemos por considerar el concepto de ciencia normativa en su relacién con el de ciencia teorética, Las leyes de Ja primera expresan, segsin se dice habitualmente, lo que debe ser, aunque caso no sea, ni pueda ser en las circunstancias dadas; las leyes de le se- gunda, por el contrario, expresan pura y simplemente lo que es. Y se pre- gunta: gqué se quiere decir con ese deber ser opuesto al ser puro y simple? Es patentemente harto estrecho el sentido primitivo del deber, que se refiere a cierto desear 0 querer, a una exigencia o a un mandato; por ejem- plo, ti debes obedecerme, X debe venir a mi casa. Asf como en un sentido amplio hablamos de una exigencia, incluso donde no hay nadie que exija, ni eventualmente nadie tampoco a’ quien exigir, asf también hablamos con frecuencia de un deber, prescindiendo de todo desear o querer. Si decimos: un guerrero debe ser valiente», esto no quiere decir que nosotros ni nadie deseemos o queramos, ordenemos o exijamos tal cosa. Mejor cabria sostener Ia opinién de que semejante deseo y exigencia esté justificado en general, ‘esto es, con respecto a tedo guerrero, Pero tampoco esto es completamente exacto; pues no es necesatio que tenga lugar realmente semejante valoracién de un desco o una exigencia. «Un guerrero debe ser valiente» significa mas bien: sdlo un guerrero valiente es un ebuen» guerrero; y esto implica que tun guertero que no sea valiente seré un «mab guerrero, puesto que los predicados de bueno y malo se reparten la extensién del concepto de gue- fiero. Porque este juicio de valor es vilido, tiene razén todo aquel que exija de un guerrero que sea valiente. Por el mismo motivo es deseable, Yoable, etc., que lo sea. Y lo mismo en otros ejemplos. «El hembre debe amar al projimo», es decir, quien no lo haga no es un hombre «eno»; y.€8 0 ipso un hombre «malo» (en este respecto). «Un drama no debe disolverse en episodios»; de lo contrario, no es un «buen» drama, no es tuna everdadera» obra de arte. En todos estos casos hacemos depender nuestra valoracién positiva, la concesién de un predicado de valor positivo, del cumplimiento de una condicién, cuyo incumplimientg trae consigo el predicado negativo correspondiente. En general podemos ‘considerar como iguales, o al menos como equivalentes, estas {rmulas: «un A debe ser B> y aun A que no es B es un mal A» o «sélo un A que es B es un buen A>. El término de ebueno» nos sirve agai, naturalmente, ea el sentido am. plio de valioso en general; en las proposiciones concretas que responden Investigaciones ldgicar 61 nuestra férmula, deberd entenderse cada vez en ef sentido especial de las valoraciones que les sirvan de base; por ejemplo, itil, bello, moral, etc. + Hay tantos modos de hablar del deber, como distintas clases de valoracio- nes, esto es, de valores reales 0 supuestos, ‘Los enunciados negativos det deber no han de interpretarse como nega ciones de los afirmativos correspondientes. Tampaco en el sentido habitual Ia negacién de una exigencia tiene el valor de una prohibicién. Un guerrero no debe ser cobarde, no significa que sea falso que un guerrero debe ser ceobarde, sino que un guerrera cobarde es un mal guerrero. Son equivalentes, pues, estas férmulas: «un A no debe sex Bs y «un A que es B es en general tun mal Ap 0 «s6lo un A que no es B es un buen A». Es consecuencia Iégicoformal de los enunciados interptetativos, que el deber y el no deber se excliyan; y lo mismo cabe decir det principio de ue los juicios sobre un deber no implican ninguna afitmacién sobre un ser ‘correspondiente. Los juicios de forma normativa, que acabamos de explicar, no son evi- dentemente Jos inicos que pueden considerarse como tales, aunque en [a expresiénno se emplee la palabra «debe». Es inesencial que en lugar de «A debe (0 no debe) ser B», digamos «A tiene que (0 no puede) ser Br». ‘Mis importante es seftalar las dos nuevas formas. «A no tiene que ser Br y 4A puede ser B», que representan las contzadictorias de les anceriores No tiene quer es la negacién de «debe», 0 —lo que es lo mismo— de iene quer. «Puede» es la negacién de uno debe» 0 —lo que es lo mismo— de «no puede»; como se ve facilmente por los juicios de valor interpreta- tivos: «un A no tiene que ser By = «vn A que no es B no es por ello un mal A>; «un A puede ser By = «un A que es B no es por ello un mal Ap. Pero aiin deberemos incluir aqui otras proposiciones, por ejemplo: «pa que un A sea un buen A, basta (0 no basta) que sea B». Mientras que | roposiciones anteriores concernian a las condiciones meceseries pare cor ‘ceder 0 negar los predicados de valor, positivos © negativos, en las actuales Proposiciones se trata de las condiciones suficientes. Otras expresarén a la vez condiciones necesarias y suficientes Con esto quedan agotadas las formas esenciales de Jas proposiciones normativas generales. Hay también, naturalmente, formas correspondientes de juicios de valor particulares e individuales; pero no aportan nada impor- tante al andlisis, y en todo caso las diltimas no entran en cuenta para nuestros fines; todas tienen una relacidn préxima 0 remota con ciertas proposiciones normativas generales y, en las disciplinas normativas abstractas, s6lo pueden ‘entrar como ejemplos de las proposiciones generales que las regulan. Dichas ‘mantienen, en general, mas allé de toda existencia individual; us proposiciones generales son de indole epuramente conceptual», tienen el cardcter de [eyes en el verdadero sentido de la palabra. ___ Vemos, pues, pot estos andlisis que toda proposicién normativa supone sietta clase de valotacién (apreciacién, estimacién), por obra de la cual surge el concepto de lo «bueno» (valioso) 0 «malo» (no valioso) en un 62 Edmundo Husserl sentido determinado y con respecto a cierta clase de objetos, los cuales se dividen en buenos y malos con arreglo a ese concepto. Para poder pronun- iar el juicio normativo: «un guerrero debe ser valiente», necesitamos tenet algin concepto del «buen» guerrero; y este concepto no puede radicar en ratia definicién nominal, sino tan sélo en una valoracién general, ar a los guerrcros ya como bucnos, ya como malos, por estas 0 aquellas cualidades. No entramos a considerar si esta estimacidn es ‘© no «objetivamente vilida» en algtin sentido; si debe hacerse en general una distincién entre lo «bueno» subjetivo y lo bueno objetivo; sélo nos interesa fijar el sentido de las proposiciones normativas, y para ello basta que algo sea tenido por valioso, que haya una intencidn cuyo contenido sea que algo es valioso 0 bueno. ‘Ala inversa, si sobre la base de cierta valoracién general ha sido esta- blecido un par de predicados de valor para la clase correspondiente, queda dada la posibilidad de pronunciar juicios normativos; todas las formas de las proposiciones normativas reciben su sentido determinado. Toda nota constitutiva, B, del ebuen» A, proporciona, por ejemplo, una proposicién de la forma: «un A debe ser Bv; y una nota B’, incompatible con B, la proposicién: «un A no puede (no debe) ser B’», etc. Por siltimo, en lo tocante al concepto del juicio normativo, podemos des- cribirlo, después de nuestro andlisis, de la siguiente manera; Se llama nor- mativa toda proposicién que con referencia a una valoracién general bisica y al contenido de la correspondiente pareja de predicados de valor, deter- minada por esta valoracién, expresa cualesquiera condiciones necesarias 0 suficientes, o necesarias y suficientes, para la posesién de uno de dichos predicados. Una vez que hemos legado valorativamente a establecer una distineién entre «bueno» y «malo» en determinado sentido y por ende en determinada esfera, nos interesa naturalmente averiguar qué citcunstancias, qué cuslidades externas o internas garantizan o no la bondad o la malda ‘en dicho sentido; qué cualidades no deben faltar, para poder otorgar a un objeto de esa esfera el valor de bueno, etc. Cuando hablamos de bueno y malo solemos distinguir también, en va loracién comparativa, lo mejor y dptimo de lo peor y pésimo, Si el placer es el bien, el més intenso de dos placeres y el més duradero a igual inten- sidad, serd el mejor. Si el conocimiento es para nosotros el bien, no todo co- nocimiento es para nosotros «igualmente bueno». Valoramos’més alto el conocimiento de las leyes que el conocimiento de los hechos singulares; el conocimiento de las leyes més generales —por ejemplo, «toda ecuacién de enésimo grado tiene n raices»—, mas alto que el conocimiento de las leyes especiales subordinadas a aquéllas —atoda ecuacién de cyarto grado tiene 4 raices»—. Suscitanse, pues, andlogas cuestiones normativas con respecto a Tos predicados relativos de valor que con respecto a los absolutos. Fijado 1 contenido constitutivo de lo que debe valorarse como bueno —o malo—, se pregunta qué deba considerarse como mejor o peor constitutivamente en una valoracién comparativa; y luego cuales sean las condiciones préximas Investigaciones légicas 63 remotas, necesarias y suficientes, para los predicados relativos que deter- minan constitutivamente el contenido de lo mejor —-o peor—, y por iil. timo, de lo relativamente éptimo. Los contenidos constitutivos de los pre- dicados de valor positivo y negative son, por decitlo asi, las unidades de medida con que medimos los objetos de la esfera correspondiente. La totalidad de estas normas forma evidentemente un grupo cerrado, definido por la valoracién fundamental. La proposicién normativa, que exige en general a los objetos de la esfera que satisfagan en la mayor medida po- sible a las notas constitutives del predicado positivo de valor, ocupa una posicién preeminente en cada grupo de normas afines y puede designarse Como la norma fundamental. Este papel representa, por ejemplo, el impe- rativo categstico en el grupo de proposiciones normativas que constituyen Ia ética de Kant; igualmente el principio de «la mayor felicidad posible del mayor niimero posible» en la ética de los utilitarios. La norma fundamental es el correlato de la definicién de lo «bueno» y Jo «mejor», en el sentido en cuestidn. Indica el principio (el valor funda- mental) con arreglo al cual debe verificarse toda normacién, y por ende no representa una proposicién notmativa en sentido propio. La relacién de la norma fundamental con las proposiciones propiamente normativas es and Joga a la que existe entre tas ttimadas definiciones de la serie numérica y Jos teoremas aritméticos sobre relaciones numéricas —fundados siempre en aquéllas—. Cabria designar también la norma fundamental como la ede- finicién» del concepto del bien respectivo —por ejemplo, del bien moral—; pero esto serfa abandonar el concepto légico habitual de la definicién Si nos proponemos el fin de investigar cientificamente, con referencia a una * § 18. La demostracién de la tesis psicologista® Si pteguntamos cust sea la justificacién de semejantes opiniones, s¢ nos resenta una argumentacién sumamente plausible, que parece eliminar de antemano toda ulterior discusién, Definase el arte I6gico como se quiera —como arte de pensar, de juzgar, de raciccinar, de conocer, de demostrar, de saber, de las direcciones del entendimiento en la persecucidn de la ver" dad o en la apreciacién de los fundamentos de prueba, etc.—, siempte en- ‘contramios actividades o productos psiquicos como objeto de regulacién préctica. Y asi como en general la elaboracién técnica de una materia supone el conocimiento de sus propiedades, asi ocuttird también aqui tra- tandose especialmente de una materia psicol6gica. La investigacion uifica de Sas reglas conforme a las cuales habré de claborarse dicha materia, retrotraeré naturalmente a la investigacién cientifica de estas propiedades. La psicologia, y més concretamente la psicologia del conocimiento, ser por ende la que suministre el fundamento teorético para la construccién de un arte [6gico * Una_ simple ojeada al contenido de la literatura I6gica confirma esto. De qué se habla continvamente en ella? De los conceptos, juicios, racioci- nios, deducciones, inducciones, definiciones, clasifcaciones, etc., todo psico- Jogi, bien que seleccionado y ordenada desde los puntos de vista norma- tivos y précticos. Por estrechos que se tracen los limites de la I6gica pura, no se logrard alejar de ella lo psicoldgico. Lo psicoldgico hunde su ralz en Jos mismos conceptos constitutivos de las leyes légicas; como, por ejemplo, los de verdad y falsedad, afirmacién y negaciOn, usiversalidad y particule: ridad, principio y consecuencia, ete J. St. Mill, An examination of Sir Willis Hamilton's philosophy, § 5, p. 8. * Lipps Pendoten dr Low (1003), 8 * Uso las expresiones de pricslogista, psicologismo, etc, sin ningtin matiz despec tivo; enlogment «Stump ey bea Pictotoi wnd Exkeanonsebeot. ica es una disciplina_psico ‘como que ol conecieiento solo oda en la peique y el pensimiento, que llega en él a su plenitud, es un proceso sfquico.» (Lipps, op. cit.) Investigaciones ldgicas oy $19. Los argumentos babituales del partido contrario y su solucién por parte de los psicologistas La parte contraria, con extrafia insistencia, cree poder fundar la rigurosa distincién de ambas disciplinas en el carécter normativo de la Idgica. La psicologia —se dice— considera el pensamiento tal como es; la Iégica, tal como debe ser. La primera trata de las leyes naturales del pensamiento, Ia segunda de sus leyes normales. As{ leemos en las lecciones de Iégica de Kant, redactadas por Jaesche *: «Algunos légicos anteponen a la légica prin- cipios psicolégicos. Pero introducir en la I6gica semejantes principios es tan absurdo como sacar la moral de la vida, Si tomdsemos los principios a la Psicologia, esto es, a las observaciones sobre nuestro entendimiento, slo veriamos cémo tiene lugar el pensamiento y cémo es bajo las muchas y variadas trabas y condiciones subjetivas; peto esto sélo nos conduciria al conocimiento de leyes meramente contingentes. Ahora bien, en la I6gica no se pregunta por reglas contingentes, sino por necesarias; ‘no se pregunta ‘cémo pensamos, sino eémo debemos pensar. Las reglas de-la I6gica no deben salir, por tanto, del uso contingente de la razén, sino del necesario; el cual encontramos en nosotros mismos prescindiendo de toda psicologia. En la Logica no queremos saber cémo sea y piense el entendimiento, ni cémo haya procedido hasta el presente al pensar; sino cémo deba proceder. La légica debe ensefiarnos el recto uso del entendimiento, esto es, el concordante con- sigo mismo.» Herbart toma una posicién andloga, cuando contra la I6gica de su tiempo y «los presuntos cuentos psicolégicos del entendimiento y de Ia raz6n, con que la I6gica empieza», declara que éste es un error tan grave como el'de una ética que pretendiese comenzar con la historia natural de las inclinaciones, los impulsos y las debilidades humanas; y acude, para fundar su distincién, al carécter normativo de la Iégica, como de le ética Semejantes argumentaciones no ponen a los légicos psicologistas en el menor aprieto, Responden: el uso necesario del entendimiento es uso del ‘entendimiento; pertenece, pues, con el entendimiento mismo, a la psicolo- ia, El pensamiento tal como debe ser, es un mero caso especial del pensa- miento tal como es. Es cierto que la psicologta debe investigar las leyes turales del pensamiento, o sea, las leyes de todos los juicios, justos 0 falsos; eto seria absurdo interpretar esta afirmacién como si sélo entrasen en la psicologla aquellas leyes de méxima generalidad, que se refieren a todos los iuicios, debiendo excluirse de su esfera las leyes especiales del juicio, como 9s leyes del juicio gusto’. ¢O es otra la opinién? Se pretende negar acaso que las leyes normales del pensamiento tengan este caricter de leyes psico- ‘vary, Engen, T. Concepto de ta xia, Obras de Kant, ed. Hartenstein, 1867, LB. +! Herbart, Prychologie als Wissenschaft, 1, § 119 (edicion original, p. 173). * CE, por ejemplo, Mill, An examination, pp. 459 y 5. 70 Edmundo Husserl égicas especiales? Pero tampoco esto seria admisible. Las leyes normales del pensamiento s6lo aspiran a indicar —se dice— cémo se ha de proceder, supuesto que se quiera pensar rectamente. «Pensamos justamente, en sentido material, cuando pensamos las cosas como son. Pero que las cosas sean de este 0 aquel modo, segura ¢ indubitablemente, significa en nuestra boca que no podemos pensarlas de un modo distinto, como consecuencia de la natu- raleza de nuestro espititu. No es necesario sepetir, en efecto, lo que se ha dicho con harta frecuencia: que no hay ninguna cosa que nosotros podamos pensar, o que pueda ser objeto de nuestro conocimiento, tal como ella es, prescindiendo de la forma en que hemos de pensarla; que, por ende, quien Compara sus pensamientos sobre las cosas con las cosas mismas, slo consi- ue de hecho medir su pensamiento contingente, influido por el habito, la tradici6n, las inelinaciones y las aversiones, con aquel pensamiento que, libre de tales influenciss, no obedece a orca voz que la de sus propias leyes. »Pero entonces las reglas conforme a las cuales debemos proceder para pensar justamente no son otra cosa que las reglas conforme a las cuales debemos proceder para pensar como piden la naturaleza propia del pensa- miento y sus leyes especiales; o dicho més brevemente, estas reglas son idénticas a las leyes naturales del pensamiento mismo. La légica ¢5 una fisica del pensamiento, 0 no es absolutamente nada» ®, ‘Acaso diga a esto el lado antipsicologista ": Sin duda, los distintos gé- neros de representaciones, juicios, raciocinios, etc., en cuanto fenémenos y disposiciones psiquicas, entran también en la psicologia; pero ésta tiene con respecto a ellos un’ problema distinto que la l6gica. Ambas ciencias investigan las leyes de estas operaciones; pero «ley» significa para ambas algo totalmente distinto, E} problema de la psicologfa es investigar las Jeyes de la conexién real de los procesos de conciencia enire sf, como también con las disposiciones psiquicas respectivas y con los correspond tes procesos del organismo corporsl. La ley significa aqui una férmsla sin- tética del enlace necesario y sin excepcién en la coexistencia y en la suce- sidn, La conexiGn es causal. Pero la misién de la Idgica es de indole total- mente distinta. La légica no pregunta por los orfgenes y consecuencias cau: sales de las operaciones intelectuales, sino por la verdad de su contenido; pregunta qué cualidades deben tener y cémo deben transcutrie estas opera: ciones, para que los juicios resultantes sean verdaderos. Los juicios justos y los falsos, los intelectivos y los ciegos, van y vienen segiin las leyes natu- tales, tienen sus antecedentes y sus consecuencias causales, como todos los fendmenos psfquicos. Pero estas conexiones naturales 110 interesan al I6gico; éste busca las conexiones ideales, que no encuentra realizadas siempre, sino s6lo excepcionalmente, en el curso efectivo del pensamiento, Su objetivo © Lipps, Die Aufgabe der Erkenntnistheorie, Philos. Monatsbefte, XVI (1880), p. 530. © Véise, por ejemplo, las Lectures de B. Hamilton, Ul, p. 78 (citado por Mill, op. cit, p- 460), y tambien Drobisch, Newe Darstellung der Logik, § 2 (v. la anterior ita). V. también B. Erdmann, Logik, I, p- 18. i i Investigaciones Wégicas n no es una fisica, sino una ética del penssmiento. Con razén subraya, por tanto, Sigwart que en la consideracién psicoldgica del pensamiento no desem- pefiz «la antitesis de lo verdadero y lo falso ningtin papel..., como tampoco es psicoldgica la antitesis de lo bueno y lo malo en las acciones humanas» ". Con semejantes medias tintas —responderan Jos psicologistas— no po demos darnos por contentos. Cierto es que la I6gica tiene un problema to- talmente distinto del problema de 1a psicologia. ¢Quién lo negaré? La Hégica ¢s una tecnologia del conocimiento. Pero ecémo podria prescindir de Ja cuestign de las conexiones causales? ¢Cémo podria buscar las conexiones ideales sin estudiar las naturales? «Como si todo saber no necesitase fun- darse en un ser y toda ética no fuese a la vez una ffsica »"'. «l.a cuestién de lo que se debe hacer es reductible siempre a fa cuestién de fo que hay que hacer para alcanzar un objetivo determinado; y esta cuestiGn es siné- nima a su vez de fa cuestiGn de emo se alcanza efectivamente el objetivo.» El hecho de que la antitesis de lo verdadero y Jo falso no entre en cuenta para la psicologia, a diferencia de fa {dgica, «no puede significar que la Psicologia considere iguales estos factores psiquicos, distintas el uno del ‘otto, sino tan sélo que explica ambos del mismo modo» ". Desde ef punto de vista teorético, la Iégica se comporta respecto de la psicologia como la parte con ef todo. Su objetivo principal es, ante tado, sentar proposiciones de esta forma: asi justamente y no de otro modo han de conformarse, orde- arse ¥ conectarse las operaciones intelectuales —en general 0 en circuns- tancias caracteristicas— para que los juicios resultantes presenten el ca r8eter de la evidencia, de} conocimiento en e) sentido estricta de la palabra. La relacién causal es aqui palpable. El cardcter psicol6gico de Ia evidencia 5 un resultado causal de ciertos antecedentes. ¢De qué naturaleza? Inves- tigarlo es precisamente la cuestién ". No es mas feliz el siguiente argumento —repetido con frecuencia— para hacer vacilar al partido psicologista, La légica —se dice— no puede basarse sobre Ia psicologia, como tampoco sobre ninguna otra ciencia, pues toda ciencia Io es s6lo por su armonia con las reglas de la Wégica y supone ya la validez. de estas réglas. Seria, segiin esto, un circulo pretender fundar pri- motdialmente la logica sobre la psicologta ". > Loti, 1 p10. Sin duds, sencido en gu el propio Sigwate wat te gin sure (oma "eremos ehh catia 7) ov direc, otlmente isla Ts, Die Aafbe der Erkemnerarbeae, cp 78 “Lippe, Grudge der Lote 8 Ce ea cnn ated in coe Me po de Vist fata con creienteclatdad en lp bras de Mil, Sigwart Wend, Hii " lerNjpong. CE sobre lla cas y Ls ites del cap. 8, § 45 " V. Lote, Logit, § 332, pp, 343-44. Nasorp, Dher abjektive und subjektive Besrandung der Erkenntnis, PBilos, Monatsbefte, XXIII, p. 264, Tarobicn le Logics 'B. Erdmann, I, p. 18, Frente a estos, véase. Stumpf, Prycbologie und Erkenninis: ebeorie (Abhandtungen der K. bayer kad. d. Wiss, 1. Kl, KIX Ba, TY Abe. p-489) Aungue Stumpf habla de seorfa del conocimiento y no de lésica, esto no hace dife rencia exencial 2 Edmundo Husserl La parte contraria responderd: Esta argumentacién no puede ser co- rrecta, como se ve simplemente por el hecho de que se seguiria de ella la imposibilidad de la légica en general. Como la misma lgica, en cuanto ciencia, necesita proceder Iégicamente, incurtiria en el mismo circulo; la J6gica deberfa fundar la exactitud de las reglas que supone. Pero veamos més detenidamente en qué consistiria ese circulo. En que la psicologia supone la validez de las leyes l6gicas? Pero obsérvese el equi- voco que hay en el concepto de suponer. Que una ciencia supone la validez de ciertas reglas puede significar que estas reglas son premisas de sus de- mostraciones; pero puede significar también que son reglas conforme a las cuales Ia ciencia ha de proceder para ser ciencia. El argumento confunde ambas cosas; para él es lo mismo inferir segsn las leyes logicas e inferir de las leyes ldgicas. Pero el circulo s6lo existiria si se infriese de ellas. Asi ‘como tantos artistas crean obras bellas sin saber lo més minimo de estética, puede un investigador organizar pruebas sin recurrir para nada a la lWgica; luego las leyes Idgicas no pueden haber sido sus premisas. Y lo aplicable a las pruebas en particular es aplicable también a las ciencias en general. § 20. Un vacio en la demostracion de la tesis psicologista Con estas y otras semejantes argumentaciones, los antipsicologistas apa- recen innegablemente en situacién desventajosa. La discusidn pasa por re- svelta sin duda alguna para no pocos, que consideran las réplicas del par- tido psicologista como totalmente contundentes. Hay con todo una cosa que deberia excitar Ia admiracidn filosdfica, y es la circunstancia de que haya existido y siga existiendo una discusién, en donde se aducen reitera- damente las mismas argumentaciones, sin que se hayan considerado como convincentes sus refutaciones. Si todo fuese realmente Ilano y claro, como aseguran los psicologistas, no seria muy comprensible esta situacién; sobre todo considerando que también hay pensadores exentos de prejuicios, pen- sadores serios y penetrantes en la parte contraria, ¢No estaré la verdad tuna vez més en el justo medio? ¢No habré descubierto cada una de las partes un buen fragmento de verdad, mostréndose incapaz tan sdlo para delimitarlo con rigor conceptual y concebirlo justamente como un mero fragmento de la verdad total? Junto a muchas inexactitudes u oscuridades en el detalle, que habrén dado pie a las refutaciones, gno quedard en los argumentos de los antipsicologistas un resto no resuelto? 2No tendrén esos argumentos una verdadera fuerza, que se impondré reiteradamente a una reflexién exenta de prejuicios? Por mi parte responderia afitmativamente. Me parece incluso que la parte més importante de la verdad esté del lado antipsicologista; s6lo que los pensamientos decisivos no han sido expuestos convenientemente y estén enturbiados por muchas inexactitudes. Tomemos la cuestién anteriormente planteada sobre los fundamentos teoréticos esenciales de la Iégica normativa. ¢Esté realmente resuelta por Investigaciones tdgicas B la argumentacién de los psicologistas? En ésta advertimos en seguida un punto débil. El argumento demuestra séto que la psicologia es coparticipe en fa fundacién de la légica; pero no que sea ella sola, ni siquiera prefe- entemente, la que suministre el fundamento esenctal, en el sentido definido por nosotros (¥ 16). Queda abiereu ta posibilidad de que también otra cien cia contribuya a la fundacidn, y acaso de un modo incomparablemente més importante, Y aqut puede estar el lugar de aquella «ldgica pura», que debe tener una existencia independiente de toda psicologia, como ciencia natu- ralmente delimitada y en si cerrada, segiin el otro partido. Concedemos ‘gustos0s que lo tratado por los kantianos y los herbartianos bajo este titulo no responde enteramente al caréctet que deberfa tener con arteglo a la presuncién sugerida. Todos ellos hablan continuamente de leyes normativas del pensamiento, y en especial de la formacién de los conceptos, de los juicios, exe,, prueba bastante —podria decitse— de que la materia ni es tcorética, ni extraiia a la psicologta. Pero esta dificultad perderfa su fuerza si una investigacién més detenida confirmase la presuncién que se 0s inmpuso anteriormente (§ 13): que dichas escuelas no han sido afortunadas en Ja definici6n ni en la construccién de la disciplina intentada, pero que se acercaron a ella, ya que advirtieron en la légica tradiciona) une mulcicud de verdades teoréticamente congruentes, que no se prestaban a insertarse en la psicologia, ni en otras ciencias especiales, y que por ende hacfan sospechar Ta esters de la verdad. propia de ellas, Y si foesen justamente aquellas verdades, « las que se refiere en wiltimo término toda regulacisn légica, y en que por tanto es menester pensar de preferencia cuando se habla de las vverdades Iégicas, cabrfa llegar con facilidad 2 ver en ellas to esencial de Ja Uigica toda y fotular su unidad teorética con el nombre de «légica puray ‘Yo espero poder demostrar, en efecto, que éta es la verdadera situacién CAPITULO 4 Consecuencias empiristas del psico- Jogismo § 21. Delacién de dos consecuencias empiristas de la posicién psicologista 1y su refutacion Pongdmonos por el momento en el terreno de Ia Iégica psicologista, ad- mitiendo, pues, que los fundamentos teoréticos esenciales de los preceptos de la légica tesiden en la psicologia. Como quiera que se defina esta disci plina —como ciencia de los fenémenos psiquicos, o de fos hechos de con iencia, 0 de fos hechos de la experiencia interna, o de las vivencias en su dependencia respecto de los individuos que las viven o de cualquier otro modo— hay unanimidad en que la psicologla es una cieacia de hechos y pot tanto, una ciencie de experiencia. Tampoco encontraremos contradic: tores si aftadimos que la psicologia carece hasta aqui de leyes auténticas y, ppor ende, exactas, y que las proposiciones que honra con el nombre de leyes s6lo son’ generalizaciones de la experiencia, muy valiosas sin duda, pero vagas ', enunciados de aproximadas regularidades en la coexistencia 0 la sucesién, que no pretenden fijar con infalible e inequivoca precisién lo que no puede menos de coexistir o suceder en circunstancias exactamente des critas, Considérense, por ejemplo, fas feyes de la asociacién de las ideas, a fas que la psicologia asociacionista quisiera otorgar el puesto y la significa. cién de leyes psicolégicas fundamentales. Tan pronto coma nos tomamos el trabajo de formular de un modo adecuado su sentido empfricamente legt timo, pierden ef pretendido cardcter de leyes. Esto supuesto, resultan con- secuencias muy graves para los Igicos psicologistas: Primera. Sobre bases teoréticas vagas s6lo pueden. fundarse reglas vagas. Si las leves psicoldgicas carecen de exactitud, lo mismo debe suceder a los preceptos de la I6gica. Ahora bien, es indudable que muchos de estos * Uso el término veg0 como opuesto a exacta. No pretendo expresar con él el menor mepospreio de le psicotogta, a la cual estoy muy lejos. de-querer enmendatle {a plana. También Ta. ciencia de Ia naturaleza contiene «Leyes vagas» en muchas dlisciplinas, sobre todo en las concretas, Las leyes meteoroldgicas son. vagas y. sin em barge, de gran valor. 76 Edmundo Husserl preceptos estén cargados de vaguedades empiticas. Pero justamente las lla- madas leyes légicas en sentido estricto, aquéllas que como leyes de las fandamentaciones constituyen el nticleo propio de toda légica, segin hemos visto en un pasaje anterior —los «principios» légicos, las leyes de la silo aistica, las leyes de las muchas formas de raciocinio, como el silogismo de igualdad, la inferencia de Bernoulli, que va de an + 1, los principios de los raciocinios de probabilidad, etc.—, son de una exactitud absoluta. Toda interpretacién que pretenda dasles por base vaguedades empfricas, que pretenda hacer dependiente su validez de «citcunstancias» vagas, alterard de caiz su verdadero sentido. Estas leyes son aurénticas leyes y no reglas ‘emeramente empiricas», esto ¢s, aproximadas. Si la matematica pura es sélo una rama de la Wégica, que se ha desarro- lado independientemente —como creia Lovze—, también la inagotable multitud de las leyes mateméticas puras entra en Ja esfera de las leyes I6gicas exactas, que acabamos de sefialar. Y en todas las demas objeciones podremos tener presente no sélo esta esfera, sino también la de la mate- mica pura Segunda. Si para escapar a la primera objecién pretendiese alguien negar la inexactitud general de las leyes psicoldgicas, y fundar las normas de la clase que acabamos de sefialar sobre supuestas feyes naturales exactas del pensamiento, no habria ganado mucho. Ninguna ley'natural es cognoscible w priori, ni demostrable con evidencia intelectiva. El tinico camino para demostrar y justificar una ley semejante ¢s la inducci6n, partiendo de los hechos de la experiencia, Pero la induccién no demuestra la validez de la ley, sino tan s6lo la probabilidad mas 0 menos alta de esta validez; 10 justificado con inteleccién es la probabilidad y no la ley. Por consiguiente, tambien las leyes Iégicas deberfan tener sin excepeidn el rango de meras probabilidades. Nada parece més patente, por el contrario, gue el hecho de que las leyes «légicas puras» son todas’ vélidas a prior. Estas leyes no encuentran su demostracién y justificacién en Ia induccién, sino en Ia evidencia apodictica. Lo justficado con evidencia apodictica no son las meras probabilidades de su validez, sino su validez 0 verdad misma. EI principio de contradiccién no dice que es de presumir que de dos juicios contradictorios el uno sea verdadero y el otro falso; el modus Barbara no dice que si dos proposiciones de Ia forma: «todos los A son By y «todos los B son C» son verdaderas, sea de presumir que la correspondiente pro- posicién de la forma: «todos Jos A son C» es verdadera. Y asimismo, en general, en el tereno de las proposcones matemdtics puas. En otro caso -betfamos dejar abierta la posibilidad de que la presuncién no se confir- mse, al ensancharse el ciculo de nuestra experiencia sgmpre limitada. Pero acaso riuestras leyes légicas sélo son «aproximaciones» a las leyes del pensamiento verdaderamente vilidas, aunque inasequibles para nosotros. Traténdose de las leyes naturales, considéranse seriamente y con raz6n tales posibilidades. Aunque ta ley de la gravitacién estd recomendada por las més amplias inducciones y verifcaciones, ningiin fisico la considera hoy t rer Investigaciones tigicas 7 como una ley absolutamente vilida. Se pruchan en ocasiones nuevas fSemulas de la gravitacién; se ha demostrado, por ejemplo, que la ley fundamental de Jos fenémenos eléctricos, de Weber, podria funcionar igualmense bien como Jey fundamental de ta gravedad, Ei factor que diferencia ambas formulas sélo determina en los valores calculados diferencias que no rebasan la esfera de los inevitables errores de observaciéa. Pero hay infinitos factores con- cebibles de esta indole; por eso sabemos a priori que hay infinitas leyes que pueden y deben dar el mismo resultado que la ley de la gravitacién de Newton, tecomendada tan s6lo por su particular sencillez; sabemos que ya a simple busca de la Gnica ley verdadera seria insensata, dada Ja inexacti- tud de las observaciones, que no podré evitarse jamés. Esta es la situacién cen las ciencias exactas de hechos. Peto de ningiin modo en la légica. Lo gue es en aquéllas une posibilidad justificada se convierte en ésta en un absurdo patente, Tenemos, en efecto, inteleccién no de la mera probabilidad de las leyes légicas, sino'de su verdad. Con inteleccitin piena vemos fos principios de la silogfstica, de la induccién de Bernoulli, de los raciocinios de probabilidad, de la aritmética general, exc., esto es, aprehendemos a ellos ta verdad misma. Por consiguiente, las expresiones de: esferas de inexactitud, metas aproximaciones, y otras semejantes, pierden agui su po- sible sentido, Mas si eso que fa fundamentacitin psicolégica de la 1égica tiene pot consecuencia es absurdo, ella misma es absurda. Contra la verdad misma que aprehendemos con inteleccién no puede prevalecer 1a més poderosa argumentacién psicologista; la probabilidad no puede luchar contra la verdad, ni la presuncién contea la inteleccidn. Podta dejarse engafar por los argumentos psicologistas quien permanezca encerrado en la esfera de las consideraciones generales. Una simple mirada @ cusl- quiera de las leyes ISgicas, a su sentido propio, y a la inteleceién con que es aprehendida como una verdad en si, pone necesariemente término al engati. ;Cudn plausible parece, empero, lo que Ia reflexién psicologista, tan in- ‘mediata, quiere imponernos! Las leyes Idgicas som Ieyes para fundamenta ciones. ¥ las fandamentaciones, ¢qué otra cosa son sino unos pracesos pecu- liares del pensamiento humano, en que, dadas ciertas circunstancias norms Hes, 10s juicios que se presentan como miembros finales aparecen dotados de! caricter de consecuencias necesarias? Este cardcter es a su vez psiquico; ‘un estado psiquica de cierta indole y nada més. ¥ todos estos fendmenos Rsfquicos no estén aislados, como se comprende; son distintos hilos del complicado tejido de fendmenos psiquicos, disposiciones psiquicas y pro- cesos orgénicos, que Hamamos la vida humana, 0. Naturalmente, se escapa 2 estos peligros escépticos, admitiendo que las leyes del pensamiento son conocidas con inteleccidn apodictica. Pero gedmo podriamos entonces tener inteleccién de leyes cavsales? Y aun supuesto que no existiese esta dificultad, podriamos preguntar: geuindo, dénde, cémo se ha hecho fa prueba de que los actos justos de pensamiento broten de la actuacién pura de estas leyes (ni de ningunas otras)? Ch, por siemplo, las frases del articulo de Lipps sobre el problema de la teoria del conocimiento, citadas antes en la p. 70. Investigaciones l6gicas 79 Algunas confusiones faciles de cometer parecen haber allanado el camino 4 estos errores psicofogistas. En primer téimino se confunden las leyes 1é- |. gicas con los juicios (en el sentido de actos de juzgar) en que aquéllas son | acaso conocidas; esto es, las leyes como «contenidos de los juicios» con os juicios mismos. Estos tltimos son acontecimientos reales, que tienen sus causas y efectos. En particular los juicios, cuyo contenido es una ley, actian con mucha frecuencia como motivos del pensamiento, que determinan el ‘curso de nuestras vivencias mentales como prescriben justamente aquellos contenidos las leyes del pensamiento. En tales casos, el orden y enlace real dde nuestras vivencias mentales se ajusta a la ley general, pensada en el acto de conocimiento que imprime la direccién; es un caso particular y concreto de Ia fey general. Pero si se confunde la ley con el acto de juzgar,!con el | acto de conocer la misma, sea, lo ideal con lo real, la ley aparece como tuna potencia determinante del curso de nuestro pensamiento. Con facilidad muy comprensible, aiddese entonces una segunda confusidn, la confusién entre la ley como miembro del proceso causal y la ley como regla de este proceso. Bien conocemot esa mitica concepcién de las leyes naturales como potencias, que gobiernan el curso de la naturaleza; dijérase que las reglas de las conexiones causales pueden funcionar con algiin sentido como cau- sas y, por ende, como miembros de dichas conexiones. Esta grave confusidn de cosas tan esencialmente distintas, viene favorecide evidencemente en nuestro caso por la confusién anterior entre la ley y el conocimiento de la | ey. Las leyes légicas aparecfan ya como motores impulsivos del pensamiento Rigen causalmente —se pensaba— el curso del pensamiento; luego son eyes causales del pensamiento, exptesan cémo necesitamos pensar a conse- cuencia de la naturaleza de nuestro espiritu; caracterizan el espititu humano como un espfritu pensante en sentido estricto. Cuando pensamos, en mu: has ocasiones, de distinto modo del que estas leyes exigen, no «pensamos», hablando propiamente, no juzgamos como exigen las leyes naturales del Pensamiento 0 la indole propia de nuestro espiritu como espiritu pensante, sino como decreian, también causalmente, otras leyes; seguimos fas turl influencias del habito, de la pasién y otras cosas semejantes. ‘Naturalmente, también otros motivos pueden haber impulsado a esta concepcién. El hecho de que las personas normalmente dispuestas_para iertas esferas, por ejemplo, los investigadores cientificos en sus dominios, suelan juzgar con justeza légiea, pareve exigir fa natural explicacién de que las leyes logicas, por las cuales se mide la exactitud del pensamiento, deter- minan a la vez, al modo de leyes causales, el curso del pensamiento en la mayoria de los casos, mientras las aisladas’desviaciones de la norma serian ilmente imputables a aquellos perturbadores influjos de otras fuentes ricoldgicas Frente a todo esto basta hacer la siguiente consideracién. Finjamos un hombre ideal, en quien sodo pensar transcutra como exigen la leyes légicas. EL hecho de que transcurra asi ha de tener naturalmente su explicacién en iertas leyes psicoldgicas, que regularén de cierto modo el curso de las 80 Edmundo Husserl vivencias psiquicas de este ser, pattiendo de ciertas primeras «colocacio- nes». Y yo pregunto ahora: gserian idénticas estas leyes naturales y aquellas Teyes I6gicas en la hipétesis hecha? La respuesta tiene que ser manifiesta mente negativa. Las leyes causales, sejtin las cuales el pensamiento trans ccurre necesariamente de tal suerte que pueda justificarse segtin las leyes normales de la légica, no son en modo alguno lo mismo que estas nor- mas. El supuesto de que un ser esté constituido de tal forma que no pueda pronunciar juicios contradictorios en una misma serie de pensa- mientos, © que no pueda llevar a cabo ningiin raciocinio, que choque contra los modos silogisticos, no implica en absoluto que el principio de contra diccién, el modus Barbaro, etc., sean leyes naturales capaces de explicar semejante constitucién. El ejemplo de Ja méquina de caleular aclara por completo la diferencia. El orden y enlace de las cifras resultantes est repu- Jado por leyes naturales del modo exigido por la significacién de las leyes aritméticas, Pero nadie aduciré las leyes aritméticas, en lugar de las me. cénicas, para explicar fisicamente la marcha de la méquina. La méquina no ¢s, sin duda, una méquina pensante; no se comprende a sf misma, ni comprende la significacién de sus funciones. Pero ¢no podria funcionar de un modo anglogo la maquina de nuestro pensamiento, sélo que reconociendo necesariamente en todo momento como justo el curso real de un proceso mental por inteleccién de las leyes l6gicas, inteleccién que surgirfa en otro proceso? Este otto proceso podria ser también operacién de esta misme méquina o de otras méquinas; pero la valoracién ideal y la explicacién causal seguitian siendo siempre cosas distintas. No se olviden tampoco las primeras colocaciones», que son indispensables para la explicacidn causal, mientras que carecen de sentido para la valoracién ideal Los légicos psicologistas desconocen las esenciales y eternas diferencias centre Ia ley ideal y la Jey real, entze fa regulacién normativa y la regulacién causal, entre la necesidad i6gica y la real, entre el fundamento légico y el fundamento real. No hay gradacién capaz de establecer términos medios entre [o ideal y lo real. Es caracteristico del bajo nivel de los conocimientos puramente Idgicos en nuestro tiempo, el hecho de que un investigador del tango de Sigwart crea poder admitir —justamente con respecto a la ficcidn de un ser intelectualmente ideal, hecha también por nosotros ahora— que para un ser semejante «la necesidad Idgica serfa a la vez una necesidad real, que producirfa un pensamiento real»; o utilice el concepto de forzosidad de pensar para explicar el concepto de «fundamento Idgico»?. O que ‘Wundt * vea en el principio de razén «la ley fundamental de la dependencia mutua de los actos de nuestro pensamiento», etc. Esperamos que el curso de las siguientes investigaciones engendraré, incluso en. el prevenido en contra, la plena certeza de que todos éstos Son realmente errores légicos fundamentales. » Sigwart, Logik, T, pp. 259 y s. + Wondt, Logit, I, p. 573. Investigaciones Idgicas 81 § 29. Una tercera consecuencia det psicogismo y su refutacién Tercera’. $i el conocimiento de las leyes Iégicas tuviese su fuente en Jos hechos psicoldgicos; si las leyes I6gicas fuesen, por ejemplo, aplicaciones notmativas de ciertos ‘hechos psicol6gicos, como ensefia habitualmente «| partido contrario, poscerfen necesariamente ua contenido psicoldgico en un doble semido: serian leyes para los hechos psfquicos y supondrian o impli carian la existencia de estos hechos. Esto empero es falso, como puede de- mestrarse. Ninguna fey [6gica implica una matter of fact, ni siquiera la cexistencia de representaciones, o de juicios, 0 de otros fenémenos del cono- cimiento. Ninguna ley Jégica ‘es —en su auténtico sentido— une ley para los hechos de la vida psiquica, esto es, ni para las representaciones (las 1 vivencias del representar), ni para los juicios (las vivencias del juzgar), ni | paca ninguna otra vivencia psiquica La mayorfa de los psicologistas estén harto sometidos 4 la influencia de su prejuicio general, para pensar en comprobarlo sobre Jas leyes mismas de Ia légica. Puesto que estas leyes tienen que ser psicolégicas, por tazones generales, ga qué demostrar en detalle que lo son realmente? No se advierte gue un psicologismo consecuente conduciria necesariamente a interpreta cones de las leyes ldgicas, que serian extraiias a su verdadero sentido. No se advierte que estas leyes, entendidas naturalmente, no suponen nada psico- Iogico (esto es, hechos de la vida psiquice), ni en sus fundamentos ni en su contenido; y en todo caso no lo suponen mas que las leyes de la matemé- sica pura. Si el psicologismo estuviese en lo cierto, deberiamos esperar en la teoria de los raciocinios reglas del tenor siguiente: Con arreglo a la experiencia, tuna conclusidn de fa forma C y dotada def cardcter de consecuencia apodic- ticamente necesaria, se une en las citcunstancias X a ciertas premisas de la forma P. Luego para tazonar «correctamente», esto es, pasa obtener al razonar juicios de este sefialado carécter, se ha de proceder con arreglo @ esto, y cuidar de que se realicen las circunstancias X y las respectivas pre mises. Lo cegulado secian enconces hechos psiquicos, y Ia existencia de estos hechos seria un supuesto de la fundamentacién de las reglas y estarfa incluida en el contenido de las mismas. Pero ni una sola ley del raciocinio responde a este tipo. ¢Qué dice, por ejemplo, el modus Barbara? Nada més ‘que esto: «Es vélido en general para cualesquiera términos de clase, A, B,C, que, si todos Jos A son B y todos los B son C, también tados los A son Co ¥ el modus Ponens dice, formulado fntegramente: «Es una ley vélida para cualesquiera proposicionts, A, B, que, siendo cierto que si A es valida, B también lo es, Aes vélida, B tambiés lo es». Estas y todas las leyes ané- Jogas no tienen nada de empfticas ni de psicolégicas. Cierto que la l6gica p f + CE, supra, § 21, pp. 75 y ss 82 Edmundo Husserl tradicional las establece para que sirvan de normas a los actos de juzgar. Pero cesté afirmada implicitamente en elles la existencia de un solo acto de juzgar, o de cualquier otro fendmeno psiquico? Si alguien es de esta opinién, le pedimos la prueba. Lo que esté afirmado implicitamente en una propo: én debe poder deducirse de ella mediante un silogismo vilido. Pero edénde estén las formas del silogismo que permitan deducir de una ley pura un hecho? No se objete que en ninguna parte del mundo se hubiese podido Hegar « hablar de las leyes Idgicas, si nunca hubiésemos tenido representaciones juicios en vivencias actuales, ni hubiésemos abstraido de ellos los respectivos conceptos légicos fundamentales. No se diga que en todo acto de compren: sién y de afirmacin de la ley esté implicita la existencia de representaciones y de juicios que, por ende, podria inferirse de ella. Pues apenas es necesario decir que esta consecuencia no esta sacada de la ley, sino del acto de com: prensién y de afirmacién de la ley; que la misma consecuencia podria sacarse de cualquier afirmacién; y que los supuestos o los ingredientes psicoldgicos de la cfirmacién de una ley no deben confundirse con los elementos 16 sicos de su contenido Las «leyes empiticasy tienen eo ipso un contenido de hechos. Como leyes impropiamente tales, s6lo afirman, dicho grosso modo, que con arre ‘fo a la experiencia suelen darse ciertas coexistencias o sucesiones en ciertas Circunstancias, o que, segtin éstas, son de esperar con mayor 0 menor pro- babilidad. Esto implica la existencia efectiva de tales circunstancias, de tales coexistencias y sucesiones. Pero tampoco las leyes exactas de las’ ciencias ‘empirices dejan de tener un contenido de hechos. No son meramente leyes sobre hechos, sino que implican también la existencia de hechos. ‘Mas en este punto es menester una mayor exactitud. Las leyes exactas, en su formulacién normal tienen, sir. duda, el cardcter de leyes puras y no enciertan ningtin contenido existencial. Pero si pensamos en las fundamen. taciones de donde obtienen su justificacién cientifica, esté claro que esta justificacidn no pueden obtenerla como leyes puras de la formulacién nor mal. La verdaderamente fundamentada no es la ley de la gravitacién, tal como [a astronomia la formula, sino solo una proposicién de esta forma en la medida de nuestros conocimientos actuales, es una probabilidad teo réticamente fundada y de la mayor dignidad, que para la esfera de la ex periencia asequible con los instrumentos presentes es vilida la ley de Newton o una de las infinitas leyes matematicas concebibles, que sélo difieren de la ley de Newton dentro de los limites de los inevitables errores de observacién. Esta verdad esta cargada con un rico contenido de hechos; no es, pues, una ley en el auténtico sentido de la palabta. Encierra tam. bign, como es patente, varios conceptos de contornos vagos Y asi, todas las leyes de las ciencias exactas sobre hechos son sin duda aurénticas leyes; pero, consideradas desde el punto de vista epistemoléico, silo son ficciones idealizadoras, aunque ficciones cum fundamento in re Estas ficciones cumplen la misién de hacer posibles las ciencias teoréticas, | i i i Jonestigaciones Jégicas 83 como los ideales més ajustados y préximos a la realidad; 0 sea, de realizar el supremo objetivo teorético de toda investigacién cientifica de hechos, ef ideal de la teoria explicativa, de la unidad por las leyes, hasta donde ello es posible, en le medida de los limites infrangueables del conocimiento hu- mano. En lugar del conocimiento absoluto, que nos esté rehusado, nuestro pensamiento intelectivo extrae de las singularidades y generalidades empi- ricas primero esas probobilidades, por decirlo asf, apocicticas, que encierran todo el saber asequible en lo concerniente a la realidad, Reducimoslas Tuego a proposiciones exactas, que tienen ef canicrer de autéaticas leyes; y asi es como logramos costruir los sistemas formalmente perfectos de las teorias explicativas. Pero estos sistemas (como, por ejemplo, 1a mectinica reorética, la actstica, la éptica, la asteonomia teoréticas, etc.), considerados objetivamente, sélo tienen el valor de posibilidades ideales cum furdamento jn re, que 90 excluyen otras infinitas posibilidades, pero fas recluyen dentro de ciettos limites. Pero esto no nos interesa en el presente lugar, ni_menos atin la discusién de las funciones tedrico-précticas de esias reorias ideales, ‘6 sea, los servicios que prestan a la exacta prediccién de los hechos futuros ya la exacta reconstruccién de los pasados, y sus auxilios técnicos para « 41 dominio préctico de la naturaleza, Volvamos @ nuestro caso. Si las auténticas leyes son un mero ideal en la esfera del conocimiento de hechos, como acabamos de ver, este ideal ve encuencea realizado en Ta esfera del conocimiento «conceptual puro». A esta esfera pertenecen sivestras leyes l6gicas puras y las leyes de le mathesis pura. Estas leyes no tienen su «origen», 0 dicho con més exactitud, su fundamento justi ficativo, en la induccién; por ende no llevan consigo ese contenido exis tencial, que es inherente a todas fas probabilidades, en cuanto tales, in- cluso 4 las més altas v valiosas. Lo que estas leyes afirman es plena y totalmente vélido; en la inteleccién estén fundadas ellas mismas con su ab- soluta exactitud, no (en su lugar) ciertas afitmaciones probables con elemen tos visiblemente vagos. Ninguna de ellas se presenta como una posibilidad teorética entre ctras mil de cierta esfera objetivamente definida. Cual ‘quiera de ellas es una verdad Gnica y sola, que excluye toda posibilidad distinta y que se mantiene pura de codo hecho en su contenido y en sus fundamentos, como ley conocida con inteleccién. Por estas consideraciones se ve cusn intimamente estin relacionadas las dos mitades de la consecuencia psicologista, a saber, que las leyes légicas zo sélo acarrearlan necesariamente afirmaciones existenciales sobre los he- chos.psiquicos, sino que serfan también necesatiamente leyes pata estos Ihechos. Hemos Ievado a cabo la refutacién de I primera mitad. La de In segunde resulta incluide en ella, segiin el argumento siguicnte: Axi como toda ley que procede de la experiencia y la induccién, a base de hechos particulares, es una ley para los hechos, a Ia inversa, toda ley para hechos es tuna ley fandada en la experiencia y la induccién;”y por consiguiente son inseparables de ella las afrmaciones de contenido existencial, como hemos demostrado antes. 84 Edmundo Husserl Comp es natural, no debemos comprender entre las leyes de hechos aquellas proposiciones generales que aplican a fos hechos leyes concep- tuales puras, esto es, las leyes que se presentan como relaciones universal- mente vélidas por estar fundadas en conceptos puros. Si 3 > 2, también los tres libros de aguella mesa son més que los dos libros de aquel armatio, Y asf en general para toda clase de cosas. Pero la ley aritmética pura no habla de cosas, sino de ntimeros en puta generalidad —el mimero 3 ¢s mayor que ef niimero 2— y puede aplicarse no sélo a los objetos indivi- duales, sino también a los «generales», por ejemplo, a las especies de los colores y de los sonidos, a las especies de las figuras geométricas y a las demés generalidades intemporales semejantes. Si se concede todo esto, es inadmisible navura sgicas (tomadas en su pureza) sean leyes de las act psiquicos, ente que las leyes 16- idades o los productos § 24. Continuacin Quizd se trate de escapar a nuestra conclusién, objetando que no toda ley para hechos nace de la experiencia y la induccién. Hay que distinguir: todo conocimiento de ley descansa en la‘experiencia, pero no todo brota de ella en Ia forma de la induccidn, esto es, del proceso I6gico bien conocido que se eleva desde los hechos singulares o las universalidades empiricas de orden inferior a las verdaderas leyes generales. En particular las leyes logi- cas son leyes conformes a la experiencia, pero no inductivas. En la expe- riencia psicol6gica abstraemos los conceptos I6gicos fundamentales y las re- Jaciones conceptuales puras dadas con ellos. Y reconocemos de un solo zgolpe que lo que encontramos en el caso particular ex universalmente valido, porque se funda tan sdlo en los contenidos abstraidos. De este modo la experiencia nos proporciona una conciencia inmediata de las leyes de nues- tro espiritu. Y como no hemos necesitado de la induccién, tampoco el resultado padece sus imperfecciones; no tiene el mero cardcter de la. pro- babilidad, sino el de la certeza apodictica; no tiene limites vagos, sino exactos, ¥ no implica en ninguna forma afirmaciones de contenido exis tencial. Sin embargo, la objecién no es sufciente. Nadie duda de que el conoci: miento de las eyes Igicas suponga, como acto psiquico, la experiencia particular y tenga su base en la intuicién concreta. Peto no deben confun- dirse los «supuestos» y «bases» psicoldgicos del conocimiento de la ley con los supuestos, los fundamentos o las premisas ldgicos de la ley; ni por consiguiente la dependencia psicol6gica (por ejemplo, en Je génesis) con fa fundamentaciin y fa justificacién I6gica. Esta uhtima es el resultado intelec- tivo de la relacién objetiva de principio y consecuencia, mientras que la primera se refiere a las relaciones psiquicas en la coexistencia y la sucesién. Nadie puede afirmar en serio que los casos particulares y concretos pre Investigaciones tégicas 8s sentes a nuestros ojos y sobre la «base» de los cuales tiene lugar el cono- cimiento intelectivo de la ley, tengan la funcién de fundamentos [gicos, de premisas, como si de la existencia de lo particular se infriese la ley general La aprehensién inwitiva de la Jey puede exigir psicolégicamente dos pasos: Ja mirada a las particularidades de la intuicién y la inteleccién de la ley referente a ellas. Pero ldgicamente sélo hay una cosa. El contenido de la inteleccién no es una consecuencia de ly individualidad. Todo conocimiento «empieze con la experiencias, pero no por esto surge» de la experiencia. Lo que nosotros afirmamos es que toda ley para hhechos surge de la experiencia, y esto implica el que s6lo pueda fundatse en la induccidn, partiendo de experiencias particulares. Si hay leyes conoci- das con inteleccién, no pueden ser (inmedistamente) leyes para hecho. Hasta el presente, siempre que se ha admitido la inteleccién inmediata de leyes de hechos, ha resultado que o se han mezclado verdaderas leyes de hechos —esto es, leyes de fa coexistencia y de {a sucesién— con leyes idea- Jes, @ las que en si es extrafia la referencia a lo temporal, o que se ha confundido el vivo impulso de conviccién, que traen consigo las leyes em: piricas muy familiares, con la inteleccidn que sélo vivimos en la esfera de lo uramente conceptual Si un argumenta de esta naturulera no prede obrar inBujos decisives, siempre puede robustecer la fuerza de otros argumentos. Aftadamos uno mas. Dificilmente negaré nadie que todas las leyes ldgices puras son de_un mismo cardcter; luego si fogramos demostrar de algunas que es imposible onsiderarlas como leyes de hechos, esto mismo sera necesariamente vélido para todas. Pues hien, entze dichas leyes se encuentran algunas que se refie ren a verdades en general, esto es, en las cuales los «objetos» regulados son verdades. Por ejemplo, es valido’ para toda verdad, A, que la proposicién contradictoria no es una verdad; ¢s vilido para cada par de verdades, A, B, 4que también las proposiciones conyuntivas y disyuntivas formadas con ells * son verdades; si tres verdades, A, B, C, estén en tel relacién que A es el fundamento de B y B el de C, A es tambin el fundamento de C, etc. Ahora bien, es absurdo considerar como leyes para hechos Jeyes que son validas para las verdades como tales, Une verdad no es nunca un hecho, esto es, algo temporal. Una verdad puede tener la significacién de que una cosa f¢5, 0 un estado existe, 0 un cambio tiene lugar, etc. Pero la verdad misma se halla por encima de toda temporalidad, es decir, que no tiene sentido atri buitle un ser temporal, un nacer o un perecer. Donde el absurdo resalea con mayor claridad es en las leyes mismas de las vetdades. Como leyes rea- les, setian reglas de la coexistencia y la sucesién de ciertos hechos, mas especialmente de las verdades; y entre estos hechos, que ellas regularian, figucaclan por necesided ellis mismas, en cuanto verdades, Entonces une * Entiendo por éstas el sentido de las proposiciones «A y Bo, esto es, ambas ton vidas, y «A'0 Be, esto s, una de las dose vilid, lo que no impli que slo wana To sea. 86 Edmundo Huser! ley prescribiria el ir y venir de ciertos hechos Hamados verdades; y entre estos hechos deberia encontrarse como uno més la ley misina. La ley nace- tla o pereceria con arreglo a la ley... patente contrasentido. Y lo mismo sucederia si pretendiésemos interpretar las leyes de las verdades como leyes de la coexistencia, como algo particular en el tiempo, y, sin embargo, como regla general para todas y cada una de las cosas temporales. Semejantes absurdos’ son inevitables cuando no se advierte, © no se comprende en su recto sentido, la fundamental diferencia entre los abjetos ideales y los reales, y la correspondiente diferencia entre las leyes ideales y las reales. Veremos repetidamente que esta diferencia es decisiva en las discusiones entre la Iégica psicolégica y la pura CE. las consideraciones sisteméticas del cap. 7 de esta obra sobre el contra sentido escéprico relativista de toda concepddn, que haga las leyes ldgices. dependientes de hecho. CAPITULO 5 Las interpretactones psicoldgicas de los principios légicos $25. El principio de contradiccién on la interpretacién psicologista de Mill y de Spencer Hemes indicado ya que un desarrollo consecuente de la concepcién de las leyes légicas, como leyes de los hechos psiquicos, conduciria por fuerza a interpretaciones esencialmente falsas de fas mismas. Pero la l6gica impe- zante ha rehuido por lo regular la consecuencia en este punto como en todos fos demas. Casi dirfa que el psicologismo sélo vive de inconsecuencias y que quien lo piensa con rigor hasta el fin ya lo ha abandonado, si el em pirismo extremo no suministrase un ejemplo notable de cusnto més fuertes pueden ser los prejuicios arraigados que los més claros testimonios de la inteleccién. Con impavido rigor saca las més duras consecuencias; pero sslo para tomarlas sobre si y unirlas en una teoria lena de contradicciones. Lo que hemos hecho valer en contta de la posicién lWégica que impugnamos —aue fas verdades fégicas, en Tugar de ser feyes de naturaleza conceptual pura, garantizadas « priori y absolutamente exactas, setian necesatiamente probabilidades muis o menos vagas, fundadas en la experiencia y Ja induc 'y concernientes a ciertos hechos de la vida psiquica humana—, eso mismo {prescindiendo acaso de subravar la vaguedad) es justamente la doc trina expresa del empirismo, No podemos proponernos someter esta direc cién epistemol6gica a una critica exhaustiva. Pero ofrecen particular interés para nosotros las interpretaciones psicoldgicas de Tas feyes f6gicas, que, se hhan dado en esta escuela y gue han difundido también més alli de los fimites de effa una ilusin ofuscadora " Como és sabido, J. St. Mill? enseta que el principium contradictionis es «una de nuesizas més tempranas y mds inmediatas generalizaciones de la "Bl apgndice a este parigrafo y el siguiente contiene una discusiin general de Toe etrores fundamentales del empitismo, suficiente para poder esperar que favore=s rnuestras intenciones idealists en floes. * Mill, Léeiea, libro I, cap. VIN, § 4. 88 Edmundo Husserl experiencias, Y encuentra su primitivo fundamento en que «creer y no creer son dos distintos estados de espfritu», que se excluyen mutuamente. Sabemos esto —prosigue literalmente— por las observaciones mas simples de nuestro propio espiritu. ¥ si ditigimos nuestea observacién hacia fuera, fencontramos también que Ja luz y la oscuridad, el ruido y el silencio, ta igualdad y la desigualdad, el ir delante y el ir detrés, Ia sucesién y la multeneidad, en suma, todo fendmeno positivo y su negacién (negative) son fenémenos distintos, que se hallan en una relacién de antagonismo ex- remo, estando siempre ausente el uno cuando esté presente el otro. «Yo consideron, dice, «el axioma en cuestién como una generalizacién de todos estos. hechos». Miill, tan sagaz en otras ocasiones, parece abandonado de todos los dio- ses cuando se trata de Jos principics fundamentales de sus prejuicios empi ristas. Y as{ 1a tinica dificultad en este punto es comprender cdmo pudo parecer convincente semejante teoria. Lo primero que sorprende es la pa- tente incorreccién de la afirmacién segiin la cual el principio que dice que dos proposiciones contradictorias no.son ambas verdaderas y se excluyen en este sentido, es una generalizacién de los ahechos» indicados de que la luz y Ja oscuridad, el ruido y el silencio, etc., s€ excluyen; los cuales lo son todo antes que proposiciones contradictorias. No se comprende bien cémo Mill pretende establecer Ia conexién de estos supuestos hechos de experiencia con Ia ley légica. En vano se busca la explicacién en las con sideraciones paralelas que Mill inserta en su obra de polémica contra Hamil ton, En este lugar cita Mill con aplauso la «ley absolutamente constante» que su correligionario Spencer ha dado por base al principio légico: that the appearance of any positive mode of consciousness cannot occur without excluding a correlative negative mode: and that the negative mode cannot occur without excluding the correlative positive mode®. Pero zquién no ve que esta ley representa una pura tautologia, puesto que la exclusién motua entra en la definicién de los términos cortelativos: «fenémeno posi- tivo y negativos? Mas el principio de contradiccién no es en modo alguno una tautologia. En la definicién de las proposiciones contradictorias no esté cl que se excluyan. Y si lo hacen, en virtud de dicho principio, no es cierto Jo inverso; no todo par de proposiciones que se excluyen es un par de proposiciones contradictorias, prueba bastante de que nuestro principio no puede confundirse con aquella tautologfe. Ni tampoco Mill pretende que s¢ Je considere como una tautologfa, puesto que, segtin él, surge por induccién de fa experiencia En tado caso, para aclarar el sentido empirico del principio, pueden servir mejor que estas referencias tan poco comprensibles a Igs incoexisten- cias de la experiencia externa, otras manifestaciones de Mill, principslmente quellas que discuten la cvestin de si los tres principios légicos funda- * Mill, Am Examination, cap. XX1, p. 491. Spencer, pot inadvertencia, recurte 4 principio’ del tercero excluso, en lugar del principio de contradiccion Investigaciones ldgicas 389 _mentales deben ser considerados como ivherent necessities of rhought, como an original part of our mental constitution, como laws of our thougts by the native structure of the mind, 0 si s6lo son leyes del pensamiento because we perceive them to be universally true of observed phenomena —lo que Mill no llega a decidir, por lo demas, positivamente, Lemos con referencia a estas leyes: They may or may not be capable of alteration by experience, ‘but the condition of our existence deny to us the experience which woukd be required to alter them. Any assertion, therefore, which conflices with one of these laws— any proposition, for instance, which asserts a contra. diction, though it were on a subject wholly removed from the sphere of our experience, is to us unbelievable. The belief in such a proposition is, jn she present constitution of nature, impossible as a mental fact + De aqui inferimos que la inconsistencia que se expresa en el principio de contradiccién, la imposibilidad de que sean verdaderas ambas proposi- ciones contradictorias, es interpretada por Mill como una incompatibilidad de estas proposiciones en nuestra belief. Con otras palabras: La imposibi. Tidad de que sean verdaderas ambas proposiciones +s sustituida pot fa in- compatibilidad real de los actos de juicio cortespondientes. Esto atmoniza bien con fa afirmacién, hecha repetidamente por Mill, de que los sctos de fe son los inicos objetos que se pueden llamar verdaderos o falsos, en sentido propio. Dos actos de fe opuertos contradicioriamente no pueden coexistir; asi habria que entender el principio. § 26, Le interpretacion psicoldgica del principio, dada por Mill, no pro- Porciona ninguna auténtica ley, sino una ley empirica completa mente vaga y no contrastada ctentificamente Mas aqui surgen toda clase de dificultades. En primer término, la formu- lacién del principio es seguramente incompleta, 2En qué circunstancias —habré que preguntar— no pueden coexistir los dos actos de fe opuestos? En distintos individuos pueden coexistir muy bien, como todo el mundo sabe, juicios opuestos, Por tanto, deberemos decir més exactamente, expo- niendo # la vez el seatido de le coexistencia real: en e} mismo individvo, ‘© mejor atin, en la misma conciencia, actos de fe contradictorios no pueden durar un momento, pos pequebo que sea. Pero ges esto realmente una ley? ¢Podemos formularla realmente con ilimitada universalidad? ¢D6nde estén Jas inducciones psicolégicas que justifican su admision? ¢No habré habido y no habué todavia hombres que en ocasiones —por ejemplo, enredados por sofismas— tengan por verdaderas al mismo tiempo cosas opuestas? ¢Se han hecho investigaciones cientfficas para averiguar Ilo no sucede entre + Mill, An Examination, p. 491. Cf también p. 487: I it the generalization of mental act, which 4s of continual occurrence, and which cannot be sispensed with in restoring 90 Edmundo Hussert los dementes, y acaso traténdose incluso de francas contradicciones? ¢Qué pasa en los estados de Ia hipnosis, del delitio febril, etc.? Es la ley valida también para los animales? Para escapar a estas objeciones, acaso el empirista limite su «ley» me diante adecuadas adiciones; por ejemplo, diciendo que sélo pretende set vilida para los individuos de la especie homo v ademds normales y en es tado de constitucién mental normal, Pero basta plantear la capciosa cuestién de la definicién exacta de los conceptos «individuo normal» y «constitu cién mental normals, para reconocer cuén complicado y cuén inexact se ha tornado el contenido de Ia ley de que tratamos. No es necesario proseguir estas consideraciones (aunque, por ejemplo, cl factor temporal que aparece en la ley pedirfa algtin detenimiento), Son més que suficientes para servir de base a este asombroso resultado: que nuestro familiar principium contradictionis, que siempre fue considerado como una ley evidente, absolutamente exacta y valida sin excepcidn, resulta ahora el modelo de una afirmacién toscamente inexacta € incientifica, que sdlo consigue elevarse al rango de una presuncién plausible, después de muchas correcciones, que convierten su contenido aparentemente exacto en un contenido muy vago. Asi sucede necesariamente, empero, si el empirismo tiene razén al interpretar la incompatibilidad, de que habla el principio. como incoexistencia real de actos de juicio contradictorios, 0 sea, el prin ipio mismo como una ley empirico-psicolégica. Y el empirismo profesedo por Mill ni siquiera piensa en definir y demostrar cientificamente aquella primera afirmacién, toscamente inexacia, que brota de la interpretacién psicolégica; Ia toma tal como se presenta, tan inexacta como era de esperar. tratindose de «una de las més tempranas e inmediatas generalizaciones de la experiencia», esto es, de una grosera generalizacién de la experiencia precientifica. Justamente cuando se trata de los iiltimos fundamentos de toda ciencia, resulta que hay que contentarse con esta experiencia ingenua y su ciego mecanismo asociativo. Convicciones que sin ninguna inteleccién brotan de mecanismos psicolégicos; que no tienen mejor justificacién que prejuicios universales; que por virtud de su origen carecen de Ifmites fiios y constantes; y que si se toman a la letra, por decirlo asi, enciertan false dades, como puede demostrarse, zhan de representar los iltimos fundamen: tos justifcativos de todo conocimiento cientifico en el sentido més riguroso de la expresiSn? Pero no vamos a continuar por este camino. Lo que importa es remon: tarnos al error fundamental de la teoria adversa, preguntando si esa afr macién empfrica sobre los actos de fe, como quiera que se formule, es real mente la ley de que hacemos uso en la légica. Aquélla dige: en ciertas circunstancias subjetivas X (por desgracia no investigadas en detalle ni com. pletamente determinables) no pueden coexistir en la misma conciencia dos actos de fe opuestos como el si y el no. ZEs esto realmente lo que los Iégicos quieren decir, cuando dicen: «dos proposiciones contradictorias no son ambas verdaderas»? Basta mirar a los casos, en que usamos esta ley regu: Investigaciones légicas a lando las actividades del juicio, para reconocer que su sentido es muy dis tinto, En su formulacién normativa dice evidentemente esto p nada més que esto: cualquiera que sea el par de actos de fe opuestos que se escojan —lo mismo si pertenecen al mismo individuo que si estén repartidos entre distintos; lo mismo si coexisten en el mismo espacio de tiempo que si estén separados por algin intervalo— es cierto con absoluto rigor y sin excep: cidn, que los dos miembros del par en cuestién no son ambos justos, esto 5, conformes 2 la verdad. Creo yo que 90 se podré dudar de fa validez de esta norma, ni siquiera por el lado empirista. En todo caso la ldgica, cuando habla de las leyes del pensamiento, sélo trata de esta segunda ley, de la ley Logica, y no de aquella vaga aley» de la psicologia, totalmente distinta por su contenido y ni siquiera formulada hasta el presente. APENDICE A LOS DOS ULTIMOS PARAGRAFOS Sobre algunos errores fundamentales det empirismo Dado el intimo parentesco entre el empirismo y el psicologisma, parece justifcada una pequeia digresién, destinada a descubrir los errores funda mentales del empirismo. El empirismo extremo, como teoria del conoci- miento, no es menos absurdo gue el escepticismo extremo. Amul Ia post bilidad' de una justificacién racional del conocimiento mediato; y por ende anula su propia posibilidad como teoria cientificamente fundada °. Concede que hay conocimientos mediatos, que resultan de la fundamentacién, y no niiega que haya principios de ésta. No sélo confiesa la posibilidad de una lgica, sino que la construye él mismo. Ahora bien, si toda fundamentacién se basa en ciertos principios, a los cuales se ajusta su curso, y encuentra su tltima justifcacién recurriendo a esos principios, seria 0 un circule oun rregreso infinito decir que los principios mismos de la fundamentacién nece- sitan fundamentacién. Lo primero, si los principios justificativos de los principios de la fundamentacién se identifican con estos mismos; lo segundo, si unos y otros son siempre distintos. Es evidente, pues, que no tiene ser tido posible ef exigir que se justifique por principios todo conocimiento mediato, si no somos capaces de conocer de un modo inmediato e intelec- tivo ciettos principios wltimos, en los cuales se funda en gltimo término toda fundamentacién. Los principios justficativos de todas las fundamenta ciones posibles deben poderse reducir deductivamente, segtin esto, a ciertos Sepiin el concepto riguroso del escepticismo, que exponemos en el capitulo 7, 1 empirismo ‘se caracteriza, por tanto, cofwo una teoria escéptica. Muy certerament? Je aplica Windelband la expresién kantiang de xintento desesperador:, ex el intento desesperado de fundar, mediante una teorta emplrica, 10 que constituye la base de ‘oda teoria, (Priludien, p. 26). 92 Edmundo Husserl principios tiltimos e inmediatamente evidentes; de tal suerte, ademés, que los principios mismos de esta deduccién se encuentren todos entre dichos rincipios sltimos, ero el empirismo extremo, que no concede en el fondo plena confianza sino a los juicios empiricos particulares (confianza totalmente exenta de critica, pues el empirismo no advierte las dficultades que envuelven en gran ‘medida justamente estos juicios particulates), renuncia co ipso a la posibi Tidad de justificar racionalmente el conocimiento mediato. En lugar de reco- nocer que los siltimos principios de que depende la justificacién del cono- cimiento mediato son intelecciones inmediatas y por tanto verdades dadas, cree conseguir més derivéndolos de la experiencia y Ia induccién, 0 sea, justificéndolos de un modo mediato. Si preguntamos por los principios de esta derivacién y por lo que la justifica, el empirismo, como le esté vedado recuttir a principios generales inmediatamente inteligibles, responde recu: rriendo a la experiencia cotidiana, ingenua y exenta de critica. ¥ cree dar a ésta una mayor dignidad, explicdndola psicol6gicamente al modo de Hume. No advierte que, si no hay una justificacién intelectiva de las verdades diatas, 0 sea, una justificacién por principios generales inmediatamente evi- dentes, segin los cuales las respectivas demostraciones sigan su curso, la teoria psicolégica toda del empirismo, la docttina tode de éste, fundada en -el conocimienta mediato, carecera de toda justificacién tacional, y seré una suposicién arbitraria, no mejor que cualquier prejuicio. Es singular que el empirismo otorgue més confianza a una teorfa, grava- da con tales contrasentidos, que a las trivialidades fundamentales de la Iégica y Ia atitmética. Como genuino psicologismo, revela en todas partes la propensién a confundir el origen empirico y psicoligico de ciertos juicios universales (en gracia a esta su presunta «naturalidad») con la justificacién de los mismos. Adviértase que el resultado no es mejor para el empirismo moderado de Hume, que trata de salvar, como justificada @ priori, la esfera de la Jogica y Ia matematica (pese al psicologismo que también las confunde) y sélo entrega al empirismo las ciencias de hechos. También esta posicién epistemolégica se revela insostenible, ¢ incluso absurda, como pone de ma- nifesto una objecién ansloga a la que hemos hecho al empirismo extremo. Los juicios mediatos sobre hechos —asi podemos expresar brevemente el sentido de la teoria de Hume— no admiten, con toda universalidad, nin ‘guna justificacién racional, sino s6lo una explicacién psicolégica. Basta’plan- tear Ia cuestién de cudl sea la justifcacién racional de los juicios psicols- gicos (sobre e) habito, tx asociacién de las ideas, etc.) en que se apoya esta misma teoria y de Jos argumentos de hecho que ella misma emplea, para reconocer la evidente pugna entre el sentido de la proposic%én que la teoria ‘quiere demostrar y el sentido de las derivaciones que pretende emplear para ello. Las premisas psicolégicas de la teoria son ellas mismas juicios mediatos sobre hechos; catecen, pues, de toda justificacién racional, segtin Ia tesis que se trata de’ probar. Con otras palabras: la exactitud de la teorfa Investigaciones (6gicas 93 supone Ia itracionalidad de sus premisas y la exactitud de las premisas la irracionalidad de te ceorte o de la cesis. (También la teoria de Hume es, segin esto, escéptica en el sentido riguroso que se definird en el ca” pitulo 7.) § 27. Objeciones andlogas contra las restantes interpretaciones psicolégé cas del principio Idgico. Equivocos como juentes de error Es facil yer que objeciones como Jas que hemos formulado en los uilti- ‘mos pardgrafos alcanzan necesariamente toda falsa interpretacién psicolégica de as Iamadas leyes del pensamienso y leyes dependientes de éstas. No serviria de nada apelar a la «confianza de la tazén en si misma, o a la evi- dencia que acompaiia a dichas leyes en el pensamiento ldgico, para escapar nuestra requisitoria, que pide la definicidn v la fundamentacién de las interpretaciones psicologistas. La inteligibilidad de las leyes !égicas se man- tiene firme. Pero si se entiende su contenido ideal como psicolégico, se altera totalmente su sentido originario, al cual esté vinculads Ja inteli lidad. Unas leyes exactas se han convertido, como vimos, en vagas univer- salidades empiricas, que pueden tener cierta validez, respetando debida- mente su esfera de indeterminacién, pero que estén muy lejos de toda evi- dencia, Siguiendo ef impulso natural de su pensamiento, pero sin tener clara conciencia de él, los psicologistas empiczan por entender todas estas eyes en el sentido objetivo, antes de iniciar su arte de interpretacién filos6- fica. Pero luego incurren ea el error de extender la evidencia —que se referia exclusivamente al sentido propio de las leyes, garantizéndoles la valide2 absoluta de las mismas— a las interpretaciones esencialmente dis- tintas que creen deber dar a las férmulas de dichas Jeyes, al reflexionar pos- teriormente sobre ellas. Si hay caso en que esté justificado hablar de la inteleceién con que nos apoderamos de la verdad misma, es ciertamente al formular el principio que dice que dos proposiciones contradictorias no son ambas verdaderas; y viceversa: si hay algin punto en que debamos negar que dicha inteleccin esté justificada, es sin duda en la interpretacién psicologista del mismo principio (o de sus equivalentes), por ejemplo, que ‘ala afirmaci6n y la negacién se excluyen en el pensamiento», que «en una conciencia no pueden existir simulténeamente juicios reconocidos como contradictorios» *, que ¢s para nosotros imposible creer en una contradiccién explicita’, que nadie puede admitir que algo sea y no sea a la vez; y otras semejantes, 5 Férmalas de Heymans (Die Gesetze and Elemente des sistenschaplichen Dew dens, 1,8 19 y 8). Andiogs a la segunda es la de Sigware, Logit, 1, p. 19: «es impo: sible afmar y negar conscientemente a ia ver la misme, propesiciSn final de In ca de In obra de Mill contra Hamilton, supre, pp. 88 y 3 {texto) Igualmente se lee op. cit, p. 48%, infra two estertion) one 0} which denies Lobut tbe orber affirms, catnot be thought togetber, en quc el thought es interpreta inmediatamente corso believed

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