Y7urk
Leopoldo Lugones
Prélogo Jorge Luis Borges
Ilustraciones Ravil SoldiY7uRPROLOGO
No es aventurado afirmar que Yzur es el primer cuento fantastico, no
sélo cronolégicamente, lo cual es de escasa importancia, sino también
estéticamente, de la literatura argentina. Este juicio puede llevar a la
polémica y no a la conviccion; digamos que es uno de los dos mejores
cuentos y dejemos al discreto lector la eleccién del otro, o de los otros.
Descendamos ahora a las cireunstancias histéricas. Las fuerzas extra-
fas aparecieron en Buenos Aires en 1906. Alguien ha observado que
Lugones tuvo diversos y sucesivos maestros y que no hay libro suyo en el
que no percibamos inequivocamente a éste 0 aquél. Albert Samain preside
Los crepisculos del jardin; Jules Laforgue, el Lunario sentimental; Hugo
esta en todas partes. Jovis omnia plena. Cabria notar que, para Leopoldo
Lugones, la lectura de un texto y el descubrimiento de un escritor no
fueron experiencias menos intimas y esenciales que las desventuras 0 los
dones de una pasion. {Qué raz6n puede haber para no admitir que un
literato sea sensible a la literatura? Emerson ha escrito que la poesia nace
de la poesia. Las fuerzas extranas fueron sofiadas y redactadas bajo el
influjo de Poe, de Wells y, menos probablemente, de su contemporaneo
Papini. Esos autores estaban al alcance de todos, pero sélo Lugones escri-
bio Las fuerzas extranas.
En ese volumen se incluyen cuatro breves obras maestras. Una, indis-
cutible, es La Uuvia de fuego. Su estimulo fue el versieulo 24 del capitulo
19 del Génesis, que se lee asi en la clasica versién espafiola de Casiodoro
de Reina: “Entonces llovié Jehov sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego
de parte de Jehova desde los cielos”, Ese texto lacénico fue un punto de
partida para la imaginacién de Lugones, que lo amplié con rasgos circuns-
tanciales y con la personalidad del narrador, que, desde luego, tiene menos
de hebreo que de griego.
Otro, La estatua de sal, procede del versiculo 26 del mismo libro:
“Entonces la mujer de Lot miré atras, a espaldas de él, y se volvié estatua
de sal”. Se atribuye a Pitagoras el dictamen de que no se debe mirar atras
en las despedidas; esto puede interpretarse de un modo magico o, esencial-
mente, de un modo psicolégico. La mujer de Lot se transforma en estatua
de sal porque ha visto una cosa que esta vedada a los ojos humanos. Asi lo
afirman las tltimas palabras del cuento, cuyo protagonista no es la mujer
sino el anacoreta Sosistrato.
Este relato que se deriva del anterior, es inferior al anterior por su
evidente falta de unidad. Sus patéticas paginas abundan en frases memora-
bles, dignas de su autor y de Hugo. Casi al azar citemos:
“A los ojos del solitario aparecié wna mujer, vieja
como la eternidad, envuelta en andrajos terribles, de
una lividez de ceniza, flaca y temblorosa, lena de
siglos,”El més famoso de los sonetos de Heredia es el llamado Fuite de
centaures. Heredia empieza con centauros y concluye con Hércules; Lugo-
nes, en Los caballos de Abdera nos da un relato de cardcter histérico y
bruscamente asciende a lo mitolégico. El soneto, cuyo tema es un episodio
del cuarto trabajo de Héreules, vale harto menos que el relato sugerido por
él. He aqui el verso final:
“L’horreur gigantescue de Vombre herculéene”
Comparémoslo con el fin del texto de Lugones:
“Bajo la cabeza del felino, irradiaba luz superior
el rostro de wn numen; y mezclados soberbiamente con
la flava piel, resaltaban su pecho marméreo, sus bra-
208 de encina, sus muslos estupendos.
Y un grito, un solo grito de libertad, de reconoci-
miento, de orgullo, lend la tarde:
—jHeércules, es Hércules que Wega!”
De los diversos y admirables relatos de Las fuerzas extrafias, hemos
elegido, para esté libro inaugural de la serie, el titulado Yzur. En el
primer decenio de nuestro siglo, el castellano escrito vacilaba entre los
remedos académicos, el desenfado de lo que Paul Groussae apodaba “prosa
de sobremesa” y el dulce estilo nuevo, a la vez musical y visual, de los
modernistas. Lugones, que era modernista, no lo fue en este euento, Yzur
est narrado en primera persona; esa persona corresponde a un investiga-
dor, circunstancia feliz que obligd a su autor a elegir un modo severo y a
rechazar las tentaciones de un estilo decorative. Ensayar en esta pagina
liminar el examen de la fabula de que gozard enseguida el lector podria
llevarnos a estropear las hermosas sorpresas de su leetura. Cabe adelan-
tar, sin embargo, que su ultima pagina, como la de ciertas narraciones de
Henry James, es voluntaria y sabiamente ambigua. No sabremos nunca si
corresponde a una gradual locura del mono o a una gradual locura del
hombre solitario y obseso.
La insegura etimologia de la palabra Yzur da verosimilitud al relato,
ya que la realidad no es dudosa pero su conocimiento lo es. La extrafia idea
de que el silencio de los simios es voluntario, 0 lo fue en el pasado, ha sido
sugerida por Descartes. El comienzo es deliberadamente prosaico; lo fan-
tastico y lo poético van creciendo a lo largo de la lectura.
Jorge Luis Borges
Buenos Aires, nueve de junio de 1982Y7uk
Leopoldo Lugones
Ilustraciones Ravil Soldi
EDICIONES DE ARTE GAGLIANONEhabia quebrado.
La primera vez que se me ocurrié tentar la expe-
ee riencia a cuyo relato estan dedicadas estas lineas
’. fue una tarde, leyendo no sé donde que los natura-
les de Java atribuian la falta de lenguaje articu-
lado en los monos a la abstencién, no a la incapacidad. “No
hablan, decian, para que no los hagan trabajar.”
Semejante idea, nada profunda al principio, acabé por preo-
cuparme hasta convertirse en este postulado antropologico: los
monos fueron hombres que por una u otra razon dejaron de
hablar. El hecho produjo la atrofia de sus érganos de fonacién
y de los centros cerebrales del lenguaje; debilité casi hasta
suprimirla la relacion entre unos y otros, el idioma de la
especie en el grito inarticulado, y el humano primitivo descen-
dio a ser animal '.
Claro esta que si llegara a demostrarse esto quedarian
explicadas desde luego todas las anomalias que hacen del mono
un ser tan singular; pero ello no tendria sino una demostracion
posible: volver el mono al lenguaje.
Entre tanto habia corrido el mundo con el mio, vinculan-
dolo cada vez mas por medio de peripecias y aventuras. En
Europa llamé la atencién, y, de haberlo querido, llegé a darle
la celebridad de un Cénsul *; pero mi seriedad de hombre de
negocios mal se avenia con tales payasadas.
Trabajado por mi idea fija del lenguaje de los monos, agoté
toda la bibliografia concerniente al problema, sin ningun resul-
tado apreciable. Sabia wnicamente, con entera seguridad, que
no hay ninguna razon cientifica para que el mono no hable.
Esto llevaba cinco anos de meditaciones.
Yzur (nombre cuyo origen nunca pude descubrir, pues lo
ee Compré el mono en el remate de un circo que
‘Es la teoria regresiva, que invierte el proceso de la que sostiene que el hombre
proviene del mono. Para la regresiva, el mono es un hombre degenerado, degradado.
2 Cénsul: nombre de un mono eélebre hacia comienzos del siglo. Dario lo vio trabajar en
un musie-hall de Paris, donde se presentaba vestido a la moda con un perro y un negrito
como sirviente.
11»)ignoraba igualmente su anterior patrén), Yzur era ciertamente
un animal notable. La educacién del circo, bien que reducida
casi enteramente al mimetismo, habia desarrollado mucho sus
facultades; y esto era lo que me incitaba mds a ensayar sobre
él mi en apariencia disparatada teoria.
Por otra parte, sabese que el chimpancé (Yzur lo era) es
entre los monos el mejor provisto de cerebro y uno de los mas
déciles, lo cual aumentaba mis probabilidades. Cada vez que lo
veia avanzar en dos pies, con las manos a la espalda para
conservar el equilibrio, y su aspecto de marinero borracho, la
conviccion de su humanidad detenida se vigorizaba en mi.
No hay a la verdad razon alguna para que el mono no
articule absolutamente. Su lenguaje natural, es decir el con-
junto de gritos con que se comunica a sus semejantes, es asaz
variado; su laringe, por mas distinta que resulte de la humana,
nunca lo es tanto como la del loro, que habla, sin embargo; y
en cuanto a su cerebro, fuera de que la comparacién con el de
este ultimo animal desvanece toda duda, basta recordar que el
del idiota es también rudimentario, a pesar de lo cual hay
cretinos que pronuncian algunas palabras. Por lo que hace a la
circunvolucién de Broca*, depende, es claro, del desarrollo
total del cerebro; fuera de que no esta probado que ella sea
fatalmente el sitio de localizacién del lenguaje. Si es el caso de
localizaci6n mejor establecido en anatomia, los hechos contra-
dictorios son desde luego incontestables.
Felizmente, los monos tienen, entre sus muchas malas con-
diciones, el gusto por aprender, como lo demuestra su tenden-
cia imitativa; la memoria feliz, la reflexion que llega hasta una
profunda facultad de disimulo, y la atencién comparativamente
mas desarrollada que en el nifio. Es, pues, un sujeto pedagé-
gico de los mas favorables.
El mio era joven ademas, y es sabido que la juventud
constituye la época mas intelectual del mono, parecido en esto
* Cireunvolucién de Broca: situada en el lébulo frontal izquierdo del cerebro: en ella se
localiza el centro del lenguaje articulado,
14al negro. La dificultad estribaba solamente en el
método que emplearia para comunicarle la palabra.
: Conoeia todas las infructuosas tentativas de mis
antecesores; y esta de mas decir que, ante la com-
SS. petencia de algunos de ellos y la nulidad de todos
sus esfuerzos, mis propésitos fallaron mas de una
vez; cuando el tanto pensar sobre aquel tema fue llevandome a
esta conclusion:
Lo primero consiste en desarrollar el aparato de fonacion
del mono.
Asi es, en efecto, como se procede con los sordomudos antes
de llevarlos a la articulaci6n; y no bien hube reflexionado sobre
esto, cuando las analogias entre el sordomudo y el mono se
agolparon en mi espiritu.
Primero de todo, su extraordinaria movilidad mimica que
compensa al lenguaje articulado, demostrando que no por dejar
de hablar se deja de pensar, asi haya disminucién de esta
facultad por la paralizacion de aquélla. Después, otros caracte-
res mas peculiares por ser mas especificos: la diligencia en el
trabajo, la fidelidad, el coraje, aumentados hasta la certidum-
bre por esta dos condiciones cuya comunidad es verdadera-
mente reveladora: la facilidad para los ejercicios de equilibrio y
la resistencia al mareo.
Decidi, entonces, empezar mi obra con una verdadera gim-
nasia de los labios y de la lengua de mi mono, tratandolo en esto
como a un sordomudo. En lo restante, me favoreceria el oido
para establecer comunicaciones directas de palabra, sin necesi-
dad de apelar al tacto. El lector vera que en esta parte
prejuzgada con demasiado optimismo.
Felizmente, el chimpancé es de todos los grandes monos el
que tiene labios mas movibles; y en el caso particular, habiendo
padecido Yzur de anginas, sabia abrir la boca para que se la
examinaran.
La primera inspeccién confirmé en parte mis sospechas. La
lengua permanecia en el fondo de su boca, como una masa
15inerte, sin otros movimientos que los de la deglucién. La
gimnasia produjo luego su efecto, pues a los dos meses ya
sabia sacar la lengua para burlar. Esta fue la primera relacion
que conocié entre el movimiento de su lengua y una idea; una
relacién perfectamente acorde con su naturaleza, por otra
parte.
Los labios dieron mas trabajo, pues hasta hubo que estirar-
selos con pinzas; pero apreciaba —quiza por mi expresién— la
importancia de aquella tarea anémala y la acometia con viveza.
Mientras yo practicaba los movimientos labiales que debia
imitar, permanecia sentado, rascandose la grupa con su brazo
vuelto hacia atras y guifando en una concentraci6n dubitativa,
o alisandose las patillas con todo el aire de un hombre que
armoniza sus ideas por medio de ademanes ritmicos. Al fin
aprendié a mover los labios.
Pero el ejercicio del lenguaje es un arte dificil, como lo
prueban los largos balbuceos del nifio, que lo llevan, paralela-
mente con su desarrollo intelectual, a la adquisicién del habito.
Esta demostrado, en efecto, que el centro propio de las iner-
vaciones vocales se halla asociado con el de la palabra en
forma tal, que el desarrollo normal de ambos depende de su
ejercicio armonico; y esto ya lo habia presentido en 1785 Hei-
nicke, el inventor del método oral para la ensenanza de los
sordomudos, como una consecuencia filos6fica. Hablaba de una
“concatenacion dinamica de las ideas’, frase cuya profunda
claridad honraria a mas de un psicdlogo contemporaneo.
Yzur se encontraba, respecto al lenguaje, en la misma
situacién del nifio que antes de hablar entiende ya muchas
palabras; pero era mucho mas apto para asociar los juicios que
debia poseer sobre las cosas, por su mayor experiencia de la
vida.
Estos juicios, que no debian ser sdlo de impresién, sino
también inquisitivos y disquisitivos, a juzgar por el caracter
diferencial que asumian, lo cual supone un raciocinio abstracto,
le daban un grado superior de inteligencia muy favorable por
cierto a mi propdsito.
16con reflexionar que el silogismo, o sea, el argu-
mento logico fundamental, no es extrano a la mente
SS de muchos animales. Como que el silogismo es
‘+ originariamente una comparacién entre dos sensa-
ciones. Si no, por qué los animales que conocen al
hombre huyen de él, y no aquellos que nunca lo conocieron. . .?
Comencé, entonces, la educacién fonética de Yzur.
Tratabase de ensefiarle primero la palabra mecanica, para
llevarlo progresivamente a la palabra sensata.
Poseyendo el mono la voz, es decir, llevando esto de ventaja
al sordomudo, con més ciertas articulaciones rudimentarias,
tratabase de ensenarle las modificaciones de aquélla, que cons-
tituyen los fonemas y su articulacién, llamada por los maestros
estatica o dindmica, segtin que se refiera a las vocales 0 a las
consonantes.
Dada la glotoneria del mono, y siguiendo en esto un método
empleado por Heinicke con los sordomudos, decidi asociar cada
vocal con una golosina: a con papa; e con leche; i con vino; 0 con
coco; u con azticar, haciendo de modo que la vocal estuviese
contenida en el nombre de la golosina, ora con dominio tinico y
repetido como en papa, coco, leche, ora reuniendo los dos
acentos, tonico y prosddico, es decir, como sonido fundamental:
vino, aziicar.
Todo anduvo bien mientras se traté de las vocales, o sea, los
sonidos que se forman con la boca abierta. Yzur los aprendié en
quince dias. La wu fue lo que mas le costé pronunciar.
Las consonantes diéronme un trabajo endemoniado; y a poco
hube de comprender que nunca llegaria a pronunciar aquellas
en cuya formacién entran los dientes y las encias. Sus largos
colmillos le estorbaban enteramente.
El vocabulario quedaba reducido, entonces, a las cinco voca-
les; la b, la k, la m, la g, la fy la c, es decir, todas aquellas
consonantes en cuya formacion no intervienen sino el paladar y
la lengua.
3 Si mis teorias parecen demasiado audaces, basta
17Aun para esto no me basté el oido. Hube de recurrir al
tacto como con un sordomudo, apoyando su mano en mi pecho
y luego en el suyo para que sintiera las vibraciones del sonido.
Y pasaron tres afios sin conseguir que formara palabra
alguna. Tendia a dar a las cosas, como nombre propio, el de la
letra cuyo sonido predominaba en ellas. Esto era todo.
En el circo habia aprendido a ladrar, como los perros, sus
companeros de tareas; y cuando me veia desesperar ante las
vanas tentativas para arrancarle la palabra, ladraba fuerte-
mente como dandome todo lo que sabia. Pronunciaba aislada-
mente las vocales y consonantes, pero no podia asociarlas.
Cuando mas, acertaba con una repeticién vertiginosa de pes y
de emes.
Por despacio que fuera, se habia operado un gran cambio
en su caracter. Tenia menos movilidad en las facciones, la
mirada mas profunda, y adoptaba posturas meditabundas. Ha-
bia adquirido, por ejemplo, la costumbre de contemplar las
estrellas. Su sensibilidad se desarrollaba igualmente; ibasele
notando una gran facilidad de lagrimas.
Las lecciones continuaban con inquebrantable tesén, aun-
que sin mayor éxito. Aquello habia llegado a convertirse en
una obsesion dolorosa, y poco a poco sentiame inclinado a
emplear la fuerza. Mi caracter iba agridndose con el fracaso,
hasta asumir una sorda animosidad contra Yzur. Este se inte-
lectualizaba mas, en el fondo de su mutismo rebelde, y empe-
zaba a convencerme de que nunca lo sacaria de alli, cuando
supe de golpe que no hablaba porque no queria.
El cocinero, horrorizado, vino a decirme una noche que
habia sorprendido al mono “hablando verdaderas palabras”.
Estaba, segun su narracién, acurrucado junto a una higuera de
la huerta; pero el terror le impedia recordar lo esencial de
esto, es decir, las palabras. Sdlo creia retener dos: cama y
pipa. Casi le doy de puntapiés por su imbecilidad.
No necesito decir que pasé la noche poseido de una gran
emocion; y lo que en tres anos no habia cometido, el error que
18todo lo eché a perder, provino del enervamiento de
= aquel desvelo, tanto como de mi excesiva curiosidad.
En vez de dejar que el mono llegara naturalmente
9 a la manifestacion del lenguaje, llamélo al dia si-
) guiente y procuré imponérsela por obediencia.
No consegui sino las pes y las emes con que me
tenia harto, las guifiadas hipocritas y —Dios me perdone— una
cierta vislumbre de ironia en la azogada ubicuidad de sus muecas *.
Me encolericé, y sin consideracion alguna le di de azotes. Lo
unico que logré fue su llanto y un silencio absoluto que excluia
hasta los gemidos.
A los tres dias cayé enfermo, en una especie de sombria
demencia complicada con sintomas de meningitis. Sanguijuelas,
afusiones frias, purgantes, revulsivos cutaneos, alcoholaturo de
briona, bromuro: toda la terapéutica del espantoso mal le fue
aplicada. Luché con desesperado brio, a impulsos de un remor-
dimiento y de un temor. Aquél por creer a la bestia una victima
de mi crueldad; éste por la suerte del secreto que quiza se
levaba a la tumba.
Mejoré al cabo de mucho tiempo, quedando, no obstante,
tan débil, que no podia moverse de la cama. La proximidad de
la muerte habialo ennoblecido y humanizado. Sus ojos, llenos de
gratitud, no se separaban de mi, siguiéndome por toda la
habitacién como dos bolas giratorias, aunque estuviese detras
de él; su mano buscaba las mias en una intimidad de convalecen-
cia. En mi gran soledad, iba adquiriendo rapidamente la impor-
tancia de una persona.
El demonio del analisis, que no es sino una forma del
espiritu de perversidad, impulsdbame, sin embargo, a renovar
mis experiencias. En realidad, el mono habia hablado. Aquello
no podia quedar asi.
Comencé muy despacio, pidiéndole las letras que sabia pro-
nunciar. jNada! Dejélo solo durante horas, espiandolo por un
* Azogarse: contraer la enfermedad producida por los vapores de azogue, que genera un
temblor continuado. En sentido figurado, turbarse y agitarse mucho; aqui, referido a las
muecas incesantes del simio.
19agujerillo del tabique. ;Nada! Habléle con oraciones breves,
procurando tocar su fidelidad o su glotoneria. jNada! Cuando
aquéllas eran patéticas, los ojos se le hinchaban de Ilanto.
Cuando le decia una frase habitual, como el “yo soy tu amo”
con que empezaba todas mis lecciones, o el “tu eres mi mono”
con que completaba mi anterior afirmacién, para llevar a su
espiritu la certidumbre de una verdad total, él asentia ce-
rrando los parpados; pero no producia un sonido, ni siquiera
llegaba a mover los labios.
Habia vuelto a la gesticulacién como tnico medio de comu-
nicarse conmigo; y este detalle, unido a sus analogias con los
sordomudos, redoblaba mis precauciones, pues nadie ignora la
gran predisposicion de estos ultimos a las enfermedades men-
tales. Por momentos deseaba que se volviera loco, a ver si el
delirio rompia al fin su silencio.
Su convalecencia seguia estacionaria. La misma flacura, la
misma tristeza. Era evidente que estaba enfermo de inteligen-
cia y de dolor. Su unidad organica habiase roto al impulso de
una cerebracién anormal, y dia mas, dia menos, aquel era caso
perdido.
Mas, a pesar de la mansedumbre que el progreso de la
enfermedad aumentaba en él, su silencio, aquel desesperante
silencio provocado por mi exasperacién, no cedia. Desde un
oscuro fondo de tradici6n petrificada en instinto, la raza impo-
nia su milenario mutismo al animal, fortaleciéndose de volun-
tad atavica en las raices mismas de su ser. Los antiguos
hombres de la selva, que forzé al silencio, es decir, al suicidio
intelectual, quién sabe qué barbara injusticia, mantenian su
secreto formado por misterios de bosque y abismos de prehis-
toria, en aquella decision ya inconsciente, pero formidable con
la inmensidad de su tiempo.
Infortunios del antropoide retrasado en la evolucién cuya
delantera tomaba el humano con un despotismo de sombria
barbarie, habian, sin duda, destronado a las grandes familias
cuadrumanas del dominio arbéreo de sus primitivos edenes,
20organizar la esclavitud desde el propio vientre ma-
terno, hasta infundir a su impotencia de vencidas el
rs acto de dignidad mortal que las llevaba a romper con
’« el enemigo el vinculo superior también, pero in-
fausto de la palabra, refugidndose como salvacion
suprema en la noche de la animalidad.
Y qué horrores, qué estupendas sevicias * no habrian come-
tido los vencedores con la semibestia en trance de evolucién, para
que ésta, después de haber gustado el encanto intelectual que es
el fruto paradisiaco de las biblias, se resignara a aquella claudica-
cién de su estirpe en la degradante igualdad de los inferiores; a
aquel retroceso que cristalizaba por siempre su inteligencia en
los gestos de un automatismo de acrébata; a aquella gran
cobardia de la vida que encorvaria eternamente, como en distin-
tivo bestial, sus espaldas de dominado, imprimiéndole ese melan-
colico azoramiento que permanece en el fondo de su caricatura.
He aqui lo que al borde mismo del éxito habia despertado mi
malhumor en el fondo del limbo atavico. A través del millon de
anos, la palabra, con su conjuro, removia la antigua alma
simiana; pero contra esa tentaci6n que iba a violar las tinieblas
de la animalidad protectora, la memoria ancestral, difundida en
la especie bajo un instintivo horror, oponia también edad sobre
edad como una muralla.
Yzur entré en agonia sin perder el conocimiento. Una dulce
agonia a ojos cerrados, con respiracién débil, pulso vago, quietud
absoluta, que sdlo interrumpia para volver de cuando en cuando
hacia mi, con una desgarradora expresién de eternidad, su cara
de viejo mulato triste. Y la ultima tarde, la tarde de su muerte,
fue cuando ocurrié la cosa extraordinaria que me ha decidido a
emprender esta narracién.
Habiame dormitado a su cabecera, vencido por el calor y la
quietud del creptisculo que empezaba, cuando senti de pronto que
me asian por la mufieca.
RD raleando sus filas, cautivando sus hembras para
® Sevieia: crueldad excesiva.
21Desperté sobresaltado. El mono, con los ojos muy abiertos,
se moria definitivamente aquella vez, y su expresion era tan
humana, que me infundi6 horror; pero su mano, sus ojos, me
atraian con tanta elocuencia hacia él, que hube de inclinarme
inmediato a su rostro; y entonces, con su ultimo suspiro, el
ultimo suspiro que coronaba y desvanecia a la vez mi espe-
ranza, brotaron —estoy seguro— brotaron en un murmullo
(gcdmo explicar el tono de una voz que ha permanecido sin
hablar diez mil siglos?) estas palabras cuya humanidad reconci-
liaba las especies:
—AMO, AGUA. AMO, MI AMO...Titulos de proxima edicion
La primera noche de cementerio
de Eduardo Wilde
Ilustraciones Ratil Alonso
La inundacion
de Ezequiel Martinez Estrada
Ilustraciones Ana Maria Moncalvo
Esta primera edicién de 10.000 ejemplares se terminé de
imprimir el 20 de agosto de 1982 en Gaglianone Bstableci-
miento Gréfico S.A., Chilavert 1136 (1437) Buenos Aires,
Argentina.