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: les \ Qvesp © a. om Jacqueline de Romilly POR QUE GRECIA? PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLIGA DE CHILE SISTEMA# DE BIBLIOTSCAS. Coleccion digi por JOSE MANUEL SANCHEZ LON Versi cstllana de OLIVIA BANDRES ‘Quedanrigurosanent prohibidas, sia Ja auovzacon escrita de ios lares del copyrigh aj las sanciones etblecdas cevlas eyes, la reproduce’ oul o parcial de esta obra por cuslquier medio © procedimiento,comprendids a reprografla Yel taem informatio, y Is dsribueion de eerplares de lla, mediante alquilero péstamo public, Primera edicdn: febrero 1997 i “Tilo original: Pourgua a Grece? © Fedtions de Fallois, 1992 © De a walvcion, Olivia Bandrés © De eta aici Etriel Debate, S.. ‘O'Domell, 18, 28009 Madrid 1S BIN. BE-8906.089-3-1997 Deposit Legal: M. 1.046-1997 ‘Compuesto en VERSAL A. GS Impreso en Unigrt, Amoyomolinos, Méstoles (Madd) Impresoen Espa (Printed in Spain) age gyros oe MNE we rere wTOe piBLIOTE’™ SUMARIO PREFACIO NOTA PRELIMINAR ... CAPITULO I Madu, wna epopeya diferente 1 Los héroes y nes0tr08 sn HL. Los héroes y los dioses TL. Acerca de Ios heroes ... CAPITULO 2 A propésito de tres versox de Pindar CAPITULO 3 El siglo V y la democracia La libertad gricga .. La democracia La palabra... La igualdad, las eyes ... La cuestién de la tolerancia... ‘CAPITULO 4 Del debate democratico al ana 6 intelectual... 1, Del proceso de un hombre al proceso de una idea IL De las discusiones de la Asamblea a la filosofia politica CAPITULO 5 La historia ... 1. Herddoio I Tucfidides Apéndice: la medicina 23 25 40 sl 61 87 87 90. 2 98 los ut ud 124 135 135 143 156 Sumario CAPITULO 6 La tragedia y el lenguaje de lox mitos ... 1. Blorigen del sujeto mitico UL, El lenguaje de tos mitos . s IIL. La creacién de los mitos trigicos CAPITULO7 La tragedia griega, un género apamte 1. El coro y el sentido de la tragedia IL Los personajes y la reflexion sobre el hombre Apéndice: la comedia CAPITULO 8 La filsofFa an 1. Sécrates IL Platén CONCLUSION ‘La apertura a los demés .. Bibliografia citada en espaol... Indice de textos citados 0 mencionados ... 159 161 68 174 1g0 192 204 21s 27 219 230 243, 257 259 Prefacio Puede ocurrir que percibamos, exactamente al final de nuestra vida, ‘quello que hemos buscado instintivamente & lo largo de los afios: este 1S mil caso y este es et sentido de este libro, Siendo estudiante, elegt trabajar sobre Tucidides. «{Por qué», me preguntaron més tarde los periodistas. Porque el azar me hizo leer, un verano, algunas péginas de ese historiador del siglo V a.C., y me pare- cieron muy bellos, Esto os lo que dije y esta es Ia verdad. Pero .por ‘qué bello y en qué? Yo misma entonces todavia no lo sabia, No me ddaba cuenta de que estaba embelesada y desconcertada por el impacto ‘que me productan aquellas frases, llegadas veinticinco siglos después ppara decitme, con reveladora claridad, cosas de mi época. En muy ocas palabras, en frases densas, cargadas de sentido, altivas, stiles, ‘Tucidides pensaba por mi, por delante de mi. Era el mismo asombro ‘que poco antes expresaba Albert Thibaudet en 1922, en La Campagne avec Thucydide, cuando reconocié en este autor el sentido de la guerra ‘que él acababa de vivir. Sin apreciar del todo bien que era ésta la fuen- te de ta atraccién que ejerofa sobre mi, me puse a trabajar en su oby durante aiios y afios. Traduje, revisé; reflexioné también, Bscribi un libro, luego otro. Traté de decir cémo hacia Tucidides para que la his- toria se convirtiera en ese diseio sutil de argumentos entrelazados, que intentaba agotar todo el uspecto previsible de los hechos'. Multipliqué centonces os libros y los artculos sobre este tenia. ‘Sin embargo, Tucidides no estaba aislado, suspendido fuera del tiempo como tnico testigo de una civilizaciGn perdida: pertenecta, por <1 contrario, al siglo més denso y mejor jalonado de la historia literaria "Fue después dela esis doctoral, aparcids en 1947, Histoire et raison chez Thuedde,publicads por Eitons des Belles Letres en 1967, pro tam hin ras numerosos atieulos, que apuntaban ens totaidad a nocionesabs- tracts en Tucdides, obien al asombroso ae dela prevsion que practcan sus oradores. {Por qué Grecia? de Ia humanidad. La Atenas del siglo V, en la que vivia era la de la tra- ‘gedia, asi como la de Sécrates. Y he agut que, Hlevada por Tucidides, re volvi hacia esas otras obras. Ahi también habria podido sencilla- mente decir que eran bellas, Pero, {qué peda yo a esos textos? Ahora lo veor les pedia, como a Tucidides, el secreto de aquellas nociones. ‘poco a poco cinceladas y matizadas; el secreto de la evolucién que, en unas pocas décadas, renovaba el género; el secreto, en fin, de aquella ‘iqueza filos6fica, que desfilaba en imagenes y cantos. Los libros de entonces se llamaban La Crainte et l'angoisse dans te théatre a Eschyle, Evolution du pathétique a Eschyle a Euripide, Le Temps dans la tragédic grecque...” ‘Tucidides y aquellos poetas tenfan algo en comtin, algo firme y decantado, que atin nos conmovia, Delimitando las ideas, el arte, el ‘pensamiento, no me daba cuenta de que ya estaba sobre la pista de ese algo tiico. Entre Herédoto y Tuctdides, entre Esquilo y Euripides, me maravi- Haba de lo que vefa surgir ante mis ojos. Veta que todo cambiaba, que el pensamiento se agudizaba. Aprendi pronto a verlo agudizarse de aio en aio. Y es que, en lo que respecta al sigio V a.C., tenemos a ‘menudo series de obras que se suceden con un aifo de diferencia y en las que la evolucién de la guerra, como en Tucidides, aclara, y a veces cada una de las novedades. Ese algo que cambiaba me mara- villaba y, como ingresé poco después en el Collége de France, decid dedicarme a eva formacién de las ideas, Bate fue el titulo de mi este Véase nuestro libro Patience, mom cceur, Paris, Les Belles Lettres, 1984, reed, 1991 » Véase Ponrquol Ulysse?, mencionado en note 1 26 Hiada, una epopeya diferente nuestro ideal de belleza, sea cual fuere, puede coincidir con esta descripcién. ‘Ahtora bien, ocurre lo mismo en el terreno de los earacteres. Las reacciones de los personajes no van acompaftadas de andlisis ni de jui- cios de orden moral, Cuando los vemos comportarse, los reconocemos ‘pero sin que interfieran y los alejen de nosotros detalles que traduzean sus inclinaciones, su educaciGn o sus opiniones. Una de las escenas més conmovedoras de !lada es la despedida de Héctor y Andrémaca, en el canto VI, La elijo adrede porque demuestra que la simplificacién de lineas no impide en absoluto que el texto sea ‘eoncreto, vivo y matizado, Aqui es, en efecto, donde vemos al nifio asustado ante el penacho de crines que ondea sobre la cabeza de su padre, y es también aqui donde Andrémaca, al tomar de nuevo al nifio fen sus brazes, conmovida e inquieta por el porvenir, «sonrefa con el rostro todavia baiiado en légrimas»: gpodemos concebir imagen més delicada y descriptiva? ‘Sin embargo, si releemos ta escena, percibimos que expresa los sentimientos humanos més esenciales de todos, presenténdolos bajo la forma més desnuda posible. ;Qué sabemos del amor de Andrémaca por Héctor? Sabemos que existe, que es un amor absoluto, y que Hée- tor es para ella, a a vez, su padre, su madre y su hermano, ya desapa- recidos, Eso es todo. Y ,qué sabemos de sus gustos? Nauk. Es Ia joven cesposs, la joven madre que tere por su esposo que parte al combate. Ella representa Ia prefiguracién de todas las separaciones andlogas que lenaron y que Henan todavia la historia de los hombres, con la sombra de lo trigico a sus espaldas. Y de Héctor, zsabemos més? Es el joven marido, el joven padre, Y, en pocas frases, Homero le hace expresar lo que constituye lo ‘esencial y lo mas bello de ese papel: el carifio por su mujer, mezcla- do con el sentido de Ia responsabilidad, y una esperanza muy hurna- na respecto a su hijo; la de que sea mas adelante superior a lo que fue su padre. Podemos releer el texto entero: a través de los gestos concretos mencionados, todo expresa alli sentimientos fundamentales o, si se prefiere, intemporales. He aqui un extracto que comienza en medio de fas palabras de Héctor cuando evoca la caida de Troya y explica, ‘en técminos simples, que este pensamiento le espanta, sobre todo, Py] Por qué Grecia? por Andrémaca, Imagina que la raptan y no puede soportar Ia idea de ese riesgo: {quad alguien exclame,l verte dramas Kgimas: «af a esposa de Héctor, el guerrero que mis te sefialaba ene los teucros. Smaores de eaballos, cuando tn torre de Tin peleaban» At dé, 3 semirds un neve pesaral verte sn el hombre que pudiera brane de Ta eelavitd, Pero ojld un montén de era cubra mi cadéver antes ue oats clameso presence wrap ‘As diiendo el eslaecido Héctor tends los bazos a su ij, 9 éatese recs, tan, ene! sen de a ndrza de ela cinta, pore! ter que el aspect de se pdr le causa: dbanle redo ronce y tlierible penacho de erines de caballo, que velsondea eno alto del Yyeimo, Sonrdronse el padre amoroso y la veneranda madre, Héctor xe aprons a dejar el refulgentecasc ene seo, besdy mec en Sus tmaros al Rijeamado, rg asia Zeus ya los deme discs Zeus» demds doses! Concededme que este Mj mo sea, com yo. its ete fos teers igulmenteesorzado; que reine poder famente en Hin: que digan de él evan wuelva de In batalla: «(Es tucho ms valerie que u pate; y que, cargido de erventosdenpo- jos el enemigo a quien haya muer, ego ala de xu make Eso dich. puso el nfo en brazos de a esposa aaa, que al rei- biclo en el pectumade seno soneta con el rosro todavia baBiado on lagrimas. (VI, 459-484) Ouizé un solo detalle del pasaje puede provocar un ligero chirrido: cen nuestra época nadie desearfa ver a su hijo destacar por las matanzas de sus enemigos. Este detalle nos muestra cémo podria ser todo el relato sin ese arte de Homero consistente en retener s6lo lo mas huma- rio, y también nos ayuda a comprender la magnitud de la depuracién que practica en todo el testo. Esta depuracién tiene un primer efecto, sugerir a cada instante pro- fandidades ocultas bajo tanta simplicidad, segsin el principio que pide a las palabras que sean como un iceberg que deje adivinar un continente invisible. ¥ logra asimismo otto efecto, acercar a esos héroes a los lecto- es y asu experiencia, en cualquier época y en cualquier lugar ‘Se podria pensar que este andlisis s6lo es valido en el caso de! ejemplo escogido, es decir de una escena intimista, més fécil de tras- poner a un mundo que ya no es el de los héroes. Pero tomemos, en el 28 Miada, una epopeya diferente ‘otro extremo, a Aquiles: gqué constatamos? Aqui también las escenas son vivas y actuales. A pesar de que es un ser «ardiente» y pasa de ta célera al enternecimiento y de la rabia asesina a la piedad, en multitud de escenas coloridas y actitudes elocuentemente concretas (el impulse reprimido justo a tiempo. el grito, Ja postracién en el suelo...),el perso- nnaje conserva su unidad fundamental: no se parece nunca a Héctor nia Ulises. Por otra parte, sus emociones responden a las grandes situacio- nes hummanas: un ataque al honor, las dlemandas de afecto, la pérdida del ser mds querido en el mundo. ¥ aqut también estas emociones se ipresentan en su esencia misma, sin detalles ni particularidades. {Qué sabemos de los sentimientos de Aquiles y Patroclo? Existen y son fuertes. Pero cuales son? Todavia hoy dia se discute esta cuestion, en a que cad cual confiesa, segtin el caso, sus preferencias 0 su ideal, Homero nox muestra la diferencia entre ellos dos (duilzura en uno, fogosidad en cl otro) y describe la desesperacion de Aquiles tras la muerte de Patroclo, pero sélo le hace decir que Patrocto era «su otro ‘yoo, La pena es tan intensa que incluso presents a Aquiles suplicando ‘ala sombra de Patroclo y tendiendo los brazos hacia ella, en vano. Sin embargo, de su forma de vida, de aquello que podria chocarnos 0 decepeionumos, jni una sola palabra! Ninguna amistad en el mundo podria negarse a Ia idemtificacién con esos dos amigos. Incluso estos silencios acercan a los héroes de Homero a nosotros. ‘Cuando se comparan estas lineas sobrias y estos esbor0s transpa- rentes con la sobrecarga y los artificios de las adaptaciones modernas. Ia diferencia es notoria, Tanto como la que opone el delicado calco de las evocaciones homéricas a lus realidades mas o menos exdticas y desconcertantes de la escenografia o las ilustraciones modernas. En la ccpopeya, In silueta, fisica o moral, de los héroes homéricas se dibuja muy cercana a la imaginacién de los lectores: por el contrario, huye havia un pasado lejano desde el momento en que se quieran precisar con- tomos que con tanto acierto dejo el poeta en su vaguedad intemporal. Podriamos preguntarnos, en cambio, si estos héroes no estin demasiado idealizados y sus méritos no son demasiado brillantes como para parecemos en verdad cercanos. Es éste un riesgo que pue- den corer algunas epopeyas, peto que Homero evita, 29 iPor qué Grecia? Es totalmente cierto que esos héroes son superiores « la media de los seres humanos, ¢ incluso a casi todos. Representan el limite extre- ‘mo de ciertos sentimientos 0 de cierios méritos. ;Quién podria ser mas heroico que Aquiles, més consciente de sus deberes que Héctor? {Qué ‘mujer seria mas bella que Helena, ms fiel que Penélope, més tierma y yrieyo. Lat idea de que la verdad es objeto de revelacisn, en posesin de algunos, secreta, tampoco es grie- aga. La verdad se busca en comin. Esto quiere decir —ya entonces— {ue cada uno debe esforzarse por encontrar argumentos que leguen a los demas, ordenarlos y hacerlos convincentes. Por consiguiente, eso ‘quiere decir —ya entonces— que existe cierta necesidad de presentar {as cosas bajo una forma que sea lo bastante general y coherente como para que resulte accesible a todos los oyentes y valida para el mayor simero de ellos. Telémaco aboga en la Asamblea de ftaca, mostrando sus sufri- ‘mientos de una manera llana, desnuda, conmovedora para gentes sen- «illas: «Moviése a piedad cl pueblo entero, y todos callaron.» Los pre- tendientes son conscientes de esta elocuencia, y ratan a Telémaco de cchariatin de dora. También puede haber distintas opiniones entre los ‘oradores que propendan a una misma actitud: en el canto tl de Mada, Ulises sostiene que hay que continuar la lucha a causa del presagio recibido, y Néstor sostiene la misma tesis en nombre del respeto a los ‘compromisos sorprendiéndose de que se piense en abandonar aquélla {Qué es de nuestros convenios y juramentos? ;Se fueron, pues, en hhumo los consejos, os afanes de los guerreros, los pactos consagrados con libaciones de vino puro los apretones de manos en que configba- ‘mos? (Il, 339-341). Al discutir procurindose argumentos, los orado- res descubren ideas generales, vilidas en todas las épocas. Ain hoy No ha habido, dice el primer orador, asamblea ni consejo, y muestra su cextraheza: «;Quién al presente nos resne?.. a quién le apremia necesidad traits 56 ‘ada, una epopeys diferente dia, tendriamos muchas ocasiones de citar tales versos de Néstor a propdsito de nuestro presente. ‘Otros discursos llevan ms lejos el andlisis, describen situaciones generales, evocan una experiencia comiin. Ei mas desarrollado es sin duda el discurso de Fénix, durante la embajada ante Aquiles: jcuenta ciento setenta y un versos! Empicza con el recuerdo, muy personal, de Jo que Fénix hizo antafio por Aquiles cuando era un nitio. Recuerdo personal, pero de hecho es la descripcién desnuda y may humana de Jas atenciones dedicadas a un pequefio: «Sentandote en mis rodillas, te saciaba de came cortada en pedacitos y te acercaba el vino, ;Cudntas veces durante la molesta infancia me manchaste la tinica en el pecho ‘con el vino que devolvias! Mucho padect y trabajé por tu causa..." igue con una exhortacién, que implica determinada visién del mun do, y es aqui donde se sitta un famoso y conmovedor texto sobre el papel de las Siplicas y sobre el Error, Lo introducen unos versos que también podrfan aplicarse en muchas épocas y en muchos lugares: «No conviene que tengas un corazén despiadado, cuando los dioses rmismos se dejan aplacar...*°» Y Fénix insiste en las satisfacciones ‘ofrecidas & Aquiles, para luego recurrir a un relato que tiene que ver ‘con Meleagro, que supo, tras muchos obstéculos, renunciar a su célera yy salvar a los suyos: el ejemplo esta singularmente bien adaptado al ‘caso de Aquiles. y quizé no se trata de una casualidad, Auf también apela a una experiencia comin y humana, la de la guerra, La mujer de Meleagro le recuerda «las dessracias que padecen Jos hombres cuya ciudad sucumbe: matan a los varones, le deefa; el fuego destruye la ciudad. y son reducidos a la esclavitud los nifios y las mujeres de estre- cha cintura»: conmueve el corazn de Meleagro, y to hace decidirse. Pero cémo no reconocer también, en estas pocas palabras, sobre las que todo esté en juego, la experiencia humana més desnuda y mas 1X, 488-491, 1 496.498, “ Algunas veces se ha propuesto como fuente de inspiracién de Homere ‘una Meleagrida, Homero tabris seguido el mismo esquema, pero 2 Aquiles 1g le ablandan las siplicas, sino el dolor inezclado con el remordimiento que Je inspira la muerte de su amigo: una ver mds, experiencias humanas esen- a {Por qué Grecia? Cruel, una experiencia que de nuevo estamos viviendo en el momento en que escribo estas lineas. Ahora bien, el discurso de Pénix es un caso limite en Mada, aun- ‘oe la tendencia que ilustra se encuentra por doquier, No soa necesarias asambleas ni alegatos extensos para que aparez~ ean esos dos rasgos eminentemente griegos que son la aficién por el debate y el sentido de lo humano, 1 gran discurso, en una asamblea o en una embajada, es raro; pero cada vez que un héroe duda, busca la mejor solucién o bien estimula a otro, © cuando incluso le pide o le niega su piedad, nas encontramos frente al mistna procedimiento: siempre, los hérocs de Homero inten tan comprender o hacerse comprender. Entre el «Hay que alacar?» y el «;Debo atacar?>, la diferencia es minima. Asi, en la breve exposi- Ci6n de la duda de Héctor, en et canto XXII, nos encontramos con el remordimiento por no haber escuchado sabios consejos, el sentimiento de vergiienza que experimentaria huyendo, la esperanza de sobrevivir, lwobligacion de actuar: una serie de sentimientos que se enfrentan i damente y de Jos que trata de sacar algo en claro, ‘Una vez més, tenemos aqui uns sucesién de sentimientos esencia- tes, reducidos @ una forma tan simple y tan intensa que cualquiera pue- de Feconocer en ellos, en cualquier momento de la historia, su propia ‘duda en el instante de enfrentarse a un grave peligro He aqui sin duda por qué los héroes de Homero se han convertidy en los compaiieros de sicmpre, primero en Grecia, luego en Roma y {despues en todos tos paises curopeos. Son, desde todo punto de vista, humanos; ¢ inauguran, desde el siglo VIIL a.C., el deseo de llegar has- ta los hombres intentando comprendertos y haciéndose comprender Por ellos, Gracias a este rasgo, Hada conlleva toda ta esencia del «illagro griezo, Sin embargo, se vislumbra también el camino que faltaba por reco- rer. A pesar de la existencia de discursos, aqui o alld en el poem, el conocimiento de! hombre se siente, se muestra, se supone: no se pien- sa en términos de andlisis hicido, Héctor duda, ve lo que arriesga de uno y otro lado, pero se inte- 38 Hida, una epopeya diferente srumpe y pasa a la accién. ;Dichoso él cuando no es un dios o una dio- sa quien decide! Aquiles, en el canto I, est sacando st espucta contra -Agamenén cuando surge Atenea y le pone la mano en la cabeza; ella lo detiene y él obedece. Del mismo modo, cuando Ulises querria matar 2 las criadas inficles, en el canto XX de Odisea, él mismo se contiene («iAguanta, corazén!»), pero Atenea surge y... le xconseja dormir, La poesia de Homero prepara los andlisis del siglo V ateniense, pero se rmantiene todavia en el terreno de lo conereto, mezclada con la accién, r§pida y viva; muestra hombres; muestra al hombre; pero nunca ofrece tn retrato razonado, y menos atin una eiencia, Para llegar a ello, habria que esperar a ver el espiritu griego, tan poderosamente presente en estos inicios de la literatura griega, y des- cubrir la expansi6n intelectual de Atenas en el siglo V. Entonces habrfa de surgir el verdadero milagro, no cl de Atenas, 1 el de los atenienses. 59

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