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El hombre sólo deviene hombre mediante la educación.

El
hombre sólo es lo que la educación hace de él.
Kant

El campo epistemológico moderno


El advenimiento de la llamada sociedad del conocimiento se produce en un
nuevo marco epistemológico que concluyó en la segunda mitad del siglo XX con
la liberación sexual, la lucha por los derechos civiles y el auge del feminismo en
Estados Unidos y la revolución del mayo francés del 68 y sus secuelas en
Alemania e Italia (la rebelión de la subjetividad del individuo y la exaltación
radical de la nueva cultura de la libertad con la liberación del sujeto de tabúes y
represiones tradicionales).
Hechos que constituyen la última gran convulsión epistemológica moderna en
que se amplió el horizonte simbólico de la gente que junto al quebranto que para
el antiguo régimen representó la revolución francesa (laicidad y valores
republicanos) y norteamericana (nacimiento de un estado fundado por
ciudadanos libres que le imponen su control) y la Ilustración, condujo la sociedad
moderna occidental a la eliminación de la tradición en todos los campos
(religioso, moral, sexual, familiar) y a la destrucción del viejo orden jerárquico y al
derrumbe de los códigos culturales imperantes (mediante la escolarización y la
difusión demótica de los media). Se generó así un gran movimiento de
secularización en la sociedad occidental. Significó el fin del orden autoritario en
todas las instancias de la vida social y privada y el florecer de nuevas formas de
familia y de personas del sexo y de nuevos derechos y libertades. Se rompió el
orden jerárquico impuesto por la tradición.

La construcción epistemológica de la sociedad del conocimiento


Todo ello propició una ruptura epistemológica que implantó la pasión por el
cambio, por la innovación, por la creatividad. Cambio que se expresaba y
expresa en la formación constante de nuevas palabras, en un gran impulso de la
riqueza léxica. Ahora se abre camino el aporte constante de novedad
(información) que traduce el advenimiento de una sociedad de la información en
la que estamos instalados. La ruptura significó además el inicio de la
construcción democrática del conocimiento con la eliminación de las jerarquías
en una gran operación democrática protagonizada por internet (nos expresamos,
creamos, opinamos y nos comunicamos sin trabas ni impedimentos, 1993) que
dio lugar al acceso universal al saber y a su propagación en red (horizontal). Hoy
la información y el conocimiento están en manos de la gente. Y la principal tarea
consiste en extender el conocimiento a toda la sociedad y hacer del
conocimiento la base de la construcción de la sociedad.. El nuevo paradigma
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exige, sin embargo, una operación epistemológica fundamental centrada en la
comprensión crítica, en exaltar el sentido crítico de la gente que es fundamental
para procesar la ingente cantidad de información, tantos influjos de información
que se reciben constantemente. Una operación que incluye habilidades críticas y
cognitivas y operaciones semióticas -codificar, descodificar, interpretar y evaluar
textos mediáticos-. Es esencialmente una tarea de aprender a saber en tanto
que formación crítica del pensar. Fomentar la capacidad y el sentido críticos de
la gente. Sin esa tarea primordial peligra la creación de la sociedad del
conocimiento. El aprender a saber tiende a eliminar las marcas de jerarquía y de
poder y ahí radica el progreso de la gente y de la sociedad en cuanto el sentido
crítico debilita todas las formas del poder. Ahora, como ya se advierte en las
sociedades modernas avanzadas, es el saber el que establece la jerarquía, la
autoridad y los códigos, no el poder. El pensar crítico nos hace seres
conscientes y ciudadanos activos y participativos. Nos infunde estatus de
ciudadanía.
La nueva sociedad no se define sólo en términos tecnológicos (informatización
de la sociedad, nuevas tecnologías de la información, Nora-Minc 1981),
cognitivos (prioridad y centralidad del conocimiento) o económicos ( sociedad
postindustrial, Bell 1973) sino en términos sociológicos (acceso universal a la
información y al conocimiento, en tanto que avance hacia una comunidad
universal del saber). Se trata de establecer por primera vez una nueva sociedad
basada en el orden humano y no en el orden natural (Eudald Carbonell). Pero
para ello es necesario el ejercicio de la virtud cívica (Viroli) y sobre todo la
participación de la gente en la vida en común o pública. La sociedad del
conocimiento sólo es posible en el marco de la plena vigencia de la virtud cívica
entre los ciudadanos.

La construcción ética y política de la sociedad del conocimiento


Precisamente por eso, la nueva sociedad sólo se puede llevar a término si antes
se acometen grandes transformaciones éticas y políticas para aproximar la gente
a la vida activa y a la actividad pública, a la polis. Unos cambios políticos de gran
envergadura que deben incluir desde una nueva ley electoral hasta la
implantación de una democracia cívica (particicpativa y deliberativa). Y unos
cambios éticos para regenerar la vida pública mediante la transparencia y que
aseguren que el principal recurso de la nueva sociedad, el conocimiento, será
utilizado en beneficio de la humanidad y del progreso de la población (que se
orientará a la calidad de vida, bienestar, sanidad, cultura, investigación,
tecnología y respeto de los derechos humanos). En definitva, el saber orientado
a fomentar la realización del hombre para mejorar sus condiciones de vida
material y espiritual. Se trata más de edificar una sociedad regida por la virtud
cívica que por el interés general, concepto ilustrado que tantos sufrimientos

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generó a lo largo del siglo XX. En este sentido tal vez sólo los países
escandinavos están abiertamente en la senda de la nueva sociedad.

Concepto de virtud cívica según Maurizio Viroli


Se trata de una virtud para hombres y mujeres que quieren vivir con dignidad y,
sabiendo que no se puede vivir dignamente en una comunidad corrupta, hacen
lo que pueden y cuando pueden para servir a la libertad común: ejercen su
profesión a conciencia, sin obtener ventajas ilícitas ni aprovecharse de la
necesidad o debilidad de los demás; su vida familiar se basa en el respeto
mutuo, de modo que su casa se parece más a una pequeña república que a una
monarquía o una congregación de desconocidos unida por el interés o la
televisión; cumplen sus deberes cívicos, pero no son dóciles; son capaces de
movilizarse con el fin de impedir que se apruebe una ley injusta o presionar a los
gobernantes para que afronten los problemas de interés común; participan en
asociaciones de distinta clase (profesionales, deportivas, culturales, políticas y
religiosas); siguen los acontecimientos de la política nacional e internacional;
quieren comprender y no ser guiados o adoctrinados, y desean conocer y
discutir la historia del país, así como reflexionar sobre la memoria histórica.
Para algunos la principal motivación de su compromiso procede de un sentido
moral, y más en concreto de la indignación contras las prevaricaciones,
discriminaciones, corrupción, arrogancia y vulgaridad. En otros predomina un
deseo estético de decencia y decoro; aún otros se mueven por intereses
legítimos: desean calles seguras, parques agradables, plazas bien conservadas,
monumentos respetados, escuelas serias y hospitales de calidad. Algunos se
comprometen porque quieren ser valorados y aspiran a recibir honores, sentarse
en la mesa de la presidencia, hablar en público y colocarse en primera fila en las
ceremonias. En muchos casos los motivos actúan juntos, reforzándose unos a
otros.
Este tipo de virtud cívica no es imposible y todos podríamos citar los nombres de
personas que responden a esta descripción del ciudadano con sentido de
responsabilidad cívica y que sólo hacen el bien a la comunidad y a sí mismos.

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