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En todas las librerfas La Mar de Cuentos ‘Un vigjea los mundos imaginarios mas espléndidos de la humanidad Ms cuentos de Ta Mitologfa Griega EL REY MIDAS (Cuneros pe 4 stToLOGiA case (lates de rai Mone Dis de Liana Mende) ‘Mis curs ne La prrovocts oxic. ‘Cumros ve 14s Mn ¥ Una Noces (Reluos de Graela Moms, Diu eine Meotaez) Hisronus ne Ls Baus (Raton de Gaia Motes Dios 6 Oa Ros) ‘Canauenos oF LA Ms REDONDA fos de Gacil Montes, ibjo de Oscar ej) Los curnros pe Penwaut (Tene Gra Montes. Dias Sa) Axouwzs we JuaN EL Zomno (Rela e Honea Clement ij de Tht) Los viasss oe GuLLivER ‘sdapacisde RoaiC. Pars Dibojos de Sa) aguas Esoro (ein de Heber Cares. Dios de Mart ia) a rand tue Los ash cs Ave agers Taube e091 18. Pagina/12 LA MAR DE CUENTOS LS.B.N.: 987-503-292-1 © De esta edicién Editorial La Pagina S.A. © Odo SRL. Gramon - Colihue Libros juntamente on fa misma, Pobibida so venta separad o cualquier] forma de comercializacién [Es bo fora pare de a eiieon Go PAgina/TR y se ney] a Mas cuentos de la Mitologfa Griega EL REY MIDAS Relatos de GRACIELA MONTES Dibujos de LILIANA MENENDEZ, g% noche a la mafiana. Se lamaba Midas y gobernaba el reino de Frigia, en el noroeste de Asia Menor, sobre las costas del mar Egeo. Entre los griegos de la costa de en- frente se hablaba mucho de sus espléndidas costumbres, aunque les parecieran un poco exageradas, 5 El palacio de Midas era uno de los mas lujosos de su tiempo, su persona estaba adomada de la cabeza a los pies con joyas, sedas y brocados y sus mesas rebosaban de ‘manjares delicadisimos y poco conocidos del lado griego del mar Egeo. Claro esta que un affn tan grande de go- zar de todos los placeres traia sus consecuen- cias y el reino de Frigia corria el riesgo de caer en bancarrota. Pero Midas no sabia vi vir de otra manera que como vivia. Seguia recibiendo a los invitados con la misma es- plendidez de siempre y jamais los dejaba ir sin antes lenarlos de costosos regalos. Lagran suerte de Midas ~que luego, como veremos, se volvié desgraciacomenz6, jus- tamente, con uno de esos huéspedes. Un huésped ilustre pero muy borracho al que sus guardias encontraron dormido en el bosquecito que habia frente al palacio, ‘Tenia un aspecto extrafio. Una cara larga, de dientes inmensos, con belfos en lugar de labios, y piernas que terminaban en cascos en lugar de pies. En los cabellos muy blan- cos, que le crecfan no sélo en la cabeza sino también a lo largo de la espina hasta mitad de la espalda, habfa algas, caballitos de mar y conchas de caracoles. Se trataba del viejo Sileno, un antiguo dios del agua que, por amor a Diénisos, también se enamoré del vino. Esto nos obliga a hablar un poco de Dié- nisos, y esta bien que lo hagamos porque Dinisos tiene una participacién muy impor- tante en esta historia. Y también porque es bueno recordar que, en estos relatos grie- £205, todo se entrelaza de mil maneras y, a la larga, todo viene a cuento. Del origen de Dignisos nadie ests dema- siado seguro. Cuando se empieza a hablar de él ya es un dios joven, bello y muy popu- Jar, que adornaba sus cabellos con hojas de vid y de hiedra y grandes racimos de uva y despertaba la locura en todos, pero sobre todo en las mujeres, que lo amaban sin re~ medio en cuanto Io vefan Los griegos aseguraban que Diénisos les pertenecia, que era hijo del propio Zeus y de la diosa Semele, uno més en el Olimpo. Y aseguraban que, si lo habfan criado las ninfas y no su madre, se habia debido a que a pobre Semele, mortal como era, habia quedado reducida a cenizas un dia en que vio a Zeus vestido en todo su esplendor di vino. Es0 es lo que dicen los griegos. Pero otros pueblos dicen que DiGnisos -0 Baco, como Jo Hamaran luego los romanos— nacié lejos del mar Egeo, en alguna regién misteriosa del Oriente. En todo caso, cualquiera haya sido su ori- gen lo cierto es que terminé por conquistar a todos. También a Sileno, Le dio a probar tuna copa de ese liquido morado y denso que 1 habfa inventado y que se Ilamé vino, y Sileno decidi6 permanecer cerca del nuevo dios para siempre. Diénisos, por su parte, se encarifié mucho con el viejo dios-caba- lo-rio, y Io recibié como padre adoptivo. Era amable, feliz, ameno en las fiestas, y ‘mucho menos orgulloso y severo que los dioses olimpicos, que siempre le venfan con reproches. Habia sido justamente después de una 10 fiesta que Sileno se habia quedado rezaga- do en ese bosquecito de Frigia, En lugar de seguir la comitiva de Diénisos, se sent6 a la sombra de un ciprés y se qued6 profunda- mente dormido, ‘Asf lo encontraron los guardias, que se lo levaron al rey Midas. n yi a B47, Midas recibié al huésped con generosi- dad, como siempre. Celebré grandes fiestas en su honor, lo visti6 con telas bordadas en oro, lo cubrié de golosinas y, cuando se en- teré de que le gustaba la mtisica y la danza ‘més que nada, Hamé a los flautistas mas eximios y a las bailarinas més diestras para aque le regalaran su arte. 2 Diez dias estuvo Sileno alojado en el pa- lacio. A los diez dfas, volvié a aparecer en el bosque la gran comitiva de Diénisos y sus seguidores. El dios estaba preocupado por el viejo. {No vieron pasar por aquf a un viejo de barbas blancas y nariz muy colorada? —pre- ‘gunt6 a los guardias una de las bacantes. n Y cuando los guardias le dijeron que sf y que estaba muy bien, alojado como hués- ped del rey Midas, la bacante corrié a con- tarle al dios que habfan recuperado a su vie- joy jocoso padre. Didnisos se sintis feliz y quiso recompen- sar al anfitri6n de alguna manera. {Qué te puedo dar, rey Midas? —Ie pre- ‘gunt6, y, como vio que el rey no estaba se- ‘guro de qué responder, agreg6: -Si pudie- ras pedir un deseo, cualquier cosa, lo que fuera, ,qué pedirias? ‘Midas pens6 un poco ~no demasiado, al parecer y dijo: =iYa sé! jQuiero que todo Io que yo to- {que se convierta en oro! Y levant6 en el aire la mano derecha. (Seguramente, en su apresuramiento, pen- 86 que asf tendrfa recursos con que pagar sus fiestas y sus lujos para siempre.) Didnisos fruncié el cefio preocupado, pero, como era el dios de los deseos, no ‘quiso negarle a Midas lo que Midas le pe- dia, Entonces le sonrié, le regalé un racimo de uvas de los que adornaban su cabellera y dijo: El rey Midas ya es duefio de su deseo, “ Y se inmediato, al son de pffanos y siringas, se alej6 por el bosque, con el brazo apoyado en los hombros del viejo Sileno seguido por su gran cohorte de mujeres en- loquecidas. Midas lo vio alejarse hasta que se perdié de vista, y después se miré la mano. Dudaba de que el dios le hubiese otorga- do lo que le habia pedido. No sentia nada nuevo en la piel, nada que le indicara que su. ‘cuerpo tenfa un don nuevo. 16 Entonces quiso probar. Se acercé aun oli- ‘vo que habfa en el patio del palacio y corté una rama. Junto con el tic del palo que se quebraba, Ja rama se torné rigida, brillante y dorada. ‘Midas ta sostuvo a Ia luz, pregunténdose cuénto valdrfa esa rama, y la cantidad in- ‘mensa de fiestas y Iujos que una rama asf le costearfa, Luego, para estar seguro de no quedar corto de dinero, y también para cerciorarse de que el don era cierto, tocd el resto de las ramas del olivo, hasta que todo el srbol fue de oro. ~jJe! jJaja! jJajajaia! Uno podrfa pensar que un arbol de oro puro seria bastante para cualquiera. Pero no para Midas. Midas queria més y més porque, a medi- da que el oro aparecia, é1 imaginaba més y ms Iujos en que lo gastarfa, Entonces hizo varias cosas més. Le- vant6 una piedrita del suelo, Pasé la mano por el borde de una fuente que habia junto ala puerta del palacio. ¥ luego hundié los dedos en el agua misma. Y todo lo que habia tocado —la piedrita, el borde de Ia fuente y el agua~ se volvieron oro relu- ciente. Sintiéndose el hombre més feliz sobre la tierra, y el mas poderoso, Midas se eché a reir y a bailar de contento, El mismo pare- fa una bacante, 19 a nemsé mucho més que un rey, par Como era re en él, pens6 en cele~ b mo era costumbr Pe iluminando la fiesta. brar esa misma noche el nuevo don con una gran fiesta, Dio las érdenes a sus criados y se fue a dormir la siesta. El hecho de que él lecho se convirtieraen oro apenas se acost en él no le molest6 en lo mis minimo. No not6 la dureza de la cama, se qued6 dormi- ddo enseguida y sofié bellos suefos. Los criados, en cambio, no descansaron. Estaban de ajetreo, Como los invitados eran muchos ~doscientos tal vez tescientos, 0 mil (es diffel imaginar la clase de fiestas que puede hacer un rey como Midas)~ tu- Vieron que sacar las mesas al patio, matar decenas vacas, cientos de pollos y pavos, juntar canastos de fata, rellenar,picar, mo- Ter, asar, barer, lusrar.. Cada tanto se pre- guntaban si, ahora que el rey era tan rico, , tendrfan que organizar una fiesta asi todas Bye las noches. rT ey ‘Cuando todo estuvo listo y egaron los Mia vi invitados aparecié el rey Midas. Estaba me- jor vestido que nunca porque la tinica que habfa elegido para ponerse esa noche se ha- bia tomado oro puro al meter los brazos en ella. Los invitados miraban tanto esplendor y no salfan de su asombro. Midas parecia ‘un dios-sol a 0 Entonces Midas movié la cabeza y dio orden de que trajeran los manjares a la mesa. Habja sido un dia de muchas emociones y ya empezaba a sentir hambre. Un criado le acereé una fuente con pavo asado ~su plato favorito y el rey se sirvié ‘un buen tr0z0. La came se vefa tiema y despedia un aro- ma delicioso a albahaca y a almendras. El rey tom el trozo en sti mano y quiso hin- carle el diente. Pero sdlo se escuché un gol- pe seco. El apetitoso muslo de pavo se ha- bia convertido en oro. Lo mismo sucedié con las legumbres y con las uvas y con las manzanas y con los dulees de almendras. Todo cuanto Midas tocaba se convertia en metal duro, valiosf- simo y brillante. Fue entonces que Midas supo hasta dén- de Ilegaba su deseo. Y tuvo miedo, Los invitados, entre la admiracién y el es- panto, miraban el prodigio. 23 Esa noche, hambriento y sediento, senta- do en su lecho de oro, con su ropa de oro y sus sandalias de oro, Midas apoyé la mano en Ia frente y sintié que la frente misma se volvia fria como el metal y dura. Se quiso acariciar la barba y cada uno de los pelos de la barba se convirtieron en oro. Entonces suspiré y luego se eché a llorar. —Diénisos, te pido que me ayudes ~pedia, invocando al dios ausente, mientras las 1é- grimas que le cafan en la mano se volvian gotas de oro y tintineaban al caer al suelo. Entonces el dios se le aparecié. Este era tu deseo, rey Midas, ,0 no era 6 te? ~dijo Disnisos a manera de reproche. EL rey lo mir6 con cara de desconciert. ~Ya sé, ya sé, querido Disnisos, que lo que pedi fue esto -dijo y bajé la cabeza aver- gonzado-. Pero quiero volver a comer y a beber. Quiero acariciar a mi perro. Quiero sentir que las cosas que toco son tibias... Diénisos, te lo ruego: siempre fuiste un dios ‘generoso, siempre perdonaste a los débiles como yo... 25 ~Entonces vas a rechazar el don? -pre~ ‘gunt6 el dios poniéndose serio. { dijo el rey lo rechazo. En ese caso, rey Midas -dijo Disnisos~ vvas a tener que seguir mis instrucciones. (Los milagros de un dios son tan dificiles de conseguir como de rechazar y hacer a un lado.) Lo que sea, claro ~dijo Midas. Diénisos le explicé que deberfa remontar el rfo Pactolo hasta llegar a sus fuentes y alli bafiarse en el agua fresca, Verfa como, poco a poco, el oro se irfa yendo por el ro. 'Y su piel volveria a ser la de siempre, una piel como la de cualquier hombre. El viaje hasta las fuentes del Pactolo fue muy arduo, Nada podia comer ni beber el rey Midas. Las frutas se volvfan estatuas de oro y el agua era oro liquido mucho antes de alcanzar la garganta. Por otra parte, cada {r0z0 del cuerpo que Midas se tocaba con la mano, cada palmo que rascaba o frotaba 0 rozaba sin querer con un dedo se iba vol- viendo de oro. Oro rigido, brillante pesado. Para cuando Hleg6 a las fuentes del rio ya arrastraba una de sus piernas como una mole de ofo, era ineapaz de doblar el cuello, que se habia vuelto de oro casi por completo, y 26 Tevaba la boca abierta, convertida en oro cuando acercé la mano a la cara en ocasién de un bostezo. 2 Pero cuando oyé el rumor de los arroyos de montafia que iban cayendo hacia el le- cho del rio apresuré como pudo el paso. ‘Se arrojé al agua y, al ver que el agua co- ria sobre su piemna dorada y dura y sobre su cuello, y que ambos, piema y cuello, poco a poco recobraban su flexibilidad perdida, sin- tié renacer la esperanza. Y Inego, al notar {que la boca le respondia y los labios volvian a sentirse blandos y tibios, que por ellos vol- via correr la sangre, acereé la cara al agua y bebié. Bebié con alegria y agradecimiento, Y Moré un poco también, con lagrimas ‘que no eran oro sino agua. Y fue feliz ahi sumergido en el agua, viendo como el oro le abandonaba el cuer- po y cafa en forma de arena hasta el fondo del rio. Luego el rey Midas sali6 del agua, reco- ‘216 un puitado de moras de un arbusto que habfa en la orilla y las comis. Se dijo que nunca jamis en toda la vida habja comido un manjar més delicioso. Se cuenta que el rey Midas no volvié munca a su palacio sino que se qued6 vi- viendo sencillamente en los bosques. Y, aunque, segtin dicen, su historia no termi 16 allf porque volvié a cometer errores, errores tan graves que incluso le valieron el castigo del implacable Apolo, a mf me parece que ésa ya es otra historia, ya habré ocasi6n de contarla. Y como ésta, la del rey que quiso convertir en oro todo lo que tocara, ya se termina, elijo dejar a Midas justamente ahf donde esté. A orillas del Pactolo, el rfo de las arenas de oro, con la espalda apoyada en el tronco de un érbol, el agua escurriéndosele por el cuerpo y un puiiado de moras en la boca, 30

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