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En todas ls libres, La Mar de Cuentos Un viaje a 10s mundos imaginarios as espléndidos de la humanidad (Cuneros ve a serovoct causa (lst de Gail Mone, Dib de iam Menénds) ‘Ms cunnros ne La sarovocts Gaze ‘Curnros pe 14s Ma y Uns Noces (tats de Grail Mones. Dibyosde Liam Menénd2) FHisronuas oe ta Bass los de Gaels Mone. Dies de Ona Ros) CCanaLtenas De LA Missa Rows ‘tats de Gralla Monts, ibs de Ose Rj) Los cursos ne Peanaut Tc de Gis Mote Diba ce Sa) Anmaszas ne Juay a Zowno (tse de Horii Clemente. ito de Tabs) Los vians x Guurve (Aan de RogaioC. Paes, Diao Sa) FAnus oe Bsoro (erin de Heber Carder de Mar ite) 2 kz ove. Grate at Lie Deiter xv Ene sho, Dt Ul 125,105) ‘Beare fren penne Telos 3064191318. ‘Mas cuentos de la Mitologia griega MONSTRUOS LA MAR DE CUENTOS Mis cuentos de la Mitologia Griega MONSTRUOS Relatos de GRACIELA MONTES. Diujos de_ LILIANA MENENDEZ a Los griegos no sélo concebfan bellos dio- ses, semejantes en todo alos humanos, pero inmortales y mucho més luminosos: también imaginaron una gran cantidad de monstruos. Seres extrafios, aberrantes, aterradores e in- comprensibles que parecfan nacidos de pe- sadillas. A diferencia de los dioses, que te- nfan su casa en el esplendoroso Olimpo 0 en el Océano 0 en el tenebroso submundo del Hades, los monstruos eran més bien te- rrestres. Estaban siempre al acecho y podian aparecérsele a uno por cualquier parte. A veces vivian en el fondo de una gruta,o en- cima de un acantilado, se ensefioreaban en tun campo o cortaban los camihos, siempre listos para asustar al humano. Las serpientes y los dragones eran espe- ciales para meter miedo. Inmensos, visco- 0s, de piel escamosa, echaban fuego por las narices y trituraban con su triple hilera de dientes. Asf eta Pithén, por ejemplo, una de las sierpes més famosas, Pithén habja nacido justo después del di- luvio, del fermento de ese barro espeso que ccubrié la tierra Los griegos, como muchos otros pue- bios, hablaban de un gran diluvio, envia- do por Zeus, del que sélo se haba salvado tuna pareja, una mujer y un hombre: Pirra y Deucalién, de la estirpe de Prometeo, el inéroe que habfa regalado a los humanos el fuego. En esos dificiles tiempos de reconstruc- cci6n Pith6n era el terror hecho serpiente. Y, ‘como todo monstruo, era sobre todo incom- prensible. “Pithon” significa en griego pre- ‘gunta, enigma, lo que tal vez ni siquiera tie~ ne respuesta. Y la pregunta més dificil que se hacfan los hombres, en ese como en to- dos los tiempos, era la pregunta sobre la muerte. En todo caso, nadie sabfa de dénde habfa salido Pith6n. Posiblemente era hija de Forcis, el viejo dios del mar, que se especia- lizaba en engendrar monstruos espantosos. Con lo que Pithén terminaria siendo herma- na de Lad6n, la serpiente de cien gargantas que ayudaba al gigant6n Atlas a cuidar el jardin de las Hespérides, y del monstruo marino que derroté Perseo con su espada, y de la Hidra de Lemna, la de las muchas cabe- , zas, que Hércules enterr6 por fin en el fon- do de la tierra, y del dragén sin suefio que cuidaba el vellocino de oro en el bosque sa- grado de Célquida, y muchas otras sierpes, todas horribles de ver, implacables y repug- nantes. Algunos, en cambio, aseguraban que Pithdn era hija de Ares y de la ninfa Tilfosa, y que habfa nacido en medio de la guerra En lo que todos coincidfan es en que te- nfa cresta de oro, tres lenguas y tres filas de dientes trituradores. Los hombres nunca pudieron con ella. Pithén s6lo pudo ser derrotada por un dios, Apolo, el més luminoso de todos. Le arrojé desde el aire una de sus certeras flechas, que se clav6 en la garganta, 8 Los griegos jamés olvidaron el servicio, y en ese mismo sitio levantaron un templo donde una sacerdotisa “la pitonisa”, justa- mente, pedfa la ayuda del dios para respon- der a las preguntas sobre el destino y sobre la muerte. Cadmo también tuvo que derrotar a un dragén-serpiente para fundar la ciudad de ‘Tebas. Fue cuando salié en expedicién para res- catar a su hermana Europa. Zeus, disfraza- do de toro, Ia haba secuestrado. Hicieron un alto en el camino y Cadmo mandé a sus hombres a buscar agua en un bosquecito nuevo, en el que jamés nadie habia penetra- ° do. En medio del bosque habfa una cueva y tuna fuente de agua viva, pero junto a la cue- va habfa una sierpe. Tenfa, como Pithén, cresta de oro, triple lengua, triple hilera de dientes, ojos de fuego y un cuerpo repug- nante, henchido de veneno. Anunciaba su presencia con un espantoso silbido, Cadmo le hace frente con tres armas: pri- ‘mero la piedra, después la jabalina, después Ja lanza. Con las dos primeras fracasa pero la lanza, por fin, atraviesa la garganta del ] | =~ monstruo y lo clava contra el tronco de un Arbol. Entonces recibe instrucciones de los dio- ses, Tiene que arrancarle los dientes al dra- g6n y plantar esos dientes en la tierra, como si fueran semillas. De ah nace una cosecha de hombres armados de pies a cabeza, dis- puestos a ira la guerra, que pelean entre sf'¥ se destruyen, hasta que no quedan sino cin- 0. Con es0s cinco primeros pobladores co- ‘menzaré la ciudad de Tebas. Esos mismos dientes, tan temibles, sonos que deberd luego sembrar Jas6n, tras arar el campo del rey Eetes, para demostrar que es un valiente. Est claro que las serpientes inquietaban Ja imaginaci6n de los griegos. Dos grupos de temibles trillizas, las Erinias y las Gorgonas, estaban asociadas con ellas. Las Brinias eran vengadoras y persegufan alos culpables de crimenes que no habian recibido su castigo. Eran medio mujeres y medio péjaros, y volaban a gran velocidad. Tenfan dientes largos, lenguas colgantes y, por cinturén, juna serpiente! En la mano Ile~ vaban létigos que hacfan restallaren el aire, 12 asustando con la culpa a los criminales. Pin- chaban y azuzaban y no dejaban vivir. Los griegos les tenfan mucho miedo y trataban de congraciarse con ellas, que eran tan im- placables, améndolas justamente “Euméni- des”, que quiere decir “benévolas, buenitas”, aunque de buenitas no tuvieran nada. Se decfa que eran hijas de Temis, la Justicia, y Las Gorgonas eran todavia més feas que las Erinias, aunque se les parecfan un poco. ‘Tenfan largos colmillos, garras de oro y ser- pientes en lugar de cabellos. Y escamas en ugar de piel y dos pesadas alas de oro en la espalda. Eran espantosamente feas. Tanta fealdad era imposible de mirai, segdn pen- 1B saban Ios griegos, que siempre amaron lo hermoso. El que miraba ese horror ala cara terminaba duro, convertido en piedra, Perseo, el héroe, logré cortarle la cabeza a una de ellas ~Medusa, la tinica mortal— gra- cias a que no la miré a la cara sino que le dio Ia espalda, y se gui6 por la imagen re- flejada en la bruitida superficie de su escu- do. Como contaba con la hoz de oro que le habia regalado Hermes, la degoll6 de un solo tajo y metié la cabeza en su morral. Luego sa fealdad le serviria para petrificar a mu- chos de sus enemigos. Del cogote tronchado de Medusa naci6, segtin se cree, Pegaso, el caballo alado, que luego ayudard a otro hétoe, Belerofonte, a derrotar a su propio monstruo. Porque los monstruos, ademés de aterrat, tenfan esa funcién para los griegos: Ia de permitirle al héroe hacerse héroe, al derrotar el miedo. 15 Y, hablando de voladoras terribles y de ‘mujeres que se mezclan con animales, ahi estaban las Harpas y las Sirenas. Las Harpias, a las que algunos lamaban “hediondas” y también “hambrientas”, te- nfan rostro de mujer y cuerpo de péjaro, Siempre voraces, siempre pélidas, rondaban como buitres a los moribundos y empor- caban el suelo con sus inmundos exeremen- tos. Al viejo Fineo lo perseguian especial- mente. Cuando los argonautas, de regreso hacia su pais después de haber rescatado el vellocino de oro, acamparon en la costa, ‘cerca de su casa, les rog6, desesperado, que Jo ayudaran a liberarse de ellas. Los argo- nautas las ahuyentaron hasta hacerlas levan- tar vuelo y luego le pidieron a Boreas, el viento que limpia el cielo, que las persiguiera por el aire hasta alejarlas del todo de esas regiones. Las Sirenas, mujeres-péjaro también elas, porque para los griegos no eran mujeres- peces sino mujeres-pdjaro-, anidaban en la costa, sobre rocas y acantilados. Las Sire- nas cantaban muy bien. Y su canto seductor enloquecta a los marineros, que terminaban arrojéndose al agua. Ulises y sus compafieros se salvaron de ellas gracias al consejo de Circe, que les habfa recomendado taparse Ios ofdos con cera para no sucumbir al hechizo. Todos se los taparon menos Ulises, que amaba las experiencias nuevas y no querfa perder esa oportunidad de escuchar un canto que tal vez, nunca més volveria a oft en su vida. Pero para no arrojarse al mar, como al parecer hacfan todos, pidié que lo ataran fuertemente al palo mayor del barco, De ese modo, aun- ‘que tal vez haya enloquecido como todos mientras dur6 el canto, oy6 Io que queria ¥ luego, poco a poco, cuando el canto ces6, recupers la cordura, 18 ‘Tos, fauces. Poco a poco toda ella se volvig ‘Avveces, detrés de los monstruos habia una historia muy triste. Erael caso de Escila. Habja sido una ninfa bellisima. Glauco, el joven dios del mar, se habfa enamorado de ella y habia recurrido a Circe, la hechicera, para que lo ayudara a ganar sus favores. Circe se enamord a su vez del dios enamorado y trat6 de seducitlo, Pero sin suerte: Glauco no pensaba sino en su be- a ninfa, Entonces Circe se veng6 de Escila transforméndola en monstruo. ‘Un dia estaba bafidndose en el mar, como de costumbre, y sintié extrafias las piemas. ‘Trat6 de tocarlas con la mano y en lugar de sus bellos muslos encontré sierpes, tentécu- ‘monstruosa, tan monstruosa como bella ha- bia sido, Doce pies inmundos, seis cogotes de siexpe, y una voz.que se torné ladrido, El temperamento, antes tan dulce, se le agri6. Escila se volvié ermitaita Escondida en una cueva en los acantila- dos de la costa de Sicilia, aguardaba el paso de los barcos. Anunciaba su presencia con un ladrido atroz y agudo, como de perro re- cién nacido. Entonces estiraba alguno de sus muchos cuellos y atrapaba en sus fauces a tun marinero. Fue asf como Ulises perdié a seis de sus compafieros. 20 El peligro se hacia atin peor porque vivia en vecindad de otra monstrua, Caribdis, monstrua sin cara que, desde el fondo del ‘mat, sorbfa de repente el agua provocando un remolino y un abismo en que las naves se precipitaban. Huir de Caribdis, y a la vez de Escila, era tan dificil como ganaile al des- tino. 21 Otra especie que abundaba era la de los gigantes. Hijos de Gea, a tierra, recibfan de ella toda su fuerza, tanto que Hércules, para derrotar a uno de ellos, Anteo, tavo que sos- tenerlo en el aire con los brazos porque, en cuanto tocaba tierra, recuperaba los brios. Se consideraba que Zeus, después de su famosa batalla contra su padre, Cronos, los habia encerrado a todos en el fondo de las grutas y volcanes, y que eran los responsa- bles de los terremotos y las grandes erup- ciones. Cada gigante tenfa su particularidad. Algunos, como Briareo, tenfan cien brazos, Otros, como Tifén, exhalaban fuego. Los ciclopes tenfan un solo ojo, como sucedfa con Polifemo. Eran todos muy fuertes: En- celado necesit6 que le pusieran encima al ‘monte Etna para sujetarlo. Y algunos eran casi invulnerables, como Talos, el guardin de Creta, cuyo cuerpo era de bronce puro, salvo el tendén del tal6n, frdgil y més pro- pio de un humano. ‘Aunque los olimpicos sentfan bastante res- peto por los gigantes —al menos en una oca- sin habjan estado a punto de tomar por asalto el palacio de Zeus y todos habfan salido hu- yendo despavoridos-, hay que reconocer que fa veces, grandulones y todo, resultaban un 2 poco ingenuos. Ulises derrot6 a Polifemo con un engafio y Hércules, para conseguir las ‘manzanas del jardin de las Hespérides, le hizo ‘reera Atlas, el que sostenfa el mundo, que lo reemplazarfa en el puesto definitivamente. 23 Los Centauros, en cambio, eran otra cosa, Hijos de Ixién y de Nefele, eran mitad hom- bre y mitad caballo, pero parecfan especial- mente civilizados. Se los tenia por mons- truos buenos y por gente respetable. Algu- nos, como Quirén, eran excelentes médicos y auténticos sabios. A menudo se los elegia como tutores y maestros, y se los invitaba a las casas para las fiestas. 2% Justamente fue en un casamiento, el de Pirftoo con Hipodamia, cuando se produjo Ta mayor gresca de que se tenga recuerdo centre la especie de los hombres y la de los centauros. Y fue culpa del vino. Eurito, uno de los centauros, quiso montar a la novia. Se armé una famosa batahola entre Lapitas y Centauros, tan pero tan famosa que termi- 1n6 siendo un tema favorito de los artistas. 2s Al parecer los Centauros se volvian muy impetuosos cuando se enamoraban porque Jaotra gran enemistad, que fue la de Héreu- Ies con el centauro Neso, tuvo la misma cau- sa, Fue cuando Neso cruzaba el arroyo lle- vando a la esposa de Hércules, Deyanira, cn la grupa. La vio demasiado hermosa ¥ quiso poseerla en mitad del rfo. Hércules lo mat6 con sus flechas, pero el centauro mo- ribundo consiguié su venganza. Le pidié a 6 Deyanira que recogiera su sangre y la guar- dara en un frasco, diciéndote que era un fil- tro de amor infalible. Deyanira hizo lo que el centauro le pedia, y, un tiempo después, temiendo que Hércules se hubiese enamo- rado de otra mujer més joven, embadurné la tuinica del héroe con esa sangre coagulada. YY aunque la lavé luego, de manera que no quedaron rastros visibles en la tela, el he- chizo persistié. Y no fue filtro de amor sino veneno fatal, que termin6 por matar al mas luchador y esforzado de los campeones. También los sétiros -medio hombres, ‘medio macho-cabrfos— merecfan el respeto de los humanos, aunque fueran, como los centauros, demasiado propensos al vino e incontrolables en materia de amores. El dios Dicnisos los tenfa por sus mejores compa- fieros. 2 Una de las cruzas més extrafias fue la de Ja Quimera: cabeza de leén, cuerpo de ca- bra y cola de serpiente. Y volaba por los ai- res como una tormenta. Hacfa desastres en Licia, Belerofonte logra derrotarla gracias a que trepa el aire montado en Pegaso, el ca- ballo alado, al que habia amansado gracias al freno y la brida de oro, obsequio de la diosa Atenea. 28 Estaba su pariente, el Grifo, cabeza y ‘cuerpo de le6n pero alas y plumas de 4gui- la, experto en encontrar tesoros escondi- dos y en cuyos nidos habfa 4gatas en lugar de huevos. Y el tacitumo y solitario hombre-toro, el Minotauro de Creta, hijo de Pasifae y de Zeus en su forma de toro, encerrado en su propio laberinto. Y el feroz perro del Hades, Cancerbero, el de tres cabezas, con sus tres pares de ojos rojos y sus tres fauces siniestras. Y toros con pies de bronce. Y jabalfes con cerdas como picotas y col- millos del tamafio del de los elefantes, como el que derrota Meleagro. Muchisimos monstruos. 29 Pero, as{ como comenzamos con Pithén, la serpiente-dragén de la pregunta, elegimos terminar con otto monstruo pregunt6n: la Esfinge de los enigmas. La Esfinge merodeaba el camino real que llevaba a la ciudad de Tebas. Tenfa cuerpo de le6n y cabeza y torso de mujer. Solfa vér- sela al acecho sobre una pefa, dispuesta a lanzar su acertijo sobre cada viandante. Si respondfa bien podia seguir adelante, si no encontraba la respuesta morfa deshecho en- tte sus garras. La pregunta era al parecer sencilla: ,Quién es el animal que por la maiiana camiina en cuatro patas, al mediodia en dos, y en tres al caer la tarde? ero nadie fue capaz de responderla, ‘Hasta que pas6 Edipo, él develé el enigma. =Es el hombre -le respondi6 a la Esfin- ge-. Gatea cuando es nifio, en su adultez camina en dos pies, y al legar a viejo nece- sita del bastén, su tercera piema. Y aunque la vida de Edipo tavo muchas zozobras luego, y mucho sufrimiento, ése fue un momento de gloria para él y para to- dos los griegos: el pensamiento de un hom- bre acababa de derrotar el enigma de un ‘monstruo. 30 a

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