0 evaluări0% au considerat acest document util (0 voturi)
240 vizualizări10 pagini
Cuento de Sandra Siemens, titulado "El Minotauro y las Mariposas", que forma parte del libro "De Unicornios e Hipogrifos", publicado por editorial Sudamericana en 1995, con ilustraciones de Bianki. Esta es la cuarta edición, de 2006. El cuento ocupa las páginas 35 a 48.
Cuento de Sandra Siemens, titulado "El Minotauro y las Mariposas", que forma parte del libro "De Unicornios e Hipogrifos", publicado por editorial Sudamericana en 1995, con ilustraciones de Bianki. Esta es la cuarta edición, de 2006. El cuento ocupa las páginas 35 a 48.
Cuento de Sandra Siemens, titulado "El Minotauro y las Mariposas", que forma parte del libro "De Unicornios e Hipogrifos", publicado por editorial Sudamericana en 1995, con ilustraciones de Bianki. Esta es la cuarta edición, de 2006. El cuento ocupa las páginas 35 a 48.
DE UNICORNIOS
E HIPOGRIFOS
Sandra Siemens
Mustraciones: Biankieta Hana ame
Se prema po Dit ad
(a de Cats Apenics1950
Compagnia: Me. de Chie,
‘ep em Pann)
Seetpeman pepe
EL ESTORNUDO
DEL UNICORNIO
HER coe Nano eee Eo HEEne
ccc A
pefiasco al arroyo,
Siempre volando hacia adelante, No parecia,
hijo suyo,
Goof sentia una gran pena cuando lo vela vo-
lar pero no se acordaba por qué
Un dia decidié salir a buscar comida y ya no
voli.
Ese dia el pichén de Gillygaloo hizo su tinico
vvuelo hacia atris, Volé del arroyo al pefiasco, del
pefiasco al alerce, del alerce al nid, Se acurrucé
| en el nido. Se envolvi6 con su eascara cuadrada
y esperé que viniera a empollarlo su madre para
racer de nuevo como un auténtico Gillygaloo.
La Anfisbena, hipnotizada, seguia miréndolo
‘con sus cuatro ojos de cebolla,
Mientras tanto Goof volaba hacia atrs, dispa-
rado como una flecha,
Buscaba algo pero no recordaba qué.
Sentia una pena que le partia su corazén
grande como una gallina. Pero por mas que bus-
(66 y buses en su hueca cabeza no logré recordar
de dénde le venia.
Vio un volcan.
éHabia estado 0 no habfa estado antes ahi?
Se quedé mirando el encantador paisaje
‘mientras pensaba con su hueca cabeza en lo en:
‘cantadora que debia ser la mirada con la que es-
taba mirando el paisae.
‘Tan concentrado estaba, que se perdi.
Simplemente se perdi.
EL MINOTAURO Y
LAS MARIPOSAS
a4Soy un Minotauro.
El verdadero Minotauro,
El inico.
Hasta no hace mucho tiempo vivia en mi isla
que era redonda como una naranja. 0 mejor
dicho, como una media naranja que flotaba bo-
ca arriba, en el mar.
Mi isla, como los gajos de la naranja, era un
‘gran laberinto,
En el centro vivia yo.
Nadie se animaba a entrar a mi isla
Me tenjan miedo.
Decian que me comfa crudas a las personas.
‘Tenfan raz6n. De haber venido alguien, me lo
hubiera comico porque me molestaba la gente
ims que las moscas.
Con mis cuatro musculosas patas de toro
37
HEB 000 Nan eee Ea HEsent
JES cee Nn
aplastaba las hierbas que crecian sin mi permi-
so. Y con mis brazos fuertes como los de un le-
vantador de pesas derribaba con s6lo tocarlos a
Tos que no me caian simpticos.
Me gustaba estar solo.
En silencio, tirado en el pasto verde de mi is-
la redonda como una naranja, disfrutando del
sol. Mirando las mariposas. Mirando eémo vola-
ban juntas y después se separaban y se volvian a
junta
Me quedaba dormido mirandolas.
Pero un dia me desperté con una sensacién ||
rara. No era hambre ni sed, ni frfo ni calor. ¥
sin embargo patecia ser todo eso junto.
éQué era lo que me molestaba? éSeria que el
pasto habia crecido mas oscuro de lo que yo ha-
bia autorizado?
No. No era eso,
Era como si tratara de recordar algo que ha-
bia olvidado.
Un vacio.
Un hueco en el estomago.
Al dia siguiente, cuando el sol quemaba co
‘mo un fuego y yo volvt a tirarme sobre el pasto
verde de mi isla redonda como una naranja a
imirar las mariposas, tuve la primera sospecha.
Por supuesto que no le hice caso.
Pero al otro dia volvi a tirarme en el pasto
verde a mirar las mariposas.
Y también al dia siguiente.
Cuando me di cuenta de que estaba converti-
do en un perfecto papanatas que miraba mari
poss tirado en el pasto verde de una isla redon-
da como una naranja, no tuve mas remedio que
admit la verdad,
Todavia me da vergiienza decitl.
Parecfa mentira que a un Minotauro tan serio
como yo le pasaran esas cosas, pero no habia du-
das: me habia enamorado.
¢Podia enamorarse alguien como yo? Como
cera posible que un Minotauro tan rudo ¢ inteli-
gente como yo necesitara querer a alguien? ¢No
cra suficiente con quererme a mi mismo?
\ \ 7
/
38
stn
HE8 coe Nn+ Ene
HG coos Nan
Mil veces me hice esas preguntas tan cursis y
ridiculas como una flor de plistico
Y nunca me las contesté
En cambio, como soy un Minotauro préctico,
en lugar de llorar por mi desgracia, hice algo
mejor: escribf la primera carta de amor de mi
vida, la meté en una botella y la tiré al mar.
Durante la semana siguiente, dia tras dfa fui
tirando al mar una botella
Vivia en babia, distrafdo, bonachén. Me pica-
ban los mosquitos, me tragaba las moscas, metia
las patas en todos los agujeros.
1Qué ridiculez!
Por suerte, después de una semana alguien
respondis a mi llamado.
Era una vaca amarilla
Boy a recibirla 0 dejo que me encuentre y
me hago el sorprendido? Me peino para atris
con la raya al costado? éQué le digo primero?
Un revoliijo de preguntas me lenaba la ea
beza y me paralizaba. Hacia un paso a la iz-
quierda, después otro a la derecha y terminaba
‘en el mismo lugar. éQué le digo primero?
Finalmente decid! peinarme con la raya al
medio, lavarme los dientes y ponerme desodo-
rante.
Era la vaca mds hermosa que habia visto ja-
més. Y avanzaba sobre su balsa, como un sol
desde el horizonte,
Fuia esperaria a la playa con un ramo de flo-
reslilas
Ella me agradeci6 comiéndoselas de un solo
bocado y a mf se me aflojaron las cuatro patas.
Cenamos, le mostré el laberinto y caminamos
alaluz de la luna.
tbamos yo iba juntando cora-
Je para pedirle que se casara conmigo.
‘Cuando ya habia juntado bastante como para
al
#
4
i
xi
4
i
x
pedirselo, ella dij:
—iMe voy!
Pero, pero... por qué?
Porque yo odio cocinar, Y a vos seguro que
te gustan las papas fritas.
Me encanta
:No ves? —me dijo—, Si me casara con vos
tendiria que pasarme el dia cocinando.
Y después dijo:
—Mejor me busco un novio que coma pasto
igual que yo.
Y se volvi6 a su balsa
Me quedé miréndola hasta que se perdié en
el horizonte como un atardecer,
Entonees pensé: “IEl amor duele!”
En los dias que siguieron no hice més que ti
rarme en el pasto verde de mi isla redonda co-
‘mo una naranja a mirar cémo se amaban las
mariposas.
Por suerte alguien encontré otro de mis
mensajes.
Cuando vila vela de un barco que se asomaba
en el horizonte, el revoltjo de preguntas volvi6
‘a desorganizarme la cabeza: {voy a recibirla 0
dejo que me encuentre y me hago el sorprendi-
do? éMe peino para atras o con raya al costado?
Finalmente decid peinarme con la raya al
medio, lavarme los dientes y ponerme deso-
dorante,
Era la muchacha mis hermosa que jams ha-
bia visto,
‘Ariadna se Ilamaba,
Me agradecié las flores con un beso en la me-
jill. ¥ a mi se me aflojaron las cuatro patas.
Cenamos, le mostré el laberinto y después ca
minamos a la luz de la luna,
Mientras caminabamos yo iba juntando cora-
je para pedirle que se casara conmigo, Cuando
‘senti que ya habia juntado bastante y estaba por
proponerle casamiento, dijo
—iMe tengo que it!
—2Pero, pero... por qué?
—No puedo quedarme —dijo Ariadna con la
voz tan dulce como una flauta—. Si me quedara
hos enamorariamos, nos pondriamos de novio,
nos casarfamos y tendriamos hijos y serfamos fe-
lices comiendo perdices. Pero yo siempre quise
tener una hija equilibrista. 2Y como havia nues-
tra hija para caminar sobre la cuerda floja? ¢No
42
En
EO ccc Atnd
ES vo0e Nan,
No supe qué decirle.
Mientras veta cémo el barco de Ariadna se
perdia en el horizonte sentf que mi coraz6n se
iba llenando de agujeros.
Entonces pensé: "iCuanto duele el amor!”
£Cémo habia legado a este estado tan lamen-
able?
2Cémo a mi, al feroz, inconmovible y temido
Minotauro se me podfa escapar una lagrimita al
mirar un par de mariposas?
iQué espantoso papelén!
Yo, que habia sido duefo y sefior de mi isla,
donde nadie podia entrar o salir sin que yo lo
supiera, ahora no me enteraba de nada. Pasaba
los dias en el pasto verde de mi isla redonda co-
‘mo una naranja mirando las mariposas y llo-
rando.
Llorando, sf, porque empezaba a darme
‘cuenta de que mi amor era un amor imposible,
No me querfan las vacas,
No me querfan las mujeres.
Estaba condenado a vivir solo.
Tan llorando estaba yo con mi corazén aguje-
reado latiendo con tristeza, tirado en el pasto
verde de mi isla redonda como una naranja,
que sinceramente no la of llegar:
Era una Anfisbena,
—IQué desilusién! —grit6 una de las cabezas
haciendo viborear su lengua de dos puntas—
i¥o pensé que iba a encontrar un Minotauro
fornido y apuesto, orgulloso, brioso, vigoroso,
violento, impetuoso, altivo, majestuoso!
iHercdleo! —aport6 la otra cabeza.
—2Y en cambio qué? iUn despojo de Mino-
auto!
—iBlandengue como un flan!
—1Un romantico lorén!
En otro momento una sola de esas palabras
hhubiera bastado para que la matara sin piedad,
Pero levanté los ojos, vi que la Anfisbena me mi-
aba como se mira lover cuando uno tenia pen-
sado ir a jugar al parque, bajé los ojos y segut
llorando.
iQue desencanto! Igual que aquella otra!
—dijo la Anfisbena.
—1Tal cual! —chillé la otra cabeza.
—iQué otra? —reaccioné.
—La Minotaura —dijo la Anfisbena,
Minotaura? iSi yo soy el nico Mino-
‘auro, el verdadero Minotauro! iSi no existe otro
Minotauro més que yo!
En ese momento a la Anfisbena le dio un ata
que de risa. Sus dos bocas se abrian y se cerra-
‘ban como un par de castafuelas, Se retorcia de
tal forma que pensé que iba a quedarse seca ahi
noms. Pero al rato se le pas6.
—2Qué es lo que te causa tanta gracia? le
pregunté,
—iLas pavadas que decis!
—ilLas mismas pavadas que decia aquella otra!
—Aijo la Anfisbena.
“4
45
tr
HEP coos Nwq
J
4
:
En otro momento esa falta de respeto le hu-
biera valido la muerte, Pero la dejé pasar
2Y si fuera cierto? Yo vivia encerrado en mi
laberinto donde nadie se atrevia a entrar. No sa
ba nada de lo que sucedlia fuera de mi isla re-
donda como una naranja. 2Y si realmente habia
alguien como yo?
‘Un calorcito me empez6 a recorrer el cuerpo.
Un poco nervioso, me acomodé el pelo con Ia
raya al medio, me sacud los pastitos y pregunté:
—2Y dénde vive ella?
—iAh! iAh! iAh! —dijo la Anfisbena con la
voz mas odiosa que nunca—. iLa informacién
tiene su precio!
En ese momento sentt ganas de ahorearla, pe-
ro me aguanté,
—iQueremos conocer el centro del laberintol
—dijeron entusiasmadas las dos cabezas.
Las llevé,
Yo soy el nico que sabe salir del centro del
laberinto,
Una vez ahi me dijeron que para encontrar a
la Minotaura tenia que navegar siempre hacia
Occidente.
En el primer descuido de la Anfisbena me es-
cabuuliy escapé.
Y¥ como dije antes, soy el tinico que sabe salir
del centro del laberinto.
Feliz con mi pequefia venganza, me peiné,
ime lavé los dientes, me puse dlesodorante y me
hice ala mar.
A medida que avanzaba hacia Occidente y no
podfa ver otra cosa mas que el azul turquesa del
mar, me fue creciendo la duda,
2Y si habfa sido una mentira lo de la Anfisbe-
na? El mar no era el lugar mas apropiado para
‘un Minotauro como yo.
Por suerte, al quinto dia pude ver una isha,
era como media naranja flotando boca arriba en.
el mar. Enseguida supe que era la media naran-
ja que buseaba,
Ella me estaba esperando en la playa, peina-
da con raya al medio, perfumada, con un ramo
de albahaca para mi.
Cenamos, me mostré su laberinto y camina-
mos a la luz de la luna.
tnt
46
a7
9 coe NanMientras caminabamos ella juntaba coraje pa
ra preguntarme si me querfa casar. Cuando jun-
16 lo suficiente como para preguntarmelo, me
adelante y le dije
—£Te casarfas conmigo?
Y ésa fue la historia. —2No es verdad, mi
—La pura verdad —dijo la Minotaura tirada
en el pasto verde de su isla redonda como
un naranja mirando revolotear un par de ma-
riposas.
EL HUEVO
HOR roe Bee Ee