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DE UNICORNIOS E HIPOGRIFOS Sandra Siemens Mustraciones: Bianki eta Hana ame Se prema po Dit ad (a de Cats Apenics1950 Compagnia: Me. de Chie, ‘ep em Pann) Seetpeman pepe EL ESTORNUDO DEL UNICORNIO HER coe Nano eee Eo HE Ene ccc A pefiasco al arroyo, Siempre volando hacia adelante, No parecia, hijo suyo, Goof sentia una gran pena cuando lo vela vo- lar pero no se acordaba por qué Un dia decidié salir a buscar comida y ya no voli. Ese dia el pichén de Gillygaloo hizo su tinico vvuelo hacia atris, Volé del arroyo al pefiasco, del pefiasco al alerce, del alerce al nid, Se acurrucé | en el nido. Se envolvi6 con su eascara cuadrada y esperé que viniera a empollarlo su madre para racer de nuevo como un auténtico Gillygaloo. La Anfisbena, hipnotizada, seguia miréndolo ‘con sus cuatro ojos de cebolla, Mientras tanto Goof volaba hacia atrs, dispa- rado como una flecha, Buscaba algo pero no recordaba qué. Sentia una pena que le partia su corazén grande como una gallina. Pero por mas que bus- (66 y buses en su hueca cabeza no logré recordar de dénde le venia. Vio un volcan. éHabia estado 0 no habfa estado antes ahi? Se quedé mirando el encantador paisaje ‘mientras pensaba con su hueca cabeza en lo en: ‘cantadora que debia ser la mirada con la que es- taba mirando el paisae. ‘Tan concentrado estaba, que se perdi. Simplemente se perdi. EL MINOTAURO Y LAS MARIPOSAS a4 Soy un Minotauro. El verdadero Minotauro, El inico. Hasta no hace mucho tiempo vivia en mi isla que era redonda como una naranja. 0 mejor dicho, como una media naranja que flotaba bo- ca arriba, en el mar. Mi isla, como los gajos de la naranja, era un ‘gran laberinto, En el centro vivia yo. Nadie se animaba a entrar a mi isla Me tenjan miedo. Decian que me comfa crudas a las personas. ‘Tenfan raz6n. De haber venido alguien, me lo hubiera comico porque me molestaba la gente ims que las moscas. Con mis cuatro musculosas patas de toro 37 HEB 000 Nan eee Ea HE sent JES cee Nn aplastaba las hierbas que crecian sin mi permi- so. Y con mis brazos fuertes como los de un le- vantador de pesas derribaba con s6lo tocarlos a Tos que no me caian simpticos. Me gustaba estar solo. En silencio, tirado en el pasto verde de mi is- la redonda como una naranja, disfrutando del sol. Mirando las mariposas. Mirando eémo vola- ban juntas y después se separaban y se volvian a junta Me quedaba dormido mirandolas. Pero un dia me desperté con una sensacién || rara. No era hambre ni sed, ni frfo ni calor. ¥ sin embargo patecia ser todo eso junto. éQué era lo que me molestaba? éSeria que el pasto habia crecido mas oscuro de lo que yo ha- bia autorizado? No. No era eso, Era como si tratara de recordar algo que ha- bia olvidado. Un vacio. Un hueco en el estomago. Al dia siguiente, cuando el sol quemaba co ‘mo un fuego y yo volvt a tirarme sobre el pasto verde de mi isla redonda como una naranja a imirar las mariposas, tuve la primera sospecha. Por supuesto que no le hice caso. Pero al otro dia volvi a tirarme en el pasto verde a mirar las mariposas. Y también al dia siguiente. Cuando me di cuenta de que estaba converti- do en un perfecto papanatas que miraba mari poss tirado en el pasto verde de una isla redon- da como una naranja, no tuve mas remedio que admit la verdad, Todavia me da vergiienza decitl. Parecfa mentira que a un Minotauro tan serio como yo le pasaran esas cosas, pero no habia du- das: me habia enamorado. ¢Podia enamorarse alguien como yo? Como cera posible que un Minotauro tan rudo ¢ inteli- gente como yo necesitara querer a alguien? ¢No cra suficiente con quererme a mi mismo? \ \ 7 / 38 stn HE8 coe Nn + Ene HG coos Nan Mil veces me hice esas preguntas tan cursis y ridiculas como una flor de plistico Y nunca me las contesté En cambio, como soy un Minotauro préctico, en lugar de llorar por mi desgracia, hice algo mejor: escribf la primera carta de amor de mi vida, la meté en una botella y la tiré al mar. Durante la semana siguiente, dia tras dfa fui tirando al mar una botella Vivia en babia, distrafdo, bonachén. Me pica- ban los mosquitos, me tragaba las moscas, metia las patas en todos los agujeros. 1Qué ridiculez! Por suerte, después de una semana alguien respondis a mi llamado. Era una vaca amarilla Boy a recibirla 0 dejo que me encuentre y me hago el sorprendido? Me peino para atris con la raya al costado? éQué le digo primero? Un revoliijo de preguntas me lenaba la ea beza y me paralizaba. Hacia un paso a la iz- quierda, después otro a la derecha y terminaba ‘en el mismo lugar. éQué le digo primero? Finalmente decid! peinarme con la raya al medio, lavarme los dientes y ponerme desodo- rante. Era la vaca mds hermosa que habia visto ja- més. Y avanzaba sobre su balsa, como un sol desde el horizonte, Fuia esperaria a la playa con un ramo de flo- reslilas Ella me agradeci6 comiéndoselas de un solo bocado y a mf se me aflojaron las cuatro patas. Cenamos, le mostré el laberinto y caminamos alaluz de la luna. tbamos yo iba juntando cora- Je para pedirle que se casara conmigo. ‘Cuando ya habia juntado bastante como para al # 4 i x i 4 i x pedirselo, ella dij: —iMe voy! Pero, pero... por qué? Porque yo odio cocinar, Y a vos seguro que te gustan las papas fritas. Me encanta :No ves? —me dijo—, Si me casara con vos tendiria que pasarme el dia cocinando. Y después dijo: —Mejor me busco un novio que coma pasto igual que yo. Y se volvi6 a su balsa Me quedé miréndola hasta que se perdié en el horizonte como un atardecer, Entonees pensé: “IEl amor duele!” En los dias que siguieron no hice més que ti rarme en el pasto verde de mi isla redonda co- ‘mo una naranja a mirar cémo se amaban las mariposas. Por suerte alguien encontré otro de mis mensajes. Cuando vila vela de un barco que se asomaba en el horizonte, el revoltjo de preguntas volvi6 ‘a desorganizarme la cabeza: {voy a recibirla 0 dejo que me encuentre y me hago el sorprendi- do? éMe peino para atras o con raya al costado? Finalmente decid peinarme con la raya al medio, lavarme los dientes y ponerme deso- dorante, Era la muchacha mis hermosa que jams ha- bia visto, ‘Ariadna se Ilamaba, Me agradecié las flores con un beso en la me- jill. ¥ a mi se me aflojaron las cuatro patas. Cenamos, le mostré el laberinto y después ca minamos a la luz de la luna, Mientras caminabamos yo iba juntando cora- je para pedirle que se casara conmigo, Cuando ‘senti que ya habia juntado bastante y estaba por proponerle casamiento, dijo —iMe tengo que it! —2Pero, pero... por qué? —No puedo quedarme —dijo Ariadna con la voz tan dulce como una flauta—. Si me quedara hos enamorariamos, nos pondriamos de novio, nos casarfamos y tendriamos hijos y serfamos fe- lices comiendo perdices. Pero yo siempre quise tener una hija equilibrista. 2Y como havia nues- tra hija para caminar sobre la cuerda floja? ¢No 42 En EO ccc A tnd ES vo0e Nan, No supe qué decirle. Mientras veta cémo el barco de Ariadna se perdia en el horizonte sentf que mi coraz6n se iba llenando de agujeros. Entonces pensé: "iCuanto duele el amor!” £Cémo habia legado a este estado tan lamen- able? 2Cémo a mi, al feroz, inconmovible y temido Minotauro se me podfa escapar una lagrimita al mirar un par de mariposas? iQué espantoso papelén! Yo, que habia sido duefo y sefior de mi isla, donde nadie podia entrar o salir sin que yo lo supiera, ahora no me enteraba de nada. Pasaba los dias en el pasto verde de mi isla redonda co- ‘mo una naranja mirando las mariposas y llo- rando. Llorando, sf, porque empezaba a darme ‘cuenta de que mi amor era un amor imposible, No me querfan las vacas, No me querfan las mujeres. Estaba condenado a vivir solo. Tan llorando estaba yo con mi corazén aguje- reado latiendo con tristeza, tirado en el pasto verde de mi isla redonda como una naranja, que sinceramente no la of llegar: Era una Anfisbena, —IQué desilusién! —grit6 una de las cabezas haciendo viborear su lengua de dos puntas— i¥o pensé que iba a encontrar un Minotauro fornido y apuesto, orgulloso, brioso, vigoroso, violento, impetuoso, altivo, majestuoso! iHercdleo! —aport6 la otra cabeza. —2Y en cambio qué? iUn despojo de Mino- auto! —iBlandengue como un flan! —1Un romantico lorén! En otro momento una sola de esas palabras hhubiera bastado para que la matara sin piedad, Pero levanté los ojos, vi que la Anfisbena me mi- aba como se mira lover cuando uno tenia pen- sado ir a jugar al parque, bajé los ojos y segut llorando. iQue desencanto! Igual que aquella otra! —dijo la Anfisbena. —1Tal cual! —chillé la otra cabeza. —iQué otra? —reaccioné. —La Minotaura —dijo la Anfisbena, Minotaura? iSi yo soy el nico Mino- ‘auro, el verdadero Minotauro! iSi no existe otro Minotauro més que yo! En ese momento a la Anfisbena le dio un ata que de risa. Sus dos bocas se abrian y se cerra- ‘ban como un par de castafuelas, Se retorcia de tal forma que pensé que iba a quedarse seca ahi noms. Pero al rato se le pas6. —2Qué es lo que te causa tanta gracia? le pregunté, —iLas pavadas que decis! —ilLas mismas pavadas que decia aquella otra! —Aijo la Anfisbena. “4 45 tr HEP coos Nw q J 4 : En otro momento esa falta de respeto le hu- biera valido la muerte, Pero la dejé pasar 2Y si fuera cierto? Yo vivia encerrado en mi laberinto donde nadie se atrevia a entrar. No sa ba nada de lo que sucedlia fuera de mi isla re- donda como una naranja. 2Y si realmente habia alguien como yo? ‘Un calorcito me empez6 a recorrer el cuerpo. Un poco nervioso, me acomodé el pelo con Ia raya al medio, me sacud los pastitos y pregunté: —2Y dénde vive ella? —iAh! iAh! iAh! —dijo la Anfisbena con la voz mas odiosa que nunca—. iLa informacién tiene su precio! En ese momento sentt ganas de ahorearla, pe- ro me aguanté, —iQueremos conocer el centro del laberintol —dijeron entusiasmadas las dos cabezas. Las llevé, Yo soy el nico que sabe salir del centro del laberinto, Una vez ahi me dijeron que para encontrar a la Minotaura tenia que navegar siempre hacia Occidente. En el primer descuido de la Anfisbena me es- cabuuliy escapé. Y¥ como dije antes, soy el tinico que sabe salir del centro del laberinto. Feliz con mi pequefia venganza, me peiné, ime lavé los dientes, me puse dlesodorante y me hice ala mar. A medida que avanzaba hacia Occidente y no podfa ver otra cosa mas que el azul turquesa del mar, me fue creciendo la duda, 2Y si habfa sido una mentira lo de la Anfisbe- na? El mar no era el lugar mas apropiado para ‘un Minotauro como yo. Por suerte, al quinto dia pude ver una isha, era como media naranja flotando boca arriba en. el mar. Enseguida supe que era la media naran- ja que buseaba, Ella me estaba esperando en la playa, peina- da con raya al medio, perfumada, con un ramo de albahaca para mi. Cenamos, me mostré su laberinto y camina- mos a la luz de la luna. tnt 46 a7 9 coe Nan Mientras caminabamos ella juntaba coraje pa ra preguntarme si me querfa casar. Cuando jun- 16 lo suficiente como para preguntarmelo, me adelante y le dije —£Te casarfas conmigo? Y ésa fue la historia. —2No es verdad, mi —La pura verdad —dijo la Minotaura tirada en el pasto verde de su isla redonda como un naranja mirando revolotear un par de ma- riposas. EL HUEVO HOR roe Bee Ee

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