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Annimo
en semejana de caualleros,
mas semejbanle muy fieros.
Cada uno teni la su espada,
menazbanla a la entrada.
Cuando queri adentro entrar,
ariedro la fazin tornar.
Cuando vio que non podi aber la entrada,
atrs faze la su tornada.
All est muy desmayada,
a un requexo es assentada;
aqu comiena a pensar
e de coran a llorar.
D'amas manos tira a sus cabellos,
grandes feridas dio a sus pechos.
Vio cmo Dios le era sanyudo,
nol os pedir consejo ninguno.
Ella asaz diziendo: "En mal hora
fui tan pecadora;
tan mal consejo hobe prendudo
cuand' Dios me es ass sanyudo.
Tan s plena de malveztat,
de luxuria e de maldat,
que non puedo al templo entrar
ni oso a Dios me reclamar.
Qu far agora, cativa?
Tanto me pesa porque s biva!''
Del cuerpo le salli un sospiro tan fuerte;
dixo: "Dios dame la muerte".
Torn la cara on seda:
vio huna imagen de santa Mara.
La imagen era bien figurada,
en la mesura era tajada.
Mara cuando la vio,
levsse en pie, ant'ella se par.
Los inojos ant'ella finc,
tan con vergena la cat,
atan piadosament la reclam
e dixo: "Ay, duenya, dule madre,
que en el tu vientre toviste al tu padre;
San Gabriel te aduxo el mandado,
tul' respondiste con grant recabdo.
Tan bueno fue aquell da
cuando l te dixo: "Ave Mara,
en ti puso Dios la su amanca,
llena fuste de la su gratia.
En ti priso humanidat
el fi del rey de <la> magestat.
Lo que l dixo, t lo otorgueste
e por su anilla te llameste.
Por esso eres del iello reina,
tu seyas oy mi melezina.
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