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Wilhelm Heinrich Wackentoder + Ludwig Tieck Efluvios cordiales de un monje amante del arte Al lector de estas hojas En la soledad de mi vica monacal, desde la que sélo de vez en cuando pienso en el Iejano mundo, han ido naciendo poco a poco las siguientes diser- taciones. En mi javentuel amé enormemente el arte y es¢ amor me ha acompaiado como un amigo fiel hasta mi edad actual sin darme cuenta escibia como ‘por un impulso interno mis memorias, que ti, que- ido lector, has de observar con mirada comprensi- va, No estin redactadas en el tono del mundo actual, porque es un tono del que no soy capaz y porque, si he de decirlo sinceramente, es un tono que no pue- ddo ama. En mi juventud me vi envuelto en el mundo y en ‘muchas empresas mundanas. Mi gran afin era el arte y descaba consagrarle mi vida y todos mis pocos ta- Tentos. Segin eu en dibujo, y mis copias, asi como mis propiasinven- de algunos amigos, no era torpe ciones, no disgustaban del todo, Pero siempre pensaba con sereno y sagrado estremecimiento en los grandes y envidliados santos del arte; me pareciaextrafo, ca- sinecio, que yo condujese en mi mano el carbén o el pince al venirme ala memoria el nombre de Rafsel 0 cle Miguel Angel. He de reconocer que de vez en cuan- dlo, al imaginarme claramente sus obras y sus vidas, Iloraba a causa de un indescriptible ardor melanc6li- co: nunca pude lograr —un pensamiento semejante sme hubiese parecido impio— separar en mis favori- tos escogidos lo bueno de lo lamaco malo y al final ponerlo todo en una fla para observarla después con ‘una mirada fia y titica, como procuran hacer ahora Iosartstasjovenes y los lamados amigos del arte. Asi quiero reconocerlo abiertamente, poco fue lo que lei kenga e095, esi ica y lito dele ‘ne yl pos triste fte el reso! ;Qué este y deprimido se sen- tia de nuevo en una familia cuya vida slo giraba en tormo a la satisiccin de las necesidades materiales mis inmediats y con un padre que estaba tan poco de acuerdo con sus inclinaciones! Este despreciaba y aborrecia todas las artes como siervas de indebidss concupiscencas y pasiones, y como aduladoras del ‘mundo aristoeritico, Siempre habia visto con desa- grado que su Joseph se apegase tanto a la misica: J entonces, ya que este amor erecia mis y més en el rmuchacho, emprendié an intento duradero y serio por converte cle tan perjudicial inckinacibn hacia tun arte euyo eerccio no consideraba mucho mejor que la ociosidad y que solo satisface la voluptuos diad de los sentidos, a la medicina, como la ciencia nis caitativa y mis seconocicamente stl pata el género humano. Se esfor26 mucho en instruitle € ‘mismo en los principios bisicos y puso en stt mano ‘muchos manuales. ue ésta una situacién bastante molesta y emba- razosa para el pobre Joseph. Sofocabs secretamente el entusiasmo en ss pecho, para no ofender ast pa- dre, ya la vez queria obligarse a intentar aprender ‘esa ciencia Gil. Pero era una lucha eterna en su alma, Leia en sus manuales una pgina diez veces, sin com- prender lo que lea, mientras su alma seguia cantan- dlo siempre intimamente sus fantasias melodiosas. El padre estaba muy preoeupado por él Su vehemente amor por la misica aumentaba en silencio més y mis. Sien algunas semanas no le Ile- sgaba ningiin sonido al oido, su 4nimo se encontraba realmente enfermo; notaba que si mente se enco- aia aparecfa un vacto en su interior y tenia verdade- ramelancolia por poder dejarseinspirar nuevamente por los sonidos. Hasta unos intérpretes corrientes podian insuflarle, con sus instrumentos de viento, en Fiestas sacras © patronales, sentimientos de los que ellos no se hacian la menor idea. ¥ siempre que se podia escuchar una miisica grandiosa en una clad vecina, salia corriendo con ansia ferviente, por muy fuertes que faesen [a nieve, la tormenta y la lluvia, [ Casi diariamente evocaba con nostalgia el mag- nifico tiempo vivido en la residencia episcopal y re- . ; Cuando se le ocurrian semejantes ideas le parecia aque habia sido el mayor iluso por haberse afanado tanto por convertitse en un artista actuando para el mundo, Lleg6 a pensar que un artista tenia que set artista slo para si mismo y para una o dos personas, para stt propia emocidn condial. Y ésta es una idea ‘que puedo califcar de totalmente equivocada. eto voy a restmir muy brevemente el resto de la vida de mi Joseph, pues ef recuerdo de ella me va a resultar muy triste. [Lemwmasa vise ot coumon en Bemus agg Varios aos continus vi indo de maestro de ca- pilla y su mal humor y la molesta conviceién de que A, con todo st profundo sentimiento y su intimo sentido artistico, no servia de nada para el mundo y era mucho menos eficaz que cualquier artesano, ‘recian mis y mis. A menudo pensaba con aforan- za ence entusiasmo puro ideal de su infancia y a la vez en su padre, en cémo se esforz6 en educatlo pa- +1 médico, para que pudiese aplacat la miseria de los hombres, sanat a desgraciados y, as, poder ser itil al ‘mundo, ;Quizis hubiese sido mejor! pensaba en al guns momentos. Su padre, mientras tanto, se hallaba muy debiita- clo en su vejez. Joseph escribia siempre a su hermana ‘mayor y le enviaba dinero para la manutencién del padre. No tenia valor de i a visitarlo él mismo; sen tia que le resultaba imposible. Se volvis cada vez mis triste; su vida iba en decliv. Una vea interpreté él mismo en la sala de concier- fos, en un estreno, una hermosa miisica que habia compuesto: parecta la primera vez. que hacia efecto sobre los corazones de los oyentes. Un asombro ge- eral, un favor silencioso, que es mucho mis bello que ‘uno ruidoso, lo reconforté con laden de haber ejerci- do su arte de forma por una vez digna; as, reunié de nuevo valor para seguir trabajando. Cuando slié ala calle se deslizé hacia una muchacha vestida desarra- padamente que queria hablarle. El no sabia qué decry Ia mins —

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