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Analisis del discurso GILLIAN BROWN GEORGE YULE a a ee a) Visor Libros 1 Formas y funciones lingiifsticas 1.1. Las funciones del lenguaje El andlisis del discurso es, por necesidad, andlisis de la lengua en su uso. Como tal, no puede limitarse a la descripcién de formas lin- gilisticas con independencia de los propésitos y funciones a las cua- les estan destinadas esas formas. Mientras que otros lingiiistas pue- den concentrarse en la determinacién de las propiedades formales de una lengua, el analista del discurso se ve obligado a investigar pa- ra qué se utiliza esa lengua. Y mientras que el enfoque formal tiene una larga tradicién, manifiesta en innumerables voliimenes de gra- miatica, el enfoque funcional est4 peor documentado. Incluso los in- tentos de proporcionar un conjunto general de «etiquetas» para las principales funciones del lenguaje han desembocado en una termi- nologia vaga y a menudo confusa. Nosotros adoptaremos solamente dos términos para describir las funciones basicas del lenguaje, insis- tiendo en que esta divisién es una conveniencia del andlisis. No pa- rece probable que, en cualquier ocasién, se use una lengua natural para cumplir una tnica funcién, con la exclusién total de la otra. Hablaremos de funcién descriptiva cuando el lenguaje se utilice pa- 19 ra expresar ‘un contenido’ y denominaremos interactivo al uso del lenguaje relacionado con la expresidn de relaciones sociales y actitu- des personales. Nuestra distincién «descriptivo/ interactivo» se co- rresponde a grandes rasgos con las dicotom(as funcionales -«repre- sentativa / expresivay de Biihler (1934), «referencial / emotiva» (Jakobson, 1960), «ideacional / interpersonab» (Halliday, 1970b) y «descriptiva / social-expresiva» (Lyons, 1977). 1.1.1. La perspectiva descriptiva Los lingitistas y los filésofos del lenguaje suelen adoptar una perspectiva muy limitada de las funciones del lenguaje en la socie- dad. Aunque reconocen frecuentemente que puede usarse el lengua je para llevar a cabo muchas funciones comunicativas, por lo gene- ral dan por sentado que la funcién mas importante es la de comunicar informacién. Asi, Lyons (1977:32) observa que la no- cién de comunicacién se utiliza para hablar de «sentimientos, esta- dos de animo y actitudes»', para pasar a afirmar que él se interesaré fundamentalmente en «la transmisién deliberada de informacién proposicional 0 factual». De modo similar, Bennett (1976: 5) sefiala que «parece que la comunicacién supone fundamentalmente la vo- luntad de un hablante de informar a un oyente de algo o de incitar- lea la accién». EI valor del uso del lenguaje como medio de transmitir infor- macién esta bien arraigado en nuestra mitologia cultural. Todos cre- emos que es la facultad del lenguaje lo que ha permitido a la huma- nidad desarrollar diversas culturas, cada una con sus peculiares costumbres sociales, observancias religiosas, leyes, tradiciones orales, modelos de comercio, etc. Creemos, ademis, que es la adquisicién del lenguaje escrito lo que ha permitido el desarrollo en algunas cul- turas de la ciencia, la filosoffa y la literatura (vid. Goody, 1977), y que este desarrollo ha sido posible por la posibilidad de transmitir informacién mediante el uso del lenguaje, lo que capacita al hom- bre para utilizar el conocimiento de sus antepasados y el de hom- bres de otras culturas. Lyons., 1980: 33 Para las citas que aparecen en el texto he adoptado el siguiente criterio: en caso de existir una traduccién espatiola, cito por ella; en el caso contratio, la versi6n es mia. (N. de la T.] 20 Llamaremos al lenguaje que se usa para transmitir «informacién factual 0 proposicional» lenguaje primariamente descriptive, y supon- dremos que con el lenguaje primariamente descriptivo lo que el ha- blante tiene como objetivo basico es la transmisién eficiente de in- formacién. El lenguaje utilizado en tal situacién esté primariamente «orientado al mensaje». Es importante que el receptor capte los de- talles de la informacién corrrectamente. Asf, si un policfa da una di- reccién a un viajero, si un médico le dice a una enfermera cémo ad- ministrar una medicina a un paciente, si un casero hace una reclamacién al seguro, si un dependiente explica las calidades relati- vas de dos tipos de lana o un cientifico describe un experimento, en cada caso lo que importa es que el hablante deje claro lo que dice (o escribe). Se producirfan consecuencias lamentables (0 incluso desas- trosas) en el mundo real si el receptor no entendiera correctamente el mensaje. 1.1.2. La perspectiva interactiva Mientras que, en general, los lingiiistas, los filésofos del lengua- je y los psicolingijistas han prestado particular atencién al uso del lenguaje para transmitir «informacién factual o proposicional», los socidlogos y los sociolingitistas se han interesado especialmente en el uso del lenguaje para establecer y mantener relaciones sociales. En [a literatura sociolégica y antropoldgica son frecuentes los co- mentarios sobre el uso fético del lenguaje: en concreto, el uso con- vencional del lenguaje para abrir y cerrar intercambios orales. Los analistas de la conversacién se han visto especialmente interesados en el uso del lenguaje para establecer las relaciones sociales, la soli- daridad entre pares, los intercambios de turno en las conversacio- nes, y la preservacién del territorio y de la imagen tanto del hablan- te como del oyente (cf. Labov, 1972a; Brown y Levinson, 1978; Sacks, Schegloff & Jefferson, 1974; Lakoff, 1973). Es evidente que una gran cantidad de la interacci6n humana cotidiana se caracteriza més por el uso primariamente interpersonal del lenguaje que por el uso descriptivo. Cuando dos extrafos estan de pie en una parada de autobts tiritando de frio y uno se vuelve hacia el otro y dice «My goodness, it's cold» [«;Dios, qué frio hace!»], resulta dificil suponer que la intencidn primaria del hablante es transmitir informacién. Es 21 mucho més razonable imaginar que el hablante esta indicando su disposicién para ser amable y charlar. En verdad, parece que una gran cantidad de conversacién ordinaria cotidiana consiste en el co- mentario de un individuo sobre algo presente tanto a él como a su interlocutor. El ejemplo més citado en el inglés briténico es, por su- puesto, el tiempo. Ahora bien, gran parte de la conversacién infor- mal contiene expresiones y ecos de expresiones que parecen dirigi- das mds a contribuir al mantenimiento de la conversacién que a ser tomadas como ejemplos de transmisién de informacién. Asi, en un autobuis una mujer que le est4 describiendo a otra el comporta- miento de una amiga comtin, que se ha levantado de la cama dema- siado pronto después de una operacién, termina su turno de con- versacién diciendo: ‘Aye, she's an awfy woman [Ay, es una mujer tremenda] Podriamos considerar este enunciado como un resumen informati- vo. Su vecina entonces dice reflexivamente (después de haber estado emitiendo un refuerzo del tipo sf, sf a lo largo del turno de la pri- mera hablante): Aye, she's an awfy woman [Ay, es una mujer tremenda] Pirsig (1976: 313) sefiala a propésito de tal conversacién: «me intri- ga la andadura de la conversacién. No tiene la pretensién de llegar a ningun sitio, sélo sirve para llenar el dia....sigue y sigue y sigue sin ningun otro fin 0 propésito que el de pasar el tiempo, como el ba- lanceo de una mecedora.» Parece que de lo que se trata es de compartir un punto de vista comtin. Brown & Levinson sefialan la importancia que tiene para las relaciones sociales el establecer un terreno comin y el coincidir en los puntos de vista, ¢ ilustran los extremos a los que llegan ha- blantes de diferentes culturas para mantener una apariencia de acuerdo, y recalcan que «el acuerdo puede ser reforzado también mediante la repeticién de parte o de todo lo que ha dicho el hablan- te precedente» (1978: 117). Aunque, como veremos, el lenguaje escrito se usa, por lo gene- ral, para propésitos primariamente descriptivos, es posible encon- 22 trar géneros escritos cuyo propésito fundamental no sea informar, sino mantener las relaciones sociales —cartas de agradecimiento, car- tas de amor, etc. 1.2. Lenguaje hablado y escrito 1.2.1. Modo de produccion Desde el punto de vista de la produccién, esté claro que el len- guaje hablado y el escrito plantean exigencias en cierto modo dife- rentes a sus usuarios. El hablante tiene a su disposicién todo el re- gistro de los efectos del «tono de voz» (as{ como la expresién facial y los sistemas de posturas y gestos). Armado de todo ello, puede siem- pre anular el efecto de las palabras emitidas. Asi, es mucho mds pro- bable que se piense que un hablante que dice «Realmente me gusta- rfa» inclindndose hacia delante, sonriente, con una voz «cdlida y velada» esté queriendo decir lo que ha dicho que otro hablante que emita las mismas palabras retrayéndose, con el cefio fruncido y con un tono de voz «nasal y sarcdstico». Estas sefiales paralingiifsticas le son denegadas al escritor. Nosotros ignoraremos en este libro, en ge- neral, las caracteristicas paralingitisticas del lenguaje hablado, ya que los datos que citaremos proceden de lenguaje hablado por adultos cooperantes que no han explotado los recursos paralingitisticos en contra del significado verbal de sus enunciados, sino que los han utilizado para reforzarlo. El hablante no sdlo controla la produccién de sistemas comuni- cativos diferentes de los que controla el escritor, sino que procesa esa produccién bajo circunstancias que le exigen bastante mas. Tiene que controlar qué es lo que acaba de decir y determinar si concuerda con sus intenciones, al mismo tiempo que enuncia la ex- presidn en curso, la controla y planea simult4neamente su siguiente enunciado para ajustarlo al patrén general de lo que quiere decir, mientras vigila, ademas, no sélo su propia actuacién, sino su recep- cién por parte del oyente. No posee un registro permanente de lo que ha dicho antes, y sdlo en circunstancias especiales puede tener notas que le recuerden lo que va a decir a continuacién. El escritor, por el contrario, puede echar un vistazo a lo que ya ha escrito, hacer una pausa entre cada palabra sin el temor de que 23 su interlocutor le interrumpa, tomarse su tiempo para elegir una de- terminada palabra consultando el diccionario si es preciso, cotejar el trabajo con sus notas, archivar lo que ha escrito e incluso cambiar de opinién sobre lo que quiere decir. Mientras que el hablante se encuentra bajo una presién considerable para continuar hablando durante el periodo de tiempo que se le ha asignado, el escritor, ge- neralmente, no sufrte esa presién. Mientras que el hablante sabe que cualquier palabra que salga de sus labios ser4 escuchada por su in- terlocutor y, que si no es la que él pensaba, tendra que emprender una «reparacién» activa y publica, el escritor puede tachar y reescri- bir en la intimidad de su estudio. Por supuesto que el hablante también tiene ventajas. Puede ob- servar a su interlocutor y, si lo desea, modificar lo que esta diciendo para hacerlo més accesible o aceptable para su oyente. El escritor no tiene acceso a una reaccién inmediata por parte de sus lectores y, sencillamente, ha de imaginarla. Es interesante observar el compor- tamiento de los individuos cuando se les da a elegir el llevar a cabo un negocio personalmente o por escrito. En algunas circunstancias se prefiere la interaccién cara a cara, pero, en otras, por una varie- dad de razones diferentes, el individuo puede preferir llevar a cabo la transaccién por escrito. Aunque en la interaccién hablada el ha- blante tiene la ventaja de poder controlar la reaccién de su oyente minuto a minuto, sufre el inconveniente de exponer sus propios sentimientos («filtrado»; Ekman & Friesen, 1969) y de tener que hablar clara y concisamente, asi como de preparar una respuesta in- mediata a cualquier tipo de reaccién de su interlocutor. 1.2.2. La representacin del discurso: los textos Hasta aqui hemos tratado en términos muy generales de algu- nas de las diferencias entre el habla y la escritura con respecto a sus modos de produccién. Antes de que sigamos viendo en qué difieren las formas del discurso hablado y escrito, nos centraremos, en las dos secciones siguientes, en los problemas que plantea su represen- tacién. Los situaremos dentro de la discusién general acerca de qué significa representar «un texto». Utilizaremos texto como término técnico para referirnos al registro verbal de un acto comunicativo. (Para otras aproximaciones al texto cf. el estudio del Capitulo 6.) 24 1.2.3. Textos escritos La nocién de «texto» como registro impreso es familiar en los estudios de literatura. Aunque un «texto» puede ser presentado de modos diferentes en distintas ediciones, con distintos tipos de letra, en distintos tamafios de papel, a una o dos columnas, seguiremos suponiendo, de una edicién a la siguiente, que todas ellas represen- tan el mismo «texto». Es importante precisar qué es lo que es «lo mismo». Como minimo, las palabras tienen que ser las mismas, y aparecer en el mismo orden. Cuando hay lecturas de textos conflic- tivas, los editores generalmente se sienten obligados a comentar el problema; asi del verso de Hamlet , that this too too sullied flesh would melt (Lii.129) [Oh, si esta carne tan mancillada se disolviera] Dover Wilson aclara que no es sino una interpretacién, puesto que la segunda edicién en cuarto dice «too too sallied» y la primera edi- cién en folio «too too solid» demasiado sélida (Dover Wilson, 1934). Incluso cuando no existan dudas sobre la identidad de las palabras y el orden de aparicién, su reproduccién no garantiza una adecuada representacién del texto. Consideremos el siguiente ex- tracto de un didlogo de Orgullo y prejuicio: «Sefior Bennet, zc6mo puedes desacreditar de ese modo a tus hijas? Gozas mortificindome. No tienes compasién de mis pobres nervios. «Me confundes, querida. Tus nervios me inspiran profundisimo respeto, como viejos amigos mios que son. Veinte afios, por lo menos, llevo oyéndo- te hablar de ellos con léstima.»* Es evidente que se requiere més que la simple reproduccién de las palabras en un orden correcto. Es necesario reproducir las conven- ciones de puntuacién, asi como la separacidn en Iineas que indica el cambio de hablante. El ejemplo suena como un galimatias si lo lee- mos como el discurso de un solo individuo. Una representacién adecuada de un texto debe asignar los parlamentos a los personajes correctos, las oraciones a los parrafos correctos y los parrafos a los ne Austen, Orgullo y Prejuicio, trad. de Armando Lézaro Ros, Madrid, Aguilar, 1987, p. 7. 25 capitulos correctos. La organizacién y el montaje que el autor ha dado a su obra debe ser conservada. En una pieza de prosa expositiva, la indicaciones del autor sobre el desarrollo del argumento contribuyen a la experiencia que del texto pueda tener el lector. Asf, los titulos, los encabezamientos de los capitulos, las subdivisiones y los subencabezamientos, indican todos al lector cémo quiere el autor que sea dividido su argumenta- cién. El problema de las disposicién de las lineas no suele tener im- portancia en la prosa expositiva o descriptiva. Sin embargo, resulta evidentemente crucial en la reproduccién de poesia. El trabajo de aquellos poetas del siglo XVII que compusieron poemas en forma de diamantes 0 mariposas serfa en gran medida incomprensible si no se conservara esa forma. La nocién de «texto» va més alld de la reproduccién de material impreso en forma también impresa. Una carta manuscrita en tinta de color purpura con muchos ringorrangos puede ser reproducida de forma impresa. De igual manera, pueden hacerse versiones im- presas neutras de listas de la compra manuscritas, esléganes pinta- dos con spray en vallas y leyendas de placas conmemorativas. En ca- da caso, podra sostenerse que el «texto» ha sido reproducido si se han reproducido con precisién las palabras, la puntuacién y la dis- posicién de las I{neas, donde sea relevante. Cuando el texto original aprovecha la variedad tipografica, su reproduccién en un sdlo tipo de letra puede carecer de algunas de las cualidades del original. Un claro ejemplo es un periddico, que puede explotar diferentes tipos de letra, diferentes cuerpos de letra y una forma peculiar de composicién. Es interesante observar que los editores reproducen con regularidad cualquier manipulacién cons- ciente del medio escrito por parte del escritor. Asi, los editores re- producen mediante cursivas la expresién de contraste de Jane Austen: «No haces bien en ser asi. Ti te empefias en que todas las personas son res- petables, y te duele que hable mal de nadie; pero cuando yo digo que ti eres la misma perfeccién.> De modo similar, la costumbre de la reina Victoria de subrayar en su diario manuscrito la representan sus editores en la versién impre- > Ibid., p. 141. 26 sa con cursivas, para reproducir el énfasis que ella deseaba sefialar cuando escribia de Lord Melbourne: 41 me dedicé una mirada tan amable, y yo ditia, paternal (Jueves, 28 de junio de 1838) Cuando el escritor explota deliberadamente los recursos del medio escrito, parece razonable suponer que tal manipulacién constituye parte del texto. Otro ejemplo mas lo podemos encontrar en las convenciones que regulan la ortografia. Por lo general, aceptamos que las palabras tienen una ortografia estandarizada en el inglés britanico. El hecho de la estandarizacién permite a los autores manipular la ortografia idiosincratica para lograr determinados efectos. Asi, en Winnie-the- Pooh los editores reproducen el cartel colocado fuera de la casa del Buho en una linea enmarcada, en mayisculas y con la propia orto- grafia del autor: PLEZ CNOKE IF AN RSNR IS NOT REQID [Por favor, llame si no tiene ningtin motivo] El efecto que pretende el autor con esta peculiar ortografia se perde- ria si se reprodujeran las palabras en su forma estandar. En ese caso podriamos quejarnos de que el texto estaba incompleto o era inade- cuado, porque el efecto buscado por el autor ya no estarfa a nuestro alcance. De hecho, la importancia que tiene el citar correctamente la ortografia de un autor queda de manifiesto en la costumbre de insertar un sic en una cita; el sic indica que el autor que hace la cita rechaza la responsabilidad de una ortograffa aberrante. Hasta aqui hemos trabajado con la suposicién un tanto simpli- ficadora de que esta claro, en todos los casos, en qué consiste el tex- to original. Pero cuando éste es manuscrito, al querer reproducirlo en una versién impresa hay que llevar a cabo, por lo general, un considerable esfuerzo de interpretacién para asignar valor a algunas de las palabras menos legibles. En literatura, como ya hemos sefiala- do, la incertidumbre puede dar lugar a /oci critici, a textos discuti- dos. En las cartas, recetas, listas de compras, trabajos escolares, el lector normalmente se abre paso a través de una tinica y definitiva interpretacién del texto, que puede no volver a ser leido nunca més. Debe quedar claro, sin embargo, que toda versién impresa de un 27 texto manuscrito constituye, en un sentido fundamental, una inter- pretacién. Esto resulta evidente en lo que se refiere a los manuscri- tos de nifios muy pequefios, donde el adulto se ve obligado a asig- nar cada enorme muestra de letra, trazada con esmero, a un tipo de letra especifico, que puede entonces reinterpretar a la vista del men- saje en conjunto. Por ejemplo, tenemos ante nosotros una pagina con el dibujo de un gran animal (se nos dice que es un leén) y de una mesa con una pecera con una carpa dorada dentro. Un nifio de cinco afios escribe debajo lo que podria ser transcrito asi: 1. the lion wos the fish to ti it 2. the cat wants to get dwon the steis 3. with qwe to dsthhb the lion Una posible interpretacin del texto asi reproducido podria ser la siguiente: The lion wants the fish, to eat it. The cat wants to get down the stairs wit- hout to disturb the lion. [EI ledn quiere el pez, para comérselo. El gato quiere bajar las escaleras sin molestar al le6n.] La transcripcién como qut de la segunda palabra de la linea 3 del original representa con cierta precisién la primera letra (que podria haberse representado también con la figura de un nueve, si el nueve tuviera un trazo inferior recto). Una transcripcién més caritativa e interpretativa la habria convertido en una a (es decir, una a «sin sombrero», con un trazo inferior largo (_). Volveremos al problema de la labor interpretativa del lector / oyente en la identificacién de las palabras que constituyen un texto en la siguiente seccién. 1.2.4. Textos hablados Los problemas con que nos enfrentamos ante la nocién de «tex- to» como registro verbal de un acto comunicativo se vuelven bas- tante mds complejos cuando consideramos lo que significa «texto» hablado. La perspectiva més simple que podemos adoprar es la de que una grabacién con un magnetéfono preservard el «texto», Esta grabacién puede también conservar una gran cantidad de cosas aje- 28 nas al texto: toses, crujidos de sillas, ruido de autobuses, el rascado de una cerilla al encender un cigarrillo. Insistiremos en que estos hechos no forman parte del texto (aunque puedan formar parte del contexto relevante, cf. Capitulo 2). Por lo general, el analista del discurso trabaja con la grabacién de un acto comunicativo, del cual hace una transcripcién de acuer- do con sus intereses en esa ocasién, transcripcién del tipo de las que aparecerdn en este libro. Tiene que determinar qué constituye el he- cho verbal y de qué forma lo transcribiré. A menos que el analista realice una transcripcién fonética muy minuciosa (que muy poca gente podra leer con fluidez), se perderdn los detalles de acento y pronunciacién. En general, los analistas representan el habla me- diante las convenciones ortogréficas normales. Por ejemplo, el ana- lista escucha una expresién que podria transcribirse fonolégicamen- te como /greipbritn/. La convertira ortograficamente en grape britaine Seguramente no. Interpretard lo que oye y lo normalizaré en la forma ortogrdfica convencional Great Britain, insertando los limites convencionales de palabra que, por supuesto, no existian en la seftal actistica, Si escucha una forma /g n /, gla transcribird por es- crito como gonna (que puede tener para algunos lectores un acento peculiarmente americano), en gointuh o en going to? El problema es real, ya que la mayorfa de los hablantes suelen simplificar fonética- mente las palabras en la corriente del habla (v. Brown, 1977: cap. 4). Si el analista las normaliza en la forma escrita convencional, las palabras adquieren una formalidad y una especificidad que necesa- tiamente desfigura la forma hablada. Los problemas de la representacién del registro segmental resul- tan insignificantes comparados con los problemas del registro su- prasegmental (detalles de entonacién y ritmo). No tenemos conven- ciones estandar para representar las caracteristicas paralingiifsticas del enunciado que se resumen como «tono de voz», y, sin embargo, el efecto de una expresién proferida con simpatia y amabilidad es evidentemente muy distinto del efecto producido si se emite brusca y desabridamente. De igual modo, a menudo es posible determinar a partir de la voz de un hablante su sexo, su edad aproximada y su nivel de educacién, asf como ciertos aspectos de su estado de salud y personalidad (véase Abercrombie, 1968; Laver, 1980). No es lo usual encontrar ninguna mencién de estas caracteristicas indexicales del hablante en las transcripciones de los analistas del discurso. Por 29 lo general, también se ignoran las caracterfsticas ritmicas y tempora- les del habla en las transcripciones; la estructura ritmica que une ciertos grupos de palabras frente a otros y la mayor o menor veloci- dad de emisién de un discurso en una situacién de habla determi- nada en comparaci6n con la velocidad normal del hablante, son va- riables tan complejas que tenemos muy poca idea de cémo se explotan en el habla y con qué propésitos (sin embargo, cf. Butterworth, 1980). No obstante, parece razonable pensar que estas variables, junto con la pausa y la entonacién, desempefian las mis- mas funciones en el habla que la puntuacién, el uso de maytisculas y de cursivas, la divisién en prrafos, etc. en el lenguaje escrito. Si es relevante reproducir el subrayado de la reina Victoria, también ser4 relevante sefialar, por ejemplo, el uso por parte de un hablante de un tono agudo y un volumen mas alto para indicar énfasis. La res- puesta de la mayorfa de los analistas a este complejo problema es usar las convenciones del lenguaje escrito a la hora de presentar sus transcripciones de textos hablados. Por ejemplo, Cicourel (1973) re- produce tres enunciados grabados en una clase del modo siguiente: 1, Ci: Like this? 2. T: Okay, yeah, all right, now... 3. Ri: Now what are we going to do? (Ci: ¢Cémo éste? T: Claro, si, de acuerdo, ahora... Ri: Ahora ;qué vamos a hacer?) En 1 y 3 tenemos que suponer que ? indica que el enunciado fun- ciona como una pregunta —no se nos dice si esté formalmente mar- cado, por ejemplo, por una entonacién ascendente en el caso de 1. Igualmente, no se explicita el estatus de las comas en el discurso de T (el profesor)— presumiblemente sefialan una pausa en la corriente del habla, pero podria ocurrir que simplemente indicaran un com- plejo de rasgos ritmicos y entonativos a los cuales responde el ana- lista. Lo que debe quedar claro en una transcripcién de esta clase es que se ha efectuado una gran cantidad de interpretacién antes de que el lector se enfrente a estos «datos». Si el analista decide trans- cribir en cursiva una palabra para sefialar, por ejemplo, que el ha- blante ha elevado el tono y la intensidad de su voz, esta llevando a cabo una interpretacién de la sefial actistica, una interpretacién que, 30 en su opinién, tiene un efecto equivalente al subrayado que emplea Wn escritor para indicar énfasis. En cierto sentido, el analista crea el texto que otros leerén. En la creacién de la versién escrita del texto hablado recurre a modos convencionales de interpretacién que, en su opinién, comparten otros hablantes de la lengua. Hay que hacer hincapié en que, no obstante lo objetiva que pueda parecer la nocién de «texto» tal como la hemos definido («el registro verbal de un acto comunicativo»), la percepcién y la inter- pretacién de cada texto son esencialmente subjetivas. Individuos di- ferentes prestarén atencién a aspectos diferentes de los textos. Su contenido les interesaré o se ajustard a sus experiencias de modo di- ference. Al analizar textos, hacemos abstraccidn de esta heterogenei- dad de experiencias y creemos en lo que Schutz ha denominado «la reciprocidad de perspectiva», por la cual damos por sentado que los lectores o los oyentes de un texto comparten la misma experiencia (Schutz, 1953). Es cierto que en lo que respecta al lenguaje cotidia- no es necesario suponer que se produce la suficiente coincidencia de puntos de vista como para permitir la mutua comprensién. De vez en cuando, sin embargo, ante diferentes interpretaciones de un mis- mo texto, nos vemos obligados a hacer un alto. Esto sucede espe- cialmente cuando la atencién critica se focaliza sobre detalles del lenguaje hablado que para el hablante sdlo constitufan partes efime- ras, relativamente sin importancia, en el planteamiento de lo que queria decir. Hay que reconocer honestamente que el anilisis del iscurso aplicado a textos orales es particularmente propenso al so- bre-andlisis. Un texto suele recibir una cantidad mucho mayor de interpretaciones impuestas por los analistas que lo estudian a placer que la que le otorgarian los participantes en la interaccién comuni- cativa que la ha dado origen. Una vez que el analista ha «creado» una transcripcién escrita a partir de una grabacién, puede utilizar el texto escrito del mismo modo que el critico utiliza un texto litera- rio. Es importante recordar, cuando discutamos sobre «textos» ha- blados, la transitoriedad del original. Por todo ello, nuestra sencilla definicién de «texto» como «te- gistro verbal de un acto comunicativo» exige al menos dos puntuali- zaciones: (i) _ la representacién de un texto que se oftece al estudio, en espe- cial cuando se trate de la representacién escrita de un texto ha- 31 blado, puede constar en parte del anilisis (y, por tanto, de la interpretacién) que ha Ilevado a cabo previamente el analista del discurso que presenta el texto para su estudio. (ii) las caracterfsticas de la produccién original del lenguaje, por ejemplo escritura 0 voz temblorosa, se consideran, de un mo- do un tanto arbitrario, caracteristicas del texto mas que del contexto en el que se produce el lenguaje. 1.2.5. La relacién entre el habla y la escritura La idea de que el lenguaje escrito y el lenguaje hablado sirven, en general, para funciones muy diferentes en la sociedad ha sido de- fendida con fuerza por especialistas cuyo principal interés se centra en la antropologia y la sociologfa, lo que no tiene nada de extrafio. Asi, Goody & Watt (1963) y Goody (1977) sugieren que el pensa- miento analitico es consecuencia de la adquisicién del lenguaje es- crito «puesto que fue la fijacién del habla lo que permitié al hombre separar claramente las palabras, manipular su orden y desarrollar formas silogisticas de razonamiento» (Goody, 1977: 11). Goody va més alla y hace afirmaciones atin mas ambiciosas sobre cémo la ad- quisicién de la escritura, que permite al hombre reflexionar sobre lo ya pensado, ha posibilitado el desarrollo de estructuras cognitivas que no estan al alcance de los analfabetos (cf. también las teorias de Vygotsky, 1962). Examina el uso de las «figuras de la palabra escri- ta» en varias culturas, en particular los «usos no hablados del len- guaje», que desarrollan sistemas de clasificacién tales como listas, formulas, tablas y «recetas para la organizacién y desarrollo del co- nocimiento humano» (1977: 17). Seguin Goody, el lenguaje escrito desempefia dos funciones principales: la primera es la funcién de almacenaje, que permite la comunicacién a través del tiempo y del espacio, y la segunda es la que «traslada el lenguaje desde el dominio oral al visual» y posibilita el examen de palabras y oraciones fuera de sus contextos originales, «por lo que aparecen en un contexto muy diferente y enormemente ‘abstracto'» (1977: 78). Parece razonable pensar que, mientras que en la vida cotidiana de una sociedad que conoce la escritura se utiliza fundamentalmen- te el habla para establecer y mantener las relaciones humanas (uso 32 ptimariamente interactivo), el lenguaje escrito queda més bien re- yervado para la elaboracién y transmision de informacién (uso pri- mariamente descriptivo). Sin embargo, hay ocasiones en que se usa el habla para la transmisién detallada de informacién factual. Merece la pena sefialar, por ello, que el receptor a menudo toma por eserito los datos que se le han dicho. Asi, el médico anota los sinto- mas de sus pacientes, un arquitecto las pretensiones de sus clientes, los tipégrafos registran las sesiones del Parlamento Britanico, nosos- (ros anotamos direcciones de amigos, nimeros de teléfono, recetas, patrones de costura, etc. Cuando no se espera que el receptor tome nota de los datos, el hablante suele repetirlos varias veces. Pensemos en la estructura tfpica de los telediarios: se abren con los «titulares» - que son un conjunto de afirmaciones sumarias; les sigue un bloque de informacién, que consiste en la ampliacién y repeticién del pri- mer titular y en el que se incluye un comentario de «nuestro repor- tero desde él lugar de los hechos», quien recapitula de nuevo los da- tos principales; luego, al final del telediario, se repite el conjunto de titulares. Existe la suposicién generalizada de que la gente no recor- dara correctamente los hechos pormenorizados si se les exponen tan s6lo de forma oral, en particular cuando se les exige recordarlos du- rante un periodo extenso de tiempo. Es evidente que para este as- pecto de la comunicacién resulta especialmente titil el lenguaje es- crito, y que es beneficioso tanto para el individuo, pues le permite recordar la parafernalia privada de la vida diaria, como para las na- ciones, en lo que se refiere al establecimiento de constituciones, le- yes y tratados con otras. Las diferencias mas importantes entre el habla y la escritura de- rivan del hecho de que la una es esencialmente transitoria y la otra esta creada para ser permanente. Es exactamente a este punto al que se refiere D. J. Enright cuando observa que «Platén pudo haber te- nido alguna vez en mayor estima el habla que la escritura, pero jdu- do que fuera asi ahora!» (Articulo en The Sunday Times, 24 de enero de 1982). 1.2.6. Diferencias de forma entre el lenguaje escrito y hablado No es nuestra intencién aquf investigar las numerosas varieda- des que puede presentar la lengua hablada incluso dentro de una 33 linica zona geografica como Gran Bretafia. Ciertamente existen di- ferencias dialectales, diferencias de acento, asi como diferentes «re- gistros» que dependen de variables como el tema de la conversacién y los papeles de los participantes (véanse, p. ej. Trudgill, 1974 y Hudson, 1980 para el estudio de este tipo de diferencias). Existe, sin embargo, otra distincién, raras veces sefialada, pero a la que es importante prestar atencién aqui. Nos referimos a la distincién en- tre el habla de aquellos cuyo lenguaje se halla enormemente influi- do por un contacto prolongado y constante con las formas del len- guaje escrito y el habla de aquellos cuyo lenguaje esta relativamente libre de esta influencia. Evidentemente es el habla del primer grupo la que suele set el objeto de las descripciones lingiifsticas (graméti- cas), puesto que, por lo general, quienes se han encargado de llevar a cabo estas descripciones son personas de mediana edad que han pasado largos afios leyendo textos escritos. En determinadas situa- Ciones, el habla de, por ejemplo, un académico, especialmente si es- ta diciendo algo que ha dicho o pensado antes, puede tener mucho en comtin con las formas de la lengua escrita. Para la mayoria de la poblacién, incluso en paises que conocen la escritura, la lengua ha- blada tendrd mucho menos en comtin con la escrita. Goody se ha ocupado también de este hecho: «Algunos individuos pasan mas tiempo relacionados con la lengua escrita que con la lengua habla- da. Aparte de los efectos que ello pueda tener en su propia persona- lidad... cuales son los efectos en el lenguaje? ;En qué difieren la lengua hablada de la escrita?» (1977: 124), En el estudio que sigue trazaremos una distincién simplificadora entre la lengua escrita y hablada y tomaremos como norma de lengua escrita el lenguaje es- crito altamente culto, y como norma de lengua hablada, el habla de aquellos que no han pasado muchos afios expuestos a la lengua es- rita (grupo que incluira a muchos jévenes no licenciados). En 1.2.1 vefamos algunas de las diferencias del modo de pro- duccién del habla y de la escritura, diferencias que a menudo con- tribuyen de manera significativa a oponer las formas peculiares de la lengua esctita a las formas peculiares de la lengua hablada. El efecto general es la produccién de una lengua hablada con una organiza- cién menos rica que la de la lengua escrita, y que contiene menor densidad informativa, pero mayor cantidad de «marcadores» de in- teraccién y «articuladores discursivos». Las graméticas descriptivas del inglés estandar (p. ¢)., Quirk, Greenbaum, Leech & Svartvik, 34 iben, por lo general, las caracterfsticas de la lengua escri- (0 de aquel tipo de lengua hablada muy influida por ella. A partir del trabajo descriptivo de un conjunto de investigadores que han es- tudiado la lengua hablada (p. ej. Labov, 1972a; Sinclair & Coulthard, 1975; Chafe, 1979; Ochs, 1979; Cicourel, 1981; Goffman, 1981), podemos extraer algunos (no todos, por supuesto) de los rasgos que la caracterizan: (a) sintaxis de la lengua hablada suele estar mucho menos es- tructurada que la de la lengua escrita . la lengua hablada contiene muchas oraciones incompletas, a menudo simplemente secuencias de sintagmas i. la lengua hablada suele contener menos subordinacién iii, en la conversacién, donde puede observarse una sintaxis oracional, se encuentran normalmente formas declarativas activas. En unas 50 horas de conversacién grabada, Brown, Currie y Kenworthy (1980) encontraron muy pocos ejem- plos de pasivas y de perifrasis de relative. Crystal (1980) presenta ademas algunos problemas que surgen al intentar analizar el habla espontanea en términos de oraciones y cldusulas. Como ejemplo breve, veamos cémo este hablante hace una pausa y comienza cada nueva «oracién» antes de haber completado formal- mente la anterior: it's quite nice the Grassmarket since + it’s always had the antique shops but they've looking + they're sort of + em become a bit ni- cer+ [Es muy bonito Grassmarket, pues + siempre ha tenido tiendas de antigiiedades pero parecen + son del tipo de + em + se vuel- ven un poco mas bonitas +] (b) en la lengua escrita existe un extenso conjunto de marcadores de metalenguaje para sefialar relaciones entre cléusulas ( that [que] completivo, when [cuando] / while [mientras] tempora- les, los lamados «conectores Iégicos» como besides , moreover [ademas], however [sin embargo], in spite of [a pesar de], etc.); en la lengua hablada los fragmentos, que se relacionan de_ mo 35 do mayoritario paratacticamente, se unen mediante and [y], but [pero], then [entonces] y, mds raramente, if (si). El hablante suele ser menos explicito que el escritor: J’m so ti- red (because) I had to walk all the way home (Estoy tan cansado (porque) tuve que venir andando a casa]. En la lengua escrita aparecen organizadores retéricos de fragmentos mds amplios de discurso como firstly [en primer lugar], more important than eserita, que permite la no atribucién del papel de agente se encuentra ausente del habla conversacional. Por el contrario, las construcciones con agentes indeterminados son abundan- tes, como en: Oh everything they do in Edinburgh + they do it far too slowly [Oh todo lo que hacen en Edinburgo + lo hacen demasiado despacio] [més importante que] ¢ in conclusion (en conclusién]. En la (f) en una conversacién sobre el entorno inmediato, el hablante lengua hablada son muy raros. puede confiar (p. ej.) a la direccién de la mirada la tarea de ; asignar el referente: (mirando la lluvia) frightfiul isn't it [espan- (c) En la lengua escrita, son bastante comunes los sintagmas no- tosa no]. minales con abundantes modificadores antepuestos al nticleo - es raro encontrar en la lengua hablada més de dos adjetivos (j) el hablante pude sustituir 0 retocar las expresiones al hilo del modificadores antepuestos y existe una fuerte tendencia a es- habla: this man + this chap she was going out with [ese hombre + tructurar los breves fragmentos de habla de modo que sola- ese tipo con el que ella sale] mente se una un predicado a un referente dado cada ver (es- quema de un sélo caso 0 predicado monadico) como en: it's a (h) el hablante suele emplear una gran cantidad de vocabulario ge- biggish cat + tabby + with torn ears [es un gato grandazo . os neral: a lot of [mucho], got, do [hacer], thing [cosa], nice [boni- mano + con las orejas rajadas], 0 en: old man McArthur + he to], stuff [cosa], place [lugar], y shings like that [y eso]. was a wee chap + oh very small + and ch a beard + and he was pretty stooped (el viejo McArthur + era un enanito + oh, muy (i) el hablante frecuentemente repite la misma estructura sintictica pequefio + y con barba + Mise len creme i varias veces, como lo hace este inspector de mercados: [ i iva a ae : En la lengua eee la ue ee eee look at fire extinguishers + I look at fire exits + I look at what un aeons jo referent puede estar rauy , gangways are available + I look at electric cables what + are they en Ia siguiente noticia: / properly earthed + are they properly covered (miro los extintores + A man who turned into a pa ten days ago afier snoozing in his locked miro las salidas de emergencia + miro qué pasillos son accesi- car while smoking his pipe has died in ospital 7 i: betrie 4 Se et aliiuage) 22 de ae de 1982) ies va 7 cables clécsins qué + estén correctamente co- a, nectados con la tom: [Un hombre que se convirtié en una antorcha humana hace diez dias tras | toma de tierra + estén correctamente cubiertos dormirse en su coche cerrado mientras fumaba su pipa ha muerto en el hos- pital] i ' ()) el hablante puede recurrir a un gran ntimero de «articuladores» (4) Mientras que las oraciones de la lengua escrita tienen la estruc- prefabricados: well bien, bueno], erm [ech], I think [creo], you tura sujeto-predicado, en la lengua hablada es muy corriente encontrar lo que Givén (1979b) llama estructura de tema-co- mentario, como en the cats + did you let them out (los gatos + los has dejado salir]. know (sabes), if you see what I mean {si ves lo que quiero decir), of course [desde iuego], and so on [etcétera). Podemos observar algunas de las diferencias caracteristicas entre un discurso escrito y otro hablado en las dos siguientes descripcio- nes de un arco iris, (No se pretende la comparacién directa puesto | (e)_ en el habla informal es relativamente infrecuente la aparicién que los dos fragmentos de discurso fueron producidos en circuns- de las construcciones pasivas. El uso de la pasiva en la lengua 36 7 tancias no estrictamente comparables y con muy diferentes propési- tos.) (1) And then, in the blowing clouds, she saw a band of faint iridiscence, colouring in faint shadows a portion of the hill. And forgetting, startled, she looked for the hovering colour and saw a rainbow forming itself. In one place it gleamed fiercely, and, her heart anguished with hope, she sought the shadow of iris where the bow should be. Steadily the colour gathered, misteriously, from nowhere, it took presence upon itself, there was a faint, vast rainbow. [Y entonces, en las nubes cambiantes vio una franja de tenue irisacién que prestaba debiles colores a una porcién de la colina. Y olvidandose de todo, asombrada, buscé el color incierto y vio que se estaba formando un arco ir En un punto emitia fieros destellos, y con el corazdn angustiado de esperanza, buscé la sombra del iris, donde tenia que estar el arco, Poco a poco el color se fue acumulando misteriosamente, sin origen alguno; se presents solo y formé un débil y grandioso arco iris.] (D.H. Lawrence, The rainbow, cap. 16)* En el primer fragmento (1), la riqueza Iéxica y la correcta organiza- cién de la estructura son sefiales de que el escritor se ha tomado tiempo en la construccién, y posiblemente en la reconstruccién des- pués de varias redacciones, del producto final. Hay oraciones com- pletas, subordinacién, modificaciones frecuentes mediante adjetivos y adverbios, y mas de un predicado para una expresién referencial. En el fragmento (2), hay pausas frecuentes, que interrumpen a me- nudo las unidades sintdcticas principales, repeticiones, oraciones in- completas, vocabulario general, muletillas y un /apsus linguae. (2) normally after + very heavy rain + or something like that + and + you're dri- ving along the road + and + far away + you sce + well + er + a series + of + stri- pes + + formed like a bow + an arch + + very very far away + ah + seven co- lours but + + I guess yoy hardly even see seven it’s just a + series of + colours which + they seem to be separate but if you try to look for the separate (k * z) - colours they always seem + very hard to separate + if you see what I mean ++ (Postgraduado hablando informalmente) [Normalmente después de + una Iluvia muy fuerte + 0 algo asi + y + vas condu- ciendo por una carretera + y +a lo lejos + ves + bueno + ech + una serie + de + rayas + + formando un arco + un arco + muy muy Iejos + ch + siete colores pero + + yo creo que no se ven justamente siete es mas una + serie de * Elarco iris, trad. espafiola de Pilar Giralt. Barcelona, Bruguera, 1983, p. 509. (N. de la T.] 38 colores que + parecen estar separados pero si intentas buscar los siete colores por feparado + parecen siempre muy dificiles de separar + ves lo que quiero decir +) Bl hablante que planifica su discurso aqui y ahora, sintiéndose Wmenazado por el deseo de su interlocutor de iniciar su turno, se Miele repetir bastante y usa la misma estructura sintactica, las mis- {nus piezas léxicas, echando mano de la primera palabra que le vie- fe la mente en vez de emprender la caza del mot juste, llenando lis pausas con muletillas. El resultado global es la produccién de tina densidad informativa mucho menor que la que caracteriza a la lengua escrita. Hay que suponer que la cantidad de informacién al- fmacenada en a lengua hablada es la apropiada para que el oyente la procese cémodamente. La mayoria de nosotros ha experimentado lo dificil que es seguir la lectura de prosa argumentativa en voz alta. Muy pocos son capaces de extraer gran cantidad de informacién de tina conferencia leida sin ningtin apoyo visual. Goody sefiala que la forma escrita del lenguaje nos libera del modo lineal de experiencia: wel hecho de adoptar una forma visual significa que uno puede esca- par del problema de la sucesién de los hechos en el tiempo, retroce- liendo, saltando, viendo quién ha hecho algo antes de saber qué es lo que ha hecho. ;Quién, excepto los académicos mas contumaces, lee un libro como escucha un discurso? ¢Quién, excepto los drama- {urgos modernos més vanguardistas, intenta escribir como habla?» (1977: 124). 1,3, Oracién y enunciado Parece bastante sensato pensar que las caracteristicas de la len- iva hablada sefialadas en la seccién precedente deben ser considera- this como caracteristicas de los enunciados, y que las tfpicas de la lengua escrita son caracteristicas de las oraciones. Aprovechando es- (a distincién, diremos, bastante informalmente, que los enunciados te dicen y las oraciones se escriben y que aplicaremos estos términos 4 lo que Lyons describe como «los productos del comportamiento lingiifstico corriente», En el caso del término oracién, es importante dejar claro a qué tipo de objeto nos estamos refiriendo. Lyons esta- blece una distincién entre «oraciones del texto» y «oraciones del si tema». Describe las tiltimas del modo siguiente: 39 las oraciones del sistema nunca aparecen como productos del comporta- miento lingiifstico corriente. Al hacer consideraciones metalingiiisticas sobre la estructura y las funciones de una lengua, pueden, desde luego, usarse re- presentaciones de oraciones del sistema: y son tales representaciones las que usualmente se citan en las descripciones gramaticales de las lenguas particu- lares. (Lyons, 1977: 31)° Como la ejemplificacién lingiiistica que presentamos en apoyo de nuestra argumentacién a lo largo de todo el libro esté abrumadora- mente sacada del «comportamiento lingiifstico corriente», emplea- remos generalmente el término «oracién» en el sentido de «oracién del texto» y no en el de «oracién del sistema». ‘Aunque el lingiiista que se ocupa del andlisis del discurso tiene, en ultimo término, las mismas metas que un lingitista que emplee «oraciones del sistema» en su descripcién gramatical de una lengua, estos dos tipos de estudio implican importantes diferencias metodo- légicas. Ambos lingiiistas desean llevar a cabo descripciones precisas de la lengua estudiada. En la consecucién de este objetivo, el gramé- tico se concentraré en un cuerpo particular de datos e intentar4 de- ducir un conjunto exhaustivo pero econémico de reglas que den cuenta de todas las oraciones aceptables de ese «corpus» y sdlo de ellas. Normalmente no se interesaré por los procesos mentales en- vueltos en la produccién de esas oraciones por parte del usuario del lenguaje, ni en describir los contextos fisicos y sociales en que apare- cen. Para tratar cada una de estas cuestiones, referentes a «datos», «reglas», «procesos» y «contextos», el analista del discurso adoptaré una perspectiva muy diferente. 1.3.1. Sobre el «corpus» El gramitico no tiene més remedio que trabajar con un «cor- pus» formado por una oracién aislada, o por un conjunto de oracio- nes aisladas que ilustren una caracterfstica en particular de la lengua en estudio. Lo normal es que el gramatico haya construido la ora- cién u oraciones empleadas como ejemplos. No siempre se explicita este procedimiento, pero recientemente algun lingiiista ha afirmado * Lyons, 1980: 31. [N. de la T.] 40 ablertamente su compromiso con la metodologfa de la construccién vilel «corpus» en los siguientes términos: Supondré ... que las secuencias inventadas y ciertos juicios intuitivos sobre ellas constituyen un corpus legitimo para la investigacién lingiiistica. (Gazdar, 1979: 11) Ti contraste, lo que caracteriza al andlisis del discurso, tal como se #inprende y ejemplifica en este libro, es el estudio de la produccién Hiniiistica de alguien distinto del analista. En las escasas ocasiones iH) que se utilicen datos construidos como ilustracién (de un para- iligma, por ejemplo, en el capitulo 4), estaran destinados a dar fiienta de la variedad de opciones formales al alcance del hablante o ilel escritor. Mas a menudo, el «corpus» del analista del discurso est4 wicado de textos escritos o grabaciones, y no suele tener la forma de Whuciones aisladas. Este tipo de material lingiiistico a veces aparece tutulogado como «datos pertenecientes a la actuacién», y puede ontener como elementos titubeos, equivocaciones y formas no es- (indar, que, para un lingiiista como Chomsky (1965), no deben ser tomados en cuenta en la gramatica de una lengua. Aunque estas dos perspectivas sobre el «corpus» difieren sustan- mente, no son incompatibles, a no ser que se lleven al extremo. Hl analista del discurso suele trabajar con extensos fragmentos de habla conversacional, por ejemplo, pero no toma en consideracién e108 datos con independencia de las descripciones y teorias propor- tlonadas por los gramaticos de la oracién. Seria conveniente que el lingliista interesado fundamentalmente en el andlisis del discurso {ese también, en cierto sentido, gramatico. Del mismo modo, el jamatico no puede permanecer cerrado al discurso con el que se enfrenta en la vida cotidiana. La oracién que construye para ilustrar lina caracterfstica lingiiistica particular debe proceder, en algtin sen- tido, del «lenguaje ordinario» de la vida cotidiana y también resultar aceptable en él. El analista del discurso adoptaria una perspectiva peligrosamen- te extremista de lo que debe constituir el «corpus relevante» en su campo de estudio si se negara a admitir como datos lingiifsticos las oraciones inventadas, Otra postura igualmente arriesgada consistirfa fn aproximarse analfticamente a los datos sin juzgar necesaria la existencia en ellos de evidencia lingiifstica que apoye las pretensio- 41 nes del anilisis. Volveremos a la cuestién del «corpus relevante» para el andlisis del discurso en el capitulo 2. En lo que se refiere a la constitucién del «corpus» de las gramiticas oracionales, una de las posiciones mds extremas, de acuerdo con Sampson (1980), es la que aparece en los primeros trabajos de los gramaticos generativistas. Chomsky dio un ejemplo de la estrechez de miras a la que se puede llegar, cuando, inmediatamente antes de concluir que «la gramética es auténoma», afirmé: A pesar de su innegable interés ¢ importancia, los estudios seménticos y es- tadisticos sobre el lenguaje parece que no atafien directamente al problema de determinar y de caracterizar el conjunto de oraciones gramaticales. (Chomsky, 1957: 17)° El problema esencial al que se enfrentan las versiones extremas de los estudios basados en oraciones construidas surge cuando las ora- ciones resultantes se cotejan sélo con la introspeccién del lingiiista. Esto puede conducir (y en algunas ocasiones asi ha ocurrido) a una situacién en la cual un lingiiista sostiene que el «corpus» que esté utilizando ejemplifica secuencias lingiiisticas aceptables porque él asi lo afirma, baséndose en la introspeccién personal, y sin tener en cuenta las voces que se elevan en contra. El origen de este problema, como sefiala Sampson (1980: 153), reside en que la estricta limita- cidén del «corpus» a un conjunto de oraciones inventadas y a la in- trospeccién personal desemboca en la imposibilidad de verificar, en principio, las afirmaciones realizadas. Resultado de esta perspectiva restringida del «corpus» es que se produce una concentracién sobre «oraciones artificialmente inventadas aisladas de su contexto comu- nicativo» (véase el prefacio a Givén (ed.), 1979). Aunque a lo largo de este libro, nosotros recurriremos con frecuencia a los avances aportados por los gramaticos de la oracién, incluidas aquellas obras de orientacién generativista, evitaremos en la medida de lo posible la metodologia que depende de lo que Lyons (1968) ha descrito co- mo datos regularizados, estandarizados y descontextualizados. 1.3.2. Reglas «versus» regularidades Uno de los corolarios del modelo que defiende el uso de un «corpus» restringido y que encontramos en gran parte de la lingiifs- hhomsky, 1974: 31-32. [N. de la T.] ehomskyana es la importancia concedida a la formulacién de Jaw yyramaticales que sean fijas y verdaderas al 100%. Del mismo Mado que el «corpus» del gramético no puede contener ninguin fe- HWineno variable, la gramética ha de constar de reglas categéricas, y H0 tle «reglas» que sean verdaderas sdlo algunas veces. Es caracteris- tee dle los argumentos referentes a las «reglas correctas» de la lengua # el modelo chomskyano, y en otros gramaticos de la oracién, el lie estén basados en la presentacién de «ejemplos» y «contraejem- plow, Al fin y al cabo, una tinica oracién (aceptable) que se presente pomO contracjemplo puede ser suficiente para invalidar una regla de {ijpo categdrico. En este sentido, se tratan las «reglas» de la gramatica ilel mismo modo que las «leyes» de las ciencias fisicas. Este hecho li- Mita la aplicabilidad de tales reglas, puesto que las convierte en in- wervibles para cualquier lingiiista interesado por el cambio diacréni- #0 0 por la variacién sincrénica de una lengua. Hay que sefialar que #4 es una versién extrema de la teorfa gramatical oracional y me- 104 frecuente, en la lingiifstica contempordnea, que hace quince ios, Hil analista del discurso, con su corpus de «lenguaje ordinario», w ve obligado a adoptar una perspectiva muy diferente ante aque- Hos aspectos de la lengua que estan gobernados por reglas. De he- tho, puede que lo que le interese estudiar no sean «reglas» sino re- Wularidades, simplemente por el hecho de que su «corpus» ica constantemente fendmenos no categéricos. Las regulari- ladles que describe el analista se basan en la frecuencia con que apa- feee un rasgo lingiiistico en particular en el «corpus» discursivo en tlertas condiciones. Si la frecuencia de aparicién es muy elevada, #itonces puede parecer que el fendmeno descrito es categérico. Como dice Givé: ‘il es la diferencia comunicativa entre una regla con un 90% de fiabili- Jad y una con un 100%? En términos psicolégicos, casi ninguna. En la co- municacién, un sistema con un 90% de fiabilidad es un sistema enorme- mente eficaz. (Givén, 1979a: 28) Sin embargo, la frecuencia de aparicién no tiene que llegar al 90% jira calificarla de regularidad. El analista del discurso, como el psi- logo experimental, estd esencialmente interesado en el nivel de frecuencia que alcanza valor significativo en términos perceptivos. 43

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