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En medio de los desbandes acontecidos después del reciente terremoto, una opinión
recurrente menciona a la Sociología como fuente de explicaciones más completas; sin
embargo, resulta paradójico constatar que la Sociología solo puede arribar a tales
explicaciones mediante investigaciones sistemáticas, cuyas bases teóricas y
conceptuales distan bastante de esas mismas opiniones recurrentes. Una aplicación
elemental de estas bases teóricas permite observar dos tipos fundamentales de análisis
levantados en torno a las consecuencias sociales del terremoto.
1. Análisis dicotómico.
Este análisis reconoce ciertas complejidades, la más importante de las cuales sería la
composición relativamente pluriclasista de los dos Chiles emergidos en el terremoto. De
hecho, la “norma” que se propone para caracterizar al Chile solidario y patriótico, no es
elitista, sino claramente popular; donde el pueblo de Chile queda definido por el
atributo del “esfuerzo”, el que permite comprender dentro de “lo normal-popular”
incluso a la industria mediática y del espectáculo, en la medida que desarrolla campañas
de ayuda, ciertamente extenuantes. De similar modo, el análisis dicotómico enfatiza el
dato de que los saqueos a comercios incluyeron a personas de sectores medios, o, por lo
menos, propietarios de vehículos relativamente caros, de manera que el Chile
minoritario y desviado no puede identificarse plenamente con las poblaciones
marginales.
2. Análisis crítico.
Este análisis intenta rebelarse en contra del anterior proponiendo algunas hipótesis
como las siguientes:
a) Desde un punto de vista general, los aspectos más sórdidos de los saqueos post-
terremoto obedecieron al individualismo promovido por el modelo económico
dictatorial y post-dictatorial.
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c) Lo anterior, unido a una noción del éxito social como consumo de status antes
que de bienestar, ha engendrado frustraciones que se expresaron en el saqueo de
artículos suntuosos e innecesarios para sobrellevar la catástrofe. Esto también se
expresó entre los sectores más satisfechos, que transidos por el principio de
“competir para triunfar”, adquirieron bienes de primera necesidad en volúmenes
ridículos y distorsionadores de un normal abastecimiento.
d) Para los críticos más radicalizados, todo lo anterior se aviene con un saqueo
institucionalizado de recursos tales como el agua dulce, el agua potable, el
litoral, la energía, las telecomunicaciones, el transporte aéreo, y gran parte de la
riqueza minera del país.
Los dos tipos de análisis descritos hasta aquí, contienen importantes elementos
sociológicos. De hecho, el análisis crítico expresa uno de los nudos de la sociología
política contemporánea. Aunque por lo general no incurre en plantear que las conductas
transgresoras constituyan inmediatamente un proyecto emancipador, el análisis crítico
se centra en las injusticias y disfuncionalidades estructurales. Así, las fuerzas volitivas
susceptibles de hacer cambiar el orden social, solo terminan de constituirse mediante
una toma de conciencia generalizada de la inhumanidad que define al modelo
imperante. En tal sentido, se celebra que el terremoto haya hecho caer el cascarón de un
Chile mitológicamente ad portas del desarrollo, mostrando la desnuda verdad de la
desprotección en que yacerían las masas.
Hasta este punto el análisis crítico no termina de romper con lo fundamental del análisis
dicotómico. La norma del “esfuerzo” como divisoria entre los chilenos buenos y los
antisociales desquiciados, puede verse incluso reforzada con la demanda de un
“esfuerzo moral” para reconocer al “Chile verdadero”. Si después de esta catástrofe las
chilenas y chilenos no toman conciencia de la estupidez que les ha aquejado, es que
merecen el destino del que la intelectualidad crítica ha querido salvarles.
El conjunto de hipótesis críticas, exhiben aquí una debilidad transversal, pues nada
indica que en el pasado pre-dictatorial los comportamientos sociales frente a desastres
comparables (1906, 1939, 1960) hayan expresado una conciencia de lo colectivo
sensiblemente superior a la observada después del terremoto reciente. Del mismo modo,
partiendo por la proporción de muertes y población afectada, hay serias indicaciones de
que, en los pasados desastres, el pueblo chileno se encontró más desprotegido que en la
actualidad.
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las que, por su matriz esencialista, han ciertamente contribuido al desarrollo de
totalitarismos religiosos, nacionalistas, racistas y productivistas.
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en el horizonte de la especialización funcional y que algunos sociólogos de la
inevitabilidad han llamado con elegancia “sociedad del riesgo” y “modernidad
reflexiva”).
Una etnografía muy elemental nos indica que lo que más ha indignado la conciencia
pública de las conductas post-terremoto en el Gran Concepción, es el carácter festivo de
los saqueos, la orgía indolente del Whisky robado, los asados y la champaña. Nuestra
hipótesis crítica propone que esto expresa el déficit de goce experiencial al que nos
arrastra la modernidad capitalista y su diferenciación funcional. La experiencia es la
introducción de una diferencia que vale por si misma y no por sus rendimientos
funcionales. Para quienes no sufrieron pérdidas directas, el terremoto propició una
válvula experiencial, un goce casi siempre secreto e inconfesable más allá de las
fronteras emotivas establecidas por la Teletón. No se trata de elevar esta válvula a la
categoría de nuevo principio convivencial, sino de aportar una explicación donde las
fuerzas de la experiencia descodificada tengan una oportunidad de análisis en vías de
una politización suis generis.