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de modo
admirable e incomprensible, nuestro Redentor,
despus de
la resurreccin, manifest su cuerpo
incorruptible para
invitarnos al premio, y palpable, para
confirmarnos en la fe.
Nos lo mostr as para manifestar que su cuerpo
resucitado
era de la misma naturaleza que antes, pero con
distinta
gloria.
Y les dijo: la paz sea con vosotros. Como el
Padre me
envi as os envo Yo (Jn 20, 21); esto es: as
como mi
Padre, Dios, me envi a m, Yo tambin, DiosHombre, os
envo a vosotros, hombres. El Padre envi al
Hijo cuando,
por determinacin suya, deba encarnarse para
la redencin
del gnero humano. Dios quiso que su Hijo
viniera a este
mundo a padecer, pero no dej por eso de
amarle en todo
la fe, pero
hasta despus de la Resurreccin del Seor no
les fue dado
de una manera manifiesta (...).
Toms, uno de los doce, llamado Ddimo, no
estaba con
ellos cuando vino Jess (Jn 20, 24). Slo este
discpulo no
se hallaba presente, y cuando vino oy lo que
haba
sucedido y no quiso creer lo que oa. Volvi de
nuevo el
Seor y descubri al discpulo incrdulo su
costado para que
lo tocase y le mostr las manos, y
presentndole las
cicatrices de sus llagas cur las de su
incredulidad.
Qu pensis de todo esto, hermanos
carsimos? Acaso
creis que fue una casualidad todo lo que
sucedi en
aquella ocasin: que no se hallase presente
aquel discpulo
elegido y que, cuando vino, oyera, y oyendo
dudara, y
dudando palpara, y palpando creyera? No, no
sucedi esto
casualmente, sino por disposicin de la divina
Providencia.
La divina Misericordia obr de una manera tan
maravillosa
para que, al tocar aquel discpulo las heridas de
su Maestro,
sanase en nosotros las llagas de nuestra
incredulidad. De
manera que la duda de Toms fue ms
provechosa para
nuestra fe, que la de los discpulos creyentes,
pues,
decidindose l a palpar para creer, nuestra
alma se afirma
en la fe, desechando toda duda (...).
Respondi Toms y le dijo: Seor mo y Dios
mo! Jess
contest: porque me has visto has credo (Ibid.
28-29). Dice
el Apstol San Pablo: la fe es certeza en las
cosas que se
esperan; y prueba de las que no se ven (Heb
11, 1 ). Resulta
ya hubieran
pasado. Apresuraos a poner toda vuestra
voluntad en llegar
a la gloria de la resurreccin, que en s ha
puesto de
manifiesto la Verdad. Huid de los deseos
terrenales que
apartan del Creador, pues tanto ms alto
llegaris en la
presencia de Dios Omnipotente, cuanto ms os
distingis en
el amor al Mediador entre Dios y los hombres, el
cual vive y
reina con el Padre, en unidad del Espritu Santo,
Dios, por
todos los siglos de los siglos. Amn.