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Daniel González González

Un mundo sin alcohol


Daniel González González

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Prólogo
Cuando fui a abrir la puerta no esperaba encontrarme al mismísimo
Mamarrachi Legarda en el umbral. Allí, con sus harapos de vagabundo, su
larga barba de tonos grisáceos, y esa mirada que cautivaría a cualquier
persona y le haría creer ciegamente en él, una de mis fuentes de inspiración,
una de las personas más relevantes para mí, me sonreía.
Corrí a ofrecerle un asiento y a preparar su bebida favorita, vodka negro
con lima, aún sin dejar de creerme que esto estuviera pasándome a mí. Soy un
fiel admirador de Mamarrachi, quizás de los primeros que empezó a leerle, y él
hace tiempo me hizo un favor que aún no sé cómo pagárselo: me ayudó en la
promoción de mi libro Moneo, historia de una venganza. Él, como publicista,
supo aprovecharse de la herramienta que es Internet y ayudarme a ser un
autor conocido.
Me intrigaba que es lo que quería en esos momentos, pero yo le habría
dado mi vida sin dudar, pues no era un cualquiera, sino Mamarrachi.

Mientras tanto, él me esperaba en el salón y había cogido con curiosidad


el cuaderno en el que estaba escribiendo la continuación de mi primer libro,
que se titula Asuntos de familia. De momento sólo es un esbozo, pero al ver
cómo sonreía, supe que le gustaba.
- Supongo que te preguntarás por qué he venido aquí, ya sabes que
tenemos un amigo común, Raúl Veleia. Él me dio la dirección. Supongo que
sabrás perdonárselo.
- No hay nada que perdonar. Para mí es un honor tenerle aquí, señor
Legarda.
- Llámame Mamarrachi, y no me trates de usted, por favor. Me hace
parecer serio.
Me sonrojé ante ese error, pero él supo perdonarme con una mirada de
benevolencia. Cogió su vaso, de medio litro, que había preparado para él, y dio
un trago, relamiéndose de gusto.
- Venía en primer lugar para felicitarte por la magnífica novela que has
escrito, que me llegó a impresionar favorablemente y me hizo creer que todavía
está viva la buena literatura. Y además, sé reconocer un talento literario en
cuanto lo veo, o en este caso, lo leo. Quiero proponerte que escribas un libro.
En ese momento, me di cuenta de lo que me estaba pidiendo. Él, quizás
la persona más talentosa que había conocido escribiendo, quería que yo le
escribiera un libro. Mamarrachi Legarda estaba confiando en mi, estaba
reconociendo mi trabajo, me estaba elogiando.
- Llevo bastante tiempo deseando escribir algo más que una hoja al día.
El problema es que no he encontrado todavía la idea, y veo que soy incapaz de
desarrollarla. Me quedó bloqueado, incapaz de inspirarme. No sé cómo hacer
la historia más larga de Mamarrachi Legarda. Y necesito que tú lo hagas por
mí.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

La emoción de lo que acababa de decirme recorrió todo mi cuerpo, pues


me daba la oportunidad de cumplir uno de mis sueños, escribir acerca de
Mamarrachi Legarda. Cualquier escritor que se precie desearía haber sido él
quien escribiera ese magnífico Blog, lugar de referencia para miles de
personas. Mamarrachi me estaba dando un privilegio enorme.
- Seguramente pensarás que te estoy contratando como si fueras mi
negro, pero en todo momento se reconocerá tu autoría. No seré yo quien me
lleve unos méritos que no merezco, si bien no me importaría echarle mano a
los beneficios. Quiero invertir en un proyecto secreto, la uva naranja. Por ahora,
lo están desarrollando en los laboratorios valencianos.
No hace falta que diga que acepte sin pensarlo dos veces. Tal vez debía
haberlo pensado, porque las dudas surgieron nada más me puse a escribir,
pero no, Mamarrachi confiaba en mí y yo no podía defraudarle.
- En cuanto al sueldo, podríamos negociar...
- Mamarrachi, yo no hago esto por dinero.
Mamarrachi sonrió satisfecho.
- No esperaba menos de una persona consagrada en vida y alma la
escritura. Pero sería injusto que hagas ese trabajo y no tengas una
recompensa por ello. Te voy a regalar una cosa que te servirá de ahora en
adelante para realizar tu trabajo, algo que considero que todos los escritores
deberían tener, y que por ello yo fui el primero en tener uno, si bien era la
versión americana del EEE PC. Yo te regalo un Asus EEE PC 1000h de diez
pulgadas con el que podrás escribir en cualquier sitio. Con esto y la inspiración,
vas a llegar lejos.
Me dio una caja muy mal envuelta, y destrocé el papel de regalo para
encontrarme cara a cara con el que desde hoy sería mi fiel compañero, un
ordenador portátil negro que podría llevar a todas partes. Mamarrachi tenía
razón, era el mejor pago que me podía dar.
Le prometí que no le defraudaría, y una vez se fue cogí una libreta y
empecé a escribir ideas. Dejé momentáneamente de lado el libro en el que
estaba trabajando y me dispuse a entregarme plenamente al encargo de
Mamarrachi.

Pronto me di cuenta de que Mamarrachi me había puesto en un gran


aprieto, porque mi duda era si llegaría a alcanzar la calidad que él destila en
sus posts. A cada página que escribía tenían miedo de no estar haciéndolo
como él quisiera, de no estar escribiendo como lo haría él, y aunque él me
seguía apoyando constantemente, yo sufría pensando que tal vez esa historia
no fuera digna de tener como personaje principal a Mamarrachi Legarda. Y el
día que lo terminé, corrí a entregárselo, con las piernas temblando.
Tardó tres horas en leérselo, y cuando salió de su despacho yo ya
esperaba que me dijera que se había equivocado conmigo, y que usara mis
folios para limpiar su trasero. Por mucho que esta escena me recordara tanto al
momento que pasó David Martín en el primer capítulo del juego del ángel, yo
era consciente de que no sería tan benévolo como aquel director del periódico.
No soy un buen futurólogo, porque Mamarrachi me abrazó casi llorando,
diciendo que era lo más bonito que había leído acerca de él en su vida. Que
había sufrido una angustia tremenda en cada página, incluso había llorado en
los momentos más tristes, para darse cuenta de que esa obra superaría incluso
al mismísimo Quijote.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Ahora sólo queda comprobar si Mamarrachi Legarda tenía razón. Y eso


sólo lo puedes juzgar tú, querido lector. Yo ya he hecho el trabajo que me
correspondía, y he de decir que estoy orgulloso de él. Y lo que es mejor,
Mamarrachi también.

Atentamente, Daniel González González.

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Un mundo sin alcohol
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I
Tenía una sed tremenda cuando salí de la oficina, y cómo no, me dirigí a
mi bar favorito. Allí ya me conocen y me adoran porque el bar se sustenta
gracias a mí. Pero nada más entrar, vi algo tan trágico y cruel que casi se me
caen las barbas. Y es que donde acostumbran a estar todas las botellas
esperándome sólo había botellas de agua mineral. Pensé que me había
equivocado de sitio, pero no, salí del bar, volví a mi oficina e hice el camino otra
vez para convencerme de que no me había equivocado y me había vuelto a
perder por la ciudad. Era real, como esas pesadillas en la que te despiertas
pensando que tu alcohol ha desaparecido.
¿Habrían cambiado de dueño, y ese dueño no sabía entender las
necesidades de sus clientes alcohólicos? Pero no, el camarero era el mismo,
aunque tenía una cara de pena. Entonces, seguro que algún desalmado le
había robado todas las botellas. Me enfurecí y saque la pistola que me ha
regalado Kay para qué me defienda de los que me traten de robar la bebida.
Disparé dos veces al techo, haciendo que los clientes que bebían su Perrier
salieran huyendo. Y entonces me acerqué a mi amigo.
- ¿Por qué las botellas de mis sueños no están donde deben estar y no
estarán donde deben estar, que es mi estómago?
- Mamarrachi, no sé cómo decírtelo, pero ha pasado algo terrible. Todas
las fábricas de alcohol se han paralizado misteriosamente y no se puede
producir ni una gota. No sé qué haremos, de momento solamente nos queda
servir agua y mosto. ¿Te animas a una Font Vella?
Pero yo para ese momento ya me había desmayado, horrorizado ante lo
que se venía tornando como mi futuro negro. Yo, una persona que necesita
alcohol para vivir, moriría sin remedio si no fabricaban mi medicina.

Mamarrachi Legarda

Kay Romani dejó la guadaña apoyada en el coche mientras su víctima


pasaba al más allá. Estaba rellenando el formulario de ingreso cuando sonó su
móvil. Podrían ser cuestiones de trabajo, pero cuando vio el número del
hospital se asustó. Seguramente a Mamarrachi lo habían vuelto a encontrar
borracho y lo tenían encerrado tratando de que vomitara. Cogiendo el coche de
su víctima, un precioso Lexus negro, se fue directa al hospital de Santiago. Allí,
Mamarrachi se recuperaba de un peligrosísimo desmayo.

- No es nada grave, señorita. Su novio tan sólo sufrió un desmayo al


recibir una fuerte impresión. Ahora lo tenemos persiguiendo a las enfermeras
para robarles el alcohol de curar heridas. Así que si hace el favor de llevárselo,
el hospital se lo agradecería, porque nos estamos quedando sin existencias.
- Haré lo que pueda, pero él habitualmente no hace esas cosas. Para
beber se va a un bar.

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Un mundo sin alcohol
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- ¿No lo sabe? Todas las fabricas que se dedican a la industria del


alcohol han tenido que cerrar por causas desconocidas. Apenas queda alcohol
en este mundo. Hay miles de borrachos peregrinando a las fabricas nacionales
para tratar de arreglar las maquinarias, pero en vano. Imagínese, yo hoy no me
he podido tomar mi tequila para el desayuno. Y eso, señorita, es muy grave. Yo
no soy capaz de operar si no estoy borracho. Imagínese la carnicería que les
voy a hacer hoy a los pacientes.
Kay aprovechó para regalarle una guadaña con la sana intención de que
se cargara a los pacientes de manera más drástica. Y fue a la búsqueda de su
Mamarrachin, al que pilló llorando desconsoladamente delante de una
enfermera que se negaba a darle una botellita de alcohol. Kay entendió su
sufrimiento, y recordando que tenía unas cuantas botellas en casa, se
teletransportó y las cogió todas. Pero nada más aparecer en el hospital una
horda de borrachos salvajes le arrebataron todas las botellas. Y al no tener su
guadaña, no pudo hacer nada más que resignarse. Mamarrachi, enfurecido por
lo que había pasado, se armó con un bisturí y amenazó a los borrachos. Pero
no surtió efecto.

Estaban llegando ya a casa cuando Mamarrachi se dio cuenta de una


tragedia. ¿Qué sería de su querido pueblo Licorera, y sus factorías de viñedos
donde se producía el delicioso Marqués de Legarda? Eso era peor que el
cambio climático, el alcohol desaparecía de la vida de las personas de una
manera tan cruel que sintió ganas de pegarle a Txetxu. Para animarlo, Kay
puso el telediario. Y Pedro Piqueras, desaliñado y con ojeras, dio la noticia de
la crisis. No había alcohol en ninguna parte. Se sospechaba que una fuerza
maligna había paralizado todas las máquinas con la cruel intención de que la
gente no disfrutara de la vida, de que los borrachos murieran de sed. Y
mientras Mamarrachi temblaba y sollozaba pidiendo alcohol, Kay empezó a
hacer algunas llamadas.

Toro Bravo salió de su chabola para ver cómo corrían los vagabundos
en pos del brick. A él no le afectaban esas cosas, pues al contrario que su
hermano Mamarrachi él no bebía alcohol, sino pintura para cuadros al óleo. Y
al ver esa escena, puso cara de pena. Porque sólo unas horas antes había
visto en una profecía como el mundo sucumbía por no haber alcohol. Y creía
saber quién estaba detrás de todo ello. Una persona malvada que nunca
superó el haber sido regado con alcohol en una noche de fiesta. El nombre de
esa persona era Txetxu Olarte. Por lo tanto, tenía que acabar con ese anticristo
antes de que Mamarrachi falleciera. Y por eso robó el coche patrulla a dos
policías que estaban exprimiendo una lata de cerveza para ver si caían gotitas
del delicioso líquido ambarino. Los policías ni se dieron cuenta ni les importó
que se llevará el coche. Había cosas más importantes de las que ocuparse,
como era saciar su sed. Y Toro Bravo sabía que ante todo debía de buscar a
un aliado fuerte y poderoso que le ayudara a combatir a ese criminal abstemio.
Y esa persona sería su hermano Mamarrachi.

- No, nosotros no tenemos nada que ver con eso. Aquí abajo también las
estamos pasando canutas, todos los demonios de las basuras se nos han
rebelado y pronto se amotinarán los vampiros que sólo beben sangría. Nunca

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Un mundo sin alcohol
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pensé que llegaría a decir esto, pero en el cielo estaría mejor. Por lo menos allí
si hay alcohol.
- Entonces tenemos que hacer algo importante, organizar partidas para
encontrar a los criminales que se han dedicado hacer esto y acabar con ellos.
Si no, es muy probable que Mamarrachi muera. Y eso no me lo podría permitir.
- Ya nos ocuparemos de hacer algo. No te preocupes. Y cuida mucho a
tu novio, porque no poder leer su Blog sería una experiencia traumática.
Al terminar la llamada, Kay se acercó a Mamarrachi, que roncaba como
un lechón viudo. Tenían que llegar a descubrir el misterio. Porque de lo
contrario, todo el mundo sucumbiría a una de las mayores desgracias del
mundo, el no tener alcohol. Costase lo que costase, ella encontraría alcohol
para su cariñito.

Cuando Toro Bravo llegó a Vitoria al coche le faltaban dos ruedas, las
sirenas y la puerta. Por el camino miles de personas intentaron robarle el coche
pensando que contenía alcohol que llevaba para los dirigentes del gobierno.
Había tenido que usar todas sus artimañas, desde un garrotazo en la cabeza
hasta usar sus poderes telepáticos para lograr avanzar en ese caos. Pero ya
estaba en la ciudad de su hermano y del malvado Txetxu.
Hasta hacía unos meses se llevaba bastante mal con Mamarrachi, que
de pequeño le había lanzado hasta la saciedad un tractor amarillo. Pero
cuando se reencontró con su hermano se dio cuenta de que no podía guardarle
rencor porque Mamarrachi era como él, un artista innato. Y además, tenía
como pareja a una muerte, una preciosidad que sabía manejar perfectamente
su guadaña. Mamarrachi era su figura de referencia, su ídolo a seguir. Y aún
más, cuando empezó a leer su Blog con el ordenador portátil que robó en
Media Markt.
Sorteando las manadas de saqueadores que destrozaban los comercios
de la ciudad en busca de alcohol escondido, llegó al barrio de Sansomendi.

El Falcón aterrizó en la plazoleta mientras que dos Black Haws


descargaban soldados para proteger de las posibles multitudes furiosas al
presidente de los Estados Unidos de América. Había sido un viaje largo y duro,
pero era necesario para paliar la crisis. Estados Unidos estaba sumido en el
caos más profundo, y eso no lo podía consentir su presidente.
Había mandado a todo el ejército a las calles para proteger sus
ciudades, pero estos se habían unido a los saqueadores desde el primer
momento porque no tenían su dosis diaria de alcohol. Por tanto, sólo aquellos
soldados abstemios eran fieles a su presidente. Hasta la mitad de su gabinete
estaba desaparecido porque buscaban alcohol hasta debajo de las piedras.
Y sólo le quedaba una alternativa. Encontrar a un líder que apoyara
profundamente al alcohol y quisiera salir de esa situación terrible, una persona
que orara a diario a San alcohol, que daría la vida por el noble líquido, y que
además fuera lo suficientemente relevante en la sociedad como para poder
capitanear a todos los alcohólicos.
Por eso, entró en el portal de Mamarrachi Legarda.

Txetxu Olarte vio desde su ventana el despliegue que estaban


realizando los soldados y comprendió que era hora de marcharse. No creía que
hubieran descubierto que él era el causante de todo esto, pero por si las

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moscas, tenía que desaparecer. Cogió la llave especial que le habían dado sus
aliados, con la que podía ir a todas las puertas del mundo, y eligió su destino
en un burdel cercano a Vitoria. Porque ya puestos, no se iba a perder los
pequeños placeres de la vida.

Los soldados levantaron las armas cuando se acercó la Xsara Picasso


de la policía destrozada. Todos creían que era una estratagema para atacarles
y secuestrar a su presidente para pedir un rescate de alcohol. Y por eso, Toro
Bravo no pudo entrar en casa de su hermano para advertirle de lo que pasaba.
Aunque aún le quedaban algunos trucos en la manga, como por ejemplo el de
la proyección astral, o uno más directo, robar un móvil y mandarle un mensaje
o llamarlo. Las dos cosas realmente eran sobrenaturales.

Kay se frotó las manos cuando vio entrar al presidente de los Estados
Unidos, pensando en todo el dinero que le darían si consiguiera llevar su alma
al infierno. Pero la expresión de preocupación del hombre la obligó a dejar la
guadaña y escuchar lo que quería. Se presentó, miró lascivamente el escote de
Kay y preguntó por el gran Mamarrachi Legarda, el borracho más famoso del
mundo.
Kay lo miró con recelo, pero cuando vio que uno de los que le
acompañaban abría un maletín donde envueltas entre algodones descansaban
cuatro botellas de beilys, comprendió que no solamente venían en son de paz,
sino que sería la salvación para su cielo. Aunque odiara profundamente a ese
presidente, se abrazaría al diablo sin dudar con tal de que Mamarrachi
sobreviviera.
Mamarrachi ya estaba un poco despierto y engullía bolitas de anís, un
sucedáneo poco efectivo que por lo menos calmaba las necesidades de alcohol
de su almario. Y cuando vio al presidente, pensó que ya estaba en una fase de
delirios y que pronto le llegaría a la muerte.
- Señor Mamarrachi, encantado de conocerle en persona. Soy un gran
admirador suyo, hasta empecé a aprender español solamente por poder leer
sus textos en versión original. Es usted una figura de referencia en mi política,
me he basado mucho en usted. Todos los ordenadores de las administraciones
de Estados Unidos tienen como página de inicio su Blog. Y desde luego, usted
sería mi perfecto vicepresidente. Y por eso, ante este caos, acudo a usted
porque confío plenamente, y porque sé que sin duda usted es la persona
idónea para hacer que el alcohol vuelva a la tierra.
Pero Mamarrachi no le había hecho nada de caso, sino que se había
ocupado en vaciar las cuatro botellas y de ponerse a llorar delante de las
botellitas vacías. Por lo tanto, decidió ir al grano.
- Mi gobierno le ofrece todo el alcohol que usted quiera gratuitamente si
consigue que esto cese y todo vuelva a la normalidad. Le necesitamos para
comandar un ejército que logre encontrar a los culpables de estos sabotajes y
que les dé su merecido, obligándoles a devolvernos el alcohol. Mis mejores
hombres estarán dispuestos a ello.
- ¿Cuántos de esos hombres son alcohólicos?
Ante esta pregunta el presidente se confundió.
- Ninguno, son soldados mercenarios de élite que no se pueden permitir
ningún vicio, incluso mantienen relaciones entre ellos para satisfacerse. Son

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personas integras, con moral, y que defenderían a su país aunque perdieran la


vida en ello.
- No me sirven de nada. Estamos hablando de personas que no han
bebido en su vida, y no entenderían el valor de sacrificarse por el alcohol.
Jamás comprenderían el verdadero sentido de su misión. Y eso no es bueno.
Sin embargo, conozco a personas que puede que no estén preparadas
militarmente, que puede que no sean grandes estrategas, que carecen
absolutamente de moral y son malas personas, pero a las que les une una
cosa muy sencilla, y es su alcoholismo. Ellos se unirían a cualquiera con tal de
recuperar el alcohol que tanto quieren, y no dejarían de luchar para nada,
aunque los intestinos les colgaran, porque para ellos una vida sin alcohol es
haber muerto en vida. Puede que haya personas que se acostumbren a esa
situación, pero esos son los fariseos que tanto alababan al alcohol para luego
dejarlo de lado. Sólo los fieles, sus discípulos, nos entregaremos a la causa
sabiendo que sin el alcohol no habrá un mañana.
- Es muy arriesgado. Ellos no sabrán cómo actuar y...
- Le voy a decir una cosa. Yo antes de entrar en la universidad era un
zoquete que no sabía hacer nada. Pero tenía en mente una idea muy clara,
que para mantener mi nivel de consumo de alcohol necesitaba un gran sueldo.
Y señores, eso me llevó a estudiar con ahínco y a ser uno de los mejores, no
porque me interesara la carrera, sino porque quería beber alcohol toda mi vida.
Y ya ve la gran carrera profesional que he realizado. Nunca subestime a un
alcohólico, porque la necesidad puede muchísimo más que la moral y todas
esas zaranjadas que no sirven para nada más que para controlar a las
personas y no dejarles ser libres. El alcohol es la libertad, es la entrada al
paraíso, y eso no nos lo puede negar nadie. Él que está haciendo esto morirá a
manos de mi equipo, se lo aseguro, y entonces se verá el renacer del alcohol,
se verá que es nuestra verdadera razón de ser, que sin él no podemos vivir, y
aunque en la Biblia de los borrachos anunció la llegada del Apocalipsis, Fray
Franciskanher en sus escritos dejó bien claro que un grupo de elegidos
combatiría el mal y nos salvaría para que la gente viera que el alcohol era la
fuente de la vida. Y a ese elegido lo elegiría el mismísimo Satanás.

- ¿Alguien me ha llamado?
Todos volvieron la vista atrás para ver a un hombre fornido vestido con
un traje rojo sangre y dos cuernos prominentes en su cabeza. Por la parte
trasera de la chaqueta se adivinaba una cola roja. Abrazó a Kay, besó a
Mamarrachi hasta que su vista pasó al presidente.
- Contigo tenía yo que hablar, cacho sinvergüenza. Lo que estás
haciendo es una vergüenza, que te estás cargando a personas inocentes sin
ningún motivo y estás haciendo que el mundo me mire mal. Puede que yo sea
malo, pero tú eres más malo que pegarle un padre ciego bajando por la
escalera el día de la propina. Si no fuera porque ahora te necesito, estarías
ahora mismo fregando el suelo de mi palacio con la lengua. Y tú me necesitas
para restablecer la paz normal. Así que ordena a tus hombres que dejen pasar
a Toro Bravo y que se pongan a bailar el hula hula, si quieres solucionar esto
de una maldita vez.
El presidente, medio asustado, hizo lo que le mandaron, aunque costó
un poco encontrar a Toro Bravo, que estaba forzando una cabina de teléfonos.
Pero al final, cuando las monedas caían por todos lados y se disponía a

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Un mundo sin alcohol
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recogerlas, se encontró a todo un batallón del ejército de los Estados Unidos


rodeándole para que saliera. Cómo se toman los robos aquí en Vitoria, pensó.
Aunque cuando se dio cuenta de su destino, comprendió que una fuerza mayor
estaba actuando a su favor. Por tanto, las fuerzas del bien volvían a intentar
acabar con el mundo de pecadores, libertinos y lujuriosos humanos. Dios, tenía
que evitarlo. Junto con su hermano, claro está.

- Y sin duda alguna se trata de alguien con un poder inmenso, que odia
el alcohol, así que podemos empezar a investigar a todos los abstemios. Pero
creo que la cosa es mucho más personal, que odia a Mamarrachi porque él es
el máximo exponente de los borrachos en el mundo. La mejor manera de
matarlo sería quitándole todo su alcohol. Y además, acabaría con lo que él cree
que es un vicio pero que en realidad es una bendición. Por tanto, la búsqueda
se reduce a una sola persona.
- Txetxu Olarte.
- Correcto, hermano Toro Bravo. Pero él no es tan poderoso como para
poder llegar a hacer esto, se ha aliado con alguien o algo, y Txetxu es su mano
humana, su representación en este mundo.
- Entonces - dijo el presidente - matando a ese tal Txetxu mataríamos a
lo que está detrás, y una vez destruido su poder, podríamos volver a tener todo
el alcohol que quisiéramos. Podré ordenar más guerras estando borracho,
podré hacer mi política con unas copas de más, y por eso todo el mundo me
recordará como el mejor presidente de los Estados Unidos de América después
de Fidel Castro. Llenaré los libros de historia para que los estudiantes tengan
que fastidiarse con mi vida, conocer todos mis escándalos sexuales, las
comisiones que me he llevado de la industria armamentística y como he
manipulado todo lo que he querido y más. Eso sería glorioso. Glorioso.
- No tan fácil, Jorgito. El que ocupe el cuerpo de Txetxu uno significa que
matándole a él mates al otro. Solamente una persona tiene la capacidad de
acabar con ese ser. El elegido. Mamarrachi, tengo aquí un chupito rojo
socialista y el otro es un chupito verde musgo. Si te tomas el rojo socialista
tendrás los poderes del elegido, serás la persona que salve a la humanidad de
perder todo su progreso y que nunca más puedan probar el alcohol, atropellar a
la gente con el coche, estafar a hacienda a la hora de declarar... Todo lo que
durante siglos hemos conseguido se perdería. De lo contrario, puedes tomarte
el chupito verde musgo, que es sin alcohol, y poder pasar a una realidad
paralela en la que serás uno más, pero lamentablemente no habrá alcohol. Tú
eliges si quieres comprometerte para salvar a la humanidad o vivir una vida
normal.
Mamarrachi no lo dudo un momento, cogió el chupito rojo socialista y se
lo bebió. Después relamió el vaso, y cogiendo el otro chupito lo tiró por el
fregadero. Fue el fregadero el que pasó a esa brecha dimensional.
- Mierda, tendré que comprar uno nuevo.

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Un mundo sin alcohol
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II
Satanás los transportó a todos a la oficina de Mamarrachi. En ella se
veían los efectos del saqueo que había sufrido en busca de alcohol, tal vez por
personas desesperadas que sabían que los publicistas son unos alcohólicos
redomados o por los propios compañeros de oficina de Mamarrachi. Éste no
dudó en condenar a los salvajes que se habían llevado toda la reserva de
alcohol para todo un año. Miles de botellas.
Mamarrachi los llevó a la sala de juntas, donde ya había dos hombres
trabajando, si bien hombres no era la palabra exacta, pues uno era azul y con
unos cuernos más grandes que los de Satanás, y el otro era un cerdo del
tamaño de un hombre. Cuando llegaron, el cerdo se tumbó en la mesa y
Satanás les indicó que podían comer lo que quisieran, que luego se le
repondría al sujeto en cuestión. Se llamaba Sansi.
El otro que le recordaba a Mamarrachi a la ginebra azul trabajaba sobre
un ordenador PC, ya que los PC y Windows son aparatos del mismísimo
infierno. Windows vista, se fijó Mamarrachi.
- Su maleza, hemos localizado la apertura de una puerta con una de las
llaves místicas del cerrajero Canuto, esas que te llevan a donde sea sin. Al
parecer la usó Txetxu, pero la indicación que tenemos es de un burdel a las
afueras de Vitoria, nada más. Como nosotros somos decentes y no nos
dedicamos a esas cosas, no tenemos ni idea de cuál puede ser.
- Yo lo sé, si me permite su césped. Imagino que será el Liberty, les
puedo guiar hasta allí y presentarles al gerente si hace falta.
Kay mostró su desagrado ante esas palabras cogiendo a Mamarrachi de
la barba y tirando de ella. Entre gemidos de dolor, Mamarrachi aclaró el
malentendido.
- Muchas veces cuando vengo por esa carretera me entra sed y tengo
que parar allí para saciarla. De hecho, tengo la tarjeta de socio que me deja un
descuento en las bebidas. Pero nunca, nunca se me había ocurrido serte infiel,
mi cielito.
- Vale, te perdono, mi cuchifritin.
- Ojala mi mujer creyera mis mentiras como su novia, Mamarrachi. - Dijo
el presidente.
- El caso es que no son mentiras. Pero estoy pensando que si nos
teletransportamos hasta allí podemos pillar a Txetxu con las manos en la...,
bueno, en la masa. Y de esa manera sabremos quiénes han preparado este
complot. Y podremos elaborar un plan de ataque con el ejército que tengo
pensado formar.
- Yo estoy totalmente de acuerdo. - dijo Satanás, y al momento
Mamarrachi, Kay y él estaban en una habitación del citado club.

Txetxu roncaba como un maldito tras haber intentado tres veces sin éxito
perpetuar su especie con la chica. Se le notaban los años y la poca práctica
que tenía. Por eso fue incapaz de huir mientras aquel trío infernal llegaba, lo

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Un mundo sin alcohol
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esposaba, ataba como un salchichón y se lo llevaba a la oficina de KAZ


publicidad. Allí se despertó atado a una columna, solamente con sus
calzoncillos slip dos tallas menos para marcar paquete y un wonderbra. Al ver a
Mamarrachi se asustó hasta hacerse popo encima.
- Eres malo, Txetxu, muy malo. Y por eso te voy a castigar. Vas a sufrir
hasta que las vigas de esta oficina produzcan alcohol, hasta que los
ordenadores de esas mesas canten “y un inglés vino a Bilbao”, hasta que esas
plantas den como fruto mini botellas de vodka. Y después de todo eso seguirás
sufriendo hasta que el mundo vuelva a tener su alcohol necesario para vivir, su
motor para la vida. Porque has jugado a ser Dios, y has cometido un error
cabreandome. Me reiré de tus llantos, me mofaré de tus súplicas y te obligare a
confesar todos los momentos oscuros de tu vida. Y todo eso saldrá en canal
Mamarrachi en directo para todo el mundo. Será el programa especial
“Torturamos a Txetxu” y tendrá como audiencia a todos los borrachos a los que
has dejado sin alcohol. Y ellos cuando te reconozcan por la calle te lincharan,
te harán pedacitos y acabarás como tapa en algún bar, como carne de
bobiscum. Y yo seré feliz.
En ese momento Mamarrachi ordenó que le trajeran una botella de
ginebra Beefeater, y con un cuentagotas tomó una pequeña dosis del mismo.
Agarró la mano de Txetxu y echó una gota en su dedo, haciendo que éste se
derritiera como si fuera ácido lo que le hubieran echado. Y es que el cuerpo de
Txetxu no toleraba el alcohol porque su mente era incapaz de comprender el
verdadero espíritu de emborracharse. Pero ni los gritos de dolor ni las súplicas
para que parara lograron que Mamarrachi dejara de destrozarle la mano
derecha entera. Después, Mamarrachi se bebió de un trago la botella entera y
con el casco arreó a Txetxu en la cabeza, haciéndole perder el conocimiento.
Como la botella no se rompió, Mamarrachi siguió golpeando hasta que se hizo
añicos. Total, el serrín no podía doler tanto.

Todos estaban congregados alrededor de la mesa viendo un mapa


global del mundo y centrando los motines en las ciudades claves. Entre el
ejército de los Estados Unidos que quedaba sin corromper, apenas unos miles
de hombres, y los demonios que trabajaban para Satanás se encargarían de
mantener la paz como fuera. Tratarían de cubrir todas las ciudades y obligar a
sus habitantes amotinados a unirse para combatir al mal supremo que les
quitaba el alcohol. El ejército de élite que comandaría Mamarrachi, llamado
Alcohólicos Unidos, se centraría en la búsqueda de ese mal y su eliminación.
Por eso Mamarrachi ordenó que se buscará a todos los miembros de su lista y
se los trajeran.
Evidentemente, el mando central lo compondrían cuatro personas.
Mamarrachi como general, y Kay, Toro Bravo e IBB como comandantes. El
resto de reclutados ocuparían el cargo de tenientes y disfrutarían del enorme
privilegio de poder permitirse el uso de las reservas de alcohol de todos los
países aliados. Eso les motivaría y les daría fuerzas para acabar con ese mar
de dolor y sufrimiento que inundaba las poblaciones y a la sociedad. Atrás
quedaron los momentos en los que la gente se preocupaba por la huelga de los
guionistas de Hollywood que querían un coche ecológico, los días en los que
los desastres naturales ocupaban las portadas de los periódicos, ahora la
mayor problemática mundial que podía conducir al mundo a su aniquilación
total era la carencia del paradisíaco líquido.

13
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Entre los reclutados se encontraban todos sus compañeros de terapia, a


los que habían detenido tratando de asaltar la Chupiteria Zanzibar, a sus
compañeros de trabajo, publicistas que eran incapaces de hacer su trabajo si
no se alcoholizaban, y a una persona que aunque fuera el segundo mayor rival
de Mamarrachi podría responder de forma favorable a la necesidad del ejército
del AU, Antonio Cogorzas, un borracho rastrero y miserable que en todo
momento trataba de hacer la competencia al noble Mamarrachi. En unos
minutos Mamarrachi les explicó la situación y cuál sería su misión. Todos la
apoyaron sin dudar, pues la necesidad de la ingesta de alcohol era mucho más
importante para ellos que su propia vida. Y la reunión terminó con un brindis
con Dom Perignon del mismísimo infierno, un cava rojo Burdeos con sabor
achispado y burbujeante que encandilaba el paladar. Las botellas eran de cinco
litros, y en segundos cayeron al menos unas trece. Borrachos de emoción y por
el alcohol, tomaron el ayuntamiento para montar su centro de operaciones.
El alcalde salió armado con una escopeta para defender su preciado
minibar, pero cuando vio al presidente de los Estados Unidos y a Mamarrachi
Legarda no pudo hacer sino reverencias.
- Si hubiera sabido antes de su visita les habría preparado una llegada
triunfal, excelencias. Aunque seamos de partidos diferentes, señor Legarda,
admiro lo que ha hecho usted en el pueblo de Licorera. Ojalá Vitoria llegue
algún día a tener un esplendor semejante. Señor IBB, no me mire así, porque
usted sabe que tarde o temprano el ladrillo nos conquistará y nos someterá a
su yugo. Negarse a aceptarlo es casi como renunciar a la lucha por el alcohol.
Porque sin duda vienen a eso, porque si no Mamarrachi Legarda nunca
hubiese pisado el ayuntamiento gobernado por el PSOE. Al no ser que fuera
para quemarlo.
- En eso se equivoca, amigo. Soy concejal del PP por obligación, porque
no me queda más remedio y porque me dan alcohol gratis. Pero mi corazón
siempre ha estado y lo estará con el Partido Socialista Obrero Español, a no
ser que aparezca en el escenario político un partido que defienda el alcohol a
ultranza.
- Cuando acabe todo esto, no dude en llamarme, porque usted sería un
excelente concejal de urbanismo en esta ciudad. Y usted, IBB, podría dirigir la
gaceta. Siempre y cuando se avenga a unas normas.
- Muchas gracias pero no. Soy un espíritu libre que no se sometería a
ningún partido político nunca.
- Le regalaría un viaje a Aruba y un piso en Neguri por traicionar sus
principios.
- Delo por hecho, señor alcalde.

El despacho del alcalde estaba lleno de agentes municipales que


protegían una pared llena de botellas de los mejores licores. Mamarrachi
admiró el buen gusto del alcalde y se alegró de que sus impuestos sirvieran
para algo bueno, no sólo para hacer carreteras para que los adolescentes
organizarán carreras ilegales, fomentar bibliotecas en las cuales no había
ningún manual de cómo preparar cócteles y para contratar a un departamento
que regulará las licencias a los bares y no permitían tener un bar en cada local
de Vitoria. Cuando él estuviera en ese ayuntamiento, las cosas cambiarían
para mucho mejor. Hasta podrían lograr que Bilbao fuera con el paso del

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

tiempo un barrio de Vitoria. El espíritu de la corrupción corría por las venas de


Mamarrachi.
Satanás se sentó en el sillón del alcalde y empezó a dar vueltas como
un niño pequeño. Kay amenazó a los municipales con la guadaña y repartió
entre el ejército las botellas, entre lágrimas del alcalde, que se consoló
abrazando a la secretaria de Mamarrachi, la cual le correspondió con mimitos y
caricias. Y Mamarrachi, como no, empezó montar un corral en honor a su opa,
donde encerrar al puerco Txetxu.
Una vez encerrado, y con una mano llena de pústulas y llagas, Txetxu
lagrimeó. Mamarrachi no tenía piedad y empezó a grabar el espectáculo
mientras en todos los televisores del mundo se veía en diferentes idiomas
como Txetxu era el causante de la falta de alcohol. Las llamadas a Canal
Mamarrachi fueron tantas que la secretaria de Mamarrachi tuvo que dejar al
alcalde abandonado para atender el teléfono. Lamentablemente el trabajo se
imponía al placer.

- No te diré nada, mamarracho.


- ¿Seguro?
- Claro que sí.
- Pues acabas de hablarme, abuelete, así que no me voy a creer tus
negativas. Pero te voy a decir una cosa. No te voy a pegar, no te voy a matar,
sólo te voy a tener aquí encerrado si confiesas. Y si no lo haces, te tendré que
dejar en libertad.
- Mamarrachi, es la mayor estupidez que has dicho en su vida. Suéltame
y no beberás en la vida.
- Y tú tampoco vivirás, colega, porque toda esa gente que está ahí abajo
en la plaza no está precisamente esperando a que baje Celedón y se
descorchen botellas de cava. Lo que quieren es acabar contigo. Y les vamos a
dejar hacerlo, porque estamos en una democracia y son libres de ello. Dios,
como me encanta este país.
- Sobre todo desde que gobierna el PSOE. – Puntualizó el alcalde.
Txetxu, un pepero acérrimo, escupió a sus pies, y eso fue lo que más
ofendió a Mamarrachi, que sin dudar abrió la ventana y sacó medio cuerpo de
Txetxu. Contó hasta treinta, y después lo volvió a meter en el despacho. Txetxu
estaba lleno de moratones, causados por las piedras que la multitud furiosa le
había lanzado.
- Espero que ya hayas aprendido la lección. La próxima vez, te soltaré y
caerás donde ellos.
- No puedes ser tan cruel.
- ¿A mi me llamas cruel? Has condenado al mundo entero a la
aniquilación total con tu decisión.
- Yo no quería.- Txetxu lloriqueaba como un niño, pues se había
enfrentado a la realidad de que nadie le quería en la vida. - Fueron ellos, que
me ofrecieron la posibilidad de vengarme de todos los que me han hecho daño
a lo largo de mi vida.
- ¿Quiénes son ellos?
- Seguro que el PP. - El alcalde lo dijo con convicción.
- No. Fueron los abstemios.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Todos se quedaron de piedra. Oír aquella palabra, para un borracho era


asumir que había personas que no toleraban el alcohol. Y eso era algo que se
tenía que ocultar a toda costa. Porque el alcohol no merecía tal ultraje.
- ¿No te lo estarás inventado para que te dejemos en paz?
- Imposible. - Mamarrachi no compartía la misma opinión que IBB. -
Txetxu es incapaz de pensar por sí mismo. Diría la verdad porque no sabría
inventarse una mentira.
Toda la sala asintió a las palabras de Mamarrachi. Txetxu decía la
verdad.

- Teníamos que haber incluido en nuestro programa político acabar con


Alcohólicos Anónimos. Lo sabía.
Desde sus orígenes Alcohólicos Anónimos había sido la organización de
los abstemios para tratar de alejar a la gente del alcohol. Incapaces de asumir
los beneficios de la bebida, trataban de alargar la existencia a todas las
personas, a las que hacían creer que el alcohol era el culpable de todos sus
males, y luego les planteaban maneras de alejarse del alcohol. Ese es el gran
mal que había tratado de combatir la iglesia de San Alcohol, que veía cómo
perdía adeptos con esas malas artes.
- De todas maneras, los abstemios son unos pocos. No nos costará
nada acabar con ellos y hacer que alcohol vuelva a brotar de las máquinas.
- No será tan fácil.
Satanás, que se había quedado callado hasta ese momento, quería
sacar de su error al grupo de defensores del alcohol.
- ¿Por qué?
- Porque ellos son el chivo expiatorio, el paso intermedio. Hay alguien
más poderoso detrás de todo esto.
- ¿Quién?
- Tenemos que hablar con Dios.

Satanás explicó que la pluralidad religiosa era un engaño de aquellos


que querían comer la cabeza a la gente inventado religiones extrañas.
Solamente había tres dioses en el planeta tierra, conocidos como el Trío
celestial, y que eran San Alcohol, virrey de los infiernos junto a Satanás, que
era el segundo, y Dios, que se encargaba de acoger bajo su techo con goteras
a los abstemios.
- Desde tiempos inmemoriales, ha existido una alianza entre nosotros.
Ninguno de nosotros pisaba el terreno del otro, ni realizaba acciones que
pudieran perjudicar a la postura contraria. Pero visto lo visto, parece que
alguien ha incumplido ese pacto.
- Entonces, Dios tiene la culpa de todo.
- Posiblemente. Pero no puedo decirlo a ciencia cierta hasta que no
hayamos hablado con él.
El ambiente estaba muy caldeado y todos querían ir a cantarle las
cuarenta. Pero solamente podían ascender al cielo dos personas, una de ellas
Satanás y la otra San Alcohol. Pero la desgracia había hecho que éste
desapareciera al mismo tiempo que el alcohol estaba desapareciendo del
mundo. Por suerte, Mamarrachi Legarda era el sucesor de Fray Franciskanher,
y por ello ocupaba el puesto de sumo sacerdote de la orden de San Alcohol. Él
podría subir en representación del Dios de los borrachos.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- Mándanos una postal cuando llegues.


- Lo haría, pero soy consciente de que Correos es el mal del mundo. Los
carteros abren nuestras cartas y se las leen antes de entregarlas. Secuestran a
los niños en sus sacas. Y todas las felicitaciones de Navidad que me mandan
mis amigos, ellos no me las entregan.
Una vez que iniciaron el ascenso al cielo, IBB comentó con Kay.
- Algún día tendremos que contarle que no se las mandamos.
- Mejor que sea nuestro secreto.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

III
Mamarrachi y Satanás empezaron a ascender en una nube que el diablo
había sacado de la cartera, y mientras atravesaban los diferentes pisos como
fantasmas, y veían como la ciudad se alejaba más y más, Satanás le ponía al
día en cuanto al protocolo que tendrían que seguir.
- Pero si él es el responsable de nuestra desgracia, comprenderás que
no voy a poder mirarle a la cara así sin más, como si no pasara nada.
- Es una criatura mística, equivocada de valores pero que es necesaria
en esta vida, como el bien necesita del mal para que todo no sea aburrido. ¿Te
imaginas un mundo lleno de personas haciendo el bien, sin gamberradas?
¿Dónde estaría la salsa de la vida?
- Pues prefiero una vida monótona pero con alcohol a este infierno que
nos están planteando. Además, él tampoco está respetando ese equilibrio.
- No te digo que no, pero es mejor que vayamos de buenas para resolver
esto de forma civilizada, porque no es aconsejable seguir la política de un Bush
cualquiera de atacar cuando se puede dar un dialogo.
- ¡Con los abstemios no se puede dialogar! Solo dicen que eso no, que
es caca, y nada más.
- Todo el mundo merece una oportunidad. Mira, ya estamos llegando.

Ante ellos se alzaba una réplica del gran centro comercial Zubiarte de
Bilbao, y una ría de cerveza sin alcohol lo rodeaba. Eso ofendió a Mamarrachi,
que la consideraba orines de abstemio al no contener alcohol, y para
endulzarla decidió orinar en ella. La cerveza se transformó al entrar en contacto
con el pipí de Mamarrachi, siendo desde ese momento cerveza con alcohol por
la enorme cantidad de éste que había aportado en su orinica transferencia
Mamarrachi.
- Mira, eso no es empezar con buen pie...
Pero el coro de angelitos celestiales, nada más comprender que la ría
era cerveza con alcohol, se lanzaron de cabeza a bebérsela.
- Parece que por aquí no se predica con el ejemplo...
- De todo hay en la viña del señor...
Siguieron caminando y Mamarrachi vio la hermosa viña, con unas
grandes uvas de las que calculó que se podrían sacar al menos tres barriles de
buen moscatel. No lo dudó, arrancó los racimos y los ocultó entre sus harapos.
- ¡Mamarrachi!
Mamarrachi encogió los hombros y llegaron a la puerta, custodiada por
el mayordomo del anuncio de los Ferrero Rocher.
- Hembrosio, queremos ver a tu señor. Nos trae un asunto muy
importante y que no atiende a demoras.
- Excelencia Satanás, señor demonio de las basuras, me temo que mi
señor no podrá recibirles, porque está gravemente enfermo.
- Te vuelvo a repetir que el asunto que nos trae es de vida o muerte. Da
igual que se haya vuelto a pillar un empacho de Toblerone.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- Señores, ya sé que estarán pensando que es una excusa para no


dejarlos pasar y que le canten las cuarenta, pero les aseguro que es ciento.
- ¿Y a qué se debe tan gravísima enfermedad? - dijo Mamarrachi entre
dientes.
- Es un asunto que sólo concierne a mi señor.
- Tenemos dos maneras de hacer esto, Hembosio. Por las buenas o por
las malas. Por las buenas tú nos dejas pasar y nos llevas hasta su despacho o
donde esté reposando sus lindas posaderas. Por las malas, ya sabes de lo que
soy capaz.
- No, por favor, señor, eso no. Yo les conduzco hasta los aposentos,
pero no hace falta llegar a ese extremo.
El hombre empezó a correr y ellos lo siguieron, si bien Mamarrachi no
entendía el cambio de opinión del mayordomo, que antes parecía dispuesto a
no dejarles pasar de ninguna manera. Preguntó por ello a Satanás, que
sonriendo, le dijo:
- Antes Hembrosio estaba a mi servicio, y sabe perfectamente cómo
puedo dejar un palacio de sucio en tan sólo una hora. La verdad es que verle
trabajar durante tres días por una bacanal de nada era muy divertido, pero
cuando encontró esta nueva oferta trabajo, se marchó casi sin despedirse. Yo
sé que fui un buen jefe, así que no entiendo por qué se marchó. - Una lágrima
empezó a caer por el ojo de Satanás, que secó rápidamente con su traje.
Mamarrachi le dio unas palmaditas en la espalda mientras el mayordomo abría
una puerta de oro de imitación.

Lo primero que percibieron los visitantes fue la luminosidad de la


habitación, que a pesar de su pequeño tamaño, apenas un piso de los de la
ministra, tenía cristales en vez de las paredes. En el centro de la habitación
había una gran cama, posiblemente para un matrimonio y los amantes de cada
miembro del matrimonio, donde un hombre blanco como el papel descansaba
con cara de dolor.
Cuando se acercaron más, Mamarrachi se dio cuenta de que eran casi
idénticos, salvo por el color de pureza que destilaba el individuo, al que por
mucho que llamaran Dios, si apoyaba a los abstemios, muy divino no sería.
- Pedí... que... no... me molestara nadie.
- Dios, sabes tenemos que hablar.
- No puedo.
- ¿Me vas a decir que después de que nuestro pacto se haya roto, vas a
negarte a atender a razones?
- Yo no soy el que buscáis.
- Entonces, ¿por qué no dejas de fingir y nos atiendes, nos das tus
motivos para qué confiemos en ti?
- Sé que no me creeríais. Apenas yo lo creo.
- Vamos a lo concreto. - Mamarrachi quería evitar las continuas salidas
del tema en plan victimista de ese hombre. - El mundo se está quedando sin
alcohol y tú prefieres defender a los tuyos mientras caemos en el caos. Puede
que seas el Dios de una minoría, pero has de aceptar que los alcohólicos
hemos de existir. Sin nosotros, apenas habría felicidad en este mundo.
- ¿Y todo lo malo que produce el alcohol? Accidentes, peleas,...
- Hoy no está San Alcohol para defenderse, pero has de saber que
tenemos unos mandamientos. El problema es de los que no saben beber,

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

aquellos que no entienden la realidad de cada trago. Ellos son los malos
borrachos, no pueden ser tenidos en cuenta para juzgar a los alcohólicos.
Satanás se había acercado a la cama y tocó la cabeza de Dios. En
verdad se notaba la fiebre en él.
- ¿Por qué dices que tú no eres el culpable? ¿Quién es el único con
poder para dar esa capacidad a los abstemios? Tú. Reconoce tu error y vuelve
a la sensatez, recupera el pacto y haremos como que no ha pasado nada.
- ¡Devuélvenos el alcohol! - Mamarrachi se había arrodillado, suplicante.
- ¿Acaso crees que yo rompería el juramento que hicimos cuando
salimos de la academia de dioses, los tres únicos que pasamos la prueba de
entre tantas celebridades? Yo nunca...
- Pero el alcohol desaparece...
- ¿Creéis que yo no lo estoy pasando mal?
Mamarrachi y Satanás se miraron a la cara, extrañados. ¿El Dios de los
abstemios no acababa de decir que la causa de su enfermedad era que le
faltaba el alcohol? No podía ser. Mamarrachi no lo creía, pero para estar
seguro, sacó una petaquita con Jack Daniels y se la ofreció. Dios se la bebió
con desesperación, relamiéndose.

Ya no había ninguna duda de la verosímil de sus palabras. Dios, ése


Dios que representaba a los que no bebían, era un alcohólico. Mamarrachi
sintió satisfecho el espíritu de San Alcohol.
- ¿Desde cuándo? - preguntó Mamarrachi, pues Satanás no tenía
palabras.
- Hace unos años bajé la tierra a castigar a los primeros jóvenes que
hicieron el botellón. Pero ellos salieron huyendo ante mi furia, y se dejaron las
bebidas. Yo las cogí para tirarlas a la basura, y vi que olían bien. Probé un
sorbito de lo que resultó ser vodka negro, y acabe con una cogorza de
campeonato en un calabozo.
- Eso es lo que tiene el vodka negro, que cuando lo pruebas no lo
puedes dejar.
- Desde entonces, llevo una doble vida, Dios por las mañanas y borracho
por las noches. Nadie parecía haberse dado cuenta de ello, hasta que un día...
- ¿Qué pasó?
- Eran sanfermines y yo no sabía lo que hacía. Y unos de la tele me
pararon para hacerme unas preguntas. Empecé a decir que era Dios, y la gente
se reía, pero los abstemios se dieron cuenta. Se pasaron por mail ese vídeo, y
acabaron buscando a una persona que me sustituyera.
- Entonces, ya no eres su Dios.
- Ya no me ven como tal.
- ¿Y quién ocupa tu lugar?
- No lo sé. Es una persona con el suficiente poder como para hacer que
el alcohol desaparezca del mundo. Vosotros, sobre todo tú, Mamarrachi
Legarda, sois la salvación.
- Podrías haberte dado cuenta de lo bueno que es el alcohol antes.
- Pero ahora que sé la verdad, no quiero perderlo.
- No te preocupes. No lo vas a perder.

- No me lo puedo creer.

20
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- Nunca hay que subestimar el poder del alcohol, Satanás. Pero tampoco
el de los abstemios. Me preocupa el hecho de que hayan encontrado a alguien
poderoso capaz de apoyarles de tal manera que en su locura.
- Hasta ahora los abstemios sólo habían logrado pocas cosas.
- Bueno, son los culpables de que La Oreja de Van Gogh se separara,
de la crisis económica y de que hoy en día triunfe la telebasura. Pero nunca
pensé...
- Tenemos que detenerlos.
Acababan de llegar a las oficinas de las que partieron, preparados para
dar la gran noticia, cuando vieron el rostro de preocupación de sus
compañeros.
- ¿Qué pasa?
- Esto.
IBB señaló el televisor.

21
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

IV
- Nosotros los abstemios somos la salvación de este momento de caos.
Desde hace años el alcohol ha causado grandes males, desde separar a La
Oreja de Van Gogh hasta causar la crisis económica. Incluso ha fomentado la
telebasura. Pero ahora tendrá su castigo.
- ¡Eso es una gran mentira!
- Calla.
- Desde hace unas horas el alcohol ha dejado de fabricarse porque el
bien ha decidido acabar con ese vicio nefasto. Apenas quedarán unos litros de
ese brebaje del diablo que ha destruido nuestra sociedad. La pregunta ahora
es, borrachos de todo el mundo, ¿qué vais a hacer ahora que no tenéis nada
para beber?
Mamarrachi trató de destrozar el televisor, movido por la rabia, pero los
demás no le dejaron, ya que tenían que enterarse de todas las noticias de lo
que sucedía, así como de la estrategia del enemigo.
- Sólo nosotros los abstemios tenemos la solución a vuestra muerte más
segura. Sólo nosotros tenemos el método más rápido para que no necesitéis
alcohol, para que no dependáis de lo que ahora no va a existir.
- ¿Se refieren a los doce pasos? – Ironizó Mamarrachi.
- Con la implantación de un chip en el cerebro se anulará la dependencia
de alcohol del cuerpo permitiendo que se pueda llevar una vida feliz y sana. Ya
lo sabéis, a todos los que queráis sobrevivir, a todos los que os importe vuestra
vida más allá del alcohol, nos necesitáis. Acudid a nuestras sedes. Nosotros os
esperamos en todas partes donde un abstemio quiera salvaros. Yo me despido
desde el Empire State Building, centro del gobierno de los abstemios. Un
saludo, Robin Meyer, abstemio supremo.
La conexión se cortó, y todos los televisores del mundo empezaron a
emitir un documental acerca de los beneficios de ese chip. Al parecer, los
abstemios controlaban todos los canales a través de los satélites que había en
el espacio.
- Podemos bombardearlos. - Sugirió George Bush emocionado.
- Bah, no creo que tenga tanta repercusión. Cualquier borracho se
sacrificaría por su alcohol.
Pero al mirar por la ventana, vieron una marea de personas, todos con
claros signos de estar sufriendo el mono por la falta de alcohol, corriendo a la
otra punta de la plaza, donde se encontraba un puesto de los abstemios para
colocar el chip.
- Es más preocupante de lo que creía.

Mamarrachi quería mandar a un espía allí, para ver cuál era el proceso
de implantación del chip, por si luego era necesario arrancarlos de cuajo a
todos aquellos traidores desleales a San Alcohol.
El problema era que nadie quería realizar la misión, por el peligro que
entrañaba perder su deseo de alcohol, aunque fueran conscientes de que la

22
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

falta de éste les acabaría matando. Por lo tanto, Mamarrachi se vio en la


tesitura de elegir al hombre que se ocuparía de ello. Mandó ponerse en fila a
todos los voluntarios en la lucha por el alcohol y se paseó por delante de ellos.
De repente, se detuvo frente a Antonio Cogorzas y lo miró sonriente.
- No. No puedes hacerme esto.
- Cogorzas, sé bueno y cumple con esta misión. Tú te has comprometido
en la lucha por el alcohol y estás bajo mi mando, y yo te ordeno que vayas a
ese puesto con una cámara oculta y grabes cuál es el proceso de implantación
del microchip.
- Pueden descubrirme y...
- Pero tu sacrificio no sería en vano.
- ¡Haces esto porque me odias! Reconocerlo, Mamarrachi.
- Pues sí, lo reconozco, pero también te digo que mi opinión sobre ti
puede cambiar si haces esta misión sin protestar.
- ¿De verdad?
- Estarás sentado a mi derecha en la celebración de la victoria, y te daré
una medalla honorífica.
- Entonces, por supuesto que lo haré.
- Sabía que podía confiar en ti. - Mamarrachi se sonrió. - Ven a que te
preparemos la cámara.

Dos de los hombres de Satanás se encargaron de colocarle en la solapa


de la chaqueta un pin con la imagen del PSOE, que ocultaba una microcámara,
a través de la cual veían todo lo que pasaba. Conectada a un televisor en el
despacho del alcalde, estaba preparada para grabar en DVD la implantación de
uno de esos chips. Ese material sería de gran ayuda para cuando, una vez
recuperado el alcohol, liberaran a todos los que habían sido engañados para
esa atrocidad: obligarles a dejar de pensar en el alcohol.
- Ahora sólo debes de cruzar la plaza y ponerte cerca de la cola,
Antonio. Con éste micrófono que tienes en el oído te indicaremos cómo debes
ponerte y cuándo te tienes que ir.
- Un momento. Resultaría muy sospechoso que lo vean salir del
ayuntamiento. Alcalde, ¿hay alguna otra salida?
- Sí. Cuando el alcalde del PP ocupaba este despacho, encargó un
sistema de túneles para introducir a sus amantes. Yo lo suelo aprovechar para
salir cuando hay una horda de manifestantes furiosos, gente contratada por el
Partido Popular para hacer que la gente piense que mi política es nefasta,
aunque los ciudadanos me adoren. Típico del PP organizar estas cosas para
hacer creer sus mentiras.
- Propio del PP, sin duda. Y bien, señor alcalde, ¿dónde dice que están
esos túneles?

Antonio Cogorzas entró por la puerta sur de la plaza y se fue acercando


lentamente a la larga cola de personas que esperaban para consumar su
traición. Los maldijo por lo bajo, pero se unió a ellos como uno más.
Había muchos que ante la duda se ponían a los lados del puesto, donde
tres abstemios de traje negro realizaban el proceso. Los protegían de posibles
ataques los abstemios de acción, vestidos con traje militar y armados con
fusiles. Antonio se extrañó de que el gobierno les permitiera portar armas. No
sabía que el gobierno estaba secuestrado.

23
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- ¿Qué, todavía no se animan? No es nada, vean, vean. - Enseñó cómo


se introducía en la frente una aguja por donde circulaba el chip, y aplaudió al
anciano que no había protestado para nada. Pero Cogorzas advirtió que el
hombre se había orinado encima.
- Necesitamos más tomas. Dos por lo menos.
Antonio asintió por lo bajo que al oír las instrucciones de Mamarrachi, y
se acercó aún más, para tomar mejores imágenes. Pero un abstemio se fijó en
él, y le miró extrañado, señalando su solapa.
Cogorzas empezó a sentir cómo le temblaban las piernas. ¿Había
descubierto su cámara? Entonces comprendió que los abstemios eran aliados
de los peperos, causantes de gran parte del mal del mundo, y que el llevar el
sello de los socialistas en la solapa lo hacía sospechoso.
- Antonio, retrocede tranquilamente, como si no pasara nada. No hagas
nada que parezca sospechoso.
Pero Antonio no hizo caso a las órdenes de Mamarrachi y salió
corriendo. Tres abstemios de paisano lo apresaron y a empujones lo llevaron a
una de las sillas de dentistas donde se sentaba a los que pasarían a olvidarse
del alcohol durante toda su vida.

- Satán, ¿qué podemos hacer?


Pero Satanás, que había presenciado todo desde la ventana, acababa
de desaparecer. Los que miraron por la ventana ahora desocupada pudieron
verlo abriéndose paso por la plaza a base de cornadas y embestidas.

La aguja estaba a punto de llegar la frente de Cogorzas cuando Satanás


corneó al abstemio que portaba la fatal herramienta. Cogió ésta, destripó con
un cuchillo a los abstemios antes de que dispararan sus armas y desapareció
con Antonio.
Cayeron en el suelo del despacho del alcalde, mientras que los
abstemios trataban de averiguar a dónde habían ido. Mamarrachi corrió a
ayudar a Satanás, olvidándose de Cogorzas, que le había fallado en la misión.
- Por poco. Excelencia, ha estado usted magnífico.
- Bah, es sólo una tontería. Acostumbro a hacerlo todos los días que hay
aglomeración en las calles y tengo prisa.
Antonio se marchó ofendido a un rincón, justo cuando el alcalde entraba
preocupado.
- Señores, he tratado de llamar a la Moncloa y me ha respondido el
nuevo presidente.
- Pero si no ha habido elecciones.
- Ya, pero al parecer Mariano Rajoy ha aprovechado esta crisis para
aliarse con los abstemios y cargarse la democracia, por lo que ahora el PP está
en el poder, y han secuestrado al presidente.
Mamarrachi se enfureció por ello, y golpeó la pared. Esta se derrumbó al
instante. Todo se asustaron, salvo Cogorzas, que sepultado entre los cascotes
gimoteaba. Nadie fue a ayudarle.
- Eso debe de ser que los poderes del elegido están fluyendo por tu
cuerpo. Sin duda alguna. Seguramente podrás usarlos en un combate cuerpo a
cuerpo.
- ¿Y cuáles son esos poderes?

24
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- Una fuerza sobrehumana, visión de rayos X y la capacidad de levitar.


Además, podrás echar fuego con las manos como los demonios.
- Chachi, aunque espero que no me salgan cuernos.
- No, amigo. No te preocupes. Kay no es como mi ex mujer. - Satanás
apretó el puño. - Prefiero no hablar de eso.
- Dicen que era Esperanza Aguirre, pero sólo son habladurías. Eso creo.
Yo no la conocí. - Dijo Kay al oído de Mamarrachi.
- Creo que la mejor manera de ponerlos en práctica va a ser rescatando
al presidente.
- Yo también. Pero tenemos que ser rápidos. Sólo debemos ir tres
personas. Mamarrachi, tú eres indispensable. Kay, eres la mejor manejando la
guadaña de todas las muertes que tengo a mi cargo, y bueno, yo no me pierdo
la posibilidad de hacer puré de Rajoy. Así que tan sólo tenemos que preparar el
equipo.
- ¿Por qué no vamos los demás?
- Porque no me da la gana. - Satanás zanjó la discusión de manera
contundente. - En primer lugar, aquí tengo los planos de la Moncloa.
Seguramente el presidente estará en las mazmorras que Aznar construyó que
en su etapa de gobierno para hacer cosas horrendas.

Una vez hubieron estudiando los planos y la ruta que seguiría cada uno
de ellos, Satanás les dio un pen drive multiusos, con el que podían pedir casi
todos los útiles necesarios tan sólo deseándolos mientras pulsaban un botón.
Lamentablemente, el alcohol se había borrado de la memoria infinita de la más
novedosa tecnología del inframundo.
- Esto es sólo para privilegiados. Lleva dos semanas a la venta.
- Sí. Aún no ha llegado el mío, excelencia. - Kay formaba parte de la
cúpula más destacada del gobierno, ya que dirigía al departamento de
captación de almas, sin las cuales no podría funcionar el inframundo.
- A mí me lo trajeron ayer, y soy el jefe. Va a tener razón Mamarrachi
con su teoría conspiratoria sobre Correos. Bueno, cuando estemos listos
vamos a aparecernos en el retrete del dormitorio del presidente. Una vez
salgamos de allí, cada uno irá por su lado. Yo salvaré a Zapatero, vosotros dos
iréis a apresar a Rajoy, y lo meteréis en esta botella de Big Label preparada
para capturar su alma. Cada uno tenéis una. ¡No, Mamarrachi, no tiene alcohol!
- Mamarrachi trataba de bebérsela, pensando que tenía ese delicioso Beilys de
imitación.
- Estamos preparados.
- Pues adelante.
Los tres desaparecieron de la sala, mientras los demás veían cómo los
abstemios atacaban a los pobres borrachos buscando a más espías. ¿Ese era
el futuro que les esperaba?

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

V
El retrete brillaba por su hermosura y limpieza, aunque seguramente IBB
habría hecho especulaciones absurdas acerca de que fuera un inodoro Roca el
que usara Zapatero como trono de honor. Con la misión de que Rajoy no se
sentara en él, Mamarrachi lo destrozó de una patada.
- Debemos de ser sigilosos, muy silenciosos. A cada persona que
veamos tenemos que dejarla inconsciente. Os recomiendo cantarles la nana.
- ¿La nana?
- ¿Kay no te lo ha contado? Es una nana para inducir a un sueño
profundo. No te la canto porque te quedarías dormido como un ceporro. Pero
puedes usar esto. - Le dio una porra eléctrica. - Con saña a los peperos y a los
abstemios, demuéstrales quiénes somos.
- No se preocupe, excelencia. Será como si recibirán ellos la factura de
la luz.
- No esperaba menos de ti, Mamarrachi.

Satanás se hizo invisible y fue paseándose por los pasillos en dirección


a la puerta secreta que llevaba las mazmorras. Zapatero no conocía ese
espacio de la casa porque Aznar no se lo había contado al dejarle la vivienda.
Había pruebas de las torturas que había realizado en esas salas, y sólo unas
pocas personas, testigos de esas torturas, conocían su existencia. Entre ellas
Mariano Rajoy.
Satanás también lo sabía porque cuando hizo el hoyo Aznar casi se
cargó el salón de su gruta de verano. Las noches se hacían eternas por culpa
de los gritos de los pobres inocentes. Por eso, tuvo que poner en venta su
gruta, y marcharse lejos, pues el pacto con Dios le hacía respetar a los peperos
como Dios respetaba los socialistas.
Vio a otro de los abstemios de acción, portando un jarrón con agua, y le
golpeó con el codo. Lo dejó sin sentido. Después, continuó andando, no sin
antes vaciarle la cartera. Los abstemios cobraban muy bien por su trabajo
sucio.

La ruta que debía seguir Mamarrachi era la del despacho del presidente,
donde seguramente Rajoy disfrutaba de su golpe de estado. Desde luego,
Mamarrachi pensaba aguarle la fiesta.
Por el camino se había encontrado con dos de los miembros de la
ejecutiva de Rajoy, y los había electrocutado tres veces, resarciéndose de los
posibles daños que le podían haber causado a Zapatero. Por suerte para los
invasores, ninguno se había vuelto a cruzar por su camino.
Se encontró con la puerta del despacho entreabierta, y cuando se
disponía a patearla para entrar con toda su rabia, escuchó voces al otro lado.
Rajoy estaba hablando con alguien por videoconferencia.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Kay era la encargada de recorrer la casa en busca de Rajoy por sí no


estaba en su despacho. Acababa de registrar el primer piso y se disponía a
volver al segundo cuando vio que alguien se acercaba, y se escondió tras una
cortina.
Le sorprendió ver entrar por la puerta a Kadaverik Funerero. Ambos
trabajaban para Satanás en el trabajo de muerte, aunque después de que éste
la hubiera nombrado a ella para el cargo más importante de su departamento,
Kadaverik había cogido un año sabático. De manera que se había pasado todo
ese tiempo conspirando para vengarse por no haber sido el elegido para el
puesto... Y claro, si en una ocasión anterior ya trató de matar a Mamarrachi, ya
que no asumía el haber sido rechazado constantemente por Kay, ahora lo que
trataba de hacer era acabar con todos los borrachos del mundo.
Kay desenfundó la guadaña.

- Esperamos haber acabado con todo para dentro de dos días.


- ¿Y me darán el control total del país?
- Los chips están preparados para que le obedecen ciegamente. Como
nos ha ayudado tanto a lo largo del tiempo, usted y su partido son merecedores
de este honor.
- Muchas gracias, señor Meyer.
- No pasa nada. Nosotros los abstemios sabemos ayudar a nuestros
amigos.
- ¿Cuándo podré ir a verle a Nueva York?
- Una vez hayamos terminado con la misión, usted podrá venir a vernos
al Empire State. Y podrá ver con sus propios ojos la máquina con la que
controlaremos las mentes de todos los alcohólicos.
- ¿Podré tocarla?
- Conociendo sus antecedentes con los helicópteros, no sé yo si...
- Eso fue Esperanza Aguirre.
- Siendo así...
- Bueno, tengo que marcharme a ver cómo le va al ex presidente. -Se rió
de su propio chiste.
- Pues nada, Mariano, que en España no se piense en el alcohol.
Rajoy se disponía a marcharse, pero entonces Mamarrachi vio venir la
inspiración para engañarlo y capturarlo.

Satanás traspasó la pared, dándose cuenta de que con haberse


teletransportado allí se habría ahorrado un buen trecho. Maldijo su poca
imaginación, y fue bajando la escalera.
En los calabozos encontró a todo el equipo de gobierno encerrado y
esposado a la pared. Todos se asustaron al ver aparecer a un hombre con
cuernos y cola, y Satanás quiso sacarles de dudas.
- No se asusten, señores míos, que soy Satanás, el diablo.
Los gritos de pánico debieron de oírse en todo el palacio, por lo que
Satanás tuvo que recurrir a la nana del diablo para dormirles.
- Aserrín, aserran, una nana te lleva a la cama, esa nana te arropa, esa
nana te mima, y ésta mano... te atiza!!!
Todos cayeron dormidos, y Satanás sonrió satisfecho. Los trasladó a las
oficinas del ayuntamiento de Vitoria y volvió al punto de encuentro a esperar a
sus dos hombres.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Kay desgarró con la guadaña la cortina y gritó a Kadaverik. Este se


volvió sorprendido, y cuando vio a Kay esbozó una sonrisa.
- Querida, es un honor verte.
- No podría decirte lo mismo, odiado. De hecho, a nuestro jefe no le va a
hacer mucha gracia que estés aquí y con quién estás trabajando.
- Bueno, siempre aparecen nuevos jefes a los que respetar. Tú podrías
acompañarnos, podrías aliarte con nosotros. Dentro de poco Satanás estará
acabado, y tu marido va a morir de sed. No seas tonta, yo siempre te he
querido.
Como respuesta Kay trató de decapitarlo, pero él contraatacó con su
guadaña.
- Dicen que eres la mejor con la guadaña, pero creo que podré
superarte.
- Inténtalo.
Kay lanzó su guadaña al aire a la vez que sacaba otra. Kadaverik
esquivó la guadaña volante, y realizó una finta con la intención de desgarrar la
cintura de Kay, que echándose para atrás pudo repeler el ataque. Recuperando
la guadaña del suelo, con las dos manos empezó a hacer retroceder a
Kadaverik. En cuanto éste trató de defenderse, Kay bloqueó su guadaña y la
hizo caer. Puso la suya en la garganta de Kadaverik, y sonrió.
- Sabes que no puedo morir. Ya estoy muerto.
- Sí. Camarero del Titanic. Conozco tu historial. No puedes morir, pero...
Kay le decapito al instante, viendo caer la cabeza al suelo.
- ¿Y ahora qué hago yo? - dijo la cabeza desde el suelo.
Kay pateó la cabeza antes de marcharse a continuar con su registro.

Mamarrachi llamó a la puerta vestido de camarero y con una bandeja de


comida. En la otra mano tenía su botella trampa.
- Amigo, creo que ya sabe que yo no bebo.
- La señorita Esperanza Aguirre me ha mandado que le dé este pastel
para celebrar que ha alcanzado la presidencia.
- Oh, que amable. Veo que sabe reconocer las derrotas. - Se llevó un
cacho de pastel a la boca. - ¿De qué es?
- Pastel de guindillas a la pimienta. Una delicia.
La boca de Mariano Rajoy expulsó fuego mientras buscaba agua
desesperadamente. Mamarrachi le había cortado las tuberías, y con una
sonrisa le ofreció la botella de Big Label.
- No se lo diga a los abstemios. - Y abrió el tapón, llevándosela a la
boca.
Mariano Rajoy fue succionado por la botella mientras que en su agonía
gritaba desesperadamente, creyendo que era un castigo de los abstemios, que
le habían puesto a prueba. Pero no, Mamarrachi acababa de capturar su alma,
o por lo menos el cuerpo, porque dudaba que Mariano Rajoy tuviera alma.
Una vez terminado su trabajo, sacó del bolsillo su teléfono móvil y
mandó un mensaje a sus dos compañeros para decir que la misión había
culminado con éxito.

El punto de encuentro era el mismo baño donde habían aparecido


anteriormente. Antes de nada, todos felicitaron a Mamarrachi por su excelente

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

trabajo, y se rieron cuando les contó la estratagema que había ideado para
capturar a Rajoy. Una lástima que no hubieran grabado las escenas, dijo
Satanás, pues habrían sido muy buena propaganda para demostrar que los
alcohólicos estaban moviéndose por defender sus intereses.
En ese momento entró alguien en el retrete con visibles señas de
necesitar evacuar urgentemente. Mamarrachi lo reconoció como el ex alcalde
de Vitoria, Alfonso Alonso, que había hecho tremendas maldades durante su
nefasto gobierno. Sin saber cómo, las manos de Mamarrachi empezaron a
echar fuego, que rodeó al ex alcalde, mientras éste lloraba y suplicaba. Era
extraño que un hombre que había estado tan caliente con todas sus amantes
se estuviera asando lentamente.
- Este es el fuego purificador del infierno. Malditos sean los que arden en
él.
- Amén.
- Mamarrachi, veo que le vas cogiendo el tranquillo a tus nuevos
poderes. Dentro de poco, podrás pertenecer a mi ejército.
- Prefiero seguir haciendo maldades como publicista, excelencia.
- Bueno...
Los tres desaparecieron, y volvieron a reaparecer porque se habían
dejado la botella encima del jacuzzi. Una vez solucionado su error, regresaron
a su cuartel general.
Allí les recibieron con vítores. Eran los triunfadores.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

VI
- ¡Montemos una disco barra!
- Pero si no tenemos alcohol.
- Dios, es verdad
- Por poco tiempo.- Mamarrachi daba ánimos a sus compañeros, para
que no perdieran la alegría recuperada en cuanto vieron al gobierno de
Zapatero a salvo y la botella en la cual aún se oían los gritos de Rajoy. - Sólo
nos queda atacar los abstemios y hacer que tanto los chips se destruyan como
que el alcohol vuelva a fabricarse.
- Por cierto, ¿qué demonios hacemos con Txetxu?
Hasta ese momento se habían olvidado de Txetxu. Satanás había
sacado el tema antes de que los demás recordarán que acabar con los
abstemios era un paso intermedio. Aunque, quién sabía si acabando con ellos
lograban terminar con la pesadilla. Satanás no las tenía todas consigo, pero
Mamarrachi, una vez rescatado el presidente y tras haber acabado con dos
peperos a los que odiaba a muerte, se creía capaz de resolver todo el asunto.
- Podemos hacer barbacoa de cerdo.
Sansi empezó a llorar desconsoladamente, aunque pronto se le pasó el
disgusto, en cuanto Satanás hizo aparecer barro del suelo. Mientras éste se
revolcaba, Mamarrachi sacó del cuarto de los archivos a Txetxu.
- Le he atrapado, alcalde. Usted construyó un chalet de más en Ali.
El alcalde se echó a reír, pues el culpable de ese delito urbanístico era
Jorge Ibarrondo, concejal de urbanismo en el anterior gobierno del Partido
Popular.
- Sí, y es culpa mía lo de los chalets bioclimáticos.
- Y encima alardea de ello. Se le va a caer el pelo, alcalducho.
- A lo que íbamos, ¿qué hacemos con él?
No pudieron decir nada porque la puerta empezó a temblar. Al parecer,
un equipo de abstemios acompañaba a los concejales del PP para que se
hicieran con la alcaldía. Todos se miraron asustados, pero en ese momento
Satanás los transportó.

Aparecieron en un campo de viñas donde las uvas habían desaparecido.


A un lado, una masía descansaba sobre el suelo de lo que Mamarrachi
reconoció como la Provenza italiana. Esa casa era su hogar de la infancia.
Y si la memoria no le fallaba, mamma Legarda estaba allí haciendo sus
boniatos verdes. No eran gran cosa, pero lo que tenían allí era un buen
escondite. Y además, la antigua destilería de los Legarda, fábrica que
Mamarrachi dejó seca nada más heredarla, resultaba idónea para preparar y
alojar a su ejército.
- Esta es tierra de Silvio Berlusconi, la derecha fascista. No creo que
estamos seguros. - Dijo IBB.
- Al contrario. Los Legarda siempre nos hemos llevado bien con la mafia.
Nosotros les ayudamos en los viejos tiempos con el alcohol de contrabando. Y

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

al dedicarse al mercado del alcohol, no creo que Berlusconi cuente con su


apoyo en esos momentos de crisis.
- Pero los abstemios habrán compensado esa pérdida ayudándole con
sus tropas.
- Si nosotros le pedimos ayuda al capo de Tutti Frutti, él nos la dará.
Siempre ha estado enamorado de mi madre.
- Desde luego estas cosas sólo pasan en la Provenza italiana.
- Sí. La tierra de las oportunidades.

Mamma Legarda estaba sacándole brillo al tractor amarillo que


Mamarrachi en su infancia tiraba a la cabeza a sus hermanos cuando éste
entró por la ventana.
- Hijo, ¿no te enseñé yo a que entraras por la puerta como todas las
personas?
- Te recuerdo que me quitaste las llaves cuando invite a todos los
mendigos de la ciudad a una bacanal mientras vosotros estabais de
vacaciones.
- ¿Y para que está la aldaba?
- Para usarla como arma, madre. Es muy buena para dar azotainas.
- Se nota que eres hijo mío. Una idea así sólo la tendría un Legarda.
- Pues a mí no se me había ocurrido. – Toro bravo entraba por la puerta
usando sus llaves. - Hola, madre. Cuánto tiempo sin verla.
- ¡Giorgio! Éstas con Mamarrachi. Por fin los hermanos se han
reconciliado.
Toro bravo miró con miedo el tractor amarillo que portaba su madre en
las manos, pues los más malos recuerdos de la infancia que aún conservaba
en su cabeza, que no habían borrado el consumo masivo de pintura, eran de
ese tractor impactando contra la misma. Al igual que los azotes de su madre a
las cinco de la tarde, mientras los ingleses tomaban el té.
- ¿Y qué os trae por aquí?
- Madre, ¿no se ha enterado? El alcohol de todo el mundo ha
desaparecido, y nosotros estamos luchando para recuperarlo.
- ¿Vosotros dos?
- No, la verdad es que somos muchos más. - Mamarrachi le indicó que
mirara por la ventana, y ella quedó sorprendido al ver al menos un centenar de
personas esperando en su jardín.
- A esos no les voy a dar de comer. Eso te lo digo desde ahora.

Una vez hechas las presentaciones, se dirigieron a las instalaciones


abandonadas de la fábrica de whisky que antaño perteneció a la familia de
Mamarrachi. Nunca quisieron vender los dos pabellones y las bodegas
subterráneas, porque mantenían la esperanza de que un miembro de la familia
volviera a dedicarse a fabricar el mejor de whisky italiano del mundo. Pero
nadie fue capaz de volver, aunque Mamarrachi tuvo intenciones en varias
ocasiones, pero era consciente de que todo lo que produciría acabaría
bebiéndoselo él, por lo que no merecía la pena invertir.
Subieron a las instalaciones para los jornaleros y cada uno cogió un
camastro. Mientras tanto, Mamarrachi decidió reunir a su ejecutiva en la sala
de juntas, para preparar un plan a seguir. Mamarrachi quería invadir el Empire
State y destruir la máquina con la que querían controlar la mente del todos los

31
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

borrachos, así como hacer confesar la verdad al jefe de los abstemios, el tal
Robin Meyer. Mamarrachi nunca había oído hablar de él, y cuando entró en
Google lo que vio le impactó, pero aún más al presidente de los Estados
Unidos.
El primer artículo anunciaba la proclamación del susodicho como
presidente de los Estados Unidos ante el bochornoso abandono de George
Bush, en paradero desconocido y buscado por el delito de haber sido
alcohólico. De esa manera, Mamarrachi comprendió su plan. Querían poner a
todos los abstemios al cargo de los gobiernos del mundo, para crear la
dictadura de los abstemios. La mayoría de los políticos de derecha eran
partidarios, tal vez no de que faltara el alcohol en el mundo, pero sí de esa
tiranía, siempre y cuando ellos salieran beneficiados. A la derecha no le
importaba para nada la ciudadanía, sino sus intereses particulares. Nunca
habían querido identificarse con el pueblo porque se consideraban por encima.
En ese momento, vieron entrar en la sala de juntas a Zapatero, que al
parecer había despertado después de su largo sueño.
- ¿Alguien me puede decir que está pasando, y que estamos haciendo
aquí?
- Señor Presidente, soy Mamarrachi Legarda.
- He oído hablar mucho de usted, así que sé que puedo confiar en
ustedes. Si no recuerdo mal, antes de que Rajoy me secuestrara junto con mis
compañeros, el alcohol había desaparecido del mundo y nos enfrentábamos a
la mayor tragedia desde que la derecha gobernara durante ocho años el país. -
Se notaba el descontento en la voz del presidente. - Imagino que están todos
reunidos para tratar de combatir este problema. Si bien usted, si, el de los
cuernos...
- Siempre se tienen que fijar en eso, siempre. Si, soy el diablo, y estoy
de su parte. Es injusto que nos quiten un noble vicio como es el alcohol.
Siempre he defendido a capa y espada el derecho de las personas a ser libres.
Y ahora que los abstemios están atacando a todo el mundo, me veo en la
obligación de salvar a la humanidad. Pero claro, llegan unos iluminados y
dicen que soy malo, y todo el mundo piensa que soy malo. - Satanás empezó
a llorar. - Sólo soy un gamberro...
- Perdone, señor diablo, no quería ofenderle. Yo valoro su colaboración.
Pero siempre había supuesto...
- Eso pasa por hacerle caso a la religión. Todo son mentiras. Mentiras
como las de los periodistas.
- Lo que me extraña es ver al señor presidente de los Estados Unidos.
- Ex presidente. Los abstemios me han derrocado, como han hecho con
usted.
- Entonces, ¿con el apoyo de qué países contamos?
- Ninguno. Sólo vamos a luchar los que estamos aquí y mi ejército de
demonios.
- ¿Será suficiente?
- Eso aún no lo sé. No sé quién está detrás de todo esto, pero estoy
seguro de que tiene un ejército tan poderoso como el nuestro o incluso más. Va
a ser una encarnizada batalla. Por suerte, contamos con el elegido.
- ¿El elegido?
- Cuando San Alcohol era mortal, se distinguió por ser un gran profeta.
Una de sus profecías fue transcrita tiempo después por Fray Franciskanher,

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

creador de la Biblia de los borrachos. Dice así: llegará un momento en el que el


alcohol dejará de manar de las fuentes celestiales y que se apague su espíritu
en el alma de la gente. En ese momento, un hombre, pero no un hombre
cualquiera sin un hombre que consagró su vida al alcohol, un hombre que ha
demostrado con creces su fidelidad, y gracias al alcohol ha destacado en esta
vida y la sociedad, podrá recibir los poderes místicos del alcohol. Esos poderes
le permitirán flotar en el aire, ver más allá de la visión de un humano, tener una
fuerza de titanes y expulsar fuego purificador por sus manos. Ese hombre
luchará contra el régimen establecido que ha acabado con el alcohol, y
entregando todo lo que él posee, conseguirá restablecer la sociedad tal y como
él la había conocido, dejando que las generaciones futuras puedan beber sin la
amenaza. Su sacrificio será digno de su fe, dará su vida por salvar a los
demás, y estará sentado a mi izquierda, pues soy un progresista, y podré, con
orgullo, llamarle hijo mío.
- ¿Y quién es esa persona? Tenemos que encontrarla como sea.
- Señor presidente, soy yo. - Mamarrachi se levantó, mientras que una
luz que nadie supo de dónde había salido lo iluminó completamente. Su figura
resplandecía y brillaba ante los ojos de los demás, como si de verdad de un
Dios se tratara, y José Luis Rodríguez Zapatero sintió, por primera vez desde
que la crisis había comenzado, que tendría solución, que iban a estar salvados.
Gracias al sacrificio de la mejor peor persona que hubiera existido en el mundo.
Gracias a Mamarrachi Legarda, tal vez el borracho más tonto del mundo, pero
el mejor borracho sin duda.
Zapatero abrazó a Mamarrachi.

33
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

VII
Después de ese cálido abrazo que unió a dos personas honradas
dispuestas a entregarse por el resto de las personas, era el momento de definir
la estrategia.
Mamarrachi contó con pocas palabras lo que había descubierto mientras
espiaba a Mariano Rajoy, que era que la máquina con la que controlarían las
mentes de todos los alcohólicos podía ser destruida, obligando a todas las
personas que habían renunciado al alcohol a volver a sentir la llamada de éste.
A todos les pareció magnífica la idea de acabar con ese nefasto instrumento,
sin embargo Zapatero vio otra opción mucho más convincente.
- Una vez que tengamos en nuestro poder esa máquina, nada nos
impediría programarla no sólo para que vuelvan a creer en el alcohol, sino para
qué se rebelen contra los abstemios y luchen con todas sus fuerzas para
acabar con sus opresores.
Mamarrachi aplaudió la iniciativa, y se atrevió a puntualizar con la idea
de que con esa máquina todo el mundo votaría a la izquierda socialista. Pero
Zapatero negó con la cabeza, demostrando así su honradez como político.
- Toda persona en esta vida tiene derecho a elegir su opción política,
que no le impongan un gobierno, que no le impongan una dictadura o una
tiranía. En eso se basa la democracia, el mejor sistema sobre el que han vivido
los ciudadanos y sobre el que vivirán. Yo no podría dar mi apoyo a un proyecto
de tal magnitud, que perjudicaría de esta manera el poder del libre albedrío de
los ciudadanos. Entonces, sin duda alguna, todos los aquí presentes podrían
levantar sus dedos y acusarme de ser un sucio pepero.
En ese momento Mamarrachi se dio cuenta de su error, y bajó la cabeza
avergonzado, si bien Zapatero le alabó a pesar de todo.
- ¿Y quién sería el encargado de programar esa máquina? Ninguno de
los que estamos aquí poseemos conocimientos sólidos de la programación, y
seguramente esa maquinaria es muy compleja para nosotros.
Satanás consultó unos papeles que llevaba en un portafolios su
ayudante Sansi, y pudo dar una buena noticia a todos los allí reunidos.
- Al parecer el creador del sistema operativo Linux ha sido secuestrado
en las últimas horas, y seguramente le habrán encargado bajo amenazas
configurar ese software. Pero nosotros en el inframundo tenemos la suerte de
contar con los mejores expertos informáticos, los fundadores de Microsoft y de
Machintosh. Por lo tanto, pondré a trabajar a Bill y a Steve ahora mismo.
¿Alguna especificación más aparte de que vuelvan a pensar en el alcohol y se
rebelen contra los abstemios?
- Supongo que me podéis permitir un pequeño capricho. - Mamarrachi
estaba emocionado. - Me encantaría que todo el mundo conociera mi Blog.
¿Se podría solucionar eso?
- ¿El Blog del elegido, del hombre que les va a salvar? Dalo por hecho.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Todos estaban preparados para proceder a la invasión del Empire State.


Primeramente entrarían un centenar de demonios comandados por Satanás,
para después rematar la faena los compañeros de terapia de Mamarrachi
guiados por Toro Bravo y los compañeros de trabajo de la mano de IBB.
Mamarrachi y Kay, una vez despejadas las plantas inferiores, subirían al ático
dónde se encontraba el despacho del hombre más odiado de todo el planeta,
Robin Meyer. Por fin habían descubierto cuáles eran sus orígenes, y era un
hombre que había trabajado en la fábrica de cerveza Judas, y que traicionó a
todos sus compañeros cuando éstos decidieron hacer una huelga a la
japonesa. Desde ese momento, cuando sus compañeros enojados lo
encerraron en un barril de cerveza, odiaba profundamente el alcohol, y pronto
ascendió de niveles en la cúpula de Alcohólicos Anónimos, llegando a
envenenar a su presidente con una botella de Chivas Regal, para usurpar el
trono. Una vez satisfecha su sed de poder, su único deseo era erradicar el
alcohol del mundo. Todo eso lo contaba en su página web personal.
Mamarrachi no dudó en dejarle quinientos comentarios insultándolo en
diferentes idiomas.
- ¿Te has quedado a gusto?
- No. Creo que tendré que practicar la gritoterapia con él en persona.
- A todo esto, Mamarrachi, ¿ya has pensado como nos trasladaremos
sin llamar la atención de los abstemios que custodian la zona?
- Satanás lo ha calculado sobre el plano, y hemos decidido aparecernos
en un lugar bastante distante, para luego dormir a la guardia exterior.
- Me gustaría saber cómo vais a conseguirlo. – Dijo IBB con la duda en
la mente.

Hacía mucho calor en las inmediaciones de la nueva sede de los


abstemios y éstos se estaban asando a pleno sol sin la posibilidad de beber
otra cosa que no fuera agua mineral. Satanás sonrió satisfecho e indicó al resto
de personas que pusieran su plan en marcha.
Doce camionetas del carrito de los helados aparecieron por una esquina
circulando por la desierta calle, haciendo sonar sus campanillas al ritmo de la
melodía que salía por sus altavoces. Los abstemios, sintiendo sus gargantas
secarse, vieron aquel batallón de heladeros como un regalo del cielo. Todos
dejaron sus puestos y sus armas para acercarse a las furgonetas y adorarlas.
Entonces, la segunda parte del plan se puso en marcha. La música
celestial que llamaba a los niños y que tanto odiaban los padres cuando la
oían, pasó a ser la misma nana que había dormido a todo el equipo de
gobierno de Zapatero, sólo que amplificada de tal manera que las doce
furgonetas consiguieron llevar a los brazos de Morfeo a todos los abstemios
que montaban guardia. Sin embargo, los conductores de las camionetas se
habían provisto de orejeras con las que mitigar el sonido.
Una vez hubieron comprobado que nadie quedara en pie, apagaron la
música y se quitaron los tapones para los oídos, y todos los que habían estado
esperando en la calle paralela salieron como una jauría en estampida y
tomaron sus posiciones.

Satanás prefería enviar a uno de los suyos por el tejado para asegurarse
de que Robin Meyer no pudiera escapar. Pero una vez sobrevoló la azotea y se
dispuso a posarse en ella, su cuerpo se hizo pedazos del mismo tamaño, ya

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Un mundo sin alcohol
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que un potente sistema de rayos láser había traspasado el cuerpo desgarrando


la carne. Satanás maldijo su mala suerte, pidió un minuto de silencio por aquel
tan fiel servidor e intentó aparecerse dentro del edificio, cegado por la rabia que
le había producido la primera baja. Pero rebotó con una barrera mágica que
habían colocado en el exterior del edificio, y cayó al suelo dolorido.
- Está comprobado que les ayuda una fuerza mágica. Juro que cuando
encuentre a ese traidor, le haré reventar bebiendo alcohol.
- Kadaverik no tenía ese poder.
- Ya lo sé. No sé qué me frustra más, el que tenga un traidor en el
mundo mágico o el golpe que me he dado contra el suelo.
Entonces, los cuernos de Satanás empezaron a brillar, y éste se sonrojó.
Desde luego, eso no le había pasado desde el día en que aparecieron. Una
duda cruzó su mente, pero lo considero imposible, ya que ese asunto había
sido zanjado mucho tiempo atrás.
- Tendremos que usar la puerta principal. Por lo menos, ahí dentro
podemos usar la magia. Señores demonios, un compañero ha muerto. Quiero
que persona que veáis, persona que hagáis arder. No quiero piedad, quiero
que hagáis caso omiso a sus súplicas, o que incluso os riáis de ellos antes de
lanzar esa bola de fuego fatal.
Todos los demonios asintieron a las órdenes de su señor. Eran
conscientes de que cuando un demonio moría, no debían quedar indiferentes,
porque podría ser cualquiera de ellos el que cayera. El ejército de Satanás era
un ejército de hermanos, no sólo amigos y compañeros de trabajo. Era por ello
que aquel ejército había conseguido grandes resultados en batallas épicas,
como la que enfrentó a Satanás con su hasta entonces mujer, Nayomi.

Cuando dos demonios entraron la recepción camuflados como niños


inocentes, los abstemios que estaban montando guardia para que nadie
subiera a los pisos superiores sin la autorización se quedaron sorprendidos.
Los dos niños se les acercaron con unas cajas de galletas, diciendo que eran
los pequeños exploradores, y que vendían las cajas de galletas a cinco dólares
cada una. En total, llevaban un carrito con doce cajas.
Los abstemios se miraron, y mientras uno de ellos arrebataba el carrito a
los pobres niños, el segundo sacaba la pistola y les obligaba a que salieran
corriendo.
Una vez se encontraron a solas, empezaron a devorar con avidez las
galletas, ya que montar guardia les había dado hambre, lo mismo que sus
compañeros del exterior tenían una sed tremenda.
Al igual que sus compañeros, ellos sufrieron una de las más inteligentes
trampas de Satanás, salvo que en este caso las galletas estaban envenenadas,
y el ejército del demonios entró en el edificio mientras que los abstemios
agonizaban en el suelo, expulsando sangre por la boca y defecando sin parar.

El acceso al resto de los pisos fue sencillo, porque los abstemios


estaban o trabajando en sus ordenadores o perdiendo el tiempo con tonterías.
Todos fueron alcanzados por las bolas de fuego que los demonios, camuflados
con su poder de la invisibilidad, les lanzaron en todo el cogote. Después de
colonizar cada piso, el resto de ejército, los humanos, revisaban si había
alguien que hubiera quedado con vida, para rematarlo a base de botellazos en
la cabeza.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Una vez hubieron comprobado que el terreno estaba despejado,


Satanás bajó y condujo a Mamarrachi y Kay hasta la puerta de las escaleras
que daba al ático.
- ¿Seguro que no lo habéis espantado? El alboroto que habéis montado
se ha oído desde abajo.
- Hemos controlado en todo momento si había actividad mágica para
salir del edificio, para lo cual tenían que desbloquear todo el campo de energía,
y no se ha efectuado ninguna desaparición. Por lo tanto, está aquí, aunque no
sabemos si está preparado y armado para recibirnos.
- Entonces, tenemos que arriesgarnos.
- Sí. Yo entraré primero, y vosotros me seguís. Kay, desenfunda la
guadaña. Podemos necesitarla.
Satanás abrió la cerradura, y los tres hombres se pusieron en fila india
para entrar con disimulo. Esperaban recibir un ataque en cualquier momento,
pero lo que vieron les dejó de piedra.
Robin Meyer descansaba en una butaca, durmiendo plácidamente
mientras que en sus manos reposaba un libro, Mujercitas. Típico de un
abstemio, se dijo Mamarrachi.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

VIII
Lo primero que hizo Satanás fue conjurar una celda de rayos láser con la
que rodeó al bello durmiente y su butaca, evitando así que su presa se fugara.
Una vez hecho esto, trataron de despertarlo por todos los medios.
Ni Mamarrachi tocando la trompeta, ni Kay golpeando con furia una
batería fueron capaces de sacarlo de su sueño. Era como un oso que estuviera
hibernando, y Satanás consultó en su enciclopedia si los abstemios pasaban
por ese periodo de sueño. Pero la respuesta era negativa, así que habría
alguna manera de despertarlo.
Al final, la cosa más ingenua fue la que produjo el milagro, pues el móvil
de Mamarrachi empezó a sonar con la Internacional Socialista, y eso hizo que
el abstemio se revolviera en su butaca, como si estuviera sufriendo una
pesadilla.
Pero la pesadilla le esperaba nada más abrir los ojos, pues en cuanto se
dio cuenta de la presencia de las tres personas en su despacho, tres personas
con mirada hostil, armados con una guadaña, y se vio a su vez encerrado en
una extraña jaula, comprendió que algo había fallado. Y que ese error podía
fácilmente costarle la vida. Empezó a suplicar
- Vaya vaya, el hombre que quiere gobernar el mundo e implantar su
régimen dictatorial suplicando. Es lo más patético que he visto desde que
conocí a los abstemios.
- ¿Cómo han entrado? - Meyer recuperó un poco la compostura al oír
esas palabras, dándose cuenta de que no podía mostrarse cobarde, pues la
persona que le había elegido para realizar la misión no le permitiría mostrar
debilidad.
- Los abstemios no sois tan invulnerables como creíais. Nuestro ejército
de borrachos sedientos, la resistencia que está en contra vuestra, hemos
tomado el edificio y ejecutado a cada uno de tus hombres. El mismo destino
que te espera a ti, malandrín. - Mamarrachi disfrutaba de sus palabras con un
enano.
- Imagino que tú eres Mamarrachi Legarda. Ella tenía razón. Y Satanás,
como no. Me dijeron que lucharíais hasta el final, que no os rendiríais por nada,
que no asumiríais vuestra derrota hasta que hubiereis pagado con vuestras
vidas. ¿Creéis que ejecutándome a mí y a todos los abstemios vuestro
sufrimiento se va a acabar? Ilusos. Todo esto está encaminado a que se
culmine la venganza de una persona. Una persona que quiere vengarse de
vosotros dos.
Satanás carraspeo levemente, y Meyer percibió su gesto.
- Sí, Satanás, creías que te habías deshecho de ella, que habías
acabado con su vida, pero no. Nayomi está viva, y es la que ha puesto en
marcha todo este plan, pues sabe que tu vida no sería eterna si se rompiera el
equilibrio.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- Es evidente que si no consiguió matarme por las maneras


tradicionales, buscaría una estrategia. Por ello me encargué de hacerla
desaparecer.
- Sí, mandándola al fin del espacio. Un demonio como tú debería de
saber que hay vida más allá de la tierra, y ella se encontró una civilización que
la acogió.
- ¿Cuánto tardó en acostarse con el líder de esa civilización, y después
derrocarlo?
- Apenas unos años. Desde ese momento fue preparando y ultimando
este plan, sabiendo que si acababa con el alcohol acabaría debilitando tu poder
y tú te verías transformado en un simple mortal, al que pudiera pisotear con
gusto.
- ¿Y qué tengo yo que ver en esto? - dijo Mamarrachi enfurecido. - Yo no
conozco a esa mujer, y ella tampoco me conoce a mí.
- Ella realizó diferentes ensayos de como sería erradicar el alcohol del
mundo. Claro está, nadie te ha debido de contar tus orígenes, Mamarrachi
Legarda. Provienes de un planeta en el que el alcohol era la fuente de vida, al
igual que en la Tierra es el agua. Fue el primer objetivo a destruir en la lista de
Nayomi, pues era consciente de que si culminaba con éxito la misión allí, un
planeta como la Tierra no se le resistiría tanto. Logró hacer que el planeta
estallara por sí mismo, y creía que no había habido ningún superviviente,
cuando se dio cuenta de que una nave había partido justo antes de la
explosión. En esa nave viajabas tú, tus padres te depositaron en ella para que
sobrevivieras y continuaras con la especie, para que siguieras haciéndole esa
ofrenda al alcohol.
- Dios...
- Por eso, a pesar de tener treinta y cuatro años has envejecido tanto,
necesitas del alcohol para sobrevivir y reúnes las características para ser el
elegido. Nayomi era consciente de que tú podrías igualar su poder y acabar
con ella, y por eso quiere eliminarte cuanto antes.
- ¿Por qué nos cuentas esto, abstemio?
- Porque sé que todo está perdido, por lo menos por mi parte. Sin
embargo, una vez hayáis acabado conmigo iréis a detener a Nayomi. Para ese
momento, estaréis lo suficientemente debilitados como para caer en la batalla,
y aprovechando eso ella se alzará con el poder de todo el mundo. Mi sacrificio
habrá merecido la pena, pues Nayomi odia profundamente y con todo su
corazón al alcohol, y ha prometido que mientras ella siga viva luchará
constantemente contra todos los planetas que osaron crear ese infesto líquido
infernal.
- ¿Tan seguro estás de que te vamos a matar?
- Vosotros los alcohólicos solamente sabéis hacer el mal en el mundo, y
desde luego no tenéis ningún reparo en matar a quien no bebe.
- En eso te equivocas, nosotros queremos ser tus amigos, y por eso te
vamos a hacer un regalo. Te vamos invitar a una copa.
Mamarrachi sacó de su abrigo militar una botella de Martini blanco
mientras sus labios esbozaban una sonrisa diabólica. Sabía que ese hombre
aborrecía el alcohol, y que esa sería una tortura mayor que la muerte.
Una vez le obligaron a beberse la botella entera, vieron cómo el hombre
se retorcía en espasmos involuntarios y agonizaba en la alfombra. Como
Mamarrachi suponía, en cuestión de minutos aquel miserable abstemio se

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

transformaría en una persona deseosa de alcohol. Y de esa manera, mientras


su mente le diría constantemente que lo que deseaba estaba mal, su cuerpo le
pediría alcohol en grandes cantidades.
Cuando la transformación hubo concluido, tenían a un hombre buscando
por todo el despacho restos de alcohol mientras que una de sus manos le
pegaba puñetazos en la cabeza en señal de reprimenda. Mamarrachi no pudo
sino reírse de la ridícula escena.

Mientras Robín Meyer daba cabezazos contra una pared maestra,


Satanás había traído al despacho a Bill Gates, que se afanaba en acceder al
sistema de la máquina a través de un sistema de codificación, ya que la
contraseña no la habían conseguido, por mucho que hubiera sobornado a
Meyer con dos botellas de alcohol. Pero aún así, en sistemas de encriptación
no lograba abrirse camino en el sistema, por lo que Mamarrachi se
desesperaba.
- Tenemos que probar manualmente combinaciones que puedan haber
sido empleadas por los abstemios.
- ¡Pero eso llevará semanas! O incluso meses.
- Es la única manera. Este sistema está diseñado para que solamente
introduciendo esa clave se abra, y no vale ningún otro programa. Dios, y
pensar que Linux es gratuito... Ese hombre podría hacerse de oro vendiendo
sus programas.
- Pues tendremos que pensar como pensaría un abstemio, para así
poder dar con la clave.
Mamarrachi empezó a exprimirse el cerebro, mientras que por su mente
pasaban todas las cosas que los abstemios adoraban. Eran cientos de miles
las ideas que surgían y que podían ser empleadas para servir de contraseña.
Mamarrachi se sentía impotente, y fue a tomar el aire a la terraza, cuando vio
algo que le impactó. La estatua de la libertad había sido sustituida por una
estatua de grandes proporciones de Robin Meyer. De esa manera Mamarrachi
se dio cuenta del gran egocentrismo que tenía ese hombre, y les indicó que
probaran con el nombre del hasta ahora abstemio acérrimo. Nada más
introducir la contraseña, el ordenador les dio total acceso al sistema de la
máquina.
- Señor borracho, es usted un genio. Nunca se nos habría ocurrido. –
Bill Gates estaba enormemente agradecido por la ayuda de Mamarrachi, si bien
este sólo había tenido un momento de inspiración divina.
- Los códigos son similares a cualquier programa, así que no se esmeró
mucho en codificar su trabajo. Supongo que deseaba que alguien
reprogramara ese nefasto programa cuanto antes. – Dijo Steve, el aliado
secreto de Bill Gates y fundador de Mac.
- Sólo necesitamos introducir nuestro pen drive y este actuará por sí solo
reemplazando los códigos binarios, dando así las instrucciones que nos han
pedido a todos los que están bajo la influencia de los chips.
- ¿Tan sencillo?
- El que construyó el programa lo hizo tan fácil con un solo propósito.
Esperaba ser él quien lo reprogramara cuando las cosas volvieran a su cauce,
pero lamentablemente esto no podrá ser. Han encontrado su cadáver
sepultado bajo una montaña de mini portátiles Asus. Quién iba a decirlo, morir
bajo el peso del aparato que llevaba su creación.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- No somos nada.
- Bueno, esto ya está. Si no necesitáis nada más, vamos a limitarlo de tal
manera que solamente nosotros podamos acceder a él.
- Una sabia decisión.
Mientras tanto, Mamarrachi había llevado a un aparte a Satanás, pues
quería interrogarlo acerca de todo lo que les había contado Robin Meyer.
- Tienes razón, Mamarrachi. Por mucho que me duela recordar el
pasado, he de ser sincero y contarte como comenzó Nayomi a desear el poder.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

IX
"Fue dos años después de alcanzar el poder supremo del inframundo,
que se me dio a mi mayoría de edad. En aquellos tiempos aún dependía para
todod el válido de mi padre, Lucifer, que hacía las veces de virrey del infierno.
Bien, él tenía una hija llamada Nayomi, la que yo me enamoré, aunque más
bien fue deseo carnal. Podría darte muchas razones para justificar lo que hice,
pero todas serían falsas. Aún era un inexperto adolescente al que le atraían las
faldas, no el gobernante sensato que ahora soy. Ella era una auténtica
diablesa, y me sorprendió por su facilidad de hacerse con la situación. Le
encantaba demostrar su poder, y si estaba conmigo ella era la reina. Yo no
creía que esa fuera la verdadera razón de su entrega, pero ella había decidido
pasar a la historia como dueña y señora del inframundo.
De hecho, ella creía que su padre se alzaría con el poder a la muerte de
mi padre Belcebú, pero éste cedió el poder al heredero, como prometió a mi
padre. Entonces ella tenía que jugar sus cartas, y fue a base de aproximarse a
mí.
Qué decir que nos casamos, influenciados por su padre que no veía
ningún problema, sino una manera de asegurar su dinastía. De esa manera,
ella logró lo que quería, pero pronto no le bastó ser la señora del Dios de las
tinieblas. Ella quería ser la señora de las tinieblas, y para ello tenía que
eliminarme primero.
Nayomi es cruel. Es falsa como ella sola, traicionera, y cuando se cansa
va a arruinar la vida de la persona a la que antes tanto ha adorado. En ese
momento se pone a maquinar, mientras tú confías en ella, y prepara su
estrategia. Te va jodiendo mientras tú crees que ella está de tu parte.
Yo estaba demasiado ciego para darme cuenta, pero todo tiene su
límite. Y teniendo en cuenta que yo no estaba realmente enamorado de ella, la
eché como un perro en el momento en el que me di cuenta de que se ponía en
mi contra.
Claro que ella estaba dispuesta a luchar para destruirme
completamente. Cuando la eché, despedí también a su padre. Los dos juntos
empezaron a odiarme aún más.
Yo todavía no era un líder consolidado, dada mi juventud y mi
inexperiencia, y muchos de los poderosos se acercaron a ellos creyendo ver
allí su oportunidad para escalar aún más en la jerarquía del inframundo. De esa
manera, se inició una guerra civil que parecía ganada por los seguidores de
Nayomi. Nadie creía que yo pudiera ganar, aunque muchos fueron los que
combatieron conmigo recordando los buenos siglos que vivieron junto a mi
padre.
Mi ejército iba perdiendo la batalla, y nadie quería que yo saliera a
luchar, pues tenían que protegerme. Aún así, Nayomi me lanzó un reto, que
lucháramos en un duelo. Veía que no podía acercarse a mí, y por lo tanto no
podría acabar con sus planes de manera rápida.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

No podía negarme a ello. No podía permitir que los que me apoyaban


fueran asesinados porque yo era incapaz de atacar. Nayomi es el auténtico
mal, más maligna incluso que un diablo. Hay dos tipos de mal, el mal que yo
represento y el mal supremo, el mal que de verdad busca hacer daño.
Sabía que la opción de dejar el inframundo en manos de Nayomi era
inviable, no sólo porque destruiría el equilibrio que unos años antes habíamos
firmado los tres grandes. Nayomi no dudaría en ir a por la Tierra, para
conquistarla. Sólo le guiaba su ansia de poder, quería controlarlo todo.
Yo tampoco creía que fuera capaz de ganar ese duelo. No confiaba en
mí mismo. Nunca lo había hecho, pues veía la grandeza de mi padre, y me
veía a mí, uno más, sin grandes poderes y llevando al inframundo a su primera
guerra civil.
Así que antes de presentarme en el duelo en palacio, decidí
emborracharme. Muchos pensaron que era una tontería, que con eso iba a
perderlo todo. Yo entré borracho como una cuba y Nayomi se dio cuenta. La
persona que me acompañó a ese duelo fue San Alcohol, que a pesar de ser
una deidad, aún no tenía el puesto que ahora ocupa, bueno, que ocupaba
antes de su desaparición. Espero volver a verle...
No sé cómo lo hice, pero de mis manos brotó un poder hasta entonces
nunca conocido. En cuestión de segundos Nayomi ardía en unas llamas que no
la mataban, sólo la torturaban lo suficiente. Gracias a ello, gracias al alcohol,
gané ese duelo y salvé a toda la humanidad y al inframundo de caer en las
garras de Nayomi.
Ahora bien, yo no podía matarla. No soy como ella, y decidí mandarla al
fin del universo para que se perdiera en un planeta que antaño fue habitado.
Allí, abandonada a su suerte sufría su castigo, no en una cárcel como el resto
de sus seguidores. Ella era demasiado peligrosa para que se pusiera en
contacto con alguien.
Desde ese momento no he tenido ningún compromiso serio, aunque no
por ello he dejado de frecuentar mujeres. Temo que no llegue a encontrar a mi
verdadera media naranja en esta vida, pero eso tampoco me preocupa ahora.
Nuestro verdadero problema es Nayomi. Ella hace peligrar toda la vida
humana. Va a ser una gran lucha. Pero yo no quiero participar directamente en
ello. No puedo.
En cuanto a los cuernos, no me engañó con nadie. Fue la traición lo que
los hizo aparecer, lo mismo que otras personas sufren pinchazos en la espalda
cuando son traicionados. Al fin y al cabo, soy descendiente del diablo, y por ello
algunas de las cosas que me suceden son únicas. Prefiero no decirte como son
mis heces.
Mamarrachi, te enfrentas a la peor persona que ha existido. Peor que los
abstemios, peor que los peperos. Ella es el mal del mundo.
Mamarrachi, si tienes ocasión, mátala. No cometas el mismo error que
tuve yo.”

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

X
Después de oír la confesión de Satanás, Mamarrachi se sentía sólo y
confuso. Pero no era por la figura de Nayomi, a la que relegaba a un segundo
plano. Toda su tribulación, todas sus dudas, se debían al hecho de que él fuera
un extraterrestre, no un humano, y que por tanto había vivido una gran mentira.
¿Por qué su madre no se lo había contado nunca?
Claro que mamma Legarda lo quería como a un hijo, y tal vez por ello,
temiendo perderlo, le hubiera ocultado sus orígenes. Aún así, Mamarrachi no
podía dejar de reprochárselo, por mucho que la quisiera.
Kay se le acercó, y Mamarrachi salió de sus pensamientos para
atenderla.
- Si te sirve de consuelo, yo tampoco lo sabía. Me he quedado
sorprendida.
- Ya sé que no me ocultarías algo así. Pero tampoco sé qué es lo que
fue de mis verdaderos padres, ni de mi planeta de origen. Ni si soy un
monstruo.
- Cariño, no eres un monstruo. Tan sólo eres una persona de otro
planeta. Mira, yo soy un espíritu dedicado a la recaudación de almas, y no
tengo ningún problema.
- Pero, ¿cómo me verá la gente? Con toda la discriminación que hay,
seguramente me van a repudiar, nunca me aceptarán de nuevo en la sociedad.
- ¿Dónde está el Mamarrachi que yo conocí, al que no importaba lo que
los demás pensaran de él? ¿Él que se atrevió a bailar desnudo en la barra de
un bar delante de cientos de personas? Mamarrachi, tú siempre ha sido
diferente, has sido original. Eres una persona a la que se le quiere o se le odia.
Y créeme, la mayoría de las personas te quieren. Además, siempre podemos
ocultar tus orígenes, si es eso lo que quieres.
- De todas maneras, tampoco tiene mucha importancia. Ahora tenemos
que enfrentarnos a esa Nayomi, la asesina de mis padres. Y juro que esto ya
no tiene que ver sólo con el alcohol. Es mi venganza personal.

Todos habían hecho un corro para desaparecerse con más facilidad,


volviendo así a la Provenza italiana. Aunque ya no necesitaran esconderse,
pues todos los que había sido manipulados por los chips ahora ejercían una
letal represión sobre los abstemios, preferían continuar realizando su misión
desde allí. Sobre todo porque tendrían que marcharse al espacio para luchar
contra Nayomi.
Pero además Mamarrachi quería aprovechar para preguntarle a su
madre todo lo que supiera acerca de sus verdaderos orígenes. Ella era la única
persona viva que le podía decir la verdad, ya que su padre había muerto
cuando Mamarrachi salió triunfante de la Universidad, de la alegría que le
produjo su éxito. Por tanto, sólo su madre podía darle las respuestas que él
necesitaba antes de comenzar con la misión de salvar al alcohol del mundo. Y

44
Un mundo sin alcohol
Daniel González González

aunque su madre se negara a contárselo, Mamarrachi pensaba insistir, pues


era un asunto de suma importancia.
Aunque a esas dudas se les sumaba la idea de que pudiera haber más
como él, borrachos que habrían huido antes de reventar el planeta. ¿Tendría
hermanos, pero hermanos de verdad, en la tierra? Y, ¿cómo se podría poner
en contacto con ellos?
Lo primero era lo primero, y en cuanto llegaron tomó el camino de su
casa, en vez de quedarse con los demás a celebrarlo con un barril de cerveza
que habían sacado de las reservas de Satanás.

- Que raro que no te estés emborrachando con tus amigos, hijo.


- Madre, tenemos que hablar. Lo sé todo.
- Bueno, hijo, tendrás que comprender que una no es de piedra. Gabo y
yo...
- Un momento. ¿Estás saliendo con el capo de Tutti Frutti?
- ¿No era eso de lo que me querías hablar? Creía que...
- No, madre. Quiero saber si soy de verdad un extraterrestre.
Se produjo una breve pausa durante la cual su madre se apoyó en la
mesa, tomando aire.
- ¿Cómo te has enterado?
- Un abstemio me lo contó. Parece ser que la persona que ha hecho
desaparecer el alcohol desea mi muerte porque yo escape cuando ella
destruyó el planeta de donde yo procedía.
- ¿No te he dicho siempre que no hables con desconocidos? - El truco
para desviarse del tema no funcionó, y Antonia Legarda tuvo que ceder a la
evidencia. Tenía que contarle lo que sabía, aunque fuera muy poco.
- Es verdad que tú no eres hijo nuestro. Pero aún así, siempre te hemos
querido como tal. Fuiste el primero que llegó, en un momento en el que
creíamos que no podíamos tener hijos, y encendiste nuestra alegría.
- Pero, si tengo seis hermanos pequeños...
- Luego descubrimos que el uso del preservativo no daba oportunidades
para quedarme embarazada. En fin, que éramos un poco ignorantes. Pero
seguro que te interesa más conocer cómo te encontramos que cómo se hacen
los niños.
- Pues si no me trajo la cigüeña de París, seguramente me encontrasteis
en un repollo.
- Dios, ¿nunca te conté lo de la semillita? – En cuando vio la risa
contenida de Mamarrachi, su madre le arreó un capón. - Mamarrachi Legarda,
no se te ocurra reírte de tu madre.
- Anda, cuéntame cómo me encontrasteis.
- Era una mañana de invierno cuando decidimos coger el coche e
íbamos de camino a la ciudad cuando vimos caer algo al campo de viñas que
había a un lado. La verdad es que habíamos parado en un claro para, bueno,
hacer cosas cochinas, pero el susto nos quitó las ganas. Y justo delante
nuestro, una gran bota de vino se había cargado todas las viñas.
- ¿Mi nave tenía forma de bota de vino?
- Si. De grandes proporciones, era inmensa. Tu padre y yo pensábamos
que si esa maravilla estaba llena de alcohol, podríamos sacar una marca de
vino además del whisky. Por eso, nos acercamos a ella, y la tocamos

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

esperando oír al otro lado al vino. Pero sonó a hueco. Entonces nos dimos
cuenta de que tan sólo era un armazón.
- ¿Y comprendisteis que venía del espacio?
- No. Pensamos que se trataba de algún reclamo del dueño de las viñas,
y que no nos habíamos dado cuenta hasta ese momento. Y nos disponíamos a
irnos cuando se cayó una puerta dejando ver un largo pasillo con escaleras, en
cuyo interior se oía un frenético llanto.
- ¿Subisteis?
- Hombre, no todo el mundo ve a una bota de vino llorar. Si, subimos y
nos encontramos con muchas salas con aparatos extraños, que no tocábamos
por sí nos obligaban a pagar los destrozos. Posiblemente fuera una fábrica de
vino, y un borracho se había quedado encerrado, acabándosele el vino, y
llorando por ello. Pero en lo que parecía la sala de mandos nos encontramos
un bebe. Preguntamos al aire si era suyo, y como no respondió, decidimos
quedárnoslo.
- ¿Y qué hicisteis con la nave? Podemos usarla para ir al espacio a por
Nayomi.
- ¿Te vas a ir al espacio? ¿No puedes irte a Palma de Mallorca como
todo el mundo? Dichosa manía que le ha entrado a la gente por los lugares
exóticos...
- ¡Es mi destino, madre! He de salvar a la humanidad.
- Yo creo que la humanidad no merece ser salvada. Bastante con que se
están matando siempre por tonterías. El hombre va a acabar pronto con el
hombre. Así de claro.
Mamarrachi pensó en ese mismo momento en Txetxu, pero después se
dio cuenta de que si la humanidad merecía morir, no debía ser así, sin que el
alcohol les consolara. Habría muchos más momentos para que se acabara el
mundo, pero ese no era el indicado.
- Madre, no eres tú, ni soy yo. Es el alcohol. Y por el alcohol, un hombre
ha de dar su vida.
- Comprendido. Bueno, la nave la tiene Gabo. Él nos la guardó con sus
cosas de contrabando.
- Tendré que ir a pedírsela.
Pero en esos momentos el mafioso entraba por la puerta silbando y con
un ramo de flores en las manos.

Gabo Gabardino, el capo de Tutti Frutti, se conservaba muy bien a pesar


de tener noventa y ocho años. Vestido con un Armani color crema, camisa azul
oscura y corbata granate, sin que le faltara su sombrero de paja, sonreía a
Antonia Legarda, mientras ponía las flores en un jarrón.
- Hola, cariñin. ¿Y ese mendigo?
- Gabo, ¿no te acuerdas de mi hijo Mamarrachi?
- ¿El marciano? Como para no olvidarlo. Aún tengo ese cacharro en mi
cobertizo. Bueno, tú ya lo sabes. - Sonrió, pues a menudo usaban la nave
como picadero.
- Tienes que llevarme hasta ella. La necesito.
- ¿También te vas a llevar allí a tu churri? ¿Dónde está?
- No. Regreso al espacio.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

XI
El cobertizo de Gabo Gabardino era inmenso, destinado a guardar allí
las botellas de alcohol y el tabaco que traían al país de manera ilegal. Gabo
nunca había cambiado de mercancías porque creía que esas dos drogas eran
las más adictivas. Y no se equivocaba. Su negocio le había hecho ser uno de
los hombres más ricos de toda Italia, y uno de los que habían apoyado a
Berlusconi buscando facilidades para sus negocios. Pero ahora que hordas de
borrachos habían dejado seco su almacén, el sentimiento hacia el fascista
Silvio Berlusconi era de antipatía, ya que éste apoyaba al régimen dictatorial
que había implantado la tiranía de la sed.
Kay espantó a una manada de borrachos que trataban de abrir la nave
buscando el posible alcohol que hubiera dentro, y una vez estos se marcharon
a llorar a las viñas sin uvas, Mamarrachi buscó la entrada de la nave, cerrada
con candado.
- Y ahora, ¿qué debo hacer? ¿Digo "Vilma, ábreme la puerta"?
- No. Para eso está la llave. – Gabo buscó entre un montón de llaves de
todo tipo, y al no encontrarla probó todas. Una vez que no encontró la que
correspondía al candado, sacó la pistola y descerrajó este de un disparo. - O
en su defecto, una pistola bien cargada. A eso no se resiste ni el diablo.
- Permite que lo ponga en duda. - Satanás se acercó a Gabo, que se
retiró asustado. - Sólo me da miedo una cosa en esta vida, y es oír a Rajoy
tocando el ukelele.
- Dios nos libre. - Sentenció IBB.

Después de ese sincero momento de Satanás, entraron en la nave,


maravillados por ver la tecnología de otros mundos. Pero Satanás, uno de los
grandes constructores de naves espaciales, la observaba con desprecio,
dándose cuenta de lo obsoleta que era.
- ¿Seguro que no quieres que te deje una nave de las nuestras? Esta no
pasaría una revisión de la ITV.
- Es mi nave, el único legado que me queda de mis padres. Es justo que
para salvar el alcohol usemos esta nave.
- Por lo menos, déjame que la acondicione y le añada unos extras.
- Bueno. Por favor, pon el nombre de mi Blog en el exterior. Es una
manera de que todos sepan quién es el que le salva.
- Dalo por hecho, amigo.
Se detuvieron en la sala de mandos, donde dos asientos en frente de las
palancas y volantes esperaban que apoyaran sus traseros en ellos. Otras
mesas de controles de la nave se situaban en los laterales.
- El problema es que ninguno de nosotros sabe pilotar este trasto.
Satanás, creo que tendrás que acompañarnos.
Satanás negó con la cabeza, mientras que apostaba a que en una hora
serían más expertos en el manejo de esa nave que Fernando Alonso

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

conduciendo su monoplaza. Mamarrachi le miró, incrédulo, pero Satanás se


limitó a sonreír.
- Sólo falta que la arranques, Mamarrachi. Has de colocar tu mano en
ese panel, que es un lector de manos. En cuanto reconozca al dueño, se
activará y podremos empezar a renovarla.
Mamarrachi colocó su mano y esperó pacientemente a que la
reconociera. Una vez hubieron pasado unos segundos, todas las luces se
encendieron. Los mandos empezaron a sonar con extraños pitidos.
Pero lo más interesante estaban el centro, ya que un holograma había
atravesado de parte a parte a IBB y una pareja de jóvenes se dirigían al lugar
donde se encontraba Mamarrachi.
- Hijo nuestro, bienvenido. Bienvenido a tu hogar.

La gente se marchó discretamente por respeto, pues lo que tenía


Mamarrachi no era una grabación, sino que los espíritus, o tal vez unos
programas informáticos programados como el cerebro de sus padres se habían
acercado a hablar con él. El borracho sólo podía llorar ante las palabras de
apoyo de sus padres.
- Siempre quisimos verte crecer y que te convirtieras en un hombre. Veo
que eres un Señor del brick, como tus abuelos. Esa es una de las castas
superiores. Nosotros tan sólo éramos Bebedores sociales.
Mamarrachi no se atrevía a hablar, tratando de asimilar lo que estaba
viendo. Su madre, su verdadera madre, la que lo había llevado en el vientre, o
como fuera como lo hacían en su planeta, y su padre, aquella persona con la
que podía haberse ido de copas por primera vez si no fuera por Nayomi...
- Tu nombre, Mamarrachi, es tan bello... Refleja tu alma a la perfección,
es sin duda la opción más acertada.
- ¿Cómo me llamasteis vosotros?
- Salen, como tu padre. Yo soy Kay.
Mamarrachi miró a los ojos de su madre, y con una voz débil le contó
que su pareja también se llamaba así. Ella sonrió.
- Lo sabemos. Nuestro espíritu celestial siempre te ha acompañado,
para que no te pasara nada. Hemos estado siempre contigo. Conocemos toda
tu vida.
- Hijo, queríamos decirte que lo que vas a hacer es lo más noble que
hay. Esa mujer destruyó todo lo que teníamos, mató a millones de personas
inocentes y nadie se atrevió a hacer la frente. Nos faltaba una persona con un
espíritu como el tuyo.
- Sabemos que podemos confiar en ti. Pero ten esto presente. El alcohol
es el arma que debes usar. El alcohol te hará vencer. Nunca le des la espalda,
y nunca niegues el alcohol a los que lo necesitan. La clave es no acapararlo,
sino disfrutarlo.
- Padres...
- ¿Sí?
- Si muero...
- ¡No debes pensar eso!
- Sólo quiero saber si estaré con vosotros.
- Mamarrachi, sé que quieres permanecer con nosotros todo el tiempo
posible. Pero has de vivir el presente, estar con los que te quieren, ser feliz, y
no abandonar de esta manera el mundo. Puede que al morir puedas estar con

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

nosotros, o puede que no. Has vivido en otro planeta. Pero si de verdad nos
quieres, no te dejes morir. Lucha con todas sus fuerzas y demuestra lo que
eres capaz de hacer. Tú puedes. Vénganos. Venga a tu pueblo. Venga a San
Alcohol, nuestro Dios, que antes de destruirse su planeta, fue derrotado por
Nayomi.
- Un momento. Si San Alcohol sabía esto, Satanás...
- No. Ninguno de los dos lo sabía. Cuando Nayomi lo derrotó, no podía
correr el riesgo de que éste alertara a Satanás. Le borró la memoria. Es más,
creo que él se cree el culpable de que nuestro planeta reventara.
- Mamarrachi, tenemos que irnos. Pero no lo olvides, vamos a estar a tu
lado siempre.
Y las dos personas que crearon a Mamarrachi Legarda desaparecieron
para siempre. Ese fue su único momento con su hijo.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

XII
Todos los que iban a formar parte de la misión intergaláctica estaban
sentados en unas cabinas especiales, donde con un casco en la cabeza y
diversos electrodos por su cuerpo iban aprendiendo virtualmente el manejo de
cada uno de los instrumentos de la compleja maquinaria de la nave. El ejercicio
apenas duraba una hora, pero gracias a él obtendrían el título de pilotos sin
esfuerzo.
- Creo que necesitaré uno de esos. - Dijo el presidente de los Estados
Unidos.
- Ni lo sueñe. - Satanás fue tajante.
Volvió a mirar la lista de los que compondrían la misión, que era un
destacamento de demonios en los camarotes, preparados para el combate, así
como Mamarrachi, Kay, IBB y Toro Bravo, que se encargarían de impartir las
órdenes y de manejar la nave. Antonio Cogorzas había desaparecido, y
seguramente se había quedado en las oficinas del ayuntamiento, olvidando
bajo el montón de cascotes. Mamarrachi desde luego no le había echado en
falta.

Por fin terminaron la sesión de entrenamiento, y Mamarrachi fue a


recoger el equipamiento para emprender el viaje. Satanás les había preparado
unos trajes de astronauta negros, con los cascos rojos, que Mamarrachi había
considerado de su agrado.
Por otra parte, tenían que lograr encontrar una mercancía estimulante
para su misión. Alcohol. Para todos los que emprendieran el viaje, Mamarrachi
tenía pensado darles grandes dosis de alcohol. Sus padres así lo hubieran
querido.
- Mamarrachi, hemos encontrado a un hombre con doce barriles de
crianza escondidos. Se encuentra en Cádiz, resguardado. Al parecer pretende
hacer una suculenta venta. Creo que será lo mejor. Nosotros nos hemos
quedado sin las reservas en la celebración.
- No importa lo que cuesten, tenemos que hacernos con ellos.
- Ya he preparado una buena suma de dinero. Tres millones de euros
en billetes de quinientos nuevecitos. - Señaló dos grandes bolsas de deporte
que tenía en una esquina. - Eso sí, es mejor que vayas tú solo. Si me ve a mí,
puede asustarse y negarse a vender.
Satanás entregó a Mamarrachi un traje de Hugo Boss que conjuntaba
perfectamente con el estilo del borracho, e incluso lo hacía parecer mucho más
delgado de lo que en realidad era. Salvo por la cara y las largas melenas, podía
pasar tranquilamente por un ejecutivo importante. Satanás completó el disfraz
colocándole unas gafas de sol Ray ban.
- Yo mismo te teletransportaré hasta el exterior. Mis hombres han
acordado una cita con él. El precio ronda el millón, pero puedes ofrecerle los
tres. De esa manera, lograremos superar al resto de compradores.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Dicho esto, se cogieron de las manos desaparecieron de la sala, junto


con las bolsas.

El barrio de barracones se encontraba desierto a esas horas, si bien las


familias estarían escondidas, temiendo que los borrachos pudieran saquear sus
casas en busca de alcohol. La anarquía reinaba en todas partes, y las fuerzas
del ejército que aún les eran leales a los borrachos no podían sino permitir al
saqueo, al que ellos mismos se unían ante su incalmable sed.
Llamaron a la puerta de la casa que les habían indicado, y justo cuando
un hombre calvo y de avanzada edad abría la puerta, Satanás desapareció. El
viejo pareció no darse cuenta de nada, pues estaba más interesado en la venta
y en evitar que le hicieran trampas que en preocuparse por sus alucinaciones.
- ¿Es usted el señor Mamarrachi Legarda? Me dijeron que vendría.
- Sí. Mis hombres tuvieron conocimiento de la venta, y me avisaron.
Créame, esa mercancía es de gran interés para mí. La necesito para una
importante misión.
- No tiene que dar ninguna explicación, tan sólo el dinero. ¿Cuánta guíta
me ofrece usted?
- Dos millones y medio, negociables. Entrega inmediata.
- ¿Está usted loco? A cada segundo que pasa mi mercancía aumenta el
valor, y ya estará por los cinco millones de euros.
Mamarrachi no exteriorizó su desagrado por la petición de ese hombre.
Calculó sus posibilidades en un combate cuerpo a cuerpo, claro que antes
tenía que conocer donde estaban escondidos los barriles.
- Aquí tengo tres millones en efectivo. Mis hombres me habían
comunicado que sería un millón de euros. Sin embargo, tengo los fondos para
cubrir los otros dos millones. Pero antes de ordenar una transferencia bancaria
me gustaría probar si la mercancía está en perfectas condiciones.
- Claro que sí. Es de las mejores bodegas de la zona. Aún recuerdo
cuando aquel camión abrió sus puertas y empezaron a caer barriles.
Mamarrachi pensó en la idílica escena de barriles de buen vino cayendo
y rodando mientras él trataba de cogerlos para bebérselos, y se dejó guiar por
el hombre, que abrió una trampilla que descendía a los sótanos de la casa,
excavados en el cemento. Allí, miles de objetos de lujo y electrónica
descansaban, seguramente fruto de los robos del dueño de la casa. Y en una
esquina reposaban doce barriles de cincuenta litros cada uno, con el sello de
unas famosas bodegas en su lomo.
- Abra una de ellas, y sírveme un vaso. Hasta arriba, por favor.
El hombre cumplió las exigencias de Mamarrachi y le sirvió un vaso lleno
hasta los topes, que Mamarrachi bebió con pausa, relamiéndose a cada trago y
sintiendo los aromas afrontados del rico néctar en su paladar.
- Exquisito, sin duda. Con esto, tendré suficiente para mi viaje. En cuanto
al pago...
Las manos de Mamarrachi echaron fuego y rodearon al hombre, usando
el mismo truco que había oído a Satanás, salvo que en su caso la intención de
Mamarrachi era apresarlo sin causarle dolor alguno, mientras que Satanás
teletransportaba los barriles de vino.
- Amigo mío, la avaricia rompe el saco.
- Usted es un borracho. No sea cruel conmigo. No me deje en la miseria.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Mamarrachi miró a su alrededor, calculando que habría varios millones


en objetos robados en la cueva de Alí Baba, pero sintió compasión del pobre
estafador, y vació delante de él las bolsas de deporte.
- Tres millones. Ni uno más ni uno menos. Y créame, es demasiado
hasta para este vino.
Después de ese gesto de caballerosidad por parte de Mamarrachi,
Satanás se llevó todos los barriles e hizo desaparecer a Mamarrachi. Dejaron
solo al hombre, que libre del fuego aún no comprendía que había pasado. Y
prefería no volver a comprenderlo. Cogió los billetes, los guardó en un baúl que
contenía bastantes fajos, y subió a su casa. Al fin y al cabo, había hecho el
negocio de su vida.
Sólo cuando le entró la sed comprendió que se había deshecho de su
bien más preciado, que se había condenado de por vida a la falta de alcohol.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

XIII
Satanás llevó discretamente los barriles al interior de la nave para evitar
que los sedientos que no irían en la misión espacial se dieran cuenta del
alcohol que perdían. Pero habían sido honrados, y les dieron dos de los barriles
para que se los racionaran. Pronto se inició una gran pelea por la posición en la
cola, sin que se acordaran de los hombres que estaban a punto de partir.
Solo Satanás y Gabo vieron a la nave despegar y destrozar el tejado de
duralita, dejando que el sol iluminara el cobertizo. Cubierto por una capa de
polvo y mirando con desagrado el agujero, Gabo maldecía. Pero Satanás
sonrió, pues sabía que quien estaba a los mandos de la nave era Mamarrachi.

Mamarrachi tuvo que soportar la mirada de todos los que estaban en la


sala de mandos y que habían sufrido en sus carnes el efecto del impacto. Trató
de disculparse con una sonrisa, si bien no dio mucho resultado. ¿Qué culpa
tenía él de que el techo no se hubiera apartado?
En pocos segundos habían atravesado la atmósfera, y todo parecía ir
bien hasta que oyeron una gran sirena a sus espaldas. Una nave patrulla de la
policía de Marte les hacía señas para que pararan. Mamarrachi tuvo que frenar
y dejar que acoplaran la nave a la suya. Dos marcianos verdes entraron con
alcoholímetros en la mano.
- Esto es un control de alcoholemia, amigos. Es muy peligroso conducir
en un estado que no sea de normalidad. Por favor, soplen ustedes.
Mamarrachi sonrió, porque por primera vez ninguno de los que iban a
someterse al control estaban bajo los efectos del alcohol, por lo que podrían
continuar su viaje sin que les quitaran los puntos del carné. Todos ellos
soplaron, y el alcoholímetro dio cero de alcohol en sangre. Ya estaba
Mamarrachi por decirles algo cuando vio sus caras de cabreo, y que les pedían
los carnés.
- ¿Se puede saber qué es lo que pasa? Ha dado negativo.
- Ese es el problema. ¿Nunca les han dicho que para pilotar por el
espacio se ha de estar completamente borracho?
- ¿Qué?
- Desde que los rusos llegaron al espacio está en el código de
circulación universal. Si no están borrachos, mucho me temo que tendremos
que tomar medidas.
Mamarrachi se echó a temblar al verles acercar sus manos a los
cinturones, y ya estaba por sacar sus poderes a relucir cuando vio que lo que
sacaban eran mini botellines de Absolut Vodka.
- Van a beberse todo esto ahora mismo, y hasta que no estén borrachos,
no van a arrancar esta nave. Si no es suficiente con estas botellas, tenemos la
bodega llena.
- Vera, agentes, nosotros no somos personas que nos emborrachemos
con un par de copas precisamente...

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Después de que otras tres naves patrullas llegaran con su cargamento


de alcohol para atender a los sedientos borrachos, ninguno daba muestras de
estar en estado de embriaguez.. Aquellos marcianos estaban sorprendidos y
preguntándose entre ellos de dónde eran esos monstruos incapaces de
emborracharse. Por su parte, todos los tripulantes estaban contentos y felices,
degustando ahora whisky Jack Daniels y bailando la conga. Los guardias
pensaban ya dejarlo por imposible, pues habían gastado las reservas para un
mes y aún así seguían felices. Si, tal vez un poco más contentillos que antes,
pero sin lograr hacer saltar los alcoholímetros.
Al final fue IBB al que le empezaron a bailar las erres, y los demás,
recordando que la batalla contra Nayomi continuaba, se hicieron los borrachos,
y los marcianos, aliviados, se marcharon sin ponerles de nuevo los
alcoholímetros.
- Me gusta esto de ser astronauta. Creo que tendré que hablar con el
presidente de los Estados Unidos para ver si me da un enchufe en la NASA.
- Por intentarlo...
Arrancaron de nuevo y pusieron rumbo a la galaxia más alejada del
universo, casi al borde del fin del infinito espacio sideral. Allí, en su bastión
inexpugnable, la terrible mujer estaría confiada, y sin duda podrían atraparla sin
problemas y con los rulos puestos.

Nada más alejado de la realidad, pues Nayomi en esos momentos


fumaba un largo cigarro mientras veía las pantallas de las diversas cámaras
espía que había colocado a lo largo de la ruta entre su planeta y la Tierra. Sus
hombres habían descubierto la nave de Mamarrachi y la habían avisado con la
esperanza de que les recompensaran con un revolcón, si bien aún no conocían
la poca voluntad de su señora para confraternizar con sus empleados. Para
eso ya tenía a sus esclavos sexuales.
- Supongo que esas dos ratas vendrán en esa chatarra. Txustxe, saca
las naves. Vamos a cazarlas.
Mientras decía esto, acarició la nuca del afortunado controlador, que
corrió a dar la orden, estimulado por la posibilidad de ser después llamado al
dormitorio de su alteza.

Todas las naves de Nayomi eran una réplica de su cara, y por eso al ver
acercarse a la flota que estaba encargada de asesinarles, los tripulantes se
asustaron. Mamarrachi y los suyos no tenían las mismas características que los
habitantes del planeta de la mujer, víctimas de una semiceguera que les hacía
ver todo borroso.
- Se aproximan unos monstruos enormes.
- Recemos para que no nos coman.
- Pues yo no las veo tan mal.
- IBB, por dios, ponte las gafas.
- Dios, tenéis razón. ¿Quién ha sido capaz de crear eso?
- Me parece que es Nayomi. - Dijo Kay, consultando un portarretratos
que le había dejado Satanás.
- Pues que mal gusto tiene tu jefe, cariño.
- Hombre, no vemos el resto del cuerpo. Por lo que tengo entendido,
usaba ropa negra muy ceñida que realzaba su figura.
- ¿Cómo una morcilla de Burgos?

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- Yo diría mas bien que si viendo esta foto.


- ¡Kay, cuando volvamos, llevamos a Satanás al oculista!
- Va a ser lo mejor.

Mientras esta conversación tenía lugar, las naves se acercaban sin


recibir una respuesta de fuego. Ya se estaban confiando de que sería un juego
de niños, cuando por un momento los tripulantes de la nave de Mamarrachi
recuperaron la sensatez.
- Tenemos que destruir esa monstruosidad.
Todos se pusieron a los mandos y cargaron los cañones con armas
nucleares mangadas al presidente Sarkozy mientras éste se encontraba
recluido en la casa de Gran Hermano, y dispararon, acertando en contadas
ocasiones, pues se notaba el efecto del alcohol en el cuerpo. Apenas
destruyeron doscientas de las veinte mil naves que les rodeaban.
Estas no dudaron en responder al fuego con sus bombas de café a la
crema.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

XIV
Mamarrachi Legarda sintió como su cuerpo empezaba a desvanecerse
en el abismo de la oscuridad. Sintió como todo por lo que había luchado en su
vida, su mujer, sus amigos, algo tal vez más importante que el alcohol por el
que estaba peleando ahora mismo, desaparecían sin remedio en el infinito del
espacio, sin que él, a los mandos de la nave, pudiera hacer algo por evitarlo. La
nave estaba fuera del control, él lo sabía, y por los agujeros que había causado
el impacto de aquella bala de cañón los cuerpos se precipitaban succionados.
Las reservas de oxígeno que tendrían los que tenían puesto el traje espacial
apenas les darían unas horas de vida, y era imposible rescatarlos, cada uno
desperdigado en una dirección.
Entonces, no supo si debía continuar. No supo si debía seguir viviendo,
porque se estaba dando cuenta de que el sacrificio que estaba haciendo por el
alcohol, perder todo lo que más quería, tal vez no fuera justo, porque por
mucho que adorara al alcohol, por mucho que lo que lo hubiera idealizando y
santificado, beber alcohol en solitario era mucho más triste hacerlo en
compañía de sus amigos y su mujer.
De todas maneras, comprendió que en el estado en el que se
encontraba la nave ya no tenía esperanzas de poder sobrevivir. Se precipitaba
contra el planeta al que habían querido llegar con la intención de matar a la
malvada Nayomi, reina de los espacios, ser perverso sin igual. Mamarrachi
hubiera deseado por lo menos poder dirigir la nave y estamparla contra el
palacio, aquélla monstruosa edificación que mostraba la cara rechoncha de
pingüino malforme de la malvada Nayomi.
Pero ni esa última voluntad iba a concederle el destino, porque su nave
cayó en los jardines de dicho palacio.

Nayomi estaba satisfecha, pues había visto los cuerpos volar por el
espacio, y se relamía con todo el sufrimiento que había causado, aquello le
estimulaba más para coger al superviviente que quedaba, aquel infesto
extraterrestre que se había atrevido a huir cuando ella destruyó su planeta, y
reírse de él hasta que muriera de sed.
Su guardia personal ya se había acercado al lugar donde la nave había
colisionado, espantando a una manada de abejonejos, que con el miedo en el
cuerpo habían echado a volar. Vieron cómo sacaban al hombre de la nave y le
quitaban el traje espacial, y cómo su aspecto de auténtico vagabundo le
recordaba tanto al de San Alcohol. El hombre, consciente de cuál era su
destino, seguía luchando y lanzando por los aires en un ataque de rabia a sus
hombres, mientras que Nayomi comía palomitas viéndolo por los ventanales.
No le importaban para nada sus hombres, a los que consideraba un
estorbo pero necesarios para alzarse con el poder de todo el universo. Y
cuando hubiera acabado con la Tierra, y por ende con las más grandes fuerzas
que le podían plantar batalla, la conquista del resto de planetas e implantar su
política de exterminio del alcohol sería pan comido.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Ella odiaba el alcohol desde aquel momento en el que por su culpa


perdió la batalla decisiva. Hasta ese momento, nunca lo había probado, pues lo
consideraba una bebida para pobres, gente desclasada, y ella, miembro de la
nobleza, tomaba todos los días a las cinco el té. Y aún más se le quitaron las
ganas de tomar alcohol cuando éste le hizo tanto daño.
Por eso, su venganza ahora debía de ser doble, no sólo acabar con
Satanás sino con el alcohol del universo entero.
Al final fue testigo de como sus hombres reducían a Mamarrachi y lo
llevaban a las mazmorras de palacio.

Mamarrachi trataba de revolverse mientras le colocaban las cadenas


alrededor de sus manos. Estaba en unos calabozos construidos con cristales
afilados y puntiagudos, de lo que parecía ser un cuarzo de color negro. Las
rejas, de titanio reforzado, le impedían huir aún si conseguía soltarse de las
cadenas de acero forjado en las minas donde miles de esclavos de otros
pueblos sometidos se encargaban de la producción en masa de cadenas.
Mamarrachi era consciente de que allí acababa su aventura, no solo
había perdido a las personas que más quería, sino que su vida estaba a punto
de terminar, condenando a toda la humanidad al más absoluto caos: La sed.
Mientras que las lagrimas bajaban por sus mejillas y caían sobre la
barba, limpiándola, su mayor deseo era ahogar las penas con la petaquita de
alcohol que llevaba escondida en los harapos. Los soldados no le habían
practicado un registro, pero las cadenas le impedían alcanzar el quitapenas.
Solo le quedaba esperar a que llegara su hora. La hora de la muerte.
Pero una pregunta recorría su mente ¿Cómo sería la muerte que se lo llevara?
Por instinto recordó a su Kay, y el llanto creció desmedidamente, comenzando
a inundar las mazmorras.

- ¿Se ha vuelto a romper una cañería?


- No, excelencia, es el prisionero, que desde que ha llegado no ha
parado de llorar. Hemos tratado de consolarlo con mimos y caricias, pero aún
así no le hemos calmado.
- Bueno, ya se callará cuando lo mate.
- ¿Es realmente necesario?
- No, pero me gusta dañar a las personas, destruirles la vida hasta que
me supliquen que los mate. Si, esa es mi forma de pasar un buen rato. ¿Y la
tuya?
- Leer un buen libro mientras escucho música clásica.
- Que idiotez. - Dejó al centinela humillado, mientras otro le acompañaba
a la celda donde estaba Mamarrachi, lugar que se podía considerar el
nacimiento de lo que un buen bilbaíno definiría como la segunda gran ría, solo
que más limpia.
El borracho ahora estaba con el llanto al cuello, y pronto se ahogaría si
no hacían nada por liberarlo. Nayomi estaba disfrutando con esa idea, pero no
le interesaba una muerte rápida para el hombre que le había desafiado, aún
cuando ella le había dado una oportunidad de vivir sin destruir la nave que lo
llevó a la tierra. Por eso, haciendo gala de sus poderes, abrió un agujero en la
pared y dejó que toda el agua cayera sobre un hombre que dormía al otro lado
de la pared, y que era alérgico al agua. Después de verlo agonizar, Nayomi se
dirigió a Mamarrachi.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

- Espero que disfrutes de tu breve estancia en esta mazmorra. Vas a


morir aquí, y nada por lo que has luchado quedará para la posteridad. Supongo
que ya te habrás dado cuenta de que el alcohol no es una bendición, sino lo
que os condena, lo que os hace vulnerables. El alcohol es vuestro talón de
Aquiles.
- Lastima, yo creía que el mío era el café.
- ¡No ofendas a esa maravillosa bebida! - Nayomi estaba fuera de sí. -
No sé si te has dado cuenta de que has perdido todo lo que más querías en
una batalla por salvar esa mierda. Si te hubieras resignado a llevar una vida
normal, nada de eso habría sucedido. ¿Me equivoco?
Mamarrachi quería no oír esas palabras, pero Nayomi tenia razón. Por
culpa del alcohol había perdido la razón de vivir. ¿Acaso el alcohol era tan
importante como para perder por él a la familia, amigos, por darle incluso la
vida? En esos momentos Mamarrachi sintió que toda su vida había sido una
farsa, que todo lo que había hecho había sido ir por el mal camino. Por ello,
asintió a las afirmaciones de Nayomi.
- Perdona, ¿me estás dando la razón? No puedes. Así no tiene gracia.
No puedes dejar de creer en el alcohol porque así no puedo hacerte daño.
Y Nayomi se marchó ofendida, esperando que después de unas horas
sin alcohol el borracho reflexionara y le llevara la contraria.

Nayomi si tenía razón en una cosa, y era que Mamarrachi cambiaría de


opinión. A las pocas horas, cuando la sed se le hacía insoportable, empezó a
sufrir terribles espasmos, y los delirios se apoderaron de él.
Primero vio desfilar por delante de él a Kay, IBB y Toro Bravo, todos
ellos vestidos de blanco, sonrientes. Cada uno de ellos llevaba una bandeja en
la mano, pero todas ellas tenían café, expresos, capuchinos, descafeinados, e
incluso una tila. Pero nada de alcohol. Le ofrecían los cafés a Mamarrachi, el
cual, alérgico a este, no podía sino negar. Entonces, sus amigos, aquellas
personas que habían muerto y cuyas almas le acompañarían siempre, ponían
una cara triste y se alejaban.
Después Txetxu acudió a él bailando, desbordando alegría, mientras que
en sus manos llevaba dos botellas de Martini. Esas botellas, abiertas, vertían
su liquido al suelo, y Mamarrachi no podía sino llorar amargamente, mientras
las risotadas de su endiablado vecino apagaban sus suplicas.
Y finalmente, sus padres se le acercaron. Le reprochaban que no
hubiera sido buena persona con Nayomi y la hubiera invitado a beber de la
petaca que ocultaba y se la guardara toda para él, desoyendo el consejo que
antes le habían dado. Después se apartaban de él y le negaban los abrazos,
las caricias y el apoyo que necesitaba.
Sufriendo por todo ello, Mamarrachi cayó en la inconsciencia, sin darse
cuenta de que acababa de descubrir la clave para derrotar a Nayomi.

Un jarro de agua fría lo devolvió de nuevo a la injusta realidad, y en ese


momento fue consciente del deterioro que estaba sufriendo su cuerpo. Éste se
encogía y arrugaba como una pasa. Nayomi no pudo estar más satisfecha.
- ¿Me vas a volver a dar la razón?
- ¡Nunca! Zorra. Puta.
- Así me gusta. Que seas capaz de gastar tus pocas fuerzas en canalizar
la ira que llevas dentro.

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Un mundo sin alcohol
Daniel González González

Mamarrachi vio que a cada grito que daba encogía más, y ahora tenía el
tamaño de un niño. Los harapos se le habían caído, y la petaca de plata con el
vino descansaba a la vista de ambos. Nayomi se acercó a cogerla.
Y entonces Mamarrachi supo lo que debía hacer.

- Por favor, te lo suplico. Dame de beber de ese vino.


Nayomi le miró mientras cogía la petaca, dispuesta a hacer rabiar al
borracho con ella. Pensó en tirarla al suelo y pisotear el vino. Pero las palabras
de Mamarrachi le hicieron cambiar de opinión.
- No te la bebas. Es mi alcohol. No, por favor.
Nayomi la destapó, mientras sus ojos veían el sufrimiento del cuerpo
que se consumía lentamente. Se la acercó a los labios mientras Mamarrachi le
pedía que no lo hiciera. Y bebió.

La cara de Nayomi cambió completamente una vez el vino se deslizó por


su garganta. Su mente se puso a pensar como nunca antes había hecho. Y su
corazón, que nunca antes había funcionado, empezó a sentir.
Sintió lastima, compasión, y algo que nunca antes había conocido: amor.
Amor hacía el alcohol, deseo, lujuria, necesidad. Y miró a Mamarrachi, que
estaba a punto de desaparecer.
- ¿Qué he hecho?
- Aún... no... es... tarde...
Y todo se desvaneció.

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Daniel González González

XV
Lo primero que vio Mamarrachi al abrir los ojos fue al camarero de su
bar favorito, situado debajo del edificio Deba donde tenía su oficina. Si, estaba
allí, en el bar Heineken, rodeado de los asustados clientes que lo refrescaban
con... ¡alcohol!
- Mamarrachi, ¿estás bien? Te acabas de resbalar con una cáscara de
plátano.
Mamarrachi se levantó aún sin creer lo que estaba pasando, y ni siquiera
abofeteó al niño que se reía tras poner la mortal cáscara de plátano. Sino que
saltó a la barra y empezó a besar las botellas llenas de alcohol, consciente de
lo cerca que había estado de perderlas.
Y en ese momento entró Kay en el local. La alegría del borracho no
podía ser mayor.
- ¡Estás viva! Cielo, no sabes cuanto he sufrido...
- Pero si me dijiste que pasara por aquí cuando salieras del trabajo para
tomar algo. Cariño, ¿qué has bebido?
Entonces comprendió que todo debía de ser un sueño, una mala
pesadilla mientras estaba inconsciente. Le había parecido tan real... Pero no, el
alcohol estaba en su sitio, todos estaban vivos...
- Nada. Por ahora.

Nayomi observó desde la pantalla del televisor la escena y sonrió.


Recluida en una habitación, rodeada de alcohol, era por primera vez en su vida
feliz. Y lo era por la bondad que había llegado a su cuerpo al beber ese trago
de vino. Ella, que nunca antes había probado el alcohol, no se había convertido
en una buena persona por falta de éste.
Con un poco de miedo cogió el teléfono y marcó un numero. Solo una
duda inundaba su cabeza. ¿Podría Satanás perdonarla?
Pero debía intentarlo.

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