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Un mundo sin alcohol
Daniel González González
Prólogo
Cuando fui a abrir la puerta no esperaba encontrarme al mismísimo
Mamarrachi Legarda en el umbral. Allí, con sus harapos de vagabundo, su
larga barba de tonos grisáceos, y esa mirada que cautivaría a cualquier
persona y le haría creer ciegamente en él, una de mis fuentes de inspiración,
una de las personas más relevantes para mí, me sonreía.
Corrí a ofrecerle un asiento y a preparar su bebida favorita, vodka negro
con lima, aún sin dejar de creerme que esto estuviera pasándome a mí. Soy un
fiel admirador de Mamarrachi, quizás de los primeros que empezó a leerle, y él
hace tiempo me hizo un favor que aún no sé cómo pagárselo: me ayudó en la
promoción de mi libro Moneo, historia de una venganza. Él, como publicista,
supo aprovecharse de la herramienta que es Internet y ayudarme a ser un
autor conocido.
Me intrigaba que es lo que quería en esos momentos, pero yo le habría
dado mi vida sin dudar, pues no era un cualquiera, sino Mamarrachi.
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I
Tenía una sed tremenda cuando salí de la oficina, y cómo no, me dirigí a
mi bar favorito. Allí ya me conocen y me adoran porque el bar se sustenta
gracias a mí. Pero nada más entrar, vi algo tan trágico y cruel que casi se me
caen las barbas. Y es que donde acostumbran a estar todas las botellas
esperándome sólo había botellas de agua mineral. Pensé que me había
equivocado de sitio, pero no, salí del bar, volví a mi oficina e hice el camino otra
vez para convencerme de que no me había equivocado y me había vuelto a
perder por la ciudad. Era real, como esas pesadillas en la que te despiertas
pensando que tu alcohol ha desaparecido.
¿Habrían cambiado de dueño, y ese dueño no sabía entender las
necesidades de sus clientes alcohólicos? Pero no, el camarero era el mismo,
aunque tenía una cara de pena. Entonces, seguro que algún desalmado le
había robado todas las botellas. Me enfurecí y saque la pistola que me ha
regalado Kay para qué me defienda de los que me traten de robar la bebida.
Disparé dos veces al techo, haciendo que los clientes que bebían su Perrier
salieran huyendo. Y entonces me acerqué a mi amigo.
- ¿Por qué las botellas de mis sueños no están donde deben estar y no
estarán donde deben estar, que es mi estómago?
- Mamarrachi, no sé cómo decírtelo, pero ha pasado algo terrible. Todas
las fábricas de alcohol se han paralizado misteriosamente y no se puede
producir ni una gota. No sé qué haremos, de momento solamente nos queda
servir agua y mosto. ¿Te animas a una Font Vella?
Pero yo para ese momento ya me había desmayado, horrorizado ante lo
que se venía tornando como mi futuro negro. Yo, una persona que necesita
alcohol para vivir, moriría sin remedio si no fabricaban mi medicina.
Mamarrachi Legarda
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Toro Bravo salió de su chabola para ver cómo corrían los vagabundos
en pos del brick. A él no le afectaban esas cosas, pues al contrario que su
hermano Mamarrachi él no bebía alcohol, sino pintura para cuadros al óleo. Y
al ver esa escena, puso cara de pena. Porque sólo unas horas antes había
visto en una profecía como el mundo sucumbía por no haber alcohol. Y creía
saber quién estaba detrás de todo ello. Una persona malvada que nunca
superó el haber sido regado con alcohol en una noche de fiesta. El nombre de
esa persona era Txetxu Olarte. Por lo tanto, tenía que acabar con ese anticristo
antes de que Mamarrachi falleciera. Y por eso robó el coche patrulla a dos
policías que estaban exprimiendo una lata de cerveza para ver si caían gotitas
del delicioso líquido ambarino. Los policías ni se dieron cuenta ni les importó
que se llevará el coche. Había cosas más importantes de las que ocuparse,
como era saciar su sed. Y Toro Bravo sabía que ante todo debía de buscar a
un aliado fuerte y poderoso que le ayudara a combatir a ese criminal abstemio.
Y esa persona sería su hermano Mamarrachi.
- No, nosotros no tenemos nada que ver con eso. Aquí abajo también las
estamos pasando canutas, todos los demonios de las basuras se nos han
rebelado y pronto se amotinarán los vampiros que sólo beben sangría. Nunca
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pensé que llegaría a decir esto, pero en el cielo estaría mejor. Por lo menos allí
si hay alcohol.
- Entonces tenemos que hacer algo importante, organizar partidas para
encontrar a los criminales que se han dedicado hacer esto y acabar con ellos.
Si no, es muy probable que Mamarrachi muera. Y eso no me lo podría permitir.
- Ya nos ocuparemos de hacer algo. No te preocupes. Y cuida mucho a
tu novio, porque no poder leer su Blog sería una experiencia traumática.
Al terminar la llamada, Kay se acercó a Mamarrachi, que roncaba como
un lechón viudo. Tenían que llegar a descubrir el misterio. Porque de lo
contrario, todo el mundo sucumbiría a una de las mayores desgracias del
mundo, el no tener alcohol. Costase lo que costase, ella encontraría alcohol
para su cariñito.
Cuando Toro Bravo llegó a Vitoria al coche le faltaban dos ruedas, las
sirenas y la puerta. Por el camino miles de personas intentaron robarle el coche
pensando que contenía alcohol que llevaba para los dirigentes del gobierno.
Había tenido que usar todas sus artimañas, desde un garrotazo en la cabeza
hasta usar sus poderes telepáticos para lograr avanzar en ese caos. Pero ya
estaba en la ciudad de su hermano y del malvado Txetxu.
Hasta hacía unos meses se llevaba bastante mal con Mamarrachi, que
de pequeño le había lanzado hasta la saciedad un tractor amarillo. Pero
cuando se reencontró con su hermano se dio cuenta de que no podía guardarle
rencor porque Mamarrachi era como él, un artista innato. Y además, tenía
como pareja a una muerte, una preciosidad que sabía manejar perfectamente
su guadaña. Mamarrachi era su figura de referencia, su ídolo a seguir. Y aún
más, cuando empezó a leer su Blog con el ordenador portátil que robó en
Media Markt.
Sorteando las manadas de saqueadores que destrozaban los comercios
de la ciudad en busca de alcohol escondido, llegó al barrio de Sansomendi.
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moscas, tenía que desaparecer. Cogió la llave especial que le habían dado sus
aliados, con la que podía ir a todas las puertas del mundo, y eligió su destino
en un burdel cercano a Vitoria. Porque ya puestos, no se iba a perder los
pequeños placeres de la vida.
Kay se frotó las manos cuando vio entrar al presidente de los Estados
Unidos, pensando en todo el dinero que le darían si consiguiera llevar su alma
al infierno. Pero la expresión de preocupación del hombre la obligó a dejar la
guadaña y escuchar lo que quería. Se presentó, miró lascivamente el escote de
Kay y preguntó por el gran Mamarrachi Legarda, el borracho más famoso del
mundo.
Kay lo miró con recelo, pero cuando vio que uno de los que le
acompañaban abría un maletín donde envueltas entre algodones descansaban
cuatro botellas de beilys, comprendió que no solamente venían en son de paz,
sino que sería la salvación para su cielo. Aunque odiara profundamente a ese
presidente, se abrazaría al diablo sin dudar con tal de que Mamarrachi
sobreviviera.
Mamarrachi ya estaba un poco despierto y engullía bolitas de anís, un
sucedáneo poco efectivo que por lo menos calmaba las necesidades de alcohol
de su almario. Y cuando vio al presidente, pensó que ya estaba en una fase de
delirios y que pronto le llegaría a la muerte.
- Señor Mamarrachi, encantado de conocerle en persona. Soy un gran
admirador suyo, hasta empecé a aprender español solamente por poder leer
sus textos en versión original. Es usted una figura de referencia en mi política,
me he basado mucho en usted. Todos los ordenadores de las administraciones
de Estados Unidos tienen como página de inicio su Blog. Y desde luego, usted
sería mi perfecto vicepresidente. Y por eso, ante este caos, acudo a usted
porque confío plenamente, y porque sé que sin duda usted es la persona
idónea para hacer que el alcohol vuelva a la tierra.
Pero Mamarrachi no le había hecho nada de caso, sino que se había
ocupado en vaciar las cuatro botellas y de ponerse a llorar delante de las
botellitas vacías. Por lo tanto, decidió ir al grano.
- Mi gobierno le ofrece todo el alcohol que usted quiera gratuitamente si
consigue que esto cese y todo vuelva a la normalidad. Le necesitamos para
comandar un ejército que logre encontrar a los culpables de estos sabotajes y
que les dé su merecido, obligándoles a devolvernos el alcohol. Mis mejores
hombres estarán dispuestos a ello.
- ¿Cuántos de esos hombres son alcohólicos?
Ante esta pregunta el presidente se confundió.
- Ninguno, son soldados mercenarios de élite que no se pueden permitir
ningún vicio, incluso mantienen relaciones entre ellos para satisfacerse. Son
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- ¿Alguien me ha llamado?
Todos volvieron la vista atrás para ver a un hombre fornido vestido con
un traje rojo sangre y dos cuernos prominentes en su cabeza. Por la parte
trasera de la chaqueta se adivinaba una cola roja. Abrazó a Kay, besó a
Mamarrachi hasta que su vista pasó al presidente.
- Contigo tenía yo que hablar, cacho sinvergüenza. Lo que estás
haciendo es una vergüenza, que te estás cargando a personas inocentes sin
ningún motivo y estás haciendo que el mundo me mire mal. Puede que yo sea
malo, pero tú eres más malo que pegarle un padre ciego bajando por la
escalera el día de la propina. Si no fuera porque ahora te necesito, estarías
ahora mismo fregando el suelo de mi palacio con la lengua. Y tú me necesitas
para restablecer la paz normal. Así que ordena a tus hombres que dejen pasar
a Toro Bravo y que se pongan a bailar el hula hula, si quieres solucionar esto
de una maldita vez.
El presidente, medio asustado, hizo lo que le mandaron, aunque costó
un poco encontrar a Toro Bravo, que estaba forzando una cabina de teléfonos.
Pero al final, cuando las monedas caían por todos lados y se disponía a
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- Y sin duda alguna se trata de alguien con un poder inmenso, que odia
el alcohol, así que podemos empezar a investigar a todos los abstemios. Pero
creo que la cosa es mucho más personal, que odia a Mamarrachi porque él es
el máximo exponente de los borrachos en el mundo. La mejor manera de
matarlo sería quitándole todo su alcohol. Y además, acabaría con lo que él cree
que es un vicio pero que en realidad es una bendición. Por tanto, la búsqueda
se reduce a una sola persona.
- Txetxu Olarte.
- Correcto, hermano Toro Bravo. Pero él no es tan poderoso como para
poder llegar a hacer esto, se ha aliado con alguien o algo, y Txetxu es su mano
humana, su representación en este mundo.
- Entonces - dijo el presidente - matando a ese tal Txetxu mataríamos a
lo que está detrás, y una vez destruido su poder, podríamos volver a tener todo
el alcohol que quisiéramos. Podré ordenar más guerras estando borracho,
podré hacer mi política con unas copas de más, y por eso todo el mundo me
recordará como el mejor presidente de los Estados Unidos de América después
de Fidel Castro. Llenaré los libros de historia para que los estudiantes tengan
que fastidiarse con mi vida, conocer todos mis escándalos sexuales, las
comisiones que me he llevado de la industria armamentística y como he
manipulado todo lo que he querido y más. Eso sería glorioso. Glorioso.
- No tan fácil, Jorgito. El que ocupe el cuerpo de Txetxu uno significa que
matándole a él mates al otro. Solamente una persona tiene la capacidad de
acabar con ese ser. El elegido. Mamarrachi, tengo aquí un chupito rojo
socialista y el otro es un chupito verde musgo. Si te tomas el rojo socialista
tendrás los poderes del elegido, serás la persona que salve a la humanidad de
perder todo su progreso y que nunca más puedan probar el alcohol, atropellar a
la gente con el coche, estafar a hacienda a la hora de declarar... Todo lo que
durante siglos hemos conseguido se perdería. De lo contrario, puedes tomarte
el chupito verde musgo, que es sin alcohol, y poder pasar a una realidad
paralela en la que serás uno más, pero lamentablemente no habrá alcohol. Tú
eliges si quieres comprometerte para salvar a la humanidad o vivir una vida
normal.
Mamarrachi no lo dudo un momento, cogió el chupito rojo socialista y se
lo bebió. Después relamió el vaso, y cogiendo el otro chupito lo tiró por el
fregadero. Fue el fregadero el que pasó a esa brecha dimensional.
- Mierda, tendré que comprar uno nuevo.
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II
Satanás los transportó a todos a la oficina de Mamarrachi. En ella se
veían los efectos del saqueo que había sufrido en busca de alcohol, tal vez por
personas desesperadas que sabían que los publicistas son unos alcohólicos
redomados o por los propios compañeros de oficina de Mamarrachi. Éste no
dudó en condenar a los salvajes que se habían llevado toda la reserva de
alcohol para todo un año. Miles de botellas.
Mamarrachi los llevó a la sala de juntas, donde ya había dos hombres
trabajando, si bien hombres no era la palabra exacta, pues uno era azul y con
unos cuernos más grandes que los de Satanás, y el otro era un cerdo del
tamaño de un hombre. Cuando llegaron, el cerdo se tumbó en la mesa y
Satanás les indicó que podían comer lo que quisieran, que luego se le
repondría al sujeto en cuestión. Se llamaba Sansi.
El otro que le recordaba a Mamarrachi a la ginebra azul trabajaba sobre
un ordenador PC, ya que los PC y Windows son aparatos del mismísimo
infierno. Windows vista, se fijó Mamarrachi.
- Su maleza, hemos localizado la apertura de una puerta con una de las
llaves místicas del cerrajero Canuto, esas que te llevan a donde sea sin. Al
parecer la usó Txetxu, pero la indicación que tenemos es de un burdel a las
afueras de Vitoria, nada más. Como nosotros somos decentes y no nos
dedicamos a esas cosas, no tenemos ni idea de cuál puede ser.
- Yo lo sé, si me permite su césped. Imagino que será el Liberty, les
puedo guiar hasta allí y presentarles al gerente si hace falta.
Kay mostró su desagrado ante esas palabras cogiendo a Mamarrachi de
la barba y tirando de ella. Entre gemidos de dolor, Mamarrachi aclaró el
malentendido.
- Muchas veces cuando vengo por esa carretera me entra sed y tengo
que parar allí para saciarla. De hecho, tengo la tarjeta de socio que me deja un
descuento en las bebidas. Pero nunca, nunca se me había ocurrido serte infiel,
mi cielito.
- Vale, te perdono, mi cuchifritin.
- Ojala mi mujer creyera mis mentiras como su novia, Mamarrachi. - Dijo
el presidente.
- El caso es que no son mentiras. Pero estoy pensando que si nos
teletransportamos hasta allí podemos pillar a Txetxu con las manos en la...,
bueno, en la masa. Y de esa manera sabremos quiénes han preparado este
complot. Y podremos elaborar un plan de ataque con el ejército que tengo
pensado formar.
- Yo estoy totalmente de acuerdo. - dijo Satanás, y al momento
Mamarrachi, Kay y él estaban en una habitación del citado club.
Txetxu roncaba como un maldito tras haber intentado tres veces sin éxito
perpetuar su especie con la chica. Se le notaban los años y la poca práctica
que tenía. Por eso fue incapaz de huir mientras aquel trío infernal llegaba, lo
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III
Mamarrachi y Satanás empezaron a ascender en una nube que el diablo
había sacado de la cartera, y mientras atravesaban los diferentes pisos como
fantasmas, y veían como la ciudad se alejaba más y más, Satanás le ponía al
día en cuanto al protocolo que tendrían que seguir.
- Pero si él es el responsable de nuestra desgracia, comprenderás que
no voy a poder mirarle a la cara así sin más, como si no pasara nada.
- Es una criatura mística, equivocada de valores pero que es necesaria
en esta vida, como el bien necesita del mal para que todo no sea aburrido. ¿Te
imaginas un mundo lleno de personas haciendo el bien, sin gamberradas?
¿Dónde estaría la salsa de la vida?
- Pues prefiero una vida monótona pero con alcohol a este infierno que
nos están planteando. Además, él tampoco está respetando ese equilibrio.
- No te digo que no, pero es mejor que vayamos de buenas para resolver
esto de forma civilizada, porque no es aconsejable seguir la política de un Bush
cualquiera de atacar cuando se puede dar un dialogo.
- ¡Con los abstemios no se puede dialogar! Solo dicen que eso no, que
es caca, y nada más.
- Todo el mundo merece una oportunidad. Mira, ya estamos llegando.
Ante ellos se alzaba una réplica del gran centro comercial Zubiarte de
Bilbao, y una ría de cerveza sin alcohol lo rodeaba. Eso ofendió a Mamarrachi,
que la consideraba orines de abstemio al no contener alcohol, y para
endulzarla decidió orinar en ella. La cerveza se transformó al entrar en contacto
con el pipí de Mamarrachi, siendo desde ese momento cerveza con alcohol por
la enorme cantidad de éste que había aportado en su orinica transferencia
Mamarrachi.
- Mira, eso no es empezar con buen pie...
Pero el coro de angelitos celestiales, nada más comprender que la ría
era cerveza con alcohol, se lanzaron de cabeza a bebérsela.
- Parece que por aquí no se predica con el ejemplo...
- De todo hay en la viña del señor...
Siguieron caminando y Mamarrachi vio la hermosa viña, con unas
grandes uvas de las que calculó que se podrían sacar al menos tres barriles de
buen moscatel. No lo dudó, arrancó los racimos y los ocultó entre sus harapos.
- ¡Mamarrachi!
Mamarrachi encogió los hombros y llegaron a la puerta, custodiada por
el mayordomo del anuncio de los Ferrero Rocher.
- Hembrosio, queremos ver a tu señor. Nos trae un asunto muy
importante y que no atiende a demoras.
- Excelencia Satanás, señor demonio de las basuras, me temo que mi
señor no podrá recibirles, porque está gravemente enfermo.
- Te vuelvo a repetir que el asunto que nos trae es de vida o muerte. Da
igual que se haya vuelto a pillar un empacho de Toblerone.
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aquellos que no entienden la realidad de cada trago. Ellos son los malos
borrachos, no pueden ser tenidos en cuenta para juzgar a los alcohólicos.
Satanás se había acercado a la cama y tocó la cabeza de Dios. En
verdad se notaba la fiebre en él.
- ¿Por qué dices que tú no eres el culpable? ¿Quién es el único con
poder para dar esa capacidad a los abstemios? Tú. Reconoce tu error y vuelve
a la sensatez, recupera el pacto y haremos como que no ha pasado nada.
- ¡Devuélvenos el alcohol! - Mamarrachi se había arrodillado, suplicante.
- ¿Acaso crees que yo rompería el juramento que hicimos cuando
salimos de la academia de dioses, los tres únicos que pasamos la prueba de
entre tantas celebridades? Yo nunca...
- Pero el alcohol desaparece...
- ¿Creéis que yo no lo estoy pasando mal?
Mamarrachi y Satanás se miraron a la cara, extrañados. ¿El Dios de los
abstemios no acababa de decir que la causa de su enfermedad era que le
faltaba el alcohol? No podía ser. Mamarrachi no lo creía, pero para estar
seguro, sacó una petaquita con Jack Daniels y se la ofreció. Dios se la bebió
con desesperación, relamiéndose.
- No me lo puedo creer.
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- Nunca hay que subestimar el poder del alcohol, Satanás. Pero tampoco
el de los abstemios. Me preocupa el hecho de que hayan encontrado a alguien
poderoso capaz de apoyarles de tal manera que en su locura.
- Hasta ahora los abstemios sólo habían logrado pocas cosas.
- Bueno, son los culpables de que La Oreja de Van Gogh se separara,
de la crisis económica y de que hoy en día triunfe la telebasura. Pero nunca
pensé...
- Tenemos que detenerlos.
Acababan de llegar a las oficinas de las que partieron, preparados para
dar la gran noticia, cuando vieron el rostro de preocupación de sus
compañeros.
- ¿Qué pasa?
- Esto.
IBB señaló el televisor.
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IV
- Nosotros los abstemios somos la salvación de este momento de caos.
Desde hace años el alcohol ha causado grandes males, desde separar a La
Oreja de Van Gogh hasta causar la crisis económica. Incluso ha fomentado la
telebasura. Pero ahora tendrá su castigo.
- ¡Eso es una gran mentira!
- Calla.
- Desde hace unas horas el alcohol ha dejado de fabricarse porque el
bien ha decidido acabar con ese vicio nefasto. Apenas quedarán unos litros de
ese brebaje del diablo que ha destruido nuestra sociedad. La pregunta ahora
es, borrachos de todo el mundo, ¿qué vais a hacer ahora que no tenéis nada
para beber?
Mamarrachi trató de destrozar el televisor, movido por la rabia, pero los
demás no le dejaron, ya que tenían que enterarse de todas las noticias de lo
que sucedía, así como de la estrategia del enemigo.
- Sólo nosotros los abstemios tenemos la solución a vuestra muerte más
segura. Sólo nosotros tenemos el método más rápido para que no necesitéis
alcohol, para que no dependáis de lo que ahora no va a existir.
- ¿Se refieren a los doce pasos? – Ironizó Mamarrachi.
- Con la implantación de un chip en el cerebro se anulará la dependencia
de alcohol del cuerpo permitiendo que se pueda llevar una vida feliz y sana. Ya
lo sabéis, a todos los que queráis sobrevivir, a todos los que os importe vuestra
vida más allá del alcohol, nos necesitáis. Acudid a nuestras sedes. Nosotros os
esperamos en todas partes donde un abstemio quiera salvaros. Yo me despido
desde el Empire State Building, centro del gobierno de los abstemios. Un
saludo, Robin Meyer, abstemio supremo.
La conexión se cortó, y todos los televisores del mundo empezaron a
emitir un documental acerca de los beneficios de ese chip. Al parecer, los
abstemios controlaban todos los canales a través de los satélites que había en
el espacio.
- Podemos bombardearlos. - Sugirió George Bush emocionado.
- Bah, no creo que tenga tanta repercusión. Cualquier borracho se
sacrificaría por su alcohol.
Pero al mirar por la ventana, vieron una marea de personas, todos con
claros signos de estar sufriendo el mono por la falta de alcohol, corriendo a la
otra punta de la plaza, donde se encontraba un puesto de los abstemios para
colocar el chip.
- Es más preocupante de lo que creía.
Mamarrachi quería mandar a un espía allí, para ver cuál era el proceso
de implantación del chip, por si luego era necesario arrancarlos de cuajo a
todos aquellos traidores desleales a San Alcohol.
El problema era que nadie quería realizar la misión, por el peligro que
entrañaba perder su deseo de alcohol, aunque fueran conscientes de que la
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Una vez hubieron estudiando los planos y la ruta que seguiría cada uno
de ellos, Satanás les dio un pen drive multiusos, con el que podían pedir casi
todos los útiles necesarios tan sólo deseándolos mientras pulsaban un botón.
Lamentablemente, el alcohol se había borrado de la memoria infinita de la más
novedosa tecnología del inframundo.
- Esto es sólo para privilegiados. Lleva dos semanas a la venta.
- Sí. Aún no ha llegado el mío, excelencia. - Kay formaba parte de la
cúpula más destacada del gobierno, ya que dirigía al departamento de
captación de almas, sin las cuales no podría funcionar el inframundo.
- A mí me lo trajeron ayer, y soy el jefe. Va a tener razón Mamarrachi
con su teoría conspiratoria sobre Correos. Bueno, cuando estemos listos
vamos a aparecernos en el retrete del dormitorio del presidente. Una vez
salgamos de allí, cada uno irá por su lado. Yo salvaré a Zapatero, vosotros dos
iréis a apresar a Rajoy, y lo meteréis en esta botella de Big Label preparada
para capturar su alma. Cada uno tenéis una. ¡No, Mamarrachi, no tiene alcohol!
- Mamarrachi trataba de bebérsela, pensando que tenía ese delicioso Beilys de
imitación.
- Estamos preparados.
- Pues adelante.
Los tres desaparecieron de la sala, mientras los demás veían cómo los
abstemios atacaban a los pobres borrachos buscando a más espías. ¿Ese era
el futuro que les esperaba?
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V
El retrete brillaba por su hermosura y limpieza, aunque seguramente IBB
habría hecho especulaciones absurdas acerca de que fuera un inodoro Roca el
que usara Zapatero como trono de honor. Con la misión de que Rajoy no se
sentara en él, Mamarrachi lo destrozó de una patada.
- Debemos de ser sigilosos, muy silenciosos. A cada persona que
veamos tenemos que dejarla inconsciente. Os recomiendo cantarles la nana.
- ¿La nana?
- ¿Kay no te lo ha contado? Es una nana para inducir a un sueño
profundo. No te la canto porque te quedarías dormido como un ceporro. Pero
puedes usar esto. - Le dio una porra eléctrica. - Con saña a los peperos y a los
abstemios, demuéstrales quiénes somos.
- No se preocupe, excelencia. Será como si recibirán ellos la factura de
la luz.
- No esperaba menos de ti, Mamarrachi.
La ruta que debía seguir Mamarrachi era la del despacho del presidente,
donde seguramente Rajoy disfrutaba de su golpe de estado. Desde luego,
Mamarrachi pensaba aguarle la fiesta.
Por el camino se había encontrado con dos de los miembros de la
ejecutiva de Rajoy, y los había electrocutado tres veces, resarciéndose de los
posibles daños que le podían haber causado a Zapatero. Por suerte para los
invasores, ninguno se había vuelto a cruzar por su camino.
Se encontró con la puerta del despacho entreabierta, y cuando se
disponía a patearla para entrar con toda su rabia, escuchó voces al otro lado.
Rajoy estaba hablando con alguien por videoconferencia.
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trabajo, y se rieron cuando les contó la estratagema que había ideado para
capturar a Rajoy. Una lástima que no hubieran grabado las escenas, dijo
Satanás, pues habrían sido muy buena propaganda para demostrar que los
alcohólicos estaban moviéndose por defender sus intereses.
En ese momento entró alguien en el retrete con visibles señas de
necesitar evacuar urgentemente. Mamarrachi lo reconoció como el ex alcalde
de Vitoria, Alfonso Alonso, que había hecho tremendas maldades durante su
nefasto gobierno. Sin saber cómo, las manos de Mamarrachi empezaron a
echar fuego, que rodeó al ex alcalde, mientras éste lloraba y suplicaba. Era
extraño que un hombre que había estado tan caliente con todas sus amantes
se estuviera asando lentamente.
- Este es el fuego purificador del infierno. Malditos sean los que arden en
él.
- Amén.
- Mamarrachi, veo que le vas cogiendo el tranquillo a tus nuevos
poderes. Dentro de poco, podrás pertenecer a mi ejército.
- Prefiero seguir haciendo maldades como publicista, excelencia.
- Bueno...
Los tres desaparecieron, y volvieron a reaparecer porque se habían
dejado la botella encima del jacuzzi. Una vez solucionado su error, regresaron
a su cuartel general.
Allí les recibieron con vítores. Eran los triunfadores.
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VI
- ¡Montemos una disco barra!
- Pero si no tenemos alcohol.
- Dios, es verdad
- Por poco tiempo.- Mamarrachi daba ánimos a sus compañeros, para
que no perdieran la alegría recuperada en cuanto vieron al gobierno de
Zapatero a salvo y la botella en la cual aún se oían los gritos de Rajoy. - Sólo
nos queda atacar los abstemios y hacer que tanto los chips se destruyan como
que el alcohol vuelva a fabricarse.
- Por cierto, ¿qué demonios hacemos con Txetxu?
Hasta ese momento se habían olvidado de Txetxu. Satanás había
sacado el tema antes de que los demás recordarán que acabar con los
abstemios era un paso intermedio. Aunque, quién sabía si acabando con ellos
lograban terminar con la pesadilla. Satanás no las tenía todas consigo, pero
Mamarrachi, una vez rescatado el presidente y tras haber acabado con dos
peperos a los que odiaba a muerte, se creía capaz de resolver todo el asunto.
- Podemos hacer barbacoa de cerdo.
Sansi empezó a llorar desconsoladamente, aunque pronto se le pasó el
disgusto, en cuanto Satanás hizo aparecer barro del suelo. Mientras éste se
revolcaba, Mamarrachi sacó del cuarto de los archivos a Txetxu.
- Le he atrapado, alcalde. Usted construyó un chalet de más en Ali.
El alcalde se echó a reír, pues el culpable de ese delito urbanístico era
Jorge Ibarrondo, concejal de urbanismo en el anterior gobierno del Partido
Popular.
- Sí, y es culpa mía lo de los chalets bioclimáticos.
- Y encima alardea de ello. Se le va a caer el pelo, alcalducho.
- A lo que íbamos, ¿qué hacemos con él?
No pudieron decir nada porque la puerta empezó a temblar. Al parecer,
un equipo de abstemios acompañaba a los concejales del PP para que se
hicieran con la alcaldía. Todos se miraron asustados, pero en ese momento
Satanás los transportó.
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borrachos, así como hacer confesar la verdad al jefe de los abstemios, el tal
Robin Meyer. Mamarrachi nunca había oído hablar de él, y cuando entró en
Google lo que vio le impactó, pero aún más al presidente de los Estados
Unidos.
El primer artículo anunciaba la proclamación del susodicho como
presidente de los Estados Unidos ante el bochornoso abandono de George
Bush, en paradero desconocido y buscado por el delito de haber sido
alcohólico. De esa manera, Mamarrachi comprendió su plan. Querían poner a
todos los abstemios al cargo de los gobiernos del mundo, para crear la
dictadura de los abstemios. La mayoría de los políticos de derecha eran
partidarios, tal vez no de que faltara el alcohol en el mundo, pero sí de esa
tiranía, siempre y cuando ellos salieran beneficiados. A la derecha no le
importaba para nada la ciudadanía, sino sus intereses particulares. Nunca
habían querido identificarse con el pueblo porque se consideraban por encima.
En ese momento, vieron entrar en la sala de juntas a Zapatero, que al
parecer había despertado después de su largo sueño.
- ¿Alguien me puede decir que está pasando, y que estamos haciendo
aquí?
- Señor Presidente, soy Mamarrachi Legarda.
- He oído hablar mucho de usted, así que sé que puedo confiar en
ustedes. Si no recuerdo mal, antes de que Rajoy me secuestrara junto con mis
compañeros, el alcohol había desaparecido del mundo y nos enfrentábamos a
la mayor tragedia desde que la derecha gobernara durante ocho años el país. -
Se notaba el descontento en la voz del presidente. - Imagino que están todos
reunidos para tratar de combatir este problema. Si bien usted, si, el de los
cuernos...
- Siempre se tienen que fijar en eso, siempre. Si, soy el diablo, y estoy
de su parte. Es injusto que nos quiten un noble vicio como es el alcohol.
Siempre he defendido a capa y espada el derecho de las personas a ser libres.
Y ahora que los abstemios están atacando a todo el mundo, me veo en la
obligación de salvar a la humanidad. Pero claro, llegan unos iluminados y
dicen que soy malo, y todo el mundo piensa que soy malo. - Satanás empezó
a llorar. - Sólo soy un gamberro...
- Perdone, señor diablo, no quería ofenderle. Yo valoro su colaboración.
Pero siempre había supuesto...
- Eso pasa por hacerle caso a la religión. Todo son mentiras. Mentiras
como las de los periodistas.
- Lo que me extraña es ver al señor presidente de los Estados Unidos.
- Ex presidente. Los abstemios me han derrocado, como han hecho con
usted.
- Entonces, ¿con el apoyo de qué países contamos?
- Ninguno. Sólo vamos a luchar los que estamos aquí y mi ejército de
demonios.
- ¿Será suficiente?
- Eso aún no lo sé. No sé quién está detrás de todo esto, pero estoy
seguro de que tiene un ejército tan poderoso como el nuestro o incluso más. Va
a ser una encarnizada batalla. Por suerte, contamos con el elegido.
- ¿El elegido?
- Cuando San Alcohol era mortal, se distinguió por ser un gran profeta.
Una de sus profecías fue transcrita tiempo después por Fray Franciskanher,
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VII
Después de ese cálido abrazo que unió a dos personas honradas
dispuestas a entregarse por el resto de las personas, era el momento de definir
la estrategia.
Mamarrachi contó con pocas palabras lo que había descubierto mientras
espiaba a Mariano Rajoy, que era que la máquina con la que controlarían las
mentes de todos los alcohólicos podía ser destruida, obligando a todas las
personas que habían renunciado al alcohol a volver a sentir la llamada de éste.
A todos les pareció magnífica la idea de acabar con ese nefasto instrumento,
sin embargo Zapatero vio otra opción mucho más convincente.
- Una vez que tengamos en nuestro poder esa máquina, nada nos
impediría programarla no sólo para que vuelvan a creer en el alcohol, sino para
qué se rebelen contra los abstemios y luchen con todas sus fuerzas para
acabar con sus opresores.
Mamarrachi aplaudió la iniciativa, y se atrevió a puntualizar con la idea
de que con esa máquina todo el mundo votaría a la izquierda socialista. Pero
Zapatero negó con la cabeza, demostrando así su honradez como político.
- Toda persona en esta vida tiene derecho a elegir su opción política,
que no le impongan un gobierno, que no le impongan una dictadura o una
tiranía. En eso se basa la democracia, el mejor sistema sobre el que han vivido
los ciudadanos y sobre el que vivirán. Yo no podría dar mi apoyo a un proyecto
de tal magnitud, que perjudicaría de esta manera el poder del libre albedrío de
los ciudadanos. Entonces, sin duda alguna, todos los aquí presentes podrían
levantar sus dedos y acusarme de ser un sucio pepero.
En ese momento Mamarrachi se dio cuenta de su error, y bajó la cabeza
avergonzado, si bien Zapatero le alabó a pesar de todo.
- ¿Y quién sería el encargado de programar esa máquina? Ninguno de
los que estamos aquí poseemos conocimientos sólidos de la programación, y
seguramente esa maquinaria es muy compleja para nosotros.
Satanás consultó unos papeles que llevaba en un portafolios su
ayudante Sansi, y pudo dar una buena noticia a todos los allí reunidos.
- Al parecer el creador del sistema operativo Linux ha sido secuestrado
en las últimas horas, y seguramente le habrán encargado bajo amenazas
configurar ese software. Pero nosotros en el inframundo tenemos la suerte de
contar con los mejores expertos informáticos, los fundadores de Microsoft y de
Machintosh. Por lo tanto, pondré a trabajar a Bill y a Steve ahora mismo.
¿Alguna especificación más aparte de que vuelvan a pensar en el alcohol y se
rebelen contra los abstemios?
- Supongo que me podéis permitir un pequeño capricho. - Mamarrachi
estaba emocionado. - Me encantaría que todo el mundo conociera mi Blog.
¿Se podría solucionar eso?
- ¿El Blog del elegido, del hombre que les va a salvar? Dalo por hecho.
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Satanás prefería enviar a uno de los suyos por el tejado para asegurarse
de que Robin Meyer no pudiera escapar. Pero una vez sobrevoló la azotea y se
dispuso a posarse en ella, su cuerpo se hizo pedazos del mismo tamaño, ya
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VIII
Lo primero que hizo Satanás fue conjurar una celda de rayos láser con la
que rodeó al bello durmiente y su butaca, evitando así que su presa se fugara.
Una vez hecho esto, trataron de despertarlo por todos los medios.
Ni Mamarrachi tocando la trompeta, ni Kay golpeando con furia una
batería fueron capaces de sacarlo de su sueño. Era como un oso que estuviera
hibernando, y Satanás consultó en su enciclopedia si los abstemios pasaban
por ese periodo de sueño. Pero la respuesta era negativa, así que habría
alguna manera de despertarlo.
Al final, la cosa más ingenua fue la que produjo el milagro, pues el móvil
de Mamarrachi empezó a sonar con la Internacional Socialista, y eso hizo que
el abstemio se revolviera en su butaca, como si estuviera sufriendo una
pesadilla.
Pero la pesadilla le esperaba nada más abrir los ojos, pues en cuanto se
dio cuenta de la presencia de las tres personas en su despacho, tres personas
con mirada hostil, armados con una guadaña, y se vio a su vez encerrado en
una extraña jaula, comprendió que algo había fallado. Y que ese error podía
fácilmente costarle la vida. Empezó a suplicar
- Vaya vaya, el hombre que quiere gobernar el mundo e implantar su
régimen dictatorial suplicando. Es lo más patético que he visto desde que
conocí a los abstemios.
- ¿Cómo han entrado? - Meyer recuperó un poco la compostura al oír
esas palabras, dándose cuenta de que no podía mostrarse cobarde, pues la
persona que le había elegido para realizar la misión no le permitiría mostrar
debilidad.
- Los abstemios no sois tan invulnerables como creíais. Nuestro ejército
de borrachos sedientos, la resistencia que está en contra vuestra, hemos
tomado el edificio y ejecutado a cada uno de tus hombres. El mismo destino
que te espera a ti, malandrín. - Mamarrachi disfrutaba de sus palabras con un
enano.
- Imagino que tú eres Mamarrachi Legarda. Ella tenía razón. Y Satanás,
como no. Me dijeron que lucharíais hasta el final, que no os rendiríais por nada,
que no asumiríais vuestra derrota hasta que hubiereis pagado con vuestras
vidas. ¿Creéis que ejecutándome a mí y a todos los abstemios vuestro
sufrimiento se va a acabar? Ilusos. Todo esto está encaminado a que se
culmine la venganza de una persona. Una persona que quiere vengarse de
vosotros dos.
Satanás carraspeo levemente, y Meyer percibió su gesto.
- Sí, Satanás, creías que te habías deshecho de ella, que habías
acabado con su vida, pero no. Nayomi está viva, y es la que ha puesto en
marcha todo este plan, pues sabe que tu vida no sería eterna si se rompiera el
equilibrio.
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- No somos nada.
- Bueno, esto ya está. Si no necesitáis nada más, vamos a limitarlo de tal
manera que solamente nosotros podamos acceder a él.
- Una sabia decisión.
Mientras tanto, Mamarrachi había llevado a un aparte a Satanás, pues
quería interrogarlo acerca de todo lo que les había contado Robin Meyer.
- Tienes razón, Mamarrachi. Por mucho que me duela recordar el
pasado, he de ser sincero y contarte como comenzó Nayomi a desear el poder.
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IX
"Fue dos años después de alcanzar el poder supremo del inframundo,
que se me dio a mi mayoría de edad. En aquellos tiempos aún dependía para
todod el válido de mi padre, Lucifer, que hacía las veces de virrey del infierno.
Bien, él tenía una hija llamada Nayomi, la que yo me enamoré, aunque más
bien fue deseo carnal. Podría darte muchas razones para justificar lo que hice,
pero todas serían falsas. Aún era un inexperto adolescente al que le atraían las
faldas, no el gobernante sensato que ahora soy. Ella era una auténtica
diablesa, y me sorprendió por su facilidad de hacerse con la situación. Le
encantaba demostrar su poder, y si estaba conmigo ella era la reina. Yo no
creía que esa fuera la verdadera razón de su entrega, pero ella había decidido
pasar a la historia como dueña y señora del inframundo.
De hecho, ella creía que su padre se alzaría con el poder a la muerte de
mi padre Belcebú, pero éste cedió el poder al heredero, como prometió a mi
padre. Entonces ella tenía que jugar sus cartas, y fue a base de aproximarse a
mí.
Qué decir que nos casamos, influenciados por su padre que no veía
ningún problema, sino una manera de asegurar su dinastía. De esa manera,
ella logró lo que quería, pero pronto no le bastó ser la señora del Dios de las
tinieblas. Ella quería ser la señora de las tinieblas, y para ello tenía que
eliminarme primero.
Nayomi es cruel. Es falsa como ella sola, traicionera, y cuando se cansa
va a arruinar la vida de la persona a la que antes tanto ha adorado. En ese
momento se pone a maquinar, mientras tú confías en ella, y prepara su
estrategia. Te va jodiendo mientras tú crees que ella está de tu parte.
Yo estaba demasiado ciego para darme cuenta, pero todo tiene su
límite. Y teniendo en cuenta que yo no estaba realmente enamorado de ella, la
eché como un perro en el momento en el que me di cuenta de que se ponía en
mi contra.
Claro que ella estaba dispuesta a luchar para destruirme
completamente. Cuando la eché, despedí también a su padre. Los dos juntos
empezaron a odiarme aún más.
Yo todavía no era un líder consolidado, dada mi juventud y mi
inexperiencia, y muchos de los poderosos se acercaron a ellos creyendo ver
allí su oportunidad para escalar aún más en la jerarquía del inframundo. De esa
manera, se inició una guerra civil que parecía ganada por los seguidores de
Nayomi. Nadie creía que yo pudiera ganar, aunque muchos fueron los que
combatieron conmigo recordando los buenos siglos que vivieron junto a mi
padre.
Mi ejército iba perdiendo la batalla, y nadie quería que yo saliera a
luchar, pues tenían que protegerme. Aún así, Nayomi me lanzó un reto, que
lucháramos en un duelo. Veía que no podía acercarse a mí, y por lo tanto no
podría acabar con sus planes de manera rápida.
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X
Después de oír la confesión de Satanás, Mamarrachi se sentía sólo y
confuso. Pero no era por la figura de Nayomi, a la que relegaba a un segundo
plano. Toda su tribulación, todas sus dudas, se debían al hecho de que él fuera
un extraterrestre, no un humano, y que por tanto había vivido una gran mentira.
¿Por qué su madre no se lo había contado nunca?
Claro que mamma Legarda lo quería como a un hijo, y tal vez por ello,
temiendo perderlo, le hubiera ocultado sus orígenes. Aún así, Mamarrachi no
podía dejar de reprochárselo, por mucho que la quisiera.
Kay se le acercó, y Mamarrachi salió de sus pensamientos para
atenderla.
- Si te sirve de consuelo, yo tampoco lo sabía. Me he quedado
sorprendida.
- Ya sé que no me ocultarías algo así. Pero tampoco sé qué es lo que
fue de mis verdaderos padres, ni de mi planeta de origen. Ni si soy un
monstruo.
- Cariño, no eres un monstruo. Tan sólo eres una persona de otro
planeta. Mira, yo soy un espíritu dedicado a la recaudación de almas, y no
tengo ningún problema.
- Pero, ¿cómo me verá la gente? Con toda la discriminación que hay,
seguramente me van a repudiar, nunca me aceptarán de nuevo en la sociedad.
- ¿Dónde está el Mamarrachi que yo conocí, al que no importaba lo que
los demás pensaran de él? ¿Él que se atrevió a bailar desnudo en la barra de
un bar delante de cientos de personas? Mamarrachi, tú siempre ha sido
diferente, has sido original. Eres una persona a la que se le quiere o se le odia.
Y créeme, la mayoría de las personas te quieren. Además, siempre podemos
ocultar tus orígenes, si es eso lo que quieres.
- De todas maneras, tampoco tiene mucha importancia. Ahora tenemos
que enfrentarnos a esa Nayomi, la asesina de mis padres. Y juro que esto ya
no tiene que ver sólo con el alcohol. Es mi venganza personal.
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esperando oír al otro lado al vino. Pero sonó a hueco. Entonces nos dimos
cuenta de que tan sólo era un armazón.
- ¿Y comprendisteis que venía del espacio?
- No. Pensamos que se trataba de algún reclamo del dueño de las viñas,
y que no nos habíamos dado cuenta hasta ese momento. Y nos disponíamos a
irnos cuando se cayó una puerta dejando ver un largo pasillo con escaleras, en
cuyo interior se oía un frenético llanto.
- ¿Subisteis?
- Hombre, no todo el mundo ve a una bota de vino llorar. Si, subimos y
nos encontramos con muchas salas con aparatos extraños, que no tocábamos
por sí nos obligaban a pagar los destrozos. Posiblemente fuera una fábrica de
vino, y un borracho se había quedado encerrado, acabándosele el vino, y
llorando por ello. Pero en lo que parecía la sala de mandos nos encontramos
un bebe. Preguntamos al aire si era suyo, y como no respondió, decidimos
quedárnoslo.
- ¿Y qué hicisteis con la nave? Podemos usarla para ir al espacio a por
Nayomi.
- ¿Te vas a ir al espacio? ¿No puedes irte a Palma de Mallorca como
todo el mundo? Dichosa manía que le ha entrado a la gente por los lugares
exóticos...
- ¡Es mi destino, madre! He de salvar a la humanidad.
- Yo creo que la humanidad no merece ser salvada. Bastante con que se
están matando siempre por tonterías. El hombre va a acabar pronto con el
hombre. Así de claro.
Mamarrachi pensó en ese mismo momento en Txetxu, pero después se
dio cuenta de que si la humanidad merecía morir, no debía ser así, sin que el
alcohol les consolara. Habría muchos más momentos para que se acabara el
mundo, pero ese no era el indicado.
- Madre, no eres tú, ni soy yo. Es el alcohol. Y por el alcohol, un hombre
ha de dar su vida.
- Comprendido. Bueno, la nave la tiene Gabo. Él nos la guardó con sus
cosas de contrabando.
- Tendré que ir a pedírsela.
Pero en esos momentos el mafioso entraba por la puerta silbando y con
un ramo de flores en las manos.
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XI
El cobertizo de Gabo Gabardino era inmenso, destinado a guardar allí
las botellas de alcohol y el tabaco que traían al país de manera ilegal. Gabo
nunca había cambiado de mercancías porque creía que esas dos drogas eran
las más adictivas. Y no se equivocaba. Su negocio le había hecho ser uno de
los hombres más ricos de toda Italia, y uno de los que habían apoyado a
Berlusconi buscando facilidades para sus negocios. Pero ahora que hordas de
borrachos habían dejado seco su almacén, el sentimiento hacia el fascista
Silvio Berlusconi era de antipatía, ya que éste apoyaba al régimen dictatorial
que había implantado la tiranía de la sed.
Kay espantó a una manada de borrachos que trataban de abrir la nave
buscando el posible alcohol que hubiera dentro, y una vez estos se marcharon
a llorar a las viñas sin uvas, Mamarrachi buscó la entrada de la nave, cerrada
con candado.
- Y ahora, ¿qué debo hacer? ¿Digo "Vilma, ábreme la puerta"?
- No. Para eso está la llave. – Gabo buscó entre un montón de llaves de
todo tipo, y al no encontrarla probó todas. Una vez que no encontró la que
correspondía al candado, sacó la pistola y descerrajó este de un disparo. - O
en su defecto, una pistola bien cargada. A eso no se resiste ni el diablo.
- Permite que lo ponga en duda. - Satanás se acercó a Gabo, que se
retiró asustado. - Sólo me da miedo una cosa en esta vida, y es oír a Rajoy
tocando el ukelele.
- Dios nos libre. - Sentenció IBB.
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nosotros, o puede que no. Has vivido en otro planeta. Pero si de verdad nos
quieres, no te dejes morir. Lucha con todas sus fuerzas y demuestra lo que
eres capaz de hacer. Tú puedes. Vénganos. Venga a tu pueblo. Venga a San
Alcohol, nuestro Dios, que antes de destruirse su planeta, fue derrotado por
Nayomi.
- Un momento. Si San Alcohol sabía esto, Satanás...
- No. Ninguno de los dos lo sabía. Cuando Nayomi lo derrotó, no podía
correr el riesgo de que éste alertara a Satanás. Le borró la memoria. Es más,
creo que él se cree el culpable de que nuestro planeta reventara.
- Mamarrachi, tenemos que irnos. Pero no lo olvides, vamos a estar a tu
lado siempre.
Y las dos personas que crearon a Mamarrachi Legarda desaparecieron
para siempre. Ese fue su único momento con su hijo.
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XII
Todos los que iban a formar parte de la misión intergaláctica estaban
sentados en unas cabinas especiales, donde con un casco en la cabeza y
diversos electrodos por su cuerpo iban aprendiendo virtualmente el manejo de
cada uno de los instrumentos de la compleja maquinaria de la nave. El ejercicio
apenas duraba una hora, pero gracias a él obtendrían el título de pilotos sin
esfuerzo.
- Creo que necesitaré uno de esos. - Dijo el presidente de los Estados
Unidos.
- Ni lo sueñe. - Satanás fue tajante.
Volvió a mirar la lista de los que compondrían la misión, que era un
destacamento de demonios en los camarotes, preparados para el combate, así
como Mamarrachi, Kay, IBB y Toro Bravo, que se encargarían de impartir las
órdenes y de manejar la nave. Antonio Cogorzas había desaparecido, y
seguramente se había quedado en las oficinas del ayuntamiento, olvidando
bajo el montón de cascotes. Mamarrachi desde luego no le había echado en
falta.
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XIII
Satanás llevó discretamente los barriles al interior de la nave para evitar
que los sedientos que no irían en la misión espacial se dieran cuenta del
alcohol que perdían. Pero habían sido honrados, y les dieron dos de los barriles
para que se los racionaran. Pronto se inició una gran pelea por la posición en la
cola, sin que se acordaran de los hombres que estaban a punto de partir.
Solo Satanás y Gabo vieron a la nave despegar y destrozar el tejado de
duralita, dejando que el sol iluminara el cobertizo. Cubierto por una capa de
polvo y mirando con desagrado el agujero, Gabo maldecía. Pero Satanás
sonrió, pues sabía que quien estaba a los mandos de la nave era Mamarrachi.
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Todas las naves de Nayomi eran una réplica de su cara, y por eso al ver
acercarse a la flota que estaba encargada de asesinarles, los tripulantes se
asustaron. Mamarrachi y los suyos no tenían las mismas características que los
habitantes del planeta de la mujer, víctimas de una semiceguera que les hacía
ver todo borroso.
- Se aproximan unos monstruos enormes.
- Recemos para que no nos coman.
- Pues yo no las veo tan mal.
- IBB, por dios, ponte las gafas.
- Dios, tenéis razón. ¿Quién ha sido capaz de crear eso?
- Me parece que es Nayomi. - Dijo Kay, consultando un portarretratos
que le había dejado Satanás.
- Pues que mal gusto tiene tu jefe, cariño.
- Hombre, no vemos el resto del cuerpo. Por lo que tengo entendido,
usaba ropa negra muy ceñida que realzaba su figura.
- ¿Cómo una morcilla de Burgos?
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XIV
Mamarrachi Legarda sintió como su cuerpo empezaba a desvanecerse
en el abismo de la oscuridad. Sintió como todo por lo que había luchado en su
vida, su mujer, sus amigos, algo tal vez más importante que el alcohol por el
que estaba peleando ahora mismo, desaparecían sin remedio en el infinito del
espacio, sin que él, a los mandos de la nave, pudiera hacer algo por evitarlo. La
nave estaba fuera del control, él lo sabía, y por los agujeros que había causado
el impacto de aquella bala de cañón los cuerpos se precipitaban succionados.
Las reservas de oxígeno que tendrían los que tenían puesto el traje espacial
apenas les darían unas horas de vida, y era imposible rescatarlos, cada uno
desperdigado en una dirección.
Entonces, no supo si debía continuar. No supo si debía seguir viviendo,
porque se estaba dando cuenta de que el sacrificio que estaba haciendo por el
alcohol, perder todo lo que más quería, tal vez no fuera justo, porque por
mucho que adorara al alcohol, por mucho que lo que lo hubiera idealizando y
santificado, beber alcohol en solitario era mucho más triste hacerlo en
compañía de sus amigos y su mujer.
De todas maneras, comprendió que en el estado en el que se
encontraba la nave ya no tenía esperanzas de poder sobrevivir. Se precipitaba
contra el planeta al que habían querido llegar con la intención de matar a la
malvada Nayomi, reina de los espacios, ser perverso sin igual. Mamarrachi
hubiera deseado por lo menos poder dirigir la nave y estamparla contra el
palacio, aquélla monstruosa edificación que mostraba la cara rechoncha de
pingüino malforme de la malvada Nayomi.
Pero ni esa última voluntad iba a concederle el destino, porque su nave
cayó en los jardines de dicho palacio.
Nayomi estaba satisfecha, pues había visto los cuerpos volar por el
espacio, y se relamía con todo el sufrimiento que había causado, aquello le
estimulaba más para coger al superviviente que quedaba, aquel infesto
extraterrestre que se había atrevido a huir cuando ella destruyó su planeta, y
reírse de él hasta que muriera de sed.
Su guardia personal ya se había acercado al lugar donde la nave había
colisionado, espantando a una manada de abejonejos, que con el miedo en el
cuerpo habían echado a volar. Vieron cómo sacaban al hombre de la nave y le
quitaban el traje espacial, y cómo su aspecto de auténtico vagabundo le
recordaba tanto al de San Alcohol. El hombre, consciente de cuál era su
destino, seguía luchando y lanzando por los aires en un ataque de rabia a sus
hombres, mientras que Nayomi comía palomitas viéndolo por los ventanales.
No le importaban para nada sus hombres, a los que consideraba un
estorbo pero necesarios para alzarse con el poder de todo el universo. Y
cuando hubiera acabado con la Tierra, y por ende con las más grandes fuerzas
que le podían plantar batalla, la conquista del resto de planetas e implantar su
política de exterminio del alcohol sería pan comido.
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Mamarrachi vio que a cada grito que daba encogía más, y ahora tenía el
tamaño de un niño. Los harapos se le habían caído, y la petaca de plata con el
vino descansaba a la vista de ambos. Nayomi se acercó a cogerla.
Y entonces Mamarrachi supo lo que debía hacer.
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XV
Lo primero que vio Mamarrachi al abrir los ojos fue al camarero de su
bar favorito, situado debajo del edificio Deba donde tenía su oficina. Si, estaba
allí, en el bar Heineken, rodeado de los asustados clientes que lo refrescaban
con... ¡alcohol!
- Mamarrachi, ¿estás bien? Te acabas de resbalar con una cáscara de
plátano.
Mamarrachi se levantó aún sin creer lo que estaba pasando, y ni siquiera
abofeteó al niño que se reía tras poner la mortal cáscara de plátano. Sino que
saltó a la barra y empezó a besar las botellas llenas de alcohol, consciente de
lo cerca que había estado de perderlas.
Y en ese momento entró Kay en el local. La alegría del borracho no
podía ser mayor.
- ¡Estás viva! Cielo, no sabes cuanto he sufrido...
- Pero si me dijiste que pasara por aquí cuando salieras del trabajo para
tomar algo. Cariño, ¿qué has bebido?
Entonces comprendió que todo debía de ser un sueño, una mala
pesadilla mientras estaba inconsciente. Le había parecido tan real... Pero no, el
alcohol estaba en su sitio, todos estaban vivos...
- Nada. Por ahora.
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