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SALA CONSTITUCIONAL

MAGISTRADO PONENTE: ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA

El 11 de marzo de 2004, fue presentado ante la Secretaría de esta Sala

Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, escrito contentivo de la acción de

amparo constitucional interpuesta por los abogados José Rafael Parra Saluzzo y Oscar

Borges Prim, inscritos en el Inpreabogado bajo los números 54.179 y 91.625,

respectivamente, en su carácter de defensores privados del ciudadano IGOR

ARANZAZU PÉREZ, titular de la cédula de identidad N° 11.664.411, contra la

decisión dictada, el 22 de octubre de 2003, por la Corte de Apelaciones del Circuito

Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta, que declaró sin

lugar la apelación que interpuso la defensa técnica del quejoso y confirmó la sentencia

dictada, el 29 de julio de 2003, por el Tribunal Segundo de Juicio del mismo Circuito

Judicial Penal.

En esa misma oportunidad se dio cuenta en Sala y se designó ponente al

Magistrado Antonio José García García, quien, con tal carácter, suscribe el presente

fallo.

El 5 de mayo de 2004 y el 7 de julio de 2004, los abogados accionantes

solicitaron que se dictase pronunciamiento en la presente solicitud de amparo.


Realizada la lectura individual del expediente, esta Sala pasa a decidir, previas

las siguientes consideraciones:

ANTECEDENTES

El 1° y el 2 de julio de 2003, se celebró la audiencia de juicio oral y público ante

el Tribunal Segundo de Juicio del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial

del Estado Nueva Esparta, en la que se condenó al ciudadano Igor Aranzazu Pérez, a

cumplir la pena de cuatro meses de prisión, por la comisión del delito de interrupción

parcial de la prestación de un servicio de telecomunicación, tipificado en el numeral 2

del artículo 188 de la Ley Orgánica de Telecomunicaciones. La sentencia íntegra de lo

decidido se publicó el 29 de julio de 2003, contra la cual la defensa del acusado

interpuso recurso de apelación.

El 22 de octubre de 2003, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de

la Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta declaró sin lugar la apelación y

confirmó la sentencia dictada, el 29 de julio de 2003, por el Tribunal Segundo de Juicio,

que condenó al ciudadano Igor Aranzazu Pérez.

II

FUNDAMENTO DE LA ACCIÓN

Los defensores privados del ciudadano Igor Aranzazu Pérez señalaron que a su

patrocinado le cercenaron los derechos al debido proceso, a la defensa y a obtener una

tutela judicial efectiva, lo que los motivó a interponer la acción de amparo

constitucional bajo los alegatos que, a continuación, esta Sala resume:

Alegaron, que la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la

Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta convalidó, en su decisión, unos


vicios acaecidos en el proceso penal, tanto en la fase preparatoria como en la de juicio, y

ocasionó, además, unas nuevas violaciones que no fueron objeto de juzgamiento.

Sostuvieron, como primera denuncia, que el recurso de apelación intentado

contra la sentencia dictada por el Tribunal Segundo de Juicio del mismo Circuito

Judicial Penal, tuvo como fundamento que dicho juzgado de juicio no se pronunció en

relación a un requerimiento para que no se valorara, en la sentencia definitiva, unas

testimoniales que fueron llevadas al proceso y practicadas en el juicio oral y público,

con usurpación de la función del Ministerio Público.

Alegaron, en ese sentido, que fue practicado el testimonio de la ciudadana

Argelia Haydee Ramos Machín, quien acudió al juicio sin que la hubiese llamado la

autoridad competente; que esa ciudadana dejó constancia de haber grabado una cadena

presidencial, incorporando al proceso un video casette, cuya reproducción de la cinta se

hizo a espaldas de la defensa y del Ministerio Público. Al respecto, arguyeron que el

tribunal de juicio no atendió a su requerimiento de no valoración, el cual no fue

resuelto, dado que tomó en cuenta ese medio de prueba para estimar acreditados unos

hechos que desfavorecieron al ciudadano Igor Aranzazu Pérez.

Señalaron, además, que los ciudadanos Erika José González Escalona y Sandy

del Valle Guánchez Orta comparecieron a la sede del juzgado a declarar, por conducto

de una autoridad usurpada, al ser llamados por la radio y la prensa, cuando ello le

correspondía al Ministerio Público, por lo que concluyeron los abogados accionantes, en

ese sentido, que esos órganos de prueba fueron llevados al proceso de forma ilegal y

tomados en cuenta para condenar a su patrocinado.

Afirmaron que, conforme con lo señalado en los numerales 3 y 4 del artículo

285 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, ningún ciudadano

podía “abrogarse (sic)” las facultades que constitucionalmente le estaban conferidas al


Ministerio Público y que, en el caso de que ello sucediera, esas actuaciones serían nulas

según el contenido del artículo 138 eiusdem; asimismo, que al haberse obtenido los

medios de pruebas a espaldas del acusado, se contrarió el numeral 1 del artículo 49 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, por cuanto se le impidió a su

patrocinado conocer el procedimiento, ejercer sus derechos y realizar actividades

probatorias.

Sostuvieron, luego de transcribir parcialmente el contenido de la decisión

dictada por la Corte de Apelaciones, que era totalmente inapropiado que ese juzgado

colegiado entendiese la tutela judicial efectiva como un mecanismo o fórmula que

permitiese a cualquier ciudadano, al margen de las prohibiciones y limitaciones que

establecen las leyes y la Constitución, erigirse en cumplimiento de funciones no dadas y

en el ejecutor de actividades que no le estaban permitidas.

Destacaron, que la Corte de Apelaciones permitió que un locutor de radio

instruyera una investigación penal, al punto de citar, por conducto de una emisora, a

unos testigos para que acudiesen al Ministerio Público; asimismo que también permitió

que una ciudadana practicara una reproducción de una video cinta sin participación de

dicho órgano fiscal, lo que a su juicio, no era lo correcto.

Alegaron que la Corte de Apelaciones se limitó a indicar, en su decisión, que los

medios probatorios fueron ofertados en su oportunidad legal, admitidos y no rechazados

por los tribunales, y que ello significaba que no se había irrespetado el derecho al

debido proceso, lo que al parecer de los abogados accionantes era un error judicial.

Además, que dicho juzgado colegiado confundió la participación de un testigo en el

proceso, con la palabra accionar que se encuentra establecida en el artículo 26 de la

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.


Como segunda denuncia, alegaron que la Corte de Apelaciones utilizó, como

fundamento principal de la condena, la declaración del ciudadano Igor Aranzazu Pérez,

cuando su efecto era de servir como mecanismo de defensa.

En ese sentido, señalaron que se utilizó el término de confesión, establecido en

el numeral 5 del artículo 49 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela, el cual no se encontraba desarrollado en el texto penal adjetivo.

Al respecto, arguyeron que el juzgador no podía hacer distingos doctrinales,

convirtiendo la declaración del acusado en una confesión en forma acomodaticia, dado

que su deposición era un mecanismo de defensa, un elemento “inculpatorio (sic)”.

Destacaron que la Corte de Apelaciones señaló que la confesión era un medio

probatorio que no estaba dispuesto en el Código Orgánico Procesal Penal, pero que al

estar “gobernado” el proceso por el principio de libertad de medios, se permitía la

inclusión de esa prueba, por no estar expresamente prohibida por la ley.

Afirmaron que no se pretendía desconocer la figura de la confesión y sus modos

establecidos en la doctrina, pero que ella se encontraba preceptuada en legislaciones

como la argentina o colombiana, mas no en la venezolana, por lo que no se podía

asumir la declaración del ciudadano Igor Aranzazu Pérez como una confesión.

En virtud del anterior fundamento, solicitaron que, a través del amparo, se anule

la decisión dictada, el 22 de octubre de 2003, por la Corte de Apelaciones del Circuito

Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta; asimismo, que

se decretase, como medida cautelar, la suspensión del proceso penal que se encuentra en

etapa de ejecución, ante un Tribunal de Ejecución del mismo Circuito Judicial Penal.

III

DE LA SENTENCIA IMPUGNADA
El 22 de octubre de 2003, la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de

la Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta declaró sin lugar la apelación

interpuesta por la defensa técnica del ciudadano Igor Aranzazu Pérez y confirmó la

sentencia dictada, el 29 de julio de 2003, por el Tribunal Segundo de Juicio del mismo

Circuito Judicial Penal, que lo condenó a cumplir la pena de cuatro meses de prisión,

por la comisión del delito de interrupción parcial de la prestación de un servicio de

telecomunicaciones, tipificado en el numeral 2 del artículo 188 de la Ley Orgánica de

Telecomunicaciones, teniendo como argumento para ello, lo siguiente:

Que los apelantes impugnaron la incorporación de los medios probatorios

referidos a las testimoniales de los ciudadanos Argelia Haydee Ramos Machín, Erika

José González Escalona y Sandy del Valle Guánchez Orta; la exhibición y reproducción

del contenido de un casette de video, marca TDK VHS, Super Aviliyn T20, N° de lote

AGAH 812; así como la valoración de la declaración rendida por el acusado, como

prueba de confesión.

Indicó que la acusación fiscal contenía una relación clara, precisa y

circunstanciada de los hechos atribuidos al imputado, los fundamentos de dicha

imputación, los elementos de convicción que la motivaron, la indicación de la

pertinencia y necesidad de los mismos, así como los preceptos jurídicos aplicables en el

caso.

Señaló que constaba en el capítulo cuarto de la acusación fiscal el ofrecimiento

de la exhibición y reproducción del casette de video y la declaración de los testigos

presenciales, ciudadanos Argelia Haydee Ramos Machín, Erika José González Escalona

y Guánchez Orta Sandy del Valle.

Afirmó que la defensa del ciudadano Igor Aranzazu Pérez se acogió, cuando

presentó su escrito de descargo y ofreció sus medios de pruebas, al principio de la


comunidad de la prueba, lo que determinó que en la celebración de la audiencia

preliminar, se admitieran la exhibición y reproducción del casette de video, así como las

declaraciones de los testigos presenciales.

Sostuvo que la actividad probatoria, concerniente al ofrecimiento y recepción de

los medios de pruebas, se cumplió con las formas procesales de tiempo, modo y lugar, a

los fines de hacerlos valer en el debate oral y público, por cada una de las partes.

Destacó que el régimen probatorio en el sistema penal acusatorio venezolano se

basaba en el principio de libertad de pruebas, preceptuado en el artículo 198 del Código

Orgánico Procesal Penal, en virtud del cual todos los hechos y circunstancias de interés

para la correcta solución del caso concreto, podían ser probados por cualquier medio de

prueba, incorporados conforme las disposiciones del Código Penal Adjetivo, siempre y

cuando no estuviesen expresamente prohibidos por la ley, con el objeto de lograr la

convicción del Juez sobre la existencia o inexistencia de los mismos.

Coligió que el principio de libertad de pruebas no era absoluto, por cuanto

existían limitaciones representadas por otros principios que regían el régimen probatorio

en el proceso penal venezolano, como lo eran el de pertinencia y conducencia o

idoneidad de la prueba.

Indicó que las partes en el proceso penal debían conocer cuáles eran los medios

de pruebas que intentaban hacer valer sus contrapartes en el debate oral, así como asistir

a su práctica, inclusive, ser informados del resultado de la práctica de aquellos que no

podían presenciar y como se iban a efectuar los correspondientes actos procesales, en

virtud del principio de contradicción o control de la prueba. Además, que existían tres

momentos en la actividad probatoria, que consistían en: proposición-ofrecimiento-

promoción, recepción y valoración.


Luego de desarrollar cada uno de esos momentos, agregó que la valoración o

apreciación de la prueba judicial debía realizarla el juzgador conforme con el sistema de

la “sana crítica racional o libre convicción”, acogido por el legislador venezolano, por

disposición de la norma contenida en el artículo 22 del Código Orgánico Procesal Penal,

que establece la “más plena libertad” de convencimiento de los jueces, pero exige, a

diferencia del sistema de íntima convicción, que las conclusiones a que se llegue sea el

fruto razonado de las pruebas en que se las apoye.

Destacó que se infería de las actas procesales que el acusado rindió su

declaración con estricta sujeción a las debidas garantías y formalidades requeridas a tal

fin por la Ley para su validez, de manera consciente, espontánea, deliberada, libre de

coacción, apremio y con juramento, con la asistencia jurídica de sus abogados

defensores y ante el órgano judicial competente; asimismo, que las deposiciones

rendidas por los expertos y testigos durante el debate oral y público, cumplieron con los

extremos legales pertinentes para su eficacia.

Respecto al señalamiento de la errada valoración como confesión de la

declaración rendida por el acusado, sostuvo que uno de los actos procesales que

emanaban de las partes era su propia declaración. Así pues, señaló que esa declaración

constituía el género y la confesión una de sus especies, por lo que estimó que, en un

sentido formal procesal, la confesión era una declaración de parte.

Precisó que los requisitos de la confesión se clasificaban en tres categorías, a

saber: a) requisitos para su existencia; b) requisitos para su validez; y 3) requisitos para

su eficacia probatoria.

Sostuvo, que los requisitos para la existencia de la confesión eran: que debía ser

una declaración de parte y personal, que debía tener por objeto hechos, que los hechos

sobre los que versaba debían ser favorables a la parte contraria o perjudiciales al
confesante, que debía versar sobre hechos personales del confesante o sobre su

conocimiento de hechos ajenos, que debía tener una significación probatoria, que debía

ser consciente, expresa y terminante, que el confesante debía tener capacidad jurídica,

que la declaración no podía ser el resultado de métodos violentos o artificiales que

destruyesen la voluntariedad del acto, y que debía ser seria.

Respecto a los requisitos para la validez de la confesión, señaló que los mismos

eran: la existencia de la plena capacidad del confesante, a libre voluntad del confesante

o ausencia de coacción, que se debía cumplir con las formalidades procesales de tiempo,

modo y lugar; y que no debía existir otra causal de nulidad que viciara la confesión,

cuando se trataba de la judicial.

En relación con los requisitos para la eficacia de la confesión, sostuvo que debía

cumplirse con los siguientes requisitos: la existencia de la disponibilidad objetiva del

derecho o de la obligación que se deducía del hecho confesado, la existencia de la

legitimación para el acto, si era hecha por el representante o apoderado, la existencia de

la conducencia e idoneidad como medio de prueba del hecho confesado o la aptitud

legal para probar tal hecho, que el hecho fuera metafísico y físicamente posible, que la

confesión tuviera causa y objeto lícitos, no siendo dolosa ni fraudulenta, que la ley no

prohibiese investigar el hecho, que el hecho confesado no fuera contrario a otro que

goce de notoriedad o con las máximas de experiencias, que el hecho confesado fuera

jurídicamente posible, que no existieran otras pruebas que desvirtuasen la confesión;

que se probare oportunamente el hecho de la confesión, si era extrajudicial o judicial

trasladada, y que se evacuase en la oportunidad procesal.

Afirmó que la confesión era un medio probatorio que, efectivamente, no estaba

preceptuado como tal en el Código Orgánico Procesal Penal, no así en la Constitución

de la República Bolivariana de Venezuela, en su numeral 5 del artículo 49.


Indicó que el proceso penal estaba “gobernado” por el principio de libertad de

pruebas, el cual implicaba que todos aquellos medios probatorios que no se encontrasen

expresamente prohibidos por la Ley o por la naturaleza del proceso penal, tenían que ser

promovidos u ofrecidos por las partes, en forma preclusiva en las oportunidades

señaladas, para que fueran recibidos en el debate oral y público.

Precisó que, de las actas procesales contentivas de los diversos medios

probatorios decantados y analizados durante el contradictorio, se inferían los elementos

objetivo y subjetivo del ilícito penal, que se concretaban en el hecho de la interrupción

parcial de la prestación de un servicio de telecomunicaciones y subsumido en la norma

contenida en el numeral 2 del artículo 188 de la Ley especial, copiosamente probado en

el debate oral y público con el dictamen pericial escrito presentado, la declaración

rendida en audiencia oral por el experto ciudadano Pedro González, el testimonio

rendido por el ciudadano Carlos Villega Noda y de varios testigos, la declaración del

perito-testigo ciudadano Sandro Constantini y el resultado obtenido de las distintas

experticias practicadas, exhibidas en el juicio oral para el debido reconocimiento de su

contenido. Además, que se descartaba la noción del dolo, entre otras razones, porque la

imputación fiscal estaba referida concretamente a la comisión del delito por parte de

quien, con culpa grave, produjera interferencias perjudiciales que interrumpiesen

parcialmente un servicio de telecomunicaciones.

Afirmó que, al ser la culpabilidad el elemento subjetivo del ilícito penal y la

culpa uno de sus componentes, era condición sine qua non analizar, en primer lugar, la

declaración rendida por el acusado en el debate oral y público, para determinar con

certeza, si la conducta o comportamiento asumido por él, configuraba la perpetración

del hecho punible imputado y, por consiguiente, si era acreedor de la sanción penal

impuesta.
En ese sentido, destacó que, indefectiblemente, se evidenciaba que el acusado

ejecutó una acción voluntaria y libre, sin la intención de producir un resultado lesivo,

constitutivo de la comisión de un hecho punible, que venía determinada por el elemento

culpa como componente del aspecto subjetivo del delito, que era calificada por el

legislador venezolano de grave, no obstante, reconocida por el propio acusado y por el

testigo-experto como “error y mala suerte” y que se trasladaba al campo penal como la

culpa grave, a tenor de lo expresamente establecido en el numeral 2 del artículo 188 de

la Ley Orgánica de Telecomunicaciones.

Destacó que el elemento subjetivo del delito se infería de la declaración rendida

personalmente por el propio acusado, en su debida oportunidad legal, ante el tribunal de

juicio, con estricta sujeción a las formas procesales de tiempo, modo y lugar, sin

coacción de naturaleza alguna, sobre hechos personales que revestían carácter penal y

cuyo efecto jurídico le era desfavorable, adverso o perjudicial, que devenía en una

confesión expresa, consciente, oral, espontánea y seria.

Precisó que el acusado tenía la cualidad de parte en el proceso penal incoado en

su contra, por lo que tenía legitimación “ad causan (sic)” para confesar un hecho

físicamente factible de producirse como efectivamente aconteció, que ameritó una

investigación no prohibida por la Ley por ser cierto e incluso notorio, que comportaba

un medio probatorio idóneo y conducente, cuya causa y objeto eran lícitos, mas no

dolosa ni fraudulenta, corroborada y no desvirtuada con el acervo probatorio en el

desarrollo del contradictorio, oportunidad procesal pertinente para su producción, lo que

evidenciaba la existencia de la confesión judicial válida y eficazmente probatoria para

comprobar y confirmar la autoría del acusado de la perpetración del hecho punible que

le fue atribuido.
Refirió que, en materia penal, sólo la confesión del imputado o acusado era

insuficiente para condenarlo, pues se exigía que por otros medios estuviese comprobado

el cuerpo del delito y que la misma no resultare desvirtuada o enervada por el conjunto

de pruebas reunidas por el juzgador. Asimismo, que la confesión judicial no

representaba una inversión de la carga de probar, ni la relevaba de ella, sino que

sencillamente, la parte contraria satisfacía la carga de probar ese hecho, que le

correspondía por servir de fundamento a su pretensión o excepción.

Consideró que la apreciación de la confesión tenía un triple aspecto: a)

determinar si existía confesión válida y si era judicial o extrajudicial, b) determinar el

contenido de la confesión, o sea, cuáles eran los hechos confesados, y c) asignarle el

mérito probatorio como instrumento de convicción respecto a la existencia o

inexistencia de tales hechos.

Observó que el juzgado de juicio desplegó una verdadera labor de valoración de

todas las pruebas aportadas al proceso penal por cada una de las partes, según el sistema

de sana crítica racional, en virtud de la cual obtuvo la plena convicción en el debate

probatorio, y que luego, de manera exegética y coherente, razonó los fundamentos de

hecho y de derecho por los cuales consideró acreditados los hechos imputados y la

autoría del acusado de autos, conforme al precepto legal aplicable al caso en concreto,

por lo que estimó la Corte de Apelaciones que no se verificaba la configuración de un

vicio del cual supuestamente adolecía la decisión judicial apelada, denunciado por los

recurrentes a tenor de la norma contenida en el numeral 2 del artículo 452 del Código

Orgánico Procesal Penal.

Luego de transcribir parcialmente el contenido de diversas decisiones dictadas

por este Máximo Tribunal y explicar algunos aspectos de su contenido, sostuvo la Corte

de Apelaciones que el tribunal de juicio analizó, comparó, concatenó y valoró los


elementos probatorios, en virtud de los cuales formó su convicción para dictar el fallo

condenatorio en la presente causa, y conforme la soberanía que le conferían las normas

contenidas en los artículos 22, 197, 198 y 199 del Código Orgánico Procesal Penal,

dictó decisión judicial “herméticamente”coherente, lógica y armónica, plenamente

fundada, razonada y motivada, cumpliendo cabalmente con la finalidad del proceso

penal, sin que se evidenciare en autos la violación de los principios básicos del sistema

penal acusatorio instituido en el Código Orgánico Procesal Penal, tales como la

oralidad, inmediación, concentración, contradicción y publicidad, durante la fase de

Juicio.

Precisó que no era cierto que la recurrida se fundaba en prueba obtenida

ilegalmente e incorporada con violación a los principios del juicio oral y menos aun,

que el juzgador incurrió en violación de la Ley, por inobservancia o errónea aplicación

de norma jurídica.

En virtud del anterior argumento, declaró sin lugar las denuncias formuladas por

los recurrentes en el respectivo escrito de interposición del recurso de apelación, con

apoyo en los numerales 2 y 4 del artículo 452 del Código Orgánico Procesal Penal,

confirmó la decisión judicial recurrida y ordenó la remisión del presente expediente al

Tribunal correspondiente a los fines legales consiguientes.

IV

COMPETENCIA
Corresponde a esta Sala Constitucional determinar su competencia para conocer

del presente procedimiento y, al respecto, observa:

La competencia debe ser determinada por la situación de hecho existente

para el momento de la presentación de la demanda, recurso o amparo, tal como lo


determina el artículo 3 del Código de Procedimiento Civil, y no tienen efecto respecto

de ella los cambios posteriores de dicha situación.

Ahora bien, el 20 de mayo de 2004 entró en vigencia la Ley Orgánica del

Tribunal Supremo de Justicia, instrumento jurídico que fija las competencias de cada

una de las Salas de este Supremo Tribunal, conjuntamente con las leyes destinadas a

regir la jurisdicción constitucional, contencioso administrativa y electoral, todavía sin

dictarse; no obstante, si la Sala era competente para conocer de ciertas causas con

anterioridad a la entrada en vigencia de la Ley referida, ella sigue siendo competente

para dilucidarlas a menos que la Ley disponga otra cosa.

Tal disposición contraria no existe en la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de

Justicia, y la situación de hecho existente para el momento de la presentación del

amparo se mantiene, motivo por el cual esta Sala, a tenor de lo establecido en el artículo

35 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales, resulta

competente para conocer la presente solicitud de amparo constitucional, intentada por

los defensores privados del ciudadano Igor Aranzazu Pérez, contra la sentencia dictada

por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial

del Estado Nueva Esparta. Así se declara.

MOTIVACIÓN PARA DECIDIR

Una vez establecida la competencia, pasa esta Sala a pronunciarse sobre la


admisibilidad de la acción de amparo interpuesta y, en tal sentido, observa que la
misma cumple, prima facie, con todas las exigencias del artículo 18 de la Ley
Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías Constitucionales. Además, no se
desprende de autos que se encuentre incursa en alguna de las causales de
inadmisibilidad contempladas en el artículo 6 eiusdem, motivo por el cual esta
Sala Constitucional debe admitir la presente acción de amparo, que fue interpuesta
con la respectiva copia certificada de la sentencia dictada por la Corte de
Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado
Nueva Esparta, y así se decide.

VI
DE LA MEDIDA CAUTELAR

Determinado lo anterior, pasa la Sala a pronunciarse sobre lo atinente a la

medida cautelar solicitada por la parte accionante y, en efecto, se hace notar que en la

sentencia N° 156, del 24 de marzo de 2000 (caso:Corporación L’ Hotels, C.A.), esta

Sala Constitucional asentó la facultad que tiene el juez constitucional para decretar

medidas cautelares innominadas dentro del proceso de amparo constitucional.

Ahora bien, los defensores del ciudadano Igor Aranzazu Pérez solicitaron que se

decretase una medida cautelar, referida a la suspensión del proceso penal incoado contra

su patrocinado, el cual se encuentra en etapa de ejecución ante un Tribunal de Ejecución

del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta.

Visto el pedimento hecho por los abogados accionantes, esta Sala Constitucional

haciendo uso de la facultad asentada en la sentencia antes citada, considera que lo

solicitado se traduce en la suspensión de los efectos de la decisión dictada, el 22 de

octubre de 2003, por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la

Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta, adversada en el presente amparo, lo

que implica, a su vez, la paralización de la ejecución de la sentencia que condenó al

quejoso. Por tanto, esta Sala acuerda la suspensión de los efectos de ese

pronunciamiento judicial, mientras se resuelva el fondo de la controversia. Así se

declara.

VII
DECISIÓN

Por las razones que anteceden, este Tribunal Supremo de Justicia, en Sala

Constitucional, administrando justicia en nombre de la República, por autoridad de la

ley, declara:

PRIMERO.- Se ADMITE la acción de amparo constitucional interpuesta por

los defensores privados del ciudadano Igor Aranzazu Pérez, contra la decisión dictada,

el 22 de octubre de 2003, por la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la

Circunscripción Judicial del Estado Nueva Esparta.

SEGUNDO.- Se ORDENA la notificación del Presidente de la Corte de

Apelaciones del Circuito Judicial Penal de la Circunscripción Judicial del Estado Nueva

Esparta, o quien haga sus veces, para que comparezca ante la Secretaría de esta Sala, a

fin de conocer el día y la hora en que se celebrará la audiencia oral y pública, la cual

será fijada dentro de las noventa y seis horas siguientes a la oportunidad en que conste

en el expediente la última de las notificaciones que se realice. Igualmente se ordena

remitir copias certificadas de la presente decisión y del escrito contentivo de la acción

adjunto a la notificación ordenada. Se deja constancia que la ausencia en el acto del

referido Juez, no se presumirá como aceptación de las presuntas lesiones denunciadas.

TERCERO.- Se ORDENA la notificación del ciudadano Fiscal General de la

República sobre la apertura del presente procedimiento, de conformidad con lo

dispuesto en el artículo 15 de la Ley Orgánica de Amparo sobre Derechos y Garantías

Constitucionales.

CUARTO.- Se SUSPENDEN los efectos de la decisión dictada, el 22 de

octubre de 2003, por la referida Corte de Apelaciones, adversada en el amparo, hasta

tanto sea decidida la presente controversia.

Publíquese, regístrese y comuníquese. Cúmplase con lo ordenado.


Dada, firmada y sellada en Caracas, en el Salón de Audiencias de la Sala

Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, en Caracas, a los 08 días del mes de

octubre de dos mil cuatro (2004). Años 194° de la Independencia y 145° de la

Federación.

El Presidente,

IVÁN RINCÓN URDANETA

El Vicepresidente,

JESÚS EDUARDO CABRERA ROMERO

Los Magistrados,

JOSÉ M. DELGADO OCANDO ANTONIO J. GARCÍA GARCÍA

Ponente

PEDRO RAFAEL RONDÓN HAAZ

El Secretario,

JOSÉ LEONARDO REQUENA CABELLO

Exp. N° 04-0565

AGG/jarm

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