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Estéfano tiene 7 años. Cuando su papá abre la puerta del baño, dice: “sucio hombrecito”.
¿Leguaje extraño? ¿Mala educación?
Desde el punto de vista de Estéfano esto, sin embargo, no es ilógico. ¿No fue acaso su papá,
precisamente, quien estaba tan enojado hace algunos años cuando Estéfano se hacía en su pantalón?
Lo llevaba al baño, abría la puerta y decía “sucio hombrecito”.
Cuando ve la puerta del sótano, Estéfano dice “ahora vamos a comer dulce de membrillo”.
Vicente tiene 20 años. Está angustiado porque ve la cabeza de un cerdo puesta en una pared y
va al otro lado del muro donde debería estar el resto del cuerpo del animal.
Otro adulto con autismo escribe: “Miro a la gente, veo cómo se comportan entre ellos.
Clasifico esos comportamientos, los anoto, le doy a cada uno un número, los estudio desde fuera y
trato enseguida de comprenderlos. Pero cada vez que me enfrento a un comportamiento igual la
situación es totalmente diferente”.
“Todos mis pensamientos son visuales”, dice Temple Grandin, “no pienso rápido ya que me
hace falta tiempo para crear una imagen visual de lo que escucho, un video. Soy incapaz de recordar lo
que las personas me cuentan, salvo transformando las informaciones visuales en imágenes visuales…
La mayoría de personas en el mundo llamado “normal” piensan en palabras, pero yo no puedo pensar
en palabras ni lenguaje. Pienso exclusivamente en imágenes.
Preguntada por Oliver Sacks en el número de Navidad de New Yorker (1983), habla
nuevamente sobre el tema de las videocintas que transcurren en su memoria, lo que le permite
comprender mejor la vida, pero ella resume bien la situación: “a veces, cuando veo a las personas, me
siento como una antropóloga perdida en el planeta Marte. Y entonces, ninguna cinta me permite
comprender lo que hacen”.
Así, Estéfano no es un niño maleducado que dice tonterías. Sino que, hace unos años, cuando su papá
se enojaba porque se hacía en su pantalón, lo llevaba al baño, abría la puerta y decía “sucio
hombrecito”. Y siguiendo un reflejo rígido, estos términos fueron asociados al baño. Es de la misma
forma en que se desarrollaron otras asociaciones entre palabras o fragmentos de frases y diferentes
objetos o situaciones.
Estéfano no sabe en realidad muy bien para qué sirven las palabras. Ve objetos y repite las palabras
que les han sido asociados. Hace lo que puede enfrentado a un mundo bastante complicado para él.
Intenta comprender. Intenta dar un comentario. Intenta comportarse como un ser social. En breve,
estéfano muestra que el autismo no significa querer retirarse de la vida social. Muestra, al contrario,
que el autisco es, con bastante frecuencia, una tentativa exasperada de establecer contacto social.
Vicente conoce bastante de la realidad pero no comprende que pueda existir una
representación simbólica, una imagen de la realidad. Ahora bien, la sociedad actual está llena de
representaciones de la realidad. Podemos entender que Vicente se “desconecte” permanentemente en
esta sociedad.
Aquel otro adulto explica cuán difícil es para él comprender el comportamiento de las
personas. El hace en la realidad lo que Estéfano hace en el plano del lenguaje: asociar ciertos
comportamientos a ciertas situaciones, en una encarnizada tentativa de comprender algo y de hacerse
entender mejor por los demás. Pero la creatividad y la onconstacia del comportamiento humano están
fuera de su alcance. Sólo asimila estructuras fijas.
Temple Grandin, finalmente, explica mejor que cualquiera como las personas con autismo
deben fiarse, sobre todo, de elementos visuales. Piensan en mágenes. No en palabras y menos en
conceptos abstractos. Lo que demuestra, una vez más, cuán difícil es para una persona con autismo
escoger entre las variaciones infinitas del comportamiento humano. Y frente a estas variaciones,
incluso una persona como Temple Grandin se siente perdida: una antropóloga perdida en el planeta
Marte.
En estos dos últimos casos, se trata claramente de personas de un nivel alto de inteligencia.
Adjuntemos inmediatamente que se trata de excepciones que confirman la regla, per la mayoría de
personas con autismo presenta, en realidad, un retraso intelectual de ligero a grave. Pero son,
precisamente, los sujetos más dotados los que llegan a expresar lo que representa para ellos esta
discapacidad tan extraña que es el autismo.
Las percepciones sensoriales deben ser “tratadas”. Esto ocurre en varias zonas cerebrales. Ciertos
datos sugieren asimismo que los hemisferios cerebrales izquierdos y derechos se especializan en
diferentes tareas para el tratamiento de los estímulos sensoriales. Este proceso es normalmente
inconsciente, los dos hemisferios funcionan en perfecta colaboración. Bajo ciertas circunstancias
patológicas, no obstante, estas diferencias se manifiestan.
En caso de lesión del hemisferio derecho, por ejemplo, la persona con autismo puede presentar
problemas de orientación en el espacio, no puede retomar su rumbo, pero habla casi de la forma como
lo hacía antes.
Una persona que presente una lesión en el hemisferio izquierdo pierde, al contrario, una buena parte de
su aptitud para hablar, pero no tienen ningún problema de orientación en el espacio.
Para el hemisferio derecho se parecen porque las dos son esféricas. Esta es la “sítensis inmediata de las
percepciones”. El hemisferio derecho “ve” inmediatamente que la naranja y la manzana son esféricas.
La información “habla por sí misma” sin ningún análisis. Y el aspecto esférico de las frutas
(característica visual) es memorizado de manera literal, sin transformación.
Para el hemisferio izquierdo se parecen porque se tratan de dos “frutas”. El análisis de conceptos. La
interpretación “es una fruta” no es inmediata.
1. Según abstracciones;
2. En orden de suceción.
Las personas con autismo tienen tendencia (en los diferentes niveles de inteligencia) a tratar en
demasía la información a la manera del hemisferio derecho y no mucho a la manera del hemisferio
izquierdo.
Es esta tendencia a la síntesis directa de las percepciones la que es parcialmente responsable del perfil
de parndizaje distinto al normal (Fay & Schuler 1980, Prizant 1984, Prizant & Schuler, 1985).
En los diferentes niveles de inteligencia, las personas con autismo tienen una menor capacidad de
abstracción respecto de la realidad. Una persona con autismo es, de alguna forma, menos capaz “de ir
más allá de la información”, más allá de lo literal, de lo que su edad intelectual no deja suponer.
(…)
Los hiperrealistas.
Volvamos a la historia de Vicente que estaba perturbado cuando vio una cabeza de cerdo en la pared.
O; incluso, a la historia de Pascual, un adulto de 24 años con autismo que entró en pánico cuando vio
una representación de Cristo con una corona de espinas. Ninguno de los dos comprende que se trata de
una meta-realidad, una realidad detrás de la realidad, un “como si”.
En el desarrollo del juego, los niños normales tienen, a la edad de 18 meses, ya un “nivel de
simbolización” bastante elevado. Hacen “como si bebiesen”, “como si telefoneasen”. De hecho, crean
un mundo separado, un mundo de ficción paralelo al mundo real. Y en este mundo el niño es el actor.
A los 24 meses, este juego “como si” está aun más alejado de la realidad habitual: es ahora la
muñeca que hace “como si” ella fuese una persona y “como si” bebiese… Un individuo con una
predisposición muy literal (convencido de que el mundo es lo que es) sólo puede estar perplejo: se
trata de un juego surrealista el que se juega aquí, pero no se da cuenta que se trata de una realidad
simbolizada en una nueva dimensión, una sombra de realidad.
Los niños con autismo sólo llega con bastante dificultad, o no llegan, al estadio del juego meta-real.
Son y permanecen hiperrealistas.
A la edad mental de 18 a 24 meses, los niños con autismo tienden a descubrir la realidad de
una manera más simple. Buscan, por ejemplo, efectos visuales o auditivos alineando objetos o dando
golpecitos durante horas al mismo despertador o al mismo par de lentes de sol. O dando vueltas
siempre, de la misma manera, en un triciclo.
¿Es un auto? Sí, respondemos espontáneamente. Pero, ¿es realmente un auto? No, por
supuesto… El verdadero está fuera. Es con él que me iré en in momento. Es importante
comprender que la percepción de una relación entre un modelo reducido y un VERDADERO
auto exige un importante esfuerzo cognitivo.
Para hacer “como si” se debe ser, evidentemente, capaz de sobrepasar la literalidad. Mientras
que los niños con autismo son, de hecho, “hiperrealistas” nosotros no empleamos siempre la
palabra “correcta”, la que da nuestro lenguaje particularmente surrealista.
Theo Peeters en C. Gillberg et T. Peeters (1995) L’autisme. Aspects éducatifs et médicaux. pp.
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