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LA COMISIÓN DE REDACCIÓN.
Mensajes de cordialidad
MELANIE KLEIN.
Londres 1956,
_______
1
Este articulo “The importance of Symbol - Formation in the Development of the Ego”, es un capítulo
del libro “Contributions to Psycho-Analysis, 1921 -1945 by Melanie Klein”, publicado por The Hogarth
Press Ltd.. Londres 1948.
2
Véase mi artículo “Early Stages of the Oedipus Conflict”.
El niño supone que en el interior del cuerpo de su madre hallará: a) el
pene del padre, b) excrementos ye) niños, y todas estas cosas son
indentificadas por él con substancias comestibles. De acuerdo con las más
primitivas fantasías (o “teorías sexuales”) infantiles en torno al coito de sus
padres, durante el acto el pene del padre (o todo su cuerpo) es incorporado
en el interior del cuerpo de la madre. De este modo, los ataques sádicos del
niño tienen por objeto a ambos padres a la vez, a quienes muerde,
despedaza o tritura en sus fantasías. Tales ataques despiertan angustia
porque el sujeto teme ser castigado por los padres reunidos, angustia que se
internaliza a consecuencia de la introyección oral - sádica de los objetos,
dirigiéndose ya entonces hacia el primitivo superyo infantil. He podido
observar que esas situaciones de angustia de las primeras fases del
desarrollo mental son las más profundas y abrumadoras. Según mi
experiencia, en los ataques fantaseados contra el cuerpo materno,
desempeñan un papel considerable los sadismos de origen uretral y anal,
los que son muy pronto agregados al sadismo oral y al muscular. En las
fantasías infantiles, los excrementos son transformados en armas
peligrosas: orinar es para el niño lo mismo que lastimar, herir, quemar,
ahogar, mientras que las materias fecales son identificadas con armas e
instrumentos de ataque. En una etapa posterior de la fase descripta, esos
modos violentos de ataque son reemplazados por ataques más encubiertos
por los métodos más refinados que el sadismo es capaz de inventar, y los
excrementos son identificados entonces con substancias venenosas.
El exceso de sadismo despierta la angustia y pone en actividad los
primeros mecanismos de defensa del yo. Ha dicho Freud (3): “Bien pudiera
ser que antes de que el yo y el ello hayan llegado a diferenciarse
nítidamente y antes de que se haya desarrollado un superyo, el aparato
3
“Inhibición, síntoma y angustia”.
mental utilice modos de defensa distintos de los que pone en práctica una
vez que ha alcanzado dichos niveles de organización”. De acuerdo con lo
que he podido observar en el análisis, la primera defensa impuesta por el yo
está en relación con dos fuentes de peligro: el propio sadismo del sujeto y
el objeto que es atacado. Dicha defensa, de acuerdo con el grado del
sadismo, es de carácter violento y difiere fundamentalmente de los
mecanismos de represión ulteriores. En relación con el sadismo del sujeto,
esa defensa implica una expulsión, mientras que en relación con el objeto
atacado, significa destrucción. El sadismo se convierte así en una fuente de
peligro, puesto que permite la liberación de la angustia y, además, porque
el sujeto se siente también él atacado por las mismas armas que utiliza para
destruir. Y el objeto atacado se convierte también en una fuente de peligro,
puesto que el sujeto teme de él ataques similares (represalias). De este
modo, el yo aún no desarrollado debe hacer frente a una tarea que, en esa
etapa, se encuentra totalmente fuera de su alcance — la tarea de dominar la
angustia más profunda.
Ferenczi sostiene que la identificación, precursora del simbolismo,
surge de las tentativas del niño por reencontrar en todos los objetos sus
propios órganos y funciones. Según la opinión de Jones, el principio del
placer hace posible, a través de una similitud de placeres o intereses, la
identificación de dos cosas completamente diferentes. Hace algunos años,
en un trabajo que se apoyaba en estos conceptos, llegué a la conclusión de
que el simbolismo es el fundamento de todas las sublimaciones y de todos
los talentos, ya que es a través de la identificación simbólica que las cosas,
las actividades y los intereses llegan a ser temas de fantasías libidinosas.
Puedo ampliar ahora lo expresado entonces (4) y afirmar que, además
del interés libidinoso, es la angustia desencadenada durante la fase
4
“Psicoanálisis de niños”.
descripta la que pone en actividad el mecanismo de la identificación.
Porque desea destruir los órganos que representan a sus objetos, el niño
empieza a temer a esos objetos y esa angustia contribuye a que trate de
identificar dichos órganos con otras cosas, las que, a su vez, se convertirán
en fuentes de angustia. El niño se siente, entonces, constantemente
impulsado a hacer nuevas identificaciones, que constituyen la base de su
interés en los nuevos objetos y del simbolismo.
Vemos pues que el simbolismo no solamente constituye los
fundamentos de todas las fantasías y sublimaciones, sino que sobre él se
estructura también la relación del sujeto con el mundo exterior y con la
realidad en general. He señalado que el objeto del sadismo en su zenit —
así como de los impulsos epistemofílicos que lo acompañan — es el cuerpo
materno con sus contenidos fantaseados. Las fantasías sádicas dirigidas
contra el interior del cuerpo materno constituyen la relación primera y
fundamental con el mundo exterior y con la realidad. Y del mayor o menor
éxito con que el sujeto haya logrado superar esta fase, dependerá su
capacidad para concebir, más tarde, un mundo externo que corresponda a la
realidad. Vemos, entonces, que la primera realidad del niño es totalmente
fantástica; se siente rodeado de objetos que le causan angustia, y en ese
sentido los excrementos, órganos, objetos, cosas animadas e inanimadas
han de aparecer, desde el comienzo, como equivalentes entre sí. A medida
que el yo va evolucionando, se establece, a partir de esa realidad irreal, un
contacto gradual con la verdadera realidad. Por consiguiente, el grado del
desarrollo del yo y la adaptación del sujeto a la realidad dependerán de la
capacidad del yo, durante una de las etapas más primitivas del desarrollo,
para tolerar la presión de las primeras situaciones de angustia. Y, como
ocurre habitualmente, también aquí se trata de una cuestión de cierto
equilibrio óptimo entre los diversos factores en juego. Una cantidad de
angustia suficiente proporcionará las bases necesarias para la abundante
formación de símbolos y de fantasías; mientras que para que la angustia
pueda ser satisfactoriamente elaborada, para que esta fase tan fundamental
tenga un desenlace normal y para que el yo pueda desarrollarse en las
condiciones más favorables, es esencial que el yo tenga la capacidad
adecuada para tolerar la angustia.
Estas conclusiones son el resultado de mi experiencia analítica general,
pero se ven confirmadas de manera sorprendente en un caso en el que
existía una poco común inhibición en el desarrollo del yo.
El caso a que me refiero — y sobre el cual daré enseguida algunos
detalles — es el de un niño de cuatro años, cuyo escasísimo vocabulario y
alcance intelectual estaban al nivel de los de un niño de unos 15 ó 18
meses. En este niño, Dick, la adaptación a la realidad y las relaciones
emocionales eran casi nulas. Además, carecía de afectos y era indiferente a
la presencia o ausencia de su madre o su niñera. Desde la edad más
temprana, sólo muy de vez en cuando había manifestado angustia, y aún
entonces, en un grado anormalmente reducido. Con excepción de cierto
interés particular, al que me referiré más adelante, no tenía casi ningún
interés, no jugaba ni tenía contacto con su medio. Por lo general, articulaba
sonidos ininteligibles y repetía constantemente ciertos ruidos. Y cuando
hablaba, utilizaba incorrectamente su pobrísimo vocabulario. Pero no sólo
era incapaz de hacerse inteligible; tampoco lo deseaba. Más aún, la madre
advertía a veces claramente en Dick una actitud fuertemente negativa, que
se expresaba en el hecho de que con frecuencia hacía precisamente lo
contrario de lo que se esperaba. Por ejemplo, si lograba hacerle repetir
junto con ella algunas palabras, con frecuencia Dick las alteraba
completamente, a pesar de que otras veces podía pronunciar perfectamente
esas mismas palabras. A veces, también, repetía correctamente las palabras,
pero seguía repitiéndolas en forma incesante y mecánica hasta que mareaba
y fastidiaba a todo el mundo. Ambas formas de conducta difieren
fundamentalmente de la de un niño neurótico. Cuando un niño neurótico
expresa oposición bajo la forma de rebeldía, y cuando expresa obediencia
(acompañada muchas veces por una gran angustia), lo hace con cierta
comprensión y alguna referencia a alguna cosa o persona determinada. Pero
en la oposición y obediencia de Dick no se advertía afecto ni comprensión
alguna. Además, cuando se lastimaba, demostraba gran insensibilidad al
dolor y no experimentaba para nada ese deseo universal en los niños de ser
consolados y mimados. Su torpeza física era también muy notable. No era
capaz de servirse de cuchillos o tijeras, en cambio manejaba casi
normalmente la cuchara que utilizaba para comer.
La impresión que me causó su primera visita fue que su
comportamiento era muy diferente del que observamos en niños neuróticos.
Permitió que su niñera se retirara sin manifestar ninguna emoción,
siguiéndome hasta el cuarto con la indiferencia más absoluta. Ya en la
habitación, corrió de un lado a otro sin rumbo ni propósito, y correteó
también a mi alrededor lo mismo que si yo hubiese sido un mueble más,
pero no mostró ningún interés hacia ninguno de los objetos del cuarto.
Mientras corría de un lado al otro, sus movimientos parecían carecer de
coordinación. La expresión de sus ojos y su rostro era fija, ausente y
desinteresada. Comparemos una vez más esta actitud con el
comportamiento de niños con neurosis graves; niños que, sin llegar a tener
verdaderos ataques de angustia, durante la primera visita se apartan tímida
y torpemente a un rincón, o se sientan inmóviles frente a la mesita de los
juguetes, o, sin jugar, toman un objeto u otro, volviendo a depositarlos
enseguida sobre la mesa. En todas estas formas de conducta se advierte de
manera inconfundible la gran angustia latente. El rincón o la mesita son los
lugares donde se refugian de mí. Pero el comportamiento de Dick carecía
de significado y finalidad, y tampoco era posible referirlo a ningún afecto o
angustia.
Daré ahora algunos detalles de la historia previa de Dick. Su lactancia
había sido para él una época excepcionalmente insatisfactoria y difícil;
durante varias semanas su madre había insistido en una infructuosa
tentativa de amamantarlo, y el niño había estado a punto de morir de
inanición. Se había recurrido entonces a la alimentación artificial, y,
finalmente, cuando Dick tenía ya siete semanas, se le procuró una nodriza,
no obstante lo cual el niño no progresó. Padeció de trastornos digestivos,
prolapso anal, y, más tarde, de hemorroides. Posiblemente su desarrollo se
resintió por el hecho de que, aunque recibió toda clase de cuidados, nunca
se le prodigó verdadero amor; la actitud de su madre hacia él había sido
siempre, desde el principio, de excesiva angustia. (5)
Como, por otra parte, ni su padre ni su niñera le demostraron mucho
afecto, Dick creció en un ambiente sumamente pobre de amor. Cuando
contaba dos años de edad, tuvo una nueva niñera, hábil y afectuosa, y, poco
después, pasó una larga temporada con su abuela, que era muy cariñosa con
él. La influencia de estos cambios pudo notarse en su desarrollo. Había
aprendido a caminar a una edad más o menos normal, pero había resultado
extremadamente difícil enseñarle a controlar sus funciones excretorias.
Bajo la influencia de la nueva niñera, adquirió hábitos de limpieza mucho
más rápidamente. A los tres años ya los controlaba y, al respecto
demostraba, en realidad, cierto grado de ambición y aprensividad. En otro
terreno, manifestaba a los cuatro años sensibilidad a los reproches. Su
niñera había descubierto que practicaba la masturbación y le había dicho
que eso era “malvado” y que no debía hacerlo. Esta prohibición dio origen,
indudablemente, a temores y a un sentimiento de culpa. Además, a los
cuatro años, Dick había hecho un esfuerzo general hacia una mayor
5
Al finalizar el primer año se le ocurrió pensar que su hijo era anormal, y un sentimiento de esta
naturaleza puede haber afectado su actitud hacia él.
adaptación, aunque relacionado sobre todo con cosas exteriores y, en
particular, con el aprendizaje mecánico de una cantidad de palabras nuevas.
Desde los primeros días, la alimentación de Dick había creado un problema
extraordinariamente difícil. Con su nodriza, no había manifestado ningún
deseo de mamar, y ese desinterés persistió. Más tarde, se negaba a tomar el
biberón. Y en la época en que se le dieron alimentos más sólidos, se negaba
a morderlos y rechazaba todo aquello que no tuviese la consistencia de una
papilla; aún entonces era preciso casi forzarlo para que comiera. Otro
efecto favorable de la influencia de la nueva niñera fue un interés un poco
mayor por la comida, pero, con todo, las dificultades principales
subsistieron. (6) De manera que, si bien la niñera buena había obtenido en
ciertos aspectos de su desarrollo algún progreso, los defectos
fundamentales no se habían modificado. Tampoco con ella — como con
los demás — había logrado establecer un contacto emocional; y ni la
ternura de ella ni la de su abuela habían conseguido poner en actividad la
relación de objeto ausente.
6
Además, en el análisis de Dick, este síntoma ha sido, hasta ahora, el más difícil de superar.
base a nuevas sublimaciones. El niño era indiferente a la mayor parte de los
objetos y juguetes que veía a su alrededor, ni entendía tampoco la finalidad
o significado de ellos. Sin embargo, le interesaban los trenes y las
estaciones, y también los picaportes, las puertas y el abrir y cerrarlas.
Su interés hacia tales objetos y acciones tenía un origen común: se
relacionaba en realidad con la penetración del pene en el cuerpo materno.
Las puertas y cerraduras representaban los orificios de entrada y salida del
cuerpo de la madre, mientras que los picaportes representaban el pene del
padre y el suyo propio. Por lo tanto, lo que había producido la cesación de
la formación de símbolos era el temor al castigo que recibiría (en particular
de parte del pene del padre) cuando hubiese penetrado en el interior del
cuerpo de la madre. Además, sus defensas contra sus propios impulsos
destructivos fueron un impedimento fundamental de su desarrollo. Dick era
absolutamente incapaz de cualquier agresión, y la razón de dicha
incapacidad pudo verse con toda claridad por su rechazo de morder los
alimentos desde una edad muy temprana. A los cuatro años, no podía
manejar tijeras, cuchillos o instrumentos, y era sumamente torpe en todos
sus movimientos. Las defensas contra los impulsos sadísticos dirigidos
contra el cuerpo materno y sus contenidos — impulsos relacionados con
fantasías de coito — terminaron en la cesación de las fantasías y la
detención de la formación de símbolos. El desarrollo ulterior de Dick había
sido perturbado porque el niño no podía expresar en fantasía la relación
sádica con el cuerpo de su madre.
La dificultad más grave que debí superar en el análisis de Dick no fue
su incapacidad de expresarse verbalmente. En la técnica del juego, que va
siguiendo las representaciones simbólicas del niño, y que nos dan acceso a
su angustia y a sus sentimientos de culpa, podemos, en gran parte,
prescindir de las asociaciones verbales. Pero esta técnica no se limita al
análisis de los juegos del niño. Podemos también derivar nuestro material
(como lo hacemos en niños con fuertes inhibiciones para el juego) a través
del simbolismo revelado en detalles de su comportamiento general. (7) Pero
en Dick el simbolismo no se había desarrollado, debido en parte a la
ausencia de toda relación de afecto con las cosas de su ambiente, a las
cuales era casi del todo indiferente. Prácticamente, no tenía relaciones
particulares con determinados objetos, como las que solemos observar aún
en los niños con muy severas inhibiciones. Como no existía en su mente
ninguna relación afectiva o simbólica con los objetos, ninguno de sus actos
casuales relacionados con ellos estaba animado por la fantasía, siendo por
lo tanto imposible considerar dichos actos como representaciones
simbólicas. Su falta de interés por el ambiente y las dificultades para
establecer un contacto con su mente eran tan sólo el resultado de su falta de
relación simbólica con las cosas — como lo pude comprobar durante su
análisis a través de ciertas actitudes en las que su conducta difería de la de
los otros niños. El análisis tuvo, pues, que afrontar desde el comienzo el
obstáculo fundamental de llegar a establecer un contacto con el niño.
7
Esto se refiere únicamente a la primera parte y a algunas otras etapas posteriores de su análisis. Una vez
que tuve acceso a su inconsciente y que la angustia fue atenuada, fueron apareciendo en forma gradual las
actividades del juego, las asociaciones verbales y todas las demás formas de representación, junto con un
desarrollo del yo que facilitó la labor analítica.
“oscuro”, y volvió a salir corriendo. Repitió esta escena varias veces. Le
expliqué: “Dentro de mamy está oscuro. Dick está en lo oscuro, dentro de
mamy”. Entre tanto, él había tomado nuevamente el tren, pero pronto
corrió otra vez al lugar entre las puertas. Mientras yo le explicaba que él
estaba entrando en la oscuridad de mamy, él había dicho dos veces en tono
interrogativo: “Nurse?”. Le contesté: “Nurse vendrá enseguida”, cosa que
él repitió, utilizando luego las palabras muy correctamente y reteniéndolas
en su memoria. En la sesión siguiente se comportó de idéntica manera.
Pero esa vez Dick escapó corriendo directamente de la habitación hacia el
oscuro vestíbulo. Colocó allí el tren “Dick” e insistió en permanecer en ese
lugar. Preguntaba insistentemente: “Viene Nurse “. En la tercera hora
analítica se comportó de la misma manera, sólo que además de huir al
vestíbulo y al lugar entre las puertas, se escondió también detrás de la
cómoda. Entonces se sintió angustiado y me llamó por primera vez. La
aprensión era evidente en ese momento por la forma en que preguntaba
insistentemente por su niñera, y al finalizar la sesión la acogió con placer
inusitado. Vemos que simultáneamente con la angustia había aparecido un
sentimiento de dependencia, primero hacia mí y luego hacia la niñera,
comenzando a interesarse al mismo tiempo en las palabras tranquilizadoras:
“Nurse viene enseguida” que, contrariamente a su conducta habitual, había
repetido y recordado. Además, durante esa tercera sesión había observado
por vez primera los juguetes con un interés en el que se evidenciaba una
tendencia agresiva. Señaló un carrito para transportar carbón y dijo:
“Corta”. Le di un par de tijeras y él trató de raspar los trocitos de madera
que figuraban el carbón, pero no pudo manejar las tijeras. Respondiendo a
una rápida mirada suya, arranqué los pedazos de madera del carrito, que él
arrojó enseguida, junto con su contenido, dentro del cajón, diciendo: “Se
fue”. Le dije que eso significaba que Dick estaba sacando excrementos del
cuerpo de su madre. Fue entonces corriendo al espacio entre las puertas, y
las arañó levemente con sus uñas, expresando de este modo que
identificaba el espacio entre ambas puertas con el cuerpo de su madre, que
él atacaba. Enseguida regresó corriendo desde el espacio entre las puertas,
vio el armario y se deslizó en su interior. Al comenzar la siguiente hora
analítica lloró cuando la niñera se fue — cosa sorprendente en él — Pero
pronto se calmó. Esta vez evitó el espacio situado entre las puertas, el
armario y el rincón, pero se interesó por los juguetes, examinándolos con
indudable curiosidad naciente. De pronto, volvió a encontrar el carrito que
había sido destrozado durante la sesión anterior, y con los trocitos de
carbón que habían formado su contenido. Los empujó rápidamente a un
lado y los cubrió con otros juguetes. Cuando le expliqué que el carrito
representaba a su madre, lo buscó nuevamente, lo mismo que los pedacitos
de carbón sueltos y se los llevó al espacio formado por las puertas. A
medida que su análisis progresaba, se vio claramente que al arrojarlos fuera
de la habitación en esa forma estaba expresando la expulsión, tanto del
objeto dañado como de su propio sadismo (o de los medios por éste
utilizados), el cual era proyectado así al mundo exterior. Dick había
descubierto también que el lavatorio simbolizaba el cuerpo de su madre, y
manifestaba un extraordinario temor a mojarse con agua. Cada vez que
sumergía sus manos — o las mías — en el agua, se apresuraba
ansiosamente a secarlas, e inmediatamente después manifestaba idéntica
angustia al orinar. La orina y las heces eran para él substancias dañinas y
peligrosas. (8)
8
Encontré en esto la explicación de un temor peculiar, que la madre había observado en Dick cuando éste
tenía unos cinco meses, y también algunas veces en épocas posteriores. Cuando defecaba u orinaba, la
expresión de su rostro era sumamente angustiada. Como las heces no eran duras, el hecho de que sufriera
de prolapso anal y hemorroides, no parecían justificar tal aprensividad, sobre todo porque también se
manifestaba en forma idéntica cuando orinaba. Durante la hora analítica esa angustia llegó a ser tan
intensa, que cuando pedía orinar o defecar, sólo lo hacía después de largas vacilaciones y con signos
inconfundibles de la angustia más profunda y lágrimas en los ojos. Una vez analizada esta angustia, su
actitud con respecto a ambas funciones se modificó considerablemente y es hoy casi normal.
Se vio con toda claridad que en las fantasías de Dick, las materias
fecales, la orina y el pene eran los objetos con los cuales atacaba el cuerpo
de su madre, representando por consiguiente un peligro también para él
mismo. Estas fantasías aumentaron su temor a los contenidos del cuerpo de
la madre y, en particular, al pene de su padre que él imaginaba en el interior
del vientre de aquélla. Durante el análisis de Dick tuvimos la oportunidad
de ver en muy diversas formas ese pene fantaseado, como así también un
sentimiento de agresividad cada vez mayor contra él, en el cual
predominaban los deseos de devorarlo y destruirlo. En una oportunidad,
por ejemplo, Dick se llevó a la boca un hombrecito de juguete y,
rechinando los dientes, dijo: “Tea Daddy”, lo cual significaba “Eat Daddy”
(“Comer Papy”). Enseguida pidió un vaso de agua. Se vio entonces que la
intro-yección del pene del padre estaba en relación a la vez con dos
temores: el temor a ese pene como un superyo primitivo y dañino, por un
lado, y, por el otro, el miedo al castigo por la madre robada, es decir, el
temor al objeto externo y al objeto intro-yectado. En aquel momento se vio
de manera inconfundible el hecho ya mencionado, y que había sido un
factor determinante en el desarrollo de Dick: que la fase genital había
comenzado prematuramente, hecho que se expresó con claridad en la
circunstancia de que representaciones del tipo de la que acabo de citar
desencadenasen no sólo angustia, sino remordimiento, piedad y un
sentimiento de restitución. Por esa razón, Dick volvería a depositar sobre
mi falda o en mis manos el hombrecito de juguete, guardaría todo otra vez
en el cajón, y así sucesivamente. La actividad prematura de las reacciones
provenientes del plano genital, habían ocurrido a consecuencia de un
desarrollo igualmente prematuro del yo; no obstante, el desarrollo ulterior
de su yo había sido inhibido precisamente por aquella precoz actividad de
la genitalidad. Aquella primitiva identificación con el objeto, no estaba
todavía en condiciones de entrar en contacto con la realidad. Una vez, por
ejemplo, Dick vio sobre mi falda algunos recortes de madera de lápices;
dijo: “Pobre Mrs. Klein”. Pero en otra ocasión similar dijo, en el mismo
tono: “Pobre cortina”. Simultáneamente con su incapacidad para tolerar la
angustia, su prematura empatía había sido un factor decisivo en la represión
de todos sus impulsos destructivos. Dick había roto los lazos con la
realidad y detenido su fantasía al refugiarse en las fantasías del cuerpo
materno oscuro y vacío. De este modo había logrado, al mismo tiempo,
desviar su atención de los diferentes objetos del mundo externo que
representaban el contenido del cuerpo de su madre: el pene del padre,
excrementos y niños. Porque eran peligrosos y agresivos, había tenido que
desembarazarse de su propio pene — órgano ejecutor del sadismo — y de
sus excrementos.
9
Sin embargo, el hecho de que el análisis permitiera establecer un contacto con la mente de Dick y que se
haya obtenido algún resultado en un período de tiempo relativamente breve, hace pensar en la existencia
de cierto desarrollo latente, así como en algunas manifestaciones externas de dicho desarrollo. Pero aún
así, el grado total de desarrollo era tan anormalmente escaso, que la hipótesis de una regresión desde una
etapa ya superada me parece difícilmente admisible en este caso.
Recién hacia el final de la fase edípica aparece la defensa contra los
impulsos libidinosos; durante la etapa inicial de dicha fase, dicha defensa
está dirigida contra los impulsos destructivos que acompañan al complejo
de Edipo. La defensa impuesta primitivamente por el yo va dirigida contra
el propio sadismo del sujeto y el objeto atacado, ya que ambos son
considerados como fuentes de peligro. Esta defensa tiene carácter violento
y difiere de los mecanismos de represión. En el varón, esta poderosa
defensa se dirige también contra su propio pene, como órgano ejecutor del
sadismo, y es una de las causas más profundas de todos los trastornos de la
potencia sexual.
Esta es mi hipótesis en cuanto a la evolución de personas normales y
neuróticas. Veamos ahora la génesis de las psicosis.
WILLY BARANGER
MONTEVIDEO
11
Trad. López Ballesteros: T. IX, p. 65, Editorial Americana, Buenos Aires, 1943.
12
Trad. López Ballesteros: T. IX, p. 65. Itálicas mías.
13
ídem, p. 56.
establece pues la inter relación entre el ideal del yo, el objeto idealizado
exterior, el objeto idealizado interior, los procesos de intercambio entre
interior y exterior (proyección, introyección, identificación), y eso en las
distintas fases de la evolución instintiva.
Los trabajos de la escuela Kleiniana sistematizan y desarrollan estos
conceptos de Freud, dándoles mayor énfasis. Trataré de resumir
sintéticamente sus conclusiones más importantes.
Mélanie Klein define la idealización como el proceso por el cual “... los
aspectos buenos del pecho son exagerados como salvaguardia contra el
temor al pecho perseguidor”. (14) Este proceso es un aspecto del carácter
extremado y masivo de las reacciones emocionales del niño (reacción todo
o nada). “...el pecho bueno tiende a volverse el pecho “ideal” que
satisfacería el deseo de voracidad hacia una gratificación ilimitada,
inmediata y siempre duradera. Así surgen las vivencias de un pecho
perfecto e inagotable, siempre a disposición, siempre gratificador”. (15) Este
pecho idealizado tiene por función esencial defender al yo de la angustia de
persecución por parte del objeto malo externo o interno y de la angustia
depresiva de pérdida o destrucción del objeto bueno. “El pecho idealizado
constituye el corolario del pecho perseguidor, y, en la medida en que la
idealización proviene de la necesidad de protección contra los objetos
perseguidores, se presenta como un método de defensa contra la angustia”.
(16) El pecho idealizado tiene pues dos funciones principales,
correlacionadas entre sí. Primero defiende al yo, le sirve de refugio y
protección contra los ataques del objeto perseguidor. Segundo, le permite
sobreponerse en alguna forma a la frustración y a la angustia depresiva: el
yo combate la pérdida del pecho exterior por el sentimiento de tener
adentro de él un pecho idealmente gratificador. Representa la gratificación
14
“Notas sobre algunos mecanismos esquizoides”. Rev. de Psc. T. VI, Buenos Aires, Nº 1, 1948.
15
“Some theoretical conclusions regarding the emotional life of the infant” in “Developments in
psychoanalysis”, p. 202 (M. Klein).
16
M. Klein, idem, p. 202.
total de las necesidades instintivas, mediante la cual el yo puede combatir
la persecución, la frustración, y la destrucción completas.
Se entiende entonces que mayor grado alcanzan la frustración y la
angustia de persecución por parte del pecho malo, mayor necesidad haya de
idealizar el pecho bueno. Freud ya notaba que cada satisfacción sexual
proveniente del objeto exterior amado disminuye su sobreestimación por
parte del sujeto. Asimismo cada gratificación por el pecho real disminuye
el sentimiento de frustración, la angustia y el carácter persecutorio del
objeto malo, y disminuye en el yo la necesidad de idealizar a sus objetos
buenos.
En la alucinación gratificadora primitiva, el pecho idealizado juega un
papel central. El yo primitivo (o los núcleos primitivos del yo) combate la
experiencia de la frustración real por ausencia del objeto refugiándose en la
experiencia alucinada del pecho totalmente gratificador.
El proceso de idealización implica toda una serie de mecanismos
psíquicos de suma importancia, que examinaré a continuación. Primero el
mecanismo de división o disociación (“splitting”). La constitución
correlativa del objeto idealizado y del objeto perseguidor descansa sobre
una disociación del objeto primitivo (pecho), de los instintos — defusión
de la libido y del instinto de muerte — (cf. “Notes on the theory of the life
and death instincts” por Paula Heimann); y de correspondientes partes o
núcleos del yo. Esta disociación depende de la necesidad de preservar la
experiencia gratificadora y el objeto idealizado del contacto destructivo del
objeto perseguidor y de mantener lo uno bien apartado de lo otro. Pero el
yo se disocia en este mecanismo, partes de él quedan adheridas al objeto
gratificador, y partes se dedican a la lucha o defensa contra el objeto
perseguidor. El carácter defensivo del mecanismo de disociación implica la
relación primitiva de un yo algo integrado (o de un núcleo integrado del yo)
con un objeto total (es decir: que atrae hacia sí tanto al instinto de vida
como al instinto de muerte, aunque sea parcial en el otro sentido). La
defusión de los instintos de vida y de muerte impide el manejo del segundo
por el primero.
Esta disociación se acompaña de una negación de la existencia de
determinados sectores tanto del mundo externo como, y sobre todo, de la
realidad psíquica. La alucinación gratificadora primitiva del objeto
idealizado implica la negación de la experiencia real externa de la ausencia
del pecho, y asimismo la negación de la presencia interna del objeto
perseguidor. “El objeto malo no sólo es mantenido separado del bueno,
sino que su misma existencia es negada, tal como lo es toda la situación de
frustración y los malos sentimientos (dolor) a que da lugar la misma. Eso
está ligado a la negación de la realidad psíquica... La negación omnipotente
de la existencia del objeto malo y de la situación dolorosa es, en el
inconsciente, igual a la destrucción por medio del impulso destructivo. Sin
embargo, no sólo es una situación y un objeto lo que es negado y
aniquilado, también sufre este destino una relación de objeto, y por tanto,
también es negada y aniquilada una parte del yo, de la que emanan los
sentimientos hacia el objeto”. (17) La negación implica entonces la
omnipotencia infantil de los pensamientos. En este estadio primitivo,
disociación, dispersión del yo y del objeto, negación y omnipotencia
funcionan en la misma forma que el mecanismo de represión en estadios
más evolucionados.
La idealización implica también el proceso de proyección de partes
buenas del yo en el objeto (exterior) idealizado. “Pulsiones y rasgos
buenos, de amor, también son proyectados, y tal proyección se revela
positiva o peligrosa según el carácter del objeto que se elige, y de la
relación ulterior con este objeto”. (18) Partes buenas disociadas del yo,
17
M. Klein: “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides”. Rev. de Psa., T. VI, Buenos Aires, I. p. 90.
18
Paula Heimann: “Notes on the theory of life and death instincts” in “Developments in psycho -
analysis”, p. 326.
rasgos de carácter positivos, pulsiones libidinales son proyectados hacia el
objeto, que se vuelve entonces extremadamente digno de amor y muy
superior al sujeto. Por esta identificación proyectiva exagerada con el
objeto “bueno”, éste se enriquece a expensas del yo y lo empobrece. Más
idealizado se torna así el objeto bueno, más pobre y dependiente ‘se torna
el yo.
La idealización, así como la constitución del objeto perseguidor
constituyen el fundamento del animismo ulterior. “Hay una relación
importante entre el animismo por un lado, y la idealización o persecución
por el otro. . .” (19) En esta forma el objeto idealizado y el perseguidor están
siempre referidos al yo, siempre están enterados de los deseos y procesos
del yo.
La idealización y los mecanismos correlacionados juegan un papel
determinante en la evolución integrativa del yo. Cuando la persecución por
el objeto malo se vuelve demasiado intensa — y la necesidad correlativa de
idealizar el objeto bueno excede la medida, el desarrollo del yo y de las
relaciones de objeto sufren graves perturbaciones. Una de ellas puede ser la
extremada necesidad de mantener los objetos idealizados apartados de los
perseguidores. En este caso el yo puede recurrir a la huida hacia el objeto
idealizado interno, y disociarse: mientras unas de sus partes tratan de unirse
al objeto idealizado (y no lo consiguen) las demás están empeñadas en la
lucha contra los perseguidores internos. “Como resultado puede sentirse el
yo como enteramente subordinado y dependiente del objeto interno, como
si fuera sólo un arcón para él”. (20) El yo se siente esclavo del objeto, no se
siente valor ni vida propia, se reduce a una costra superficial, a una cáscara
envolviendo el objeto idealizado. En este caso, como lo destacó P.
19
Paula Heimann: “Certain functions of introyeccion and proyeccion in early infancy” in “Developments
in psycho - analysis”, p. 159.
20
M. Klein: “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides”. Rev. de Psa., T. VI, Buenos Aires, 1948, p.
I, p. p. 93.
Heimann, citada por M. Klein, el objeto idealizado se ha enquistado dentro
del yo que se subordina compulsivamente a su preservación. Esta situación
encontraría en el autismo su manifestación psicótica. “La importancia del
objeto idealizado, el movimiento centrípeto del yo, y el encapsulamiento
del objeto interno son elementos básicos en el autismo”. (21)
En este caso y otros menos graves, el objeto idealizado llega a ejercer
una función perseguidora. Parásita al yo, lo empobrece, lo enflaquece, lo
fascina. Pero no se trata de una persecución del mismo tipo que la que
ejerce el objeto malo. Este último tiene por finalidad la destrucción total, el
aniquilamiento del yo — mientras el objeto idealizado quiere esclavizar al
yo, vivir a expensas de él, hacerlo totalmente dependiente, mantenerlo
siempre a merced. El amo no tiene interés en aniquilar a su esclavo.
El desarrollo adecuado del yo no puede descansar sino sobre una
asimilación del objeto idealizado. Esta es posible cuando la necesidad de
apartarlo del perseguidor no es demasiado intensa.
En este caso el carácter persecutorio e idealizado de los objetos no es
tan intenso, la disociación del yo es menor, el intercambio introyectivo y
proyectivo con los objetos reales no se bloquea, y el mundo interno puede
modificarse paulatinamente por contacto con el mundo externo,
volviéndose menos fantástico. El yo puede integrar sus objetos e integrarse,
y renunciar a los mecanismos de disociación, negación y control
omnipotente, así como a la excesiva identificación proyectiva.
El objeto idealizado, cuando la idealización no es extremada, puede
adoptar un papel positivo en el desarrollo psíquico, evolucionando hacia la
forma de ideal del yo y entrando en muchas sublimaciones. Aún se podría
decir que toda sublimación implica una participación de un objeto
idealizado, en la medida que supone una actividad creadora o restauradora
21
Emilio Rodrigué: “Aporte al problema del autismo”. Comunicaron al symposium sobre esquizofrenias
y mecanismos esquizoides. Buenos Aires 1954, cf., en la misma dirección trabajos de Melitta
Schmideberg.
del yo, su posibilidad de conseguir en el mundo externo, algo que significa
lejanamente para él el pecho perfecto anhelado en su infancia. Pero la
sublimación supone una asimilación (1222) del objeto idealizado interno en
el yo. Esta asimilación implica un doble peligro para el yo: primero, la
necesidad de deshacerse de ciertas partes del objeto idealizado (por no
asimilables) y de perderlas; segundo, la necesidad de asimilar ciertas partes
del yo que adhieren al objeto idealizado (produciéndose así una especie de
autofagia). Estas dificultades producen una inhibición del proceso de
sublimación, como se verá en el primero de los casos que expongo. En un
trabajo anterior señalé la importancia de los objetos idealizados en la
creación de sistemas filosóficos e ideológicos en general.
22
Paula Heimann introduce este concepto en “Una contribución al problema de la sublimación y sus
relaciones con los procesos de internalización”. Rev. de Psa., T. VIII, N” 4, Buenos Aires, 1951.
Me limitaré, en la exposición del siguiente caso, al relato del material
directamente relacionado con los objetos idealizados. La paciente presentó
un problema que, en el curso del análisis, llegó a volverse predominante, y
que me permitió comprobar algunos puntos de vista sobre las ideologías
filosóficas. Aunque la paciente no sea “filósofa” en el sentido estricto de la
palabra, tiene intereses filosóficos. Sobre todo, ella llegó a crear un sistema
“ideológico” — del tipo de la ideología científica — que, a pesar de las
diferencias con un sistema filosófico, corresponde, a mi criterio, con
algunas de sus funciones.
Se trata de un sistema de observaciones y de conclusiones teóricas
sobre la evolución psicofonética y de un método de psico-diagnóstico
fundamentado en el estudio de la fonación del sujeto. Cabe agregar que este
sistema tiene indudable valor objetivo, como fue comprobado por
comparación concreta con otros métodos utilizados para el
psicodiagnóstico de niños (horas de juego, test de construcción de casas de
A. Pichón - Riviére, observación clínica, electroencefalografía, tests
diversos).
Por razones de brevedad, no expondré el sistema en sí, y estudiaré tan
solo el significado psicológico que podía tener para su creadora. El material
sobre el cual me fundamentaré pertenece sobre todo al quinto año de
análisis de la paciente.
Marlene empezó su análisis a los 44 años. Es una mujer francesa, muy
agradable, con una conexión aparente muy buena, inteligente, y con dotes
psicológicos nada comunes. Pertenece a una familia que tuvo gran
importancia en la evolución política de su país (el abuelo de ella tuvo un
papel de mayor magnitud en la política europea de su tiempo). La madre de
ella se identificó intensamente con el abuelo: es una mujer intelectual
sumamente enérgica, muy inteligente — pero que no pudo aceptar la
condición femenina, y por eso no pudo rendir intelectualmente en la
medida que sus dotes se lo permitían. Se casó con un hombre de su mundo,
pero un poco apagado, sumiso, ulceroso, político también, pero de segunda
fila. Desplazó hacia su hijo mayor todo el afecto que tenía hacia su padre,
llegando a idealizarlo mucho, lo que determinó la estructura de la familia
(el hijo mayor como sustituto del padre).
Marlene es la tercera de cuatro hermanos, y única mujer. De los cuatro,
es ella quien tuvo menos madre. Los cuatro hermanos se espacían
aproximadamente cada cinco años. El hermano mayor tuvo el afecto
esencial de la madre, pero debió someterse a su dominación. El segundo
tuvo algún afecto todavía, a condición de someterse al hermano mayor. El
cuarto tuvo en la persona de una institutriz quien lo atendió desde su
nacimiento, una madre sustituta. Marlene parece haber sido para la madre
la imagen de su condición femenina vivida como rebajada. Siempre estuvo
entregada al cuidado de criadas. Se vive como la “cenicienta” de la familia,
como hija ilegítima que no goza de los mismos derechos que los demás
(única sin pene). Un sueño de su madre, conservado por la tradición
familiar, expresa esta situación: poco antes de dar a luz, la madre vio en
sueño a su futura hija “cuidando ocas en el campo” (lo que, en Francia,
significa simbólicamente analfabetismo, atraso mental y suciedad).
Este sueño de la madre tiene íntima vinculación con el problema psico -
ideológico de Marlene. Siente una prohibición de la actividad intelectual de
parte de su madre. Además su madre le ha prohibido hacer estudios
superiores, con el pretexto de “salvar su inteligencia” (de la contaminación
de la enseñanza). El único en la familia que tuvo derecho a los estudios
superiores y a la adquisición de títulos fue el hermano mayor. En realidad
se vio que Marlene utilizaba el siguiente mecanismo: se arreglaba para dar
la impresión de tontería o falta de interés hacia los estudios. La madre, por
conflictos suyos, entraba en el juego y no apoyaba los estudios de Marlene,
y ella podía con toda justificación reivindicar contra la injusticia de la
madre. Repitió exactamente este mecanismo en el análisis, y consiguió
engañarme bastante tiempo antes de que me hiciera una idea cabal del valor
de su trabajo y de su importancia para ella.
23
Paula Heimann, op. cit. estudia una dificultad de sublimación bastante semejante.
El sistema como objeto idealizado y perseguidor.
Cuando llegó al análisis, Françoise había tenido una vida bastante llena
de acontecimientos, un destino que reflejaba sus dificultades afectivas y la
división de su yo. Sin embargo, no recordaba nada parecido a su
enamoramiento actual.
Se había casado dos veces, no había sido feliz, y se había divorciado,
pero siempre por iniciativa propia, dejando a sus maridos enamorados y
dependientes de ella. A los 21 años, se casó con su primer marido, un
hombre de bastante más edad que ella, bueno, rico y generoso. Ese
casamiento representaba para Françoise un renunciar al amor, un
contentarse de una vida tranquila, con hijos, y con un hombre que la
protegía y hacia el cual podía sentir amistad.
Pero pronto se manifestaron las dificultades; Françoise desarrolló una
intensa fobia a la desfloración y no permitió la penetración durante el
primer mes de casamiento. Después las relaciones genitales permanecieron
dolorosas (vaginismo) y Françoise quedaba frígida. También reprochaba a
su marido de ser un comerciante, de no tener intereses intelectuales.
Françoise elegía sus amistades personales entre artistas.
A los 24 años Françoise se divorcia y se casa otra vez. El segundo
marido era un artista de bastante valor, y muy inteligente, pero llevaba una
vida bohemia y desarreglada. Nunca tenía dinero ni horario fijo. Era capaz
de vender su ropero para comprar algunos libros que deseaba. Françoise
sufría de esta falta completa de seguridad y protección. Si sus relaciones
genitales en el segundo matrimonio eran algo más satisfactorias que en el
primero, no llegaba sin embargo al orgasmo. Tampoco se sentía realmente
enamorada. Se sentía sometida a una fatalidad de desgracia amorosa. En
esa época, Françoise tuvo dos abortos, uno espontáneo y otro provocado.
Aunque estos abortos hayan constituido, como veremos, traumas muy
importantes para ella, no los sintió conscientemente como tales y los vivió
con indiferencia. A los 27 años, se divorcia por segunda vez, no soportando
la vida en común con su marido, pero queda en buenas relaciones con él.
Comienza en este momento una época de búsqueda amorosa, donde
Françoise y su íntima amiga Lucienne recorrieron distintos ambientes en
busca de un objeto “ideal” y del tipo anhelado de amor. Lucienne entabló
con un hombre una relación amorosa, y Françoise se enamoró poco
después de Aldo, a quien había conocido por intermedio de ella
(componente homosexual latente del enamoramiento de Françoise).
Después del segundo divorcio, Françoise había terminado sus estudios
superiores y empezado a trabajar.
Remontando más lejos en el pasado de Françoise, encontramos una
relación de objetos que en algo puede aclarar sus conflictos ulteriores. A
los 15 años se había enamorado de un muchacho que tenía el nombre de su
primer marido. Pero lo consideraba inalcanzable y se puso de novia con el
hermano de él, quien casualmente se llamaba Aldo. Este primer objeto de
enamoramiento tenía en común con el segundo, rasgos físicos que
siguieron representando el ideal de hombre de Françoise: ojos claros,
cabello rubio, estatura elevada (rasgos opuestos al tipo físico del padre de
Françoise). Ya a los 15 años, Françoise pensaba que “era demasiado tarde”
para conseguir el amor que buscaba, y se conformaba con tener una vida
tranquila con muchos hijos (otro ideal prohibido por sus conflictos
internos: prohibición de la maternidad).
Pero el prototipo del enamoramiento característico de Françoise es la
situación que vivió con su padre. La paciente recuerda sobre todo la
“adoración” del padre hacia ella. Por ejemplo una enfermedad de ella
donde su padre dejó todo trabajo y no se movió del lado de su cama todo el
tiempo que duró. El padre decía en aquella época que se mataría si no
conseguía salvar a su hija. Y lo hubiera hecho. Françoise representó para su
padre un “milagro”. La madre de ella perdía todos sus embarazos por falta
de desarrollo del útero. Aún habiendo renunciado a la posibilidad de tener
hijos, la pareja había adoptado a un niño, que, ya grande, se suicidó. Eso
ocurrió cuando Françoise tenía entre uno y dos años, y, aunque este
acontecimiento no haya tenido lugar en casa (el hijo adoptivo vivía solo),
tuvo una influencia muy perjudicial en la evolución de ella. En la primera
infancia, fue el padre de Françoise quien realmente le sirvió de madre. De
él recibía los cuidados, el afecto y aún a menudo la mamadera. El padre
hacía de Françoise la reina o mejor dicho la diosa de la casa. Durmió en la
misma habitación con ella desde los 4 hasta los 11 años, mientras la madre
dormía en una habitación separada. El padre también echaba a las niñeras
cuando no se portaban bien con la niña, o cuando no le gustaban. Esa
situación reforzó el sentimiento de omnipotencia de ella. Aún en la
actualidad, el padre no podía entender que hubiese en el mundo un hombre
como Aldo, que fuera tan absurdo que no quisiera casarse con su hija. El
padre tuvo una actuación decisiva en el desarrollo de Françoise: a las pocas
semanas de su nacimiento decidió que la leche de la madre era mala, y
cambió la alimentación de la niña (recuérdese la elección del modo de
suicidarse: el veneno) ; la alimentó con leche de cabra (recuérdese el temor
de Françoise a la locura, y la vivencia de su padre como “un loco”, “loco
como una cabra”). La niña soportó muy mal este destete repentino. Quedó
varios días sin comer. Todo deja suponer que hizo una introyección e
idealización masivas del pecho, prototipo del pene gratificador.
24
Marie Langer: “Maternidad y sexo”, cap. IV, Ed. Nova, Buenos Aires, l951
robado. Reaccionó con mucha ira y se separó de Françoise cuando se dio
cuenta de que no quería abortar. Este acontecimiento tenía varios
significados, uno de los cuales muy importante para la comprensión de la
relación de la paciente con su objeto idealizado.
25
Los resultados de una buena asimilación en el tratamiento analítico son descritos en términos casi
equivalentes por H. A. Thorner en “The criteria of progress in a patient during analysis”. Int. Jour. of
Psa., XXXIII, p. IV, 1952.
desplazar los objetos idealizados externos adecuadamente, de cambiar
según las circunstancias el nivel de funcionamiento del objeto idealizado
interno. Esta capacidad implica la tolerancia del yo hacia las fantasías
básicas en relación con los objetos y su manejo. (26)
E) La concordancia estructural entre el yo y el objeto idealizado: la
asimilación supone que el yo y el objeto idealizado se estructuran
paralelamente. Si se produce una disparidad estructural, el yo no puede
asimilar el aspecto más arcaico del objeto, y éste forma un “núcleo”
patógeno.
F) La capacidad de sublimación del sujeto. (27)
Claro está que si dichas condiciones se encuentran realizadas, ya no se
puede hablar de objetos idealizados en el sentido estricto, sino de objetos
“buenos”. Pero se trata de un éxito extremo de la evolución psíquica, es
decir de condiciones tan solo teóricas. En la vida corriente, y en
condiciones suficientes de normalidad psíquica, no podemos negar la
utilidad de cierto grado de idealización, sea en la sublimación, en el
enamoramiento, en la amistad o en la valoración ideológica.
RESUMEN
SUMMARY
First of all, a study is made of the idealized object concept m its
evolution from the works of Freud up to those of M. Klein
GILBERTO KOOLHAAS
MONTEVIDEO
*
En nuestro trabajo sobre un caso de ceguera histérica pudimos literalmente mostrar tal retrato por la
asociación del enfermo con un hallazgo de Dalí referente a una fotografía de una aldea africana, la que al
ponerla vertical se transformaba en una “cabeza paranoica”. El enfermo calificaba así su locura”, sus
síntomas en la cabeza: ceguera con fotismos y sensaciones en la lengua. La aldea africana, negros
alrededor de una choza de paja, traía el recuerdo pantalla de haber observado, escondido en la canasta de
ropa sucia, la defecación de la madre. O sea recuerdo pantalla de la fantasía inconsciente de la madre
fálica. (40)
inconsciente expresa una fantasía de defensa contra el objeto perseguidor.
La persecución es vivenciada como lo mostró Melanie Klein, tanto adentro
del cuerpo como desde afuera (37). Aunque hay una relación intrínseca
entre ambas fantasías, se podría formular que la exhibición apotropeica de
la erección se dirige contra el objeto malo vivido afuera, en tanto que la
rigidez trata de inmovilizar el perseguidor interno.
Los rasgos cardinales de la pesadilla son según Jones: El horror
agónico; la sensación de opresión en el tórax y de no poder respirar; la
convicción de ser impotente frente al peligro, el no poderse mover. Es esta
parálisis motriz progresiva frente al peligro que se acerca, la esencia misma
de la angustia pesadillesca. El pavor nocturnus es el despertarse con gritos
de espanto de la pesadilla. Nuestro paciente se despierta SIN pavor
nocturnus y CON priapismo cuando el monstruo le cierra el paso. En vez
de dejarse inmovilizar, “se erige” del sueño y “pare” el monstruo; al
transformarse en hombre de nieve congela la pesadilla. De nuevo vemos la
relación intrínseca que tiene el síntoma con el despertar, mejor dicho el
síntoma consiste en el despertar y la erección; la definición del priapismo
psicógeno podría ser erección - despertador. Los interesantes trabajos de
Max Stern (54) sobre el pavor nocturnus ayudarán a aclararnos esta
relación. Según dicho autor son reales las sensaciones de la pesadilla.
Pertenecen al estado pre - shock denominado reacción catatonoide.
Representa una especie de regresión biológica con rigidez comparable a la
rigidez de decerebración (Sherrington) y cierta parálisis de las funciones
vitales, también de la función despertador El estado catatonoide real es
alucinado en el sueño como un no poder moverse frente a un objeto
amenazante, como por ejemplo sentirse petrificado por una figura
medúsica. Pero además de este simbolismo material, traduce la imagen
onírica de no poder moverse, según Stern, un simbolismo funcional
(Silberer): el no poder despertarse. El priapismo entonces como símbolo
neurótico contesta ambos fenómenos, material y funcional, del símbolo
onírico. El síntoma como expresión de una fantasía inconsciente, expresa al
mismo tiempo una relación instintiva y un “mecanismo de defensa”. (32)
Me parece que “lo material” y “lo funcional” del síntoma corresponde a
estas dos dimensiones respectivamente de la fantasía inconsciente;
simboliza el despertar en este caso la represión, mecanismo de la histeria,
que releva como defensa la disociación esquizoide la cual existe durante el
soñar (12). Así es en la evolución del niño, quien por medio de los
mecanismos histéricos se despeja del mundo esquizofrénico hacia la
realidad.
De las fases del ataque histérico descrito por Charcot, considera Freud
“l’attitude passionnelle” como esencial. Ferenczi analiza una postura
catatónica como expresión de una erección reprimida. Melanie Klein ve en
la catatonía el intento de paralizar los objetos introyectados y mantenerlos
inmóviles, haciéndolos inocuos (38). La postura catatónica del priapismo -
attitude passionnelle par excellence — es el intento de inmovilizar la madre
fálica, el coito parental. (*)
En un sueño se encuentra en un cuarto cuyas paredes están vibrando. El
techo sube y baja. En una vitrina hay libros de -filosofía oriental. El
enfermo asocia las rayas del empapelado del cuarto con las rejas de su
camita de niño en el dormitorio de sus padres. Son las vibraciones de la
cama matrimonial que lo “conmovieron”. El cuarto simboliza también su
propio cuerpo y el techo que mueve su propia respiración agitada, parte del
síndrome de la pesadilla. La filosofía oriental trae el recuerdo de haber
*
Tal inmovilización está simbolizada por el Caduceo, regalo de Apolo a Hermes. Era una vara mágica
que tenía el poder de reconciliar los elementos en lucha Para probar su poder Hermes lo tiró entre dos
serpientes en combate y éstas se enroscaban alrededor de la vara, por el cual el caduceo se transformó un
en símbolo de la concordancia.
En cuanto al gorgoneion en la mano de Perseo simboliza la exhibición apotropeico de la erección,
simboliza el caduceo en la mano de Hermes la erección como inmovilizadora de la pareja combinada.
estudiado en una época el sistema yoghi de respiración. Como controlarla y
retenerla (53). Q sea sus intereses yoghi expresan la fantasía inconsciente de
silenciar la respiración jadeante del coito e inmovilizar la escena primaria.
Transformarse en yoghi, el especialista en posturas catatónicas.
*
Compárese nuestro paciente en su duda entre la novia absorbente y la novia dominante.
la vida, Laquesis la fatídica que reparte el destino y Átropos, la ineluctable
que corta el hilo de la vida - símbolo que repite el corte del cordón
umbilical. Al apoderarse del huso, Edipo puede vencer Átropos igual que a
la Medusa y así disociar a la Virgen, del Diablo; la madre idealizada y la
madre fálica.
La Esfinge como madre terrorífica repite el motivo de la trifurcación,
las Gorgonas repite el motivo de las Greas, y así repite la escena primaria el
trauma de nacimiento. La trifurcación como símbolo del origen se refiere al
nacimiento: ser expulsado por el padre de la madre lo que se refleja en la
sensación claustrofobia frente a la escena primaria junto a la angustia por
un objeto amenazante. Trifurcación, Esfinge, Jocasta, representan estas tres
relaciones inevitables con la mujer. Ferenczi mostró en su teoría genital
como el acto sexual simboliza el intento de restituir el estado prenatal,
considerando en otro lugar, el miembro masculino y su función como un
símbolo orgánico de la restauración, aunque parcial, de la unión fetal -
infantil con la madre. (19) El coito expresa una fantasía inconsciente de
regreso al cuerpo materno y por esto expresa también fantasías de defensa
contra las angustias inherentes a tal regreso. Aunque Reich (47) critica a
Ferenczi, diciendo que es un error fundamental de dar una interpretación
psicológica al acto sexual, creo que es precisamente por significado
inconsciente que el acto sexual se humaniza, adquiriendo la “complejidad”
que inspira gran parte de la literatura del mundo. Al escenificar el trauma
ontogenético, ritualiza el cauchemar humano, el de haber nacido. . . (46ª-
8ª).
6º) El alquimista. — Nuestro paciente no prosigue el camino a Tebas.
Por estar inmovilizado en su defensa contra la Esfinge está también
inmovilizado en su nostalgia por el seno materno, materializando con su
síntoma la fantasía intrauterina, el regreso al paraíso. Con sorpresa nos
dimos cuenta, al encontrar el libro de Jung “Psychologie und Alchemie”
(33), que en el síntoma, en los estudios, fantasías diurnas y sueños del
enfermo aparecen numerosos símbolos idénticos a los de la alquimia.
La alquimia consiste en una serie de procedimientos químicos
inspirados por textos de filosofía mística. Principalmente los escritos de
Hermes Trimegistos, una figura mitológica, mezcla del Kermes griego con
rasgos del dios egipcio Thot. Estos textos, “El cuerpo hermético”, son un
producto de sincretismo de la época helenista en la cual imágenes religiosas
orientales y egipcias se ligan con ideas filosóficas griegas, sobre todo
neoplatónicas. (49) Como en la Gnosis se trata del conocimiento de Dios
por caminos esotéricos que transforma en Dios, al que posea tal
conocimiento. Eran revelaciones secretas que Hermes donaba, teniendo
importancia el motivo de la reexpedición de padre a hijo. (6) Este
conocimiento que produce la redención es substancializado en el proceso
alquímico el cual busca de producir la piedra filosófica. Así vemos que el
alquimista literalmente materializa las ideas. No podemos seguir a Jung
cuando ve en la alquimia un símbolo del proceso de “individualización”. A
través del priapismo nos parece más bien una ilustración “fantástica” de la
materialización histérica. ¿Cómo concebir la extraña relación entre
meditación mística y procedimientos químicos? Es con la especulación por
etapas que el místico busca alcanzar el conocimiento que la transforma,
produciendo el éxtasis de la unión mística. El alquimista con la destilación
escalonada busca de transformar una materia prima en substancia ideal
cuya posesión significa esta unión mística y sensación de omnipotencia,
basado en la fantasía inconsciente de una relación con el objeto idealizado.
Y así nuestro paciente materializa el falo materno, posea el fetiche,
significando en última instancia el pecho idealizado, con el cual re -
establece la unión con la madre, anulando como si fuese un miembro
“fantasma”, la amputación del nacimiento y destete.
Leemos en Jung como “el vas hermetis” es un concepto central de la
alquimia. Es tanto horno de fundición como retorta, en el cual se
transformaban las sustancias. Es algo maravilloso para el alquimista, un
“vas mirabile”. Tiene que ser redondo como el cosmos y tiene que tener
forma de huevo. Es una especie de útero. Mas bien que un aparato, dice
Jung, representa una idea como todos los conceptos de la alquimia. Adentro
se realiza la transformación de la substancia. El comienzo es la materia
prima del caos, la “masa confusa”, lo “nigredo” simbolizado por el Dragón
Mercurial, del cual sale liberado al final del proceso el espíritu como
paloma, simbolizando la idea de la liberación de la materia; o, el principio
es de unir los dos elementos contrarios lo masculino y lo femenino,
simbolizado por sol y luna y fundirlos en una unidad que no tiene más
contrarios y por este motivo es incorruptible (véase lámina 4). Así eran
unidos por ejemplo mercurio y azufre, que en el proceso por calcinación y
“mortificatio” se unen en “nuptiæ chymc æ”. De esta nupcia química sale
el “lapis philosophorum” que es “hijo del Cosmos”, comparable con el
Anthropos gnóstico, el Andrógino. También es un medio para hacer oro.
Creo que estos dos significados tan alejados aparentemente, prueban que se
trata de la fantasía inconsciente del objeto idealizado, que tanto significa el
pecho eterno protegiendo contra toda frustración como el oro, como que
produce también la fantasía de omnipotencia por identificación. La
substancia ideal difiere según los textos. Es la Tintura rojo y blanca (agua
permanens) o la Panacea (elixir vitse) o el vidrio irrompible (vitrum
malleabile). Es bien el objeto idealizado que se espectraliza en estos
objetos indestructibles, duraderos cuya posesión parece garantizar la
eternidad.
Nuestro paciente, al fabricar la envoltura azucarada para remedios
colabora en el procedimiento de la panacea. Hace años que está buscando
el método para hacer perlas de vidrio irrompibles y ha patentado un fósforo
que no se apaga con el viento. Ha estudiado Yoghi para transformar las
energías sexuales en “rituales. En la noche se despierta con su priapismo: el
dragón negro! esperando que salga la gota “gomosa”, como vimos la
asociación: leche - látex — un verdadero “elixir vitæ” — goteando de la
incisión en espiral del árbol. El espiral, símbolo ríe la meditación mística
escalonada y de la destilación alquimia, lo es también de la erección y de la
unión madre - hijo. (2) Curiosamente era también la goma un elemento
importante en la alquimia, por sus calidades adhesivas llamada “glutinum
mundi”.
El priapismo transforma el pene en horno de fundición (erección -
fuego) en “vas hermético” (la función valvular y el tapón de botella). Con
el pene del padre, el saber secreto que Hermes comunica, puede realizar el
matrimonio químico uniendo las materias masculinas y femeninas, orina y
heces, y “soñar” con la piedra filosófica. El enfermo realiza
autoplásticamente la fantasía del alquimista, fecundación, gestación y
parto. Es él que posea ahora el enigma de la Esfinge, pudiendo así
conseguir esta “Unidad indestructible” o sea la unión con la madre para
siempre, esta “liberación de la materia” o sea la vuelta al paraíso
intrauterino, como indica el simbolismo de renacimiento de las alegorías
alquímicas.
Mencionaremos brevemente cuatro sueños, en donde aparecen
símbolos alquímicos: el horno de fundición — la paloma — el matrimonio
químico — el árbol filosófico.
I) “Estoy encerrado en una casa, en una piecita chica. En el suelo hay un
agujero. Veo gente fundiendo una masa, un tronco de asfalto negro.
“Asocia: “Era muy grande el tronco, más de un lado que del otro. Yo era
como prisionero en esta piecita. Me costó salir. La escena de la fundición
se veía, no la cara de los hombres. Me quedé una vez sin dormir con propó-
sito para ver el efecto sobre el priapismo. Ayer conversamos con amigos
sobre tratamiento de moda. Hace años había un médico Que hacía la terapia
del trigémino. Me excitó más. Ponía un estilete en la nariz”. Con el
priapismo escapa de la excitación homosexual — estilete en la nariz — y
de la sensación claustrofóbica, pene que le expulsa, provocados ambos por
la visión de la escena primaria que es experimentada en el propio cuerpo.
En vez de verla y “sufrirla”, la realiza en él mismo. El priapismo saca el
pene paterno de la trifurcación y lo traslada, al descongestionar el ano,
como pene fecal: materia prima al horno de fundición.
*
Aquí es interesante de comparar la expresión de Jean Lyotard en su introducción a la fenomenología de
Husserl: “Le monde naturel est un monde fctichisé” oü l’homme s’abandonne comme existant naturel et
oú il “objéctive” nai’vement la signification des objets.
Freud dice que la represión es una noción intermedia entre la fuga y la
condena, y anota que el Yo no puede huir de sí mismo (27). Sin embargo se
ve como en la disociación esquizoide el Yo huye de las partes malas de sí
mismo. De la condena como defensa trata en su trabajo sobre la negación.
“La negación es una forma de percatación de lo reprimido; en realidad
supone ya un alzamiento de la represión. El enjuiciamiento es el sustitutivo
intelectual de la represión, y su “no” un signo distintivo de la misma. Por
medio del símbolo de la negación se liberta el pensamiento de las
restricciones de la represión y se enriquece con elementos de los que no
puede prescindir para su función”. (29) Hemos podido observar en una
neurosis obsesiva como la negación se relacionaba con la fantasía de
separar ambos padres. E1 menear la cabeza como juez de tenis en un
partido entre dos campeones, en un sueño, simbolizaba su duda obsesiva,
cual expresaba para la fantasía inconsciente el intento de separar ambos
padres en coito, negando así el objeto malo. Tal fantasía sólo es posible
cuando los padres son concebidos como personas individuales, separables)
o sea cuando la situación Edípica Temprana, ha sido elaborada y la
situación Edípica - propia se establece.
La relación intrínseca entre instinto y defensa, relación cuya expresión
misma es la fantasía inconsciente, deja ver la relación entre la evolución
instintiva y la continuidad genética de los mecanismos defensivos, lo que
equivale a una revelación de la evolución del sentido de la realidad. Dice
Susan Isaacs, refiriéndose al principio de la continuidad genética,
“cualquier fase se desarrolla gradualmente desde las anteriores. No
significa que el desarrollo sea siempre uniforme. En el crecimiento hay
crisis definidas y existen integraciones, las que por su naturaleza reportan
cambios radicales en la experiencia y realización futuras”. Fuga, represión
y condena son tales crisis definidas. La transición de la situación oral a la
situación Edípica - Temprana y de la situación Edípica - Temprana a la
situación Edípica Propia, implica el viraje de disociación en represión y de
represión en negación.
Surge la experiencia de la realidad por la dialéctica entre fantasía
inconsciente y el factor evolutivo, como elaboración progresiva de la
angustia de la muerte, cuya “deflección” origina la fantasía inconsciente
primaria.
In the face of the combined couple, there arises the fear of being
petrified by the phallic mother like Medusa as well as the fear of the
earthquake througt the explosive mixture of the primal scene (in
association with the father’s death due to a cerebral hemorrhage during
intercourse). The erected phallus symbolises the mother phallus stolen from
the phallic mother against whom he defends himself with the apotropaeic
exhibition of the fetish, thus repeating the phantasy reflected in the Perseus
myth. The rigidity of the erection expresses the unconscious phantasy of
rendering the combined couple immobile such as in catatonia.
In the face of the father’s penis, the frustrating object of the Primal
scene, there arise the fear of the Influencing Machine, which breaks loose
the homosexual libido and masturbation. The prapism by de-congesting the
anus interrupts the stream of the ominous Machine and controls the father’s
penis.
Many of the dream symbols and phantasies which nourish the patient’s
inclination towards chemistry, are analogous to those of alchemy. The
possession of the father’s penis is the secret through which he obtains the
“materia prima” to realize the “chemical wedding” between the masculine
and femenine sustances, urine and faeces, inside the “hermetic receptacle”
which is the priapic penis, in order to obtain the “philosophical stone”, the
idealized breast, symbolised in one dream by the cautchuc tree with its
valuable latex milk. Priapism autoplastically materializes fecundation,,
pregnancy and parturition, thus expressing the rebirth phantasy equivalent
to the return to the womb, a phantasy which is implicit in the relation with
the idealized object. The symptom substitutes sleeping as an intrauterine
state and the patient continues “dreaming” with his body. The hysterical
materialization is a manifestation of the primary process in the corporal
scheme. The pregenital libido is displaced and condensed in the penis,
which ultimately symbolises the breast.
In view of the analogy to Perseus, the hero who defeats the monster,
the Oedipus myth in considered. Oedipus is a symbol of erecion. The myth
is the exegesis of the symbol, that is to say, the unconscious phantasies
expressed in the erection are ilustrated in the Oedipus myth. The encounter
with Layo at the Trifurcation is the incorporation of the father’s penis
belonging to the mother. When he thus gets hold the Sphinx’s secret, he
can strike her dumb, repress the image of the phallic mother and commit
incest with Jocasta. The theree typical dreams - death of a loved person, an
examination, and that one of nakedness with immobilization - described by
Freud express the Oedipus conflict: the situation in the face of Layo, the
Sphinx and Jocasta. The sexual act, in as much as it expresses the
unconscious phantasy of a return to the mother’s womb, simultaneously
expresses the defense phantasies against the anxieties inherent to such a
return.
This case offers the chance of studying some aspects of the problem of
conversion hysteria. The author’s hypothesis is that the materialization of
the mother phallus would be valid for every conversion hysteria since the
bisexual phantasy which according to Freud exists at the bottom of this
neurosis means, in terms of object relation, the relation with the mother
phallus which satisfies both the phantasy with the mother’s breast and the
father’s penis. The first “materialization” of the mother phallus takes place
in the transitional phenomenon described by Winnicott. It is when the
child emerges from the schizoid position, from the hallucination of the
idealized breast, that he starts to elaborate illusions upon a real object, the
transitional object. It now one only real object which articulates the
schizoid mechanism — idealization and denial — wherefore the schizoid
splitting becomes repression.
The unconscious phantasy expressed in the materialization of the
mother phallus, is simultaneously the expression of a defense mechanism,
repression, due to the screen function of the fetish.
The relation between splitting, repression, denial and the pre-oedipic,
early oedipic, oedipic proper situations respectively, shows the genetic
continuity of the defense mechanisms and therefore the evolution of the
reality sense as the dialectic between unconscious phantasy and the
evolutionary factor.
Revista de libros y de revistas sobre el concepto de fantasía.
W. BARANGER
DAVIDSON, A. y FAY, J. — “Phantasy in Childhood” (Fantasía en la
infancia). Routledge & Kegan Paul Ltd., London, 1952.
Los autores hacen una detallada exposición de las fantasías as por los
niños, a través de numerosos ejemplos de distintos comportamientos en la
vida diaria infantil. Se trata, por otra parte, de la aplicación de las teorías de
Mélanie Klein y de una ratificación de las mismas, en la solución de los
problemas que plantea la conducta a veces insólita, de niños más o menos
difíciles.
La obra está dividida en siete capítulos, cada uno de los cuales enfoca
un aspecto especial de la vida psíquica infantil. En el primero, titulado “El
mundo en blanco y negro”, se plantea el problema de la división de los
objetos en blanco y negro, división ligada a las emociones placenteras y
displacenteras que el niño vincula directamente a sus objetos. “Así como el
niño, ve al pecho (la madre) como bueno debido a sus propios sentimientos
de amor y satisfacción, así lo ve malo cuando se siente frustrado y
enojado”. Señalan la evidencia de las fantasías de ataque al pecho
frustrador como también los temores a ser atacado por ese pecho vivido
como objeto peligroso, de ahí las sensaciones dolorosas, displicentes que
vivencia en los momentos de mayor necesidad del pecho. El miedo a la
madre, cuando el niño crece puede ser transferido a otras personas y
objetos del mundo circundante: así, el temor a ser tragado por el desagüe
del baño. Más tarde y a cualquier edad, algunas situaciones difíciles pueden
ser vividas como una amenaza de destrucción como consecuencia de
pasadas fantasías agresivas. La actividad de estas fantasías hace que el niño
confunda constantemente lo que sucede en la realidad, con lo que él desea
o teme.
Se refieren luego a la internalización de los objetos buenos y malos,
como fuente constante de ansiedad, así como a la proyección como
mecanismo por el cual, colocan afuera sus objetos malos, para librarse de
ellos.
En otro capítulo estudian de qué manera la realidad influye para
despojar a las fantasías infantiles de su preponderancia. Se refieren a los
trastornos experimentados por los niños separados de sus padres durante la
guerra, y muestran cómo los chicos de la ciudad que soportaron los peores
bombardeos y compartieron con sus madres la vida irregular y
antihigiénica de los refugios, fueron menos perturbados que aquellos que
vivieron en paz y seguridad, pero en hogares que no eran los suyos.
Demuestran que el comportamiento de los padres y familiares ejerce una
influencia fundamental en las relaciones del niño con su ambiente, ya que
la actitud comprensiva o no de aquellos, sirve para confirmar o refutar los
temores surgidos de la situación interna del niño y así el testimonio de la
realidad permitirá o no, una mejor adaptación.
En capítulos sucesivos, tratan los autores, los problemas que giran
alrededor de las fantasías formadas con respecto a las funciones de
alimentación, excrementicias y por último a las relaciones sexuales de los
padres.
En estos últimos aspectos, desarrollan en forma clara y basados en
abundante material recogido en la observación directa de los niños las
alternativas y vicisitudes que sufren los procesos de maduración y
crecimiento, así como los conflictos que pueden surgir en distintas etapas
del desarrollo psíquico de la infancia.
Por último se refieren a las fantasías en el período de latencia y
muestran cómo, a pesar de haber perdido la preponderancia manifestada en
etapas más tempranas debido a la coacción y contralor ejercidos sobre la
niñez por las normas sociales y de educación, siguen todavía matizando
algunos aspectos de la vida infantil, por ej. en los juegos e influyendo en
los procesos de aprendizaje y en el rendimiento escolar.
RODOLFO AGORIO
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JUAN C. REY
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M. FREIRE DE GARBARINO
SILVERMAN, DANIEL. — “The analysis of an unconsciuos pinocchio
fantasy in an obsessional neurosis” (El análisis de una fantasía inconsciente
de Pinocho en una neurosis obsesiva). The Intern. Journ. of Psycho-
Analysis, Vol. XXXIV, 1953, pág. 346.
FORTUNATO RAMIREZ
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MIGUEL SESSER.
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La autora expone el caso de una niña con fobia a los globos, desde la
edad de 11 meses; señala que esta comunicación tiene una doble finalidad:
1°) mostrar una fobia definida y de contenido claro, en una fase temprana
del desarrollo y que evidencia todos los mecanismos señalados por Melanie
Klein en las fobias de lactantes; 2º) relatar la primera sesión de análisis,
mostrando cómo una niña de 19 meses expresa sus conflictos mediante el
juego,
La autora ofrece un detallado historial clínico, a través del cual analiza
los diferentes mecanismos fóbicos, describiendo un desarrollo bien
evolucionado, sin otras dificultades que las que presenta en la crianza una
niña sana a esa edad, hasta los 11 meses. En esa época en que se pone de
manifiesto su síntoma, coincidiendo con el nuevo embarazo de la madre.
Comienza con crisis de angustia al ver globos, que, luego por
desplazamientos sucesivos, se extendió a todo objeto que por su forma
esférica, o consistencia, le recordara los globos. Se trata, pues, de una fobia
que expresa rechazo al vientre la madre y a sus contenidos, — así como un
intento de modificar la ansiedad, incrementada por la intensificación del
sadismo oral en esta fase del desarrollo — (sadismo máximo, en el que la
niña desea atacar y destruir el interior de la madre: M. Klein) que unido a la
percepción inconsciente del nuevo embarazo, determinaron la formación
del síntoma. La finalidad de éste, fue solucionar su conflicto de
ambivalencia frente a la madre, ya que podía conservar hacia ella sus
tendencias de amor, y desplazar de ella todas sus tendencias agresivas,
hacia e1 objeto fóbico. Siendo imposible evitar la presencia de la madre,
podía, en cambio, eludir un globo.
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MADELEINE BARANGER.
R. DIATKINE. — “La signification du fantasme en psychanalyse
d’enfants” (“El significado de la fantasía en psicoanálisis infantil”) Revue
française de psychanalyse. T. XV. Nº 3. 1951.
MADELEINE BARANGER.
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HÉCTOR GARBARINO.