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| FRANCOIS WAHL ek set OP 2b. F eQué es : el estructural ismo? FILOSOFiA La filosefio antes y después dol estructuralisme Tradvecin de ANDRES PIRK EDITORIAL LOSADA, S.A. BUENOS AIRES ‘Titulo origina! Qwearco que lo etructuralirme? Philosoplie © Eétions du Souil, Paris, 1973 Bdieién exprosemente gutorizads porn Ta BIBLIOTECA CLASICA Y CONTEMPORANEA Questa hecho el depésito que previene la ley 11.723 Morea y cuvactertatieas gvifione vegietradas ele Oficina de Patontes y Marcus de la Nackin © Editorial Losada, 8. A. Albina 1121, Buenos Aires, 1975 Musteé ta exbierta Suuvto Bstnossant IMPRESO EN LA ARGENTINA PRINTED IN ARGENTINA Se termind do imprimir el dis 24'do junio de 1975, ‘los Talleree Critcoe Cérdeba, Batureyin 1350, Busnge Airse Beta, primera eficiin conste ever mil" ejemplare, OE INTRODUCCION GENERAL Con esa especie de retraso infaltable, esa satis. faccién en la reabsoreién y la aproximacién que Parecen caracterizar toda Ia comunicacién cultu- ral, los esfuerzos de los publicistas se multiplicaron durante los ltimos aflos para ofrecer una vision de conjunto del estrueturalismo enando ya hace mucho tiempo que nadie esta en condiciones de ofrecer tal vision, Los autores del presente traba- jo se reunieron a partir de esta modesta convie- cién: conveneidos de que aprenderfan los unos de Jos otros casi tanto como el lector “no informado” aprenderia de todos ellos, En Ja medida misma en que el estructuralismo ose vocacién eientifica, en que su trabajo no es de orden ideolégico sino tedrieo, sélo puede eaptar- 0 en obra —sobre el terrono—, en Ia explotacin de sus ‘liferentes materiales: en este caso un dis. curso genérico tiene todas las posibilidades de ser sélo palabrerio y vanidad, En itima instancia ha. ‘bed que proguntarse si aeaso una de las aportacio. nes del estructuralismo no consiste en proscribir el campo —por él conmovido— de las difuntas 7 SSS a vin app ca nid Gite Seta ee eas ‘que se suceden las exposiciones que van a ser ae Pero no nos apresuremos a decir que et método ae ee Se ee ee ne oe eee pudo ser elucidado para cada uno de esos objetos (eas Sree alee ngs tratamientos requeridos por objetos distintos). Tesulté, casi en todos los casos, ubieada al final de verano pasado: “el método estructural (suponien- Los presentes ensayos flustran esta mutacin de una manera tanto més impactante por euanto no era premeditada: mas que partir de una definieién, @ priori del método llamado estructural para legar su aplicacin incipiente aqui o allé, eada uno par- ti6 de su disciplina de estudio para buscar, sin pre- concepeisn, si y en qué ésta habia cambiado —y de qué manera ese cambio ponia de manifiesto algo que tendria que llamarse estracturalismo—, Nos habiamos reunido para escribir: ;Qué es et estructuraitsmo? Lo que publicamos debiera titu layse mejor: Acerca de recientes modificaciones del sader y de aquetlo que las reiine como estruetur ralistas. Seria un error considerar tal desplaza- miento del eje como la seal de un reflujo 0 de una incertidumbre: se trata mas bien (y en este senti. 0 tos autores agrupados aqui son muy signifieati- vos) de los problemas de Ia sequnda generacién; de los que se plantean en el momento en que ya no se trata de producir los instrumentos revolueiona- jos de una investigacién, sino de practicar esta wwestigacion, de medir sua dificultades y quizé sus mites no menos que su realidad, de verla retomar su sitio en el desarrollo. continuo de saberes que ella no tanto quebré como hizo resurgir, Esto e3 verdad, es percibido como verdad, incluso cuando se trata, como sucederé en muchas oportunidades, no de la continuacién de un discurso eientifico ya eatablecido, sino de Ia interrogacién acerca di osibilidad de constituir como ciencias determina. dos campos del conocimiento cuyo rango atin se en. cuentra mal definido, Digémoslo francamente: euando se nos pregun- ta acorea del estructuralismo, no eomprendemos Ia mayoria de las veces acerca de qué se nos quiere hablar. Sueede, ante todo, que se corre un podero. 20 rumor entre las ranas que sostiene que el estruc- ‘turalismo es algo asi como una filosofia y que que- rvfa suprimir muchas cosas buenas, particularmen- te al hombre, Ea fécil imaginar la emocién de las ranas: comparten ellas con Narciso la frecuenta- nn de los bortles del agua. Pero si alguna conclu. sién hay que extraer de la introduceién de las es tructuras en la historia de Narciso, es precisamen- te, la do quo éate no existiria de ninguna manera si no tuviese su representacion all{ delante de ai, en el agua, entre las representaciones distintas, de ra- mas y de nemifares, y de que incluso tinicamente al aprender (cosa que no podré hacer solo) con «qué ausencia se teje esa imagen, de qué earencia eel velo, podd, carencia a eu vex, llegar allf eomo sujeto, Se vert que entra aqui algo, en efecto, que puc- de parecerse 2 una filosofia y que es uno de los grandes desafios del pensamiento de nuestra Gpo- ‘ea; pero que no es el estructurslisme como tal. Como tampoco es el estructuralismo, en el otro extremo del pensamiento (y esta vez en el més 1bajo), ese guiso inverosimil que eada dia mas eons- tituye el objeto de las converaaciones en torno de Jas mesas familiares. Los éxitos (jaunque s6lo fue- yan todavia parefales!) de una cfencia suseitan su negociacién como ideas generales con las que no sabe qué hacer: avisamos al lector que de estas tl- timas no se encontrar ni la mia minima alusién en ninguna de las exposicfones que seguirén. Una 10 ver més: nada sabemos acerea de ci se afirma del estructuralismo, Se comprende ahora que hayamos visto, durante los Giltimos meses, a algunos de los ereadores de In investigacién estructural, algunos incluso que en los afios precedentes utilizehan con mayor disposi- cidn el término “estructuralismo”, ar la pa Jabra como una invencién de periodistas y expre- sar temores acerca de los emparentamientos que esta obra entrafiaria, El hecho es que, si nos atu vigsemos a Ia elasticidad de las etiquetas, podria. mos contar actualmente: dos eatructuralismos po- sitivistas (de los cuales el segundo acusa al primero de empirista), un estructuralismo simplemente ra- cioualista, por lo menos dos estructuralismos que anuneian una subversién del sujeto (de los enales el segundo acusa al primero de reduecionista) ; existo una filosofia en el sentido eldsieo que utiliza el estrueturalismo y muchos estructuralismos que pretenden refutar de por si toda tilosotfa, ete. El estructuralismo parece estar en vias de dejar de ser el protagonista para convertirse en In escena en cuyo espacio todos 0 easi todos los papeles cla sicos se vuelven a representar, i todo lo que Intentemos, pues, una operacién de deflacién y xecordemos los Ifmites dentro de los euales tendria ‘que mantenerse una exposieién del estructural Dijimos que se trata “simplemente” de cienci ePero de qué ciencia? En un texto célebre®, que seré estudiade mis adelante, Claude Lévi-Strauss asignaba como obje- 2 Anthropotogie structurale, eap. XV, p. 806, i See eee toa las ciencias estructuraies aquello que “presen ‘ta tin cardeter do sistema”, ox decir todo conjunto : lomentos puede ser modi de eual ninguno de ios eTeientas puede sex mod __Hieade si provocar uma modificacion de todos demas; proponia como su instrumento la construc- ‘edn de modelos como ley de su inteligibitidad Jos grupos de transformaciin que gobiernan la equivalencia entre modelos y presiden sus encaja- gntontos. Si hublera que atenerse a esta definicidn, io To que tafe a la idea do estructura, en otros teins a une de lag grandes "formas de la yazén, caevia bajo el rétulo del eatructuralismo y habria que comenzar por las matematicas para des- cender luego a través de la fisiea, 1a quimiea, Ia Biologia... hasta las cieneias del diseurso, Seme jante formula es demasiado extensa, Si bien recu- bre un problema epistemolégico (y como tal, por otra parte, la presentuba C. Lévi-Strauss) no da cuenta del cardcter especifico del eampo en el que acaba de operarse una ruptura® del saber. Diremos —y es la Gniea manera de no caer on 1a confusién— que con el nombre de estructuralis- ‘mo se reagrupis las ciencius ded signo, de los sis- temas de signos. Los hechos antropolégicos mas diversos pueden entrar en él, pero sélo en tanto asan por los hechos de lengua —en tanto estén comprendidos en la institueién de un sistema del Significante tipo y se adaptan a la red de una Signitieado 6 Rupture epistemolgies © pasp de un disearso ideo seo avuna ciencin: por lo tanto ato de nacimiento de cata fiencia, Pero también ruptara en el sentido’ de wn ove Aeelinds entze'tos dominios del saber w comunieacién— y de alli xeciben su estructura, Esto es verdad para todos, indudablemente, pero no para todos en igual grado y efertas dificultades contra las cuales irén a chocar nuestras exposicio- nes no tienen otro origen, Al menos tiene ale estar claro que Tas estructuras que deberemos conocer son: aguellas que se prestan para el intereambio entre los hombtes por el hecho de la sigmifieacién que engendran por su articalaeién al menos en dos planos. No calificaremos —so pena de echar a per~ der la agudeza de nuestros instrumentos de amé- lisis— de estructuralista a un procedimiento que trate directamente acerea del objeto; aqui solo se trata de representantes y de lo que la represen- taclon (représentance) trae consigo. Puesto que, en el signo, Io que hay de nuevo no es el significado, sino su relacién con el signifi cante, podria surgir Ta tentacién (yo personalmen: te estaria tentado) de deeir quo ol estructuralismo se define por este iiltimo, El hecho os que el sig- nifieante obliga y que la légiea de sus exigencias propias podria ser el hilo del eual prenderse para Juzgar acerca de la radiealidad de los discursos que se sostienen en nombre del estructuralismo. Pero indudablemente ésta seria una definicién demasia. do restrietiva ain hoy. Porque si se pone en tela de juicio el paratelismo de los dos niveles del signo, pronto nos veriamos Hevados —en virtud de ese movimiento de la época al cual ya hice alusi6n, que algo debe a Ia filosofia y que por lo tanto no os ‘micamente ciencia, que amenaza incluso con vol- verse contra la concepetin que tenemos de la cien- cin— a hacer caer toda una serie de “evidencias”: vya-sea la anterioridad de lo que debe ser dicho res 18 -peeto de To que se dice, en cuyo Ingar nos toparia. see con “lo impensabie” do un surgimiento de la Jotra en un eclipse del sentido; va sea la posicién, fen el presente y en el centro, de un soporte de todo iseurso, en cuyo lugar tendriamos que aprender a jar como intrinseco al significante el eseamoteo Ge todo contro y el constante retroceso del origen; ‘ya ea la autonomia iltima del sujeto que habla frente a las Tenguas que utiliza, en cuyo ugar des- cubririamos los efectos constituyentes del signifi cante y el hecho de que quizds en él reside lo més irreductible de cada “sujeto”. Cadena ésta de op- ‘eiones para el pensamiento ‘quo, como veremos, puede desarrollarse no s6l0 a partir do las inves. tigaciones estructurales. Sea lo que sea, se habri advertido que el estruc- turalismo es algo serio: él da derecho a la ciencia a todo aquello que atafio al signo, FW. “ {Qué es el “estructuralismo” en filosofia? La pregunta, que hay quo formular, se convierte de inmediato en: gexiste un “estructuralismo” en fi- Josofia? Nada es menos evidente, Y esta exposi- cign corre el riesgo considerable de venir a ocupar un lugar ficticio en la topologia del saber eontem- pordneo. ;Con qué objeto? Una primera inspeccién de los hechos casi no permite responder positivamente. Tn el émbito de Ja ciencia, los investigadores —Lévi-Stranss, los lingtlistas, Lacan— que se hacen pasar 0 en un ‘momento se hicieron pasar por estructuralistas en su campo de produccién tedrica, rechazan legiti- mamente el califieativo de filésofos que se pre- tende atribuirles (atribuirles simplemente, sin du. da, porque todo saber nuevo aparenta ser tm saber profundo que viene a ocupar el Ingar que hasta en- tonces correspondia a los vértigos de lo incomnos- cible). Més bien experimentarian la tentacién fre. cuente de ver en Ia tradicién filoséfica aquello euya, expulsign y término definitive deberia sefialar el conocimiento estructural. En el otro bando, los filésofos —Foucault, Althusser, Derrida—' que Jhan tomado de las cfencias estructurales numero. 08 conceptos con los que trabajan, se niegan a que 15 Se Tos eonfunda con un presanto ponsamionto es faliste, cuyo tundamento les parece, en gra ‘encia histérica dobe ser interrogada, Bs signifi fativo que en todos ellos una lengua diferente re. {ome Ja de las cioneias estructurales para condu- cirla hacia un diseurso que esti en otra parte, ; Por ‘qué, pues, hacer violencia a unos y a otros, por qué forjar el concepto de una doctrina que no existe, ‘qué s6lo puede existir en Ia eontradiecién’? Sin embargo, queda en suspenso un inlerrogan- te. ¥ en primer término entre los investigadores que, ex Ia mutacin que imponen a las antiguas ciencias humanas, quisieran —tal vez por inge nuidad— entender 1o que hacen. Aht donde un dis. eurso llega a esa racionalidad formal que 10 con. vierle en efencia no queda sitio para la filosofiay Ik filosefia ya no tendré mea nada que decir s0- bre el dominio a que se consagran Galileo 0 Saus- sure, Pero en lo que hace al gesto de Galileo o de Saussure, por el contrario, yen lo que hace a sti importancia en enanto origen, Ia filosoffa eneuen- tra un campo nuevo que sin su Investigacion pro. pia quedaria sin duda en la oscuridad. Lévi-Strauss © Lacan sefialan de buen grado que su intento ex- cluye y desearta la filosofia: y esto es cierto en el sentido de que lo despojan del ambito a que se do- dean, pero es falso sl equivale a decir que el modo en que lo desarrollan no debe eonstituir a su vez el objeto de una interrogacién (que a su vez es novedosa) sobre el tipo de “episteme” que presu- pone, por ejemplo, 0 sobre la posicin que asigna a la verdad en el campo perdido del deseo, ! 1 No plantear a ls clenela el problema de la cieneia sera 16 Ademis, tendriamos derecho a retomar, por nuestra parte, la pregunta del fildsofo a través del interrogante que han formulado todos aquellos ‘que nos precedieron en este volumen: no tanto ,qué es el estructuralismo?”, sino mas bien “;d6n- de se encuentra el discurso filos6fieo, después del advenimiento de las ciencias estructurales, en Ia actualidad?” No hay dudas en ensnto a Ta respues- ta, Parece que durante algunos aflos Ia filosofia 10 més que repetir y asimi- Jar Jo que leia en Lévi-Strauss, en Saussure, po- nigndose al servicio del trastracamiento epistemo- I6gico en curso en un terreno que hace poco atin no consideraba como euyo. Pero en Ia actualidad (y nosotros somos los primeros en experimentarlo) se da entre los fildsofos una lasitud ante el exa- men minucioso de los conoeimientos positives, esto es, de su metodologia, y una voluntad de retomar el trahajo sobre los conceptos fundadores, Se ha desplazado el eje entre una y otra parte de este pasaje histérico: la investigacién del sentido y de lo vivido ha eedido ante el retorno de la elabora- cién racional, el sujeto de In fenomenologia no ha resistido los embates de Ia estructura, al marxismo historicista de Ia praxis sigue un marxismo de la praxis tebrica. Pero ya a través de este desplaza- miento 0, mejor, gracias a 41, Ia construceién filo. séfiea vuelve a encontrar una labor en que las nue vas figuras del haber sélo desempefian un papel flosofta aun positivist, Hacer resurgix on un lugar iné fo, dose el intarior fle una redistribacién de las extract vas lel taber, la Inberrogaetin dirigida al saber es retomar el gesto flotstico, aunque sea para desmentir Ta ferma (que le daba la tradiciéns do ant fa posiein de Lacan, la ‘ver fuora y dontro de la Tilosofia, ww sominal, Bjemplo de ello son las obras de Foucault y de Derrida, El gran juego de Io Mismo y de lo Otro, de lo uno y de lo miltiple, del sujeto y del objeto, de la plenitud y de la earencia, de lo dado y del origen ha rotomado su curso. : ‘Pero de inmediato resultan necesarias las recti- ficaciones. Pues, en los términos en que hemos ejado que se plantearan, los dos problemas —el de las transformaciones de la filosofia a prueba de Jas ciencias estructurales y el del fundamento que estas ciencias puedan darse— signen siendo a Ia ver, desgracindamente, demasiado ambiguos ¢ impreeisos. Ello se debe a que no nos hemos dado tun eriterio para aquello que en las cfencias y en la filosofia depende del progreso estructural. Ahora bien, ningtin disemrso es nunea totalmente homo- géneo ni contempordneo de si mismo. Asi, en el trabajo de teorizacidn que tiends a sustituir ante nuestros ojos las pseudoempirias de Ja filologia, de la critica literaria, do la etnosociologia y de 1a psicologia por las investigaciones de formatizacién totalizante de Ia lingiistica, de 1a poética, de la antropologria y del psicoanslisis, todas las dimen. siones probleméticas que surgen no se atienen de la misma manera al nticleo conceptual del corte estructuralista, Se habré podido observar, por ejemplo, al leerse Jas exposiciones precedentes, que hoy dia sigue pendiente el problema de determinar si las operaciones de intercambio pertenecen 0 no al mismo grupo de transformaciones que las ope- raciones de comunicacién de las que habia partido Ja lingtifetiea?: zdénde situar, entonces, Ia perti- 2 CE. 0, Duetot, HX, p. 100 y ss. ¥ Dan Sperber, esp. HT 18 nencia del método? ;Habré que limitar su campo a articular en él varios tipos de sistemas? Asimis. mo, un discurgo filoséfieo puede eonceder el lugar més amplio a las adquisiciones de un saber, sin haber integrado, no obstante, sus promises en las eategorias que lo xespaldan: de donde una diseor- dia que lo atraviesa de parte a parte. O bien, puede también, como en una segunda vuelta de Ia inves- tigaeién, volver sobre Tos. instrumentos con que acepté operar en primer término y salvary a par tir de ahf, un paso esearpado de distinta manera que el de la cieneia y que no ee podria cargar, sin a la cuenta de ésta, Aqui, como ccurro siempre, las ensefianzas de um simple inventario no podrian sex, pues, mis ue engafiosas. La masa de datos histéricos que ‘tenemos ante nosotros s6lo nos proveerd una res. puesta a condicién de.ser interrogada partir de ‘un eoneepto, confrontada eon un paradigma, Por eso tenemos que retomar las cosas por el otro ex- tremo, y si queremos brindarnos In oportunidad, no hablar para no decir nada, tenemos que correr el riesgo de delimitar arbitrariamente, ;Qué es 10 que ha hecho cambiar suficientemento de lugar el «priori de las ciencias para que se pueda decir: aqui comienza un2 nueva episteme? ;En ol uso de qué Forma se reconocer4 el présiamo que hace una filosofia a los diseursos gobernados por esta episteme? En poeas palabras, ;dénde pasa la ce- sura estructuralista? Lo hemos dicho al comienzo: en el signo, Tanto historiea como conceptualmente no existe otro Tugar para pensarla en su especi cidad. Baséndonos en este criterio vamos a releer algu- 19 4 : / i nas de las obras que seiialan su proximidad a la decadencia de las ciencias humanas, Digamos de inmediato que ninguna de ellas nos pareceré con. ceptualmente contempordnea del saber estruet. ral, Unas, por no haber tomado sus fandamentos el signo y de lo que éste entrafia, dondequiera que veina, de mediacién esencial, volverin inde. fectiblemente a los esquemas de’ inmediacién de los fil6sofos de la coneiencia, en especial a los de la fenomenologia. Las otras, para volver sobre Ta forma muy antigua del signo y sobre las implica ciones metafisieas de la estructura, conmoverdn, con un gesto ain dificil de pensar, el eonjunto del edificio epistemolégico quo, desde siempre, so atic. ne a éstas. En ctialquier parte en que no se conci. ba atin el signo en una posicién absolutamente fundadora, el pensamiento todavia no ha hecho Drofesién de fe estructuralista. Dondequiera que Se objete el primado del signo, éste destruye o desconstruye y el pensamiento todavia no ha hecho Profesién de fe estructuralista, Dondequiera que 50 objete el primado del signo, éste destruye 0 des. construye y el pensamionto ya no se encuentra en la rbita del estructuraliamo. 20 1, ,BXISTE UNA EPISTEME ESTRUCTURALISTA? © DE UNA FILOSOFIA MAS ACA DEL. ESTRUCTURALISMO: MICHEL FOUCAULT jExiste una episteme estructuralista? EI problema mismo que planteamos de este modo no es teéricamente inocente, puesto que lo que buscamos bajo el nombre de episteme difiere por completo de una simple recoleecin o de un inventario sistematico de los procedimientos de conceptualizacion y de Investigacién que definen la produecién del’ saber “estructural”: lo que el siglo XIX hubiera denominado Ia metodologia de las ciencias nuevas; una episteme es uno de esos circulos velados, desnivelados, que sostienen con su articulacién toda una variedad de discursos y que precisamente el estrueturalismo nos ha ense- fiado a conocer: se trata propiamente de una orga- nizacién subyacente del seher, que proporcionaria, mis alld de lo dado de los métados, algo asi como su armadura inconseiente, a una época oa un re- gistro de la elencia, Se dice algo que no aparece bajo la libertad aparente de nuestra palabra, bajo 21 el discurso pintoresco de nuestros mitos y de nues- tras costumbres, algo ordena la aparente conf sion del lenguaje: mo ha presidido algo igual, mente, sin aparecer primero, el eumgimiento de las ciencias y de las ciencins mismas que nos ha cen entender esos diseursos segundos? En térmi, nos claros, ¢no existe una estructura del saber gue permita explicar Ia aparicién del estructura, Hsmo y delimitar el eampo de su valider? Para responder a esta interrogacién estamos a Ta ver muy bien y may mal parados. Muy bien, Porque ella gobierna el libro que Miche) Foucault ha consagrado 2 lo que él denomina wna “arqueo, lopia de las ciencias”: sefiatamiento de una serie dle configuraciones o de principios de ordenamten, fo Cepistemes) que han presidido sucesivaments esde hace cinco siglos las empresas del saber y cuya discontinnidad subterrénea condena al erro {otk Is pseudohistoria progresiva de las cienciag “Por més que tengamos la impresién de un movl Tiento cast infnterrumpido de Ia ratio europea desdo el Renacimiento hasta nuestros dias... toda fsta cuasi continuidad al nivel de las ideas y de les temas no es sin duda més que un efecto super. ficial; en el nivel arqueolégico vemos que el sista, ma de posibilidades ha cambiado totalmente El modo de ser de las cosas y det orden que al re. Partirlas las ofrece al saber ha sido profundamen, feado.”® Muy mal, porque habiendo llega. do precisamente a la mutacién que tiene lugar ante Ruestros ojos de lo que se habia creido poder de, signar, hace cincuenta afios, con el nombre de “clencias humanas” y al intentar la mediacién de 9 Lee Mots et tee Chosen, pigs. 18-14 me entrafia la venida del lenguaje al centro de glo xix; pero quizé, por el contrario, nos hallemos a a ee asisten al surgimiento de una nueva episteme, Hay, oculia (“impensada”) en el corazén de ca- da estado eaitural, una “modeled del orden", que se da como “el suelo positivo” sobre cuyo fon: do van a elaborarse necesariamente 1a clasifica cién y Ia interpretacién de las experiencias; este orden interviene todas las veces como una condi- cién de “posibilidad” de las formas jerarquizadas del conocimiento y de su teorizaciin; en suma, funciona como un “a priori histérieo": tales son los elementos que prove Miche! Foucault + para una primera definicién de la episteme. Curiosa- mente, dejan en la sombra un eoneepto que, a lo largo de toda Ia investigacion histériea emprendi da por Les Mots et lee Choses, se va a manifestar como Io que rige a su ves el orden en sus ruta- ciones: el del signa. Refirdémonos solamente la definicién més ge- neral atin y la més abierta del signo; vamos a to- 4 Leo Mote ot los Choees, pig. 12. marla do los flémente de sémioloyic de Roland Barthes, que sigue casi al pie de Ja letra a San, “Agustin: lo propio del signo consiste en estable. Ger wna relatio entre dos relata, Ta existencia de tne “red secreta segiin la eual (laa coaas) se miran de algtin modo otras”, el dospliegue 0 el excalonai osis ent un cuadlro que indica no séle eémo recono- terlas —éate seré el principio de todo conocimien. to— sino también les relaciones de parentosco quo lag rien * —esto es To que definiré su sentido—, todo lo que constituye la episteme no puede eviden. temente darse gin que con cada cosa venga inserita para nosotros, de un modo u ofre, la configuracién Ge sus rolucfones; de suerte que el pensar una de ellas Hleve a pensar las otras, Desde el momento en que hay euadricula, cada figura funciona en ella como representante de una o varias otras y, Jo que es més, como representante del cnadro en st totalided, La episteme, como todo orden, comprene de una semiologia, Proposicién que ya proporciona el instrumento adecuado para distinguir entre dos modos de transformacién del orden: a reorganizacién de sectores en el interior de una clasificacién que no ha sido modificada en su conjunto, lo que podria denominarse el retoque semiolégico (Foucault di- ré que se pormanece en cl interior de una misma 5 Les Mots les Choses, pig. 11 © Tid, pig 16 24 episteme), y la mutacién del ordenamiento en su principio, ex decir, del siono mismo, del tipo de artiewlacion que establece entre representante y representado, Por supuesto que aslo la segunda interesa a In episteme como eondicién de un nuevo estado del saber. De la amplitud que puede tomar el retoque se- miolégico vamos a tener mas adelante una medida mejor cuando veamos e6mo In misma estructara del signo ha gobernado sucosivamente al raciona.. lismo cartesiano y al empirismo del siglo xvi? (la misma configuracién fundamental: el eundro de ideas; pero un tomar en préstamo ideas de Grdenes opuestos del eonocimiento) 0 el pos mo comteano y la fenomenologia husserliana.® (la ‘misma ruptura de la representacién eomo aparien- cia y de lo representado como orden interior, el mismo recruzamiento en este tltimo de las fun- cciones de fundacidn y do experiencia: que sélo ha- bré de privilegiar alternativamente) 9, 7 Leo Mote ot lee Choses, expectalmento el cap, TIL 8 Thin, ean. TX, om pantionlar pare S24, 851. 390 8 No tow es posible abordar au! los problemas muy siosos que plantear‘a ia comparaeién del modelo levi steave- Stano del “pensamiento salvaje” eon tna episteme. 0) Es Ianifiesto que Lévi-Stratiss #2 ocupa del pensamviento sat ‘yaje como Foncaalt so ceuparfa de worn opisteme: ademés, Jas transforreacionee que efectia de ‘un Gominto, cknolopics a otro y en particular de un tector del ingtrumentos transparentea, al poder Seferen- lo Lévi-Strauss define el pensamiettn salvaje Dor 41 recurso al tlymo, qua no es mat que tn eubstituty con fretn,limitado, que abewura ef "denotho de ecestiu™ de Jo Visible hacia 1b oeulta (ef, Le Penase aavinage, pac. 28) aro Is loeturs do Foust se opome a la iden’ don mo delo tnieo del signo; youn si se admite —To que noe pat ‘2 Festrietivo— que fate pueda funcionar core intermedia 25 Les Mots ct les Choses ofvece numerosos ejemplos histéricos de ta base y del redimensionamiento que de juneién de In antropologia y de la historia, am. ria, Segdn Marx, la expropiacién creciente del Ae ser clerto qu el sin on gc is ‘Ro especifcamente “same del signe, oP Tee poss el paneamniento salvalo tuncions como ut ete ‘lag etre do foda cmpisin'y ante i ae, SIN TE tendo slempm. por elerta, la ms pona b cette fet emumlete aie" pose ae PS, Sete fa 19 Lee Mots et lee Choace, pags. 265-275, 26 ‘ma manera y provee un marco homogéneo de con- ceptos. Acué como ahi, las mercencias y el juego de los valores entre ellas (lo que podria denomi- narse la cireulaeiin superficial de los signos) re. miten, como a su origen, al hecho profundo, irre presentable, de la actividad que las produce: el trabajo; aqui como abi, en este trasfondo antro- poldgieo de la economia se emaiza la dimension histérica que la atraviesa de parte a parte; aqui como ahi, el ropiiegue de los mecanismes econdmi- cos sobre el trabajo humano como su interior es- tablece desde el comienzo la marea de nuestra fi. nitad: el hombre al trabajar se defiende de la suerte, porque el mundo en que trabaja es el de la eseasez. ¥ sin duda no es en absoluto indiferente que el campo ast sefialado se construya aqui alre. dedor de los términos de carencia y produceién, ahi de acumulacion y enajenacién; pero In oposi. cid adquiere todo sit sentido precisamente porque surge en el interior de un mismo espacio epis ‘témico. Lo que se acaba de demostrar, en el fondo, es que Marx puede responder a Ricardo; si la epise teme hubiera eambindo del uno al otro, los térmi xox mismos de los problemas ya no se correspon. derian, Supesicién que no introduelmos aqui “por Ja forma”; Ia presencia de un “corte” entre Ricardo ¥ Ins obras de la madurex de Marx constituye una de las tosis fundamentales de quienes, con Louis Althusser, prestan a Marx un método que ya es estructural, Volveremos a ocuparnos de esto, 21 En todos estos casos de “retogue”, una cosa puede sefialar alternativamente varios’ grupos de ‘otras: al menos lo hace siempre de Ia misma ma. nora, es decir, que la relatio entre las relata sigue siendo siempre de la misma indole y el signo con serva siempre Ia misma funeién, Los edificios del saber oscilan, por el contrario, y hay eambio de episteme cuando cambia la relatio, cuando varia la relacién asignada del signo con lo que significa: cuando ya no significa la misma eosa que sign’ feaba Asi, alrededor de la relacién como similitad, de sus términos como cuasi repeticién y del “sistema. unitario y triple” de oste modo constituide —Ta teorfa del signo implicaba tres elementos perfee. tamente delimitados: lo que se sefialaba, lo que sefialaba y lo que permitfa ver en esto la sefial de aguello...: Ia semejanza: el signo sefialaba en Ia ‘medida en que era ceasi la mismo cosa> que Io que: aesigmaba” 1, 80 articul6 en el Renacimiento de una imagen del mundo —éste “se enrollaba sobre si mismo: la tierra repetia el ciclo, los rostros se miraban en las estrellas y Ia hierba ocultaba en sus tallos los Seeretos que servian al hombre” 3 1 Ley Mote ot le Choses, pg, 8. 18 Ibid., pig. 22. tn 28 ‘euyos soportes no eran por azar una légica de Jo similar: semejanz en cadena o de vecindad =semejanza ligada al espacio en Ia forma del aqradualmente> ... Por eso pertenece menos a las coans mismas que al mundo en que éstas ge eneuen- tran” "—; semejanaa a distancia 0 especular los anillos de la eadena, separados, Feprodujeran sus efreulos, alejados unos de los otros, con arreglo a una semejanza sin contacto... ‘De lejos el rostro es el émulo del cielo... #—; se ejanza de las articulaciones 0 analogia —"por ejemplo la relacién de los astros eon el cielo en que centellean, se vuelve a encontrar asimismo: entre Ja hietba y Ia tierra, entre los seres vivientes y el lobo que habitan, entre los érganos de los sentidos y el rostro que animan...”!%—; semejanza en movimiento o de la simpatia —“ella no ge conten- ta con ser una de Ins formas de lo semejante; posee el peligroso poder de asimilar, de volver idénticas Ins cosas entre sf, de mezclarlas ... Ella ‘modifica, aunque en el sentido do lo idéntico” 38@— y euyo sistema de sefialamiento —“para saber ‘que el aeénito cura nuestros males ceulares 0 que la nuez motida eon aleohol cura los dolores de ea. beza, es por cierto necesario que una sefial nos lo advierta.... Es necesario quo las similitudes ocul tes sean sefialadas en la superficie de las cosas; hace falta una sefal visible de Tas analogias invi sibles”” 1" s6lo podia valerse de Ia similitud a su vex, sirviendo una semejanza més aparente como 10 Tid, pig. 89. 1 Tha, paw. 31 sefia de otra mas oculta —“la forma signante Ia forma signada son semejanzas, pero oblicui ‘mente... Bxiste una brecha entre las similitud ‘que constituyen un grafismo y las que constituy tn discurso”” puesto que el signo es un casi-semejanta, la se. fial es uma signatura —'el espacio de las semejan, zas inmediatas ega a ser como un gran lib abierto... El rostro del mundo esté cubierto de blasones, de caracteres..., de palabras osu ras” 8. y el saber es un descifrar. ta pagina de lectura habré ayudado a expert mentar, tal vez, la amplitud det campo que exige, en medida eada vez mayor, Ia reconstitucion dé tuna episteme (aquf, la del Renacimiento) y su vi lor explicativo, Esperamos otro benefieio pat una elucidacién progresiva del signo en el discur: 80 de hoy dfa, glo XVI: mayor el parenteseo supuesto entre | dos términos y menos arbitraria su relacién. Y es tun hecho que las epistomes que siguieron sustitu- yeron esta articulacién coria por una artieulacién cada vez més larga, ahondando la distancia entre: significante y significado, vaciando a lo represen- tante de toda presencia, incluso mediada, de lo re. Presentado: proceso que culminaré en la proposi- 18 Lee Bfoto et tos Choves, pg, Mt 19 Tbid., pag. 42. hea 30 i6n saussuriana de Ia arbitrariedad del sigmo lin. ‘iistico. De ello resulta que un problema que ig- noraba el siglo xvr va a gobernar todo el period posterior? ze6mo un representante puede relacio. parse con To que representa?=", Mis acé de este problema, el Renacimiento nos remite a ana espe- cio de inocencia o de felicidad perdidas del signo, de las que nos hallarfamos lo més lejos posi Ia actualidad, Pero de las que, en otro sentido, podriamos es: tar lo més cerca posible, ya quo una caracter de Ia semiologia del siglo xv1 radica en la po que asigna a la palabra, Puesto que lo representan- te es en todas partes y siempre homogéneo a 10 que representa, el representante verbal —el len- ‘guaje— no puede ser lo que legaré a ser més tar- de: una sefial mny distinta de lo que desigma, un artefacto que se desarrolla en wn-plano endeble y neutyo com respecto a la diversidad de cosas que nombra. En el Renacimiento, ta palabra es wna cosa: wn signo ni més ni menos espeso que otro y que figura con Ios mismos titalos en la red multi. forme de las signaturas. Si las cosas “ceultan y ‘munifiestan su enigma como un lenguaje”, tam- Dign las palabras “so ofrecen a los hombres como enigmas que hay que descifrar”®: no existe una diferencia ltima entre lo vieible y To enunciado, no hay més que un solo ser, siempre opaco y re. presentativo a la ver Ahora bien, si el mundo ha dejado de ser un longuaje para nuestra cfeneia, go dirfamos hoy dia, en compensacidn, que las palabras tienen en- ‘re elas Ta consistencia de un mundo? ;Acaso Jo 3 Fi ke ca” oe PA: 8 81 que nosotros denominamos solamente— la “literatura” no tionde a restituir. les el espesor de su ser como signo con e! uso anti. discursive, “intransitive” que trata de hacer del Tenguaje, con su rechazo de eonsiderar el verbo u referente? “La «literatura», tal como se ha cons. tituido y se ha designado como tal en el umbrail de Ia edad moderna, manifiesta la reaparietém, ah donde no se Ia esperaba, del ser vivo del lengua. ee Tl tema va a generalizarse de inmediato, Pu este rotorno de la cultura y del saber al lenguaje como una dimensién muestra que’ las condiciona, que hemos aprendido a hacer; nuestra interroge, cién consiguiente al lenguaje como espesor (del tiempo en el siglo xtx, de la estructura en Ia ae. tualidad) y enigma; nuestro estuerzo por hacerle| decir lo que dice sin palabras en su organizacién anterior 2 las alineaciones de palabras; por ltt mo, ia conciencia de que, més allé del eondicionas miento de tal lenguaje, existe el eondicionamienta (tan claro on particalar en el psieoanilisis) de un ser siempre presa del Otro propio del lenguaje; atodo esto, es decir, esta reorientacién deta saber sobre el fondo de la cual se levanta el estrneturg- lismo, no testimonia, acaso, un redescubrimiento inopinado del “ser brato” 2° del lenguaje, olvi desde have tres sigios? Kn suma, una empiria de ignaturas, el saber como téeniea de desciframien to, In desnivelacién de uma muesea entre formas ‘ue son alfernativamente signante y signade por. que el lenguaje no da nunea lengua més que al et Mots et les Chowes, pig. 58. Cf. g, 313 BCE ea, pi. 811. 82 igualmente Jensuaje: esta oxganizaciin comén a nuestra Iite- ratura y 2 nuestras clencias semiolégicas —esta orgenizacién que es el lugar de su extraordinar recorte— {10 haee resurgir, acaso, en el corazin de nuestra epistome la del siglo xvi? ¥ detras del estructuralismo, ;trétase, acaso, de un nuevo Re- nacimiento? El interrogante quiz sea. paradgjieo, pero no resulta absurdo. ¥ todo aquel que preste ofdos al discurso sobre la letra y sobre las figuras litorales, que gobierna toda una parte de ln literatura (y de Jas ciencias de la cultura) en la actualidad, no hsbri. podido dejar de sentirse entre conocides mientras Foucault deseribiré los procedimientos l6gicos y de sefalamiento relacionados con la se rmiologia del siglo xv Sin embargo, en este punto nuestra Jectura de. beri separarse de la de Michel Foucault, distinguir entre esas epistomes que emparienta y practicar entre los conceptos que une, en nombre de la orga- nizaciOn estruetural det signo, un corte, corte del que todos los que realizaremos después no serin on cierto sentido mas que una repeticién, Digamos de inmediate que no es por azar que Ja primera ocasién de sefialar vate corte surja en un desarrollo sobre la literatura y tome de uma dis- cusién sobre Ia literatura Ia mayoria de sus argu mentos: para quien quiera reconocer un retoque témico cuyo nicloo esti dado por una refle. xién sobre el lenguaje, el discurso eserito tendra is de un titulo voeaeién de revelador 24, lndor, por ejemplo, dsl abanien abierto dese aho= a de par en yar en ia breve historia Ge ia orion “extrac 23. la palabra “escrita” ya no tendria “otra cosa que hacer que centellear en el resplandor de su ser”, Ahora bien, no es contradictorio hablar en la | actualidad de un ser de la palabra 0 mas general. mente del signo? :¥ acaso no se levanta fuera de de una la dimension del ser —como del no ser- turat” entre leeturas que, sein nuestra opiniGn, no losrran ‘yer en au mayor's la eperificidad del hecho deve ella Ge haya entregado, por primers ves, 2 is exploraciat mo un evden ia eseritura™y ine que lp seivindiean muy beramente, a cabor: mag allé-de'lo que, en-un primer mo- mento, se habia convenide en situa haje ese momlie, Ene tre las primeras ng sélo hay que inelaty el multiforme die- ‘eurso sobre vel ser” del Janguaje sino [os interpectseiones ieoanalitices —-volvemes @ encontrselae hasta en el Aim to Tosanlgno— que quieren tronaenbir tk lengua el fe Tas palabras, en otvy, que se considera por conrigulente ‘més ptmo, ede Iss pulsiones y de sus slanificanies (ama feos. juny istinta gerta, por supuesty, el deseifeamiontn de fe “eseritera” pulafonal en el mlamno cuerpo; tna ease may dlistinen seria fambidn el genaamionto de fo que Is sacri zu pusde poseer de yalsién propia); y tambien las tater- preticiones mazsistas, —volvurios. 2 encontratlas elise fn of dmbito althusseriano— que siguen reduciendo Ya lor- fn de. um longuaje a] sapesct idealigice por el uve: esta fravade, sin dejar de denplasaro, Entre as Geiae hay {gue incluir en ‘primer lugar, desde luego, las loetares de J. Dorrida, P. Sollars y d. Kvleteva, pone cates tratan de igoetae el eapgcto sin ntavioridad ni origen a la eseziturs fel internovextemo del signe, o mide bien eonmovetlo Giente audi. Las obras ds R. dJakobson, T. Todorov y {G. Genette son le duds Ine que be alfenen oh saa esnetie tala la cblelivider Gel tema nacional extraclurslista, La Ineomprentin te que-a menudo ha sido objeto el disease criti de It Barthes se debe = que obseren Is lusfon ento- f legiea det exeriter sin dejar de refutasle por la seccop= tatién, que. al masnio da. en segaide de Ia excritura. como actividad simbéliea: actividad ie Ia-que enunciatls nels (que sin dada fuers de elia nade tiene ol poder de estudiar. Ja, con fo que va tale sll del estaututalsnao. 4 En las pocas paginas sobre ia literatura que | punttian de tanto en tanto el progreso de Les Mots | 6t les Choses, se repite una expresién enigmatica: | zz para siempre lo que incumbe 2 campo de sige ‘Se puede decir que ol iongusje literario ha re. ehazado al mundo y después con Mallarmé al autor y al lector para mantenerse en su desnadez y es ribirse squi mediante un juego ineesante de re aplicaciones: dobles apenas desnivelados en que, bajo Is fey de lo Mismo, el lenguaje remite a To que al lengnaje e2. Asi se habrian vuelto a cerrar los Jabios

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