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Texto a publicar en revista Migraçoes, Nº 4, Observatorio da Inmigraçao, Lisboa.

Inmigrantes latinoamericanos en España: una visión de conjunto


Walter Actis (Colectivo Ioé)1
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Resumen
El texto presenta la evolución y características de la población procedente de América Latina que ha
emigrado a España. En el contexto de la globalización la inmigración a España ha crecido notablemente
mientras que la importancia de la inmigración latinoamericana no ha dejado de incrementarse. El artículo
presenta los perfiles demográficos, las estrategias migratorias, la influencia de los vínculos
transnacionales en el inicio de la migración y en las prácticas actuales de los emigrados, así como las
diversas formas de inserción laboral y las pautas de movilidad ocupacional en la emigración. A pesar de
la identificación de perfiles y situaciones diferenciadas, en función del país de origen, el sexo o el período
de llegada a España, pueden identificarse algunas características dominantes: 1) incremento durante los
primeros años del siglo, 2) importancia inicial de los flujos femeninos, 3) importancia significativa de las
cadenas familiares en el inicio de la emigración y del envío de remesas en la actualidad, 4) proceso de
movilidad ocupacional descendente en la emigración, compensado parcialmente por los ingresos
salariales y el acceso a servicios públicos (sanidad, educación, etc.). Este cuadro se desarrolló a lo largo
de un ciclo económico expansivo que finalizó a mediados de 2008. El proceso de crisis que se desarrolla
desde entonces abre diversos interrogantes acerca del futuro de los inmigrantes radicados en España, así
como el de la continuidad de los flujos migratorios.

Palabras clave

inmigración, América Latina, movilidad transnacional, perfil demográfico, mercado laboral


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1. Antecedentes

El objetivo de este texto es describir las características de la inmigración


procedente de América Latina hacia España. La cabal comprensión de estos flujos
migratorios no puede alcanzarse sin la consideración de algunos elementos que, por
razones de espacio, no podemos desarrollar aquí, pero que al menos es necesario
mencionar.
El origen remoto de los flujos transoceánicos es el proceso de colonización
española de América, desde Texas hasta Tierra del Fuego, excluyendo los dominios de
Portugal en el actual Brasil. Más de tres siglos de presencia colonial dejaron rasgos y
vínculos que, bajo diversas formas, existen aún, destacando en primer lugar la lengua
española.
El segundo momento histórico clave es el proceso de emigración española, de
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, hacia las nuevas naciones independientes
de América, que se prolongó hasta el exilio republicano tras la guerra civil española

1
E-mail: wactis@colectivoioe.org – Web: www.colectivoioe.org
2

(alrededor de 3,5 millones de migrantes entre 1850-1950). La “huella demográfica” de


esas migraciones persiste hasta la fecha en la existencia de cientos de miles de hijos y
nietos de españoles, nacidos en América, que poseen o tienen derecho a la nacionalidad
española, y en 300.000 personas nacidas en España (CEPAL 2006).
Un tercer momento es el que comienza en los años ’80 del siglo pasado: España
se convierte en país democrático, ingresa en lo que hoy se denomina Unión Europea, su
economía crece, se internacionaliza y sus grandes empresas se expanden, adquiriendo
importancia crucial en varios países latinoamericanos en la década de los ’90, en buena
parte a partir de la adquisición de empresas estatales privatizadas.
Así, la presencia española en América Latina tiene varias “capas” históricas que
se manifiestan en diversos ámbitos de la vida social (cultural, demográfico, económico)
de aquellos países, y que se concretan en distintos tipos de vínculos con la antigua
metrópoli colonial. Dichos vínculos constituyen el marco de fondo en el que se
desplegaron diversos flujos migratorios hacia España a partir de las últimas décadas del
siglo XX.
La sociedad española se caracterizó por su carácter emigrante hasta los años ’70
(en los ’60 aún emigraban unas 100.000 personas por año, generalmente hacia países
europeos). Paralelamente, comenzaron a llegar, de forma incipiente pero significativa,
inmigrantes de otros países. En 1971 el 1,1% de la población española había nacido en
otro país; diez años más tarde el porcentaje había crecido hasta el 1,7%; algo más de la
mitad de esta población poseía nacionalidad española: una parte por ser descendientes
de españoles emigrados y otra por haberla adquirido tras un periodo de residencia en
España. La inmigración, objeto de preocupación en el ámbito europeo, se constituyó en
ámbito de regulación político-jurídica a partir de la promulgación de la primera “ley de
extranjería” en 1986. En 1991 el porcentaje de inmigrados ascendió hasta el 2,2%, cifra
que señala un crecimiento continuo, aunque con cifras aún lejanas a las que predominan
en los principales países europeos receptores de inmigrantes. El incremento más
relevante de la inmigración, inédito en la historia española, se produjo a partir de 1997:
en esa fecha el conjunto de inmigrados representaba el 2,8% de la población (las
personas con nacionalidad extranjera era el 1,6%), en 2005 llegaban hasta el 7,5% y
6,2%, respectivamente, y en 2005 a 10,8% y 9,3%. A partir de entonces el incremento
ha continuado, aunque de forma más moderada: a comienzos de 2009 la población
3

inmigrada supone el 13,8% de la población de España y los que carecen de nacionalidad


española representan el 12%2.
En este contexto cabe ubicar los flujos migratorios llegados desde América
Latina. A partir de las migraciones europeas masivas de finales del siglo XIX quedó
constituido un sistema migratorio que vincula distintos puntos del continente
latinoamericano con el sur de Europa. Una vez conformado este sistema migratorio, la
dirección, el volumen y la composición de los movimientos de población están
condicionados por coyunturas económicas, políticas y sociales concretas. Actualmente
el sistema transatlántico involucra a un número creciente de países latinoamericanos por
un lado, y por el otro a España, Italia y Portugal. A diferencia de las migraciones del
XIX y XX, en este caso los desplazamientos se registran principalmente en dirección
sur-norte, desde Centro y Sudamérica hacia Europa. A su vez, estos se inscriben en
dinámicas migratorias más amplias, que vinculan a los países de origen con otros
destinos migratorios en América, tanto hacia Estados Unidos como hacia otras naciones
latinoamericanas. Por tanto, aunque en lo que sigue nos ciñamos al vínculo América
Latina-España es importante tener en cuenta la incidencia de cambios producidos en
otros destinos migratorios, potenciales o reales (por ejemplo, la creciente dificultad para
entrar a Estados Unidos desde los ’90, o la preferencia por España para emigrados
latinoamericanos que llegaron a otros países europeos por disponer de su nacionalidad,
etc.).

2. Evolución de los migrantes de América Latina en España

Los efectos acumulados de la “década perdida” de los ’80 y de la “era


neoliberal” de los ’90 generaron una importante dinámica emigratoria desde América
Latina. Según datos de la CEPAL a principios del siglo XXI el 1,1% de la población de
la región era inmigrante (nacida en otro país) mientras que los emigrantes representaban
el 4%. En 2000 estos sumaban 21 millones y sólo cinco años más tarde se
incrementaron hasta los 26 millones, cifra que equivale al 13% del total de migrantes
internacionales (CEPAL 2006).

2
Para un análisis más detallado de los cambios históricos de las migraciones desde y hacia España, ver
Colectivo Ioé, 1999.
4

En principio Estados Unidos fue el principal destino de la mayor parte de las


migraciones originadas en el sur del Río Bravo, en los años del cambio de siglo España
se ha constituido en un nuevo polo de atracción, precisamente en el momento de mayor
incremento de dichos flujos. Entre todos los países miembros de la OCDE, en torno al
año 2000 España era el que tenía la mayor proporción de latinoamericanos entre su
población inmigrante: el 36,8%, frente al 25% de Estados Unidos y Países Bajos, el
17% de Japón o el 11% de Portugal, e incluso frente al 30% registrado en México. Por
tanto, en la coyuntura actual se combinan los siguientes elementos: 1) gran crecimiento
de la emigración latinoamericana, 2) incremento sin precedentes de la inmigración
extranjera en España, y 3) creciente peso de los latinoamericanos entre el conjunto de
inmigrantes en España. Este último aspecto queda confirmado analizando la evolución
histórica del porcentaje de latinoamericanos en España: desde 1960 se mantuvieron algo
por encima del 20% (muy por detrás de los originarios de países de la Comunidad
Europea); en 1985 y 1990 descendieron hasta el 16%, debido al empuje de la
inmigración africana, pero en 2000 volvieron a ascender hasta el 21% y en 2005
representaban el 39%, una cifra antes nunca alcanzada. El mayor peso obtenido en los
últimos años no obedece sólo a factores de expulsión de los países de origen o a la
demanda laboral existente en España sino a acciones gubernamentales que le dieron
preferencia, configurando una “inmigración preferida” (Izquierdo et al, 2002), frente a
la hasta entonces predominante procedente de Marruecos.
Además de incrementarse cuantitativamente, a lo largo del tiempo fue
cambiando la procedencia predominante de los latinoamericanos. En torno a 1960 la
colonia más numerosa era la cubana, conformada por exiliados de la revolución; en
1965 crecieron los venezolanos, que configuraron el segundo núcleo nacional tras los
cubanos. Al finalizar los años sesenta también se habían duplicado los argentinos,
colombianos, chilenos y peruanos, como producto del desbloqueo de las relaciones
internacionales en la España de los años sesenta. En los ’70 creció el número de los
procedentes de Uruguay, Chile y Argentina, producto de los exilios generados por las
respectivas dictaduras militares. Más tarde, en los ochenta, aumentó el número de
dominicanos y peruanos. En 1991, tras un proceso de regularización, las principales
nacionalidades eran argentinos, dominicanos y peruanos. Durante los años noventa los
principales países de origen de la inmigración latinoamericana fueron Perú y República
Dominicana. Ya en la época de la “gran migración”, a finales de los ’90 se produce un
gran incremento de colombianos, primero, y ecuatorianos, a continuación. A partir de
5

2001 se suma un nuevo flujo de argentinos, que supera al total de los que hasta entonces
residían en España. En los últimos años, las poblaciones que más han crecido son las
procedentes de Bolivia y Paraguay.
Este cambiante panorama tiene que ver con una variedad de factores que no
podemos analizar en detalle; entre ellos cabe mencionar la situación socioeconómica y
política en los países de origen, las peculiaridades de la política migratoria española
hacia las diferentes nacionalidades, así como el cierre o la crisis de otros destinos
tradicionales de la emigración latinoamericana3. En la Figura 1 queda registrada la
evolución de la población inmigrada (es decir, nacida en aquellos países y radicada en
España) desde América Latina entre enero de 2000 y de 2009.

Figura 1. Nacidos en países de América Latina empadronados en España (enero 2000 a


enero 2009)

País de
nacimiento 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 % (**)
A. LATINA 390.034 646.164 977.706 1.331.796 1.557.131 1.794.433 1.902.000 2.029.493 2.298.787 2.407.402 23,3
Ecuador .. 140.631 259.779 387.565 470.090 487.239 456.641 434.673 458.437 471.425 14,7
Colombia .. 99.942 205.308 259.400 264.503 288.190 286.969 291.676 330.419 354.869 17,5
Argentina 70.491 84.872 118.903 191.653 226.548 260.386 271.444 272.985 290.281 293.227 33,9
Bolivia .. 8.422 15.520 30.556 54.442 99.492 140.740 200.749 240.912 226.033 2,6
Perú .. 47.304 59.035 72.894 88.754 108.026 123.464 136.958 162.425 186.060 25,5
Brasil 25.037 31.938 39.474 47.951 55.014 73.062 93.396 113.448 142.149 152.239 16,0
Venezuela 54.719 62.335 71.597 83.516 100.258 116.173 124.851 130.630 144.593 151.008 57,5
R. Dominicana 32.206 41.073 49.918 59.077 65.777 78.028 87.111 96.672 114.707 128.382 33,3
Cuba 40.637 49.090 57.669 65.737 69.048 76.525 79.228 83.121 92.583 99.783 43,6
Uruguay .. 20.407 27.161 40.524 55.307 70.310 76.635 79.842 87.345 88.918 30,5
Paraguay .. .. .. .. 7.020 17.721 30.155 47.874 68.885 81.589 2,6
Chile .. 24.598 30.768 38.968 44.167 52.620 57.864 60.179 66.874 67.827 27,9
México 16.602 18.900 22.476 28.756 32.304 38.132 40.574 39.125 42.413 45.156 43,8
Honduras .. .. .. .. 6.361 8.322 10.652 15.894 23.673 26.632 8,9

Fuente: elaboración propia en base a INE, Explotación Estadística del Padrón de Habitantes, varios años.
(**) % con nacionalidad española en enero de 2009.

Como puede comprobarse, el incremento numérico ha sido espectacular: de


menos de 400.000 personas se pasa a algo más de 2,4 millones en una década. Además,
se modifican las nacionalidades más numerosas: en 2000 las tres más destacadas eran
Argentina, Venezuela y Cuba; desde entonces predominan Ecuador, Colombia y

3
En este sentido operan las mencionadas dificultades para entrar en Estados Unidos, pero también la
crisis económica argentina, que llevó a una parte de los migrantes bolivianos y paraguayos instalados en
dicho país a trasladarse a España.
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Argentina. Tras estos contingentes, hasta 2004 figuran los nacidos en Venezuela, Perú y
Cuba, pero en 2005 los oriundos de Bolivia se colocan en el sexto puesto y desde el año
siguiente en la cuarta posición. En 2007 los inmigrados de Brasil aparecen en el sexto
lugar y en 2009 ascienden al quinto puesto. Los uruguayos pasan a ocupar el sexto
puesto desde 2006, en tanto que los paraguayos sustituyen en el séptimo lugar a los
chilenos desde 2008. En la actualidad los cinco grupos nacionales más numerosos
proceden de Ecuador, Colombia, Argentina, Bolivia y Perú; en conjunto suman 1,5
millones de personas que suponen el 63,6% del total de latinoamericanos afincados en
España.
Conviene tener en cuenta que hasta aquí nos venimos refiriendo a la población
inmigrada, sin tener en cuenta cuál sea su nacionalidad. Aunque con frecuencia suele
equipararse extranjería (concepto jurídico) con inmigración (concepto sociológico-
demográfico) es evidente que se trata de nociones distintas que, en ocasiones, remiten a
situaciones reales claramente diferenciadas. En el caso español esto resulta evidente,
muy especialmente respecto a los latinoamericanos, debido a peculiaridades de su
ordenamiento jurídico. Por una parte, se considera españoles a los hijos de españoles
nacidos en otro país; por tanto, a partir de la numerosa emigración del pasado existen
miles de latinoamericanos de nacimiento que poseen la nacionalidad española o tienen
derecho a reclamarla4. Por otro, la ley permite el acceso a la nacionalidad española a los
inmigrantes extranjeros radicados en España después de diez años de residencia legal,
plazo que para los latinoamericanos se reduce a dos años. Así, tanto por origen como
por residencia esta población tiene ventajas comparativas para acceder a la nacionalidad
española5.
Por tanto, es importante conocer qué porcentaje de dichas poblaciones tiene ese
estatus, situación que –desde el punto de vista jurídico- los iguala al conjunto de los
autóctonos. Los poseedores de dicha nacionalidad eran más de la mitad (51,6%) de los
latinoamericanos empadronados en enero de 2000. La llegada de cientos de miles de
migrantes a partir de esa fecha redujo sensiblemente el porcentaje hacia 2005 (18,4%);
pero el acceso a la nacionalidad de la población que tenía más de dos años de residencia
legal volvió a elevar la cifra hacia enero de 2009 (23%). Estas cifras presentan una

4
Más aún a partir de una disposición adicional de la Ley de memoria Histórica (2008) que permite a los
hijos y nietos de españoles de origen que perdieron su nacionalidad a consecuencia del exilio.
5
Además, a partir del establecimiento de la libre circulación en el ámbito de la Unión Europea, también
tienen facilidad para radicarse en el país los latinoamericanos de nacimiento que son portadores de
pasaporte de un país comunitario (italianos de Argentina y Uruguay, portugueses de Brasil y Venezuela,
etc.).
7

enorme variación según el país de origen, debido a un cúmulo de factores (importancia


de la emigración española en dicho país, antigüedad de la residencia en España, grado
de facilidad para acceder a un estatus regular en este país, etc.). Las cifras muestran (ver
última columna de la Figura 1) que la situación es muy favorable para los nacidos en
Venezuela (el 58% posee nacionalidad española), México y Cuba (44%), seguidos por
los oriundos de Argentina, República Dominicana y Uruguay (más del 30%). En
cambio, apenas tiene significación para los inmigrados de Bolivia y Paraguay (menos
del 3%); incluso se registran porcentajes modestos en contingentes numerosos con
relativa antigüedad, como los procedentes de Ecuador y Colombia (en torno al 15%). La
Encuesta Nacional de Inmigrantes, realizada por el INE a comienzos de 2007 (ENI
2007), indicó que el 41% de los adultos con nacionalidad española la poseía antes de
emigrar, en tanto que el 59% la adquirió una vez radicado en España.
Los inmigrantes que no poseen nacionalidad española, o de otro país de la Unión
Europea, están sujetos a la legislación de extranjería que les obliga a tramitar una
autorización de residencia. A finales de 2008 había 1.3333.886 latinoamericanos con
autorización legal frente a 1.789.740 inscritos en el padrón de habitantes; la diferencia
(455.854 personas, el 25,5% del total) es un indicador aproximado de la magnitud de la
inmigración que se encuentra en situación irregular. Los grupos nacionales con mayor
índice de irregularidad son los de llegada más reciente a España: paraguayos y
hondureños (más del 70%), bolivianos y brasileños (más del 60%); pero también
resultan significativas las cifras que afectan a chilenos, mexicanos, venezolanos,
uruguayos (en torno al 40%) y argentinos (31%). En cambio, la irregularidad está poco
extendida entre los inmigrantes de Ecuador, Perú, Colombia y República Dominicana
(menos del 10%).
Entre los dos extremos ya citados –nacionalizados españoles e inmigrantes “sin
papeles”- encontramos a los poseedores de autorización de residencia. Estos pueden ser
incluidos en el Régimen General, que regula más estrictamente a la extranjería, o en el
Régimen Comunitario, para familiares de españoles o de ciudadanos comunitarios, que
exime de algunos requisitos, como el de solicitar permiso de trabajo. Según los últimos
datos disponibles, de diciembre de 2008, el 18,5% de los residentes latinoamericanos en
situación legal está inscrito en el régimen comunitario; esta situación es mucho más
habitual entre los nacidos en Méjico, Venezuela, Cuba, Brasil o Argentina (más del
40%), seguidos por los de Uruguay y República Dominicana (algo más del 30%); en
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cambio, incluye a un minoría de bolivianos y ecuatorianos (en torno al 5%) y peruanos


(11%).

3. Sexo, edad y nivel de estudios

Los flujos desde América Latina se caracterizaron inicialmente por un


predominio femenino, que se incrementó hasta el período 1992-1996 (el 62% de los
llegados por entonces eran mujeres), para moderarse a continuación (hasta el 53% en
2002-2006). En general puede afirmarse que en los flujos iniciales predominaron las
mujeres y que con el asentamiento posterior de estos grupos se registra una tendencia –
no concluida- hacia la equiparación entre sexos. De todas formas, el origen nacional
presenta algunos matices importantes respecto a este panorama general. Por ejemplo, la
inmigración desde Argentina presenta mayor incidencia de los hombres precisamente en
los períodos en que se registraron los flujos de entrada más importantes (antes de 1986,
con la llegada de exiliados, y desde 2002 tras la crisis económica del “corralito”). En
cambio, la inmigración colombiana presenta un marcado predominio femenino, que se
hace máximo en la década 1987-1996 (75%) para moderarse sensiblemente en la década
posterior, cuando se produce la migración generalizada. Los casos de ecuatorianos y
bolivianos muestran un perfil similar: mayoría masculina hasta 1986, reemplazada por
predominio femenino en las décadas posteriores, a medida que se generalizaban las
entradas de migrantes. En el caso de Perú la mayoría femenina se registró, ampliándose,
hasta 1996; a partir de entonces la situación se revirtió hacia un predominio masculino.
En síntesis, los datos señalan la existencia de dos pautas diferenciadas entre las
colectividades más numerosas: en los momentos de máxima migración los flujos desde
Ecuador, Colombia, Bolivia y Perú fueron mayoritariamente femeninos mientras que
desde Argentina llegaban más hombres.
En enero de 2009 el 54% de los inmigrantes latinoamericanos adultos eran
mujeres y el 46% hombres. Los grupos más feminizados son, por un lado, aquellos que
están en un proceso de “despegue migratorio” inicial (Paraguay y Honduras, 65%;
Brasil, 60%; Bolivia, 55%); por otro, algunos ya estabilizados en los que se ha
afianzado una mayoría de mujeres (R. Dominicana, Colombia, Venezuela y Cuba, en
torno al 55%). En cambio, otros colectivos nacionales se caracterizan por un mayor
equilibrio entre sexos (Perú, Ecuador, Argentina, Chile y Uruguay).
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Gráfico 1. Inmigrantes latinoamericanos según sexo y país de nacimiento

A. LATINA
Ecuador
Colombia
Bolivia
Argentina
Perú
Brasil
R. Dominicana
Paraguay
Venezuela
Cuba
Uruguay
Chile
México
Honduras
Resto

0% 25% 50% 75% 100%

Mujeres Varones

Fuente: INE, Explotación estadística del Padrón de Habitantes a 1-1-2009 (datos provisionales).

Según la ENI 2007 la edad promedio del conjunto de la población inmigrada


adulta –con 16 o más años- en España es de 38,4 años; por encima de ese valor se sitúan
los inmigrantes de América del Norte (42,3) y la Unión Europea (41,8); el grupo más
joven es el latinoamericano (36,2 años), mientras que las demás poblaciones no
comunitarias se sitúan en torno a los 37 años. Entre los latinoamericanos el perfil más
envejecido corresponde a los llegados de Cuba (48,9), Argentina (40,7) y Uruguay
(39,2); los más jóvenes son los procedentes de Bolivia (30,8), Ecuador (32,7), Brasil y
R. Dominicana (en torno a 34 años); algo más elevada, pero por debajo de la media
general, es la edad promedio de los nacidos en Colombia y Venezuela (36), en tanto que
los de Perú se sitúan exactamente en la media general (38,4).
La variación de la edad media de llegada a España no parece decrecer, de forma
generalizada, en los periodos de migraciones masivas. Ello permite suponer que, aunque
en los periodos de importantes flujos de entrada llega población adulta joven, también
lo hacen adultos de edades maduras –que pueden haber llegado en el flujo inicial o
inmediatamente después- y, probablemente, poca población menor de edad, lo que
tiende a elevar los valores medios. La edad promedio de llegada en el último quinquenio
(2002-2006) fue elevada para los nacidos en Perú (34 años los hombres, 36 las mujeres)
10

y los de Argentina (en torno a los 33 años). Las personas procedentes Colombia tenían
en promedio 31 años. Por debajo de los 30 años de media aparecen los bolivianos (29 y
28) y ecuatorianos (27 y 26). En definitiva, se observa cierta correlación entre
migraciones “nuevas” y promedio de edad bajo (bolivianos y ecuatorianos), pero dicha
pauta no se verifica en todos los casos (argentinos).
En la actualidad el 83,8% de los inmigrados latinoamericanos tiene edad laboral
(entre 16 y 64 años), muy especialmente los nacidos en Paraguay (91%), México, Cuba,
Honduras y Brasil (87% o más). La población infanto-juvenil supone el 14,6% del total
(256.000 individuos), porcentaje que se ve superado entre los nacidos en Ecuador,
Argentina, Uruguay, República Dominicana y Bolivia. En cambio, los ancianos (con 65
y más años) son menos del 2% (algo más de 29.000 personas) y tienen mayor incidencia
entre los migrantes de Argentina, Uruguay y Perú (ver Figura 2).

Figura 2. Inmigrados según grupo de edad y país de nacimiento

País 0-14 15-24 25-44 45-64 65 y + Total


A. LATINA 14,6 16,5 54,1 13,2 1,7 100
Ecuador 18,3 16,1 53,5 11,6 0,6 100
Colombia 14,4 16,4 52,7 14,9 1,5 100
Bolivia 15,0 18,9 56,7 9,1 0,3 100
Argentina 15,6 12,3 50,6 17,4 4,1 100
Perú 10,8 13,4 56,3 16,1 3,4 100
Brasil 12,3 19,4 58,9 8,8 0,6 100
R. Dominicana 15,0 21,5 50,1 11,2 2,1 100
Paraguay 8,5 22,0 56,5 12,5 0,5 100
Venezuela 13,2 14,8 52,8 16,4 2,9 100
Cuba 6,7 11,8 55,2 20,4 5,8 100
Uruguay 15,4 13,6 48,1 18,8 4,0 100
Chile 14,9 14,4 50,1 18,0 2,6 100
México 9,3 12,6 64,7 11,4 2,0 100
Honduras 11,9 21,6 56,4 9,4 0,7 100
Resto países 9,7 18,2 59,3 11,2 1,5 100

Fuente: INE, Explotación estadística del Padrón de Habitantes a 1-1-2009 (datos provisionales).

Los datos aportados por la ENI 2007 indican que la mayoría (59%) de los
adultos latinoamericanos tiene estudios secundarios; el resto se distribuye en dos
bloques extremos: los que cuentan con formación universitaria (22%) y los que no han
superado el nivel primario (19%). Estos datos colocan al contingente latinoamericano,
en conjunto, por detrás de los inmigrantes del mundo desarrollado (América del Norte,
11

Europa Central y del Norte), a nivel similar que los procedentes de Asia y por delante
de los llegados desde África. Sin embargo, estas cifras globales presentan matices de
importancia en función del país de origen (ver Gráfico 2). Por ejemplo, el porcentaje de
universitarios entre los nacidos en Venezuela y Cuba (más del 37%) supera al que de los
inmigrados de Alemania y Francia, en tanto que los de Argentina y Perú presentan
cifras similares a estos (31%). En torno o por debajo de la media continental se sitúan
los universitarios de Brasil, Uruguay y Colombia (entre 18% y 22%); más atrás los de
Bolivia (16%) y más aún los de Ecuador (11%) y República Dominicana (8%). Por el
contrario, entre los llegados de estos dos últimos países el 30% no supera la
escolarización primaria.

Gráfico 2. Nivel de estudios de la población mayor de 15 años, según país de


nacimiento

Resto A.L.
R. Dominicana
Ecuador
Bolivia
Colombia
Uruguay
Brasil
Perú
Argentina
Cuba
Venezuela

0% 20% 40% 60% 80% 100%

Primarios o menos Secundarios Terciarios

Fuente: elaboración propia en base a explotación de datos de la ENI 2007.

En el curso 2007-2008 había 321.000 alumnos latinoamericanos en el sistema


escolar no universitario. El 75,5% estaba matriculado en los niveles de educación
obligatoria (primaria y secundaria), el 12,1% en la educación infantil (hasta 5 años) y
12

sólo el 9,6% asistía a la educación secundaria no obligatoria, más habitualmente a


cursos de formación profesional (5,1%) que a los de bachillerato (4,5%)6.

4. El tránsito hacia España: escalas previas y redes transnacionales

El grueso de los migrantes (89%) hizo un tránsito directo entre el país de


nacimiento y España, aunque existe una minoría que posee una experiencia migratoria
internacional previa, en algunos casos múltiple. Entre otras cuestiones, dicha
experiencia pone de manifiesto la existencia de distintos sistemas y subsistemas
migratorios, que vinculan a países de origen y de destino. Una vez establecidas las redes
de connacionales en la diáspora estos contactos obran como puente para eventuales
nuevas migraciones, que no deben ser contempladas sólo en un sentido bidireccional
entre el país de origen y el de actual residencia; las alternativas para la población
migrante no son sólo la “inserción” o el “retorno”: cabe también la posibilidad de
migrar a un tercer país o de establecer residencias alternadas en más de uno. La
incidencia de las migraciones previas, y los principales países de residencia, quedan
reflejados a continuación: Bolivia: 13% (Argentina y Suiza); Perú: 12% (Argentina,
Japón, Chile, Alemania, Suiza, Venezuela y Brasil); Argentina: 11% (EE.UU., Italia,
Brasil, Chile, Alemania y Reino Unido); Colombia: 10% (Venezuela, EE.UU., Reino
Unido, Italia, Israel) y Ecuador: 4% (Italia, Venezuela, Alemania).
La mayoría de inmigrantes radicados actualmente en España (el 88%) tenía al
menos un familiar residiendo en el exterior en el momento de abandonar su país; el 71%
tenía a dos familiares emigrados, la mitad (51%) a tres personas, una tercera parte
(32%) a cuatro y el 35% a cinco o más. A la luz de estos datos puede afirmarse que la
regla son las migraciones familiares “en cadena”, mientras que la excepción (14% de los
casos) son los traslados que no cuentan con dicha cobertura. Por país de origen, la
migración previa de familiares es mucho más frecuente entre los originarios de Ecuador
(el 93% tenía al menos un familiar fuera y el 49% cinco o más) y más reducida entre los
de Argentina (sólo el 26% cuenta con cinco o más familiares emigrados).
Conocemos también si en el momento de emigrar tuvo influencia alguna persona
oriunda del mismo país que ya estaba radicada en España. Los que más experimentaron

6
Aunque existen diferencias notables por país de nacionalidad: más del 15% de los alumnos peruanos y
cubanos estaban matriculados en este nivel, frente a menos del 6% de los bolivianos y paraguayos y al 7%
de los dominicanos y brasileños.
13

dicho “efecto de atracción” fueron los nacidos en Perú y Ecuador (más del 70%),
Colombia y Bolivia (más del 60%), mientras que entre los llegados de Argentina los
afectados fueron poco más de la mitad (51%). Las redes familiares han jugado un papel
fundamental en la acogida del grueso de la inmigración “económica” procedente de
Perú, Bolivia y Ecuador; colombianos y argentinos se apoyaron también de manera
significativa en redes de amistad, probablemente porque contaban con menos familiares
en España.
Los motivos para emigrar a España introducen nuevas diferencias entre
migrantes de América Latina: la falta de empleo empujó a buena parte de los bolivianos
(46%), ecuatorianos y colombianos (en torno al 35%); las expectativas de obtener un
mejor empleo movieron a la mayoría de bolivianos, ecuatorianos y peruanos; los
motivos familiares destacaron entre argentinos y colombianos (32%); la realización de
estudios entre peruanos (19%) y colombianos (10%) y el traslado laboral por decisión
empresarial entre peruanos y argentinos (en torno al 10%). En síntesis: los factores
laborales y económicos tuvieron un gran peso entre bolivianos y ecuatorianos, en tanto
que otros factores tuvieron mayor incidencia en las demás nacionalidades,
especialmente los motivos familiares para argentinos y colombianos.
¿Con quién emigraron a España (desde el país de origen o desde un tercer
estado) los adultos encuestados por la ENI 2007? El 28% de los latinoamericanos lo
hizo acompañado por todo el núcleo familiar con el que convivía, y el 11% por una
parte del mismo; en cambio, el 58% emigró sin familia y un 3% acompañado por
familiares con los que no convivía. Obviamente, estas son circunstancias muy
diferentes, que condicionan de forma específica las formas de instalación en el nuevo
país de residencia. Los que más emigraron sin compañía de ningún familiar fueron los
nacidos en Ecuador (75%), Brasil, Perú y Colombia (70%); en cambio, la migración de
núcleos familiares completos fue mucho más frecuente entre los nacidos en Argentina
(47%) y Venezuela (40%); la llegada con una parte del núcleo familiar destaca entre los
oriundos de Perú y Bolivia (13%), República Dominicana y Ecuador (11%); el viaje con
familiares con los que no se convivía fue algo más habitual entre la población
procedente de República Dominicana (8%), Brasil y Bolivia (5%).
14

Gráfico 3. Con quién realizó la emigración a España, según país de nacimiento

Argentina

Venezuela

Cuba

R. Dominicana

Bolivia

Colombia

Perú

Brasil

Ecuador

0% 20% 40% 60% 80% 100%

Familia Parte familia Otros fliares. Sin familiares

Fuente: elaboración propia en base a explotación de datos de la ENI 2007.

5. Hogares migrantes, parejas y familias transnacionales

Los hogares son unidades de convivencia, es decir, todos los individuos que
habitualmente comparten la misma vivienda, independientemente de cuáles sean los
vínculos que los unen. Por tanto, el hogar puede albergar a familiares y no familiares, o
a más de un grupo familiar. En España hay alrededor de 800.000 hogares en el que al
menos uno de sus miembros ha nacido en América Latina; los más numerosos son los
que incluyen a inmigrantes de Ecuador y Colombia (130.000); seguidos por los de
Argentina (112.000); menor magnitud tienen los que cuentan con personas nacidas en
Bolivia y Perú (en torno a 60.000 cada uno). El tamaño medio de estos hogares es de
3,6 personas, superior al de los hogares españoles (2,9 según el Censo de 2001). Los de
mayor tamaño corresponden a nativos de Bolivia (4,7 personas vs. 2,1 en el país de
origen), Ecuador (4,1 vs. 2,9) y Perú (3,8 vs. 2,8); los más reducidos a los de Colombia
(3,4 vs. 3,2) y Argentina (3,1 vs. 2,1). En todos los casos el tamaño de los hogares en la
emigración es mayor al que tenían estas personas en el país de origen, circunstancia que
se debe, por un lado, a la necesidad de compartir vivienda con personas ajenas al núcleo
15

familiar durante la primera etapa en España y, por otro, al crecimiento demográfico de


las familias con el paso del tiempo.
La inmigración que más habitualmente forma hogares “multinacionales” -con
miembros procedentes de diversos países, independientemente de que existan o no lazos
familiares- es la procedente de Ecuador (el 13% de los hogares, en primer lugar con
oriundos de Bolivia, pero también de Colombia y Perú). Otros casos significativos son
los de los originarios de Colombia (el 9% comparte residencia preferentemente con
inmigrados de Bolivia y Ecuador), Argentina (el 8%, con originarios de Perú y Bolivia)
y Bolivia (el 7%, con ecuatorianos, además de argentinos y peruanos). Por tanto, se
trata de una pauta de convivencia minoritaria en la que se incorporan casi siempre otros
inmigrados de Latinoamérica.
La ENI 2007 informa sobre distintos tipos de relación posibles en los hogares:
parentesco, no parentesco o vínculo laboral. Partiendo de esta información distinguimos
tres grandes tipos: 1) los hogares unipersonales; 2) aquellos en los que sólo existen
lazos de parentesco y, 3) otros en los que se combina parentesco con otras relaciones o
que reúnen a personas sin ningún vínculo familiar. Puede suponerse que el segundo tipo
se acerca a la imagen “normalizada” del hogar nuclear (aunque, además del caso de
parejas con o sin hijos, podemos encontrar hogares monoparentales o alguno formado
sólo por hermanos y hermanas), y los demás constituyen una variedad de formas de
hogar “atípicas”, utilizando dicha caracterización sólo desde un punto de vista
descriptivo, por su diferencia respecto a la pauta social dominante, sin introducir ningún
criterio valorativo al respecto.
Los latinoamericanos presentan menos hogares unipersonales (7%) que la media
general de inmigrantes; la mayor incidencia corresponde a los nacidos en Argentina
(12%) y la menor a los de Bolivia (menos del 1%). También es inferior la presencia de
hogares en los que sólo hay familiares “directos”7 (48%), y nuevamente se registra una
clara polarización entre argentinos (66%) y bolivianos (19%). En concordancia con
estas cifras, los hogares “atípicos” tienen gran incidencia entre los migrantes de Bolivia
(el 17% reúne familiares “directos” con no familiares; el 18% familiares y no
familiares; 8% familiares directos y otros; 10% sólo con vínculos laborales) y son casi
inexistentes entre los nacidos en Argentina. Además, los hogares donde coexisten
familiares directos y otros parientes destacan entre los peruanos (34%), los que reúnen a

7
Progenitores, hijos/as o hermanas/os.
16

familiares directos y no parientes entre los ecuatorianos (15%), los que combinan a
familiares de distinto tipo y no familiares entre ecuatorianos y peruanos (en torno al
7%), mientras los que sólo presentan vínculos laborales encuentran la misma
significación para peruanos, colombianos y ecuatorianos (1% de los hogares).

Gráfico 4. Tipo de hogar según país de nacimiento

A. LATINA

Ecuador
Unipersonal
Colombia Familiares directos
Directos y otros familiares
Argentina Familiares y no familiares
Sin parentesco
Bolivia

Perú

0% 20% 40% 60% 80% 100%

Fuente: elaboración propia en base a explotación de datos de la ENI 2007.

Esta tipología de hogares está claramente influida por el tiempo de residencia en


España. Los unipersonales y los formados sólo por familiares “directos” tienen mayor
incidencia cuanto más antiguo es el asentamiento en España; en cambio, las formas de
hogar “atípicas” encuentran máximo desarrollo entre las personas de llegada más
reciente. Esta pauta está relacionada, por un lado, con la edad avanzada de muchas
personas que viven solas (y llegaron hace tiempo) y, por otro, con un proceso de
“asentamiento” que, con el paso del tiempo, permite a las poblaciones inmigrantes
circunscribir su ámbito de convivencia cotidiana sólo a relaciones de parentesco directo.
En cambio, las distintas combinaciones que incorporan a otros familiares, no familiares
y trabajadores predominan en las primeras etapas migratorias, en estrecha vinculación
con las dificultades de acceso a la vivienda y a empleos con retribuciones suficientes
para los miembros de la familia.
17

El 46% de los hombres y el 44% de las mujeres adultas inmigrados de América


Latina están casados o tienen pareja estable; el 60% de estos hombres y el 54% de las
mujeres establecieron su pareja antes de emigrar, el resto lo hizo una vez radicado en
España. La mayor parte de las parejas reúne a personas del mismo origen nacional,
aunque en este aspecto se observan diferencias importantes en función del sexo: son
más dados a la “endogamia nacional” los hombres (71%) – especialmente los nacidos
en Ecuador y Bolivia (en torno al 90% de los casados)- que las mujeres (57%) –aunque
el 85% de las bolivianas tiene como pareja a un hombre boliviano. Tienen pareja
española el 35% de las mujeres (especialmente las de Colombia, Argentina y Perú), y el
22% de los hombres (particularmente los de Argentina y Perú). Las parejas entre
inmigrantes de distintos países conciernen al 7% de los latinoamericanos de ambos
sexos, cifra superada por los hombres originarios del Perú y Argentina y las mujeres de
Colombia. Las parejas de connacionales son predominantes cuando se han formado
antes de emigrar; en cambio, entre las que se formalizan después de la migración
predominan los vínculos con personas autóctonas. Esta circunstancia debería ser
suficientemente valorada cuando se hace referencia a las posibles “dificultades para la
integración” de poblaciones de origen extranjero, pues resulta obvio que para muchos la
convivencia más allá del grupo nacional se establece en la propia familia. Los más
reacios a estas prácticas son los hombres nacidos en Ecuador (apenas el 8% tiene pareja
no ecuatoriana).
Las parejas separadas por la migración, con uno de sus miembros en un país
latinoamericano, suman unas 84.000 (20.000 de Ecuador, más de 10.000 de Perú,
Colombia y Bolivia). El 66% de los inmigrantes adultos tiene al menos un hijo;
especialmente los procedentes de Ecuador (72%), seguidos por los de Colombia y
Bolivia (el 68%). Hay alrededor de 225.000 padres y madres menores de 45 años (el
30% del total en esa franja de edad) que tienen a sus hijos en el país de origen; las tasas
más elevadas corresponden a los inmigrantes de Bolivia (el 54% de los padres y
madres), más atrás los de Ecuador, Perú (32%) y Colombia (30%); menos frecuente es
el caso entre los originarios de Argentina (7%).
La aportación demográfica de los migrantes va más allá de los propios flujos
migratorios: cuentan también sus hijos nacidos en la emigración. Entre 1998 y 2008
nacieron en España 230.700 niños de madre con alguna nacionalidad latinoamericana8,

8
Las estadísticas tienen en cuenta la nacionalidad de los padres, no el país de nacimiento. Por tanto,
desconocemos las cifras de nacidos de inmigrantes que poseen la nacionalidad española.
18

cifra que equivale al 38,9% de los nacidos de madre extranjera y al 4,9% del total de
nacimientos ocurridos en el país en dicho período. Por número, destacan los
nacimientos de madres ecuatorianas (77.388), seguidas a distancia por las colombianas
(40.738), las bolivianas (23.727), las argentinas (16.788), las brasileñas y peruanas (en
torno a 16.000 cada una) y las dominicanas (11.137). La verdadera significación de
estos nacimientos se obtiene al ponerlos en relación con el número de mujeres en edad
fértil 8entre 15 y 49 años); al hacerlo se observa (ver Figura 3) como, en general, la
proporción de nacimientos descendió hasta 2005-2006, a medida que llegaban más
mujeres en edad fértil, para volver a incrementarse desde entonces, una vez estabilizada
una parte de la nueva migración. Aún así, en 2008 nacieron menos niños por mujer en
edad fértil (5,1) que en 2001 (6,8). Los porcentajes más elevados corresponden a
bolivianas, paraguayas y ecuatorianas (más de 5 hijos por cada 100 mujeres en edad
fértil) y los más bajos a las argentinas, cubanas y uruguayas (4 hijos).

Figura 3. Hijos nacidos por cada 100 mujeres entre 15 y 49 años, según país de
nacimiento de las mujeres

País 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008


A. LATINA 6,8 6,3 5,4 5,3 4,8 4,9 5,4 5,1
Ecuador 9,3 7,8 6,7 6,0 5,2 5,1 5,6 5,8
Colombia 7,0 5,6 4,5 4,4 4,2 4,1 4,5 4,3
Bolivia 9,0 8,3 7,3 7,6 6,7 6,5 7,0 5,9
Argentina 7,2 7,5 5,1 4,9 4,7 5,0 5,4 3,9
Brasil 6,7 5,3 4,9 5,4 4,9 5,1 5,7 5,3
Perú 4,9 4,4 4,2 4,5 4,3 4,9 5,0 5,1
R. Dominicana 3,6 3,9 3,8 3,9 3,7 4,9 5,4 5,2
Cuba 6,3 4,9 4,6 4,4 4,3 4,5 3,9 4,0
Venezuela 4,5 3,9 4,2 4,2 3,9 4,4 5,0 4,6
Paraguay ** ** ** ** 5,5 5,1 5,8 5,8
Uruguay 6,4 6,0 6,2 5,7 5,0 4,9 4,9 4,0
Chile 5,9 4,9 4,2 4,4 4,1 4,4 4,4 4,1
México 6,2 6,2 4,4 4,0 3,5 3,8 4,8 4,7
Honduras ** ** ** 5,1 5,1 5,4 5,5 5,3
Fuente: elaboración propia en base a INE, Padrón de Habitantes y Movimiento Natural de la Población,
varios años.

6. Inserción laboral y movilidad ocupacional

Para comprender la dinámica de empleo de los inmigrantes conviene apuntar que


en el período 1999-2008 en España la ocupación aumentó sensiblemente (de 14,6 a 20,4
19

millones en el segundo trimestre de cada año). Este proceso fue parte del ciclo
expansivo más prolongado de la economía española; a partir de entonces los niveles de
ocupación han descendido (hasta 18,9 millones en el segundo trimestre de 2009). El
grueso de los inmigrantes latinoamericanos se incorporó durante el período de auge,
etapa a la que se ciñe el análisis que sigue. Conviene tener en cuenta esta advertencia,
puesto que en el proceso de crisis actual es previsible que la situación haya empeorado y
continúe haciéndolo durante un tiempo y con una profundidad que no podemos prever.
Comparando la situación en el país de origen y España de quienes emigraron con
edad laboral (entre 16 y 64 años) se constata que el proceso migratorio implicó de forma
especial a quienes ya estaban incorporados a la actividad económica, es decir, estaban
trabajando o eran desempleados en busca de empleo9. Esta conclusión se deriva de la
comparación entre la tasa de actividad de los emigrados en el momento de salir del país
con la existente para el conjunto de la población en dicho país. La diferencia más
notoria corresponde a los emigrados de Argentina (diferencia de 15 puntos
porcentuales), seguidos por los de Brasil y Colombia (7 puntos); menor diferencia
encontramos entre los llegados de Ecuador, Perú, Venezuela y Cuba (en torno a 4
puntos). En el caso de los bolivianos la diferencia es poco apreciable (1%) mientras que
entre los dominicanos es negativa (-4%, es decir que los emigrados tenían una tasa de
actividad inferior que la vigente en el conjunto del país, circunstancia debida a la
emigración de mujeres que salieron hacia España sin experiencia laboral
extradoméstica).
En el momento de emigrar, más de la mitad de los adultos tenía empleo; las tasas
más altas correspondían a los hombres de Cuba, Ecuador y Argentina y a las mujeres de
Brasil (más del 70%); las más bajas a las mujeres de República Dominicana (43%) y
Cuba (46%). Resulta interesante analizar la movilidad laboral transnacional
experimentada por este segmento de migrantes, comparando las características del
último empleo desempeñado antes de emigrar y el primero obtenido en España. Para
ello utilizaremos tres indicadores: la duración de la jornada laboral, la duración del
vínculo laboral y el estatus ocupacional.
En cuanto a la duración de la jornada laboral encontramos tres situaciones
diferenciadas: los que experimentaron una disminución de la misma (los llegados desde
Cuba, Colombia y Perú trabajaron 2 o 3 horas semanales menos), los que

9
Los datos de este apartado proceden de una explotación de los microdatos de la ENI 2007.
20

experimentaron cambios poco significativos (inmigrados de Ecuador, Brasil, Argentina


y Venezuela) y los que vieron incrementada su jornada (República Dominicana: 1,5
horas; Bolivia: 6,4 horas10).
Respecto al tipo de vínculo laboral, comparamos los casos que pasaron de
empleo temporal a fijo (movilidad ascendente) con los que hicieron el recorrido inverso
(movilidad descendente). En todos los casos predominó la movilidad descendente; el
deterioro más significativo lo sufrieron los hombres de Brasil y Venezuela y los
cubanos de ambos sexos (diferencia de más de 50 puntos entre movilidad descendente y
ascendente); los menos notables afectaron a mujeres dominicanas, colombianas,
peruanas y ecuatorianas (menos de 20 puntos de diferencia).
La distribución de empleos en España entre las diferentes ramas de actividad
muestra una fuerte concentración: el 34% de los hombres se empleó en la construcción
y el 32% de las mujeres en el servicio doméstico; además, ambos sexos se ocuparon en
la hostelería (el 11% de los hombres y el 18% de las mujeres), el comercio (el 12% de
cada sexo), los hombres en la industria (15%) y las mujeres en servicios inmobiliarios
(13%).
Para analizar la movilidad de estatus utilizamos una escala de cuatro
posiciones11. Descontando a quienes no han cambiado de estatus, la diferencia entre los
que han experimentado un descenso y quienes han ascendido de categoría muestra un
predominio neto de la movilidad descendente, mayor en el caso de las mujeres (más de
la mitad de las bolivianas y peruanas, en torno al 45% de las colombianas, ecuatorianas,
dominicanas y cubanas) que en el de los hombres (más del 45% de los brasileños,
colombianos y bolivianos, un tercio de los ecuatorianos y peruanos). También
experimentaron un descenso, aunque de menor envergadura, las mujeres de Venezuela,
Argentina y Brasil (en torno al 35%) y los hombres de República Dominicana (11%),
Venezuela y Argentina (21%).
Lamentablemente no conocemos los ingresos en el momento de emigrar, lo que
impide comparar la evolución de este elemento fundamental, aunque todo indica que el
volumen absoluto de ingresos aumentó en la emigración. Por lo demás, la movilidad
laboral trasnacional tuvo un carácter negativo, expresado en una caída neta de estatus

10
En su mayor parte este incremento de jornada obedece a la situación de las mujeres que trabajaban
como empleadas domésticas internas.
11
Empleos de cuello blanco (no-manuales) de alta cualificación; de cuello blanco de baja cualificación;
de cuello azul (manuales) cualificados y de cuello azul no cualificados. El paso desde las primeras hacia
las últimas se entiende como movilidad ascendente y el proceso inverso como movilidad ascendente.
21

laboral y un incremento de la temporalidad laboral; para algunos colectivos, además, se


produjo un incremento de la jornada laboral, aunque otros experimentaron una
reducción importante.
El proceso de movilidad laboral no se agota con este primer tránsito. Una parte
significativa de los migrantes (28%) sólo ha tenido un empleo en España pero el resto
ha cambiado al menos una vez de ocupación, lo que permite comparar la situación del
primer empleo y del actualmente ocupado, analizando el proceso de movilidad laboral
en la emigración. De cada 100 trabajadores que cambiaron de empleo 60 lo hicieron
también de rama de actividad; entre los hombres destacan los desplazamientos hacia la
construcción y la pérdida de peso del empleo agrícola; entre las mujeres un abandono
significativo del servicio doméstico hacia otros empleos del sector servicios
(especialmente comercio y servicios a empresas).
La evolución de la jornada semanal media experimentó una reducción de tres
horas entre el primer empleo (44,4 horas) y el actual (41,4). Esta evolución favorable se
registró en casi todos los grupos estudiados. Las excepciones, que sufrieron un
incremento de jornada, fueron los hombres dominicanos (incremento de 2,1 horas
semanales), los de Bolivia (0,5) y los de Perú (0,2). En cambio, las reducciones de
jornada más notables correspondieron a las mujeres de Bolivia, que partían de una
jornada elevadísima (reducción de 14 horas), de Ecuador y Perú (6,5 horas), Brasil,
Colombia, y República Dominicana (en torno a 5 horas). En la mayoría de los casos esta
disminución de la jornada está relacionada con la salida del empleo doméstico interno.
El balance global, comparando la jornada en el país de origen y la actual, muestra (ver
Gráfico 5) una mejora para todos los grupos nacionales estudiados, especialmente para
colombianos, peruanos, ecuatorianos y cubanos.
22

Gráfico 5. Duración de la jornada semanal en el empleo en el país de origen, el primero


en España y el actual, según país de nacimiento

Venezuela

Brasil

Argentina

R. Dominicana
Empleo actual
Bolivia Primer empleo
País de partida
Cuba

Ecuador

Perú

Colombia

20 40 60

Fuente: elaboración propia en base a explotación de datos de la ENI 2007.

En cuanto a la duración del vínculo laboral (relación temporal o indefinida) la


comparación entre el primer y el último empleo muestra una mejoría considerable. Por
un lado, más de la mitad (53%) de quienes han cambiado de empleo mantuvieron el
mismo tipo de vínculo laboral; por otro, entre aquellos que lo vieron modificado es
sensiblemente mayor el porcentaje que ha pasado de asalariado temporal a fijo (32%)
que el de quienes han recorrido el proceso inverso (5%). Las mejoras más notables
correspondieron a hombres de Venezuela, Perú y Cuba, y a mujeres de Brasil. La
experiencia inversa (paso de fijo a temporal) fue más habitual entre las mujeres de
República Dominicana (18% de las que cambiaron de empleo), Brasil, Argentina y
Venezuela (alrededor del 10%) y hombres dominicanos (8%). En definitiva, para algo
más de la mitad de quienes cambiaron de trabajo en España la duración del vínculo
laboral no se modificó; el resto registró un cambio mucho más positivo que negativo.
Sin embargo, conviene no olvidar que el punto de partida (el primer empleo en España)
había significado un retroceso importante respecto al último empleo ocupado en el país
de origen. Si establecemos la comparación entre éste y el último empleo en España el
balance es más equilibrado: el 56% continúa en la misma situación, el 19% ha mejorado
23

(pasó de temporal a fijo) pero el 21% ha visto deteriorada su posición (de fijo en el país
de origen a temporal en España).

Figura 4. Movilidad de categoría laboral entre el país de origen y el empleo actual,


según país de nacimiento

País de Ascendente Descendente


nacimiento Igual (a) (b) (a) - (b)
A. LATINA 45,1 11,0 43,9 -32,9
Ecuador 40,6 13,8 45,7 -31,9
Colombia 45,8 9,7 44,5 -34,8
Argentina 58,0 11,4 30,6 -19,3
Bolivia 35,7 6,0 58,3 -52,3
Perú 44,3 8,3 47,4 -39,1
Venezuela 52,0 12,0 36,0 -23,9
Brasil 39,2 6,4 54,4 -48,0
Cuba 46,5 12,5 41,0 -28,5
R. Dominicana 42,2 14,4 43,4 -29,1
Uruguay 48,2 18,3 33,6 -15,3
Resto de países 50,7 7,1 42,2 -35,2

Fuente: elaboración propia en base a explotación de datos de la ENI 2007.

Respecto a la categoría laboral el resultado global indica que el 53% no ha visto


modificado su estatus ocupacional entre el primer empleo en España y el actual,
mientras que el 17% ha experimentado una movilidad descendente y el 30% un proceso
de ascenso ocupacional. Por tanto, el balance –previo a la crisis de empleo de 2008-
muestra un proceso de transformación limitado12 con una tendencia a la movilidad
ascendente (30% - 17%). Los grupos con mayor movilidad ascendente fueron hombres
de Venezuela, Cuba y Argentina (más del 35%) y mujeres de Colombia y Argentina (en
torno al 33%). Los de mayor movilidad descendente los hombres de República
Dominicana, Brasil y Cuba (25 a 30%) y las mujeres de Colombia y Ecuador (más de
20%), Brasil, Perú y Cuba (19%). Los que más han mantenido su estatus los hombres de
Ecuador (58%) y las mujeres de Bolivia y Venezuela (en torno al 66%), Perú y Cuba
(alrededor del 60%). Cabe apuntar que la movilidad ascendente en la emigración no ha
conseguido compensar el efecto de movilidad descendente que se produjo al cambiar de
país. En el conjunto de la trayectoria laboral el 45% de los trabajadores migrantes no ha

12
Conviene recordar que, además de los que no han cambiado de empleo sin modificar su categoría
laboral (en torno a 1 millón de ocupados), existe un millón de trabajadores inmigrados que no ha
cambiado nunca de empleo.
24

cambiado de estatus, en tanto que el 11% lo mejoró y el 44% lo empeoró; por tanto, en
el balance global la movilidad neta continúa siendo negativa (11% - 44%). Como puede
verificarse por los datos de la Figura 4 este proceso negativo se constata en todos los
grupos nacionales, pero muy especialmente en el boliviano y el brasileño.
En suma, aunque la movilidad laboral en España registra características positivas
(reducción de la jornada, de la temporalidad laboral y mejora de la categoría laboral)
este proceso no logra compensar el deterioro de las condiciones laborales respecto a las
que se disfrutaban en el país de origen. Ante esta evidencia parece obvio que una de las
claves económicas de la migración es el nivel de ingresos que se obtiene, incluso en
empleos de peor calidad que los desempeñados en origen. El salario medio de los
latinoamericanos en 2006 (según la ENI 2007) era de 1.038 euros (1.242 los hombres y
837 las mujeres); los más elevados correspondían a hombres argentinos y cubanos (más
de 1.400 euros) y los más bajos a mujeres bolivianas (680), dominicanas y ecuatorianas
(menos de 800 euros). Según la Encuesta de Estructura salarial de 2006 estos ingresos
eran inferiores a los percibidos por los trabajadores españoles (1.677 euros) y por los
originarios de la Unión Europea de 25 miembros (1.720 euros). Sin embargo, en
comparación con los vigentes en los países de origen se trata de una ventaja
comparativa de peso indudable. Uno de los efectos de este diferencial de renta se
expresa, como veremos, en el envío de remesas al país de origen

7. Vínculos con el país de origen: proyecto migratorio, viajes y remesas

La reciente llegada del grueso de la inmigración latinoamericana plantea un


interrogante: ¿se trata de poblaciones decididas a instalarse en España o se trata de
asentamientos temporales?. La información disponible muestra (ver Figura 5) que la
mayoría (77%) tiene decidido permanecer en España al menos durante los próximos
cinco años (especialmente colombianos y argentinos); el 10% pretende retornar antes de
cinco años al país de origen (en especial bolivianos -23%- y ecuatorianos -14%-), un
1% planea emigrar a otro país y el resto no tiene claro su proyecto. Los más dispuestos
a retornar son personas jóvenes con poco tiempo de residencia en España. Tal decisión
puede modificarse en uno u otro sentido; por un lado, a medida que transcurra el
tiempo, el proceso de “asentamiento” puede diluir el proyecto de retorno; por otro, las
dificultades económicas o el cumplimiento del proyecto migratorio pueden acelerarlo.
Pero la potencial entrada de inmigrantes a partir de procesos de reagrupación
25

compensaría con creces la disminución de población originada por eventuales procesos


de retorno o reemigración. Los más dispuestos a traer a algún familiar son personas
nacidas en Ecuador, Perú y Colombia (más del 42%); también es importante entre los
llegados de Bolivia (31%) y menos significativo entre los de Argentina (8%) (ver última
columna de la figura 5). Por tanto, al menos en el plano de las intenciones –a salvo de la
influencia de otros procesos- la población emigrada a España tenderá a operar como
factor de atracción de nuevos flujos.

Figura 5. Proyecto migratorio y de reagrupación familiar, según país de nacimiento

Planes para próximos 5 años Intención de


País de Ir a otro traer
nacimiento Permanecer Regresar país No sabe familiares
A. Latina 76,7 10,3 1,3 11,7 32,5
Ecuador 70,5 14,1 1,1 14,3 47,0
Colombia 83,8 6,8 1,3 8,0 44,6
Argentina 82,0 6,8 1,1 10,2 9,0
Bolivia 59,2 23,6 1,0 16,2 31,4
Perú 79,0 6,3 1,5 13,2 43,6
Venezuela 89,4 2,4 1,6 6,7 11,7
Brasil 79,0 10,3 1,1 9,7 17,6
Cuba 90,8 2,2 ,6 6,3 33,4
R. Dominicana 73,6 9,0 2,6 14,8 51,9
Resto de países 66,9 16,9 1,2 15,0 23,1

Fuente: elaboración propia en base a explotación de datos de la ENI 2007.

Los contactos con personas en el país de origen son muy habituales entre los
migrantes latinoamericanos radicados en España: más del 96% se comunica
telefónicamente, casi la mitad (47%) utiliza Internet (desde el 68% de los argentinos,
hasta el 24% de los ecuatorianos) y muy pocos (11%) el correo postal. Otra forma de
contacto son los viajes al país de origen; sin embargo, nunca ha viajado la mayoría de
bolivianos (78%) y un buena parte de los oriundos de Ecuador, Perú y Argentina
(alrededor del 40%) y Colombia (38%). El promedio de viajes para cada adulto es de
1,4; los latinoamericanos viajan menos a sus países de origen que otros inmigrantes (el
conjunto de extranjeros ha viajado 3,8 veces, especialmente europeos y marroquíes); los
motivos tienen que ver con la distancia y el coste del viaje, pero también con la
situación de irregularidad que impide, o ha impedido, salir de España y retornar a
26

continuación. Sin embargo, cuando lo hacen su estancia se prolonga por más tiempo (41
días de promedio frente a los 33 del conjunto de inmigrantes), especialmente en el caso
de los originarios de Bolivia (52 días), Ecuador (46) y Colombia (44). Los viajes de
larga duración son más frecuentes entre inmigrantes de baja posición económica; el
elevado coste del viaje conduce a espaciar los desplazamientos a cambio de prolongar
las estancias, circunstancia que está más al alcance de las personas menos integradas en
el mercado de trabajo (en especial las que se sitúan en los polos de la pirámide de edad).
En torno a la mitad de los inmigrados adultos envía dinero a su país de origen.
Esta situación es mucho más habitual entre los originarios de Ecuador, Colombia y
Bolivia (en torno al 65%) y Perú (58%) que en el caso de los procedentes de Argentina
(21%). Existen también diferencias en cuanto a la frecuencia de los envíos: sólo el 39%
de los argentinos remesadores lo hace mensualmente, en tanto que en las demás
nacionalidades el porcentaje supera el 65%. En cuanto al monto de dinero promedio
enviado durante al año 2006 el promedio de los latinoamericanos fue de 2.096 euros
(2.310 los hombres y 1.919 las mujeres). También en este aspecto se registra una
diferencia entre argentinos (promedio de 1.445 euros) y el resto de latinoamericanos (en
torno a 2.200 euros). Los principales destinatarios de las remesas son los padres de los
emigrantes (60%, especialmente ecuatorianos y colombianos), seguidos por sus hijos
(30%, de forma destacada bolivianos y peruanos) y hermanos (22%, ecuatorianos y
colombianos); en menor medida se dirigen a otros familiares (15%, argentinos,
bolivianos y ecuatorianos) o a la pareja (8%, peruanos y bolivianos).
Según los datos publicados por el Banco de España el volumen total de remesas
desde España hacia América Latina creció continuamente hasta el segundo trimestre de
2008, para iniciar una caída que en el primer semestre de 2009 aún no se ha detenido.
Las cifras totales pasaron de 3 millones de euros en 2004 a 5,5 millones en 2007 para
descender al año siguiente; en el ínterin el Banco de España procedió a modificar la
metodología de cálculo de las remesas, por lo que las cifras de 2008 no son comparables
con las de años anteriores. Utilizando las últimas en vigor los principales países de
destino de las remesas, y su variación entre 2007 y 2008 quedan reflejados en la Figura
6. Los datos muestran que, por su volumen, las remesas más cuantiosas se dirigen a
Colombia y Ecuador y en tercer lugar a Bolivia. Sin embargo, poniendo en relación el
monto de las remesas con el volumen de la población inmigrada quienes más envían
dinero a sus países de origen son paraguayos y colombianos (más de 4.000 euros por
persona), seguidos a distancia por bolivianos, brasileños, dominicanos y ecuatorianos
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(más de 2.000 euros) y a mayor distancia por los peruanos (1.255 euros). Menor que
éstas resulta la aportación de los argentinos que, con cifras de 2007, se situaban en los
425 euros de promedio por persona.

Figura 6. Destino de las remesas desde España (en miles de euro). Años 2007 y 2008

País 2007 2008 diferencia remes/inmigr.


Colombia 1.545.300 1.411.200 -134.100 4.271
Ecuador 1.238.500 1.050.600 -187.900 2.292
Bolivia 793.700 721.300 -72.400 2.994
Brasil 405.300 384.200 -21.100 2.703
Paraguay 270.200 305.800 35.600 4.439
R. Dominicana 346.200 290.100 -56.100 2.529
Perú 185.800 203.800 18.000 1.255

Fuente: elaboración propia en base a Banco de España, www.remesas.org y Padrón de habitantes.

9. Un balance lleno de interrogantes

La inmigración procedente de países de América Latina se ha convertido en un


fenómeno destacado en España, coincidiendo con un período de auge económico,
finalizado a mediados de 2008 y de crecimiento sin precedentes de la inmigración
extranjera. A partir de 2000 se establecieron algo más de dos millones de nuevos
residentes, que se sumaron a unos 400.000 que ya se encontraban en el país.
Paralelamente al incremento de flujos se produjeron variaciones en la composición
nacional de los mismos, en función de las coyunturas de los países de origen, de las
políticas migratorias españolas y del cierre de otros posibles destinos migratorios.
Este conglomerado poblacional tiene en común la procedencia de un mismo
subcontinente, el conocimiento de la lengua oficial española (excepto el caso de los
brasileños), el disfrute de algunas ventajas legislativas respecto al resto de la
inmigración no comunitaria, así como la percepción por parte de los españoles de
constituir un bloque diferenciado –y mejor valorado- que el resto de extranjeros no
europeos. A partir de estos elementos comunes hemos podido identificar la existencia
de flujos diferenciados en el tiempo, de perfiles demográficos, de estrategias e
itinerarios migratorios diferenciados. En algunos casos, sin embargo, dado lo reciente
de algunos procesos migratorios no resulta sencillo concluir si tales diferencias
obedecen a tendencias estables o son producto de “fases de asentamiento” provisionales.
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Sin embargo, hasta la fecha, una vez concluido el largo ciclo expansivo de la
economía española, se constata que la movilidad laboral de la mayoría los inmigrantes
ha producido un deterioro de sus condiciones laborales respecto a las del país de partida,
originando procesos de movilidad sociolaboral descendentes. La elevación del nivel de
ingresos, en comparación con los vigentes en el país de origen, es un elemento
explicativo de la movilidad transnacional, pero su importancia es relativa: es mayor
cuanto más volcado esté el proyecto migratorio en satisfacer necesidades en aquél país,
pero se vuelve más problemático cuando se trata de desarrollar la vida familiar y los
proyectos de futuro en la sociedad española. Sin duda, también obra como factor de
atracción el acceso a servicios sanitarios, sociales o educativos, así como el acceso a
determinadas opciones de consumo. La crisis internacional que se despliega a partir de
2008 plantea diversos interrogantes respecto al futuro de la migración de origen
latinoamericano en España: ¿será suficiente para los hijos, muchos de ellos nacidos o
socializados en la emigración, el horizonte sociolaboral alcanzado por sus padres?, ¿qué
futuro espera a estas nuevas generaciones a la luz de las estadísticas que muestran
importantes índices de fracaso y deserción escolar, que se plasman en bajísimos índices
de estudios universitarios?, ¿cómo afectará la destrucción de empleo a las familias ya
establecidas, muchas de ellas con una vivienda adquirida cuyas cuotas no pueden
pagar?, ¿la crisis supondrá la detención de flujos, incluso procesos de retorno
significativos, o la extensión de fenómenos de pobreza y mayor precariedad para una
franja de inmigrados?, ¿se abrirán procesos de creciente desigualdad entre franjas
“asentadas” y “precarias” de la inmigración?. Estas y otras cuestiones relevantes
permanecen abiertas. Y no se resolverán al margen de las políticas sociales que se
adopten en España, ni del destino del conjunto de la población trabajadora.
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de todo”, en Migraciones Nº 23, Madrid: IUEM, págs. 79-115.

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