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Con alguna ligera corrección que no altera nada substancial, ésta fue mi comunicación en un debate sobre homosexualidad y psicoanálisis, que tuvo lugar hace algunos años en la sede de la Asociación Catalana de Psicoterapia Psicoanalítica de Barcelona.
A lo largo de su historia el psicoanálisis, o mejor dicho los psicoanalistas, expresan alguna ambivalencia respecto de la homosexualidad. No era el caso de Sigmund Freud, quien hizo siempre muy patente su posición. En una carta del 9 de abril de 1935, respondiendo a una señora americana preocupada por las tendencias de su hijo, el inventor del psicoanálisis le escribía “La homosexualidad no es evidentemente una ventaja pero no es nada de lo que se tenga que avergonzar, no es un vicio ni tampoco podríamos calificarla de enfermedad, nosotros la consideramos como una variante de la función sexual, provocada por una detención del desarrollo sexual. Muchos individuos altamente respetables, desde los tiempos antiguos a los modernos han sido homosexuales y entre ellos encontramos grandes hombres (Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc.) Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen, y también es una crueldad. Si usted no me cree, lea los libros de Havelock Ellis”.
Es decir que para Freud, si los homosexuales eran algo en todo caso eran algo así como inmaduros, enunciado que si nos ubicamos en la época en que fue dicho era todo un progreso.
Esta posición era coherente con su premisa sobre la condición bisexual del ser humano. Recordemos que para Freud la definición sexual era un proceso complejo en el que además de los caracteres anatómicos participaban la identificación sexual predominante y la elección de objeto. El sexo era un misterio mucho más que anatómico (esa es la razón por la que desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Pekín 1995 se pretende, en mi opinión muy equivocadamente hablar de “género”). Para Freud el sexo se trataba de un conjunto de tres elementos (la anatomía, la identificación y la elección de objeto) del que se desprendían varios subconjuntos de combinaciones posibles. Por ejemplo, una fijación infantil a la madre, acompañada de una decepción del padre en el caso de la joven homosexual y una búsqueda de jóvenes discípulos para amar tal como idealmente la madre lo habría querido a él, en el caso de Leonardo da Vinci. Para Freud intentar transformar un homosexual plenamente desarrollado en un heterosexual era una empresa tan inútil como la operación inversa de querer transformar un heterosexual en homosexual y pretender explicar cómo alguien había llegado a ser homosexual era tan complicado como la operación contraria de explicar cómo se había definido heterosexual.
El tema ya había sido objeto de luchas internas entre los primer psicoanalistas. Encontramos en Roudinesco y Plon el relato de aquel mes de diciembre de 1921 en que dentro del comité secreto que dirigía la recientemente creada IPA se batieron berlineses contra vieneses alrededor de la cuestión de si los homosexuales podían o no ser analistas. Los vieneses, representados por Ferenczi, Rank y Freud perdieron la partida frente a los berlineses, liderados por Karl Abraham y con el espaldarazo de Ernest Jones, quien sostenía que “a los ojos del mundo la homosexualidad es un crimen repugnante y si fuera cometido por uno de nuestros miembros nos traería un grave descrédito”.
De esta manera, promovida por Jones, quien traía sobre sus espaldas una acusación por abuso sexual en el Canadá, y contra la opinión de Freud se extendió la exclusión de los homosexuales de la legitimidad para acceder a psicoanalista.
¿Quién tenía razón? ¿Y qué significa tener razón en este caso?
Anna Freud jugó un papel predominante. Para ella la sospecha de homosexualidad era la peor de todas y estremece imaginar cómo habrá sufrido los comentarios del milieu psicoanalítico sobre su amistad con Dorothy Burlingham. En l956 invitó a la periodista Nanc
Con alguna ligera corrección que no altera nada substancial, ésta fue mi comunicación en un debate sobre homosexualidad y psicoanálisis, que tuvo lugar hace algunos años en la sede de la Asociación Catalana de Psicoterapia Psicoanalítica de Barcelona.
A lo largo de su historia el psicoanálisis, o mejor dicho los psicoanalistas, expresan alguna ambivalencia respecto de la homosexualidad. No era el caso de Sigmund Freud, quien hizo siempre muy patente su posición. En una carta del 9 de abril de 1935, respondiendo a una señora americana preocupada por las tendencias de su hijo, el inventor del psicoanálisis le escribía “La homosexualidad no es evidentemente una ventaja pero no es nada de lo que se tenga que avergonzar, no es un vicio ni tampoco podríamos calificarla de enfermedad, nosotros la consideramos como una variante de la función sexual, provocada por una detención del desarrollo sexual. Muchos individuos altamente respetables, desde los tiempos antiguos a los modernos han sido homosexuales y entre ellos encontramos grandes hombres (Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc.) Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen, y también es una crueldad. Si usted no me cree, lea los libros de Havelock Ellis”.
Es decir que para Freud, si los homosexuales eran algo en todo caso eran algo así como inmaduros, enunciado que si nos ubicamos en la época en que fue dicho era todo un progreso.
Esta posición era coherente con su premisa sobre la condición bisexual del ser humano. Recordemos que para Freud la definición sexual era un proceso complejo en el que además de los caracteres anatómicos participaban la identificación sexual predominante y la elección de objeto. El sexo era un misterio mucho más que anatómico (esa es la razón por la que desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Pekín 1995 se pretende, en mi opinión muy equivocadamente hablar de “género”). Para Freud el sexo se trataba de un conjunto de tres elementos (la anatomía, la identificación y la elección de objeto) del que se desprendían varios subconjuntos de combinaciones posibles. Por ejemplo, una fijación infantil a la madre, acompañada de una decepción del padre en el caso de la joven homosexual y una búsqueda de jóvenes discípulos para amar tal como idealmente la madre lo habría querido a él, en el caso de Leonardo da Vinci. Para Freud intentar transformar un homosexual plenamente desarrollado en un heterosexual era una empresa tan inútil como la operación inversa de querer transformar un heterosexual en homosexual y pretender explicar cómo alguien había llegado a ser homosexual era tan complicado como la operación contraria de explicar cómo se había definido heterosexual.
El tema ya había sido objeto de luchas internas entre los primer psicoanalistas. Encontramos en Roudinesco y Plon el relato de aquel mes de diciembre de 1921 en que dentro del comité secreto que dirigía la recientemente creada IPA se batieron berlineses contra vieneses alrededor de la cuestión de si los homosexuales podían o no ser analistas. Los vieneses, representados por Ferenczi, Rank y Freud perdieron la partida frente a los berlineses, liderados por Karl Abraham y con el espaldarazo de Ernest Jones, quien sostenía que “a los ojos del mundo la homosexualidad es un crimen repugnante y si fuera cometido por uno de nuestros miembros nos traería un grave descrédito”.
De esta manera, promovida por Jones, quien traía sobre sus espaldas una acusación por abuso sexual en el Canadá, y contra la opinión de Freud se extendió la exclusión de los homosexuales de la legitimidad para acceder a psicoanalista.
¿Quién tenía razón? ¿Y qué significa tener razón en este caso?
Anna Freud jugó un papel predominante. Para ella la sospecha de homosexualidad era la peor de todas y estremece imaginar cómo habrá sufrido los comentarios del milieu psicoanalítico sobre su amistad con Dorothy Burlingham. En l956 invitó a la periodista Nanc
Con alguna ligera corrección que no altera nada substancial, ésta fue mi comunicación en un debate sobre homosexualidad y psicoanálisis, que tuvo lugar hace algunos años en la sede de la Asociación Catalana de Psicoterapia Psicoanalítica de Barcelona.
A lo largo de su historia el psicoanálisis, o mejor dicho los psicoanalistas, expresan alguna ambivalencia respecto de la homosexualidad. No era el caso de Sigmund Freud, quien hizo siempre muy patente su posición. En una carta del 9 de abril de 1935, respondiendo a una señora americana preocupada por las tendencias de su hijo, el inventor del psicoanálisis le escribía “La homosexualidad no es evidentemente una ventaja pero no es nada de lo que se tenga que avergonzar, no es un vicio ni tampoco podríamos calificarla de enfermedad, nosotros la consideramos como una variante de la función sexual, provocada por una detención del desarrollo sexual. Muchos individuos altamente respetables, desde los tiempos antiguos a los modernos han sido homosexuales y entre ellos encontramos grandes hombres (Platón, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, etc.) Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen, y también es una crueldad. Si usted no me cree, lea los libros de Havelock Ellis”.
Es decir que para Freud, si los homosexuales eran algo en todo caso eran algo así como inmaduros, enunciado que si nos ubicamos en la época en que fue dicho era todo un progreso.
Esta posición era coherente con su premisa sobre la condición bisexual del ser humano. Recordemos que para Freud la definición sexual era un proceso complejo en el que además de los caracteres anatómicos participaban la identificación sexual predominante y la elección de objeto. El sexo era un misterio mucho más que anatómico (esa es la razón por la que desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Pekín 1995 se pretende, en mi opinión muy equivocadamente hablar de “género”). Para Freud el sexo se trataba de un conjunto de tres elementos (la anatomía, la identificación y la elección de objeto) del que se desprendían varios subconjuntos de combinaciones posibles. Por ejemplo, una fijación infantil a la madre, acompañada de una decepción del padre en el caso de la joven homosexual y una búsqueda de jóvenes discípulos para amar tal como idealmente la madre lo habría querido a él, en el caso de Leonardo da Vinci. Para Freud intentar transformar un homosexual plenamente desarrollado en un heterosexual era una empresa tan inútil como la operación inversa de querer transformar un heterosexual en homosexual y pretender explicar cómo alguien había llegado a ser homosexual era tan complicado como la operación contraria de explicar cómo se había definido heterosexual.
El tema ya había sido objeto de luchas internas entre los primer psicoanalistas. Encontramos en Roudinesco y Plon el relato de aquel mes de diciembre de 1921 en que dentro del comité secreto que dirigía la recientemente creada IPA se batieron berlineses contra vieneses alrededor de la cuestión de si los homosexuales podían o no ser analistas. Los vieneses, representados por Ferenczi, Rank y Freud perdieron la partida frente a los berlineses, liderados por Karl Abraham y con el espaldarazo de Ernest Jones, quien sostenía que “a los ojos del mundo la homosexualidad es un crimen repugnante y si fuera cometido por uno de nuestros miembros nos traería un grave descrédito”.
De esta manera, promovida por Jones, quien traía sobre sus espaldas una acusación por abuso sexual en el Canadá, y contra la opinión de Freud se extendió la exclusión de los homosexuales de la legitimidad para acceder a psicoanalista.
¿Quién tenía razón? ¿Y qué significa tener razón en este caso?
Anna Freud jugó un papel predominante. Para ella la sospecha de homosexualidad era la peor de todas y estremece imaginar cómo habrá sufrido los comentarios del milieu psicoanalítico sobre su amistad con Dorothy Burlingham. En l956 invitó a la periodista Nanc
Con alguna ligera correccin que no altera nada substancial, sta fue mi
comunicacin en un debate sobre homosexualidad y psicoanlisis, que tuvo
lugar hace algunos aos en la sede de la Asociacin Catalana de Psicoterapia Psicoanaltica de Barcelona. A lo largo de su historia el psicoanlisis, o mejor dicho los psicoanalistas, expresan alguna ambivalencia respecto de la homosexualidad. No era el caso de Sigmund Freud, quien hizo siempre muy patente su posicin. En una carta del 9 de abril de 1935, respondiendo a una seora americana preocupada por las tendencias de su hijo, el inventor del psicoanlisis le escriba La homosexualidad no es evidentemente una ventaja pero no es nada de lo que se tenga que avergonzar, no es un vicio ni tampoco podramos calificarla de enfermedad, nosotros la consideramos como una variante de la funcin sexual, provocada por una detencin del desarrollo sexual. Muchos individuos altamente respetables, desde los tiempos antiguos a los modernos han sido homosexuales y entre ellos encontramos grandes hombres (Platn, Miguel ngel, Leonardo da Vinci, etc.) Es una gran injusticia perseguir la homosexualidad como un crimen, y tambin es una crueldad. Si usted no me cree, lea los libros de Havelock Ellis. Es decir que para Freud, si los homosexuales eran algo en todo caso eran algo as como inmaduros, enunciado que si nos ubicamos en la poca en que fue dicho era todo un progreso. Esta posicin era coherente con su premisa sobre la condicin bisexual del ser humano. Recordemos que para Freud la definicin sexual era un proceso complejo en el que adems de los caracteres anatmicos participaban la identificacin sexual predominante y la eleccin de objeto. El sexo era un misterio mucho ms que anatmico (esa es la razn por la que desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, Pekn 1995 se pretende, en mi opinin muy equivocadamente hablar de gnero). Para Freud el sexo se trataba de un conjunto de tres elementos (la anatoma, la identificacin y la eleccin de objeto) del que se desprendan varios subconjuntos de
combinaciones posibles. Por ejemplo, una fijacin infantil a la madre,
acompaada de una decepcin del padre en el caso de la joven homosexual y una bsqueda de jvenes discpulos para amar tal como idealmente la madre lo habra querido a l, en el caso de Leonardo da Vinci. Para Freud intentar transformar un homosexual plenamente desarrollado en un heterosexual era una empresa tan intil como la operacin inversa de querer transformar un heterosexual en homosexual y pretender explicar cmo alguien haba llegado a ser homosexual era tan complicado como la operacin contraria de explicar cmo se haba definido heterosexual. El tema ya haba sido objeto de luchas internas entre los primer psicoanalistas. Encontramos en Roudinesco y Plon el relato de aquel mes de diciembre de 1921 en que dentro del comit secreto que diriga la recientemente creada IPA se batieron berlineses contra vieneses alrededor de la cuestin de si los homosexuales podan o no ser analistas. Los vieneses, representados por Ferenczi, Rank y Freud perdieron la partida frente a los berlineses, liderados por Karl Abraham y con el espaldarazo de Ernest Jones, quien sostena que a los ojos del mundo la homosexualidad es un crimen repugnante y si fuera cometido por uno de nuestros miembros nos traera un grave descrdito. De esta manera, promovida por Jones, quien traa sobre sus espaldas una acusacin por abuso sexual en el Canad, y contra la opinin de Freud se extendi la exclusin de los homosexuales de la legitimidad para acceder a psicoanalista. Quin tena razn? Y qu significa tener razn en este caso? Anna Freud jug un papel predominante. Para ella la sospecha de homosexualidad era la peor de todas y estremece imaginar cmo habr sufrido los comentarios del milieu psicoanaltico sobre su amistad con Dorothy Burlingham. En l956 invit a la periodista Nancy Procter-Gregg a no citar en un artculo en The Observer aquella carta de su padre del 1935
basndose en primer lugar en que () ahora podemos curar muchos ms
homosexuales de lo que creamos posible antes. La otra razn es que los lectores podran ver en ella -la carta de Freud- la confirmacin de que todo lo que el psicoanlisis puede hacer es convencer a los pacientes de que sus defectos o inmoralidades no son graves y que habran de aceptarlos con alegra Patologa, defectos, inmoralidades y la seleccin de analistas. La cuestin estuvo planteada desde siempre. Pueden los homosexuales ser analistas? Y si no, porqu no? Por inmorales o por enfermos? Se derivaba de su eleccin de objeto sexual alguna influencia negativa sobre sus capacidades mentales que los excluyera de la posibilidad de practicar el psicoanlisis? Empecemos por la cuestin moral. Est claro que inmoralidad descarta moralmente para la prctica de cualquier profesin en la cual la dicha inmoralidad ocupe la escena y se apodere de la prctica profesional. Las conductas inmorales que estn tipificadas como delitos (la mala prctica, el abuso, la prevaricacin) cuando son descubiertas sufren las debidas consecuencias y suelen ser condenadas y castigadas. Ahora bien, un homosexual no tiene ms salida, slo por el hecho de serlo y compelido por su propia inercia que incurrir en alguna incorreccin? Y cul podra ser esta en el caso de practicar el psicoanlisis? Sensibilidad cientfica o artstica no es incompatible con homosexualidad. Abundan los ejemplos. Capacidad de empata por el drama humano tampoco. O sea que para excluir de la prctica del psicoanlisis al homosexual hay que definir muy especficamente aquella inmoralidad en la que dada su eleccin de objeto no tendra ms remedio que incurrir. Lo inmoral en psicoanlisis es disfrutar del paciente. Errores podemos cometer todos, pero aquello que trasciende el error y para lo que se supone que nos hemos analizado es para no hacer del paciente el objeto de nuestras
tendencias, sean sdicas, masoquistas, voyeuristas, exhibicionistas y por el
estilo, para no vampirizar sus emociones, para no aprovecharnos de sus angustias o inhibiciones para sentirnos mejores que ellos, etc. Ms bien al contrario, la posicin de analista nos coloca como objeto de sus tendencias parciales, para que ensaye (y fracase gracias a nuestras intervenciones) el disfrutar de este cuerpo hablante que ofrecemos a sus transferencias. Quizs es por eso que el funcionamiento mental neurtico parece ser el que mejor capacita para ser analista, porque como neurticos tenemos tanto miedo a ser perversos que cuando nos equivocamos nos angustiamos y corremos a buscar la supervisin o la correccin de los colegas. Quiero decir algo que es obvio: cualquiera puede cometer una inmoralidad, pero aquel mejor dotado para la autoobservacin ser el que pueda aprender para la prxima ocasin. Y hablando en general, es decir sin tener en cuenta las variantes individuales, de todos los diagnsticos que conocemos el de neurtico es el mejor candidato para la autocrtica cordial. Y as hemos pasado de lo moral a lo diagnstico, cosa nada extraa en psicoanlisis, aquel invento freudiano que hizo de la dimensin de lo moral el corazn mismo del sufrimiento psquico. Hablar de enfermedad para nosotros es hablar de sufrimiento y este es un buen momento para recordar que para el psicoanlisis no hay ninguna otra enfermedad que el sntoma, me refiero a aquel sufrimiento cargado de misterio y de autointerpretaciones insatisfactorias, el diagnstico que nos trae el mismo paciente, el mejor que l se puede hacer y sin el cual mal podemos analizar nada. He aqu una pista, bien freudiana por cierto. Si alguien sufre por el hecho de ser homosexual, si hace un sntoma de su eleccin de objeto, entonces y slo entonces hay algo a analizar. Si sufre autocrticamente, (que en esto consiste hacer un sntoma) entonces se tratar de un neurtico o eventualmente de un psictico. Al contrario, si no sufre, entonces ser o una persona sana o un perverso, que puede llegar a ser un delincuente o merecer
cualquier categora psiquitrica que le corresponda sin ser un enfermo en
sentido propiamente psicoanaltico. Repasemos ahora las preguntas. Los homosexuales no podran ser analistas por homosexuales o por perversos? Ms precisamente, la homosexualidad es una perversin? Ya podris suponer que mi respuesta es que no necesariamente. El funcionamiento perverso, que pretende desconocer la diferencia de los sexos y los deseos del prjimo est basado en la renegacin de la castracin, accin mental que genera una disociacin en el psiquismo. Mal podra un analista perverso guiar su paciente al reconocimiento de los lmites de su subjetividad, a la aceptacin de la castracin simblica, la que nos permite tanto considerarnos solamente como personajes nicos entre personajes tambin nicos como necesitar ser fieles a nuestras promesas ms all del poder de transgredirlas. No reconociendo (renegando) la reproduccin bisexuada se desconoce el destino mortal del ser humano, se potencia la ilusin megalomanaca y el otro queda reducido a papel de objeto vctima de las manipulaciones (intrusivas y violentas o provocadoras de violencia) de este creyente en la omnipotencia de la sexualidad (y en el fondo un adorador radical de su madre) que es el perverso. Los argumentos en contra de la homosexualidad slo pueden ser morales o clnicos. El psicoanlisis es la terapia de la humildad creadora, de la asuncin de nuestros lmites como la garanta de la potencia, sea sexual, reproductora, artstica, cientfica y humana en general. Del reconocimiento del otro en cuanto que otro y de la administracin de la agresividad vital para que no degenere en violencia perversa. La existencia de slo un homosexual capaz de hacer esto ya deja fuera de juego el argumento que los descalifica como psicoanalistas. Y mirado desde el otro extremo, hay heterosexuales que ni an querindolo mucho disponen
de la capacidad analtica, por lo que tenemos que concluir que dicha
capacidad no radica en la eleccin del objeto sexual. Porque la homosexualidad en principio slo es esto: una eleccin de objeto. La tesis freudiana permanece vigente. De las tres columnas que construyen la definicin sexual, operando sobre el principio de la condicin bisexual del ser humano, las elecciones de objeto se tienen que conjugar con la anatoma y con la trama identificatoria, matriz de la subjetividad. Que haya homosexuales perversos no autoriza a concluir que todos lo son, tambin hay heterosexuales perversos. El cuerpo de la madre, presente o ausente, y que contiene todas las riquezas del mundo es el enigma original ante el cual todo nio llega al mundo. Para no perder la madre cada nio tendr que resolverlo como pueda, algunos se identificarn a ella en su condicin de mujer flica que nada desea porque ya lo tiene todo, otros se identificarn a los signos que orientan su deseo, otros fluctuarn perplejos ante la confusin insoluble de sus deseos. Anatoma, identificacin y eleccin de objeto son los tres elementos del conjunto responsable de encontrar la solucin en el vrtigo de la bisexualidad. La solucin heterosexual ha sido premiada por la especie, interesada en su conservacin. No es la nica sin embargo y por ms identificada que est la solucin encontrada con lo htero la bisexualidad como condicin originaria no desaparece y contina realizando su trabajo en los laberintos de la mente y esta empresa puede ser alegre y creativa o dolorosa y sintomtica. El verdadero duelo que tienen que hacer los seres humanos ante el enigma de esta sexualidad tan poco natural que es la humana es el duelo por la bisexualidad, ms concretamente por la diferencia de los sexos. No le corresponde al psicoanlisis juzgar sobre la mayor o menor correccin de las soluciones encontradas, s en todo caso ayudar a resolver aquellas que permanezcan lastradas por el sufrimiento sintomtico.