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Durante las dos últimas décadas del siglo XX, hasta el momento, diferentes
autores (Escobar, Álvarez, Dagnino: 2001; Archila, Pardo: 2001) han trascendido
la cuestión en torno a los movimientos sociales latinoamericanos contemporáneos,
planteando la discusión en torno a su relación con la política cultural, el
fortalecimiento de las democracias y la participación ciudadana. Los movimientos
sociales bajo esta perspectiva analítica, luchan y se expresan a través de una
Bajo esta perspectiva podrían analizarse los movimientos étnicos, entre los cuales
se destacan los movimientos indígenas, los movimientos afroamericanos y
últimamente los de la población Rom. Estos, establecen sus reivindicaciones en
en torno al proceso de construcción de identidad. Las reivindicaciones indígenas
se han basado tanto en las tradiciones como en las definiciones legales
nacionales e internacionales y en aquellas antropológicas, ligadas a los ideales
que corresponden al contexto histórico y específico de cada uno de los pueblos en
cuestión (Ulloa, 2001: 289). Los movimientos indígenas latinoamericanos, entre
los que sobresalen, el colombiano, representado actualmente a través de las
numerosas organizaciones regionales, el panmaya guatemalteco o el juchiteca
mexicano, entre muchos otros, reclaman en común el derecho a la identidad
cultural, a la alteridad o diferencia frente la cultura dominante u occidental, el
derecho al territorio tradicional, al uso de la lengua propia y el derecho a la
autonomía. La capacidad de resistencia, de protesta y movilización, la
recuperación de territorios y su posterior legalización a través de figuras legales
como el Resguardo o la Reserva indígenas y el proceso de recuperación y
revitalización cultural, han logrado en muchos de los casos un triunfo en el
reconocimiento de la población nativa frente a los Estados nacionales. Parte de los
logros del Movimiento Indígena -para el caso colombiano- es el reconocimiento
constitucional de la nación como pluriétnica y multicultural y la circunscripción
especial de dos representantes indígenas en el Senado de la República.
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A su vez, los movimientos negros latinoamericanos, también fundamentan sus
reivindicaciones en el proceso de construcción de identidad cultural. El movimiento
de comunidades negras colombianas, altamente influenciado por el indígena
iniciado varias décadas antes, hace exigencias en torno al territorio, a la
autonomía y al derecho a su propia visión de desarrollo. Hacia principios de la
década de los 90, la lucha por el reconocimiento cultural y territorial de la
población negra se materializó en el Artículo Transitorio 55 que posteriormente se
convirtió en la Ley 70 de 1993 impulsada fundamentalmente por las
organizaciones del Pacífico colombiano y moldeada de acuerdo a sus
particularidades culturales (Pardo 2001: 321-348). Aunque actualmente se
evidencian desacuerdos con el resto de la población afroamericana del país
(Costa Atlántica, Valle del Magdalena, por ejemplo), constituye un avance socio-
político y una ganancia del movimiento social. Hoy en día, se reconocen la
propiedad colectiva del territorio del Pacífico, antes considerado de Reserva
Forestal y la particularidad cultural. De igual forma que para los indígenas, la
población negra logró el derecho especial de representación de sus intereses
frente al Estado, con dos curules reservadas en la Cámara de Representantes
del país (Grueso, Rosero y Escobar, 2001: 249). Frente al proceso de
construcción de identidades de los movimientos negros, es importante referirse a
la insistencia de autores brasileños como Gomes da Cunha, (2001), quien a través
del análisis de las reivindicaciones y protestas generadas por la población afro de
los quilombos o palenques e incluso por los miembros activos de movimientos
culturales como el afro-reggae, obedecen actualmente a una política identitaria. Lo
interesante es que sus reclamos se basan en el derecho a la diferencia, más que
en el de la “identidad racial”.
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al mismo como fenómeno sociocultural. Se promueve desde la realidad social
específica de cada una de las culturas implicadas en el proceso. Ellas reivindican
su derecho a definir sus necesidades y de ellas proviene su propio concepto sobre
el bienestar. El concepto evolucionista del desarrollo, concebido como logro, como
sumum de la civilización, se deja de lado. El desarrollo se concibe desde y para el
universo cultural que lo envuelve.
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Al respecto Viola (2000:21) afirma: “…mientras la ONU decretaba en 1988 la “Década para el desarrollo
cultural, la UNESCO pasaba a considerar la “dimensión cultural del desarrollo” como una variable esencial
de cualquier proyecto, tan relevante como los factores económicos o tecnológicos” (Perrot, 1994), partiendo
de la constatación de que una de las principales causas del fracaso de tantos y tantos proyectos de desarrollo
en el Tercer Mundo fue su escasa adecuación al marco cultural de las poblaciones destinatarias”.
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Entre los rasgos característicos de los movimientos sociales latinoamericanos
contemporáneos (Zibecchi, 2003: 2-3 ) 2 , se destacan:
2
En: Rodríguez, H., Lobo, S. y Uruburu, S., 2006-2008: 13-14.
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Con la excepción de países como Venezuela, seguido por Bolivia, Ecuador y Nicaragua que en la
actualidad están tornando sus políticas hacia el socialismo.
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promovida por los Estados o por la desmoralización de algunas guerrillas
insurgentes, se convierten en verdaderos sujetos políticos en el intento y no pocas
veces el logro de sus intereses. Sujetos políticos porque exigen sus derechos.
Sujetos políticos, porque una vez escuchados, en algunos casos perseguidos y/o
reprimidos, continúan trabajando en el marco de la sociedad civil, ofreciendo
resistencia a los abusos de los poderes del Estado y de las relaciones sociales
establecidas a lo largo del contexto histórico.
Bajo esta óptica, podría concluirse que el espacio de la sociedad civil está por
fuera de la esfera del Estado y que la mediación entre los dos lugares se ubica
precisamente en el espacio de lo público 4 . Lo público adquiere una dimensión
colectiva de carácter histórico y social. Es el espacio participativo en donde se
expresa el ciudadano y es justamente aquí, donde aparecen los movimientos
sociales. La visibilidad de los movimientos sociales se conquista en la esfera
pública
4
“Lo público es el espacio donde uno se plantea las políticas sociales como un instrumento de Estado y
además donde el modelo de desarrollo asumido por el Estado entra en discusión. El fortalecimiento de la
sociedad civil equivale al fortalecimiento del espacio público donde ni el Estado ni esta quedan sometidos uno
a la lógica del otro”. (Bonamusa, 1996: 80)
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voluntarias o de organizaciones, mantienen en pie de lucha las reivindicaciones y
los logros de los diferentes movimientos sociales.
BIBLIOGRAFÍA
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ARCHILA, Mauricio y PARDO, Mauricio (Eds.), Movimientos Sociales,
Estado y Democracia en Colombia, Bogotá, CES/ Universidad Nacional,
ICANH, 2001, p. 321-348.