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Agatha Christie
Asiendo el llamador, la seorita Politt lo dej caer sobre la puerta de la casita. Luego de
un breve intervalo llam de nuevo. El paquete que llevaba bajo el brazo le resbal un
tanto al hacerlo, y tuvo que volver a colocarlo en su sitio. En aquel paquete llevaba el
nuevo vestido de invierno de la seora Spenlow, de color verde, dispuesto para la prueba.
De la mano izquierda de la seorita Politt penda una bolsa de seda negra, que contena
la cinta mtrica, un acerico de alfileres y un par de tijeras grandes y prcticas.
La seorita Politt era alta y delgada, de nariz puntiaguda, labios finos y cabellos grises.
Vacil unos momentos antes de llamar por tercera vez. Mirando al final de la calle, vio
una figura que se aproximaba rpidamente y la seorita Hartnell, jovial y curtida, con sus
cincuenta y cinco aos, le grit con su voz potente y grave:
-Buenas tardes, seorita Politt!
La modista respondi:
-Buenas tardes, seorita Hartnell -su voz era extremadamente suave y moderada. Haba
comenzado a trabajar como doncella en casa de una gran seora-. Perdneme
-prosigui-, pero sabe por casualidad si est en casa la seora Spenlow?
-No tengo la menor idea.
-Es bastante extrao que no conteste a mis llamadas. Esta tarde tena que probarle el
vestido. Me dijo que viniese a las tres y media.
La seorita Hartnell consult su reloj de pulsera.
-Ahora es un poco ms de la media -contest.
-S. He llamado ya tres veces, pero no contesta nadie; por eso me preguntaba si no habra
salido y habr olvidado que tena que venir yo. Por lo general no se olvida, y adems
quera estrenar el vestido pasado maana.
La seorita Hartnell atraves la puerta de la verja y lleg al jardn para reunirse con la
seorita Politt.
-Y por qu no le ha abierto Gladys? -quiso saber-. Oh, no, claro, es jueves... es su da
libre. Me figuro que la seora Spenlow se habr quedado dormida. Me parece que no
consigue usted hacer gran ruido con ese chisme.
Y alzando el llamador lo descarg con todas sus fuerzas. Rat-tat-tat-tat y, adems golpe
la puerta con las manos. Tambin grit con voz estentrea:
-Eh! No hay nadie ah dentro?
No obtuvo respuesta.
-Oh, yo creo que la seora Spenlow debe de haberse olvidado y se habr ido -murmur
la seorita Politt-. Volver cualquier otro rato.
-Tonteras -replic la seorita Hartnell con firmeza-. No puede haber salido. Yo la
hubiera encontrado. Voy a echar un vistazo por las ventanas para ver si da seales de
vida.
Y riendo con su habitual buen humor, para indicar que se trataba de una broma, mir