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Dicen que algunos pjaros ansan a toda costa escapar de la jaula que los

mantiene prisioneros; puede que esa sea la nica esperanza que los
mantiene vivos y por eso, cuando consiguen al fin abandonar su encierro,
desorientados e incapaces de adaptarse a su recin encontrada libertad,
acaban por morir.
He odo decir tambin que algunas aves, con el cambio de las estaciones
vuelan a pases lejanos y, como presas por un hilo invisible que tira de ellas,
retornan de nuevo al punto de partida. Puede que necesitadas de la
seguridad que les transmiten la tierra y el primer cielo que vieron al nacer.
Imagino que a esos pjaros que mueren los acaba aniquilando el miedo a lo
desconocido; los segundos, quiero creer que regresan movidos por los
recuerdos felices de lo que dejaron atrs. A veces me pregunto si alguna de
esas aves de paso se sentir desdichada, vaca e intil. Y me pregunto
tambin, si cuando emprende su viaje, lo hace con el deseo de volar muy
lejos sin intencin de regresar
La vida era pellizcar el pan crujiente con aceite y briznas de romero, eran
las tormentas del invierno en Beauville al calor de la chimenea, era el
viento que vena del mar y, al abrigo de las montaas del Lubern, que
converta aquella tierra en el lugar privilegiado donde crecan las especias.
Eran los campos al sol plenos de flores moradas con su esplndida belleza;
los suyos, porque eran del hombre que amaba y as los senta tambin en su
corazn. Se acord de Marissa y de su viaje al sur en busca de la dicha. La
felicidad era tan sencilla como encontrar un lugar donde te quieran. Y pens
que el amor, ahora s lo saba, el amor ola a la Provenza. Como una pastilla
de jabn de lavanda envuelta en papel de seda.

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