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-Fallo en Extenso:

Exptes. Libre Nº 472.151 - "B. de M. M. B. c/ Medicus S.A. y otro s/ daños y


perjuicios" - CNCIV - SALA B - 08/04/2008

Buenos Aires, Capital de la República Argentina, a los 8 días del mes de abril
de dos mil ocho, reunidos en Acuerdo los Señores Jueces de la Excma.
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala "B", para conocer en los
recursos interpuestos en los autos caratulados: "B. de M. M. B. c/ Medicus S.A.
y otro s/ daños y perjuicios" respecto de la sentencia de fs. 704/717 el Tribunal
estableció la siguiente cuestión a resolver: ¿Es ajustada a derecho la sentencia
apelada? Practicado el sorteo resultó que la votación debía efectuarse en el
siguiente orden Señores Jueces Doctores: MAURICIO LUIS MIZRAHI.-
GERONIMO SANSO - CLAUDIO RAMOS FEIJOO.//-

A la cuestión planteada el Dr. Mizrahi, dijo:

I. Antecedentes La sentencia de fs. 704/717 rechazó la demanda promovida


por M. B. B. de M. contra Medicus S.A. y el Dr. Jorge Fausto Ottini;; desligando
consecuentemente de responsabilidad a la entidad citada en garantía "La
República Compañía Argentina de Seguros Generales S.A.". Las costas del
proceso se impusieron a la actora vencida.-

Contra el mentado pronunciamiento la demandante interpuso sus quejas a fs.


800/808; las que fueron replicadas por Medicus S.A. a fs. 818/820, y por el co-
demandado Ottini a fs. 822/826. La causa tuvo su origen en la demanda de fs.
110/134 por mala praxis médica, a raíz de la mastoplastia reductora secundaria
-practicada por el Dr. Ottini a la actora el 12-2-1998- empleando la técnica
"Pitanguy". Ello por presentar la paciente una mastomegalia y ptosis de las
mamas, con cicatrices viciosas emergentes de una anterior intervención
quirúrgica (ver fs. 615)). El objetivo perseguido con la operación fue reducir el
tamaño de aquellas y lograr su acomodamiento y elevación.-
La actora, en sus agravios contra la sentencia desestimatoria, afirma que como
consecuencia de la intervención llevada a cabo por el Dr. Ottini le han quedado
dos mamas distintas y asimétricas. Una caída y la otra levantada; una más
grande y la otra más chica; y los pezones orientados en distinta dirección, y
ovalados en lugar de redondos (ver fs. 801 vta.). Agrega la quejosa que ella
jamás podía haber asumido el riesgo de "quedar peor" (ver fs. 803 vta.), de
manera que el daño concreto es "observable en cualquier persona común".
Entiende entonces la apelante que "el magistrado no puede prescindir del
resultado objetivo que tiene a la vista" (ver fs. 804 vta.); por lo que debe
prevalecer la "verdad jurídica objetiva", habida cuenta que "de la causa surgen
claramente los defectos de la praxis" (ver fs. 807 y 807 vta.). En definitiva,
postula la demandante que los encartados deben responder porque "la
obligación de los cirujanos especializados en cirugía estética es de resultado, y
no () de medios" (ver fs. 801 vta.); y que "ese es el criterio que predomina en la
jurisprudencia" (ver fs. 805), citándose incluso un precedente de esta Sala.-

II. La responsabilidad médica en las cirugías estéticas

Previo a analizar los agravios de la actora, estimo necesario efectuar el


encuadre jurídico de la cuestión y determinar así cuándo se configura la
responsabilidad médica en las cirugías estéticas.-

A pesar de las críticas de que fue objeto en nuestra doctrina la clasificación


entre obligaciones de medios y de resultado (ver, entre otros, a Borda,
Guillermo A., "Problemas de la culpa contractual", LL, 111-928; Acuña
Anzorena, Arturo, "Responsabilidad contractual por el hecho de otro", JA, t. 53,
secc. doct., p. 33; Belluscio, Augusto César, "Obligaciones de medios y de
resultado. Responsabilidad de los sanatorios", LL, 1979-C-19; Alterini, Atilio
Aníbal, "Carga y contenido de la prueba del factor de atribución en la
responsabilidad contractual", LL, 1988-B-947), es dable rescatar el valor de
dicha clasificación por la utilidad práctica y valor pedagógico que presenta; no
obstante su indudable relatividad (ver Bueres, Alberto J., "Responsabilidad
contractual objetiva", JA, 1989-II-964; Vázquez Ferreyra, Roberto A., "Daños y
Perjuicios en la cirugía plástica: obligaciones de medios o de resultado", JA,
1995-IV-396; Prevot, Juan Manuel, "Obligaciones de medios y de resultado.
Revisión crítica de la clasificación", LL, 2007-B, ejemplar del 22-2-2007, p. 1).
Conforme a esta clasificación, si bien ya no se discute que en la
responsabilidad médica en general lo que interviene es una obligación de
medios pues el deber de responder se asienta en la culpa (responsabilidad
subjetiva), se han planteado algunas discrepancias en las cirugías estéticas no
terapéuticas, o sea cuando ellas apuntan al mero embellecimiento y tienen, por
ende, una finalidad puramente cosmética. Se sostuvo de este modo que se
tratarían de obligaciones de resultado, pues la ausencia en el paciente de un
estado patológico implicaría que, de no habérsele prometido un resultado feliz,
no se hubiera sometido al acto quirúrgico (ver Bustamante Alsina, Jorge,
"Teoría General de la responsabilidad civil", p

No coincido con la referida exégesis. Como lo he sostenido en otro precedente


(y que el apelante interpreta erróneamente a fs. 805 y 806 vta.), aún en las
cirugías de puro embellecimiento existe un álea -que por lo regular no
desconoce el paciente- conforme al cual es posible que no se logre el resultado
esperado, no obstante que el médico haya empleado en la intervención la
mayor de las diligencias. Asimismo, también destaqué que la ley 17.132 (art.
20, incs. 1 y 2) no establece distinción alguna según el tipo de operación; de
manera que en todos los casos el profesional asume una obligación de medios.
De ahí que -en uno u otro supuesto- no se descarta "la existencia de riesgos y
-por ende- no se alterará la naturaleza de la obligación asumida por el
profesional" (ver esta Sala, 23-11-2005, "Ayam, Alicia Mónica c/ Fernández
Humble, Raúl s/ Daños y Perjuicios", Expte. Libre Nº 390.230, con primer voto
del suscripto, publicado en Gaceta de Paz, Año LXXI, nº 3406, 27/4/2006, p. 1
y ss.; Infobae.com, del 13/2/2006; elDial.com AA3133 [Fallo en extenso: elDial
AA3133]; Uol Noticias, del 13/2/2006). Es verdad que la ciencia médica no
proporciona un conocimiento total y absoluto de las leyes naturales que regulan
el organismo, por lo que no es un dato menor la magnitud de lo desconocido y
la singularidad de cada paciente que arroja un cierto grado de incertidumbre
sobre los resultados finales de la intervención que realiza el facultativo. Ello es
así porque las reacciones del cuerpo humano -aunque respondan a un patrón
de conducta- son pasibles de imponderables que torna insegura toda
conclusión. En consecuencia, bien se ha dicho que si planteamos que estamos
ante una obligación de resultado, se estaría aceptando que la promesa del
médico se efectuó en violación de la antes mencionada ley 17.132 (ver CN
Civ., Sala I, 30-3-1990, LL, 1991-A-142, voto en disidencia del Dr. Ojea
Quintana; CN Civ., Sala A, 7-12-1994, JA, 1995-IV-396; íd. íd., 16-7-2004, JA,
2004-IV-711, en ambos casos con primer voto del Dr. Molteni; Vázquez
Ferreyra, Roberto A., "Daños y Perjuicios en la Cirugía Plástica: Obligaciones
de medios o de resultado", JA, 1995-IV-396; y del mismo autor, "Ausencia de
responsabilidad de los cirujanos plásticos que llevaron adelante una cirugía de
nariz", JA, 2004-IV-714).-

De lo hasta aquí expuesto se desprende que los médicos que practican una
cirugía meramente embellecedora asumen una obligación de medios;
conclusión fundamental en lo que hace al factor de atribución aplicable (ver
Bueres, Alberto J., "Responsabilidad contractual objetiva", JA, 1989-II-964;
Vázquez Ferreyra, Roberto A., "Daños y Perjuicios en la cirugía plástica:
obligaciones de medios o de resultado", JA, 1995-IV-396). Ello hace que han
de jugar las reglas generales que apuntan a la responsabilidad subjetiva; lo que
significa decir que será la idea de culpa la que intervendrá, conforme a los
parámetros de los arts. 512, 902 y 909 del Código Civil. Sin embargo, soy de la
opinión que la diligencia y pericia que se exigirá cuando se practiquen actos
médicos -se traten o no de cirugías estéticas- presentará ribetes especiales. Es
que si bien hace ya más de un cuarto de siglo fue precisado que las ciencias de
la salud tienen sus limitaciones y que siempre existe un álea que puede
escapar a las previsiones más prudentes, se subrayó de todas formas que
-cuando interviene la vida o la salud de las personas- hay una natural
predisposición a juzgar con rigor la actuación profesional (ver CN Civ., Sala E,
19-12-1977, LL, 1979-C-20, voto del Dr. Cichero). En otras palabras, la
diligencia siempre se ha de apreciar con un criterio severo, de modo que no
existirá en esta materia exclusión de las culpas pequeñas. Ello es así porque al
estar en riesgo la integridad o el aspecto físico de un sujeto, la menor
imprudencia, negligencia o descuido más leves, tendrá una dimensión especial
que le ha de conferir una particular gravedad, susceptible de desencadenar la
responsabilidad profesional (ver Cám. Fed., Civ. y Com., Sala I, 10-8-84, ED,
111-110 y LL, 1985-A-612, (36.757,S). En suma, lo que habrá que dilucidar
cuando se articule la responsabilidad de médicos, es si éstos han extremado
todas las previsiones y cautelas para evitar el resultado acaecido y que motiva
el reclamo del paciente.-

Es bueno resaltar que, en el caso de las cirugías puramente cosméticas, la


jurisprudencia y doctrina exige todavía apreciar con mayor severidad la
conducta del profesional dada la naturaleza y finalidad que dan origen estas
intervenciones -no están motivadas por una patología- y, además, teniendo en
cuenta la ausencia en general de grandes riesgos. No obstante, el mayor rigor
apuntado no ha de implicar mutar la naturaleza de la obligación; de modo que
acreditada la debida diligencia -la no culpa- no tendrá nacimiento la
responsabilidad galénica (ver CN Civ., Sala I, 30-3-1990, LL, 1991-A-142, voto
en disidencia del Dr. Ojea Quintana; CN Civ., Sala A, 7-12-1994, JA, 1995-IV-
396; Vázquez Ferreyra, Roberto A., "Daños y Perjuicios en la Cirugía Plástica:
Obligaciones de medios o de resultado", JA, 1995-IV-396) Ahora bien, a la luz
de lo precisado, se desprende que la sola existencia del daño no es suficiente
para provocar la responsabilidad de los profesionales que se ocupan de la
salud. Y aquí entran en juego dos cuestiones que deben deslindarse
cuidadosamente: la relación causal, por un lado; y la culpabilidad o el factor de
atribución, por el otro.-

La relación de causalidad -la imputatio facti- se presenta cuando un


determinado daño puede ser imputado objetivamente a una persona. Se trata
sólo de una cuestión material; sencillamente se verifica una relación causal
entre un antecedente y un consecuente y, en función de ella, se determina
entonces que el daño acontecido es consecuencia de un hecho determinado
(ver Carranza Latrubesse, Gustavo, "Responsabilidad médica y causalidad",
LL, 2003-E-1031; Orgaz, Alfredo, "La relación de causalidad entre el acto ilícito
y el daño", LL, "Páginas de Ayer", Nº 4-2003, p. 23 y sigtes.). Estaríamos en el
campo de la llamada iatrogenia que tiene lugar cuando el daño que sufre el
paciente acontece por obra del agente de salud. Sin embargo, si bien toda
mala praxis en general lleva implícita una iatrogenia, ésta no necesariamente
se ha de producir por aquélla. La patogenia o las consecuencias negativas que
sufre el paciente podrán tener origen en su propia predisposición, constitución
o sensibilidad: vale decir, en sus factores individuales, de manera que la
intervención del galeno lo que hace es disparar o poner en marcha elementos
patológicos que hasta ese momento estaban latentes en aquél. No alcanzará
pues para responsabilizar al profesional cuando su conducta pueda calificarse
de inculpable por haber adoptado todas las diligencias que el caso requería
(ver "Diccionario de la Lengua Española", Real Academia Española, vigésima
segunda edición, p. 842).-

Empero, aún en el campo de la mera relación fáctica -y antes de ingresar a


considerar la cuestión subjetiva- habrá que tener cuidado en delimitar si una
consecuencia determinada tiene realmente su causa en el accionar del
profesional. Ello en razón de que, a tenor de la directiva del art. 906 del Código
Civil, no todas las condiciones necesarias de un resultado son equivalentes.
Causa de un daño es solo aquella que según el curso natural y ordinario de las
cosas es idónea para producir el resultado. Las demás condiciones, que no
producen normal y regularmente ese efecto, serán sólo condiciones
antecedentes o factores concurrentes (ver Bustamante Alsina, Jorge, "Teoría
general de la responsabilidad civil", novena edición, p. 270, Nº 590; Orgaz,
Alfredo, "El daño resarcible", ed. Marcos Lerner, p. 43; esta Sala, 5-4-1999,
"Tarrio Cabanas de Ludovico, Mercedes c/ Cabanne, Ana María s/ Daños y
Perjuicios", Expte. libre Nº 255.011; íd., íd., 23-11-2005, " Ayam, Alicia Mónica
c/ Fernández Humble, Raúl s/ Daños y Perjuicios [Fallo en extenso: elDial
AA3133] ", Expte. libre Nº 390.230, La Ley Online).-

Así las cosas, una vez que -en un supuesto dado- quedó establecido que el
daño tiene su causa en el obrar del médico, el paso siguiente es indagar si se
halla presente el factor de atribución culposo. Para ello tendremos que analizar
si un resultado determinado -el perjuicio padecido por el paciente- se imputará
subjetivamente a su autor. Por eso, a diferencia de la relación de causalidad
fáctica, en este caso estamos ante un concepto jurídico, pues hay que
investigar si se le impone o no a un sujeto la obligación de reparar el daño
sufrido por el otro. Nos hallaremos, por ende, en el campo de la imputatio iuris,
en tanto habrá que saber si se hace responsable a alguien por el menoscabo
de que da cuenta quien articula el reclamo.-

Desde otra perspectiva, cabe resaltar que una labor fundamental del juzgador
en procesos como el presente es meritar las experticias practicadas en el juicio
ya que éstas devienen relevantes cuando se discute la responsabilidad de los
facultativos. Sin embargo, debe repararse que las conclusiones de los expertos
se han de evaluar según las reglas de la sana crítica (art. 477 del ritual) y la
libre convicción del juez, en atención a que las normas adjetivas no acuerdan el
carácter de prueba legal al dictamen de los peritos (ver esta Sala, "Tarrio
Cabanas de Ludovico, Mercedez c/Cabanne, Ana María", expte. libre Nº
255.011, del 5-4-1999).-

Conforme a los lineamientos expresados se han de analizar los agravios de la


actora a la luz del material existencial de la causa; aclarando desde ya que la
apelante expresamente ha admitido la naturaleza de obligación de medios que
asumía el facultativo de autos. Efectivamente, a tenor del consentimiento
informado que obra a fs. 81, la quejosa afirmó haber "tomado conocimiento
pormenorizado de cada uno de los eventuales riesgos", por lo que "no es
posible garantizar el resultado".-

III. Análisis de los agravios

La sentencia de primera instancia sustentó esencialmente su pronunciamiento


en el dictamen del Cuerpo Médico Forense obrante a fs. 613/626 y 688/689. Al
respecto, de entrada he de señalar que la presentación de la apelante ante
esta Alzada de fs. 800/808, en la que se pretende impugnar el fallo en crisis, es
muy dudoso que constituya una pieza agravios como lo quiere el art. 265 del
ritual; situación que ha determinado a los encartados a solicitar que se declare
desierto el recurso de apelación (ver los escritos de fs. 818/820 y 822/826). Es
que no se advierte que el libelo de la accionante realice un cuestionamiento
serio de las conclusiones periciales, ni tampoco se invocan razones de peso
por las cuales el juez de grado tendría que haberse apartado de lo dictaminado
por los expertos. Sin embargo, y en atención a la necesidad de salvaguardar el
principio de defensa en juicio (art. 18 de la CN), no he de proponer que se
declare la deserción del recurso. Para así decidir, parto del criterio de que el
cumplimiento de los requisitos procesales del caso deben ponderarse con
tolerancia y según una pauta de amplia flexibilidad (ver al respecto mis votos in
re "Hinckelmann c/ Gutierrez Guido Spano s/ liq. de soc. conyugal" del
28/10/2005, ED 217-327, JA 2006-I-845, LL 2006-A-679; íd., en autos
"Menéndez c/ Alberto Sargo S.R.L. s/ ds. y ps." del 23/11/2005; íd., in re
"Berguer y otro c/ Periodismo Universitario S.A. s/ ds. y ps.", del 31/3/2006,
RcyS 2007-II-109. Ver, también, CNCiv sala E, del 24/9/74, LL 1975-A-573; íd.,
Sala G, del 10/4/85, LL 1985-C-267; íd., Sala H, del 15/6/2005, JA 2005, III,
Fascículo 12, del 21-9-2005, p.58; entre muchos otros).-

En lo que aquí interesa -la diligencia médica o su mala praxis- el Cuerpo


Médico Forense es terminante al afirmar que "no existe ninguna evidencia" que
permita concluir que la técnica fue realizada en forma inadecuada (respuesta
25, a fs. 619); que "en cuanto a la orientación de los complejos
areolomamilares, no se considera que el resultado sea objetable" (respuesta
26, a fs. 619); y que "la técnica era adecuada para el caso" (respuesta 4, a fs.
624). Sobre el punto -la falta de culpa de los profesionales médicos y las
técnicas acordes aplicadas en la especie que se certifica con el mencionado
dictamen- es innecesario acudir al peritaje practicado a fs. 409/424, por la Dra.
Hilda Susana Irureta. Es que la propia quejosa releva de esa labor al admitir
que ambas experticias (la de la citada Dra. Irureta y la del Cuerpo Médico
Forense) han sido "confeccionadas por especialistas en el tema y en el fondo
ambas coinciden" (ver fs. 802, 4? párrafo).-

La apelante hace mención en su escrito que el resultado negativo de la


intervención que se le practicara es "concreto y observable" (ver fs. 804 vta.);
que "basta con la sola observación de las fotos incorporadas al expediente" ,
para comprobar que "no se puede desconocer el estado antiestético en el que
quedaron las mamas"(ver fs. 806 vta y fs. 807, ambas in fine); y que es
indispensable hacer prevalecer la "verdad jurídica objetiva", ya que "los jueces
no pueden ser meros espectadores convalidantes de actos o hechos que no
guardan coherencia jurídica ni fáctica con el caso a decidir" (ver fs. 807 y 807
vta.).-

Las expresiones de la quejosa no se compadecen con las constancias de


autos, pues no se puede echar mano a la "verdad jurídica objetiva" o invocar
dogmáticamente "que no se pueden convalidar injusticias", para dictar a la
postre sentencias arbitrarias; que es lo que en definitiva está proponiendo la
demandante. En efecto, por un lado cabe decir que de la causa no surge que el
presunto estado desfavorable en el que está la agraviada (según indica en su
presentación) se deba al obrar del co-demandado Dr. Ottini, dicho ésto en el
sentido puramente material. Adviértase que la reclamante fue objeto de una
anterior intervención quirúrgica de mamas en el año 1982 (ver fs. 409 vta.), que
dejaron cicatrices viciosas (ver fs. 615), o sea cicatrices que han producido
"deformidad o alteran el funcionalismo de la parte afectada" (ver fs. 420); de
manera que "el estado actual de las mamas de la actora tiene que ver con el
resultado de sus dos operaciones" (ver fs. 622, in fine).-

Asimismo, otro factor fundamental que ha influido de un modo decisivo -ajeno a


la labor médica- en el estado físico de la apelante, es el paso del tiempo. La
última operación se le realiza en febrero de 1998, la demanda recién se
promueve en octubre de 1999 (veinte meses después, ver fs. 134 vta.), y la
experticia se realiza en el 2003 (cinco años después de la intervención, ver fs.
626).-

Ahora bien, en el momento del examen por los profesionales médicos la Sra. B.
de M. tenía cincuenta años; y los expertos destacan los cambios morfológicos
que se producen en la mujer después de los cuarenta años, denominados
"premenopausicos" (ver fs. 423 vta.) que se "acompañan de aumento en la
flaccidez cutánea, atrofia mamaria y otros síntomas propios de la deprivación
hormonal" (ver fs. 625, pregunta 10). Entonces, "aunque la cirugía haya sido un
éxito el paso del tiempo influirá inexorablemente" (ver fs. 469 vta. y 616); de
donde se sigue que "el pliegue que se observa en la actualidad puede ser
producto del desplazamiento de los tejidos al ptosarse la glándula" (ver fs. 616,
respuesta 8). Vale decir, que el pliegue importante que presenta la mama
izquierda, que no se observa en la mama derecha, es "producto de la flaccidez
actual de la piel de la actora en la zona" (ver fs. 617, pregunta 14), de modo tal
que la "ptosis mamaria y los cambios de forma en los complejos
areolomamilares pueden ser producto de la distensión evolutiva de la piel de la
paciente en relación a la edad, el tiempo transcurrido y las características
personales de su cicatrización y respuesta a la movilización de los tejidos" (ver
fs. 618, pregunta 22). En síntesis, "el estado actual de la paciente no refleja el
resultado inmediatamente postoperatorio. Teniendo en cuenta que se trata de
una mujer de 50 años de edad, se considera que la ptosis que actualmente
presenta se pudo producir con posterioridad a la intervención quirúrgica
realizada hace 5 años" (ver fs. 620, pregunta 29, y fs. 688, pregunta 4).-

Inclusive, y ya apartándonos de la cuestión fáctica (la relación de causalidad


material entre la actuación del médico y el estado en el que se halla la actora),
y aunque por hipótesis demos por sentado que tal relación de causalidad
existe, de todos modos la situación no ha de variar pues -como lo analizamos
en el acápite II del presente voto- es necesario además la presencia del factor
subjetivo, o sea la culpa en el obrar; y es ésta precisamente, como ya se vio, la
que fue descartada por las experticias de autos. Por lo demás, corresponde
destacar que en la especie no estamos ante una intervención quirúrgica
puramente cosmética; esto es, con un exclusivo fin de embellecimiento, sino
que también se apuntaba a corregir determinados defectos. Es que "al existir
cicatrices viciosas se considera que el procedimiento es reparador" (ver fs. 620,
pregunta 28); que cuando "las causales u origen de la cirugía es una
mastomegalia (mamas grandes) y ptósicas (caídas) con cicatrices previas,
siempre (las intervenciones) son de contenidos reparador y estéticos" (ver fs.
689, pregunta 7). En consecuencia, al calificarse de esa forma (operaciones
que contienen un aspecto reparador), no se discute que se aplican las reglas
generales en lo que hace al responder galénico (obligación de medios, con la
consecuente necesidad de que haya mediado un actuar poco diligente o la
impericia del profesional).-

A pesar de lo expuesto, aunque nos pongamos en la hipótesis -para satisfacer


a la quejosa- de que la operación tenía puros fines estéticos, el resultado del
pleito hubiera sido el mismo. Ello es así porque en esos casos, según cierta
doctrina, a lo sumo se podría presumir la culpa del médico; culpa que en el
presente juicio no tendría lugar puesto que fue desechada por los dictámenes
agregados a la causa. Es que, claro está, las presunciones sólo pueden jugar
ante la falta o deficiente prueba, que no es lo que sucede en estos actuados; al
menos para comprobar la diligencia médica (ver Vázquez Ferreyra, Roberto A.,
"Daños y Perjuicios en la cirugía plástica: Obligaciones de medios o de
resultado", JA, 1995-IV-396).-

Acontece entonces que si la apelante y su dirección letrada estuvieran


presuntamente convencidos de que medió en esta causa una mala praxis
médica, no debían haberse limitado a alegar pareceres subjetivos o simples
generalizaciones. Tenían que haber acudido a una "contraexperticia"; esto es,
producir en el expediente -tras una impugnación en debida forma- un dictamen
serio de profesionales especializados, debidamente sustentado en
conocimientos técnicos y científicos, y mediante el cual se demuestre punto por
punto los errores incurridos por el Cuerpo Médico Forense y el uso inadecuado
de los conocimientos que hubiere hecho ese cuerpo. Sin embargo, esta
actividad ha brillado por su ausencia en el sub lite.-

A mayor abundamiento, he de mencionar dos aspectos más que sellan


fatalmente la suerte del agravio. Uno de ellos, es que obra en la causa una
experticia realizada por el Cuerpo Médico Forense. Y si bien esta Sala lejos
está de entronizar a los dictámenes que aquel cuerpo emite en "la categoría de
dogma de fe" (como ligeramente plantea la quejosa a fs. 802), es indudable
que tal entidad es un ente especialmente entrenado, y cuya imparcialidad y
corrección están garantizadas por normas específicas y por medios similares a
las que amparan la actuación de los funcionarios judiciales. Vale decir, que al
informe de este organismo se le ha atribuido mayor trascendencia que al
producido por un perito, habida cuenta de que se trata de un asesoramiento
técnico brindado por auxiliares de la justicia particularmente calificados (ver
CSJN, "Fallos", 299:265, Mosset Iturraspe, Jorge y Novellino, Norberto,
"Derecho de Daños. La prueba en el proceso de daños", ed. La Rocca, Buenos
Aires, p. 401; Daray, Hernán, "Accidentes de tránsito", Ed. Astrea, Buenos
Aires, p. 304, n? 25).-

El otro aspecto a meritar es que la experticia de fs. 613/626 está suscrita por el
Dr. Esteban Garré ( y por lo tanto avalada y hecha propia por él, ver fs. 626),
que es nada menos que el consultor técnico de la actora. Y los consultores
técnicos, en el régimen procesal nacional, se erigen en verdaderos defensores
de la parte que los designan -presentando una figura estrictamente análoga a
la del abogado- en lo que hace al diligenciamiento de la prueba pericial (cfr.
CNCiv., Sala D, en autos "Miraglia C/ Rotela y ots.", del 14/11/2007, LL On
Line). Por lo tanto, entiendo inaudible que ahora venga la apelante a
controvertir lo que sostuvo su propio defensor.-

Como corolario de lo explicitado, he de proponer al Acuerdo la desestimación


del agravio deducido por la actora y la confirmación -en lo principal que decide-
de la sentencia de primera instancia.-

IV. Las costas A fs. 808 vta. la apelante requiere que, de mantenerse la
sentencia de primera instancia, se apliquen las costas en el orden causado.
Anticipo que he de proponer a mis colegas desestimar este agravio.-

Es que las costas son, sin duda, un corolario de la derrota en el pleito, y


tienden a resarcir al vencedor los gastos de justicia en que debió incurrir -en el
caso de los demandados- para sostener su defensa (cfr. CNCiv., Sala D, del
12/8/1976, LL 1977-A-433; íd., Sala F, del 23/4/1981, JA 1982-I-173). En
consecuencia, claramente se observará que la condena en costas tiene que ser
la regla, a la par que su dispensa la excepción; de lo que se sigue que el
apartamiento de esas pautas se justifica cuando median razones muy
fundadas. Esto es, que la exención tiene que apreciarse con un criterio
restrictivo (art. 68 del CPCCN);; lo que inhabilita en la especie a realizar
modificaciones en la imposición causídica, en la inteligencia que en la causa no
se presentan extremos que justifique dejar de lado la aplicación de los
principios generales. V. Conclusión Por las consideraciones fácticas y jurídicas
desplegadas a lo largo del presente voto, propongo al Acuerdo confirmar la
sentencia apelada en todo lo que ha sido materia de agravio. Costas de la
Alzada a cargo de la actora vencida (art. 68 del ritual). Los Dres. Sansó y
Ramos Feijóo, por análogas razones a las aducidas por el Dr. Mizrahi, votaron
en el mismo sentido a la cuestión propuesta.-

Con lo que terminó el acto

Fdo.: Mauricio Luis Mizrahi.- Gerónimo Sanso - Claudio Ramos Feijoo.-

Buenos Aires, abril 8 de 2008.-

Y VISTOS: Por lo que resulta de la votación que instruye el Acuerdo que


antecede, se confirma la sentencia apelada en todo lo que ha sido materia de
agravio. Costas de la Alzada a cargo de la actora vencida (art. 68 del ritual).-

Teniendo en cuenta como se decide en esta instancia, difiérese la


consideración de los recursos de apelación interpuestos a fs. 721, 728, 730,
732 y 736/738, así como la determinación de los honorarios correspondientes a
la tarea desplegada en la Alzada, hasta tanto se encuentre notificado el Dr.
José Francisco Moglio de la regulación de honorarios practicada a fs. 717.-

Notifíquese y devuélvase.-

Fdo.: Mauricio Luis Mizrahi.- Gerónimo Sanso - Claudio Ramos Feijoo.//-

Citar: elDial - AA487F


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