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El hombre y su tiempo B asa Deutscher, polaco de na oy residents en Inglatera 105 de Ia segunda pre~ les el ins. pre ios entre los escritores occid tales especializados en el y la interpretaci6n de soviética, Militante del Partido ‘Comunista polaco en su juventud Deutscher se aparté de éste en os afios inmediatamente poste- tiores al gran conflicto ideoligico que culminé con la consolidac del stalinismo. A partir de enton- ees se dedied, desde una posicién de observador independiente, al andlisis del desarrollo politico y social del pais soviético, Entre sus obras mas impor ra, ademis del que goberné a la Unién ‘a durante un cuarto de lo, Isaac Deutscher ha eumpli- do Ia dificil tarea de enfrentarse con objetiva actitud de historia- dor alos grandiosos aconteci- (os que determinaron el des- ralllones de sees humancs n que emerge de este libro jefe endiosado en torno al cual nacié y se desarrollé el famoso culto ala personalidad la encamacién Idades polit sentado los di ticos del comunisme bre dentro de una época, y se resumen y cobran relieve hu- contradieciones, las Jas s de todo ln periodo historico. En ese sen. tido, ¢] protagonista de © grafia lo es tanto Jo la propia Revoluci todas la talin como Rusa ; Isaac Deutscher Stalin Biografia politica Ediciones ERA, S. A. 4 PRIAOERA HDICION EN INoLES: 1949 ‘mruLo onioIat: Stalin, A Political Biography © 1949 oxronn uNtanstry TAESS, INC. NUEVA YORK/LONDRES PRIMERA HOIGION EN ESPANOL 1969 -TRADUGOION DE JOSE Luts GONZALZ Tonos LOS DERECHOS RESHAVADOS / ECHO UL DEPOSITO QUE MARCA LA LEY © 1965, upiciones ERA, s. A. mento oxrron 1858 aut0s,txxtco 12, Deraawv'e mae a wi / Poor ate robe Dedico este libro, ux vinewlo en nuestra amistad, a Tamara, INDICE ar 23 381 422 44 497 3i7 Prefacio a una edicién popular Prefacio a la primera edicién 1 INFANGIA Y JUVENTUD 1 LA CLANDESTINIDAD SOCIALISTA mm EL ENSAYO GENERAL. w KOBA SE CONVIERTE EN STALIN v 1917 wt STALIN EN LA GUERRA CIVIL vm EL SECRETARIO GENERAL var EL “GRAN CAMBIO” te LOS DIOSES TIENEN SED x POLITICA EXTERIOR Y COMINTERN. I x POLITICA EXTERIOR Y COMINTERN. IL [1934-1941] xan EL GENERALISIMO xu TEHERAN, YALTA, POTSDAM xv DIALECTICA DE LA VIGTORIA Bibliogratia PREFACIO A UNA EDICION POPULAR La edicién original de este libro fue publicada en el verano de 1949, y al ‘cabo de s6lo unos cuantos meses un critico britinico, G. L. Arnold, podia Sere ja gue val igual que promgotins, el Bors se. hn comertoo tl foco de una controversia animada y en ocasiones feror” y que “ninguna fa publicada en estos Gltimos afios ha despertado semejante interés a suscitado un resentimiento y una hostilidad tan apasionados”. La controversia se extendié a muchos pafses y continud durante aiios, pero uizk en ninguna parte provocé mi obra “un resentimiento y una hostili- dad tan apasionados” como entre ciertos erticos en lox Estados Unidos. Es, pues, particularmente grato para mi que el libro sea ofrecido nueva- mente, ¥ en una edicién popular," a los lectores norteamericanos. ‘Durante todos estos afios munca he replicado a los eriticos de mi Stali ‘Antes que contestar a los ataques, he preferido dejar que los acontecimien- tes hablen por sf mimos; siapre tuve la certesa de que mi nterpetacion de Stalin y el stalinismo resistifan la prueba del tiempo. Todavia, desde fuego, es licito discutir si csa certeza se ha visto plenamente justifieada ‘0 no: la perspectiva hist6rica en que ahora podemos ver a Stalin acaso sigue Siondo insuficiente. Pero por lo menos tenemos una perspectiva, mientras que en los afios 1947-1948, cuando escribi este estudio, no teniamos ni tuna, Y por c%0 quizé no sea demasiado prematuro hacer un balance, tei tative cuando menos, de la controversia. En el debate no han faltado, desde luego, los excesos polémicos. Asi por cjemplo, mientas el Daly Worker de Nueys York, al mismo tempo que me deseribia como un “renegado” y como “un portavoz del gran capital y de la City de Londres”, deseubria que en mi Stalin “la espuria fachada de la historiografia equilibrada.... sélo encubre una salvaje predisposicion, y un empleo inescrupuloso de cuanta calumnia y mentira se han utilizado contra Stalin y la Unién Soviética”, autores como Bertram D, Wolfe, David Shub y el ya desaparecida Franz’ Borkenau, por no. mencionar @ otros, insinuaron exeuramente wrendizaje comunista en la Unién Soviética”™ y descubrieron que el propésito que me animaba era el de ocultar la ver- dad sobre Stain 9 “vestio con fa piel del cordero”, y que yo, en efecto, habfa producido “la més habilidosa.a de la politica soviética, tanto interior como exterior, publicada en muchos afios”. Aun antes de que cl libro apareciera, The New Leader* hizo circular un extenso memorandum, 2 Vintage Books, tne, Nueva York, 1960. . 2 Organo del Partido Comunista de los Estados Unidos. [N. del TJ » Revista novteamericana de inquerda. (N. del 7] uw en fora de foleto de gran tamaio, con ol propio declarado de denn: iar “la multitud de inexactitudes, la supresion de hechos claves y las resabiosas evasiones que dan al libro de Deutscher su cardcter pernicioso”, Los patrocinadares del memorandum atribuian la patemidad del misto a ‘dos expertos rusos de nacimiento” que, por razones que no se expli- aban, preferian mantenerse en cl anonimato, En algunas oficinas edito- riales ‘de Nueva York se mencioné libremente el nombre de uno de estos ‘expertos, quien, por cierto, asumié piblicamente la responsabilidad como patrocinador del memorandum, pero no como autor. Curiosamente, el mismo experto, un conocido menchevique, al resefiar mi libro bajo su pro pia firma; no tavo nada que decir sobre fa “multiad de ineeacttudes", Esto no resultaba nada sorprendente, puesto que el tratado anénimo fun- daba su_acusacién en tna coleccién’ de “citas” mafosamente sacadas del contexto o burdamente deformadas. Acorde con el cima politico de aquel ‘entonees, este tipo de ataque alevoso no dejé de tener sus efectos: recuerdo tun easo, Cuando cierto club de suscriptores de libres. cuyo jurado habia deci- dido hacer del Stalin su seleccién especial, “cambié cle opinién” en el tlkimo momento y en un arranque de psinico retiré el libro “pernicioso” de su lista, Pero dejemos a un lado los incidentes cémicos de la controversia y ocu- pmonos de su aspecio mis serio, Yo terminé de escribir eto bro cuando Stalin se encontraba en la etispide de su poder y los Gtimos afios de su mando pertenecian ain al futuro. Por necesidad interrumpi la historia de su vida y su obra en los afios 1945-46 y llegué a la conclusién de que, aunque todavia era demasiado pronto para formular “un juicio seguro sobre el hombre, sus aciertos y sus fracasos”, resultaba claro no obstante que Stalin pertenecia “a la estirpe de los grandes déspotas revolucionarios, Ja de Cromwell, Robespierre y Napoleén’. Stalin no era grande moral 0 intelectualmente, sino “por el alcauce de sus empresas, la importancia de sus acciones, la del escenario que dominaba’”, Revolucionario lo ‘era “porque puso en prictica un principio fundamentalmente nuevo de or- ganizacién social” y porque, sobre Ia base de la propiedad piblica y por medio de una economia planeada, industrializé y colectiviz6 la sociedad sovictica, transformando asf perdurablemente su estructura, “Finalmente, Su inhumnano despotismo no sélo ha viciado una gran parte de sus logros, sino que atin puede llegar a provocar una violenta reaceién contra éstos, en (que la gente podria inclinarse a olvidar, durante cierto tiempo, contra qué reacciona; la tirana del stalinismo o su ejecutoria progresisia en Jo social”. Refiriéndome a la moda, corriente entonces, de asemejar a Stalin con Hier, indiqué ciertamente sus similitudes, pero tue buen cuidado de po- ner de relieve las diferencias: “Hitler fue el jefe de una contrarrevolucién estéril, mientras que Stalin hha sido tanto el jefe como el explotador de una’ revolucién trdgica y eontradictoria pero creadora.... No hay una sola esfera en la que Hitler haya hecho avanzar a la nacién alemana més allé del punto en que R sncontraba cuando él tomé el poder, En la inayor parte de las esfe- Kista ha hecho retroceder terriblemente..... Stalin se propuso....extir- par la barbarie de Rusia recurriendo a medies birbaros., Dada la natu- Pilea de los medios que empleé, buena parte de la barbarie,.. ha vuelto a renacer.... Ello no obstante, la nacién ha avanzado en la ma- Joria de las esferas de su existencia.... Rusia es ahora la primera po- Tencia industrial de Europa y ta segunda del mundo, Su mente ha sido despertada de tal modo que dificitmente podra adormecérsela otra vez". Sefialé que en el stalinismo, pese a su caricter totalitario, la inspiracién socialists, com todo y la supresion de que fue objeto, no se habia extin- guido en modo alguno: “De tal suerte, ha habido muchos elementos po- ‘tives y_valiosos en Ja influencia educativa del stalinismo, elementos que muy probablemente se volverin, a la larga, contra sus peores aspectos... Fs seguro. que la mejor parte de la obra de Stalin... sobrevivirs a &te. Pero, « fin de salvarla para el futuro y de darle su pleno valor, Ia hi toria todavia tendra que... depurar y reformar rigurosamente la obra de Stalin...” Fue principalmente esta apreciacién general del stalinismo In que suscité Jon atajues, Un eiGeo tan moderado 4 razonable como el Profesor Hans Kohn me reproché la falta de una actitud desapasionada en. mi enfoque de “la revolucién leninista en su conjunto”. “Deutscher”, escribié el Pro- fesor Kohn refitiéndose a mi enfoque, “no hace un alegato en favor de Stalin, y revela una y otra vez su claro reconocimiento de la despiadada tirania de Stalin, Pero nunca duda de ‘la cjecutoria progresista en lo social’ del leninismo y el stalinismo” y de que la revolucién bolchevique “se justifiear ante 1a posteridad debido a que ere6 las bases para una organizacién superior de a sociedad y para el progreso en un futuro no muy remoto”. Esto, la importancia que le atribui a la economia planeada y la comparacién que hice entre las revoluciones industriales inglesa y usa, le parecié casi deseabellado al critico. Sostenia éste que, en contraste con Ia revolucién industrial inglesa, “Stalin... habia creado precisamente Jas condiciones que harian improbables cualesquiera consecuencias fruct feras de la revolucién industrial”. Otros autores, siguieron, lineamient similares en su argumentacin y desecharon como “hazaiias de eredulida Jo que yo habia dicho sobre el econémico y educativo de la Uniéa fica; algunos incluso se burlaron de mi afirmacién de que bajo Stalin “toda la nacién habia sido enviada a la escuela” y de que “su avider de conocimientos, en las ciencias y las artes, habia sido estimulada por &] gobierno de Stalin hasta el grado en que se habia hecho insacable y embarazosa” —embarazosa para el stalinismo, desde luego. El blanco favorito de los ataques de los criticos fue mi comparacién centre Stalin y los grandes déspotas revolucionarios anteriores y mi pred ‘Gén de que la revolucién rusa entraria en una fase en que la obra de Stali seria “rigurosamente depurada y reformada”. Permitame la benevolencia del lector transcribir aquf el siguiente pasaje del muy extenso ensayo de Franz Bockinsa sobre Tat Hira El easayo eporeesé ex’ Der Monat y fue. repro: ducido, como articulo especial, en publicaciones periédicas que auspi ‘en diversos paises el Congreso por la Libertad de la Cultura: La perspectiva de Deutscher es enteramente falsa... La persona de Napoleén pudo ser separada de los destinos de Francia, y los logros de la revolucién y del periodo napolednico indudablemente fucron salvados. Pero es mis que dudoso que el destino de Rusia pueda ser separado del stalinismo, aun en el caso de que Stalin llegara a morir de muerte na- tural, La ley interna del terror stalinista conduce a la Rusia de Stalin, en ‘no menor, si bien mis lentamente, de lo que la ley del terror nazi condujo a la Alemania nazi a su conflicto con el mundo y, por lo tanto, a la eatéstrofe total no sélo para el régimen terrorista, sino tam- bidn para la nacién gobemada por dste... El peligro del libro de Deuts- cher comsiste en que, en lugar de esta’ grave ¢ inquietante perspectiva, prcsela otra que es normal y tranquiizdora, Sein Ia concepeiin de eutscher, no hay nada terrible que temer porque, en Jo fundamental, los terrores pertenecen ya al pasado. A esta concepcién, nosotros opo- nemos la opinién de que la revolucién del siglo veinte muestra para- lelismos con las revoluciones anteriores sélo en su fase inicial, pero que posteriormenté introduce un régimen de terror sin término, de hostili- dad hacia todo lo humano, de horrores que no conllevan remedios y que sélo pueden curarse por ferro et igni (a hiero y fuego). 2Es Stalin tun nuevo Cromwell u otto Hitler? Para cualquiera que tenga un cono- cimiento verdadero de los regimenes de terror riso y alemin, la res- puesta es clara, La conelusién de Borkenau ubicé Ia controversia en su justa perspectiva (¢ indirectamente explicé su “ferocidad”). Lo que interesaba primordial- mente a Borkenau y a la escuela de pensamiento a la que éste pertenecta (escuela que durante tna década ejercié una gran influencia en Ia "so, vietologia® occidental) no eran los méritos 0 deméritos histéricos de mi Stalin, sino su significacién respecto de la guerra fria y de los supuestos fen que se apoyaba su participacién en ella como cruzados anticomu ‘Su supuesto principal consistia en que el stalinismo, siendo “‘inseparabl de los destinos de Rusia, habria de sobrevivir a Stalin; y que, por no con- Hevar ningiin antidoto contra si mismo y por ser “enemiga de todo lo hu- mano”, sélo podia ser destruido a hierro y fuego. Aunque, 0 mis bien Porque, yo habia eserito mi libro al margen de la guerra fria y me habia negado a hacerme eco de los gritos de batalla y las consignas de cual- quiera de los dos bandos, mi libro implicitamente desbarataba esta noci6n; ¥ asi, inevitablemente, se vio envuelto en Ja guerra fria y se convirtié en blanco de los ataques de los cruzados, Habent sua fata libellt. Basta reenunciar ahora los términes de In controversia para ver cémo 4 ae ha resuclto Gta, cuando menos en la medida en que puede decire que {ates argumentos han sido resieltos definitivamente. Después del XX Con- ‘del Partido Comunista sovitico, de los sputniks ¥ los duniks, y en Brea del grterio que, justificada pero tardiamente, se ha levantado en Ia rsa norteamericana aeerea del grado en que In Unibn Soviétiea ha igua- fido al Occidente en divenos campos de la educacién, de todo feo, quien osird seguir Burlindose de las aseveraciones de que en la Unig ‘Sovitica “toda la nacién habia sido enviada a Ta eseuela” de que 2a Taga“ cgentas vanes muy prabableaens = veverin conta Shs peores aspectos", de que una reaceién positiva y progressta Se roduchas en el stay ijt) ts inland esvidion Gece ast ae tort “depuratfa y reformaria la obra de Stalin”? He tenido ineliso la {atisfaceién un tanto dudosa de ver que muchas de mis afirmaciones tan frdorosamente impugnadas te han convertido casi en lugares comunes de fos comentarios ‘cotidianos sobre los asuntos soviéticos, lugares comunes ‘que ahora emplea, con gran fervor y desparpajo, mis de uno de mis eri- ies mnt *fetoen™ Tmo at gue lgunas'veees he. decado poder Gesochar el lenguaje con que he analizado mi tema y las expresiones'y los términos que he acuado; empero, irGnicamente, heme aqui presentin- fiolos una ver mis ante los lectores, Pero quizd en su contexto original es- tes términos y expresiones parecerin tin poco menos gastador. El Stalin aparece en esta edicién tal como fuera publicado original- mente, sin ningén cambio, Sime propusiera volver a escribir el libro, probablemente lo redactaria en un estilo algo diferente. Ahora que, ai Exho de un largo intervalo, vuelvo a leer estas péginas, noto el cardcter deliberadamente cauteloso. de ‘muchas afirmaciones y el tono de. reserva que tate de mantener mienttas intentaba colocar @ mi protagonist tina perspectiva historica antes de que el tiempo y los acontecimientos hu- bieran creado exa perspectiva. Dero, independientemente de las diferencias dle detalle y de los cambios de énfasis con que yo pudiera volver a narrar 1a Ristori resulta smcjor, pesindolo todo, publicaria sin alteracines. Bl hrecho de que el libro hayn sido, durante tantos aijos, el objeto, de una controversin tan extensa y animada, probablemente haya hecho del texto agin sep a como, ‘documento ue inh propo soto debe abstenerse de retocar. Y, en lo generaly yo sigo defendiendo la interpre- tacién de Stalin y el salinimo que te oftece aqul. Ta claro que eh los dlkimos alos se ha hecho accesible para el inves- tigador una gran cantidad de nueva documentacién histérica, que hava posible introducir nuevo material ilustrativo y ampliar algunas partes del relato, Esta mieva documentacién, sin embargo, lejos de contradecir la historia tal como la he narrado, la confirma nte. Todo lo que podsia reviaire en el momento’ actual es la explicacién de slo algunos {ncidenter de importancia secundaria y de una o dos opiniones expresadas hipotéticarente."Asi, por ejemplo, las revelaciones de fruschov en el 30K Congrew del PGUS acerca de la manera como Stain realiz6 las grandes 15 purgas vienen a confirmar completamen en el capitulo “Los Dioses Tienen Sed”. “Stalin” sefialé yo, “no se pre- sent6 en ningiin momento en los tribunales. El hombre que supuestamente ra la vietima principal de tantas siniestras ¢ inmensas conspiraciones ni siquiera fue llamado a comparecer como testigo. Y, sin embargo, a través de todo cl macabro especticulo podia sentirse su presencia en la concha del apuntador. ¥, a mas de ser el apuntador, era también el autor, el dic rector y el prodictor siempre invisible”. Al mostrar a Stalin moviendo tras bastidores los hilos de os procesos, cotejando personalmente y fire mando centenares de listas negras con los nombres de las victimas, y orde- nando 4 Ja NKVD la aplicacién de torturas y Ja extraccién de confesio= nes, Jruschov ha hecho visible ante la posteridad al “autor, director y proditctor siempre invisible”, Hay s6lo una fase de las purgas que Jruschov ha puesto de relieve mis agudamente que yo:_ la fase en que Stalin, habiendo destruido todas las oposiciones antistalinistas, trotskistas, zinovievistas y bujarinistas, procedi6. a aterrorizar a sus propios partidarios y seguidores y a disgregar Ia propia, facciGn stalinista. Jruschov, el viejo stalinista, tenia sus motivos especiales pa- ra ocuparse dle esta diltima fase de manera que casi excluia las fases ante- riores y més importantes, alrededor de las cuales centré yo mi relato. Aun. asi, también he indicado brevemente la ltima fase, cuando narré los conflictos de Stalin con Ordzhonikidze, Rudzutak, Mezhlauk y otros stali- nistas prominentes. Jruschov no ha hecho ningiin intento de profundizar en Jas motivaciones de Stalin y en Ia Wégica del terror que condujo a éste, del aniguilamiento de todos los grupos antistalinistas, a la virtual destruccién de su propio grupo, Tratando de poner de manifiesto esa légica, yo escribi: ‘A medida que se ampliaba el circulo vicioso del terror, pocos hombres de importancia se sintieron seguros. Algunos se vieron impulsados a ac tuar para detener el horrible perpeiuum mobile. Tal accién no provino de los inermes dirigentes de las antiguas oposiciones, sino de hombres que hasta entonces habian estado exentos de toda sospecha, cuyos cs piritus no habian sido doblegados por interminables retractaciones. y Cuyas manos atin empufiaban algunas de las palancas del poder. La reaceién contra el terror comenz6 entre los colaboradores mis cerca nos de Stalin... a comienzos de 1937. Jruschov ha confirmado inditectamente esta explicacién, pero no ha di- cho nada sobre la forma que asumié entre los. colabor de Stalin Ja oposicién al terror. ¢Trat6 ésta de detener el horrible perpetuum mobile por medio de una revueltapalaciega? 2Hubo 0 no algén.intento de atacle manos al amo del terror? A Ja luz de Ia situacién deserita por Jrus- chov habria sido natural, casi inevitable, que la idea de una revuelta pac laciega se incubara entre Jos colaboradores cercanos de Stalin. Jruschov tiene razones obvias para negarse a arrojar luz sobre este asunto; pero. yo 16 lo que yo tuve a bien decir — no tengo motives para revisar mi conclusién de que “era inevitable que a conspiracién imaginaria que obsesionaba a Stalin comenzara, entre la orgia de las purgas, a adquirir Ia carne y la sangre de Ja realidad”; y aquellos que empezaron a fraguar una conspiracién no fueron Zino- v, Kameney, Bujarin y sus semejantes, sino los colaboradores més in- timos de Stalin y los militares, Basindome en diversos informes antista- Tinistas, acepté, no sin reservas, la versién de que el mariseal Tujachevski contemplé ciertaimente Is posbildadl de un gope, no “en contra ‘alguna potencia extranjera", como lo acus6 Stalin, sino por su propia ini- ciativa y 19s motivos. que no eran depravados. Tujachevski hha sido rehabilitado recientemente en la Unién Soviétiea; pero la rehabi- fitacién ha sido pronunciada de esa manera sumaria y enigmatica que deja en la oscuridad todas las circunstancias pertinentes de la purga en jas fuerzas armadas. Mientras esas cireunstancias no se aclaren, no veo ninguna razén definida para revisar mi propia explicacién parcialmente hipotética, y supongo que ésta seré confirmada cuando se arroje, si se arro- ja, plena luz sobre el ibs circunstancias del asesinato de Kirov en. 1954 contituyen otto enig- ma todavia irresuelto. Yo escribi que “la policfa politica de Leningrado habia tenido conocimiento de la preparacién del atentado y no habia hecho nada para evitarlo”; ¢ hice claro que Stalin utiliz6 el asesinato de Kirov como pretexto para desencadenar el terror, pero no supuse que la NKYD de Leningrado se comportara asi por érdenes de Stalin, Jruschov alude a la complicidad directa de Stalin en el crimen, pero luego afiade ‘que nada se sabe con certeza y deja el misterio tan oscuro como antes, Ast, pues, tampoco en relacién con este asunto me encuentro en una posicién ‘que me permita revisar la narracién, ¥ Desde 1948 muchos estadistas occidentales, ademéis de los que se citan en este libro, han publicado memorias de la Segunda Guerra Mundial. De Ia obra de Churchill, que yo conocia tan sélo en sus partes iniciales cuando redactaba In presente biografia, han aparecido ya los volimenes finales, en los cuales figura Stalin de manera prominente. Los isos por fin han publicado la correspondencia de Stalin con Roosevelt y Churchill Después de evaminar ein’ mata de nuevos mattriales, no veo necedad Alterar mi interpretacin del papel que desempeiié Stalin en la guerra, aunque fécilmente ariqueccrla afadiendo detalles lustrativos. de reciente publicacién; pero dificilmente podria hacer tal cosa dentro de los Limites de un solo volumen, biografia tiene, necesariamente, una considerable © importante la- guna: no se ocupa del Gltimo periedo de la era staliniana, sea os ales le 1947 a 1953, Este fue un perfodo leno de acontecimientos, que vio la Teconstruccién de Ia Unién Soviética después de la guerra, la extensién ¥ consolidacién del poder seviético en Europa Central, el triunfo de la Re- Solucién China, la guerra fria, los paroxismos finales del culto'a Stalin, el turbio excndalo de la conjura de los médicos y la intensa pero silenciosa 7 lucha en el Kremlin en torno a la politica interior y exterior y al proble- Sia wii Me sti dept psf Ee ft in capitulo final que abarque estes sucess porque se dispone de muy poca documentacién sobre este periodo. Trataré los ‘iltimos afios de Stalin en tun volumen aparte tan pronto salga a Ia luz la documentacién necesaria’, Gonfio sin embargo en que, aun en estas paginas, el lector hallara. las claves exenciales para entender la fase final de la era stalinista, Bl leit- ‘matin de este estudio es la dualidad del cardcter politico de Stalin, la com- bbinacién en él del heredero de Todas las Rusias de los zares y del here- dero det leninismo y la Revoluctén de Octubre. He descrito. la, tensién entre estos elementos contradictorios y los ‘dos partidos", un “partido de Ia revolucién” y un “partido de la tradieién’', que coexistieron y lucha- ron entre sien el stalinismo, tras su fachada monolitica. La tensi6n fentre estos “dos partidos” culmin6 precisamente en los diltimos afios de Stalin, cuando, por una parte, éste traté de reimponer a sus sibditos los dogmas de su ““leninismo” eclesidstico, y, por otra parte, obré como el agente de la Tradicién, preparando el consternador triunfo de ésta con el asunto de la conjura de los médicos, ese pogrom “‘auténticamente ruso” que habia de eclipsar todos los pogroms de las Centurias Negras y todos los procesos de Beyliss que habian tenido lugar en Todas las Rusias de los zares. E) silencioso conflicto entre estos “dos partidos” encontré $0 sole cién parcial déspués de Ia muerte de Stalin, cuando sus sucesores liquida- ron calladamente el escdndalo de 1a conjura de los médicos; pero, en. for- ma latente y menos violenta, el conflicto persiste y explica mucho de lo que ha sucedido desde entonces. Por iiltimo, desearla quizd recordar a los lectores que esta biografia fue concebida originalmente como parte de una trilogia que incluye tam bién sendas Vidas de Lenin y Trotsky. La trilogia se encuentra ain en proceso de desarrollo, pero ya han aj sobre Trotsky: The Prophet Armed (BI profeta armado) y The Prophet Unarmed (Et profeta desarmado), y espero que pronto quede terminado el tetcero*. Es inherente a la concepcién de una obra de esta indole que ciertos cabos de la narracién y la interpretacién, queden sueltos a medias en una te de la trlogia, para después ser atados con mayor atencién a los detales y concediéndoles ‘més importancia, en otra parte, Y asi, aunque el Stalin €s una obra completa en si misma, que se ha leido y puede seguirse leyendo independientemente, el conocimiento de los otras partes de la trilogia dard aa los lectores una idea mucho mis abarcadora de mi enfoque hist6rico de la Revolucién Rusa y del bolchevismo, Fi ae et are wns eres al ED ter mew tyey Sacer reg ie Olea Ot Bh a ety al Us Olen ne Ot a dreary wana ona set eg eae eat ea Ediciones ERA, [N. del T} ai % i dos volimenes de mi estudio PREFAGIO A LA PRIMERA EDICION Ext relato de la vida de Stalin termina, algo indefinidamente, en los afios de 1945-1946, Exe es el limite que le marca la historia al biégrafo hasta el momento actual, No se dispone de ninguna evidencia documental que fpudiera servi de base para una descripeién del papel, desempefiado por Stalin en los Gikimos dos o tres afios. Confio, sin embargo, en que los {iltimos capitulos de este libro arrojen efectivamente alguna Iuz sobre el Stalin de ia postguerra, Hasta hace ‘muy Beco Geno tabla slo cat imposible llevar la narracién mds alla de 1938 0 1939. Afortunadamente, sin embargo, los documentos oficiales publicados en fechas recientes y las memorias de guerra de los ministros y generales occidentales han facili- tado mi tarea, pero en Rusia no se han publicado documentos compara- bles. El escritor que trata de considerar el pro y el contra del caso de Sta- Jin encuentra, de un lado, la evidencin de los sefiores Churchill, Hull, Byrnes, los White House Papers (Papeles de la Casa Blanca) de Harry {. Hopkins, y otros, Del otro Indo no encuentra east nada, a excepcién de tinos cwantos fraementos tendenciosos de revelaciones semioficiales que se encuentran, curjraments en Tos guiones de peliculas soviedcat tales como La batalla de Stalingrado, de Virta, puesto que éste ha sido hasta ‘ahora el “nico conducto que los dirigentes soviéticos han favorecido para hhacer Megar a su pueblo una parte infinitesimal de Ia historia intima de esos grandes afios. Clio, Ia musa de la Historia, no ha logrado franquear todavia las puertas del Kremlin, Es una triste paradoja, en verdad, que Ia nacién que hizo los més gran- des y heroicos sacrificios en la Segunda Guerra Mundial sea precisamente quella a la que menos se le permite conocer sus propios antecedentes di- pplomiticos, militares y politicos. Como es natural, los excritores y autores de memorias de los paises occidlentales narran los acontecimientos desde sus peculiares puntos de vista nacionales y politicos, y yo creo no haber fido de vista su inevitable parcialidad al usar los materiales que ellos resentan como evidencia. Pero la misma diversidad de critetio y } tiva en estos escritos constituye, de por si, un medio para aquilatar su relativa credibilidad; y es sorprendente descubrir cémo han coincidido am- Pliamenie hasta ahora en Io que se refiewe a lor hechos eeencales ine cluso a los detalles pertinentes a una exposic papel desempefiado por Stalin. He tratado, ademis, de llenar tna parte’ de la laguna que ‘existe en Ia evideneia documental recurriendo a tas impresiones y los tes- timonios personales —relativos tanto a este perfodo como a otros de la carrera de Stalin— que me proporcionaron estadistas, diplomiticos y po- Iiticos de opuestos puntos de vista politicos, cuyas actividades los pusieton ‘en contacto con Stalin en una u otra €poca, Me complace dejar constancia de Ia deuda de gratitud que tengo contraida con estas personas, cuyos nombres no puede mencionar. No considero necesario disculparme por lamar a esta obra una biogra- fia politica, Reconozco mi inclinacién a estudiar los actos politicos mis bien que los asuntos personales de los hombres. piiblicos. ¥, totalmente parte de esa inclinacién, resulta imposible narrar la vida privada de Sta- lin, de cuyas cartas privadas s6lo se conoce una hasta la fecha, que por lo demis aparece en un libro confiscado que escribié su cufiada A. S. Allikiyeva.* Casi todes los bidgrafos que han intentado profundizar en este aspecto de la vida de Stalin han tenido pocas cosas verdaderamente inte- resantes que decir o han debido contentarse con chismografia imposible de verificar. Incluso un observador y excritor tan perspicaz y notable como Trotsky, que se senté con Stalin en el Polithurd durante casi diez aiios, no constituye una excepeién a esta regla. Por lo que toca a los periodos primero ¢ intermedio de la carrera de Stalin, lo que ha dificultado la labor del biégrafo no es la escasez de evi- dencia documental, sino. su abundancia y su caricter contradictorio, La historia de Ia vida de Stalin es como un enorme palimpsesto en el que aparecen superpuestas muchas escrituras, cada una perteneciente a un pe- viedo distinto, cada una escrita por una mano diferente, y cada wna de Jas cuales ofrecé ademés una version diferente de los acontecimientos, Aun los propios manuscritos de Stalin se contradicen flagrantemente entre si. Confio en que el lector de este libro encontrara en él una explicacién de esta cxtrafa cireunstancia. Durante mis de veinte afios he observado el progreso de este palimpsesto y ahora he vuelto a examinarlo, eseritur tras escritura, comparando, cotejando y,volviendo a cotejar las versiones contradietorias, Aqui he présentado mis hallazgos. He tratado de no abru- mar indebidamente esta narracién con una exposicién de los intrincados procesos de anilisis comparativo mediante los cuales legué a mis conclu- ssiones. Tengo la certeza de que esto habria fatigado enormemente al lec~ tor, Los estudiosos y los expertos, sin embargo, podrin encontrar las cla~ ‘yes necesarias en mis notas al calce, en las que frecuentemente aparecen Jado a lado las referencias a las fuentes hostiles y favorables a Stalin. Este libro est concebido como Ia primera parte de una. trilogia bio- gréfiea que habré de continuarse y con con una Vida de Lenin ¥ un estudio de Trotsky en el exilio. El estudio principal del bolehevismo Toterior a 1817 y In husorte de ideas tales como In dictadura. del prole: tariado, los Soviets, la “wanguardia del proletariado” y otras similares, de- ben tener su lugar en la biografia de Lenin, En cl presente volumen se ha esbozado el desarrollo y la evolucién de esas ideas s6lo en la medida + Bata carta aparece citada en la pig. 218 del presente libro. No se puede, supuesto, considerar como cartas idan futon pubic nao nat, ‘por primera vez, en las Obrar (Sochinenia) de Stalin en los dos cltimos aos, Ped ‘tas fueron cscrtas, por reala general, ex officio, 20 yue ello fue necesario una comprensién del protagonista, La yh ts eae somata ohn aa ok Ehevismo desde In revoluecién y Ta guerra civil, : Reeonozco con gratitud la deuda que tengo contraida con amigos y co- ‘Debo agradecer particularmente al Sr. Donald Tyerman y a la sefio- rita Barbara Ward su estimulo y sus consejos constantes y amistosos; al Profesor E. H. Carr sus expertos comentarios criticos; y_al Sr. D. "M. Davin y a los miembros del cuerpo editorial de la Oxford University Press su escrutinio infinitamente paciente de mi manuscrito y sus_valiostsimas sgestonesesilistcas, EI Sr. Jon Kimehe me ayudé muy bondadosamente con libros y documentos. Todo ello no obstante, yo soy el finico respon- ‘ble pr ls opiniones expresadas en el bro y por su deficencay, ‘Mas que con ninguna otra persona estoy en deuda con mi esposa, cuya aboegada ayuda hn becho posible esta obra y euyo sentido extico ha con iribuido a Ia formulaeién de cada uno de sus pirrafos. {1949} CAPITULO 1 NEANCIA Y JUVENTUD Los padres de Stalin: Vicarién Dzhugashoili y Bhaterina Gucladze, El nacimiento (1879), 1a infancia y los dias de escolar de Iosif Dzhugashoili (peseriormente tala) Gori, Georgia (Céucaso). Influencia. del fole More georgiano. Rusos y georgianos. Stalin en el Seminario Toolégico de Tiftis, 1894-1699, La tucha de los georgianos contra ta rwificucién. Bajo el nombre de “Soselo” (Pepito), Stalin publica versos en 1895. Leciuras Clandestinas, Ingresa en et Messame Dassy (Tercer Grupo) en 1898. Revo- Iucién industrial en cf Céucaso. Aprendizaje de Stalin como conferenciante socialisia, St expulsién del Seminario, Los estigmas de ta servidumbre. Quied en 1875, quiza un aflo o dos antes, un joven caucasiano, Visarién Franovich (hijo de Ivin) Dzhugashvili, salié de la aldea de Didi-Lilo, ‘cerca de Tiflis, capital del Caiucaso, para establecerse en la pequefia po- blacion georgiana de Gori. Alli abrio un modesto negocio de zapateria. ‘Visarién Dzhugashvili era hijo de campesinos georgianos que hacia apenas —— hablan dejado de ser scror, Bl mimoo habia nacido esclavo de algyin terrateniente georgiano y, de haber continuado siéndolo, nunca hhabria estado en libertad de abandonar su aldea natal para convertirse fen aftesano independiente. Ninguno de sus antepasados, ciertamente, po- dria haber hecho algo similar. ‘Todos habfan yivido atados a la tierra y fle sumo podian pasar de las manos de un terrateniente a las de otro. ‘Todavia en los afios de la infancia de Visarién, los periédicos georgianos publicaban anuncios en que los terratenientes oftecian vender © proponian Comprar, digamos, “1,000 © 2,000 hectéreas con 50 0 150 almas”. El tri- fico de esclavos babia sido a menudo fraudulento, y en los archivos de los ‘bunales georgianos figuraban casos en que una. misma familia campe- sina habia sido vendida simultincamente a tres o mas compradores.* isarion, pues, debe de haber salido de su aldea con un sentimiento de jibilo y esperanza. Se habia convertide en un hombre libre, y ahora, ‘como artesano independiente, esperaba alcanzar cierto grado de prospe- ridad, En Gori contrajo_ matrimonio con una muchacha de origen tan hiumilde ‘como el suyo: Ekaterina, la hija del siervo Gueorgui Gueladze, de la aldea de Gambareuelli. Como muchas otras hijas de campesinos pobres, es posible que Bkaterina se haya trasadado al pueblo para trabajar como ‘irvienta de alguna familia armenia 0 rusa de clase media. ( clases medias en el Géueaso eran rusas, aimenias o judias, Por entonces © F. Majaradee, "Gruzia v XIX veke”, en Trudy Pervoi Vsesoyuanoi Konferentsi Istoritoe-Marksitov, v0. 1, p. 488. 7 casi no existia una burguesfa georgiana; los georgianes eran hidalgos 0 Serres): Gunny so cxsb con Vieaton Danaher, Ekaterina slo tale ‘quince aiios. Tales matrimonios tempranos no eran raros en un pais donde / Jos seres humanos maduran tan répidamente como las uvas bajo un sol semitropical. La pareja se instal6 en una vivienda para pobres a las afue- ras de Gori, por Ja que p: rublo y medio (aproximadamente 25 centavos de délar) al mes. La vivienda consistia en una cocina y otra habitacién. Esta tiltima, que no media més de cinco metros cuadrados, era mas bien oscura ya que por su tinica ventanuca entraba poca luz Su puerta daba directamente a un patio de deprimente, desde ¢_cial en lor dias de, uv, at dewbordaban en Ta vvienda el agua y el 1 patio. El piso era de ladrillos sin pulir, y todo el mobiliario del matri- minio consistia en una pequefia mesa, un taburete, un sof y una cama de tablas con un colchén de paja® La morada de los Dahugashvili, trans- formada en museo, ¢s visitada ahora por numerosos turistas que’ viajan ugar, Lo mismo sucede con el pequeio taller de Visarién Dzhugach- vili, con su vieja silla desvencijada, su martillo y sus: hormas. Fue en ea vivienda oscura, de rublo y medio al mes, donde Ekaterina dio a luz tres nifios entre 1875 a 1878. Los tres murieron poco después de nacer. Ekaterina tenfa apenas veinte afios cuando, el 21 de diciembre de 1879, tuvo tun cuarto hijo. Por un capricho de la fortuna, este nifio ereceria y se convertiria en un muchacho saludable, enjuto y voluntarioso, En la pila del bautisino se le dio el nombre de Tosif (José); y asi, el sacerdote de la Iglesia Ortodoxa Griega local, que tenia a su cargo el tro cul, de a de SEED en este mundo, de Tost isa wil, que se haria famoso con el nombre de José Stalin, Poco s¢ sabe sobre los primeros afios de su infancia. A la edad de seis © siete afios enfermé de viruela, y su rostro quedé marcado por Ia enfer- medad. Enfermé por segunda ver cuando una iileera en Ia mano izquier- da le produjo una infeceién de In sangre, Mas tarde habria de recordar que se vio a la puertas de la muerte. “Yo no sé”, le ditia a su cufiada, A. S. Allildyeva, “qué me salvé entonces, si mi fuerte constitucién o el ento de un'curandero de aldea”. Cuando recuperé la salud, descu- que no podia doblar el brazo izquierdo con facilitad a Ia altura del coda, Debido a este ligero defecto, el futuro Generalisimo fue declarado. to para el servicio militar en 19164 ‘nifio crecié entre Ia eseualidez y Ia pobreza en que habia nacido. Visarién Dzhugashvili hizo un intento de ascender al nivel de Ia baja clase media, pero no tuvo éxito. Su negocio de zapateria no le producia lo suficiente para vivir, y su mujer “tenia que trabajar duramente dia y 2 E. Yaroilavsky, Landmarks in the Life of Stalin, p. 7. >A. S. Alliliyera, Vospominania, p. 167, os poche" para a subsistencia... y se vio obligada a salir a traba- Fer tomb lavandera’* Tncluso el rublo y medio spe por la vie Henda salia de lo que ella ganaba. Aleunos de. lo de han deducido de exto que Visarién Dahugashuill debi de gastr en vodka fl poco dinero que ganaba, conclusién que tiene alguna base en las re- Slikeeencias de los eondisepulos de Stalin#® La aficién a Ta bebida era, ‘Gleriamente, una especie de enfermedad propia del oficio de los zapateros: fa frase “borracho como un zapatero” existe en la mayoria de los idiomas de Europa oriental, Por otra parte, se afirma que Visarién era eruel con Su esposa y su hijo, “Las. golpizas inmerecidas y terribles”, eseribe Ire- mmashvili, amigo de infancia de Stalin, “hicieron al nino tan torvo y des- piadado como su padre”. Sus defensas contra la crueldad del padre fue- on la desconfianza, la viveza, la astucia, el disimulo y la paciencia. Desde muy temprano la vida hubo de ensefiafle lecciones —y algunas ruses de querre— que andando el tiempo le resultarian ‘étiles. Bi ‘Quizi esta imagen del borracho pendenciero no le haga plena justi a Visarién Dehugashvili. Este debe de haber tenido también mejores cua- Iidades, un espiritu de empresa y cierta curiosidad frente al mundo. De no haber sido asi, él, hijo de siervos, dificilmente habria cambiado Ia mondétona vida de su aldea natal por ias incertidumbres de la existencia urbana, En Europa oriental el “zapatero-filésofo”” es tan_ proverbial como fl “zapatero borracho”. Ambas frases describen propensiones de un mis- ‘no ofcio que a menudo se daban juntas, Fue de au padre, probable ‘mente, que Stalin heredé una mente reflexiva, y €_ mismo nos ha dado, sin querer, una clave para descubrir el conflicto interior que convirtié ‘a su padre en un hombre huraiio, amargado y cruel con su familia. Ha- biendo fracasado como artesano independiente, Visarién abandon6 la po- blacién de Gori y su familia y se marché a Tiflis, donde se hizo obrero en la fabrica de zapatos de un tal Adeljénov. Su nueva condicién apa- rentemente lo humillaba: su ambicién habia sido la de ser su propio patrén, y ahora habia cambiado la esclavitud del siervo por la esclavitud del asalariado, Visarién luché contra su destino mientras pudo, aun ‘cuando ya habia dejado de ser el sostén de su familia. De ahi, probable- mente naciron au ieitabildad y sus avranques de ira. En une de tut primetos escritos, Stalin uti ia de su padre para ejemplifi- Grr un punto de teoria marxista: “Tmaginese’, escri, “a un zapatero gus posela un pequeio taller, pero que no, podia restr in sompctencia las grandes empresas. Ese zapatero cerré su taller y se alquilé, diga- ‘mos, con Adeljinov, en la fabrica de zapatos de Tiflis. No entré en Ia {ibrica de Adeljénov para ser siempre un obrero, sino para aborrar dinero, para reunir un pequefo capital y volver a abrir su propio + B, Yarodavsky, of city pe 7. © L Trouky, Steir (ediion espafola, trad. de. R, Garcia), Plaza & Janés, 8. A. Bareeiona, 1960, p. 18. (Todas las citas de esta obra en el presente libro estin’toma- das de laedici6n espatila. N del T] f 25 Como puede verse, la posicién de ese zapatero es yw la de un proletario, pero su conciencia todavia 10 es proletaria, sino pequetio-burguesa de cabo a rabo".® No cabe duda acerea de cuil fue el zapatero que le sirvié al autor como ejemplo para su tesis. El pequetio taller, In imala suerte ten los negocios, incluso el nombre del patrén, todo cra parte de la his. toria de Visarién. Lo que deformé la mentalidad de Visarién fue el con- flicto entre su posicién social y su ambicién “pequevio-burguesa”. Visarién no logré “reunir un pequeio capital” y volver a abrir su taller. ‘Murié en Tiflis en 1890, cuando su hijo tenia once afios de edad. Su muerte probablemente no afect6 la situacién material de su familia, pues fa lavandera que quedaba viuda estaba acostumbrada a ganarse su vida y la de su hijo. En la mente de José, més tarde, la imagen del difunto Se hizo borrosa: casi nunca menciond a su padre. El recuerdo de las “terribles golpizas” puede explicar, desde luego, la gran reticencia de Star lin y sus bidgeafos oficiales acerea de Visari Es mucho mis lo que se sabe acerea de Ekaterina Dehugashil, Poeas cosas la distinguian de la gran masa de sus contempordneas, sobre las cuales dijo un poeta rus0: Su destino les reserva tres desgracias. La primera es casarse con un esclavo; La segunda, ser madre del hijo del esclavo; La tereera, obedecer al esclavo hasta la muerte. Y todas estas terribles desgracias Agobian a la mujer de la tierra risa. Ekaterina posefa la paciencia y la sumisién infinitas de la campesina oriental, Sufrié su destino con fortaleza de animo, sin le rencor ‘a su marido, Puso toda su ternura en el tinico de sus hijos que habla sobrevivido. Era profundamente religiosa; en la iglesia encontrd consuelo .cianidad hubo ppara sus aflicciones. También era analfabeta, Sélo en la de aprender a leer, para mostrar digna de su famoso conocieron coincidieron en la admiracién de su “apacible y conteni hnidad, que las personas adquieren después de una larga vida de vicisitu- des cuya amargura no ha deformado su caricter”* Babushka Keke (Ia ‘Abuclita Catalina) continué siendo una modesta campesina aun después del ascenso de su hijo al poder. Mientras vivié con él durante un tiempo en el Kremlin, anhelaba regresar a sus parajes mis familiares del Cau- ‘caso soleado, y asi lo hizo. Con todo, a su manera medio cémica pero conmovedora, traté de comportarse a la altura de su condicién de madre de un gran hombre. Alliliyeva relata cémo, hallindose una vez en Bo- « J, Stalin) Obras, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Mosc, 1953, vol. 1, p. 122. 2 “ph tas 'cuemsoctan de Joe Alllgct, ese contsuet ence infortacia tire Ia vida petsoal de Stalin de su madre, nonca se menciona a mu padre: PATE Aliens, of cls Ble ym, el balneario ene eee con la anciana tee Aisi willy vestida con pesa jeamnes Topas niegras a pesar del cal Haereable, AL preguntirsele por qué vestia de manera tan incimoda, ta anciana contesté: feng que hacerlo. ‘Vean ustedes, todo el mundo ui sabe quién soy”.* Mie una decision verdaderamente heroica, fot arte de Hknring a de enviar a su hijo de nueve afios a la esc eclesiastica de Geri. No Sta Taro que 1os hijos de les. padres pobres se hicieran aprendices de car- yyque se alzara por encima de la humilde condicién de sus progenitorcs. Fin los mis + worl de, fantasy sin dada Jo ven conver tncura pirroco al que los vecinos saludaban respetuosamente. La. vision wn crecianbrante: Tinefa. pocot afios que las escuclas eclesisticas se ha- ‘bian abierto para los alumnos de extraccién campesina ‘Sos asistié a la escuela de Gori durante cinco aiios, de 1888 a 1893. Por lo general fue uno de los mejores alumnos, ya veces el mejor, de scat 1 ees come fs dels eos Sore tiempo que el inuchacho pobre y fe vinilas tenia una memo- Poe tiaordttaria y aprendia sus lecelones casi sin edfuerzo, ‘También des- Tubneron una vigorosa tendencia a imponer su personalidad y a destacar Sobre lor demés, tendencia que se acentuaba en la medida en que Sos6 S hacia consiene de que la mayor parte de ws condcipules procedian de hogares mds ricos que el suyo, y que algunos los, conscicntes Se eee de In diferencia, no le ocultaban su desprecio, Billo no obstante, 4 les llevaba la ventaja en las aulas, donde podia recitar sus lecciones con mucho mayor facilidad que les wistagos consentidos de los mercade- tes de vino o ttigo, mientras que en el patio de recreo los superaba de tal modo en agilidad intrepidez que se veian obligados a aceptar Ja jefatura del hijo del zapatero. Fue en esta oscura escula parroquial_ don- de el futuro Stalin conocié por primera vez las diferencias y el odio de clases, ‘Alli también vislumbré por vez primera un problema habria de preocuparlo en sus afios de madurez: el de las minorias nacio- ales, El georgiano era la lengua vernicula de los Dzhugashvili. Ekate- rina no sabia absolutamente nada de ruso, y es dudoso que su marido conociera algo mas que los rudimentos de este idioma. En ia escuela, Ia mayor parte de las lecciones se impartian en ruso; el programa de estu- dios incluia s6lo unas cuantas lecciones semanales en georgiano. Sos. absorbié el idioma extrafio con la facilidad ia de su edad. Pero fuera de Ia escuela y en el hogar continué ‘georgiano, La lengua $A. 8 alive, 08 i, p82 eMSosb qubtie'a Pepe 'eh gebrano, Sowlo cx e diminatio, equivalents 27 materia de algunos de sus condise{pulos’ puede haber sido el armenio, el tureo 9 algiin dialecto caucasiano, En la escucla, todos los idiomas ver- ran reprimidos y el ruso reinaba supremo. Esta politica de rusi= ficacién, impuesta por el Gobierno, causaba resentimiento, Sucedié en varias ocasioncs que los escolares, muchachos que apenas entraban en la adolescencia, levaron a cabo huelgas y otras manifestaciones en defensa de su lengua materna. En la década de los setentas, los motines escolares fucron frecuentes en Georgia: los maestros rusos eran asaltados y golpeax dos y las escuelas incendiadas por los estudiantes." Durante los alos en ‘que Dzhugashvili asistié a la escuela de Gori no existié tal turbulencia, pero debe de haber habido mucho resentimiento oculto. Entre las influencias que afectaron sus afios de infancia y adolescencia deben haber contado la naturaleza, la tradicién y el folklore de su pue- blo natal. Gori se encuentra ubieado en un punto donde confluyen tres fértiles valles dedicados al cultivo de trigales y viiiedos. Los roquedales a fas afueras de Ia poblacién, las mirgencs del rio Kura y otros dos ios, Jos muros de una antigua fortaleza bizantina y los campos situados entre las tortuosas callejuelas del propio pucblo, que era mitad aldea y mitad ciudad, ofrecian al muchacho espacio abundante donde jugar libremente ¥ la oportunidad de escapar del triste ambiente del. hogar paterno. La propia naturaleza resarcia en parte el tedio y la estrechez que lo oprimian en su vivienda del arrabal. La. campifia abundaba en animales, pajaros, lantas y frutas: no en vano se ereia que éta habia sido la tierra del ‘ellocino de Oro. Esta atmésfera saludable contribuyé a formar Ta vigo= rosa constitucién del futuro Stalin. La regién era también proverbialmente rica en fibulas y leyendas, Alejandro Magno y Gengis Khan habian com- batido alli. En los textos escolares se encontraban relatos de las invasio- nes persas y turcas, Las canciones y los cuentos populares narraban las aventuras de los famosos bandoleros caucasianos. En el folklore, estos bandidos eran a menudo héroes nacionales 0 populares: nobles georgianos gue luchaban conta, Jos caret risos,o caus de sieroy, vengadores lel pueblo, con grandes y tiernos corazones para los pobres y los oprimi- dos y odio solapado para los ricos. Sus guaridas se encontraban en las ‘cumbres nevadas de las montafas y en las cuevas de los roquedos, desde donde descendfan sobre los caminos para atrapar y destruir a sus enemi- 0s. Todo este folklore no estaba muy alejado de la realidad. El territorio, que rodea a Gori se hallaba, todavia en esos afios, infestado de saltea- dores de caminos, Habia muititud de hidalgos georgianos empobrecidos, ‘que carccian de una posicién social definida e ingresos pero que adn vivian mentalmente en un mundo de clanes y feudos que desapa- recta lentainente, A menudo se euffascaban en eaprichosas luchas entre © contra otra gente que los hubiera herido en su orgullo o que de alguna manera hubiese incurrido en su encmistad. Toda la regién se lenaba en- 1 Istoria klasowoi borby ¢ Zakavkazi, vol. 1, Apéndice, pp, 9-90. 28 ces con las historias de las incuisiones, hazaias que bordeaban en cl tertiaje pero que Bo carecan deen atractivo eméntio, Fon in Hoods locales jem le. muchachos. que jugaban ee Prentts Varpetisse yen ink eeatpiies eos Geben 2 a los bant p Ikaberse sentido ansiosos de imitar. i Lon cineo afos de escuela en Gori no fueron, pues, del todo, deca. ‘el joven Dzhugashvili. Pero ya entonces empezaba a desarro- Ut Pen ai 1a conciencia de las desigualdades seciales'y nacionales que hhabrian de convertirlo en el rebelde y el revolucionario de los aiios pos- teriores. Es imposible decir euin clara ¢ra esta conciencia, Los biégrafos SSvieticos oficiales pretenden que ya en Gori su hérve habla Tefdo a Darwin y se habia hecho ateo. Es de dudar que a una edad tan temprana.hu- ese Ieido a Darwin, pero si podria haber adquirido una vaga nocién de Ia nueva teoria en los restimenes populares, y es posible que su mente Se haya vuelto contra la religion. El hecho de su precoz desarrollo men- tal esti confirmado, pues en 1895, s6lo un afio después de abandonar la escuela de Gori, publicaba poemas en uno de los periddicos georgianos {mportantes, Debe de haber jo a escribir versor cuando todavia se encontraba en Gori. Sus bidgrafos oficiales pretenden también que foe alli donde tuvo su primer contacto con las ideas marxistas. Esto pa- rece sumamente improbable: por aquel entonces el marsimno sélo habia ganado unos cuantos adeptos en Tiflis, la capital de la Transcaucasia, ¥ su influencia dificilmente podia haberse extendido a la escuela de Go- Ti! Los apologistas de Stalin se muestran demasiado dispuestos a pro- Yectar la ortodoxia “marxista-leninista” de éste casi hasta su infancia, Los Acontecimientos posteriores no parecen justificar mas. que la. siguiente hhipétesis: el joven Dehugashvili salié de la escuela de Gori animado. de tuna clerta rebeldia en la que se mezclaban In protesta contra la. injus- ticia social y el patriotismo georgiano semirromfntico. Cuando cursaba los grados superiores, lo. habia supeaionie we mis el eee ‘lonalismo de Ia poesia geongiana que cualesquiera otras ideas é “En los curses superiores de la escucia de Gori”, scribe uno de aus con- discipulos, Vano Ketsjoveli, “nos familiarizamos con Ia Titeratura georgia- na, pero no tuvimos ningin mentor que orientara nuestro desarrollo diera direceién definida a nuestros pensamientos. El poema de Chavcha- vadze, ‘Kaké el Salteador’, nos impresioné vivamente, Los héroes de Kaz begui despertaron en nuestros corazones juveniles el amor a nuestro pats, y cada uno de nosotros, al abandonar la escuela, estaba inspirado por 1 vido desco de servir al pais. Pero ninguno tenfa una idea clara acerca de la forma que este servicio deberia tomar”.!® Puesto que tuvo buen euidado de ocultar sus sentimientos de rebeldia frente a sus cen On the History of the Bolshevik Organizations in Transcaucasia, ps Tue te aol der rr et ee shege deishenie | sotiia-demokratia na Kavkaze, pp. 49-50. 3B, Varoataeaky, of eit pp. 10. maestros, étos lo consideraron wan alumno ejemplar y lo ayudaron a Megar a Ia siguiente etapa de su carrera. _Esa nueva etapa fue su inscripcién, en el otofio de 1894, en el Semina- rio Tealégico de Tiflis. Parecia que el suefio de su madre se iba convir- tiendo en realidad, Dado que la pobre lavandera no era capar de cone tribuir a su sostenimiento en el seminario, el director de la escuela de Gori y el sacerdote local lograron conseguirle una beca, El prometedor adolescenie debe de haberse sentido estimulade por las perspectivas que $2 abrian ante él, El mero cambio de Ia pequefia y sofialienta poblacién a In extondida y turbulenta capital del Céucaso era deslumbrador. Ala ‘edad de quince afios tenfa Ia suficiente madurez para comprender las ven tajas de su nueva posicién, ventajas que muy poco antes eran inaccesibles para los jévenes de origen campesino. Debe de haber recorrido los seten- ta kilémetros que separan a Gori de Tiflis con un alborozado sentido de su progreso social, infnitamente’ més teal que el que habia conocido sx padre durante el viaje de Didi-Lilo a Gori unos veinte aiios antes. ‘Su estadfa en el Seminario Teolégico dur6 desde octubre de 1894 hasta mayo de 1899. Para su desarrollo intelectual estos afios de formacién fue= ron decisives. :Qué influencias mis amplias hubieron de moldear ahora su mentalidad? ‘Dos problemas agitaban a la sociedad georgiana durante la ‘iltima dé cada del siglo diecinueve: las relaciones georgiano-rusas y las consecuen- cias de la abolicién de la servidumbre en el Ciucaso. A lo largo de todo el siglo Rusia estuvo empefiada en la conquista del Giiueaso y en la consolidacién de esa conquista, Georgia, que habia sido Estado vasallo de Rusia desde 1783, perdié completamente su indepen- dencia, La suerte de los georgianos fue similar, en algunos aspectos, a la de los polacos. Pero, a diferencia de éstos, que en cada generacién em- iaron las armas para luchar por su independencia, los georgianos no icieron ningtin intento serio por separarse de Rusia. En ellos, el senti- miento antirruso se combinaba con una relativa indiferencia a las a jones nacionales, Su querella con Rusia estaba atenuada por la concien- tia de que Georgia en' todo caso no tenfa la posibilidad de mantener su independencia y de que, entre todos sus posbles conquistadores, el_me- nos temible cra Rusia, Los iiltimes reyes georgianos se habjan rendido al zar de Rusia cuando Turquia y Persia amenazaron conquistar a su pais. La eleccién estuvo determinada por consideraciones religiosas: i al igual que Rusia, pertenecia a la Iglesia Ortodoxa Griega.!* A los ojos de Rusia, el Cincaso era una plaza de armas contra el Tmperio Otomano, + En 1899, Tlya Chachavadze, el ditigente liberal nacionalista y escritor georgiano ‘més destacado, resumia asl Ia experiencia de un siglo de dominacién rusa: “No habia otra aida, Jorge XIE (limo rey de Georgia orena] tenia que inclinare 2.8 Torgus o a da a Rusa para saltar a Georgia... Tuo aus dleirrfpdax ‘mente, Jorge, naturalmente, se volvié hacia Ia Rusia corveligionaria. Tal decision le 30 mnda en importancia tnicamente a los paites del Danubio. Rusia cons: ERS gran carretera militar georgiana y después la red de ferrocartles tong Jhaos estunulando con ello el desasrollo industrial de la. provincia. (ie fue uno de los axpectos postivos de Ia dominacion rasa. ‘Guo de ellos fue la influencia cultural risa en, Georgia, Aunque los confines se enongulleian de st antigua civilsacién, mucho mis vi} in rusa, su vision del mundo era la de una comunidad oriental semi ifal'y semifeudal, Frente a Georgia, Rusia representaba a Europa. “Bajo (Miatajo de la eivlizacién de Europa Occidental, y especialmente de Ru- SL exeribe el historiador G. Jachapuridze, “las costumbres y las actu. er ‘eorepeas, penetraron en a vida de Tas clases superiores de’ Gcorgia”.!* {in politica de los zares estaba plagada de contradieciones, Por una parte, Se Eforeaban por musificar el pals; por la otra, trataban de asegurarse ig lealtad de Ia nobleza y el clero georgianios, Las citimas dinastias geor- tHanas fueron deportadas a la Rusia central o a Siberia; pero a los hijos fe Ton reyes deportados se les permitié llevar a cabo una importante labor ultural en beteficio de biando epitetos nio muy diferentes de los que por primera vez se lanzaron en Batum. mujeres det Céucaso, Los vecinos entraron en sospechas y pronto se difundié: of rumor de que Koba csiaba dedicado a In falifieacson de papel moneda. Cuando fey ‘alcanot empeziron a exisir uns arte de, su ganna Suacidn wine peligro. "Poro Kola ayarentement Logo explcaies a fs sldcanes In verdodara o'Kashim que o¢ comvetifa's in fe sustraamas ? e n ee Prone on, Betas ob ety p29; Botamskoye demonstratia 1902 gods, yp, 64-85, 187- 6 CAPITULO Mt EL ENSAYO GENERAL Stalin en ta prion de Batu, Las cércels zarstas como centros de edus cacion revolucionaria. Origenes del bolchevismo. Lenin: Pérrafo I de los Bstatutos del Partido. Stalin trasladado a Siberia, 1903. Se evade y regresa PTiflis 1908. Confte. entre. bolcheviques y, menchevigues, Stalln. se dhisre'al botchevismo a fines de 190%. La recotuciin de 1905. El Sovlet Ge Peterburge. Leventartients campesings motes de soldedos en. el Céucaso. St como discipulo de Lenin. Salida de la clandestinidad, Sta- Tin (bajo. el seudénimo de Inanovich) asiste a la Conferencia Nacional diet Parkdo en Temmerfors (1908) 9 ve encuentra com Lenin por primera oe Sik hace opine tt a ern al Congr Eel 1906, Disiente de ain respecto @ la reforma raria. Los “t TEN pH Conger del Perio‘ apoE ¢ ‘a Seapoopiactin®, Prouky ‘acu a los bolcheviques, ‘Cuando en los primeros dias de abril de 1902 tas puertas de Ia prision de Batum se cerraron detrés de Koba-Dzhugashvili, éste no necesitaba ningu- ‘na vocacién de mértir para sobrellevar su suerte. Las cfrceles zaristas, con toda su mala reputacién, le parecen benignas y casi humanitarias a una generacién que conoce las crucldades de un Himmler o un Yezhov y los campos de exterminio de Belsen y Auschwitz. Bl régimen de las cérceles y los hugares de exilio zaristas era una mezela de brutalidad e ineficiencia ‘“iberal”. Habia suficiente brutalidad para reafirmar a los prisioneros en su odio contra el orden existente, y suficiente ineficiencia chapucera para hhacer posible la labor revolucionaria tras las propias rejas. Para muchos socialistas javenes, las circeles fueron sus “universidades”, donde tuvieron la oportunidad de obtener una sélida educacién revolucionaria, impartida a menudo por mentores de experiencia. Por rela general los presos po- liticos, que gozaban de ciertos “privilegios” que no se a os delincuentes comunes, organizaban su vida comunal en un espiritu de soli- daridad y ayuda mutua. La prisién era habitualmente una gran sociedad de debates. No es de arse que, en sus memorias, de los antiguos prisioneros evoquen la relativa tristeza que sentfan al abandonar Sse ee Sioa ania of Wisteria, eal} se impuso una iseiplina, se levant yrano, trabaja- ta durtsmate Ie root y era ts 36 imi setter Be le omuna carcelaria. Al cabo de muchos afios, los antiguos reclusos recorda- ‘ban sus debates con los socialistas agrarios y otros adversarios de Iskra. Su estilo polémico era logico, agudo y sarcastic, Aparte tales discusiones, 65 } era poco comunicative, reeoncentrado y solitario. Hasta aqui casi todos los autores de _memorlas parecen estar de acuerdo, pero al tocar otros aspectos de su conducta las opiniones divergen. Los amigos lo recuerdan como un camarada paciente, sensitive y servicial, mientras que sus adver- sarios deseriben al seguro polemista como un enigmético intrigante, afecto a injuriar a sus criticos y a incitar a sus adeptos fandticos contra ellos.! De Batum, Koba fue trasladado a otra prisin en Kutais, y de alli fue devuelto a'Batum. En total pasé mis de afio y medio en las carceles cau- casianas, hasta fines de noviembre de 1903, El ministerio pablico no tenia pruebas especificas contra él, a excepcién de los informes de los agentes de la policia seereta que un’ juez ordinario no aceptaba como evicencia valida para condenarlo. Como la mayorla de los sospechosos a los que no se les podia probar ningén delito, fue condenado “administrativa- mente” a una deportacién de tres\afios, La sede de su exilio fue la aldea de or Uda, en a provincia de Irkutsk en la Siberia ovgnta, El reo no podia interponer un recurso de corpus; ninguna ley lo prote- tia contra el arbitraio ejercicio del poder por parte de la autoridad. Mientras Koba estaba encarcelado tuvieron lugar dos acontecimientos: tuno fue de caricter local y arrojé cierta luz sobre su posicién en el movi- miento clandestino; el otro tuvo una importancia mucho mayor para el futuro de Rusia, el socialismo mundial... y la carrera de Koba. En marzo de 1903 los grupos socialdemécratas del Cfucaso formaron una Federa- ci6n Pancaucisica. Koba fue clegido en ausencia miembro de su Comité Fjecutivo, Era sumamente raro que una asamblea cligiera para ejercer funciones dirigentes a un miembro encareelado, a menos que su posicién en el movimiento clandestino fuera tan prominente que la organizacién juzzara necesario afrontar las complicaciones que implicaba consultarlo gn la prism acerea de Ios problemas importants, Mucho se ha exrto je entonces para rebajar 0 exagerar el pay smpefiado por Koba fn aoc dian Ello sigiere quo s les vertidos alos’ le orm Ya, ura especie de “emninencia gris” en el movimiento clandestino de su provincia natal, Dzhugashvili no era ciertamente ¢l oscuro militante de base, el don nadie que describe Trotsky. Y tampoco era el “Lenin del Gfucaso” que ppresentan sus hagidgrafos, Para esto dltimo, su personalidad era todavia demasiado gris, aun cuando ya fuera prominente. El otro acontecimiento, mucho més importante, comenzd en julio, en uuna habitacién al fondo de la Maison du Peuple socialista de Bruselas —una pieza lena de pacas de lana y de chinches— y terminé en Londres en Ja segunda mitad de agosto. En Bruselas se hab{a reunido por fin €l Congreso Pan-Ruso de los Socialdeméeratas preparado por los hombres de Iskra. Este era, en realidad, el primer verdadero Congreso de los so- cialistas rusos, aunque en un gesto de deferencia para el frustrado eén- clave de Minsk en 1898, los historiadores lo han lamado el Segundo Con- agigk Yaroslevky, op. cit, p. 81; Batumstaya demonstrate 1902 god, pp. 66 igreso. Al cabo de unos cuantos dias, los delegados descubrieron que sus {das y venidas eran estrechamente vigiladas por Jos espias zaristas, y el se trasladé apresuradaments a Londtes, Loe deleados cconsumar la labor de Jskra y lograr Ja formacién final de un partido en scala nacional. Pero no hubo de ser asi, pues en ese Congreso comenzd fa escisién del. socialismo ruso en dos facciones: los bolcheviques y los jencheviques, los revolucionarios y los moderados, o los ‘“duros” y los iandos”, como fueron Ilamados en un principio. La sesién de los iskrovtey cen que tuvieron lugar las primeras escaramuzas fue presidida por Trots ky, que a la saz6n contaba veintitrés afios, porque los dirigentes de Wiyor edad no pudieron ponerse de acuerdo sobre ningiin otro presiden- te. Catoree 0 quince afies después de su comienzo, el cisma habria de sa- cudir a Europa y al mundo con una violencia en modo alguno inferior fa la que provocé otro cisma iniciado por Martin Lutero cuatrocientos afios antes, Sin embargo, sus comienzos parecieron triviales en grado su- mo. La catcdral de Wittenberg fue sin duda una sede menos grotesca para el nacimiento de Ia Reforma que las pacas de lana infestadas de thinches de la Maison du Peuple de Bruselas para el nacimiento del bol- chevismo. Lutero planted su desafio al Papado en las noventa y cinco Tesis que, clavé en la puerta de Ia catedral, El reto de Lenin consist ‘en un principio, en una breve cliusula de un breve pirrafo. Si Lutero se sintio sorprendido, pero alentado, por la fuerza de Ia oposicién a sus ideas, Lenin sufrié tal sacudida emocional a causa de la escisién que ha- bia provocado, que inmediatamente después del Congreso suftié tun colap- so nervioso? Se dice que las Tesis de Lutero fueron conocidas por toda Alemania en un término de quince dias después de su publicacién; el Primer Parrafo de los Estatutos del Partido, de Lenin, no hubo de ser conocido por ningiin piblico amplio. Y, sin embargo, el alud histérico ‘que desencadené en julio-agesto de 1903 ‘no se detiene todavia, El Pirrafo I de los Estatutos del Partido debia definir quién podia ser con- siderado miembro del Partido. Aparentemente no planteaba. ninguna cues- tin de principio, ni siquiera de tdctica. El en verdad, comenz6 a iscutir el punto como un simple problema de organizacién, después que se habia llegado a un acuerdo sobre un programa comdn y se habjan apro- bbado las resoluciones sobre las ticticas. Dos proyectos de cliusula fueron Dresentados a la consideracién de los. delegados. El proyecto de Lenin decia; “Es miembro del Partido Socialdemécrata Obrero Ruso cualquier Persona que acepte su programa, apoye al Partido con medios materiales ¥ patticipe personalmente en una de sus organizaciones”. En el otro pro- yecto presentado por Martoy, las palabras “participe personalmente en. una ‘de ‘sus organizaciones” eran sustituidas por “coopere personal y regular- po 2hy, Krupthaya, Memories of Lenin, pp. 72-00; 1. Trotsky, Mi vida, tomo 1, “2 Lenin, Obras (ed, rua), vel. VIL, pp. 55:69: F. Dan, Proijochdenie bolihes visme, pp! 266-200. 67 mente bajo Ia, ofientacién de una de sus organizaciones”. A. primera vista, Ins dos férmulas eran casi idénticas, y la controversia tenia el as- peeto de un refinado bizantinismo. En el fondo de Ia disputa se encon- traban, sin embargo, dos ideas distintas y aun contradictorias sobre Ta concepeién y la estructura del Partido. Lenin insistia en que s6lo aquellos que participaran regularmente en la organizacién clandestina debian. ser consideracios miembros y tener el derecho formal de influir en la politica del Partido. No estaba dispuesto a incluir dentro del aparato del Partido a la creciente periferia de simpatizantes y compafieros de ruta, fucran intelectuales u obreros, Los miembros de la oneanizacién clandestina de- bjan ser los soldados de la revolucién, voluntariamente sometidos a su disciplina y dispuestos a cumplir las Grdenes y las instrucciones de una direccién central, Los compatieros de ruta no podian ser considerados como Ja tropa firme y de la revolucién; eran su reserva civil, amorfa y vacilante. El Partido, tal como lo concebia Lenin, debfa ser un uerpo coherente, compacto y altamente eentralzado, dotado de un in- falible poder de ataque. Su fuerza se diluiria y su poder de ataque que- daria debilitado si se aceptaba en su seno a la periferia inestable de sim- patizantes irresolutos. Lenin taba que éste cra precisamente peligro que encerraba la vaga formula de Martov, la cual tan sélo exigia de los miembros que “‘cooperaran bajo Ia orientacién de la organiza en lugar de trabajar disciplinadamente dentro de la organizacién misma, El Partido debia ser cl instrumento de la revolucién. Hasta entonces Jo tinico que estaba en debate era la forma de ese instrumento. Ambos bandos daban por sentada su unanimidad en cuanto a la naturaleza de la propia revolucién. Es cierto que antes del Congreso los editores de Iskra. estaban vagamente conscientes de ciertas diferencias en sus con- “ones. Medio en broma, se califieaban unos a otros de “dures” y “blan- dos”. La “dureza’” de Lenin estaba fuera de toda duda. “Esa es la fibra de la que estin hechos los Robespierres”, habia comentado Plejinov re- firiéndose a su ex-discfpulo, que ya manifestaba abiertamente su aspira- én‘a'la jelsture; desafandio 6 la Viela. Guardia: Igueletc indisanibie cra Ta “blandura” de Martov. Pero hasta entonces tales diferencias se habian considerado como diferencias en disposicién y temperamento indi- viduales, naturales en cualquier equipo de hombres que Iaboraran con Un propésito comin; aquellas diferencias temperamentales aii no habian tenido tiempo de traducirse en claros antagonismos politicos. En el Con= greso, los propios protagonistas se sintieron sorprendidos y desalentados por Ta naturaleza apasonada de la disputa. Pensaron que se estaban de- Jando arrastrar por sus sentimientos en una medida mucho mayor que Ja que el razonamiento sensato podia justificar. Hallaron consuelo en Ja idea de que a la borrasca inesperada sequirfa ta serenidad del buen tiempo, y que la pequefia resquebrajadura en su unidad podria ser repa- rada fécilmente, En la votacién sobre el punto en debate —el Pérrafo T de los Estatutor— Lenin fue derrotado, La fémula de Martov fue apro- 68 bada por 28 votos contra 23. Lenin acepté el revés en actitud de buen perdedor. “No creo", dijo, “que nuestras diferencias scan tan importantes mo para que representen un asunto de vida o muerte para el Partido. Una cliusula débil en nuestros estatutos dificilmente nos Hevard. a larui- nna" Todos los actores parecieron encogerse ante la magnitud de sus pape- les y considerar como epitogo del drama lo que s6lo era si ‘Una nueva borrasca se desat6 en la Giltima etapa del ‘euando Jos delegados votaron para elegir tos onganismos dirigentes del Partido y el Consejo de Redaceién de Iskra. Inesperadamente, los candidatos de Tenin resultaron elegidos y los de Martov derrotados. La, votacién fue en buena medida accidental. Algunos de los delegados mis “blandos” habjan abandonado el Congreso, de suerte que s6lo dos terceras partes del nii- mero original de delegados participaron en Ja eleccién. Los candidates de Lenin obtuvieron una mayoria de s6lo 2 votos (19 contra 17, con 3 fabstenciones). Lenin insistié en la legitimidad de la votacién, no faltin- dole formaimente la razén. Pero la “minotia” se nego a aceptar Ia de- rota. Desde ese momento, los seguidores de Lenin serian lamados los hora- bres de In mayoria: los’ bolsheviki. Ast entré en el vocabulario politico el incongruente término “bolchevismo”, formado por Ia raiz rusa y el su- fijo cosmopolita extraftamente maridados, Los seguidores de Martov vi- jeron a ser los hombres de la ininoria: Jos mensheviki, Los nuevos “ismos”, que no reflejaban diferencias de principios sino 1a accidental miética de una votacién, parecian acufiados para describir una di superficial y transitoria, En realidad, definieron un eisma que habria de escindir el movimiento de arriba abajo. Después del Congreso, los mencheviques se negaron a reconocer 1a auto- ridad del Comité Central bolchevique y le declararon un boicot. Lenin insistié en la legalidad de la decisi6n del Gongreso. La mayoria que habia clegido a sus candidatos, argumentaba, era valida y el Comité Central era la Iegitima autoridad suprema del Partido; el boicot menchevique era un acto de individualismo y anarquismo impermisible e intolerable, Esto dio lugar a que se reanudara, ahora con mayor vigor, la disputa acer- ca de la naturaleza y la estructura del Partido. Los mencheviques. pro- ‘estaron contra el “estado de sitio” que Lenin estaba introduciendo en el Partido y contra su idea sobre lo que debia ser el Partido. Lo acusaron dc imponerle al socialismo una inerte disciplina cuartelaria. El campo de Ja controversia se amplié gradualmente, aunque hubieron de pasar mu- chos afios antes de que el propio Lenin legara a comprender todas sus implicaciones, into se hizo claro cuando menos una cosa: las diferentes concepcio- nes acerca de la organizaciOn reflejaban diferentes enfoques de problemas Secisivos para la revolucién. Los mencheviques velan el Partido como tuna organizacién més bien amplia, y por lo tanto algo dispersa, que de- © P. Dan, of: eit, p. 281, y 2 Syerd RSDP, p. 278. 69 beria eforzarse por abarcar a la clase obrera y a la intelectualidad socia- lista ¢ identificarse finalmente con ambas. Tal concepeién se basaba en la creencia de que el socialismo era tan connatural al proletariado que podia considerarse a todo el proletariado como el partido socialdemécrata Potencial. En opinién de Lenin, tal ‘én era ingenua. Lenin veia ala clase obrera como una vasta masa heterogénea, dividida por diferen- ias de origen y de perspectiva y por intereses de grupo. No todos los sectores del proletariado podian, a su juicio, alcanzar un alto grado de sclarecimiento socialista, Algunos estaban sumicos en la ignorancia. y la superiticién, i ol Partido trataba de abarear Ia totaliad, © siquiera Ia mayor parte, del proletariado, se volveria hetcrogéneo como el propio pro- Tetariado; abarcatia tanto sus debiidades como su fuerza, su ignorancia como sus anhelos socialistas, su atraso como sus aspiraciones. Se conver- tirfa en una imagen inerte de la clase obrera, en lugar de ser su mentor, su jefe y su organizador.* Era una necedad, en opinién de Lenin, confiar cen el impulso, espontineo de los trabajadores hacia el socialismo, porque étos, de seguir tan s6lo su natural tendencia, no irfan mas alli’ del sin- dicalismo puro, que en si mismo no resultaba incompatible con el orden capitalista, Citando a una reconocida autoridad en Ja doctrina marxista, Karl Kautsky, Lenin subrayaba sin cesar la idea de que el socialismo habia sido introducido en el movimiento obrero desde fuera, por intelectuales burgueses: Marx, Engels y otros. Esto demostraba que era ilusorio con- fiar en el socialismo “innato” de las masas, El Partido debia ser un cuerpo selecto que abarcara solamente a los sectores mis esclarecidos y valerosos de la clase obrera, su verdadera vanguardia, que no se arredra ante la accién decidida y disciplinada, A los mericheviques esto les sonaba gomo una ominosa repeticién del blanguismo, ta doctrina del dirigente de la Comuna de Paris, quien habfa creido que el tinico método para hacer la revolucién era la accién directa por parte de una pequeiia minoria de conspiradores que ignoraban la voluntad de la mayoria. El blanquismo ‘era anatema para todos los marxistas, y a Lenin le interesaba vivamente refutar la acusacién. Explicé que, a su juicio, Ia revolucién podia vencer sélo si era deseada y apoyada por una mayorla del pueblo, y en esto diferia de Blanqui. Pero Ia mayoria debia ser dirigida por una minoria activa y altamente organizada, y en esto diferia de los mencheviques y de los socialistas de Europa occidental, que, como Kautsky y Rosa Luxem- ‘burgo, se alineaban con los mencheviques, _ Acudiendo a la historia pasada en busca de otra analogia, los menche- viques, especialmente Trotsky, que en un principio fue su enérgico por. tavor, fustigaron a Lenin por su “jacobinismo”, A Lenin no le dolié Ia comparacion. La acepté incluso con cierto orgullo, y sflo observé que, fen tanto que los jacobinos eran el partido de la baja clase media, la pe. queiia burguesia, él era un socialista proletario, Pero, al fin y al cabo, © Lenin, Obras (ed musa), vol. VI, pp. 456-459. 70 ;no fueron los jacobinos los autores de la Revolucién Francesa? ¢¥ no {Ssultaba extrafio que los revolucionarios consideraran la calificacién de Jacobino como un insulto? Lenin tlegaba a la conclusién de que sus eri- ticos eran tan slo los girondinos de su época, los imitadores de aquellos pusilénimes conciliadores que la revolucién tuvo que barrer para poder Meanzar su climax jacobino En esta ctapa del debate, la historia pa ja presidir sobre la polémica que se desarrollaba en pequeiios folletos y oscures periddicos “sectarios”. Trotsky, ni tardo ni perezoso, le recordé ‘a Lenin que el episodio jacobino no habia terminado con el ascenso de la ‘evolucion, y que su epilogo habia sido la matanza reciproca de los jefes jacobinos. Los jacobinos, eseribié Trotsky en 1903, “cortaron cabezas; nos- ‘otres queremos iluminar las mentes humanas con cl socialismo”. “Las tacticas jacobinas de los bolcheviques produciran, a la larga, la compare- cencia ante un tribunal revolucionario de todo el movimiento proletario internacional acusado de conciliacién. La cabeza de leén de Marx seria Ja primera en caer bajo la guillotina”. Estas palabras sonaban en los oidos de Lenin como retorica hueca y presuntuosa. A él no le impresionaban los shos especulativos de una remota época posrevolucionaria, Su intelecto } su voluntad dinémicos estaban totalmente empefiados en la tarea de preparar la revolucién y de forjar los instrumentos para levar a cabo esa tarea. Trotsky y. los demés mencheviques no eran capaces de presentar ninguna alternativa satisfactoria a ya concepcién del Partido; el Partido que ellos concebfan nunca seria capaz de hacer la revolucién. En el transcurso del aio siguiente, 1904, las primeras sacudidas de un terremoto politico se dejaron sentir por toda Rusia. El zarismo sufrié sus primeras derrotas en la guerra contra el Japén, que habia ec en fear, Ell liberalismo de clase media, envalentonado por los aconte- cimientos, empezé a exigir abiertamente el fin de la autocracia y el esta- blecimiento de una monarquia constitucional. ;Qué camino debian seguir Jos socialdemécratas? Los mencheviques sostenfan que tenian el deber de apoyar al liberalismo de clase media contra In autocracia, porque en una revolucién “burguesa” (es decir, antifeudal, pero no anticapitalista), ta clase media estaba destinada de todes modos a asumir la direccién. Lenin so oponia a cualquier alianza con el liberalismo de clase media, no diga- ‘mos ya a aceptar su direceién. El valor que los liberales acababan de encontrar era engaiioso. Estos, argumentaba Lenin, no resistirfan efectiva- mente y por mucho tiempo 2 la autocracia, porque la revolucién les ins- piraba tanto temor como al propio zarismo. La clase obrera, es decir, Jos socialistas, tenfan que asumir la direccién aun cuando {a ‘revolucién ‘no trajera el socialismo.* En esta etapa, todas las cuestiones de tactica otk, Nash poiticheiye codach, pp. 90-102; Lenin, Obras (Wl rts) p. 383. £ Lenin, Obras (ed, rusa), vol. IX, pp. 32-48, 74-85. F. Dan, of. cit, pp. 358- n € incluso de principio se mezclaron en el crisol de la disputa, La escisién/ se hizo mis profunda, mas amplia y mAs enconada, En el segundo Congreso Lenin habia ganado el primer asalto, pero pronto perdié cl segundo. Se aferré con tanto fanatismo a sus concep- ciones y combatié tan implacablemente a sus adversarios, que no logré arrastrar consigo a sus aliados ni aun a sus seguidores. Los rebeldes mene ques se negaron a arriar su bandera y continuaron boicoteando al Comité Cental bolcevique y al Consejo de Redaceeiin de Zsra, Pei nov, que habia ay 8 Lenin en el Congreso, ¢ mostraba, ahora seoso de llegar a un acuerdo con los menchevigues. El Comité Central boieoteado se sentia ineSmodo con su autoridad formal y se negaba a in ponérsela a los miembros renuentes. Lenin se encontrs casi aislado. Re- hnunci6 a su puesto en el Consejo de Redaccién de Iskra y dej6 el perid- dico ew mance de los mencheviques. AI hacer tal cosa ech por la borda una parte importante de su éxito inicial, pues Ia mayor parte de los con- tactos con el movimiento clandestino en el interior de Rusia operaban a través de Iskra, Pero, habiendo perdido sus oportunidades inmediata- mente después del Congreso, cuando ostensiblemente pisaba terreno fir- me, Lenin no se dej6 arredrar por su aislamiento. Por el contrario, mule tiplicé sus energias y parecié recobrar toda su habilidad téctica a. pesar de encontrarse casi solo, abandonado por los amigos y escarnecido los adversarios? Trasladé todo el peso de la lucha al movimiento - tino dentro de Rusia. Apel6 a los comités locales contra los mencheviques ¥ contra aquellos bolcheviques proclives a la conciliacién. entras las colonias de emnigrados risos en Europa occidental se agitaban con Ia nueva controversia, Koba-Dzhugashvili pasaba de una prisién a ‘otra, hasta que en noviembre de 1903 fue deportado a Novaya Uda, Es posible, pero no seguro, que recibiera las primeras noticias de la escisién antes de que el convoy de prisioneros, escoltado por una fuerza de gen- darmes, abandonara la costa del Mar Negro pars emprender dl lant y penoso viaje hacia el invierno siberiano, La travesia hasta. Novaya Uda duré més de un mes. El convoy se detenia a menudo en su recorrido para absorber mis deportados. A medida que avanzaban hacia el este, los exi- liados sentian cada yez mis cerca la proximidad del inminente ‘contflicto muso-japonés, Habia demasiada excitacién y ficbre en el aire para que Koba se resignara a la perspectiva de verse aislado de la actividad poll- tica durante tres largos afios. No bien hubo llegado a su destino, comen- 26 a preparar sa evasion, En la confusiOn propia de las visperas de una guerra, la vigilancia de las autoridades cerca de Ia frontera de Man- churia’sufti6 un relajamiento. El movimiento elandestino pudo organizar evasiones en masa. El 5 de enero de 1904 Koba inicié su viaje de regreso a través de las nevadas estepas de lo que actualmente es la gran rea industrial de la cuenca del Kuanetsk, pero que entonces era ‘una gran extensién desolada. Una carreta campesina lo transports hacia el ceste, 2 ‘en direceién de_los Urales, Durante la travesia llegé a sufrir de congela- inet, ero a fines de enero 0 principios de febrero de 1004 lgré apa: tecer en Tiflis aie Por entonces ya se habian filtrado hasta la organizacién del Ciucaso las notigias de lo que habia sucedido en el Congreso. Tres delegados cau casianos habian regresado de Londres, donde habfasi tomado partido por Lenin, Como es natural, en sus informes los boleheviques eran presentados hhajo una luz favorable. Leonid Krasin, ol futuro diplomético, también habia seguido a Lenin. Su influencia era mny grande en el Céucaso, don- de, como técnico destacado que desempefiaba altos puestos administrativos fn la industria, podia rendir diseretos pero valiosos servicios al movimiento clandestino. Poco antes de que Koba regresara de Siberia, Tiflis recibié también Ia vista de uno de los mis jovenes escuderos de Lenin, Leén Kamenev, que contribuyé asimismo a la propaganda Ieninista. Pero el Heer ie oaks ahah CRE nee os pein fie realidad) ol propio Krasin quien encabea alos bolchevques concliaoron contra Lenin. Krasin se esforzaba por impedir que la escisién destru la joven organizaci6n, y lleva cabo su actividad cotidiana como si no hhubiese ocurrido ninguna divisién, Con gran indignacién por parte de Lenin, entregé la grande y eficiente imprenta clandestina de Baki, donde se habia venido imprimiendo Iskra, a los mencheviques, que ahora esta- ban encargades de la publicacién del periddico. En las filas de los men- i 1, Ios coneiliadores.y les irreconciliables luchaban en- tre si. ‘Asi las cosas, el recién Hlegado Koba se encontré de inmediato en me- dio de un confuso y cambiante despliegue de facciones y subacciones. Los contornos de Ja controversia se veian oscurecidos por estos exasperantes procesos de fisién. La primera reaccién de Koba frente al bolchevismo no pudo ser sino vaga. Muchos afies después sus fos oficiales ha- brian de pretender que, en su apostélica clarividencia, habfa tomado par- tido por Lenin aun antes de ser deportado a Siberia, Esta version fue impugnada por Trotsky, quien aseveré que Koba fue menchevique en un Princpio® En rigor, no hay nada que'sugiera ni que Stalin haya, sido ‘alguna vez menchevique ni que se haya declarado bolchevique inmediata- mente después de producida la escisién. Probablemente en un principio se abstuvo de comprometerse con ningdn grupo, tratando de descubrir Jos hechos y su significacién en medio de una nube de informes contra- @ictorios. Sus vacilaciones, si ésta fuera la palabra correcta para descri- bir su actitutd, no duraron mucho. Unos pocos meses después de su evasién de Siberia, se resolvié a apoyar a Lenin, A fines de 1904 ya se encontraba agitando vigorosamente en favor del bolchevismo, sk, Th i, Sie iy tn at en ol ms a a, a See ee es es ares LESS Se 8 Su primera declaracién periodistica sobre la escisién fue su articulo/ “La Clase de los Proletarios y el Partido de los Proletarios", escrito en georgiano hacia fines del afio y publicado, el dia de Afio Nuevo de 1905, en Proletariatis Brdzole (La Lucha Protetaria) * La revista, que aparecia a intervalos algo mas que trimestrales, substi- tuy6 a Brdzola, en la que Koba habia hecho su début tres afios antes. El ar- ticulo era un resumen del famoso folleto de Lenin Un paso adelante dos pasos atrés. Bl Partido, afirmaba Stalin, es “una organizacién de diri- gentes”. Por consiguiente, debe ser: (a] mucho menos numeroso que la clase proletaria; [6] superior en conciencia y experiencia: y (c] més coherente que ‘cualquier otra organizacién de la clase obrera. “Bl partido que se ha pro- puesto dirigir al proletariado en lucha, no debe ser un conglomerado casual de individuos aislados, sino una organicacién centralizada y estre- chamente unida”. “La unidad de principios programaticos, tacticos y de ‘organizacién constituye In base sobre Ia que se edifica nuestro Parti Si se deshace Ia unidad de principios, se deshace también el Partido”. La aceptacién pasiva de Ia opinién del Partido no era suficiente. No faltaban charlatanes dispuestos a aceptar cualquier programa, Y las batallas de la clase obrera tampoco podian ser ganadas por combatientes que actuaran por cuenta propia. “Hasta ahora nuestro partido ha sido como una hos- pitalaria familia patriarcal, dispuesta a acoger en su seno a cualquier simpatizante”. Ahora, sin embargo, “nos estamos convirtiendo en una for- taleza cuyas puertas se abririn s6lo para quienes mereacan entrar en ella”. {Qué diferente era esa fortaleza del salén de banquetes sociatista jue tanto agradaba a los mencheviques! Koba copiaba de Lenin todo el razonamiento y hasta los similes. Sélo en um punto era mas original, a saber, en su insistencia, caracteristica ya desde sus primeros escritos, en’ la necesidad de una absoluta uniformidad de opinién dentro del Partido. ‘Koba estaba consciente de que en esto era mis enfitico y explicito el propio Lenin, pero confiaba en que estaba poniendo los puntos sobre las fes en consonancia con las intenciones de Lenin. Los mencheviques, afirmaba, hablan {se refiere a Martov] tinicamente de la aceptacién del progra- ma; de la tetica y de la organizacién no dicen ni una micn- tras que, para In unidad del Partido, la unidad de los principios téic- ticos y de organizacién es tan necesaria como la unidad de principios Pprogramiticos. Se nos dira que la formula del camarada Lenin tam- 6 hace mencién de esto, ; Exacto! Pero en la f6rmula del camarada nin no hay necesidad de hablar de ello! ;Acaso no es de por si evidente que quien actia en una de las organizaciones del Partido y, por consiguiente, lucha junto con el Partido y se somete a la discipl nna del Partido, no puede seguir ninguna otra tactica ni otros principios J. Stalin, Obras, vol. 1, pe 63-75. ” de organizacién que no sean la téetica y tos prineipios de organizacion del Partido? No se le ocurria al autor que las personas ser miembros de un partido, aceptar su programa y su disciplina y, ello no obstante, disentir de éste en cuanto a cuestiones secundarias de tictica o métodos de onga- nizacién. Bl ideal que él sostenia prefiguraba ya la ortodoxia “monolitica”” que habria de earacterizar al bolehevismo de su vietori na medida bajo la direccién del propio Koba. Pero ese ‘‘monolitismo” pertenecia todavia al futuro. Ni siquiera Lenin pensaba tra irremediable; atin confiaba en la fusién eventual de {as facciones y ecia que dentro de la amplia estructura del Partido habia lugar para divers matices de opinion, sempre y euando que los facoresunificado- res —la comunidad de principios, la centralizacién y la disciplina volunta- ria— fueran lo suficientemente fuertes para mantenerlos unidor. En cl verano de 1904, el joven lugarteniente de Lenin, Kmenev, recién Herado de una eee ‘de Mose, regres a Tillis. Kémenev habia isto y aptendido ya mas que Koba, a pesar de que era tres aiios mis joven je éte, Tenia en su haber Ia actividad revolucionaria en la Universidad je, Mosed, viajes a Ginebra, Paris y Londres, trabajo en el extranjcro bajo la direceién de Lenin y debates con las otras figuras prin- ipales de Iskra. Kameney no podia dejar de ejercer cierta influencia en Koba, Su tarea del momento consistia en preparar una conferencia re- gional de bolcheviques caucasianos, similar a las que se habian convocado en el norte y el sur de Rusia. Por razones que se desconocen, Koba no Pacticip6 en la conferencia cancasiana, que tuvo lugar en noviembre, tres conferencias regionales eligieron un Buré ique de Toda Rosia, encabezado por el futuro Primer Ministro soviético, Alexei Rykov, y el futuro Comisario de Relaciones Exteriores, Maxim Litvinov. El Buré ‘era el contrapeso que oponfa Lenin al vacilante Comité Central. Lenin podia alegar ahora que su irreconciliable actitud frente a los menchevi- ‘ques estaba apoyada por los activistas del movimiento clandestino en Ru- sia. Propuso la convocatoria de un nuevo Congreso que pusiera fin a Ia ambigua situacién prevaleciente hasta entonces. Los boleheviques conci. liadores aceptaron Ia proposicién. Koba se dedicé de leno a Ia campaiia ‘en favor del Congreso, que ocupé los tiltimos meses de ese afio y los pri« meros del siguiente, is zones generals por las que as victicas boleheviques atralan a ‘oba no son dificiles de comprender. El pertenecia, por temperamento, a la esticpe de los revolucionarios “duros”; 1a blandura, en cualquiera de sus formas, era ajena a su naturaleza. Las ideas de Lenin lo atraian por su indole misma, Eran ideas claras y precisas, muy de su gusto. Por otra arte, habia un cierto aspecto del leninismo que tenia, ya desde aquellos 2 J. Stalin, Obras, vol. 1, p. 73. % # dias, un efecto mitigante sobre sus propias tensiones mentales y emocio- nales. El menchevismo parecia despreciar, y aun denigrar, el que podian desempefiar los hombres como él, en tanto que el bolchevismo parecia exaltarlo, Segin la concepcién de Lenin, el revolucionario profe= sional, el agiador y organieadar acoado y. menésteroso que, no aecptaba ninguna otra actividad, era “la sal de la tierra’. Era él quien inculcaba el verdadero socialisino en el movimiento obrero espontineo. Los hombres- de-comité del tipo de Koba eran los clegidos de la revolucién. No es di- ficil imaginar cudnta seguridad en si mismo y cuanto orgullo debe de haber suscitado la teoria de Lenin en un hombre como Koba, que care- ia ‘de una posicién reconocida en la sociedad oficial y que no podia des: empefiar un papel brillante ni siquiera en el movimiento clandestino, Kaba debe de haber anhelado alguna especie de compensacién pricolégica, y hete alli una teoria, segiin la cual él representaba nada menos que el alto principio de organizacién opuesto al. caos lizado. En el espejo. de Ja idea Ininists, Kaba podia vers a i mismo como el Adas en cuyon hombros descansaba el futuro de la humanidad, El movimiento clandestino comenzaba a rar su caucus, su je= rarquia, su burocracia. Ni los mencheviques ni los. bolcheviques podian prescindir de sus cuadros. Esa jerargufa no era en modo alguno inferior al conjunto de funcionarios de cualquier partido normal y respetable de Europa occidéntal. En algunos aspectos —en su idealisino, en la devocién su, causa y aun en su educacién— era superior. La concepcién. meni chevique del Partido no le asignaba una posicién ni un papel definides, En teorfa, aunque no ciertamente en Ia realidad, se la colocaba en un plano igualdad con todo el mundo, con “cada bu ¥ cada inte- lectual de mentalidad socialista”, Martov era un idedlogo y un hombre de letras, no el jefe de ninguna jerarquia. No asi Lenin. Aunque como ideblogo 'y propagandista no iba a la zaga de ninguno de sus rivales, era ‘aun en aguellos primeros afios, el jefe de una administracién revolucionaria. Sentia y pensaba como tal sin timidez 0 inhibicién. De- finfa claramente Ja estructura de esa administracion y exaltaba sus acti- vidades hasta el nivel del ideal En la vehemente acogida de Koba a la actitud de Lenin habia, por lo tanto, un elemento de inconsciente gra- titud por su promocién moral. ‘Mientras el movimiento socialista clandestino era degradado por la con- troversia y las facciones se exasperaban en el frenesi polémico, apenas ad~ virtieron el estallido de la primera revolucién rusa. Los boleheviques esta ban preparando un muevo Congreso que habria de celebrarse en Londres 4 "Debemos elevar Ia condicign y Ia itportancia del miembro del Partido cada ‘vee mds, mis y mis", fueron las ‘con que Lenin cerns su discurso sobre el Pirrafo I en el Congreso (Obras,ed. rusa, vel. Vi, p. 439). "Debimos do", afiadio més tarde, “un Ministerio de Ya Tskra, coherente y honrado™ ( vol.’ VI, p. 65). 76 bril de 1905. Lenin, habiéndose retirado de Ickra, finalmente habia {grado publicar un nuevo periédieo en Ginebra: el Vperiod (Adelante). ‘Los meneheviques anunciaron su determinacién de boicotear el Congreso ye convocar su propia conferencia. Entretanto, ln guerra rwo-japonesa foaminaba con la caida de Puerto Arturo y la derrota de Rusia. EL 9 de ‘hero de 1905, segiin el viejo calendario ortodoxo, una enorme multitud ‘Ge obreros, encabezada por el sacerdate Gapon, marché hacia cl Palacio de Invierno en Petersburgo para ent una peeaee coh La ee én era pacifica, Sus participantes estaban inspirados por la fe en . oa ‘malos See ee cued ellos, lo mantenian ignorante de la deses- perada situacion del pueblo. El tono de su peticién era quejumbroso y Fraido. El espiritu de lealtad que animaba a la manifestacién lo ponfa {ie relieve la gran eantidad de iconos imégenes del zar que portaban los ‘manifestantes. La Guardia zarista los recibié a balazos. Las descargas de fa que dieamaton a la multitud se convirtieron cn la sefial para el comienzo de la revolucién. En todo el pais estallaron huelgas. Los revo- fucionarios asesinaron al Gran Duque Sergio, uno de los jefes de Ia ca- marilla de Ia corte, e ‘La primera ola de huelgas apenas se habfa abatido cuando se produje- ron rewueltas campesinas en diversas partes del pais, La fiebre se ‘a los confines del Imperio. Las huelgas en la cindad polaca Gesembocaron en un levantamiento armado que duré casi una semana, {Las barricadas cubrieron las calles y plazas de Varsovia y Odesa. En este puerto la tipulacién del crucero Potiomkin se unié a la rebelién. En al- ffunas ciudades, los huelguistas eligieron Consejos de Delegados Obreros: fos primeros Soviets que surgieron del torbellino del movimiento popular. Hivzar,sintiendo minada si seguridad, hizo una eoncesién y prometi6 con- yocar tuna Duma o Asamblea Consultiva en la que, sin embargo, los obre- ros no habrian de estar representados. Todos los partidos de la open desde los liberales hasta los bolcheviques, protestaron contra el edicto del zar, En octubre, una huelga general iniciada en Mosc y Petersburgo se extendié al resto del pais. Todos los ferrocarriles se inmovilizaron. Los huelguistas de Petersburgo eligieron un. Consejo de Delegados Obreros, el Soviet de Petersburgo, que se convirtié répidamente en el centro ms spectacular de la revolucién. Durante um breve periodo el Soviet de Petersburgo fue un rival virtual de la administracién oficial: sus érdencs ¢ insruecones eran dbedecidas por tol. El Soviet exhorts al pals rut pender cl de imy 08 al zar. Sus miembros, junto con su joven. Presidente Let ‘Tyoedy, fueron srrestaden! Estallaron ouevas hialioa; ai culminaron con la insurreccién de diciembre en Moscti, verdadero. climax de la Primera Revolucion, La insurreecién fue derrotada, y a partir de ese momento la revolucién comenzé a declinar. Aunque todavia era capaz de rehacerse, después de cada nuevo esfuerzo se hacia més débil, hasta que finalmente perdié su fmpets. Durante todo 1906 ¢ incluso parte 1907 el fermento era todavia tan poderoso que pocos dirigentes politi so 3e

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