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5-12-2016
HUELLAS
PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO
Terminada ya la primera semana de Adviento y comenzada la segunda, quiero
hacer una pequea exposicin de cuanto mis ventanas dicen y que muchos no
acabarn de entender al contemplarlas desde la cercana parada de autobs.
Al buscar corazn para poner la llama parpadeante, se me ocurri que no poda
haberle mejor que aquel que yo misma dise en verano para
ilustrar mis escritos. A su lado un infantil pero muy claro lo que ha
de ser el ADVIENTO, a falta de cuatro semanas para que nos llegue
el Salvador. En la parte de abajo, las velas que sern encendidas a
lo largo de estas preciosas jornadas. Una cuna en forma de
almadrea, aparece vaca con una mariposa
a cada lado. Sus tonos van variando del azul al rojo y al
verde tambin. Debo aprovechar si quiero
inmortalizarlas luciendo, pues
su carga es mnima, ya que a
penas reciben energa. Mis
seguidores sabrn que este
ao para m es el de LAS
MARIPOSAS. Bellos seres alados, pero mi enfoque es otro, el suave
aleteo de sus frgiles alas y su deseado efecto para darle un vuelco a esta sociedad que
parece haber perdido las huellas que la precedieron y descuida las que deber
dejar.
El grito, casi desesperado: VEN!! Aparece en la cristalera contigua. Sobre l un
desrtico paisaje y la Sagrada Familia itinerante con el NIO por nacer. En lo algo
una pequea luz. A su lado una corona de Adviento con sus cuatro velas de
diferentes colores que cada semana ver un pbulo ms encendido.
Ante la deriva e la que nos encontramos, la esperanza de que cuanto recoga en el
final de mi escrito: AZULES, ROJOS Y VERDES se pueda cumplir y sea el verde el color final.
Importante es mirar hacia adelante, pero sin olvidar de dnde venimos. Yo lo tengo muy claro y
adems plasmado en mi libro de memorias en l relato mis vivencias y en este tiempo de
Adviento, adems del Santo Rosario, rezbamos: aquellas
Las 40 Avemaras tan especiales en las vsperas de Navidad,
cuando cada da, aadamos al rezo del Santo Rosario para
nuestra Madre del Cielo, a la espera de su Hijo Jess, y a la que,
en familia, una vez regresado mi padre de la cantina,
echbamos toda suerte de piropos, a la vez que la pedamos:
Santa Mara, Madre de Dios, ruega por nosotros,
pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.