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Entonces, uno de los jueces de la ciudad se adelant y dijo: Hblanos del Crimen y el
Castigo.
Y l respondi, diciendo:
Es cuando vuestro espritu va vagando en el viento.
Que vosotros, solos y sin guarda, cometis una falta para con los dems y, por lo tanto,
para con vosotros mismos.
Y, por tal falta cometida, debis llamar a la puerta del buenaventurado y esperar por un
momento.
Como el ocano es vuestro dios personal.
No conoce los caminos del topo ni busca los agujeros de la serpiente.
Pero vuestro dios personal no habita slo en vuestro ser;
mucho en vosotros es an hombre, y mucho en vosotros no es hombre todava,
sino un pigmeo informe que camina dormido en la niebla, en busca de su propio
despertar. Y del hombre en vosotros quiero yo hablar ahora.
Porque es l y no vuestro dios personal ni el pigmeo en la niebla el que conoce el crimen y
el castigo del crimen.
A menudo os he odo hablar de aquel que comete una falta como si no fuera uno de
vosotros, sino un extrao y un intruso en vuestro mundo.
Pero yo os digo que, as como el santo y el justo no pueden elevarse ms all de lo ms
alto que existe en cada uno de vosotros.
Asel dbil y el malvado no pueden caer ms bajo que lo ms bajo que est tambin
en vosotros.
Y, as como una sola hoja no se vuelve amarilla sino con el silencioso conocimiento del
rbol todo.