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11 de Marzo de 2010

NOVELA NEGRA
El coche de bomberos que desapareció
Por Carmen Pulín Ferrer
Ha llegado a las librerías este nuevo título de la serie de
novelas escritas por los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que
en España publica, desde 2007, RBA Serie Negra. Dado el auge
de la novela policíaca sueca, resulta curioso que esta pareja de
escritores, padres del género en su país, y con gran influencia
en muchos escritores actuales, sea prácticamente desconocida
para el público español.

Sjöwall y Wahlöö, ambos periodistas, se conocieron en 1962. Compartían su activa militancia


comunista y, tras convertirse en pareja, un buen día se plantearon que debían denunciar de alguna
forma la decadencia moral en la que, a su juicio, se hallaba sumida Suecia. El medio elegido sería
una serie de novelas policíacas, ya que, por alguna razón, la gente parecía preferirlas a la lectura
de las obras completas de Lenin, Marx o Engels. Decidieron escribir diez novelas, de treinta
capítulos cada una, a razón de una al año. La serie se titularía Historia de un crimen; ese crimen
era, ni más ni menos, la traición de la socialdemocracia sueca a la clase trabajadora. En palabras
del propio Wahlöö, usarían la novela policíaca "como un bisturí con el que abrir el vientre del Estado
del Bienestar burgués, intelectualmente pobre y moralmente cuestionable".

Afortunadamente, pensaron que las novelas tendrían más éxito si además eran interesantes y
estaban bien escritas, cosa que lograron. La pareja forma parte de los pioneros europeos en
introducir la llamada novela de procedimiento policial: en ella, lo que importa no es tanto resolver
un crimen de forma más o menos ingeniosa, sino describir fielmente cómo se lleva a cabo una
verdadera investigación policial, y cómo ésta afecta a las vidas de los policías encargados de
realizarla. En las obras de esta pareja se nota la influencia de Ed McBain y sus novelas del Distrito
87 (Wahlöö tradujo varias de ellas al sueco), pero también de autores como Simenon o Hammett, a
los que ambos admiraban. El lenguaje es claro, directo y preciso, muy periodístico. Emplean un
estilo cómodo para el lector: no es simple, aunque tampoco demasiado intelectual. Las novelas, en
general, mantienen la tensión y se leen con interés. Respecto a la edición de RBA, hay que destacar
el gran trabajo de Martin Lexell (traductor también de Stieg Larsson) y Manuel Abella, que han
traducido casi todos los títulos de la serie.

En 1965 se publicó en Suecia Roseanna, la primera novela de la Historia del crimen, y en 1975,
año de la muerte de Wahlöö, la décima y última, Los terroristas. A lo largo de la serie se percibe
claramente cómo la parte de denuncia política gana cada vez más terreno; los tres primeros títulos
están centrados en el tema policíaco, con alguna alusión política más o menos encubierta, mientras
que en los últimos incluso se defiende al delincuente-revolucionario y se introduce la idea de que la
policía, más que una solución, puede agravar el problema de la violencia.

Todas las novelas de la serie están protagonizadas por Martin Beck y su equipo. Beck es, en muchos
aspectos, el antecedente del inspector Wallander (el propio Henning Mankell ha reconocido la
influencia en sus obras de Sjöwall y Wahlöö). Se trata de un hombre serio, bastante gris; un policía
que no sabe muy bien por qué lo es. Su vida familiar es un desastre: sólo quiere de veras a su hija,
modelo de joven con inquietudes políticas (de izquierdas, claro está). Beck sufre dispepsia, se
resfría con facilidad, y no es un policía brillante, aunque sí concienzudo y fiel a su deber. Pese a
esta aparente falta de atractivos, consigue resultar simpático al lector. El resto de los policías de la
brigada no es descrito de forma mucho más favorecedora: ninguno parece especialmente agradable
o brillante, y los hay directamente antipáticos o aburridos. Sin embargo, pese a que Sjöwall y
Wahlöö desprecian a la policía y a lo que ésta representa, no pueden evitar sentir cariño por sus
personajes: queda claro que sus policías, pese a sus fallos, son hombres íntegros, llenos de valores
progresistas. Uno de ellos, Kollberg, es el más próximo ideológicamente a los autores: socialista
convencido, aborrece la violencia, se niega a llevar armas, y acabará abandonando el Cuerpo.

El coche de bomberos que desapareció es la quinta novela de la


saga. La narración comienza con el hallazgo de un suicida, junto al
que aparece una nota con el nombre de Martin Beck, pese a que el
comisario no conoce de nada al difunto. Aunque esto resulta
sospechoso, el suicida y la nota son olvidados rápidamente sin más
indagaciones. Poco después se produce una misteriosa explosión en
una casa vigilada por uno de los hombres de la brigada. El individuo
sujeto a vigilancia, un ladronzuelo de poca monta, muere en el
incendio. Lo que parecía un accidente pronto resulta no serlo, y las
ramificaciones del caso conducirán a la policía a una banda
internacional de ladrones de coches.

La investigación que lleva a cabo la brigada de Beck no es un


ejemplo de eficiencia: empeñados en considerar el caso un
accidente, pierden un tiempo precioso, siguen pistas falsas, se olvidan del suicidio; la cooperación
entre comisarías, o entre policías y bomberos, es torpe, y se avanza más mediante las amistades y
contactos de los agentes que a través de los conductos oficiales. Únicamente gracias a la rutina
policial, a los numerosos interrogatorios (con métodos bastante dudosos en varias ocasiones),
mucha paciencia y alguna afortunada casualidad, Beck y sus hombres logran resolver el caso, pese
a que el final resulte algo decepcionante.

La novela no es, desde luego, la mejor de la serie. Esto se debe, en parte, a que el caso resulta
bastante poco interesante en comparación con otros de la saga, pero además se nota, y mucho,
que se trata de una obra de transición. El equilibrio entre el aspecto policial y la denuncia política
que Sjöwall y Wahlöö habían logrado mantener en títulos anteriores es mucho más precario. En el
año 69 abundaban los acontecimientos internacionales que tanto deseaban denunciar, y la trama
parece una mera excusa para introducirlos, siquiera mencionándolos: la guerra de Vietnam, el
problema del boicot a Rhodesia, la dictadura de los coroneles en Grecia, Argelia y la OAS... Por
supuesto, aparecen también los problemas locales, como el desempleo en la Suecia rural, la
prostitución de adolescentes o los escolares drogadictos. Por no olvidar la simpática crítica a los
líderes sindicales que sólo se acuerdan de que son socialistas una vez al año, en la fiesta del
Primero de Mayo.

Pese a todo, se trata de un libro ameno y bien escrito. Si bien el misterio no es muy emocionante y
el discurso político llega a resultar algo pesado en algunas ocasiones, por otra parte se avanza
mucho en el conocimiento de los protagonistas. Hay algunas partes muy logradas, casi todas ellas
referentes a la investigación policial, como el análisis del incendio. Por otra parte, el retrato de una
sociedad sueca moralmente degradada y apática es demasiado exagerado en algunos momentos;
por ejemplo, cuando uno de los policías va a interrogar a una testigo y, sin venir muy a cuento, le
describe las torturas que se llevan a cabo en Grecia, la respuesta de la joven es: "Nadie piensa en
eso cuando brilla el sol y todo el mundo baila y es feliz". Además, se echa en falta algo del humor
que, pese a todo, aparecía en los primeros títulos. El tiempo es gris, el estado de ánimo de Beck
también lo es, y toda la narración se contagia de ello.

No es la novela más adecuada para iniciarse en la lectura de Sjöwall y Wahlöö (son mucho más
recomendables para ello Roseanna o El policia que ríe), pero sin duda merecerá la pena a los
seguidores de esta pareja y de la novela negra en general.

MAJ SJÖWALL y PER WAHLÖÖ: EL COCHE DE BOMBEROS QUE DESAPARECIÓ. RBA


(Barcelona), 2010, 288 páginas. Traductores: MARTIN LEXELL y MANUEL ABELLA.

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