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más me sorprendió de todo el tra- Sylvia Molloy tiende a rectificar blemente a otros libros”, advierte
bajo. Cualquiera que se haya en- el mito de la indiferencia de los Sylvia Molloy al empujar la pri-
frentado al estudio de la historia franceses hacia la literatura hispa- mera puerta. Puesto que ha esco-
indígena, y particularmente de las noamericana y, en lo que respecta gido explorar el género a partir de
fuentes indígenas, sabe con cuan- a la mexicana, a mostrar que la ig- casos concretos -Acto de presen-
ta frecuencia tenemos que decir norancia actual no se debe a la cia es una suma de ensayos sobre
“quizá”, “probablemente”, “esto parsimonia de los traductores. En- autores tan diversos como Do-
puede haber sido así”. Brothers- tre éstos da una merecida pero mingo F. Sarmiento, Victoria
ton, por el contrario, no duda siempre postergada atención a los Ocampo, Mariano Picón Salas,
nunca, y nos llena de “absoluta- belgas que, como Emilie Noulet o Norah Lange, José Vasconcelos,
mente inequívoco”, “confirma Femand Verhesen, mucho contri- entre otros-, se antoja que la
con todo detalle”, “su clara auto- buyeron al descubrimiento de la puerta principal de entrada le
definición”, “sin duda”. Yo des- poesía hispanoamericana en len- cancela pasadizos más secretos
confío mucho de los autores que gua francesa. que bien valdría la pena recorrer
no tienen dudas, pero cuando no Aunque desconozca los otros para iluminar otras dependencias
tienen dudas y además plantean trabajos de Sylvia Molloy, no me del edificio autobiográfico.
problemas incomprensibles me extraña que Acto de p-esencia se El capítulo dedicado a Victo-
siento desconsolado. 4 proponga cavar una veta poco ria Ocampo es, a mi gusto, uno
transitada por la investigación de los más logrados y refleja una
hispanoamericana: la escritura aguda comprensión del persona-
autobiográfica. Sylvia Molloy tie- je. Aunque faltaría esculpir más
FABIENNE BRADU ne un espíritu pionero y no le es- relieves para completar el retra-
panta picar piedras para abrir to, los atisbos de Sylvia Molloy
nuevos senderos al margen de las constituyen las páginas más inte-
ACTO DE PRESENCIA. anchas avenidas ensayísticas. En ligentes que he leído acerca de la
LA ESCRITURA este sentido, Acto de presencia no fundadora de Sur. Partiendo de
AUTOBIOGRÁFICA EN es sino un punto de partida para un perspicaz análisis de la estra-
una exploración de mayor alien- tegia narrativa de los Testimonios,
H ISPANOAM É RICA to, pero es sumamente sugestivo. muestra cómo Victoria Ocampo
Inspirándose en trabajos simi- va buscando una voz para afianzar
lares en otras tradiciones, Sylvia una presencia amenazada por una
Molloy pretende darle a las auto- vacilación fundamental entre la
De Sylvia Molloy biografías de este continente un posición social y la autoridad lite-
espacio propio que los lectores no raria. A propósito del famoso
siempre le han concedido, al im- encuentro o, mejor dicho, desen-
ponerles el filtro de la ficción o de cuentro con Virginia Woolf,
México, 1996, FCE, 300 pp. la historia. En efecto, un espacio Molloy describe la actitud de Vic-
propio es ante todo una lectura toria Ocampo: “Era como si,
atenta a las estrategias de una re- cuando la escritora vacilaba, en-
ylvia Molloy es la autora de presentación que puede llegar a trara en acción la gran dama, con
un libro que debería ser im- confundirse con el testimonio una seguridad que no tenía la es-
prescindible en México y histórico o la fabulación figurati- critora. Esta excesiva facilidad pa-
aún sigue en busca de un editor. va sin ser exactamente ninguna ra cambiar de papeles encontró
Se trata de un estudio sobre La di- de las dos cosas. Sylvia Molloy un lugar en sus escritos, con resul-
fusión de la literatura hispanoameri- ensaya dos puertas de entrada a tados poco felices: a momentos de
cana en Francia en el siglo XX. La este espacio: la escena de la pri- sorprendente acierto literario si-
versión francesa publicada bajo el mera lectura y la del primer re- guen rencores mezquinos o decla-
sello de Presses Universitaires de cuerdo, para desde allí reconstruir raciones arrogantes que a menudo
France, en 1972, ofrece un deta- el edificio de algunas autobiogra- llevan la marca de su clase. Ade-
llado mapa de las relaciones entre fías, “Si la biblioteca es metáfora más de su sexo, y quizás aún más
un continente y una lengua, entre organizada de la literatura hispa- que su sexo, es esta vacilación en-
escritores, por ejemplo Valery noamericana, entonces el auto- tre dos formas de autovalidación
Larbaud y Alfonso Reyes, cuya biógrafo es uno de sus numerosos -la competencia literaria y la
amistad se fortaleció en el espíritu bibliotecarios, que vive en el libro posición social- la que acaso ex-
de San Jerónimo. El estudio de que escribe y se refiere incansa- plique, finalmente, su carencia de

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autoridad literaria. Sin duda expli- cifrar las estrategias de la escritura surrealismo como “una conven-
ca cómo la juzgaron sus críticos autobiográfica. En los recuerdos ción literaria”, los Cuadernos de
menos generosos: como una mu- de infancia de Mariano Picón Sa- infancia de Norah Lange, esposa
jer rica, a la vez exasperante y fas- las, antes que una buena prosa al de Oliverio Girondo, la entusias-
cinante, a quien le da por escri- servicio de la recreación de un pa- man hasta el punto de arrancarle
bir.” Sylvia Molloy advierte el sado, quiere ver una “ideología re- sus mejores párrafos, como éste
papel jugado por los “hombres-li- accionaria” al servicio de una crí- que concluye sobre la singular es-
bros-ideas” en los escritos de Vic- tica del presente de Venezuela. critora argentina: “...posee una
toria Ocampo, pero le reprocha Esto la conduce a cometer una in- elegancia derrochadora, una espe-
exagerar su soledad para así crear justicia de estimación literaria cie de despreocupado dandismo
la ilusión de que es una mujer cuando afirma: “La evocación que enormemente seductor. Si otros
única en sus tiempos. Aunque vea hace Picón de esos primeros anos relatos de infancia, como los de
atinadamente que las escritoras parece una colección de bibelots Cané Picón Salas, llevan siem-
son objeto de estudios aislados pe- verbales que no han envejecido pre presente en sus páginas la
ro no una fuente de inspiración bien”. La condena es tanto más imagen del destacado autobiógra-
intelectual, resulta absurdo criti- inexplicable cuanto que Sylvia fo hombre, archivista y guardián
carle a Victoria Ocampo sus fuen- Molloy logra analizar con fineza de un precioso pasado, el relato de
tes masculinas, como si las ideas los motores de la escritura de Pi- Lange saca a la luz, exhibiéndola
tuvieran un sexo y un uso exclusi- cón Salas en Recuerdos de infancia desde las azoteas, una figuración
vo por parte de uno u otro género. y Viaje al amanecer. Sería difícil diferente, original: la de la auto-
Un mismo absurdo pesa sobre no adherirse a esta concepción biógrafa como payaso que corta y
otra crítica de Sylvia Molloy a sus que Picón Salas expone en Regre- desmenuza su infancia como corta
autobiógrafos. Me refiero a lo que so de tres mundos: “La vida perso- y demenuza palabras, y lanza los
denomina el “archivo europeo”, nal o la historia no es sino la nos- pedazos, alegre, apasionadamente,
que corresponde a las tempranas talgia del mundo que dejamos y la a los cuatro vientos.” Acto de pre-
lecturas de autores extranjeros y utopía ardorosa, siempre corregi- sencia es, pese a todo, un libro que
constituiría una perniciosa in- da y rectificada, de ese otro mun- vale la pena visitar, porque su an-
fluencia en un hispanoamericano. do a donde quisiéramos llegar.” fitriona es una presencia que esti-
So pretexto de que “leer al otro Por lo demás, no parece ser muy mula el intercambio de ideas y re-
no es sólo apropiarse de las pala- lejana a la que sostiene Sylvia siste los desacuerdos. u
bras del otro, es existir a través Molloy en sus reflexiones sobre la
del otro, ser ese otro”, habría que naturaleza y la apuesta de la re-
excluir de los imaginarios infanti- presentación autobiográfica. Sin
les aquellos libros que no fueran embargo, se antoja que la autora M IGUEL G OMES
estrictamente hispanoamerica- es la víctima de una corriente
nos. ¡José Vasconcelos no hubiese académica que malgasta sus bue-
caído así en la tentación de equi- nos instrumentos de análisis, su C ARACTERES DE
pararse con Ulises y de incorpo- buen oficio de crítica literaria, IMPRENTA
rarlo a sus fantasías o megaloma- con reparos y conclusiones de ín-
nías, aún cuando lo diluya en el dole ideológica que le busca tres
adjetivo “criollo”! Es un argu- pies al gato después de haberlo
mento que no resistiría una apli- plantado en sus cuatro patas. De Aurelio Asiain
cación a la inversa: si un pequeño De mejor calidad me parecen
francés lee El Quijote o cualquier los ensayos exentos de la apuesta
relato de la épica hispanoameri- ideológica, como el ya menciona-
cana, a nadie se le ocurriría repro- do sobre Victoria Ocampo o el Consejo Nacional para la Cultura y las
chárselo como una desviación que dedica a Norah Lange. No Artes /Ediciones del Equilibrista, Mé-
ideológica; al contrario, sospecho cometeré la barbaridad de decir xico, 1996.
que aplaudirían la elección como que el análisis resulta más clarivi-
una muestra de curiosidad y una dente porque se trata de mujeres,
victoria sobre el nefasto eurocen- sino que Sylvia Molloy se muestra o siempre el lector se
trismo. más sensible a problemas de iden- percata de que la efecti-
El ingrediente ideológico en- tidad individual que a los de in- vidad de un texto ensa-
turbia inexplicablemente la pers- diosincrasia regional. Aunque le yístico se cimienta en elementos
picacia de Sylvia Molloy para des- discutiría el hecho de presentar al tanto conceptuales como expresi-

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