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INTRODUCCIÓN
Por ende, con el primer versículo de la Biblia, llega a ser claro que existe algo único
dentro de sus páginas. Efectivamente, un examen más detallado del Libro revela
hechos científicos asombrosos colocados allí siglos, o milenios, antes que fueran
conocidos por la mente científica moderna. Estos hechos científicos sorprendentes—
sepultados dentro del texto de la Biblia como perlas de gran precio—cuentan una
historia en desacuerdo con lo que muchos hoy en día enseñan. A cada momento,
los enemigos de la Biblia declaran que éste es un libro anticuado, pasado de moda
y erróneo que no merece consideración por el hombre moderno en su estado
“culto”. Por ejemplo, el famoso incrédulo Robert Ingersoll una vez declaró: “La
inspiración de la Biblia depende sobre la ignorancia de quien lo lee”.
Desde luego, no hay duda de que los escritores de la Biblia reclamaron inspiración
para su trabajo. Pasajes tales como 2 Timoteo 3:16,17; 2 Pedro 1:20,21; y 1
Corintios 2:12,13 documentan tal reclamo satisfactoriamente. La pregunta que
permanece para ser respondida entonces llega a ser: ¿Es esta reclamación cierta o
falsa? Si la reclamación es cierta, entonces la Biblia es inspirada por Dios. Si la
reclamación es falsa, se plantean dos opciones en consideración. Primero, podría
ser el caso que los 40+ autores que escribieron la Biblia en un periodo mayor de
1600 años (aproximadamente del 1500 a.C. al 100 d.C.) en tres lenguajes (hebreo,
arameo y griego) fueron engañados. Es decir, ellos realmente pensaron que lo que
estaban escribiendo venía directamente de Dios, pero no venía. Ellos eran sinceros,
pero estaban sinceramente equivocados. O, segundo, puede ser el caso que los
autores eran embusteros. En otras palabras, ellos sabían que las palabras que
escribían no eran inspiradas por Dios. Ellos mintieron, y lo que escribieron lo
hicieron intencionalmente, para perpetrar el más grande engaño que alguna vez ha
sido endilgado en las mentes de los hombres.
Hablando de Dios, el profeta Isaías declaró: “Él está sentado sobre el círculo de la
tierra” (Isaías 40:22). El término hebreo que Isaías empleó para “círculo” es la
palabra khug, que indica una esfera que es redonda—como opuesta a algo plano,
cuadrado, o rectangular. Desde luego, la gente del tiempo de Isaías (y por muchas
generaciones a partir de entonces) enseñó que la tierra era plana. No obstante, la
Biblia contenía conocimiento científico previo que fue siglos adelantado para su
tiempo. ¿Cómo supo Isaías que la Tierra era redonda, en vez de plana como la
opinión popular sugería? ¿Fue su cálculo exacto simplemente una conjetura
afortunada?
Mucho tiempo atrás, el rey Salomón escribió: “Los ríos todos van al mar, y el mar
no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo”
(Eclesiastés 1:7). Es verdad que, a primera vista, este enunciado puede no parecer
profundo. Pero cuando es considerado con evidencia adicional, y otros pasajes
bíblicos, llega a ser del todo más remarcable. Por ejemplo, el río de Mississippi,
cuando se mueve a velocidad normal, vierte aproximadamente 6,052,500 galones
de agua por segundo en el Golfo de México. ¡Y ése es solamente un río! ¿Dónde va
toda el agua? La respuesta, por su puesto, depende en el ciclo hidrológico tan bien
ilustrado en la Biblia. Eclesiastés 11:3a declara que “si las nubes fueren llenas de
agua, sobre la tierra la derramarán”. Amós 9:6b anota, hablando acerca de Dios,
que “Él...llama las aguas del mar, y sobre la faz de la tierra las derrama; Jehová es
su nombre”. La idea de un ciclo completo del agua no fue completamente entendido
o aceptado hasta el siglo dieciséis y diecisiete. La primera evidencia substancial
vino de los experimentos de Pierre Perrault y Edme Mariotte. El astrónomo Edmund
Halley también contribuyó con información valiosa para el concepto de un ciclo
completo del agua. Sin embargo, más de 2,000 años antes de su trabajo, las
Escrituras claramente indicaban un ciclo del agua. ¿Fue esto simplemente una
conjetura fortuita de parte de los escritores?
Dios preguntó a Job (38:16), “¿Has entrado hasta las fuentes del mar, o andado en
las profundidades del abismo?” (La Biblia de las Américas LBLA) La palabra hebrea
para “profundidades” (o “zanjas”) hace referencia a lo que está “escondido, y
conocido solamente por investigación”. ¿Qué son estas “profundidades del abismo”
(la palabra hebrea para abismo es la palabra para mares u océanos)? El hombre, en
siglos anteriores, consideró solamente la playa como nada más que una extensión
arenosa poco profunda moviéndose poco a poco de un continente al otro. Luego, en
1873 un grupo de científicos que trabajaba en el Océano Pacífico en el barco
británico Challenger descubrió un “agujero” de más de 5 millas de profundidad.
Casi cien años más tarde, en 1960, el Challenger 2 encontró una zanja de más de
35,840 pies de profundidad (¡más de 6 millas!) dentro del Océano Pacífico. ¿Cómo
pudo el escritor del libro de Job posiblemente haber sabido que estas
“profundidades del abismo” existían, cuando nosotros no lo descubrimos sino hasta
siglos después? ¿Solo otra conjetura afortunada?
DESDE EL CAMPO DE LA FÍSICA
En Génesis 2:1 Moisés declaró: “Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y
todo el ejército de ellos”. Éste es un enunciado intrigante, ya que Moisés escogió el
tiempo pasado definitivo hebreo para el verbo “acabados”, indicando una acción
completada en el pasado, sin efectos continuos en el futuro. Moisés declaró que la
creación fue “acabada”—una vez por todas. Eso es exactamente la implicación de la
Primera Ley de la Termodinámica (a menudo referida como la Ley de la
Conservación de la Energía/Materia), la cual declara que ni la materia ni la energía
pueden ser creadas o destruidas. Fue a causa de esta Ley que la “Teoría del Estado
Estacionario” de Don Fred Hoyle (también conocida como “Creación Continua”) fue
descartada. Hoyle declaró que en puntos del Universo llamados “irtrones”, la
materia estaba siendo creada sobre un fundamento continuo. Pero tal idea
contradice la Primera Ley de la Termodinámica. Efectivamente, no hay “creación”
ocurriendo hoy en día. Ésta fue acabada, exactamente como Moisés declaró. Pero
¿cómo pudo saber él esta clase de información científica avanzada?
En tres lugares en la Biblia (Hebreos 1:11; Isaías 51:6; Salmos 102:26) es dada la
indicación que la Tierra, como una vestidura vieja, se está desgastando. De
acuerdo con la Segunda Ley de la Termodinámica, la energía está llegando a ser
menos y menos disponible para su uso. Declarado sencillamente, esto quiere decir
que todo está envejeciéndose o agotándose, y que teóricamente el Universo
finalmente experimentará un evento en algún lugar en el futuro designado como su
“muerte térmica”—i.e., el punto en el tiempo cuando no haya más energía
disponible. Los escritores de la Biblia sabían que la tierra se estaba “desgastando”.
No obstante, nosotros no descubrimos este hecho sino hace poco relativamente.
¿Cómo pudieron los escritores de la Biblia haberlo sabido?
Moisés dijo a los israelitas en Levítico 17:11-14 que “la vida de la carne está en la
sangre”. Moisés estuvo en lo correcto. En los seres humanos (y en muchos
animales), la vida es posible debido al hecho de que los glóbulos rojos transportan
oxígeno (gracias a la hemoglobina encontrada en aquellas células). De hecho, en
los glóbulos rojos de los seres humanos, hay aproximadamente 270,000,000 de
moléculas de hemoglobina por célula. Si hubiera algo menos, una persona no
tendría suficiente oxígeno residual para sostener la vida después de, por decir, un
fuerte estornudo, o un accidente que le deje sin aliento. Hoy en día sabemos que
literalmente la “vida de la carne” está en la sangre, aunque nosotros no sabíamos
eso en el tiempo de George Washington. El padre de los Estados Unidos murió
como resultado del tratamiento médico de “sangría” usado en ese tiempo. De algún
modo Moisés sabía que la vida de la carne estaba en la sangre, pero los doctores de
George Washington no lo sabían. ¿Cómo pudo Moisés haber sabido tal cosa?
Dios dijo a Abraham en Génesis 17:12 que en el octavo día los hebreos recién
nacidos varones debían ser circuncidados. ¿Por qué el octavo día? En 1935 el
catedrático H. Dam propuso el nombre “Vitamina K” para el factor en los alimentos
que ayudaba a prevenir las hemorragias en los bebés. Ahora nosotros sabemos que
la Vitamina K es responsable de la producción de protrombina por el hígado. Si la
Vitamina K no está en niveles adecuados, habrá deficiencia de protrombina y puede
ocurrir hemorragia. Sin embargo, es solamente en el quinto al séptimo día de la
vida del recién nacido varón que la Vitamina K comienza a ser producida (por varias
bacterias en el tracto intestinal). Y, es solamente en el octavo día que el porcentaje
de protrombina realmente asciende a más del 100% de lo normal. El único día en
toda la vida del varón en que el elemento coagulante de la protrombina está por
encima del 100% es el octavo día. Por tanto, el mejor día para la circuncisión es el
octavo día. Pero ¿cómo supieron Moisés y Abraham eso en sus días de
conocimiento científico limitado?
Génesis 3:15 enseña claramente que tanto el varón como la mujer poseen la
“simiente de la vida”. No obstante, ésta no fue la posición comúnmente sostenida
en los días de Moisés. Ni fue la posición comúnmente sostenida sino hasta sólo
unos pocos siglos atrás. Varios escritores de tiempos pasados, incluyendo algunos
de los días de Moisés, sintieron que solamente el varón poseía la semilla de la vida,
y que la mujer era un poco más que una “incubadora pretensiosa”. Un escritor
griego, Demócrito, incluso fue tan lejos como para sugerir que la semilla del varón
podía ser depositada en el barro cálido y el resultado sería el mismo. Pero Moisés
supo que tanto el varón y la mujer poseen la semilla de la vida. ¿Cómo lo supo?
En Levítico 11 Moisés dio a los israelitas leyes estrictas de higiene, incluyendo las
instrucciones a no comer cerdo (entre otras cosas). ¿Por qué daría Moisés tal
prohibición? Hoy en día nosotros podemos a lo menos teorizar en cuanto a su
razonamiento. Los cerdos, siendo animales carroñeros, comen casi cualquier cosa.
Consecuentemente, éstos están más propensos a infecciones bacterianas y
parasitarias que muchos otros animales. Uno de los parásitos que los cerdos
algunas veces adquieren como resultado de sus hábitos alimenticios es el
organismo Trichinella spiralis—la causa de la enfermedad conocida como
triquinosis. Ésta es una enfermedad dolorosa, algunas veces fatal, causada por
comer cerdo medio cocido o crudo que está infestado con el parásito viviente.
Nosotros reconocemos que la prohibición colocada por Moisés era científicamente
correcta. Pero ¿cómo pudo Moisés haber sabido tal información por sí mismo?
¿Simplemente otra conjetura afortunada?
Moisés declaró más de una vez en Génesis (1:11,12,21,24) que las cosas se
reproducen “según su género”. Esto, desde luego, no es una sorpresa para nosotros
hoy en día ya que entendemos la genética y las leyes hereditarias, las cuales
garantizan que las cosas se reproduzcan según su género. Un búfalo no da origen a
un caballo; un plátano no da origen a un tomate; un perro no da origen a un gato.
Las cosas siempre se reproducen según su género, y aun hoy en día estas cosas
son ciertas en la naturaleza. Pero ¿cómo supo Moisés estas grandes verdades—
muchos años antes de la ciencia de la genética (que empezó formalmente en
1900)?
En Hechos 17:25, Pablo declaró que es Dios Quien da a todos vida. Por siglos los
hombres han tratado de crear vida a través del proceso de la generación
espontánea. Aun después de que científicos como Spallanzani, Francesco Redi,
Louis Pasteur y otros documentaran que la generación espontánea es imposible, los
evolucionistas todavía continuaron tratando para que de esta manera su teoría
pudiera ser aceptada como cierta. Sin embargo, hasta la fecha, jamás nadie ha
“creado vida”. Pablo estuvo en lo correcto hace mucho tiempo atrás cuando declaró
que solamente Dios podía crear vida. ¿Fue esto simplemente una conjetura
afortunada de parte del apóstol?
Pablo también declaró en 1 Corintios 15:39 que hay cuatro tipos de carne—la de los
hombres, la de las bestias, la de los peces, y la de las aves. Hoy en día, incluso los
evolucionistas aceptan este concepto como un hecho de ciencia reconocido. Estas
cuatro carnes son ciertamente diferentes en su composición bioquímica. ¿Cómo
pudo Pablo, un predicador ambulante, haber sabido esto?
CONCLUSIÓN
Los puntos mencionados aquí son simplemente una muestra escasa de los muchos
puntos que podrían haber sido discutidos. Incluso, no he abordado los varios
campos de la arqueología, la biofísica, la biología molecular, la geografía, etc. Sin
embargo, el punto está bien hecho. Existe conocimiento científico previo en la Biblia
que fue años adelantado para su tiempo. ¿Cómo pudieron los escritores de la Biblia
haber tenido acceso a tal información—salvo que Dios, Quien creó el Universo y
todo en ello, se los dijera? Es irracional e ilógico sugerir que tal presciencia pudiera
haber llegado a través de hombres simples, y especialmente hombres que fueron
mentirosos o engañados. Tal posición es indefendible, y no puede ser sustentada a
la luz de los hechos a la mano.
La Biblia es lo que clama ser—la Palabra Inspirada por Dios. Ésta es autoritaria, y
ha sido dada al hombre para una vida abundante aquí (Juan 10:10b), como
también para una vida eterna en el más allá (Juan 3:16). Las evidencias que
sustentan sus afirmaciones son tanto innumerables como irrefutables.
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