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JOSE ANTONIO RAMOS SUCRE OBRA COMPLETA TRAYECTORIA DE JOSE ANTONIO RAMOS SUCRE I—EL POETA ¥ SU OBRA EN EL TIEMPO La nisroris de José Antonio Ramos Sucre es breve como breves fueton su vida y su obta, Vida y obra intensas, sin embargo, que trascienden del 4mbito histdrico que les es propio hacia una més densa confrontacién Hiseraria y hu- mana. Esta ha sido, precisamente, una de les caracterfsticas mas relevantes, que ha encontrado, al corter de los afios, una justificacién precisa y elocuente de su poesia en las nuevas generaciones del pais que han ido a su encuentro, fortale- cidos en Ja eficacia y brillo de su palabra. En efecto, los jévenes escritores agrupados cn “Sardio” (1958) se movieron alrededor de Ja figura y de la obra de Ramos Sucre con exaltada vehemencia ¢ inusitada beligerancia, afortuna. damente, bien conducida y mejor concretada en buenos resultados. Carlos Augusto Leén, poeta de! 30, de la Hamada promocién de “Elite” y del Grupo Cero de “Teoréticos”, escribid en 1945 una breve y hermosa bio- gtatia sobre el poeta: Las piedras mégicas la tivuld y fue el primer ensayo se- tio, biagrafico y critico, pata deslindar con certeza los valores de la obra de Ramos Sucre, constituyéndose desde entonces en un libro imprescindible pa- ra el conocimiento del poeta. Después han venido ottos y otros ensayos sobre ef autor actualizéndolo frente al discurtir de la nueva poesia venezolana; y contribuyendo asi a rescatar de injusta preterici6n una poesia de sostenido y permanente aliento. Hoy dia Ramos Sucre, revalorizado, aleanza la estature de un adelantado de Ja lirica venezolana contempordnea. Es un hecho innegable que en los jdvenes escritores que se inician a partir de 1950, fa admiracién por Ramos Sucre es creciente y en algunos esta admira- cidn aleanza Ja jerarquia de la influencia. Es “una influencia mas que todo for- mal, mas no por cllo menos importante. Formal porque en muchos casos falta Ix el “pathos” de la creacién ramosucreana, y no puede ser de otro modo: su tor- menzo no es comtn a muchos’! “Ha atraido a nuevas promociones potticas la singularidad de Ramos Su- cre, que fai de los primeros en sefialar, Los ha acetcado a él su vida intensa y concentrada —“vibracién inmévil”, como decia Luis Enrique Mérmol— que se asfixiaba en el duro ambiente. Los ha acercado aquella expresién que culti- v6 el poeta y que no era la del comun de sus contempordneos, en cierto aspec- to, aunque por otta parte tenfa —jy como no tenetlo!— ef aire de su tiempo” El acercamiento de los jévenes a la obra de Ramos Sucre cobra mayor im- pottancia a medida que pasa el tiempo. Pareciera —como anota Paz Castillo— que los afios transcurridos desde su muerte han sido, en realidad, “afios de rea- firmacién de su vida de escritor en lz memoria de los hombres y de acerca- miento, cada vez con mayor intimidad a su obra”... Esto explica la afeccién ex- plicita de los nuevos. Después de un largo silencio, “resurgié su producciéa a nueva existencia, sobre todo entre los jGvenes que persiguen, en arte, expre- siones, si no parccidas a las suyas, muy cercanas por el espitita lirico, a las for- tas depuradas de sus poemas en prosas”? Argenis Pérez H., uno de los iltimos en teferirse a la materia, ha escrito que ef poeta venezolano “esté siendo objeto casi permanente de una continua revaloracidn, en funcién de su singularidad artistica, sustanciada a nivel de un discurso poético nuevo, en Ia lirica venezclana contemporénea”.* Ramos Sucre concilia, con admirable lucidez, el poder fundamental del na- trador con la fuerza sugestiva de la poesia, contenida en un lenguaje de extraor- dinarias tonalidades discarsivas, bajo el amparo de alucinantes manifestacio- nes de la imaginacién creadora, Asi se hace presente en buena parte de La Torre de Timén y on Ia totalidad de El cielo de eswralte y Las formas del fuego. El poc- ta de atormentadas formas, el fabulador constante, el perseguide a diatio por Jos fantasmas invisibles de un pasado que recrea a fondo y a conciencia, ofte- ce, en Ultima instancia, su prosa rica de sensaciones, recuerdos, profectas y ptemoniciones, como un fruto maceredo en el fondo del més remoto vértigo de una irrealidad amenazante y trdgica. Es la desolacién del creador lo que mayormente atrae al lector de nuestros dias, como un rito inexorable. La sin- gularidad del poeta, su originalidad cenital exptesada en un estilo de cortado parrafo, sitve de base a la busqueda de que ha sido objeto por parte de las jovenes gencraciones literarias del pais. De este modo, Ramos Sucte se con- vierte, por obra y gracia de su fuerza poética, en el autor de mayor influencia y atraccién para las jévenes generaciones en lo que va de 1950 a esta parte, Qué sedujo de tal forma a esas nuevas corrientes de expresién literaria en el afatls Augusto Leén. “Invitacidn a Ja critica”, Papel Literario de Ef Nacional, 14-VI-1970. Idem, 3Fetnando Paz Castillo. José Antonia Ramos Sucre, el solitario de La Torre de Timén. Editorial Arte, Caracas, 1973, pp. 23-24. Argenis Pérez H. “La esiética romdncica en José Antonio Ramos Sucre”, En Memoria del LI Simposio de Docentes ¢ Investigadores de ta Literatura Venezolana. Mérida, Vene- zuela, Tomo II, p. 258. pais? No fue, de cierto, la forma impecable en que el poeta clabora sus cuida- dos textos, ya oficializada en las més destacadas figuras del modernismo vene- zolano, obedientes al dominio expansivo de Rubén Dario. Fue, por el contra- rio, la parte incontaminada de su materia poética. Es decir, la fuerza incontras- table de aquella desbordada pasisn imaginativa, asediada por un devastador destino de atormentado y alucinado ser, enfrentado con impredecible rebeldia al reto exterminador de un mundo hostil y negador de Ja existencia. De este modo, Ramos Sucre se convierte en un antecedente sin testigos de la nueva poesia venezolana, por la trascendencia de una obra que parece surgir, como fruto de alquimia a través de las misteriosas zonas de un submundo mi- tologizado, de la mds resonante experiencia de un hombre solitario, sometido a Jas severas pruebas de un desastre emocional, particular y absoluto. Ramos Sucte sobresale por la universalidad o cosmopolitismo de su poesia, sin ataduras visibles a una especifica identidad regional o comarcana. Esta es la via del acercamiento que siguen los jdvenes poetas de “Sardio”, “Tabla Redonda” y “El techo de {a balfena’”’. Colocan al pocta en un nivel de especial reconocimiento: es el adelantado 0 precursor que sefiala el camino. Ast se produce la sacralizacién del autor de La Torre de Timdn, establecién- dose desde entonces como el poeta venezolano més trascendente de las ulti- mas décadas, tanto en el Ambito poético propiamente dicho como en el na rtativo. Al respecto dice Francisco Pérez Perdomo: “Entre los escritores venezola- nos tal vez sea José Antonio Ramos Sucre el més admirado por las tltines pro- mociones poéticas del pais” > Y Ludovico Silva recuerda que el contacto con las prosas de Ramos Sucte de los poetas de la generacién de 1958 tuvo un efecto revolucionario: “Al contacto con este gran poeta, los jévenes creadores sintieron que habia, déca- das atras, quienes los respaldaran cn su cmpefio de transformar los esquemas poéticos que, de una u otra manera, pese a la revolucién del grupo “Viernes” persistia en nuestras letras. No solamente se desterrd ef temor sacramental a los metros y a la rima (desterrados en cuanto a “‘obligacidn”’, por supuesto, y no de un modo absoluta), sino que de una vez por todas comenzaron a surgir por doquier fibros de poesia (en proses), entre los cuales Los cuadernos det destierro, de Rafael Cadenas, se destaca como paradigma. Se volvid, bajo este impacto, a Icer a Rimbaud y a los surrealistas y se asimilé en nuestro pais de una vez por todas el espiritu de 1a Ifriea moderna. Corresponde a Ramos Su- cte, de este modo, un sitial como gran adelantado, y por ello no debe sorpren- der a nadic que cn su época fuese considerado como un ente extraiio poseido por calenturas y demonios. Lo que habia hecho no era otra cosa que incorpo- tar la poesia venezolana a la modernidad, Su cultura y sus dones poéticos le ayudaron, aunque la fragilidad y la cortedad de su existencia —“antes de tiem- po y casi en flor cortada”, que diria Garcilaso— Je impidieron Ilevar su revo- Francisco Pérez Perdomo, Introduccién a Antologia Poética de J. A. Rantos Sucre. Monte Avila Editores, C.A., Caracas, 1969, p. 7. XI lucién hasta el punto en que sdlo pudieron Hevarla después gtandes poctas co- mo Vallejo y Neruda’”.S “Un rasgo positivo de las nuevas generaciones venezolanas —agrega el mis- mo ensayista— lo constituye el reconocimiento de Jz grandeza de Ramos Su- cre como poeta. Hoy, sélo los rezagados contindan Hamdndolo “prosista”, im- plicando con ello el vergonrante juicio de valor de que Ramos Sucre, a fin de cuentas, no fue poeta porque no escribié versos. Pienso que hubiera pedido ha- cerlos con alta grado de perfecciéa, y por ello mismo, pienso también que en esa misma medida se eleva el valor de sus textos, tal como fo conacemos. Fue petfectamente consciente de su tarea, y tuvo un propdsito muy definido, que sélo hasta ahora ha venido a ser valorado en su justa dimensidn. Elo consti- tuye una Ieccién para todos nosotros. Con el antecedente de Ramos Sucte, ya no se le podrd jamés perdonar a ningiin poeta venevolano el no ser perfecta- mente consciente de los recursos que emplea y de Ia situacién histérica en que vive”? José Antonio Ramos Sucre escribié una obra sefialada por su evidente origi- nalidad en el medio venezolano en que tuvo lugar. En tal virtud es una obra de especiales métitos que sobresale por sobre otras de sus contemporéneos, De aqui surge, inequivocamente, la figura del autor como un creador impat, sus. ceptible de ser considerado entre los primetos nombres de la literatura nacio- nal que se inicia en Jos afios fecundos del 900. Su prosa, densa, castigada, en- frentada a todo excesa en busca de Ia eficacia en la comunicacién esctita, ri- gurosa en el exacto cumplimiento de su cometido, revela en primeros planos las singularidades de un espiritu dotado de amplias facultades para el arte literario. No es, por cso, extrafio que la generalidad de quienes se han acercado al estudio de su poesja, destaque, en primer lugar, las excelencias de esa obra lice- taria como manifestacién de una indiscutible personalidad creadora, revelada en Ja amplitud generosa de un gran dominio del intelecto y 1a cultura. Y que por eso mismo se itate de ubicar insistentemente, a largos aiies distantes de su vida, en un sitio de privilegio y de recordacién en el panorama de las letras nacionales y latinoamericanas. Esa caracterfstica de excepcién ya no se pone en duda en nuestros dias, cuan- do se ha realizado, a todo io largo y ancho de estos afios, una como especie de revalorizacién del autor y de su prosa poética, conceptuada entre las de mayor brillo y consistencia de las que haya dado muesteas la literatura vene- zolana contempordnea. SLudovico Silva, “Ramos Sucte y nosottos”, Revista Nacional de Cultura, n° 219, Caracas, marzo-abril, 1975, pp. 6465. “bid. p. 70. xIL Félix Armando Néfiez, autor de un sobrio y ponderado prdlogo a sus Obras, escribe al respecto: “Hay en las letras verezolanas y de Hispanoamérica una obra aparte: J2 de José Antonio Ramos Sucre. Su valor, entrevisto por los me- jores de sus compatriotas y contemporéneos, se estima més cada dia a partir de su muerte”.* Con similar énfasis al de Nuitez se pronuncia Francisco Pérez Perdomo, cuan- do aborda la peripecia de colocar al estudiado en el sitio de bonor que le co- tresponde, Pérez Perdomo se refiere a la obra del poeta més all4 del ambito exclusi- vamente nacional, consideréndolo como creador de una poesfa que trasciende al mundo continental, Asi expresa que Ramos Sucre resulta “ano de los (poe- tas) més renovadores que haya producido Ja poesia Iatinoamericana”.? Juicio con el cual habra de estar de acuerdo quien tenga acceso, como ahora, a través de esta edicién de la Biblioteca Ayacucho, a la presentacién orgénica y comple- ta de su obra. Y otro ensayista y poeta de las nuevas promociones literarias del pafs, Eu- genio Montejo, precisando el alcance de Ja obra de Ramos Sucre, Ja califica co- mo “una de las tentativas més audaces a que se haya consagrado creador algu- no entre nosotros durante el presente siglo”. “Por esto, puede decirse’” —aiia- de— “que en sus péginas se verifica una posibilidad superior raramente al- canzada entre nosotros”, Sin embargo, esa obra, asi definida, “escapé sustan- cialmente a sus contemperdncos’!° Por otra parte —y paralclamente al hecho mencionado— Ja polémica en tor- no a José Antonio Ramos Sucre no se ha cerrado atin entre nesottos. Parecie- ta, a! contrario, que mientras més transcurre el tiempo més se avivan los extre- ios de un debate que siendo critico y literarie a un tiempo invade igualmente el terreno de la vida personal de] autor y, avin mds, su intimidad El hombre, pero en mayor razén ¢l hombre de letras, responde inequivoca- mente a las caracteristicas inherentes a su propia formacién intelectual. El caso de Ramos Sucre es mas ilustrativo y elocuente que muchos otros en este sen- tido, Su formacién humanistica, que arsanca de la infancia y se acendra en el curso de sus afios mayores, le habré de suplir fa més amplia base, histérica y estética, para su afén creador, Por otra pate, Ramos Sucte responde, con seguridad de esforzado que en- srevé desde su exilio humana otras perspectives estéticas, a aquellas incitacio- SLiglix Armando Niifiez. Prdlogo. En Obras de José Antonio Ramos Sucre. Ediciones del Ministerio de Educactén, Direccida de Cultura y Bells Arces, Caracas, 1956, p. ?. SErancisco Pérez Perdomo. Op. cit. p. 9. Eugenio Montcjo, La venlana ablicua. Ediciones de la Universidad de Carabobo, Va- lencie, 1974, p. 69. XU nes particulares de que es objeto por parte del condicionamiento litetario de su tiempo, Ramos Sucre cs un hombre del modernismo, tal vez de un modetnis- mo tardio, pero que adelanta el paso suficiente hacia otras mayores conquis- tas de su trabajo intelectual. Por eso labrar4 con fervor inusitado la perfeccién lingitistica de su estilo. Por eso tenderé a evadirse sistemdticamente del agobio insular de una literatura que poco o nada aportaba a su vehemencia de ade- Jantade. No fue, en tal sentido, un seguidor inconsistente y sin prestancia de férmulas caducas, que ya anunciaban cansancio y pobreza en Ja repeticién. As- pitaba, por cl conttario, a otros aires contagiosos, a otros sucesos de mayor envergadura que lo condujeran a la experiencia solar de la palabra, Su esoteris. mo, su evasién, su buisqueda enconada de orra realidad, distinta 2 la percibida cotidianamente en ef tréfago de la vecindad cataquefia de su tiempo, lo acerca al vértice modernista, al ritual parnasiano de la “torre de marfil” o del ‘arte por el arte”, a le entonacién hermética de los simbolistass pero, al propio tiem. Po, le procura ese reconfortante espacio para diluir ef ardor indeleble en la fen gua del lenguaje, enriquecido en el trafico constante del estudio, y esa inefable condicién del esteta que se reconcilia soberanamente con su propia ¢ inexcu. sable tevelacién personal: ese mundo que va por dentro y anima al hombre en su hazafia constante del vivir y del crear. Ramos Sucte no se desliga de Ja praxis de su tiempo, pero tampoco se deja conducir ni limitar por sus exptesiones. Por el contrario, aspira a resolver su enfreatamiento con el rmindo, en una sélida y gallarda manifestacién de indi- vidualismo estético tendido hacia el futuro, hacia mis abiertas y vastas clari- dades, buenas para alimentar la fe del hombre en la eficacia y perdurabilidad del arte literario, Lo menos affn con Ramos Sucte es el nacionalismo, cettado a los francos aires del exterior. De alli el cardcter cosmopolita de su prasa, La cual era una respuesta a un posible mundo —real o ficticio— a que lo con. denaban las experiencias del momento venezolano de comienzos de siglo, cru- zado, de una parte, por Ia vencida estética de un modernismo a la venezolana y de otra por [a tentativa criollizante de la més significativa literatura de la €poca. Pero no se trata de un desligamiento que reniegue del gentilicio: en buena parte de Ia narracién se percibird un hdlito de esencias venezolanas que Pugnan por manifestar su ascendencia a tradicién, sélo que la tentativa mayor gue apunta hacia lo universal arrastrard inevitablemente, como un torrente poderoso, ese brote insular de la prosa. Buena parte de su libro Le Torre de Timéa alude a la citcunstancia venezolana con cierto apego y simpatia, de- mostrando que las ra{ces del poeta no estaban del iodo desasistidas de la nu- triente fuerza teltirica que depara la consistencia y perennidad de un esfuerzo gue conjuga lo emotive y racionzl, lo real y Jo irreal, lo cierto y lo imaginatio, También esto tiene que hacer con el ambiente politico que se cierne, como una pesada Iosa, sobre el quehacer intelectual de aquellos hombres a quienes les tocé vivir en carne propia la tremenda experiencia de la dictadura gome- cista. ExpresiOn de una juvented Jiteraria marginada, Ramos Sucre también, como otros tantos de sus compafieros de generacida, tuvo que apelar a un es- xiv fuerzo que rehtye el enfrentamiento virtual de Ja realidad por las vias de la evasién y la universalidad del contenido de su obra. La diversidad de los ambientes exdticos reducidos a una reminiscente pro- sodia de inmediatez o ef Jogro mayor de aquel desfile inusitado de los mas extrafios personajes extraidos de la historia pasada, que tan a fondo conocfa en su peregrinaje humanista, son formas de una irrealided, de une abstraccida forzada por el empefio multisecular de su desbordada fantasia, a través de un desolador espacio, que Tena de congojas y amarguras al espfrita contrito. Con tal de no estar aqui, en este momento, la imaginacién del poeta Jo hace vagar inconteniblemente por todas partes y por todos los tiempos. Es un cosmopoli- tismo sustentado en una continua aventura, en un desmesurado viaje que abar- cay disemina a capricho ea su escritura las mas conspicuas edades del mundo y de la historia: Grecia, Roma, Bizancio, Ja Edad Antigua, la Edad Media, el Renacimieato. Actores son fos hombres y los pueblos. Actor es el mismo poeta encarnando distintos personajes. El introvertido se trueca en un extro- vertido que asume los mds diverscs papeles de la escena. La literatura clasica Je presta, asimismo, motives para sv acendramiento literario y muchos son los temas recreados por la tenaz y fecunda fantasia del autor. Apasionadamente se funden en su prosa nombres de posvas y artistas. Pasa insensiblemente de Goethe y Dante a Leopardi y Cervantes, de Leonardo a Tiziano y Durero, de Homero a Plutarco y Ovidio. Los tiempos, los personajes, los paisajes, se confun- den snimadamente desde el fondo resonante de la prosa castigada a profundidad. Parecfa pasar a propésito de un lugar histérico a otro, de la leyenda a la resefia circunstanciada de los sucesos més insdlitos, de la Edad Antigua a Ja Edad Me- dia y de ésta al Renacimiento para hacer el sefialamiento de aquellas figuras in- verosimiles que deambulan con el rigor de los perseguidos en sus paginas ve- races, No hay sosiego ni esperanza en sus testimonios. Todo parece regido pos el fatum ineluctable de la tragedia. Un soplo de crueldad inexorable domina el amplio espectro documental de Ia ficcién narrativa. Como un lector culzo, més atin: como un humanista enardecido por la pa- sién y Ia porffa de Ia alienacién en el tiempo histérico, pleno de resonancias seculares, se nos aparece este poeta venezolano. Esa actitud, es el signe per- manente de su evasién hacia el pasado, donde convoca los mds extrafios ritos y sucesos. El simbolo preside su: expresisa literaria, animada por un cierto tono decadentista que es perceptible, de manera inequivoca, en el juego crepuscular de sus imagenes, rescatades del incendio solar del «répico americana al rememo- rar edades y paisajes de otras latitudes, donde la niebla y la imprecisa circuns- tancia de “otra realidad” dan la inmpresiéa de sustituir el mundo real por el mundo imaginado. Sin que el autor [o pueda evitar, su estilo tiende a un sig- nificativo rebuscamiento de la expresién que lo acerca demasiado al preciosismo modernista, El uso del adjetivo complementario o explicativo, la insistencia en los términos raros y fuera del tiempo, ya inutilizados a veces por la misma vi- gencia del pasado, que se da sobre todo en sus dos iiltimos libros, es caracte- ristico de esta tendencia que, de alguna forma, Jo acerca a las huestes rubenia- xv nas, ya en franca decadencia a finales de la segunda década del siglo. Pero de esta tentacién lo salva, finalmente, su conciencia de escritor comprometido con un esfuerzo de mayor envergadura, desasido de la obediencia formal y I6gica a una determinada escuela. Y ha sido precisamente esta tevelacin la que ha Itevado a alguaos autores —no sin cierta exageracién— a ubicar al poeta venezolano entre los precursoces de la vanguardia y del surrealismo.!! Lo cual silo puede explicarse por la calidad de su poesia inscrita en los cuadros mds tigurosos de] hermetismo y del simbolismo en general. T.—EL TRANSITO VITAL José Antonio Ramos Sucre nacié en Cumand, capital del Estado Sucre, el 9 de junio de 1890; murid en Ginebra el 13 de junio de 1930, victima de su propia soledad, Pertenccia a una noble familia de} Ingar. Por via de su madre dofia Rita Sucre de Ramos, descendia de lz rama principal del Gran Mariscal de Aya- cucho, Antonio José de Sucre. Su padre fue Don Gerénimo Ramos Martinez, en quien se dieron notas de aficién intelectual. Uno de sus tos abuelos, el Pbro. Dr. José Antonio Ramos Gonzalez, —segin relata Félix Armando Ni- Aez— “habia sido latinista notable y dejé una monografia interesantisima sobre “Los Gobemadores de Nueva Andalucia”, Habla, pues, en la familia Ramos Sucre anteccdenies formales de inclinacién literaria y humenistica que han debido influir segucamente en el espiritu del nifio, Su infancia wanscurtié en el ambiente sosegaclo de la Cumand de finales de siglo xix. Su adolescencia despietta igualmente allf en ics albores del nuevo siglo xx. La primera déada del mismo fortalece su formacién intelectual con slidos cimientos en la recoleta ciudad de sus mayotes. A los 20 aiios obiuvo el titulo de bechiller con notas de excelencia, cuande ya eta experto en varios idiomas vivos y muertos, que habia aprendido por iniciativa propia, Su infancia no ha debido ser distinta a Ia de otros nifios de su propia época. Sin embargo, en algo ha debido influir el apartamiento y esquives con que daba muestras frente al halago de Ja compaiiia colectiva. El retraimiento propio de una introversin exacerbada ha debido pesar, nalmente, ett las relaciones de la amistad primera, como después, se hizo evi- dente en Ja etapa de su vida caraquefia. Hay en sa obra insistentes alusioncs a la infancia que bien pudieran compaginarse con la experiencia personal de aque- MUStefan Baclu. Antologia det surrealismo fatinoamericeno, Editorial Joaquin Mortiz, S.A, México, 1974, p. 138. iPelix Armando Néfez. Op. cil, p. 9 llos aifos de iniciacién y definir Ia complejidad de su espfritu frente al proteico espectdculo del mando. Eses circunstancias biogréficas de su nifiez explicarfan, por si mismas, el cardcter de aquel mundo primigenio tan persistente luego en toda su obra de escritor adulto, Por ejemplo cuando dice, como una premonicién: “Un ciprés enigmatico domina el horizonte de mi infancia”. (El alumno de Violante. Fé cielo de esmal- te), O el sefialamiento de aquella insistente materia de poesia: ‘Yo cultivo les memorias de mi nifiez meditabunda”. (La ciudad de los espejismos. El eéelo de esmalte). Pero a ratos también en plano explicativo concreto, con valor de referencia personal de su conducta: “Yo no acostumbraba salir de casa en la ciudad de mi infancia”. (El clamor. E! cielo de esmalte). Lag primeras letras las aprendié en la escuela de D. Jacinto Alareén, cn Cumana, “Seguin el decir de sus compafieros de enonces, —anota Carlos Au- gusto Leén— era un nifio parco en el jugar y entrepaba su cordialidad a con- tados amigos, sin dejar por ello de ser alegre. Extraordinariamente inteligente, ocupaba el primer puesto cn la clase”. Sefiala asimismo Carlos Augusto Leén que sv tio el Pbro. Dr. José Antonio Ramos Martinez, cura y Vicario de Canipano, jugé un papel importantisimo en la direccién humanistica del primer aprendizaje de Ramos Sucre. “Atraido por el brillante talento del nifio, pidié IMevarselo consigo. Queria esmerarse en su adecuada insttuccién”. En Cartpano fue inscrito en la Escuela de Don José Jestis Martinez Mata, Pero —agrega Carlos Augusto Leén—: “...no era la escuela el sitio predilecto del muchacho. El tfo clérigo habla decidido tas. pasatle tode el caudal de sus conocimientos, De 1 recibia clases de Latia y constante instruccién general. José Antonio estudiaba. Aprendia el doble de las paginas fijadas para su estudio en cada leccidn, En la biblioteca del tio lela durante largas horas. Después, en la escuela, asombrabanse sus condiscipulos de cémo respondia, cu4n rapido y fécil, las preguntas del profesor”. A Jos 14 afios comenzé estudios de secundaria en el Colegio Nacional de Cu- mand, ditigido por D. José Silverio Gonzdlez, de quien fue ayudanie “en las clases de Latin, idioma dominado por él a sus dieciséis afios de edad. En aquel tiempo hizo estudios profundes de Francés, Inglés ¢ Italiano. Cotnenzé a estudiar Alemin”,? Meses después de obtenido el grado de bachiller se produjo su viaje a Caracas para seguir estudios en la Universidad. En 1917 obtuvo el grado de doctor en Ciencias Politicas. Nunca dejé de estudiar, de aprender, profundizando cada dia sus concci- mientos 0 ampliando atin més lo ya conocido con nuevas cosas: “Su biografia —comenta Carlos Augusto Leén— es la historia de sus imumerables estu- 13Caclos Augusio Len. Las piedras mdgicas, Caracas Suma, 1945. idem W]bid. p. 12. XVIL dios”. Incluso hubo amigo suyo que exclamaria que “en é el saber constitufa un morbo”. A lo que afiade Carlos Augusto Ledn: “Su biblioteca es sefial de cuanto estudié, de cuanto supo”."* “El estudio es mi tnico consuelo”, le dijo una vez el pocta a su amiga y conterraneo Diego Cérdoba.!? Esa inclinacién y especie de asidero espiritual Pata su inquieto ¢ inestable temperamento era manifiesto ya desde la propia nifiez. “Precoz en Jn sabiduria, existencia de cartujo y estoico —afiade Cérdoba—, dificil seria desciftar el misterio que envolyid, desde joven, el destino de aquel introvertide y nervioso venezolano, flaco de cuerpo, blanco, de ojos azules, quijotesco un poco (...} Clarisima inteligencia, extraordinaria memo- sia, ingenio agude y voluntad de acero, estudiar, aprender, era sx unico con- suelo. Concluidas nuestras tareas escolares, mientras todos los alumnos nos ibamos a los billares o a otras distracciones propias de la edad, nuestro més circunspecto compaficro y cl més sobresaliente en las aulas, silencioso y taci- turno se dirigfa a su casa, a mecerse en el cilicio de su autodisciplina, y se en- utegaba a aprender idiomas, ademds del latin y el griego, el francés, ef inglés y el alemén o en Ja rica biblioteca de su padre don Gerénimo, verén ilustre, se abstraia estudiando a los clésicos Jacinos, en tanto anotaba al matgen de sus lecturas pensamientos, axiomas, fabulas y versos, toda cuanta noticia impre- sionara su espiritu desesperadamente Avido de conocimiento”.! “Lo comtin en él era que hasta bien tatde de Ja noche estuviese cerca de Ia palmatoria en su cuarto de desvelado, leyendo y leyendo, mientras la familia teposaba y la tranguila ciudad de los Sucre dormfa apenas arrullada por las tibias brisas del Manzanares o sacudida por Jos fuertes vientos del mar Caribe. Podian ser los alegres dias de Carnaval o de la Pascua Florida o Ja ficsta social en las casas amigas y José Antonio ni con eso ni con nada se separaba de sus libros. No se le vefa ni aun en el templo de Santa Inés, en las grandes fiestas de la Semana Santa, tan rumbosas en Cumané, ni se supo nunca que tuviera la inquietadora y dulce novia de provincia” 2° “En las horas de esparcimiento —sefiala Paz Castillo— no se echaba al cam po a jugar con los compafieros, a bogar en ¢! célido mar de su Comand, para la cual siempre tiene devoto carifio de hijo, a nadar en el Manzanares bordeada de palmetas como un io sagrado de le India, a caltar, con el cuerpo desnudo en el agua clara de [a amanecida, bajo el limpio cielo de esa Grecia tropical. Erudito desde [a infancia, buscaba [a soledad egligica para leer, a hurtadillas, algin grueso volumen de historia narrativa, o alguna entretenida novela de Walter Scott o Alejandro Dumas”?! Wlbid. p, 12. U Diego Cérdobs. “José Antonio Ramos Sucie, gexstencialista?” Mis memorias de Caracas, del Modernisma, la Bobemia, y 1a Dictadura. México, 1955, p, 123. 1815: pp. 125-124, Widens. pp. 123-124, 20 bid. p. 123. 21Fernando Paz Castillo, Op. cit. pp. 11-12. XVIII Otro condiscipulo de ia infancia, J. A. Cova, lo recuerda, ya adulto y con- viviendo en Caracas, como una verdadera excepcién en el grupo de escritores venezolanos de su época, tanto por su cultura cldsica como por el simbolismo de su poesfa. “‘Parecia un monje laico”, “se reconfortaba en la soledad. Desdefiaba Ja multitud y jams llegé a mezclarse en cella. El ntimero de sus amigos fue siempre reducido. Intimidades no tuvo con nadie. Ni con los miembros de su fa- milia. Era el gran solitatio. Daba Ja impresiéa de una isla reducida, en pleno océano, sin vegetacién, azotada por frecuentes tormentas (...} Muy nifios, en nuestra Cumand nativa, le vimos pasar por las calles, siempre mono- logando, con un libro en la mano. Alls tampoco se prodigd a nadie. Vivia “metido de cabeza” en la biblioteca que heredara de su tio, el gran humanista cumangs presbitero Ramos Martinez, Sus primeros dias de juventud los pasé encerrado en esa biblioteca donde comenzéd —sin maestres— su formacién in- telectual. Eta el perfecto autodidacta, que sin ayuda de vecinos se daba todos Jos dias sus propias lecciones” 2 Carlos Augusto Leén apunta igualmente que eta “Un muchacho ingenioso y recatado, con escasos amigos; no exento, sin embargo, de alegria. Siempre estuve mas cerca de las letras, mas lejano de los hombres. Una insaciable curio- sidad cientifica y filosdfica lo Janzeba sin cesar hacia la atmésfera tibia de los salones de estudio, hacia los libros innemerables, hacia el misterio de las len- guzs extrafias, donde ms adelante entratfa con la Have del Griego y del Latin, suerte de ‘santo y sefia’ a fa puerta de los idiomas desconocidos. Si alguien le echaba en cara su deficiencia en el estudio de las Matemiticas, se daba a luchar con ellas, hasta alcanzar su dominio. La historia le abrié un panorama fantas- tico. ¥ toda su iniciacién fue al edo de aquel clérigo, bajo el signo, precisa- mente, de lo ascético; bajo el dedo levantado de su maestro catdlicu. La sed de saber, impulsada por un claro talento y wna magnifica memoria, se unia, cn aquella infancia de sabio, al Latin lejano en Ia historia; a una erudicién, como la del tio, lena de cristiano sentimiento de desprecio para lo terrenal ¢ inme- diato. Asi comenzd una vida trdgica y solitaria, cuya mayor alegria estaba cn aumentar el saber, en tiunfar cada dia sobre una nueva fiera de misterio erguida ante él, conquistando Ia blanca flor de un nuevo conocimiento. Y en él se cumplis lo de: “Quien afiade ciencia aiiade dolor”, dicho ha tanto tiempo por el Rey sabio y cansado”,# Su prologuista de Obras, publicada en 1956 por el Ministerio de Educacién, se manifiesta en parecidos términos a los anteriores cuando reconstruye esa etapa de su formacién. “Todos los testimonios coinciden —dice— en gue José Antonio fue un nifio extraordinariamente precoz y como ocurre en estos casos no tuvo en ver- dad infancia. Ofa 4vidamente a los mayores, patientes y maestros; estudiaba sin descanso y aprendia con facilidad pasmosa. Su amot al latin y a las lenguas 2}, A, Cova. Bosetos de hoy para retvatos de preitana, Madrid-Catacas, Jaime Villeges, edivor, 1953, pp. 205-206. 26Carlos Augusto Ledn. Op. cit. p. 18, xIx clésicas en general y a les culturas madres aparece como una doble consecuen- cia del ambiente y el talento de privilegio” Luis Correa lo evoca, sentimental, en el trance doloroso de su muerte: “Me acostumbré a quererio desde el dia en que, rompiendo vallas a su carécter, en la codiciada soledad en que espird a vivir desde nifio, me oftecié su amistad, toda impetu cordial, noble y seficra como el abolengo cumanés que decoraba su gentilicio (...) Su educacidn, segtin el mismo solfa refetirme, fee una pro- testa airada, viril y sostenida, contra los cambios intelectuales y sociales que se operaban cn La recatada ciudad de su nacimicnto. Detesié las cosas transitorias; buses en ef pasado las lecciones permanentes de energia, de amoz o de belleze, que pudieran servir al alto concepto de justicia que jalond su vida ciudadana” 2) “\. .Fue asi como se hizo, por propia voluntad, a esfuerzos que al fin que- brantaron sus netvios exasperados, el primer humanista con que contaba en el dia nuestro pais. No era el afén de lucro el que guid sus pasos por esta senda fatal (. ..) Y en esto estriba la avasalladora fuerza de su personalidad, Armonizé su vida con sus suefios; sembré cn sur propia entrafia la simiente de sus ideales; huyé del tréfico vulgar, no del pueblo; al que amaba como reserva de intactas energias” Sa Hegada a Caracas en 1911, cuando contaba apenas 21 afios, va a sefialar atta etapa fecunda de su vida, de su saber y de su inteligencia. Trac el propésito de seguir estudios de derecho en la Universidad Central Detrds de si deja el hondo y paciente aptcrdizaje urdida a le sombra venerable de sa Cumand nativa. Va a enfrearar, con riesgo calculado, otres contingencias especiales “Su carrera universitaria fue accidentada, a causa de inesperados sncesos” 2” En efecto la Universidad cierza sus pucrtas, a causa de Ja peste bubdnica que por entonces azord al pats. “La clausura de la Universidad Central decretada y mantenida por la dictadura de Juan Vicente Gémez lo sorprendié cuando cur- saba el Segundo Afo". Esto significé una prueba més para su aguda inteli- zencia y su autodidactismo, Fue cuando se decidié a estudiar por su cuenta !as materias del curso académico de dezecho, lo que hizo en forma admirable lo- grando Juego “rendir después de tros semestres los exdmencs correspondientes a tres afios y graduarse cn 1917 de Doctor en Ciencias Politics"? Paralela. mente profundizd sus estudios de idiomas, agregando a Jos ya conocidos, el portugués, el sueco, el danés y el holandés, y se dio con pasién itrefrenable al Jogro de un conocimiento literario, extenso € intenso, que sirviera de funda. mento a la obra en cierncs, concebida como una tovalidad de la expresidn. El estudio, el saber, continuaba dominando su complejo mundo intelectual. Felix Armando Nitiez. Op. eit. p. 10. , Blais Correa. Terra Pairum, Biblioteca Populer Venczolana, n? 79, Ediciones del Ministerio de Educacién, Caracas, 1961, p. 421 Ibid. p, 422, 21'dlix Armando Néfiez. Op. cit. p. 10. 28 dem, Plbid. p. 11. xx Asi el Ramos Sucre de sus primeros afios en Caracas se nos presenta como “el estudioso joven”, a que alude el sabio Lisandro Alvarado cuando hace su presentacién en las paginas de Ef Coja Hustrado, para dar a conocer una bri- Ilante traduceién hecha del Lacin. Es entonces cuando prefandiza su versacién autodidacea, iniciada en los atios de Ja nifiez y la adolescencia. Le cusl lo hizo mds seguro de sf mismo, ciertamente, y alimenté el impulso genésico de su obra, pero, al propio tiempo, contribuyd para asegurar atin mds su aislamiento del ambiente que rodeaba su vida y su obra, ‘Al mismo tiempo que lo hacia en la Universidad, ingresé en los cuadros de Ja docencia, obligado de una parte pot las estrecheces econémicas que se cernfan sobre su vida familiar, y por la otra movido por fa inclinacién vecacional a esas freas del tedfico intelectual. Su carrera profesional del derecho no Megd a ejet cerla nunca, tal vex porque no congeniaba esa prdctica con su temperamento, que lo llevé 4 excluirla totalmente de sus preocupaciones cotidianas, enten- diendo que limitaba el yvuelo de su espiritu vinculade a otros solemnes y no- bles pactos de cardcter humanista. Sin embargo, hay un dato curioso recogide por [a Profesora Sonia Garefa, —quien prepaté la cconologia para el presente yolumen de la Biblioteca Ayacucho— el cual demuestra que en e! afio 1918, por el mes de julio y recién egresado de Jas aulas universitarias, Ramos Sucte cjercié el cargo de Juez Accidental de Primera Instancia cn lo Civil del Distrito Federal. Fue muy comentada su actuacién por una scntencia de divorcio que dicts y en la cual plantea ua novedoso criterio sobre el abandono voluntario, en relacién al estatuto personal extranjero en la aplicacién del Derecho Interna- cional Privado. El doctor Lorenzo Herrera Mendoza, famoso internacionalista, cita el caso y destaca la importaneia de la sentencia en referencia. Con todo, un hecho aislado que no contradice Ja generalidad de la conducta mantenida por el poeta en cuanto a su poca afeccién por !a actividad profesional del derecho. Ejercié catedras en el Liceo Sucre v en el Museo, dicté Historia y Gcografia Universal y de Venezuela en la Escuela Normal de Maestros de C 26 otra en la Academia Militar y por ditimo asumié Jas de Latin y Griego en ef Instituto San Pablo y més tarde en el Liceo Andrés Bello, Tralajé, igoalmente, durante catorce afios como traductor e intérprete en la Cancillerfa venezclana, donde rindié servicios de alta excelencia profesional.” El periodo de su actividad literaria se encuadra cn esos mismas afios de su vida en Caracas. Desde su Iegada comienzan sus contactos con Jos principales centros lixerarios de la capital y su amistad con les escritores més significativos del pais para la gpoca. Empieza, también, su labor creadora, de ténica muy particular, publicando en tas principales revistas literarias y érganos de opinién de Caracas, Su nombre aparece con alguna frecucncia en El Cojo Ilustrado, pu- blicacién a fa que tuvo acceso apadrinado por Ja buena voluntad del sebio don Lisandro Alvarado, quien le distinguia con su amistad, segtin hemos apuntado. Widen. XXE Alternando su actividad intelectual con Ia docencia y el trabajo en Ja Cancillerfa como traductor, pronto se hizo de prestigio literario en los estrechos circulos capitalinos de la época. Pese al retraimiento de que se le acusa con frecuencia y su afeccidn al goce creador de la soledad, en que parecia solazatse, no rehuyd en ningdin momento la compaiiia de sus contempordneos y se le vela asidua- mente departiendo y compartiendo con ellos —en medio de la més franca polémica— de las artes, la literatura y la cultura del estrecho medio caraquefio de entonces. Ha habido mucho de fabula en el sefialamiento de la hosquedad y aparta- miento de Ramos Sucre. Era, ciertamente, un espftite sensible poco dado a la efusién y al goce externo, pero ello no impedia su participacién en las lides requeridas por el contacto necesaria con la gente de su misma estirpe intelectual. Su etapa caraquefia es rica en experiencia de toda indole y la que definitiva- mente va a conformer, con catacteristicas inestimables, la obra literaria que pot €s0s mismos eiios comienza y leva a cabo, agobiado, sin embargo, por el terrible drama individual de su insomnio. J. A. Cova dice encontrarlo por entonces en las aulas del Liceo Andrés Bello, donde ambos regentaban catedras. “Por las noches, porque era insomne, después de su charla habitual con los dos o tres amigos de siempre en la Plaza Bolivar, se daba a noctivagar por toda Caracas, desde la Plaza del Pan- tedn hasta San Juan y desde Ja Plaza de Candelaria hasta la Estacién del Ferro. carril inglés, Cuando estaba rendido de cansancio ensayaba entonces dormir dos o tres horas. Muchas veces le sorprendimos muy de maiiana en Ja Plaza del Pantedn, donde habia amanecido, “sin poder pegar los ojos”, después de haber abusado del cloral y todos los sedantes imaginables”2! Sus correriss nocturnas por las calles caraquefias, acuciado por la sombrta impenitente del insomnio, darian pélulo para hacer més valedera la opinién singular de aquel espiritu en busca del sosiego fntimo, Con todo, Ramos Sucre ~—fuera del circulo apretado de su creaciéa— no evidenciaba flaquezas frente al mundo y se mostraba dispuesto a cultivar el trato asiduo de la amistad, como una compensacién necesaria a ese fuego, interior y profundo, que lo devoraba. TU.—PERFIL DEL HOMBRE ¢Cémo eva Ramos Sucre? eCudles eran los rasgos dominantes de su persona- lidad? ¢Cémo lo vieron sus contempordneos y amigos? El més conocido y difundide reteato del poeta nos brinda una magnifica po- sibilidad de acercamiento a si perfil. Desde alli sobresale una mirada pertinaz, AJ. A. Cova. Op. cit. pp. 205.206. XXII atrevida, tal vez inquisitiva. Una mirada particular, intensa, de robusto desafio, que arroja y define 1a totalidad del rostro. Son los ojos, de acerado brill, los que dominan desde el fondo de Ja noble figura. La frente es despejada, bajo el poblado cabello que la escuda. La natiz, aguilefia, la boca pequefia y apretada, el mentén saliente, de imperiosa suavidad. De este rosito asi dibujado, resuelto, victorioso, sereno, emerge [a sombra de una sutil tristeza, de un melancélico rcclamo de no se sabe qué ocultas vibra- ciones interiores. Plasmada queda la cabeza en valiente desafio, el mismo que lo conducira a la aventura de un vivir de inconformidad y desdicha. Tal seré cl proceso de su seveto trénsito existencial. Sus alumnos de La época lo evocan con afecto y admiracién y disefian un pec- fil humano y caracterolégico del poeta, en términos reverenciales. Félix Armando Nuiiez lo recuerda de este modo: “Como alumnos de la Escuela Normal de Cazacas en 1943, plantel a la saz6n reabierto, conocimos a Ramos Sucre entonces de 23 afios de edad, Era nuestto Profesor de Historia y Geograffa de Venezuela en ese establecimiento, donde sélo alcanzamos a estu- diar seis meses (,..) Lo recordamos como a uno de los mejores maestros que hemos tenido a Jo largo de nuestra vida. Mediano e! poste, tronco recio, ancha la espalda, la cabeza poderosa y estatuaria, cn sus ojos, pequefios, azules y penettantes la mirada era de fuego y abismo, de concentracidn y misterio”. “Sus Iecciones de historia patria dichas en lenguaje sencillo, nervioso, plis- tico, de perdurable eficacia, vibraban con recio dramatismo, ni antes ni después conocidos de nosotros en 12 comunicacién entre profesor y alumno (.. .) Felgu- rante imaginaciém retrospectiva, verbo disciplinario y elocuente, pasién de maestro, profundidad de pensedor y socidlogo, amor ardiente de lo hetoico, romanticismo juvenil a tono con nuestra adolescencia, todo sé juntaba alli para aguardat fa clase como un milagro repetido” De parecido talante ¢s el trozo rememorativo, con profundo calor humano, que nos 11226 Carlos Augusto Ledn en su admirable trabajo biografico y critico sobre el personaje: “Aquel hombre menudo, siempre baculo al brazo, entraba calladamence al salén, tomaba asiento y comenzaba Ia clase. Extrafia clase de lenguas muertas, crozada por imégenes y anécdotas en nada referentes al Griego y al Latin, sobre mil distintos temas y personas, Hablaba pausado y solemne, el indice levantado en ademan doctoral, levemente sonreido”’ “Pero sobre todo esto, recordaremos siempre aquellos ojos suyos, siempre enttejuntos, obligando el cefio a la perenne ertuga, como si estuviesen ante una cegadora luz. Ojos claros, semiocultos en toda hora por aquel gesto abru- mado, Ojos ante un constante y encendido arsenal invisible, y cn armonfa con la voz al parecer venida de Jejos, en lucha contra un gran ruido. Era, sin duda, diferente del comtn de los profesores’’. BFGlix Armando Nidiez. Op. cit. pp. 8 y 9. 32Carlos Augusto Leén. Op. cif. p. 7. ‘xXIIT Fue, finelmente, como recuerda Enrique Bernardo Niifiex, “‘sdlo un poeva gue cultivaba su dolor con alegria. El dio todo lo que sabia _y amaba, todo lo que pensé y fue capaz de sentir con impulsiva sinceridad. Por esto relegé la ironia al més apartado rincén de su castillo interiot, Si acaso, Ja visitaba mientras recorefa sus moradas en la alta noche, cuando en la vigilia habjan surgido ya los pensamientos ¢ imagenes de sui contemplacidn, © quizds era una amada imposible. A su puerta él permanecia en pie como ayuel principe rebelde apoyado en el ensuefio”.! Por eso se trata mds bien de ung leyenda, alimentada por su vida de soli- tario y su empecinado divorcio de la realidad, la de su aislamienio ¢ incompren- sida del medio caraqueio pata el momento més propicio de su creacién postica, Afanoso usufzuctuario de le soledad, el poeza no fue totalmente un aislado © in. comprendido, En su vida tuvo mas de un testimonio de fortalecida amistad que 4 cultivé con esmero y fruicién de compafiero mayor. Ocurtida su muerte. el coro de las voces que se levantaron para llorar su desaparicidn, dejé constancia del arraigo, del respeto y de la admiracién gue su vida y su obra habfan de- jado ea el grupo de sus contemporsneos “Le acompaifaron por igual —dice Carlos Augusto Leén— a admiracién y el catifio de un pequeio grupo de amigos y la incomprensién de muchos”.3 No fue ni podia ser, por fa indole de su poesfa, un autor de amplia audiencia colectiva, De alli que sus versos no alcanzaran Ja vettionte popular que muchos se afanan por conseguis, a veces intitilmente. No eran sus propdsitos halagar a la multitud si saborear el ticmpo de la apoteosis de las masas, Labra’a con esmero y pasion su pocsfa, para algo més que el simple goce o disfrute de lo sentimental © def banal halago de las mayorias. Fue, ciertamente, un pocta de élite, de minorfa, @ cuya obta se accede mediante un proceso de acercamiento vital, cer- cania rodeada por el misterio y la fantasia, Peto ello no fue obstécalo para que espiritus afines consagratan, con elogio bien sentido, su estirpe de poeta singular. “Era Ramos Sucre querido y admitado por sus amigos, por sus compatieros de letras. Aungue no, desde luego, comprendide, por muchos otros”, expresa Carlos Augusto Ledn.¥ Y Rafael Angel Insausti anota, con respecto a Ja publicacién de El cielo de esmalte y Las formas det fuego, que “no fueron acogicas con el entusiasmo y mucho menos con el ditirambo que tanto se prodiga en Venezuela. . .””, “Inresponsabilidad freeuente en nuestros drganos de prensa, es la de juzgar en materia que se ignora del todo, Cultera Venczolaa, sin sospechar siquiera el valor litico de esos libros, se limité a afirmar que sus paginas no tenfan ilacién, y, que en ellas el autor atendia, mas que a la idea, a la forma come debla ex: HEntique Bernardo Nufies. Escritores venezolanos. Ediciones del Rectorado. Universidad de Los Andes. Mérida, 1974, p, 215 Carlos Augusto Leda, Op. cit, p. 13. Carlos Auguste Leda, Aricule citedo. XXIV presarla. Asi andaba en punto a teorfa literaria el critico de aquella revista, innegablemente metitoria entre cuantas hemos tenido”. 7 Pero la incomprensidn que pudo haber cn torno a sus poemas —y que en alguna forma resintié su espfritu sensible— no alcanzé munca el grado del re- chazo ni el de Ja postergacién 0 el aislamiento. Ya nos hemos referida a aquella manifestacién, parca, entrafiable, de Luis Correa al ocurrir su muerte: “La muerte de Ramos Sucre me ha sumido en un auténtico dolor. .."°8 © aquella otra, de mayor profundidad, escrita por Augusto Mijares: “Poeta en prose y como tal ininteligible y molesto para los burgueses que no acceden a aventurarse en el torbellino Iitico sino cuando hen sido precisamente adverti- dos por Ja apariencia de los renglones cortos (...) Poeta que convive con los petsonajes de Dante, Shakespeare y Homero, y siente y quiere afirmar que ellos tienen una teslidad més cierta y mds legitima que la del transednte callejero”.” Fernando Paz Castillo, a su vez, exclamarfa en El Universal del 28 de junio: “Forjé un mundo en el cual vivid, acaso conteriulio dicaz de personajes atin no transpuestos a su obra”. IV.--LA EPOCA, LA CIRCUNSTANCIA Variadas tentativas s¢ han dado pata ubicar histéricamente la vida y la obra de Ramos Sucre, tratando de explicarlas, como un hecho sociolégico, dentro de las coordenadas de tiempo y espacio propias del momento. Se ha intentado hacerlo ya en forma explicita o alusiva. Es decir, se ha buscado integrarla al proceso de la cultura venezolana y al ambiente politico y social que se desarrolla en Venezuela en el lapso apretado de las tres primeras décadas del siglo. Creo que es vilida y necesaria esta confrontacién histérica, sin que ella sig- nifique, por si misma, una instancia definitiva para la valoracidn estética de Ramos Sucre, sino tan sélo como un aporte referencial que, dentro del marco existencial del tiempo sespectivo, restablezca las Iineas de un entendimiento de cémo y por qué se produjeron ciertas determinantes caracteristicas en el contexto ideolégico y estético del autor, De tal modo, hay que convenir en que la vida y la cbra de Ramos Sucre se enmarcan en muy precises coordenadas histéricas del pais. Ellas influyen deci- sivamente en la consideracida critica de su poesia. Cuando Mega a Caracas en 2rRafael Ange Insausi, Prego a Los Aver del Presugio. Monte Avila Editores, Caracas, 1976, p. 10. ssLuis Correa. Op. cit. de uypasto Mies “La poesia de José Anronio Rams Sucre”, Ef Universal, 15 de junio je 1930. xxV 1911, a los 21 afios de edad, apenas comienza la larga y sombria dictadura de Juan Vicente Gamez, que va a dominar al pais més allé de la muerte del poeta, ¢Cémo no verse reflejar en la natutaleza de sus poemas, aun cuando sea indirectamente, el peso ineluctable de este proceso de desgarramiento inte- rfor que acongoja el espiritu de los intelcctuales de la época? Por eso, Félix Armando Niiiex diré que Ramas Sucre “no sélo es hijo de su tiempo en el sentido de la cultura cosmopolita, sino también y de manera mas inmediata y restringida, el paciente de su época venezolana. Es decir, de la etapa ominosa en gue se mantiene fa mds cruel dictadura que haya conocido el mundo de Colén: 12 barbara autceracia de Juan Vicente Gomez”.? Ange] Rama encuentra, asimismo, que “es inevicable partir de un marco histético que cortesponde a la cocrcién que sobre la vida intelectual implied el periodo gomecista”.! En ese mismo marco histérico, en cse ambiente se desarrollé la obra literaria de Ramos Sucre. Diffcil seria pensar, por eso, que en su poesia no se encuentren huellas de ese pesado fardo de angustiosa inmi- nencia diatia sobre el espiritu del creador, “Vivié —nos dice Carlos Augusto Leén— cuendo, en Venezuela, no encon traban las ideas campo para su libre intercambio, campo donde cruzarse e inte. grarse, donde probar en limpia lucha su valor”. Por eso, cuando “consideramos la vida y Iz cbra de este hombre” tendré que tomarse en cucnta, primordial- mente, “ese ambiente pesado y tensamente negativo de Ja dictadura”.2 “Bueno es anotar —aclara el mismo autor— cémo, en ninguna ocasidn, bro- taron de los labios de este pocta culto y solizario, palabras de aplauso ni asen- tmiento para la tiran{a. Sus discipulos recordamos, por el contrario, sus finas ironias, dardos lanzados contra el régimen desde La Torre de Timin. ¥ por pedic “un Ejército de Ja Nacién” y no de un hombre, sufrié prisién, segiin se me ha dicho”? Sobre estas citcunstancias el mismo Carlos Augusto Leén dice en otra parte de su libro: “Alcanz6 mayoria de edad cuando se iniciaba In tirania de Gémez. El ambiente corrompido y brutal lo confirmé cada vez més, sin duda, en su vo- Inntad de apartamiento”. A lo cual se agrega una justa reflexién sobre el cardc- ter del intelectual y de su obra cuando no se tiene actitud beligerante: “No tenfa la fuerza de quienes combaren con las armas en Ia mano, pero no era tampoco de quienes alaban al déspota y venden su dignidad, Llevaba altiva- mente, con aquel aire de sacerdate de un culio perdido, el peso de un ambiente ayuno de est{mulos para estudios como los suyos; el peso de un ambiente donde se destacaba su curiosa manera de ser y de vivir, y el cual sefialaba con el dedo solitario”.4 4Pélix Armando Nificz. Op. cit, p. 14. | 4Angel Rama. E! universo simbélico de José Antonio Ramos Sucre. Imprenta de la Uni- versided de Oriente, Cumané, Estado Sucre, p. 14 42Carlos Angusto Leén. Op. cit. p. 49. “81bid. p. 50. 4Tbid pp. 18 y 19. XXVI Todo lo anteriormente expuesto nos Ileva a considerar que cualquiera sea el enfoque critico que se haga de la obra de Ramos Sucre, no podrd pasarse por alta el tiempo histérico en la cual esa obra se realiza. En ese tiempo se imponen las condiciones alienantes de una politica del terror, las torturas y las persecuciones contra los enemigos del régimen encabezado por el tirano Juan Vicente Gémez. “La literatura de Ramos Sucre ser4 una de sus manifestaciones més trdgicas”, dice Victor A. Bravo.* La generacién de Ramos Sucte que padece esa terrible experiencia del gomecismo, es una generacién condenada ai sacri- ficio y a encerrarse en el cultivo ss€ptico de la literatura, porque la literatura no es siempre campo propicio para la beligerancia politica, sobte todo cuando Jas armas que s¢ ticnen a mano para el enfrentamiento no son Jas mas adecuadas para una lucha de csa naturaleza. Aun cuando se corra el riesgo de que la posteridad juzgue como un signo de pasividad el que el escritor se consagre a la obra literaria, con un virtual desentendimiento de su realidad externa, como fue el caso de Ramos Sucre, Por eso, su generacién no pudo ser otra que la dol desatraigo y la evasidn.* Y dentro de esa generacidn, “Ramos Sucre ¢s ol (otro} desesperedo que se construye un lugar imaginario para hacer un inven- tario de su desesperacién (...) (Asi) Ramos Sucre marcard una separacién del mundo y una constancia de rostros y Iugares seductores y desconocidos. El poeta se convierte aqui en un receptor de vivencias colocado fuera del esce- nario {...} para ver, para oir el espectdculo con deseo, y luego apartarse’”.“” Sin embargo, 2 su Ilegada a la capital todavia se alimentan esperanzas de cam- bios favorables, sustituido como ha sido el grotesco régimen de Cipriano Cas- tro por otro que se anuncia con signos de transformacida positiva. Es la época de Lg Alborada, de Rémule Gallegos y sus compafcros de combate literario. Pero pronto la effmera esperanza serfa sustituida por la mds cruda realidad: un gobierno tirénico como pocos habja tenido el pais en su historia, se entroniza en el poder. La Caracas a Ja que arriba el poeta es todavia una ciudad de corte provin- ciano, de gratos recodos poblados por el aliento de la wadicién, de casas y gentes propicias a la amistad y al recogimiento. Como dice Carlos Augusto Ledn —el més versado y comprensivo biégrafo del pocta— era una “Caracas pequefia, con el centro urbano de viejas casonas, en Altagracia, donde estaba el colegio. Una Caracas todavia de! peatén, que se podfa recorrer sin prisa ni sobresalto”.* Ramos Suere va a estar en tensidn permanente entre fa ciudad apzcible y el peso ignominiaso del ambiente politico, Asi va a transcurtir la mayor parte de su vida caraquefia. Entre esos extremos va a realizar lo mas definitivo y pro- fundo de su obra, estimulado por la enfermiza nicbla de su insomnio. 45Victor A. Bravo. “Ramos Sucre: la escritura come itincratio hacia la muerte”, Revista de Literatura Hispanoamericana. Universicad del Zulia. p. 96, +6ibid. p. 97. bid. p. 98. 48Carfos Augusto Leda. Articulo citado. xAV “Sabla yo que José Antonio Ramos Sucre, al igual de infinidad de nuestros contempordneos, no descollaba por la normalidad de sus nervios, Debido a eso tal vez, cuidaba mucho de su salud, rehuia el alcohol; ajustaba su vivir a prdc- tices de estricta regularidad, El aseo y Ja puleritud de su persona, en época sefialada por la mugre de [a bohemia, Ilamaban la atencién del corto cfrculo de sus amistades. Apasionado de la conversacién intelectual, mdltiples veces caminamos juntos desde la Plaza Bolivar hasta mi residencia de entonces en la esquina de Ei Guandbano, devanando reducidas, humildes madejas de sociclogia 0 de historia verndculas... Nuestro paligue se aventuraba igualmente, de tiempo en tiempo, a les cercados de la literatura, repartiendo alabanzas y desa- labanzas a diestra y siniestra. Ramos Sucre propendia a la afirmacién rotunda, categdrica, no obstante su grande amplitud de criterio”.? En el plano literario que le toca abordar, Ramos Suete advierte los signos contrapuestos de un vigoroso criollismo, apuntalado por doctrinas y realizacio- nes vehementes, sobre todo en el mundo narrativo, la vigencia, todavia impor- tante de un modernismo a la venezolana, en prosa y verso, y el repunte en- tusiasta de los ensayistas del positivismo nacional. En poesia edn repercute y alienta el mensaje nativista de Lazo Marti, la brava posicién estética de Rufino Blanco Fombona, el alent terrigeno de Alfredo Arvelo Larriva, tratando de conjugar su ambicién modernista con los trazos de una realidad convuisionada y cadtica como la venezolana, y Ia ritmica, limpia y majestuosa enconacién fide- dignamente modernista de José Tadeo Arreaza Calatrava. Este y Arvelo La- triva encabezan el movimiento modernista en Venemela, pata la época, con dos connotaciones verdaderamente singulares. En Is narrativa se dejan escuchar Jos ecos tardios del modernismo de Manuel Dine Rodriguez, la grata resonancia y el dibujo colorista de Pedro Emilio Coll, junto al despertar de la palabra intima y evocadora de Teresa de la Parra, el arrebato testimonial y agtio de José Rafae] Pocaterra y el caudal de la prosa venezolanista de Romulo Gallegos. El Cojo Hustrado recoge las dltimas manifestaciones del ensayo que se abrid a otros aires mds universales desde la prueba inicial de los aiios tiniseculares del 900. Gil Fortoul, César Zumeta, Pedro Manuel Arcaya, Vallenilla Lanz, Lisandro Alvarado, Pedro Emilio Coll, Pedro César Dominici, destacan en Ja abigarrada y polémica tribu. Hay tentativas para tratar de resolver arménicamente Las tendencias en pugna, En una cncuesta realizada en 1905 por El Pregonero sobre el criollis. ma, se da un cestimonio dificil de pasar por alto. Es el del citado poeta Alfre- do Arvelo Larriva, quien defiende la posibilidad de un arte que combine sin desmedro las posiciones aparentemente antitéticas de criollismo y modernis- mo, expresién del cual su misma poesia podria ser un ejemplo. Al efecto escribia: “Ea Venezuela hay criollismo y “criollismo”. Comprendo y amo aquél, cu- ya tendencia lizeraria es recoger y fijar en versos y prosas las multiformes “Eduardo Attoyo Lameda. “Un admirador recuerda”. Papel Literatio de Ef Nacional, 14-V1-1970. XXVIIT manifestaciones de nuestra compleja alma nacional; encarnar en prosas y ver- sos el alma de los paisajes y de los seres criollos, Abomino el otro, fordgrafo —ni pintor siqaieta— de seres y paisajes”. “Creo que Ja moderne factura artistica es la més propicia a la expresién del criollismo también artistico. De tiempo atrés he pensado siempre que Venezuela tendré literatura nacional, bella y fuerte, el dia en que de moder- nismo y ctiollismo sea hecha una sola literatura. Y, a propésito: gno podrfa lamatse bien neo-criollismo esa fusi6n?” Ramos Sucre va a estar por encima de esas diferencias, se va a desentender de esa polémica localista © inmediata y va a buscar por otros rumbos el norte de su obra literaria, Sus antecedentes més préximos no estarén, por eso, en las inmediaciones de ia literatura nacional de Ja époce, sino que se abrirdn a ottos aires més profundos y misteriosos, més Menos de un presagio mayor, hermanado con su desgarramiento interior. Mariano Picén Salas resume en pocas lineas dentro del contexto histérico de su tiempo, el quehecer fecundo de aquellos escritores surgidos a la sombra del positivismo y entre el fragor de la batalla modernista iniciada por Rubén Dario, Si no tuviera otros méritos la generacién modernista y no le debié- ramos libros tan deleitosos como Ef Castillo dei Elsinor y Palabras, de Pedro Emilio Coll, o Peregrina o ef pozo encantado, de Diaz Rodriguez, diriamos gue ella inicia en nuestro pais una época de mas elaborada especializacién Tie teraria, que la Literatura se lanza a vivir su gozosa vida propia, liberéndose de lo que le era superpuesto y separando los génetos, Por comprensible re- versién, el propio cosmopolitismo modernista servira para descubrir mejor fa atmésfera de nuestra tierra. Pocos patses de Hispano-América ofrecian a co- mienzos del Siglo xx tn grupo de prosistas de tan variada y tica personalidad como Gil Fortoul, Zumeta, Diaz Rodriguez, Pedro Emilio Coll, Rufino Blan- co Fombona. Esto serfa una Reptiblica platénica si no existiera Juan Vicente Gomez, dijo de ellos y por ese tiempo Francisco Garcia Calderén” >! Luego es la referencia a la generacién siguiente, separada de la primera por pocos afios, y la cual presenta tres maestros del atte de contar: Romulo Gallegos, José Rafael Pocaterra, Teresa de la Parra. “Suma de la més diversa y rica venezolanidad serin —mientras dure nuestto pals— Dofia Bérbara, Canaima y Cantaclaro; las Memorias de un venezolano de ta decadencia y los Cuentos grotescos, Higenia y Memorias de Mamé Blanca. {Cudntas y varias lineas del carfcter nacional, de Jo que con la palabra de Américo Castro Ila- marfamos Ja “vividura” venezolana, se disparan desde la fuerte objetivided de Gallegos, de su pupila de brujo adivinador, pasando por el sarcasmo y el agtio expresionismo de Pocaterra, hasta el fresco lirismo, la confidencia y la ternura de nuestra Teresa def Avila! (,..} En tan magnificos y contratios i S0Alfredo Aruelo Lavriva. “Sobre el cxicllismo”. El Pregonero, Caracas, 2 de enero de 1905. SiMariano Picén Salas. Dos siglos de prose venezolana, "Evite prosistas venezolancs” (Introduceién). Ediciones Edime. Caracas, 1964, pp. IX y X. xxIX bros, Venezuela estd clamando, a la vez, su esperanza, su utopia, 0 sus horas de frustracién”.® En estos precisos momentos y con tales antecedentes a la mano cs cuando se hace presente la figura y la obta inicial de Ramos Sucre, que Inego va a in- tegrar, en definitiva, su libro La Torre de Timén. Mariano Picén Salas con- trapone los autores mencionados a Ja apartada creacién del poeta cumanés y adelanta el juicio, digno de meditar, acerca de Ja filiacién entte los textos de Ramos Sucte con las ficciones del argentino Jorge Luis Borges. “‘Al lado de es- tos maestros —dice Picén Salas— se margina una obra, breve de paginas, hermética a veces de significado en la que ef arte de Is prosa traspasa las sds nocturnas comarcas de a poesia, como la de José Antonio Ramos Sucre. Es la comarca casi tenebrosa de sus suefios, en su desolada fantasmagoria, una especie de Gerardo de Nerval del gran Romanticismo que no tuvimos. En ri- gor estilistico, erudicién trocada en arte y extcafia confluencia de elementos fantdsticos, parece Ramos Sucre un extrafio y casi desconocido precursor del gran argentino Jorge Luis Borges. De tal forma, tas dos primeras décadas del siglo poco dejaron al poeta en su biisqueda afanosa. Su formacién venia de muy lejos y a ello lo ayudaba su versacién humanfstica, iniciada incipicntemente en sus tareas de escolar bri- Mante ea fa Iejana Cumand de su infancia y adolescencia, y robustecida mds tarde en la prictica diatia de sus afanes literatios en Caracas. Asistiré, eso si, a una nueva experiencia que apunta, a partir de 1920, en cl empuje transformador de le generacién del 18, a la que pertenece cronold- gicamente, pero de la cual se separa por una distinta orientacién formal y emocional. Culminaré esa experiencia en Jas tendencias mas audaces de la It tica que emprende e! movimiento vanguardista en Venezuela en los afios que, entre 1920 y 1930, son decisivos en la culminacién de la obra poética de Ra- mos Sucre, con sus dos wltimos fibros, El cielo de esmalie y Las formas del fuego. El pocta, sin embargo, fiel a esa visién més universal del mundo que lo alienta, sin dejar de comprender los propésitos, rezones y realizaciones de la vanguardia, a le cual presta su simpatia colaborando en el primero y tnico nimero de vdlvula, no se deja arrastrar por Ja cuforia y entusiasmo de as j6venes huestes. Frente a ellos como frente a toda otra corriente, pasada o pre- sente, trata de definitse con singularidad y soberania propias. Domingo Mi liani observa a este respecto que “Esa visidén universal del mundo se manifies- ta literariamente en un rechazo al pintoresquismo y al neoctiollismo solapado en exptesién de vanguardia”. Habré sin cmbargo, “algunos como Padrén y Frias que intentarén conciliaciones, Otros rompieron francamente ¢ ironizaron el color local”. ¢De dénde venian esos propdsitos y esas intenciones? El ensa- yista encuentra que “sus antecedentes se hallan en dos escritores cronoldgica- 32idem. Siders, Xxx mente anteriores a Ja vanguardia: José Antonio Ramos Sucre y Julio Gatmen- dia’ Tal vez cl tinico espititu afin por entonces, equiparable a Ramos Sucre, es el de Salustio Gonzélez Rincones, aqucl pocta desgarrado e inconforme de parecido signo trégico, en perenne vigilia, también incomprendido y silencia- do en su tiempo y més tarde por las generaciones posteriores, que ahora ha si- do cbjeto de una revaloracidn critica con la Antologia Poética publicada por Monte Avila y Ja magnifica introduccién de Jess Sanoja Hernandez, en un homenaje o rescate del poeta que se anuncia, muchos affos antes de su apari- cién, cote un abanderado de la vanguardia venezolana, Salustio Gonzélez Rio cones formé parte del Grupo “La Alborada”, con Rémulo Gallegos, Julio Ro- sales, Henrique Soublette y Julio Planchart; pero ni sus compaferos y ami- gos de entonces ni los efrculos literarios de Ja época caraquefia adivinaron y comptendieron la validez y trascendencia de su obra poética y lo dejaron ir a gu autoexilio como un desconocide “cuando Juan Vicente Gomez inauguraba impredecible dictadura y los dogmas de Bellas Artes chocaban contra un ardor juvenil que todo lo queria hacer a campo abierto, desde Ja pintura hasta Ia discusién sobre Ia politica oficial (...) ¥ siguié como un desconocido, a pesar de haber estremecido a Caracas con su drama Las Sombras (...) Y valvid, imuerto y desconocido, a bordo del “Caribia”, en 1933" Dentro de su generacién cronolégica, la llamada generacién del 18, slo dos poetas sefialan una cierta aproximacién estética a Ramos Sucte, Ellos son En- rique Planchart y Luis Enrique Mérmol. En Planchart es visible un desasi- mmiento de lo regional, que no es propiamente enfrentamiento sino fuga, incon- formidad, rechazo del folklorismo y del nativismo anecdético, al propio tiem- po que se distancia, con reposado desacuerdo, de las formulas decadentes del modernismo. Su biisqueda de un sentido universal del poema es otra prueba de esta cercania intemporal, fundamentada en una sensibilidad afin. En Mas. mol es nototia Ia coincidencia en aspectos fundamentales como su insistencia en tina especie de pesimismo enfermizo, que nutre sus paginas poéticas de un desgarrado acento personal y su rechazo permanente de la realidad circundan- te, por otra realidad, a imagen y semejanza de su propia fantas{a. El otro rasgo de la aproximacién viene dado en el campo de la referencia humana, por el cardcier de su dramdtica vigilia, tormento aprisionado en el mundo in- terior, que iba a conducirlo también a un exilio en propia tienra y a ser, en definitiva, uno de los dolorosos casos de poetas inacahados cn nuestro pats. Dentro de un anevo tomanticismo, después del paténtesis parnasiano, con- sidera insertas Paz Castillo la poesta de Ramos Sucre y la de Enrique Planchatt, poniendo de relieve una gran semejanza en la posicidn esiética de ambos. “Los dos vivieron en medio de un mundo de abstracciones” ailade, “Sobre todo en Ja HNomingo Milian’. Prologo a Las Lanzas Coloradas y cucttias selectos, de Arturo Uslar Pietri, Biblioteca Ayacucho. Italgrética, s.r.1. Caracas, 1979, p. XXV. SSJesis Sanoja Hervidndez, Prologo. En Salustio Gonzdlez Rincones. Avtologta Poética Monte Avila Editores, S.A, Caracas, 1977, p. 7 XXXI juventud, Enamorados de Ja Edad Media y de la Literatura antigua con una pasién roméntica hacia el misterio de los castilios, de las princesas y los tro- vadores. Ambos mantuvieron durante toda su existencia, a pesar de las duras circunstancias de una vida de pocos halagos intelectuales, una fe incorruptible en el arte y en la inteligencia, En un arte aristocratico, sefieto y elevado por encima de toda vulgaridad y pequefiez de corazén. Con una gran pulcritud de lenguaje solariego, para usar las mismas pelabres de Ramos Sucre”. Otro punto de coincidencia entre ambos, no menos relevante, es su inclinacién in- dubitable hacia las fuentes literarias francesas, tan afines a la sensibilidad con que ambos enfrentaban el reto de la creacién Mrica, Paz Castillo aclara, sin embargo, para determinar finalmente la vinculacién existente entre los dos poctas, que la coincidencia se expresa en la parte doo- trinaria del arte, “pero no en la expresiéa de la belleza, pues si uno y otro buscan frecuentemente una forma descriptiva, los diferencia en sus obras ta adustez de Ramos Sucre frente a la naturaleza y colorido de Planchart” 2” Insis- te cl critico y poeta en que la mayor semejanza viene dada por el fondo romdn- tico de sus poemas, que aunque modernos en la forma, sustentaban en el fon. do un aura sentimental y un amor por la antigiiedad. “Timidamente se acer- caban a la vida, a la tumultuosa corriente de [a vida, pero la dejaban pasat, hasta donde fuera posible, sin incorporarse en ella. Parece que pettenccicran a una humanidad distinta. A una humanidad perdida desde mucho tiempo en una selva oscura. Y ambos utilizaban el artificio roméntico de expresar sus sen- timientos, por medio de tipos definidos y pintorescos. . 73 V.—LOS ANTECEDENTES éCudles antecedentes fueron vélidos para anticipar en Venezuela la magnifica expresin de Ramos Sucre? Poco hay que pueda sefialarse con propiedad al res- pecto, Sanoja Hernéndez apunta que ‘su idioma es Gnico en Ia literatura ve- nezolana, aunque revista antecedentes formales de Jos que ni hizo copia ni buscé perfeccionar, pues venfa con otras intenciones y otros ardides”. Tales antecedentes son en su concepto, “la prosa versicular de Arcia, excesivamente sometida a Ja pulsacién biblica; los camafeos de nuestros parnasiancs y las acuarelas de nuestros modernistas; l exotismo y las huidas por los campos de la historia de nuestros romédnticos {...} Precedidas por estas experiencias, las de Ramos Sucre, desde la mds temprana edad, se remitirfan, no a ellas, ge- neralmente mediocres o limitadas en materia lingiifstica, sino a las fordneas. S6Fernando Paz Castillo, Op. cit. p. 30, SU bid. p. 39. 38Tbid. pp. 41-42, XXXII Pocas veces ha habido en nuestra historia literatia, un lector ms voraz de li- bros en Jenguas extranjeras y de temas extranjeros”.? Fi critico acude, para fundar su aseveracién, al catdlogo de Ia biblioteca del poeta, donde convivian las cbras en espafiol con las de las mds diversas len. guas, “para verificar su amor pot las profundidedes del Jenguaje y su pasién por lo sucedido en otras tierras, otros tempos y otros libros, pues en su con- Cepcién postica, el libro es ef mayor de los campos de experiencia” “En versiones espafiolas ley6 el Dante, textos sobre los misterios del mar, los siete romos de Von Boehm sobre Ja moda, los dramas musicales de Wagner, un estudio en torno a los Yogas Sutras de Patanjali y otro sobre los Upa- nishads, trabajos acerca de Las doctrinas secretas, desde los de Madame Bla- yatsky hasta el reconocimiento de Sakuntala, desde las Ieyendas fabulosas de los Puranas hasta los “escritos pitegdricos” de Guirao y el Diccionario Tnfernal de Collin de Planay. En sus visiones orientales, en sus apélogos y sus prosas mistéricas aparecerdn, como vividos a través del yo impersonal, estos fondes tematicos, a los que era inclinado su temperamenio””! También Icy6 libros referidos a Jes artes guerreras y a las tdcticas milita- res, ajiade Sanoja Herndndez. Pero no con simple afén de erudicién, sino mo- vido por un hondo anhelo interno y creador, que del mismo modo lo lev a frecuentar “con igual atdor los volimenes hagiogtéficos”. Era su acerca- miento y aun su transfiguracién pogtica en el héroe y el santo: “Héroe y santo, Jo que él no pudo, no podfa ser, lo obsesionaban”.? De este modo hay que convenir en que Ramos Sucre no miré al pasado de letras nacionales, ni siquiera se detuvo, propiamente, en Ja experiencia crea- dota de sus coeténeos. Tampoco se deiuvo, aunque si lo conocié, a fondo, en el fenémeno del modernismo rubeniano que en Latinoamérica se extendié como un incendio. Su mirada fordénea fue més all: hacia los rumbos eurapcos del simbolismo y su ansia viajera se extendid, llevado de la mano de su amor por el estudio, hacia Jos mas Iejanos rumbos de la realidad histérica de su tiempo y de otros tiempos, en los cuales fundé la reminiscencia mistcriosa de su esti- Jo, atraido su temperamento especial por Jo fantdstico y esutérico, de que tan precisas muestres da en su obra constantemente. 59fests Sanoia Hernandez. “Ramos Sucre vuclve a Caracas”. Papel Literario de Ei Nacta nal, 18-VILL-1976. Sot dene olf ders, 62ldenm. XXXII V.—INFLUENCIAS Y AFINIDADES ¢Qué influencias actuaron sobre Ramos Sucre al escribir tan inesperada obra poética? se preguata Eduardo Arroyo Lameda. “Quienes lo conocimos, no ha- bfamos observado la fase crepuscular de su espititu, asomada de improviso pot breves postigos, Las medlias luces, las voces apagadas, el rono de gritos en el bosque, la niebla constante alrededor de un hombre asociado desde la infan- cia a caniculas y reverderaciones, me dejaban perplejo. ¢Por qué la relativa aproximacién a Hoffman y a Gerardo de Nerval, a despecho de su total inde- pendencia? Me considero fracasado cn Ja pesquisa. A Ja vez pienso que radio- grafiaban su personalidad desgarrada. En zodo caso, ahi estan los vividos ras- tros, los fucilazos Hricos del viajero gue se resistié a continuar su viaje sobre Ja Tierra”. Buena parte de Ia crftica insiste en sefialar gue cl comportamiento de evasién en el poeta Lo conduce, en el plano creative a tomar inspiracidn en las diversas y apretadas Iecturas a las que se dedicaba con devocida ejemplar, para abstraerse en una especie de retiro espiritual, que evitaba el contagio inarmonioso del mundo, El témino escoliasta que le ha sido adjudicado con mucha frecuen- cia, para explicar su constante acercamiento y alusién a Jas fuentes de la lec- tura, es bastante significative. Por ese camino se abten paso sus condiciones extraordinarias de gran fabulador, sustraido a la realidad circundante por la atraccién de un poder temporal mayor que Io conduce hacia el pasedo, en donde encuentra campo propicio para Jas prdcticas singulates de su ejercicio pottico. En el pasado hallard ubicacién precisa y acomodo su tendencia al eso- terismo, como elemento fundamental de Ja fabula narrativa, a la que eta tan afecto, En cl pasado cncontraré el escenario ptopiado para aquellos sucesos donde un fatum implacable impera sobte cosas y seres, arrebatados por un viento luctuoso y de exterminio; y en cl pasado, se abrixd paso hasta el clf- max patético la tensién postica y Ia eficacia narrativa de sus textos. El parentesco de ciertos relatos de Ramos Sucre con las ficciones de Borges ha sido puesto de relieve en mds de una ocasién, El primero en sefialarlo fue Mariano Picén Salas en la introduccién a su Antologta de la prosa venezolana como ya hemos apuntado, Eugenio Montejo y Ange! Rama, respectivamente, aluden de manera tangencial en sus estudios sobre ef pocta a esa misma cir- cunstancia, También Guillermo Sucre en su libro La Méscara, la iransparencia sefiala que Ja técnica de los poemas de Ramos Sucre tiene un parecido a la que precticard Borges “no sélo en sus cuentos sino en los textos de El Hacedor y en fos poemas de la segunda época”. EJ desarrollo del iema tal vez sirva para deparar inusitadas sorpresas entre dos autores desconocidos entre si, pe- ro unidos por le contemporaneidad, @Eduardo Arroyo Lameda. Articula citado. SiGuillermo Sucre. J. mdscara, a transperencia. Monte Avila Editores, Caracas, 1975, p. 82. XKXIV Precisamente es Angel Rama quien sefiala lo que bien podria ser otto acer- camiento exploratorio en Ramos Sucre y Borges al consignar que el primero jamnds hizo ostentacién en sus escritos de su vasta lectura, “aunque muchos de cllos nacieron como escolios en las mérgenes de otros libros a la manera que frecnentaré y teorizard Borges”. Otro autor en quien podria hallarse semejanza con Ramos Sucte es el Valle Inclén de Las Sonatas. Un examen de la materia podria servir para hallar en dos sensibilidades tan dispares una comin identificacién lirica, a partir del uso de una misma forma de composicién: el poema en prosa, ademds de otras aptoximaciones estéticas. ... Las “prosas” de un Ramos Sucre o de un Valle Inclén son del més puro pensamiento poético”, apuntard al respecto Ludovico Silva. Al paso que Félix Armando Nufex seftala con firmeza en sn estudio sobre el poeta: que él “prodigé la riqueza verbal como el Valle Inclin de Le Pipa de Kiff, Los esperpentos y el Ruedo lbérico”.* “Ramos Sucre era un hombre muy culto, y hasta erudite. Dominaba, por supuesto, el francés. ¥ estaba tefiido de literatura francesa. No es muy dificil reconocer sus antepasados, galos: estin patentes en su obra poética... En Ramos Sucte son visibles las huellas parnasianas y simbolistas. ..”. Algunos criticos encuentran una matizada influencia de Gerardo de Nerval en Ramos Suerc. “Algunas de las baladas y de las novelas de Gerardo de Ner- val, con la vaguedad de su romanticismo nétdico, influyeron en Ramos Su- cte. Pero con influencia que significa cultura...”.© Ludovico Silva piensa que Ramos Sucre, hombre de vasta cultura, es muy probable que haya recogi- do inspiracién en muchas fuentes. “Pjénsese, pox ejemplo, en Novalis y Ner- val, almas verdaderamente gemelas de la de Ramos Sucre’, Respecto a Nerval el critico encuentra que su huella sobre la obra poética de Ramos Sucre es facil de detectar. “El extrafio y melancdlico antor de Aurelia, aunque creador de versos notables (...) nos lame hoy la atencién sobre todo por sus esplén- didas prosas poéticas, Nerval se sittia, como Baudelaire, en Ja frontera que separa la visién romdntica del mundo de la visién de la modernidad, recogen una tradicién y, al mismo tiempo, fundan otra. Esta situacién, con ligeras va riantes intreducidas por los movimientos finiseculares, se repite en poetas come Ramos Sucre”.” Carlos Augusto Leén se abstiene de sefialar influencias en Ja obra de Ramos Sucre, pers advierte: “Como viajero incansable por los mares de la literatura universal, de la poesia de todos los tiempos, mucho debié recibir su abierto Angel Rema. Op. cit. p. 31, feuudovico Silva. Op, cit p. 62 STPAlix Armando Nafiez. Op. cit. p. 21, S8Ludovico Silva. Op. cit. p. 49. Fernanda Paz Castillo. Op. eit, p. 32, Ludovico Silva. Op. cit, pp. S758 XXX corazén, de muchas fuentes. Como solitario, su obra quizds tenga puntos de con- tacto con la de otros eseritores y poetas de soledad”,?! VIL—LA UBICACION ESTETICA La ubicaciéa especifica de Ramos Sucte en una cotriente estética determinada ha sido motivo de duda y discusiém por parte de los crfticos y ensayistas que se han ocupada de su obra, En verdad la ubicacién precisa, ef encesillamiento tal vez, no importa tanto, lo que importa es la traseendencia y vigencia de su poesia. ¢Roméntico, modernista, parnasiano? De todo eso tendré Ramos Su- cre, como espfritu que fue forjado cn miltiples disciplinas del conocimiento que lo llevé a penetrar en mundos tan diversos. “Si fuéramos a inscribie a José Antonio Ramos Sucte en una agrupacién —dice Paz Castillo—, tendrfamos, por fuerza, que hacerlo en Ja de los par- nasianos, por Io que respecta al estilo, no por su concepcién poética —amor a los temas medioevales: teminiscencias de Shakespeare y de Dante— que més bien lo inclina hacia el lado estremecido de las roménticos” Ya esta dicho que la adjetivacién y el lenguaje recéndito en Ramos Sucre forman parte de su otigiaal estilo y lo ubican, com las naturales reservas expre- sadas por algunos cstudiosos de su obra, en el campo del modernismo. Pen- samos que este cardcter de su obra Jo acerca bastante, aunque tal vez no haya habido conocimiento entre ellos, al mexicano Ramén Lépez Velarde que por Ja misma época escribe una poesia de zonica parecida al poeta venezolano, en ciertos caracteristicos pasajes de su obra. Dos elementos sobresalen pata considerar a Ramos Sucre en el campo del modernismo: su evidente tendencia a la cvasién de la realidad y ef cuido acendrado que ponia en Ja expresién formal de su poesfa en prosa, enmar- cada en el preciso campo del simbolismo. “A través de su hermosa y preciosa adjetivacidén nos parecia emprender el caracteristico viaje simbolista “muy siglo dicciocho y may antiguo”; pero la armadute formal, la perfeccién estilistica ha comenzado a dejarnos ver sus hen- diduras. Ramos Sucre, a pesar de arrastrar, litetariamente, toda una tradicion de modernidad francesa y modernismo hispanoamericano, es en realidad ua poeta volcado por entero hacia el siglo xx". De este modo Ludovico Silva en- cuentra a la par, una filiacién francesa (con antecedentes expresos cn los par- nasianos y muy cetca de Baudelaire y Rimbaud), y un cierto arraigo moder- nista cn la poesia de Ramos Sucre; pero al propio tiempo descubre que ella es- NCarlos Augusto Ledn. Op. cit. p. 58 Fernando Pox Castillo, Op. cit. p. 17 BLudovico Silva, Op. cit. p. 54 XXXVI td lanzada hacia el futuro, a proyectarse mds all4 de su tiempo histérico. La vi- gencia actual de esa poesia, su modernidad contemporinea que hace volver cada dia mas los ojos hecia ella, es una prucba indiscatible de Ja certeza de ese juicio. Por otra patte esté la pertenencia de la obra del venezolano, por influencias y por razones propias de su aspiracién universalista para Ia poesia, @ un es- tadio netamente europeo. De alli que “Su genio pudo superar con creces ei simple nivel de las influencias literarias, y su obra posee sustantividad propia. No obstante, esa superacién no alcanz6 el nivel de Ja total ttansformacién. Ramos Sucre pestenece, definitivamente, a un panorama europeo de cultura, Ni siquiera pertenece, pese a su limpio y culto castellano, a un horizonte que padiéramos denominar “hispdnico”. Sus raices, y su obra misma, son tan americanos como pudieran set uruguayos Les chaztes de Maldoror, de Lau- tréamont. Son rafces afincadas en el centro de Europa. 2Es esto una obje- cién?”.4 Por Io demas —y consecuente con el criterio expuesto— Ludovico Silva aclara que “al contrario con los grandes modelos franceses se fragué la pode- sosa originalidad del lenguaje poético de Ramos Sucre. De haber sico tan sdlo uno de tantos imitadores, las nuevas generaciones poéticas venezolanas (tan exigentes con nuesira tadicién) no verian en él un maestro y un antece- sor”. “Por adjetivante —expresa Carlos Augusto Leén— se dirfa cerca del Mo- dernismo elocuente y exuberante. Pero ciertamente se acerca més al simbolis- mo y al cuidado formal de Jos Parnasianos”. Ludovico Silva conviene en sefialar que “Ramos Sucre debe ser considerado como un poeta de vanguardia. Sin duda, el poeta mds avanzado de su genera- cin. Su poesia puede leetse hoy con delicia, sin tener la sensacidn de estar estudiando a un poeta pretérico”.” Es decir, es un coniemporaneo, actual por la consistencia de su poesia, El uso y el manejo del adjetivo insdlito —-que es una herencia inestimable del modernismo, inicialmente— sirve a Angel Rama para ubicar a Ramos Su- cre en e} campo de la vanguardia. De alli que sea “esta busqueda del adjetivo la que le confiere a Ramos Sucre su lugar vanguardista y su excepcional inten- sidad”® De modo que lo que pata unos es signo del modernismo en el poe- ta, para Rama constituye connotacién de vanguatdismo. De alli que insista en sefialar que Ramos Sucre busca el “valor impersonal” de la escritura “al pos: poner el uso del adjetivo al sustantivo, en lugar de anteponerlo con su carga emocional y subjctiva”. Por lo cual “Hay aqui un vuelco sensible respecto a Ia estética modernista, lo que aproxima al autor a fa estética del vanguardis- Abid. pp. 55.38. Ibid. pp. 5657. ¥Carlas. Augusto Leén, Op. cit. p. 37 7Ladovica Silva. Op. cit. 9. 50. Angel Rama. Op. cit. pp. 44+ XXXVIT mo. Pero como tal vuelco se hace utilizando los mismos recursos del moder- nismo, se instauran ambigiiedades en la recepcién del mensaje”? Oponiendo fas formas poéticas de Ramos Sucre a los dictados del surrea- lismo, Ludovico Silva tiene esta importante advertencia: “Para él la labor [i- teraria implica un arduo trabajo consciente. En este sentido, su temperamento es clasico”. Pot su parte, ya Carlos Augusto Ledn habia advertido: “Cuando los escri- tores jdvenes abrieron la “Vélvula”, por donde escaparfa, a trazar remolinos y extrafias formas en el aire, la contenida inquietud de las nuevas generaciones, Ramos Sucre les dio muestras de estimulos y sivpatia. En el primer németo de Ia revista valewts, primeto y anico, hay un poema suyo. Fue dl quien instd a los jévenes a fundar una religién sin sacrificio, sin clero y sin altar. Esa sucr- te de Jlamaclo tenfa en sus labios sonido de clarines’’#t Tres ensayistas —-Gustavo Luis Carrera, Oswaldo Larraz4bal Henriquez y Atgenis Pérez H.— estén de acuerdo, por su parte en reconocer la ascendencia roméntica de! sistema poético de Ramos Sucre. Para Gustavo Luis Carrera el simbolismo de Ramos Sucre es de clara es- tirpe romantica. Asf, al profundizar en Las vinculaciones simbélicas del pocta, como una forma de expresién romantica, observa que en sus textos sobresale “la importancia basica de! sixzbolo como sustento animico e instrumental”, y que no se trata solamente “del recurso simbélico como parte constitutiva de un modo de creacién caracterizado en su producto final”. Para lo cual ayuda, en toda tentativa “de acercamiento conceptual a la obra poética de José Anto- nia Ramos Sucre: sus propias enttegas, dispersas y no pocas veces oblicuas, de aucocaracterizacién espiritual y sensible en funcién de la escritura” Ese simbolo, carectetizador del discurso poético, afirma su expresiéa en fundamentales raices de tipo roméntico. Se tata, en definitiva, de un evidente “cuadro de caracterizada sensibilidad romética” que encuentra un “invalorable refuer70” en el “auto perfil” del poeta” Esta via de acercamiento “entre la nocién del simbolo sostenida por los ro- mianticos y Ia evidenciada, y hasta declarada, por Ramos Suere, puede conducir a significativos resultados”. Pero se aclara, a este propésito, que “mun en la mds pura coincidencia espiritual y estética con Ia postura romdntica, Ramos Sucre no podia dejar de ser hombre de su época, curado del espejisme de la tetérica y del artificio de la belleza vacua de la palabra por la palabra”. TS{did. pp. 45-46. 80Ludovico Silva, Op. cit, p. 51. 8Garlos Augusto Lecn. Op. eit. p. 52. . ®Gustavo Luis Carrera. El sfmboio en José Antonio Ramos Sucre. (Consideraciones @ la luz del capitulo “La crisis romantica” del texto Teoria del simbolo, de Tzveren To corov). En Memoria del LIT Simposio de Docentes e Invostigadores de la Literatura Vene- zolang, Mérida, Venezuela, t. LL, pp. 268-282. 1978. Idem. Elden. S5Gustavo Luis Carrera. Op. cif. pp. 268.282. ‘ldo. XXXVIIT A estes alturas el ensayista da por resuelto “un cuadro de evidente conexién doctrinaria y simbélica de nuestro poeta con postulados soménticos”; pero de tales consideraciones también se deriva algo que debe subrayarse: “en la pro- duccidn poética de Ramos Sucre, e! simbolo Mega a ser el tinico verdadero sus- tento estético definido y suficiente como para servir de columna bfsica de su obra de quimética huida, como él mismo Ja Iamé alguna vez’'£” “A fin de cuentas —concluye Cartera—, no debe sorprender la profunda y decisiva co- rrespondencia entre Ramos Sucre y la estética roméntica del suefio, de la sub- jetividad y del simbolo”. Dentro del mismo contexto ideoligico anieriormente expuesto, se mucstta Oswaldo Lerrazdbal Henriquez en su ensayo titulado “Buscando la huella de la expresién poctica de José Antonio Ramos Sucre”, presentado, Io mismo que el de Carrera, en el IIE Simposio de Docentes ¢ Investigadores dc la Litera- tura Venezolana. Sélo que Latrazdbal hace hincapié en Ja vinculacién romén- tica de Ramos Sucte con un nutrido grapo de poetas venezolanos que le antece- dieron o fueron contempordneos. Tal es el caso, entre ottos, de Cruz Maria Salmeréa Acosta y Luis Enrique Mérmol, que junto con Ramos Sucre podtian ser [lamados “poetas de lo predestinado, poetas de le desgracia vital”, que no deja de ser un elemento de connotacién romantica, Por otra parte, el mismo Larrazdbal asienta que no ¢s cierto que Ramos Sucre fuera una especie de isla entre sus compafieros de generacién 0 sea de aquellos que nacen alrededor del 900. “Quizds pueda decirse que fue un dife- rente en sa genetacidn, pero no debe sefialarse como caso aislado y hasta cur rioso dentro de la produccién poética nacional, Las ralces poéticas de Ramos Sucte habian tenido un profundo arraigo en nuestra poesia, y sus consecuen- cias exptesivas también las han tenido”. En fo que respecta a su grupo generacional, Ramos Sucre difiere de Jacinto Fombona Pachano, de Andrés Eloy Blanco, de Fernando Paz Castillo, de Luis Barrios Cruz, de Enrique Planchart, de Enrique Soublette, de Juan Sancrella, de Sergio Medina y de José Tadeo Arreaza Calatrava, quienes constituyen el niécleo central de los poetas representativos de aquella generacién. Pero por las mismas razones que se diferencia de los nombrados se asemeja a Luis En- rique Marmol y a Cruz Marla Salmerén Acosta, por razones que son de orden existencial y més de contenido que de forma poética” Latrazdbal acude a la forma cémo se expresa Ramos Sucre para significar su diferencia con sus compafieros; y por ella concluye en que “podria decirse aTIdem. Sider. 89Osvaldo Larrazdbal Henzfquez. “Buscando la huella de la expresién poética de José Antonio Ramos Sucre”, En, Memoria del LIT Simposio de Docentes e Investigadores de ta Literatura Venezolana, Mérida, Venewuela, t, UL, p. 251. Wikia. p, 233 ibid. p. 254. XEXIX que Ramos Sucre pasa de una esencia romantica a una expresién decantada mo- dernista que Io lleva a un claro parnasianismo”’° “Con esto aclarado —contintia Larrazébal— puede establecerse toda una linea de seguimiento en la forma expresiva de José Antonio Ramos Sucre a partir de textos conocidos y significativos que permiten detetminar su pre- sencia expresiva y su_angustia existencial en ejemplos histéricus dentro de Ja pocsia venezolana” Tales huellas se encuentran, segiin el ensayista, aun en Jos primetos roman- ticos, como es el case de Abigail Lozano con su poema “A Ia noche”, Tgual couzre entre los poetas del llamado segundo romanticismo, con Miguel Sdn chez Pesqueta y su poema “Le rumba del matino”. Con mayor preeisién se ve- rifica esta vinculacién con una de las grandes figuras patnasianas de Venezuela, Gabriel Mufioz y su poema “En cl comenterio”. Hay semejanzas también con Alfredo Arvelo Lattiva y su poema “El Guijarro”; y “y traténdose de los pos- teriotes el vanguardismo de Otto De Sola tiene una firme base de contenido, de expresién y de intencién con la poesia de Ramos Sucre’? Otros sefialamientos se hacen con respecto a Juan Antonio Pérez Bonalde; y entre sus coeréneos se mencionan a Jacinto Gutiérrez Coll y Juan Miguel Alarcén Mis enftico al respecto en Ja vinculacin de Ramos Sucre y el romanticismo se muestra Argenis Pérez H. “La estética roméntica de José Antonio Ramos Sucre” titula el ensayo que dedica a la materia, Su visién personal del quehe- cer poético de Ramos Sucre —dice— se dirige 2 intentar demostrar “la fun- cionalidad estética de los cédigos roménticos en los signos artisticos de nues- tro poeta, como premisa indispensable para comprender su modernidad” Con Jo cual da como un hecho la premisa del contenido romdntica en la poe- sia de Ramos Sucre. Por eso hebré de afirmar, como conclusién de su estudio, que la esctitura del poeta venezolano “viene su origen en las fuentes de la it, rica moderna de occidente: el romanticismo de teiz alemana, De alli arranca, a su vez, el sistema poético y In originalidad imperturbable de José Anconic Ramos Sucre” Finalmente hay que poner de relieve cierta exagetacién critica, no asentada en fundatentos razonabies, 2! seialar a Ramos Sucre como un ejemplo del sutrealismo venezolano en la década del 20, segin sugiere Stefan Baciu en su Antologia de la poesia survealista latinoamericana (1974). Es una apreciacién inexacta, en efecto, como conviene en sefialar Angel Rama al observar que, 2 bid. p. 254. bid. pp. 254-295. Ibid. p. 299. 9SArgenis Pérez H. Op. cit., pp. 258-267 S6]dem, p, 26). XL. de este modo, Ramos Sucre pasa “a Iz todavia més equivoca categoria de pre- cursor del surtealismo”.? En todo caso —y es acertado comentarlo— Ramos Sucre constituye un an- tecedente de la poesia de afios posteriores que se escribe en Venezuela, no sdlo por el valor de novedad de su poesia, no del todo discernida justamente en su momento histérico, sino principalmente por el afén de universalidad en su expresién y contenido que lo llevé a la busqueda de fuentes literarias més allé del esquetna localista que le brindaban les letras de su propio pais; y quizas, también, por su cerrado y pertinaz individualismo, de impenetrable soledad —en lo personal— frente a la indagacién externa. Ya estd dicho que su ubica- cién encuadra mejor en cierta corriente del simbolismo francés, por catonces no enteramente definida en nuestro medio, y a su tendencia por conseguir wna expresién propia, original, que se separara de las formas comunes del modetnismo o del postmodernismo entonces en boga entre nosotros, o de la cotriente del criollismo que por esos afios preconizaran con tanto entusiasmo Urbaneja Achelpohl y sus comparieros de contienda literazia. Por eso, conviene adelantarse en sefialar que la obra de Ramos Sucre se realiza totalmente en un periodo caracteristico de la poesia venezolana: el que va de] modernismo al postmodernismo y de éste 2 las nuevas formas insurgen- tes de la vanguatdia. Pero movido por un intransigente individualismo que lo acompafiard toda la vida, la tendencia cteadora del poeta no se inscribiré defi- nitivamente en ninguna ce esas tres corrientes manifiestas, sin dejar pot eso de apreciatlas y de brindatles consideracién y cercanfa. Optaré por el concra- tio, intentar el desarrollo singular de una personal manifestacién poética, refractatia a Ja alineacién de grupos. Bsucard ubicarse, asf, en una linea ex- ptesiva de muy especificas caracteristicas. El aliento le viene de otra parte, de muy lejos, como ya se ha dicho. Sin embargo, Ramos Sucre no esté, tampoco, demasiado distante del mo- dernismo. Cierta percepcién de su escritura nos acerca a esa experiencia, ¢s- pecialmente en cuanto al cuido de Ja forma (derivada igualmente de los par- nasianos} como al proceso seguido en el uso de la adjetivacién, Podria pensarse que son clementos externos al fondo mismo de la poesia, pero elementos al fin que juegan un papel fundamental en la factara del poema. En todo caso hay que advertir que el modernismo de Ramos Sucre es, al mismo tiempo, dis- tinto, por ejemplo, del de Arreaza Calatrava y Alfredo Arvelo Larriva. Y ex- presamente distante del criollismo de Urbaneja Achelpohl. Un ejemplo de si- militud entre esta pogtica y la de otros modernistas, en este caso espajioles, que tuvieron también su fuente en el simbolismo francés, lo hallamos en el caso de Don Ramén del Valle Inclan, especialmente en las Sonatas de Otofto. Valdria la pena intentar un esclarecimiento de estas afinidades Ifricas. Alli tenemos aguas de la mejor densidad pata bucear. Eso significatia algo nuevo sobre Ramos Sucre. Para Jo cual seria necesario tomar en cuenta las necesarias o7Angel Rama. Op. cit. p. 10. XLI veriaciones motivadoras, y agregar a ello cualidades de “tempo”, de “ritmo”. de “‘temperamento”. En todo caso, Jas consecuencias de Ia actitud y Ja orientacién del poeta ve- nezolano, sélo se verdn més tarde con entera y precisa perspectiva. Mientras tanto la voz de Nerval parece oirse, all4 en el fondo remoto del mundo po€tico de Ramos Sucre; lo mismo que sucederd en la iniciacidn y en algunos rasgos maduros de fa poesfa de Enrique Planchart, como ya hemos dicho. Ambos poetas, cada uno en su estilo y por rumbo propio, buscaron en las fuentes de origen francés los fundamentos esenciales de su crescidn lirica. VII.—EL TEMA DE LA MUERTE La muerte pone un toque de Iuto persistente en Ia palabra poética de José Antonio Ramos Sucre. Lo petsigue el eco constante, la voz sostenida en un fondo brumoso. Al fin habré de redimirlo en la penosa noche del drama per- sonal que culmina en un cuerto de hotel en Ginebra, el 13 de junio de 1930, cuando el poeta asume su destino, serena y decididamente, como una libera- cién final. Atrds queda todo un largo y angustiado itinerario. Toda una vaste trayec- toria de alucinantes signos. Se quiebra la luz de los espejos trdgicos sobre el fondo del agua movediza en que reposa fa inquieta mano insomne del creador. Vida y obre marchen confundidas bajo el dspero aletazo de una sombra noc. turna que parece emerger de una insdlita experiencia humana. No puede, de ningtin modo seperarse la poesia de aquella vida de procelosas aguas que le brinda sustento y que ¢s, como ella, un teflejo de insélitos argu- mentos existenciales que se confunden en la agria experiencia del tiempo. Allé habria que ir 2 buscar todo Io que deja atrés, tocado por enardecido luto, [a muerte de Ramos Sucre. Ese trénsito hacia cl pasado conduce, cierta- mente, a una de las mas dramaticas vivencias de la poesta venezolana de todos los tiempos. Por tal razén Carlos Augusto Ledn ditia que la muerte se ensefiorea de las obras de Ramos Sucre. “Aparece en mil formas diferentes, A veces se trata de un serena mori. Mas, en muchas ocasiones no sucede tal cosa. Mueren los hombres en las inundaciones, en el incendio, en la guerra, en lz horea, “a manos de wna turba delirante, enemiga de su piedad”’ o en mil otras formas trdgi- cas”, No hay contencién posible al expresar este sentimiento predominante en su poesia, porque “los limites entte la vida y la muerte son confusos, co- mo cuadra a quien pretendia “salir a su voluntad de los Ifmites del mundo real”® gA qué obedece esta tremenda ansia de morir, mil veces repetida? Carlos Augusto Ledn. Op. cit. pp. 43-44. XLT Podria ser que ella respondiera, plenamente, a aquella orra “terrible hambre de sueiio y de descanso”, que dominaba la vida del poeta? “Una muerte ple- na, si cabe tal expresién, muerte hasta en la memoria de tos hombres, deseaba para sf el atormentado” “Yo wi crecer junto a él, la sombra de Ja muerte”, escribe Paz Castillo.!* ¥ en cuanto a la persistencia de Ja muerte en el espiritu del poeta, exprese gue la unidad de su pensamicnto estaba “terriblemente, ascéticamente enca- denado a la idea de la roverte, a la trascendencia de un vivir anterior a nues- tra existencia”,!@? “El sentimiento de la muerte —nos dice a su vez Ludovico Silva— se reve- la, en esta poesia hitviente y helada a un mismo tiempo, como un puente de diamante que comunica los dos polos ya mencionados de 1a contradiccién exis- tencial de Ramos Sucre. Lo tinico que comunica el super-Yo estético con el Yo profundo del poeta es el sentimiento de la muerte”! “La escritura de Ramos Sucre es el proyecto de su muerte, apunta Victor A. Bravo. La fantasmagoria agénica que acorta los espacios vitales de una generacién y Ja empuja a una sola posibilidad de exisicncia (Ja evasion), se traduce en Ramos Sucre en una busqueda de Ja muerte. En este sentido la es- critura de Ramos Sucre es —a veces en forma evidente, a veces en forma sub- terrénea— un canto a la muerte (.,.) Ramos Sucre es un exiliado en Jo ima- ginario, sin otra morada su subsistencia que las imagenes y el espacio de las imégenes: esté obligado a ese eterno aplazamiento con su desesperacién”.!* Esta cercanfa a la muerte es reiterativa y constituye una constante de la poesia de Ramos Sucre en las més diversas ¢ inimaginables formas. Se dirfa, incluso, que hay una ansiedad premonitoria por alcanzarla en medio de Ja vi- da, como el modo irrevelado de Ja liberacién final; porque, ciertamente, al final, Ramos Sucre asumié la muette como una liberacién incontrastable. “No comprendide, peto tampoco atacado, extrafio en su propia tierra, filia do en una “degeneracién ilustre”, retirado a la soledad que él mismo extemia a través del contacto con Ios libros, Ramos Sucte elabora un himnario a la muerte, preparando rigurosamente sus pasos para el acto final...” En el pocma “EI desesperado” de Les formas del fuego, encontramos acuella expresién que deja de ser pura expresion estética pata tornarse en menifesta- cidn testimonial: “He sentido el estupor y Ia felicidad de la muerte”. Pero si quisiéramos profundizar aquella constante y enervante condicién anfmica que arrastra al poeta hacia la profusién de imagenes sombrias, dolo- MI bid. p. 45. Lo0Carios Augusto Leda, Op. cit. p. 45 101Fecnanda Paz Castillo. Op. ci. p. 45. WI bed. p. 47, 1Ludavico Silva. Op. cit. 9. 53. lorVietor A. Bravo. Op. cit., pp. 101-102, W5fesiis Sanoja Herndndez. Articulo citado. XLII tosas, desoladas o nocturnas y siempre llenas de un poderoso luto que evoca cercanias funeratias, tal vez no habtia otro mejor camino que releer su dltimo poema de Ef cielo de esmalte, “Omega”. All{ escribié como para deshacerse de un peso inevitable o de una tormenta intensa del espiritu, “Cuando Ia muerte acuda finalmente a mi ruego y sus avisos me hayan ha- bilitade para el viaje solitario, yo invocaré un ser primaveral, con cl fin de solicitar Je asistencia de la armonfa de origen supremo, y un solaz infinito reposaré mi semblante. Mis reliquias, oculras en ef seno de In oscuridad y animadas de una vida informe, responderén desde su destierro al magnetismo de una voz inquieta, proferida en un litoral desnudo, El recuerdo elocuente, a semejanza de una luna cxigua sobre la vista de un ave sondmbula, estorbaté mi suefio imperscnal hasta la hora de sumirse, con mi nombre, en el olvide solemne”. IX.—OFICIO DE LA VIDA El terrible oficio de vivir. Asi puede definirse el trénsito existencial de José Antonio Remos Sucre que va desde su nacimiento en 1890, hasta sa muerte en 1930, Cuarenta afios apenas, pero todos elles dominados por la sombra persistenze de un dramatico exilio interior. Ramos Sucre enfrenta el discurso tremendo y amenazante de ja realidad que to acorrala, con la rama mistica del sufrimiento en su mano desnuda. No pudo eludir el enfrentamiento dolotoso y por eso bused en la sombra y el te- cogimiento, en la esquivez de la vida interior, en Ja vana desolacién de una fuga petenne, el descanso y el alivio para su atribulado espiritu. “En torres, celdas, clausttos, pasadizos —reales o imaginados— transcurrié Ia vida de este solitario, extranjero en Ia tierra que era cércel, “lémpara intitil” en aque- las que lo recogieron. Su yo de vasta historia, desde le ciluvial hasta la ur- bana, se escapé entre pensamientos oscuros y minas interiores, con su jardin extrafio, sus recdmaras de olvido. De tal fuga, de tal concentracién, se ha afirmado que son ininteligibles" 1° Enrique Bernardo Nuifiez recuerda Jas “palabras hamletianas” con que lo recibié la primera vez el pocta: “Yo naci en una catcel y he permanecido en ella durante treinta afios”. Sin acudir a otras sibilinas significaciones, el poeta se referia al proceso interior de su vida, opuesto al “mundo hostil”, donde ve- nia a ser un perpetuo reo del dolor. “Ramos Sucre —continta Enrique Bet- 1o6Jesiis Sanoja Hernandez. “Poeta de otra realidad”. Pape) Litcrario de E! Nacional, 21-V1-70, XLV nardo Nufiez— estaba zaciturno, expresidén habitual en ¢l, pero su rostro re- sultaba més pdlido y afligido en el magnifico claroscuro”.'” Por otra parte es de considerar la vida del poeta, a merced de las tremen- das circunstancias externas ¢ internas que lo asediaron constante y trdgicamente, como una realizacién incompleta, inacahada. Por eso puede decir Victor A. Bravo apoydndese en José Balza, que “Podemos mirar asi la vida de Ramos Sucre como él siempre la miré, como Ia insuficiencia de un proyecto estético. Insuficiencia que Jo Ievé a contar su palabra y a asumir su tltimo acto de li- bertad” 2 De allf que la muerte en Ramos Sucre pueda considerarse como “el dnico acto posible. La biisqueda de Ja muerte es la via para evadirse de la insoporta- ble sensacién de soledad ¢ impotencia”. Asi, “El poeta, asediado por la brutal realidad social y politica decide entrar en el reino de la muerte”. Es la de- cisién final de una voluntad exacerbada hasta el paroxismo. Oswaldo Larrazdbal Henriquez encuentra como un signo por lo demés de esencia romantica, que “la contextura de! hombre Ramos Sucre estd en su poe- sfa” y cuya “profundidad de cbra lo hace destacar en suficiente medida”. Es por eso por lo que cada uno de los textos que Ramos Sucre dejé, constitu. yen “una especie de diario, no ctonoldgico, pero sf existencial donde van a converger toda una serie de actitudes de la angustia vital que signé le vida del poeta”. Y son “estas actinudes de angustia las que han provisto una adecuada y novedosa diferenciacién a la obra lirica de Ramos Sucre. Su comportamiento existencial est4 implicito en esos textos”. EL oficio de vivir fue, en tal sentido, un dura y lacerante itincratio para Ra- mos Sucre, Porque él no quiso o no pedo hacer distincién entre el arte y la vida. Entre ambos persistia ese vinculo que sdlo se forja en Ja fragua del do- lor, De aqui diré Paz Castillo: “...en el fondo de sus escritos, hasta en aque llos de menos intimidad, siempre hay oculto un dolor: el dolor de vivir (...) Pero en él estaba confuso, desde hacfa mucho tiempo el deseo de morir, sin vio- lencia (...} Dos cosas hay que me causan terror, solia anotar; El esfuerzo muscular y la sangre”. “La muerte es hermosa cuando no se interrumpe la in- tegridad enatémica”. Esas palabras son suficientes —concluye Paz Castillo— para explicar su vida, su arte y su muerte. De alli también que “en su muerte, como en su obra de arte: Jas dos cosas que preparé durante toda su existencia, hay un aoble reposo exterior”! Podria pensarse que “Habia nacido predestinade para el dolor como todos los artistas y poetas de su calidad, como William Blake, con quien a veces tiene semejanzas, como Gerardo de Nerval”? 1W7Enrique Bernardo Niiez. Gp. cit, p. 213. waVictor A. Bravo. Op. cit. p. 104. 10Idem. 00svaldo Larvazdbal Henriquez. Op. cit. p. 251 iiFernando Paz Castille, Op. cit, p. 27. W2ibid. p. 32. XLV De él dice Carlos Augusto Ledn, que tan bien ha penetrado en su vida y en su obta: “Llevaba sobre sf el peso de una agobiadora sensibilidad, actibilla- da sin cesar por las sensaciones, los sentimientos, los dolores, par “el dspero ataque de la vide? 8 De alli que “Toda su obra es Ja contante confidencia de ese hombre hiper- sensible a quien tocé vivir, precisamente, durante uno de los més crueles petio- dos de nuestra historia”. La confesién, el testimonio desgarrado se halla en “Entonces", texto de su primer libro, aludido con Ja misma intencién por Carlos Augusto Leda: “Vie Vié siempre asi como cuerda incrciblemente tensa, siempre a punto de tom. porse. Cuarenta afios Ilevé consigo el peso de sf mismo, Su primer libro vio la Juz cuando tenfa treinticinco, No es ua libro juvenil, sino ya tinto en amargue ra de hombre en trance de cnvejecer, quien presiente su fin de manos de su propio dolor. La sensibilidad que del edverso mundo me hace huir al soli- tario ensuefio, se habrd hecho mds aguda y frégil al alcjarse gravemente mi- juvenrud con la pausada melancolia de la nave en el horizonte vespertino” 24 La vida de José Antonio Ramos Sucre, fue, de este modo, como pecas, una do- lorosa experiencia, llevada a cabo en medio de las més dificiles circunstancias personales y colectivas de la sociedad venezolana de la €poca en que Je tocé actuar. “Raro”, “extrafio”, “ensimismado”, “misdgino”, “neurdtico”’, “reservado”’, “esquivo”, son algunos de los epitetos utilizados pare significar Ia singularidad y aislamiento de la personalidad y Ia obra del poeta, Esas expresiones aluden, en todo caso, a una conducta regida por la soledad y Ja introversién, como formas de contrarrestar el brillo y las dolencias de un mundo hosco y duro frente a las apetencias espirituales del creador.""3 José Antonio Ramos Sucre cultivabe por igual la singularidad de un comportamiento personal (su tenden- cia hacia la soledad y el encerramiento en s{ mismo) y la habitual expresién litica de un temperamento desasido del tiempo y ¢l espacio. Era su manera de ser —y su reaccién necesaria— ante la agresividad manifiesta del mundo que alimentaba su enlutada presencia. De este modo, el “oficio de vivir” pavesiano se convierte en el caso de Ra- mos Sucre en una permanente expectativa, que ttansmuta ese proceso de vi- gilia en una ritual desposesién humana. El tremendo esfuerzo de afsoncar la vida, como ex‘lio permanente, conduce, en tlsima instancia, a tensiones drama- ticas constantes, que se reflejan inequivocamente en la propia poesia, concebida, 13Cgrlos Augusto Leda. Op. cit. p. 16. 14 Idem. . T3Eduatdo Arroyo Lameda, Articulo citado, XLVI finalmente, como un tefugio, como una compensacién a la brega cotidiana, alternativa que planted seguramente su desolado y enfermo corazén de soli- tario, Vida de una parte y muerte acechante de ta otra, rendidas en el tiempo, fue- ron entendidas por cl poeta, ademds como soledad y destruccidn perennes del hombre y del mundo. Todo ese proceso conduce, sin remedio, ai ensimismamiento, a ese reconcen- trarse en perpetua intimidad, que uno de sus contempordncos, Eduardo Attoyo Lameda, recuerda como ‘‘angustiosa intimidad”.4¢ Paz Castillo lo ha llamado a su vez, en alguna parte, “un alma fuette”, y ha tenido que serlo pera poder soportar esa iemenda y desigual batalla de todos los dias. Para legitimar estas tensiones dramdticas en que era sujeto y objeto a la vez, el pocta cultiva la soledad, Las alusiones, que hace en distintas partes de su obra confirman Ja evidencia. Sus alusiones son precisas, como cuando hace la defensa de la misantropfa: ese “‘lastre saludable de alguna misantro- pia’ a que se reficte en “El dileme de la gran guerra”, por Francisco Garela Calderén, en Trizas de papel Su creacién frente al tiempo participa, igualmente, de un sentimiento de frustracién, de Iucha inconsolable por lo que no puede ser desviado ni im- pedido La certeza que se tiene del tiempo es de que transcurre fugaz y depredador sobre los seres, ajando y destruyendo lo que toca a su paso por el mundo: “.. por qué no tiene Ja tez de Jas hermosas, la tersura del lago, que escapa al raudo tiempo? (Romana, La Torre de Timda). ¢Cémo no ver entonces en Ja precisa entonacidn pogtica de Ramos Sucre, “suefios de evasion y nostalgias del desterrado”, como respuesta inequfvoca de! proceso existencial?!” De otto lado esté ‘‘la sensibilidad enfermiza” con que el poeta concurre al “gspero ataque de !n vida”. (Entonces. La Torre de Timén). De ésta dird que es “amarga vida” y quien ya no lucha, vencido en el esfuerzo, “sufrié hasta ayer Ja vida. ..”, “como “yerms” por donde discurre una infatigable vigilia”. {Al pie de un cipo. La Torre de Timédn). ‘Al principio de todo, en Trizas de papel, escribird cn el poema “Cansancio”: ...la enfermedad de vivir arrecia como una Iluvia helada y triste”. O sera también “el rudo vivir”. Y para significar la realidad menguada de lo mismo describird “‘...el llanto de quienes en Ia vida sin paz tienen peor enemigo que la muerte”. (Duelo de arrabal. La Torre de Tima). gSerd, después de todo, el final una liberacién? El pacta parece dudar en la confrontacién: “Estoico orgullo, horrenda soledad habré alcanzado”, ya que “alli sera fa viltima hora de ésta mi juventud transcurtida sin goces”, (Enton- ces, La Torre de Timén). Las confesiones que hace en sus cartas a Luis Yépez, en los momentos dili- ciles de los Ultimos dias, son patéticamente esclarecedoras de los sentimientos NéYden, Angel Rama. Op. cif, p. 72. XLVIL de entonces, cuando arriba al climax de su lucha contra la enfermedad que Jo acorrala, y a pesar de todo en busca de la sobrevivencia que Je niega su que- brantada salud. “Leopardi es mi igual”, exclamaré en un arrebato de condes- cendencia consigo mismo, O afirmard, cn frase perdurable que refleja su pa- decer de entonces y de antes: “Yo poses el hébito del sufrimiento”. Ese “vivir agénico”, de corte unamuniano, y el expectante presagio de lo que vendrd, son elementos draméticos que se confunden, como una constante, en la existencia y en [a obra de José Antonio Ramos Sucre. En sus libros, dirt Eduardo Arroyo Lameda, aludiendo a circunstancias pazecidas, “se combinan la fantasmagorfa y la angustiosa intimidad”, que hace, ademés que su lirica se identifique con un “ptincipado nocturno”."'® De alli surgira, en consecuencia, Ja entonacicin reiterativa de las palabras luctuosas, presagios de las sombras, que hallarén su explicacién —si ello fuere necesario— en los sentimientos que nacen del propio vivir del poeta. Por otra parte, es de advertir que la obra entera de Ramos Sucre —coma to- da verdadera poesia— es una confesién en alta voz. Una confesién recatada, peto cierta, fidedigna y elocuente. Es cuando se confuaden, sin dimensién po. sible, el “yo” histérico y el “yo personal de que habla Ludovico Silva.! En tal sentido se verifica Ja identidad entre fa vida y la obra del hombre. Este juega y aquilata sus valores en lugar de la otra, Y as{ se da el milagro de la autenticidad poctica, cuando el posma no es otra cosa que la proyeccién del “yo” verdadero del poeta, escindido en dos dsperas veriientes concluyentes Y asi scrd hasta el final. “En esa disposicidn ecusnime esperaré el momento y afrontaré el misterio de la muerte”. (Discurso del contemplative. La Torre de Timda) La referencia que hace Enrique Bernardo Nuiez, es suficientemente esclarece- dora en relacién ai doliente trénsito vital del pocta: “Yo naci en una cércel y he permanecido en ella durante trcinta afios”.' gNo es acaso, ésta también, el desahogo que va més all del duelo personal, estremecido, a la significaciéa del reproche contra el suceso histérieo que pesaba como una lépida sobre el pueblo venezolano de la época? El mismo Enrique Bernardo Nijfiez, dir a su vez, que Ramos Sucre “fue s6lo un poeta que cultivaba su dolor con alegria’.2! Ide Gramcko lo ha Ila- mado “doliente pocta del esmalte”. "No puedo ver en las voces de José An- tonio Ramos Sucre —las que senti y sigo sintiendo como pulida, oxquisita MWEduarde Arroyo Lameda, Articula citado. Ludovico Silva. Op. cit. p, 45. 120Enrique Bernardo Neifiez. “De José Antonio Ramos Sucte", en la revista Caracar, 1930. 121Bnrique Bernardo Niiiez. Op. cit. XLVITT depresién— sino la expresién de un abandonado”. “Lo real en Ramos Sucre cs una depresién lacetante y una busqueda sin tregua de alivio”.! Asi fue toda su vida, ast transcurtié su lucha inexorable contra el mundo. Y esa tensién emocional que persiste durante toda su vida es analizada perspicazmente por Gustavo Luis Carrera. “La fuga, el sigilo, Ia aventura, la indiferencia, el olvido, Ia rebeldia, son otras tantas formas de expresar esa in- conformidad esencial que determina la condicién de los motivos de creacién de Ramos Sucre. Y junto a ellos, quizds no hay tema tan repetido en sus poe- mas en prosa como el del petegrisaje, vale decir el trénsito infinito, sin cér- mino invisible en Ja vida”. Y Carrera continta: “La idea del permanente peregrinar, de modo natural se vincula a la de sentirse extcanjero y extraviado donde quiera que se esté, con la compafifa inevitable de una acre sensacién de perseguir quimeras ilusiones divagantes. Trilogia —peregrinaje, extra- vio, quimera— gue activa la sensibilidad del poeta y es fuente fija de su pen- samiento obsesivo”.14 Era finalmente, aquel “hombre lacerado en su totalidad”, de quien nos habla Eduardo Arroyo Lameda.!?5 Ludovico Silva, en su importante ensayo “Ramos Sucre y nosotros”, en- cuentra “que afios de creatividad literaria en Ramos Sucre corrieron paralelos a una situacin psicoldgica personal caracterizada por tormentas interiores. La misma sercnidad de muchos de sus poemss tiene un oculio aire proceloso, Ileno de peligros mentales y de advertencias metafisicas (...) basta leer con atencién sia poesia para darnos cuenta de un mundo secretamente angustiaco donde ciertos recursos Hteratios no pueden disimular el desarraigo interior’ Para Ida Grameko “lo real en Ramos Sucre es una depresién lacerante y una busqueda sin tregua de alivio... Su abandono —jcudntos abandonos de- bieron encadenarse desde el inicial de la infancia!— lo hizo convertitse en una isla animica que luché, desesperademente, con su poderosa imaginacién, por crigirsc un albergue. Peto, a fin de cuentas, no lo logré, pues su vida acabé, dejando tas de si dolientes paginas. José Antonio Ramos Sucre no fue sélo un abandonado. Releyéndolo, observamos un sentimiento de persecucién, co- mo éi alguien o muchos Lo asediasen cual supuesios victimarios” 7 “A los cuarenta afios —recuerda Sanoja Herndndez—, los materiales esta- ban dispuestos para el viaje. Su propia mano buscé la muerte, y no guitarras sonaron entonces en Ginebra, sino clavecines, y no cayenas vio a su paso, sino nemifares y la quimérica flor azul, y no muchedumbres acudieron a la agonia, sino la calaveta del simbolo, “Ja soberanfa perenne del olvido”. El 17 de julio 122Ida Grameko. “Dotiente poeta det esmalte”. Papel Literario de Ef Nacional, 14-VI-1970, 1BGustavo. Luis Carrera, “Ramos Sucre. Hazafia on Je soledad de va orgallo invicto”. Papel Literario de Ef Nacional, 14-V11970. Reider. 125Eduardo Arroyo Lameda. Artfculo citado, 126Ludovico Silva. Op. cit. p. 92. 127 1da Gramcko. Articulo citado, XLIX de 1930 el cadaver del suicida tocd tierra de La Guaira. De alli a Cumané, donde quiso descansar”.!28 Sobre el tormento de su vida escribe Carlos Augusto Leén: “La presencia del tormento es un /eif motiv, una cantinela incesantemente repetida, y los més diversos poemas, sobre los mas diversos asuntos, estén unidos por ese hilo magico, Es caracteristica del tormento tornarse obsesién, marcar con su hicrro, en veces claramente, otras en forma confusa, todo momento, toda obra, toda emocién, todo sentir”,'? “Los dltimos afios de su vida —agrega— sufrid el suplicio del insomnio nervioso, prolongado, terco, invencible, a través del cual se hacla cada vez més intensa en el condenado a perpetua vigilia, la devoradora sed de suefio, de “un suefo libre de visiones”, donde alcanzaria “‘un olvido total’. (El alumno de Violante. Ed cielo de esmalte). Habria alcanzado entonces, a los cuarcnta afios, el climax del dolor que to conducia inexotablemenie a las puertas de la desesperacién, “Ahora, el insom- nio se habfa instalade en su cuerpo con un sentido de propiedad tan vigotoso que ya el Cénsul no sabia teconocer las cosas sino a través de aquel intraso, Cada vez que abria un libro, el insomnio estaba alli, adelantdndose hacia las letras y Ilevdndolas 2 un horizonte donde él, José Antonio Ramos Sucre, nun- ca podia leerlas”,?3! X—LOS LIBROS, SU UNIDAD ‘Tres volimenes integtan toda Ia produccién de José Antonio Ramos Sucre. La Torre de Timén (1925), El cielo de esmalte (1929) y Las forma del Juego (1929). Su libro inicial Prizes de papel (1921), fue reptoducido luego, total- mente, en Ja edicién de La Torre de Timén. Esos libros solos son suficientes pata consolidar su sélido prestigio como pocos autores contemporéneos han tenido en Ia historia de la literatura venezolana. Estamos de acuerdo con el jui- cio expresado en este punto por Eugenio Montejo: “La obra poética de Ramos Sucre se condensa en tres libros que bastan para situarlo entre los autores de mayor exigencia en nuestra lengua durante las primeras décadas de este si glo”.8? Conceptuado como introvertide, apartadizo, huraito, tacado por el morbo de incurable misantropia escribid una poesia vara para su tiempo y, en cietta medida, fue un incomprendido. 138]esés Sanoja Hernandez, “Ramos Sucre vuelve a Caraces”. Papel Literatio de Ef Na. cional, 18-V1L-1376. Carlos Augusto Leén, Op. cit. p. 20. LOTbid, p. 21. 13'Tomés Eloy Martinez. “Entrada a Ia mucric”. Papel Literario de El Nacional, 7-11-1978. 132Eugeaio Montejo. Op. cit. p. 69. Sus textos responden a una sensibilidad nutrida por amargos fuegos. Obra, en general, escrita en prosa breve de trabada estructura, plena de profunda vibracién interior y en donde la imagen simbdlica apoya el dominio de la rea- lidad expresiva. Era hombre de vastisima cultura, antigua y contempordnea, pues habja estudiado a fondo las literaturas de mayor importancia universal en sus propias fuentes, por el dominio que tenia de las mas diversas lenguas vivas y muertas, tal como lo dernuestra el cat4logo de libros de Ja mutrida bi- blioteca que poseyé. El vaste mundo de conocimientos que extrajo de sus diversas y profundas lecturas lo proveyé de un rico y denso material que Juego iba a expresar en su. poesia, a través de un personal estilo —-recipiente ¢ instrumento a la vez de su atte— en que el texte litico aparece como el fruto de un proceso de orfe- brerfa semejante al que se pone en servicio para producir una joya de arte. En este sentido era selectivo y cuidadoso en extremo, poniendo en juego su don de sintesis y el afdn de perfeccién lingiiistica, de manera que fa palabra es- tuviera cargada de Ja mayor fuerza emotiva a la vez que sirviera de vehiculo formal, vinculante y expresive, de aquel mundo de extrafias resonancias de que eta poseedor: intemporal, fantastico, dominado por mgicos efluvios, impo- sible de ubicar en el espacio y evadido de Ja realidad cotidiana hacia una rea- lidad més profunda y personal, Mundo que tan bien revelaba las fantésticas persuasiones de su espiritu de solitario, de tetrafdo, de inconforme en intimi- dad perenne. Poesia hermética, Ramos Sucte —y ahora viene a reconocerse plenamente, transcurridos 50 aiios de su muerte— fue un maestro de la crea- cidn poética en Venezuela, En todo caso, es innegable que vuelve 2 nosotros, con mayor gallardia si se quiere, la enlutada figura de aque! hombre desasosegado, inconforme y perse- guido por las sombras de su propia desolacién, en busca de una més alta y doradera perfeccién estética, que hoy aceptamos sin resetvas. Y al hacerlo nos damos cuenta al mismo tiempo de cudn viva se nos muestra su poesia, de cudn vigente y robusta se nos entrega su obra, que fue de breve formulacisn, peto de amplia ¢ intensa repercusién cn el tiempo. En clla se consumicron el esfuerzo y la voluntad trascendente del poeta, aliada a una tara y brillante claridad idiomética, que no sélo perdura, sino que convence y atrae con jus- tisimo clamor contemporéneo. Ramos Sucre aparece de este modo franqueando las puertas de las més au- daces y decisivas posibilidades poéticas de este tiempo y, en tal caso, —hube de expresarlo ya— como un adelantade de fo que en la actualidad consti- tuye fundamento y apoyo esencial de los modos creadores que dominan el amplio ambito de una buena parte de la sustantiva expresidn lirica venezolana de los itimos aiios. Desde 1911, cuando flega a Caracas, hasta 1921, ao del aparecimiento de su primer libro, Trizas de papel, Ramos Sucre colabora asiduamente en las re- vistas y periddicos de Ja capital. Su iniciacién literaria se produce en las pé- ginas de El Cojo Ilustrado, apadrinado por el sabio Lisandro Alvarado, con la LI versién del prdioye lating escrito por Chauveton para la Historia del Nuevo Mundo, de Benzoni.®? Muchas de esas colaboraciones de diez aiios no fucton recogidas en libros. El autor Jas considers como simples ensayos, aunque —co- mo apunta Insansti— ellas “ya ponen de manifiesto una indudable y tem- prana madurez literaria”, A pattir de entonces se gesta su primer libro, Trizas de papel publicado en 1921 “en cdicién que pudiéramos Jamar privada, por. que Ramos Sucre Ja destind integramente a sus solos amigos. El elogio de Humboldt se conocié en folleto, dos afios mds tarde; Cultura Verezolana se encargé de difundirlo” 2 Sus trabajos iniciales, publicados en Srganos periddicas de Carucas, quizis los entendis como ejercicios preparatorios para mejores y mayores resultados. Esto por lo menos explica que no Jos haya reunido todos en volumen. Sin cm: bargo fuerza es confesar, como lo sefiala Rafacl Angel Insausti, que ellos ayu- dan a precisar un proceso crcador que se inicia en la juventud y calmina en los primeros afios de Ia madurez. gPodria afirmarse que esta ccleccién de escritos, dispersos en periédicos, no agrega nada a le fama y a Jos méritos del autor? En realided ello puede ser cierto. Pero en todo caso estos escritos iniciales representan el comienzo seguro de un poeta que ya, para entoness, avizoraba un horizonte de mayor densidad para su obra, Este es el juicio que debe adjudicarse, por lo ranto, al rescate realizado por Insausti en Las aires del presagio. Su recopilador, justifica e] rescate de csas pdginas dispersas por Ja cizeuns- tancia de que en esta seleccién “hay todo un itinerario mental v emotive, de que en él palpita una vida de escritor, con su maitana, su mediodfa y su atarde- cer’) Se refiere el compilador a un variado espectro de manifestaciones creadoras que junto a sus cartas finales presenta sus trabajos iniciales, sus bUs- quedas de un camino pera andar seguro por el mundo de la literatura, No var cilamos en recoger fas palabras, sobrias y medulates, con que Insausti presenta esos trabajos no recogiclos antes en libre: “Despunta en éstos una luz, o mds bien un pensamiento de para, de verda- dera poesia. La traduccién de poemas de Uhland, hecha directamente del ale. man, confirma los felices pensamientos a que obligaba una iniciacién tan clara y promisoria. Fl ataque a Leopoldo Lugones, a quicn califica de sofista, ats buyéndole injusta y duramente una “erudicién de revista y de manual”, es Ja de su época mejor y nos pone sobre cl terreno de convicciones politicas. “Grae nizada"’, dice del tempetamento del autor, y de sus ideas en relacién a la vida, Ja socicdad, Ios conocimicntos humanos y Ja realidad cizcundante: filosoffa del desencanto y de la absoluta soledad, sia noticias de la alegtia ni del amor. En “Residuo” quedé vibrando el acento litico de sur angustia. A José Nucete Sardi, esctitor y ciudadano de alta jerarqufa moral, somos deudores de que ese URafael Angel Insausti. Op. cit, p. 9 Bildem 135[bid. Op. cit, pp. 10-1 Lua poema haya Legado hasta nosotros. Las cartas tienen fuerza de testimonio in- sustituible, tinico, donde Ja tragedia desemboca de repente, como un oscuro soplo escaiofriante: “Yo sufto infinitamente y los insomnics anulan mis facul- tades mentales”. “Los desdrdenes nerviosos, mi descsperacién, no han cesado todavia. Son muy sigulares y me desconciertan por completo. Los insomnios siguen sicndo horribles. 5i estos fenémenos no desaparecen habré cafdo en la desgracia més profunda. Petdetia mis facultades mentales. Yo me siento he tido de muerte”, Esas carzas Jas ditigié a un amigo, a uno que lo comprendié y estuvo cetca de él cuando, desde el fago que presencié Ja amsirgura del postrer instante, lo Mamaba el misterio con pérfida voz lirica de ola y de viento que decian el poema supremo, en el cual por fin la muerte le entregaba sus claves més ocultas. Sencillas, torturadas y exentas de intencién literaria, Ramos Su- cre trazé con un solo rasgo, con unas pocas palabras, discretamente triste: “He perdido una persona afin, de alma generosa y t6nica’”, “En las lineas apre- suradas y breves de esas cartas, como en los poemas, se concentrd el tormento de aquella vida corta y tai extrafiamente dramética, tan desasi: tida de toda es- peranza y de toda ilusidn”.% Fuera de la diversidad de los elementos literarios contenidos en los textes de La Torre de Timén, esta fuera de toda duda la unidad fundamental que po- see su poesia, desde los primeros pocmas que esctibe en Trizas de papel hus- ta los que forman sus dos dliimos libros. Fsto os el proceso de una culmina. cién. Hay, on tal sentido, una continuidad integradora, una vertebracién escn- cal, cuyo punto de partida tal vez pudiera sefialerse en “F] canto eohelante”’ (de Trizas de papel), como modelo de la escritura que cl poeta va @ desattollar mds tarde. En este sentido, es légico advertir que ya en Tricas de papel estén dadas, por principio, las caracteristicas dominantes de la creacién del auto. A partir de entonces hasta sus tiltimos libros simulténeos, Les formas del fuego y EE cielo de esmalte, se revela un proceso de afirmacién y dominio del lenguaje, que se ubica, decisivamente cn el Ambit pottico, en el citcule glorioso de la poesia como forma de expresidn particular. Es incindable que en los dltimos libros se prueba una mayor destreza creadora, una més amplia entonacién He sica. De los apuntes y ensayos de diverso espectro se pasa, con seriedad y con viecién, a 1a natracién poétiea, al texto de encendido clamor. Todo lo cual nos demuestra que la diversa maestria del cucaje poético se fue afirmando a me- dida gue se avanzaba, sin sosiego, hacia Ja cxpresién concisa y terminante, en alarde de una imayinacién poblada de recuezdos y fantasmas: los recuerdos y fantasmas de un tiempo enardecido convocado por el fuego de la pasién crea- dora. Finalmente estd4n sus cartas. Ellas se transforman en un testimonio inclu- dible para comprender el trdnsito exisiencial del poeta. Especialmente Jas eseri 136 I dene, LML tas en el tiltimo afio de su vida artojan intensa luz esclarecedora sobre el fon- do cerrado e, incluso, sobre la motivacién de su poesia. Cuando se acoge a una representacién consular para buscar aires y climas salutiferos para su des- valida salud, va a entrar en un proceso mental en que la carta sustituyc a Ia manifestacién propiamente creadora, Su epistolario del pecfodo, marcado por la mas honda y dramatica tensién espiritual, integra un documento de incal- culable valot exploratorio en este sentido. Particularmente resaltan las cartas recogidas por Rafael Angel Insausti en Los aires del presagio y que é&te ca- lified como el “itinerario mental y emotivo” de Jos ultimos dias del poeta; cattas que en un descarnado estremecimiento interior “nos tevelan el padecie miente de un insomnio devastador con toda la lacerante secuela orgénica que conduce al suicidio como dolorose final” 23? Por eso, ‘a esas cartas es debido Megar, como ¢l lo hizo, slo al cabo de toda su obra, aunque ellas integren un testimonio de valor estrictamente per- sonal, fuera de toda intencién lteraria. No obstante, esas cartas remiten tan- gencialmente a ese ser insinuado en sus textos, que adopta la voluntad de su- primirse al advertir los comienzos de sus penurias fisicas: “Yo habla concebido Ja resolucién de salir voluntariamente de fa vida, al notar Ios sintomas del te- dio, al sentir las trabas y cadenas de la veje2””.28 Después del periodo de ensayo propiamente dicho (1911-1921), ya apuntado, Ramos Sucre, a los 31 afios exactamente, decide recoger en libro lo que consi- deta mas significative de esa labor. Es cuando aparece Trizas de papel (1921) y¥ més tarde, en 1923, su follcto Sobre las buellas de Humboldt. Su segundo libro La Torre de Timén, to publica en 1925, Cuenta, entonces, 35 aiios de edad. No es, por lo tanto, un libro de juventud, sino del inicio de Ja madurez Se trata de un Hbro de carécter misceléneo (ensayos, notas, discursos, narra. cidn y poesia), que contiene los trabajos sclectivas del autor en el lapso de 15 aos (1911-1925). En él refunde sus dos publicaciones iniciales Trizas de pax pel y Sobre las buellas de Humboldt. Peto, “ambos libtos primezos no fueron simplemente adosados a nuevos textos sino que el autor operd una cuidadosa reorganizacién de los materiales, lo que indica en él una yoluntad estructu- ral nitida, una concepcién del libro como un orden significativo” 3 La parte final corresponde a textos pocticos, “un conjuato de piezas que son de la mis- ma indole de las que reunird en sus pequefios voltimenes postetiores, ambos de 1929, El cielo de esmalte y Las formas del fuego”.*® BiEugenio Montejo. Op. cit. p. 83. D8idem, 1Angel Rama, Op. cit. p. 10. idem. Lay

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