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Plan de reacomodo de las élites politico-empresariales centroamericanas.

La derecha centroamericana intenta crear nuevas condiciones de “estabilidad neoliberal” y


control social y así recuperar los importantes espacios de poder politico perdidos que van
desde los movimientos de resistencia popular contra el Plan Puebla Panamá o contra el TLC
con EE.UU, hasta la victoria del FMLN en las elecciones de El Salvador en marzo del 2009.

La oligarquía centroamericana avizoraba perder el control del poder luego de casi 500 años
de ejercicio. Si bien el "castigo" a Colom y el golpe a Zelaya por la derecha y las "estructuras
paralelas" estadounidenses fue decisión temprana en el 2009, su aplicación se aceleró con
la victoria de Mauricio Funes y el FMLN en El Salvador.

Los grupos de poder económico están localizados nacionalmente pero piensan y actuan
regionalmente. Se reúnen dos o tres veces al año, hacen un balance político de
Centroamérica, planifican Centroamérica y deciden acciones.

Para alcanzar estos propósitos recurren a la persistencia y profundización de factores de


rancio carácter histórico, como los golpes de estado, que se manifiestan en los distintos
escenarios sociopolíticos que hoy caracterizan el lado oscuro de la región
centroamericana: violencia social, desigualdad y exclusión económica, narco actividad,
criminalidad creciente, impunidad, democracias golpeadas, debilitadas y “vigiladas”, en
sociedades donde predominan, aún, fuertes rasgos de autoritarismo. La derecha
centroamericana vive en “islas” primermundistas, en medio de la decadencia y la pobreza
que se extiende a casi la mitad de la población centroamericana más del 46.5%.

Esta situación lleva implícito el riesgo de que, a largo plazo, la posibilidad de construir
proyectos políticos nacionales y centroamericanos se diluya en el juego de fuerzas e
intereses de la geopolítica internacional, con claro protagonismo estadounidense.
Con el nuevo tipo de golpe de Estado consumado en Honduras, resulta evidente que
Centroamérica se ha convertido en el teatro de operaciones de las intensas batallas
ideológicas, políticas, sociales y culturales que libran los bloques Norte y Sur de América:
algunas, veladas y encubiertas; y otras, abiertas y declaradas en medio de la ebullición y la
movilización de los pueblos en defensa de sus legítimas aspiraciones de cambio.

La expansión estadounidense en la región, a partir de la década de 1990, se vio


favorecida porque durante esos años ascendieron al poder político élites
empresariales con intereses económico-regionales, más que nacionales, y vinculadas a
élites militares y a corporaciones transnacionales lo cual es una de las modalidades de
la geopolítica de Estados Unidos

El maridaje entre la burguesísa nativa y la burguesía metropolitana progresivamente ha


profundizado la condición dependiente y neocolonial de la región centroamericana.

Centroamérica requiere profundas transformaciones sociales y económicas, que no


necesariamente están vinculadas a la lógica neoliberal, sino más bien a la ruta del
desarrollo humano sostenible y responsable con el mundo natural. No obstante, para
emprenderlas se requiere un monumental trabajo político y cultural que, inevitablemente,
implica subvertir las injusticias y los privilegios sobre los que, a lo largo de la historia, se
han asentado los grupos de poder, las inefables élites, los que ahora se creen los “nuevos
dueños” de Centroamérica.

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