Sunteți pe pagina 1din 5
26 LITERATURA MEDIEVAL alo x1, «qu’es bella'n trescam, segiin dice el texto. Lo que sabemos de estas canciones exige, respecto de otros textos, una traslacién en ma- yor 0 menor grado. HANS ROBERT JAUSS ALTERIDAD Y MODERNIDAD DE LA LITERATURA MEDIEVAL Ante la actual situacién, en que tanto los paradigmas clisicos de 1a investigacién positivista sobre la tradicién como los de la interpre- taciOn idealista de la obra y del estilo estan agotados, y los modernos meétodos, tan celebrados, de la lingtifstica estructural, la semidtica, la teorfa fenomenolégica o sociolégica de la literatura no estan consoli- dados hasta el punto de constituirse en paradigmas, yo propongo jus- tificar el interés cientifico y diddctico por la literatura de la Edad Me- dia con tres razones claramente diferenciadas: el placer estético, la sorprendente alteridad y el cardcter ejemplar de los textos medievales. Como se puede deducir facilmente, en la base de esta triada se halla un conocido procedimiento de Ia hermenéutica iteraria. La experien- cia de la lectura directa o prerreflexiva, que implicitamente supone siem- pre una comprobacién de la legibilidad, constituye el primer vinculo hermenéutico necesario. La labor de mediacién o funcién hermenéu- tica del placer estético se realiza en la medida en que, a través del acuer- do progresivo o incluso, via negationis, mediante la manifestacién de cierta insatisfaccién en la lectura, se puede captar la sorprendente 0 singular alteridad del mundo desvelado por el texto. Para llegar a per- cibir esta alteridad de un pasado ya lejano, es necesario considerar y destacar sus aspectos singulares, y desde un punto de vista metodolé- ico esto puede ser efectuado como una reconstruccién del horizonte de expectativas de los destinatarios para quienes el texto fue compues- 10 originariamente. Pero este segundo grado hermenéutico no puede Hans Robert Jause, Altrtat und Modernitat der mittelattertichen Literatur, Wit- helm Fink, Munich, 1977, pp. 10-1, 1213, 16, 19-22, ALTERIDAD Y MODERNIDAD a ser el objetivo dela comprensidn (del texto), pues el reconocimiento asi logrado de la alteridad dle un Iejano mundo de textos no puede que- dar tan s6lo en-una wariante de objetivacién histérica exacerbada y realizada a través de tna diferenciacién de horizontes. Pasando por Jo que supone de extrafiamiento la alteridad, hay que buscar el signi- ficado que puede tener para nosotros, hay que plantear la cuestién del significado que persiste a Jo largo de la historia y que va mds allé de Ja originaria situacién de comunicacién, O bien, utilizando la ter- minologia de Gadamer, la diferenciacién de horizontes, en el proceso de comprensién activa (del texto), debe ser llevada hasta la fusion del horizonte de la experiencia estética pasada por el del presente. ‘Con todo, no se ha dicho «priori que se consiga la fusién de los horizon- tes. El placer estético experimentado al comienzo de la lectura de un ‘exto puede revelarse al final como un ingenuo prejuicio modernizan- te, el primer juicio estético sobre la no legibilidad puede presentarse como insuperable inctuso al final. Entonces el texto, en cuanto docu- ‘mento que tan sélo conserva ya un interés histérico, queda fuera del canon de la actual experiencia estética. Desde luego una tal exclusi6n no es una sentencia definitiva, por- que el texto que para nosotros ya no se puede concretar estéticamente, tal vez adquiera de nuevo significado para lectores posteriores. El nificado que se revela a través de la experiencia estética nace de la con- vergencia entre efecto y recepcidn; no se trata de algo atemporal y que se da para siempre, sino que es el resultado de un proceso, gradual y nunca cerrado, de interpretacién continua y productiva que, de ma- sera siempre nueva y diferente, actualiza el potencial semantico inma- nente en el texto al cambiar el horizonte de las formas de vida deter- ‘minadas hist6ricamente, Precisamemte la historia de la tradicién de la literatura medieval, con su discontinuidad tan caracteristica, muestra de manera ejemplar este proceso de formacién y conservacién, de trans- formacién y renovacién del canon estético: su sustitucién por el ca- hon estético del Renacimiento; su supervivencia durante la Tlustracién como «subliteraturan (Bibliotheque blewe, roman gothique); su tedes- cubrimiento como inicio de un proceso normativo a través de la esté- tica del cristianismo, propuesta de nuevo més tarde en forma seculari- zada en el Romanticismo; su interpretacién culta hecha por el historicismo del siglo XIX; la apropiacién de su patrimonjo por parte de las ideologias de la literatura nacional; su actual valoraeign como Puente en la continuidad de la tradicién latinoeuropea y, finalmente, LITERATURA MEDIEVAL Jos intentos atin aistados de C.S. Lewis, Eugene Vinaver, Robert Guiette, Alfred Adler y Paul Zumthor de justificar la modernidad de la litera- tura medieval con su alteridad. El estudioso 0 el conocedor de los tex- tos medievales que considere insustituible la experiencia de tal produc- cidn literaria puede intentar convencer a las personas cultas que hoy en dia no la aprecian, no ya apelando a su cualidad atemporal de obras maestras presuntamente eternas, sino més bien sugiriendo que esta i- teratura, perteneciente a un pasado extraordinariamente lejano, aun- que nuevamente ejemplar, incluso sin el reconocimiento de la condi cién de thesaurus 0 de tabula rasa, de herencia cultural o modernismo, se puede trasladar a nuestra época, si el lector recurre de nuevo a su derecho estético a un conocimiento que proporciona placer, y a un pla- cer que proporciona conocimiento. La necesidad elemental de un mundo de fantasia que aparece en ia aventura y en el encuentro amoroso, un mundo leno de misterio yen el que actia la fortuna, puede explicar el éxito de estos evergreens de la imaginacién medieval. Pero este nivel elemental no agota de nin- atin modo el placer directo que se experimenta en la lectura de textos medievales. La experiencia estética permite también a otros niveles un acceso que no requiere la mediacién del conocimienie bist6rico. Ro- bert Guiette, que ha caracterizado en la fascinacién de lo oscuro y de lo irresoluto («simbolismo sin significacién») la disposicién primaria implicita en la novela medieval, ha redescubierto también la fascina- ibn estética de la «poesia formal», el placer consciente de la varia- cin, Sus principios para una estética de la recepcién de la literatura ‘medieval se pueden recoger en una escala de modalidades de la expe- riencia estética, que distingue el proceso de recepcién segtin los géne- 108 literatios y revela la disposicién requerida para cada uno de ellos: @) drama litirgico participacién litirgica ) drama sacro necesidad de espectaculo/edificacién ©) leyenda estupor/conmocidn/edificacién 4) chanson de geste admiracién/compasin 2) poesia simbdtica desciframiento del sentido JD) novela gusto por lo indescifrado (oscuro) 2) fabliaw entretenimiento/diversion A) lirica cortesana gusto por la variacién formal Por descontado que el lector moderno no puede tener de inmedia- ALTERIDAD Y MODERNIDAD 29 to cada una de estas disposiciones. Dificilmente, sin la mediacién de Ja fe catdlica, puede predisponerse a la participacién litirgica que el drama litirgico requiere. Ademés, debe recuperar la peculiar sensibi- lidad para lo simbélico, lo invisible y Jo sobrenatural que se daba por supuesta en el lector medieval por su condicién de «lector de simbo los». Pero puede recuperarla atin, al menos hasta cierto punto, si se orienta y sigue las indicaciones del texto. Precisamente en esto consis- teel efecto particular de la seduccidn estética: en adoptar, a modo de prueba, una disposicién insolita y ampliar de este modo el propio ho- rizonte de la experiencia, Para el lector moderno, acostumbrado a va- lorar en una obra la novedad que la distingue de la tradicién vi se trata, ademés, de dar un giro a su expectativa estética, si se preten- de de él que no abandone por aburrimiento las interminables digre- siones doctas: el lector medieval podfa hallat extraordinariamente agra- dables los textos, justamente porque le explicaban cuanto ya sabia, y porque le satisfacia plenamente encontrar que cada cosa estaba en su sitio en el modelo del mundo. EI placer estético que se deriva de reco- nocer esto presupone realmente el horizonte de experiencia del mun- do medieval que nosotros ahora tinicamente podemos reconstruir. Por este motivo, el lector moderno no se lo puede representar sin una me- diacién hist6rica, Si esto le impide el acceso al placer inmediato del texto, el lector consigue en el nivel de la reflexién dos cosas: un puente siético al tipo de vida que le resulta extrafio, que vuelve a hablarle 8 través de lus fuentes literarias y le resulta mds claramente visible que 2a través de los documentos histéricos, y, por otra parte, el experimen- tar, por contraste, que también el reconocimiento, y no tan sélo la in- facién, puede definir y enriquecer el Atmbito de la disposicién esté- [1 El cardcter oral de la tradicién literaria es, sin duda, un aspecto de la alteridad de la Edad Media que hoy en dia ningtin esfuerzo her- menéutico puede reconstruir plenamente. La invencidn de la imprenta es —al decir de Paul Zumthor— el acontecimiento que, mas que nin- atin otro, nos ha delimitado la cultura del Medioevo como «el tiempo gue esté antes», El que ha crecido como lector a duras penas consigue imaginarse cémo un analfabeto puede haber visto el mundo sin la es- critura, haber recibido la poesfa sin el texto y haberla fijado en la me- moria, Aungue probablemente los modernos mass media nos han apro- ximado a la experiencia medieval de una poesia en la que no medié la obra eserita mas de cuanto lo pudiera hacer la visualizacién aislada 30 LITERATURA MEDIEVAL yssilenciosa de una lectura individual, con todo, el oyente actual dif cilmente puede adquirir aquelia mentalidad que no tenfa otra opcién que la recepcién de ofdas. De todas maneras, habituarse ala literatura medieval puede descubrirnos un placer de los textos (0 incluso just carlo, si no lo hemos perdido) que la estética hummanistica ha infrava- lorado, o hasta ha prohibido. La inmersién del lector solitario en un libro en cuanto obra, que resulta tan satisfactoria por s{ misma que llega a significar para él «el mundo», puede describir la peculiar expe- riencia del arte auténomo en la época burguesa. Pero esta relacién del individuo con la obra y su «aura» no agota en modo alguno la expe- riencia estética del texto literario. El placer del lector puede proceder hoy en dia, como sucedia también en el oyente medieval, de una dis- posicién que no implica sumergirse en el mundo, tinico en su género, de cada obra, sino una expectativa que sélo se satisface al pasar de un texto al otro, porque la percepcidn de la diferencia, de la variacion, de un modelo fundamental, siempre repetida y diferente, €s lo que pro- porciona placer. Para esta experiencia estética, que se da igualmente ‘por supuesto en el lector moderno de novelas policfacas y en el oyente medieval de chansons de geste, no es, pues, fundamental el cardcter de obra que pueda poseer tn texto, sino la intertextualidad; en el sen- tido de que el lector debe negar el cardcter de obra de cada texto en particular para experimentar hasta el fondo la fascinacién de un jue- 20 iniciado ya antes, con reglas conociclas y sorpresas atin desconoci- das. [.] Desde una perspectiva histérica retrospectiva, la situacién del hom- bre medieval se nos presenta a la vez arcaica y cargada de tradicién, tam alejada de los mitos y rituales de los modos de vida primitivos como de los sistemas de comportamientos de ia sociedad industrial, tan dis- tante de fa elemental ignorancia como de la ciencia moderna basada en la observacia. A tal propésito se puede recordar antes que nada que la distincién entre ficcién y realidad, tan obvia para la inteligen- cia moderna, no habia existido desde siempre en el mundo de la lite ratura medieval y de su piiblico. La falta de esta distincién entre reali dad poética y realidad histérica es en la Edad Media —como en otros ‘stadios arcaicos de la literatura— uno de los aspectos de su alteridad ue mas nos sorprende, En la tradicién griega y en la bfblica —en Je- néfanes y en Isafas— la acusacion de ser «solamente ficticion aparece por primera vez en la critica de la humanizacién de los dioses y de la adoracién de los fdotos, respectivamente, En la Edad Medica cristia- ALTERIDAD ¥ MODERNIDAD 31 na, a partir del siglo Xil, se produce una emancipacién de la ficcién allo largo de dos vias: en la recepcién de la matiére de Bretagne, que requiere un disfrute consciente de la ficcién, el contraste entre lo fa- buloso y lo cotidiano y, por otra parte, en la estética teoldgica de la escuela de Chartres, que asigna a la imaginacidn del poeta la elevada tarea de realizar una poesia de lo invisible que configure la representa- cidn simbélica de la realidad ideal. (...] El descubrimiento més sorprendente de C.S. Lewis (1964) es que el lugar que ocupa el hombre en ef universo esta definido de modo diferente, por un lado, por la docirina teol6gica y, por otro, por It cosmologia del modelo del mundo: para la primera, el hombre se si- tuaba en el centro; para la segunda, jen el borde del espacio! Si segui- mos las indicaciones de Lewis y nos imaginamos por un momento ta mirada precopernicana dirigida al cosmos, entonces la alteridad con- siste en esto: el observador medieval dirige de noche la mirada hacia arriba y hacia adentro del cielo estrellado, como si mirara desde més alld de los muros exteriores de una ciudad, en cambio nosotros mira- ‘mos afuera; y mientras que a él el universo entero se le aparece como un sistema de espacios, limitado, bien ordenado en distintos niveles, habitado por seres angelicales y penetrado por la luz y la miisica de Jas esferas celestiales, nosotros frente al universo infinito, vacfo, oscu- +0 y silencioso experimentamos turbacién, como Pascal ante el «silen- cio eterno de estos espacios infinitos». A esto se une también el hecho de que para el observador medieval el reino de la Naturaleza quedaba limitado a la esfera de lo mutable que hay por debajo de la Luna, lo ‘cual dio via libre a la Naturaleza para su extraordinaria carrera en el neoplatonismo de Chartres; mientras que para nosotros la ley de la naturaleza debe efectivamente gobernar el universo entero, pero sin que la naturaleza misma, tras la renuncia a la imitatio naturae, tenga yaningiin tipo de significado desde el punto de vista podtico, A la gra- dacién jerérquica de los seres en la cosmolog{a y al principio triddico segiin el cual entre Dios y el hombre, el alma y el cuerpo, como en ‘general entre todos los extremos, se hace necesaria la presencia de ins- tancias intermedias, corresponde una visién del cambio de las cosas ue es exactamente 10 contrario del concepto modero de evolucién: mientras que para la cosmologia medieval era axiomiético que las cosas perfectas preceden siempre a las imperfectas, para a ldgica evolucionis- ta de las ciencias naturales modernas rige el principio de que lo que est en ef origen no puede tener una preeminencia ontolégica sobre Io que se ha derivado de ello (no es casual que el término «primitivoy haya adop- 32 LITERATURA MEDIEVAL tado entre nosotros tn significado peyorativo). Por esto también el obje- to del arte tenia para el autor medieval un significado ya desde siempre «

S-ar putea să vă placă și