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Abstract.
Introducción.
Ese mismo año, David Bohm, físico teórico de la universidad de Londres y autor de
uno de los libros de texto corrientes sobre la teoría cuántica, sostuvo que las operaciones
del mundo subatómico sólo tienen sentido si suponemos la existencia de otras dimensiones,
mas complejas, mas allá de las que nos son propias.
El trabajo principal de este texto es enseñar con mas claridad estos acontecimientos,
así como mostrar relaciones entre ellos, subrayando las repetidas incursiones que tanto la
física cuántica como la ciencia en general están haciendo incursiones en fenómenos
naturales no comprendidos aún, a los que se les ha dado diferentes explicaciones que nada
tienen que ver con la ciencia.
Cuando uno se realiza una pregunta, esa misma pregunta ya ha determinado las
posibles respuestas, a fines del siglo pasado los físicos se formulaban la pregunta: ¿Cuáles
son los bloques de construcción básicos de la materia?. Ellos querían obtener como
respuesta algo así como pequeños ladrillos, después de algunos intentos fallidos, los
experimentos condujeron a la respuesta, la cual no era la esperada. Se formula una pregunta
y a la vez un conjunto de respuestas esperadas, a veces ese conjunto no está completo por
que ha sido formado con el conocimiento adquirido, si la respuesta no se encuentra en ese
conjunto es algo que ha salido completamente de nuestros conocimientos. Este es el punto
señalado muy convincentemente por el experimento de Aspect. Los experimentos
realizados que dieron pie a la mecánica cuántica fuera de todo conocimiento matemático y
físico, arrojaron cuestiones filosóficas difíciles de interpretar y mas de teorizar,
específicamente los experimentos de conversión de cuerpos en luz, en los cuales al parecer
esos pequeños ladrillos encontrados “decidían” como comportarse, al pasar por un rendija,
y al estrellarse en una pared sólida. Durante esa fase parece capaz, no poco literalmente, de
manifestarse como varias contra figuras probabilísticas de sí mismo y explora todos los
senderos que se le abren simultáneamente. Estos pequeños ladrillos (partículas
subatómicas), no son los únicos que tienen la facultad de existir simultáneamente en varios
estados probables distintos. Innecesario decir que la capacidad de las partículas
subatómicas para existir en más de un lugar al mismo tiempo plantea cierto número de
cuestiones muy profundas. Una de ellas involucra una controversia que se ha presentado
repetidas veces en la historia de la física cuántica: ¿qué rol desempeña el observador en
todo esto?
Por ejemplo, antes de que el fotón del experimento (conocido como experimento de
Young) de la doble ranura haya dejado su marca en la placa fotográfica, lo más que
podemos decir de ella es que parece existir al mismo tiempo en todos sus trayectos
posibles. Sin embargo, incluso después de que haya hecho impacto en la placa fotográfica
no hay manera científica de determinar con precisión dónde incidió hasta que examinamos
efectivamente la placa con la vista . Podemos determinar la probabilidad de que incida en
éste o aquel sitio, pero el fotón no sale de la niebla de sus existencias múltiples y revela su
único punto de impacto hasta que entre en escena un observador. Esto parece sugerir que la
conciencia está relacionada con la materia última constituyente del universo en un grado
mayor que lo sospechado antes por la ciencia.
El experimento de Aspect.
Tal vez el aspecto más enigmático de la teoría de Bohm es la forma en que puede
aplicarse a nuestra comprensión de la mente humana. Según el ve la cuestión, si cada
partícula de la materia se interconecta con todas las demás, el cerebro mismo puede ser
visto como infinitamente interconectado con el resto del universo. Bohm cree que
semejantes interconexiones, ante cuya concepción misma la mente vacila, podría incluso
proyectar luz sobre el fenómeno de la conciencia.
Descartes establece que las diferencias entre conciencia y materia son precisamente
las mismas que Bohm señala entre el orden implicado y el orden explicado.
Trabajando sin tener contacto con Bohm, durante la década de 1970-80, el
neurofisiólogo Karl Pribram, de la universidad de Standford, propuso también un modelo
holográfico de conciencia. En apoyo de sus conclusiones, Pribram menciona pruebas de
que la memoria no parece localizada en ningún área particular o célula individual del
cerebro y más bien parece distribuirse de alguna manera en la totalidad del cerebro. Uno de
los avances fundamentales de la neurofisiología ha consistido en el descubrimiento de
relaciones directas entre ciertas áreas cerebrales y funciones corporales específicas; se han
descubierto así, centros de habla, de la visión, etcétera. Sin embargo, ya en los años 20’s el
neurofisiólogo Karl Lashlay había establecido que el daño cerebral parcial no impedía a
una persona ejecutar funciones controladas por las partes faltantes. Hoy neurofisiólogos
como Pribram interpretan ese fenómeno como prueba de que las estructuras responsables
de memorizar y recordar no están localizadas en ninguna parte singular del cerebro, sino
que se distribuyen por el conjunto de este, en forma muy parecida a como la imagen de un
holograma está comprendida en todas las partes de ésta.
¿Qué queda en medio de todo esto, del problema mente cuerpo? Según lo ve Bohm,
si el universo es no local en un nivel subcuántico esto significa que la realidad es en último
término un tejido sin costura, y que sólo nuestros propios modos de ser nos llevan a
dividirla en categorías arbitrarias como mente y cuerpo. En consecuencia, no puede
considerarse que la conciencia esté fundamentalmente separada de la materia.
La longitud de onda de la vida
¿Les es más fácil a los niños de hoy aprender a jugar con videojuegos que a los niños de
hace pocos años? ¿Serán los adultos de la próxima generación automáticamente capaces de
entender y hacer funcionar las computadoras más rápidamente que las personas que
aprenden actualmente a manejar? La respuesta a estas preguntas, dice Rupert Sheldrake,
bien puede ser que sí. Así como el enfoque mecanicista no acierta a explicar ciertos
fenómenos subatómicos, Sheldrake considera que también deja sin resolver cierto número
de inquietantes enigmas en el campo de la biología, que es el suyo. Sheldrake propone la
existencia de una nueva clase de campo, una fuerza misteriosa que dice conectar a cada
individuo con todos los demás individuos que hubo en el pasado de su especie. Sheldrake
además sugiere que cada especie tiene una “mente grupal”, la cual puede proporcionar una
base científica que permita comprender también ciertos fenómenos físicos.
El camino que llevó a Sheldrake a formular su teoría es similar en ciertos sentidos a
la situación frente a la cual se vio Bohm. En biología, como en física cuántica, el punto de
vista ortodoxo sostiene que fenómenos tales como los organismos vivientes no son más que
máquinas complejas, gobernadas sólo por las conocidas leyes de la física y la química.
Un problema en el que Sheldrake se dio cuenta esas leyes no podían resolver fue la
cuestión de la morfogénesis. La palabra “morfogénesis” viene de la voz griega marfe, que
significa forma, y de génesis, que significa nacimiento. En ciencia e un concepto
convencionalmente aceptado es el de que, el ADN puede ser considerado un mapa o un
plano detallado del ser humano. La cuestión es: ¿Cómo una célula cardíaca sabe leer en el
ADN solamente la información que le dice cómo debe llegar a ser una célula cardiaca? Esto
es uno de los problemas de la morfogénesis.
Otro problema de la morfogénesis concierne a un fenómeno que los biólogos llaman
“regulación”. La regulación es la capacidad de un organismo en desarrollo para alterar o
regular su propio diseño si a su plan original de desarrollo le sucede algo inesperado. Por
ejemplo, en los seres humanos, si una masa celular es dividida a cierta altura de su
desarrollo a partir de ella evolucionarán mellizos idénticos y no seres humanos parciales.
Lo enigmático de la capacidad de los organismos vivientes para regularse a sí
mismos en esta forma estriba en que esto también es paralelo a las propiedades, que ya
conocemos, del holograma. Así como cada mitad del holograma contiene una versión
completa del organismo original envuelto en ella. El actual enfoque mecanicista de la
biología no ofrece ninguna explicación de este fenómeno.
Un tercer problema enigmático de la morfogénesis se relaciona con la regeneración ,
es decir, la capacidad que muchos organismos tienen para reemplazar o restaurar partes
dañadas. Si un tritón pierde una pata, puede hacer crecer rápidamente una nueva
Una vez mas como en el caso del holograma, se diría que los organismos vivos
tienen una curiosa propiedad de conservación de la totalidad. Un creciente número de
investigadores creen que los procesos aparentemente holográficos que se operan en los
organismos vivios sugieren la necesidad de tomar en cuenta una nueva visión del orden.
Campos morfogenéticos.
De acuerdo con Sheldrake, los organismos vivos no son las únicas cosas controladas
por los campos-M, Por ejemplo, durante años, los cristalógrafos han advertido un fenómeno
insólito cuya mejor explicación puede encontrarse en los campos-M de Sheldrake. Se trata
del siguiente fenómeno: cuando una nueva sustancia química se cristaliza por vez primera,
ella misma no sabe inmediatamente qué forma cristalina adoptará. Por un instante vacila
torpemente, y al fin se asienta en una estructura. A partir de ese momento, en el mundo
entero, toda vez que esa sustancia cristalice adoptará siempre esa misma forma. Sheldrake
propone que también cada forma cristalina es controlada por su propio campo-M y ésta es
la causa por la cual la repetición de una nueva forma parece facilitar cada vez más su
reproducción.
Existen un sin fin de mas ejemplos en los que la teoría de los campos-m podrían
darse como explicación.
Hecho curioso, si los campos-M son descubiertos tal vez puedan proyectar nueva
luz sobre el misterio de la conciencia misma. De acuerdo con la hipótesis de Sheldrake, los
campos-M se manifiestan como hábitos profundamente arraigados . Como uno de los
aspectos más significativos de la conciencia es su excepcional capacidad para alterar un
hábito o reemplazarlo, Sheldrake sugiere que tal vez la conciencia funcione como mediador
entre el cuerpo físico y sus campos-M. Si éste es el caso, ya no habrá ninguna razón para
suponer que nuestros recuerdos de hechos pasados se encuentran alojados ni siquiera
materialmente en nuestros cerebros. Según lo ve Sheldrake, lo que entendemos por
memoria puede resultar, por un proceso de resonancia mórfica, de que el cerebro entre en
sintonía con sus propios estados anteriores. En otras palabras, simplemente funciona como
un sistema de sintonización, antes que como un lugar de almacenamiento de recuerdos.
Conclusión.
Mas allá de la teoría cuántica, Michael Talbot, gedisa, primera edición, 1988.
El cántico de la cuántica,