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EL CAMINO DE LA ESPIRITUALIDAD

UNA PRESENTACIÓN PANORÁMICA DEL LIBRO DE SEGUNDO GALILEA


GALILEA, Segundo. El camino de la espiritualidad. Bogotá: Ediciones Paulina, 1985 (2ª. Ed.)

Por Harold Segura C.

1. Una espiritualidad para nuestro tiempo: El padre Galilea sitúa su obra en el contexto de la
búsqueda latinoamericana de una espiritualidad para el compromiso, la encarnación y la
proyección social de la fe. Él reconoce una crisis porque entiende que la espiritualidad ya no es
tan obvia para los “agentes de pastoral” como lo fue en otras épocas. Hoy se demanda más
efectividad y menos contemplación.

 En nuestro contexto el compromiso práctico desplaza a la piedad religiosa; se habla de


actitudes antes que de virtudes; se prefiere hablar de alineación en lugar de pecado; se
acude con más facilidad a una marcha de protesta que a una celebración litúrgica. Todo
esto conduce a un replanteamiento de lo esencialmente cristiano: ¿En qué consiste nuestra
identidad?, ¿qué es lo originalmente cristiano?. En breve, ¿qué es la espiritualidad?.
Parece que ante el derrumbarse de la “espiritualidad tradicional” no ha aparecido una “nueva
espiritualidad” que la sustituya.

 El autor apuesta por una espiritualidad renovada, que recupere lo mejor de la vieja tradición
espiritual de la Iglesia y que la encarne en las nuevas tareas y experiencias. Para que esta
renovación surja con fuerza debe ir acompañada de una transformación de las instituciones,
de la orientación de sus acciones y de su mística. La espiritualidad tradicional de los siglos
XVIII y XIX ya no responde a los anhelos de la nueva “psicología espiritual” del creyente
urbano, tecnológico y globalizado de nuestro tiempo. Pero no se trata de actualizar la
espiritualidad y hacerla más atractiva. De lo que se trata es de recuperar una espiritualidad
integral renovada, que no descuide los ejercicios concretos de oración, de vivencia
evangélica y de práctica de fe. “Pues una espiritualidad de actitudes sin ejercitarse ni
explicitarse termina por evaporarse” (p. 21).

 La espiritualidad es como el agua que impregna la hierba para que esté siempre verde y en
crecimiento. La hierba representa los ideales traducidos en trabajo y compromiso; el agua
es la motivación o inspiración. Y puesto que todo compromiso tiene una inspiración
(mística), se debe decir que la inspiración cristiana es distintiva: su fuente es la experiencia
de fe. La espiritualidad no es la sola entrega a una causa noble, sino los motivos por los
cuales se hace. “La mística cristiana es la motivación y referencia explícita a Jesús, a su
evangelio y a la justicia del reino” (p. 27). La espiritualidad es más que ética y actitud;
incluye disciplinas espirituales o medios religiosos que nutren la fe. La fe crece y se alimenta
por medios concretos como la oración, el contacto con la Biblia, la celebración litúrgica, y la
fraternidad vivida en la comunidad de fe.

 “Podemos definir la espiritualidad cristiana, como el proceso de seguimiento de Cristo, bajo


el impulso del Espíritu y bajo la guía de la Iglesia” (p. 32). Galilea tiene en cuenta dentro de
su teología el lugar de los sacramentos como medios de gracia y de la Iglesia como “patria
de la fe”. Una adaptación evangélica de esta definición podría decir que “es el proceso
continuo por medio del cual seguimos a Jesucristo, alimentándonos de la comunión íntima
con el Padre, bajo el impulso del Espíritu Santo y en peregrinaje fraterno con la Iglesia”
(Segura, H. Hacia una espiritualidad evangélica comprometida. Buenos Aires: Kairós,
2002).
EL CAMINO DE LA ESPIRITUALIDAD. Una Presentación panorámica del libro de Segundo Galilea. Harold Segura C.

 Los cristianos comprometidos con las acciones por la justicia necesitan desarrollar una
espiritualidad coherente con su compromiso y con su vocación de seguimiento de Jesús. En
esta vía, hay algunos valores que fortalecen la espiritualidad del compromiso liberador:
a) La convicción de que los procesos políticos y sociales forman parte de la realización del
plan de Dios como Promesa (promesa que se realiza en la historia preñada de pecado)
b) La certeza de la Esperanza, que se nutre del poder de Cristo y que es la escatología de
toda acción liberadora.
c) La aceptación a incorporarse en la muerte y resurrección de Jesús en las
transformaciones de la sociedad y descubrir la presencia de Dios en la historia.
d) La práctica de la caridad como alma de la espiritualidad que trabaja en favor de la
fraternidad, personal y social.
e) La disposición a ver a Dios en lo profano y a encontrarse con Jesús en las
ambigüedades de la situación actual. Esta disposición se traduce en acción
contemplativa, y todo creyente “liberador” debe ser contemplativo.

2. La identidad de la espiritualidad cristiana: ¿Cuáles son los componentes que hacen que
una espiritualidad sea cristiana? Su factor primordial es que ella es trinitaria:
a) Buscamos al Padre quien nos amó primero. Nos encontramos con Él y nos
identificación con su proyecto para toda la creación.
b) Seguimos a Jesucristo quien es la imagen revelada del Padre. Nos encontramos con
Dios conociendo y siguiendo a Jesús, y a Jesús se le conoce en la medida que se le
imita.
c) Vivimos por el Espíritu y ser conducidos por Él. “Dicho de otra manera, la espiritualidad
cristiana no es solamente seguir a Jesús (Cristo como Camino), sino que es al mismo
tiempo vivir la vida de Jesús (Cristo como Vida), por el Espíritu.

3. Las fuentes de la espiritualidad: Cuatro fuentes principales alimentan la espiritualidad de fe


cristiana. (a) La primera fuente es la Palabra de Dios y el evangelio. Su escucha atenta
acrecienta nuestra fe. (b) La segunda son los sacramentos de la Iglesia como símbolos de vida y
forma auténtica de encontrarnos con Cristo por medio de la fe en él y de la participación de su
vida. La eficacia sacramental proviene del hecho de que toda la acción de Jesús resucitado es
acción pascual, es decir, nos hace morir al mal y al pecado y vivir según el Espíritu. En tercer
lugar el testimonio de la Iglesia. (c) La tercera fuente es el testimonio de la Iglesia. El Espíritu ha
actuado y sigue actuando en medio de la comunidad de fe. Es en este sentido que la herencia
histórica (santos, mártires y multitud de seguidores) se convierte en una rica fuente de
espiritualidad cristiana. (d) Y el rostro del hermano es la cuarta fuente mencionada por el autor.
Amar a nuestros semejantes es la prueba decisiva de nuestro seguimiento de Jesús.

4. La conversión cristiana: Conversión es ruptura, regeneración y cambio. Se cambia la


mentalidad puesto que nos guiamos por los criterios del evangelio; se cambian las prácticas
puesto que comenzamos a actuar imitando a Jesús. La conversión es, en breve, “nuevo
nacimiento”.
La conversión es al mismo tiempo una ruptura puntual y un proceso a largo plazo que toma toda
la vida mientras seguimos a Jesús. Esta conversión como proceso extendido en el tiempo tiene
varias dimensiones: es lucha permanente con el pecado, es abnegación para tomar cada día la
cruz y seguir a Jesús, es proceso de maduración humana y, también, crecimiento en la libertad
otorgada por Cristo.
La conversión es también social. “... las exigencias sociales de la conversión son inherentes a la
naturaleza de la conversión a causa del ideal fraterno que Jesús trajo y por el cual entregó su
vida. La experiencia cristiana es experiencia de fraternidad y compromiso por construir la
fraternidad entre los hombres” (p. 156)

5. La experiencia de Dios: La contemplación y la oración permiten al cristiano la intimidad,


profunda, amorosa y oscura con el Dios vivo. La contemplación cristiana consiste en saber que
estamos en las manos de Dios y en dejar que su gracia purifique nuestras vidas del egoísmo, del

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orgullo y de los ídolos del corazón. La contemplación purifica al cristiano y dispone su corazón
para el compromiso y para la encarnación de su fe.
La contemplación tiene doble dimensión: se experimenta a Dios en sí mismo y por sí mismo, y se
experimenta en el rostro de nuestro hermano. La primera dimensión señala la realidad
trascendente de la fe; la segunda la encarnacional. Las dos se complementan y constituyen la
esencia de la espiritualidad cristiana. No es suficiente la experiencia mística de Dios, como
tampoco lo es el compromiso solidario con el pobre para fundar una espiritualidad cristiana y dar
crecimiento a la fe.

6. Exigencia del amor fraterno: La espiritualidad cristiana responde al anhelo del reino de Dios
de caminar hacia la solidaridad, la justicia plena y la fraternidad. Esa realidad debe ser evidente
aquí y ahora, en especial, en el seno de la comunidad de fe. Es “imperativo que la Iglesia sea
fundamentalmente una Fraternidad. De otro modo perdería su relevancia en el mundo y su
credibilidad será seriamente dañada” (p. 180).
Esa fraternidad está basada en la solidaridad de la fe común, es, por esencia, universal y abierta
a todos los seres humanos, y está marcada por la misericordia (compromiso y solidaridad eficaz
con los necesitados), la reconciliación (restauración de la hermandad destruida) y la madurez del
amor.

7. El amor a los pobres y a la pobreza: En el cristianismo, los pobres y oprimidos son, más
que una realidad social, una categoría religiosa y una fuente de espiritualidad. Ellos tienen que
ver con Dios. Si los servimos y trabajamos con ellos, servimos y amamos a Dios. De la misma
manera, la injusticia y la opresión resultan en ofensa directa a Dios su Creador. Es por eso que
en el Antiguo Testamento la ética de la solidaridad y de la justicia está ligada a la expresión
cúltica y religiosa del pueblo. ¿De qué sirve –dicen los profetas- adorar a Dios con pompa y
ceremonia, si se desprecia a la viuda y a los huérfanos?

8. El camino de la cruz: Los sufrimientos y contradicciones de la vida (cruces) pueden tornarse


en experiencias santificantes y liberadoras que den crecimiento a la vida espiritual. La cruz
como dimensión espiritual tiene tres categorías: (1) La cruz como limitación y vulnerabilidad
humana. En este sentido vivir el sufrimiento, la enfermedad, la frustración y la muerte a la
manera de Jesús es ya espiritualidad. (2) La cruz como muerte “al hombre viejo” (Ro. 6) y
renunciación a vivir “según la carne” (Lc. 14:33). En este sentido la espiritualidad adquiere
carácter de lucha y renunciación. (3) La cruz como el precio del discipulado radical que ocasiona
la persecución y hasta la muerte. En este sentido, la espiritualidad se entiende como riesgo
asociado al seguimiento.

9. Espiritualidad y misión: La misión se entiende como la forma eminente de seguir a Jesús


cada día. “Seguir a Jesús es colaborar con él en la salvación liberadora del mundo, que es la
extensión del reino de Dios” (p. 243). El misionero debe ser un contemplativo que sea capaz de
trasmitir, en especial, su experiencia personal de Jesucristo y de los valores del reino. Debe
adoptar la pobreza como actitud y como estilo de vida que le permita cruzar fronteras eclesiales
y culturales. Debe confiar en la misión, en la eficacia propia de la evangelización y en la eficacia
misteriosamente liberadora de la cruz. Finalmente, requiere un espíritu itinerante, provisorio y
desarraigado, al modelo de Jesús como apóstol incansable entre los judíos de su tiempo.

Algunas consideraciones para nuestro ministerio:

1) Galilea menciona los sacramentos como fuente eficaz de espiritualidad. ¿Existe un


equivalente sacramental dentro de la teología evangélica que podamos reconocer como
fuente de crecimiento espiritual?
2) Si la espiritualidad, por ser mucho más que ética y actitud, requiere de la fraternidad vivida
en comunidad, ¿Cuál es nuestra opinión acerca del papel de las iglesias en nuestro
crecimiento espiritual?
3) La renovación espiritual exige la transformación de las instituciones, afirma el autor.
Teniendo en cuenta esa afirmación, ¿qué tipo de espiritualidad quisiéramos renovar y qué

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tipo de institución necesitaríamos promover?. Sin duda, los dos aspectos forman parte de
una misma realidad.

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