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Carituto VI Las inpémiTas AMAZONAS VIVIMOS AL OTRO LADO DEL Rio AMAZONICO Y, EN SU INTERIOR, EN UNA ISLA EN MEDIO DE SU CURSO. EL PERIMETRO DE NUESTRO PAIS FORMA UNA CIRCUNFERENCIA QUE TARDARIAS EN RECORRER UN ANO: EL RfO NO ‘TIENE NACIMIENTO NI FIN. LA ENTRADA ES UNICA. “Carta” de las Amazonas al rey Alejandro, Pseudo Calistenes, III, 25. Cinco siglos antes de Cristo, el historiador griego Herédoto narra una leyenda que wvesaré milenios y penetraré varios continentes: cerca del mar Negro, a orillas del rfo odonte, vivian unas tribus de mujeres guerreras, llamadas Amazonas, que invadieron parte del Préximo Oriente aduefidndose de Efeso, Esmirna, Pafos y otras ciudades. ie entonces, la imagen de las feroces doncellas ocupa un lugar privilegiado en la imagi- ién colectiva de muchos pueblos. El elemento acudtico siempre esta presente; se ifiesta en forma de un poderoso rio o de un brazo de mar que marca la frontera entre el itorio femenino y masculino. A lo largo del siglo XVI, cuando los conquistadores se an penosamente en la selva americana, creerén combatir contra armadas de Amazo- y darn este nombre a la masa fluvial mas importante del planeta. Elorigen de las Amazonas se pierde en los albores de la Historia. Quiza la creencia nga de los Sarmatas (segtin los tiltimos descubrimientos se trataria de una rama de Sarmatas llamada Saurématas), un pueblo némada que vivid en las estepas del Volga, les Urales y del norte del mar Caspio. Para Herédoto, los Sarmatas descendian de las mas y de jévenes habitantes de Escitia (mas 0 menos el actual Turkestan). Esto expli- 2 el comportamiento especial de las mujeres de aquella region: una doncella no podia rar al matrimonio sin antes haber dado muerte al menos a un enemigo. Sea como fuera, sueologia ha demostrado que la mujer tenia un lugar particular, y quizd dominante, en iedad Sarmata: se han hallado sepulturas femeninas que constituyen el centro de un iterio; ademds, algunas mujeres solfan ser enterradas con sus joyas y peines, pero ién con sus arreos, arcos y flechas, lo que indica que esta sociedad era al menos par- nte matriarcal”™. El vocablo Amazonas provendria del nombre de un pueblo irani ha-mazan que signi- fa “guerreros”, pero la etimologia antigua lo asocia con “A”, privativo y “mazos”, ae teta, ya que de acuerdo con historiadores clasicos, desde nifias les quemaban o comprimian el seno derecho para permitirles manejar el arco con mayor facilidad. Otra versién otorga c la “A” el valor aumentativo de la a griega. En este tiltimo caso, las Amazonas serian hem- bras de pechos abundantes. Con o sin seno derecho, lo importante es que la tradicién les atribuye la organizacién de una sociedad exclusivamente femenina. Las guerreras del Termodonte Seguin las descripciones hechas por Hipdcrates el siglo V antes de J.C. y por Diodoro de Sicilia el primer siglo de nuestra era, estas mujeres utilizaban a los hombres tinicamente como un objeto necesario para la reproduccién. Los veian una vez al afio, durante un corto periodo. Si de esta unién nacia un varén, se lo entregaban a su padre; las nifias, en cambio, se quedaban con su madre y eran adiestradas en el manejo del arco, el hacha, el escudo, la jabalina y en el arte de cabalgar en pelo o cubriendo el lomo de la bestia con una gualdra- pa. En los escritos grecorromanos abundan episodios donde intervienen las guerreras del rio Termodonte. La Eneida de Virgilio, escrita el siglo I antes de J.C., relata cémo las Amazonas se inmiscuyeron en la guerra de Troya, del lado de los troyanos. Conducidas por la reina Pentesilea, invadieron Frigia para socorrer a Priamo y marcharon hasta la ciudad sitiada. En Troya, “a la cabeza de escuadrones de Amazonas, armadas de escudos en forma de luna, la fogosa Pentesilea, con sus senos descubiertos sostenidos por un tahali de oro, os6 medirse, virgen, con los guerreros”. Avanzaban resguardadas tras escudos en forma de luna. Pentesilea iba con sus senos descubiertos sostenidos por un tahalf de oro. Mataron muchos griegos duran- te la batalla, hasta que la espada de Aquiles propiné una herida mortal a la soberana™ Cuando el Héroe retiré la armadura que protegia su hermoso cuerpo, se enamoré de le reina sin vida. El combate entre Hércules y las Amazonas figura en un lugar destacado de la mito- logia griega. El semidids debié ejecutar una serie de doce trabajos; el noveno consistia apoderarse del cinturén que Ilevaba Ja reina de la nacién femenina llamada Hipélita, sim- bolo del poder que ejercia sobre su pueblo. La reina accede a la demanda de Hércules siz oponer ninguna objecién, pero la diosa Hera se indigna ante victoria tan facil, adopta l2 apariencia de una de ellas y subleva a las guerreras contra Hércules. Sorprendido por el ataque, Hércules toma a Hipélita por una reina sin palabra. Le da muerte, le arranca cinturén y emprende el regreso con su trofeo. Mas tarde, el héroe griego extermina otra nacién de Amazonas africanas obedientes a la reina Mirina, que habfan logrado dominar 2 los nimidas, etiopes, gorgones y atlantes. at Vine, 1965, 43. 134 Fragmentos del bajo relieve del mausoleo de Halicarnaso, del siglo IV antes de J.C. El escultor Scopas repre- senta con gran intensidad el combate entre los griegos y las Amazonas. British Museum. 135 ‘También figuran en la Historia Natural de Plinio, escrita en el primer siglo de nues- tra era. En el Libro VI, Plinio recuerda la existencia de una nacidn regida por mujeres: “[..] a continuacién vienen las Pandes, la tinica nacién de India gobernada por mujeres: se cuenta que Hércules tuvo un solo hijo de sexo femenino, y que esta nia, la mds querida por esta razén, recibié el reino principal. Su descendencia gobierna sobre 300 ciudades, 150.000 soldados 500 elefantes [..]”. El mito manifiesta todo su esplendor en la ya citada Vida y Hazafias de Alejandro de ‘Macedonia. Alejandro conoce a Candaules, un hijo de la reina de Etiopia que iba junto con su mujer y un pequefio destacamento a celebrar un rito enigmatico anual en el Pais de las Amazonas*®, E] macedonio decide marchar con sus hombres hacia la nacién femenina La amazona Mattei (debe su nombre a la coleccin Mattei). La estetuz representa una muchacha vestida de un corto quitén, colgado del ho= bro, que deja ver su seno izquierdo, La joven est armada de un arco, del que se conservan algunos trozos. Se distingue un carcaj apoyade sobre la cadera izquierda, La estatua serfa una copia romana de otr= hecha por el griego Fidias hacia el afio 430 antes de J.C. Museo Vatice no, Galeria de las estatuas. 2 Psevpo Caxisrenes, I, 20. 136 Recorren extraiios parajes, donde los montes se erguian hasta las nubes del cielo; los arbo- les estan cargados de frutos, pero no del tipo existente en Grecia, sino de especies peculiares: hay manzanas brillantes como el oro, enormes racimos de vid y nueces del tamaiio de melo- nes. Admiran monos tan grandes como osos y muchisimos animales exéticos por su color y forma’. En estos paisajes singulares se produce un original intercambio epistolar entre Alejandro y las Amazonas. Para impresionarlas, el rey presenta una avasalladora lista de las naciones y pue- blos que ha derrotado, subyugado e incluso esclavizado; aunque en este caso -dice- sdlo desea visitar el pats, y las exhorta a recibirlo con regocijo, para evitar asi la guerra. La respuesta es también imponente. Las Amazonas describen su manera de vivir y exaltan su grandeza en un pasaje extraordinario, verdadero resumen de todos los elementos constitu- yentes del mito: Las mds poderosas e importantes de las Amazonas saludan a Alejandro. Te escribimos para que sepas esto antes de atacar nuestros territorios, a fin de que no fracases luego deshonrosamente. Con estas lineas nuestras, te informaremos de curiosi- dades de nuestra region y de nuestro estricto régimen de vida. Vivimos al otro lado del rio Amazénico y, en su interior, en una isla en medio de su curso. El perimetro de nuestro pats forma una circunferencia que tardarias en recorrer un afto: el rio no tiene naci- miento ni fin. La entrada es tinica. Las que lo habitamos somos doscientas setenta mil doncellas armadas. Entre nosotras no se encuentra ni un solo varén. Los hombres habi- tan al otro lado del rio y habitan la tierra. Anualmente celebramos una fiesta colectiva y sacrificamos caballos a Zeus, Poseidén, Hefesto y Ares durante 30 dias. Todas aquellas de nosotras que desean perder su doncellez se quedan con los hombres. Y a todas las nifias que dan a luz, nos las traspasan en cuanto cumplen siete afios. Cuando unos enemigos se acercan para atacar nuestro pais, salimos en expedicién ciento veinte mil a caballo, mientras las restantes quedan de guardia en la isla. ¥ vamos al encuentro sobre nuestros confines, mientras los hombres, en formacién de combate, nos siguen [...] Si alguna trae el caddver de alguno de los adversarios a Ia isla, se le da por tal motivo oro, plata y manutencién para toda la vida. De modo que nosotras luchamos por la propia gloria. Si vencemos a nuestros enemigos o si éstos se retiran en fuga, les queda la marca de una vergonzosa afrenta para siempre; en cambio, si nos vencen, habran vencido s6lo a unas mujeres. Alejandro les responde recordando que ha dominado las tres partes del mundo y ‘gue sdlo les pide que hagan un gesto: dejarse ver ante los griegos, pues de esta forma ‘sceptard el tributo que quieran ofrecerle y solicita que le envien unas cuantas Amazonas a ‘ezballo para su servicio. Todo terminaré bien. Las Amazonas le conceden el privilegio de = Psevpo Catisrees, I, 21. 437 visitar su pais, se comprometen a pagar cada afio cien talentos de oro, le envian un destaca- mento de quinientas de las mejores de entre ellas y aceptan acatar el mando de Alejandro. Impresionado, éste coge la pluma para relatar su aventura a su madre Olimpfada. Las Ama- zonas -le informa- viven a orillas del rio Termodonte; son mujeres que por su estatura superan en mucho a las demés, estén dotadas de inteligencia y astucia, y son magnificas por su belleza y valor; se visten de colores floreados, portan armaduras de plata y manejan hachas de guerra. Pero no tienen ni hierro ni bronce. El rfo es grande e infranqueable, y est poblado por una multitud de animales feroces™, Anfora griega del siglo sexto antes de J.C., ¢ evoca el combate entre Pentesilea, hija de A: yreina de las amazonas, contra Aquiles. Britist Museum. ‘Todas estas escenas y paisajes se mantendrdn latentes en la memoria social europe y atravesarén los siglos para revivir cuando un destacamento de conquistadores emprenderé la navegacién de aquel enorme rio que atraviesa la selva suramericana. 34 Pseupo CaListenes, Il, 25-27. 138 Las Amazonas medievales La doctrina cristiana se sentia incémoda frente a esta creencia, sin referencias en ia Biblia, que exaltaba en las mujeres calidades bien diferentes a las recomendadas por la Iglesia. Sobrevino entonces la idea de presentarlas como un pueblo siniestro. Puesto que la tradici6n las localizaba cerca de las puertas Caspias, bien podian formar parte de los pue- ‘los impuros encerrados detras del portén de hierro, donde aguardan su momento los futuros soldados del demonio. Un tal Breidenbach publicé un tratado en el siglo XV, en el que pretende que ellas serdn los mensajeros del maligno y que su reina ha de convertirse en “capitan de las gentes inmundas”. Cuando las Amazonas fueron alineadas en las filas del Anticristo, la leyenda fue adaptada para poner en evidencia su aspecto repugnante; ahora no dejaban a los hijos varones con sus padres, sino que los ejecutaban sin piedad, para criar sélo a las hembras”®, tra reaccién consistié en domesticar a las guerreras, transformandolas en un grupo de mujeres un poco estrafalarias que vivian solas, pero incapaces de producir todo lo nece- sario para su existencia, debiendo entonces ser socorridas por sus vecinos varones. En algunos casos llegaron a ser buenas cristianas y hasta tenian un obispo. Marco Polo confirma la existencia de la nacién femenina, pero se inscribe en la corriente que endulza la terrible reputacién de las Amazonas. En el capitulo XXXVI de su Sibro aborda la descripcidn del reino de Resmacoron, la tiltima provincia de la India yendo ‘acia el Noroeste. Informa de la existencia de una isla habitada exclusivamente por muje- nes y de otra habitada por hombres, precisando las costumbres, incluso en lo quea sexualidad se refiere, y los intercambios econémicos entre ellos. Segiin el veneciano, aquellas mujeres ‘son buenas esposas durante tres meses al afio y crian a sus hijos varones hasta los 14 afios; sas vecinos de la isla “Macho” trabajan para sustentarlas, siempre en el respeto de la fe: Sobre dos islas en una de las cuales habitan hombres sin mujeres y en la otra mujeres sin hombres. ‘Més alld del reino de Resmacoron, a cincuenta millas en alta mar, se encuentran al mediodia dos islas, distantes entre si unas XXX millas, En una moran hombres sin mujeres, y se lama en su lengua la isla Macho; en la otra, por el contrario, habitan mujeres sin hombres, y se denomina aquella isla Hembra. Los que residen en estas islas forman una comunidad y son cristianos. Las mujeres no van nunca a la isla de los hombres, pero los hombres van a la isla de las mujeres y viven con ellas durante tres meses seguidos. Habita cada uno en su casa con su esposa, y después retorna a la isla ‘Macho, donde permanece el resto del atio, Las mujeres tienen a sus hijos varones consigo Gu, 1989, 36. 139 hasta los XIV aitos, y después los envian a sus padres. Las hembras dan de comer a la prole y tienen cuidado de algunos frutos de la isla, mientras que los hombres se proveen de alimento a si mismos, a sus hijos y a sus mujeres. Son excelentes pescadores y cogen infint- tos peces, que venden frescos y secos a los negociantes; y obtienen grandes ganancias del pescado, y eso que reservan gran cantidad para si. Se sustentan de leche, carne, pescado v arroz. En este mar hay gran abundancia de émbar y se pescan en sus aguas muchos v grandes cetéceos. Los hombres de aquélla no tienen rey, sino que reconocen como sefior a su obispo, pues estan sometidos al obispo de Scoiram, y tienen idioma propio”. Es posible que tales propésitos tengan un lejano asidero en Ja realidad. Marco Polo pudo haber encontrado grupos humanos que los antropélogos califican de “sistema de fi liacién por linea materna”, muy difundidos en Extremo Oriente y en Africa. En ellos, la residencia conyugal es la de la familia materna; los maridos viven ahi con sus esposas, pero es el grupo familiar de la madre quien se ocupa de la educacién de los nifios y toman las decisiones que les conciernen, Estas relaciones de parentesco, desconocidas por el veneciano, bien pudieron despertar en su imaginaci6n reminiscencias del viejo mito de las mujeres andr6fobas. Este relato perseveré. Casi dos siglos mas tarde, en el Globo de Martin Behaim, confeccionado el afio del descubrimiento de América, figura una leyenda repitiendo les afirmaciones de Marco Polo. Sobre el océano Indico se lee: “Sconia es una isla situada a 300 leguas italianas de las islas Masculina y Femenina. Sus habitantes son cristianos y tienen un arzobispo. Aqui crece el dmbar y se fabrican buenas telas de seda”.. El descubridor de América leer atentamente este pasaje del Veneciano apuntando al margen “dos islas”, “Macho Hembra” y “donde hay abundancia de émbar”®”, Aunque se sabe que Colén recibird el Libro de Marco Polo conservado en Ia biblioteca colombina después de su primer viaje, no cabe duda de que su visién del mundo, antes de atravesar el Atlantico, estaba muy influida por los relatos del veneciano. En el Nuevo Mundo, que sie pre confundié con Asia, creer percibir dos islas vecinas, en una moraban las mujeres siz hombres y de la otra partian los varones que las visitaban regularmente. EI Ymago Mundi del Cardenal D’Ailly menciona a las Amazonas, pero se content con la descripcién clasica del mito, situandolas en las proximidades de Armenia: La Armenia esté dividida en dos patses diferentes: Armenia Superior y Armenia inferior [...] La ciudad principal dio su nombre a Capadocia. Esta provincia situada al septen- tridn de Siria, toca Armenia por el Oriente, Asia Menor por el Poniente, el mar Cimeris y los campos Temisirios por el septentridn, En esos campos viven las Amazonas". 2 Saxtantza, 156, 27 Sawtasta, 156. m8 D’Anzy, 1930, 303 140 Niccolo de Conti, un compatriota de Marco Polo y también comerciante viajero, repite la leyenda de las islas paralelas, situadas a no mas de cinco mil pasos de la isla de Socotra; alli, algunas veces son las mujeres que visitan a los hombres 0 ala inversa; pero los visitantes han de volver a sus moradas antes del plazo de seis meses que el destino les ha impuesto, pues de otra forma mueren de inmediato”®. Estas noticias fueron refrendadas por los relatos del bavaro Hans Schiltberger. Cap- turado por los turcos en la batalla de Nicépolis, librada en 1396, vive durante treinta y dos aiios como esclavo del Sultén Bayaseto I y de Tamerlan. Aunque sélo conoce el Oriente hasta Samarcanda, observa atentamente el universo turco y tartaro. De retorno en Europa, relata sus viajes en el Reisebuch, bien condimentado con episodios fantasticos. Se destaca una gran victoria militar de las Amazonas Tartaras conducidas por una princesa sedienta de venganza®, Arriba. Amazonas segiin el Libro de lis maravillas que describe los via- jes de Marco Polo. Bibliothéque National Frangaise, 20810, fol. 181. Abajo.Islas de las mujeres en el Ex- szemo Oriente. Al centro la soberana gebierna espada en mano. Detalle ele plancha séptima del Atlas Ca- ‘=lén atribuido a Abrahén Cresques, sealizado en Mallorca hacia 1375. = Gu, 1989, 38. = Boosts, 1986, 140-141. 141 Estas tradiciones estan incluidas en la apécrifa carta del Preste Juan, en los relatos de John de Mandeville e incluso en fuentes portuguesas que pretenden haber escuchado de los arabes la afirmacién de que la isla de Socotra fue antiguamente la insula de las Amazonas. Para los europeos del Renacimiento, el imponente numero de escritos y de tradicio- nes orales que describian la nacién femenina habian colocado su existencia fuera de discusién. Como los seres portentosos y los grandiosos tesoros, las Amazonas se encontra- ban en el Lejano Oriente, destino final de las carabelas de Colén. Colén descubre la isla “Hembra” Apenas toma posesién de las tierras al Poniente, el Almirante interroga a sus habi- tantes, ansioso de hallar algtin indicio que lo conduzca a los tesoros descritos por Pierre Ailly, Marco Polo y las autoridades doctrinales. De esta manera se informa sobre las mu- jeres sin hombres y no tarda en encontrar la pista; el domingo 6 de enero de 1493, por primera vez cree tener noticias de que “avia una isla adonde no avia sino solas mujeres, y esto diz que de muchas personas lo sabia [...]”2'. Una semana més tarde, el 13 de enero, se apresta a salir de la isla Espafiola en misién de exploracién. El desconocimiento total de los idiomas indigenas no era un obstaculo de envergadura para el impetuoso descubridor; formula preguntas e interpreta las respues- tas a gusto de sus propios fantasmas. Asi confirma la proximidad de Cipango, del oro y de una isla de las mujeres llamada Matinino: “De Ia isla Matinino dixo aquel indio que era toda poblada de mugeres sin hombres, y que en ella ay muy mucho ‘tuob’, qu’es oro o alambre [cobre]”...””. En realidad, parece ser que la insula Matinino sea la Martinica y otra denomi- nada Carib la de Puerto Rico. Colén decide zarpar hacia estas islas, pero el calamitoso estado de sus embarcaciones impondra el retorno. El 16 de enero constata que las dos carabelas hacen agua y “no tenian algiin remedio salvo el de Dios”. Entristecido, abandona l2 ruta de las mujeres solitarias para emprender el regreso a Espafia, donde se esperaban noticias de su expedi . Sin embargo, en los tiltimos dias de su primer viaje el Almirante obtiene precisiones sobre la isla Matinino: : Dixéronle los indios que por aquella via hallaria la isla de Matinino, que diz que era poblada de mugeres sin hombres, lo cual el Almirante mucho quisiera por llevar diz que 4 los Reyes cinco o seis d'ellas. Pero dudava que los indios supiesen bien la derrota [lz ruta], y él no se podia detener por el peligro del agua que cogian las caravelas, mas diz mi ‘Vaneta, 1984, 109-110, m2 Vaneta, 1984, 115. 142 que era cierto que las avia y que cierto tiempo del afto ventan los hombres a ellas de la dicha isla de Carib, que diz questava d’ellas diez o doze leguas,y siparian nifio enbidvanto a la isla de los hombres, y si niita, dexdévanta consigo™. Colén sélo repite lo escrito por Marco Polo, pero sus informes reactualizan la creen- cia en la isla femenina. En la carta a Luis de Santangel, escrita el 15 de febrero de 1493, el primer documento oficial donde Colén informa de su descubrimiento, describe la isla Matinino como la isla mas oriental de la India: Asi que mostruos no he hallado ni noticia, salvo de una isla que es Carib, la segunda ala entrada de las Indias que es poblada por una iente que tienen en todas las islas por muy ferozes, los cualles comen carne umana... Estos son aquellos que tratan con las mugeres de Matinino, que es la primera isla partiendo de Espaiia para las Indias que se falla, en a cual no ay hombre ninguno. Ellas no usan exercicio femenil, salvo arcos y flechas, como los sobredichos de carias, y se arman y cobigan con launes de arambre [planchas de cobre], de que tienen mucho”, Tres afios mas tarde, a finales de su segundo viaje, Colén emprende una ruta dife- rente de retorno a Espafia. Cuando la flotilla se detiene en la isla de Guadalupe para cargar viveres, la recibe una Iluvia de flechas lanzadas por un grupo de mujeres. Los espafioles hacen desembarcar algunos indios cautivos, para comunicarles que desean pan de mandio- ca, Las guerreras les indican el otro lado de la isla, donde los hombres labran la tierra. Desatendiendo la sugestién femenina, el Almirante envia un destacamento de 40 hombres. Bartolomé de las Casas relata cémo la “setora” (la autoridad de la isla), perseguida por los marinos de Colén, al sentirse alcanzada: “se vuelve a él como un perro rabiando y abrazalo y da con Al en el suelo, y si no acudieran cristianos, lo ahogara”. Regresan a bordo con cinco Prisioneros. Todos ellos seran puestos en libertad para restablecer las buenas relaciones con los habitantes de esta isla, ya que estaba situada en la ruta hacia Espaiia y podria servir de escala a los navios. No obstante hubo una excepcién; la “sefiora” y su hija, deciden yoluntariamente permanecer con los cristianos, aunque Bartolomé de las Casas expresa dudas acerca de su libertad de escoger™. Los ecos de estas islas pobladas por colectividades mujeriles no tardan en difundir- se en la metr6polis. El reportero del descubrimiento, Pedro Martyr d’Anghiera, se dedica a estudiar estas informaciones e intenta una explicacién racional. Para él se trata de “donce- ‘ls cenobitas que gustan del retiro”. En ciertos tiempos los hombres las visitan “no para usos ‘smaritales, sino movidos por la compasién, para arreglarles los campos y los huertos”. En escri- ‘tes posteriores desconffa sobre las informaciones de Amazonas guerreras, que defienden a = Vanexa, 1984, 118-119. Vanes, 1984, 144-145. = De Mananuaca, 1984, 363. 143 flechazos las costas de su isla y que guardan tnicamente las hijas que resultan de su union con los canibales”*, ‘También Antonio Pigafetta, el cronista de la expedicién de Magallanes, informa de una isla femenina. Cuando la expedicién surcaba aguas extremo orientales, uno de los pilotos locales le habla de las Amazonas. El parrafo parece ser una sobrevivencia de la antiquisima creencia egipcia de que algunas mujeres podian ser fecundadas por el viento: Nuestro piloto més viejo nos dijo que hay una isla llamada Occoloro, bajo Java Mayor, donde sélo viven mujeres. Las jecunda el viento, y después, al parir, si lo que nace es ‘macho, lo matan; sies hembra, la crian. Sidesembarcan en aquella isla hombres, mdtanlos también en cuanto les es posible”. Los primeros descubridores no se apartan demasiado de las descripciones de Marco Polo, El libro del veneciano era el indispensable instrumento de estudio del Oriente. Pero algunos decenios mas tarde, cuando las expediciones intentaban internarse en las regiones selvaticas en busca de E] Dorado, del Paitit{ o de algiin reino fabulosamente rico, recobraré vida la leyenda griega en su versién casi original. Las Amazonas americanas Noticias de una nacién femenina arriban de diversos lugares del Nuevo Mundo. Estos ecos fueron recogidos por escritores de categoria. El Cronista de las Indias Gonzalo Fernandez de Oviedo, en la primera obra que intenta entregar una visién conjunta de todo lo americano, la Historia General y Natural de las Indias, terminada en Sevilla en 1535, sefiz~ Ta que existen regiones donde las mujeres son “absolutas sefioras e gobiernan sus Estados [...) y exercitan las armas [...] assi como aquella reina llamada Orocomay”. Mas adelante precis2: “[..] se pueden lamar amaconas (si a mi me han dicho verdad): pero no se cortan la tets derecha, como lo hacian las que los antiguos llamaron amaconas, porque no les estorbasse ef tirar con el arco”. Entre todos los relatos sobre el sefiorio femenino existe uno excepcional. Se trat2 de un testimonio directo, quizé él tinico, de un hombre que pretendié ver y combatir les Amazonas, La batalla entre conquistadores y feroces guerreras fue registrada por el domi nico Gaspar de Carvajal, quien perder un ojo en el combate. Esto acontecié mientras 1= expedicién de Francisco de Orellana descendia los 6.400 kilémetros del rfo mas caudaloso del mundo. 2% Citado por Dz Ganota, 1929, 74-75. mm _Prearerra, 1985, 153. 8 Citado por Dz Ganoia, 1929, 76. 144 Este prodigioso periplo comienza en Perd, cuando Gonzalo Pizarro organiza su im- ponente expedicién en busca del Pats de la Canela y de los tesoros del Rey Dorado. El cuerpo principal se compone de 220 espafioles, 4.000 indios, 2.000 perros, 200 caballos, mas algunas llamas y cerdos. Desde Quito emprenden el penoso camino del rio Napo, uno de los afluentes del Maraiién; Francisco de Orellana parte por otra senda con una pequeiia avan- zada de 23 espafioles y algunos indios, para reunirse con el grueso de la tropa en Quijos, donde Orellana recibe el grado de Teniente General. Alli tardan semanas en construir un bergantin y con el correr de Jos dias el hambre comienza a amenazar. El ejército prosigue su avance: algunos por agua otros por las riberas, pero es imposible suministrar alimentos a una armada tan numerosa. Finalmente, deciden que Orellana continuard con un destaca- mento de sesenta hombres en busca de viveres; Pizarro lo esperara algunos dias y de no tener noticias emprenderé el retorno. No volveran a encontrarse. Orellana Iega hasta los poblados de Aparia, en la convergencia del Napo con el Marafién. Los indios les proporcionan comida al pequefio destacamento, pero no disponian ni de reservas ni de medios y quiza tampoco de la voluntad de suministrar alimentos a todo el ejército, Alli comprende que regresar remontando el rio Napo es una empresa que sobre- pasa sus fuerzas. Ademis, siempre esta presente el anhelo de encontrar el oro de Omagua, el pafs Dorado y el sefiorfo de las Amazonas. Optan por descender los rios y atravesar el continente suramericano hasta alcanzar el océano Atlantico™. Fray Gaspar de Carvajal anota dia tras dia las peripecias vividas por el grupo de hombres que realizé la primera exploracién conocida del rio-mar. Construyen un segundo bergantin, el San Pedro, y en abril de 1542 emprenden la navegacién del rio Marafion y Tuego del que Hamaran Rio grande de las Amazonas. La escasez de alimentos la palian en- trando en las aldeas indigenas para exigir comida, no siempre con éxito. En las primeras semanas, dieciocho espafioles son heridos en combates, otros ocho caen enfermos y se cuen- tan al menos tres muertos. Muchas veces deben contentarse con algun guiso de monos 0 pAjaros que logran atrapar o incluso con sopas hechas de suclas viejas y otros objetos de cuero, La tinica esperanza de sobrevivir es continuar internandose en las espesuras de la floresta. Al aproximarse a la confluencia del Tefé con el Amazonas reciben noticias de la nacién femenina. Carvajal anota que los indios le dijeron que “ibamos a ver los amurianos que en su lengua Haman coniupuyara, que quiere decir grandes seftoras, que mirdsemos lo que haciamos, que éramos pocos y ellas muchas, que nos matarian; que no estuviésemos en su tierra [..°2". Los amurianos 0 coniupuyara designan poblados de mujeres guerreras, sefial de que se acercan al sefiorio de la belicosas sefioras. Levies, 1976, 115-127. = Diaz, 1986, 54, 145 En esos parajes, la vegetacién insospechada, la inmensa gama de verdores, los peli- gros que acechan en todo momento y la anhelada proximidad del oro, zno evocaban acaso los paisajes donde Alejandro encontré a las Amazonas? Muchos conquistadores, durante su humilde infancia en sus tierras natales, habian probablemente escuchado a curas que en sus prédicas describian con especial ahinco el Paraiso Terrenal y sus alrededores, no sin agregar algunos coloridos pormenores en sus vehementes interpretaciones de las Escrituras. También habian de recordar los tiempos de su nifiez en Extremadura o Andalucia, cuando trovadores y juglares visitaban villorrios y ciudades para contar las hazafias del rey Alejandro y otras hermosas gestas de tiempos pretéritos. Ahora ellos imaginaban haber conseguido llegar a las mismas tierras que recorrie- ron los ejércitos del macedonio; crefan contemplar los mismos paisajes, temer las mismas amenazas y, para completar el cuadro, :no vivian las Amazonas a orillas de un inmenso rio infranqueable, poblado por animales feroces, que hacia de frontera entre ellas y el pais masculino? Todo parecia indicar que se internaban en tierras fabulosas, donde la mitologia adquiria vida. El dia de San Juan, mientras navegan cerca de la orilla en busca de un sitio para detenerse, entran en contacto con mujeres guerreras. Cuando divisan un pueblo, Orellana ordena que los bergantines se aproximaran a la ribera, para apropiarse de los alimentos. Los indios resisten con bravura; responden los arcabuces y ballestas espafiolas, matando 2 muchos. Pero los naturales no cejan, y disparan tantas flechas que los hispanos no logran ampararse y remar al mismo tiempo. Antes de alcanzar tierra ya habia cinco heridos, el cronista Carvajal entre ellos. En la orilla contintia el combate cuerpo a cuerpo durante més de una hora. Los indios pasan por encima de sus muertos y contintian guerreando. Cuando Orellana ve aproximarse refuerzos indios, ordena apresuradamente la retirada. Apenas consiguen eludir la flota de canoas que los persiguen. Tal resistencia -escribe el Fraile- sdlo se explica por la presencia de las Amazonas: Quiero que sepan cudl fue la cabsa por qué estos indios se defendian de tal manera. Han de saber que ellos son subjetos y tributarios a las amazonas, y sabida nuestra venida, vdnles a pedir socorro y vinieron hasta diez o doce, que éstas vimos nosotros, que anda- ban peleando delante de todos los indios como capitanas, y peleaban ellas tan animosa- mente que los indios no osaron volver las espaldas, y al que las volvia delante de nosotros le mataban a palos, y ésta es la cabsa por donde los indios se defendian tanto. Estas mujeres son muy blancas y altas, y tienen muy largo el cabello y en trenzado y revuelte ala cabeza, y son muy membrudas y andan desnudas en cueros, tapadas sus vergiienzes con sus arcos y flechas en las manos, haciendo tanta guerra como diez indios; y en ver dad que hubo mujer de éstas que metid un palmo de flechas por uno de los bergantines, y otras que menos, que parecian nuestros bergantines puerco espin. 146 Tornando a nuestro propésito y pelea, fue Nuestro Seftor servido de dar fuerza y dnimoa nuestros compafieros, que mataron siete u ocho, que estas vimos de las amazonas, a cabsa de lo cual los indios desmayaron y fueron vencidos y desbaratados con harto dafio de sus personas; y porque venian otros pueblos mucha gente de socorro |..] mandé el Capitan que a muy gran priesa se embarcase la gente, porque no queria poner arrisco la vida de todos, asi se embarcaron no sin zozobra, porque ya los indios empezaban a pelear, y mds que por el agua venia mucha flota de canoas y ast nos hicimos a largo del rio y dejamos la tierra’, Después del combate, los hispanos impresionados estén avidos de informaciones. ‘Orellana interroga a un indio prisionero por medio de un vocabulario de términos locales eonfeccionado por él mismo. Sus respuestas constituyen una hermosa descripcién del mito las mujeres sin marido en América. El indio pretende venir de un dominio que se extendia sobre 150 leguas, pertene- siente a un gran sefior tributario de las Amazonas, llamado Couynco. Ellas viven tierra dentro, a siete jornadas de la costa. £1 mismo habia visitado varias veces el pais de las Amazonas cuando transportaba el tributo que su sefior les enviaba. Estas mujeres son mu- chas; viven en mas de 70 pueblos construidos de piedra, con puertas de entrada custodiadas por guardias y con numerosos caminos entre ellos. Las que vieron los cristianos habian ‘yenido a ayudar a Couynco a proteger la ribera. Cuando les viene aquella gana -contintia- hacen Ja guerra a un sefior vecino y traen ‘indios prisioneros a su pais. Los guardan el tiempo que se les antoja. Cuando se sienten prefiadas los envian de vuelta sin hacerles ningtin mal. Si paren hijo le matan o le envian con sus padres, si hija la crfan con solemnidad y la imponen en cosas de la guerra. Hay grandes riquezas en ese pais; toda la vasija de las sefioras principales es de oro y plata, mientras que las plebeyas se sirven en vasijas de palo o de barro. Todas ellas estan sujetas 2 la jurisdiccién de una sefiora Ilamada Cofori. En la ciudad principal donde reside esta sefiora hay cinco adoratorios dedicados al sol Ilamados caranain, 0 sea casas del sol. Por dentro, sus techos estdn pintados de diversos colores y se encuentran muchos idolos feme- ninos de oro y plata y muchos utensilios de los mismos metales para el servicio del Sol. Las Amazonas se visten de ropa de lana muy fina, ya que en esa tierra hay muchas ovejas del Perii (lamas 0 alpacas); llevan mantas cefiidas desde los pechos hasta abajo y otras como manto abrochadas por delante con muchos cordones. Portan coronas tan anchas como dos dedos. Esta tierra -concluye el indio- esta poblada por camellos (llamas) que sirven como bestias de carga y se observan en ella dos lagunas de agua salada. Existe una orden segiin la cual a la puesta del sol todo indio macho debe retirarse de estas ciudades. Tienen muchas = Diaz, 1986, 8081. 147 provincias e indios vasallos que son sus servidores y les pagan tributos. No obstante, con otros pueblos estan en guerra. ¢Entendié Orellana las respuestas del indio prisionero? Se pueden expresar dudas sobre la calidad del vocabulario que permitié mantener el didlogo, como del libre albedrio del cautivo, mas interesado en responder a gusto de los conquistadores para recuperar su libertad que de informarlos de las caracteristicas de su tierra. Pese a esto, las respuestas poseen cierta coherencia; todo parece indicar que el indio se refiere a la civilizacién inca. Los pueblos de piedra bien custodiados, las vasijas de oro y plata, los adoratorios consagra- dos al Sol, las finas vestimentas de lana, la presencia de lamas y los pueblos tributarios, todo esto no es mas que una descripcidn de la civilizacin inca a la que se afiade la antiqui- sima tradicién segin la cual las Amazonas conservaban sélo sus hijas. Aunque la narracién del combate y el interrogatorio del indio se encuentran a po- cas paginas de distancia, las descripciones son contradictorias. Por una parte, se presentan feroces guerreras casi desnudas y por otra refinadas sefioras, elegantemente vestidas y rodeadas de finos objetos. Una corresponde a un testimonio directo, la otra a una interpre- tacién errénea. Tanta era la fuerza del mito que los conquistadores no pensaron un instante que las descripciones del indio correspondfan perfectamente con su lugar de procedencia. En septiembre de 1542, el destacamento alcanza finalmente el océano Atlantico y Mega a la isla de Cubagué, donde les hacen una recepcién triunfal. Fray Gaspar de Carvajal regresa a Lima por el rio Parana, mientras que Orellana parte a Espafia para conseguir los apoyos reales para armar una nueva expedicién, esta vez equipada de artilleria. En eso estaba cuando lo sorprende la muerte. Dos afios después, Sebastian Caboto disefia en Sevi- Ila el primer mapa en el que aparece todo el rfo, incluyendo la inscripcién Rio de las amazonas que descubrio Francysco de Orellana. En el lugar donde se libré el combate dibuja mujeres indias disparando con sus arcos contra espafioles de casco, escudo, espada y armadura. Las Amazonas habian dado su nombre al rio mas extenso del orbe. En el Rio Grande de las Amazonas Casi veinte afios mas tarde, en 1559, la armada del navarro Pedro de Urstia empren- de navegacién del rio Maraiién, en busca del El Dorado y de las riquezas del pais de los Omaguas. Luego del asesinato de Urstia, la expedicién conducida por el tristemente céle- bre Lope de Aguirre, se transforma en una sérdida serie de crimenes que concluye con la muerte de este tiltimo en Barquisimeto. Serd necesario esperar mas de medio siglo para que algiin europeo decida desafiar nuevamente al ambiente amazénico. Esta vez la motivacién era politica. A principios del siglo XVI, cuando los reinos de Espaiia y Portugal se hallaban unidos bajo una misma monarquia, Francia, Holanda e Inglaterra intentaban instalar factorias en el litoral brasilefio, 148 Detalle de mapamundi de Sebastién Caboto, Sevilla (1544). Uno de los primeros planisferios que engloban el estado de los conocimientos geograficos poco después de los descubrimientos. Figura por primera ver el “Rio e las amazonas que descubrio Francysco de Orellana”. Al Norte del rio, més o menos en el lugar donde Carvajal describe el combate contra las Amazonas, aparecen tres ciudades. Al Sur, dos Amazonas se aprestan a disparar sus flechas contra dos conquistadores armados de espadas y protegidos por armaduras y escudos. Bibliotheque Royale de Belgique. 149 desafiando asi al imperio espafiol-portugués. Por esta razdn se reemprende la exploracién del Amazonas. En 1617, desciende el rio una pequefia expedicién organizada por los frailes Brieva y Toledo. Buscan explorar las posibilidades de contacto entre los Andes y el litoral Atlantico, Este viaje, conocido como el de los dos legos franciscanos, no encuentra gran opo- sicién entre los habitantes de las riberas, quiz porque no constitufa una amenaza directa. A su regreso, en compafifa del Capitan de origen portugués Pedro Texeira, se transforman en los primeros europeos en remontar el Amazonas hasta llegar a San Francisco de Quito. Texeira era un hombre de su tiempo. Habia tomado parte en los combates contra ingleses y holandeses y participado en expediciones que remontaron el rio Tapajos para capturar esclavos entre los habitantes de sus riberas. La llegada de los legos franciscanos al delta del Amazonas le da la ocasién de organizar el viaje de vuelta para intensificar las relaciones con las grandes ciudades espafiolas del Virreinato de Perd. En Ja crénica anoni- ma del periplo®*figuran las Amazonas, ligeramente diferentes a las de Carvajal. Los indios Omaguas -nos dice- dialogaron con un soldado que entendia su lengua. Le dijeron que ellos iban una vez al afio a la banda del Norte a visitar mujeres con las que vivian dos meses, se trafan a los hijos y las hijas se quedaban con sus madres. Sus convivientes tienen un solo pecho, son muy grandes, y estan emparentadas con hombres barbudos. “A estas indias se les llama comtinmente Amazonas”, concluye el cronista™®. En Lima, el Virrey dispuso que Texeira retornara acompafiado de dos personas cali- ficadas para dar fe a la corona de todo lo visto y descubierto en los viajes por el rio. Fueron designados el profesor de teologia de la Universidad de Quito, Andrés de Artieda, y el Rector del Colegio de la Compaiifa de Jesiis, Cristébal de Acufia. La armada salié de Quito en febrero de 1639, para llegar a la ciudad de Paré en diciembre, en visperas de la fecha en que Portugal se emancipé de la monarquia espafiola. Dos afios mas tarde, el jesuita publicé el Nuevo descubrimiento del gran rio de las Amazonas. Acuiia sitda en las riberas del rio Japurd, un afluente del Amazonas, el pais donde estd el mitico lago Parime: “el deseado lago Dorado que tan inquietos tiene los dnimos de toda a gente en Perti. No lo afirmo de cierto, pero algtin dia Dios querrd que salgamos desta perpleji- dad”**. Mas adelante, los indios Tupinambos le proporcionaron informaciones sobre las Amazonas. Aunque nunca las vio, sus entrevistados fueron tan convincentes que despeja- ron toda duda en el reportero de la corona: “Los fundamentos que hay para asegurar provincia de Amazonas en este rio, son tantos y tan fuertes, que seria faltar a la fe humana no darles crédito”. Diaz, 1986, 32-33. Este texto de la expedicidn de Texeira fue publicado por primera vez en 1889 por et erudito espafiol Marcos Jiménez de la Espada, quien lo atribuye al jesuita Alonso de Rojas. mm Diaz, 1986, 244. 2 De Acusa, 1716, 157-158. 150 Amazona seduciendo a un indio desde su hamaca, segtin el ritual descrito por el jesuita Cristébal Acufia, Edicién holandesa de la relacién de De Acuita, 1717. Un siglo después de Orellana, mas o menos en la misma regién, Acufia afiade nue- informaciones sobre un curioso método de seduccién en tiempos de las visitas masculinas: Son mujeres de gran valor y que siempre se han conservado sin ordinario comercio de varones y aun cuando éstos por concierto que con ellas tienen, vienen cada aiio a sus tierras, los reciben con las armas en la mano, que son arcos y flechas, que juegan durante algiin tiempo, hasta que satisfechas de que vienen de paz los conocidos, y dejando las armas, acuden todas a las canoas, 0 embarcaciones de los huéspedes y cogiendo cada una Ta hamaca que halla mds a mano que son las camas en que ellos duermen, la llevan a su casa y colgdndola en parte donde el duefio la conozca, le reciben por huésped aquellos pocos dias después de los cuales ellos se vuelven a sus tierras, continuando todos los arios este viaje por el mismo tiempo. E] jesuita asegura divulgar informaciones que escuché y confirmé. Fueron tantas Zones y tantos los idiomas que le informaron de ellas que no hay riesgo de error. Cuando da pregunta sobre la localizacién del sefiorio de las Amazonas, le responden que esté na region montafiosa: “Tienen esas mujeres varoniles su asiento entre grandes montes y ites cerros”*, Noventa y siete afios antes, el indio interrogado por Orellana habia De Acuna, 1716, 183. 151 respondido de forma similar; se trata quizd de una nueva referencia india al esplendor del extinto imperio inca. ‘Todas las relaciones sobre las cuatro primeras expediciones que descendieron 0 remon- taron el Rio Grande de las Amazonas pretenden haber visto o al menos haber tenido noticias ciertas sobre la nacién femenina. Habra muchos otros. Buena parte de las crénicas de los con- quistadores durante los dos primeros siglos de colonizacién vendran a confirmarlas. En otros lugares de América E] bavaro Ulrico Schmidl también fue seducido por aquellas mujeres inalcanza- bles, Por razones desconocidas, viaja hasta Sevilla, donde se embarca como soldado en una flota rumbo al estuario del Plata, Durante veinte afios, entre 1534 y 1554, participara en expediciones que se internaron en el corazén de América en busca de reinos dorados. Recorreré Ja Pampa Argentina, el actual Paraguay y el Gran Chaco hasta los confines de! Pert, De regreso a su pueblo natal, en Baviera, escribe una relacién histérica de se experiencia. El relato es crudo. Figuran las matanzas de innumerables indios y los padecimientos de los conquistadores. Cuando habjan remontado una buena parte del rio Paraguay, los naturales de le zona les informan de la existencia de las Amazonas: .. y el rey pregunté a nuestro capitdn cudl era nuestro deseo e intenciones y a dénde famos. Respondisle nuestro capitdin que buscdbamos oro y plata, a lo que el rey le di una corona de plata que pesaba un marco y medio poco mds 0 menos, ademds de une plancha de oro que tenia un palmo de largo y medio de ancho, asi como un brazalete, que es medio arnés, y otras cosas mds de plata, diciendo a nuestro capitén que no tenia mas. y que las mencionadas piezas las habia ganado y conquistado hacia tiempo en une Suerra contra las amazonas. Cuando nos hablé de las amazonas y de su gran opulencia, tuvimos gran contento, v cl punto nuestro capitan pregunté al rey si podriamos legar alli por agua y qué lejos estaban. Este nos dio por respuesta que no podriamos llegar con los barcos, sino que deberiamos marchar por tierra y que tendriamos que viajar dos meses seguidos. Despuds de escuchar la relacién del rey quedamos totalmente determinados a marchar a las amaze- nas, como se dird més adelante. La continuacién del texto es especialmente esclarecedora sobre la fuerza del mits: En realidad, Schmid] nunca vio alguien que evocara las Amazonas; sélo escuché algunos ecos de la nacién femenina. Esto fue suficiente para despertar en su imaginacién la fébule milenaria. Crey6 comprender que las Amazonas viven en un lugar rodeado de agua, le hombres las visitan durante un periodo, guardan Jas nifias y se deshacen de los varones, les 152 queman el seno derecho, son guerreras y también ricas, aunque esta vez la fortuna esta custodiada por personas de sexo masculino. Como muchos otros, el bavaro sentia que se aproximaba a Jas tierras encantadas donde se desvanecian los limites entre realidad y fan- tasia: Estas amazonas son mujeres, y sus maridos vienen a verlas tres 0 cuatro veces al aito. Si una mujer queda embarazada de un nifio varén, lo manda al hombre; pero si es hembra, se la queda, le quema el pecho derecho para que no pueda crecer. Y la causa por lo que hacen tal es que utilicen mejor las armas y los arcos, pues son mujeres belicosas que hacen la guerra contra sus enemigos. Viven estas mujeres en una isla rodeada de agua, y es una gran isla. Si se quiere llegar a ellas, hay que ir en canoas. Pero en esta isla las amazonas no tienen oro ni plata, sino en Tierra Firme, que es donde viven los hombres. Alli tienen grandes riquezas. Son una gran nacién y tienen un rey que debe llamarse Tiiis, igual que el lugar que se nos indicd™*, Marcharon con el agua hasta la rodilla, a veces hasta la cintura dice Ulrico- y sin sosiego ya que las moscas diminutas no los dejaban en paz. Llegaron hasta el pais de los orthueses. La regién estaba anegada, y plagas de langostas destruian los escasos alimentos. Los cristianos intercambiaron cuatro planchas de oro y aros de plata contra hachas, cuchi- los, rosarios y tijeras, pero como la progresién se hacia cada vez mas dificil y les quedaba poca comida, debieron renunciar a las Amazonas y emprender el retorno. En 1555 habla de ellas un intelectual de la época, el franciscano francés André Thevet, “cosmographe du roy” de Francia, después de una estadia de diez semanas en Brasil. Habja desembarcado enfermo y permanecié en cama hasta el retorno. Esto no le impide secopilar numerosos escritos hechos por otros miembros de la expedicién, que mas tarde Publicaré en Francia con su firma. Un capitulo seré consagrado a las Amazonas. Aunque sarece de testimonios directos, los relatos de la expedicién de Orellana lo impresionaron a = punto que se lanza en grandes elucubraciones para interpretar el origen de las indias ‘merreras. Para él las mujeres que combatieron contra los espafioles son las Amazonas, “ya vivian exactamente como vivieron, segiin lo que sabemos, las Amazonas de Asia”. Se dice después de la guerra de Troya se dispersaron por el mundo, o que emigraron de Grecia ia Africa, donde un rey cruel las expuls6. En América -continda Thevet- se las encuen- en islas y viven en pequefias habitaciones o en cavernas. Se alimentan de peces y de tias salvajes. Sus enemigos las hostigan continuamente; se defienden con amenazas, idos y gestos horrorosos, parapetadas detrds de caparazones de grandes tortugas. Dan trato inhumano a sus prisioneros. Para darles muerte los cuelgan de una pierna a la de un arbol. Al cabo de un tiempo, cuando vuelven, si el desafortunado atin esta con Je disparan diez mil flechas y encienden una hoguera para reducirlo a cenizas®”, ‘Scunup1, 1986, 68-69, ‘Tuever, 1983, 163-168. 153 E] sucesor del cosmégrafo del rey de Francia, Jean Mocquet, volvié a repetir los topicos habituales de la f4bula, pero reemplazando la mutilaci6n ritual por una simple extraccién de la leche de la mama derecha™. Las noticias sobre las Amazonas se multiplican. Las informaciones son recurrentes: para todos eran tan ricas como inalcanzables. Juan de San Martin y Alonso de Lebrija hablan de ellas en su Relacién del descubrimiento y conquista del Nuevo Reino de Granada, entre 1536 y 1539. En el valle de Bogoté tuvieron noticias de una nacién de mujeres que viven por si sin LES SINGVLARITEZ mes beliqunfs de neflre Amerique, retirées et for ties en leurs ifles, fant coustumierement affaillies de Tesrs ennemois,qui les vont chercher par fas Peawasec argues co autres Yailfeanie » he a conpsde fefohes.Ces femmes a contraire [édefendent de maf msn agnfiment ie menafies,hurlemens,escon- senances les plus efpowuentables qu'il of pofible. El- Les fant leurs rempars defesilles de tortues, grandesen toute dimenfion . Le tout comme ‘Yous pounez oir a Pail par laprefente figure Et pource qs il Viens d pro~ pos de parler des Amazones , nonsen elcrirons quel~ Mustracién del libro del franciscano André Thevet, Les Singularités de la France antarctique, editado en Amberes on 1558. Las Amazonas armadas de lanzas, arcos y fechas, protegidas por escudos hechos de caparazones d= tortuga, rechazan a sus enemigos masculinos que desembarcan en su territorio. Dibujo de Jean Cousiz. Bibliotheque Royale de Belgique. m8 Duvtors, 1985, 49. 154 indios entre ellas. No pudieron Hegar hasta ellas a causa de la infinidad de montaiias que Sabia en el camino, pero lograron saber que “es innumerable el oro que tienen”. Hernando de la Ribera, declara en Asuncién del Paraguay, en 1543, que tuvo noti- sias de mujeres que hacen la guerra con los indios chiquitos y que “en cierta época del atio se Juntan con los indios comarcanos”. Agustin de Zarate, en su Historia del Peri, publicada en Amberes en la segunda mitad del siglo XVI, dice que adelante de Chile, gobierna un gran sefior de nombre Leuchengorma. Afirma que sus indios vasallos dijeron a los espafioles que “cincuenta leguas mds adelante ai entre dos Rios una gran Provincia toda poblada de Mugeres que no consienten ‘hombres consigo, mas del tiempo conveniente a la generacién, i si paren Hijos los embian a sus Padres, isi Hijas las crian”. Luego afiade que “la Reina de ellas se llama Gaboymilla, que en su lengua quiere decir Cielo de Oro, porque en aquella tierra diz que se cria gran cantidad de oro”... En la misma época, el cosmégrafo Juan Lépez de Velasco, en su Noticia del Dorado 0 Nueva Extremadura, informa que en las proximidades de la laguna de El Dorado, se en- cuentra “...una provincia de mugeres que Taman las Amazonas, que no tienen hombres?...2°., El corsario inglés Walter Raleigh, famoso por sus descripciones de Fl Dorado, logré situar las tierras de las Amazonas “al sur del rio, en la provincia de Topango. Sus principales fuerzas estdn en islas, a sesenta leguas de la desembocadura”™, Y la lista contintia. Nufio de Guzman las buscé en México; en Colombia, los hombres de Jiménez de Quezada las aproximan sin verlas; a los del Capitan Hernando Ribera se les ~ ccultan en las Hanuras inundadas del Paraguay". Las indagaciones de La Condamine El francés Charles-Marie de La Condamine intentaré explicar el mito de forma més racional. Parte a América entre 1735 y 1744, enviado por la Academia de Ciencias de Paris, como miembro de una expedicién cientifica que debia medir un arco del meridiano en las. proximidades del Ecuador. Desciende el Amazonas desde Quito hasta su desembocadura. Ademés de realizar importantes estudios sobre el caucho, se interesa en el sefiorio femenino, Una vez concluidos los trabajos, publica en 1745 la Relation abrégée d’un Voyage jait dans Vinterieur de Amérique méridionale. Los escritos de La Condamine reflejan una nueva for- ma de tratar la informacién. Buena parte de sus predecesores mezclaban lo visto ylo escuchado con sus impresiones, y en raras ocasiones analizaban sus fuentes, Esta vez no se trata de conquistadores de oro o de almas, sino de cientificos. Probablemente, La Condamine = Las citas han sido extraidas de Dr Gavia, 1929, 82-86. RaLeiou, 1722, 178-179. = Drourer, 1963, XV. 155: obtuvo informaciones similares a las que un siglo antes habia recogido Acufia, pero sus conclusiones fueron mucho mas cuidadosas. Durante su periplo, el francés, cada vez que la ocasi6n se presenta, consulta a los indios sobre las Amazonas y constata que todas las respuestas “tienden a confirmar que hubo en este continente una Reptiblica de mujeres que vivian solas, sin hombres entre ellas, y se retiraron hacia el Norte, tierras adentro, por el rio Negro o por uno de estos [rios] que bajan por el mismo lado del Marafién [nombre dado al Amazonas peruano]”*”. En Coari, 500 kiléme- Imégenes que ilustran las afirmacio- nes André Thevet, en Les Singularités de la France antarctique: “Para darle muerte (a sus prisioneros} los cuelga de una pierna a na alta rama de un bol; luego de dejarlos asi un espacio de tiempo, cuando vuelven, si por azar ‘ain no ha expirado, le tiraréin diex mit flechas; y no lo comen como lo hacer otros salvajes, sino 10 pasan por el fueze hasta que quede reducido a cenizas. Ade ‘mas, cuando estas mujeres avanzan para combat, emiten gritos horribles 1y maravillosos para aterrorizar sus ene migos”. Dibujo de Jean Cousin Bibliothéque Royale de Belgique 22 LA Conan, 1981, 84-85. 156 tros al Oeste de Manaus, entrevisté a un indio anciano, cuyo abuelo pretendia haber visto a un grupo de cuatro Amazonas que caminaban hacia el rio Negro. En base a otros testimo- nios, recogidos en diferentes lugares de la cuenca del Amazonas y en la Guayana, concluye que para los indios esta nacién de guerreras se habrian refugiado en una zona montafiosa, en el centro de la Guayana, donde ni franceses ni portugueses habjan penetrado. Los testimonios abundan -continiia La Condamine- pero no las pruebas concretas. Esimprobable que tal nacién exista atin, sin que los indios vecinos, que sf estan en contacto con portugueses y franceses, ignoren totalmente su presencia. Quiz4 emigraron o perdic- ron sus antiguas costumbres, lo que pareceria mas probable. Resuelve el problema creando una hipétesis original que integra la eventual existencia de las Amazonas en la realidad americana del siglo XVIII. Yo me conformaria con destacar que si alguna vee pudieron existir Amazonas en el mundo, es en América, donde la vida errante de las mujeres que siguen a menudo sus maridos en la guerra sin que por eso sean més felices en la vida conyugal, tuvo que insinuarles la idea asi como proporcionarles oportunidades frecuentes de zajarse del yugo Amazones allant a la guerre Forme de dancer des Caribe4 Grabado que ilustra los Voyages en Afrique, Asie Indes orientales et occidentales de Jean Mocquet (1665). Explica que las Amazonas no se mutilan un seno, sino solamente que hacen salir la leche. Asi manejan el arco con facilidad. Ademés supo que eran de gran tamafio y se peinaban los cabellas de su naturaleza. 157 de sus tiranas, buscando establecerse en un lugar donde pudiesen vivir de manera inde- pendiente, y al menos escapar a su condicién de esclavas y bestias de carga. Una tal decisin, tomada y ejecutada, no seria mds extraordinaria ni mds dificil que lo que ocurre cotidianamente en todas las colonia europeas de América, donde con demasiada frecuencia, esclavos maltratados o descontentos huyen hacia los bosques, en grupos 0 solos, sino encuentran con quien asociarse, y alli pasan varios aiios, cuando no toda su vida en la soledad”®. A pocas décadas de la Revolucién Francesa, ya no se esperaba encontrar una na- cin femenina sino saber si alguna vez habia existido. Hasta ahora, la relacién de Gaspar de Carvajal constituye el tnico testimonio direc- to de alguien que haya visto y luchado contra un grupo de indios entre los que se contaba una docena de mujeres combatientes. Sin embargo, las noticias sobre las Amazonas son demasiado numerosas y distantes entre si para concluir en un puro producto de la imagine- cién. Es imposible considerar todas las opiniones e intentos de explicacién de historiado- res, antropélogos y folcloristas que han abordado el problema, pero podemos al menos exponer las hipétesis mds interesantes. Los intentos de explicacién El naturalista prusiano Alexander von Humboldt, durante sus viajes por América tropical entre 1799 y 1804, también se interesé en la tradicién de Ja nacién femenina. De retorno a Europa, era interrogado con frecuencia sobre la veracidad de las afir- maciones de La Condamine, que establecié la residencia de las Amazonas en las riberas del rio Negro. La fascinacién de lo maravilloso -dice Humboldt- y el deseo de adornar las descripciones del Nuevo Continente con algunos rasgos extraidos de la Antigiiedad clasica, contribuyeron a dar una gran importancia a los primeros relatos de Orellana. Muchos escri- tores creyeron encontrar en los pueblos recientemente descubiertos todo lo que los griegos nos ensefiaron sobre la primera edad del mundo y sobre las costumbres de los barbaros. Lo: viajes por América nos hacen creer que recorremos el pasado, ya que las hordas america- nas, en su simplicidad primitiva, ofrecen a los europeos una especie de Antigiiedad que nos es contemporanea. Pese a esto -contintia- los testimonios de La Condamine son admirables. Pero como no hablaba ninguno de los idiomas hablados en el Orinoco y en el rio Negro, no pudo infor- marme sobre las mujeres sin marido. Sin embargo, recurre al testimonio del Padre Gili, 26 La Conpanane, 1981, 88, 158 misionero que habria escuchado relatos de un indio de la nacién de Aikeam-benanos que vivia en las orillas del rio Cuchivero. La segunda de estas palabras significa “mujeres que viven solas”, en el idioma tamanaca: el indio confirmé la observacién de Gili y agregé que fabricaban largas cerbatanas y otros instrumentos de guerra. Admitian una sola vez al aio alos hombres de Ja nacién vecina de Vokearos, y a los nifios varones los mataban durante la primera infancia. Humboldt llegé a la misma conclusién que cincuenta y cinco afios antes formulé La Condamin« {Qué se puede concluir del relato del viejo misionero de la Encaramada? ‘No que haya Amazonas sobre las riberas del Cuchivero, sino que en diferentes lugares de América, las mujeres, hartas de la esclavitud al que las someten los hombres, se reunieron como los negros fugitivos en un palenque; el deseo de conservar su independencia las transformé en guerreras. Seguramente reciben la visita de alguna horda amiga de las proximidades, aunque sin tanto método como lo dice la tradicién™', En los aiios 1920-1930, el historiador argentino Enrique de Gandia realizé un apor- te novedoso pero incompleto. Las Amazonas entrevistas por los conquistadores serian el reflejo deformado por la distancia de las Virgenes del Sol, de las Casas escogidas y de la organizacién social del Pera. En el imperio inca, funcionarios de gobierno visitaban regularmente las aldeas. Parte de su mision consistia en seleccionar las acllacuna, jévenes escogidas que recibirén durante cuatro afios una esmerada educacién. Se les ensefiaba la religion, el arte del telar y la administracién del hogar. Una vez al afio el emperador escogia entre ellas sus esposas secundarias y atribuia hermosas doncellas a miembros de la nobleza. Las otras se transfor- maban en mamacuna o virgenes del sol, destinadas a ejercer funciones religiosas. El matrimonio les era proscrito. Debfan pasar sus vidas en recintos profesos donde fabricaban tejidos extremadamente finos para la nobleza y para el propio emperador. Segiin de Gandia, los testimonios del indio interrogado por Orellana pueden inter- pretarse asi: cuando habla de adoratorios donde se rendia culto al Sol, con idolos de oro y techos pintados de diversos colores, en realidad se refieren a las mujeres escogidas. Los conventos incaicos eran mas grandes que muchas aldeas indigenas. Se encontraban disemi- nados por todo el imperio, incluso en la selva y, como lo dicen los indios, estaban hechos de piedra y los custodiaban guardias rigurosos. El contacto anual con los hombres no es otra cosa que los repartimientos de mujeres que se hacian anualmente, y las guerras que libra- ‘ban las Amazonas corresponden a las incursiones incas al interior de la selva. Por afiadidura, ‘cuando los indios afirman que las Amazonas eran muy ricas, se referian seguramente a la preciosa vajilla que debian poseer las mamacuna. ** — Hunmoxpr, 1965, 127-131, 159

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