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Captulo 61
04 DE NOVIEMBRE DE 2003
Anoche muy tarde suena el timbre. Qu raro, me digo, y pensando que
era el Caio (que de borracho no le emboca a la llave) voy a abrir en
camisn. Pero no era el Caio: de la oscuridad se me aparece un tipo. Yo
nunca en la vida haba visto a alguien tan elegante.
Disculpe hermosa dama -me dice con acento uruguayo- es aqu el
negocio que expende alimentos italianos?
Yo me quedo media petrificada, por la voz y por esos ojos negros y
profundos.
S, pero est cerrada la pizzera, seor..., psese maana.
El buen hombre pone un pie en la puerta y me dice:
Precisamente, yo soy cocinero, el mejor chef de Montevideo, y estoy
pasando un mal momento econmico... Usted no necesita...?
Y se queda as, mirndome, quieto.
No necesito... el qu? le digo con el corazn en la boca.
Un cocinero, un amigo, un gourmet que le de consejos y la anime...
me dice.
Y yo, no s por qu, a todo le hago que s con la cabeza, como
hipnotizada.
Psese maana le digo y hablamos de trabajo... ahora estoy en
camisn.
El hombre entonces quita el pie de la puerta.
Aqu estar, querida seora, y lamentar no volver a verla tan ligera
de indumentaria.
Yo me quedo sin palabras otra vez, y lo veo irse. Le grito:
Cmo se llama, ey, usted?
El hombre se da la vuelta y me mira otra vez a los ojos.
Soy Salvtico -me dice-; Douglas Salvtico. Pero puedes llamarme El
Tigre si lo deseas. Hasta maana.
Me meto adentro temblando como una adolescente. Qu voz, qu ojos,
qu caballero oriental! Enseguida lo llam al Nacho para decirle que
necesitamos un cocinero de verdad, porque el Amricoser muy italiano
pero de pizzas no entiende un carajo. Adems est viejo y se nos puede
morir cualquier da. Douglas Salvtico... Qu nombre tan seductor que
tiene el nuevo empleado!
DETECTIVE BONAERENSE
Ojal