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2007 (125-135)
González Prada, sin embargo, más que como poeta es conocido por
sus magistrales ensayos de verbo encendido, preciso y rotundo de sus dos
libros en prosa fundamentales: Pájinas libres (1894) y Horas de lucha (1908),
a los que deben agregarse varios libros póstumos en los que se recoge su labor
periodística y trabajos de índole varia: Bajo el oprobio (1933), Anarquía (1936),
Nuevas páginas libres (1937), Figuras y figurones (1938), Propaganda y ataque
(1938), Prosa menuda (1941) y El tonel de Diógenes (1945). Al hablarse del
González Prada ensayista es imposible separar al hombre. Proveniente de
una familia aristocrática y religiosa, González Prada se caracteriza por un
implacable enjuiciamiento a la oligarquía peruana y una extrema posición
anticlerical. Sustentado en ideas positivistas, propenderá hacia la instauración
de un pensamiento científico que lo lleva a la comprensión de que los humanos
solo poseen el breve lapso de su paso sobre la tierra. Es necesario, pues, lograr
la justicia social aquí y ahora: «No pedimos la existencia; pero con el hecho
de vivir, aceptamos la vida. Asceptémosla, pues, sin monopolizarla ni quererla
eternizar en nuestro beneficio exclusivo: nosotros reímos i nos amamos sobre
la tumba de nuestros padres; nuestros hijos reirán i se amarán sobre la nuestra»,
afirma bellamente en uno de sus ensayos mejores: «La muerte y la vida».
Por lo que vengo diciendo, puede deducirse que para mí todo libro de
o sobre Manuel González Prada es bien recibido porque considero a este
escritor una parte importante de nuestro mejor legado literario.
Nos consta, por otra parte, que Isabelle terminó hace algunos años
una extensa selección de la obra de Manuel González Prada para las
prestigiosas ediciones de Archivos, que auspicia la UNESCO en París,
dedicadas a los grandes clásicos americanos. Isabelle, para la preparación de
su edición de Manuel González Prada, ha revisado publicaciones periódicas
antiguas, ubicado los textos de las primeras versiones escritas, buscado textos
desconocidos, rastreado artículos firmados con seudónimo y consultado el
archivo sobre Manuel González Prada que conserva nuestra Biblioteca
Nacional en el fondo donado por Luis Alberto Sánchez. Además, la
dedicación de Isabelle a la obra de Manuel González Prada ha ido más allá
del simple estudio. Antes de hacerlo ha tenido que fijar los textos de González
Prada rozando, muchas veces, el acto mismo de su creación, y ha alcanzado,
de esta forma, la perspectiva más profunda que puede lograr un crítico literario
que realiza tal tipo de trabajo. Nos encontramos en un momento que, como
bien afirma Isabelle, debe emprenderse la labor científica en la edición de los
textos del Maestro.
Pero solo una breve parte del vasto trabajo emprendido por Isabelle
Tauzin sobre Manuel González Prada se ha editado; en primer lugar, los
Textos inéditos de Manuel González Prada (2001) que con tanto acierto editó
el Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional del Perú. Libro por demás
interesante, porque rescata una faceta poco conocida o poco divulgada de
Manuel González Prada, la del narrador pero al que se añaden también
textos de otra ya conocida: la del satírico que se burla de los políticos peruanos.
Es sabido que nuestra zoología política ha sido, y sigue siendo, opulenta en
especímenes del más vario pelaje. En ella, con frecuencia, se hundiría
inmisericorde el fino escalpelo de la sátira de Don Manuel. Luego, debe
mencionarse su edición completa de Baladas por la Pontificia Universidad
Católica del Perú el 2004, en que, por vez primera, se editó este libro de
acuerdo a los designios de su autor.
edición de Isabelle Tauzin de los Textos inéditos de Manuel González Prada del
2001 para contar con nuevos relatos de Don Manuel.
les gusta que les señalen sus defectos. Por otra parte, su pensamiento radical
goza de la poca simpatía de intelectuales conservadores que han dezplazado
su importancia en manuales y antologías. Don Manuel siempre me ha parecido
una figura extraña y casi extranjera entre sus coétaneos. No estamos
acostumbrados en el Perú a la figura de un tribuno que señale nuestros
defectos; aquí se prefiere al zalamero que practica la facilidad del halago.
Existen, por eso, quienes no le perdonan que hace más de un siglo nos
enrostrara nuestros defectos y con esa irremplazable frase lapidaria: «el Perú
es un organismo enfermo, donde se aplica el dedo brota la pus» condensó
uno de los ejemplos más característicos y persistentes de la nacionalidad: la
corrupción. Esta frase para los que nos ha tocado vivir tan de cerca las
consecuencias de ella, suena tan fresca y tan actual que podría haber sido el
titular de un periódico reciente. Con ese modo simple que a veces tenemos
los peruanos de ver las cosas, se prefiere echar la culpa al acusador de nuestros
propios defectos y a nuestra incapacidad e imposibilidad de corregirnos. Se
prefiere, por eso, al satírico que, aun cuando habla en serio, prefiere enmascarar
con la risa o la carcajada su atrevimiento de bufón. Las verdades expresadas
en forma directa por lo general le duelen mucho a quien las recibe sobre todo
si es peruano. Si muchas veces Manuel González Prada puede ser una figura
discutible, nunca lo fue por su falta de estudio, de meditación o de genuina
honestidad. El día en que seamos capaces de corregir los defectos que Manuel
González Prada señaló sobre nuestras frentes, quizá tengamos posibilidades
de sobrevivir.