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B. APL, 43.

2007 (125-135)

MANUEL GONZÁLEZ PRADA:


ESCRITOR DE DOS MUNDOS

Ricardo Silva-Santisteban Ubillús


Academia Peruana de la Lengua

Manuel González Prada nació en Lima en 1844, ciudad en la que


también murió en 1918. Su obra es renovadora de nuestra literatura tanto
en verso como en prosa. González Prada fue un excelente poeta y el
verdadero puente que unió lo antiguo y lo moderno. Como poeta es un
autor capital de nuestras letras porque puede considerárselo como el
verdadero iniciador del modernismo latinoamericano, pero, por desgracia,
su obra poética fue de tardía publicación en forma de libros, y muchos de
ellos, además, en forma póstuma. Sus poemas, entre 1870 y 1900, solo vieron
la luz escasamente en publicaciones periódicas de circulación local si
exceptuamos el de las antologías de circulación continental. De todas formas
puede verse su evolución desde sus Baladas (al que pertenece Baladas
peruanas) que constituyen un intento de adaptar al castellano, mediante el
uso de temas vernáculos y europeos, las Balladen alemanas, poesía que
divulgó en magníficas traducciones y que tanta importancia tuvo en su
formación literaria. El tono decididamente romántico de Minúsculas (1901),
poemas de alquitarada forma, y los ensayos métricos y temáticos de Exóticas
(1911) nos liberan definitivamente de la petrificada versificación española
tradicional. González Prada, además, adaptó diversas formas estróficas ya
fueran francesas, italianas, inglesas y alemanas, con la solvencia que le

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daban sus amplios conocimientos de estas lenguas. Sus estudios métricos


escritos para su uso personal pueden leerse en su interesante Ortometría
(1977). Otra faceta de González Prada como poeta es la del satírico en libros
todos ellos de publicación póstuma, con excepción de Presbiterianas (1909)
que apareció en forma anónima. En el libro que escribía al momento de su
muerte, Trozos de vida (1933), intenta la expresión de una poesía metafísica
de un ateo que se sabe cercano al retorno a la madre naturaleza. Mejor poeta
cuando descubre su subjetividad, quizá le falté trascendencia en sus grandes
cuadros descriptivos cuando la forma no llena el vacío de la necesidad interior
del poema.

González Prada, sin embargo, más que como poeta es conocido por
sus magistrales ensayos de verbo encendido, preciso y rotundo de sus dos
libros en prosa fundamentales: Pájinas libres (1894) y Horas de lucha (1908),
a los que deben agregarse varios libros póstumos en los que se recoge su labor
periodística y trabajos de índole varia: Bajo el oprobio (1933), Anarquía (1936),
Nuevas páginas libres (1937), Figuras y figurones (1938), Propaganda y ataque
(1938), Prosa menuda (1941) y El tonel de Diógenes (1945). Al hablarse del
González Prada ensayista es imposible separar al hombre. Proveniente de
una familia aristocrática y religiosa, González Prada se caracteriza por un
implacable enjuiciamiento a la oligarquía peruana y una extrema posición
anticlerical. Sustentado en ideas positivistas, propenderá hacia la instauración
de un pensamiento científico que lo lleva a la comprensión de que los humanos
solo poseen el breve lapso de su paso sobre la tierra. Es necesario, pues, lograr
la justicia social aquí y ahora: «No pedimos la existencia; pero con el hecho
de vivir, aceptamos la vida. Asceptémosla, pues, sin monopolizarla ni quererla
eternizar en nuestro beneficio exclusivo: nosotros reímos i nos amamos sobre
la tumba de nuestros padres; nuestros hijos reirán i se amarán sobre la nuestra»,
afirma bellamente en uno de sus ensayos mejores: «La muerte y la vida».

Las ideas políticas de González Prada hunden sus raíces en el


pensamiento anarquista que, bien visto, es el modelo más puro e ideal al que
puede aspirar un pensador. Pero González Prada no nos habla de una sociedad
utópica, por el contrario, con los pies puestos en tierra, enjuicia y recusa todas
nuestras instituciones. La ruptura con el pasado servil y corrupto, contra la
improvisación y la cobardía son las banderas que flamean en los períodos de

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su espléndida prosa y que pueden resumirse en su frase lapidaria de que el


Perú es «un organismo enfermo, donde se aplica el dedo brota la pus». Esta
lucha contra todo y contra todos «en una sociedad asentada en el privilegio
y en la explotación del desgraciado y del indio», según afirma Antenor
Orrego al comentar la obra de González Prada, lo convierten en un verdadero
Maestro moral y espiritual de la nacionalidad pero también en una figura
solitaria que representa, como bien dice José Carlos Mariátegui, «el primer
instante lúcido de la conciencia del Perú».

La obra en prosa de González Prada está constituida por breves ensayos


que le permiten tratar temas diversos que ora pueden ser discursos, como el
dedicado a pedir la revancha contra Chile («Discurso en el Politeama») o el
que anuncia la revolución de los desposeídos («El intelectual y el obrero»),
ora pueden ser estudios históricos («La Revolución Francesa») o literarios
(«Victor Hugo», «Renan»), ora breves semblanzas de peruanos ejemplares
(«Grau», «Vigil»), ora ácidos ataques a personajes e instituciones (toda la
segunda parte de Horas de lucha), como pueden ser también profundas
meditaciones sobre el lenguaje («Notas acerca del idioma») o sobre el destino
del hombre («La muerte i la vida»). Así como González Prada experimentó
con el ritmo y con la métrica en sus poemas, en sus ensayos, obra toda ella de
madurez, lleva estos experimentos a la práctica en una lección magistral en
que obtiene una nueva prosa moderna y eficaz para la expansión de sus
ideas. La prosa de González-Prada le sirve en forma admirable para los usos
expresivos que quiere darle porque, gracias a su concisión, raras veces se
despeña en lo retórico y, por otra parte, su ritmo busca la naturalidad y la
musicalidad de las frases.

El mayor elogio que puede hacerse de la figura única y ejemplar de


González Prada es que el hombre y la obra se proyectan y alcanzan el futuro,
tanto en lo ideológico (José Carlos Mariátegui y Víctor Raúl Haya de la
Torre) como en lo literario (José María Eguren, Abraham Valdelomar y César
Vallejo). Este carácter seminal engrandece más al hombre y a la obra y hace
necesario un estudio (que no existe a la fecha) integral y desapasionado de
su contribución a la literatura peruana.

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Por lo que vengo diciendo, puede deducirse que para mí todo libro de
o sobre Manuel González Prada es bien recibido porque considero a este
escritor una parte importante de nuestro mejor legado literario.

Una de las características de la producción literaria de Manuel


González Prada es que tenía, como meta de sus aspiraciones, la perfección
formal, y ésta aparece con todo su esplendor en los cuatro libros que publicó
en vida con su nombre Pájinas libres y Horas de lucha, en prosa, y Minúsculas
y Exóticas, en verso. Pero, como gran parte de sus coetáneos, muchos de los
escritos en prosa de González Prada se escribieron para aparecer tan solo en
efímeras publicaciones periódicas, destinados, diríamos, a los sucesos urgentes
no a los hechos o temas importantes que tomaron su lugar en sus libros
principales, Pájinas libres y Horas de lucha. Sin embargo, muchos de estos
escritos combativos, satíricos, informativos, etc. merecían conservarse. Por tal
motivo, luego de quince años de su muerte, esta abundante labor periodística
comenzó a ser publicada en forma solvente y cuidadosa en libros editados por
su hijo Alfredo. Todos ellos, sin embargo, aparecieron publicados en el
extranjero, en Francia, Argentina y Chile.

Tras la muerte de Alfredo González Prada, Luis Alberto Sánchez


tomaría la posta de la antorcha de la difusión de las obras del Maestro. Nadie
mejor que él como autor de la biografía más importante de González Prada,
de 1930, titulada Don Manuel, y como prologuista de Baladas peruanas, de
1935. En 1946, durante una de las breves primaveras democráticas en el Perú
del siglo XX, Sánchez emprendió la publicación de las Obras completas de
Manuel González Prada, pero éstas solo llegarían al cuarto tomo pues, en
1948, Sánchez fue desterrado nuevamente, luego de esos consabidos golpes
militares que han manchado tantas veces, en forma nefasta, la historia de
nuestra República.

En la década del 70 se sumaron nuevos aportes. Aparecieron, en


primer lugar, dos libros muy interesantes de Manuel González Prada que
habían permanecido hasta entonces inéditos en manuscrito: Ortometría (1977)
y Cantos del otro siglo (1979), cuyas transcripciones deben agradecerse a la
doctora Marlene Polo. Por su parte, Elsa Villanueva de Puccinelli publicó un
volumen titulado Poemas desconocidos recopilado de revistas del siglo XIX,

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que me tocó editar en 1973 en compañía del recordado poeta Armando


Rojas. Ese mismo año Luis Alberto Sánchez publicó un importante volumen
de Letrillas inéditas.

Finalmente, durante la época en que Luis Alberto Sánchez fue


Vicepresidente de la República entre 1985 y 1990, se dio tiempo de editar las
esperadas Obras completas de Manuel González Prada en siete tomos en las
Ediciones Copé que auspicia Petróleos del Perú.

En la actualidad, el siglo que quizá menos frecuentan los estudiosos de


nuestra literatura, es el XIX. Con excepción de Ricardo Palma, las investigaciones
escasean. Con toda seguridad, esto se debe, aparte de nuestra consabida desidia,
a la carencia de nuevas ediciones de las obras de sus poetas y prosistas. Ni
siquiera existen antologías que sirvan, aunque sea parcialmente, de paliativo
para acercarse a las obras de los escritores del siglo XIX.

En el Perú tenemos, sin embargo, la suerte que una profesora francesa


dedique todos sus esfuerzos a estudiar nuestra literatura del siglo XIX: me
refiero a Isabelle Tauzin Castellanos. A ella le debemos aportes fundamentales
como su excelente libro Las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma. Claves de
una coherencia, publicado en 1999 por la Universidad Ricardo Palma. Otros
estudios suyos más antiguos y más recientes amplían esta labor que, por el
momento, se encuentra dispersa en publicaciones periódicas. Entre su
contribuciones bibliográficas destacan: «La narrativa femenina en el Perú
antes de la guerra del Pacífico» (1995), «El teatro en Lima entre 1883-1889»
(1998), «La vida literaria limeña y el papel de Manuel González Prada entre
1885 y 1889» (1998) y «Entre literatura y compromiso: Los amigos de Elena de
Fernando Casós (1874)» (2001), para solo mencionar algunos importantes
estudios que deberán tomar su lugar, seguramente, en lo futuro, en algún
libro que los recopile y los ordene. Su libro sobre Ricardo Palma le valió ser
nombrada miembro de número del Instituto Ricardo Palma que auspicia la
Universidad del mismo nombre. Pero, como buena peruanista, Isabelle ha
incursionado también, apenas el año pasado, en nuestras letras del siglo XX,
con un libro ejemplar con título en castellano pero escrito en francés Lectura
de ‘Los ríos profundos’ de José María Arguedas. Tengo entendido, sin embargo,
que ya se encuentra lista la versión castellana. Ojalá podamos leerlo dentro

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de poco en nuestra lengua porque se trata de un libro lúcido y de una


brillante claridad expositiva.

Nos consta, por otra parte, que Isabelle terminó hace algunos años
una extensa selección de la obra de Manuel González Prada para las
prestigiosas ediciones de Archivos, que auspicia la UNESCO en París,
dedicadas a los grandes clásicos americanos. Isabelle, para la preparación de
su edición de Manuel González Prada, ha revisado publicaciones periódicas
antiguas, ubicado los textos de las primeras versiones escritas, buscado textos
desconocidos, rastreado artículos firmados con seudónimo y consultado el
archivo sobre Manuel González Prada que conserva nuestra Biblioteca
Nacional en el fondo donado por Luis Alberto Sánchez. Además, la
dedicación de Isabelle a la obra de Manuel González Prada ha ido más allá
del simple estudio. Antes de hacerlo ha tenido que fijar los textos de González
Prada rozando, muchas veces, el acto mismo de su creación, y ha alcanzado,
de esta forma, la perspectiva más profunda que puede lograr un crítico literario
que realiza tal tipo de trabajo. Nos encontramos en un momento que, como
bien afirma Isabelle, debe emprenderse la labor científica en la edición de los
textos del Maestro.

Pero solo una breve parte del vasto trabajo emprendido por Isabelle
Tauzin sobre Manuel González Prada se ha editado; en primer lugar, los
Textos inéditos de Manuel González Prada (2001) que con tanto acierto editó
el Fondo Editorial de la Biblioteca Nacional del Perú. Libro por demás
interesante, porque rescata una faceta poco conocida o poco divulgada de
Manuel González Prada, la del narrador pero al que se añaden también
textos de otra ya conocida: la del satírico que se burla de los políticos peruanos.
Es sabido que nuestra zoología política ha sido, y sigue siendo, opulenta en
especímenes del más vario pelaje. En ella, con frecuencia, se hundiría
inmisericorde el fino escalpelo de la sátira de Don Manuel. Luego, debe
mencionarse su edición completa de Baladas por la Pontificia Universidad
Católica del Perú el 2004, en que, por vez primera, se editó este libro de
acuerdo a los designios de su autor.

Pues bien, a todos sus trabajos anteriores sobre Manuel González


Prada y a su esperada edición de sus obras en la Colección Archivos, ahora se

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suma la recopilación de las Actas del Coloquio Internacional que con el


título de Manuel González Prada: escritor de dos mundos aparece bajo los
auspicios de cuatro editores: la Embajada de Francia, el Instituto Francés de
Estudios Andinos, las Presses Universitaires de Bordeaux y la Biblioteca
Nacional del Perú.

Este es un libro que debe destacarse porque en el Coloquio,


desarrollado de manera ejemplar, sobre la obra de Manuel González Prada
realizado en Burdeos en enero del año pasado, se reunieron muchos de los
estudiosos más renombrados especialistas en la obra del escritor peruano. Por
otra parte, hasta donde se me alcanza, es el primer coloquio internacional
sobre Manuel González Prada que se haya realizado en una Universidad
extranjera.

La gran calidad de la prosa y del verso de Manuel González Prada lo


ameritaba pero en este libro no solo se estudia a nuestro autor como literato
sino también como un pensador de su tiempo, un ideólogo avanzado en
nuestra patria, algunas de sus fuentes y las actitudes culturales de su entorno:
es decir, un verdadero prisma en donde su figura se engrandece con el paso
de los años. Las Actas del Coloquio, además de las dedicadas a la presentación
y al epílogo se divide en tres partes: El viaje a Francia, El Ideario Pradiano y
El hombre de letras, y en ella puede observarse que la dedicada a la parte
ideológica duplica a la dedicada al hombre de letras y la dedicada al viaje a
Francia es más o menos un tercio de esta última.

Me ocuparé únicamente de esta última comentando brevemente


cada una de ellas. Los cuatro trabajos iniciales se encuentran dedicados a su
poesía.

El primero de ellos es un trabajo de Karim Benmiloud, joven profesor


de la Universidad Michel de Montaigne en Burdeos, que estudia el libro
segundo de las Baladas de Manuel González Prada, es decir el libro de poemas
más importante de la literatura peruana del siglo XIX. Esta sección del libro
se encuentra dedicada a las baladas de tema extranjero. Se caracteriza,
como bien dice Karim Benmiloud: «por un notable ensanchamiento del
horizonte poético hacia otros espacios culturales: Francia, España, Italia,

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Grecia, pero también Polonia, Rusia, Japón y los reinos escandinavos o la


legendaria isla de Tule».

Su mayor aporte consiste en tratarse de un estudio original que da


cuenta de la forma de composición bifurcadas en esta sección de las Baladas
en los dos grandes temas desarrollados por Manuel González Prada: lo trágico
y lo satírico.

El joven profesor sanmarquino Camilo Fernández Cózman, siempre


con su sagaz penetración, estudia la poesía de Manuel González Prada,
tomando los extremos, que luego entrelaza, de la teoría y de la praxis.

Gran parte del encanto de la poesía de Manuel González Prada está


aposentada en un profundo conocimiento de las técnicas y recursos del
oficio que culminan en la utilización del elemento del ritmo, el único quizás
imprescindible en cualquier tipo de poema de cualquier época. Ya se sabe
que sin el ritmo el poema simplemente no existe.

Sobre la preciosa, aunque inconclusa, Ortometría de Manuel González


Prada, Camilo Fernández comenta no solo la precisa noción del ritmo que
propugnaba sino que también la contrasta con las de dos de los teóricos del
simbolismo de la época y el estudio del rondel, una de sus formas preferidas.
De manera muy didáctica, Camilo Fernández pasa luego al comentario de
un rondel y de una espenserina de Minúsculas, libro que lo convertiría en un
poeta inevitable de nuestras letras.

En la siguiente contribución, «Manuel González Prada y Paul Verlaine»,


intento desmitificar el encuentro personal de ambos poetas que corre por allí
en algunos libros, para centrarme luego en la adaptación de uno de los poemas
más hermosos y musicales de Paul Verlaine: «Coloquio sentimental». En esta
adaptación, Manuel González Prada convirtió en parnasiano el sugerente poema
simbolista de Verlaine al adaptarlo a su propia poética.

Américo Ferrari contribuye con una pequeña joya titulada «Humor,


mal humor, sátira y poesía burlesca en la obra de Manuel González Prada»
que trata sobre su poesía satírica, la mayor parte de ella de publicación póstuma.

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Como bien dice Matthew Hodgart «Contemplar el mundo con una


mezcla de risa no es lo más noble ni lo que produce mayor número de obras
de arte excelsas». Es verdad, pero la sátira tiene su lugar bien ganado en las
distintas tradiciones del mundo y grandes poetas la han ejercido: Arquíloco,
Semónides, Catulo, Horacio, Villon, Quevedo, etc. El gran tema de la sátira
es la burla y el escarnio de la pequeñez, la ridiculez de ese pequeño e inflado
ser llamado hombre.

Aunque según Américo Ferrari la sátira de González Prada se


encuentra teñida de mal humor, debo decir en defensa de Don Manuel que
a mí, que me disgusta el género, encuentro muchos de sus poemas satíricos
francamente graciosos y, sobre todo, muy ingeniosos.

La joven profesora Cecilia Moreano de la Pontificia Universidad


Católica del Perú estudia en el siguiente trabajo la influencia de Ricardo
Palma y Manuel González Prada en la escritora Clorinda Matto de Turner.

En primer lugar trata su acercamiento a Palma como seguidora del


gran tradicionista con sus propias Tradiciones cuzqueñas para pasar luego a la
de Don Manuel que la conduce hacia el género mayor de la novela y que se
coronaría con la escritura de Aves sin nido, Índole y Herencia.

En este estudio se ofrecen en forma minuciosa los acercamientos de


Clorinda Matto de Turner a ambos escritores mediante citas informativas de
los periódicos y revistas de la época que enriquecen más el trabajo por su gran
apoyo documental.

El trabajo «La estatua de blancura marmórea: Manuel González Prada


y el cuento modernista», es un interesante estudio del joven profesor de la
Pontificia Universidad Católica del Perú Ricardo Sumalavia de uno de los
aspectos menos estudiados de Don Manuel: la del narrador.

Ya sabemos que esta faceta suya la ejerció en forma muy discreta y


solo esporádicamente. Por lo demás, su aparición tardía en una colección
miscelánea como lo es el libro El tonel de Diógenes, publicado por Luis Alberto
Sánchez en 1945, apenas se apuntaba con tres relatos. Hubo que esperar la

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edición de Isabelle Tauzin de los Textos inéditos de Manuel González Prada del
2001 para contar con nuevos relatos de Don Manuel.

Ricardo Sumalavia establece, en primer lugar, las características del


cuento modernista hispanoamericano de acuerdo a los estudios de Iván
Schulman y José Miguel Oviedo y luego escoge para comentar tres ejemplos
de los cuentos de Manuel González Prada de las colecciones citadas para
estudiar el acercamiento compositivo de estos cuentos con la poética del
cuento modernista hispanoamericano.

El estudio de Isabelle Tauzin «Crítica genética de ‘Notas acerca del


idioma’ y un apéndice sobre ‘Nuestros ventrales’», cierra el conjunto dedicado
a la obra literaria de Manuel González Prada.

Sabemos cuánto ha progresado la teoría y la labor filológica durante el


siglo XX con ediciones lo más fieles posibles a los designios de los grandes creadores
de todos los tiempos. Nuevos principios basados sobre todo en la fidelidad de las
obras y nuevos recursos técnicos y científicos para el establecimiento de los textos
y las fuentes originales han cambiado muchas veces radicalmente la presentación
de los textos clásicos y de la literatura moderna.

En el caso de Manuel González Prada la tarea se agiganta por la


continua evolución de sus textos a través de impresiones, correcciones,
adiciones, cambios, nuevas versiones, etc.

Toda la inmensa labor desarrollada por Isabelle Tauzin para su edición


en la Colección Archivos a lo largo de muchos años, aparece mostrada en
esta colaboración al Coloquio con dos breves ejemplos de un texto de Pajinas
libres y otro de Horas de lucha.

En realidad es un aperitivo que anuncia el gran banquete que


constituirá su futura edición de las obras de Manuel González Prada.

La figura de Manuel González Prada, en una sociedad como la


peruana, generalmente frívola y superficial, es aceptada a veces a
regañadientes porque ni a los hombres, ni a las instituciones, ni a los gremios

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les gusta que les señalen sus defectos. Por otra parte, su pensamiento radical
goza de la poca simpatía de intelectuales conservadores que han dezplazado
su importancia en manuales y antologías. Don Manuel siempre me ha parecido
una figura extraña y casi extranjera entre sus coétaneos. No estamos
acostumbrados en el Perú a la figura de un tribuno que señale nuestros
defectos; aquí se prefiere al zalamero que practica la facilidad del halago.
Existen, por eso, quienes no le perdonan que hace más de un siglo nos
enrostrara nuestros defectos y con esa irremplazable frase lapidaria: «el Perú
es un organismo enfermo, donde se aplica el dedo brota la pus» condensó
uno de los ejemplos más característicos y persistentes de la nacionalidad: la
corrupción. Esta frase para los que nos ha tocado vivir tan de cerca las
consecuencias de ella, suena tan fresca y tan actual que podría haber sido el
titular de un periódico reciente. Con ese modo simple que a veces tenemos
los peruanos de ver las cosas, se prefiere echar la culpa al acusador de nuestros
propios defectos y a nuestra incapacidad e imposibilidad de corregirnos. Se
prefiere, por eso, al satírico que, aun cuando habla en serio, prefiere enmascarar
con la risa o la carcajada su atrevimiento de bufón. Las verdades expresadas
en forma directa por lo general le duelen mucho a quien las recibe sobre todo
si es peruano. Si muchas veces Manuel González Prada puede ser una figura
discutible, nunca lo fue por su falta de estudio, de meditación o de genuina
honestidad. El día en que seamos capaces de corregir los defectos que Manuel
González Prada señaló sobre nuestras frentes, quizá tengamos posibilidades
de sobrevivir.

La labor desinteresada y académicamente ejemplar de una peruanista


notable como Isabelle Tauzin Castellanos nos lo recuerda con la publicación
de este nuevo e imprescindible libro dedicado a la figura eminente de Manuel
González Prada plena de tan ilustres colaboradores y desde ahora volumen
indispensable para el conocimiento y la lectura de este gran clásico peruano.

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