El documento narra la historia de Mariluz García, una niña que vive en un pueblo cuyas casas están siendo saqueadas de ladrillos de forma misteriosa. Mariluz descubre que el culpable es un pequeño hombre extraterrestre que está construyendo una escalera con los ladrillos para poder volver a su nave espacial varada detrás de una nube. Mariluz convence a los vecinos para que ayuden al hombre a completar la escalera, logrando así que pueda regresar a su planeta y dejando de
El documento narra la historia de Mariluz García, una niña que vive en un pueblo cuyas casas están siendo saqueadas de ladrillos de forma misteriosa. Mariluz descubre que el culpable es un pequeño hombre extraterrestre que está construyendo una escalera con los ladrillos para poder volver a su nave espacial varada detrás de una nube. Mariluz convence a los vecinos para que ayuden al hombre a completar la escalera, logrando así que pueda regresar a su planeta y dejando de
El documento narra la historia de Mariluz García, una niña que vive en un pueblo cuyas casas están siendo saqueadas de ladrillos de forma misteriosa. Mariluz descubre que el culpable es un pequeño hombre extraterrestre que está construyendo una escalera con los ladrillos para poder volver a su nave espacial varada detrás de una nube. Mariluz convence a los vecinos para que ayuden al hombre a completar la escalera, logrando así que pueda regresar a su planeta y dejando de
Mariluz Garca viva en un pueblo de doscientas casas.
Una maana, al despertarse, los vecinos se llevaron una sorpresa desagradable. A casi todas las paredes les faltaba algn ladrillo. Pasado un ao, en el pueblo de Mariluz Garca slo quedaban cien casas de pie. El resto haba cado misteriosamente. - Nada de misteriosamente se quejaban algunos, muy enfadados -. Alguien, por las noches, arranca los ladrillos y se los lleva. Quienquiera que fuese el ladrn, quitaba cinco de aqu, ocho de all. Y como es lgico, de vez en cuando, Cataplum!, alguna casa se caa. Los que se quedaban sin hogar iban a vivir al edificio de la escuela, que cada vez estaba ms lleno. Algunas familias, hartas de rehacer y rehacer la casa derribada, pusieron los muebles en la camioneta y emigraron a la ciudad. Los vecinos inventaron remedios ingeniosos para proteger sus viviendas. Unos pegaban con cola agujas a los ladrillos. Otros escondan escorpiones en las grietas de las paredes, o cubran stas de cepos. - Al fin podemos estar tranquilos se decan. Pero a pesar de esos trucos, alguien segua arrancando los ladrillos por las noches. Desesperados, los vecinos se reunieron una tarde en la plaza. - Qu os parece propuso la alcaldesa si todos los das, tras la puesta del sol, hombres y mujeres cuidan del pueblo por turnos? La idea fue recibida con entusiasmo. - Bien dicho! - S, seora! - Cmo no se nos haba ocurrido? Y de comn acuerdo organizaron las patrullas que haban de pasar la primera noche en vela, vigilando. Esa noche, el pueblo estuvo iluminado por las antorchas. Nadie vio nada, nadie oy nada. Pero lo cierto es que al amanecer faltaban ms ladrillos que de costumbre. Por aquel entonces, tambin la casa de Mariluz Garca pareca un queso de agujeros. El fro, la corriente y las gotas de lluvia se colaban a travs de ellos como queran. A veces entraba un pjaro por una pared y sala por la otra. Lo nico bueno era que Mariluz Garca poda contemplar las estrellas sin levantarse de la cama. Y las contemplaba durante largo rato, porque, como a muchos nios del pueblo, el miedo no la dejaba dormir. Fue ella quien descubri casualmente al ladrn. La luna se haba parado tras un agujero de la pared. La nia, con la manta subida hasta el borde de los ojos, la miraba y la miraba. La luna comenz a desaparecer. Ya slo se vea un cachito. De pronto, un ladrillo se sali hacia la calle, sin ruido, y Mariluz Garca volvi a ver la luna entera. Al momento supo lo que haba pasado. Se acerc de puntillas a la pared y por uno de tantos agujeros vio a un hombre pequeo, no mayor que un gato erguido sobre dos patas, con una nariz larga terminada en punta. El hombre empujaba una carretilla ms grande que l, rebosante de ladrillos. Vesta un traje negro, con capucha, que lo haca invisible en la noche. Sin embargo, por un costado de la cabeza le colgaba un mechn de canas blancas que brillaba en la oscuridad. Gracias a ese mechn, Mariluz Garca pudo seguir al hombre diminuto. Para qu querr los ladrillos?, se preguntaba. Llena de curiosidad, fue tras l por caminos estrechos hasta las montaas. All le vio descargar la carretilla en el montn de ladrillos ms alto que nadie haya visto jams. Poco antes de salir el sol, el hombrecillo, cansado, se acost en la hierba. No bien lo supo dormido, Mariluz Garca se acerc a observarlo de cerca. Le haba perdido el miedo, quiz por su pequeo tamao, quiz porque tena pinta de mueco. Cuando estuvo a un paso de l, el hombre se despert. Estaba tan asustado que se tap la cara con las manos. A Mariluz Garca le dio lstima aquel hombrecillo que justo le llegaba a la rodilla, y eso que ella no era ms que una nia de seis aos. Y le dijo: - Yo no quiero hacerle dao, sino saber por qu se lleva los ladrillos de mi pueblo. El hombre compuso una mueca triste, muy triste, tristsima. Luego, sealando un punto en el cielo, sobre la cima de una montaa, comenz a explicar: - Detrs de aquella nube est escondida mi nave. El da que llegu a vuestro planeta, me gust tanto lo que vi por la ventanilla que no pude aguantar las ganas de bajar a explorarlo. Pero, claro, no bien puse un pie en la nube, me fui de cabeza para abajo. Nadie me haba advertido que en vuestro mundo no se puede andar por el aire. Menos mal que, como peso poco, ca despacio. Tuve adems la fortuna de quedar enganchado por la capucha en una rama. As logr salvar la vida. Ni un minuto me dur la alegra de seguir vivo. Cmo me las apaara yo para volver a la nave que se haba quedado all arriba, sola detrs de la nube? Me entr una pena muy grande pensando en que ya nunca volvera a mi estrella, donde vive mi gente y donde yo tengo mi casa. Un da, andando de aqu para all, llegu por azar a un pueblo. Vi las casas y se me ocurri que con sus piedras rojas podra construir poco a poco una escalera hasta la nube. Confiaba en que nadie me descubrira, pero ya me doy cuenta de que todo el esfuerzo no ha servido para nada. Mariluz Garca se encari con el hombrecillo y prometi ayudarle. Corriendo lo ms deprisa que pudo, lleg al pueblo. Subida a un banco de la plaza, llam a sus paisanos y les cont la historia del ladrn de ladrillos. No fue fcil lograr que le creyeran, pero al fin convenci a los viejos y jvenes para que la acompaaran hasta el escondite del hombrecillo. En menos de dos meses, con la colaboracin de toda la gente del pueblo, fue construida la escalera. Para festejarlo, se celebr un banquete. Hubo msica, baile y fuegos artificiales. Cuando ya estaban todos rendidos de sueo, el hombrecillo se acerc a Mariluz Garca. - Gracias, muchas gracias le dijo a punto de soltar una lagrimilla. Y cogidos de la mano, subieron juntos los ocho mil quinientos veintitrs peldaos que conducan hasta la nave. Desde arriba el hombrecillo hizo adis a todos con la mano. Despus se despidi de Mariluz Garca, indicndole con el dedo cul de las incontables estrellas que hay en el firmamento era la suya. - Prometo dijo por ltimo que te enviar mensajes de luz por las noches. Y sa es la razn por la que, cuando los habitantes del pueblo arreglaron sus casas con los ladrillos recuperados, Mariluz Garca rog a sus padres que dejaran sin cubrir un agujero en la pared de su habitacin. Quera ver por las noches, acostada en la cama, las seales luminosas que le mandaba desde el cielo su pequeo amigo extraterrestre.