1 al 7 de agosto de 2010 ev: 15
Foto: Archivo EV /VMM
Homilía Exequial pronunciada por el
San Juan
Arzobispo Roberto González, en ocasión
de la partida del señor Juan Agostini
A la
morada
por las diócesis
celestial
“Saludos de paz y bien en el Señor Jesús Re-
sucitado. Precisamente, la resurrección, es decir,
la vida más allá de la muerte, es el eje central de
nuestra fe. Pues como muy bien asevera san Pa-
blo, “si Cristo no hubiera resucitado, en vano sería
nuestra fe” ( 1 Cor 15, 14).
Hoy, impulsados por la creencia en la pleni-
tud de la vida después de la muerte, es que nos
encontramos todos aquí reunidos, orando por el
descanso eterno del alma de quien en vida fue, el
querido hermano, Juan Agostini, a quien cariñosa-
mente conocíamos como Juancho. (…)
Don Juancho, partió a la morada celestial el
pasado 13 de julio. Ese mismo día, un 13 de julio en
el año 1964, nuestro Beato Carlos Manuel Cecilio
Rodríguez Santiago pasó a la casa del Padre.
“El 13 es un buen día” decía el Beato, dando a
entender que presentía su muerte. Desde el punto
de vista humano, eso solo lo puede decir alguien
que anhele la llegada del día, del momento para
partir a la casa del Padre. Nuestra fe en Jesús nos
anima a aseverar que el 13 fue un buen día para
el alma de nuestro hermano Juancho. Pues quien
muere en Cristo vivirá en Cristo. Juancho murió en
Cristo por lo que participará de la vida eterna. (…)
En el 2001, cuando Juancho dirigía el Movi-
miento Pax Christi, coordinó con este servidor, una
santa misa en la Catedral de San Juan con motivo
de la celebración de la Jornada Mundial de la Paz
(Homilía Misa Educando por la Paz, 21 de mayo de
2001). En esa liturgia dije unas palabras, que hoy
quiero repetir ante sus restos mortales, que ahora
descansan en paz:
“En Puerto Rico, al igual que en todas partes
del mundo, urge que se trabaje por una cultura de
la paz. En nuestro dialogo con Dios, en nuestras
oraciones debemos suplicarle: Que los hogares
sean los primeros semilleros de la paz y el amor de
Jesús. Que nuestras escuelas y universidades sean
centros donde se edifiquen civilizaciones de paz
y de amor, donde se formen hombres y mujeres
de paz. Que en los lugares de trabajo se propicie
el diálogo, el respeto a los derechos humanos y a
la dignidad humana, que en nuestras comunida-
des, tanto en la montaña como en el llano, brille
la paz de Cristo. Que en los funcionarios del go-
bierno reine la integridad como reflejo de la paz
del Señor. Que la paz en Puerto Rico, resplandezca
tanto como la estrella de nuestra bandera. No más
violencia, robos, asesinatos, abortos, maltratos. No
más conflictos, bombardeos cerca de civiles, accio-
nes insensibles. No más pena de muerte. No más
compraventa de mujeres y niños, entre otros. No
más encarcelamientos arbitrarios. No más cruel-
dad. No más palabras venenosas que destruyen el
buen nombre del prójimo. La paz no se consigue
a través de acciones violentas. La paz se consigue
a través de la fuerza de la verdad. “La verdad no se
impone, sino por la fuerza de la misma verdad, que
penetra con suavidad y firmeza a la vez, en las al-
mas” (Conc. Vat. II, Dec. Dignitatis humanae, sobre
la libertad religiosa).”
Juan Antonio Agostini fue un hombre de Igle-
sia en medio del mundo, y un hombre de mun-
do en medio de la Iglesia. Trabajó arduamente en
campañas contra el hambre, a favor de los países
pobres; luchó incesantemente por la justicia y la
paz. Fue uno de los baluartes de Pax Christi en
Puerto Rico, y nos represento en el quincuagési-
mo aniversario de la Organización Internacional en
Asís, en Italia. En esa ocasión, los delegados de Pax
Christi fueron recibidos en audiencia por el Santo
Padre, Juan Pablo II. Poeta exquisito, patriota sa-
crificado y fiel, Juan Antonio buscó a Cristo en la
oración y la projimidad, es decir, en la vivencia del
mandamiento nuevo. Laico profundamente com-
prometido, se destacó en el campo de las relacio-
nes públicas, la publicidad y las comunicaciones
sociales. Generoso en su duro peregrinar, vivió a
fondo las dimensiones del amor humano: filiación,
nupcialidad, paternidad, fraternidad y solidaridad.
Permaneció activo en el apostolado hasta las vís-
peras de su fallecimiento, tratando de reorganizar
la sección puertorriqueña de Pax Christi cooperan-
do con diversas obras eclesiales y aportando al diá-
logo sobre el destino político de su amada Patria.
Lo recordaremos no solo por su verticalidad, sino
por su cordialidad y amabilidad. (…)
Que el alma de don Juancho y la de todos los
fieles difuntos por la misericordia de Dios descanse
en paz. Amén.”
(Para leer la homilía completa refiérase a
www.elvisitantepr.com)