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y siete cantos
Ingrid Valencia
Preludio
Comienzo a mirar el pabelln de la locura
recuerdo el instante del aplauso,
la cspide del tacto donde el peso de la carne
es la prisa y la imagen se aferra al deterioro,
al barullo de las manos.
Cre en la espuma, en el ardor del roce.
Comienzo a mirar Comienzo a mirar las ondas circulares,
los signos delante, los semforos, el vaho, la reproduccin de su cada,
la nostalgia crecida en los cuerpos del da, el hundimiento de su canto.
ya amontonados como rocas Podra expulsar la voz,
al centro de una plaza milenaria impedir la triste proliferacin de aves
donde flotan las hojas del rbol que surcan el cielo, deformar
y crece la vida a pedazos. Comienzo la trayectoria, introducir un vuelo,
a mover las bancas de lugar, ostentar el baile submarino
los pizarrones de una tarde vencida de un adis que anuncie
por la indiscreta boca que se rompe el fulgor de un amanecer
junto con objetos trados de la guerra. sobre terrazas y cables.
Escribo el sonido de mi nombre Comienzo, s, a mirarme,
con las vocales hmedas de una fuente. a recordar la danza, el aleteo,
Los precipicios se llenan de polvo. el frgil desequilibrio
Las palabras no sirven para tocar ojos. de abrirse paso
Acaso iluminan el rostro que se aleja. por dentro de la piel,
Las alas de un pjaro muerto yacen incluso en la multitud
en el agua podrida del olvido. de aves que mueren
cada noche mientras respiro.
profanos y grafiteros | 7
Siete cantos a Paul Celan
El agua cae
con su impureza hace tregua con la arena,
ms bella.
con el polvo enterrado
i en las comisuras de ayer.
El eco es traslcido,
Es de vidrio un eco. es ardor en lo indecible,
Es la playa un jardn es atropello en zigzag
de pieles plsticas como la lluvia inocua
tendidas como puentes, que moja la enfermedad,
como una habitacin como una huella negra
llena de feroces manos al fondo de los caminos,
abiertas como el fuego, como un espejo ya azul
encendidas como orillas detrs de un arma fra
que han dejado su marca, sumergida en el viento.
su respiracin cada
en el oleaje de luz. iv
vi
As es el eco, la paz,
un presentir de las pieles,
las ojeras, los cabellos,
la pupila amnitica,
el deseo de la mano
que toca lo ya perdido,
lo oscurecido al ojo.
Es de vidrio un eco
que empuja el amanecer
que inunda el valle verde
y rocoso de la espera
como gotas invasivas
que trepan por las paredes,
que traen un coro frgil
de aos en la lengua.
vii
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