La autodisciplina es la capacidad para fijar una meta realista o formular un plan
y saber cumplir. Es la capacidad para resistir la tentación de hacer cosas que lastimen a otras personas o a nosotros mismos. Requiere de saber cumplir con las promesas y los compromisos que hemos hecho. Es el fundamento de muchas otras cualidades del carácter firme.
Frecuentemente la autodisciplina requiere de persistencia y poder cumplir con
compromisos a largo plazo demorando el placer o recompensa inmediata con el fin de alcanzar una satisfacción más duradera. También incluye saber manejar emociones como el coraje y la envidia, y desarrollar la capacidad para ser pacientes.
Aprender la autodisciplina ayuda a los niños a regular su comportamiento y les
da la fuerza de voluntad para tomar buenas decisiones y saber escoger bien. Por otro lado, si no pueden desarrollar la autodisciplina, esto los deja expuestos a comportamientos autodestructivos. Sin la capacidad para controlar o evaluar sus impulsos, los niños pueden dejarse llevar por situaciones peligrosas.
“La autodisciplina es la habilidad que le permite a cualquier persona obtener
mucho más con el mismo esfuerzo.” (Pablo Edrokin)
La autodisciplina, como otras muchas cosas, también puede aprenderse. Lo
mejor para ello es empezar desde muy niños. Qué se puede hacer: • Disponer de un espacio cómodo y ordenado para trabajar. • Hablar con el niño para fijar metas realistas ayudándole a dividir tareas grandes en trozos más pequeños que pueda cumplir uno a uno. • Pedir al niño que cuando escoja una de las tareas se fije un tiempo límite para cumplirla. Cuando haya pasado el tiempo, revisen juntos si ha podido cumplir bien con la tarea. • Fijar un horario diario para realizar las tareas en casa, para que el niño aprenda a cumplir con sus compromisos y se haga responsable de su trabajo. • Ayudar al niño a fortalecer su sentido de capacidad y su autoconfianza reconociendo sus experiencias exitosas, por muy pequeñas que éstas sean. • Si la tarea no se ha realizado bien, volver a hacerla de nuevo, aprendiendo así de sus errores y desarrollando la capacidad para ser paciente y persistente. • Seguir fijando tareas cada vez más exigentes pero que el niño las pueda cumplir. • Revisar, al menos semanalmente, la mochila del niño para no olvidar ninguna de las tareas a realizar.