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LAS MUJERES JEFAS SE IDENTIFICAN CON SUS ROLES

TRADICIONALES DE GÉNERO1

Noelba Millán Cruz2

No es fácil cambiar de casa,


de costumbres, de amigos,
de lunes, de balcón.
Pequeños ritos que nos fueron
haciendo como somos,…
No es fácil deshacer las maletas un día
en otra lluvia,
cambiar sin más de luna,
de niebla, de periódico, de voces, de ascensor.
Y salir a una calle que nunca has presentido….
No, no es fácil cambiar ahora de llaves…

Ángeles Mora. “Elegía y postal”, 1994

El presente artículo hace parte de una investigación más amplia sobre concepciones
de los roles de género de las mujeres jefas de hogar. El proceso investigativo se adelantó en
la ciudad de Ibagué. Para iniciar se considera pertinente presentar algunos elementos
generales que caracterizan al grupo de mujeres jefas de hogar ibaguereñas involucradas en
el presente estudio.

¿Quiénes son nuestras jefas de hogar?

Las mujeres con las que se llevó a cabo el presente estudio constituyen un grupo de
118 jefas de hogar3 que además, comparten una historia de pobreza - estructural -, escasa

1
Este artículo hace parte de una investigación más amplia titulada “Concepciones e imágenes en torno a lo
femenino”. Una mirada de las mujeres jefas de hogar ibaguereñas. Actualmente en prensa. Universidad del
Tolima. Ibagué. 2006.
2
Profesora Asociada. Departamento de Ciencias Sociales. Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad
del Tolima. Correo electrónico: nmillan@ut.edu.co.
2

educación en términos formales y poseedoras de saberes informales más allá de los


requisitos para realizar el trabajo doméstico, entre otras cosas.

Al analizar el grupo de mujeres por edades, se encuentra que se trata de un grupo de


jefas jóvenes, el 58 por ciento tienen entre 24 y 39 años, por tanto se puede decir que se
encuentran en el primer momento del ciclo vital4 de la unidad doméstica. Para este grupo
etario su número de hijos en promedio es de tres. Alrededor de 68 por ciento son de
procedencia urbana. Más del 50 por ciento se ubican en la categoría de separadas y
presentan bajos niveles de escolaridad, alrededor del 50 por ciento sólo con estudios a nivel
de primaria. Por tanto, las ocupaciones que desempeñan y que han desempeñado a lo largo
de sus vidas es de pocos requisitos de calificación: la gran mayoría son empleadas en
servicio doméstico, cuidado de niños, lavado y planchado de ropa, ayudante de cocina en
restaurantes, vendedoras ambulantes en calles y plazas de mercado y ,en general, en oficios
varios. Desempeñan sus trabajos en condiciones precarias, sin estabilidad laboral y sin
ninguna protección social (carecen de las prestaciones sociales de las que debe gozar un
trabajador) y sus ingresos son muy escasos: el 78 por ciento del grupo percibe menos de un
salario mínimo mensual legal vigente. Se puede inferir de estos datos que sus condiciones
de vida son de extrema pobreza y la actividad laboral que desempeñan, si es que así se
puede denominar, tan sólo les permite sobrevivir al nivel de subsistencia.

3
Jefa de hogar se refiere a la persona reconocida como tal por los miembros de la unidad doméstica y que, en
la mayoría de los casos, asume de manera permanente la responsabilidad económica, es decir, genera para su
hogar el mayor ingreso. En el presente trabajo se reconoce como “jefa” a aquella mujer que además, no tiene
cónyuge o compañero permanente, le corresponde la organización de las tareas domésticas y es la imagen de
autoridad y el eje cultural y social del hogar. Obviamente, esta definición por demás arbitraria condiciona
algunas características de estos hogares (Millán, et. al. 2000). Por su parte la Ley 082 de 1993, art. 2°,
reconoce como “Mujer Cabeza de Familia a aquella que siendo soltera o casada, tenga bajo su cargo,
económica o socialmente, en forma permanente hijos menores propios u otras personas incapacitadas para
trabajar, ya sea por ausencia permanente o incapacidad física, sensorial, síquica o moral del cónyuge o
compañero permanente o deficiencia sustancial de ayuda a los demás miembros del núcleo del hogar”
4
Según Cariola (1989) en el ciclo de vida de las unidades domésticas se pueden diferenciar tres momentos,
que dan cuenta de las restricciones y posibilidades que tienen sus miembros para encargarse de de las
funciones de producción y reproducción. El primero, corresponde a unidades domésticas de reciente
formación con hijos pequeños y le corresponde a la madre el mantenimiento cotidiano y la socialización de
ellos, la cual ve limitada su capacidad para vincularse a alguna actividad laboral por este motivo. El segundo,
corresponde a aquellas unidades domésticas que tienen hijos mayores pero que la responsabilidad de generar
ingresos sigue siendo de su madre Y, en el tercer momento, los hijos están laborando, producen y ayudan a su
madre.
3

Mediante la aplicación de un instrumento preparado específicamente para ellas y de


la construcción de relatos biográficos5, se indagó sobre sus representaciones en torno a la
concepción y construcción de los roles de género internalizados a lo largo de sus vidas y
algunas de sus percepciones sobre el papel que deben cumplir mujeres y hombres en el
contexto social. La construcción de relatos biográficos permitió además, un acercamiento a
sus principales eventos vitales sobre algunos aspectos de sus vidas como por ejemplo, edad,
número de hermanos, matrimonio, número de uniones, separaciones, número de hijos y
nivel educativo, entre otros. Además y fundamentalmente, se buscó rescatar la perspectiva
de las mujeres jefas de hogar, es decir, esto significó conocer sus interpretaciones y
representaciones de dichos eventos. Rastrear estas interpretaciones permite construir una
aproximación a los marcos de referencia a partir de los cuales ellas valoran sus
experiencias, expresan sus representaciones y construyen sus relatos. Los elementos
valorativos y cognitivos dan sentido a sus experiencias.

Como hipótesis de trabajo se le apostó a una identificación de las mujeres jefas de


hogar con sus roles de género tradicionales adquiridos durante sus vidas y a una
permanencia en la imagen de mujer construida social y culturalmente. Para iniciar la
discusión se presenta, a manera de síntesis, algunos discursos sociológicos sobre la familia
y la mujer.

La familia como institución y agente socializador

La familia como institución cumple determinadas actividades, regidas por las


expectativas acerca del modo como las personas deben comportarse recíprocamente. El
cumplimiento de estas actividades tiene efectos sobre las demás instituciones de la sociedad
y sobre todo, es funcional en cuanto una sociedad no podría existir sin ellas.

5
La entrevista estructurada se realizó al 15 por ciento del grupo total de las mujeres seleccionadas para
participar en este estudio.
4

En este orden de ideas la familia se constituye en un espacio social y simbólico en el


que se inscriben, en palabras de López (1998, 25) “los avatares de la historia de cada sujeto,
y en el que se tejen, consciente e inconscientemente, relaciones fundamentales, que perfilan
una manera de hacer y de ser de los individuos y de la sociedad”.

En una breve mirada de algunas investigaciones sobre la familia6 se encuentra que a


ella se le atribuyen diferentes funciones, que van desde la sexual, económica, reproductiva,
educativa, hasta las de socialización, mantenimiento y ubicación. Algunas consideran que
en las últimas décadas la familia ha perdido importancia y funciones, mientras que otras
indican que la familia moderna tiene cada vez más peso social, ya que ha ganado en
especificidad. Lo relevante es señalar que los autores/as consideran que el cumplimiento de
las funciones satisface la perpetuación de los miembros de la sociedad, la trasmisión de la
cultura y de las posiciones sociales entre las generaciones.

A mediados del siglo XX, Parsons propone dentro del esquema funcionalista, la
familia nuclear7, como tipo ideal de familia, a la par de la teoría de los roles sexuales, lo
cual domina el discurso sociológico sobre la mujer. Los roles sexuales fueron tomados
como hechos dados. Lo que se discutía era el proceso y las estructuras que le permitían
desarrollarse. Parsons explicó los roles sexuales a partir del principio sociológico general:
el imperativo de la diferenciación estructural y la forma particular de ésta fue explicada por
la distinción entre liderazgo instrumental y expresivo. Los roles sexuales fueron vistos
como las diferencias instrumentales y expresivas que operan en el contexto de la familia
nuclear. Entonces, la familia socializa a los menores según patrones de roles de género. En
este proceso se garantiza la reproducción a través de las generaciones de los requisitos
estructurales de cualquier orden social.

6
Al respecto se puede consultar los ensayos de Ramírez, López Díaz, Gutiérrez de Pineda y Echeverry Angel,
publicados en la revista Trabajo Social No. 1, del Departamento de Trabajo Social, Facultad de Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional de Colombia. 1998
7
La familia nuclear, como un tipo particular, se proyectó en la teoría como la única que se adaptaba o
ajustaba a las instituciones económicas con las que está relacionada la sociedad moderna. Es una teoría de
ajuste entre la familia y la sociedad, ó más concretamente entre el sistema familiar y el sistema económico
(Parsons, 1986, citado por León, 1995)
5

Los patrones de roles de género (diferencias sexuales) se presentan por las


diferentes funciones procreativas de los cónyuges. De esta forma a los hombres les
corresponden los roles instrumentales, siendo el más importante el trabajo. A las mujeres
les corresponden los roles expresivos: criar y educar a los hijos. Pareciera que Parsons
considerara esta relación como resultado del proceso biológico. Argumenta que una familia
especializada en el interior de la misma es más eficaz.

Si la mujer debe pasar parte de su tiempo engendrando y criando hijos, es más


eficaz que combine esas tareas con otras que impliquen la misma orientación de valores
expresivos y que pueda atender al mismo tiempo que su función materna. En la sociedad
industrial la provisión de sostén material al hogar requiere salir de éste y verse envuelto en
actividades que conlleven orientaciones de valor opuestas a la crianza de los hijos (Harris,
1986:67, citado por León, 1995)

De esta forma, la asignación del rol expresivo a las mujeres, como forma de la
división sexual del trabajo, es definida como funcional para la sociedad industrial.

“Podemos afirmar que el papel de las mujeres adultas


no ha dejado de girar sobre los asuntos internos de la
familia, como esposa, madre y administradora de la casa,
mientras que el papel del hombre adulto se cumple sobre
todo en el mundo ocupacional, en su empleo y a través de
él por sus funciones generadoras de posición y de ingreso
para la familia. Aún si las mujeres casadas tuvieran
empleo parece improbable que se borrara por completo la
diferenciación cualitativa" (Parsons, 1986:55, citado por
León, 1995)

La cita anterior muestra cómo percibe el autor la división sexual del trabajo y la
dificultad de modificarla, dado que las diferencias son no transformables y están definidas
como calidades de los sujetos. Señala, además que, la participación en el sistema
6

económico le corresponde al marido y no a la mujer8, entonces él es el jefe y asume el


papel de proveedor económico. Definiéndose, la familia nuclear, como aquella donde existe
un hombre adulto, mayor de edad y con rol de marido y jefe, y donde la mujer, con rol de
esposa, es seguidora. Cuando existen hijos, el hombre es padre-jefe y ellos son seguidores.

Para Parsons además, la familia debe cumplir con las funciones de socialización de
los hijos y la estabilización de la personalidad, siendo lo principal en este proceso la
interiorización de la cultura o forma de adquirir el rol9. Los roles sexuales son elementos de
la constitución de la persona, a través de dinámicas propias en el interior de la familia
nuclear.

No obstante, la teoría funcionalista reconoce diversas formas de tensión entre los


roles sexuales producto de la articulación de los diferentes subsistemas de la sociedad. En
palabras de León (1995), en la relación entre la familia y la economía se encuentra la fuente
de muchos de los cambios en los roles sexuales y en especial las alteraciones en los roles
para las mujeres. La teoría de la modernización destaca la dualidad que experimentan las
sociedades en su proceso de transición del polo atrasado al moderno.

En este sentido, una parte de la sociedad es tradicional o atrasada y la otra es


moderna e industrializada. En la primera, predomina la familia extensa y las mujeres juegan
un rol caracterizado por su excesiva dependencia del varón, su encierro y su no
participación en el mundo laboral. En la segunda, se encuentra la familia nuclear, pero
como la urbanización e industrialización indujeron un proceso de transición hacia la
modernización, el rol de las mujeres se alteró con su entrada al mercado de trabajo y su
participación activa en la sociedad.

8
Parsons analiza la familia norteamericana, blanca, de clase media de mediados del siglo pasado, en la que
según él, las mujeres desempeñaban papeles domésticos, mientras que los hombres desempeñaban papeles
orientados al trabajo.
9
Para ello se apoyó en las teorías psicoanalíticas de la época en Estados Unidos.
7

En este sentido, la entrada de la mujer a la esfera de lo público y su presencia en el


mercado de trabajo, llevaron a plantear la tesis reduccionista de considerar la participación
extradoméstica de las mujeres como una condición necesaria y suficiente, para lograr la
redefinición de su identidad femenina10.

No obstante, la familia de hoy es distinta a la de ayer, reflexión que aborda López


(1998) de forma amplia y de la cual se retoman algunos elementos que se consideran
pertinentes para continuar con esta discusión.

Es importante reconocer que la familia como institución social no es ajena al


surgimiento de nuevos procesos originados por las transformaciones económicas, políticas
y sociales de nuestra sociedad. Ello se expresa, por ejemplo, en las transformaciones de la
estructura de las relaciones familiares. Las representaciones sociales sobre el hacer y el ser
de los miembros que la constituyen adquieren nuevos perfiles y aunque permanecen sus
funciones básicas, las valoraciones y expectativas sociales sobre los principios que la
fundan, así mismo sobre el desempeño de los roles que se desarrollan en su interior han
cambiado. El papel del padre, madre, hij@s y sus atribuciones asignadas socialmente
también han cambiado, por tanto en el interior de la familia se ha reorientado su vida y sus
relaciones con las demás instituciones sociales.

De acuerdo con Gutiérrez de Pineda (1998) son cuatro las funciones familiares que
denotan un cambio sobre la familia: la económica 11 , la sexo-reproductiva 12 , la de
germinación gratificante13 y la de socialización y crianza14. Además, la aceptación social y

10
. El análisis no profundiza hasta qué punto los modelos de desarrollo utilizan la división sexual del trabajo
existente, o si simplemente el trabajo de las mujeres en el mercado laboral constituye una extensión de su
trabajo doméstico (Benería y Roldán, 1992).
11
La transformación de la función económica es la que produce mayores repercusiones sobre las demás
funciones, la estructura familiar y la relación entre los géneros.
12
La función sexual experimenta un cambio debido a los avances en la medicina reproductiva y los medios
masivos de comunicación, tanto como la educación dirigida a transformarla.
13
El avance médico transformó la función sexual en dos sentidos. Una, en gratificante y la otra, en
reproductiva a voluntad, lo que significa que la mujer no se divide en mujer para la gratificación y mujer para
la producción.
8

legal de nuevas tipologías familiares como efecto del crecimiento de la inestabilidad de las
relaciones de pareja, del aumento de las rupturas conyugales y de la nupcialidad reincidente
(Echeverri Ángel, 1998). Los hogares monoparentales encabezados por mujeres se
constituyen en una de las nuevas tipologías familiares reconocidas hoy. Es decir, el
incremento de la jefatura femenina cada día es mayor, según fuentes oficiales un poco más
del 30 por ciento de los hogares en Colombia son encabezados por mujeres. Las
transformaciones enunciadas se encuentran interferidas con los demás cambios
institucionales.

En la actualidad se consideran tres funciones como básicas de la familia: la


perpetuación de la especie, la sobrevivencia material de sus miembros y la socialización o
sobrevivencia cultural. Aspectos que serán abordados más adelante.

3. Sobre la identidad femenina

A partir de la modernidad, que dibuja espacios sociales claramente diferenciados, se


orienta a la "niña-mujer" hacia los roles de madre, esposa y ama de casa: actividades que
generan valores de uso, es decir orientadas al consumo doméstico, a la satisfacción de "los
otros"; actividades que no serán reconocidas socialmente como productivas ni como
trabajo, por ende no remuneradas y devaluadas.

La diferencia/desigualdad se vive en todos los espacios sociales pero es justamente


en el espacio doméstico, la institución familia, donde se crea y recrea con mayor énfasis a
través de los roles sexuales en la vida cotidiana. En el hogar como espacio privado le ha
correspondido a la mujer ser proveedora fundamental de alimentos, cuidado y afecto, sin
embargo no se puede desconocer el papel que ejerce esta mujer, como madre, sobre los
miembros de la familia al lograr algunos “pequeños triunfos” que se expresan en aspectos
relacionados con la organización de la casa y sobre el presente o futuro de sus hij@s.
14
La socialización y la crianza son funciones que han cambiado, en algunos hogares de mujeres trabajadoras
se dejan en manos del Estado ó del sector privado y en otros, sobre todo en aquellos pobres y encabezados por
mujeres se sujetan a quedarse sin ninguna cobertura.
9

Algunos estudios de corte sociológico muestran un cambio frente a esta concepción e


imagen de mujer, sobre todo por el ingreso masivo de las mujeres al campo educativo y al
mercado laboral. Cambio que es lento.

Se entiende por vida cotidiana, la realidad inmediata que se impone al sujeto a


través de una estructura de tipificaciones que le indican quién es y cómo debe actuar frente
a situaciones también tipificadas, a la vez que le informan sobre el ser y las acciones de
todos aquellos con quienes interactúa.

La familia constituye el espacio primario para la socialización de sus miembros


siendo en primera instancia el lugar donde se lleva a cabo la transmisión de los sistemas de
normas y valores que rigen a los individuos y a la sociedad como un todo. Así, desde muy
temprano, la familia va estimulando el sistema de diferenciación de valores y normas entre
ambos sexos, construyendo de esta manera tanto la identidad como los roles de género. Las
reglas sociales van deslindando de forma clara las expectativas relacionadas con los roles
que las personas deben asumir. Así mismo, la idea que se tiene sobre el rol de las mujeres y
de los hombres en tanto madres, padres, esposas o esposos, está condicionada por la
sociedad en la que ellas y ellos se encuentran insertos.

De acuerdo con lo anotado en líneas anteriores es necesario reflexionar en torno al


concepto de mujer y de identidad femenina15. De Lauretis (1987), citada por Castellanos
(1995, 48) parte de la distinción entre las mujeres como sujetos históricos y el concepto de
mujer producto de los discursos dominantes o hegemónicos. La subjetividad femenina,
manera típica de ser, sentir y estar en el mundo tienen mucho que ver con un concepto

15
Abordar el estudio de este tema no es nada fácil, pero sin duda los movimientos feministas han liderado el
debate y al criticar la situación de subordinación de las mujeres en la sociedad y cuestionar las concepciones
sobre la feminidad que la legitimaban han buscado generar nuevas definiciones sobre la mujer, ubicándose en
el campo de la identidad. Desde la década de los setenta, el tema de identidad femenina ha sido objeto de
estudio y nuevas problematizaciones han surgido desde el ámbito académico. En los ochenta algunas
investigadoras plantean el debate en nuevos términos, buscando alternativas distintas al dilema igualdad -
diferencia en el que se habían polarizado las distintas corrientes del feminismo. Para profundizar en este tema
se recomienda consultar los escritos publicados desde 1995, de Luz Gabriela Arango, Magdalena León, Mara
Viveros, Marta Lamas, Gabriela Castellanos y Sonia Muñoz, entre otras.
10

cultural de mujer que se expresa mediante el lenguaje. La subjetividad se construye


mediante un proceso de interacción entre la cultura y la realidad personal, es decir la
constitución de los sujetos femeninos está ligada a las experiencias históricas y concretas de
las mujeres reales: "entre los discursos y los sujetos media la subjetividad y la experiencia"

Gabriela Castellanos (1995) luego de examinar las definiciones sobre mujer que han
elaborado corrientes feministas como la posestructuralista y el feminismo cultural, sus
aportes y limitaciones, elabora una propuesta alternativa para conceptualizar sobre las
mujeres. En resumen, desde una concepción del lenguaje como diálogo, el signo "mujer"
puede tener diversas significaciones que le han asignado quienes lo han utilizado. Esa
pluralidad de sentidos ha cambiado a través del tiempo y está en permanente
transformación como efecto de las luchas ideológicas. El significado del término mujer no
puede aislarse de otras condiciones (generación, clase, etnia, raza, profesión, clase ó
género) de esas mujeres y esos hombres que le dan sentido. Por tal razón, enfatiza la autora,
más que conceptualizar sobre la mujer, se pueden confrontar las distintas definiciones de
mujeres dotadas de diversas especificidades. Finalmente reconoce que la conciencia de
mujer es relativa a contextos socioculturales y políticos específicos, frente a los cuales cada
una puede asumir una actitud de identificación y de solidaridad política.

Ahora bien, un aspecto importante que cobra sentido en esta discusión sobre la
mujer, en el proceso de construcción de la identidad y la subjetividad, es el surgimiento de
la categoría "género" 16 para referirse a la construcción social de lo femenino y lo
masculino, privilegiando lo social y lo simbólico sobre lo biológico en la explicación de las
diferencias entre hombres y mujeres. Permite diferenciar por lo menos dos aproximaciones
a la identidad femenina: en tanto "identidad de género", la identidad femenina se presenta
como una construcción social y cultural, variable histórica y transformable que se distingue
de la identidad sexual entendida como estructuración síquica (Lamas, 1995)

16
En el primer capítulo de este trabajo se presenta una importante discusión sobre la categoría género y su
importancia en el análisis social.
11

En esta perspectiva y para efectos del presente trabajo ser "mujer" es haber
internalizado una identidad que ya está dada en el entorno cultural17. En cada cultura, la
diferencia sexual es la constante alrededor de la cual se organiza la sociedad. Al respecto
Marta Lamas (1995:62) dice:

"La oposición binaria hombre/mujer, clave en la


trama de los procesos de significación, instaura una
simbolización de todos los aspectos de la vida: el género.
Esta simbolización cultural de la diferencia anatómica
toma forma en un conjunto de prácticas, ideas, discursos y
representaciones sociales que dan atribuciones a la
conducta objetiva y subjetiva de las personas en función de
su sexo. Así, mediante el proceso de constitución del
género, la sociedad fabrica las ideas de lo que deben ser
los hombres y las mujeres, de lo que es propio de cada
sexo"

Sorprende, entonces, cómo un dato biológico (natural) es recreado en el orden


representacional y contribuye ideológicamente a la esencialización de la feminidad y de la
masculinidad. Esta simbolización cultural de la diferencia sexual, el género, marca no sólo
los sexos sino la percepción de todo lo demás: lo social, lo político, lo religioso, lo
cotidiano. Así, el valor de analizar a hombres o a mujeres, en cuanto categorías simbólicas,
reside en la posibilidad que dicho análisis ofrece de identificar las expectativas y los valores
que una cultura concreta asocia con el hecho de ser varón o hembra. No obstante haber sido
objeto de críticas la oposición entre naturaleza y cultura, entre lo doméstico y lo público,
entre la mujer y el hombre, constituye un punto de partida útil las asociaciones simbólicas
de las categorías hombre - mujer, como resultado de las ideologías culturales y no de unas
supuestas características inherentes o fisiológicas (Viveros, 2000, 66)

Las representaciones de género están presentes en toda sociedad, pues forman parte
de sus elementos ideológicos de reproducción social, y como tal se transmiten de
generación en generación, mediante un proceso de socialización. El género asigna los
17
Aunque esto sea así, considero que la identidad no es algo inmutable. La identidad es un proceso en
constante cambio al igual que los roles de género. En este sentido la identidad de género es una parte
constitutiva de la “identidad” entendida en términos más amplios.
12

papeles y las funciones que se consideran más apropiados para cada sexo, determinándose
pues la configuración de la propia identidad femenina o masculina en una cultura. Estas
categorías de género actuarán en todas las realidades sociales de los sujetos, y por lo tanto
también en el mundo de la producción, es decir, en el mundo del trabajo.

4. Las mujeres prefieren el rol doméstico

Al realizar una mirada al grupo de mujeres jefas, se podría intentar, a la luz de los
planteamientos teóricos precedentes, encontrar una explicación en torno al hecho que las
mujeres demuestran preferencia por el denominado rol doméstico tradicional. Situación
que se agudiza cuando las mujeres provienen del área rural, son mayores, con edades
superiores a 40 años y presentan bajos niveles de escolaridad. Llegados a este punto se
considera necesario reflexionar primero sobre cómo se establecen diferentes funciones
sociales para cada sexo en nuestra sociedad, para posteriormente entender el porqué de la
preferencia de las mujeres por sus roles domésticos y los presupuestos ideológicos sobre los
que tal realidad se sustenta.

Con frecuencia, se identifica la división sexual del trabajo con una división por la
cual las mujeres se quedan en la unidad doméstica y los hombres trabajan fuera de la esfera
doméstica; la mujer es identificada con la unidad y ésta con la mujer. Dicho de otro modo,
lo que los hombres hacen es producción, mientras que la responsabilidad principal de las
mujeres es la esfera de la reproducción, es decir, las tareas domésticas. El problema de esas
identificaciones es que sirven directamente para confirmar el dualismo presente ya en la
división sexual.

Es evidente que hay una base empírica de ese dualismo, pero enfocarlo de esa forma
es, en el mejor de los casos, dar una visión puramente descriptiva del modo como las
actividades de las mujeres típicamente están confinadas en la esfera doméstica. Pero, a
menudo, esas identificaciones superan lo descriptivo para caer en lo tautológico: lo que las
mujeres hacen es tratado por definición como perteneciente a la esfera doméstica,
simplemente porque lo hacen las mujeres. Un efecto de esto es hacer invisible cualquier
13

actividad a la que se dediquen las mujeres que manifiestamente no pueda ser tratada como
doméstica, por ejemplo el trabajo asalariado. Por ello el trabajo de las mujeres en
sociedades, como la nuestra, se vuelve invisible en muchas ocasiones.

A nivel de las representaciones ideológicas el lugar de la mujer es el de la casa y su


obligación principal será por lo tanto la de ejecutar el trabajo doméstico, opinión que es
compartida tanto por hombres como por mujeres. Dado que el espacio social propio de la
mujer sigue siendo, al menos en el marco de las representaciones sociales, el espacio
doméstico (casa, hijos), frente al espacio laboral - exterior masculino, y el orden tradicional
coloca a la mujer en el marco del grupo familiar y relacionada de forma muy especial con
el trabajo doméstico.

Junto a ello se considera que en toda cultura la esfera de la producción se asocia a


los hombres, por cuanto sobre ellos recae el papel de adquirir bienes de subsistencia de
forma continuada para su grupo social, mientras que sobre las mujeres descansa el de la
reproducción. Esta vinculación de funciones con cada sexo revierte en los espacios sociales
en que ambas acciones se realizan de forma preferente: la producción queda unida a la
esfera pública y la reproducción a la esfera doméstica. Aunque nos consta que tal
separación de funciones es una construcción social, puesto que en realidad ambas esferas
forman parte indisoluble de la reproducción social en sí misma de toda sociedad, ambas
funciones son valoradas socialmente de forma diferente.

Es aquí donde las concepciones sociales y las representaciones ideológicas actúan


desvalorizando el papel que la esfera doméstica de la reproducción tiene en sociedades
como la nuestra. Desvalorización sustentada en la consideración de que todo trabajo tiene
un valor de cambio, y desde el momento que las actividades que se realizan en el ámbito
doméstico no poseen tal característica, quedan relegadas a un segundo plano frente a las
entendidas como realmente productivas. Porque se considera que se puede afirmar que
cuanto no se integra al mercado, está devaluado socialmente o no se percibe siquiera su
existencia: así ocurre con el trabajo de las "amas de casa" que "no trabajan, sino que hacen
sus labores". Esto es debido a que el trabajo doméstico no es remunerado, se lleva acabo en
14

solitario dentro del recinto del hogar, siendo por tanto esencialmente privado; y socialmente
sólo adquieren prestigio aquellos trabajos que son remunerados, y que se realizan en el
ámbito público. Así pues, dado que el trabajo doméstico, a pesar de su importancia
fundamental para la reproducción ideológica, cultural y de la fuerza de trabajo, no reúne
estas características, carece por completo de reconocimiento por parte de la sociedad, ya
que, el primer patrón de reconocimiento social de las personas, es el trabajo remunerado.

Las actividades remuneradas que realizan las mujeres involucradas en esta


investigación suelen ser, la mayoría de las veces, una extensión de sus tareas domésticas,
actividades que dependen de factores como su edad, bajo nivel educativo, número y edad
de sus hij@s y las necesidades económicas de su grupo doméstico. Estas condiciones de
inserción laboral reafirman en el plano ideológico la menor valoración social del trabajo de
la mujer, quedando así cuestionado de alguna forma el valor emancipador del salario, pues
la consideración social del trabajo femenino, como subsidiario del masculino repercute en
el ámbito familiar, legitimando la vocación exclusivamente doméstica de la mujer y
justificando, de alguna manera, su dedicación prioritaria a las tareas domésticas (ver Tabla
2). Como en nuestra cultura son las mujeres a las que socialmente se les asigna el ámbito
doméstico, otorgándoseles ser "amas de casa", es fácil comprender que sus actividades
estén infravaloradas.

Diversos son "los discursos que puntúan la dimensión sexual presente en las
relaciones de trabajo, dando sentido social a las oposiciones entre mujer, casa y trabajo;
actividad doméstica y asalariada; y la dicotomía entre producción y reproducción. Algunos
condenan el trabajo femenino asalariado realizado fuera de casa como un mal en sí mismo,
a pesar de ser necesario para complementar la renta familiar. Las mujeres parecen fuera de
lugar, cuando se encuentran en la producción o en el mundo público" (Da Silva Blass,
1995).

Los valores que han caracterizado el mundo de las mujeres, valores que condicionan
y orientan su comportamiento, giran en torno a la familia y todo lo relacionado con ella. De
esta forma la mujer considera que por encima de cualquier tipo de actividad que pueda
15

realizarse fuera de la casa, está lo que corresponde al marco doméstico: organización del
hogar y bienestar de la familia, incluso la actividad que pueda llevar a cabo en el mundo
laboral, estará fuertemente influenciada por esta valoración de lo doméstico y será vista,
como una extensión de sus actividades dentro del hogar, como algo opcional y secundario.

No se olvide que hombres y mujeres adecuan sus comportamientos a un modelo


ideal dominante que, como se ha expuesto en párrafos anteriores, percibe el trabajo
femenino como coyuntural y temporal que contribuye a las necesidades del grupo
doméstico en determinados momentos. Algo que no puede ni debe entrar en contradicción
con "sus obligaciones" por oposición al caso masculino, sobre el que recae, como inherente
a su propia condición de hombre, el aportar de forma continuada los ingresos para mantener
a la familia, lo cual significa, el trabajo permanente.

El trabajo doméstico no sólo se desvaloriza al negársele su función productiva sino


que se percibe además como "no trabajo". Este presupuesto es elemental para entender la
no valoración del ama de casa y así la naturaleza de la participación de las mujeres en los
mercados de trabajo (Aguilar, 1998). Ante este no reconocimiento del trabajo doméstico
como un trabajo "real" señala Martínez Veiga (1995) que "el problema consiste en
averiguar las razones por las que hay ciertos tipos de trabajo que se consideran dentro de la
esfera del mercado, mientras que otros se colocan dentro de la esfera de la vida material".
Para este autor, esto se debe al hecho de que estas actividades son catalogadas como
infraeconómicas, infraestructurales, absolutamente básicas, y por tanto escapan al mercado,
a la conversión de la actividad en mercancía que es lo que determina lo que es trabajo o no.

Algo que se resalta de forma especial, es la relación entre la no consideración del


ama de casa como trabajadora y la consideración de determinadas actitudes propias de ese
trabajo como necesariamente femeninas, pues ello explica las características de la inserción
laboral de la mujer. Dirán ciertos antropólogos (Narotzky 1988) que el estereotipo según el
que las mujeres son pacientes, detallistas, emocionales y serviciales, las hace que se
consideren apropiadas para trabajos rutinarios, en los que es importante la habilidad manual
y la presentación final más que la creatividad (tales como la costura, limpieza,
16

mecanografiado, etc.) y son estos mismos estereotipos los que han alejado a las mujeres
tradicionalmente de las ocupaciones que suponen el ejercicio de la autoridad dentro del
ámbito laboral (Comas, 1995).

Como ya se ha esbozado, la división sexual que se establece en el interior del núcleo


familiar, se sustenta en los significados que históricamente la cultura ha atribuido a
hombres y mujeres en la sociedad. El hogar como espacio privado ha sido el espacio
socialmente destinado a la mujer durante siglos. Su conocimiento sobre el mundo debía
remitirse a aquellos saberes relacionados con la práctica de la reproducción. El manejo
instrumental, normativo, lingüístico que desarrolla se relaciona con las actividades
domésticas, la crianza y educación de los hijos.

Ahora bien, como se está analizando la concepción de las jefas de hogar frente al
trabajo doméstico es importante destacar la incidencia que éste ejerce en el comportamiento
de las mujeres. Leamos con cuidado la tabla siguiente.

Tabla 1. Concepción de las jefas de hogar ante roles domésticos


Afirmación Rol18
El hombre deja de ser hombre por realizar trabajos domésticos No tradicional
Si el hombre aporta dinero para el sostenimiento de la familia no
debería ocuparse de los oficios del hogar Tradicional
El hombre no tiene ni idea de lo que debe hacerse en una casa Tradicional
La madre es la única responsable del cuidado de los/as hijos/as Tradicional
Algunas personas piensan que, en la mayor parte de las familias, las Tradicional
mujeres son mejores que los hombres para cuidar los/as hijos/as
Si las mujeres ocupan tanto tiempo en los oficios de la casa no deben Indiferente
trabajar fuera de ella.
En la mayoría de las familias la mujer soluciona mejor los problemas Tradicional
familiares que el hombre
Fuente: Encuesta aplicada en Ibagué. 2000

18
Para efectos de evaluar los roles, a partir de las afirmaciones consignadas, se construyó un indicador que
resume la información de cada variable. Cuando el rol se evalúa como No tradicional, significa que se
percibe un cambio en la concepción de las mujeres jefas de hogar frente a ese rol, y cuando se evalúa como
Tradicional, significa que permanece la concepción, frente a ese rol, construida social y culturalmente.
Esta aclaración es válida para interpretar las demás tablas.
17

En este artículo se define por trabajo doméstico aquellas actividades realizadas


dentro del hogar con el fin de satisfacer las necesidades de los miembros. Se le llama
también trabajo "natural" de las mujeres. Las características de este trabajo apuntan a que
no requiere especialización; no es un trabajo valorado socialmente; se realiza en
condiciones de aislamiento; la demanda es subjetiva y los criterios de evaluación también
lo son, constituyéndose en un trabajo invisible. De esta forma cuando las mujeres tienen
hijos pequeños e ingresos bajos se ven agobiadas de trabajo.

Este último aspecto es un elemento importante de considerar desde el punto de vista


económico. Según María Elena Ovalle19, (1992, 24),

"…en el mundo se le ha denominado edad


paréntesis al período en que la mujer se dedica a la casa,
lo que abarca más o menos veinte años, considerando la
etapa que va entre los 20 y los 40 años de edad (en que los
niños prácticamente comienzan a estudiar fuera de casa o
a trabajar). Al final del período y con 40 años de edad, la
mujer se encuentra casi cesante y con una perspectiva
bastante pobre, sobre todo en nuestra sociedad, donde nos
cuesta enormemente integrarnos. Ahora desde el punto de
vista económico, esta mujer tiene un tremendo potencial.
El promedio de vida es de 65 años, o sea, que le quedan
por lo menos 20 años de una actividad que sería muy
valiosa para el país".

De la tabla 2 llama la atención que frente a las afirmaciones sobre roles laborales de
hombres y mujeres, las jefas de hogar asuman actitudes tradicionales, lo que reafirma una
vez más, las concepciones sociales de género construidas social y culturalmente. Sin
embargo, se resalta que ante las afirmaciones: "Debería haber más mujeres participando
en política” y “Las mujeres no están en capacidad de ocupar puestos importantes", ellas
asuman una concepción de rol tradicional que denota desconfianza. La desconfianza de las
mujeres en sus propias capacidades es un fenómeno que está asociado a los roles que les
fueron asignados por la sociedad durante la historia de la humanidad. Entonces, hay que

19
Presidenta de Finanzas Internacionales y Nacionales para la Mujer en Chile.
18

buscar en ello los factores que han conducido a la mujer a tener poca confianza en su
incorporación a la actividad económica.

Un repaso rápido por la historia permite comprender los factores sociales que
afectan la autoconfianza de las mujeres. Veamos:

En la sociedad agrícola, las mujeres cumplían funciones económicas y formaban


parte de familias extensas, lo que les permitía interactuar con un mayor número de personas
en comparación con lo que se vive hoy, conformada por familias monoparentales aisladas
donde el número de interacciones se reduce ostensiblemente. En las primeras sociedades,
las mujeres eran las principales productoras de alimentos, instrumentos y los elementos
necesarios para enfrentar la sobrevivencia, siendo vital para la mantención de la sociedad,
que se sustentaba en este trabajo no remunerado de la mujer. En forma tradicional y sobre
esta base, la sociedad le asignó a las mujeres funciones sociales importantes: La función
reproductiva; el cuidado de los hijos y el apoyo emocional dentro de la casa (debe ayudar,
recompensar, comprender, aceptar y solidarizar, entre otras.); y la función económica, a
través del llamado trabajo doméstico y/o trabajo remunerado, preocupándose además de la
administración del presupuesto del hogar.
19

Tabla 2. Concepción de las jefas de hogar ante roles laborales


Afirmación Rol
Las mujeres deben encargarse de los oficios de la casa Tradicional
Una mujer es más feliz cuidando de sus hij@s pequeñ@s que
trabajando fuera de casa Tradicional
La familia se afecta cuando la madre trabaja todo el día fuera de Tradicional
casa
Para un hombre es peor estar desempleado que para una mujer Tradicional
Es mejor para una mujer ocuparse por completo del hogar que
combinarlo con el empleo Tradicional
Una mujer puede trabajar fuera de casa, aunque tenga hij@s Tradicional
pequeñ@s
Cuando una mujer puede vivir del sueldo del marido, no tiene
porque trabajar fuera de casa Tradicional
Es lamentable ver maridos cuidando de sus hij@s mientras sus
mujeres trabajan Tradicional
La mujer que trabaja fuera de casa se distancia del marido Tradicional
Debería haber más mujeres participando en política Tradicional
Las mujeres deben trabajar especialmente en: cuidar niñ@s, madres
comunitarias, maestras, servicio doméstico, vendedoras, Tradicional
enfermeras, etc.
Es mejor que sea la madre quien cuide de su hij@ enferm@. Tradicional
Las mujeres no están en capacidad de ocupar puestos importantes Tradicional
Fuente: Encuesta aplicada en Ibagué. 2000

Continuando con la breve mirada histórica, la revolución Industrial constituye el


punto de partida de una serie de cambios centrales en la sociedad que provocan importantes
repercusiones en la situación de la mujer. Primero, se origina un cambio en la definición y
sentido del trabajo20, definiéndose como la actividad de quien produce bienes y servicios

20
El concepto de trabajo tiene diversos significados dependiendo del contexto donde se analice, es un
constructo social y cultural que debe ser estudiado en función de la propia historia y de los diferentes factores
que lo determinan en cada tiempo y realidad social. Numerosos han sido los estudios que desde diversas
disciplinas sociales han demostrado esta afirmación, evidenciando, con múltiples ejemplos, que lo que se
considera trabajo, como el valor social que a tal actividad se confiere, varía sustancialmente de una sociedad a
otra. El trabajo es una actividad propiamente humana porque sólo los humanos inscriben las actividades de
subsistencia en un marco social y simbólico que amplía las capacidades individuales y las dota de capacidad
transformadora. Esta idea, de considerar el trabajo como una actividad exclusiva de los seres humanos, en la
20

destinados a otros a cambio de una remuneración. Por tanto, de esto se desprende que el
trabajo doméstico queda por fuera del concepto de trabajo. Segundo, la división del trabajo
se apoya en la variable sexo: los hombres salen del hogar y se sitúan en la esfera pública en
contraposición las mujeres permanecen en el hogar y se sitúan en la esfera privada. Tercero,
la demanda de mano de obra aumenta gracias al avance imparable de la ciencia y de la
tecnología lo cual hace que las mujeres se incorporen al mercado laboral remunerado.

Y, cuarto, lo anterior lleva a que las mujeres empiecen a recibir educación igual a
los hombres, hecho que, sin duda alguna, ha contribuido a cambiar el mundo de las mujeres
contemporáneas, pero sólo para ciertos segmentos.

La incorporación de las mujeres jefas de hogar al trabajo ha traído distintas


consecuencias, entre las que se destacan, por un lado, el conflicto de roles dado que la
mujer jefa es madre y a la vez trabajadora responsable del hogar y por el otro, una
sobrecarga de roles: sigue siendo la única responsable del trabajo doméstico. Estas mujeres
se deben encargar del cuidado de los hij@s o buscar el apoyo de algunos parientes cuando
ello es posible. La carencia de la imagen paterna así como las dramáticas situaciones
económicas a las que se enfrentan con bajos recursos y niveles educativos, tiene
repercusiones en la formación de la identidad y de los roles genéricos de las nuevas
generaciones.

Entre los aspectos positivos se señalan los relacionados con el desarrollo de su


personalidad, mejoramiento de las relaciones con los demás, algunos beneficios

que se producen bienes necesarios para su permanencia, relaciones sociales y que se carga de aspectos
simbólicos y representaciones ideológicas, es fundamental a la hora de analizar los procesos productivos
concretos donde actúan los colectivos. En los procesos de producción se crean objetos, servicios, técnicas,
saberes, lenguajes, relaciones sociales y valoraciones e ideología. Es a través del trabajo como los sujetos de
una comunidad adquieren un reconocimiento determinado, un status y prestigio, se les permite participar en el
ámbito de lo compartido socialmente y se les otorga unos rasgos definidores de su propia identidad. Las
mujeres y los hombres, definen una parte de su identidad a través del trabajo, por muy instrumentales o
impersonales que puedan ser las tareas que se realicen, para el trabajador o trabajadora se trata de una
experiencia personal, de una forma de relacionarse con la realidad en que vive, de identificarse y de ser
identificado.
21

económicos para la familia, aumento de la autoestima y confianza en sus propias


capacidades. Estos aspectos no se identifican para el grupo de mujeres jefas involucradas en
el presente estudio.

Otra posible explicación a la preferencia de los roles domésticos podría encontrarse


en el hecho de que las mujeres de los estratos pobres van cercenando sus posibilidades en
aras de ser concordantes con los roles definidos por la sociedad y que deben desempeñar.
Entonces, se puede entender, cómo a las mujeres al asignarle, casi en forma exclusiva, los
roles domésticos le resultan lejanas aquellas tareas que, por ejemplo, involucran el manejo
de asuntos financieros y empresariales. De esto surgen mitos que justifican supuestas
incapacidades intelectuales de las mujeres, originándose una opinión social que provoca
inseguridad en ellas. Las mujeres consignan aquellas experiencias que contribuyen a
reafirmar estas creencias tradicionales. Las mujeres se colocan barreras, como por ejemplo:
el pensar que si se tiene éxito se afecta el hecho de ser mujeres (la femineidad); el complejo
de culpa que viven por creer que al desempeñar alguna actividad se dañan los roles de
madre o esposa; pensar que el éxito afecta a la pareja, entre otras. Los análisis realizados
en la presente investigación así lo confirman. Al respecto un testimonio de una de las jefas
entrevistadas:

Vengo de una familia muy tradicional y soy la


mayor de seis hermanos, cuatro de los cuales son
mujeres. Creo que empecé a sentir limitaciones desde
muy niñita por el hecho de ser mujer. Cuando fui a la
escuela me encantaba leer y estudiar, lo que hizo que
fuera buena estudiante. Pero ello levantaba el
siguiente comentario: "qué pesar que sea niñita, para
qué estudia tanto, si supiera lo que le espera en la
vida"… Otro hecho que recuerdo, es que a los 15 ó 16
años yo le decía a Dios "querido Dios ¿por qué no me
hiciste hombre?…Qué camino debo seguir,
ayúdeme….(María, jefa de hogar, 35 años)

Cómo ya se ha argumentado, ser hombre o mujer no está determinado sólo por lo


biológico. Son categorías simbólicas determinadas por un contexto histórico y
22

socioeconómico dado que sufre cambios permanentes. Es también, una construcción


subjetiva ya que la cultura ejerce algún tipo de presión para que un sujeto adopte
determinados rasgos de personalidad que serían esperables para cumplir con determinado
rol femenino o masculino.

Toda etapa de cambios involucra crisis, desajustes y reorganización de los sistemas


sociales imperantes, es allí donde va construyendo la historia y, de una u otra forma, se van
configurando las personalidades y los "modos de ser" de los hombres y las mujeres que
conforman una sociedad. De esta forma existe el "mito de la femineidad", donde el modo
de concebir a la mujer, especialmente por los roles a ella asignados, se eleva a la categoría
de lo que la mujer "debe ser", desconociéndose que las circunstancias son las que crean los
rasgos propios del ser humano y, por ende, de la mujer, y que éstos no se derivan de la
"naturaleza femenina" sino que son producto de la sociedad patriarcal 21 que la ha
configurado durante generaciones. Se habla, entonces, de características de personalidad
"normales" para uno y otro sexo.

A las mujeres se les atribuye ser suaves, dulces, sentimentales, afectivas, inseguras,
pasivas, sacrificadas y dependientes, entre otras. Rasgos que se presentan además, en
contraposición a los de los hombres, que deben ser frios, duros, intelectuales, estables,
seguros de sí mismos y activos.

En este orden de ideas, el “paradigma patriarcal tradicional”, es un modelo que ha


apuntalado nuestra vida sociocultural. Aunque investigadoras como Gutiérrez de Pineda22
(1998,39) argumentan que dicho modelo está cambiando, no que haya desaparecido como
tal. Lo que ocurre es que frente a los cambios de las funciones de la familia existen algunos

21
La sociedad patriarcal se define como aquella en donde el varón ostenta el dominio total, donde todos los
privilegios son para el hombre, que posibilitó una ideología basada en estereotipos sexistas de la mujer y del
hombre.
22
El ensayo "Cambio social, familia patriarcal y emancipación femenina en Colombia", propone mirar la
transformación social como cambio culural y éste como cambio familiar, a su vez ponderado por las crisis en
la estructura patriarcal. Así, preguntarse qué tanto se ha modificado la familia equivale a preguntarse qué
tanto ha variado la estructura patriarcal
23

grupos que los dejaron atrás y otros, que se aferran angustiosamente a su estructura
tradicional. Por ejemplo, llama hoy la atención, las diversas maneras como se conforman
las unidades domésticas, dando origen a diversas tipologías que proliferan 23 y que en
algunas oportunidades ponen en duda la existencia de la familia 24 tal como ha sido
concebida, es decir, como institución importante que debe cumplir con funciones
determinadas.

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23
Para Ibagué, se encontró que existen diversas tipologías familiares según el sexo del jefe. Millán, 2000.
24
Como ya se mencionó la familia como institución ha sufrido una serie de transformaciones, tales como:
pérdida gradual de su rol como unidad productiva; las transformaciones sociodemográficas que implican un
cambio en la composición y estructura de los hogares; la separación de las esferas de la sexualidad y
procreación; el incremento de la inestabilidad en las relaciones de pareja, de uniones consensuales que
contribuyen a la conformación y al reconocimiento de nuevas tipologías familiares, entre otras.
24

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