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Historia de Napoleón Bonaparte

Por
Josep Subirats (Leones)
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El origen del Gran Corso


Cuando Napoleón nació en Ajaccio, el 15 de agosto de 1769, Córcega era francesa desde hacía un
año solamente en 1768, los genoveses habían vendido a Francia esta bella isla montañosa y
poblada de árboles. Las rebeliones incesantes de los corsos, pueblo orgulloso, habían cansado a los
genoveses. Su padre Carlos Bonaparte, era de origen italiano, era un notable de la isla, perteneciente
a una nobleza sin gran abolengo. La familia era de la Toscana y vivían modestamente en Córcega de
unas tierras mediocres, sus tíos sacerdotes, gentes de recursos, sostenían el clan, casó a los
dieciocho años con Leticia Remolino, hija de un funcionario genovés, fue una mujer que durante su
vida mostró el orgulloso carácter de los corsos, y cuando tuvo riqueza se mostró parca y moderada
era porque había conocido la pobreza. Dio a
luz a trece hijos, de los que solo ocho
sobrevivieron.. Eran firmes partidarios de
Paoli, independentista corso, solamente
después de la derrota de éste, aceptó su marido
un salvoconducto francés y pudo asó volver a
Ajaccio, donde dio a luz a su segundo hijo,
Napoleón.

Paoli, este revolucionario corso fue el primer


ídolo de la juventud de Napoleón, había
llegado a ser jefe a los treinta años y citaba
constantemente a Plutarco y sus obras, las
cuales se convirtieron en el catecismo de Napoleón.

El 11 de mayo después de estar unos meses en el seminario de Autun le conceden una beca en la
Escuela Militar de Brienne, donde ingresó con solo 11 años. Estuvo cinco años sin ver a sus padres,
era un alumno corriente, no le gustaba el latín, buen matemático y su ortografía era deficiente… le
gustaba la historia, la geografía y era un buen lector. Debido a sus buenas notas como matemático
fue enviado como artillero a la Escuela Militar de Paris, en 1784.

En 1785, Napoleón deseaba ser destacado al sur para estar cerca de Córcega; fue destinado en
Valence, allí tuvo ocasión de conocer a la tropa y conocer la manera de hablarles, fue
inmediatamente seducido por la calidad de vida de esta escuela frecuentada por la nobleza de
Francia. Allí hizo algunas amistades que le valieron para más adelante. Hizo su primer examen para
ingresar en artillería y de las 36 plazas consiguió la número 12, siendo nombrado alférez en el
regimiento de la Fère. Siendo nombrado oficial a los dieciséis años y quince días después en enero
de 1786, le dieron por fin, el uniforme de oficial y las charreteras. Después de un corto periodo de
tiempo en Ajaccio, en junio de 1788 tiene que incorporarse a su regimiento, esta vez en Auxonne,
una pequeña ciudad de Borgoña, donde manda un regimiento, siendo su jefe el general du Teilcon
éste tenia grandes ideas sobre el arte de la guerra y le hace leer el Essai General de la táctique del
Conde de Guibert , siendo el verdadero codificador de la guerra moderna, la teoría que luego pasara
a ser la guerra napoleónica- adquirir la superioridad en un punto esencial, atacar ese punto con todas
sus fuerzas, obtener un efecto sorpresa por la rapidez de sus movimientos.

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Su capacidad de trabajo no tiene límites y sabe aprovechar todos los momentos para aprender algo
nuevo. Analiza la historia de Federico II y la “ república” de Platón, cuéntase que en un arresto, el
único libro que tenia a mano era Las Instituciones de Justiniano, cuya excelente memoria retiene y
un día asombrará al Consejo de Estado al citar las leyes romanas.

La revolución

En la Borgoña durante este periodo, siendo bajo su mando, la represión más dura, manda detener a
cuatro monjes de Citeaux, por alborotadores y los encierra en la abadía y pone fin a la rebelión.
Amenazando con disparar y todos saben que no dudara en hacerlo. Es bien sabido que el prefiere la
injusticia al desorden, pero esa no es su revolución , lo único que le interesa es liberar Córcega
donde pasa largos periodos de tiempo, en su Ajaccio natal, donde participa en algunos motines y
corre el riesgo de perder su puesto en el ejército. Con honda preocupación, vuelve a Paris, donde
gracias a la ayuda de tres diputados corsos: Salicetti, Chiappe y Casabianca, consigue su
reincorporación al ejército con el grado de capitán. El continua pensando que la anarquía en
Francia puede ser un buen pretexto para conseguir la libertad de Córcega. Al cerrar la Escuela de
chicas de Saint-Cyr, de fundación real, él ha de llevar a su hermana Elisa a Ajaccio,
proporcionándole un buen pretexto para volver a su isla.

Su primera campaña en Cerdeña

Siendo enero de 1793, los ejércitos franceses victoriosos han rechazado la invasión, conquistando
Bélgica, Niza y Saboya y el gobierno quiere anexionarse Cerdeña, perteneciente a la casa de
Saboya, contando aparte las tropas francesas con voluntarios corsos. Napoleón es nombrado
teniente coronel de los voluntarios y participara como comandante de la artillería, compuesta por
dos cañones y un mortero. Pero al mando de los corsos estaba Cesari, un primo de Paoli, con la
secreta misión de hacer fracasar la operación. Napoleón que se tomó muy a pecho su primera acción
de armas, desembarcó en la isla de San Steffano y dirigió con habilidad la artillería. Cesari,
siguiendo las instrucciones de Paoli, capitula y Napoleón se ve obligado a embarcar, abandonando
sus tres piezas de artillería. Siendo sorprendente su reacción muy ambigua, por un lado firma un
manifiesto de los voluntarios corsos contra la vergonzante retirada y por el otro, escribe una carta
amable a Cesari.

Pero la enemistad con Paoli les obliga a marchar de su isla e inician un largo peregrinaje acabando
en Marsella, con su sueldo de capitán y la ayuda que el gobierno francés ofrece a los refugiados
corsos, malviven en dicha ciudad. Convirtiéndose su madre en amante de un comerciante marsellés
y desposándose José con una de las hijas de este. Napoleón estuvo a punto de casarse con Desiree,
la segunda de sus hijas, la que luego seria Mme. Bernadotte y reina de Suecia. Gracias a la ayuda de
su amigo Salicetti, consigue ser jefe de batallón y destinado al sitio de Tolón. Esta ciudad se sublevó

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, pidiendo ayuda a los ingleses, lo cual era un peligro para la revolución, mientras en Lyón ondeaba
la bandera monárquica y la guerra civil continuaba en la Provenza. Los ingleses, españoles y sardos
podían formar un ejército en Tolón , remontar el valle del Ródano y reunirse con las tropas del
Piamonte y con los lioneses rebelados. Las tropas francesas estaban al mando del general Carteaux
el cual pretendía asediar Tolón, este general valiente pero poco inteligente, no entendía los
razonamientos del joven artillero, que la posición clave de Tolón era la punta de la Eguilette y por
tanto era allí y no sobre la ciudad donde se habían de concentrar todos los esfuerzos. Napoleón en
sus tiempos de viajero había estudiado la rada de la ciudad y desde la punta de Eguilette se podían
tirar cañonazos contra los barcos enemigos y obligarlos a retirarse. Pero si Carteaux no lo entendió
así, su sucesor Dugommier se dejó convencer por la tenacidad de Bonaparte. Éste disparó
personalmente el cañón, fue herido y consiguió el ascenso a general de brigada.

En marzo de 1794 fue nombrado comandante de artillería del ejército en Italia, esto le permitió
familiarizarse con la geografía de un país, donde llevaría a cabo una de sus mejores campañas. Pero
en los tiempos de la revolución las amistades eran frágiles e inseguras, los Robespierre eran
derrocados y su amigo Salicetti le mandó detener. En 1795 le retiraron de Italia y le destinaron al
ejército de la Vendée.

El rechaza este destino, le quieren imponer una arma que no es la suya… la infantería… aparte
tampoco quería cambiar el teatro de operaciones, Italia por una guerrilla local. Se siente tentado de
ir a servir al Gran Turco , que ha pedido a Francia oficiales de artillería y la paga es buena, pero
veintiún días más tarde la Convención iba a necesitar un general más enérgico, ya que querían evitar
que la derecha monárquica, muy activa en Paris, llegara al poder. Si los equipos de la derecha que
han hecho el Termidor, atacan la Convención, ¿Quién la defenderá?. La Convención al atacar a
Robespierre, ha perdido el apoyo de los “gorros frígidos”. Solo les queda el recurso del ejército, son
llamados los generales Pichegru y Menou para protegerla. La tarde del 4 de octubre de 1794 ,
Menou parlamenta con los alzados, si ganan estos la Convención esta perdida, pero esta decide
defenderse y destituye a Menou y nombra a Barras como general en jefe del ejército del interior,
pero Barras necesita un técnico a su lado y piensa en Bonaparte.

La Convención disponía de 8.000 hombres; los rebeldes de 30.000, pero separados por el Sena,
mientras Bonaparte tenía una posición central, más fácil de defender. Los rebeldes enviaron un
batallón para apoderarse de unos cañones que había en el campo de Sablons, cerca de Neuilly. Pero
Napoleón se les adelantó y encargo a su jefe de escuadrón Murat, con 300 caballos que fuera a
buscarlos, cuando tuvo la artillería , ametralló a los faccionarios en la puertas de la iglesia de Saint-
Roch, fue una matanza brutal, entre trescientos y cuatrocientos hombres sucumbieron a la metralla,
también salio airoso en la plaza del Carrusel y en el puente Royal, la Convención se había salvado.
De aquí en adelante seria el “general Vendimiario” por la rapidez de sus decisiones.

Napoleón espera volver a ser destinado a Italia y así se lo comunica a Carnot, miembro del
Directorio y encargado de los temas militares. El Directorio que quería anexionarse Bélgica y por
ende, ponerse en contra de Inglaterra, tiene una gran necesidad de victorias. “Si estuviera allí,
comenta Bonaparte, los austriacos serían vencidos”.

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Cuadro de Josefina, pintado por Pierre-Paul Prud


´Hon, Museo del Louvre en Paris, fue encargado por
Napoleón el día después de ser coronado

Josefina de Beauharnais

Josefina Rosa Tascher de la Pagerie, una bonita criolla,


nacida en la Martinica, de treinta y dos años, y madre
de dos hijos: Hortensie y Eugène, viuda del general
Alejandro de Beauharnais, general en jefe del Ejército del
Rhin, guillotinado por el Terror, su amistad con Teresa
Tallien, le salvó de seguir la misma suerte que su marido
y con la que compartió durante un tiempo el mismo
amante Barrás. Empezó a ser cortejada por Napoleón y
fue un asiduo visitante de su mansión en la calle de
Chantereine, era pues una presa fácil para una cortesana, con sus caricias, vestidos etéreos, que
dejaban traslucir unos pechos aún firmes y sensuales, que enloquecen al joven e inexperto (en estas
lides) general, el cual se enamoró locamente de ella.

Las mujeres hasta entonces no le habían hecho mucho caso, pero Josefina dominaba los hábitos
mundanos, conocía perfectamente la vida sensual, no tenía mucho dinero pero contaba con buenas
relaciones, una de ellas el señor de Ségur, le aconsejó a Napoleón que se casara con la joven,
olvidando la diferencia de edad, el matrimonio se celebró y Barrás como regalo de boda le dio el
mando supremo del ejército en Italia, ya que le consideraba peligroso en Paris.

La noche del 9 de marzo de 1796, el 19 Ventoso del año IV, en la sala del Hotel Mondragon que
sirve de sala de casamientos, Josefina y los testigos Barrás y Tallien, esperan a Napoleón que
ocupado en los preparativos de su marcha al frente del ejército de Italia, le hacen llegar tarde al
casamiento y enseguida conmina al alcalde Leclerc que les case con prontitud. Pero la ausencia de
éste pronto le hace olvidarlo, mientras Napoleón está enzarzado en las batallas en Italia y a ella,
debido a las victorias de su marido, la llaman Nuestra Señora de las Victorias. Acude cada vez más
asiduamente a las fiestas de Barrás y ofrece, ella misma, escandalosas recepciones en su morada. El
varonil Murat, se relaciona con ella durante un corto periodo de tiempo, pero luego le siguen otros.

Las continuas cartas de su marido la atosigan… como muestra una de ellas: ”Si me quisieras me
escribirías dos veces al día, pero solo tienes tiempo para escuchar las tonterías de los señoritos
que desde las diez de la noche y hasta la una de la madrugada, te cuentan todas las chilindrinazas
de Paris. En los países que hay decencia, a las diez de la noche, todo el mundo está en su casa; en
esos países se escribe al marido, se piensa en él, se vive para él. Adiós Josefina, eres un monstruo
que yo no puedo explicar”.

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Barrás intercede por el general y insiste a Josefina que acuda junto a él, ella ya no sabe que excusa
darle y se inventa un embarazo imaginario, cosa que ilusiona a Napoleón y después una grave
enfermedad que la retiene en cama, atendida por tres médicos. El propio Murat, es el encargado de
poner al corriente a Napoleón de estas artimañas. Y cuando por fin consiente en ir a Italia a
encontrarse con su esposo, el cual cabalga a galope tendido hasta Milán, para ese encuentro, ella
está en Génova en una fiesta con Charles Bonaparte.

Otra vez Italia

El 27 de marzo de 1796, llegó a Niza, su ejército activo constaba de 40.000 hombres, mal
equipados, casi sin zapatos, ni ropa. Sus enemigos los austriacos y piamonteses disponían de 80.000
hombres. Los víveres tampoco llegaban. Sus soldados disparaban solo para cumplir con su honor,
pero no avanzaban jamás. Sus generales Masséna, Augereau y Berthier, no estaban conformes que
un advenedizo les mandara. Pero desde los primeros momentos, Napoleón se mostró severo y poco
comunicativo con ellos, pero a los soldados les devolvió la esperanza: “Soldados, sé que estáis mal
alimentados, y casi desnudos. Yo os llevaré a las mesetas más fértiles del mundo. Ricas provincias,
grandes ciudades caerán en vuestro poder. Allí encontraremos honor, gloria y riqueza “.

Desde las dos primeras semanas siguió los principios de Guibert: ser más fuerte que nadie en un
punto y atacar por ese punto. Esto le permite vencer, por separado a los diferentes ejércitos, abrir el
camino del Piamonte y firmar un armisticio con el rey Víctor Amadeo. Los austriacos eran
mandados por un general, muy conocido en la época, Beaulieu… ¿Pero que podía hacer ante un
general, que no respeta los principios básicos de la guerra, que se arriesga escandalosamente y está
en todos los lugares al mismo tiempo?. El 10 de mayo con la victoria de Lodi, se ganó la confianza
del ejército entero. Ya era dueño de la rica Lombardía, de Milán. Los demás estados italianos
querían negociar con él, la nobleza italiana no lo veía con buenos ojos, pero el pueblo harto del
yugo de los austriacos se alegro. Pero el Directorio le propuso compartir el mando con Kellerman a
lo que el corso contestó: “Solo o nada”.
El Directorio para conservar la paz en el interior, debía ofrecer unas victorias en el exterior,
conservar Bélgica y adquirir la orilla izquierda del Rhin, pero esto dependía de Austria , para
convencerla a negociar se habían de instalar sólidamente en Italia y poder ofrecer algo a cambio a
los austriacos ; el norte de Italia por las fronteras naturales de Francia. Napoleón de dedica a ello y
tiene su plan en Italia, fundar dos repúblicas, de las que él será protector y entregar Venecia a los
austriacos. Pero estos no aceptan y envían contra Bonaparte a sus dos mejores generales, Würmser
y Alvinzi, pero este se bate con furia inusitada, una furia debido a que a pesar de sus cartas ardientes
a su esposa, esta le engaña con varios amantes . En ese momento Würmser manda un nuevo ejército
contra él, y los italianos están preparados para alzarse contra él , si las cosas le van mal. Pero
Napoleón se sale del atolladero y Würmser se refugia en Mantua y Alvinzi , que viene en su ayuda
también es derrotado. El famoso paso del puente de Arcole, en el que el delgado general de rostro
heroico, blande una bandera tricolor, esta perpetuado en un bello cuadro.

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El general Bonaparte en Pont d´ Arcole, óleo


de Jean Gross, Museo del Louvre. Paris. La
obra conmemora la victoria de Napoleón en
la campaña de Italia de 1796

En enero de 1797, Alvinzi es derrotado en


Rívoli, y Würmser capitula, pero llega otro
gran general austriaco, el archiduque Carlos
que corre la misma suerte que sus
predecesores, con su derrota el camino de
Viena está abierto, si el ejército francés del
Rhin se moviera sería posible llevar la guerra a
Austria. Pero estos no se mueven… En Italia la
retaguardia no está segura. Es preciso terminar
y Napoleón firma el principio de paz de
Leoben. En Francia se preparan unas
elecciones, que seguramente ganará la derecha,
la misma que él destrozó a cañonazos en Saint-
Roch.

El Directorio se envalentona y habla de establecer una república en Viena. Bonaparte no esta de


acuerdo con estas locuras, pero si lo está con Tayllerand, ministro de Exteriores y firma la paz de
Campoformio, por ella el emperador de Austria, renuncia a Bélgica, la orilla izquierda del Rhin es
una cosa pendiente, Francia la conseguirá si los estados alemanes dieran su consentimiento e
Inglaterra firmara esta paz , pero ésta es hostil a cualquier potencia demasiado poderosa en el
continente.

Napoleón duda en si apoyarse en el ejército


para derribar al Directorio, pero el ejército es
republicano y no esta seguro si le apoyaría en
este paso decisivo. El Directorio le da el
mando del ejército, encargado de invadir
Inglaterra, pero éste no existe. Los miembros
del Directorio ya le temen y le envían a
negociar con los estados alemanes y cuando
está a punto de conseguirlo, lo vuelven a
llamar a Paris. Hace veintiún meses que partió
de la capital, siendo un desconocido y ahora
vuelve como un héroe nacional. Ya empieza a
colocar a su familia, José es comisario en
Parma, Luciano, comisario de guerra. La calle
Chantereire donde tiene su morada ha sido bautizada con el nombre de calle de la Victoria. En Paris
se le relaciona con los intelectuales: Laplace y Berthollet, se aleja del poder, sabe que el Directorio
le vigila de cerca, no comparte esas pasiones francesas que son la monarquía y el jacobismo, sabe
que su iniciativa política es prematura.

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En Paris no puede hacer nada y si continua sin hacer nada está perdido, el Directorio juzga
inoportuna su gloria. Tiene el mando del ejército contra Inglaterra, pero no tiene flota para llevarlo a
cabo. Hoche había perdido un año preparando un desembarco en Irlanda. Napoleón lo rechaza en
tres semanas. Acaricia otro sueño atacar Inglaterra en Egipto, tampoco esa empresa es fácil. Nelson
con su escuadra es el dueño y señor del Mediterráneo y tendría de transportar a su ejército de
40.000 hombres, pero ¿Cómo? El almirante Brueys sabía que si se encontraba con Nelson, la flota
francesa entorpecida por sus propios convoyes, seria aniquilada. El riesgo era inmenso y Napoleón
lo aceptó. Embarcó en el Orient el 19 de mayo de 1798. En aquellos tiempos los medios para
iluminar una flota eran rudimentarios. Brueys no sabia donde estaba Nelson y éste desconocía el
paradero de Brueys. Éste se apoderó de Malta y siguió camino a Alejandría,. Nelson se cruzó a
cuatro millas de la flota francesa, sin verla por
la noche, y al no verla corrió a buscarla en
Siria. Si la hubiera visto, Napoleón, su
ejército, su estrella y quince años de gloria se
hubieran ido a pique.

Napoleón ante la Esfinge, por Jean-Léon


Gérome, 1868

El desembarco tuvo éxito, los mamelucos,


milicia turco-egipcia fueron vencidos y
Napoleón se dispuso a organizarlo todo, llevaba un ejército de juristas, administradores, naturalistas
y artistas, todo los necesario para fundar el Egipto moderno y lo logró, le dio un sello francés, pero
muy respetuoso con el Islam, siendo llamado Bunaberdis Bey por los mamelucos. Manda celebrar
las fiestas musulmanas. Es famosa su arenga a los soldados: “ Desde lo alto de estas Pirámides,
cuarenta siglos nos contemplan” . Pero el 1º de agosto, Nelson encuentra a Brueys en la bahía de
Abukir(1) y lo destroza. Brueys perece en el hundimiento del Orient, el buque que transportó a
Napoleón. Pese a estar aislado su ejército, Napoleón no parece darle importancia , piensa en
quedarse en Egipto y reinar allí. El país le proveerá. Al día siguiente de Abukir funda el Instituto de
Egipto. A la pregunta de cuanto tiempo pasará en Egipto, el contesta: “Unos meses o seis años,
tenemos veintinueve ; entonces tendremos treinta y cinco. Estos seis años me bastan para llegar a
la India“ . Los turcos pretenden echarlo de Egipto, pero él les derrota , pero no puede conquistar
San Juan de Acre, un antiguo camarada de Brienne, Phelipeaux, emigrado y el inglés Sidney Smith,
al carecer de una artillería potente. Furioso, ordena quemar las cosechas en Acre y matar a los
prisioneros que no pueda transportar. Él había
elogiado a Louvois por el incendio del
Palatinado: “Un hombre de Estado no tiene
derecho a ser sentimental”. Si a esto le
añadimos las infidelidades de su esposa,
aireadas por los ingleses, con la publicación
en la prensa de unas cartas ridículas.

Explosión del Orient en la batalla de


Abukir

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Pero Napoleón ya esta cansado de su aventura por tierras egipcias, y ya en julio de 1799 esta
preparando el regreso, teme el bloqueo de los británicos por mar, pero él ha calculado el riesgo
varias veces y se embarca en una fragata, consigue pasar y llega a la rada de Ajaccio en octubre de
1799, allí le llegan las noticias que Masséna y Brune, con sus victorias sobre los rusos, ingleses y
holandeses, han alejado el fantasma de la invasión. Bonaparte se hace de nuevo a la mar y
desembarca en Frejus donde se ve realmente sorprendido por el calor del recibimiento del pueblo.
Su hermano José le pone en antecedentes de la hostilidad manifiesta del pueblo hacia el Directorio.
Sieyés, Fouché y Talleyrand están convencidos del golpe de estado, pero necesitan a Bonaparte,
pero otros tres miembros del Directorio, no dan su consentimiento (Gohier, Moulin y Barras),
solamente Sieyés y Roger Ducos conocen el proyecto y están a favor. Sieyés era un maestro en el
arte de hacer cumplir la ley, violándola. El 18 Brumario , el Consejo de Senadores será convocado
muy temprano, pero se olvidará convocar a la oposición. Los Senadores, informados de la
conspiración que amenaza los Consejos, deciden el traslado de los Quinientos a Saint-Cloud, donde
les protegerán las bayonetas de Bonaparte. Lejos de Paris, la propuesta de la nueva constitución no
tiene contestación posible, rodeados de soldados, no tendrán más remedio que aceptar y los tres
cónsules : Bonaparte, Sieyés y Roger Ducos se harán con el poder.

El primer día la operación se resolvió bien, Bonaparte habló demasiado y mal. Sieyés hubiera
querido detener a los más hostiles, pero Bonaparte se negó a ello, ya que si la operación se hubiera
presentado como un golpe de estado, cualquier otro general la hubiera podido repetir al día
siguiente contra un gobierno que no tenía nada de legitimo. En el Consejo de Senadores, la acogida
fue buena, pero la torpeza del orador, consternó a sus partidarios y en la de los Quinientos, los
jacobinos vociferaron contra él. Nada más aparecer, a Napoleón, valiente en las batallas, le
horrorizaban los tumultos y turbado ante una asamblea hostil sufrió un sincope. Los granaderos
tuvieron que sacarlo de la sala, y él una vez repuesto se subió al caballo y dijo a los soldados que
habían querido asesinarlo. Estos, estupefactos, entre el respeto a sus diputados y las órdenes de su
general, no sabían si detenerlo u obedecerlo. Luciano como presidente de los Quinientos salvó la
situación, tenia derecho a pedir el uso de la fuerza contra cualquier diputado hostil e hizo uso de su
poder. A golpe de redoble de tambor, Murat y sus granaderos se precipitaron en la sala. El golpe de
Estado había tenido éxito. En las pastelerías de Paris se vendían bonapartes de azúcar, con esta
inscripción: “Francia le debe la victoria, Francia le deberá la paz” . Bonaparte fue ascendido a
Primer Cónsul jefe del poder ejecutivo, con sus fieles Sieyés y Ducos, en segundo plano.

La guerra con Austria

En la primavera de 1800, Austria volvió a reanudar las hostilidades. Masséna es sitiado en Génova.
Napoleón reúne un ejército en Dijón, para socorrerlo, pero le da el mando a Bethier, ya que según la
constitución, él no podía mandarlo. Después en lugar de ir hacía Génova, fue contra Milán. Allí
cometió el error de dividir a sus fuerzas en tres cuerpos y sus líneas fueron rotas por el viejo general
austriaco Melas que estuvo a punto de vencer en Marengo. Al mediodía la batalla estaba perdida,
pero la irrupción de Desaix, lo salvó y luego la muerte de éste, dejó todo el honor para el Primer
Cónsul y Melas le entregó la Lombardía. Napoleón asistió a un Te Deum en la catedral de Milán.
Este Te Deum respondía a una estrategia política, quitar a los Borbones la clientela católica.

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Su partida a Paris fue inmediata , las noticias que llegaban de la capital eran inquietantes,
Brumarianos descontentos incitaban a Sueyés. Barras conspiraba con los monárquicos. Todos estos
pájaros de mal agüero se dispersaron al conocer la victoria de Marengo. Su entrada en Paris fue
triunfal.

Luis XVIII animado por la moderación de Bonaparte creyó que estaba preparando el camino de la
monarquía…. era un iluso... En un mensaje enviado al Primer Cónsul, éste le espetó: “No deber
desear su vuelta a Francia, tendría de caminar sobre cien mil cadáveres”. Entonces los
monárquicos intentaron asesinarlo, Bonaparte entregado a su principio de fusión y Josefina, ávida
de nobleza, no recelaron de los monárquicos y acusó a los antiguos partidarios de Robespierre y
deportó 150. Más tarde su ministro de la policía, Fouché encontró a los verdaderos culpables, pero
los deportados no volvieron. Napoleón tenía miedo de los jacobinos, eran los únicos que había
odiado en su vida.

El asesinato del zar Pablo I

Este hecho, dramático, ocurrió el 23 de marzo de 1801, el asesinato del zar Pablo I. Napoleón lo
atribuye a las intrigas inglesas, él mismo se había librado por unos segundos, el 24 de diciembre, de
la explosión de un carro cargado de explosivos en la calle de Saint-Nicasie. Aparte sus tropas en
Egipto habían capitulado, pero a ambos países les interesaba negociar, los ingleses estaban
preocupados por una expedición inglesa a Santo Domingo y por el coste de la guerra. Napoleón no
olvidaba que Nelson en un solo día, había podido disolver en Copenhague(2), la liga de los países
neutrales. Su potencia marítima era la clave. Por el tratado de Amiens (1802), Egipto sería devuelto
a Turquía y Malta a los caballeros de la Orden, pero Francia conservaba sus conquistas europeas.
Pero ambos países se resistían a cumplir lo firmado, Inglaterra se comprometía a evacuar Malta,
pero no tenía intención de hacerlo y Bonaparte sabía que Inglaterra no se resignaría y tendría que
defender Bélgica y la orilla del Rhin. Ahí entra en escena, Fouché y su eficaz red de espionaje,
alerta al Primer Cónsul, que de Inglaterra han desembarcado, los monárquicos Georges Cadoudal y
el general Pichegru y contando con el general republicano Moreau en una conspiración para acabar
con la dictadura de Napoleón. Pero Napoleón bien informado no tarda en detenerlos y decapitar la
conspiración. Indultando a Moreau, y desterrándole a América, Pichegru se ahorcó en su celda y
Cadoudal y trece conspiradores más, son condenados a muerte. Estas noticias de la fallida
conspiración son seguidas con mucho interés en Europa, conscientes de la implicación británica.

Pero en los interrogatorios de los conspiradores, sale a relucir un Borbón… esto enciende las
alarmas, ¿un Borbón en los conspiradores?. Inmediatamente Talleyrand le pone en conocimiento de
que hay un Borbón, llamado Condé , duque de Enghien, que reside cerca de la frontera, en el gran
ducado de Bade... Seguro que él es la cabeza oculta de la conspiración, ya que recibe una pensión
de los ingleses y se decide obrar con rapidez y energía para que los Borbones dejen de intranquilizar
a los franceses y de conspirar para recuperar el poder.

Como si de una gran batalla se tratara empiezan los preparativos para poder secuestrarlo; unos

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trescientos dragones penetran en el gran ducado de Bade y se apoderan del duque ¿traidor?. Todo en
el más riguroso secreto y cuatro días más tarde el duque se encuentra en las mazmorras de la
fortaleza de Vicennes. Sin pruebas decisorias de su implicación, solo la declaración de uno de los
conspiradores. Napoleón es incitado por Tayllerand para llevarlo frente a un consejo de guerra. El
propio Napoleón redactó las preguntas que debían hacerle al duque.

El duque de Enghien fue condenado a muerte y fusilado, hay que hacer constar que la fosa se había
cavado ya en Vicennes antes del consejo de guerra. Este crimen político escandalizó a toda Europa,
franceses incluidos, por la rapidez del proceso y la ilegalidad de la acción, secuestrando a Condé en
un país vecino. Chateaubriand dimitió, pero Napoleón esperaba con esta acción atemorizar a los
monárquicos y que se olvidaran de conspiraciones. Unos días más tarde de esta acción sangrienta, el
Senado le propuso ser Emperador de los franceses y hasta un
embajador extranjero, comento: “Este muchacho sabe sacar
partido de todo “.

Napoleón I , emperador de Francia en traje de


coronación, por François Gérard, en la Galería del Arte
Moderno, en Dresde

Napoleón I, Emperador

Ya que la restauración
de la monarquía
hubiera provocado a
los franceses; el
Imperio parecía una continuación lógica del Consulado, lo
que en verdad extrañó fue que escogiera ser coronado por el
papa Pío VII, en Notre-Dame. Al llegar este a Paris tuvo una
tremenda sorpresa ya que Josefina con su habilidad
característica le hizo saber que no estaba casada con
Napoleón, por la Iglesia. Este matrimonio religioso se
celebro en el Louvre, la noche antes de la coronación.

Toma parcial en todo su esplendor del monumental


cuadro de David

Por fin, el solemne momento ha llegado para Napoleón, el 2


de mayo de 1804 todo está preparado para la coronación
imperial. Toneladas de flores se reparten por todos los rincones de Notre-Dame y las piedras,
fuentes y estatuas de todo Paris han sido frotadas con cerdas de jabalí. Napoleón se presentó,

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vestido con un solemne manto imperial a la antigua usanza, de púrpura, salpicado de abejas de oro,
en él estaban bordadas ramas de olivo, (paz) de laurel, (gloria) y de roble (fuerza), rodeando la
letra N, la espada que ceñía Napoleón , se había engastado en su empuñadura, el Regent , uno de los
diamantes más famosos del mundo. Napoleón en un momento mira a su hermano José, como si le
dijera; ”Ah, si nos viera nuestro padre”.

El papa está sentado, rodeado de sus cardenales y cuando todos esperan que Napoleón se arrodille
ante él y sea coronado. Napoleón que nunca había inclinado la cabeza ante nadie toma con sus
manos la corona que estaba depositada en el altar y se la coloca él mismo, luego corona a Josefina,
arrodillada a su lado. El papa informado del detalle a última hora no tiene el valor de impedirlo,,
pero después de la ceremonia hace su protesta y exige que el gesto no se mencionara en el
Moniteur, se le dio esta satisfacción, pero el Emperador se había salido con la suya. El Corso quiso
aparecer ante todos como el digno sucesor de Carlomagno, el primer emperador de los francos. Por
ello estuvieron presentes en Notre-Dame sus reliquias, llamadas así de manera simbólica,
conservadas en Saint Denis. Jacques-Louis David, el pintor oficial de Napoleón, las obvió de su
famoso cuadro, apenas vista en el grupo de asistentes de la izquierda, para no restar protagonismo al
nuevo Emperador y paradojas de la historia, mientras los símbolos napoleónicos fueron destruidos
en su caída en desgracia, los de Carlomagno
aún sobreviven en nuestros días.

La coronación de Napoleón ,en francés la


sacre, pintada por Jacques-Louis David,
pintor oficial de Napoleón, cuadro de
impresionantes dimensiones 629 x 979 cm.
el pintor creyó equivocadamente que seria
el mayor cuadro del Louvre, pero este honor
recaía en el cuadro del Veronés, las bodas de
Canaán, de 666 x 990 cm.

El código civil napoleónico

Su afán de gobernar le llevó , desde sus primeros días en Versalles y viendo la ausencia de leyes
procedentes del periodo revolucionario. Napoleón impulsa de inmediato la redacción de un código
civil, llamado de Napoleón o napoleónico en el que se establecen unos principios que estarán
vigentes, durante más de un siglo, en Francia y también en los países conquistados y aún hoy en día
inspira la legislación de los principales países civilizados. En el código se especifica por primera
vez el derecho de gentes; no más títulos hereditarios, todos los hijos tienen el mismo derecho a la
herencia , todos los padres se verán en la obligación de sufragar los gastos de sus hijos, matrimonio
civil y las limitaciones del divorcio, entre algunas novedades para consolidar algunos de los
principios revolucionarios. Se centraliza la administración del Estado y por todo el país, se nombran
prefectos, subprefectos, alcaldes , todos elegidos por el Gobierno.

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Napoleón posa para Jacques-Louis David, colección


National Gallery, de Washington

Pero no hay ninguna duda que lo que más influyó al pueblo


francés, fue la gran capacidad de trabajo de Napoleón y que fue
capaz de hacer cumplir a sus más fieles colaboradores. Éste
trabajaba más de dieciocho horas diarias y no permitía que sus
colaboradores se quedasen rezagados en su dedicación al
Estado.

La Legión de Honor

En su encubierta restauración de las costumbres monárquicas,


Napoleón improviso una herramienta para formar una
aristocracia renovada constantemente por sus méritos propios .Y para este fin creó en 1802, la orden
nacional de la legión de Honor, algo parecido a las antiguas órdenes de caballería de los reyes de
Francia y se formaba para colmar las pequeñas ambiciones de los ciudadanos y desviarlos de
cualquier tentación de intentar una rebelión.
Ya en la corte se cambiaban las botas y el
sable de combate, por las medias de seda y la
elegante, pero menos peligrosa, espada.
Josefina se rodea de todo tipo de
cortesanos/as de la nobleza. Aparte otras
grandezas afloraron a las manos de
Napoleón, las de Presidente de la República
Cisalpina, protector de Suiza y de la
Confederación Germánica.

Mapa de la Europa en 1812, con el auge


del Imperio napoleónico

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La tercera coalición
Después de su espectacular coronación en Notre-Dame, Napoleón creyó que ya sería aceptado en
todas las casas reales de los soberanos legítimos. Nada más lejos de la realidad, el Emperador de
Austria, junto con la Inglaterra de Pitt (su premier) están formando lo que Napoleón llamará la
tercera coalición, agrupándose a partir de 1804, el zar Alejandro, de Rusia , Inglaterra, Austria,
Suecia y Nápoles, objetivo claro de esta coalición, retornar a Napoleón a sus fronteras naturales. Y
para el “gran corso” el objetivo es a partir de este momento, aplastar a Inglaterra, para no ser
aplastado por los ingleses.
Hay algunos historiadores que no creen que Napoleón hubiese levantado el campamento en
Boulogne, con más 100.000 hombres prestos a invadir la pérfida Albión. Napoleón había mandado
construir 2.000 barcos, porque creía que la empresa es factible. Para conseguirlo era preciso distraer
la flota británica, fuera del Canal de la Mancha, durante tres días, o solo uno, para lanzar 130.000
soldados sobre Londres, donde les recibirían como libertadores. Pero sus almirante se mostraban
reticentes y la escuadra francesa seguía bloqueada en los puertos de Brest y Tolón. Él había
ordenado a Villeneuve hacer una maniobra de distracción, con la flota franco-española, para atraer a
Nelson a las Antillas y volver a toda vela, pero Villeneuve no consiguió llega a la cita con los demás
almirantes franceses y se refugió en Cádiz. Es muy posible que la maniobra de Villeneuve fuese
debido a su prioridad conservar la única gran flota que poseía Francia. Napoleón echaba fuego por
la boca, hablando del “infame Villeneuve”. Para enmascarar el “plan inglés”, Napoleón acudió a
Italia y se coronó, rey de los lombardos, con Eugène de Beauharnais, como virrey.

La campaña de Napoleón contra las potencias de la tercera Coalición es considerada como la mejor
de las que realizó el Emperador y la batalla de Austerlitz está considerada la obra maestra del
liderazgo napoleónico. Sus enemigos estaban seguros de derrotar al postrevolucionario ejército de
Napoleón. Los dos principales arquitectos de la coalición, el premier británico William Pitt y el zar
de Rusia, Alejandro I, iban a atacar a Francia con uno de los mayores ejércitos, unos 400.000
hombres desde Nápoles en el Mediterráneo hasta Hannover a Pomerania en el Báltico. Napoleón
solo podía moverse rápido y golpear con fuerza y dividir a sus enemigos, antes de que los
austriacos, más lentos, estuvieran preparados, Napoleón tenía un total de 350.000 hombres, pero
solo la Grande Armée, enfrentada a Inglaterra en la costa franco-belga del canal de la Mancha, con
194.000 efectivos podía esperar enfrentarse y derrotar al ejército austro-ruso del Centroeuropa .

El 8 de septiembre de 1805, bajo el mando del general austriaco Karl Mack, invadió Baviera y el
ejército de este estado , que contaba con 22.000 hombres no opuso resistencia, y los austriacos
ocuparon Munich cuatro días después, Mack traslado a sus hombres hacía el este, a Ulm e Ingostald
para vigilar la Selva Negra, por donde estaba seguro que los franceses penetrarían en Alemania.
Más al norte, los enclaves de Anspack y Bayreuth bloquearon un ataque, al menos es lo que creyó
Mack. Pero en eso se equivocó, Napoleón no iba atreverse a molestar a los prusianos violando su
territorio, para que estos se unieran a la tercera Coalición. Lo que hizo Napoleón, fue enviar a Murat
y su caballería, con el Cuerpo V de Lannes , a través de la Selva Negra, para distraer a Mack y
envió los otros cinco cuerpos de Ejército de su “Grande Armée d´Allemagne” describiendo un gran
círculo por Franconia y el norte de Baviera. Murat cruzó el Rin, por Estrasburgo entre el 25 y 27 de
septiembre, mientras el resto de la Grande Armée cruzaba el río Neckar el 1 de octubre, tratando de

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cruzar el Danubio y cortar la retirada de Mack hacía el este. Napoleón desconocía donde se
encontraba el ejército principal de Mack y esperaba que se retirara hasta Viena antes de que fuera
demasiado tarde.

Cuatro días más tarde, Mack tuvo noticias de que los franceses habían cruzado el Anspack de
camino al sur de Donauwörth, donde tres días después , los austriacos habían perdido 600 hombres ,
defendiendo esta vital posición. Esto dejó al ejército principal de Mack, aislado y rodeado en Ulm,
Mack ordenó a los suyos abrirse camino hacía Bohemia, contando con la debilidad defensiva de los
franceses y el 11 de octubre se enfrentó a ellos con singular éxito , pero a pesar de su ataque los
soldados y oficiales ya no creían en él. La situación de Mack era bastante complicada y pensó que
no valía la pena el derramamiento de sangre y capituló en Ulm, con sus 24.000 hombres. En total ,
la campaña de Baviera les costó a los austriacos 60.000 de sus mejores hombres. Las más que
insignificantes bajas que había sufrido en la contienda animaron a los franceses, los cuales
quedaron asombrados de que con un rápido avance les ahorro una batalla campal, contra un
enemigo que, como se demostró en Wagram, cuatro años después, no podía ser menospreciado.
Ulm, más que Austerlitz fue el principal exponente del don de mando de Napoleón y como sus
enemigos se habían visto obligados a capitular sin pérdidas importantes de vidas por ambos lados.

El 11 de noviembre, los últimos soldados austriacos, unos 11.000 abandonaron Viena en dirección
a Bohemia , donde los aliados contaban con 80.000 hombres. Los soldados de la Grande Armée
entraron en la capital austriaca , éstos no incendiaron la capital a diferencia de los rusos en 1812, a
su llegada a Napoleón revisó la situación, había perdido 50.000 hombres y se enfrentaba al
archiduque Carlos con 85.000 hombres en Italia y al ejército principal en Bohemia. Si estos
coordinaban los ataques, él podía se cogido entre dos fuegos, pero Carlos muy a la defensiva con su
pasividad garantizó el no movimiento de
tenaza de los aliados.

El águila imperial de Napoleón

Austerlitz

Napoleón solo tenía 53.000 hombres en su llegada a Brünn (Brno) el 23 de noviembre, y para
entonces en aquellas latitudes el tiempo ya era frío. Como era su costumbre, llegó, examinó el
terreno y halló el sitio ideal para entablar batalla, en torno a los altos de Prätzen, cerca de la
pequeña población de Austerlitz. Inmediatamente hizo ocupar dichos altos, por Soult y Lannes y
después Wischau y Austerlitz. Tuvo una reunión con el conde Dolgoruki, edecán del zar, fingiendo
ansiedad y una inusitada falta de autocrítica . Todo esto para engañar a los aliados haciéndoles ver
que estaba en una posición débil y aparentando evitar la batalla, poco después el 30 de noviembre,
ordenó a Solut, una retirada precipitada de los altos de Prätzen y de Austerlitz. Los aliados vieron la
ocasión propicia para atacar. Sin que los aliados se hubieran dado cuenta, los generales Bernadotte y

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Davout habían reforzado al Emperador y habían igualado bastante a los aliados. El 2 de diciembre,
Napoleón disponía de 73.000 hombres y 139 cañones y los aliados 85.400 hombres y 278 cañones.
Éstos tenían aún superioridad numérica, pero estaba compensada por la presencia de Napoleón y su
Grande Armée.

Los aliados habían decidido atacar el ala izquierda de los franceses y envolver a la mayor parte de
su ejército, mientras el general Bragation al norte atacaba la carretera de Olmütz-Brünn, con unos
59.000 soldados habían de abandonar los altos de Prätzen, tomar Tenitz y Sokolnitz y después
reunirse en Kobelnitz, dejando a los franceses reducidos a una línea desde Turas a Pantowitz.
Después el cuerpo de ejército de Kollowrath, con 24.000 hombres atacaría la bisagra de la línea
francesa de Pantowitz y los franceses serían dispersados.

Las brumas invernales cubrieron el campo de batalla, dando al traste con los planes aliados, el
general ruso Langeron señalaba que todos los planes aliados dejaban fuera de ellos, los altos de
Prätzen completamente indefensos. Esta misma noche, Savary, jefe de los espías de Napoleón, le
informó que el enemigo estaba en movimiento. A las 5.00 horas Napoleón dejó a Legrand y Davour,
con 18.600 hombres para defender su ala izquierda y concentraba el grueso de su ejército , unos
65.000 hombres a la derecha.

A las 6.00 horas de la mañana, las fuerzas avanzadas austriacas se toparon en Telnitz, con los
llamados, “primos del Emperador“ una legión corsa de élite y durante una hora disputaron un feroz
combate, hasta que los corsos se retiraron. El general ruso Doctorov, con unos 13.600 hombres
podía haber sorprendido a Napoleón, atacando su flanco vulnerable, pero esperó a su compatriota
Langaron, éste en una confusión de movimientos de
tropas en Prätzen se vio retrasado. Este retraso
permitió a los franceses reagrupar sus fuerzas y 10.000
franceses contuvieron a 50.000 aliados.

Soldados austriacos defendiéndose de un ataque

Napoleón desde su puesto de mando, a las 8,45 de la


mañana, observó que los aliados habían abandonado
los cruciales altos de Prätzen, los cuales dominaban
todo el campo de batalla. Napoleón preguntó a Soult ,
que esperaba escondido en el pie de la colina, cuanto
tiempo tardaría en ascender y ocupar la cima, éste le
contestó que unos 20 minutos. Napoleón esperó a que
el último soldado aliado abandonase la cima, para
ordenar a Soult que iniciara el avance. Este lo hizo en
total silencio, pero no pudo evitar que un oficial ruso
los viera y informara a Kutusov, este inmediatamente ordenó a su segundo, Miladorovich que
tomara la cima, pero ya era demasiado tarde y hacía las 11.00 estaba en poder de Soult pese los
fallidos intentos rusos de desalojarlos.

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Tanto Kutusov como el zar estuvieron a punto de perecer por el fuego de artillería francés. El zar ,
reaccionó con prontitud y envió a su hermano, Constantino con sus 8.500 guardias imperiales, de
elevada estatura, que estaban en reserva, los cuales avanzaron hacía los altos y penetraron en la
primera línea de los franceses y esto provocó que algunos de ellos se desbandaran y estuvieron a
punto de arrollar el puesto de mando de Napoleón, pero el fuego de mosquetes y de artillería les
repelió. A las 14.00 horas ya no existía la posición central rusa y su resistencia estaba
desorganizada. Davoult dio una orden que mancilló su hoja de servicios, ordenando a sus soldados
que no perdonasen a ningún prisionero ni herido aliado. A pesar de esto, gran número de soldados
aliados consiguieron escapar cruzando los terrenos congelados. Al llegar la nieve, los franceses
estaban demasiado agotados para dar el golpe de gracia a sus enemigos.

Napoleón pese a ello había asestado un golpe tremendo a la tercera Coalición, que dejó a los
austriacos, aplastados, a los rusos, humillados y a Inglaterra sin sus aliados continentales. Napoleón
había perdido en la batalla unos 9.000 hombres, el 12% de sus tropas, y los aliados , unos 12.000
muertos y 30.000 heridos, cayeron en poder de los franceses, 20 generales, 46 estandartes, 186
cañones y 400 arneses de artillería . Este fue el cénit de la Francia de Napoleón. Una brillante
conmemoración el 2 de diciembre, de su coronación. Napoleón , espetó a sus soldados, os bastará
decir yo estuve en Austerlitz, para que os contesten : “este es un valiente”. Por el contrario, Pitt
murmuró al morir : “Yo fui herido de muerte en Austerlitz” . La paz fue más dura para Austria, a la
que arrancó Alemania e Italia, en Italia, hecha de Nápoles a los Borbones y pone a José en el trono.
En Alemania fundó la Confederación del Rhin y agrupará a dieciséis reyes y príncipes reinantes. A
Rusia , nada, quería ganarse la confianza de
Alejandro.

Napoleón y el Emperador austriaco


Francisco II discutiendo las condiciones de
paz, después de Austerlitz, lienzo d Antoine-
Jean Gross

Pero su estrella solo brillaba cuando él , en persona, mandaba las tropas, al día siguiente recibió la
terrible noticia del desastre de Trafalgar, su “infame Villeneuve “ cansado de sus reproches había
salido de Cádiz y su armada franco-española había sido aniquilada por Nelson, que había perecido
en la batalla. Resultado, Inglaterra, reina y señora de los mares del continente.

Mientras en Paris, su hermana Carolina, la mujer de Murat, para intentar molestar a Josefina le ha
buscado una nueva amante a su hermano Napoleón, ella es Eleonora Denuelle de la Plaigne , con
sus diecinueve esplendorosos años, con unos negros ojos y un busto importante, lo encandila, pero
ella no esta contenta con esta situación, pero surge lo imprevisto para Napoleón, ¡queda
embarazada¡ ¡No se dudaba de la capacidad creadora del emperador!. Él no se hace demasiadas
ilusiones y la instalará en una mansión en la calle de la Victoria, la visitará de vez en cuando, pero
ha de partir a la guerra con los prusianos. Al volver recibirá la noticia, ha tenido un hijo, León, al
que solo al verlo reconoce como suyo, es el vivo retrato de su padre.

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Prusia

Napoleón ya creía en una paz duradera, después que Fox había sucedido a Pitt, como premier de
Inglaterra, pero aún siendo de partidos políticos diferentes, éstos normalmente tienen la misma
política exterior. Esta vez el peligro vino de parte de Prusia, debido a Hannover que Napoleón había
prometido a la vez a ingleses y prusianos, peo la verdadera razón era que ni prusianos, ni austriacos,
ni rusos aceptaban un tratado impuesto por la fuerza, lo que buscaban era ganar tiempo para
reorganizar los ejércitos respectivos. El rey de Prusia , Federico Guillermo envió a Napoleón un
ultimátum que expiraba el 8 de octubre, éste le dijo a Berthier : “ Nos han dado una cita en el campo
del honor el 8 de octubre. Jamás un francés ha faltado a una de ellas” . Napoleón se siente en Paris
asfixiado entre intrigas y bribonerías, más a gusto se encuentra a caballo entre sus soldados.

Soldados prusianos atacando las posiciones


de Napoleón

Su guerra relámpago, llamémosle Blitzkrieg en


honor al ejército alemán, el equivalente a otro
Austerlitz. Finge primero, ataca por un lado,
un enemigo que en franca retirada encuentra
sus líneas de comunicación cortadas, y así,
suma y sigue, primero en Saalfed y después
Jena. Los prusianos son aplastados, la reina Luisa de Prusia huye. Su ego sube enormemente ha
vencido a los prusianos, soldados de Federico el Grande, los mejores del mundo, tengamos en
cuenta que si Napoleón se hubiera querido reencarnar en alguien, este era Federico el Grande; llega
hasta copiar su vestuario de este rey filósofo. Su mayor alegría, dormir en el mismo palacio de
Postdam y enviar la espada de su héroe a Paris, para el Hotel de los Inválidos. Su entrada en Berlín
es apoteósica, a los compases de la
“Marsellesa”. Ya solo le quedamos dos
enemigos a batir, pero poderosos; Inglaterra y
Rusia.

Movimientos de tropas en la frontera polaca

Polónia

Aquí también, si se hubiera presentado como el libertador de Polonia, el pueblo hubiese estado con
él. La condesa Maria Walewska, esposa de un viejo multimillonario después de varias citas
infructuosas, y aconsejada por su familia se entregó a él y como buena patriota que era hizo lo
humanamente posible para liberar a Polonia, por cierto, (Napoleón tuvo un hijo con ella), y podía
tener sucesión lo que acabaría en su divorcio. Por fin, Napoleón había encontrado una mujer que no
pretende nada para ella, a excepción de compasión para su pueblo.

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Pero los rusos tampoco eran invencibles y si hubieran seguido su estilo tradicional de agotar al
enemigo en sus estepas heladas, la campaña de Napoleón en Rusia, hubiera acabado en 1807 y con
un desastre, pero a los verdaderos militares de vocación, no se les puede ir diciendo que se retiren
continuamente, practicando la táctica de la “tierra quemada”, por eso el general Benigssen quiso
presentar batalla y fue en Eylau, en una batalla sangrienta, donde el cuerpo de ejército del general
Augereau fue destruido; la caballería rusa estuvo a punto de hacer prisionero a Napoleón, en el
cementerio de Eylau y gracias en parte a una de las más espectaculares cargas de caballería de todos
los tiempos, mandada por Murat, se consiguió una victoria sangrienta, dudándose de quien había
sido el vencedor (se contabilizaron 10.000 muertos o heridos más en los franceses, los vencedores,
que en los vencidos, los rusos y prusianos). El mariscal Ney diría sobre la batalla: “Quel massacre,
Et sans resultad”. Napoleón se instaló en Varsovia, un poco por María Walewska y desde allí
organizaba su Imperio, mediante cartas, organiza fiestas en Paris, informa a Fouché de las fechorías
de Madame de Stäel, da ideas a los pintores sobre sus cuadros. Y por fin le llega la batalla de
Friedland (14 de junio de 1807), el aniversario de Marengo. En uno de los más claros ejemplos del
valor de la artillería en la guerra moderna.
Esta vez la victoria no ofrece ninguna duda y
Alejandro, irritado con sus aliados, quiere
entrevistarse con el Emperador.

Pintura de Simon Fort, donde se muestra


una de las mayores y espectaculares cargas
de caballería del mariscal Murat en Eylau
1807

Se reunieron en Tilsit, en una tienda montada sobre el lago Niemen. Este encuentro fue muy cordial
entre los dos mandatarios, Alejandro dijo encontrar en Napoleón, un hombre de mundo y de letras,
no la revolución con botas y Napoleón se marchó de Tilsit con la seguridad de haber ganado un
amigo. El tratado de paz fue moderado, Prusia perdió algunos territorios (Al águila negra prusiana
se le rompieron las alas) y Alejandro viera, con disgusto, la creación del ducado de Varsovia, una
concesión a María Walenska . Cuando en Santa Elena le preguntaban por el periodo más feliz de su
vida :” Respondió sin dudar, en Tilsit, me sentía imparable, victorioso, dictando leyes y teniendo a
reyes y emperadores haciéndome la corte “.

En el 16 de diciembre de 1809, Josefina se resistía a divorciarse de Napoleón, pero aconsejada por


Fouché y por su hijo Eugène que acababa de regresar de Italia, por fin consiente. Asisten al acto
toda la familia Bonaparte que esperaba desde hacía tiempo echar de su casa a la advenediza y vieja
criolla que había seducido a su hermano durante años. Después de un frustrado intento de
emparentase con el zar, casándose con una de sus hermanas, pone sus ojos en Austria, en su
archiduquesa María Luisa, una joven de dieciocho años, desciende de una prolífica familia; sus
abuelas han tenido dieciocho y veintidós hijos. Pronto Viena da su consentimiento y representado
por su fiel Bethier, en la ceremonia, contrae matrimonio el dos de abril y su esposa parte
inmediatamente hacia Paris. Pocos días después recibe noticias de Varsovia, Maria Walewska ha
tenido un hijo varón, pero un año después la archiduquesa queda embarazada y el veinte de marzo
de 1811, María Luisa dio a luz al fututo Rey de Roma.

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La invasión de Rusia
Esta en su mente y lo ve con una claridad
diáfana, él mandará la Grande Armée en
persona, con la flor y nata de sus mariscales,
con cerca de 600.000 hombres (la mitad
extranjeros). No lo duda un instante aplastará a
las tropas rusas con sus hábiles maniobras y el
zar pedirá la paz, la rapidez es fundamental, no
quiere exponerse a adentrarse en las inmensas
llanuras rusas. Esta guerra fue, junto con la de
España los verdaderos talones de Aquiles de Napoleón.

Perseguir a las tropas rusas era como perseguir fantasmas, ellos se retiraban sigilosamente, durante
la noche surgen como los espectros, un ejército fantasmal que actúa en silencio, sin apenas ruido.
Los abastecimientos de la Grande Armée son muy difíciles, los veteranos aprietan los dientes
fieramente. Lo que Napoleón no sabe que al igual que España, el zar, sus generales, los soldados y
todo el pueblo de la madre Rusia, van a batirse en retirada y llevar a Napoleón donde él nunca quiso
entrar : El corazón de la inmensa Rusia. Los generales rusos Bragation y Barclay de Tolly le
rehuían. Napoleón quería , como en otras campañas forzando las marchas llevar a sus soldados
detrás del enemigo, pero sus soldados no iban con la misma soltura atravesando las inmensas
praderas rusa. Una tarde le dice a Murat: ”Mañana volverá a brillar el sol de Austerlitz“, pero
mañana el ejército enemigo había desaparecido. Entran en Smolenko, los rusos han abandonado e
incendiado la ciudad. Las tropas rusas están bajo el
mando de Kutusov, un ruso de la vieja estirpe,
maravillosamente recreado por León Tolstoi, en su
“Guerra y Paz”, este hombre se duerme en los
consejos, no cree en las maniobras, pero tiene una fe
inquebrantable en la madre Rusia.

Los coraceros de Murat en formación a punto para


el ataque

Pero no todo han de ser huidas en Rusia, por fin el 7 de


septiembre, Napoleón encuentra a los rusos
atrincherados en Borodino, pero con las cargas de Ney,
Murat y Eugène y después envueltos por Davoult,
deshacen al enemigo. Napoleón duda en emplear sus
tropas de la guardia y da tiempo a los rusos a batirse en
retirada, las pérdidas son inmensas por ambos lados- La

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no decisión del Emperador indigna a sus generales, pero él ve que detrás entre Francia y la Grande
Armée hay un distancia insalvable y Alemania y Austria podrían volverse contra él en cualquier
momento. Napoleón se ve obligado a
marchar contra Moscú, en contra de su propio
criterio. Pero allí la sorpresa es mayúscula, la
ciudad arde por los cuatro costados, él sin
embargo está convencido de que Alejandro
pedirá la paz, debido a su enorme fuerza
personal, Napoleón se sobrepone a las
circunstancias, ; “Moscú es una excelente
posición política”. Mientras organiza la
Comédie Française (Decreto de Moscú) y al
ver que Alejandro no da el paso previsto, lo
hace él, ofrece la paz a Kutusov, esta es
rechazada y empieza el calvario de la retirada
de las tropas francesas de Rusia, acosadas sin
tregua y con saña por los cosacos, el pueblo y
como no por..¡El general Invierno¡ (35º grados bajo cero)

El ejército no puede detenerse en Smolensko y sigue hasta el Beresina, sin abastecimientos y con
14.000 hombres rezagados., este paso del Beresina es trágico, bajo los constantes ataques rusos,
rompiendo el hielo. El Emperador se salva, pero desde Paris llegan malas nuevas, una conspiración
del general Malet le ha derrocado, por una sola noche, por ende ha de volver a las Tullerias, para
desde allí recomponer su Imperio. Deja al mando a Murat, ya que es rey, aunque sea menos capaz
que Bethier , pero el rango es inalterable. Y emprende el viaje por casi toda Europa, de incógnito,
con unos pocos compañeros. La retirada de Rusia había sido precipitada y esto no estaba en la
tradición de la Grande Armée.

La retirada de Moscú, Grabados de la


época

Poco después en Rusia , Murat cede el mando


de los restos del ejército a Eugéne. Los demás
mariscales se burlan :” Nos mandaba el
Emperador, después un rey, ahora un virrey”.
El ocaso de Napoleón camina a marchas
forzadas…¿España? no le preocupa…” Si
treinta mil ingleses desembarcan en Calais o
en Bélgica me harían más daño que si me
obligan a tener un ejército en España”. En el
1813, Prusia le declara la guerra, aún gana algunas batallas….Lützen y Bautzen, pero continua su
caída libre.

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Escuela francesa, la batalla de Leipzig. Esta obra del siglo XIX da una idea bastante
aproximada del alcance de la batalla

Leipzig

Esta batalla , llamada también “la guerra de las naciones”, duró durante cinco largos días en
octubre de 1813, del 14 al 19, fue la mayor durante las guerras de Napoleón., tanto por las cifras
numéricas como por el terreno. Su Grande Armée se enfrento a una coalición de naciones, unidas
contra él. Con la presencia de Francisco de Austria, el zar Alejandro y los reyes de Prusia, Sajonia,
Suecia y Nápoles.

En plena desintegración del imperio de Napoleón, después de la fallida invasión de Rusia, tras la
cual solo pudo contar con la décima parte del ejército que había intentado la invasión. A principios
de 1813, Prusia se alió con el zar, en la declaración de la “guerra de la libertad”, en marzo de este
año, respaldada, como no, por los ingleses y por el conde Bernadotte, uno de los mariscales de
Napoleón, a la sazón, príncipe heredero de Suecia. Napoleón consiguió una serie de victorias
menores, pero se vio incapaz de derrotar a los aliados, al este de Alemania, y firmó un armisticio el
4 de abril. Austria aprovechó la ocasión para declararse a favor de los aliados.

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Mapa de las operaciones en la batalla de Leipzig

Las rivalidades políticas quedaron enterradas bajo la


superficie, pero los aliados acordaron actuar con tres
ejércitos separados; El de Bohemia, el más
numeroso, comandado por el príncipe Karl Phillipe
Schwarzenberg, de poca imaginación, pero con el
tacto necesario para preservar la armonía entre los
aliados y fue descrito por Blücher como el
comandante en jefe que tuvo a tres monarcas en su
cuartel general y aún así consiguió derrotar al
enemigo. El mariscal Blücher estaba al mando del
ejército de Silesia, formado por rusos y prusianos,
mientras una fuerza mixta similar, formada por un
cuerpo de ejército suizo y un pequeño contingente de
fuerzas británicas, mandadas por Bernadotte.
Enfrente tenían al ejército francés, en el frente norte
a Ney y Marmont, en el frente oriental a Mac Donald
y en el frente occidental a Poniatowski (del Gran ducado de Varsovia) y Augereau.

Napoleón esperaba derrotar a sus enemigos de uno en uno, pero éstos los evitaron con habilidad,
cuando por fin atrapó a Schwarzenberg en Dresde, no fue capaz de lograr la victoria decisiva que
buscaba y tuvo de retirarse a la parte oeste de Sajonia. Después de la deserción de Baviera (8 de
octubre), surgió la necesidad de contar con Sajonia su principal aliado en el centro de Europa. En
Dresde se dejaron dos cuerpos de ejército y el resto continuo hasta Leipzig, la segunda ciudad de
Sajonia.

El 14 de octubre

La victoria estaba al alcance de la mano de Napoleón si lograba derrotar a Schwarzenberg antes de


la llegada de los otros ejércitos y sus posibilidades de victoria mejoraban debido a la naturaleza del
terreno. Leipzig, se encuentra en la confluencia de los ríos Elster y Pleisse. El terreno entre los ríos
en la parte sur de la ciudad era pantanoso y boscoso, igual que casi toda la zona oeste.

Debido a la negativa del zar, Alejandro I a desplegar a sus soldados al oeste del Pleisse.
Schwarzenberg solo desplegó a 32.000 austriacos en estos sectores y mantuvo el resto de su ejército
al este del río. Blücher y el ejército de Silesia avanzaban por el noroeste de dicha ciudad, con
Bernadotte a su retaguardia. Napoleón desplegó al grueso de su ejército en el campo de batalla
principal, al sudeste de la ciudad ; su línea exterior estaba al mando del rey de Nápoles, Joaquín
Murat, con 41.000 hombres.

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Los húsares prusianos en plena


carga, grabado de la época

La vanguardia de Schwarzenberg
se encontró con Murat en la
población de Liebertwolkwich a
primera hora del 14 de octubre.
Murat lanzó una serie de
contraataques con su caballería
durante la mañana y sus
previsiones de victoria
convencieron a Napoleón de
resistir y luchar en lugar de
retirarse hacia el oeste ahora que el
camino estaba abierto. Las bajas de
ambos fueron de unos 2.000
hombres, pero mientras los aliados las repusieron con los refuerzos, los franceses no.

Napoleón completó su despliegue el 15 de octubre aumentando sus fuerzas al sudeste de Leipzig,


hasta unos 120.000 hombres, frente a los 100.000 de Schwarzenberg, pero el príncipe esperaba que
las reservas rusas y prusianas se le uniesen, mientras Blücher se aproximaba a toda velocidad desde
el noroeste de la ciudad. Napoleón solo tenía 40.000 hombres al norte de Leipzig y una pequeña
fuerza en Lindenau que protegía
la ruta de escape al oeste.

Operaciones en la batalla de
Leipzig el 16 de octubre, no el 6
como aparece, erróneamente en
el mapa

16 de Octubre

La batalla principal de este día


se desarrolló en dos partes
diferenciadas. Schwarzerberg
atacó a Napoleón al sudeste de
la ciudad, mientras Blücher atacaba la población de Möckern, al norte, La primera oleada del
príncipe austriaco se produjo contra una serie de pueblos, protegida por los franceses, desde
Markleeberg hasta Kolmberg, pasando por Wachau. Los franceses respondieron con un intenso
bombardeo, (su artillería estaba mandada por Drouat, el mejor general de artillería de Europa,

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después de Napoleón),intensificado a las diez de la mañana cuando se disipó la niebla, (se calcula
que se lanzaron 80.000 proyectiles).Schwarzenberg se dio cuenta de que no disponía de recursos
suficientes para continuar el ataque y se retiró alas 11 de la mañana a su punto de partida. Los
austriacos situados al oeste del Pleisse se retiraron después de una serie de éxitos iniciales, al no
poder defender Lindenau o forzar su cruce en Connewitz.

Consciente de su debilidad, Napoleón contraatacó con la esperanza de hacer girar a los aliados
alrededor de Sheifershain. Al principio, los éxitos locales le animaron a mantener más tropas hasta
que el ataque se generalizo en torno a las 2 de la tarde. Murat lanzó 10.000 jinetes de su caballería
para abrir huecos en las delgadas filas aliadas, pero con la llegada de las reservas, éstos le
rechazaron. A la llegada de estos refuerzos, Schwarzenberg resistió hasta tres asaltos más de la
infantería y Napoleón se negó a comprometer a sus reservas en un asalto final y dejó este sector a
las 2 y media de la tarde para concentrar sus fuerzas en el norte de Leipzig.

Caballeria Francesa cargando en la


batalla de Leipzig, escuela francesa
del siglo XIX

Los mariscales Ney y Marmont solo


disponían de dos cuerpos de ejército
para mantener la posición de Möckern
contra todo el ejército de Silesia, al
mando de Blücher e ignoraron las
órdenes de Napoleón para unírsele al
sur de la ciudad, pero el ataque
austriaco a Lindenau les obligó a enviar
tropas a última hora de la mañana. Por
suerte, el ejército de Blücher estaba
demasiado diseminado a lo largo de la carretera de acceso y solo 20.000 prusianos estaban en su
posición para el ataque de las tres. Los franceses retornaron Möckern hasta tres veces hasta ser
definitivamente expulsados con 10.000 bajas. Los prusianos perdieron unos 8.000 hombres y la
llegada de la noche les impidió continuar su avance.

Así pues, Napoleón se mantuvo firme en sus posiciones, pero fue incapaz de aprovechar su
superioridad local al sur de la ciudad. Perdió 25.000 hombres a manos de 30.000 aliados. El 17 de
octubre no dejó de llover en todo el día, y los ejércitos estuvieron reposicionándose para la gran
batalla final. El número de soldados del ejército de Schwarzenberg ascendía ahora a unos 170.000
hombres, Bernadotte llegó , finalmente con sus 60.000 soldados como refuerzo de los 40.000
hombres que quedaban a Blücher. Los aliados estaban convencidos de que Napoleón se retiraría al
nordeste e indicaron a Bernadotte que marchase describiendo un arco amplio en esta dirección,
cruzando el río Parthe para atacar Leipzig desde esta posición. Entonces Blücher estaría solo hasta
la llegada de Bernadotte. Napoleón estaba considerando la posibilidad de escapar hacia el oeste y
reforzar a sus tropas en Lindenau y acercar a la ciudad a sus 150.000 hombres restantes.

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18 de octubre

Schwarzenberg no se situó completamente para atacar la nueva posición francesa desde Connewitz
hasta Holzhausen, pasando por Probsheida hasta poblaciones después de duros enfrentamientos.
Mientras unos 5.000 sajones y los habitantes de Wüttemberg se pasarían a loa aliados, a las cuatro y
media de la tarde, a los que Napoleón culpó de la suerte de la batalla, pero fue más decisiva la
llegada de las tropas de Bernadotte al sur del Pathe, que junto con el avance de las tropas de
Blücher, obligaron a los franceses a retroceder hacia la ciudad.

A los franceses, apenas sin munición, su intendencia les había abandonado a las 11 de la mañana,
durante todo el día continuaron su retirada hacía la ciudad atravesando Leipzig y unos dos
kilómetros de terraplén cruzando los pantanos hacía Lindenau. Los aliados empezaron a
bombardear esta ruta a la mañana siguiente y mientras continuaban el ataque hasta la propia ciudad.
La situación era tan crítica que el ingeniero francés encargado del puente (decisivo) sobre el Eslter
se asustó y decidió volarlo y así impidió el paso a 20.000 franceses y polacos que todavía estaban
en Leipzig.

Napoleón huyó con 80.000 hombres pero derrotó a un ejército austro-bávaro que le cortaba el paso
en Hanau. Resistió en Francia hasta que la abrumadora superioridad numérica de los aliados, le
obligó a capitular.

Leipzig fue un gran exponente de una batalla napoleónica, una acción muy dura, con una duración
de varios días de combate a medida que iban llegando las fuerzas de reserva de ambos
contendientes. La caballería, aún jugo un papel táctico clave, junto con la artillería y la infantería.
Las bajas según unas fuentes, por los aliados de 22.600 rusos, 16.000 prusianos, 14.900 austriacos y
200 suecos entre muertos y heridos y por los franceses; 13.000 muertos, 23.000 heridos, 5.000
desertores, 325 cañones y 900 carros perdidos. Efectivos contendientes: Aliados 342.000 soldados y
1.500 cañones y franceses 195.000 soldados, (el 14 de octubre solo disponían de 177.000 hombres y
700 cañones) Aquí varían en mucho las cifras, según otros autores, Quinstrop, alemán da a los
aliados 193.920 hombres y a Napoleón
181.110 hombres; según Vaudecourt, francés,
349.000 hombres aliados y 156.800 soldados
franceses y Bowden, estadounidense, 361.100
hombres contra 219.100 franceses .

Francisco I de Austria, Federico Guillermo


III y el zar de Rusia , Alejandro se reúnen
después de la gran derrota de Napoleón en
Leipzig, obra del siglo XIX

Después de la batalla de Leipzig en la que cien mil franceses se enfrentaron a trescientos mil
aliados, toda Europa va por él. Seiscientos mil rusos, austriacos, alemanes, ingleses invaden Francia
por todas partes. Solo él puede salvar su país, sus mariscales ya pensaban en una salida negociada,

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sus soldados casi niños. Pero él se multiplica, está en todas partes, bate a los austriacos, hostiga a
los prusianos, se bate en Montmirail y en Champaubert, batallas dignas de Austerlitz , el circulo de
hierro se cerraba sobre él y sus reclutas.
Cuando Napoleón en marzo de 1814 aún soñaba con brillantes maniobras en Lorena, en la
retaguardia del enemigo, le llegó la noticia de que Blücher y Shwarzenberg estaban a las puertas de
Paris y José había capitulado, Napoleón dijo indignado: “Si yo hubiera llegado cuatro horas antes,
esto se hubiera evitado” . Envió a Caulaincourt a negociar las condiciones con el zar, el rey de
Prusia y Shwarzenberg. Alejandro les ofreció lo que quisieran bajo el punto de vista económico, con
la condición de que Napoleón no residiera en Francia ni en Italia.. Calaincourt propuso Cerdeña,
Corfú… Alejandro, Elba. Un delegación de mariscales, con Ney a la cabeza , se entrevistó con
Napoleón en Fontainebleau, para pedirle su abdicación. ¡La única salvación que veían era la vuelta
de los Borbones, con Luis XVIII a la cabeza, Napoleón les espetó; “Nos batiremos”, los mariscales
no responden. Por las memorias de Calaincourt sabemos que intentó suicidarse, pero el veneno le
falló. Se despidió de sus veteranos, en la escalera del patio del Cheval Blau, cuando abrazó el águila
imperial, a sus soldados les saltaban las lagrimas: “Voy a escribir las cosas grandes que hemos
vivido…” .

Monumento a la victoria en Leipzig, con 91 metros


de plataforma de observación es el más grande de
Alemania

En su camino hasta el exilio, desde Fontainebleau a


Elba, fue bastante bien recibido por el pueblo, excepto
en el sur donde los monárquicos furiosos le querían
colgar. Tuvo de disfrazarse de oficial austriaco hasta
embarcar en Frejus en una fragata inglesa.

Mientras en Viena María Luisa iba de fiesta en fiestas y


los monarcas hablaban de cómo recomponer Europa, él
se consagraba en su pequeño estado a su actividad
acostumbrada : construía carreteras, un hospicio, un
hospital, mandaba laborar las tierras incultas, pero sin
la compañía de su mujer ni de su hija. Por la isla solo
apreció María Waleswka con su otro hijo, pero él los
rechazó.

¿Por qué a principios se decidió en volver a Francia? Su mujer retenida en Viena, sin pagarle la
pensión prometida. Temiendo por su vida, Tayllerand repetía sin cesar: ”Hay que acabar con el
hombre de la isla de Elba”, José desde Suiza le prevenía contra los asesinos, pero él con solo
cuarenta y cinco tenía fuerzas suficientes para volver a desafiar a Europa. En Paris, oficiales y
soldados de la Grande Armée fueron reducidos a medio sueldo para pagar a los emigrados. Éstos el
15 de agosto de 1814 habían celebrado el día del Emperador. Todo ello probaba que Luis XVIII era
muy impopular y los republicanos y bonapartistas conspiraban para derrocarlo, cosa que según las
noticias que le llegaban de Paris, debía apresurarse para evitar que el duque de Orleans le tomara la
delantera.

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Napoleón arengando a sus soldados,


fotograma de “Waterloo”, película de Sergei
Bondarchuk ,1970

Su vuelta a Francia fue espectacular, él con


solo un millar de soldados , desembarco en el
golfo Juan( cerca de Cannes) un 1º de marzo
de 1815, su plan dirigirse por carretera a
Grenoble, ciudad afín a sus ideas, evitando la
Provenza monárquica que no le había dejado
buenos recuerdos. Cuando unos soldados
quisieron detenerlo , él ofreció su pecho ,
ninguno le disparó, Grenoble le abrió sus
puertas, también Lyon y regimientos enteros se
le unieron , formando un pequeño ejército , en
su marcha hasta Paris.

Ney juró que saldría en su busca y lo traería encerrado en una jaula de hierro, pero una carta y dos
palabras, le reconquistaron. El 20 de marzo, ante la huida de Luis XVIII y sus ministros, durmió en
las Tullerías. Ya era dueño de Paris, sin disparar un solo tiro.

Sabía que los monarcas europeos vendrían a por él y lo pondrían fuera de la ley. Él se mostraba
indulgente con todos, los mariscales que le habían traicionado, Chateaubriand le había censurado…
muy bien , Benjamin Constand le había censurado… no pasaba nada . Confió la policía a Fouché,
llamó a Carnot para tranquilizar a los republicanos. La nueva Constitución fue aprobada, eso si con
abstenciones, el lo celebró con una ceremonia similar a la de Carlomagno en los campos de mayo.
Él y sus hermanos vestidos a la romana.

Waterloo
Entre mayo y junio de 1815, Napoleón había
conseguido reunir medio millón de hombres,
los aliados , más de un millón. Wellington
había suscitado nuevas rebeliones en la
Vendée, que le inmovilizaron unos 25.000
hombres, que le hubieran supuesto una
refuerzo extraordinario. El primer contacto se
produjo en Ligny, el 16 de junio y después
……..el 18 de junio en Waterloo.

Los tres principales protagonistas, Duque de Wellington, Napoleón Bonaparte y el príncipe

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Blücher

Para ganar el conflicto, Napoleón era consciente de que había de ser rápido y preciso y dar un golpe
mortal a los aliados, que alguno o todos sus oponentes se decidieran a firmar la paz. Bélgica y sus
fuerzas aliadas eran el objetivo, más accesible del Emperador y 123.000 hombres de su Armée du
Nord por Charleroi, se pusieron en marcha, bajo sus órdenes, en dirección Bruselas, donde
Wellington no había esperado el ataque. Delante tendría a Wellington con un variopinto ejército
unos 38.000 belgas, alemanes y holandeses, 30.000 británicos hasta un total de 92.300 hombres en
tres cuerpos de ejército, al mando del general Hill y el príncipe holandés de Orange, la caballería al
mando del conde de Uxbridge, el cual era también lugarteniente de Wellington, (las relaciones entre
ambos jefes eran muy distantes, Uxbridge se había fugado con la cuñada de Wellington) y contaban,
además con los 117.000 prusianos, bajo el mando del legendario, mariscal de campo y príncipe
Gebhard Blücher, él cual nunca había sido un gran estratega pero se podía confiar que acudiría a los
franceses y acudiría en ayuda de Wellington.

Wellington y Ponseby, fotograma de la película


“Waterloo”

El mismo día 16 de junio, tuvo lugar el primer encuentro


en Ligny, entre el ejército principal de Napoleón, unos
71.000 hombres y los prusianos de Blücher con unos
84.000 hombres. Estos habían decidido dispersarse por un
terreno pantanoso, pero Napoleón tampoco estaba en su
mejor momento táctico, retrasando la batalla hasta la tarde,
durante casi dos horas continuo la salvaje lucha,
frecuentemente a bayoneta, cuerpo a cuerpo y
disparándose a quemarropa. Los prusianos perdieron
19.000 hombres y abandonaron el campo, Napoleón más
escaso de efectivos, perdía unos 14.000 hombres. El
Emperador mandó al mariscal Grouchy en pos de Blücher
con unos 30.000 hombres, pero este no presiono
estrechamente a los prusianos y éstos de retirarse hacía
Alemania, marcharon hacía el oeste para socorrer a
Wellington como le habían prometido.

Después de vencer a los prusianos, Napoleón marcho hacía Quatre Bras , donde halló a los ingleses
que habían contenido a Ney, se retiraban del campo de batalla de forma ordenada, sin que Ney
hiciera ningún esfuerzo por perseguirlos, ni acosarlos. Es significativo que Ney y su estado mayor
se aposentaron para cenar. El rapapolvo del Emperador a sus oficiales fue monumental, lo cual no
contribuyó a elevar la moral de Ney.

El día siguiente, la tarde-noche del 17 de junio, las tropas de Wellington llegaron a una montaña
llamada Mont St. Jean, a 3 km. al sur de Waterloo, pueblo donde Wellington montó su cuartel
general. Este monte presentaba unas excelentes posiciones de “vertiente opuesta” al ejército aliado,

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enfrente Napoleón que contaba con unos 74.500 hombres y había establecido su puesto de mando
en la posada de la Belle Aliance. Delante tenían tres granjas aisladas,(Hougoumont, La Haye Sainte
y Papellone) ofrecían excelentes bastiones defensivos, Los dos ejércitos estaban muy igualadas
numéricamente, pero mientras los de Napoleón eran veteranos curtidos, los de Wellington eran
reclutados recientemente y solo había unos 28.000 británicos. La artillería era abrumadoramente
favorable a los franceses, 252 cañones frente a
los 155 cañones ingleses, también el calibre
era superior 12 libras contra las 9 libras
inglesas.

Encuentro entre las dos caballerías en


Waterloo

El campo de Waterloo era muy compacto y


denso y en el 18 de junio, un solo día
cambiaria para siempre el curso de la historia
de Europa. Wellington había formado a sus divisiones en tres cuerpos. En el extremo de su flanco
izquierdo estaba la división alemana del príncipe de Saxe-Weimar, apoyada por la caballería
inglesa, con los Life Guards, dragones reales de lord Uxbridge y la brigada Ponsoby (Royals,
Iniskillings y los Scots Greys, primero, sexto y segundo de dragones) a su espalda. En el extremo
opuesto estaba la división holandesa y belga del príncipe de Orange, después venia la división de
Clinton (detrás de la carretera de Braine L´Allend), la división de Cooke, en la confluencia de la
carretera de Bruselas, la división de Alten (frente a la granja de la Haye) con el cuerpo de reserva de
Wellington y, finalmente, alineada a lo largo de la carretera de Ohain, la división del general Picton
(curiosamente este general no tenia el uniforme en la batalla, por lo cual iba vestido de civil). Los
franceses estaban alineados a lo largo de una línea paralela de Wellington, perpendicular a la
carretera de Charleroi a Bruselas, con el flanco izquierdo en la carretera de Nivelles. La caballería
de Piré estaba en el extremo izquierdo, con el Cuerpo de Caballería III de Kellerman y la caballería
de la guardia, bajo el mando de Guyot, en la retaguardia, mientras que la infantería de Jerónimo
Bonaparte estaba frente la granja amurallada de Hougoumont. El centro estaba formado por las
divisiones del Cuerpo del Ejército I de general y conde J.B. d´Erlon, con la caballería de Milhaud
detrás. El flanco derecho estaba apoyado en la posición de Le Haye.

Napoleón debía acelerar el primer movimiento y además lograr una rápida victoria , atento a la
posibilidad de que Blücher lograra unirse a Wellington, ya que los dos ejércitos unidos sería una
tarea imposible para Napoleón. Es de destacar que el plan de Napoleón era como en Borodino,
escaso de imaginación y basado en el empleo de la fuerza bruta, en un ataque frontal en lugar de
superar al enemigo tácticamente. Napoleón pretendía romper la línea de Wellington a través de la
granja de La Haye Sainte en el centro y ocupar la encrucijada que había detrás continuar avanzando
y ocupar la granja de Mont S. Jean.

Napoleón había preparado el ataque para las 10,30 h. de la mañana, pero un inoportuno chaparrón
dejó el terreno demasiado blando para la caballería y para el fuego de la artillería. Se pospuso el
ataque, con fatales consecuencias, para las 13.00 h. y a las 10.50 h. los cañones franceses
comenzaron a machacar Hougoumont, a la derecha de Wellington, defendido por los soldados de la

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Legión Alemana del Rey(llamados KGL por los ingleses) y por un destacamento de tropas de
Nassau.

Para desviar la atención de Wellington de su flanco izquierdo, donde se iba a producir el ataque
principal, Napoleón envió a su hermano Jerónimo a atacar Hougoumont para atraer así las reservas
de Wellington, pero el príncipe envió oleada
tras oleada con escasos resultados, mientras
Wellington enviaba escasos refuerzos. Lanzó
sus cuatro regimientos completos y la mitad
de los de Foy, pero para Wellington era vital
este punto estratégico y envió a sus mejores
soldados los guardias de Coldstream y los
escoceses para respaldar a los defensores
alemanes.

Mapa de posiciones en Waterloo a las 13:30

A la una de la tarde, cuando Napoleón se


preparaba para el ataque, le llegó la mala
noticia que Blücher con sus 30.000 hombres
se aproximaba desde Wavre. Un hombre
cauteloso se hubiera retirado, pero Napoleón
apostó que Grouchy llegaría en menos de una
hora…. tardó cuatro y entonces los prusianos ya habían ayudado a Wellington a derrotar a
Napoleón. Como Napoleón temía la aparición de los prusianos, había preparado al conde Lobau,
con 20.000 hombres en su flanco derecho, de cara al este y a los prusianos. Esta era una medida
sensata , pero debilitando el ataque principal contra Wellington.

A las 13,30 unos 84 cañones situados en la Belle Aliance abrieron fuego, pero al estar el terreno
blando y mojado, sus proyectiles chocaban contra el suelo y se hundían en lugar de rebotar entre la
infantería aliada. Pero aunque así hubiese sido, Wellington había colocado a la mayor parte de sus
soldados un poco detrás de la cresta en lugar de hacerlo sobre ella. Hasta las 14.000 h. Napoleón no
lanzó el Cuerpo de Ejército I de D ´ Erlon. Este esperando romper a los ingleses por el peso
numérico, había dispuesto sus divisiones en tres enormes batallones , desplegadas una tras otra,
aunque era muy vulnerable a la artillería y a los mosquetes aliados, esta avalancha azul se puso en
marcha y arrolló a la desprotegida Brigada I de Holanda(belga y holandesa) de Van Biljand , esto
hizo que la posición de centro izquierda de Wellington, se plegó ante el enorme poderío de la
infantería francesa, obligándole a enviar lo mejor de lo que podía prescindir, la División de
Infantería 5ª de sir Thomas Picton con 6.475 hombres formada por tropas inglesas (Brigadas 8º y
9ª ) y la hannoveriana (Brigada 5ª).

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Los feroces contraataques de Picton , junto con la caballería de Uxbridge , incluyendo la Brigada 2ª
de sir William Ponsoby, contuvieron a los franceses a costa de muchas dificultades y enormes bajas,
tanto Picton como Ponsoby , perecieron en el ataque y Uxbridge perdió una pierna por un cañonazo,
aproximadamente el 40% de sus hombres
fueron muertos, heridos o prisioneros. Pero el
sacrificio mereció la pena, el ataque francés se
frenó en seco, y empezaron a retirarse, dejando
unos 3.000 prisioneros a los ingleses. A las
15.00 horas se había rechazado el primer
ataque francés.

La caballería inglesa de Uxbridge en acción,


fotograma de “Waterloo”

A las 15,30 horas , Napoleón ordenó a su


artillería que barriese la La Haie Sainte y que
Ney preparase un ataque que conduciría él en
persona. Bajo el fuego de los cañones franceses varios batallones de primera línea británicos,
retrocedieron un centenar de pasos, y Ney que observó este movimiento, creyó que los británicos se
batían en retirada y sin informar a Napoleón atacó con 5.000 jinetes(la brigada de caballería del
cuerpo de Milhaud, la brigada Vial que aún no había combatido) mientras lo que él creía que eran
soldados en retirada, en realidad era una reorganización de tropas de Wellington para ponerlas fuera
del alcance de la artillería y organizar el resto. Sin el apoyo de la infantería y de la artillería, Ney en
el más puro estilo francés, de bravuconería,
pendiente arriba para enfrentarse a un nutrido
fuego de fusilería y artillería, pereciendo
cientos de dragones, coraceros y lanceros
mientras los infantes ingleses , formados en
cuadro, los repelían una y otra vez.

El famoso cuadro inglés detiene la


caballería de Ney, fotograma de
“Waterloo”

El mariscal Ney se retiró, se reagrupo y cargo


de nuevo, volviendo a fracasar. A las 17.00 se
les unió el general François Kellerman y su
Cuerpo de Caballería III., enviado por
Napoleón en un vano intento de salvar lo
irremediable. Fue tal la intensidad del combate, que Ney perdió en el mismo cuatro de sus monturas
hasta que ya cansado abandonó a pie la lucha. Mientras algunos de los cuadrados ingleses llegaron
al limite, después de la incorporación de Kellerman.

Napoleón estaba anonadado con lo sucedido por la actuación de Ney y que los soldados “mestizos“

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de Wellington hubieran sido capaces de resistir las acometidas. Pero Ney para poder expirar su
estupidez tomó La Haie Sainte, defendida hasta la muerte por la KGL. Tras perder el Regimiento 2º
y a su comandante, el barón Ompreda, no pudieron
resistir más y se retiraron con la casi deshecha
Brigada 1ª hannoveriana. A esta hora, el centro de
Wellington estaba al borde del colapso, con la
amenaza de quebrar todo su ejército.

Mapa de posiciones en Waterlo a las 19:30

Los soldados de Blücher habían llegado a las 16.00


horas, al borde del campo de batalla(El Bois de
Paris) y una hora más tarde, Napoleón enviaba a
reforzar al Cuerpo de Ejército IV de Lobau
(reducido ahora a 7.000 hombres) enviando a 4.000
hombres de la Guardia Joven. Hacia las 19.00 horas
el prusiano Cuerpo I de Von Zeithen había llegado
para respaldar a los hombres de Bülow. En un
postrer intento de perforar el centro de Wellington,
Napoleón envía a su Vieja Guardia, los cuales eran invictos en el combate, en dos columnas de 75
hombres cada una. Los soldados ingleses, ocultas en la cresta, pudieron sorprender a los franceses
antes de que estos pudieran desplegarse en línea y los destrozaron con fuego de mosquete a
quemarropa. Cuando la Vieja Guardia se replegó, la moral de los franceses estaba ya por los suelos
y al grito de “Sauve qui peur” (Sálvese el que
pueda) huyeron en desbandada.

Blücher persiguiendo a los franceses,


Grabado de la época

A las 20,30 horas ,Wellington se reunió con su


salvador Blücher en la Bella Aliance, mientras
Napoleón huía en una diligencia .Los
franceses habían perdido 30.000 hombres,
(25.000 muertos y heridos y 17.000
prisioneros, según otras fuentes), los aliados 21.700,( aquí las diferencias son menores, 7.000
prusianos, 8.600 británicos, 4.000 holandeses/belgas y 3.000 alemanes). A las 5.00 horas del día
siguiente, Napoleón estaba de regreso en Charleroi , camino de Paris, donde abdicó el 22 de junio,
por segunda vez, hubiera podido forzar el bloqueo y marcharse a los EE.UU., donde sus partidarios
le esperaban en Nueva Orleans.

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Fue embarcado en el Northundeland y


desterrado en la isla de Santa Elena, donde los
ingleses humillaron al que había sido su gran
enemigo. El dictó sus memorias a Les Cases, este
cuenta que le comento Napoleón: “ Debí haber
muerto en Moscú”, a lo que contestó Las Casas: “
Sire, hubiera privado a la historia de su vuelta de
Elba “ a lo que contestó el Emperador :” Puede
ser verdad , pues pongamos que debí morir en
Waterloo”….Napoleón falleció el 5 de mayo de
1821 en la isla de Santa Elena.

El fin de la Vieja Guardia, fotograma de


“Waterloo”

Napoleón en la política española y la guerra de


la Independencia
Por el tratado firmado en Aranjuez en 1801 entre nuestro Manuel Godoy y Luciano Bonaparte, uno
de los hermanos de Napoleón, éste ocupaba el ducado de Parma y al mismo tiempo creaba el reino
de Etruria, con Florencia como capital, en el que reinaría una rama de los Borbones, siendo Luis de
Borbón coronado rey y teniendo que pasar por París para recibir el visto bueno de Napoleón, el cual
se quería presentar ante su pueblo, como un “hacedor” de reyes y quería ver la reacción del pueblo
de París, después del periodo republicano ante el ceremonial monárquico, experiencia en que él ya
estaba pensando para ceñir la corona imperial.

Los reyes de Etruria (que antes eran los condes de Liorna) llegaron a París el 25 de mayo de 1801 y
permanecieron en ella hasta el 1 de julio. Todos desde el Primer Cónsul, sus ministros, generales se
desvivieron en agasajarles. Bonaparte se formó un mal concepto del rey epiléptico, pero pondero la
inteligencia, firmeza y la bondad de la reina.

Napoleón si había demostrado hacía el rey de España, tantas deferencias era porque estaba decidido
a presionarle para que acabara declarando la guerra a la vecina Portugal, puerto de refugio de los
buques ingleses, cumpliendo los tratados de 29 de enero y de 13 de febrero, Carlos IV se vería

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obligado a facilitar, con la aún formidable flota española, la formación de cuatro escuadras y a
declarar la guerra a Portugal. Ya que el príncipe regente se negaba a cerrar sus puertos a la marina
inglesa, nuestro rey se vio en la necesidad de declararle la guerra, una guerra de corta duración
(unos pocos días), que tomó el nombre
humorístico de la “guerra de las naranjas”,
nombre tomado del hecho que Godoy en los
campos de Elvas, tomó unos ramos de naranjo
y se los ofreció a la Reina de Portugal.

Manuel Godoy, por Francisco Goya,


Academia de San Fernando , Madrid

No movían a Carlos IV, ni a Manuel Godoy


ansias de engrandecimiento , sino una intención generosa de dar cobertura con nuestras tropas, los
estados del príncipe regente y de Carlota Joaquina, que era hija de Carlos IV, ante la más que
posible invasión por las tropas napoleónicas, que como habían dejado bien patente en Italia, estaban
acostumbradas a vencer, saquear y sojuzgar. Y es por eso la prontitud con que Godoy, al mando de
las tropas españolas cruzó la frontera e impidió que los soldados de Leclerc que estaban acampados
en Castuera, invadieran la tierra portuguesa. En Lisboa estaban convencidos de la buenas voluntad
de las tropas españolas, ya que éstas venían más en calidad de defensoras que no de invasoras y esto
fue determinante en que esta campaña fuera un paseo militar y la guerra de las naranjas de tan corta
duración.

El Primer Cónsul (Napoleón) envió un correo el 7 de junio a Badajoz con órdenes concretas para
Luciano, para imponer al gobierno portugués unas condiciones muy duras que éste nunca llegaría a
admitir. En vista de esto , Godoy firmó la paz en la fecha oficial del 6 de junio de 1801, nunca
perdonó Napoleón al Príncipe de la Paz , esta singular actitud de independencia y desde entonces
decretó “in rectore” la ruina del válido y quizás también la de los Borbones. El tratado entre España
y Portugal fue refrendado, con posterioridad por el plenipotenciario portugués Luís Pinto de Sousa
y por el Príncipe de la Paz, por el que se comprometía a cerrar los puertos portugueses a la marina
británica, habiendo un artículo el IX, el cual tiene el mérito de Carlos IV, que se sintió paternal, con
sus parientes de Portugal e Italia y de su ministro Godoy: ”Su Alteza Real el Príncipe de Portugal
es garantizado por su Majestad Católica, de la conservación íntegra de sus territorios, sin la
menor excepción y reserva”, Este primer conato de independencia sobre el Primer Cónsul de
Francia, ya que en sus planes entraba la ocupación de algunas plazas lusitanas que fueran moneda
de cambio con Malta, Menorca y la isla de Trinidad, poco después el tratado que firmaron el
embajador francés Luciano Bonaparte y el mismo Luis Pinto da Sousa, se establecieron cláusulas
semejantes.

Napoleón montó en cólera contra Luciano y Godoy, y estaba dispuesto a enviar un ejército francés,
junto al español, para ocupar Oporto. Este tratado de 1801 y la guerra con Portugal señalan un
momento transcendental en la historia de España. El Primer Cónsul , no quería aliados sino
vasallos, concibió un aspecto despectivo contra el equipo que gobernaba España y las facultades del
ejército y el pueblo para oponerse a sus dictados. Y en su mente, creemos que empezó a gestar la
idea de invadir la península ibérica, tal como había hecho con la península italiana, lo único que le

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frenó fue la necesidad que tenía de la formidable escuadra española, hacía cuya oficialidad,
competente y disciplinada, profesaba una excepcional estima.

Las cosas no pintaban bien precisamente para los navíos reales al servicio de la República Francesa
cuando se habían de medir sus fuerzas contra los navíos ingleses, ya que Inglaterra había preparado
a conciencia sus navíos y a sus extraordinarias tripulaciones, concientes de que era su única tabla de
salvación ante Napoleón.

El almirante Linois, con una pequeña escuadra francesa, tuvo que refugiarse en Algeciras, cerca de
Gibraltar, salió en su busca el almirante inglés Saumarer y en el combate del 6 de julio de 1801 los
bravos franceses, apoyados por las cañoneras y las baterías de la costa españolas consiguieron una
buena victoria. Pero en el 12 del mismo mes , la victoria no sonrió a los aliados y se dio el caso
insólito y triste para nuestros buques que dos de nuestros principales navíos (el “San Hermenegildo
y el San Carlos), entre los cuales había pasado un barco ingles, disparando sus cañones a babor y
estribor, nuestros navíos lo cañonearon furiosamente y creyéndose enemigos hasta que se
reconocieron al resplandor del incendio del “San Carlos”, siendo ya tarde para rectificar y volaron
por los aires ambas naves, con más de sesenta oficiales y guarda marinas y más de dos mil
marineros, solo se salvaron un guardia marina y un puñado de marinos en una chalupa. Después de
esto , las catástrofes de Egipto en los últimos meses del 1801, quizás le hicieran ver al Primer
Cónsul la necesidad de cambiar la rectitud de su implacable política y se vio la conveniencia de
poder repatriar sus tropas de Egipto y poder preparar el asalto definitivo a su gran enemigo y rival
en la hegemonía de Francia en Europa, Inglaterra.

El “Hermegildo y el “San Carlos”


cañoneándose y hundiéndose entre ellos,
lienzo de Cortellini en el Museo Naval de
Madrid

Inesperadamente, Luciano Bonaparte volvía a


negociar la paz con Portugal, con el acuerdo
del Primer Cónsul, el 29 de octubre de 1801.
Entonces corrió la voz que copiosas entregas
de oro de México y de brillantes del Brasil
engrosaron la fortuna personal de los Bonaparte, Carlos IV dio por buenos estos pagos por la
seguridad precaria de la familia real portuguesa y para libertar a nuestros pueblos de la carga
insoportable del ejército francés, paralelamente en Londres el 1 de octubre se comenzaron unas
conversaciones de paz entre los gobiernos de Francia e Inglaterra, en cuyas preliminares, sin la
presencia española, se indemnizaba al Reino Unido con la isla de Trinidad, en Venezuela. No tardó
en producirse la protesta de nuestro embajador Azara y Bonaparte montó otro de sus acostumbrados
brotes de cólera contra Godoy y Carlos IV, firmándose el tratado en Amiens el 27 de marzo de
1802, pero Napoleón puso especial empeño en que Inglaterra devolviese a España la isla de
Menorca, lo cual compensó la pérdida de Trinidad, verdaderamente lejana y despoblada y también

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nuestra nueva adquisición de Olivenza. Después de Amiens, Godoy se encuentra entre Napoleón
cada vez más exigente e Inglaterra que le supera en egoísmo y mala fe, debido a los frecuentes
roces entre nuestro barcos, por el monopolio del comercio con América.

En el año 1803, Francia faltando a los tratados que cuando era Bonaparte el contratante carecían de
valor, a quien España había cedido la Lousiana en S. Ildefonso en el 1800, la vendió a los EE.UU.
no cumpliendo lo tratado en ese acuerdo, según el cual la República solo se desprendería del mismo
en beneficio de España. Y con la vuelta al poder de Pritt en Inglaterra, enemigo acérrimo de
Francia, la guerra entre estos dos países era cuestión de días. Godoy vio como mal menor aliarse
con Francia, que verse invadida por los ejércitos napoleónicos, hasta entonces invencibles, y por
ello se firmó con Tayllerand y Azara un tratado, el 19 de octubre de 1803, que se mantuvo en
secreto, pero el eficaz servicio de espionaje de Pitt, no tardó en desvelar lo cual significaba la guerra
con el Reino Unido.

Estando oficialmente en paz, una escuadra inglesa, mandada por el comodoro sir Graham Moore,
atacó cerca del cabo de Santa María, en el extremo sur de Portugal a unas naves españolas,
procedentes del Río de la Plata, portando el tesoro del rey y el de muchos particulares, mandadas
por José de Bustamante, después del desigual combate las fragatas españolas fueron remolcadas al
puerto de Plymouth, donde los marinos españoles fueron recibidos como héroes. Después de esta
acción, la guerra fue inevitable.

Lo que dio paso a un nuevo Pacto de Familia, firmado en Paris el 4 de enero de 1805, el emperador
necesitado de la escuadra española para la invasión de Inglaterra, resucitando el viejo plan de Felipe
II, el cual el emperador conoció a través del abate de Saint-Real, con un desembarco en Irlanda.
Luego se pensó en cambiar de plan, pensando en atraer a la escuadra de Nelson hasta las Antillas,
mientras en el Canal de la Mancha se desplegaban los
100.000 soldados, que esperaban acampados en el
campamento de Boulogne, prestos para invadir el suelo
británico, pero un petulante Villeneuve, como jefe de la
escuadra aliada y despreciando los consejos de los jefes
españoles, sumados a la pericia y agilidad de los marinos
ingleses, más expertos en la navegación en el Atlántico,
llevaron a la escuadra aliada a encerrarse en la bahía de
Cádiz, dando lugar a la tristemente famosa batalla de
Trafalgar, de infausto recuerdo para nuestra historia.

El pueblo achacaba todos estos males a su gobierno,


pasando a ser Godoy una de las figuras más odiadas de la
historia, para hacer frente al valido solo había una persona,
el príncipe de Asturias, Fernando, al cual Godoy había
apartado de la política, habían hecho de él un implacable
enemigo. Su partido, los fernandinos, en contra de los reyes
de España y Godoy, principalmente, pero los partidistas
solo superaban al valido en moralidad, no en inteligencia.
En los años 1805 al 1808, el príncipe Fernando era un muchacho egoísta y felón, más tarde

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enseñado por la vida, rebeló las cualidades que nunca le faltaron. Durante este breve tiempo el alma
de la resistencia fue la princesa de Asturias, María Antonia de Nápoles, era el más temible enemigo
del trío, Carlos IV, María Luisa y Godoy.

Durante el trienio de 1806 al 1808, la posición


internacional de España era delicadísima y
repercutió en la política interior, Napoleón la
consideraba una colonia de su Imperio, destruida la
flota en Trafalgar ahora le interesaba el oro de
América, Godoy ya incapaz de enfrentarse al corso,
el cual le pedía cada vez más, dinero, contingentes
militares y un mayor rigor en el bloqueo de
Inglaterra. En 1806, Napoleón desposeyó del trono
de Nápoles a Fernando, infante de España para
colocar a su cuñado Murat en el mismo. Y en el
1807, Carlos IV se comprometió a enviar 17.000
hombres a Dinamarca, en una expedición heroica
del marqués de la Romana.

El pueblo español hizo recaer la desgracia en el


valido y aparte del odio popular la ceguera de los
reyes nombrándole ese mismo año, gran almirante de una escuadra que no era más que una
caricatura de lo que había sido, con el tratamiento de alteza serenísima y presidente del Consejo de
Estado, su hermano Diego fue duque de Almodóvar y Grande de España y su amante, Josefa Tudó,
condesa de Castillo-Fiel y vizcondesa de Rocafuerte, títulos que pasaron a su descendencia adúltera.

Napoleón fue deshaciendo la madeja en torno


a España, una nación que se había puesto a su
servicio y el fue utilizando sabiamente para
sus propósitos la ineptitud de Carlos IV, las
pasiones de María Luisa, la ambición de
Godoy y el odio del príncipe de Asturias.
Mientras en Portugal, el príncipe regente
soportaba con más entereza la presión de
Napoleón y se negaba al bloqueo a la marina
inglesa, mientras los agentes del emperador y
de Godoy, planearon el tratado de
Fontainebleau el 27 de octubre de 1807,
partiendo Portugal en tres partes: el “reino de
Lousitania” , en el norte, para compensar a los
reyes de Etruria, que habían sido desalojados
por las tropas francesas, en el centro, desde el Duero al Tajo, reservado para obtener
compensaciones cuando llegase la paz y el Alentejo y el Algarve una soberanía independiente para
colmar los deseos de Godoy, además un ejército de 28.000 hombres, entraría en España y se les
uniría otro contingente español de igual número de hombres, todos bajo el mando de un general
francés para invadir Portugal, mientras un segundo ejército francés se acantonaría en Bayona. Es

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difícil precisar si Godoy se vio inmerso en la corriente de los acontecimientos o se dejó llevar por su
ambición, para poner España en manos de Napoleón.

El 18 de octubre de 1807, el ejército francés, al mando del mariscal Junot, atravesaba el Bidasoa y
entraba en Irún, siendo bien recibido por el pueblo, ya que creían que Napoleón iba a derribar
Godoy para entronizar a Fernando. Los acontecimientos se precipitaron y un anónimo colocado,
casualmente, sobre la mesa del rey, advertían a éste de la gravedad de la conjura y que calía poner
urgente remedio, bajo un pretexto los reyes se presentaron en la celda prioral que ocupaba el
príncipe de Asturias y le incautaron sus papeles ,quedando él inmediatamente detenido. Los
documentos eran de extrema importancia: una exposición del rey contra la reina, y también contra
Godoy, acusándole de bigamia, pues vivía públicamente con Josefa Tudó, en el Retiro, usando sus
criados insignias de la casa real, también encontraron claves para la comunicación de los
conjurados. El 28 de octubre se inició el proceso por el marqués Caballero, ministro de Gracia y
Justicia, personaje objeto de repulsa de todos los historiadores de diferentes tendencias: Lafuente,
Alcalá Galiano, Menéndez Pelayo, Pérez Galdós… en los interrogatorios el príncipe de Asturias se
mostró torpe y acobardado, en este contexto el proceso de el Escorial no podía acabar sino en
tragedia, pero lo hizo en una farsa grotesca. Mientras su padre Carlos IV, disfrutaba de la caza, el
príncipe pidió audiencia a su madre, inspirado por el miedo y el egoísmo, pidió perdón a sus padres,
cosa loable hasta cierto punto, pero expuso al marqués Caballero toda la trama de la conspiración,
denunciando a sus cómplices… como el marqués de Ayerbe y el conde de Orgaz, o a personajes de
más humilde condición que lo habían arriesgado todo por él.

Pero los acontecimientos iban avanzando tan inexorablemente como las tropas francesas por España
a la conquista de Portugal, ocupando al mismo tiempo, el castillo de S. Sebastián, la ciudadela de
Pamplona, el castillo de Montjüich en Barcelona… Del 19 al 30 de noviembre, los franceses habían
tomado Portugal, y el príncipe regente, Don Juan, con su madre la reina loca María I, con su esposa
Carlota Joaquina y sus hijos, embarcaron en Lisboa rumbo al Brasil. Designando Napoleón a su
cuñado Joaquín Murat, casado con Carolina Bonaparte, gran duque de Berg, como virrey. Con
pavor se vivió en la corte de Madrid los incidentes ocurridos en Portugal, fácil le hubiese sido a la
familia real española, seguir los pasos de sus homólogos portugueses y huir por el Levante o
Andalucía, libres de franceses, pero el plan habría de ser ejecutado con prontitud, ya que Murat
avanzaba sobre Madrid. Mientras la poca visión de los consejeros de Fernando, aún creídos que las
tropas de Napoleón iban a poner en el trono a Fernando y los agentes del partido de Godoy se
encargaron de excitar los ánimos en la población civil, mientras la noche del 17,en el llamado motín
de Aranjuez, un disparo en la detención del coche de la amante de Godoy, la condesa de Castillo-
Fiel, fue la señal del motín que alteró los hechos en curso de la historia de España.

El palacio de Godoy fue asaltado por las turbas y el rey, ese mismo día 18 publicó un decreto
exonerando al valido, el cual fue descubierto escondido en el desván de su palacio, salvando la vida
gracias a la intervención de Fernando, entonces Carlos IV no tuvo otro remedio que abdicar , a las
siete horas de la tarde de un 19 de marzo de 1808, a favor de su hijo que empezó a reinar bajo el
nombre de Fernando VII.

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Caída y prisión del Príncipe de la Paz en el


motín de Aranjuez, colección particular en
Madrid

El día 24 de marzo, el nuevo rey hacía su


entrada triunfal en Madrid, teniendo en cuenta
la formula del acclamatio del pueblo que hace
legítimas las monarquías, la entrada del joven
rey fue indescriptible. El rey era el dueño del
corazón de los españoles, pero no de España,
ni de la misma villa y corte que le había
recibido con tanta pasión. El día antes, al
frente del ejército imperial, Joaquín Murat, nombrado por Napoleón como jefe supremo del ejército
en España y en una marcha rápida entró en ella el 7 de marzo. En Buitrago se enteró del motín de
Aranjuez, pero tanto él como sus tropas fueron bien recibidas por el pueblo, ya que creían que venía
a sostener a Fernando. En Madrid era el verdadero dueño de la situación y sus constantes desfiles de
la caballería, deslumbrando a los madrileños, con sus uniformes de ricos atuendos y bordados y
plumeros espectaculares, cosa que el propio Tayllerand denominó el “Carnaval de la Gloría”. Sus
informes optimistas a Napoleón, con una vanidad sin limites, quería ostentar el “Carnaval de la
Gloria” en el propio trono de Carlos IV y Felipe II, le hicieron concebir el tremendo error del cual
había de arrepentirse en el “Memorial de Santa Elena”.

Pero no le faltaron a Napoleón informes más exactos de la situación. Un oficial a sus ordenes
directas, Claudio Felipe, conde de Tournon-Simione , enviado a la corte de Madrid, con varios
pretextos, pero con la misión de informar a Napoleón de la situación en España. El día 16 de marzo
de 1808, le escribía estas palabras: “Sire, la nación española no se parece a ninguna otra y no se la
puede juzgar sino desde dentro. Es importantísimo que V.M.I. venga lo antes posible y no se decida
a hacer ninguna intervención hasta ver las cosas por si mismo. Los españoles son nobles y
generosos pero tienden a la ferocidad cuando se les trata como simple conquista. Reducidos por la
desesperación, serán capaces de las más grandes revoluciones y de los más violentos excesos”.
Napoleón poseído por la soberbia, desoyó estos sabios consejos y prefirió la versión optimista de
Murat. La apoteósica entrada triunfal de Fernando VII en Madrid, debería haber alertado a
Napoleón y Murat del entusiasmo del pueblo español por su rey y a Carlos IV y María Luisa, la
repulsa general a su actuación.

La más eficaz de la soluciones para atajar la crisis sin violencia hubiese sido, que Napoleón se
hubiera convertido en el protector de Fernando VII, el cual estaba dispuesto a todas las
humillaciones en su afán de congraciarse con Napoleón, casándole con una princesa de la casa
imperial, esta solución fue torpedeada por los informes de Murat, el cual estaba deseoso que la
dinastía legitima, heredera de los Borbones y los Habsburgos, dejara vacante el trono al cual él
aspiraba.

El general Savary, empleó toda clase de artimañas de mala fe para conseguir sacar a Fernando de
Madrid, pretextando un encuentro con Napoleón el cual venía a España a arreglar las cosas. En la
mañana del 10 de abril de 1808, el rey partió de la capital, acompañado de un séquito brillante, en

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Burgos sufrió la primera decepción al no encontrarse con el Emperador. Siguió hasta Vitoria, ya
sospechando de alguna añagaza, se quedó en esta ciudad con el pretexto de celebrar las fiestas de la
Semana Santa. En esta villa, tanto su alcalde como don Mariano Luís de Urquijo, traductor de
Voltaire, le propusieron huir, Fernando se negó en redondo ya que hubiera provocado una guerra
civil y desoyendo estos consejos el día 20 cruzaba el Bidasoa, estando confinado en el castillo de
Marrac, Napoleón le dijo a uno de los consejeros del rey, que renunciara al trono de España y sería
rey de Etruria. Por gran mayoría, el Consejo reunido en sus habitaciones optó por rechazar la
propuesta.

El juego pasaba por tres equipos, a saber el imperial, Napoleón, Savary y Duroc, el otro Carlos IV y
María Luisa y el de Fernando VII y sus consejeros… Carlos IV y su esposa , envalentonados por
Napoleón, forzaban a su hijo a renunciar a la corona en un escrito, a lo que contestó Fernando
condicionando la devolución a hacerla en Madrid, ante los supremos tribunales del reino, Carlos le
contestó el 2 de mayo, en una misiva violentísima, al dictado del Emperador, haciéndole participe
de las desdichas de nuestro país, para Carlos, María Luisa y Godoy la opinión del pueblo carecía de
valor. Sabido es que en este mismo día el pueblo de Madrid se lanzó a la calle para echar a los
franceses.

El día 5 de mayo , le llegaron a Napoleón las noticias del levantamiento del pueblo de Madrid del 2
de mayo, por un oficial que hizo el viaje a matacaballos de Madrid a Bayona, y en uno de sus
frecuentes ataques de ira fue directamente a la residencia de los reyes. La escena fue muy violenta,
Carlos IV, pacífico de ordinario, era propenso a ataques de cólera y María Luisa era fácilmente
llevaba a la injuria, Napoleón exigió la presencia de Fernando y le espetó, con estas palabras:
“Antes de la medianoche de hoy habéis de haber abdicado en la figura de vuestro padre y habéis
de hacerlo saber en Madrid y sino fuera así, seréis tratado como rebelde”. Al día siguiente, abdicó
Fernando, pero el día antes se había firmado por el mariscal Duroc, representante del emperador y
por Manuel Godoy, la cesión de los derechos reales de Carlos IV a Napoleón, con la siguientes
condiciones: Mantener la integridad de la corona, de que el príncipe elegido sería independiente y
que la religión católica sería mantenida como única en el reino.

Pero pocos días antes, Fernando había recibido la visita del representante de la junta de Gobierno,
comisionada por el rey en Madrid, Evaristo Pérez de Castro y había tomado una decisión, la más
digna de su carrera, asesorado por Ceballos, expidió dos decretos, en el primero autorizaba a la
junta a trasladarse al lugar que creyera más conveniente para ejercer las funciones de la soberanía y
que las hostilidades contra los invasores deberían comenzar en el mismo momento que el rey fuera
internado en Francia y el segundo dirigido al Consejo y en su defecto a cualquier audiencia y
cancillería, en tierra libre de franceses, por una única vez estuvo a la altura de las circunstancias.
Napoleón se portó con ellos de la manera más infame, trasladándoles de Fontainebleau a
Compiegne y después a Marsella, por motivos de salud del rey, siendo la presencia de la corte
española en Francia muy incómoda para Napoleón y optó por llevarlos a Roma, “la ciudad de
todos”, llegando a la ciudad Eterna el 16 de julio de 1812, permaneciendo en ella hasta el 2 de
enero de 1819, año en que falleció María Luisa, siguiéndole pocos días después Carlos IV, el 19 del
mismo mes.

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Godoy a la muerte de la condesa de Chinchón, su legitima esposa(1829) se casó con Pepita Tudó,
pero al no ser aceptado por la nobleza romana, en 1832 se estableció en Paris. Ella se volvió a
España y él se fue extinguiendo en la pobreza.
En 1844 le fueron devueltos sus bienes y ya en
el 1847 sus títulos y honores, muriendo el 4 de
octubre de 1851, en el olvido de todos.

Napoleón no cumplió con lo pactado en


Bayona con Fernando VII, que era hacerle
señor del castillo de Navarre y de sus bosques,
procuró que su estancia (prisión) en el castillo
de Valençay, propiedad de Tayllerand, fuera los
más cómoda y agradable posible, pronto
olvidando el monarca que era el objeto del
sacrificio del pueblo español.

El castillo de Valençay, donde estuvo cautivo


algunos años Fernando VII

Estalla el 2 de mayo

Ante los acontecimientos y desengañado, el pueblo de Madrid y toda la nación se lanzó a una
revolución desesperada, que se extendió por el suelo patrio con la rapidez de la pólvora. Fue un 2 de
mayo de 1808 y el pretexto del pueblo de Madrid, fue el llanto del infante Francisco de Paula, un
niño, que al subirlo al coche de su hermana mayor, la reina de Etruria, para trasladarlo a Francia.
Con una improvisación , rayada en la locura, con las armas más improvisadas que tuvieran en sus
hogares, todo el pueblo se lanzó como uno solo ante las magnificas, disciplinadas y fuertemente
armadas tropas de Murat. Uniéndose al pueblo, a despecho de la junta y de los altos mandos
militares, algunos oficiales, los capitanes de Artillería, Pedro Velarde y Luís Daoiz, el teniente de
Infantería, Jacinto Ruiz de Mendoza y algunos más que dieron un poco de coordinación a las
acciones del pueblo. Siendo el núcleo principal de la resistencia, el parque de Artillería aledaño al
palacio de los duques de Monteleón, manteniendo a raya las fuerzas francesas, durante varias horas.
Tanto este parque como el resto de la ciudad, fueron vencidos y Murat se encargó de reprimir con
suma crudeza los intentos de rebelión.

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La lucha callejera en el dos de mayo en la


Puerta del Sol , Madrid en un grabado de la
época

El mismo 3 de mayo, en las cercanías del


Pardo, se cargaron unos dieciocho carros de
cadáveres de los fusilados, ejemplarmente
plasmado por Goya, todo el terror del
amanecer en la montaña del Príncipe Pío. Uno
tras otro todos los pueblos de España se
levantaron en armas contra el invasor. El
mismo día 2 de mayo, en Móstoles, redactaron
el famoso cartel de guerra, los dos alcaldes del
pueblo : Simón Hernández y Andrés Torrejón, con la ayuda
inestimable, al parecer, de Juan Pérez-Villamil, director de la
Real Academia de la Historia y Esteban Fernández de León. El
día 4 de mayo, había partido de Madrid, el representante de
Fernando VII, el infante don Antonio, asumiendo Murat el
mismo día la presidencia, fue confirmado el 7, por el mismo
Carlos IV.

En 1808, Napoleón soñaba con mantener la supremacía en


Europa y para ello contaba con colocar a sus hermanos en los
puestos clave, José reinaría en España, Jerónimo en Westfalia,
Luis en Holanda, Carolina, esposa de Murat en Nápoles, su
hijastro, Eugenio de Beauharnais seria virrey de Italia,
creándose en esta península pequeñas soberanías para Paulina
y Elisa. Como en el reinado de Luis XIV, Paris sería el centro
cultural y político de toda la Europa occidental. Pero tuvo mal
servicio por parte de sus familia, era un genio rodeado de
medianías.
José Bonaparte había nacido en Ajaccio en
el 1768, era el primogénito de su familia.
Cursó los estudios de Derecho, pero
necesitado de más ingresos se dedicó al
comercio, en Marsella, casándose con Juana
Clary, hija de un rico negociante , hermana
de Desirée, la que posteriormente sería
amante de Napoleón y más tarde reina de
Suecia. Cuando vino a España contaba con
cuarenta años, tenía a juzgar por sus retratos
una hermosa presencia, destacando unos
hermosos ojos azules, pero el pueblo español
empeñado en ver solo defectos en su figura y
porte, le negaba. Era uno de los más
inteligentes de los napoleónicos , pero su

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mezquindad le empañaba otras virtudes. Hombre sensual, se le atribuyen , tanto en Nápoles como
en España, numerosas amantes y bajo su apariencia bondadosa y paternal, su verdadero propósito
era saquear España. Sabido es que una de las causas de la derrota decisiva en Vitoria, fue el
embarazo del fabuloso botín que portaba el ejército napoleónico.

Fue un reinado muy efímero el suyo desde su paso del Bidasoa, el 9 de julio de 1808 hasta la
entrada de su hermano Napoleón en Madrid. Durante este reinado en 1 de junio de 1808, habían
estacionado en España, 160.000 hombres y 21.000 caballos, con los mejores soldados, mandados
por los mejores generales. Según el plan, confeccionado por Napoleón, según los informes de
Murat, Dupont debería ocupar Andalucía ; Moncey , Valencia, apoyado por Chabrán, el cual desde
Barcelona, por Tarragona y Tortosa, tomaría la zona del Levante, Lefevre-Deshounëttes ocuparía
Pamplona, había de sujetar Zaragoza, Bessiéres que tenía el cuartel general en Burgos, envió a
Lassalle y Merle contra Valladolid. Durante junio de 1808, este plan se desarrolló con toda fidelidad
, El general Cuesta que en Cabezón, cerca de Valladolid, fue derrotado por Lassalle, el cual entró en
la ciudad el 16 de junio ; Merle y Ducos ocuparon Santander, con muy escasa resistencia, y Joaquín
Blake, capitán general de Galicia y Cuesta fueron derrotados en Medina de Rioseco. Solamente en
el Levante, Napoleón y Murat se dieron cuenta que no sería un paseo militar la conquista de
España, Lefevre-Desnouëttes batió a Palafox , en campo abierto, el 12 de junio, pero le fue
imposible penetrar en una ciudad, defendida solamente por un centenares de soldados, detrás de un
tapial de escasa altura, y tuvo que montar un asedio que inmovilizo a su ejército.

Los somatenes catalanes, de gran tradición, destrozan el 6 de junio al ejército del general Schwartz,
que se dirigía a Zaragoza y el 14 del mismo mes infligen a Schwartz y Moncey una nueva derrota,
forzándoles a retornar a Barcelona. El general Duhesme en rechazado en
Gerona, se vio obligado a iniciar una asedio, que fue inútil y Moncey se
estrello ante las murallas medievales de Valencia.

Bailén

Era de un interés primordial para Napoleón que sus tropas llegasen a


Cádiz, allí la escuadra del almirante Bosily estaba bloqueada por la
escuadra inglesa y bajo el fuego de las baterías españolas de la costa. La
expedición fue preparada con sumo interés por Napoleón y Murat desde
Madrid, encomendándose la dirección de la misma a Pedro Dupont de L
´Etang, ya en esos momentos conde, y que en esta operación opositaba al
bastón de mariscal, contando para ello con 20.000 hombres de sus
mejores veteranos. Para ello Murat contaba con la adhesión de Solano,
que fue asesinado en Cádiz por las turbas y con la de Castaños y Reding,
que se pusieron a las órdenes de la Junta de Sevilla.

Murat confiaba ciegamente en sus tropas ya curtidas en cientos de batallas .El 4 de junio , escribía a
Dupont, ya puesto en antecedentes de la sublevación en Sevilla: “El primer cañonazo que usted
dispare sobre esos miserables, debe devolver la tranquilidad a toda Andalucía y por ende a toda

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España” y le aconseja dos medios de de éxito seguro en todas partes, pero no muy adecuadas en
España : el terror y el soborno.

Dupont atravesó el Puente de Alcolea, defendido por Pedro Agustín de Echavarri y entró en la
ciudad de los Califas, Córdoba el 7 de junio. Pero éste y sus soldados, escondían sus cualidades
militares más destacadas con la codicia más desmadrada, ésta ciudad, rica siempre en sus culturas
era una presa codiciosa para los ávidos franceses. El saqueo fue terrible y el botín cuantioso, pero
éste dificultaba las operaciones militares y avivaba el sentido de revancha de los andaluces y se
multiplicaron en partidas que pusieron en aprietos las comunicaciones entre Madrid y Andalucía.
Ante las negras perspectivas, Dupont abandonó Córdoba y se estableció en Andújar (19 de junio), el
saqueo y las violencias de las tropas francesas en Jaén, aumentaron el odio de los andaluces.

Todo este cúmulo de circunstancias fueron aprovechadas por gran habilidad por el general
Francisco Javier Castaños, jefe del ejército organizado por la Junta Superior de Sevilla , contando
con la ayuda del mariscal de campo marqués de Coupigny y el teniente general Teodoro Reding,
suizo al servicio de España. Todos juntos se dieron cuenta de las ventajas que ofrecía la inactividad
de Dupont en Andújar, la creciente desmoralización de sus
tropas y la furia de los andaluces contra los franceses.

El general Castaños, vencedor en Bailén, cuadro de autor


anónimo, existente en el Instituto de España, Madrid

El general Castaños disponía de 24.400 infantes, 2.630 jinetes


y 50 piezas de artillería y trataron de cortar la retirada de los
franceses e incomunicarles con Madrid. Éste dividió el ejército
en dos columnas, una marcharía hacía Andujar y la otra con
17.500 infantes, bajo el mando de Teodoro Réding, hacía
Bailén para cortar la retaguardia francesa.

Dupont que estaba en Andujar, tras una agotadora marcha bajo


el sol de julio y sin agua, aquí se les unen los 9.600 hombres
de Vedel, sumando entre todos 21.000 infantes. 5.000 jinetes y
24 cañones, pero las tropas de Vedel son enviadas a Bailén a cubrir esa retaguardia y el resto de los
franceses reanudan el camino del Guadalquivir, enfrentándose a Réding. Mientras las tropas de
Védel parecen perdidas por la zona, las de Castaños se acercan por la retaguardia de Dupont…
Mientras el general Chabert carga hasta por cuatro veces contra los hombres de Réding , que los
rechazan, tanto los cañones franceses como los españoles están al rojo vivo, pero los españoles
disponen de más agua para enfriarlos, y poco después son flanqueados por las avanzadillas de
Réding, que Dupont cree erróneamente que son las tropas de Castaños, disponiéndose a capitular.
Las negociaciones duraron dos días, quedando sobre el campo de batalla, por parte francesa ; 2.200
muertos, 400 heridos y 8.200 prisioneros(entre ellos 16 generales y 469 oficiales), más los 9.600
hombres de Vedel que llegaron más tarde , por parte hispana perdieron la vida 240 hombres y 730
fueron heridos.

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Los soldados españoles tuvieron que contener a sus compatriotas para evitar el linchamiento de los
franceses. Pero no es de recibo la actuación de la Junta de Sevilla, con el incumplimiento de las
condiciones de capitulación, por lo que el ejército francés, desarmado, no fue reintegrado a Francia,
a excepción de Dupont y algunos oficiales, sino confinado en la isla inhóspita de Cabrera, en las
Baleares(tuvo esta isla el dudoso honor de ser el primer campo de concentración de la historia).

Fueron varias las causas de la derrota de los franceses, el calor sofocante de julio en Jaén, el
embarazoso botín de los franceses, la estrategia de los generales españoles y la ayuda total del
pueblo andaluz., hombres , mujeres y niños como un solo hombre se lanzaron a la lucha. Aparte los
suizos a las órdenes de Dupont se pasaron a
sus compatriotas de las tropas de Castaños.

La capitulación de Bailén, por Casado del


Alisal, Museo de Arte Moderno, Madrid

Las consecuencias de esta batalla fueron de


una enorme repercusión en España y en toda
Europa, siendo la primera vez en la historia
que el ejército imperial francés era vencido en
campo abierto. Por ello el general Castaños
era el primer interesado que en la corte de
Madrid se enterasen de su victoria, permitió que uno de los ayudantes de Dupont, M. de Villontreys
acudiese a Madrid, donde llegó el 29 de julio, reuniendo José Bonaparte consejo de guerra , donde
se decidió la evacuación de la capital. Al día siguiente abandonó Madrid al frente de un ejército
desmoralizado, entregado al pillaje por todos los pueblos de paso y para mantenerse en la línea del
Ebro, llamó a Moncey para apoyarlo y éste hubo de dejar libre a la heroica Zaragoza.

El pueblo portugués, siguiendo el ejemplo del español, apoyándolo como en todas las grandes crisis
históricas, se sublevó contra Junot. Apoyado por una división británica, al mando de sir Arturo
Wellesley, el futuro duque de Wellington, obligando al mariscal francés a firmar la “convención de
Cintra” el 30 de agosto, por la cual el ejército francés se comprometía a abandonar a Portugal, y a
retornar a Francia en barcos lusitanos. La mayor parte de la península quedo libre de tropas
francesas.

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Mientras en Madrid la huida de José Bonaparte produjo una locura colectiva, y máxime con la
entrada de las tropas vencedoras solo comparable a la entrada triunfal de Fernando VII, la gente
cantaba por las calles, su himno de guerra,
para escarnio con la música de la Marsellesa:
“… a las armas, corred , patriotas, a lidiar, a
morir, a vencer…"

El paso del Bidasoa por las tropas del


Emperador, grabado de la época en la
Biblioteca Nacional , Paris

Cuando el 24 de agosto de 1808, el marqués de


Astorga, alférez mayor del reino, proclamaba a
Fernando VII, rey de las Españas, el pueblo español se creyó invencible, imaginando a los franceses
incapaces de reponerse de la derrota….cuan lejos estaban de la realidad.

Reacciona Napoleón
Napoleón se enteró tarde de la derrota de Bailén y de la de Cintra, pero él era incapaz de reconocer
sus propios errores -si lo hizo en Santa Elena-, echaba la culpa a José y a sus generales de las
torpezas cometidas, se decidió a tomar cartas en el asunto. El 4 de noviembre de 1808 atravesaba la
frontera y pernoctaba en Tolosa, pero entonces no traía consigo cuerpos de reserva sino cinco
cuerpos de ejército, con los veteranos que habían vencido en Italia y Centroeuropa, contando con
los mejores generales de Europa, los Ney, Soult, Moncey, Lefevre, a las órdenes del “capitán del
siglo”, la Junta española solo contaba con escasas tropas, reclutadas apresuradamente, mal armadas
y mal equipadas. Víctor derrotó fácilmente a Blake, en Espinosa de los Monteros el 11 de
noviembre. La división de Mouton también al ejército del marqués de Belveder en Gamonal y
Burgos sufrió el saqueo el 10 de noviembre, el 23 del mismo mes, Castaños es derrotado por
Lannes, en Tudela de Navarra y ese mismo día, Napoleón salió de Burgos camino de Madrid.

La cordillera del Guadarrama era franqueable por dos sitios : Somosierra, la más corta y la del Alto
de los Leones, por Segovia. Envió a Lefevre por Segovia y él mismo, con 40.000 hombres, tropas
de los mejorcito de Europa, llegó el 30 de noviembre a la ladera norte de Somosierra, defendida por
el general San Juan, con 8.000 hombres, mal armados y equipados. El emperador en una hábil
maniobra envolvente se hizo con una fácil victoria. Mientras los magníficos regimientos polacos y
franceses de caballería con una carga ponderada tildada como uno de los más gloriosos episodios de
las guerras napoleónicas, tres regimientos de infantería superaron las cumbres y cayeron sobre los
desprevenidos soldados españoles por los flancos y la retaguardia. El camino de Madrid estaba
libre.

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La capital del reino, muy mal defendida fue presa fácil para las tropas de Napoleón y el 4 de
diciembre, el general francés Berthier y el español Morla firmaron la capitulación y Napoleón se
alojó en Chamartín, en la quinta del duque del Infantado. Penetró en la ciudad por la puerta de
Recoletos y por la calle de Alcalá, Puerta del
Sol, y calle Mayor, dirigiose al Palacio Real,
asombrándose de la poca curiosidad que el
pueblo madrileño demostraba a su paso.

La rendición de Madrid ante Napoleón, por


J.A. Gros Museo de Versalles, Paris

Mientras los grandes generales del Imperio


seguían la conquista de España. El general
Saint-Cyr en una marcha destacada como obra
maestra, tomaba Rosas, el 3 de diciembre y acudió a reunirse con Duhesme en Barcelona y el resto
de tropas españolas fueron batidas en la batalla de Llinás, el 16 de diciembre. Mientras Castaños se
retiraba a Cuenca, el general Palafox cometía el heroico
error de encerrarse en Zaragoza, una gran ciudad apenas
fortificada, donde se escribió una de las páginas más bella
de nuestra historia.

La defensa de la iglesia de Santa Engracia en el


primer sitio de Zaragoza, cuadro de L.F. Lejeune,
Museo de Versalles , Paris

Moncey se presentó ante la ciudad el 20 de noviembre,


pero hubo de retirarse, uniéndosele el cuerpo de Mortier,
con casi 50.000
hombres al
asedio de la
ciudad. El 21 de
diciembre se
apoderaron del
monte Torrero, pero les fue imposible ocupar el arrabal,
debido a las importantes salidas de los defensores, hasta
que el 29 de diciembre el mariscal Junot se hizo cargo del
sitio.

Agustina Saragossa y Domenech , llamada Agustina de


Aragón, por Lucio Ribas, Museo del Ejército, Madrid.
Esta joven nacida en Barcelona y muerta en Ceuta. Se
cubrió de gloria en el primer sitio de Zaragoza, en la
puerta del Portillo, al ocupar el sitio de unos artilleros
muertos y disparar repetidas veces el cañón

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Napoleón, en Chamartín veía con desagrado que su actuación en España, había abierto a su enemiga
Inglaterra, todos los puertos de las costas a la escuadra inglesa, donde tenían nuevos puntos de
ataque. Pero antes en octubre de 1808, el general inglés sir John Moore salió de Portugal con un
pequeño ejército , pero muy disciplinado y ocupó Salamanca, concibiendo el plan, muy audaz, de
cortar las comunicaciones del Emperador con
Francia. Napoleón reaccionó con una rapidez
endiablada y en una marcha rapidísima impidió el
contacto del ejercito de sir John con su escuadra
inglesa y lo derrotó en el interior.

El ejército francés cruzando la sierra de


Guadarrama, Por Taunay, Museo de Versalles,
Paris

El 22 de diciembre de 1808, Napoleón atravesaba


el Alto de los Leones con un ejército de 50.000
hombres en medio de una nevada impresionante. El
26 cruzó por Tordesillas el puente sobre el Duero y
el 1 de enero, con 70.000 infantes, 10.000 jinetes y
200 cañones se apoderaba de Astorga. Pero Moore
que estaba a la expectativa se había retirado por la
carretera de Madrid a la Coruña, se encontraron con la vanguardia del ejército imperial, mandada
por Lefevre-Desnouëttes y la envolvieron y derrotaron en la batalla de Benavente, en una hábil
maniobra de la caballería inglesa y capturaron prisionero al general francés.

Pero el Emperador preocupado por los sucesos en Europa, con el peligro de una nueva
conflagración, tomó el camino de Francia, dejando a Soult la misión de perseguir a Moore, en su
retorno el Emperador entró en Valladolid, donde ejecutó algunos patriotas, saliendo de allí el 17 y
con su rapidez característica llegó a la frontera.

Mientras Moore apoyado por los ciudadanos de La Coruña se defendió de los ataques de Soult,
hasta que llegó en su auxilio la escuadra del almirante Hope, pero para Moore ya fue demasiado
tarde y pereció en la defensa de la ciudad. Sus restos mortales reposan en la ciudad en un bello
monumento romántico, en homenaje a uno de los más valientes y caballerosos jefes británicos de
los que combatieron en España.

Los intentos desesperados de contener a los franceses estaban dirigidos por la Junta Suprema
Gubernativa del Reino, ahora con sede en Sevilla, después de salir de Madrid tras la victoria de
Napoleón en Somosierra. A esta Junta le perdía la dificultad que tenía de comunicación con las otras
Juntas provinciales y también la diversidad de tendencias entre sus miembros , unos con el espíritu
tradicional religioso-monárquico que inspiró el movimiento y los otros con el espíritu de los
ministros de Carlos III.

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Así como la cuestión administrativa se condujo en una buena línea, administrando sus escasos
recursos procedentes de las aportaciones de los particulares, especialmente de los compatriotas en
América, y de los envíos del gobierno inglés, la cuestión militar no fue tan afortunada, cometiendo
el error de no poner un jefe supremo en la defensa de Madrid y confiar las gestión a un triunvirato,
formado por los generales ; marqués de Castelar, Morla y Eguia. No dándose cuenta de que las
circunstancias no eran favorables y confiando en la opinión popular, que después de Bailén nos
creía poco menos que invencibles y achacando
a los jefes los reveses. Castaños fue destituido
después de la batalla de Tudela.

Soldados españoles en 1808, en este año los


efectivos del ejército eran 7.000 oficiales ,y
130.000 suboficiales y soldados de tropa,
además de 30.000 milicianos o reservistas,
(3) pronto desapareció el pequeño ejército y
hubo de reclutar otro que tardó dos años en
alcanzar veterania y eficacia

Ciertamente la guerra con los franceses no


vino en el mejor momento para el ejército español, después de la guerra contra la República
Francesa de 1793 a 1795 y tras los efímeros triunfos del general Ricardos, la moral del ejército cayó
por los suelos y las improvisadas tropas revolucionarias francesas, a pesar de sus diferentes frentes
de batalla, ocuparon todo el nordeste de España hasta llegar al río Ebro. No había en 1808,
organizadores como Ensenada y Patiño, ni generales del talante de Montemar, se disponía de
algunos cuerpos antiguos, con buena oficialidad de la época de Carlos III, pero los soldados
procedentes de las levas organizadas por las juntas provinciales, sin disciplina ni organización
militar, pero eso sí con una virtud muy apreciable , la indiferencia ante las derrotas y su facilidad
para reagrupase, tras las mismas.

Los generales imperiales acostumbrados a que después de una victoria , toda la región quedara
sometida, veían con estupor que en España la cosa no funcionaba igual. Con un mérito increíble, ya
que a pesar de ser batidos en innumerables ocasiones no se acobardaron nunca y en lugares como
Zaragoza y Gerona, con unas defensas tenaces y muchas veces rayando en la desesperación,
inmovilizaron a grandes ejércitos y dificultando sus operaciones. Aquí en España fue donde se
desarrolló con intensidad, la llamada “guerra de guerrillas”.

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Juan Martín Díaz, “El Empecinado” Museo del Ejército en Madrid, fue el primer guerrillero
español ya que había peleado en la campaña del Rosellón , anterior a la guerra de la
Independencia, recibió el grado de general, pero cayó en
desgracia con Fernando VII por haberle pedido que
restableciera la Constitución que el rey acababa de abolir.
Murió en la horca en el 1825

Los Guerrilleros

Este tipo de guerra de pequeños grupos de paisanos , sin la


dirección de militares profesionales, cuaja perfectamente con el
valor anárquico, con la capacidad de resistencia y con la
improvisación del pueblo español. Amparados en un terreno
montañoso que junto con el de Suiza era el más montañoso de
Europa y despoblado en gran parte. De aquí la gran tradición española de la guerra de guerrillas.

Viriato fue uno de los exponentes de la resistencia española contra Roma, y Francisco Espoz y
Mina, Juan Martín Diez, llamado “El Empecinado“, Agustín Nebot en el Maestrazgo, así también
como nobles, el marqués de Atalayuelas en Cuenca, médicos como Juan Palarea,llamado “el
Médico", clérigos como el “cura Merino” y militares derrotados en campo abierto que se pasaron a
esta modalidad de guerra, como Juan Diaz Porlier y Pablo Morillo, todos ellos surgieron de la
desesperación del pueblo español ante la traicionera invasión francesa, al comienzo de la guerra y
eran ya tantas las partidas de guerrillas que la Junta Suprema hubo de reconocerlas y reglamentar su
actuación (28 de diciembre de 1808). Pero también hubieron los que con alma de bandidos se
dedicaron al asesinato y al robo para lucrarse particularmente y eran temidos tanto por los franceses
como por la gente del pueblo. Estos mal llamados guerrilleros fueron la preocupación del gobierno
y hubieron de ser reducidos por el ejército regular español.

Los guerrilleros perfectos conocedores del terreno y contando con el apoyo del campesinado fueron
vitales para cortar las comunicaciones del ejército francés, apoderándose de los convoyes y
destruyendo los pequeños destacamentos de tropas. Con unas cifras reveladoras de su eficacia desde
1810 al 1814, los franceses utilizaron entre 15.000 y 60.000 soldados para combatir a Wellington y
a los ejércitos regulares españoles, en esa misma etapa tuvieron que emplear entre 20.000 y 80.000
hombres contra la guerrilla.

Inglaterra en la guerra de la Independencia

Esta potencia rival de Napoleón se dio cuenta en seguida de las ventajas de tener abierto este nuevo
frente en España, abierta a sus escuadras y apoyadas por el pueblo en armas. Los británicos en un
principio se decantaban por el apoyo económico a los aliados continentales, con grandes sumas de

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dinero, y financiar a sus unidades especiales de auxilio a España y Portugal, antes de proceder a un
reclutamiento masivo entre las capas populares del Reino Unido. Apoyados por la Royal Navy que
después de Trafalgar se enseñoreo de todo el mar. Sus prioridades eran, primero Portugal, después
España, para luego conseguir sus objetivos en los territorios ultramarinos hispano-lusos. Tanto el
general Moore, como Lord Welligton y Beresford actuaron bajo estas directrices.

El 27 de junio de 1808 desembarcaron en Gijón los primeros contingentes de tropas , bajo el mando
del mayor general sir Thomas Dyer, posteriormente las fueron dotando de contingentes más
numerosos numéricamente y mejor dotados. John Hookam Frere firmó con la Junta Suprema esta
alianza el 14 de enero de 1809.

Sir Arturo Wellesley, el I Duque de Wellington, cuadro de


Goya

Aquí tuvieron una influencia destacada los hermanos


Wellesley, irlandeses. El mayor, Richard, marqués de
Wellesley, estuvo en España desde junio a diciembre de
1809, y ejerció sobre la Junta una influencia en el orden
militar, el cual tendía en unificar el mando, en un general
inglés. Inglaterra en estos momentos era una gran potencia
militar en el mar, pero no en tierra firme, aun asi sus tropas
en España formaban un pequeño ejército, bien armado y que
fue el núcleo principal de las operaciones, muy buenos
oficiales y un caudillo indiscutible, el único capaz de
enfrentarse al genio de Napoleón en toda Europa. Arturo
Wellesley el futuro lord Wellington, aprendió el arte de la
guerra en la India como coronel y a los cuarenta años fue encargado de expulsar a los franceses de
Portugal. Venciendo a Junot en la batalla de Vimeiro e imponiéndole la paz de Cintra. Pero este
insigne militar no fue capaz de comprender el
carácter de los españoles y sufrió un amarga
decepción al ponerse al mando de las tropas
españolas. Él esperaba encontrarse ejércitos bien
formados y halló multitudes, mal formadas y peor
equipadas, sin instrucción ni disciplina.

Sus cartas rebelan esta decepción: ”Estos españoles


hacen sus ejércitos con una cosa llamada entusiasmo
y yo no sé que es esta cosa , pero si que este
entusiasmo no produce armamento, ni vestuario , ni
disciplina, nada de nada”. No llegó a darse cuenta
que gracias a ese “entusiasmo” de los españoles.
incapaz de producir un ejército regular, pero sí de
poblar las serranías de cientos de guerrilleros y él,
gracias a ello, pudo sostenerse con 30.000 ingleses
contra los 300.000 hombres de Bonaparte. Fue amado

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hasta extremos de delirio por el pueblo español, que le llamaba “el Lord”.

La eficacia británica se hizo notar en 1809 a partir de la llegada de Arturo Wellesley y el general
William Beresford. La recuperación de Oporto, el 12 de mayo y el éxito, junto con el ejército
español, en Talavera de la Reina. Su caballería , al mando de Payne, o la infantería y sus fusileros a
las órdenes de duros y experimentados generales, como Rowland Hill, pusieron de manifiesto la
dureza de las tropas británicas. La situación volvió a cambiar entre 1809 y 1810 cuando Wellington
y su Gabinete en Londres decidieron retirar sus tropas hacía Portugal, dejando solos a los españoles.
Las divergencias entre mandos civiles y militares y las diferentes estrategias entre los dos ejércitos
llevaron al desastre en Ocaña(*), forzaron al repliegue de Wellington a Portugal y la invasión de
Andalucía por las tropas imperiales en 1810.

En ese repliegue sufrieron un duro castigo, por parte de Masséna, que después de ocupar Ciudad
Rodrigo, defendida heroicamente por Andrés de Herrasti(10 de julio de 1810), entró en Portugal
pero fue derrotado por el ejército anglo-portugués en Busaco, pero un hábil movimiento de Masséna
obligó a sus vencedores a replegarse a las formidables defensas lisboetas de Torres Vedras, donde
ambos ejércitos quedaron inmovilizados, hasta que los franceses se retiraron a España, mientras el
ejército de Soult que se había apoderado de Badajoz, fue derrotado en Fuentes de Oñoro(3 de mayo
de 1811).

Las tropas del mariscal francés Andrés


Massena se retiran de Portugal , tras su
derrota en las líneas fortificadas de Torres-
Vedras, el 8 de marzo de 1811, grabado de
la época, Biblioteca Nacional de Paris

La reanudación de las relaciones entre los


británicos y los españoles se produjo a
principios de 1811, aunque hubiera roces, como en la batalla de La Barrosa, donde los hispano-
británicos dilapidaron una victoria sobre Víctor, debido a los enfrentamientos entre los generales
Lapeña y Graham. Los británicos demostraron también su valentía en múltiples acciones, como por
ejemplo, el 19 de enero de 1812 en la toma de Ciudad Rodrigo o el 6 de abril en el asalto de
Badajoz, esta ciudad la más sitiada en la Guerra de la Independencia padece un cruel saqueo por
parte de los aliados, al hallarse los soldados ebrios, sus oficiales son incapaces de contenerlos e
incluso el mismo Wellington fue seriamente amenazado por los mismos.

Tras varios días de saqueo, terminó el 9 de abril, los bienes saqueados son puestos a la venta en un
mercado, este triste episodio fue muy criticado, también en Inglaterra y es tildado de vergonzoso,
fueron testigos presenciales del mismo los oficiales Robert Blakeney y William Grattan , así como
el sargento escocés Joseph Donaldson que dieron cuenta de la barbarie de los soldados y del
consentimiento de algunos mandos, los escalofriantes relatos del saqueo de Badajoz, constan en el “
Memory of a Sergeant The 43rd Light Infantry Turing the Peninsular War” aunque las Cortes
Españolas agradecerán al Vizconde de Wellington la reconquista de Badajoz, concediéndole la Gran
Cruz de San Fernando. También los soldados británicos desencadenaron en España otros sucesos,

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menos disculpables con saqueos a la población civil española., como en el sangriento saqueo de San
Sebastián del 31 de agosto.

Caballería británica en plena carga,


fotograma de Waterloo

Zaragoza y Gerona

Zaragoza había sufrido su primer sitio del 2 de


julio al 14 de agosto de 1808, terminando a
consecuencia de la victoria de Bailén.
Napoleón necesitaba conquistar Aragón, para
que fuera posible la comunicación entre
Navarra y Cataluña por donde penetraban los
ejércitos imperiales. Los zaragozanos debido a
la experiencia del primer sitio procuraron establecer un sistema de defensa más efectivo.

Tuvieron la ayuda al haberse refugiado en la ciudad fuertes contingentes de las tropas españolas
derrotadas , pero con una oficialidad y valor comprobados, mientras los franceses de Moncey y
Mortier se habían apoderado de las fortificaciones exteriores, a pesar del heroísmo de sus
defensores. Palafox rechazó una propuesta de rendición y nuevamente los franceses arrecian en su
sitio, que comenzó en realidad el 29 de diciembre de 1808.

Debido a las constantes salidas de los sitiados y a la acción de los guerrilleros aragoneses, se reforzó
el ejército sitiador con nuevas tropas, mandadas por el mariscal Junot, duque de Abrantes y el 7 de
enero de 1809 , los cañones franceses empezaron a vomitar fuego sobre las posiciones sitiadas,
abriendo brechas por donde penetraban los soldados franceses , pero los defensores empeñados en
taponar esas brechas a ellas acudieron toda clase de personas del pueblo de Zaragoza. Al mando de
esta plaza estaba un joven noble aragonés, José Palafox y Melci, hermano del marqués de Lazán, no
era un militar muy ducho en acciones de estrategia, pero si de un valor, persuasión y obstinación
personal muy notables. Ante los muros de Zaragoza iban desfilando los mejores mariscales del
Imperio, como antes dos milenios antes, los enviaba Roma contra Numancia. Hubo otra vez cambio
de mando el los franceses, el mariscal Lannes, duque de Montebello se hizo cargo del sitio e
inmediatamente inició el asalto, el 26 de enero de 1809, precedido de un bombardeo demoledor e
inmediatamente los granaderos imperiales, casa por casa y calle por calle, fueron desalojando a los
sitiados de ellas, con enormes pérdidas en asaltantes y defensores.

Iniciándose una epidemia y añadiendo a ella el hambre, los defensores se vieron impotentes para
contener a los franceses. El propio Palafox cayó enfermo y la Junta de la ciudad firmó una
capitulación honrosa con Lannes. La ciudad había resistido un sitio de dos meses, cuarenta y dos
días de bombardeo y veintitrés de combate casa por casa, habiendo sucumbido dos tercios del

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ejército y la mitad de la población.

Aún fue más porfiada la defensa de Gerona, en el tercero de sus sitios que sufrió durante esta
guerra, siendo de resaltar que la situación de la plaza era mucho más fuerte y contaba con
magnificas defensas. La defensa tuvo un carácter más militar, pero los paisanos secundaron con
entusiasmo el pequeño contingente de 6.000 hombres, mandados por un militar excepcional ;
Mariano Álvarez de Castro , caballero del hábito de Santiago, dicho jefe fue para Menéndez Pelayo,
una figura digna de haber sido historiada por Plutarco. Resistió desde el 5 de mayo al 10 de
diciembre de 1809, a dos de los mejores mariscales de Napoleón : Saint- Cyr y Auguereau y la
rendición se debió también a el hambre y la carencia de todo lo indispensable para la defensa. La
ciudad de Gerona , junto a la de Zaragoza inmovilizó ingentes
contingentes de tropas en los dos sitios y dio a conocer la
guerra de la Independencia española en toda Europa.

D. Mariano Álvarez de Castro, por un autor desconocido,


Museo de Historia de la ciudad. Gerona. El historial de
este gran general español esta tejido de nombres como
Gibraltar, Portugal, Colliure, Montjüich, pero lo que le
dio la fama fue la defensa del tercer sitio de Gerona.
Durante seis meses consiguió rechazar a los franceses,
hasta que estos consiguieron hacerlo capitular, en
condiciones honrosas. Este general fue llevado enfermo y
prisionero a Figueres y al Castellet de Perpignan y
regresar después a Figueres donde murió en 1810, quizás
debido a los malos tratos que recibió

Mientras en la meseta se sucedían los reveses a las armas


aliadas, el 13 de enero de 1809 hubo en Uclés un encuentro desgraciado. El conde de Cartaojal, con
los fugitivos y con contingentes de la Mancha, formó un simulacro de ejército que fue vencido por
los franceses el 27 de marzo. Y por estas mismas fechas, el general Cuesta, uno de nuestros más
prestigiosos comandantes, recogía los desechos del general San Juan, batido por Napoleón en
Somosierra y con refuerzos de Extremadura y Andalucía reunió una fuerza importante , que se
enfrentó a Víctor en la batalla de Medellín y sufrió una grave derrota. Mientras el plan de Napoleón
de invadir Portugal por el ejército de Soult desde Galicia y por Víctor, por el Tajo, no pudo
realizarse por fracaso del mismo Soult y Ney en Galicia.

Y Víctor no pudo pasar la frontera debido a los continuos ataques de Cuesta, siempre vencido y
siempre rehecho y la labor de las guerrillas que hacían imposible la comunicación entre ambos
ejércitos.

Sir Arturo Wellesley creyó llegado el momento de marchar sobre Madrid y con su ejército de
ingleses, apoyados por los portugueses y los animosos y mal organizados hombres de Cuesta,
remontó el Tajo y se situó en los alrededores de Talavera de la Reina y allí acudió José Bonaparte
con el ejército del Centro y el 27 de julio de 1809 fue vencido por el general inglés, con su habitual

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pericia y la capacidad de resistencia de los hispanos en una posición.

Mientras en Wagram, el Emperador había obtenido una victoria decisiva sobre el emperador de
Alemania, tras la cual se firmó el tratado de Viena en octubre de 1809. En aquel momento era
dueño de los destinos de Europa.

El general Juan Carlos de Areizaga, militar valiente e inteligente, pero como siempre dotado de
unas tropas reclutadas a toda prisa, mal equipadas y apenas instruidas se enfrentó en Ocaña(*) el
19 de noviembre de 1809 a los mejores generales imperiales y el ejército español fue deshecho.
Mientras José , el llamado rey de España, inició una expedición en Andalucía de donde salió
triunfante, de enero a abril de 1810. Su detención excesiva en Sevilla dio tiempo al marqués de
Alburquerque para llevar, a marchas forzadas a su división a la isla de León, y guarnecer la ciudad
de Cádiz, que fue inexpugnable contando con la ayuda de la escuadra inglesa(febrero de 1810).,
siendo un refugio seguro para la Junta Central que hubo de abandonar Sevilla a las huestes de José
I. Siendo esta hazaña de Alburquerque la que hizo posible que en una España casi totalmente
ocupada, hubiera un gobierno que aunase los esfuerzos de las tropas regulares y los guerrilleros.

La ya comentada victoria en Ocaña fue la llave para que José I, abriera la puerta de Andalucía,
mientras la retirada a la isla de León de la Junta Central provocó en España un desconcierto que
hizo resucitó el particularismo y resurgieron las juntas locales. La Junta Central proyectó el
establecimiento de una regencia que unificase y prestigiase el poder.

El 29 de enero de 1810 se estableció una regencia de cinco personas y también la convocatoria de


Cortes y elección de diputados, estando la primera regencia formada por el obispo de Orense Pedro
de Quevedo, el general Castaños, Francisco Saavedra, el marino Antonio Escaño y Miguel de
Lardizabal. Y mientras en toda España se luchaba contra Napoleón, en Cádiz, el septiembre de
1810, la regencia y los diputados juraron en
esta ciudad la soberanía nacional, prometiendo
fidelidad a la Constitución que emanase de las
Cortes.

Detalle del monumento a las Cortes de


Cádiz , 1812

Mientras los franceses habían ocupado todo el Levante español (Tortosa, 1810, Tarragona, 28 de
junio del mismo año, Valencia, 9 de enero de 1812) , pero la fortuna ya le daba la espalda a
Napoleón en Europa y hubo de retirar sus mejores hombres para la campaña de Rusia y esto lo
aprovechó lord Wellington para adentrarse en el interior de España, mientras Marmont se vio
obligado a abandonar Salamanca, el 22 de julio de 1812 se dio en los Arapiles, cerca de la misma
ciudad, una batalla que fue una gran victoria para los aliados y el 12 de agosto de ese mismo año,
los ingleses, españoles, portugueses junto con los guerrilleros de “el Empecinado” entraron
triunfalmente en Madrid. Con estas perspectivas el ejército de Soult acudió en ayuda de José I,
abandonando el sitio de Cádiz y Wellington, muy prudente, regresó a Portugal y las Cortes en una

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sabía decisión, decidieron unificar el mando, nombrándole generalísimo de los ejércitos aliados el
22 de septiembre.

Durante el año 1813 y debido al desastre de Rusia y al levantamiento de Alemania, el ejercito


francés quedó a la defensiva, batiéndose en retirada ante los aliados, mandados por su gran
caudillo , el Duque de Wellington, haciendo abandonar Madrid al “rey intruso” seguido por una
legión de afrancesados y de un interminable convoy con un fabuloso botín procedente de los
saqueos de las iglesias y palacios. El 16 de junio estableció su cuartel general, en Miranda de Ebro,
en su vano intento de contener a los aliados .El 21 de junio de 1813, se dio la batalla definitiva en la
llanura delante de Vitoria con una total derrota del ejército francés, que ante la posibilidad de ver
cortadas sus comunicaciones, se batieron en retirada, abandonando su artillería y la mayor parte de
su cuantioso y embarazoso botín, principal causante de la derrota.El gobierno británico elevó a
Wellington a la categoría de feldmariscal y las Cortes de Cádiz hicieron caer sobre él, honores y
riquezas. Fernando VII, le nombró Duque de Ciudad Rodrigo con Grandeza de España y Capitán
General de los Reales Ejércitos Españoles.

Heroica defensa del castillo de Burgos por


las tropas francesas en octubre de 1812, Por
Heim, Museo de Versalles, Paris. Las tropas
imperiales se vieron obligadas a retirarse a
Burgos, ciudad que estuvo en su poder
durante toda la guerra. Ahora se cambiaron
las tornas y los españoles fueron los
sitiadores y los franceses los sitiados. Estos
también dieron muestra de su heroísmo,
como anteriormente Zaragoza y Gerona y
lograron rechazar a los sitiadores

Pero los franceses aún ocupaban posiciones fuertes en la Península, en el norte, San Sebastián y
Pamplona y casi todos los reinos de Aragón , pero ya su espíritu era de derrota eran ya incapaces de
contener a los aliados. Los franceses, ahora bajo el mando de Soult, nombrado lugarteniente general
por Napoleón el 1 de junio de 1813, habían de convertirse de sitiadores en sitiados en las plazas
fuertes que aún poseían. Resistieron con valor en San Sebastián, después de una largo asedio y una
heroica defensa, se rindió en septiembre de 1813. El 31 de octubre caía Pamplona, y en noviembre,
Wellington y su ejército penetraban en Francia. En el verano de 1813, Soult había sugerido al
Emperador entronizar a Fernando VII y casarlo con una princesa de la casa imperial, esta idea que
en 1808 habría evitado una guerra cruenta, pero tras cinco largos años de conflicto, el pueblo
español no hubiera aceptado la alianza con Francia, aunque fuera de la mano de Fernando VII. Y
con el ejército inglés dueño de la situación esto hubiera sido imposible.

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Fernando VII de España llamado “el deseado” con


uniforme militar , por Goya Museo del Prado, Madrid

Habiendo perdido lo mejor de su ejército en Leipzig,


Napoleón envió desde Saint-Cloud al conde de Laforest,
hábil diplomático, el 12 de noviembre al castillo de
Valençay, para sondear al real prisionero Fernando VII para
reconocerlo como rey de España y garantizando la integridad
del territorio español. Volviendo a España cuando las Cortes
de Cádiz hubieran ratificado el tratado y las tropas francesas
abandonarían España, cuando lo hicieran los ingleses.
Al fin, la noche de 10 al 11 de diciembre de 1813, el duque
de San Carlos y el conde de Laforest firmaban el tratado de
Valençay, comprometiéndose el rey, a cambio de su libertad,
a reintegrar en sus puestos y honores a los que habían
servido a José I, a pagar a los reyes padres una pensión y
celebrar
con
Francia un tratado de comercio, y en ese
mismo momento, Fernando VII era libre y rey
de España. El día 22 de marzo entraba en
España por el Pirineo catalán, y aún cuando
quedaban en España numerosos contingentes
de tropas francesas la guerra de la
Independencia había terminado.

(La tumba de Napoleón bajo la cúpula de los


Inválidos, Paris)

Autor: Josep Subirats (Leones)

Notas

(1 y 2) Tanto de la batalla de Abukir, como de la de Copenhague, hay una descripción más detallada
en mi trabajo sobre Horacio Nelson.

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(3) La infantería española estaba compuesta de 35 regimientos de línea, 3 batallones y cuatro


compañías , una de las cuales de granaderos, entre ellos había tres regimientos irlandeses, dos
napolitanos, seis suizos y cuatro regimientos franceses(Regimiento de Infantería de Línea Borbón,
Royal Roussillón, Royal Provence y la Legión de la Reina)sumando unos 32.000 soldados
extranjeros. La infantería ligera estaba dotada de doce batallones de seis compañías de 200 hombres
y 12 regimientos de caballería y cuarenta y tres batallones de milicias de 600 hombres cada uno,
cuatro regimientos provinciales de granaderos y los regimientos de la Guardia Real y la Guardia
Valona. La caballería nuestra mayor fuerza la componían la caballería ligera (Cazadores y Húsares),
al empezar la guerra España contaba con dos regimientos de húsares; El de María Luisa y el de los
Húsares españoles.

El ejército expedicionario británico contaba con 74 regimientos ingleses de los cuales 21 eran de
caballería y el resto de infantería en línea o ligera en total más de 150.000 hombres en la guerra.
Durante esta campaña estuvieron presentes 51 regimientos de infantería en línea y 3 de la Guardia
Real, entre ellos dos de sus unidades elitistas ; el 95 reg. de Rifles ”Royal Hamilton” y el 50
Batallón del 60º Regimiento de la Guardia Real. También la King´s German Legión compuesta por
5 reg. de caballería y 6 reg. de infantería en total 22.000 hombres del reino de Hannover. Oëls
Jágers de Brünswich, Húsares con sus uniformes negros y los Chasseurs Britaniques, soldados
franceses emigrados a Inglaterra. Su caballería, sin lanceros ni coraceros, pero autentica caballería
pesada, sus Húsares eran llamados Dragones verdes, por el color de su uniforme, su armas eran el
sable pesado francés, interviniendo en España 6 reg. de Dragones, 3 de la Guardia, 4 reg. de
Húsares y 8 de Dragones ligeros.

El ejército napoleónico tendió a aumentar sus fuerzas en España, pasando de los 400.000 hombres
en el periodo del Consulado, a unos 500.000 en 1808 y a 1.200.000 hombres en 181. Siendo una
novedad las modificaciones establecidas por Napoleón con la creación de la división, aunque esta
fue establecida en 1760 por el mariscal Broglie, Napoleón le dio un toque personal, ya que estas
estaban compuestas de infantería, caballería y artillería y podían constituir un pequeño ejército con
total libertad de acción y autonomía. También creó , en 1803 los cuerpos de ejército compuestos por
un mínimo de dos divisiones y un máximo de cuatro. Cada división tenía 30 piezas de artillería y en
1807, la Grandee Armeé disponía de 300 piezas de artillería y 1.500 en 1813. Su infantería disponía
de zapadores, granaderos, cazadores, carabineros, legiones de frontera y legiones de costa. La
caballería de los ejércitos imperiales disponía de 75.000 hombres divididos en 78 regimientos. En
1803, Napoleón creó 12 regimientos de coraceros, la flor y nata de su caballería. En España
combatieron 70 regimientos, de cuatro batallones y uno en depósito o reserva, incluyendo una
compañía de granaderos y otra de “Voltigeurs”, unidades de élite. Combatieron también aquí los
Cazadores de Montaña, Guardia Nacional, Gendarmes, Guardia de Paris, Fusileros y Compañías
centrales, Granaderos Imperiales, Caballería de Línea(Coraceros y Lanceros) Caballería ligera
(Húsares y Cazadores a caballo), Contraguerrilla (unidades reclutadas en España), Artillería pesada
de sitio y ligera de campaña, Zapadores extranjeros (alemanes, italianos, polacos y holandeses) e
Infantería de Línea. La mayoría eran tropas bisoñas, pero luego llegarían los Dragones Húsares, La
caballería de Lanceros del Vístula, y los Granaderos Imperiales. También combatieron a su lado,
suecos, daneses, prisioneros rusos, austriacos, prusianos, soldados irlandeses y los suizos del
príncipe de Neuchentel e Isembourg. José I creó regimientos de caballería integrada por voluntarios
españoles, el de Granaderos de la Guardia Real, otro de Húsares, un Regimiento de Mosqueteros, y
la Gendarmería de la Guardia, milicias urbanas, migueletes o escopeteros, entre ellos.
Datos numéricos de ; Los ejércitos enfrentados durante la guerra, por David Odalric de Caixal y

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Mata, Historiador ; La Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y la Guardia


Civil,

Bibliografía

Napoleón Bonaparte, grandes biografías. Por Juan Van den Eynde, Periodista. Ediciones Rueda.
Napoleón, Grandes biografías por André Maurois, Planeta Agostini.
La coronación de Napoleón, por R. Bladé, Periodista, Historia y Vida, Barcelona
La vida privada de Napoleón, por Octave Aubry, Madrid, 1995.
Grandes Batallas, conflictos decisivos que han conformado la Historia, Parragon Books Ltda.
La revolución francesa y el imperio napoleónico, por Claude Mazaric, Université de la Haute
Normandie, Ruán , Historia Universal, Salvat editores 1980.

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