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LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN EL PODER JUDICIAL1

Laura LOUZA SCOGNAMIGLIO2

SUMARIO

Introducción
I. La evolución del principio de separación de poderes y hacia la
búsqueda en el derecho positivo venezolano de una
Administración Pública en el Poder Judicial.

II. La organización administrativa del Poder Judicial.


El Tribunal Supremo de Justicia.
La Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
Los demás órganos administrativos del Poder Judicial.

III. El Régimen jurídico del Poder Judicial


La autonomía funcional.
La autonomía administrativa.
La autonomía financiera.
Conclusiones

1
Publicado en Temas de Derecho Administrativo, Libro Homenaje a Gonzalo Pérez
Luciani, Colección Libros Homenaje Nro. 7, Tribunal Supremo de Justicia, p. 55 y ss.,
Caracas, 2002.
2
Abogado de la Universidad Católica Andrés Bello, 4 puesto en su promoción.
Especialista en Derecho Administrativo de la Universidad de Paris II, Pantheon Assas.
Cursos en Gerencia Pública a nivel nacional e internacional. Gerente de
Modernización del Tribunal Supremo de Justicia, y actualmente del Poder Judicial
(como ejecutora de los convenios con el Banco Mundial). Conferencista en varios
eventos y autora de estudios difundidos en publicaciones arbitradas y especializadas.
LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA EN EL PODER JUDICIAL

La Constitución de 1999 introdujo cambios sustanciales en la


organización del Poder Judicial y en la concepción de la administración
de justicia en Venezuela. La razón de este replanteamiento del Poder
Judicial a nivel constitucional responde – sin lugar a dudas – a que el
Poder Judicial era el más ineficiente y cuestionado de los Poderes
Públicos. En efecto, la “cenicienta de los Poderes”3 era unánimemente
criticada por la ineficiencia en la prestación del servicio de justicia y la
ausencia de una política judicial nacional.

El diagnóstico sobre los problemas del Poder Judicial señalaba a la


estructura y organización de la administración y gobierno del Poder
Judicial, como una de las causas de su fracaso institucional4. En efecto,
bajo la vigencia de la Constitución de 1961 la función de gobierno y
administración de los tribunales de la República se encontraba a cargo
de un órgano ajeno al Poder Judicial: el Consejo de la Judicatura
(artículo 217); y por otra parte, la Corte Suprema de Justicia, la más
alta instancia judicial del país, que era administrativamente diferente e
independiente del Consejo de la Judicatura y del resto del Poder
Judicial. No obstante esto, algunas leyes le otorgaban competencias de
gobierno y administración5, e incluso, le asignaban la potestad de
nombrar algunos miembros del Consejo de la Judicatura, lo que
colocaba a la Corte Suprema de Justicia en una aparente posición de
superioridad respecto de aquel, y esto condujo a que en los años
anteriores a la Constitución de 1999, existiera la tesis de que la Corte
Suprema de Justicia debía ser el órgano de coordinación de la política
judicial nacional6.

Es por lo anterior que la Constitución de 1999, replantea el sistema de


administración y gobierno del Poder Judicial, eliminando al Consejo de
la Judicatura y otorgando al Poder Judicial, y particularmente, a su

3
Nombre con el que el Profesor Luis Enrique Farías Mata se refería al Poder Judicial
para señalar su minusvalía respecto de los restantes poderes.
4
Ver por ejemplo el Informe del seminario sobre la Administración de Justicia,
realizado por el International Bar Association/Human Rigth Institute en 1999.
5
La Corte Suprema de Justicia tenía algunas competencias en materia de gobierno
del Poder Judicial, pero no eran otorgadas por la Constitución, sino por la Ley
Orgánica de la Corte Suprema de Justicia y la Ley Orgánica del Consejo de la
Judicatura.
6
Ver los Informes Anuales de la Corte Suprema de Justicia, 1997-1999, pp. 40, 88 y
32, respectivamente.
máxima autoridad, el Tribunal Supremo de Justicia, el poder necesario
para formular sus políticas y ejecutarlas.

Así, además de las funciones típicamente jurisdiccionales, la nueva


Constitución asigna al Tribunal Supremo de Justicia importantes
competencias administrativas, típicas más bien de un órgano del Poder
Ejecutivo, constituyéndole en el órgano rector del Poder Judicial7
(artículo 267 de la Constitución).

Esta innovación constitucional parece antagonizar con conceptos


básicos clásicos del derecho constitucional, como el principio de
separación de poderes8. En efecto, el otorgamiento de funciones
típicamente administrativas al Poder Judicial, cuando su función es la
jurisdiccional, no parece – a primera vista - acorde a la concepción
originaria del principio de separación de poderes. De igual forma,
parece reñido con la concepción clásica de este importante principio, la
creación de órganos meramente administrativos en el seno del Poder
Judicial.

Así las cosas, el objetivo de este estudio es determinar si la nueva


Constitución realmente crea una Administración Pública en el Poder
Judicial y cómo encuadra ello en la concepción clásica de la
organización del Estado. Con ese propósito, se analizará, en primer
lugar, (i) la evolución del principio de separación de poderes y las
normas constitucionales y legales que regulan a la Administración
Pública y al Poder Judicial; sucesivamente, (ii) la organización del
Poder Judicial para el ejercicio de las competencias administrativas, y
finalmente, (iii) el régimen jurídico que regula el ejercicio de esas
competencias.

I. La evolución del principio de separación de poderes:


hacia la búsqueda de una Administración Pública del
Poder Judicial en el derecho positivo venezolano

Tradicionalmente, se ha identificado a la Administración Pública con el


Poder Ejecutivo, al definirla como el conjunto de órganos y personas

7
Ver en la exposición de motivos de la Constitución el capítulo III relativo al Poder
Judicial.
8
El principio de separación de poderes fue formulado por Montesquieu en el “Espíritu
de las Leyes”, quien retomó la tesis de la división de poderes de Locke. Montesquieu
consideraba que es “una experiencia eterna que todo hombre que tiene poder tiende
a su abuso”, por ello, es importante que “el poder detenga al poder”. Ver García-
Pelayo, Manuel; “Derecho Constitucional, Manuales de la Revista de Occidente, 5ª.
Edición, Madrid, p. 155.
que realizan las tareas administrativas del Estado9 y, al Poder
Ejecutivo, como el Poder del Estado que, según el principio de
separación de poderes, ejecuta esas tareas.

En efecto, la concepción originaria del principio de separación de


poderes postulaba una división de funciones entre los poderes del
Estado, en virtud de la cual a cada poder le correspondía una función
estatal, y como consecuencia de ello, al Poder Ejecutivo se le atribuía
la función de administración o de ejecución de las leyes10 (por ello, el
nombre de Ejecutivo11).

No obstante, la aplicación del principio de separación de poderes


nunca fue absoluta12, porque siempre existió la necesidad de una
colaboración entre los poderes para lograr los fines estatales, lo que
trajo como consecuencia que los diferentes poderes no ejecutaran con
exclusividad la función originalmente asignada.

En el ámbito del Poder Ejecutivo, se encuentran importantes ejemplos


a lo largo de la historia. Así, en Francia bajo la Revolución, se
estableció el principio de la separación de las autoridades
administrativas y judiciales, según el cual, los reclamos contra la
Administración Pública debían ser resueltos por el mismo Poder
Ejecutivo, otorgándole funciones jurisdiccionales13.

En esa misma línea, durante la Primera Guerra mundial en Europa, se


atribuyeron funciones legislativas al Poder Ejecutivo al permitirle dictar
decretos-leyes, con la finalidad de adoptar medidas expeditas para
resolver situaciones de emergencia14.

También, en Venezuela, a partir de 1970, se crearon órganos del


Poder Ejecutivo con funciones jurisdiccionales, como las Inspectorías
del Trabajo o las Comisiones Tripartitas.

9
VEDEL, George, Derecho Administrativo, Traducción de Rincón Jurado, Biblioteca
Jurídica Aguilar, pp. 14.
10
MONTESQUIEU, “De l´Esprit des Lois”, Tome I, Edition 6. De Truc, éditions Garnier
Fréres, Paris, 1961, livre onziéme.
11
SAYAGUÉS LASO, Enrique, Tratado de Derecho Administrativo, Tomo I,
Montevideo, 1974, pp. 40.
12
TROTABAS, Louis, e ISOART, Paul, Manuel de Droit Public, Librairie Générales de
Droit et de Jurisprudence, Paris, 1988, pp.18 y 19.
13
VEDEL, George, “Droit Administratif 1”, Presses Universitaires de France, Paris,
1990, pp. 97 y ss.
14
Ver Dictamen de la Procuraduría General de la República de fecha 4 de marzo de
1985, pp. 5 y 6.
Es por lo anterior que ya en la primera mitad del siglo XIX los
constitucionalistas de la época se habían percatado que las
Constituciones, sancionadas en Europa y en América, no recogían el
principio de separación de poderes en la forma en que había sido
concebido, al otorgar a cada poder del Estado una actividad distinta a
la propia.

Por ello, surgió en Alemania la teoría formal-substancial, según la cual


“a cada uno de los conjuntos orgánicos llamados Poder Legislativo,
Poder Ejecutivo y Poder Judicial, el derecho positivo le asigna una
función de manera principal, pero tal poder puede desempeñar las
demás funciones de manera secundaria o accesoria”.15

Es en tal concepción en la que se ha inscrito el derecho positivo


venezolano, y de hecho, a partir de 1960, el máximo tribunal y la
doctrina de manera reiterada han reconocido que en el ordenamiento
jurídico venezolano la división de los poderes no coincide plenamente
con la separación de las funciones, ya que se otorgan potestades
típicamente administrativas al Poder Legislativo y aún jurisdiccionales;
al Poder Judicial funciones administrativas, y al Poder Ejecutivo
funciones jurisdiccionales, siendo sólo exclusiva la forma en que esas
funciones se manifiestan en cada uno de los poderes16.

Así, por ejemplo, en el ámbito del Poder Judicial, en sentencia de fecha


19 de julio de 1984, la Sala Político Administrativa en el asunto Alí
Quiñónez Medina, declaró sobre la naturaleza jurídica de las medidas
disciplinarias y las relativas a la administración de personal dictadas
por los jueces lo siguiente: “tanto la doctrina como la jurisprudencia
reconocen que cuando los órganos del Poder Judicial toman alguna
medida relativa a la administración de su personal (v.gr.
nombramiento, destituciones, permisos, etc.) o a la organización del
tribunal (reglamentos), o al orden y respeto en el recinto de los
tribunales (sanciones correctivas o disciplinarias), no están resolviendo
una controversia entre partes declarando el derecho aplicable con
fuerza de verdad legal (función jurisdiccional), sino actuando como
sujetos de derecho en una determinada relación jurídica, como
gestores del interés público y, por consiguiente, las declaraciones de
voluntad que emitan en cualquiera de los supuestos anotados son de
naturaleza administrativa y no jurisdiccional”.

15
PÉREZ LUCIANI, Gonzalo, Funciones del Estado y actividades de la Administración,
Revista Nro. 13, Editorial Jurídica Venezolana, 1980, pp. 23.
16
Sentencia del 18 de junio de 1963 de la Corte Suprema de Justicia, publicada en
Gaceta Oficial Extraordinario, Nro. 891 de fecha 26 de agosto de 1963.
En relación con el Poder Ejecutivo, en sentencia de fecha 10 de enero
de 1980, esa misma Sala, en el caso Miranda Entidad de Ahorro y
Préstamo, admitió que las Comisiones Tripartitas, órganos
administrativos del Poder Ejecutivo creados para dirimir los conflictos
entre los trabajadores despedidos y los patronos, ejercían funciones
propias del Poder Judicial, en los siguientes términos: “la función
jurisdiccional, si bien es propia de los órganos judiciales, no es una
función privativa y exclusiva de ellos, pues los otros órganos estatales
también la ejercen, pero lo que sí es una función privativa y exclusiva
de los tribunales es el ejercicio de la función jurisdiccional en una
forma determinada”.

Basado en lo anterior, resulta evidente que en la actualidad la


identificación de una función estatal con un Poder del Estado es
cuestionable, y por ello, también la identificación de la función
administrativa17 con el Poder Ejecutivo.

Es más, al entenderse a la Administración Pública como el conjunto de


órganos y personas que realizan las tareas administrativas del Estado,
y existiendo otros poderes del Estado que las ejecutan se puede
concluir que la Administración Pública no forma parte sólo del Poder
Ejecutivo, y que poderes distintos al Ejecutivo pueden tener una
Administración Pública con las consecuencias jurídicas que de ello se
deriven.

Sin embargo, para llegar a esa conclusión en el caso de Venezuela y


particularmente, en torno a la posible existencia de una Administración
Pública en el Poder Judicial venezolano, se debería primero revisar en
la Constitución, aprobada en 1999, el concepto de Administración
Pública, su vinculación con el Poder Ejecutivo y las competencias del
Poder Judicial.

Para ello, como punto de partida de la tesis mencionada, debe


determinarse si la Constitución actual consagra una colaboración entre
los poderes para el ejercicio de las funciones estatales, porque en caso
contrario, es decir, que se estableciera una separación rígida entre
poderes y funciones, sería cuesta arriba afirmar que un poder distinto
al Ejecutivo, al que le corresponde por esencia la función

17
Existen incluso importantes discrepancias en la definición de la función
administrativa, sin embargo, existe cierto acuerdo entre los estudiosos de la materia
que en que la actividad administrativa es la actividad concreta práctica desarrollada
por el Estado para la inmediata obtención de sus beneficios, mientras que la
legislación y la justicia son actividades exclusivamente jurídicas. Ver: SAYAGUES
LASO, Enrique, OBCIT, pp. 40 y ss.
administrativa, ejecutara esa función, y por tanto, que la
Administración Pública no dependiera exclusivamente de él.

En tal sentido, el artículo 136 eiusdem, al igual que el de la


Constitución de 1961, reza lo siguiente: “cada una de las ramas del
Poder Público tiene sus funciones propias, pero los órganos a los que
incumbe su ejercicio colaborarán entre sí en la realización de los fines
del Estado”. De este modo, se cumple con la premisa fundamental de
la tesis mencionada, ya que el artículo citado admite la colaboración
entre los Poderes Públicos en la ejecución de los fines del Estado, por
lo que un poder distinto al Ejecutivo, como por ejemplo el Poder
Judicial, podría tener asignada funciones administrativas.

Sucesivamente, la Constitución en el artículo 141, ubicado en el


capítulo referido a las disposiciones fundamentales del Poder Público,
define a la Administración Pública como un órgano que está al servicio
de los ciudadanos en el ejercicio de la función pública con sujeción a la
ley y al derecho.

La mencionada norma constitucional se distancia de la tendencia de la


anterior Constitución, en la cual no se regulaba de manera expresa a
la Administración Pública, y además, porque se refiere a la
Administración Pública en el capítulo relacionado con todos los poderes
públicos, y no únicamente en el capítulo del Poder Ejecutivo. Como
consecuencia de ello, pareciera que la Constitución de 1999 no vincula
a la Administración Pública a un poder público específico, sino a todos,
lo que abona a favor de la tesis antes sostenida.

Sin embargo, el artículo 239 numeral 2 eiusdem, que otorga al


Vicepresidente de la República la coordinación de la Administración
Pública Nacional según las instrucciones del Presidente, pareciera
indicar lo contrario. En ese orden de ideas, tal como señala JOSÉ PEÑA
SOLIS, hay que entender que debe existir una vinculación de la
Administración Pública con el Poder Ejecutivo, por ser el órgano que
como tarea principal ejecuta la función administrativa, aunque, no
toda la Administración Pública se inserte en el Poder Ejecutivo18.

En ese orden de ideas es que la reciente Ley Orgánica de la


Administración Pública19 admite su aplicación a órganos que no forman
parte del Poder Ejecutivo, y en tal sentido, BREWER CARÍAS afirma
18
PEÑA SOLÍS, José, Manual de Derecho Administrativo, Volumen Segundo,
Colección de Estudios Jurídicos, Tribunal Supremo de Justicia, Caracas, 2001, pp.
546.
19
Publicada en Gaceta Oficial Nro. 37.305 de fecha 17 de octubre de 2001.
que “en cuanto a la Administración Pública que conforman los demás
órganos del Poder Público Nacional, es decir, los que a nivel nacional
ejercen el Poder Judicial..., las disposiciones de la Ley Orgánica sólo se
les aplican supletoriamente”20.

No obstante, no es hasta llegar a la lectura del capítulo relativo al


Poder Judicial, que se puede arribar a una conclusión definitiva sobre
este aspecto. En efecto, sólo si la Constitución le otorgara potestades
administrativas al Poder Judicial no cabría duda que este Poder ejecuta
una función administrativa, por tanto, que en él se encuentran órganos
administrativos, y así una Administración Pública.

Al respecto se observa, que como ya se indicó, la Constitución de 1999


en una postura diametralmente distinta a la anterior resuelve la
problemática de la administración del Poder Judicial, y se la atribuye al
mismo Poder Judicial. De hecho, llega a eliminar al Consejo de la
Judicatura -el órgano administrativo de los tribunales que no formaba
parte del Poder Judicial según la Constitución de 1961 ni de ningún
otro poder, y que por ello se calificaba como un órgano con autonomía
funcional- y crea una administración en el seno del Poder Judicial,
dándole a éste potestades típicamente administrativas.

En tal sentido, el artículo 267 eiusdem otorga al Tribunal Supremo de


Justicia –máximo representante del Poder Judicial y más alto tribunal
de la República- la dirección, gobierno y administración de ese poder,
y además, prevé la creación de un órgano meramente administrativo
en la estructura del Poder Judicial que ejecuta únicamente funciones
administrativas: la Dirección Ejecutiva de la Magistratura.

De este modo, parece evidente que en el vigente ordenamiento


jurídico venezolano se prevé la existencia, en el seno del Poder
Judicial, de órganos que ejercen funciones administrativas como
actividad principal. Así es posible concluir que, cuando menos
funcionalmente hablando, en nuestro ordenamiento constitucional se
ha consagrado una Administración Pública en el Poder Judicial, y de
este modo, la función administrativa ha dejado de ser - como lo era
en el pasado - una actividad accesoria del Poder Judicial, para
convertirse en una actividad necesaria para el ejercicio de sus
funciones jurisdiccionales, según se verá en lo sucesivo.

II. La organización administrativa del Poder Judicial

20
BREWER CARÍAS, Allan, Ley Orgánica de Administración Pública, Colección de
Textos Legislativos, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 2002, pp. 15.
La Constitución de 1999, el Decreto de la Asamblea Nacional
Constituyente sobre el Régimen de Transición del Poder Público 21 y la
Normativa del Tribunal Supremo de Justicia sobre la Dirección,
Gobierno y Administración del Poder Judicial22, son los instrumentos
jurídicos que otorgan funciones administrativas al Poder Judicial y
crean los órganos que las ejercen.

Así, la Constitución de 1999 atribuye al órgano del Poder Público, que


por esencia ejerce funciones jurisdiccionales –el Tribunal Supremo de
Justicia23- competencias típicamente administrativas, como son las de
gobierno del Poder Judicial; administración y ejecución presupuestaria;
nombramiento, supervisión y control de personal.

En tal sentido, la Constitución prevé en su artículo 255 que “el


nombramiento y juramento de los jueces corresponde al Tribunal
Supremo de Justicia”, y en su artículo 267 le otorga “la dirección, el
gobierno y la administración del Poder Judicial, la inspección y
vigilancia de los tribunales de la República y de las Defensorías
Públicas, así como “la elaboración y ejecución de su propio
presupuesto y del presupuesto del Poder Judicial”.

El artículo 267 eiusdem, además exhorta al Tribunal Supremo de


Justicia a crear la Dirección Ejecutiva de la Magistratura “para el
ejercicio de tales atribuciones”, es decir, de las mencionadas en el
primer aparte del artículo antes transcrito.

Adicionalmente, existen otros organismos en el Poder Judicial, a los


cuales el Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder Público y la
Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder
Judicial dan importantes competencias administrativas, que se pueden
clasificar en dos tipos: “las unidades autónomas” y “las comisiones”.

“Las unidades autónomas” son: la Inspectoría General de Tribunales,


el Servicio Autónomo de Defensa Pública y la Escuela Judicial, y “las
comisiones” son la Comisión de Evaluación y Concursos y la Comisión
de Funcionamiento y Reestructuración.

A continuación, se analizarán con detenimiento las competencias y


naturaleza jurídica del Tribunal Supremo de Justicia, así como las de

21
Publicado en Gaceta Oficial Nro. 36.920 de fecha 28 de marzo de 2000.
22
Publicada en Gaceta Oficial Nro. 37.014 de fecha 15 de agosto de 2000.
23
De hecho, los artículos 266 y 355 establecen que el Tribunal Supremo de Justicia
es el más alto tribunal de la República y de la jurisdicción constitucional.
los demás órganos mencionados, haciéndose especial referencia a su
relación con el Tribunal Supremo de Justicia.

2.1. El Tribunal Supremo de Justicia

La Constitución en las normas ya comentadas, los artículos 255 y 267,


otorga al Tribunal Supremo de Justicia importantes funciones
administrativas, que indican que este organismo es además del más
alto tribunal de la República, un órgano de la Administración Pública
del Poder Judicial.

Aunque respecto de las competencias señaladas en el artículo 267


surge la duda si deben ser ejercidas por el Tribunal Supremo de
Justicia o por la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, lo que
aclararemos más adelante, no cabe duda que tal como establece la
norma constitucional corresponden al Tribunal Supremo de Justicia.

Ahora bien, el otorgamiento de competencias administrativas de tal


importancia a un órgano típicamente jurisdiccional llama la atención, y
por ello, se considera necesario dilucidar a qué tipo de modelo
organizativo responde el Tribunal Supremo de Justicia dentro de la
Administración Pública del Poder Judicial.

¿Se trata de un órgano de los que la doctrina y la jurisprudencia han


denominado “con autonomía funcional”?, o más bien, ¿es una
autoridad administrativa independiente?; o ¿es la máxima jerarquía de
los órganos de la Administración Pública del Poder Judicial?, o incluso,
¿un órgano jurisdiccional que ha delegado la competencia
administrativa en otros organismos como la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura?

Para responder a estas interrogantes, haremos un breve análisis de


cada una de las categorías señaladas, para luego determinar si el
Tribunal Supremo de Justicia encuadra en alguna de ellas.

La doctrina nacional y la jurisprudencia han caracterizado a los


órganos con autonomía funcional por ser de origen constitucional o
legal; tener autonomía funcional, administrativa y financiera, y, no
tener dependencia ni jerárquica, ni de ninguna otra naturaleza con
ningún Poder Público en particular, y por ejemplo, entre éstos se ha
identificado de forma tradicional a la Contraloría General de la
República.
Sin embargo, el administrativista venezolano JOSÉ PEÑA SOLÍS ha
observado que esta categoría conceptual se ha trazado sin mayores
estudios sobre “la naturaleza de estos órganos, la dimensión o grado
de la autonomía concebida como instrumento básico para garantizar
su libertad o independencia en el ejercicio de sus funciones, y en
definitiva otros elementos que contribuían a definir esta categoría de
órganos”, y por ello, la doctrina y la jurisprudencia no se han
percatado de que se trata de autoridades administrativas
independientes24.

Es necesario destacar que las autoridades administrativas


independientes surgen en Europa como una clase de órgano público
sin personalidad jurídica propia, pero atípico, por no estar inserto en la
estructura de ningún Poder Público y no estar sujeto ni al control
jerárquico, ni al de tutela. Se trata de organismos públicos de origen
legal o constitucional con la competencia de regular sectores
relevantes de orden social o económico o de vigilar el respeto de los
derechos de los ciudadanos, y que gozan de una importante
autonomía de gestión, garantizada, entre otros, por la estabilidad en el
cargo de sus máximas autoridades y la ausencia de mecanismos de
control respecto de ellos25.

Por su parte, los órganos de la Administración Pública Central


generalmente se caracterizan por ejercer competencias
administrativas con la personalidad jurídica del Estado y sin autonomía
de gestión, sujetos a un importante control jerárquico, que es la
relación que vincula a esos órganos mediante poderes de
subordinación para asegurar la unidad de acción, siendo el máximo
jerarca el que tiene los poderes de administración necesarios para
cumplir las tareas y cometidos estatales, y mediante normas
reglamentarias, encauzar la acción de sus subordinados26.

La delegación a su vez “consiste en un acto en virtud del cual un


órgano administrativo transfiere a otro jerárquicamente subordinado
el ejercicio de funciones que tiene atribuidas de forma alternativa
conservando la titularidad sobre las mismas”27 (Negritas nuestras).

24
PEÑA SOLÍS, José, OBCIT, pp. 707.
25
GENTOT, Michel, “Les autorités administratives indépendantes”, Montchrestien,
Paris, 1991, pp. 17 y 48.
26
SAYAGUES LASO, Enrique, OBCIT, 215.
27
ENTRENA CUESTA, Rafael, Curso de Derecho Administrativo, Volumen 1, Editorial
Tecnos, Madrid, 1990, pp. 85.
Para establecer en qué categoría de las antes descritas se ubica el
Tribunal Supremo de Justicia, como órgano administrativo del Poder
Judicial, es importante tener presente el artículo 267 ya comentado, y
además, traer a colación el artículo 254 de la Constitución según el
cual, “el Poder Judicial es independiente y el Tribunal Supremo de
Justicia gozará de autonomía funcional, financiera y
administrativa”.

De una primera lectura de la norma constitucional antes citada, en


conjunción con las ya comentadas, podría inferirse que el Tribunal
Supremo de Justicia es un órgano con autonomía funcional, o para ser
más exactos, una autoridad administrativa independiente, siguiendo la
tesis de José Peña Solís de que en realidad los órganos con autonomía
funcional son autoridades administrativas independientes28.

En efecto, el Tribunal Supremo de Justicia al igual que las autoridades


administrativas independientes no tiene personalidad jurídica propia,
sino la de la República; es independiente de los otros órganos del
Poder Público; sus representantes, los Magistrados, son elegidos de
forma de garantizar su estabilidad e imparcialidad; ejerce funciones
administrativas; no está sujeto al control del Poder Ejecutivo, y se
podría decir que, salvo por la información que el Poder Legislativo le
puede solicitar como administrador del Poder Judicial29, tampoco está
sujeto a su control; tiene libertad para actuar en su esfera de
competencia constitucional sin ningún control jerárquico o de tutela, y
tiene autonomía administrativa, funcional y financiera30.

No obstante, el Tribunal Supremo de Justicia no presenta dos


características esenciales de las autoridades administrativas
independientes. En efecto, el Tribunal Supremo de Justicia está inserto
en un Poder Público, en este caso el Judicial, cuando en cambio las
autoridades administrativas independientes no pertenecen a ningún
poder público en particular, siendo simplemente parte del aparato
estatal. Además, al Tribunal Supremo de Justicia no se le otorgaron
potestades administrativas para regular sectores relevantes de orden
social o económico o para vigilar el respeto de los derechos de los
ciudadanos a través del ejercicio de potestades administrativas, que es
el motivo por el que se crean esas autoridades, sino para

28
PEÑA SOLÍS, José, OBCIT, pp. 708. Es importante destacar que el autor en un
primer análisis considera que el Tribunal Supremo de Justicia es una autoridad
administrativa independiente, aunque advierte que se impone un estudio más
exhaustivo sobre la materia para llegar a tal conclusión.
29
Artículo 187 numeral 3 de la Constitución.
30
Artículo 254 de la Constitución.
administrarse de forma autónoma, y así, garantizar un ejercicio más
eficiente de la función jurisdiccional.

De tal forma, en nuestra opinión, la independencia del Poder Judicial y


la autonomía funcional, administrativa y financiera de su máxima
autoridad, el Tribunal Supremo de Justicia, consagradas en el artículo
254 de la Constitución, tienen la finalidad de fortalecer este poder en
sus funciones jurisdiccionales, siendo dicha autonomía no más que un
medio para garantizar el ejercicio adecuado de las funciones
jurisdiccionales por el Poder Judicial.

Esto lo corrobora, la exposición de motivos de la Constitución cuando


establece en el capítulo relativo al Poder Judicial lo siguiente:

“El Estado democrático y social de Derecho y de Justicia


consagrado por la Constitución, al implicar fundamentalmente,
división de los poderes del Estado, imperio de la Constitución y las
leyes como expresión de la soberanía popular, sujeción de todos los
poderes públicos a la Constitución y al resto del ordenamiento jurídico,
y garantía procesal efectiva de los derechos humanos y de las
libertades públicas, requiere la existencia de unos órganos que
institucionalmente caracterizados por su independencia, tengan
la potestad constitucional que les permita ejecutar y aplicar
imparcialmente las normas que expresan la voluntad popular, someter
a todos los poderes públicos, al cumplimiento de la Constitución y las
leyes, controlar la legalidad de la actuación administrativa y ofrecer a
todas las personas tutela efectiva en el ejercicio de sus derechos e
intereses legítimos.
El conjunto de órganos que desarrollan esa función constituyen
el Poder Judicial...”

Asimismo, la tesis mencionada se confirma al notar la relevancia que


la Constitución da al carácter de servicio público de la administración
de justicia, cuando establece que la justicia debe ser “gratuita,
accesible, imparcial, idónea, transparente, autónoma, independiente,
responsable, equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas, sin
formalismos o reposiciones inútiles”31, y consagrar la responsabilidad
personal de los jueces32 y del Estado en la administración de justicia33,
lo que obliga en contrapartida, a crear los mecanismos para que el
Poder Judicial pueda responder a ese llamado de eficiencia y
transparencia, gozando de la autonomía necesaria para ello.
31
Artículo 26 de la Constitución.
32
Artículo 254 de la Constitución.
33
Artículo 259 de la Constitución.
Por tanto, el Tribunal Supremo de Justicia no es más que la máxima
jerarquía de la Administración Pública del Poder Judicial, de hecho, es
el que tiene los poderes de administración necesarios para cumplir las
tareas y cometidos estatales, y en virtud de ello, está facultado
mediante normas reglamentarias para crear órganos administrativos y
encauzar sus acciones.

¿Pero al crear esos órganos administrativos y en particular, la


Dirección Ejecutiva de la Magistratura, a que alude la norma
constitucional, el Tribunal Supremo de Justicia se desprende del
ejercicio de esas funciones y se transforma únicamente en un órgano
jurisdiccional?

La respuesta es negativa, porque la Normativa sobre la Dirección,


Gobierno y Administración del Poder Judicial, que es el acto mediante
el cual el Tribunal Supremo de Justicia crea y regula los órganos
administrativos del Poder Judicial, otorga al Tribunal un importante
control jerárquico sobre sus subordinados, a través de dos órganos
propios: la Sala Plena y la Comisión Judicial.

La Sala Plena, es la máxima autoridad administrativa del Tribunal


Supremo de Justicia, y en consecuencia, del Poder Judicial, y como tal
tiene las siguientes potestades derivadas del control jerárquico,
establecidas en el artículo 28 eiusdem:

- El poder de nombramiento y remoción de las altas autoridades de la


Dirección Ejecutiva de la Magistratura, la Inspectoría General de
Tribunales, la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración, el
Servicio de Defensa Pública, la Escuela Judicial y la Comisión
Coordinadora de Evaluación y Concursos para el Ingreso y
Permanencia en el Poder Judicial (artículos 30 y 28 literales b, k y
j). Asimismo, tiene la competencia para nombrar y remover al
personal de los órganos administrativos mencionados, salvo en el
caso de los funcionarios de la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura, a cuyos diretivos el Tribunal ha delegado esa
facultad34.

- El poder de instrucción sobre esos órganos, al ser competente para


establecer la normativa que regirá su funcionamiento interno y
dictar sus políticas. Aunque, este poder ha sido delegado en parte a
la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, al tener ésta la facultad de
34
Artículo 5 literal h de la Normativa sobre Dirección, Gobierno y Administración del
Poder Judicial.
proponer su normativa interna, así como de celebrar los contratos
que se requieran para el funcionamiento del Poder Judicial, dentro
de los límites de la delegación financiera del Tribunal Supremo de
Justicia.35 Igualmente, la Comisión de Funcionamiento y
Reestructuración tiene importantes competencias en materia de su
organización y funcionamiento, así como de la Defensa Pública.36

- El poder de modificación y anulación de las decisiones de los


órganos inferiores, porque pese a que la norma no lo indica, se
presume al ser el órgano superior. No obstante, las decisiones de la
Comisión de Funcionamiento y Reestructuración agotan la vía
administrativa, y son revisadas en vía jurisdiccional por la Sala
Político Administrativa37.

Por su parte, la Comisión Judicial, de conformidad con los artículos 26


y 27 de la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del
Poder Judicial, está integrada por seis Magistrados en representación
de cada una de las distintas Salas del Tribunal Supremo de Justicia.
Los miembros de la Comisión Judicial son elegidos en la misma
oportunidad que la Junta Directiva del Tribunal y de las Salas. No
obstante, los Presidentes de Salas no pueden formar parte de la
Comisión, salvo por el Presidente del Tribunal Supremo de Justicia,
quien además representa a la Sala que preside. El Vicepresidente de la
Comisión es designado por la Sala Plena.

Según el artículo 2 eiusdem, la Comisión Judicial es creada como


un“órgano del Tribunal Supremo de Justicia, con la finalidad de que
ejerza por delegación las funciones de control y supervisión de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura y las demás previstas en esta
Normativa”, y es en ese orden de ideas, que el artículo 28 eiusdem le
atribuye las siguientes competencias:

a) “Aprobar la normativa que corresponde dictar a la Dirección


Ejecutiva de la Magistratura.
b) Proponer a la Sala Plena el nombramiento y remoción de los
tres Directores que integran el Comité Directivo de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
35
Artículos e literal f y 28 eiusdem.
36
Artículo 3 numeral 3 del Reglamento de la Comisión de Funcionamiento y
Reestructuración del Sistema Judicial (publicado en Gaceta Oficial Nro. 37.080 de
fecha 17-11-2000, artículo 30 de la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y
Administración del Poder Judicial, artículos 24 y 25 del Decreto mencionado y
Disposición Transitoria Cuarta numeral 5 de la Constitución.
37
Artículo 20 del Reglamento de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración
del Sistema Judicial.
c) Designar y sustituir al Coordinador del Comité Directivo de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
d) Proponer a la Sala Plena las políticas que debe seguir la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
e) Presentar a la Sala Plena, para su discusión y aprobación los
proyectos de presupuesto del Poder Judicial, tanto ordinarios
como extraordinarios.
f) Mantener informada a la Sala Plena, en forma periódica,
sobre sus actuaciones y las de la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura.
g) Evaluar, cuando menos trimestralmente, los informes que
sobre los resultados de su gestión le presente el Comité
Directivo de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
h) Proponer a la Sala Plena la normativa sobre la organización y
el funcionamiento de la Inspectoría General de Tribunales, del
Servicio de Defensa Pública y de la Escuela Judicial.
i) Ejercer el control sobre la Inspectoría General de Tribunales,
del Servicio de Defensa Pública y de la Escuela Judicial.
j) Proponer a la Sala Plena los candidatos para la designación
del Inspector General de Tribunales y de su suplente.
Igualmente podrá proponer su remoción.
k) Proponer a la Sala Plena los candidatos para la designación
del Director del Servicio de la Defensa Pública y para la
designación de su suplente. Igualmente podrá proponer su
remoción.
l) Proponer a la Sala Plena los candidatos para la designación
del Director de la Escuela Judicial. Igualmente podrá proponer
su remoción”.

Así, de la norma antes transcrita se deduce que la Comisión Judicial


tiene una función contralora sobre los órganos administrativos del
Poder Judicial, es decir, como superior jerarca de los mismos, la cual a
su vez es producto de una delegación de competencias de la Sala
Plena Por ello es que la Comisión Judicial, puede ejercer funciones de
control jerárquico sólo en las materias expresamente delegadas por la
Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder
Judicial38, como son: la remoción de uno de los Directores de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura, y el control de la gestión de
este organismo y de las unidades autónomas39. Es evidente entonces
que las decisiones emanadas de la Comisión Judicial en ejercicio de las
competencias señaladas pueden ser revisadas por la Sala Plena.
38
ENTRENA CUESTA, OBCIT, pp. 86.
39
Ver artículos 28 y 5 de la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración
del Poder Judicial.
También, resalta de las disposiciones del artículo 28 de la Normativa
sobre la Dirección, Gobierno y Administración la función consultiva de
la Comisión Judicial respecto de la Sala Plena en el ejercicio de los
poderes funcionarial, de dirección, de instrucción, que la Sala Plena
tiene respecto de los órganos subordinados. En efecto, la Comisión
Judicial tiene la obligación de proponer a la Sala Plena los candidatos
para el nombramiento de las máximas autoridades de los órganos
administrativos del Poder Judicial, así como proponerle su remoción;
las políticas que debe seguir la Dirección Ejecutiva de la Magistratura;
presentarle los proyectos de presupuesto del Poder Judicial y la
Normativa de los órganos administrativos del Poder Judicial, salvo la
de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura que la Comisión puede
aprobar directamente40.

Ahora bien, si es la Sala Plena la máxima autoridad jerárquica de la


Administración Pública del Poder Judicial, y no la Comisión Judicial,
entonces ¿quién ejerce el control jurisdiccional sobre los actos de la
Administración Pública del Poder Judicial, siendo que él mismo los
dicta, los controla y los revisa? ¿Esto significa que hemos regresado a
los tiempos de la justicia retenida francesa, donde las decisiones de la
Administración no tenían control jurisdiccional?

Por tratarse del control jurisdiccional de actos administrativos y habida


cuenta de que ningún acto administrativo puede estar excluido del
control jurisdiccional41, pareciera que un tribunal de la jurisdicción
contencioso administrativa debería ser el competente para conocer de
los recursos de nulidad o carencia que se interpongan contra aquellos.

En tal sentido, de conformidad con lo dispuesto en los artículos 259 y


266 numerales 4 y 5 de la Constitución, así como en el artículo 42
ordinales 9 y 12 de la Ley Orgánica de la Corte Suprema de Justicia, el
tribunal competente es la Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia.

En efecto, según el ordinal 9 del artículo 42, la Sala Político


Administrativa conoce de los recursos de nulidad contra los actos
generales de los órganos unipersonales o colegiados del Poder Público,
40
En este caso, la Comisión Judicial no actúa como subordinado de la Sala Plena por
ser un órgano consultivo: SAYAGUES LASO, Enrique, OBCIT, p. 217.
41
Artículo 259 de la Constitución. La jurisprudencia de forma reiterada ha sostenido
que no existen actos administrativos excluidos de control jurisdiccional. Ver, por
ejemplo, la sentencia de la Sala Político Administrativa de fecha 19 de julio de 1984,
recaída en el caso Alí Quiñónez Medina, publicada en Revista de Derecho Público Nro.
19, Editorial Jurídica Venezolana, Caracas, 1984, p. 122-124.
y conforme al ordinal 12 del mismo artículo, contra los actos
administrativos generales o individuales de órganos con jerarquía
constitucional, como sin duda es la Sala Plena del Tribunal Supremo de
Justicia.

Sin embargo, lo antes expresado no parece ser la solución para


garantizar que esos actos no estén excluidos del control jurisdiccional.
En efecto, los Magistrados de la Sala Político Administrativa actuarían
como juez y parte: como parte, al ser miembros de la Sala Plena y
haber participado en la toma de esa decisión; y sucesivamente, como
jueces, al ser miembros de la Sala Político Administrativa. Ello
evidentemente traería como consecuencia la inhibición de todos los
Magistrados de la Sala y la convocatoria de los Suplentes para conocer
del caso.

La dificultad de ejercer el control jurisdiccional contra los actos


administrativos del Tribunal Supremo de Justicia, es una de las
consecuencias de haber otorgado funciones administrativas tan
importantes a este organismo, quien es también la más alta instancia
judicial, sin embargo, es evidente que la ley que se dicte sobre la
materia será la que en definitiva establecerá el régimen más acertado,
y la experiencia y el tiempo, sin dudas, presentarán una solución a
este problema.

2.2. La Dirección Ejecutiva de la Magistratura

La Dirección Ejecutiva de la Magistratura es el otro órgano


administrativo del Poder Judicial y aún cuando no es creado
constitucionalmente, la máxima norma “ordena” su creación.

En efecto, el artículo 267 eiusdem, exhorta al Tribunal Supremo de


Justicia a crear la Dirección Ejecutiva de la Magistratura “para el
ejercicio de tales atribuciones”, es decir, de las mencionadas en el
primer aparte del artículo, que como ya se indicó son: “la dirección, el
gobierno y la administración del Poder Judicial, la inspección y
vigilancia de los tribunales de la República y de las Defensorías
Públicas”, así como,“la elaboración y ejecución de su propio
presupuesto y del presupuesto del Poder Judicial”.

Acatando este exhorto, el Tribunal Supremo de Justicia dictó la


Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder
Judicial, que en su artículo 1 crea la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura y la define “como órgano auxiliar del Tribunal Supremo
de Justicia, con la finalidad de que ejerza por delegación las
funciones de dirección, gobierno y administración del Poder Judicial”
(Negritas nuestras).

Ahora bien, dentro del marco de los principios que rigen la


organización administrativa en Venezuela, ¿a qué figura jurídica
responde la exhortación de una norma constitucional de crear un
órgano, en este caso, la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, para el
ejercicio de las competencias del Tribunal Supremo de Justicia, y la
posterior creación de ese organismo a través de una delegación de
atribuciones mediante un acto de carácter normativo, como es la
Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder
Judicial?

Para dar respuesta a esta interrogante, haremos referencia a los


principios establecidos en la Ley Orgánica de la Administración
Pública42 sobre la transferencia de competencias entre los órganos de
la Administración Pública Central43.

En tal sentido, la Ley Orgánica de la Administración Pública prevé


fundamentalmente tres modalidades de transferencia de competencias
entre los órganos de la Administración Pública Central: la
desconcentración funcional, la delegación interorgánica y la delegación
de gestión o de firmas.

La desconcentración funcional, según el artículo 31 de la Ley Orgánica


de la Administración Pública, se verifica cuando se transfiere la
atribución, mediante acto normativo, y la persona jurídica en cuyo
nombre actúa el órgano desconcentrado, es responsable
patrimonialmente por el ejercicio de la atribución o el funcionamiento
del servicio público, sin perjuicio de la responsabilidad que
corresponda a los funcionarios encargados de la gestión del servicio
público.

A este respecto, JOSÉ PEÑA SOLÍS aclara que la desconcentración


funcional implica la transferencia de la titularidad y el ejercicio de las
competencias a través de un acto normativo, y que es inútil el
establecimiento en la norma citada de la responsabilidad de la persona

42
Esta ley como ya se indicó es aplicable a la Administración Pública del Poder
Judicial, en virtud de no existir una ley especial en esta materia.
43
Se hará referencia únicamente a los principios que rigen la Administración Pública
Central, ya que la Dirección Ejecutiva de la Magistratura no tiene personalidad
jurídica propia, por lo que no es un órgano descentralizado, sino centralizado.
jurídica en nombre de la cual se actúa, ya que así está previsto por la
Constitución en el artículo 14044.

Además, SAYAGUÉS LASO indica que la característica clave de la


desconcentración es que el órgano desconcentrado es creado por ley y
sus competencias son asignadas por un acto de rango legal, de
manera que goza de una importante autonomía de gestión al no poder
el jerarca afectar su existencia45.

En el marco de la desconcentración funcional, es importante señalar


que la Ley Orgánica de la Administración Pública hace también
referencia a los servicios autónomos sin personalidad jurídica, que
según el artículo 93 eiusdem tienen autonomía funcional y capacidad
de autofinanciarse.

La delegación interorgánica, de conformidad con los artículos 34 y 35


de la Ley Orgánica de la Administración Pública, no es más que el
otorgamiento de atribuciones por un acto administrativo individual
(resolución) de los superiores jerárquicos a sus subordinados, siendo
el funcionario al que se le ha delegado la atribución responsable por su
ejecución, pero los actos derivados del ejercicio de las atribuciones
delegadas, a los efectos de los recursos correspondientes, se
consideran dictados por el delegante. En este orden de ideas, en este
caso sólo se transfiere el ejercicio de la competencia y no la
titularidad, lo que se hace mediante un acto no normativo o
individual46.

En efecto, tal como señala PEÑA SOLÍS los actos del órgano delegado
se consideran dictados por el delegante, lo que implica -que si éste
fuera el jerarca- no se puede ejercer el recurso jerárquico contra ellos,
sino el de reconsideración47.

La delegación de gestión o de firmas, de acuerdo con el artículo 38 de


la Ley Orgánica de la Administración Pública, faculta a delegar la
gestión de ciertas atribuciones y la firma de los documentos del órgano
delegante; además según esa norma, la delegación debe ser adoptada
por resolución y puede ser revocada en cualquier momento.
44
PEÑA SOLIS, José, OBCIT, pp. 344.
45
SAYAGUÉS LASO, Enrique, OBCIT, pp. 240 y ss.
46
Es importante aclarar que la doctrina y la jurisprudencia de forma mayoritaria en
Venezuela han considerado que la delegación de atribuciones sólo implica la
transferencia del ejercicio y no de la titularidad, pero es sólo con la entrada en
vigencia de la Ley Orgánica de la Administración Pública, que se establece este
concepto de manera clara en el derecho positivo venezolano.
47
PEÑA SOLÍS, José, OBCIT, pp. 254 y 255.
En virtud de lo expuesto, se puede afirmar que la Dirección Ejecutiva
de la Magistratura no es más que un órgano delegado del Tribunal
Supremo de Justicia, lo que la constituye en una dirección
administrativa del Tribunal. En efecto, la Constitución faculta al
Tribunal Supremo de Justicia para atribuirle el ejercicio de las
competencias señaladas en el artículo 267 y establece que la
titularidad de las mismas corresponde al Tribunal. Y es en ese
orden de ideas, que el Tribunal Supremo de Justicia, mediante la
Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder
Judicial, crea la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, y en su artículo
1 expresamente señala que se trata de un órgano auxiliar a quien
delega el ejercicio de sus atribuciones.

No obstante, esta delegación se produce en unos términos que la


pueden asemejar a una desconcentración, por las siguientes razones:
a) la delegación se ha hecho a través de un acto normativo y no por
una resolución, lo que le da cierto carácter de permanencia; b) se han
delegado importantes poderes de administración que otorgan cierta
autonomía de gestión a la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, y c)
una norma constitucional obliga al Tribunal Supremo de Justicia a
delegar el ejercicio de sus atribuciones a la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura, al indicar que el Tribunal Supremo de Justicia: “para el
ejercicio de tales atribuciones, el Tribunal Supremo de Justicia creará”,
es decir, debe crear, lo que ocasiona que el Tribunal Supremo de
Justicia no puede delegar esas atribuciones a otro órgano diferente, y
da cierta garantía de existencia a la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura.

Sin dudas, que las líneas entre la delegación interorgánica y la


desconcentración funcional en el caso de la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura son tenues, así por ejemplo, ROMÁN DUQUE CORREDOR 48
ha sostenido que la Dirección Ejecutiva de la Magistratura con base en
su autonomía es un órgano desconcentrado49, y más específicamente,
un servicio autónomo sin personalidad jurídica50.

48
Ver: La responsabilidad del Estado por error judicial, en Memorias del Congreso
Latinoamericano de Derecho Procesal, pp. 69.
49
En este sentido, nosotros en un estudio anterior publicado en la Revista Nro. 4 del
Tribunal Supremo de Justicia, también sostuvimos que se trataba de un órgano
desconcentrado.
50
La Ley Orgánica de la Administración Pública caracteriza estos servicios por contar
con un fondo separado del Tesoro Nacional y estar dotados de autonomía según el
reglamento orgánico que lo cree. Sin dudas, la Dirección Ejecutiva de la Magistratura
tiene cierta autonomía de gestión, pero no puede percibir ingresos propios.
Esto es porque en realidad la descentralización, entendida en sentido
lato, es decir, como la potestad del jerarca de transferir sus
competencias a otro órgano, es un asunto de grado, y se puede pasar
de un modelo a otro, más o menos centralizado, de un momento a
otro51; sin embargo, es importante aclarar que existen diferentes
consecuencias jurídicas si se trata de una delegación o de una
desconcentración.

En efecto, si se trata de una delegación, tal como establece la Ley


Orgánica de la Administración Pública, se considera a los efectos de los
recursos que el acto fue dictado por el delegante, es decir, que no se
debe ejercer un recurso jerárquico, sino de reconsideración. En
cambio, si se tratara de una desconcentración se debería ejercer el
recurso jerárquico ante el Tribunal Supremo de Justicia.

Además, en el caso de la desconcentración como la ley o la


constitución establecen las competencias propias del órgano, el jerarca
no puede afectar ni suprimir los poderes propios del órgano
desconcentrado, los cuales derivan de la ley, mientras que la
delegación es perfectamente revocable por el jerarca.

En consecuencia, en el caso de la Dirección Ejecutiva de la


Magistratura por tratarse de una delegación, se considera que sus
actos son del Tribunal Supremo de Justicia y por ello, contra sus
decisiones sólo se puede ejercer un recurso de reconsideración ante la
Comisión Judicial o ante la Sala Plena. Además, la delegación es
revocable por el propio Tribunal Supremo de Justicia cuando lo
considere conveniente por un acto de igual jerarquía que la Normativa
sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder Judicial.

La Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder


Judicial en su artículo 5 establece que la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura está presidida por un Comité Directivo, integrado por tres
miembros, que son de libre nombramiento y remoción del Tribunal
Supremo de Justicia, con las siguientes competencias:

“Artículo 5: Son atribuciones del Comité Directivo:

51
SAYAGUÉS LASO, Enrique, OBCIT, pp. 244.
a) Presentar a la Comisión Judicial52 del Tribunal Supremo de
Justicia los planes estratégicos institucionales, planes operativos
anuales y proyectos de presupuesto, ordinarios y
extraordinarios, de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
b) Decidir, dirigir y evaluar los planes de acción, programas y
proyectos institucionales, según los planes estratégicos y
operativos y el presupuesto asignado, y de conformidad, con las
políticas y lineamientos del Tribunal Supremo de Justicia.
c) Ejercer la coordinación del Comité de Gerencia de la Dirección
Ejecutiva de la Magistratura.
d) Velar por la correcta aplicación de las políticas y normas de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura, así como por la
integridad y calidad de los procesos que se desarrollen en dicha
Dirección.
e) Decidir sobre los asuntos concernientes al manejo
administrativo y operativo de la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura y del Poder Judicial.
f) Aprobar la celebración de los contratos, dentro de los límites de
la delegación financiera que sean establecidos.
g) Decidir sobre el ingreso y la remoción del personal de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
h) Velar por el optimo desempeño de los procesos internos de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura y del Poder Judicial.
i) Hacer propuestas a la Comisión Judicial del Tribunal Supremo
de Justicia sobre políticas y lineamientos que contribuyan con la
transparencia y armonía de los procesos de la Dirección
Ejecutiva de la Magistratura y del Poder Judicial.
j) Dictar la normativa interna de la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura, previa aprobación de la Comisión Judicial del
Tribunal Supremo de Justicia.
k) Presentar a la consideración de la Comisión Judicial del Tribunal
Supremo de Justicia los resultados de la gestión de la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura y del Poder Judicial.
l) Coordinar y hacer seguimiento a los planes institucionales y a la
ejecución de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura y del
Poder Judicial.
m)Promover el desarrollo técnico y gerencial en los diferentes
niveles de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
52
La Comisión Judicial, según el artículo 2 de la Normativa sobre la Dirección,
Gobierno y Administración del Poder Judicial, es el órgano del Tribunal Supremo de
Justicia que ejerce las funciones de control y supervisión de la Dirección Ejecutiva de
la Magistratura. De conformidad con el artículo 26 eiusdem, la Comisión Judicial está
integrada por un Magistrado de cada Sala, aunque los Presidentes de Salas no
pueden formar parte de la Comisión Judicial, salvo el Presidente del Tribunal
Supremo de Justicia.
n) Las demás que le sean asignadas por la Comisión Judicial del
Tribunal Supremo de Justicia”.

En tal sentido, debe destacarse que la Normativa sobre la Dirección,


Gobierno y Administración del Poder Judicial es algo ambigua en lo que
se refiere a la delegación de las competencias de la Dirección Ejecutiva
de la Magistratura en la inspección y vigilancia del Poder Judicial.

De hecho, el artículo 1 de la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y


Administración del Poder Judicial, indica que el Tribunal Supremo de
Justicia delega a la Dirección Ejecutiva de la Magistratura únicamente
funciones de dirección, gobierno y administración del Poder Judicial, y
no se refiere a las de inspección y vigilancia, que por demás atribuye a
direcciones que no forman parte de la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura.

Pero, por otra parte, la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y


Administración del Poder Judicial asigna a la Dirección Ejecutiva de la
Magistratura funciones de administración y ejecución del presupuesto
de todo el Poder Judicial, inclusive de los organismos mencionados, así
como la potestad de velar por los procesos internos del Poder Judicial,
del cual forman parte esos organismos.

2.3. Los demás órganos administrativos del Poder Judicial

Los demás órganos administrativos del Poder Judicial son las unidades
autónomas y las comisiones.

La Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder


Judicial, dedica el capítulo 3 a las Unidades Autónomas y cataloga
como tales, a la Inspectoría General de Tribunales, el Servicio de
Defensa Pública y la Escuela Judicial.

A pesar de esa denominación de autónomas, las mismas no lo son. En


efecto, no tienen autonomía financiera, ni administrativa, ya que sus
actividades son financiadas por el presupuesto asignado a la Dirección
Ejecutiva de la Magistratura y deben ser autorizadas por la Comisión
Judicial del Tribunal Supremo de Justicia.53
53
En este aspecto, existe actualmente un proceder erróneo por parte de estos
órganos que hace más complejos sus procesos. En efecto, lo procedente sería que
estos órganos solicitaran a la Oficina de Planificación y Presupuesto de la Dirección
Ejecutiva de la Magistratura si existe la disponibilidad presupuestaria necesaria, y en
caso afirmativo, pidieran a la Comisión Judicial la autorización respectiva para
comprometer los recursos requeridos. En el supuesto de que la Comisión Judicial
otorgara la autorización correspondiente, simplemente la dependencia competente
Tampoco tienen autonomía funcional, por estar sujetas al control del
Tribunal Supremo de Justicia, por órgano de la Comisión Judicial, a la
cual están adscritas54; su funcionamiento y organización son regulados
por la normativa que apruebe la Sala Plena, y su máxima autoridad es
de libre nombramiento y remoción del Tribunal Supremo de Justicia.

En virtud de lo expuesto, consideramos que cuando la Normativa las


cataloga como autónomas se refiere más bien a la autonomía respecto
de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, a la cual no están
adscritas, y a la asignación de funciones propias y específicas.

En efecto, se trata de direcciones del Tribunal Supremo de Justicia, ya


que éste tiene la titularidad de la competencia por virtud del artículo
267 de la Constitución (salvo en el caso de la Defensa Pública como se
explicará más adelante), y sobre ellas, ejerce un importante control
jerárquico.

De hecho, el Tribunal Supremo de Justicia, según el artículo 28 de la


Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder
Judicial, tiene la atribución de ejercer el control, dictar la normativa
que regula su organización y funcionamiento, nombrar y remover a
sus directivos, y además, modificar o anular sus decisiones. Esta
última potestad no se establece de forma expresa, pero, como indica
el autor francés RENÉ CHAPUS en una relación jerárquica los poderes
del órgano superior se presumen55 y, en consecuencia, existen aunque
la norma no los indique.

La Inspectoría General de Tribunales, de acuerdo con lo dispuesto por


el artículo 29 del Decreto mediante el cual se dicta el Régimen
Transitorio del Poder Público y el artículo 30 de la Normativa sobre la
Dirección, Gobierno y Administración del Poder Judicial, es el órgano
de inspección y vigilancia de los tribunales, así como el órgano auxiliar
de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura debería proceder a lo conducente sin
necesidad de requerir la autorización al Comité Directivo, porque el órgano superior
jerárquico, es decir, el Tribunal Supremo de Justicia, ya emitió la autorización
necesaria. Sin embargo, actualmente las unidades autónomas solicitan autorización
nuevamente al Comité Directivo de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura.
54
El término “adscripción” se utiliza para indicar la relación que existe entre un
órgano descentralizado y el órgano de tutela. Sin embargo, nuestra legislación lo ha
usado aún en casos de relaciones entre órganos de la Administración Central (por
ejemplo, el caso de la Superintendencia para la Promoción y Protección de la Libre
Competencia), para indicar que el órgano subordinado está sujeto a un control
jerárquico atenuado.
55
Chapus, René, Droit Administratif General, Tome 1, Montchrestien, Paris 1994, p.
335.
de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración en el
procedimiento disciplinario.

La Escuela Judicial, según el artículo 24 eiusdem, es el “centro de


formación de los jueces y de los demás servidores del Poder Judicial,
conforme a las políticas dictadas por la Sala Plena del Tribunal
Supremo de Justicia”, y “mediante la creación de una sección especial,
la Escuela Judicial coordinará todo lo relativo a los concursos de
oposición para el ingreso a la Carrera Judicial y el ascenso de los
Jueces”.56

El Servicio de Defensa Pública, de conformidad con el artículo 23


eiusdem, es una unidad autónoma de la cual forman parte todos los
Defensores Públicos en las distintas áreas de la actividad
Jurisdiccional. Es importante aclarar respecto del Servicio de Defensa
Pública que la Constitución en el artículo 268 establece que “la ley
regulará la autonomía y organización, funcionamiento, disciplina, e
idoneidad del servicio de defensa pública, con el objeto de asegurar la
eficacia del servicio y de garantizar los beneficios de la carrera del
defensor o defensora”.

En este sentido, el artículo 25 del Decreto sobre el Régimen de


Transición del Poder Público otorgan competencia a la Comisión de
Funcionamiento y Reestructuración para dictar el Reglamento de
organización y funcionamiento del Servicio, mientras se dicte la Ley.
Sin embargo, ese Reglamento no ha sido dictado y la Normativa sobre
la Dirección, Gobierno y Administración del Poder Judicial, emitida por
el máximo tribunal, adscribe este servicio a la Comisión Judicial, y a
ésta atribuye la potestad de presentar a la Sala Plena la normativa
sobre su funcionamiento y organización.

A este respecto, es importante aclarar que la Constitución no atribuye


al Tribunal Supremo de Justicia el Servicio de Defensa Pública
propiamente dicho, sino la vigilancia de las Defensorías Públicas, es
decir, la competencia de inspeccionar las defensorías y de recibir las
56
De la Normativa sobre Dirección, Gobierno y Administración se desprende que
tanto la carrera judicial de los jueces como su formación están a cargo de la Escuela
Judicial, mientras que la carrera judicial del resto de los servidores del Poder Judicial
es competencia de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura. Sin embargo, se
mantiene la duda sobre si éste es realmente el órgano competente para la formación
de los demás funcionarios judiciales, ya que por una parte, el artículo 19 eiusdem
indica que es competencia de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura la
capacitación del recurso humano del Poder Judicial, y por la otra, el artículo 24
eiusdem dispone que la Escuela Judicial se encargará de la formación de los “demás
servidores judiciales”.
denuncias pertinentes e instruirlas, por lo que la Normativa debería
crear un órgano para ello y no lo hace, en cambio de adscribir el
Servicio de Defensa Pública al Tribunal Supremo de Justicia.

Por su parte, la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración que se


encarga del régimen disciplinario de los jueces, es un organismo con
carácter temporal, que existirá hasta que la ley cree los tribunales
disciplinarios57. Las decisiones en materia disciplinaria de la Comisión
de Funcionamiento y Reestructuración están sometidas al control
jurisdiccional de la Sala Político Administrativa del Tribunal Supremo
de Justicia58.

La Comisión Coordinadora de Evaluación y Concursos para Ingreso y


Permanencia en el Poder Judicial es una dependencia del Tribunal
Supremo de Justicia que existirá hasta que se cree la ley sobre la
materia59 y que se encarga del ingreso, evaluación y selección de los
jueces, según la regulación contenida en los siguientes instrumentos
jurídicos: el Decreto de Reorganización del Poder Público (publicado en
Gaceta Oficial Nro. 36.772 de fecha 25 de agosto de 1999), el Decreto
sobre el Régimen de Transición del Poder Público, el Decreto de
Medidas Cautelares Urgentes de Protección del Sistema Judicial dictado
por la Asamblea Nacional Constituyente (publicado en Gaceta Oficial N
36.825 de fecha 9 de noviembre de 1999), las Normas de Evaluación y
Concursos de Oposición para el Ingreso y Permanencia al Poder
Judicial dictadas por la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración
(publicada en Gaceta Oficial N 36.910 de fecha 14 de marzo de 2000).

Tanto la Comisión Coordinadora de Evaluación y Concursos para


Ingreso y Permanencia en el Poder Judicial, como la Comisión de
Funcionamiento y Reestructuración, son direcciones administrativas
del Tribunal Supremo de Justicia60, y su presupuesto lo administra y
ejecuta la Dirección Ejecutiva de la Magistratura, bajo la supervisión
del Tribunal Supremo de Justicia.

57
Artículo 24 del Decreto mediante el cual se dicta el Régimen Transitorio del Poder
Público y artículo 267 de la Constitución. De hecho ya existe un anteproyecto de ley,
que prevé la creación de los tribunales disciplinarios: el Código de Ética del Juez
venezolano o Jueza venezolana.
58
Artículo 20 del Reglamento de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración
del Sistema Judicial, publicado en Gaceta Oficial Nro. 37.080 de fecha 17 de
noviembre de 2000.
59
Artículo 26 del Decreto mediante el cual se dicta el Régimen Transitorio del Poder
Público (publicado en Gaceta Oficial N 36.857 de fecha 27 de diciembre de 2000.
60
En efecto, presenta las mismas características que las unidades autónomas.
III. El Régimen jurídico de la Administración Pública en el
Poder Judicial

La Administración Pública del Poder Judicial, siempre que dicte actos o


contratos administrativos, está sometida a los mismos principios y
normas que rigen la actividad administrativa del Estado. Sin embargo,
estos principios y normas en nuestra legislación se han referido
especialmente a la Administración Pública del Poder Ejecutivo por ser
el que en principio tiene asignada la función administrativa.

De hecho, distintas leyes que regulan a la Administración Pública


Nacional no incluyen en su ámbito de aplicación a la actividad
administrativa del Poder Judicial, y en todo caso, admiten su aplicación
sólo de forma supletoria, es decir, siempre que no haya una norma
especial en la materia. Ejemplos de esto son: la Ley Orgánica de la
Administración Pública, que se aplica al Poder Ejecutivo, y sólo
supletoriamente al Poder Judicial (artículos 2 y 45 y ss.); la Ley
Orgánica de Procedimientos Administrativos, que se refiere a la
Administración Pública Nacional, la cual según la Ley Orgánica de la
Administración Pública Nacional en principio está compuesta por el
Poder Ejecutivo, y la Ley del Estatuto de la Función Pública, que
excluye de su aplicación a los funcionarios del Poder Judicial (artículo
1, parágrafo único, numeral 3).

Adicionalmente, el Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder


Público y la propia Constitución exhortan a la Asamblea Nacional a
dictar leyes especiales que rijan la función u organización
administrativa del Poder Judicial. En efecto, estos instrumentos
jurídicos establecen que la Asamblea Nacional dictará: la Ley del
Sistema Judicial, el Código de Ética del juez venezolano y la Ley
Orgánica de la Defensa Pública. A pesar de que hasta la fecha, esas
leyes no han sido sancionadas, no cabe duda que las mismas
contendrán normas relacionadas con la actividad administrativa del
Poder Judicial, que afectarán el régimen jurídico actual.

En virtud de lo anterior surge la duda sobre qué régimen jurídico se


aplica al Poder Judicial, particularmente en sus funciones de dirección,
gobierno y administración, tomando además en cuenta que la
Constitución consagra su autonomía funcional, administrativa y
financiera (artículo 254), y si en todo caso, se le aplica el régimen
jurídico de la Administración Pública del Poder Ejecutivo.

Para dar respuesta a ello, se analizará en qué consiste la autonomía


funcional, administrativa y financiera del Poder Judicial, y su alcance,
para establecer qué normativa rige el ejercicio de la función
administrativa del Poder Judicial.

La autonomía funcional del Poder Judicial

La autonomía funcional del Poder Judicial consiste en la libertad que


tiene su administración de actuar en la esfera de su competencia
delimitada constitucional o legalmente.

En tal sentido, la Constitución garantiza la autonomía funcional del


Poder Judicial, al tener la facultad el Tribunal Supremo de Justicia,
como máxima autoridad de la Administración Pública del Poder
Judicial, de ejercer su actividad administrativa sin ingerencia en sus
decisiones de otros poderes del Estado.

De hecho, la máxima autoridad jerárquica del Poder Judicial es el


propio Tribunal Supremo de Justicia, y no existe la posibilidad legal de
ejercer un recurso jerárquico o de tutela contra sus actos o contra
aquellos de los órganos que él cree por ante un órgano de un Poder
distinto al Judicial.

Sin embargo, como todo órgano de la Administración Pública está


sometido al control de la legalidad de sus actos y gestión, a
continuación, haremos referencia a la forma en que ello se verifica en
el seno del Poder Judicial.

Respecto al control de sus actos, la Contraloría General de la República


puede controlar la legalidad de las operaciones de la Administración
Pública del Poder Judicial, al verificar la exactitud, sinceridad y
corrección de la inversión de los fondos públicos, ingresos y
operaciones relativas a los mismos.

Asimismo, la Contraloría controla la gestión de la Administración


Pública del Poder Judicial cuando determina si la actuación
administrativa alcanzó las metas fijadas previamente por el órgano,
con el objeto de “revelar las anomalías de la gestión, analizar las
causas y señalar las relaciones especiales a los órganos de la dirección
administrativa yo políticos, las medidas correctivas para evitar que las
anomalías puedan repetirse”61.

También, el Poder Legislativo actúa como órgano de control respecto


del Poder Judicial en sus funciones administrativas, cuando le solicita
información sobre sus actuaciones administrativas, lo que está
61
PEÑA SOLIS, José, OBCIT, cita a CHITTI y GRECO en la pp. 484.
permitido por el artículo 187 numeral 3 de la Constitución que atribuye
a la Asamblea Nacional la potestad de “ejercer funciones de control
sobre el Gobierno y la Administración Pública Nacional, en los términos
consagrados en esta Constitución y la ley”.

Finalmente, existe el control jurisdiccional de los actos de la


Administración Pública del Poder Judicial, pero, en este aspecto se
plantea el problema de que es el propio Poder Judicial, e incluso, el
mismo Tribunal Supremo de Justicia, quien debería ejercer el control
jurisdiccional de sus actos.

La autonomía administrativa

La autonomía administrativa consiste en la facultad del Poder Judicial


para crear, modificar o extinguir sus órganos y dependencias
administrativas, así como para establecer sus competencias y delinear
la disciplina relativa al personal, bienes y servicios.

En tal sentido, es importante destacar que como máxima autoridad del


Poder Judicial, el Tribunal Supremo de Justicia, tiene en efecto las
siguientes potestades:

a. El poder funcionarial que consiste en la potestad del jerarca de


nombrar y remover las autoridades y funcionarios del órgano
inferior.

b. El poder de instrucción que se traduce en el poder del jerarca de


dirigir y regular el funcionamiento interno del órgano inferior a
través de la emisión de un Reglamento Orgánico del órgano
inferior, de circulares y la suscripción de los contratos necesarios
para su funcionamiento.

c. El poder de anulación y modificación de los actos del órgano


inferior, donde el poder de anular “permite al superior jerárquico
hacer desaparecer del ordenamiento jurídico las decisiones del
inferior y ejerciendo el poder de modificar, el superior jerárquico
reemplaza la decisión del inferior por otra decisión que proviene
de aquel y es más o menos diferente de la inicial” 62.

Ahora bien, ¿qué normativa regula el ejercicio de tales potestades? En


principio, la misma que regula a la Administración Pública del Poder
Ejecutivo, salvo que existan leyes especiales en la materia o que una

62
CHAPUS, René, OBCIT, pp. 335 y 336.
ley otorgue al Tribunal Supremo de Justicia la potestad de dictar su
propia normativa.

En lo relativo a las potestades funcionariales, la Ley Orgánica de la


Corte Suprema de Justicia atribuye facultades a la Corte Suprema de
Justicia para dictar las normas concernientes a los derechos y
obligaciones de los empleados al servicio de la Corte y organizar el
sistema de administración de dicho personal (artículo 44 ordinal 13).

En la medida en que el Decreto sobre el Régimen de Transición del


Poder Público establece que el Tribunal Supremo de Justicia sustituye
a la Corte Suprema de Justicia63 debe entenderse que aquel tiene las
competencias señaladas, y así, los funcionarios a su servicio estarán
sujetos al Estatuto que éste dicte sobre la materia.

En ese orden de ideas, es importante aclarar que la Ley del Estatuto


de la Función Pública expresamente excluye de su aplicación en el
parágrafo único numeral 3 del artículo 1 a los funcionarios del Poder
Judicial, no obstante, como el Poder Judicial no ha dictado su estatuto
se aplica por analogía esa ley a los funcionarios al servicio de ese
Poder.

Por otra parte, debe destacarse que a los jueces no se les aplica la Ley
del Estatuto de la Función Pública, siquiera de forma supletoria, ya que
actualmente hasta que se dicte el Código de Ética del juez venezolano,
los regula la Ley de Carrera Judicial en aquellos aspectos en que no
está derogada y las normas dictadas por la Asamblea Constituyente
sobre la materia y la Comisión de Funcionamiento y
64
Reestructuración .

De hecho, el artículo 255 de la Constitución, refiriéndose a los jueces,


establece que la ley regulará su ingreso a la carrera judicial y ascenso,
pudiendo sólo ser suspendidos de sus cargos mediante los
procedimientos establecidos en la ley. Asimismo, según el artículo 267
eiusdem, el régimen disciplinario de los jueces estará establecido en el
63
Artículos 17 y 18 del Decreto sobre el Régimen de Transición del Poder Público.
64
El Reglamento de la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración del sistema
judicial, el Decreto de Reorganización del Poder Público (publicado en Gaceta Oficial
Nro. 36.772 de fecha 25 de agosto de 1999), el Decreto sobre el Régimen de
Transición del Poder Público, el Decreto de Medidas Cautelares Urgentes de
Protección del Sistema Judicial dictado por la Asamblea Nacional Constituyente
(publicado en Gaceta Oficial N 36.825 de fecha 9 de noviembre de 1999), las Normas
de Evaluación y Concursos de Oposición para el Ingreso y Permanencia al Poder
Judicial dictadas por la Comisión de Funcionamiento y Reestructuración (publicada
en Gaceta Oficial N 36.910 de fecha 14 de marzo de 2000).
Código de Ética del juez venezolano que dicte la Asamblea Nacional,
así como la creación de la jurisdicción disciplinaria.

En relación con la potestad reglamentaria sobre el funcionamiento y


organización del Poder Judicial, no cabe duda que ésta corresponde al
Tribunal Supremo de Justicia en Pleno, tal como lo establece el artículo
267 de la Constitución.

En tal sentido, el Tribunal Supremo de Justicia dictó la Normativa


sobre la Dirección, Gobierno y Administración del Poder Judicial, en
que precisamente regula su funcionamiento y su organización y
particularmente, los de la Dirección Ejecutiva de la Magistratura. En
cambio, respecto de los demás órganos administrativos del Poder
Judicial, el Tribunal Supremo de Justicia aún no ha dictado la
normativa sobre su organización y funcionamiento.

Es importante aclarar que mientras no se dicte una ley especial sobre


la materia, en cuanto a las normas que rigen el funcionamiento y
organización de la Administración Pública del Poder Judicial, se aplica
la Ley Orgánica de la Administración Pública, que como ya se indicó en
su artículo 2 establece que se aplica de forma supletoria a órganos de
la Administración Pública distintos al Poder Ejecutivo.

Sin embargo, la facultad de celebrar los contratos que se requieran


para el funcionamiento del Poder Judicial, es atribuida a la Dirección
Ejecutiva de la Magistratura dentro de los límites de la delegación
financiera del Tribunal Supremo de Justicia.65 Igualmente, la Comisión
de Funcionamiento y Reestructuración tiene importantes competencias
en materia de su organización y funcionamiento, porque el Decreto
sobre el Régimen de Transición del Poder Público le permite dictar su
Reglamento.66

Adicionalmente, es importante determinar si es necesaria la


intervención de la Procuraduría General de la República en los actos
que realice la Administración Pública del Poder Judicial, ya que, según
el artículo 2 de la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la
República, la Procuraduría General de la República es el órgano
encargado de “asesorar jurídicamente a los órganos del Poder Público
Nacional y de ejercer la defensa y representación judicial y

65
Artículo 5 literal f de la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración
del Poder Judicial.
66
Artículo 30 de la Normativa sobre la Dirección, Gobierno y Administración del
Poder Judicial y artículo 24 del Decreto mencionado.
extrajudicial de los derechos, bienes e intereses patrimoniales de la
República”.

En tal sentido, conforme al artículo 9 numeral 6 eiusdem, los


documentos de transferencia de titularidad de tierras, y por tanto de
bienes inmuebles ubicados en estas tierras, deben ser suscritos y
redactados por la Procuraduría General de la República, así, si el
Tribunal Supremo de Justicia decidiera comprar un bien inmueble
debería de ser redactado y suscrito por la Procuraduría.

En cambio, en los demás documentos contentivos de actos, negocios o


contratos no es necesaria esta intervención, porque el artículo 9
numeral 4 eiusdem permite una excepción a la regla anterior, cuando
la ley o la Constitución faculta al organismo a hacerlo directamente,
como en este caso lo hace la Constitución al otorgar autonomía
funcional y administrativa al Tribunal Supremo de Justicia.

En relación con la competencia de la Procuraduría General de la


República de representar a la República en juicio, se establece en el
artículo 61 eiusdem que esta facultad es respecto de los juicios que se
intenten contra los actos del Poder Ejecutivo Nacional, por lo que en
este caso el Poder Judicial a través de un órgano creado para ese fin
puede defenderse. Es en ese orden de ideas que la Normativa sobre la
Dirección, Gobierno y Administración del Poder Judicial en su artículo
14 otorga esa potestad a la Oficina de Asesoría Jurídica de la Dirección
Ejecutiva de la Magistratura.

Sin embargo, en caso de que se intente una acción contra la República


por un daño patrimonial cometido por un órgano de la Administración
Pública del Poder Judicial, se debe previamente enviar el reclamo a la
Procuraduría General de la República, la cual determinará si es o no
procedente (artículos 54 y ss. de la Ley Orgánica de la Procuraduría
General de la República).

En relación con las potestades del Tribunal Supremo de Justicia de


modificar o anular las decisiones de sus órganos o las propias, las
mismas están reguladas por la Ley Orgánica de Procedimientos
Administrativos.

En efecto, al no haber una ley especial que regule la materia, ni un


procedimiento administrativo especial y al dictar el Poder Judicial actos
administrativos, se considera que conforme a los artículos 47 y 7 de la
Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos, ésta es aplicable así
como sus procedimientos.
3.2. La autonomía financiera del Poder Judicial

La autonomía financiera alude a la potestad de percibir proventos de


su propia actividad para administrarlos autónomamente, o también,
como la facultad de recibir recursos que son administrados por el
organismo según su propio presupuesto. A esta última acepción de
autonomía financiera se corresponde la del Poder Judicial.

En efecto, la Constitución en su artículo 254 otorga al sistema de


justicia, del cual forma parte el Poder Judicial, “una partida anual
variable, no menor del dos por ciento del presupuesto ordinario
nacional para su efectivo funcionamiento, el cual no podrá ser
modificado o reducido sin autorización previa de la Asamblea
Nacional”.

En ese orden de ideas, la Ley Orgánica de la Administración Financiera


del Sector Público reconoce la potestad del Poder Judicial de formular
su propio presupuesto (artículo 37 eiusdem) y ejecutarlo (artículo 51
eiusdem).

Sin embargo, eso no significa que el Poder Judicial tenga un


presupuesto separado y autónomo del presupuesto nacional, de hecho,
los recursos que se le asignan son parte del Tesoro Nacional (artículo
106 de la Ley Orgánica de la Administración Financiera del Sector
Público).

Asimismo, el Poder Judicial no tiene autonomía para dictar las normas


operativas en el ámbito de su presupuesto, ya que, por una parte, la
Constitución atribuye al Poder Ejecutivo la competencia para
administrar la Hacienda Pública Nacional (artículo 236, numeral 11), y
por la otra, la Ley Orgánica de Administración Financiera en diferentes
disposiciones aclara que el sistema de presupuesto público es único
(artículos 3, 4, 123).

Adicionalmente cabe destacar que la propia Constitución establece en


su artículo 254 que “el Poder Judicial no está facultado para establecer
tasas, aranceles, ni exigir pago alguno por sus servicios”. En este
sentido es que a partir de la nueva Constitución quedó derogada la Ley
de Arancel Judicial, que permitía al Poder Judicial crear un Servicio
Autónomo sin personalidad jurídica que manejara los recursos
provenientes del arancel judicial.
Ahora bien, ¿esto significa que el Poder Judicial no puede obtener
recursos propios? En efecto, se podría interpretar la norma
constitucional conjuntamente con la disposición del artículo 26, en el
sentido de que como la justicia es gratuita, el Poder Judicial no puede
recibir recursos por la prestación del servicio de justicia.

De hecho, es así, pero eso no significa que el Poder Judicial no pueda


recibir del todo ingresos, ya que lo que se prohíbe es un pago por el
servicio de justicia, pero no, por ejemplo, el pago del material usado
para prestarlo o por usos de espacios propiedad del Poder Judicial.

Finalmente, debe resaltarse que la autonomía financiera tampoco


implica que el Poder Judicial en la administración de su presupuesto
esté exento de control. En ese orden de ideas, como ya se indicó
anteriormente, el Poder Judicial está sometido a los controles que
ejerce la Contraloría General de la República, y sus funcionarios a la
responsabilidad establecida en la Constitución y las leyes, por el
manejo de los fondos y bienes públicos.

CONCLUSIONES

3. Tradicionalmente, se ha identificado a la Administración Pública con


el Poder Ejecutivo. Sin embargo, como la aplicación del principio de
separación de poderes nunca ha sido absoluta, porque siempre ha
existido la necesidad de una colaboración entre los poderes para
lograr los fines estatales, ello ha traído como consecuencia que los
diferentes poderes no ejecuten con exclusividad la función
originalmente asignada.

4. Así, la doctrina y la jurisprudencia venezolanas han declarado que


en nuestro ordenamiento jurídico la división de los poderes no
coincide plenamente con la separación de las funciones, ya que se
otorgan potestades distintas a las propias a los distintos poderes,
siendo sólo exclusiva la forma en que esas funciones se manifiestan
en cada uno de ellos.

5. Dicha evolución del principio de separación de poderes había sido


acogida por la Constitución de 1961, la cual en su artículo 118
establecía: “cada una de las ramas del Poder Público tiene
funciones propias; pero los órganos a los que incumbe su ejercicio
colaborarán entre sí en la realización de los fines del Estado”.

6. Asimismo, la Constitución de 1999 contiene la misma norma, sin


embargo, esta constitución va más allá, al crear, en el seno del
Poder Judicial, órganos que ejercen funciones típicamente
administrativas. En efecto, en el vigente ordenamiento jurídico
venezolano la función administrativa ha dejado de ser - como lo
era en el pasado - una actividad accesoria del Poder Judicial, para
convertirse en una actividad necesaria para el ejercicio de sus
funciones jurisdiccionales, pudiéndose afirmar que existe una
Administración Pública en el Poder Judicial.

7. En ese sentido, el artículo 267 de la Constitución otorga al Tribunal


Supremo de Justicia –máximo representante del Poder Judicial y
más alto tribunal de la República- la dirección, gobierno y
administración de ese poder, y además, prevé la creación de un
órgano meramente administrativo en la estructura del Poder
Judicial que ejecuta únicamente funciones administrativas: la
Dirección Ejecutiva de la Magistratura. Igualmente, otros
instrumentos jurídicos, como el Decreto sobre el Régimen de
Transición del Poder Público y la Normativa sobre la Dirección,
Gobierno y Administración del Poder Judicial, prevén otros órganos
administrativos en el Poder Judicial, tales como: la Inspectoría
General de Tribunales, el Servicio Autónomo de Defensa Pública y la
Escuela Judicial, la Comisión de Evaluación y Concursos, y la
Comisión de Funcionamiento y Reestructuración.

8. El Tribunal Supremo de Justicia en su Sala Plena es el jerarca de la


Administración Pública del Poder Judicial, y como tal, tiene las
potestades derivadas del control jerárquico. Los demás órganos
administrativos del Poder Judicial no son más que direcciones
administrativas, en las que el Tribunal Supremo de Justicia, ha
delegado sus competencias.

9. En cuanto a su régimen jurídico, se aplican al Poder Judicial y al


Tribunal Supremo de Justicia –como órgano administrativo- los
mismos principios y normas que a la Administración Pública del
Poder Ejecutivo, e incluso las mismas leyes, por no existir leyes
especiales sobre la materia. No obstante, la autonomía funcional,
administrativa y financiera del Tribunal Supremo de Justicia le
permiten dictar la normativa del Poder Judicial en el ámbito
funcionarial, funcional, administrativo y de organización interna.

10. Aunque el Poder Judicial es independiente en el ejercicio de sus


funciones administrativas, está sometido al control de la Contraloría
General de la República y de la Asamblea Nacional en los términos
establecidos en la Constitución.
11. Respecto al control jurisdiccional de los actos del Poder Judicial,
se presenta el problema de que éste actuaría como juez y parte,
por ser el Poder Judicial el encargado de la función jurisdiccional.
Pero, es evidente que la ley que se dicte sobre la materia será la
que en definitiva establecerá el régimen más acertado, y la
experiencia y el tiempo, sin dudas, presentarán una solución a este
problema.

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