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P. JESUS SIMON, S. J. A DIOS POR LA CIENCIA ESTUDIOS CIENTIFICO - APOLOGETICOS «Salia yo de un sueho cuando Dios pasé de lado cerca de mi: le vi y me Uené de asombro... He rastreado las huellas de su accién en las criaturas, y, en todas, aun en las mds inftimas 1 mds cercanas a la nada, jqué poder, qué sabiduria, qué in- sondables perfecciones he encon- trado!» (LINNEO, «Systema Naturae>). EDICIONES ALONSO | DISTRIBUCIONES CODESAL Esparteros, 4 | Recaredo, 34 MADRID - 12 | SEVILLA -3 IMPRIMI POTEST: MARIANO MADURGA Praep. Prov. Terraconensis NIHIL OBSTAT: El Censor, Dr. LUIS VIA Barcelona, 15 de octubre de 1969 IMPRIMASE: + JOSE CAPMANY Obispo auxiliary Vicario general Por mandato de Su Excia Revma., Dr. ERNESTO ROS LECONTE Canciller-Secretario © P. Jests Simon, S.J. Depésito Legal: M- 16489-1979 LS.B.N.: 84-371-1061-0 IMPRESO EN ESPANA - PRINTED IN SPAIN Talleres Graficos Alonso, S.A. Carretera de Pinto, km. 15,180 Fuenlabrada-Madrid DOS PALABRAS El Padre Simén, autor ilustre, conferenciante de mucha repu- tacién, y ademds antiguo amigo mio, me pide un prdlogo para su obra «A Dios por la Ciencia». Negarme a ello seria indelicado y petulante. Pero, consciente de mi escasa autoridad en estas materias, temeroso de ser pesado y convencido de que no debo retardar el provecho y deleite que el lector cosechard de esta obra, voy a ceriirme a apuntar algunas ideas que sirvan de pre- sentacién. Clasificaba Pio XI la Humanidad en dos inmensos bandos: los ateos y los que admiten la existencia de Dios. Para éstos, el mundo es un templo; el sufrimiento, una prue- ba, y la Moral, una Ley emanada del Padre mds justo y bonda- doso. Para aquéllos, el mundo es un matadero, o un mercado; el placer, el tinico objeto de la vida, y la Moral, una serie de afo- rismos que varian al compds de las circunstancias y al empuje de las pasiones. Mientras no logremos que el bando de los tetstas constituya una inmensa mayoria, no se ve remedio para los males que afligen al mundo. La grey humana, en vez de ser rebario décil al Pastor Eterno, seguird siendo hato de cabras indisciplina- das, voraces, refiidoras y, a fuer de cabras, caprichosas. Por lo tanto, todo esfuerzo conducente a afianzar la certidumbre de que Dios existe, y a reducir el ntimero de ateos, es en extremo beneficioso. El mundo actual vive muy alejado de la Filosofia. Las re- vistas filosdficas son leidas, principalmente, por los mismos que las escriben. Las Facultades de Filosofia cuentan con escasos alumnos, atraidos, casi todos, por la facilidad que esta misma 7 Penuria de personal supone para conseguir cdtedras y preben- das. Basta que un orador o un escritor se exprese con pausado rigor ldgico, para que el publico sienta dolor de cabeza y exija un estilo mds directo e intuitivo: la dialéctica se ve suplantada por el boxeo intelectual. Poco resultado alcanzan, en estas circunstancias, las obras filosdficas demostrativas de la existencia del Ser Supremo y de sus trascendentales atributos. En cambio, el mundo de hoy se inclina ante la ciencia positiva. Una obra, pues, que se valga de las ciencias positivas para devolver a la sociedad, a las mu- chedumbres, el convencimiento de que Dios existe y cuida del mundo, debe ser aclamada como un don providencial. iHe aqui esta obra! Y concebida con tanta erudicidn, escrita con un estilo tan moderno, aderezada con unas comparaciones tan al dia, adobada con un humorismo tan noble y picante y adornada con tan selectas ilustraciones, que, ya sirva de base para ciclos de conferencias, ya sea asimilada mediante la lec- tura, se verd acogida como un solaz por los mds varios ptiblicos y como un festin por los mds diversos paladares. No dudo que su éxito serd rotundo, sus frutos visibles, y que el Padre Simén, situado por este libro, entre los mds egregios y amenos apologetas, no demorard la aparicién de los que deben completar esta obra, en todos conceptos fundamental. JUAN TUSQUETS, Pbro. A MODO DE PROLOGO Dijo nuestro genial filésofo Quevedo que ninguna otra cosa pone tan de manifiesto la ceguedad del hombre y la torpeza a que le ha conducido el pecado, como el tenerle que probar que Dios existe. En realidad la existencia del Creador es una de aquellas ver- dades primordiales que se entran espontdneamente por los ojos. Los cielos la proclaman en las alturas con sus miriadas de es- trellas, indefectible y ordenada danza; la tierra con sus arcanos maravillosos... Fabre dejé escrito que él no podia decir que creia en Dios sino que le veia, y el gran anatomista A. Hirl: «La existencia de Dios es la ultima palabra de la ciencia». A pesar de testimonios tan claros, es también una verdad patente que hay ateos, innumerables ateos, millones de ateos y aun enemigos personales de Dios que levantan contra El sus crispados purios y lo estrujarian si pudieran. «El ateismo, ha dicho el Vaticano II, es uno de los fenédmenos mds graves de nuestro tiempo.» * Hace unos meses* la tan conocida revista «Time», escribia un articulo sobre el ateismo y lo intitulaba con estas escalofrian- tes palabras: «¢Ha muerto Dios?». No se hizo esperar mucho la respuesta mds escalofriante awn: «St, el dios del mito —respon- dia en el mimero siguiente un doctor en medicina—, el dios del temor, de la supersticién, ha muerto. El dios en cuyo nombre tantos han sido asesinados y torturados ha muerto. El dios que se ostenta como el padre vigilante de la humanidad, ha muerto». 1, Const. Past. Ecl. BAC, Madrid, 1965. 2. 15 abril 1956, «Los miiltiples representantes de las muiltiples religiones con sus miiltiples desfiguradas concepciones, ha muerto.» «Que nazca y viva un humanismo arreligioso y evolutivo con su amor y fe en el hombre, con su valor y sabiduria.» * ¢Serd verdad lo que dicen estas palabras que espantan y sue- nan a tremenda blasfemia? Tranquilicese el lector. Esa partida de defuncidn de la divinidad ha sido escrita pre- maturamente. Dios no ha muerto todavia y a las palabras del doctor Cerul podemos responder con serenidad, pero bien alta la cabeza, aquellos versos del poeta satirico: «Los muertos que vos matasteis gozan de buena salud.» Precisamente estd alboreando una época de fe y religiosidad medievales, como ha presagiado una de las mayores inteligencias del presente.* Son los signos de los tiempos que han cambiado, como dijo O. Herwig y con él los grandes bidlogos creadores de esta cien- cia: Miiller, Diiesch, Augusto Bier, Corral y Maestro y Ferrdn. éQuién es el que traerd tan felices y alentadores auspicios? Aunque parezca extrafio, la ciencia a la que los ateos anuncia- ban como suya. Ella ha escudrifiado el Universo desde el dtomo hasta las ga- laxias y en todo ha visto la presencia, el marchamo de Dios: el orden, la finalidad, la mds alta sabiduria. Hago mias las palabras del P. Zacarias Martinez en el Pré- logo de su libro: «La finalidad en la Ciencia». «Lector amable —dice—: yo supongo que has oido hablar de la sabiduria y grandeza de Dios por las maravillas de los seres, por el espectdculo y orden sublimes de la Creacién Universal. Los antiguos vieron algo de la perspectiva del conjunto, del es- plendor, de la grandeza que en él reinan y, movidos por el en- tusiasmo, desataron su lengua y movieron su pluma para ento- nar un himno en honra al Creador... Pero desde hace algunos anos, el alma del hombre, como la de la Reina de Saba, no se contenté con oir la fama de Salomén desde lejos, sino que en virtud del ansia de saber que la espolea y provista, no de aromas delicados ni exquisitos como aquélla, sino de perfumes desagra- dables cual los vapores de la creosota y de la esencia del clavo 3. Maurice Cerul, M.D., TIME, 15 abril 1966. 4. Cfr. Heisemberg, Premio Nobel. 10 y armada de reactivos, de sondas, de microscopios y anteojos lo- grd entrar en el gran Templo del Universo y fueron tales las maravillas que contemplé no sdlo en los mundos que pueblan el espacio y el andlisis de sus leyes, sino también en sus intimos detalles accesibles a la mirada del hombre, que todo lo que se decia de Dios por el espectdculo que ofrecen las criaturas es poco, poquisimo de lo que se merece su Santo Nombre.» Dediquemos el presente libro a este confortante y nobilisimo intento. Todas las ciencias nos pueden auxiliar en él y lo hardn gustosas: La Filosoffa, la Astronomia, la Fisica Nuclear, la Biolo- gia, la Fisiologia, la Zoologia y la Botanica. Que plazca al Sumo Hacedor a cuya gloria se dirige todo, ben- decir esta novena edicién del libro «A DIOS POR LA CIEN- CIA», como se dignd bendecir las anteriores. 11 INDICE DE CAPITULOS Dos palabras . A modo de prélogo . FILOSOFIA E HISTORIA I. El Ser eterno e increado. — Principio inconcuso. — «La Sabia Natu- raleza». — A Dios nadie le ha visto. — Admirables casualidades . II. El testimonio de los sablos. — La docta antigiiedad. — Modernos y ASTRONOMIA III. Instrumentos auxiliares del astrénomo. — Telescopio. — Electrosco- pio. — Radiotelescopio . . - - ee tt te te IV. Nuestro Sistema Solar. — El Sistema planetario. — En un segundo a la Luna, — Venus y Mercurio. — En el astro-rey. — Una visita a Mar- te. — Jtipiter y sus doce lunas. — Saturno con sus anillos. — El descu- brimiento de Neptuno. — Un salto a la estrella més cercana, — Los V. La Via Léctea. — Una votacién interesante. — El telescopio y sus con- ‘quistas. — La Via Lactea. — ¢Cuantas son las estrellas? — Las nebulosas gaseosas y cadticas. — Una rueda gigantesca. — Las nebulosas espira- Tes. — Una concertada danza. — Ritmo y armonias. — El eclipse de 1905, — Dios estd aqui; venid y adorémosle. . . . . + - VI. El principio y el fin del Universo. — La sugestién del problema. — ¢Es eterno el mundo? — El Sol; su origen y agotamiento progresivo. — La hoguera que se consume, — La tierra, su principio, desenvolvimiento 35 a vit. Vu. Ix. LER ee yo Ae 1S SOR «A florecer las rosas madru- Suefios materialistas. — El Ses Perpetuo de los mun- toe Conclusién. final eee see ee ee FISICA NUCLEAR El dtomo y sus componentes. — El tomo. — El nticleo: Protones y Noutrones. — Loe electrones.y sus érbites. — Bl vacfo del Cosmos. Papilla nuclear. ‘ La bomba aterradora. — El primer ensayo en «Los Alamos», — La ca- Uéstrofe de Hiroshima y Nagasaki. — EI secreto de la energia nuclear. — Municiones a granel . BIOLOGIA Y FISIOLOGIA Un mundo microseépico. — Descubrimiento casual de este nuevo mun- do. — Su exploracién y conquista. — I. Los moradores de las aguas estancadas; flagelados, ciliados, paramecios, amebas... — II. Los hués- pedes del océano; noctilucas, foraminfferos, radiolarios, briozoos, co- rales... — III. Asesinos de hombres; Microbios patégenos: cocos, ba- cilos, espirilos, briones... virus. — El problema supramaquinal de la vida Allo) 6 os a) all Hien amis 1 GG X. EI origen de la vida. — Desde la torre de Murcia. — La generacién es- XI. XII. XII. XIV. 14 Pontdnea: su historia. — Las imposturas de Haeckel; ‘su refutacién. — Argumento experimental: Pasteur. — Argumento biol6- gico. — Consecuencia: El terrible dilema, — Testimonio de los sabios, Los misterios del huevo. — «. — A DIOS NADIE LE HA VISTO. — ADMIRABLES CASUALIDADES. Hace ya algunos afios, queriendo yo persuadir a cierto ateo de la existencia de Dios, le dije estas palabras: «Si no existe Dios, {quién ha hecho el mundo?». Mi interlocutor, ni tardo ni perezoso me contesté al instante como si tuviera ya preparada la respuesta: «ZY a Dios quién le ha hecho?». Como si dijera: Tan diffcil es explicar la existencia eterna del mundo como la de Dios. Misterio por misterio, desconocido por desconocido, me quedo con el mundo que veo y palpo. No cabe duda que se presenta seductora la afirmacién. Pero ahondemos un poco en la materia y se esfumardn, cual vanos es- pejismos, las apariencias. Principio inconcuso Es evidente que existe y ha existido siempre algo eterno e increado. Algo que ha de ser, por eso mismo, necesario y existir en fuerza de su propia naturaleza. En efecto; supongamos un momento en que no hubiera exis- tido nada, absolutamente nada de lo que llamamos Universo: iDe dénde procederfa cuanto existe en la actualidad, la va- riedad infinita de seres que nos rodean? {De la nada? Imposi- ble. Estamos seguros y es una verdad de las que se llaman en Filosoffa aeternae veritatis, que de la nada, nada absolutamente puede salir. Sigamos preguntando: ~Cudl es ese ser que ha existido siempre? No hay mds respuesta que uno de los dos extremos del dile- ma: O Dios o la materia. O Dios infinito, perfectisimo, personal, extracésmico; inteli- gencia y poder sin limites, causa primera de cuanto existe, o la materia de que consta el Cosmos y que viene a reducirse al fin de todo, a poco mds de un centenar de elementos que estudia la Quimica y maneja la industria en sus Laboratorios. iCudl de ambos extremos o hipétesis, llamémoslas asi, prefe- rimos? Si optamos por la de Dios, como ha optado la totalidad del linaje humano, nos lo podremos explicar todo razonablemente. Dios, feliz en su eternidad, queriendo hacer participes de su bienandanza a otros seres, porque el bien tiende a difundirse, creé el mundo presente con todos sus arcanos, magnifico poema en que cada letra es una manifestacién espléndida de su poder y de su ciencia. Supongamos, por el contrario, como hacen muchos en el dia de hoy, quiz4 por el temor de encontrarse con Dios al final de sus discursos, que escogemos la segunda, esto es, la materia. {Po- dremos también entonces explicar suficientemente los referidos arcanos? En modo alguno: Mas atin, habremos agravado inconmensurablemente el pro- blema. Ya no tendremos sélo, como en la hipétesis de la exis- tencia eterna de Dios, un misterio inasequible a la pobre humana inteligencia, sino que nos saldran al paso y asediarén los mas evidentes absurdos y aun absolutas imposibilidades. Primero tropezaremos con el contrasentido filoséfico de con- ceder la maxima perfeccién del ser cual es la eternidad y la existencia por su propia naturaleza, a cosas tan insignificantes, mudables e imperfectas cuales son Ja materia, los dtomos y ele- mentos. Después los ya notados absurdos. La Ciencia moderna en su afdn de descubrir los secretos ocul- tos del Cosmos, ha penetrado con el microscopio en lo intimo de los seres; y en todos, aun en los més pequefios e infimos y «cer- canos a la nada», en frase de Linneo, ha descubierto tales por- tentos de sabidurfa y de finalidad altisima que ha quedado aténita y sin sentido. Especialmente la Biologia ha colmado su asombro. Un ser viviente, cualquiera que él sea, es un complejo aterra- rrador de prodigios, de ciencia, de técnica y de arte consumada. iPuede ser casual la formacién del ofdo o del ojo, o siquiera la contextura de la hoja de un drbol, de una flor, de un insecto, de un microbio? A quien tal cosa afirmara tendrfamos el derecho de repli- 20 carle que no sabe lo que dice, o mds fuertemente con Jellineck, que «no ha alcanzado atin su mente el suficiente grado de des- arrollo»... La Naturaleza Ya tenemos aqu{ el talismén de los materialistas, la panacea © repertorio de drogas maravillosas para sus soluciones y eva- sivas. iQuién ha hecho las maravillas del Cosmos? —les pregun- tamos. «La Naturalezay, nos responden con la mayor serenidad y aplomo como quien lo sabe a ciencia cierta: «La sabia natura- leza». Nosotros nos quedamos perplejos y aturdidos ante esta pa- labra y nos preguntamos: jqué ser4?, jen qué consiste la na- turaleza? Si descartamos a Dios, espiritu nobilisimo y sabiduria supre- ya no queda otra cosa mds que la materia: los elementos ‘ados. iCudl de ellos aporta la inteligencia que tanto resplandece en el Cosmos? El hidrdégeno, el fésforo, la electricidad, el mag- netismo? Ninguno de ellos: son todos ciegos e incapaces de iniciativa ni previsi6n alguna... iPero al menos habré quien los guie en su tan acertado y seguro curso? Nadie tampoco. Todo rueda al azar, sin plan preestablecido, sin lazarillo que les empuje por rutas ya prefijas de antemano... Un dfa ventu- roso, por casuales y estupendas combinaciones fortuitas, apare- cid, como por ensalmo, el mundo que contemplamos lleno de armonia, de belleza, de ciencia consumada. Se dird que eso es imposible, un absurdo. Que donde hay orden ha de haber un ordenador inteligente; que el reloj supone al relojero. Eso es lo que ha pensado siempre la humanidad entera..., pero los materialistas ateos lo niegan rotundamente y exigen que nosotros creamos, a pie juntillas, sin mas inquisiciones, que todo es capricho de las fuerzas naturales, obra del azar, aunque pa- liandolo con el nombre de la «naturaleza», la «sabia naturaleza». Perdénennos los ateos, pero eso no podrdn persuadirselo a nadie; ni a sf mismos, si son sinceros. No hace mucho, contemplaba yo la maravillosa Custodia de mi in 21 la Catedral de Toledo... Me explico que un genio artistico haya podido realizar aquella filigrana sin segundo con la plata, el oro y las piedras preciosas de que disponfa: lo que no me ex- plicaré jamas es que ese oro y pedreria, por casuales combina- ciones hayan venido a colocarse en la forma en que los vemos en la Custodia... Un pétalo de lirio, una amapola suponen més arte y belleza que todas las custodias de nuestras Catedrales. Es ne- cesario admitir a un orfebre divino que los haya fabricado. “Nadie ha visto a Dios” 1Nifios! —pregunté un dia cierto maestro rojo a los alumnos de su escuela—: «Hay alguno de vosotros que haya visto a Dios?», El maestro se dirige a un nifio en particular y le interroga: Fulano, «iti has visto a Dios alguna vez?». Como era de esperar la respuesta fue negativa... «Pues lo que a ti, les ha sucedido a todos: Nadie ha visto a Dios. ;Por qué, pues, creéis en El? {No véis que es una ne- cedad esttipida creer en un ser que no existe mds que en la ig- norancia e incultura de los curas y los frailes?» iNadie ha visto a Dios!... Si alguno me hiciera a mf esa pregunta, {sabes, lector, lo que haria? Al menos con la imaginacién le pondrfa ante los grandes mo- numentos arquitecténicos que nos legé la piedad de nuestros an- tepasados. La Catedral de Burgos..., se lleva la primacia. Ya al acercar- nos a ella le sefialaria las dos torres, que terminadas en finas agujas, que parecen oraciones petrificadas en su ascensién a los cielos... Los calados, la cresterfa... Y ya dentro, la maravillosa proporcién de sus partes: belle- za, esbeltez y majestad. El grandioso rosetén de la nave central irradiando elegantisima policromfa... Las altisimas columnas con Sus nervaciones expandiéndose en lo alto como gallardas hojas de palmera que entrelazadas forman la elegante béveda... Lue- go el altar mayor con su portentoso retablo, verdadero encaje de orfebrerfa..., la girola y sobre todo la mdgica linterna, unica en el mundo... Cuenta la Historia que al verla por vez primera Felipe II, no pudo menos de exclamar Ileno de asombro: jAh, esto no es obra de hombres, sino de angeles! ... iHa visto usted —interrogarfa a mi interlocutor materialis- 22 ta— a los albafiiles y maestros de obras que levantaron estas construcciones de prodigio? «No», me responderfa sin duda. Ya hace siglos que murieron y mal podrfa yo verlos a tal distancia... UPero usted cree que existieron algin dia aunque personal- mente no los haya conocido? «Naturalmente que s{; nos lo re- cuerdan las obras de su arte y su trabajo»... Terminada la Catedral de Burgos, le levarfa a la de Leén, a la de Toledo, a la de Santiago de Compostela, con sus incompa- rables torres, a las de Sevilla y Granada, de Barcelona y Zara- goza... Luego a la Alhambra con sus hechizos de arabescos y admi- rables artesonados; a la Mezquita de Cérdoba con su bosque de arcos de herradura... Y de nuevo la pregunta: — Vio usted a los artistas que modelaron estas construccio- nes? Por lo menos, cree usted que existieron algtin dfa?... —Preciso. Ya ve usted, pues, que cree algo que no ha visto... Mejor dicho, me corrijo: usted no los ha visto con los ojos del cuerpo, pero los vio y los est4 viendo con los ojos del alma, de la inte- ligencia, la cual le estd a usted diciendo a voces, que tan grandes y portentosos monumentos debieron tener artffices inteligentes y capaces. Pues, amigo mfo. Yo le digo lo mismo respecto de Dios. Usted no lo ha visto con los ojos del cuerpo que son demasiado miopes y quedarfan deslumbrados, pero lo ha visto y lo ve continuamente con los del alma... Levantelos hacia el cielo tachonado de estrellas; contemple su ritmo, sus armonfas; bdjelos después a la tierra y ffjelos en Jos dilatados mares, en los montes y valles con sus millones de vivientes maravillosamente organizados y preguntese con since- ridad si es posible que todo ese conjunto que anonada, ha po- dido existir y moverse por sf solo, sin la voz del omnipotente, del que dijo un dia al paralftico del Evangelio: «Yo te lo mando. Levdntate y anda». Admirables casualidades Es una objecién que nunca he podido explicarme cémo puede ser propuesta con seriedad, por un hombre sensato y razonable. Sin embargo, la encontraremos inevitablemente en todos los libros materialistas y ateos. 23

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