La bonanza minera y petrolera debe capitalizarse como una gran
oportunidad para aumentar el bienestar de las generaciones presentes y futuras de colombianos. Ello, por supuesto, exige mucha disciplina durante la fiesta.
Todos hablan de la gran bonanza minera que se avecina. Es como si
el país estuviera esperando un tsunami de dólares que va a acabar con la economía. Tanto así, que el término enfermedad holandesa se volvió a poner de moda. Parecería que hay terror. Vale la pena aterrizar la discusión.
Sí existe un riesgo. De materializarse una avalancha de recursos
externos atribuibles a una bonanza de recursos naturales no renovables (petróleo, carbón, oro, etc.) -y de no implementarse una política para administrar dicha avalancha- la economía experimentará una apreciación del tipo de cambio real. No solo caerá el precio del dólar. También puede haber un proceso inflacionario o burbuja especulativa en sectores no transables de la economía (propiedad raíz, construcción, mano de obra, servicios públicos, etc.). Cortesía Ing. MSc. Luis Fernando Restrepo G
Si la apreciación real es muy fuerte y rápida, de tal manera que no
alcance a ser compensada por incrementos en productividad, muchas empresas industriales o agrícolas terminarían cerrando. Como resultado, por un lado, aumentaría la tasa de desempleo y, por otro, la base industrial y agrícola quedaría reducida ante el boom minero y de sectores no transables.
Antes de empezar a correr con espanto es necesario medir el
tamaño del monstruo. El Ministerio de Minas estima que, entre 2010 y 2015, el volumen de inversión en petróleo y minería alcanzará los US$47.000 millones. Esto corresponde a exploración y desarrollo de hidrocarburos; expansión y modernización de refinerías; a inversión en gasoductos y oleoductos; a exploración y explotación de proyectos mineros no petroleros; y, por último, a expansión de la producción de etanol y biodiesel.
A esto habría que sumarle los mayores flujos de exportaciones
atribuibles a la expansión en inversión. Del documento de regla fiscal del Gobierno se puede estimar ese mayor flujo exportador en US$67.000 millones entre 2010 y 2015.
Supóngase que solo el 50% de la nueva inversión en minería
provendrá del exterior. Así las cosas, solo entre 2010 y 2015 la bonanza podría generar un influjo de US$90.000 millones adicionales a la economía. Si más del 50% de la nueva inversión se financia en el exterior, el monto será aún mayor. Mejor dicho, la bonanza es grande. Por lo menos tan grande como una tercera parte del PIB, 3,4 veces las reservas internacionales actuales y 18 veces el déficit en cuenta corriente del país en 2009. Con un monstruo tan grande los temores no son infundados. La fiesta puede terminar en guayabo mortal y con varios hospitalizados.
Pero algún día tenemos que aprender a comportarnos en la fiesta y
salir contentos en vez de salir inconscientes y camino a la clínica. La bonanza no tiene que ser un tsunami o una borrachera. La bonanza puede y debe ser riqueza y prosperidad para Colombia. En efecto, la bonanza debe capitalizarse como una gran oportunidad para aumentar el bienestar de las generaciones presentes y futuras de colombianos. Ello, por supuesto, exige mucha disciplina durante la fiesta. Cortesía Ing. MSc. Luis Fernando Restrepo G
En primer lugar, se requiere una regla fiscal que obligue a ahorrar
una parte de la bonanza. Esto por equidad con las próximas generaciones de colombianos y porque la disciplina fiscal ayuda a tonificar el tipo de cambio.
En segundo lugar, se hace necesario un fondo de estabilización en
el exterior, que deberá ser nutrido con parte del ahorro derivado de la regla fiscal. El Gobierno deberá comprar dólares con parte de los mayores ingresos fiscales de la bonanza para nutrir el fondo. Ello también tonificará la tasa de cambio.
En tercer lugar, la política monetaria debe cooperarle al Gobierno:
mayor intervención cambiaria por parte del Banco de la República en determinadas coyunturas y ¡por amor a Dios! no aumentar la tasa de interés por temor al crecimiento derivado de la misma bonanza.
Por último, se debe utilizar parte de los recursos de la bonanza para
apoyar la agricultura y la industria en su transformación productiva y en sus esfuerzos de preservación de empleo.
Si hay juicio y disciplina durante la fiesta, esta va a durar y no habrá
heridos. La bonanza puede y debe ser una fuente de mayores recursos, más empleo y más inversión social y productiva para los colombianos.
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